Skip to main content

Full text of "Obras de Lope de Vega"

See other formats


& 


^/7..  'í 


/  •/ 


Presented  to  the 

UBRARY  ofthe 

UNIVERSITY  OF  TORONTO 

by 

THE  DEPARTMENT  OF 
SPANISH  AND  PORTUGUESE 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2009  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/obrasdelopedeveg12vega 


OBRAS 


DE 


LOPE    DE    VEGA 


OBRAS 


DE 


LOPE  DE  VEGA 


PUBLICADAS 


POR   I.A 


REAL    ACADEMIA    ESPAÑOLA 

(NUEVA    EDICIÓN) 
OBRAS    DRAMÁTICAS 

TOMO    XI! 


MADRID 
Sucesores    de   Rivadeneyra,   S.    A 

Paseo  de  San  Vicente,  nOm.  20 
1    930 


PRÓLOGO 


(i) 


Las  comedias  de  este  tomo  son  más  conocidas  y  han  sido  más  estudiadas 
que  las  de  los  anteriores,  por  haberlas  impreso  Don  Juan  Eugenio  Hartzen- 
busch,  en  la  colección  de  Lope  de  Vega  que  hizo  para  la  Biblioteca  de  Autores 
españoles.  Seremos,  pues,  mucho  más  breves  que  de  costumbre  en  lo  que 
tenemos  que  decir  sobre  ellas,  limitándonos  a  exponer  su  primitiva  biblio- 
grafía, ediciones  sucesivas  y  manuscritos  antiguos  cuando  existen  y  no  son 
conocidos,  ya  que  nada  de  esto  se  halla  en  la  mencionada  edición  de  Autores 
españoles. 

La  impresión  ha  sido  hecha,  no  sobre  el  texto  de  Hartzenbusch,  que  no 
ofrece  seguridad  alguna,  y  no  porque  sea  malo,  antes  al  contrario,  por  ser 
demasiado  bueno,  o  sea  muy  corregido  y  enmendado,  según  el  sistema  de 
publicación  de  aquel  insigne  literato. 

Hartzenbusch,  por  no  afear  (según  él  entendía)  con  notas  los  textos 
clásicos  que  publicaba,  corregía  las  erratas,  completaba  versos,  suplía  los 
que  faltaban  y  ordenaba  a  veces  el  texto  en  forma  distinta,  todo  ello  sin 
advertirlo;  de  modo  que  es  muy  fácil  hoy,  al  citar  un  pasaje  cualquiera,  temar 
por  frasfe  o  palabra  de  Lope  de  Vega,  palabra  o  frase  no  suya,  sino  del 
editor.  En  las  erratas,  aun  en  las  no  evidentes,  acertó  casi  siempre,  justo 
es  declararlo;  porque,  al  fin,  era  un  gran  poeta  y  muy  conocedor  del  estilo 
y  gusto  de  Lope.  Pero  cuando  suple  o  enmienda,  ya  es  distinto.  Es  la  lengua 
castellana  tan  rica  en  giros,  en  sinónimos  y  en  formas  gramaticales,  que 
todas  las  cosas  pueden  decirse  de  dos  o  más  maneras  y  todas  pueden  estar 
bien  o  ser  muy  aceptables;  este  es  el  escollo  y  el  gran  peligro  de  los  que 
pretenden  adivinar  lo  que  un  autor  dijo  cuando  se  han  perdido  o  alterado 
los  términos  precisos  en  que  le  plugo  expresarse.  En  tal  caso,  las  enmiendas 


(i)  Deberemos  ante  todo  salvar  algunas 
feas  erratas  que  a  ixltima  hora  se  han  desliza- 
(\o  en  el  Prólogo  del  tomo  VIII,  impreso  inme- 
(jiatamente  antes  de  éste:  Pág,  v,  línea  7,  dice 


«Libro»;  léase  «Mas».  Pág.  Xii,  línea  14,  dice 
«Consejo»;  léase  «Conde».  Pág.  xvi,  línea  16, 
dice  «las  damas»;  léase  «dos  damas».  Pág.  xxv, 
línea  6,  dice  «impresiones»;  léase  «supresiones». 


VI 


PROLOGO 


O  adiciones  pueden  ponerse  (nada  más  licito  ni  más  conveniente)  en  notas  o 
con  signos  que  indiciuen  su  procedencia;  pero  no  lo  es  encajarlas  en  el  texto 
como  si  fuesen  i)ropias  del  autor  editado. 

\'arias  comedias  de  este  tomo  y  de  otros  que  habrán  de  seguir  parecerán, 
V  desde  luego  lo  son,  menos  correctas  que  las  mismas  en  el  texto  de  Hartzen- 
busch:  pero  el  de  ellas  es  más  seguro  o,  a  lo  menos,  no  ha  sufrido  una  in- 
terpolación moderna:  los  disparates,  si  lo  son,  serán  de  los  editores  o  im- 
presores antiguos;  pero  no  serán  falsificaciones  de  la  época  actual.  Y  con 
esto  creemos  haber  dicho  bastante  para  justificar  el  hecho  de  no  haber  se- 
guido el  texto  de  la  célebre  Biblioteca  Rivadeneyra.  Quizá  más  adelante, 
cuando  puedan  emprenderse  verdaderas  ediciones  críticas  y  se  discutan,  con 
abundancia  de  datos  y  textos,  las  enmiendas  o  adiciones  que  se  propongan 
acabarán  por  aceptarse  muchas  de  las  hechas  por  Hartzenbusch,  y  no  será 
l)oca  gloria  para  su  nombre;  pero  hoy  no  estamos  aún  en  ese  caso. 

I.     El  desprecio  agradecido. 

» 

Esta  comedia  se  imi)rimió  i)riinero  en  /,í/  J'c(/ü  del  Parnaso,  que  dio 
al  ])úblico  en  163/  la  hija  de  Loi)e  de  Vega,  Doña  Feliciana,  asesorada  por 
el  Licenciado  Ortiz  de  \'illena,  gran  admirador  de  Lope,  que  llegó  a  reunir 
una  colección  más  completa  de  sus  obras  ({ue  la  misma  familia  del  autor  (i). 
Se  reimprimió  exactamente,  salvas  las  erratas,  en  la  Parte  XXV  (Zaragoza. 
1647)  <íc  ^^  colección  es])ecial  de  Koi)e  de  Vega  y  fué  de  nuevo  reimpresa,  en 
Madrid  en  1^04,  por  Ouiroga,  y  luego  i)()r  Hartzenbusch,  en  su  colección  de 
Lope,  tomo  2.",  páginas  254  y  siguientes. 

]*ero  antes  se  había  ])ublicado  ya  en  la  í\irlc  XXX ÍX  de  la  colección 
de  líscof/idas  (2),  aunque  con  el  título  de  La  dicha  por  el  desprecio,  y  atri- 
buííla  a  Don  Juan  de  Matos  l^ragoso,  (|uizá  i)ara  poder  representarla  como 
nueva. 


(i)  Im  Vef^a  del  Parnassu.  I'<irtc  I.  ¡'i>y  el 
Phenix  de  España  Frey  J.npe  l-clix  de  Vega 
Carpió,  del  hábito  de  San  Iiiati,  I'rocurador  J-'is- 
cal  de  la  Cámara  A postñlica.  Dirigida  al  lixcc- 
lenfissitnn  Señor  iJotí  Luis  l-'ernandez  de  Cór- 
doba, Cardona  y  Araron,  Duque  de  Sessa...  Ma- 
drid, Imprenta  del  lieyno,    1037. 

4.";  4  hojas  prcls.  y  292  foliudas.  Dc-dicato- 
rja  finnada  iK)r  I.uis  <U-  Tsati-jíiii,  yi-rno  dt- 
I/OJH-.  ;\jjrol)ac¡»'m  dtl  Maistro  José  di-  \'aldi- 


vielso,  firmada  en  Madrid,  a  26  de  agosto  de 
1635.  Dice  (jue  estando  escribiendo  esta  apro- 
bación falleció  Lope,  en  lo  cual  hay  error  o  en 
la  fecha  (|Ui'  le  ]nis<).  l'róloj^o  del  Licenciado 
Jo.sé  Orí  i/,  de   \illena.   Texto. 

(  )      l'artc  treinta  y  nueve  de   Comedias    nue- 
vas de  los  nteiores  ingenios  de  España...  Un    Ma- 
drid, l^or  José  Fernandez  de  liuendía.  Año   1O73. 
4.'^;  4  hojas  prels.  y  442  págs.  lis  la  cuarta  co- 
\  media  del  tonro  y  va  de  la  \yÁ\i.   ni)  a  la    154. 


PRÓW3G0  VII 

Si  no  supiéraniüs  por  otros  muchos  datos  que  el  plagiario  portugués  solía 
prestarse  a  estas  falsedades,  aparecería  increíble  el  cinismo  de  quien  se  atri- 
buye la  paternidad  de  una  obra  ajena  sin  más  que  suprimir  algunos  versos 
de  ella  y  cambiar  el  título  y  el  principio  y  el  final  de  la  misma. 

La  dicha  por  el  desprecio  principia  así: 

Bern.  Con  un  salto  cuando  menos 

la  vida  así  se  rescata. 
Sancho.     Más  vale  salto  de  mata, 

señor,  que  ruego  de  buenos. 
Bern.  Por  ser  la  tapia  tan  alta 

fué  milagro  quedar  vivo. 
Sancho.     El  salto  ha  sido  excesivo. 
Bern.         Más  teme  quien  mejor  salta. 
Pero  ¿quién  a  la  justicia 

no  respeta,  cuando  es  cierto 

que  a  un  hombre  he  dejado  muerto? 
Sancho.     ¡Lo  que  obliga  una  caricia! 


El  final,  dice: 


Al,EX.  No  pude  haber  sucedido 

mayor  dicha  en  tal  desprecio, 
si  acaso  os  merece  un  víctor. 


Son  los  Únicos  versos  diferentes  que  Matos  escribió;  y  aun  de  estos  tres, 
los  dos  primeros  están  de  la  obra  antigua;  porque  hasta  las  erratas  dejó 
pasar,  como  se  verá  por  las  notas  que  ponemos  al  texto  igual  en  todos  los 
impresos. 

Esta  hermosa  comedia  es  toda  de  la  invención  de  Lope,  y  ofrece  en  Li- 
sarda  un  bellísimo  carácter  femenino,  tan  honesta  y  a  la  vez  tan  resuelta, 
tan  dulce  y  tan  apasionada. 

La  obra  es  ciertamente  de  la  última  época  de  Lope  de  Vega;  pero  no  es 
seguro  que  sea  posterior  a  i633,  como  dice  H.  A.  Rennert  (i),  fundado  en 
un  pasaje  singular  de  esta  pieza  (página  4),  en  que  se  dice: 

Inés.  Pu^s  un  libro  y  esta  vela 

os  serán  de  gran  provecho. 
D.  Ber.      ¿Quién  es? 
Inés.  Parte  veintiséis 

de  Lope. 
D.  Ber.  Libros  .supuestos 

que  con  .su  nombre  se  imprimen. 

Esta  mención,  tan  fuera  de  lugar,  acredita  que  la  publicación  de  dicha 
parte  debía  de  ser  nuiy  reciente  cuando  T,ope  escribía,  i)ero  no  de  \G?)?>. 

(i)      Bibliography   of  thc   dramatic    works   of  Lope  de   Vega.   New   York,    19 15:   pág.    163. 


VIH 


PROLOC-O 


Rennert,  y  antes  Barrera,  suponían  que,  habiéndose  publicado  en  Bar- 
celona, en  i633,  una  Parte  XXI WI  de  Lope,  la  XXVI  sería  muy  poco  anterior. 

La  deducción  no  es  segura,  ni  mucho  menos.  La  Parte  XXVI  existe  (i), 
pero  tiene  la  fecha  de  1645,  1^  cual  nos  prueba  que  hay  una  edición  anterior, 
que  es  la  ([ue  cita  Lope  en  su  comedia;  pero  de  qué  fecha  es  lo  (jue  por  ahora 
no  sabemos. 

En  la  comedia  se  menciona  también  al  ilustre  general  Don  (jonzalo  de 
Córdoba,  el  vencedor  de  Fleurus,  hermano  del  Duque  de  Sessa,  protector  de 
Lope.  Pero  la  expedición  militar  que  allí  se  da  como  coetánea  de  la  comedia 
no  se  realizó:  pues  Don  Gonzalo,  después  de  su  mediana  gestión  en  el  Mi- 
lanesado.  se  retiró  a  ^lontalbán,  cabeza  de  su  encomienda,  donde  murió  el 
mismo  año  que  T,ope,  unos  cuantos  meses  antes  que  él. 

IL     Dineros  son  calidad» 

Esta  interesante  comedia  se  imprimió  en  la  Parte  XXIV  de  las  de  Lope, 
iniblicada  en  Zaragoza  en  i633  (2).  Después  se  reimprimió  en  una  Parte  VI 
de  la  colección  de  Escogidas,  impresa  en  Zaragoza  en  1653  (3),  y  dif érenle 
de  la  (jtra  Parte  ÍV.  de  la  misma  ciudad  e  imprenta,  pero  del  año  siguien- 


(i)     Barrera:  Catálogo;  pág.  682.  ; 

(2)     Parte  |  veynte  y  qvatro  \  de    las  comedias  \ 
I  del  Fénix  de  España  \  Lepe  de  Vega  Carpió.  \    \ 
y  las   mejores   qve    hasta  \  acra   han   salido.  \  A  ■ 
Don  Diego  de    Virto  de     Vtra   Capitán  de  In- 
fantería Española.  \  (Un  jarroncito.)  Con  licen- 
cia, y  privilegio.  \  En  garage f a,  por  Diego  Dor- 
mer,  \  en  la   Cuchillería,   año    1633.  |  A   costa  de 
lusepe  Ginobart  Mircadtr  de  Libras.  (Esta  por- 
tada con  orla.) 

4/;  4  hojas  prels.  y  23O  fols.  Sign.  A-(ig,ií 

Port.;  V.  en  bl. — Hoja  2.":  «Titvlcs  de  las  | 
comedias  contenidas  1  tn  este  libro.» — i.  La  ley 
Hxe<utada;  2.  Si-luas  y  bosques  de  amor;  3. 
Mxanu-n  de  Marid.os;  4.  MI  f|ue  Dirán;  5.  I,a 
honra  por  la  mujer;  '>.  I'"I  amor  bandolero;  7. 
La  mayor  d  «-gracia  de  Carlos  V  y  hcclii- 
zera  de  Argel;  8.  Ver,  y  no  creer;  u.  Dineros 
.síjn  calidad;  10.  De  rjnando  acá  nos  vino; 
II.  Amor,  j)l  ito,  y  desafío;  12.  I<a  mayor  vic- 
toria. 

Vuelto:   Licir.cia:    (^'arago<;a    a    25   de   enero 
'1'     '''•^i;   Aprobacifpii    •]•■    I»i<i">   <1<-    Morlants: 


Zarago(;a,  17  de  febrero  de  1631. — Hoja  3.-^ 
Privilegio:  Zarag09a  18  de  Hebrero  de  1631 
(Acaba  en  la  primera  mitad  del  \nielto). — 
Hoja  4.*:  Dedicatoria  por  lusepe  Ginobart:  Za- 
ragc9a,  16  de  febrero  de  1633.  Texto. 

(3)  Parte  sexta  de  comedias  escogidas  de  los 
mejores  ingenios  de  España,  Zaragoza,  por  los 
herederos  de  Pedro  Lanaja,  Impresor  del  Reyno 
de  Aragón,  1653. 

4.''  Contiene  obras  de  I^ope,  Valdivielso,  Mira, 
Belmente,  Monroy,  Cordtro,  Rojas,  Alarcón  y 
Calderón,  lís  la  sexta  comedia  de  'este  tomo. 
Pero  como  al  año  siguiente  se  publicase  en 
Madrid  la  verdadera  Izarte  17  de  la  colección 
de  Escogidas  (de  la  cual  hoy  no  se  conoce  nin- 
gún ejemplar)  con  distintas  comedias,  también 
la  reimprimieron  los  mismos  impresores  tn  el 
mifino  año  de  1654.  De  la  parte  \'I  de  1O53 
no  se  conoce  más  ejemplar  (\\u-  uno  cu  la  Bi- 
blioteca nacional  de  Viena.  No  hemos  vis^o 
la  comedia  de  Lope  según  él,  aunque,  como 
tan  ])osttrior  es  de  suponer  que  sea  mera  re- 
impresión de  la  edición  de  Zaragoza,  1633. 


PROLOGO  IX 

te  (i).  Se  reimprimió  luego  suelta  sin  lugar  ni  año,  y  por  último,  en  la  colec- 
ción de  Autores  españoles. 

En  la  Bibliteca  Nacional  existe  un  manuscrito  antiguo  de  esta  comedia; 
pero  con  tales  adiciones,  supresiones  y  variantes,  que  la  constituyen  en  un 
texto  diferente  (si  bien  gran  parte  de  los  versos  son  comunes)  y  digno  de 
publicarse  aparte.  En  las  correcciones  y  erratas  de  este  tomo,  al  final,  hemos 
tomado  algunos  pasajes  de  este  manuscrito  que  parecen  completar  el  sen- 
tido del  texto  impreso  muy  defectuoso  (2). 

Este  manuscrito  está  copiado  o  basado  en  otro  del  cual  se  han  aprove- 
chado algunos  fragmentos,  pegándolos  al  ejemplar;  manuscrito  que  quizá 
sería  anterior  a  las  interpolaciones  hechas  a  esta  comedia  por  Andrés  de 
Claramonte,  todas  las  cuales  constan,  por  desgracia,  en  el  actual. 

Como  estas  interpolaciones  las  ha  sufrido  también  el  texto  impreso,  puede 
presumirse  cómo  después  de  ellas,  que  son  las  en  que  aparece  el  personaje  de 
Cía  rindo,  que  era  el  nombre  poético  de  Claramonte,  y  después  de  las  otras 
alteraciones  que  demuestran  la  divergencia  de  los  textos,  cómo  habrá  que- 
dado la  comedia  de  Lope.  Quizá  no  sean  suyos  más  que  los  versos  comunes 
a  ambos  textos,  excluyendo  además  las  escenas  en  que  interviene  Clarindo, 
que  también  son  comunes. 

Así  y  todo  esta  comedia  fué  muy  representada  y  celebrada  en  el  siglo  xvii 
y  despertó  gran  interés,  quizá  por  el  carácter  noble  y  arrojado  de  Camila  y 
la  original  escena  de  la  estatua  animada  del  Rey,  como  la  del  Comendador 
de  Bl  Burlador  de  Sevilla,  así  es  que  antes  de  expirar  el  siglo  fué  refundida 
no  menos  que  dos  veces. 

Hicieron  la  primera  refundición,  antes  de  i663,  en  que  fué  impresa  (3), 
D.  Antonio  Martínez  de  Meneses,  D.  Juan  de  Zabaleta  y  D.  Jerónimo  Cáncev 


(i)  Esta  Parte  no  incluye  la  comedia  Di- 
neros son  calidad. 

(2)  Bib.  Nac.  Manuscrito  16.924.  Le  falta 
la  primera  hoja,  que  contendría  el  título  y  el 
autor.  Empieza:  «Acto  primero  de  dineros  son 
calidad,  tocan  chirimías  y  sale  Federico  biejo 
rrufino  lu^iano  y  otabio  sus  hijos  bestidos  po- 
bremente.» Letra  de  la  primera  mitad  del  si- 
glo XVII,  pero  de  muy  rudo  amanuense. 

Hay  personajes  distintos:  Lucilo,  criado  (que 
es  en  parte  la  Lucila  de  la  obra  de  Lope);  Clau- 
dio, Pereiro,  caballeros;  Aurelio  (que  es  en 
parte  la  Aurelia  de  Lope).  Faltan  varias  esce- 
nas del  impreso,  como  el  vitar  de  Ivuciano  en 
París  y  se  añaden  otras. 


Acaba  diciendo: 

Ota  VIO.  Dando 

fin,  senado,  a  esta  comedia 
nuestras  faltas  perdonando. 

Esta  comedia  merece  imprimirse  aparte,  pues 
es  nmcho  más  completa  que  el  impreso,  aun- 
que uno  y  otro  texto  son  ^^a  terceras  o  poste- 
riores refundiciones  de  la  obra  de  I.,ope. 

(3)  Parte  veinte  y  una  de  Comedias  nvevas, 
escogidas  de  los  mejores  ingenios  de  España... 
Año  1663.  En  Madrid,  por  loseph  Fernandez 
de  Buendía. 

.\.°;  4  hojas  prels.  y  492  ps.  Es  la  novena  co- 
media del  tomo. 


X  PRÓLOGO 

cada  uno  su  jürnada.  Diéronle  el  título  de  La  racóii  hace  dichosos  y  la  traición, 
desdichados,  y  reg^ularizaron  algo  más  la  acción  y  la  simplificaron,  supri- 
miendo los  personajes  y  episodios  menos  necesarios.  Conservaron  el  de  la 
estatua  del  Rey  deudor,  aunque  sólo  habla  para  decir  a  Carlos  (el  Octavio 
de  Lope)  dónde  está  el  tesoro  que  ha  de  ser  pago  de  la  deuda  con  el  padre 
de  Carlos. 

La  segtmda  refundición,  ([ue  (juizá  no  sea  muy  posterior,  pues  se  impri- 
mió en  1663  (i),  fué  hecha  por  D.  Diego  de  \'era  y  D.  José  de  Ribera,  au 
tores  casi  desconocidos  en  nuestra  historia  dramática  (2).  Publicóse  su  obra 
con  el  título  de  Merecer  de  hi  fortuna  ensalzamientos  dichosos;  suprimieron 
también  algunos  personajes  y  cambiaron  por  completo  el  acto  tercero,  en  que 
no  hay  la  escena  de  la  estatua  del  Rey,  padre  de  Aurora  (Camila,  en  Lope), 
-ino  un  sarao  que  mantiene  la  obra  en  el  tipo  de  comedia  cortesana. 

La  comedia  de  Lope  fué  representada,  quizá  no  por  primera  vez,  en  el 
real  palacio,  en  septiembre  de  1623,  por  la  comi)anía  de  Felipe  Sánchez  Eche 
verría.    según    unos    ai)untcs    que    vio    y    ])ul)licó    D.    Gregorio    Cruzada 
X'iilamil  (3). 

IIL     El  dómine  Lucas. 

Es  comedia  antigua  de  Loi)e,  pues  aparece  ya  citada  en  la  primera  edi- 
ción del  Peregrino  {\CyoJ{.),  aunque  no  fué  im])resa  hasta  1621,  en  la  Par- 
te XJ'II  de  su  colección  especial  (4).  Hartzenbusch  la  reprodujo  en  el  tom6 
l)rimero  de  su  colección  de  Lope  ])ara  Autores  españoles. 

T\to  lo  curio.so  es  (|ue  L()i)e  dice  que  el  sticeso  ftié  verdadero  y  (jue  en  su 


(I)  Parte  veinte  y  dos  de  comedias  nuevas, 
escocidas  de  los  mejores  ingenios  de  líspaña... 
Madrid.  Año  (Escudo)  1665.  En  Madrid.  Por 
Andrés  Garda  de  la  Iglesia. 

4/;  4  hoja-s  prels.  y  234  numeradas.  lis  la 
<-onu-dia  «UViina  «k'l  tíMiU) 

{¿)  W  primero  «onfuiidió  Harrera  con  olro 
jKK-ta  muy  anterior,  llamado  I).  Diej^o  de  Vera 
y  Ordóñez  de  Villaíjuirán,  autor  de  unas  Hcr- 
i'tdas  bélicas  y  amorosas,  impresas  en  Barce- 
lona en   ibzz. 

(3)  El  Averiguador.  Madrid,   1H71;  \)íi\¡,.  <j. 

(4)  Décima  séptima  \  parte  de  \  las    comedias 
di-  I  Eope  de  Vega  Carpió,   Pro-  \  curador    Eiscal 
de  la  Cámara  Apostólica,  y  |  l-'amiliar  del   Santo 
Oficio    de  !  la    Inquisición.  \  Dirigida  n  diver-  \ 
sa\  Personas.  \  .4flf»  (ICsciido  del  Sajijitario)    ir>2i. 


i  Con  privilegio.  |  En  Madrid.  Por  Fernando 
Correa  \  de  Montenegro.  \  A  costa  de  Miguel  de 
Siles  mercader  de  libros.  Véndese  en  su  casa,  en 
la  I  calle   Real  de  las  Descalcas. 

4.°;  4  hojas  prels.  y  312  foliadas.  (Erratas 
en  la  numeración  de  las  ocho  últimas.)  Signa- 
turas A-Qq. — Port.;  v.  en  bl. — Hoia  2.»  «Tabla 
de  las  come-  |  dias  de  esta  (Kciina  .séptima 
parte... 

r.  Con  su  pan  se  lo  coma.  Dirigida  a  la  Ilus- 
trísima  señora  I)."  I'-ranci.sea  Salvador,  fol.  i 
(Representóla  \'aldés). — 2.  Quien  más  no  pue- 
de. A  D.»  Ana  María  Marfjarita  Roij»,  Marquesa 
de  Villa»;or.  fol.  n).  (Representóla  I'edro  Ce- 
briáll). — 3.  VA  .soldado  amante.  .\  la  señora 
D.»  Ana  de  Tai)ia,  fol.  44.  (Repre.sentóla  O.so- 
rio).— 4.  Mu.-rtos  vivos.  Al  Kicinciado  Salucio 


PROLOGO 


XI 


mocedad  (hacia  159Ó)  se  lo  oyó  contar  a  un  caballero  valenciano,  de  ape- 
llido Borja,  y  que  la  comedia  se  representó  por  entonces,  haciendo  el  primer 
papel  Melchor  de  \'illalba,  "hombre  que  en  su  profesión  no  tuvo  quien  le 
precediese  ni  hemos  conocido  quien  le  igualase". 

Cañizares,  aprovechando  sólo  el  título,  compuso  una  comedia  de  figurón 
y  burlesca  en  que  domina  lo  bajo  cómico.  Casi  todos  los  personajes  son  gro- 
tescos, hasta  el  padre  de  las  dos  jóvenes  (una  de  las  cuales  es  también  boba), 
un  jurisconsulto  y  caballero  que  recibe  un  título  de  Castilla.  Es  obra  de 
decadencia  (1). 

Pero  aun  en  Lope  el  asunto  y  su  desarrollo  son  harto  inverosímiles;  y 
si  el  hecho  sucedió  verdaderamente,  sería  con  otras  circunstancias  y  episo- 
dios. Pero  la  comedia  es  ingeniosa  y  muy  bien  escrita. 

IV,     Los  embustes  de  Celauro, 


También  esta  comedia  es  de  las  primitivas  de  Lope,  pues  aparece  men- 
cionada en  el  primer  Peregrino  (1604)  y  fué  impresa  en  la  Parte  IV  de  su 
propia  colección  (2). 


del  Poyo,  fol.  83.  (Representóla  Villalba). — 5. 
El  primer  rey  de  Castilla.  A  D.  Femando  de 
Ludeña,  fol.  112.  (Representóla  Vergara). — 6. 
El  dómine  Lucas.  A  luán  de  Pina,  fol.  131. 
(Representóla  Melchor  de  Villalva). — 7.  Lucin- 
da perseguida.  A  Emanuel  Sueyro,  fol.  162. 
(Representóla  Melchor  de  León). — 8.  El  Rui- 
señor de  Sevilla.  Al  Lie.  D.  Francisco  de  He- 
rrera Maldonado,  fol.  187.  (Representóla  Ríos). 
9.  El  sol  parado.  A  D.  Andrés  de  Ro^as,  fol.  209. 
(Representóla  Ríos).— 10.  La  madre  de  la  me- 
jor. A  D.  Fray  Plácido  de  Tosantos,  obispo 
de  Guadix,  fol.  235.  (Representóla  Riquelme). 
II.  Jorge  Toledano.  A  D.  luán  Pablo  Bonet, 
fol.  260.  (Representóla  Porras).— 12.  El  hidal- 
go abencerraje.  A  D.a  Ana  de  Pina,  fol.  281. 
(Xo  dice  quién  la  representó). 

Vuelta:  Aprobación  del  Maestro  Espinel.  Ma- 
drid,  20  de  octubre  de   162 i. 

Hoja  3.=»:  Ta.^sa  (4  mrs.  p'i  go:  79  plieg03= 
316  mrs.,  o  sean  9  reales  y  10  mrs.).  Madrid, 
27  de  (ñero  de  1621.— Vuelta:  Suma  del  pri- 
vilegio (a  Lope,  por  diez  años):  San  Lorenzo,  31 
de  octubre  de  1620. — Fe  de  erratas  (ninguna). 
Madrid,  25  de  enero  de  1621.  El  Lie.  Jhircia 
de  la  Uaná. 


Hoja  4.'':  Prólogo  al  Lector. 

En  este  mismo  año  se  reimprimió  esta  parte 
en  ]\Iadrid,  por  la  Viuda  de  Alonso  Martín. 
Hay  ejemplar  en  el  Museo  Británico. 

En  1622  se  repitió  la  edición  en  Madrid,  por 
la  Viuda  de  Femando  Correa;  en  lo  demás, 
exactamente  como  la  de  162 1,  y  también  la 
reprodujo  la  Viuda  de  Alonso  Martín.  De  modo 
que  fueron  cuatro  las  ediciones  de  esta  parte 
en  dos  años.  Y  así  y  todo  es  sumamente 
rara. 

(i)  Comedia  famosa.  El  dómine  Lucas.  De 
D.  Joseph  de  Cañizares.  Al  fin,  dice:  «En  Ma- 
drid, en  la  Imprenta  de  Antonio  Sanz,  en  la 
Plazuela  de  la  Calle  de  la  Paz.  Año  de 
1 75 1.» 

4.°;  18  hojas  sin  numerar.  Se  citan  otras  co- 
medias inéditas  de  este  título,  que  no  hemos 
visto;  una  burlesca  de  Meló,  que  le  atribuye 
Barbosa  ^Machado  y  otra  del  P.  Salas,  cuyo 
manuscrito  de  161 8  tuvo  Sancho  Rayón  y 
hoy  no  sabemos  dónde  para. 

(2)  La  Parte  /I'  de  la  colección  de  Tvope 
hemos  descrito  varias  veces  en  estos  prólogos. 
En  Autores  españoles  se  halla  en  el  tomo  i.- 
de  Lope,  páginas  87  y  siguientes. 


XII 


PROLOGO 


Puede  aun  precisarse  algo  más  la  fecha,  atendiendo  a  la  cita  que  en  la 
página  ii3  se  hace  del  comediante  italiano  Alberto  Ganasa  que  por  los  años 
de  1602  estuvo  la  última  vez  en  ^ladrid  y  por  la  intervención  que  en  la  co- 
media toman  Belardo  y  Lucinda,  o  sea  el  mismo  Lope  y  la  actriz  Micaela 
de  Lujan.  Y  como  en  1602  estaba  aún  Lope  por  Sevilla,  donde  también  se 
hallaba  la  cómica,  es  muy  probable  que  en  este  mismo  año  o  a  todo  más  a 
principios  del  siguiente  escribiese  Lope  su  obra. 

Sobresale  en  ella  el  carácter  odioso  de  Celauro.  Pocas  veces  quiso  Lope 
pintar  un  carácter  tan  bellaco  como  éste,  que  al  fin  recibe  el  condigno  castigo. 


V.     La  esclava  de  su  galán. 

Esta  lindísima  comedia  que  no  aparece  citada  en  ninguna  de  las  edicio- 
nes del  Peregrino,  ni  fué  incluida  en  ninguna  de  las  colecciones  primitivas 
de  las  obras  de  Lope,  sólo  en  1647  se  imprimió  en  la  Parte  XXV  de  Zara- 
goza (i). 

Pero  nunca  nadie  puso  en  duda  la  paternidad  de  la  comedia  por  cuanto 
se  hallan  en  ella  las  cualidades  especiales  de  autor  dramático  y  poeta  que 
resplandecen  en  el  Fénix  de  los  Ingenios.  Esta  filiación  resulta  comprobada 
si  se  compara  la  comedia  con  otras  del  mismo  autor. 

Ya  el  Sr.  Ruiz  Morcuende  en  su  prólogo  al  tomo  X  de  esta  colección,  al 
referirse  a  la  rarísima  comedia  Los  yerros  por  amor,  hizo  notar  las  seme- 
janzas que  esta  obra  tiene  con  La  esclava  de  su  galán  y  señaló  la  fecha  en 


(1)  Parte  veinticinco,  I  perfeta  y  verdade- 
ra. I  de  las  comedias  del  Fénix  \  de  España 
Frey  Lope  Félix  de  Vega  Carpió,  del  A  bito  de  | 
Sü  luán,  I  Familiar  que  fue  del  Santo  Oficio  de  \ 
la  Inquisición,  Pro-  I  curador  Fiscal  de  la  Cáma- 
ra I  Apostólica.  [  Sacadas  de  svs  verdaderos  ori- 
ginales. I  no  adulteradas  como  las  que  hasta 
aqui  se  han  publicado.  \  A  Don  Francisco  An- 
tonio González  Xi-  '  menez  de  Vrrea,  Señor  de 
Her bedel,  antes  de  Tifenique,  I  71  |  (Escado 
del  Mecenas)  Con  licencia,  l  En  Qarago^a,  Por 
la  Viuda  de  Pedro  Verges,  Año  1O47.  |  A  costa 
de   Roberto  Devport. 

4/;  4  hojas  prels.  y  556  p.i^^s.;  sifínatnras 
.\-Mm,  Uxla^s  íle  a  8  hojas,  nu-nos  hi  última,  que 
tiene  6. — Al  fin:  «Con  licencia,  |  Ivn  Zarafíoza, 
I'or  la  Viuda  de  I'edro  Verdes  '  Año  de  M.  DC. 
XXXXVII  . 

I'ortada;  vuelta  en  blanco. — Hoja  ¿.":  Cen- 


.sura  del  doctor  Juan  Francisco  Andrés:  Zara- 
goza, 29  de  marzo  de  i647.^Licencia:  Zara- 
goza, 8  de  abril  de  1647. — Iniprimatiir:  D.  Mi- 
chael  Marta,  Regens.=  Fi/f//./;  «Título  |  de  las 
comedias  |  que  contiene  este  |  libro. 

(i)  La  esclaua  de  su  galán  (pág.  i). — (2) 
lil  Desprecio  .\gradecido  (p.  43). — (3)  Auen- 
turas  de  Don  luán  de  .Marcos  (p.  8q). — (4)  Ivl 
Mayor  Imposible  (p.  133). — (5)  La  Vitoria 
del  Marques  de  Santacruz  (p.  183). — (6)  l/os 
Cautiuos  de  Argel  (p.  231). — (7)  Casteluincs  y 
Monteses  (p.  27c)). — (8)  De  lo  que  ha  de  ser 
(P-  332). — (f))  líl  vltimo  Godo  (p.  360). — (10) 
La  Necedad  del  discreto  (p.  418). — (11)  Del 
luez  en  .su  causa  (p.  459). — (12)  Ix)s  Embus- 
tes de  Fabia  (p.  300). 

Hoja  3.*:  Dedicatoria  de  Devport,  que-  oou- 
l)a  el  resto  de  los  prels.,  fechada  en  Zaragoza, 
a  15  de  noviembre  de  1647.— Texto. 


PROLOGO  XIII 

que  Lope  la  compuso,  que  fué  en  1629,  porque  en  ella  se  nombra  al  príncipe 
Baltasar  Carlos  que  nació  en  aquel  año. 

La  Esclava  debe  de  ser,  pues,  muy  anterior,  para  que  Lope  se  olvidase 
de  que  la  había  escrito  y  repitiese  lo  principal  del  asunto,  plagiándose  a  sí 
mismo.  Y,  en  efecto;  si  atendemos  a  las  indicaciones  que  se  hallan  en  el 
texto  bien  pudiera  asegurarse  que  pertenece  a  los  primeros  años  del  si- 
glo XVII. 

En  la  página  iZy  de  este  tomo  se  lee: 

Antonio.  ¡Que  no  puedan  armadas  ni  desvelos 
contra  aquestos  rebeldes  holandeses! 

Es,  pues,  anterior  a  1607,  en  que  se  vino  a  reconocer  la  independencia  de 
la  república  de  Holanda;  pero  bastante  posterior  a  1595,  pues  se  dice  en  la 
misma  página,  como  refiriéndose  a  cosa  ya  algo  antigua  y  aunque  no  ol- 
vidada, 

Bl  Draque  muerto  ya,  quien  es  vencido,  etc. 

Este  célebre  corsario  falleció  en  una  de  sus  expediciones  piráticas  de  Amé- 
rica el  9  de  enero  de  dicho  1595. 

Contra  esto  pudiera  alegarse  el  pasaje  de  la  página  i35,  en  que  dice: 

El<ENA. 

A  Sevilla  pasé  dos  veces  solas. 
Una,  con  gran  razón,  a  ver  la  cara 
del  sol  de  España,  que  nos  guarde  el  cielo; 
porque  estando  en  Sevilla  se  agraviara 
si  no  la  viera  la  lealtad  y  el  celo. 
Otra  por  ver  la  máquina  tan  rara 
del  monumento  a  la  mayor  del  suelo: 
de  suerte  que  fui  a  ver  cuanto  se  encierra 
de  grandeza  en  el  cielo  y  en  la  tierra. 

La  primera  visita  parece  referirse  a  la  venida  a  Sevilla  del  rey  de  Espa- 
ña; pero  como  ni  Felipe  II  ni  Felipe  III  pusieron  los  pies  en  Sevilla,  habrá 
que  retrasar  esta  visita  a  la  que  en  1624  hizo  Felipe  IV  a  dicha  ciudad;  y 
entonces  la  comedia  sería  de  este  año  o  del  siguiente.  Pero  como  en  tal  caso 
no  tienen  objeto  las  demás  alusiones,  será  forzoso  admitir  que  la  comedia, 
que  estuvo  inédita  hasta  1647,  habrá  sufrido  varias  interpolaciones  en  el 
texto. 


XIV 


PROLOGO 


Después  de  esta  impresión  se  hizo  otra  (por  Juan  Sanz)  en  Madrid,  a 
principios  del  siglo  xviii,  aunque  no  lleva  seña  ninguna  (i).  Otra  en  1765 
en  X'alencia  (2)  y  otra  más  modernamente,  después  de  la  de  Autores  espa- 
ñoles y  sobre  ella  (3). 

En  cuanto  a  refundiciones  citaremos  primero  la  que  con  el  titulo  de  La 
Esdavicada  hizo  D.  Cándido  María  Trigueros  a  fines  del  siglo  xviii  con 
bastantes  alteraciones  (4) ;  y  i)oco  después  se  hizo  otra,  que  también  quedó 
inédita  y  cuyo  manuscrito  con  el  título  de  La  esclava  por  amor  y  firmado 
con  las  iniciales  de  D.  A.  C  de  A.  (Agustín  García  de  Arrieta),  se  conser- 
va en  nuestra  Biblioteca  Nacional  (5). 

Pero  como  todas  las  ediciones  de  Lope  hechas  después  de  su  muerte,  la 
de  esta  preciosa  comedia  es  detestable,  pues  además  de  otros  defectos  fal- 
tan muchos  versos  cjue  no  ha  sido  posible  restablecer,  porque  las  impresio- 
nes sueltas  están  calcadas  todas  sobre  el  texto  de  la  Parte  XXV. 

VI.     Las  flores  de  Don  Juan. 

Esta  comedia  aparece  mencionada  en  la  segunda  edición  de  Bl  Peregri- 
no cu  su  patria  (1618),  y  es,  por  consiguiente,  de  la  edad  madura  de  su  autor; 
quien  la  imblicó  él  mismo  en  la  Parte  XII  de  su  colección  jíropia,  en  i6ro, 


(i)     .Viíw.  y.  Comedia  famosa.  La  esclava  de  \ 
su  galán.  De  Lope  de  \'ega  Carpió.  Sin  lugar  ni  | 
año;  20  hojas  4.-  sin  numerar.  Pertenece  a  una 
serie  conocida  de  comt-dias  •■r.cl  a'. 

(2)  Súm.  95.  Comedia  famosa.  La  esclava  de 
su  galán.  De  Frey  Lope  de  Vega  Carpió.  Al  fin: 
En  Valencia,  en  la  Imprenta  de  la  Viuda  de 
Joseph  de  Orga.  Año   1765.  4/;   32  ps. 

Í3)  Ixíipzin.  iHHij,  por  A.  Kressner.  En  la 
colección  de  Rivadeneyra  se  halla  en  el  tomo  2.  , 
págs.  487  y  siguientes  de  la  colección  de  Ix)pe. 

(»)  Tengo  a  la  vista  el  autógrafo  de  esta 
refundicióti,  cuyo  título  es:  La  Esclavizada.  Co- 
media dt  J-'r.  Lope  ¡-ílix  de  IV^'a  Carpió.  Amare 
et  saperi  vix  Dits  concedüur.  (l'ubl,  Syr.:  fragm.) 
Ivn  cinco  actos.  Tiene  un  prólogo  en  que  Tri- 
gueros explica  sus  innovaciones. 

(  )  Manuscrito  16.040,  en  4.",  de  102  hojas, 
en  muy  tm«-na  letra  de  principios  «leí  siglo  xix 
con  algunas  enmiendas  de  mano  del  reíundidor 
íjue  lo  fué  I).  Agustín  Carcíu  d<-  Arrit  ta,  esti- 
mable literato.  Msta  obra  había  d«-  st  r  I.i  ])ri 


mera  de  un  tomo  de  refundiciones  de  Lope 
cuya  lista  da  en  la  primera  página,  incluyendo 
dos  de  Trigueros:  dos  anónimas  y  una  de  don 
Vicente  Rodríguez  de  Arellano.  Kl  título  de  la 
obra  es: 

La  Esclava  por  amor  o  la  Esclava  de  su  ga- 
lán. Comedia  en  cinco  actos  de  F.  F.  Lope  de 
Vega,  refundida  y  arreglada  nuevamente  por 
D.  A.  G.  de  A.  La  precede  una  Advertencia. 
limpieza: 

Pedro.       Todo  el  eml)uste  ha  tragado, 

famoso  enredador  soy. 
D.  Jl'AN.    ¡Necio!  ¿Qué  has  hecho?  Ya  estoy 

metido  en  mayor  cuidado. 
Acaba: 

Pedro.  ;(}m-  (|uiero? 

One  (U'j  is  grite  de  gozo, 
y  que  alborote,  diciendo 
que  viva  fie  amor  la  esclava. 

ToDCíS.        ¡Viva  i)or  siglos  eternos! 

ICsta  conclusión  es  casi  igual  a  l.i  di-  Tiigiuros. 


PROLOGO 


XV 


dándonos  un  texto  bueno  ( i )  y  mejor  que  el  de  un  manuscrito  que  hay  en  la 
Bibliteca  Nacional  (2). 

Es  pasaje  digno  de  reparar  el  del  final,  en  que  se  dice: 

Juan.         Aquí  la  comedia  acaba 

de  Las  flores  de  don  Juan. 
COND.         Vusiñoría  se  engaña; 

que  El  rico  y  pobre  trocados 

dice  su  autor  que  se  llama. 


La  explicación  de  estas  palabras  será  que  el  vulgo  desde  su  estreno  co- 
menzaría a  designar  esta  comedia  con  el  título  de  Las  flores  de  Don  Juan, 
por  el  extraño  recurso  de  que  éste  intentó  valerse  para  vivir,  más  propio 
oficio  de  mujeres.  Y  quizá  Lope,  al  imprimirla,  querría  conservarle  el  título, 
más  grave  y  alusivo  a  la  moral  del  drama. 

Sobresale  el  carácter  de  la  Condesa,  bello,  original  y  bien  desarrollado. 

La  comedia  fué  refundida  a  principios  del  'siglo  xix,  en  cinco  actos,  por 
D.  Dionisio  Solís. 

Antes  la  habían  imitado  los  hermanos  Figueroa  y  Córdoba  en  su  exce- 
lante comedia  Pobreza,  amor  y  fortuna,  que  es  una  de  las  mejores  suyas  (3). 

Fué  traducida  en  alemán  por  M.  Rapp  en  1869. 


(i)  Dozena  \  Parte  de  \  las  Conisdias  de  \  Lope 
de  Vega  Carpió.  \  A  Don  Lorenzo  de  Cárdenas  \ 
Conde  de  la  Puebla,  quarto  nieto  de  Don  Alonso  de 
!  Cárdenas,  Gran  Maestre  de  Santiago.  A  ño  (Bs" 
cudo  del  Mecenas:  dos  lobos  pasantes,  uno  sobre 
el  otro  y  orla  con  castillos  y  leones  alternados) 
i6ig.  !  Con  privilegio.  \  En  Madrid,  por  la  viuda 
de  Alonso  Martin.  |  A  costa  de  Alonso  Pérez,  Mer- 
cader de  libros. 

4.°;  4  hojas  prels.  y  280  fols. 

Port.;  A  la  vuelta:  "Tabla  de  las  comedias 
que  se  contienen  |  en  esta  dozena  parte.» — Kilo 
dirá,  fol.  i;  La  sortija  del  olvido,  fol,  24  v.;  Los 
enemigos  en  casa,  tol.  47;  La  cortesía  de  Espa- 
ña, fol.  70;  Al  pasar  del  arroyo,  fol.  95;  Los 
hidalgos  del  aldea,  fol.  1 18;  El  Marques  de  Man- 
tua, fol.  141;  Las  flores  de  don  Juan  y  rico  y 
pobre  trocados,  fol.  165;  Lo  que  ay  que  fiar  del 
mundo,  fol.  188;  La  firmeza  en  la  desdicha, 
fol.  213  v.;  La  desdichada  Estefanía,  fol.  240  v.; 
Fuente  Oueiuna,  fol.  262  v. 

Hoja  2.^:  Fé  de  erratas  (ninguna):  Madrid,  14 
de  diciembre  de  161 8:  Lie.  Murcia  de  la  Lla- 


na.— Tassa  (4  mrs.  pliego:  71  pliegos  =  284 
mrs.):  ^Madrid,  22  de  diciembre  de  1618. — Vuel- 
ta: Aprobación  de  Vicente  Espinel:  Madrid, 
15  de  agosto  de  161 8. — Suma  del  privilegio 
(por  diez  años,  a  Lope):  San  Lorenzo  el  Real, 
6  de  octubre  de  1618  .  — Hoja  3.^:  Dedica- 
toria de  Lope  (elogios  generales  sin  fecha). — 
Vuelta:  Obra  dedicatoria  en  verso  de  Lope: 
firma  en  ambas. — Hoja  4.^:  «El  Teatro»  (pró- 
logo). 

Esta  tirada  u  otra  exactamente  igual  se  repi- 
tió en  el  mismo  año  sin  más  diferencia  que  su- 
primir en  la  portada  el  escudo  del  Conde  de  la 
Puebla  por  otro  del  impresor,  con  el  vSagitario 
y  la  leyenda  en  torno  de  la  figura:  «Salvbris 
sagita  a  Deo  missa.'¡> 

(2)  Manuscrito  16.974,  en  4.°  de  69  hojas, 
letra  de  mediados  del  siglo  xvil.  Es  copia  del 
impreso;  pero  muy  incorrecta,  pues  se  han  su- 
primido muchos  versos  y  escenas  enteras  al  re- 
formarlo, sin  duda,  para  el  teatro. 

(3)  Véase  nuestro  estudio  Los  hermanos  Fi- 
gueroa y  Córdoba.  Madrid,  1919;  pág.  32. 


XVI 


PROLOGO 


VIL     Guardar  y  guardarse. 

Esta  comedia,  (lue  ni)  aparece  mencionada  en  las  listas  (jue  dio  Lope  de 
sus  obras  en  1604  y  en  1618.  fué  impresa  en  la  Parte  XXI J^  de  sus  comedias, 
impresa  en  1641  en  Zaragoza,  y  suelta  en  Sevilla  por  F.  de  Leefdael  (i).  Hay 
también  un  manuscrito  antiguo  y  no  malo  en  la  Biblioteca  Nacional  que  nos 
ha  suministrado  algunas  correcciones  acertadas  e  importantes  (2).  En  la 
Biblioteca  de  Autores  españoles  se  halla  en  el  tomo  II,  páginas  385  y  siguien- 
tes de  los  de  Lope  de  Vega. 

Es  comedia  cortesana  de  bastante  interés  y  con  buenos  caracteres. 

En  la  página  235  hay  una  graciosa  pulla  contra  los  gongorizantes,  don 
de  dice: 

Cha.  Para  conjurarte  esto}-, 

señor,  en  lenguaje  culto: 
«Por  aquel  candor  brillante 
que  viva  luz  y  alma  ost  n.e 
con  que  canoro  se  argenta 
el  piélago  naufragante, 
que  de  sus,  te  duelas,  ojos.» 

VIIL     La  hermosa  fea. 

Tampoco  esta  comedia  aparece  citada  en  las  listas  de  Bl  Peregrino,  y 
fué  impresa  por  vez  primera  en  el  mismo  tomo  que  la  anterior  y  a  continua- 
ción de  ella.  Suelta  se  estampó  dos  veces,  siguiendo  dicho  texto;  en  Ma- 


(l)      Ventiqvatro  |  parte  per  jeta  \  de     las  come- 
dias   del   Fénix  \  de  \  España   Frey  Lope   Félix 
de   Vega  Carpió,  del  Abito  de    San  \  luán.    Fa- 
miliar del  Santo  Oficio  de  la  Inquisición,  Pro-  | 
curador     Fiscal    de    la     Cámara  I  Apostólica.  I 
Sacadas  de  svs  verdaderos  originales,  |  no  adul- 
teradas como  las  que  hasta   aquí  han  salido.  \ 
A  don  liernardo  de  Velasco  y  Roías,  |  Secretario 
del  Secreto  del  Santo  Oficio  de  la  Inquisición  \ 
del   lieyno  de   Aragón.  \  66.  I  (Escudo    del  Me- 
cenas)    1 64 1.  !  Con    privilegio.  I  I'. ti     Zaragoza: 
Por  Pedro  Verges. 

4.'-';  4  hojas  prels.  y  ¿5«>  nuniLTa<las.  l'ort.; 
V.  en  bl. — //í>;a  2.»:  «Títulos  de  las  comedias 
qvc  contiene  este  libro»;  (»uardar  y  guardarse, 
fol.  i;  La  herniosa  fea,  fol.  ¿¿  v.;  VA  Caballero 
de    Olmedo,    fol.    43;     VA    bastardo    Mu<larra, 


fol.  63;  La  ilustre  fregona,  fol.  89;  VA  nacimiento 
de  Cristo,  fol.  iio  v.;  lyos  Ramírez  de  Arella- 
no,  fol.  124;  Don  Gonzalo  de  Córdoba,  fol.  146: 
San  Nicolás  de  Tolentino,  fol.  167;  I<os  peli- 
gros de  la  ausencia,  fol.  192;  Servir  a  bue- 
nos, fol.  216;  Barban  y  Josafá,  fol.  238. 

Vuelta:  «Imprimator»;  Censura  del  Dr.  Juan 
Prancisco  Andrés:  Zaragoza,  octubre  16,  de 
1640. — Hoja  3.»:  Privilegio  del  Virrey  de  Ara- 
gón a  Pedro  Verges,  impresor,  por  diez  años. 
Zaragoza,  17  de  octubre  de  1640. — Hoja  4.":  De- 
dicatoria de  Verges:  Madrid,  12  de  agosto 
de  1 64 1.  Texto. 

(2)  Manuscrito  10.627,  <1*^'  ^^  hojas  en  4.  ; 
copia  de  letra  del  siglo  xvii.  Tiene  la  firma 
de  «J,  M.''  (Jviedo.»  que  .sería  .su  po.seedor.  Ta- 
chado ti  iiombn-  del  aiitor,  en  el  texto. 


PROLOGO 


XVII 


drid,  por  Antonio  Sanz,  en  1739,  y  en  Valencia,  por  José  y  Tomás  de  Orga, 
en  1772,  con  bastantes  supresiones  (i). 

La  comedia  parece  seguramente  de  Lope;  y  salvo  algunas  inverosimilitu- 
des, bien  urdida  y  desenvuelta.  Además,  como  obra  de  su  edad  madura,  está 
esmeradamente  escrita  y  versificada. 

La  hermosa  fea  se  representó  en  Palacio,  en  i63i,  por  la  compañía  de 
Cristóbal  de  Avendaño,  a  quien  se  le  pagaron  por  esta  obra  y  La  noche  de 
San  Juan,  estrenada  también  en  i63i,  400  reales  en  26  de  abril  de  i632.  En 
esta  nota  se  dice  que  Avendaño  se  hallaba  a  la  sazón  en  Valencia. 


IX.     El  hijo  de  los  leones. 

Otra  obra  de  la  vejez  de  Lope,  pues  no  aparece  mencionada  en  las  listas 
del  Peregrino  en  sit  patria.  Pero  la  imprimió  el  mismo  Lope  en  la  Parte  XIX 
de  su  colección  impresa  en  Madrid  en  1625  (2).  Posteriormente,  a  fines  del 


(i)  En  Autores  españoles  se  halla  en  el  to- 
mo II,  págs.  349  y  sigs. 

(2)     Parte    decinueve  I  y    la    mejor  |  parte    de 
las  comedias  i  de  Lope  de    Vega   Carpió  Pro-  \ 
curador  Fiscal  de  la  Cámara  Apostólica,  y  su  | 
Notario,  descrito  en  el  Archivo  \  Romano.  Diri- 
gidas a  diver-  |  sas  personas.  \  Pedibvs    concvl- 
cabitvr  corona    superbiae  ebriorum.  Isai.  cap. 
28  I  Año  (Escudo  del  Sagitario)  1625.  Con  pri- 
vilegio. I  En    Madrid.     Por    luán      Gongalez.  | 
A  costa  de  Alonso  Pérez  mercader  de  libros.  Vén- 
dese en  sus  I  casas  en  la  calle  de  Santiago. 

4.°;  6  hojas  prels.  y  280  foliadas;  signatu- 
ras A-Mm,  todas  de  a  8  hojas.  En  el  vuelto 
del  último  folio,  dice:  «En  Madrid,  j  Por  luán 
Gon9alez.  |  Año  M.D.C.XXV.» 

Port.;  V.  en  bl.  |  Hoja  2.»:  «Tabla  de  las  co- 
medias de  la  d  cinueve  parte,  i.  De  cosario  a 
cosario.  Dedicada  a  la  señora  doña  Ana  Frá- 
cisca  de  Guzman,  fol.  i. — 2.  Amor  secreto  hasta 
celos.  A  don  Luis  de  Gongora,  Capellán  de  su 
Magestad,  fol.  23  v. — 3.  La  inocente  sangre. 
Al  señor  Licenciado  don  S2bastian  de  Carua- 
jal,  del  Consejo  de  su  Magestad,  y  Alcalde  de 
su  Casa  y  Corte,  fol.  44  v. — 4.  El  serafín  hu- 
mano. A  la  señora  doña  Paula  Porcel  de  Pe- 
ralta, fol.  70. — 5.  El  hijo  de  los  leones.  A  don 
luán  Geldre,  Cauallero  del  Habito  de  Santia- 
go, fol.  gS.— 6.  El  Conde  Fernán  Gon9alez.  A 
Luis  Sánchez  Garcia,  Secretario  del  vSupremo 

XII 


Consejo  de  la  Santa  y  General  Inquisición 
fol.  120. — 7.  Primera  parte  de  don  luán  de 
Castro.  A  don  luán  Vicentelo  y  Toledo,  Conde 
de  Cantillana,  fol.  148  v. — 8.  Segunda  parte 
de  don  luán  de  Castro.  A  don  Alonso  Pusma- 
rin,  Relator  del  Consejo  Supremo  de  Castilla, 
fol.  173  V. — q.  La  limpieza  no  manchada.  A  la 
Ilustrissima  señora  doña  Francisca  de  Guzman, 
Marquesa  de  Toral,  fol.  196  v. — 10.  El  Vello- 
cino de  oro.  A  la  señora  doña  Luisa  Briceño 
de  la  Cueva,  fol.  216  v. — 11.  La  mocedad  de 
Roldan.  A  don  Francisco  Diego  de  Zayas, 
fol.  235  V. — 12.  Carlos  Quinto  en  Francia.  A 
Gabriel  Diaz,  Maestro  de  Capilla  insigne,  en  el 
Real  Monasterio  de  la  Encarnación,  fol.  261. — 
Vuelta:  «Tassa»:  4  mrs.  pliego.  Tiene  71  y  me- 
dio: Madrid,  27  de  febrero  de  1624. — «S\Tna 
del  Privilegio»:  a  Lope  por  diez  años:  INIadrid, 
25  de  junio  de  1622. — «Fee  de  erratas»  (Nin- 
guna): Madrid,  20  de  febrero  de  1624:  El  Lie 
Murcia  de  la  Llana. 

Hoja  3.'"':  «Aprouacion»  de  Vicente  Espinel: 
Madrid,  22  de  junio  de  1622. — «Aprovacion  del 
ssñor  doctor  don  Diego  de  Vela,  Vicario  gene- 
ral desta  villa»:  Madrid,  16  de  junio  de  1C22. — 
Vuelta:  «Epigramma.  |  Vincentif  Slaualatti  Ra- 
gusini,  Philosophi,  luriscosulti,  Lope  de  Vega  Car- 
pió, Hispanicae  Camoene  facilé  Principi,  sacrum.» 

Hoja  4.^^:  «Prologo  dialogístico.  Personas:  Un 
Poeta  y  el  Teatro.». — Texto. 


xvín 


PROLOGO 


siglo  XVII  se  imprimió  suelta,  sin  lugar  ni  año,  aunque  parece  que  sería  en 
Madrid,  por  Juan  Sanz,  y  otra  vez  en  Madrid,  en  1730,  por  Antonio  Sanz, 
sobrino  de  Juan,  atribuyéndola  a  "Un  ingenio"  (i).  En  la  colección  de  Au- 
tores españoles  figura  en  el  tomo  II,  página  217  y  siguientes  de  Lope  de 
\'ega. 

Esta  comedia  tiene  alguna  semejanza  con  la  de  Calderón  Bn  esta  vida  todo 
es  verdad  y  todo  mentida,  ofrece  un  interés  creciente  conforme  se  van  des- 
arrollando los  sucesos,  de  tal  modo  que  quizás  aun  hoy  parecería  bien  en 
escena. 

X.     El  hombre  de  bien» 

Aparece  citada  esta  pieza  dramática  en  la  segunda  edición  de  Bl  Pere- 
grino, indicando  que  fué  compuesta  después  de  1604  y  antes  de  1618.  Se 
imprimió  la  primera  vez  la  Parte  VI  del  autor,  publicada  en  161 5,  en  Ma- 
drid (2).  Fué  reimpresa  en  esta  misma  villa  a  principios  del  siglo  xviii  por 
la  librera  y  editora  doña  Teresa  de  Guzmán,  y  entró  a  formar  en  la  colec- 
ción de  Lope,  que  Hatzenbusch  ordenó  para  la  Biblioteca  de  Autores  espa- 
ñoles, tomo  I\',  páginas  187  y  siguientes. 

Es  buena  esta  comedia  y  el  desenlace  artístico  y  original,  cosa  poco  fre- 


(1)  Comedia  famosa.  El  hijo  de  los  leones. 
De  un  Ingenio  de  esta  corte.  (Al  fin:)  Madrid, 
en'^la  Imprenta  de  Antonio  Sanz,  1730.  4.°;  Ba- 
rrera creyó  que  esta  edición  era  obra  distinta 
de  la  de  Ixjpe,  sin  duda  engañado  por  atri- 
buirse a  «T'n  ingenio»;  pero  es  la  misma. 

(2)  El    Fénix    de    España  \  Lope    de    Vega 
Car-  I  pío   Familiar  del    Santo  \  Oficio,  :  Sexta 

parte  de  sus  Comedias.  Dirigidas  a  don  Pedro 
Docon  y  Trilla,  Cauallero  del  habito  ]  de  San- 
tiago, hijo  del  sefior  don  Juan  Docon  y  Trillo, 
del  Consejo  Supremo  de  su  Magostad,  y  de  la 
Santa  Cruzada,  Cauallero  del  habito  de  Cala- 
iraua.  Comendador  de  la  ]  Fuente  el  Moral,  y 
Casas  de  '  Ciudad  lieal.  \  Año  (Escudo  del  im- 
presor) 1615.  Con  privilegio.  \  En  Madrid,  ' 
Por  la  viuda  de  Alonso  Martin.  |  A  costa  di- 
Miguel  de  Siles  librero.  |  Véndese  en  su  casa  al 
lado  del  Correo  mayor.  (Colofón:)  «En  Madrid. 
Por  la  viuda  de  Alonso  Martin  \  dr  Pal  boa, 
Año  de  1615, 

4.";  4  hoja»  prtls.  y  302  numeradas.  Signati; 


1  a?  aA-Pp  de  a  8  hojas.  Port.;  v.  en  bl. — Hoja  2.* 
«Títvlos  de  las  Comedias»:  i.  La  batalla  del  ho- 
nor, fol.  I. — 2.  La  Obediencia  laureada  y  pri- 
mer Carlos  de  Hungría,  fol.  26. —  3.  El  hombre 
de  bien,  fol.  51. — 4.  El  servir  con  mala  estrc - 
lia,  fol.  77  V. — 5.  El  cuerdo  en  su  casa,  fol.  loi  v. 
6.  La  Reina  Juana  de  Ñapóles,  fol.  126  v. — 7. 
El  Duque  de  Viseo,  fol.  147  v. — 8.  El  secreta- 
rio de  sí  mismo,  fol.  175. — 9.  El  llegar  en  oca- 
sión, fol.  200  V. — 10.  El  testigo  contra  sí,  fo- 
lio 228  V. — II.  El  mármol  de  Felisardo,  fo- 
lio 252  V. — 12.  líl  mejor  maestro  ei  tiempo, 
fol.  276. —  Vuelta:  *Tassa»:  Madrid,  3  de  abril 
de  1615. — Erratas:  Madrid,  i.^  de  abril  de  1615: 
El  Lie.  Murcia  de  la  Llana. — <Aprouacioni>  del 
Maestro  Vicente  Espinel:  Madrid,  ii  di' diciem- 
bre de  1614. 

Hoja  3.*:  Privilegio  a  Erancisco  Davila,  por 
diez  años:  Madrid,  24  de  dicitmbre  de  1G14. 
Hoja  4.":  Dedicatoria  de  Siles  a  Docon. — Texto. 

Se  repitió  esta  cdicií'n  al  afio  sigiiicnlr  tn 
Madrid  v  Barcelona. 


PROLOGO  XIX 

cuente  en  Lope,  por  la  prisa  con  c^ue  escribía.  La  comedia  parece  antigua, 
aunque  no  esté  citada  en  el  Peregrino,  y  el  nombre  de  Lucinda,  tipo  de  mujer 
constante  que  abunda  en  el  teatro  de  Lope,  quizás  haya  sido  sugerido  por  el 
poético  de  ]\íicaela  de  Lujan,  en  cuyo  caso  la  comedia  sería  anterior  a  1608. 

XL     La  inocente  Laura* 

Esta  obra  se  imprimió  por  primera  vez  en  la  Parte  XVI  del  autor,  pu- 
blicada en  Madrid,  en  1621,  por  el  mismo  Lope  (i)  y  en  Autores  españoles, 
tomo  IV  de  los  de  éste,  páginas  475  y  siguientes. 

Lope  se  introduce  en  la  comedia  con  su  habitual  seudónimo  de  Belardo. 

Bei,ardo.       ;Sois  poeta? 

Laura.  Tanto,  cuanto. 

Bei<ardo.      Yo  lo  lie  sido  en  mi  lugar 

casi  por  toda  nii  vida; 

pero  es  oficio  endiablado. 

Parece  que  ya  había  entrado  en  el  sacerdocio  cuando  la  compuso,  pues 

dice  : 

Laura.  Es  portaguitarra  mío; 

es  f  imda  de  mi  instrimiento, 
es  oficial  de  contento 
y  que  os  le  dará  confío. 

No  viene  muy  cort  sano, 
que  es  sacristán  en  sii  aldea; 
mas  como  quiera  que  s  a 
vos  le  habéis  de  dar  la  mano. 


Esta  comedia  es  un  continuo  embrollo  y  sumamente  inverosímil. 


(i)  Décima  sexta  \  Parte  de  |  las  Comedias 
de  I  Lope  de  Vega  Carpió,  Procv-  |  rador  Fiscal 
de  la  Cámara  Apostólica  |  Qvihusdam  enim  ca- 
nibvs  I  sic  innatum  est,  vt  non  pro  fesitate,  sed 
pro  consuetii-  \  diñe  latrent.  \  Séneca  de  Rem. 
Fort.  I  Año  (Escudo  del  Sagitario,  con  la  le- 
yenda) 1 62 1.  I  Con  privilegio.  \  En  Madrid.  Por 
la  viuda  de  Alonso  \  Martin.  \  A  costa  de  Alonso 
Pérez  Mercader  de  libros. 

4.°;  6  hojas  prels.  y  284  numeradas;  signa- 
turas A-Nn,  todas  de  a  8  hojas,  menos  la  últi- 
ma, que  tiene  cuatro. 

Port.;  V.  en  bl. — Hoja  2.»:  Títulos  de  las  co- 
medias. I.  El  premio  de  la  hermosura.  Al  Con- 


de de  Olivares  (fol.  i). — 2.  Adonis  y  Venus; 
tragedia.  Al  Duque  de  Pastrana,  D.  Rodrigo 
de  Silva  (fol.  21  v.). — 3.  Los  Prados  de  León. 
Al  Duque  de  Huáscar,  D.  Fernando  Jacinto  de 
Toledo  (fol.  40  v.). — 4.  Mirad  a  quien  alabais. 
A  D.a  María  de  Noroña  (fol.  65). — 5.  Las  mu- 
jeres sin  hombres.  A  la  señora  Marcia  Leonar- 
da  (fol.  87). — 6.  La  Fábula  de  Perseo:  tragico- 
media. A  Antonio  Domingo  de  Bobadilla,  Vein- 
tiquatro  de  Sevilla  (fol.  108  v.). — 7.  El  Labe- 
rinto de  Creta:  tragicomedia.  A  la  señora  Tisbe 
Fénix  (fol.  133  v.). — 8.  La  Serrana  de  Tornies. 
Al  Conde  de  Cabra,  D.  .^itonio  de  Cordova  Car- 
dona y  Aragón  (fol.  155  v.). — 9.  Las  grandezas 


XX 


PRÓLOGO 


XIL     Lo  que  ha  de  ser. 

Esta  comedia  fué  impresa  en  una  Parte  XXII  de  Lope,  impresa  en  i63o 
en  Zaragoza  (i ).  Se  reimprimió  en  la  misma  ciudad  en  1647,  formando  parte 
de  la  XX\'  del  autor  (2) ;  otra  vez  en  Madrid,  Librería  de  Castillo,  en 
1804  (3)  y  en  la  Biblioteca  de  Autores  españoles:  tomo  II  de  Lope,  pági- 
nas 507  y  siguientes.  Hemos  tenido  presente  también  una  copia  manuscri- 
ta de  otra  que  existe  en  el  Museo  Británico  con  la  fecha  de  2  de  septiembre 
de  1624,  que  sería  cuando  efectivamente  se  compuso  la  comedia. 

Con  todo  ello  se  ha  logrado  un  texto  muy  superior  al  de  Hartzenbusch 
en  A  ufares  españoles,  que  sólo  pudo  tener  a  la  vista  la  defectuosa  Par- 
te XX 1^  de  1647. 

Esta  obra,  aunque  inverosímil,  es  interesante  y  tiene  dos  buenos  carac- 


de  Alejandro:  tragicomedia.  Al  Duque  de  Alba 
(fol.  185). — 10.  La  Filisarda.  A  D.  Juan  Anto- 
nio de  Vera  y  Ziíñiga  (fol.  211). — 11.  La  ino- 
cente Laura.  A  D.  Diego  Ximsnez  de  Vargas 
(fol.  233  V.). — 12.  Lo  fingido  verdadero:  tragi- 
comedia. Al  R.  P.  Fr.  C.abriel  Tellez  (fol.  259  v.) 

Vuelta:  Suma  de  privilegio  al  autor  por  diez 
años:  San  Lorenzo,  24  de  octubre  de  1620. — 
Suma  de  la  Tassa:  4  mrs.  pliego:  tiene  72  y  me- 
dio: Madrid,  27  de  septiembre  de  1621. — Erra- 
tas (ninguna)  Madrid,  13  de  diciembre  de 
1621. 

Hoja  3.*:  .Aprobación  d'A  Maestro  Vicente  Es- 
pinel: Madrid,  24  de  .septiembre  de  1620. — 
♦  Prologo  dialogístico.  El  Teatro  y  I'n  Foras- 
tero.».— Texto. 

(i)  (Orla.)  Parte  |  veynte  y  dos  \  de  las  Co- 
medias 1  del  Fénix  de  España  I  Lope  de  Vega 
Carpió  I  y  I  /as  meiores  qve  hasta  aora  han  sa- 
lido. I  A  la  ilvsírissima  señora  D.  Ana  Martínez 
de  Luna,  Condesa  de  Mrrrata,  Mar-  \  qiiesa  de  la 
Halucña,  señora  de  la  l'aronfa  de  Aran-  \  di^a, 
y  del  castillo  de  I  llueca.  \  Año  (Escudo  de  dicha 
señora)  1630.  |  Con  licencia  y  privilegio.  \  En 
(^aragofa;  por  Pedro  Ver  ge  s.  ¡ 
Ginobart,  mercader  de  Libros, 
vilegio,  I  En  <^arago(a:  Por 
Año  1630. 

4.";  4  hoja.s  prels.,  inAs  255  foliadas  y  una 
para  repetir  la.s  scfuu  de  la  iniprenta. 


A  costa  de  lusepe 
(Al  fin;)  Con  pri- 
1  Pedro    Verges.  \ 


Port.;  V.  en  bl. — Hoi x  2.^:  Títulos  de  las  co- 
medias contenidas  en  este  volumen:  i.  Nunca 
mucho  costó  poco.  (Diversa  de  la  de  Alarcón) 
(fol.  i). — 2.  Di  mentira  sacarás  verdad.  De  I^pe 
(dice)  (fol.  22). — 3.  La  Carbonera  (fol.  47). — 4. 
La  amistad  y  obligación  (fol.  67). — 5.  La  ver- 
dad sospechosa,  y  por  otro  título  El  Mentiroso. 
De  I^pe  (dice:  es  de  Alarcón)  (fol.  88  v.). — 6. 
Quien  bien  ama  tarde  olvida  (fol.  iio  v.). — 7. 
Amar  sin  saber  a  quien  (fol.  135). — 8.  El  Mar- 
qués de  las  Navas  (fol.  157  v.). — 9.  T/O  que  ha 
de  ser  (fol.  175). — 10.  La  lealtad  en  el  agravio 
(fol.  195). — II.  En  los  indicios  la  culpa  (fo- 
lio 217  V.). — 12.  La  intención  castigada  (fo- 
lio 239  V.). — Aprobación  del  racionero  Andrés 
Omella  y  licencia:  Zaragoza,  1 1  de  noviembre 
de  1629. — Aprob.  de  Diego  de  Morlanes;  12  de 
diciembre  ídem. — Hoja  3.*:  Privilegio  a  Gino- 
bart por  diez  años,  por  el  virrey  de  Aragón, 
D.  Femando  de  Borja:  20  de  diciembre  de  1(120. 
Vuelta:  Dedicatoria  de  (íinobart:  Zaragoza,  t() 
de  abril  de  1630.— Ho/</  4.",  vuelta:  «I^n  amigo 
de  Ivope  al  lector».  Prólogo. — Texto. 

(2)  Véase  la  nota  (i)  de  la  pág.  XII  de  este 
prólogo. 

(3)  \\  final,  diir:  <.Laus  Deo  et  V.  M.  Aca- 
uola  I<ope  de  Vega  en  Madrid,  a  2  de  sct.  de 
1624». — (4)  I'"n  .}.";  páginas  133  a  1^)2  de  im 
tomo  de  \a^\k-  qn  •  hizo  y  publicó  Castillo  en 
dicho  año. 


PROLOGO 


XXI 


teres:  el  dulce  y  simpático  de  Casandra  y  el  brioso  de  Leonardo.  El  ser  el 
asunto  de  pie  forzado, 

raro  suceso  que  escribí,  n 
las  historias  africanas  ( i ) 

disculpa  la  falta  de  arte  que  en  ella  se  observa.  Muy  tarde  ya  para  que  pro- 
duzca el  efecto  debido,  descubre  Severo  el  secreto  del  nacimiento  del  joven 
Leonardo. 

XIIL     Los  locos  de  Valencia» 


Comedia  antigua  de  Lope,  citada  por  él  en  Bl  Peregrino  de  1604  e  im- 
presa en  la  Parte  XIII  de  sus  comedias,  publicada  por  él  mismo  en  Madrid, 
en  1620,  recordando  que  la  había  estrenado  la  compañía  de  Antonio  de  Vi- 
llegas, probablemente  antes  de  expirar  el  siglo  xvi.  Acaso  sea  un  recuerdo 
de  su  destierro  en  aquella  ciudad  en  el  primer  período  de  su  juventud  (2). 


(i)  Ultimas  palabras  de  la  comedia.  Esta 
sería  la  fuente  de  Lope  de  Vega.  No  sé  por  qué 
extraña  confusión  dice  Rennert  en  su  Biblio- 
grafía de  líOpe,  pág.  197,  que  el  asunto  de  esta 
comedia  es  el  mismo  de  la  «pietosa  historia  di 
Leandro  Spínola  e  Blanca  Lomellini»  y  remite 
al  discurso  de  Restori  Genova  nel  Teatro  classico 
di  Spagna,  p.  33  y  p.  35  n.  2,  donde  no  se  dice 
una  palabra  de  estas  materias. 

(2)  Trezena  \  parte  de  las  \  Comedias  de  Lope 
I  de  Vega  Carpió,  Procurador  \  Fiscal  de  la  Cá- 
mara Apostólica  en  el  ArQO-  \  bispado  de  Tole- 
do. I  Dirigidas,  cada  vna  de  i  por  si,  a  diferen- 
tes personas.  |  Año  (Kscudo  del  Sagitario  con  la 
leyenda)  1620.  [  Con  privilegio.  \  En  Madrid, 
Por  la  viuda  de  Alonso  :  Martin.  |  A  costa  de 
Alonso  Pérez  mercader  de  libros. 

4.°;  4  hojas  prels.  y  152  más  151  numeradas; 
signaturas  A-T  y  aa-ff,  todas  de  a  8  hojas. — 
Port.;  vuelta:  «Títulos  de  las  comedias  que  van 
en  esta  décima  tercia  parte».— i.  La  Arcadia. 
Al  Doctor  Gregorio  López  Madera,  del  Consejo 
Supremo  de  su  Mag.  (fol.  i).  Representóla  Ri- 
quelme. — 2.  El  Halcón  de  Federico.  A  Sebas- 
tian layme.  Ciudadano  de  Valencia  (fol.  31). 
Representóla  Riquelme. — 3.  El  remedio  en  la 
desdicha.  A  D.a  Marcela  del  Carpió  (fol.  53). 
Representóla  Rios  «único  representante». — 4. 
Los  esclavos  libres.  A  D.  Juan  Antonio  de  Vera 


(fol.  77).  Representóla  Granados. — 5.  El  Des- 
confiado. Al  maestro  Alonso  Sánchez,  Catedrá- 
tico de  Prima  de  Hebreo  en  la  vniversidad  de 
Alcalá  (fol.  103).  Representóla  Ortiz  «famoso 
representante». — 6.  El  Cardenal  de  Belén.  Al 
P.  M.  F.  Hortensio  Felis  Parauecino  Predica- 
dor de  su  Magestad,  y  Prouincial  dignísimo  de 
la  Sagrada  Religión  de  la  Sanctissima  Trinidad 
(fol.  123).  Representóla  Balbin. — 7.  El  Alcal- 
de mayor.  Al  Doctor  Christoual  Xuñez,  en  la 
roble  y  admirable  ciudad  de  México  (fol.  149). 
R  presentóla  Riquelme — 8.  Los  locos  de  Va- 
lencia. Al  MaeíL tro  Simón  Xab-T?,  roblí  Fráces 
(fol.  173).  Represetola  Villegas. — 9.  Santiago 
el  Verde.  A  Baltasar  Elisio  de  Medinilla  Tole- 
dano (fol.  199).  Representóla  Riquel  iie. — 10. 
La  Francesilla.  Al  Licenciado  luán  Pérez,  en 
la  Vniversidad  de  Alcalá  (fol.  223).  Represen- 
tola  «el  famoso  Rios». — 11.  El  desposorio  encu- 
bierto. Al  Licenciado  Jacinto  de  Pina  (fol.  245). 
Representóla  Vergara. — 12.  Los  Españoles  en 
Flandes.  A  Christoual  Ferreyra  de  Sampayo, 
Cauallero  Portugués  (fol.  267).  Representóla 
Riquelme. 

Hoja  2. a;  Tassa:  4  mrs.  pliego:  Madrid,  18 
de  enero  de  1620. — Erratas:  Madrid,  18  de  ene- 
ro de  1620:  Murcia  de  la  Llana. — Privilegio  al 
autor  por  diez  años:  Lisboa,  7  de  octubre 
de  1619. —  Vuelta:  Aprobación  del  Doctor  don 


XXII 


PROLOGO 


Fué  reimpresa  en  ^íadrid.  en  1804  (i)  y  luego  en  Autores  españoles,  tomo  I 
de  Lope,  páginas  ii3  y  siguientes. 

Esta  comedia  es  an  original  capricho  juvenil  de  Lope,  en  que  para  nada 
tuvo  en  cuenta  el  buen  orden  y  verosimilitud  de  los  hechos:  pero  llena  de 
agudezas  y  gracias  en  el  diálogo. 

Se  introduce  también  a  sí  mismo,  como  uno  de  los  locos  y  con  su  nom- 
bre pastoril  de  Belardo,  aunque  no  sin  protesta,  pues  dice  un 


CaB.\I,I,ER(X 


Y  éste,  ¿quién  es? 


PlSANO. 


Belardo  fu?  su  nombre. 
Escribe  versos;  es  del  mundo  fábula 
con  los  varios  sucesos  de  su  vida; 
aunque  algunos  le  miran  que  merecen 
este  mismo  lugar  con  mejor  título  [i). 

La  alusión  a  sus  persecuciones,  procesos  y  destierros  parece  clara. 

Esta  comedia  fué  traducida  al  italiano  con  otras  de  Lope  por  La  Cecilia. 

XIV.     La  llave  de  la  honra. 

Se  imprimió  esta  pieza  la  primera  vez  en  la  Tercera  parte  de  comedias 
escogidas,  impresa  en  1653  en  Madrid  (3).  Después  no  se  volvió  a  estampar 


luan  de  Gomara  y  Mexía;  Madrid,  i8  de  sep- 
tiembre de  i6to. 

Hojas  3.»  )'  4.=';  Prólogo.— Texto. 

Se  repitió  esta  edición  en  Barcelona,  por  Se- 
bastián de  Cornelias,  en  1620. 

(I)  r.ibrería  de  Castillo,  págs.  283  a  204 
del  tonuí  ya  citado.  Hay  en  la  Bib.  Xac.  im 
manuscrito,  copia  hecha  en  181 8  de  esta  co- 
media, el  cual  no  tiene  ningún  valor. 

{i)     Página  440  del  presente  volumen. 

(3)  Parte  \  tercera  \  de  Comedias  de  los  \  mr- 
iores  ingenios  de  \  España.  Dedicadas  a  Don 
Ivan  de  Rozas  \  Viuanco  y  Escalera,  Cauallero 
del  orden  de  Santiago,  de  la  ¡unta  de  \  Aposento 
de  su  Mageitad,  y  Tessorero  de  la  Jicyna  nues- 
tra I  Señora  y  de  sus  Altezas.  \  66.  |  Año  (I\s- 
cudo  d«I  Mecenas)  1653.  I  Con  Priuilef^io  cu 
Madrid.  Por  Melchor  Sanche:.  !  A  costa  de  Jn- 
seph  Muñoz   Harma,  Avuda  de  la  cerería  de  la 


Reyna  \  nuestra    Señora.    Véndese  en  su  casa  en 
la  calle  de  Atocha. 

4.°;  3  hojas  prels.  y  261  foliadas.  Signaturas 
A-Kk,  de  a  8  hojas,  menos  la  última  que  tiene  4. 
Hoja  z.'^:  Títulos  de  las  comedias  que  tiene  este 
libro:  i.  La  llave  de  la  honra,  de  Lope  de  Vega, 
fol.  I. — 2.  Mas  pueden  Zelos  que  Amor,  de  Lope, 
fol.  ig. — 3.  Engañar  con  la  verdad,  de  Geróni- 
mo de  la  Fuente,  fol.  39.-4.  La  Discreta  Ena- 
morada, de  I^pe,  fol.  30. — 5.  A  vn  Traydor 
dos  Aleuosos,  y  a  los  dos  el  mas  leal,  de  Miguel 
González,  de  Cunedo,  fol.  84. — 6.  I<a  Portugue- 
sa y  dicha  del  Forastero,  de  Ix>pe  de  Vega  Car- 
pió, fol.  107. — 7.  El  Maestro  de  Danzar,  de 
Ix)pe,  fol.  T31.  -8.  La  Fénix  de  Salamanca.  Del 
Doctor  Mir.i  de  Me.scua,  fol.  137. — g.  T^o  que 
está  fletirmijiado,  de  I,ope,  fol.  181. — 10.  I<a 
Dicha  jíor  malos  medios,  de  < -aspar  de  Auila, 
fol.  203.-11.  San  Diego  de  .A.lcalá,  de  I/)pe, 


PROLOGO 


xxiir 


hasta  el  tomo  II  de  la  colección  de  Lope  en  Autores  espartóles,  por  D.  Juan 
Eugenio  Hartzenbusch,  páginas  117  y  siguientes. 

El  asunto,  de  invención  de  Lope,  está  bien  desarrollado  y  tiene  buenos 
caracteres;  pero  uno  y  otros  son  bastante  comunes. 

XV,     El  maestro  de  danzar. 


Comedia  antigua,  ya  citada  en  Bl  Peregrino,  de  1604.  Fué  impresa  en 
la  Parte  III  de  la  colección  de  Bscogidas  (i)  ya  mencionada  y  posteriormen- 
te en  el  tomo  II  de  los  de  Lope  en  Autores  españoles,  páginas  71  y  siguientes. 

En  la  Biblioteca  Nacional  hay  un  manuscrito  del  siglo  xvii,  sacado  del 
autógrafo  de  Lope,  que  hoy  no  se  conoce.  Dicho  manuscrito  poseyó  D.  Ca- 
yetano Alberto  de  la  Barrera,  cjuien  nos  da  noticias  de  él  en  la  curiosa  nota 
que  le  precede,  y  dice  : 

''Bl  Maestro  de  danzar.  Comedia  de  Lope  de  Vega  Carpió.  Copia  anti- 
gua firmada  por  el  insigne  dramático  en  Alba  de  Tormes :  enero  de  1 594. 

"Hallado  por  mí  este  apreciable  manuscrito  con  otros  siete,  compañeros 
todos  i  de  inestimable  valor  i  curiosidad  en  la  librería  de  D.  Tiburcio  Gon- 
zález (que  con  fina  atenzión  i  por  un  precio  insignificante  me  los  reservó  (*)) 
en  Mayo  del  año  1852,  le  califiqué  desde  luego  con  muy  disculpable  equivo- 
cazión  de  ms.  autógrafo  de  Lope.  Deseoso  de  confirmar-me  en  este  juizio  i 
envanezido  con  su  adquisición  i  la  simultánea  de  los  otros  siete  de  come- 
dias (**)  los  comuniqué  poco  tiempo  después  a  personas  tan  competentes 
como  los  señores  D.  Agustín  Duran  i  D.  Juan  Eujenio  Hartzenbusch,  para 
que  cotejasen  con  los  autógrafos  de  Lope  el  que  yo  juzgaba  tal,  estudiasen 


fol.  222. — 12.  Los  Tras  señoras  del  mundo,  de 
Luis  de  Belmonte,  fol.  242. 

Hoja  2.a  vualta:  Suma  da  las  aprobaciones. — 
Suma  del  privilegio  a  Muñoz  Barma,  por  10 
años:  7  de  octubre  de  1652.— Erratas  (ningu- 
na) Murcia  de  la  Llana:  Madrid,  4  de  febrero 
de  1653. — Suma  da  la  Tasa:  4  mrs.  pliego:  tie- 
ne, con  el  principio  66:  Madrid,  15  de  febrero 
de  1653. 

Hoja  3.»:  Dedicatoria  suscrita  por  José  Mu- 
ñoz Barma,  sin  fecha.  Dica  qua  le  ofrece  este 
libro  que  contiene  comedias  de  los  mejores  in- 
genios de  España.  «Y  bien  pudiera  decir  del 
mejor  en  esta  profesión,  pues  las  que  componen 
la  mayor  parte  de  este  volumen  son  del  Fénix 
della,  el  inmortal  Lope  de  Vega.» 


Esta  parte,  más  que  de  Escogidas  debiera  lla- 
marse «de  Lope»;  pues,  como  se  ve,  la  mayor 
porción  de  las  comedias  son  suyas- 

(i)  Véase  la  nota  anterior  en  que  se  des- 
cribe esta  Parte. 

(*)  Había-se-los  vendido,  entre  otros  libros, 
la  viuda  de  D.  Manuel  Tejada,  relojero  que  fué 
en  esta  corte,  Carrera  de  S.  Jerónimo.  (Nota  y 
ortografía  de  Barrera.) 

(**)  Son  estos  manuscritos:  los  dos  que  a 
continuazion  van  incluidos  en  este  volumen;  el 
de  la  Comedia  de  los  Hechos  de  Garcilaso  de  la 
Vega  y  Moro  Tarfe,  compuesta  por  TvOpe  de 
Vega  (inédita)  i  el  de  la  Comedia  del  Esclavo 
fingido,  que  vio  la  luz  como  obra  de  la  misma 
pluma;  y  además  uno  de  la  Comedia  del  Cerco 


XX IV 


PROLOGO 


las  piezas  desconozidas  y  mandasen  sacar  traslados,  ya  con  destino  a  sus 
propias  coleccziones,  ya  para  enriquezimiento  de  la  Biblioteca  Nazional. 

"Jamás  hubiera  yo  creído  que  poseyendo  el  Sr.  Duran  considerable  nú- 
mero de  orijinales  de  Lope  i  ecsistiendo  uno  en  la  Biblioteca  Nazional,  re- 
galado i)or  el  mismo  señor,  así  éste  como  D.  Juan  Eujenio  Hartzenbusch 
omitiesen  verificar  la  comparazión  que  yo  demandaba,  o  la  hiziesen  lijera- 
mente  i  sin  la  atenzión  debida,  manifestándome  luego  repetidas  vezes  que 
era  sin  duda  alguna  autógrafo  de  Lope  el  presente  manuscrito  de  Bl  Maestro 
de  danzar. 

"La  incomprensii)le  lijereza  del  Sr.  Hartzenbusch  en  este  punto  llegó  a  tal 
extremo,  que  no  vaziló  este  distinguido  hombre  de  Letras,  al  incluir  en  el 
tomo  segundo  de  Comedias  escogidas  de  Lope  (vijésimo-cuarto  de  la  Biblio- 
teca de  Autores  Españoles,  publicada  por  Rivadeneira),  que  salió  a  luz  du- 
rante el  año  de  1855.  la  comedia  Bl  Maestro  de  danzar,  impresa  por  este 
ms.,  en  estampar  a  su  fin  la  siguiente:  "Nota.  Se  ha  impreso  el  diálogo  de 
esta  comedia  teniendo  a  la  vista  el  original  de  ella,  escrito  de  la  mano  propia 
del  autor.  Posee  esta  joya,  y  nos  la  ha  franqueado  generosamente,  el  señor 
D.  Cipriano  {sic)  Alberto  de  la  Barrera.  Al  pie  de  los  versos  que  acaban  de 
leerse,  hay  en  el  autógrafo  la  siguiente  ciuintilla,  debajo  el  año  de  la  fecha 
y  después  la  firma  de  Lope.'' 

"Obsérvese  de  ¡jaso  la  equivocazion  de  mi  nombre,  i  sepa  el  curioso  lector 
que  en  más  de  un  año  que  duró  la  impresión  del  libro  no  se  pensó  en  corre- 
gir-la o  salvar-la. 

"Me  he  quejado  hasta  a(|uí  de  la  lijereza  i  del  descuido  ajenos:  ahora  debo 
acusar-me  de  indolenzia,  i  de  mi  eszesiva  confianza.  Vo  pude  con  desahogo 
i  con  toda  comodidaíl,  hazer  ])()r  mí  pr()])io  el  cotejo,  luego  que  la  Biblioteca 
Nazional  adquirió,  ])or  regalo  de  Duran,  el  autógrafo  de  una  pieza  dramá- 
tica de  Lope.  Mi  indolenzia,  pues,  i  mi  eszesiva  confianza,  han  dado  lugar  al 
error  (|ue  poco  desi)ués  cometí  en  mi  Catálogo  biográfico  y  bibliográfico  del 
Teatro  antiguo  Español,  menzionando  como  autógrafos  del  insigne  dramá- 
tico la  jjresente  coi)ia  de  /;/  Maestro  de  danzar,  i  i)arte  de  la  de  /;/  esclazfo 
fingido  que  a  Cf>ntinuazion  va  incluida  en  este  volumen.  Tan  craso  error  ha 
sido  transcrito  ])or  Mter.  Chorley  en  su  a])recial)le  i'afálogo  <le  comedias  de 


de  Sumancia  (  —  I.a  Numancia  fU-  Zcrviintc  s),  i 
Io«  cuatro  de  dramas  dt-  ,'\iiU»ris  no  avi-rif^ia- 
doii  hasta  la  ít-cha,  (\mv  1k-van  estos  titules;  O'- 
media  de  lot  protiAstuon  de   alejandre. —  Comedia 


tlf  la  famosa  Teodora  alijaiuhnia,  y  Penitenfia, 
hida  y  muerte  suya. — Comedia  del  milagroso  e.<;- 
pañol. —  Comedia  de  las  Bodas  de  Rugero  y  fíra- 
damante. 


y 


PRÓLOGO  XXV 

Lope,  i  podrá  ser  reproducido  por  algunos  otros  escritores  de  Historia 
Literaria. 

"El  presente  ms.  es,  sin  embargo,  como  traslado  antiguo,  i  sacado,  al  pa- 
rezer,  del  autógrafo  mismo  de  Lope,  mui  digno  de  estima;  y  ha  prestado 
ya  un  gran  servizio;  puesto  que  de  la  Comedia  Bl  Maestro  de  danzar  no 
ecsistía  otra  impresión  que  la  incorrectísima  hecha  en  la  Parte  tercera  de  Co- 
medias de  los  nieiores  Ingenios  de  España  (Madrid,  1653) ;  y  que  la  fecha 
del  ms.  ofreze  también  un  dato  interesante  para  la  biografía  de  Lope. — Ma- 
drid. I."  de  Enero  de  1866.— C.  A.  de  la  B."  (Rúbrica.) 

El  título  de  este  manuscrito  es:  Comedia  del  maes  |  tro  de  daiígar 
com  i  puesta  por  lope  de  ve  \  ga.  figuras,  siguientes."  Consta  de  20  hojas  en 
4."  La  letra  es  de  buen  amanuense,  pero  de  poca  instrucción,  como  se  ve  ya 
por  el  encabezado. 

La  comedia  es  lindísima.  Casi  todos  los  personajes  son  caracteres  origi- 
nales y  muy  bien  expresados :  alguno,  como  el  de  Feliciana,  de  una  conple- 
jidad  digna  de  estudio. 

XVL     La  malcasada. 

Mencionó  Lope  esta  comedia  en  su  segundo  Peregrino  de  1618;  pero  debió 
de  haberse  escrito  bastante  antes,  porque  fué  estrenada  por  la  compañía  de 
Alonso  de  Riquelme,  autor  de  compañías  antiguo,  aunque  murió  después 
de  1618. 

Lope  la  escogió  para  que  formase  parte  del  tomo  XV  de  su  colección, 
publicado  por  él  mismo  en  1621  dos  veces  (i),  y  después,  que  sepamos,  no  se 
volvió  a  imprimir  hasta  que  Hartzenbusch  la  incluyó  en  el  tomo  II,  páginas 
289  y  siguientes  de  su  colección  de  Lope  en  Autores  españoles. 

El  asunto  de  esta  comedia  es  por  el  estilo  de  La  Bella  malmaridada,  pero 
en  sentido  contrario,  pues  el  que  aborrece  el  yugo  no  es  la  mujer,  sino  el 
marido. 

XVII»     Más  pueden  celos  que  amor. 

No  aparece  mencionada  esta  comedia  en  ninguna  de  las  listas  de  Bl  Pe- 
regrino en  su  patria,  lo  cual  nos  lleva  a  sospechar  que  se  habrá  escrito  des- 
pués de  1 61 8.  Fué  impresa  por  primera  vez  en  la  Parte  III  de  la  colección  de 


(i)     En  el  prólogo  del  tomo  VI  de  esta  colección,   página  25,  hemos  descrito  extensamente 
esas  dos  ediciones. 


XXVI 


PROLOGO 


liscogidas,  impresa  en  Madrid,  en  1Ó53  (i).  Por  el  mismo  tiempo,  o  poco 
antes  o  después,  se  imprimió  suelta,  en  un  todo  conforme  con  la  anterior, 
hasta  en  las  erratas,  lo  cual  prueba  que  se  copiaron  la  una  de  la  otra  (2).  Sobre 
este  texto  calcó  el  suyo  Hartzenbusch  en  Autores  españoles  (II,  175  y  si- 
iJl^uientes). 

Pero  en  la  Biblioteca  Nacional  hay  un  manuscrito  autógrafo  de  Lope 
que  contiene  el  segundo  acto  de  la  comedia,  y  tan  excelente,  que  hace  deplorar 
la  pérdida  de  los  otros  dos  (3).  Este  manuscrito  nos  demuestra  una  vez  más 
las  muchas  vueltas  y  alteraciones  que  sufrieron  estas  comedias  de  Lope,  tan 
tardíamente  impresas.  No  sólo  ofrece  muchas  e  importantes  variantes  pe- 
queñas, o  sea  de  frases  y  palabras,  sino  un  gran  número  de  versos  omitidos 
en  el  texto  impreso  y  algunos  añadidos  en  éste  que,  por  tanto,  no  son  de 
Lope.  Ya  la  conclusión  del  impreso  de  1658  nos  había  hecho  conocer  que 
estaba  formada  de  otros  dos  diferentes,  en  el  cual  se  habían  conservado  los 
finales  del  autor.  Dice  actualmente: 

Octavia.    Querida,  no  quise  bien; 

quise  bien  quien  me  olvidój 
busquéle,  como  habéis  visto, 
porque  es  nuestra  condición. 
El  diablo  son  las  mujeres. 
V  que  tengan  fin  dichoso 
la  Dama  Comendador, 
si  no  ha  mentido  el  poeta, 
má.s  pueden  celos  que  amor. 

El  segundo  de  estos  nueve  versos  está  evidentemente  equivocado,  y  de- 
berá decir,  poco  más  o  menos,  "y  quise  a  quien  me  olvidó",  como  lo  pide  la 
gramática.  Después  del  quinto  no  se  guarda  la  ley  del  romance,  faltando 
uno  agudo  en  o.  El  mismo  verso  quinto  parece  que  deberá  decirlo  otra  per- 
.sona  y  no  Octavia,  que  no  se  llamaría  diablo  a  sí  propia.  El  sexto  verso  deberá 
decir  "y  aquí  tenga  fin  dichoso".  El  séptimo,  que  dice  "la  Dama  Comenda- 
dor", aludirá  a  la  primera  conclusión  de  la  comedia  de  Lope,  pues  en  esta 
refundición  de  1653  no  se  dice  (jue  Octavia  se  llamase  Comendador  de  nin- 
guna orden  d  se  j)resentase  como  tal. 


(I)     Véaae  la  nota  (3)  de  la  pá^.    XXIT    de 
este  prólojjo. 

(i)     Mas  pveden  zelos.  qve  amm.  .  Comcdai  | 
famosa     de  Lope  de  Vcf^a  Carpió.  4.' ;  sin  luf^ar 
ni  afuj;   ii  liojas  nutnera<ias.   Signaturas  .A-C- 
t\v  a  8  hí>ia.s.  nv/noH  la  última  (jue  lient-  6.  Pieza 
rarÍHÍnia.  W  final  sólo  dici*  «I'in».  .\1  princi])i<i 


tiene  una  cabecera  luilia  con  adornos  tipojírá- 
ficos. 

(3)  Manu.scrito  K-134,  de  letra  evidente  de 
Lope.  Ivmpieza  así:  «Personas  del  2.°  Acto:  El 
Duque.  VA  Con<le.  Otabia.  Ñuño.  I^eonor.  Kl 
Príncipe.  Mendoza.»  l'^altan  alpunos  versos  al 
final  para  estar  completo  el  acto  .sejíiuido. 


PROLOGO 


xxvir 


La  conclusión,  pues,  de  la  obra  de  Lope,  en  cuyo  tercer  acto  se  citaría  a 
Octavia,  disfrazada  de  hombre,  como  Comendador  de  la  orden  de  Santiago, 
diría: 

Octavia.   Querida'  no  quise  bien; 

y  quise  a  quien  me  olvidó; 

busquéle,  como  hab  is  visto, 

por  que  es  nuestra  condición... 
[Ñuño,  j    y  aquí  tenga  fin  dichoso 

La  Dama  Comendador. 

Que  sería  el  título  de  la  comedia,  como  se  verá  después.  El  primer  refun- 
didor, para  justificar  el  nuevo  título  que  puso  a  la  obra,  la  acabaría  así : 

por  que  es  nuestra  condición; 
[Xuxo.  j    Y  aquí  tenga  fin  dichoso 

Más  pueden  celos  que  amor. 

La  comedia,  a  pesar  de  esto,  seguiría  llamándose  La  dama  Comendador, 
y  un  nuevo  copista  del  teatro,  para  conservarlo  y  no  cambiar  el  título,  juntaría 
las  dos  conclusiones  y  añadiría  ignorantemente  el  quinto  verso,  que  encerraba 
un  chiste,  sin  conocer  que  vulneraba  las  reglas  del  romance. 

Además  de  este  manuscrito,  hay  en  la  Biblioteca  ducal  de  Parma  otro 
de  los  tres  actos;  pero  mucho  más  moderno:  es  copia  del  impreso  hecho  en 
1734  por  Isidro  Rodríguez. 

Esta  inverosímil  pero  bien  escrita  y  no  mal  urdida  comedia  fué  refundida 
de  nuevo  en  1668  por  D.  Pedro  F.  Lanini  y  Sagredo,  quien  como  censor  de 
comedias  tenía  a  su  disposición  los  archivos  de  los  teatros  de  la  Cruz  y  del 
Príncipe,  y  pudo  conocer  el  texto  verdadero  de  Lope  de  Vega,  y  lo  conservó, 
pues  ya  era  nuevo,  habiéndose  impreso  dos  veces  con  el  de  Más  pueden  celos 
que  amor.  El  asunto  es  el  mismo:  pero  con  lugar  y  personajes  distintos  y  una 
segunda  acción  entre  Casandra  y  Don  Juan  de  Leiva,  hermano  de  Aurora 
(que  es  la  Octavia  de  Lope),  y  ésta  burlada  por  Carlos,  al  cual  persigue  desde 
Madrid  a  Sevilla.  Don  Carlos  aparece  enamorado  de  su  prima  Casandra.  y 
Aurora,  disfrazada  de  varón  y  con  la  encomienda  de  Calatrava,  la  enamora 
para  impedir  que  Don  Carlos  se  case  con  ella.  Desde  este  momento  la  obra  se 
convierte,  como  en  Lope,  en  una  pieza  de  enredo  calderoniano.  Acaba  así: 

Y  si  acaso  os  agradara 
La  Da¡}ia  Comendador 
perdonad  sus  yerros  grandes  (i). 


(i)     Biblioteca  Xacional.  Manuscrito  16.562. 
«Comedia  nueba  |  La  Dama  Comendador  [  De  ! 
Don  Pedro  Fran.     T^anine  Sagredo.»  En  la  hoja 


subsiguiente:    «Comedia  '  La    Dama    comenda- 
dor. I  Personas: 

D.  Carlos. — D.  Feliz,  biejo. — Zoquete. — Au- 


XXVIII 


PROLOGO 


XVIII.     El  mayor  imposible» 

Esta  ingeniosa  y  bien  trazada  comedia  aparece  mencionada  por  su  autor 
en  el  Peregrino  de  iói8;  pero  según  una  carta  de  Lope,  fué  escrita  en  1615 
y  representada  por  entonces.  Se  imprimió  la  primera  vez  en  Zaragoza,  en 
1Ó47,  ^"  í^  Parte  XX J^  de  Lope  (i),  y  en  la  colección  de  Hartzcnbusch  de 
Autores  españoles,  tomo  IL  páginas  465  y  siguientes. 

Fué  imitada  por  D.  Agustín  Moreto  en  su  conocida  comedia  No  puede 
ser,  (|ue.  sin  embargo,  no  pudo  hacer  olvidar  el  modelo. 

Esta  obra  fué  de  las  más  estimadas,  y  traducida  e  imitada  en  el  Extran- 
jero, empezando  por  la  traducción  francesa  de  Boisrobert,  hecha  en  1653. 
Sobre  esta  traducción  se  hicieron  dos  holandesas  en  1671.  Un  arreglo  en 
alemán  consta  que  fué  representado  en  Torgau  en  1Ó90.  Otro  en  el  mismo 
idioma  hizo  Eugenio  Zaubel,  con  el  título  de  Der  Tiigcnd  snidcher,  que  se 
puso  en  escena.  Sobre  la  traducción  francesa  hizo  otro  arreglo  en  alemán 
Fernando  L.  Huber,  con  el  título  de  Die  offene  Fehde,  impreso  en  1788.  La 
tradujo  también  en  alemán  el  Dr.  Braunfels. 

Al  principio  de  esta  comedia  parece  Lope  aceptar  o  reconocer  el  nombre 
poético  de  Lisardo,  pues  se  dice  de  este  personaje,  hablando  de  unos  versos 
suyos : 

Reina.       Está  con  lindo  artificio 

encarecida  esa  dama. 
RííBKR.       Tiene  Lisardo  gran  fama. 
LiSAR.        Más  es  de  mi  amor  indicio, 

que  inclinación  natural 

cjue  me  da  la  poesía. 

Este  elogio,  sin  motivo  declarado,  no  lo  hubiera  escrito  a  tratarse  de 
otra  persona. 


tora.      J%lina  •      1).   Jnaii    11.    Lriva,-     1).   l)iigo 

Mendrugo    -Ca.sandra, 

Al  mareen   *V.n  ^o  de  scti...  d<-  ií,08.i> 

SaU*  .\urora  vcstiíla  de  hombre  v  Mt-ndiugo. 

.\i  kokA.    Ik-Hfj»  árlx>l  s  ixipndo.s. 


Mendrugo,  lo.s  brutos  ata. 
Mendri'.    Atarlos  es  patarata, 

cuando  vienen  tan  atados. 

(i)      Véase     la     nota    (i)   de   la   pág.    XII    de 
este  prologo. 


PROLOGO 


XXIX 


XIX.     La  mayor  virtud  de  un  rey. 

Esta  excelente  e  interesante  comedia  es  una  de  las  últimas  compuestas  por 
Lope  de  Vega.  Harto  se  declara  en  los  versos  finales: 

Juan.  Aquí,  senado, 

con  mis  fortunas,  acaba 
La  mayor  virtud  de  un  rey 
El  poeta  no  se  cansa 
de  serviros,  aunque  ya 
le  jubilaban  las  canas: 
tan  agradecido  está 
a  las  mercedes  pasadas. 

Y  lo  acredita  el  imprimirla  en  i637  su  hija  Doña  Feliciana  en  la  Vega 
del  Parnaso,  en  que  recogió  las  más  recientes  obras  del  poeta  ( i ) .  Se  repitió 
la  impresión,  en  1671,  en  la  Parte  XXXVII  de  la  colección  de  Escogidas; 
pero  cambiándose  el  título  por  el  de  Bl  mejor  casamentero  y  atribuyéndola 
a  D.  Juan  de  Matos  Fragoso  (2),  Hartzenbusch  la  incluyó  en  su  colección 
de  Lope  hecha  para  la  Biblioteca  de  Autores  españoles,  en  el  tomo  III  de 
dicha  colección,  páginas  yy  y  siguientes. 

XX.     Los  melindres  de  Belisa. 

Citada  en  el  segundo  Peregrino,  de  1618,  fué  impresa  por  el  autor  en  la 
Parte  IX  de  su  colección  particular,  en  16 17,  y  otra  vez,  en  Barcelona,  ai  añc 


(i)  La  Vega  del  Parnaso.  Por  el  Fénix  de  ¡ 
España  Fray  Lope  Félix  de  Vega  Carpió,  del 
A  bito  de  San  luán,  Procurador  Fiscal  de  la  Cá- 
mara Apostólica.  Dirigida  al  Excellentissimo 
Señor  Don  Lvuis  Fernandez  de  Cordoua,  Car- 
dona, y  Aragón,  Duque  de  Sessa,  etc.  (Escudo 
del  Duque.)  En  Madrid,  en  la  Imprenta  del 
Reyno.  Año  1637. 

4.°;  4  hojas  prels.  y  292  foliadas.  Suma  del 
privilegio,  por  diez  años,  a  Luis  de  Usategui, 
yerno  de  Lope:  Madrid,  3  de  noviem3re  de  1635. 
Fe  de  erratas:  Madrid,  23  de  junio  de  1637. — 
Tasa:  Madrid,  2  de  julio  de  1637. — Aprobación 
del  Maestro  J.  de  Valdivielso:  Madrid,  26  de 
agosto  de  1635. — Prólogo  del  Licenc.  José  Ortiz 
de  Villena. — Dedicatoria  de  Usategui,  sin  fecha. 

Contiene,  además  de  varios  versos,  las  nueve 


comedias  siguientes:  El  guante  de  Doña  Blan- 
ca.— La  mayor  virtud  de  un  rey. — Las  biza- 
rrías de  Belisa. — Porfiando  vence  amor. — El 
desprecio  agradecido. — El  amor  enamorado. — 
La  mayor  vitoria  de  Alemania  de  Don  Gon- 
zalo de  Cordova. — Si  no  vieran  las  mujeres. — 
Diálogo  militar.  Pieza  representable  en  un  acto. 

(2)  Parte  treinta  y  siete  de  Comedias  nvevas 
escritas  por  los  mejores  Ingenios  de  España. 
Dedicadas  a  don  lacinto  de  Romarate  y  Varo- 
na, 8íc.  Año  (Escudo  del  Mecenas)  1671.  Con 
licencia,  en  Madrid:  Por  Melchor  Alegre.  A  costa 
de  Domingo  Palacio  y  Villegas,  Mercader  de 
Libros.  Véndese  en  su  casa  en  frente  del  Colegio 
de  S.  Tomas. 

4.°;  4  hojas  prels.  y  438  ps.  El  mejor  casa- 
mentero es  la  undécima  comedia  del  tomo. 


XXX  PROLOGO 

siguiente  (i).  Se  inipriniió  suelta  a  principios  del  siglo  xviii,  cambiándole 
el  título  por  el  de  La  líaiiui  niel'uidrosa  (J),  y  fué  elegida  por  Hartzenbusch 
para  entrar  en  su  colección  de  Lope  (tomo  I,  páginas  3 17  y  siguientes)  en 
Autores  españoles. 

Como  esta  comedia,  además  del  gracioso  carácter  femenino  que  nos  ofre- 
ce en  la  persona  de  Belisa,  tiene  bastante  regularidad,  guardándose  en  el^a 
las  imidades  de  lugar  y  tiempo,  atrajo  la  atención  del  refundidor  de  otras 
obras  de  Lope,  D.  Cándido  María  Trigueros,  para  emprender  la  refundición 
de  esta  preciosa  comedia.  Pero  Trigueros  no  tuvo  a  la  vista  las  ediciones 
antiguas,  sino  un  ejemplar  de  la  madrileña  del  siglo  xviii,  a  la  cual,  por  una 
superchería  editorial,  se  puso  el  pie  de  imprenta  de  Zaragoza  (3).  Por  eso 
se  engañó  en  la  advertencia  que  puso  a  su  arreglo  al  decir  que  Lope  dio  a  su 
obra  el  título  de  La  Dama  melindrosa,  que  es  el  que  ostenta  en  dicha  impre- 
sión del  siglo  xviii.  Por  lo  demás,  el  trabajo  de  Trigueros  fué  muy  poco, 
porque  la  obra  tenía  ya  las  condiciones  que  la  escuela  clásica  exigía  para 
que  fuese  tolerable  (4). 

Esta  comedia  fué  además  traducida  en  francés,  primero  por  S.  Linguet, 
en  1754,  y  después  por  E.  Baret.  D.  Calixto  Oyuela,  escritor  argentino,  la 
refundió  en  un  acto. 

La  comedia  es  ciertamente  ingeniosa  y  lindísima,  aunque  recargada  de 
episodios,  bien  que  todos  dentro  del  asunto. 

Emilio  Cotarelo  y  Morí. 


(ij     Estas  (los  ediciones  han  sido  descritas  I       A  pesar  de  i  sto,  comparando miimciosamentc 
extensamente  en  la  pápjina  XXXVIII  del  pro-  I  ambos  ejemplares,  se  ve  que  son  de  una  misma 


logo  al  tomo  VIII  de  esta  colección  de  Ix)pe. 

(2)  Sum.  18.  La  dama  melindrosa,  Comedia 
famosa.  De  I.ope  de  l'e^a  Carpió.  Al  final,  dice: 
Impressa  en  Madrid  con  las  licencias  necesarias: 
y  se  hallará  esta,  y  otros  muchos  Títulos  en  la 
Lonja  de   ¡as   Comedias,   a   la    furria  drl  ^nl,- — 


tirada.  No  sólo  la  letra  es  la  misma,  sino  que 
lia.sta  las  rotas  y  c  egas  y  otros  leves  defectos 
tipográficos  son  connines  a  ambas.  I,o  que 
pasó  fue  que  al  imprimir  la  obra  en  Madrid,  se 
puso  en  los  ejemplares  destinados  a  venderse 
en  Zaragoza  otro  pie  de  imprenta. 


4,'-;  44  ps.  numeradas  (,)     j^a  refundición  de  Trigueros  se  impri- 

mí) Kl  encalx'zado  iK-  oír  cjcinjjjar  i\\iv  i  \n\ó  cow  v9.ii!  \i\.\x\o:  La  Melindrosa,  ó  los  esclavos 
Trigueros  tuvo  a  la  vista  y  acompaña  al  auto-  j  supuestos:  de  Lope  de  Ve^a  Carpió.  Refundida 
grafo  de  su  reíundirit'iji,  i-s  »-xa(tam«iit<-  igual  ¡  por  Don  Cándido  María  Trif^iieros.  Con  licencia 

en  Madrid:  año  de  iSo^.  Se  hallará  en  la  Librería 
de  González,  calle  de  Atocha,  frente  a  los  Gremios. 
.}.°;  40  ps.  numeradas.  Ivn  medio  de  este  ejem- 
plar y  del  anterior  se  halla  encuadernado  el- 
autógrafo  de  Trigueros,  que  consta  de  22  ho- 
jas en  4.' 


al  del  aiiterií)r.  S<'>lo  varía  «n  la  última  plana 
en  cuyo  pie  dice:  lin  Zaragoza:  En  la  Imprenta 
que  está  en  la  L'laza  del  Carbón  sobre  el  Peso 
Jieal.  donde  se  hallará  esta,  y  otros  muchos  títulos, 
itnbien  diferentes  acneros  de  Xacaras, 
f  ^,  y  Hutnrias. 


índice     del     tomo     XII 


PAGS. 


219. — El  Desprecio  agradecido i 

220. — Dineros  son  calidad ^^ 

221. — El  Dómine  Lucas óo 

222. — Eos  Embustes  de  Celauro 9^ 

223. — Esclava  de  su  galán i35 

224. — Las  Flores  de  Don  Juan  y  rico  y  pobre  trocados 169 

225. — Guardar  y  guardarse 206 

226. — La  Hermosa  fea 289 

227. — El  Hijo  de  los  leones 269 

228. — El  Hombre  de  bien 299 

229. — La  Inocente  Laura 339 

23o. — Lo  que  ha  de  ser Syy 

23 1. — Los  locos  de  Valencia 409 

232. — La  llave  de  la  honra 4-4^ 

233.- — El  Maestro  de  danzar 476 

234. — La  Malcasada 515 

235. — Más  pueden  celos  que  amor 55 ^ 

236. — El  Mayor  imposible 581 

237. — La  Mayor  virtud  de  un  Rey 618 

238.- — Los  Melindres  de  BeHsa 649 


LA  GRAN  COMEDIA  DE 

EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


DE 


LOPE      DE      VEGA      CARPIÓ 


HABLAN  EX  ELLA  LAS 

PERSC 

Don  Bernardo. 

Florela. 

Octavio. 

Inés. 

Lis  ARDA. 

LtrciNDo. 

JORNADA  PRIMERA 

(Salen 

(Salen  Don 

Bern.ardo  y  Sancho,  con  espadas  desnudas 

Lis. 

y  broqueles.) 

D.  Ber. 

¡Qué  torpe  salto  que  diste! 

San. 

Eran  las  paredes  altas. 

Flo. 

D.  Ber. 

Tú,  pienso  que  mejor  saltas 
porque  más  miedo  tuviste. 

Lis. 

San. 

¿Quién  no  teme  a  la  justicia, 

y  dejando  a  un  hombre  muerto? 

Flo. 

D.  Ber. 

¡Temerario  desconcierto! 

Lis. 

Quien  vive,  vivir  codicia. 

Flo. 

Casa  principal  es  ésta 

INÉ. 

a  donde  habemos  entrado. 

San. 

Todo  vengo  desollado; 
sangre  la  pared  me  cuesta. 

D.  Ber. 

Con  la  escuridad  no  veo 
más  de  que  aqueste  es  jardín. 

San. 

¿Qué  habemos  de  hacer,  en  fin? 

D.  Ber. 

I/ibrarme,  Sancho,  deseo. 

San. 

Si  nos  sienten,  es  forzoso 
pensar  qiie  somos  ladrones. 

Flo. 

D.  Ber. 

¡En  qué  tuertes  ocasiones 
se  pone  un  hombre  celoso! 

Lis. 

San. 

Nunca  el  diablo  nos  dejara 
venir  de  Sevilla  aquí. 

Flo. 

D.  Ber. 

vSala  es  ésta,  ¿entraré? 

San. 

Sí. 

D.  Ber. 

Mujeres  hablan. 

San. 

Repara 
en  que  dicen  que  se  van 

a  acostar. 

Lis. 

D.  Ber. 

Pues  bien,  ¿qué  haremos? 

San. 

Que  lo  que  fuere  miremos 
detrás  de  este  tafetán. 

Flo. 

Sancho. 

Don  Alejandro. 

Mendo. 


Lisarda   y   Florela;    damas   e   Inés,   criada.) 
Pon  la  vela  en  esa  mesa, 
y  muestra  aquel  azafate; 
quitaréme  aquestas  rosas, 
que  no  quiero  que  se  ajen. 
¡Qué  cansado  estaba  Octavio! 
No  hay  cosa  que  tanto  canse 
como  un  deudo  pretendiente 
de  marido,  y  no  de  amante. 
Ten  esta  cadena,  Inés. 
¡Lo  que  siento  desnudarme! 
Yo,  mucho  más  que  vestirme. 
Pues  no  queréis  que  os  enfade, 
si  el  vestiros  y  adornaros 
por  la  mañana  se  hace, 
cuando  tomáis  los  pinceles, 
para  que,  hermosos,  agraden 
los  claveles  y  jazmines, 
que  suelen  desfigurarse 
en  el  curso  de  la  noche. 
¡Qué  bueno  estuvo  esta  tarde 
el  Prado! 

La  procesión 
de  los  coches  fué  notable. 
¡Bravo  humo,  brava  gloria, 
brava  prosa  de  galanes! 
Muy  valido  anduvo  riesgo, 
superior,  inexcusable ; 
valimiento,  acción,  despejo, 
ruidoso,  activo,  desaire, 
lucimiento  y  caravanas. 
¡Ca-so  extraño;  que  el  lenguaje 
tenga  sus  tiempos  también! 
Vienen  a  ser  novedades 
las  cosas  que  se  olvidaron. 


k 


EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


Lis. 
Flo. 
Lis. 


Flo. 

Lis. 

Flo. 


Lis. 

Flo. 

Lis. 

Flo. 
Lvb. 
Lis. 

INE. 

Lis. 

Lne. 
Lis. 
LvE. 

Lis. 

LvE 
Lis. 

INB. 

Lis. 
Fm). 

Lis. 


De  nada  pude  alegrarme. 
Pues  hartos  lo  pretendieron. 
Pasea  p)or  esta  calle 
[a]  una  dama  de  Sevilla, 
bien  prendida  y  de  buen  aire 
;su  ropa  de  levantar 
testimonios  o  alamares; 
papagayo,  en  el  balcón; 
en  casa,  mulata  y  paje); 
im  forastero,  Florela, 
de  extremada  gracia  y  talle, 
en  que  he  reparado  im  poco. 
No  es  poco  que  tú  repares. 
¿Hate  parecido  bien? 
Xo;  pero  puedo  jurarte 
que  me  pesa  de  que  mire, 
sin  saber  por  qué  se  cause, 
esta  dama  al  <"orastero. 
Eso  nace  de  agradarte; 
que  amor,  de  celo  y  envidia 
c'icen  algmios  que  nace, 
cuando  de  súpito  viene, 
sin  que  le  dé  la  otra  parte 
materia  para  querer 
en  servicios  o  amistades, 
en  requiebros  o  en  papel. 
Sólo  diré,  y  esto  baste, 
que  así  quisiera  un  marido. 
¿Ya  Octavio  no? 
(Cáesele  el  broquel  a  Sancho.) 

¡Dios  me   guarde' 
¡Jesús!,  ¿qué  ruido  es  éste? 
¿Qué  se  cayó? 

Xo  te  espantes. 
¿Cerraste  la  puerta,  Inés? 
¿Cuál,  señora? 

La  que  sale 
al  jardín. 

Abierta  está. 
¡Qué  buen  cuidado! 

Más  tarde 
suele  cerrarse  otras  veces. 
Disculpas  y  necedades; 
toma  esa  luz,  mira  presto 
lo  que  fíe  cayó. 

Xotable 
cosa. 

¿Cómo? 

Un  broquel. 


¿Aquí  broquel? 

Soincjante 
prenda  será  de  mi  hermano. 


¡Qué? 


IxE.  Sí,  pero  los  tafetanes 

en  dos  pares  de  zapatos 
no  es  posible  que  rematen. 

Lis.  ¡Jesús  mil  veces!  ¡Ladrones; 

(Salen  los  dos.) 

D.  Ber.  Vuesas  mercedes  no  hablen 

palabra;  que  una  desdicha 
fué  la  ocasión  ae  que  entrase 
donde  estoy.  Soy  caballero; 
maté  un  hombre  en  esa  calle; 
éntreme  en  la  primer  casa, 
para  que  no  me  llevasen 
preso,  donde  una  mujer 
me  dijo  que  me  pasase, 
por  la  pared  de  este  huerto, 
a  estas  casas  principales, 
donde  estaría  seguro. 
Que  ella,  por  marido  o  padre 
celosos,  no  se  atrevía 
a  tenerme  ni  guardarme. 
Y  arrimando  una  escalera, 
pasamos  de  esta  otra  parte, 
saltando  desde  las  tapias, 
aunque  con  peligro  grande. 
Si  piedad  en  el  valor 
de  las  personas  que  nacen 
con  tantas  obligaciones 
es  justo,  señora,  que  hallen 
desdichas  de  un  caballero, 
no  deis  causa  a  que  me  maten, 
que  yo  soy  el  que  dijisteis 
que  os  pesaba  que  pasease, 
con  lo  demás  que  no  digo, 
por  esa  mujer,  la  calle. 
Ella  me  dio  la  ocasión 
para  que  al  hombre  matase. 
Si  me  obligáis  a  salir, 
sus  deudos  han  de  matarme, 
o  la  justicia  prendenne; 
mas  no  es  posible  que  falte 
piedad  en  tanta  hermosura, 
pues  no  solamente  un  ángel, 
pero  dos,  en  tal  peligro 
quiere  el  cielo  que   me  giiarden. 

Lis.  iQ"«^'  notable  confusión! 

San.  y  vos,  señora,  amparadme, 

por  ángel  añadidura 
de  estos  coros  celestiales. 
Que  me  matará  mi  amo, 
porcjue  soy  tan  miserable, 
(]ue  se  me  cayó  el  broquel, 
dormido  en  desdichas  tales. 


JORNADA  PRIMERA 


InE.  Mis  amas  están  agora 

en  consulta;  no  se  gazmie; 
que  ya  le  he  visto  otra  vez, 
y  con  lo  que  resultare, 
tendrá  sagrado  o  destierro. 

San.  Si  salgo  de  estos  azares, 

te  ofrezco  un  broquel  de  cera, 
como  si  f vieras  imagen. 

Lis.  Por  haberos  visto  y  ver 

que  sois  hombre  principal, 
aunque  el  caso  es  desigual, 
de  mi  honesto  proceder, 
quiero  parecer  mujer 
en  tener  piedad  de  vos, 
aunque  ignoro  de  los  dos 
las  calidades  y  nombres, 
que  en  piedad,  más  que  los  hombres, 
nos  parecemos  a  Dios. 

Lo  que  vos  habéis  oído 
no  lo  puedo  yo  negar, 
ni  vos  amar  y  celar 
la  dama  que  os  ha  ofendido. 
Pero  quede  repartido 
entre  los  tres  el  suceso; 
que  yo  os  libre  de  ser  preso, 
y  que  ella  obligue  sus  ojos, 
y  que  no  os  den  más  enojos, 
y  vos  a  tener  más  seso. 

En  más  peligro  estuviera 
vuestra  vida,  si  llamara, 
porque  el  temor  me  forzara, 
si  antes  de  agora  no  os  viera. 
Hasta  que  la  luz  primera 
asegure,  vuestra  vida, 
vivirá  aquí  defendida; 
y  advertid  que  digo  aqm', 
para  que  dentro  de  mí 
esté  mejor  escondida. 

D.  Ber.  Señora,  si  quiso  amor 

que  por  tan  grande  rodeo 
me  trajese  un  mal  deseo 
a  un  bien  nacido  favor, 
mayor  que  el  mal  y  el  rigor 
será  la  dicha  y  el  bien, 
y  vos  el  sagrado  en  quien 
mi  vida,  con  mi  ventura, 
como  en  templo  de  hermosura 
segiiras  de  hoy  más  estén. 

Y  siendo  mi  asilo  y  templo, 
en  sus  aras,  con  razón, 
arderá  mi  corazón, 
para  agradecido  ejemplo; 
en  cuya  imagen  contemplo 


Lis. 

iNE. 

Lis. 


San. 
Íne. 

San. 

Ine. 

San. 
Ine. 

San. 
Ine. 

San. 
Lis. 
F1.0. 

D.  Ber. 
Ine. 

D.  Ber. 


mis  prisiones  por  despojos; 
pero  hame  causado  enojos 
que  tan  poco  me  guardéis, 
si  hasta  el  alba  prometéis, 
y  ha  salido  en  vuestros  ojos. 

La  dama  que  me  ha  traído 
por  entre  casos  injustos, 
(tanto  pueden  malos  gustos) 
d3sde  Sevilla  perdido, 
en  quien  nací,  bien  nacido, 
aborrezco,  y  vuestro  soy. 
Quitándole,  desde  hoy, 
el  alma,  para  que  sea 
vuestra,  aunque  viene  tan  fea 
que  con  vergüenza  os  la  doy. 

Es  mi  nombre,  que  mejor 
lo  que  no  sabéis  abona, 
don  Bernardo  de  Cardona, 
con  que  he  dicho  mi  valor. 
Aqm'  hay  piedad  y  rigor; 
rigor,  porque  amé  sin  veros; 
piedad,  por  enterneceros, 
en  quererme  defender, 
que  amaros  no  puede  ser 
primero  que  conoceros. 

Inés. 

Señora. 

A  los  dos 
encierra  en  este  aposento, 
y  dame  luego  la  llave. 
¿Aun  no  escapamos  de  presos? 
Venid,  señores,  que  es  tarde. 
Inés,  ¿no  habrá,  por  lo  menos, 
dos  deditos  de  colchón? 
¿Colchón? 

¿Es  mucho  requiebro? 
¿Tan  de  espacio  quiere  estar? 
¿No  vé  que  todo  me  duermo? 
¿Pues  para  qué  pide  lana, 
que  en  bronce  será  lo  mesmo? 
¿No  es  toda  dulce  la  niña? 
Ven,  Florela. 

El  alma  llevo 
lastimada  de  este  caso. 
¿Cómo  se  llama  esta  dama? 
I/isarda,  y  el  caballero, 
su  padre,  don  Alejandro. 
Pudiera,  mejor  que  al  giiego, 
llamarse  «el  Magno»,  por  ser 
quien  más  hazañas  ha  hecho 
en  sólo  hacer  a  Lisarda, 
porque  con  sus  ojos  bellos 
puede  conquistar  el  mundo. 


EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


INE 

Yo  la  diré  esc  concepto 

cuando  la  esté  descalzando. 

D.  Ber. 

Cien  escudos  tenéis  ciertos 

por  un  zapatillo  suyo. 

IN-E. 

¿Tan  prestísimo.'' 

D.  Ber. 

Soy  tienio. 

iNE. 

¿Pues  para  qué  le  queréis? 

D.  Ber. 

Para  traerle  aquí  dentro. 

iNE. 

Son  de  ponleví;  el  talón 

os  hará  mal  en  el  p>echo. 

D.  Ber. 

¿Quién  es  la  otra  señora? 

iNE. 

Su  hermana. 

D.  Ber. 

Es  ángel,  es  cielo. 

Ixe. 

¿Mas  que  pedís  un  zapato? 

D.  Ber. 

No  pido,  aunque  le  encarezco. 

iNE 

Entrad,  por  que  descanséis, 

y  vendré  en  amaneciendo. 

a  despertaros. 

D.  Ber. 

Inés. 

no  duermo  si  no  me  acuesto. 

iNE. 

Pues  un  libro  y  esta  vela 

os  será  de  gran  provecho. 

D.  Ber. 

¿Quién  es? 

iNE. 

Parte  veintiséis, 

de  Lope. 

D.  Ber. 

labros  supuestos, 

que  con  su  nombre  se  imprimen. 

San. 

Y  a  mí,  por  si  no  me  duermo, 

¿qué  me  dais? 

iNE 

A  Don  Quijote, 

p>orque  vos  y  vuestro  dueño 

imitáis  .sus  aventuras. 

D.  Ber. 

Dice  verdad. 

San 

Y  aun  sospecho 

que  habernos  de  ser  más  locos, 

si  Dios  no  nos  guarda  el  seso. 

(Vanse.  Entran  Octavio  y  Lucindo.) 

OCT. 

¡Gran  ventura,  por  Dios! 

1 

Luc. 

Notable  ha  sido. 

OCT. 

En  fin. 

lo  »;.si:iiH  herido. 

Luc. 

Dióme  la  vida  el  jaco. 

OCT. 

¿  De  qué  modo 

luc  la  cuestión.'' 

Luc. 

Aquí  lo  sabréis  todo, 
sin  contar,  como  suelen  en  ausencia, 
de  la  parte  que  falta,  la  pendencia. 

De  vuestro  tío  y  de  mi  padre,  alinda 
la  casa  de  una  dama  sevillana, 
que  no  es  tan  limpia,  íresca,  hermosa  y  linda 
la  risa  de  la  candida  mañana. 
Pues  como  a  cuanto  mire,  abrase  y  rinda, 
ni  arrogante,  ni  fácil,  ni  tirana, 
para  añadir  a  su  beldad  trofeos, 
ardieron  en  sus  ojos  mis  deseos. 

Visitándola,  pues,  como  vecino, 
con  toda  honestidad,  dos  o  tres  días, 
o  la  amistad  o  la  llaneza  vino 
a  que  escuchase  las  razones  mías. 
Amor,  que  con  su  ciego  desatino, 
en  preguntas,  respuestas  y  porfías, 
el  tiempo  pasa,  y  sin  sentir  que  pasa, 
me  dio  sueño  de  necios  en  su  casa. 


OCT. 


Eso  no  entiendo. 


Luc. 
Es  nombre  que  se  ha  puesto 
a  quien  en  una  silla,  porfiado, 
en  la  conversación  es  tan  molesto 
que  parece  que  en  ella  está  acostado. 
Yo,  pues,  si  bien  con  proceder  honesto 
estuve  tan  dormido  y  tan  cansado 
como  si  fuera  un  bronce,  hasta  las  once, 
cera  en  el  alma,  y  en  el  cuerpo  bronce. 

A  las  horas  que  digo,  un  hombre  llama 
con  más  furor  que  si  llamara  en  huerta; 
la  casa  tiembla,  túrbase  la  dama; 
la  dormida  familia  al  son  despierta. 
Yo,  por  ganar  de  bravo  alguna  fama, 
no  me  dejo  rogar,  voy  a  la  puerta, 
donde  si  uno  llamó,  dos  hombres  miro; 
tercio  la  capa,  desenvaino  y  tiro. 

OCT. 

¡Brava  resolución! 

Luc. 

No  hagáis  donaire, 
que  estaba  en  la  ventana  Dorotea; 
mas  por  dar  cuchilladas  de  buen  aire, 
como  quien  bravo  parecer  desea, 
me  pudo  suceder  tan  mal  desaire, 
que  el  uno  (jue  me  busca  y  no  rodea  (i), 


(i)     A><i  fu  toílos  los  textos;  i»ero  quizii  deba  leerse 
•me  nxica*. 


JORNADA  PRIMERA 


5 


de  una  estocada,  aunque  el  izquierdo  saco, 
me  derribó,  caí;  bien  haya  el  jaco. 

OCT. 
Poco  firme  de  pies  os  considero. 

Luc. 
Poco,  diréis  mejor,  diestro  de  manos. 
Acudió  la  justicia;  el  caballero 
fugitivo  midió  los  aires  vanos; 
suelen  llamar  «las  once  mil  de  acero» 
los  que  escriben  de  casos  inhumanos, 
a  los  jacos  de  malla,  y  hoy  lo  creo, 
pues  que  por  su  favor  libre  me  veo. 

OcT. 

Tarde  es  para  llamar,  y  Dorotea 
nos  dijera  quién  es,  pues  no  es  posible 
que  tan  celoso  su  galán  no  sea 
necio  en  llamar,  y  en  esperar  terrible. 
El  alba  con  celajes  hermosea 
el  campo  de  los  cielos  apacible, 
huyendo  de  sus  rayos  las  estrellas, 
que  como  sale  el  sol,  se  esconden  ellas. 

Entraos  en  vuestra  casa,   que  en  sabiendo 
quién  es  ese  celoso  mal  svif  rido, 
o  iremos  la  venganza  previniendo 
(aunque  él  es  hasta  agora  el  ofendido), 
o  conforme  amistad  reconociendo, 
su  antigüedad  pondréis  en  justo  olvido 
amor,  que  aun  no  ha  llegado  a  ser  infante, 
pues  sois  en  esperando  tierno  amante. 

Luc. 

Perdonadme  el  llamaros  tan  aprisa, 
que  no  por  primo,  por  amigo  os  llamo. 

OCT. 
El  aurora  otra  vez,  con  mayor  risa, 
bajando  (i)  el  risueñor  del  nido  al  ramo, 
que  sale  ya  la  gente  nos  avisa; 
hoy  vendré  a  veros. 

Luc. 

Ya  sabéis  que  os  amo 
y  más  agora  que  mi  padre  aguarda 
que  seáis  primo  y  marido  de  Lisarda. 

(Vase.) 

OCT. 

¡Oh,  tiempo!,  si  trujeses  este  día 
de  la  dispensación;  ¡oh,  Roma!,  ¡oh,  cielo!; 


(i)     Hartzenbusch  corrigió  «saltando»,  sin  razón  su- 
ficiente. 


¡oh,  sagrada  ciudad!,  ¿quién  te  desvía 
que  no  te  alcance  de  mi  amor  el  vuelo? 
Durmiendo  estás  aqm',  Lisarda  mía, 
cuando  yo  por  tus  ojos  me  desvelo; 
¡oh.  sol  despertador  de  los  mortales!, 
pues  que  duerme  mi  sol,  ¿por  qué  no  sales? 

Despierta,  que  te  aguardan  tantas  flores, 
hermosa  aurora,  y  tantas  fuentes  puras, 
unas  piden  cristal,  otras  colores; 
¿quién  duda,  estrellas,  que  estaréis  seguras? 
Dulces  calandrias,  pájaros  cantores, 
que  el  pico  suspendéis  noches  oscuras, 
despertad  a  Lisarda;  que  a  Lisarda, 
la  flor,  el  agua,  el  ave,  el  alma  aguarda. 

Despierta  a  mi  dolor,  dulce  señora; 
huye  de  mi  temor  la  noche  fría; 
si  tuviera  esos  ojos  el  aurora, 
jamás  durmiera,  y  siempre  fuera  día. 

Si  estuviera  contigo  quien  te  adora, 

sus  ansias,  sus  amores,  su  porfía 

no  permitieran  sueño  a  sus  estrellas; 

mirándose  estuviera  el  alma  en  ellas. 
¿Cuál  hombre  agora  fuera  tan  dichoso 

que  durmiera  en  tu  casa  desvelado? 

¡oh,  qitién  fuera,  jardín,  Jasón  famoso 

del  fnxto  de  tus  árboles  dorado! 

Mas,  ¡ay!,  que  vive  Prometeo  ingenioso, 

por  atrevido,  en  un  peñasco  atado. 

¡Ay,  Dios,  si  cerca  ya  de  tu  aposento, 

escuchara  tu  voz,  tu  dulce  acento! 
Celos  tengo  de  mí,  que  imaginando 

que  hay  hombre  alguno  dentro,  estoy  celoso, 

y  soy  yo  mismo,  porque  el  alma  entrando, 

allá  me  tiene  en  forma  de  tu  esposo. 

Alma,  ¿quién  está  dentro?  Tú  que  hablando'^ 

con  ella  estás  tan  tierno  y  amoroso. 

Vamos,  amor,  que  aunque  me  voy,  bien  puedo^ 

dormir  seguro,   pues  que  dentro  quedo.  (Vast.) 

(Entran  Don  Bernardo  y  Sancho.) 
D.  BER.  Buena  noche. 

San.  Toledana. 

D.  Ber.      Peor  fuera  estando  presos. 
San.  Ya  doña  aurora  celeste 

clarifica  el  aposento, 

y  le  dan  el  parabién 

los  pájaros  de  ese  huerto, 

chillando  por  los  tejados 

tantos  gorriones  nuevos, 

que  parece  que  nos  llaman. 
D.  Ber.      Perdidos  amanecemos. 
San.  En  una  huerta  del  Prado 

bebió  largo  un  extranjero 


1 


EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


D.  Ber. 


y  en  la  Puerta  de  Alcalá 

se  le  dejaron  sus  deudos.  San. 

Los  coches  que  be  partían  (i)  D.  BER. 

al  anochecer,  creyendo  S.\N. 

que  entre  muchos,  que  aUí  aguardan       D.  Ber. 

sentados,  era  uno  de  ellos. 

Dijéronle  que  se  entrase 

con  los  d^más,  los  cocheros, 

lo  que  él  hizo,  sin  saber 

si  era  coche  o  apHDsento. 

Durmió  como  niño  en  cuna, 

y  a  la  mañana,  despierto, 

pregimtaba  por  su  casa 

de  los  amigos,  creyendo 

que  le  llevaron  en  coche, 

hasta  que  del  coche  el  dueño 

pedía  (21  el  dinero  a  voces. 

El  extranjero  diciendo  (3) 

que  le  volviese  a  Madrid, 

pues  sin  causa  ni  concierto 

le  trajeron  a  Alcalá,  San. 

estando  en  Madrid  durmiendo. 

Los  que  a  las  voces  se  hallaron, 

celebraron  el  suceso, 

y  dándole  la  ropilla  (4)  D.  Ber. 

para  prenda  (5)  del  dinero 

d;l  porte,  volvió  a  Madrid 

a  pie,  desnudo,  sin  cuello, 

sin  zapatos,  sin  espada, 

sin  comer  y  sin  sombrero. 

No  pienso  que  es  necesario  San. 

decir  que  este  mismo  sueño 

nos  ha  pasado  a  los  dos: 

tú  con  el  vino  de  celos, 

y  yo  siguiendo  tus  pasos, 

pues  nos  hallamos  despiertos, 

como  el  otro  en  Alcalá, 

en  casa  de  un  caballero, 

que  si  nos  pidiese  el  porte, 

por  ventura,  volveremos 

más  desnudos  a  la  calle. 

Bien  has  aplicado  el  cuento, 

como  yo  hubiera  dormido; 

que  toda  la  noche  en  jx-.so  j)    Ber. 

he  pasado  en  de.satiiKJS, 

las  historiaji  revolviendo  San. 

de  Dorotea,  a  (juien  ya 


(1)     Ka  Hartzcntmikrh  «Cuando  los  coches  partian>. 
(a)     Kn  Ilartz.  «pidiólo. 

3)  En  llartz.  «pidirfií'.o».  I/i  mismo  en  ¡.a  ]'i-t;ii  del 
r  amato. 

4)  Ka  Haitz.  «7  t\,  dando  nu  ro(ia  y  arnia.St. 
(5)     Ka  Ilartz.  *pimda*>. 


como  el  demonio  aborrezco. 
¿Al  demonio? 

Sí,  y  aún  más. 
¿Tan  presto? 

Xo  es  presto, 
porque  un  agravio  en  amor 
son  muchos  años  de  tiempo. 
Al  extranjero  que  dices 
imito,  en  que  anocheciendo 
mis  celos  en  Dorotea, 
hoy  en  Lisarda  amanezco. 
¡Con  qué  gracia  se  quitaba 
las  rosas  de  los  cabellos, 
con  el  marfil  de  las  manos, 
y  las  joyas  que  poniendo 
iba  en  aquel  azafate! 
¡Qué  airoso  talle,  qué  cuerpo! 
Cuando  se  quitó  la  ropa, 
quedó  como  un  ángel  bello 
en  la  almilla. 

Sí,  por  Dios, 
que  a  ponerle  un  candelero 
y  unas  alas,  no  podía 
ser  más  propio. 

Al  fin  rae  quejo 
de  ti,  por  cujo  broquel 
no  paso  de  almilla  adentro, 
que  si  no  es  por  el  ruido, 
ya  despejaba  el  manteo 
y  se  quedaba  de  ninfa. 
No  te  quejes,  que  no  es  bueno 
verlas  en  paños  menores, 
a  donde  lo  más  es  menos; 
que  en  mujeres,  y  empanadas 
del  figón,  hay  mucho  hueso. 
Una  vez  compré  im  besugo 
tan  pequeño  en  pan  tan  hueco, 
que  dije,  alzando  la  capa: 
«¿Qué  haces  aquí,  pigmeo?» 
Y  me  respondió  con  risa: 
<<Soy  engaña-majaderos, 
que  compran  lo  que  no  ven 
y  afirman  lo  que  no  vieron.» 
Kn  fin,  ¿esta  mala  noche, 
Sancho,  pasaste  durmiendo? 
Señor,  engañado  estás, 
que  en  no  cenando,  no  duermo. 
Por  todo  este  gabinete, 
o  tocador,  que  a.sí  creo 
que  se  llama  en  Francia,  adonde 
tienen  las  damas  su  espejo 
y  aderezo  de  matar, 
j)orque  sus  blancos  aceros, 


JORNADA   PRIMERA 


broqueles,  rodelas,  jacos, 
son.  las  rosas  de  Toledo, 
los  jazmines  del  Gran  Turco, 
los  moldes  y  otros  enredos. 
Aunque  ya  quiero  callar, 
que  no  meterme  profeso 
en  lo  que  introduce  el  uso, 
o  sea  malo  o  sea  bueno. 
Digo,  pues,  señor,  que  anduve 
buscando  con  mucho  tiento 
entre  catres  y  escritorios 
algo  que  comer,  y  veo 
un  bote  que  presumí 
jalea;  destapo  y  pruebo, 
y  he  pensado  reventar. 

D.  Ber.       ¿Cómo? 

San.  Era  algún  embeleco 

de  aceite  de  mata  y  lirios, 
limón  y  claras  de  huevos, 
o  cosas  tan  endiabladas, 
que  parece  que  me  dieron 
tártago,  o  si  hay  otra  cosa 
más  amarga.  Fuc^a  de  esto, 
hallé  en  una  escribanía 
un  papel,  y  aquí  le  tengo. 

D.  Ber.      ¿Papel?  Muestra,  que  ya  el  sol, 
por  ver  si  Lisarda  dentro 
de  su  tocador  está, 
para  consultar  su  espejo, 
acecha  por  los  resquicios, 
lyctra  es  de  hombre;  escucha  atento: 

(Lea.) 
«Prima  de  mis  ojos.» 

San.  ¡Malo! 

D.  Ber.      La  «prima»),  Sancho,  era  bueno; 
lo  malo  es  lo  de  «mis  ojos». 

San.  Di  adelante. 

D.  Ber.  \iYa  tenemos 

la  dispensación.» 

San.  Detente. 

¡Vive  Dios,  que  es  casamiento 
y  traen  dispensación, 
porque  deben  de  ser  deudos! 
Errado  habernos  el  lance, 
y  el  camino,  si  volvemos 
de  Alcalá  a  Madrid  tan  tristes. 

D.  Ber.       Pena  me  ha  dado. 

San.  ¿Qué  haremos 

si  ha  puesto  el  bordón  por  prima? 

D.  Ber.      Gran  falta  en  tal  instrumento. 

San.  Quedo,  que  siento  la  llave. 

D.  Ber.      y  ya  siento  que  me  ha  muerto 
coti  espada  de  papel. 


InE. 
D.  Ber. 


InE. 
D.  Ber. 

iNE. 


D.  BER. 
iNE. 


D.  BER. 

iNE. 

vSan. 


InE. 

San. 


InE. 

San. 


InE. 


D.  Ber. 


Lis. 


(Sale  Inés.) 

Buenos  días,  caballeros. 

¿Qué  mejores,  bella  Inés, 
que  entrando  vos  por  aurora? 
¿Qué  hace  el  sol? 

¿Quién?,  ¿mi  señora? 
El  sol  de  estos  ojos  es. 

Ya  está  vestida,  y  su  hermana 
y  ella  se  quieren  tocar; 
dicen  que  le  deis  lugar, 
que,  pi-ies  es  tan  de  mañana,  ^ 

podréis  salir  sin  que  os  vean . 
¿No  podré  volver  a  ver 
estas  damas? 

Podrá  ser, 
que  pienso  que  lo  desean. 

Toda  la  noche  han  estado 
hablando  de  vos  las  dos. 
¿De  mí? 

De  vos,  que  de  vos 
están  las  dos  con  cuidado. 

¿Hase  vi.sto  en  rosa  pura 
tal  amanecer  de  Inés?; 
¡Bien  haya  lo  que  no  es 
artüicio  en  la  hermosura! 

Hase  visto  esta  mañana. 
¿Lisonjas,  Sancho,  en  ayunas? 
No  te  dijera  ningunas, 
a  no  ser  verdad  tan  llana: 

que  con  hambre  no  hay  amor 
que  aliente  a  buenos  efetos  (i). 
Bueno  estás  para  concetos. 
Y  para  almorzar,  mejor. 

¿No  cortarás  de  un  tocino 
alguna  lonja  que  suene 
en  la  sartén? 

Mi  ama  viene. 

(Sale  I^i.sARDA.) 

Amaneced,  sol  divino, 

en  los  ojos  que  han  pasado 
tal  noche. 

No  fué  mejor 
la  mía,  con  el  temor, 
a  que  me  habéis  obligado; 
y  creed  que  me  ha  pesado 
de  la  descomodidad. 
Fuerza  ha  sido,  perdonad; 
que  huésped  que  él  se  convida, 
es  fuerza  que  la  comida 
la  busque  en  la  voluntad. 


(i)     Así  en 
tos»  o  cafetos» 


los  textos;  pero  acaso  quiera  decir  «afee- 


EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


Salla,  señor  don  Bernardo, 
antes  que  entre  más  el  día, 
que  por  quien  veros  podría 
justamente  me  acobardo. 
Qué  un  hombre  mozo  y  gallardo, 
y  a  tal  hora,  es  ocasión 
que  ofenderá  mi  opinión; 
que  hay  vecino,  que  por  gala, 
lo  menos  vive  en  la  sala 
y  lo  más  en  el  balcón. 

Tened  agradecimiento 
a  quien  entrar  os  dejó, 
donde  ninguno  llegó 
a  poner  el  pensamiento. 
Que  el  mío,  de  ver  mi  intento, 
tiene  tan  perdido  el  brío, 
que  de  verlo  desconfío 
con  más  valor  del  que  os  muestra, 
si  bien  es  la  culpa  vuestra 
y  el  atrevimiento  rm'o. 
D.  Ber.  La  aurora  y  el  sol,  señora, 

salen  por  hacer  vivir 
los  hombre*;;  vos  en  sa  ir 
para  despedirme  agora, 
ni  parecéis  sol,  ni  aurora; 
pero  pues  3'a  lo  sois  mía, 
¿qué  temor  os  desconfía 
si  \-uestra  luz  considera?; 
pues  aunque  de  noche  fuera, 
por  fuerza  saldré  de  día. 

Yo  pagaré  la  posada 
como  nadie  la  pagó, 
pues  por  lo  que  no  durmió, 
el  alma  dejó  empeñada. 
Toda  estuvo  desvelada 
en  vuestros  bellos  despojos, 
dándoles  dulces  enojos 
el  veros  cerca  también, 
porque  nadie  durmió  bien 
dándole  el  sol  en  los  ojos. 

Y  así  con  esta  atrevida 
imaginación  turba<la, 
que  por  parerl  tan  delgada 
pasaba  a  veros  dormida, 
estuvo  tan  divertida 
el  almíi  en  lo  más  pcrfcto, 
que  es  fuerza  como  hace  efeto 
la  inerte  imaginación, 
pedir,  señora   perdón 
de  que  os  perdiese  el  respeto. 

Deseó  mi  atrcviníiento 
que  mi  alma  cuer|>o  fuera, 
porque  la  pared  pudiera 


pasar  como  el  pensamiento. 
Que  si  el  pensamiento  atento 
a  lo  que  intenta  gozar, 
queriéndose  transformar 
en  hombre,  pudiera  ser 
no  hubiera  hermosa  mujer 
que  se  pudiera  guardar. 

No  hay  llave,  puerta  o  rigor 
que  a  lo  imaginado  asombre; 
que  de  pensamientos  de  hombre, 
¿qué  mujer  guardó  su  honor? 
Que  no  ha  menester  favor 
para  entrar  el  pensamiento 
al  más  guardado  aposento, 
si  bien  se  engañan  después, 
porque  como  viento  es, 
también  lo  que  goza  es  viento. 

Yo  estuve,  espíritu  en  fin, 
como  al  sol  el  tornasol, 
mirando,  dormido  al  sol, 
entre  clavel  y  jazmín. 
Y  dije:  «Tal  serafín 
será  fin  de  Dorotea»; 
porque  no  hay  cosa  más  fea 
que  amar  después  üel  agravio, 
ni  pensamiento  más  sabio 
que  el  que  se  muda  y  se  emplea, 

^las  como  quien  llega  tarde 
posada  no  suele  hallar, 
y  parte  sin  descansar 
antes  que  la  luz  aguarde, 
estoy,  señora,  cobarde, 
porque  como  no  dormía, 
mirando  me  entretenía 
vuestro  tocador,  y  en  él 
hallé,  señora,  lui  papel 
en  que  mi  muerte  venía. 

Que  si  en  el  primer  renglón 
que  la  vela  le  encendiese, 
y  por(jue  más  presto  fuese, 
llegúele  a  mi  corazón. 
¡Oh,  engaño  de  mi  pasión! 
¡Oh,  qué  necia  confianza! 
¡Oh,  qué  burlada  esperanza!, 
pues  que  por  cjuemarle  a  él, 
ardió  el  corazón  en  él 
y  se  trocó  la  venganza. 

Ya  sé  que  os  casáis,  ya  sé 
que  no  tengo  que  esperar; 
que  me  tardé  en  caminar, 
y  otro  en  la  jjo.sada  hallé. 
Mas  ya  que  desdicha  fué, 
por  suerte  dichosa  estimo. 


JORNADA    PRIMERA 


con  que  a  padecer  me  animo, 
aunque  parto  descontento, 
que  estuve  en  vuestro  aposento 
primero  que  vuestro  primo. 

Lis.  ¿Papel?  Mostrad. 

D.  Ber.  Eso.  no, 

pues  ya  sabéis  del  papel 
el  dueño,  y  lo  que  hay  en  él 
apenas  lo  he  visto  yo; 
basta  saber  que  llegó 
la  dispensación,  que  espera 
vuestro  primo;  ¿quién  dijera 
que  en  tan  breves  ocasiones, 
de  donde  vienen  perdones 
mi  muerte  injusta  viniera? 

Lis.  Don  Bernardo,  yo  no  pude 

lo  por  venir  prevenir, 
ni  hay  ciencia  en  lo  por  venir 
que  las  desventuras  mude. 
Ya  no  hay  que  tema  o  que  dude; 
fuerza  es  casarme;  no  sé 
qué  os  diga;  sólo  diré 
que  aunque  mi  primo  merece 
mucho,  no  me  lo  parece 
después  que  os  vi  y  os  hablé. 
Mi  padre  tiene  este  gusto; 
no  soy  la  primera  yo 
que  la  obediencia  obligó 
a  casarse  con  disgusto. 
Sea  justo,  o  no  sea  justo, 
ya  es  fuerza  ser  su  mujer, 
y  digo  bien  que  ha  de  ser 
fuerza  por  fuerza  el  casarme. 

D.  Ber.       iQ"é  de  cosas  a  matarme 
se  juntan! 

San.  ¿Qué  puedo  hacer? 

D.  Ber.  Yo  me  volveré  a  Sevilla, 

y  su  río  aumentaré 
con  lágrimas,  o  seré 
peña  de  su  verde  orilla. 
Adiós,  generosa  villa; 
no  para  mí,  que  me  has  muerto, 
pues  el  casamiento  es  cierto 
de  Lisarda. 

Lis.  Yo  quisiera, 

Bernardo,  que  no  lo  fuera; 
idos,  que  es  tarde. 

D.  Ber.  No  acierto. 

(Entra  Florela.) 

Fi^o.  Estáis  locos;  ¿cómo  estáis 

tan  ciegos  de  esta  manera 
y  no  veis  que  es  mediodía? 

Lis.  ¿Qué  es  mediodía,  Florela? 


F1.0. 


D.  Ber. 
Lis. 

F1.0. 

San. 


InE. 

San. 


D.  Ber. 
Fi,o. 
Lis. 
Flo. 


Lis. 

San. 

Ine. 

San. 
Ine. 

San. 


Lis. 


Flo. 


Lis. 

Flo. 
Lis. 


La  dulce  conversación 

no  sabe  que  en  el  tiempo  vuela, 

hurta  a  la  vida  las  horas, 

sin  que  la  vida  lo  sienta; 

ya  no  es  posible  salir, 

don  Bernardo. 

Ni  quisiera 
eternamente. 

¡Ay,  hermana!, 
dádome  lias  notable  pena. 
De  comer  pide  mi  padre. 
Y  yo  también  lo  pidiera, 
si  estuviera  entre  cristianos, 
pues  no  ha  pasado  cuaresma 
por  mí  como  desde  ayer. 
Pienso  que  si  me  pusieran 
sobre  cualquiera  color, 
eso  mismo  pareciera; 
camaleón  soy,  Inés. 
Presto  comerás,  espera. 
¡Presto  comerás!  Soy  niño 
cuando  viene  de  la  escuela; 
mira  que  rabio,  y  con  rabia 
tienen  sacada  licencia 
los  perros  para  morder, 
los  pobres  y  los  poetas. 
En  fin,  ¿no  podré  salir? 
Verte  nuestro  padre  es  fuerza. 
No  hay  sino  esperar  la  noche. 
En   eso,  Lisarda,  aciertas, 
que  es  imposible  salir, 
si  no  es  que  todos  lo  vean. 
Al  tocador,  caballeros. 
¡Al  tocador!,  ¿no  pudiera 
ir  a  la  cocina  yo? 
Entra,  desollado,  entra. 
Til  me  aesuellas. 

¿Yo? 

Sí, 
pues  te  vas  con  la  pelleja. 

(Entranse.) 

Entra  y  cierra,  Inés:  no  sé 

que  habernos  de  hacer,  Florela, 

para  que  secretamente 

coma  esta  gente,  que  es  fuerza. 

Eso  no  te  dé  cuidado; 

pero  pedirte  quisiera 

una  merced. 

¿Qué  te  puedo 
negar  que  posible  sea? 
Mañana  te  has  ae  casar. 
Dios  sabe  lo  que  me  pesa. 


lO 


EL    DESPRECIO   AGRADFXIDO 


Flo.  Don  Bernardo  es  hombre  noble, 

rico  y  cl*  jjallardas  prendas; 
hablarle  yo  no  es  razón; 
tú,  pnes  esta  tarde  qneda 
en  casa,  puedes  decirle 
que  no  se  vaya  a  su  tierra; 
que  holgarás,  pues  no  ha  de  ser 
tuyo,  que  yo  le  merezca, 
para  que  seáis  cuñados; 
que  me  hable  y  que  me  quiera, 
que  me  sirva,  que  rae  escriba; 
que  tú  sabes,  que  tú  piensas 
que  le  tengo  inclinación, 
con  otras  cosas  más  tiernas. 
Porque  nunca  son  culpadas 
inclinaciones  honestas; 
que  con  esto  que  tú  harás, 
como  quien  es  tan  discreta, 
harás  de  una  hermana  esclava. 

Lis.  Yo  lo  haré;  para  que  entiendas, 

Florela,  lo  que  te  quiero, 
pues  quiero  también  que  sepas 
que  te  doy,  celosa,  un  hombre 
que  algiin  cuidado  me  cuesta; 
que,  con  esto,  por  lo  menos, 
negociaré  que  te  vea. 

Fi,o.  Dame  tus  manos. 

Lis.  ¡Oh,  engaños 

de  amor!,  Ulises,  sirenas, 
peligros  del  mar  en  quien 
la  misma  razón  se  anega, 
y  las  potencias  del  alma 
gustan  de  correr  tormenta  (i). 

(Vanse.) 
(Saltn  I,üciNDO,  Octavio  y  Mendo.) 

OCT. 
Presto  sabréis  el  dueño  cuyos  celos 
ocasionar  pudieron  vuestra  muerte, 
a  ser  aquel  acero  menos  fuerte, 
si  algún  amor  os  tiene  Dorotea. 

Luc. 
Agradezco  a  los  cielos 
la  diclia  que  he  tenido, 
pero  no  es  menester  que  el  amor  sea 
por  rjuien  sepa  quién  es  aquel  celoso, 
sino  ser  ya  para  Irwi  dos  forzosí) 
ser  él  aborreciílo,  y  yo  querido; 
que  la  mayor  venganza  del  que  es  sabio, 
e«  olvidar  la  cauaa  del  agravio. 


( I )    lia  la  Parte  X X  V,  que  esti  placada  de  erratas ,  dice: 
«que  M  ha  de  corm  tormenta.» 


OCT. 
Mal  sabéis  ■^•os  la  tema  de  los  celos; 
abrasarán  los  hielos 
más  fríos  de  la  Scitia,  y  en  la  zona 
que  el  sol  jamás  visita, 
harán  arder  a  Troya. 

Luc. 

No  permita 
amor,  si  agravios  del  honor  perdona, 
que  \Tielva  a  la  amistad  de  Dorotea, 
que  si  os  digo  verdad,  sólo  desea 
mi  alma  en  su  porfía 
que  deje  de  ser  suya,  siendo  mía. 

OcT. 
Llama,  Mendo,  a  esa  puerta. 

Men. 
¿Qué  tengo  de  llamar  estando  abierta? 

Luc. 

Tal  miedo  habrá  tenido  vuestra  dama, 
que  no  quiere  cerrar,  porque  si  llama, 
halle  la  puerta  abierta, 
o  vino,  acaso,  y  derribó  la  puerta. 

OcT. 
Pues  trujiste  linterna,  llega  Mendo, 
y  entra  sin  miedo. 

Men. 
Estoy,  señor,  temiendo 
algunos  bultos,  que  el  portal  podría 
tener  en  sombra  envueltos. 

OCT. 
Aquí  tendrás  a  tu  favor  resueltos 
dos  hombres:  entra. 

Men. 
Voy. 

Luc. 

¿Qué  fantasía 
es  hoy  la  de  mujer  tan  recatada, 
la  más  parte  pasada 
de  la  noche,  tener  la  puerta  abierta? 

OCT. 

Hstar,  Lucindo,  de  la  puerta  cierta. 

LiTC. 
Pues  yo  vengo  a  vengar  determinado, 
el  deshonor  pasado, 
y  hacer  que  Dorotea 
más  bravo  a  mí  que  a  su  galán  me  vea. 


JORNADA  PRIMERA 


II 


(Vuelve  Mendo.) 
MEN. 
La  casa  está  segura. 


que  estábamos  aqiu'r 


Luc. 
¿No  dijiste 

OcT. 

.•Diónos  licencia 


de  entrar  a  visitarla? 

Men. 

Con  paciencia; 
que  sólo  el  aire  las  paredes  viste. 

No  liay  más  que  algvmos  clavos  por  el  suelo, 
reliqmas  y  despojos  de  mudanza. 

I.uc. 
Temor  de  la  justicia,  ¡vive  el  cielo! 
fué  causa  de  mudarse,  ¿Que  esperanza 
me  queda  ya  de  verla?  Pero  creo 
que  ha  de  ayudar  amor  a  mi  deseo. 

Aquí  tiene  una  amiga,  y  ser  podría 
que  estuviese  con  ella; 
no  es  lejos,  esperadme. 

(Vase.J 

AlEN. 

Si  de  día 

viniera  a  saber  de  ella, 

pudiera  remediar  con  verle  vivo 

el  temor  excesivo 

que  tuvo  de  su  muerte, 

porque  en  Madrid  es  fuerte 

el  primero  rigor  de  la  justicia, 

y  de  algunos  ministros,  la  codicia. 

OcT.  ¿Qué  hará,  Mendo,  a  tales  horas, 

mi  Lisarda? 

Men.  Tu  Lisarda 

estará  agora  durmiendo, 
porque  son  las  doce  dadas. 

OcT.  Con  eso  se  borda  el  cielo 

de  tantas  puntas  de  plata, 
porque  como  duerme  el  sol, 
cubren  sus  cúpulas  altas. 
No  hubiera  en  su  pabellón 
las  guarniciones  y  franjas 
de  sus  diamantes,  a  estar 
sus  estrellas  desveladas. 
No  se  atreviera  la  luna 
a  ser  de  los  cielos  hacha, 
ni  a  sacar  sus  blancas  pías 
en  su  carroza  argentada, 


si  mi  luna  de  marfil 
no  suspendiera  las  blancas 
ruedas,  en  que  merece  amor 
el  volante  de  dos  almas. 
¿Qué  piensas,  Mendo,  que  son 
aquellas  negras  pestañas? 
Lanzas  que  guardan  las  niñas, 
que  en  dos  ramos  de  esmeraldas 
están  durmiendo,  que  como 
son  reinas,  duermen  con  guarda. 

Men.  Bravos  disparates  dices; 

sólo  te  falta  que  añadas 
los  Monteros  de  Espinosa, 
y  tudescas  alabardas; 
lo  cierto  será,  señor, 
que  estarán  ella  y  su  hermana 
soñando  como  doncellas. 

OcT.  ¿Qué  soñarán? 

Men.  Que  se  casan, 

que  desde  que  balbuciente, 
formando  medias  palabras, 
desata  la  edad  la  lengua, 
repiten  «marido»  y  «taita». 

OcT.  Lisarda  soñará  bien; 

no  se  dirá  por  Lisarda, 
que  los  sueños  sueños  son, 
pues  nos  casamos  mañana; 
¿qué  sientes  de  su  belleza, 
de  su  donaire  y  su  gracia? 

Men.  Que  es  discreta,  como  fea, 

y  como  hermosa,  bizarra. 

OcT.  ¿Sientes  que  me  quiere  mucho? 

Men.  De  la  manera  que  ama 

el  trigo  el  sol  en  agosto, 
la  tierra  en  abril  el  agua, 
un  avariento  su  hacienda, 
vm  extranjero  su  patria 
y  un  marido  a  su  mujer 
las  primeras  tres  semanas. 

OcT.  ¿Habrá  algún  hombre  en  el  mundo 

que  con  su  talla  y  sus  galas 
pueda  parecerle  bien? 

Men.  Ni  con  su  belleza  rara 

de  Adonis  y  de  Jacinto. 

OcT.  ¡Oh,  balcones!,  ¡oh,  ventanas!, 

¡oh,  puertas!,  ¿cuándo  será 
noche,  que  estando  cerradas, 
no  esté  en  la  calle  envidioso 
de  la  más  humilde  esclava? 

Men.  Paso,  señor,  que  han  abierto. 

OcT.  Lucindo  fuera  de  casa, 

y  salen  dos  hombres  de  ella. 

aiEN.  Caso  extraño. 


12 


EL   DESPRECIO  AGRADECIDO 


OCT.  Cosa  extraña. 

(Salen  Don  Bernardo  v  Sancho.) 


D.  Ber. 

Sal  presto,  y  tú  cierra.  Inés 

Sak. 

Parece,  señor,  que  anda 

gente  en  la  calle,  camina. 

OCT. 

¿Salieron? 

Mex. 

Xo,  sino  al  alba. 

OCT. 

¿De  en  cas  de  Alejandro? 

Mex. 

¡Bueno!: 

y  con  rodelas  y  espadas. 

OCT. 

A  tal  hora  y  con  rodelas; 

seguirélos 

Mex. 

De  Lisarda 

no  será  galán,  señor; 

Florela  será  culpada 

en  aqueste  desatino. 

OCT. 

Camina,  pues,  no  se  vaj-an. 

que  lo  tengo  de  saber, 

o  me  ha  de  costar  el  alma. 

JORNADA  SEGUNDA 

(Salen  Octavio  y  Mendo.) 

OcT.  ¡Bravo  hombre! 

Mex.  Cid  español; 

mas  ya  que  de  vemos  llora, 
sin  dormir  perlas  la  aurora, 
no  se  las  enjugue  el  sol. 

OcT.  Xo  tendrá  fuerzas  el  sueño 

para  vencer  el  disgusto, 
porque  sólo  con  el  gusto 
es  de  las  potencias  dueño. 

Mex.  Temerarias  cuchilladas 

tiraba  el  hombre,  por  Dios. 

OcT.  Xo  se  me  fueran  los  dos, 

o  mal  o  bit.n  reparadas, 

a  no  haber  imaginado, 
en  medio  de  la  cuestión, 
que  ciertrs  señores  son. 

Mkn.  ¿Señores? 

OcT.  Uue,  con  cuidado, 

pasan,  Mendo,  cada  día 
por  la  calle  de  Li.sarda. 

Mex.  FJorcla  es  dama  gallarda, 

y  por  I'lorcla  sería. 

OcT.  Kn  esa  duda  y  temor 

de  tan  .súbito  accidente, 
no  será  amor  tan  valiente 
que  no  le  ven7.a  el  honor. 


Xo  más  Lisarda,  e.sto  es  hecho; 
rasgué  la  dispensación, 
Alejandro,  que  no  son 
burlas  para  un  noble  pecho. 
Si  el  mayor  principo  fuera 
el  que  la  calle  pasara, 
lo  que  el  poder  intentara 
mi  loco  amor  resistiera. 

Pero  quien  sale  a  las  doce 
de  la  noche  de  su  casa, 
pues  me  descasa  y  se  casa, 
por  nuichos  años  la  goce. 

MEN.  ¿Pues  cómo  podrás  cumplir 

la  palabra  que  le  has  dado 
a  Alejandro? 

OcT.  Ese  cuidado 

se  remedia  con  fingir 

que  aguardo  a  don  Juan,  mi  her- 
que,  como  sabes,  está  [mano, 

en  Sevilla. 

Mex.  Aunque  será 

disculpa,  es  remedio  en  vano; 

porque  con  la  dilación 
y  el  verte  triste,  darás 
causa  que  sospechen  más. 

OcT.  Antes,  con  esta  ocasión 

la  tendré  para  saber 
si  es  Ivisarda  o  si  es  Florela, 
procediendo  con  cautela, 
para  no  darla  a  entender 

neciamente  lo  que  vi, 
por  ser  mi  sangre,  en  efeto. 

Men.  Es  pensamiento  discreto.  ^ 

OcT.  ¿Llaman  a  la  puerta? 

Men.  Sí. 

OCT.  Pues   tan   de   mañana,    ¿quién? 

¿si  es  Lucindo? 

Men.  Ser  podría; 

voy  a  verlo,  pues  tk-I  día 
nos  viene  a  dar  parabién. 
(Vase) 

OCT. 

Suele  en  oscuro  y  tímido  (i)  aposento 
sentir  ruido  un  hombre  desvelado, 
y  más  de  honor  que  del  valor  armrdo, 
la  causa  examinar  con  miedo  atento. 

Pero  Ikgando  a  donde  .sólo  el  viento 
sus  pasos  repitió,  con  alentado 
peligro,  entonces  abrazar  turbado 
la  sombra  de  su  mismo  pensamiento. 


(i)    liartx.  eamendó  «en  oscuro  y  lóbrego»  sin  necesi- 
dad, pues  lóbrego  es  lo  mismo  (|uc  obscuro. 


TORNADA   SEGUNDA 


13 


Mas  de  otra  suerte,  en  ciega  noche  asombra 
Lisarda,  este  mido  mis  recelos, 
que  tiene  cuerpo,  aunque  parece  sombra. 

Van  donde  suena  el  golpe  mis  desvelos, 
pero  ofendido  con  razón  se  nombra 
quien  topa  agravios  cuando  busca  celos. 

(Vuelve  Mendo.) 

Men.  No  es  Lucindo  el  que  a  tal  hora 

te  busca;  es  un  caballero, 
más  purga  que  forastero, 
pues  que  te  busca  al  aurora; 

que  porque  no  es  de  hombres  sa- 
aqueste  nombre  le  doy.  [bios, 

OCT.  Bien  hace,  que  enfermo  estoy- 

de  calenturas  de  agravios. 

Men.  El  y  cierto  Gandah'n 

que  dicen  ser  sevillanos, 
vienen  a  besar  tus  manos. 

OcT.  Basta  ya,  presumo  el  fin. 

Cartas  de  mi  hermano  son, 
Mendo,  que  en  Sevilla  está, 
y  adelante  pasará 
ese  hidalgo,  y  es  razón 

que  no  pierda  la  jomada: 
di  que  entre. 

Men.  Ya  están  aquí. 

(Salen  Don  Bernardo  y  Mendo.) 

D.  Ber.      Perdonad  si  os  ofendí 

con  mi  forzosa  embajada, 

atmque,  pues  estáis  vestido, 
no  ha  sido  el  agravio  tanto. 
OcT.  Yo,  señor,  no  me  levanto; 

que  esta  noche  no  he  dormido, 

ni  tampoco  me  vestí, 
porque  no  me  desnudé. 
D.  Ber.      Yo  (que  después  que  llegué 
ninguna,  señor,  dormí), 

antes  que  de  muchos  sea 
visto,  a  visitaros  vengo, 
porque  algún  peligro  tengo 
de  que  la  gente  me  vea. 

Esta  me  dio  vuestro  hermano 
que  con  cuidado  pusiese 
en  vuestra  mano,  y  que  fuese 
la  respuesta  por  mi  mano. 

Dos  días  ha  que  llegué, 
luego  pregunté  por  vos, 
pero  no  pude,  por  Dios, 
visitaros,  porque  fué 

notable  mi  ocupación. 
OcT.  Con  vuestra  licencia  leo, 


D.  Ber. 


OCT. 


D.  Ber. 


que  en  vuestro  semblante  veo 
que  buenas  las  nuevas  son. 

(Lea.) 
«El  señor  don  Bernardo  de  Car- 
dona, que  os  dará  ésta,  va  a  la  Corte 
a  un  negocio  en  que  os  habrá  me- 
nester; serv'idle  y  regaladle,  con 
tanto  gusto  y  cuidado,  que  conozca 
que  sois  mi  hermano;  y  sobre  todo, 
aposentadle  en  vuestra  casa,  porque 
yo  lo  estoy  en  la  de  sus  padres, 
donde  trato  de  casarme.» 

No  quiero  pasar  de  aquí, 
que  lo  demás  de  la  carta 
son  negocios,  y  serviros 
es  el  de  más  importancia. 
Vos  seáis  muy  bien  venido, 
que  antes  de  agora  e.speraba 
este  día,  que  ha  traído 
a  mi  dicha  mi  esperanza. 
Aqm'  habéis  de  ser  mi  huésped, 
y  no  repliquéis  palabra, 
que  es  inexcusable  oficio 
para  obligaciones  tantas. 
El  negocio  a  que  venís 
ajnidaré  con  el  alma, 
con  la  vida,  con  la  hacienda; 
que  menos  que  esto  no  basta 
a  la  noticia  que  tengo 
de  lo  que  a  don  Juan  regalan 
vuestros  padres,  en  Sevilla. 
Fuera,  Octavio,  acción  ingrata 
no  aceptar  tanta  merced, 
y  porque  ya  mi  jomada 
será  tan  breve,  que  pienso 
que  podría  ser  mañana. 
Que  el  negocio  a  que  venía, 
culpa  de  la  misma  causa, 
tuvo  fin  en  el  principio, 
con  que  es  fuerza  que  me  parta, 
que  está  en  peligro  mi  vida. 
En  tan  súbita  mudanza 
de  pensamiento  y  suceso, 
permitid  que  fuerza  os  haga 
para  saber  la  ocasión. 
No  puedo  negaros  nada 
en  tantas  obligaciones, 
y  porque  de  vuestra  casa 
y  de  vos  valerme  es  fuerza, 
antes  que  a  Sevilla  vaya 
reduciré,  si  es  posible, 
a  un  breve  epítome  tantas 


14 


EL    DESPRECIO   AGRADECIDO 


fortunas  en  una  noche, 
que  pudiera  compararlas 
a  los  diez  años  de  nises. 
OcT.  Dejaréis  más  obligada 

nuestra  amistad,  que  al  favor 
y  al  secreto,  es  cosa  clara 
que  al  favor  lo  está  mi  pecho, 
y  al  secreto  mi  palabra. 

D.  Ber. 

Ser\n  en  Sevilla,  una  mujer.  Octavio, 
un  ángel,  una  p)erla,  ima  pintura 
de  las  que  lucieron  a  su  honor  agravio, 
■poT  la  necesidad  o  la  hermosura, 
la  edad  primera,  de  quien  dijo  el  sabio 
que  la  senda  ignoró  con  tal  locura, 
me  puso  en  este  loco  pensaiiiiento, 
que  apenas  conocí,  mi  entendimiento. 

Siempre  a  su  lado,  como  suele,   andaba 
celoso  ruiseñor,  el  amor  mío. 
Yo  por  los  veides  campos  la  llevaba, 
ya  en  barcos  enramados  por  el  río; 
las  noches  breves,  átomos  juzgaba 
en  este  dulce  Argel  de  mi  albedrío, 
porque  llegando  el  sol  a  mediodía, 
aim  no  pensaba  yo  que  amanecía. 

Fuéle  forzoso,  o  fué  invención  hallada 
(le  alguna  liviandad,  el  ver  la  corte, 
Indias  de  la  henuosura,  y  embarcada 
siguió  su  gusto,  y  yo  también  mi  norte, 
jKjrque  el  de  ima  mujer  determinada, 
¿qué  obligación  habrá  que  le  reporte? 
O  fué  de  cierta  esclava  mal  consejo, 
de  la  luz  d<^  su  sol  oscuro  espejo. 

Seguíla,  en  fin,  que  me  llevaba  el  alma, 
cual  suele  el  tigre  al  cazador,  y  creo 
que  en  viéndome  en  Madrid,  a  un  tiempo  calma 
la  obligación,  el  trato  y  el  deseo, 
pocas  veces  amor  llevó  la  palma; 
de  aust-ncia  firme,  con  ajeno  empleo. 
Llamé  una  noche,  y  pienso  que  tan  recio, 
que  fui,  más  que  galán,  marido  necio. 

Salió  un  hidalgo  y  respondió  su  espada; 
f)ero  midió,  dv  una  estfjcada,  el  suelo; 
suena  justicia,  y  yo  tierra  sagrada 
bago  una  casa,  y  la  pri.sión  recelo, 
y  pr^r  uncís  paredes,  la  turbada 
vida  en  las  mancas  encomiendo  al  cielo; 
doy  en  mi  huerto,  y  de  él,  en  una  sala: 
,Q>ué  encantamiento  mi  fortuna  iguala? 

Por  no  cansaros,  «los  hermanas  bellas, 
d  •  ver  tanta  desdicha  la.stimadas, 
me  aniijararon,  (IJAcrctas,  y  por  ellas 


me  libré  de  justicias  y  de  espadas; 

y,  por  guardar  su  honor,  que  son  doncellas 

nobles,  anoche,  ya  a  las  once  dadas, 

sah',  no  sé  si  diga  enamorado, 

pero  olvidado  del  amor  pasado. 

¿Quién  duda  que  diréis  que  ya  los  cielos 
se  mueven  a  piedad  de  don  Bernardo? 
Pues  alU  comenzaron  mis  desvelos, 
si  de  esta  casa  algún  favor  aguardo; 
porque  dos  hombres,  al  salir,  con  celos 
me  van  siguiendo,  y  llega  el  más  gallardo 
a  preguntar  qviién  soy:  gentil  pregunta; 
saqué  la  espada,  y  respondió  la  pmita. 

Esto  fué  anoche,  y  la  ocasión  ha  sido 
de  veniros  a  ver  tan  de  mañana, 
que  puedo  ser  por  dicha  conocido, 
pues  quien  mudable  fué,  será  tirana; 
en  vuestra  casa  quiero,  aunque  escondido, 
seguir  la  luz  de  una  esperanza  vana, 
sir\-iendo,  Octavio,  a  quien  el  alma  debe 
tanto  favor  en  término  tan  breve. 

Y  no  os  maravilléis  de  ver  que  pasa 
el  alma  a  otro  sujeto  sus  despojos, 
que  amor  es  un  veneno,  que  traspasa 
el  corazón,  entrando  por  los  ojos; 
fénix  nace  mi  amor,  fénix  se  abrasa 
las  (i)  cenizas  d^  celos  y  de  enojos, 
produciendo  venganzas  y  desvelos 
un  ave  amor,  de  las  reliquias  celos. 

(Aparte.) 
OcT.  ¿Hay  suceso  más  extraño? 

¿Que  éste  el  caballero  fué 

que  seguí  y  acuchillé? 

¿Hay  más  claro  desengaño?  (2) 

Hoy  a  Lisarda  perdí, 

disimular  quiero  aquí 

mi  desdicha  y  confusión. — 

Con  notable  admiración. 

Vuestras  fortunas  oí. 
De  todas  salisteis  bien, 

que  fué  notable  favor 

de  la  fortuna;  y  mayor, 

tomar  venganza  también 

de  aquella  ingrata,  por  quien 

tantas  desdichas  tuvisteis; 

¿pero  cómo  no  supisteis 

de  la  dama  que  os  libró 

el  nombre? 
D.  Bkr.  Porque  temió 

(i)    Hartz.  puso  arjui  «con»  que  tampoco  mejora  el 
sentido  confuso,  o  mejor  dicho  Incorrecto  de  este  pasaje. 
{2)    Falta  un  verso  a  esta  dicimu. 


JORNADA   SEGUNDA 


15 


la  pregunta  que  me  hicisteis; 
no  quiso  el  nombre  fiarme, 
porque  de  tanto  favor 
pudiera  ofender  su  honor, 
refiriéndole  acabarme. 

(Aparte.) 

OcT.  Necio  estoy  en  declararme, 

que  podría  ser  sospechoso 
presumir  que  estoy  celoso. — 
Sin  verle,  ha  crecido  el  día: 
tan  gustoso  me  tenía 
vuestro  discurso  amoroso. 

En  fin,  ¿serviréis  la  dama 
que  aquella  noche  os  libró? 

D.  Ber.      Si  nadie  me  conoció, 
ni  lo  publica  la  fama. 

OcT.  ¿Tan  presto  olvida  quien  ama 

por  lo  primero  que  mira? 
Vuestra  condición  me  admira. 

D.  Ber.      Vuélvese  el  amor,  Octavio, 
en  ira  con  el  agravio, 
y  en  la  venganza  la  ira. 

Pero  no  hay  mayor  venganza 
del  agravio  del  discreto, 
que  mudar  a  otro  sujeto 
el  amor  o  la  esperanza. 
Que,  en  sabiendo  esta  mudanza 
la  dama  que  fué  querida, 
envidiosa  y  ofendida, 
suele  volver  a  querer; 
que  no  hay  pesar  en  mujer 
como  verse  aborrecida. 

Y  yo  sé  que  si  vos  veis 
desta  dama  la  hermosura, 
que  envidiaréis  mi  ventura 
y  mi  amor  disculparéis. 

OcT.  Venid  y  descansaréis 

de  dos  noches  tan  extrañas. 
(¡Oh,  Lisarda!,   ¿tú  me  engañas? 
¿Tú  desleal?  Pero  miento, 
pues  antes  del  casamiento 
me  avisas  y  desengañas.) 

D.  Ber.         ¿Qué  decís? 

OCT.  Que,  como  amigo, 

en  todo  pienso  ayudaros. 

D.  Ber.      Yo  vida  y  alma  fiaros, 

y  a  serlo  vuestro  me  obligo. 

OcT.  (¡Oh,  celos,  fiero  enemigo!... 

Mas  sin  razón  me  acobarda; 
siendo  tan  bella  y  gallarda 
Florela,  pues  con  cautela 


MEN. 


San. 


Men. 


San. 


Men. 
San. 


Men.' 


San. 


Men. 


San. 


sabré  si  quiere  a  Florela 
o  si  me  engaña  Lisarda.) 

(Vanse  los  dos.) 

Vuesa  merced,  ¿cómo  ha  nombre? 
Si  oyó,  usancé  (i)  decir, 
quién  es  aquel  escudero 
que  topó  con  su  rocín, 
yo  soy  el  mismo. 

Pues,  Sancho 
¿quién  duda  que  de  dormir 
estarás  necesitado? 
Como  de  lluvias,  abril; 
poeta,  de  consonantes; 
si  es  duro,  de  digerir; 
las  letras  y  villancicos, 
de  madre,  morena  y  Gil; 
de  ser  soberbio  en  romance 
quien  es  humilde  en  latín, 
y  de  no  saber  de  todos 
quien  sabe  poco  de  sí. 
¿Por  comparaciones  entras? 
Gusto  tienes. 

Siempre  di 
en  parecer  conversando 
con  gente  palacieguil 
discreto  para  volante, 
que  desde  Guadalquivir 
a  pedir  a  Manzanares 
vengo,  el  grado  de  sutil. 
Ven  y  verás  mi  aposento, 
donde,  aunque  indigno  de  ti, 
honrarás  cuatro  colchones, 
menos  tres,  por  no  mentir. 
Sábanas  hay,  aunque  están 
a  lavar,  que  presumí 
siempre  de  lo  que  es  limpieza. 
Almohadas...  Nimca  fui 
amigo  de  gollerías. 
Hay  mesa,  estampa,  candil, 
peine,  silla,  limpiadora, 
calzador  y  todo,  en  fin, 
para  tu  servicio,  Sancho. 
Como  me  viste  venir, 
preveniste  el  aposento; 
¿no  hay  algún  guadamecí 
que  cubra  lo  inexcusable? 
Debes  de  ser  zahori; 
téngole,  y  de  buena  mano, 
con  la  historia  de  David. 
;Tu  nombre? 


(i)     Hartz.  escribió  «vuesancé». 


lO 


EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


Mex.  Por  una  letra, 

no  soy  el  que  por  alü 
a\-uda  a  los  que  patean, 
y  por  Menino,  Meado  fui. 

San.  Pues  Mendo  o  Mengo,  camina, 

que  de  cierto  serafín, 
más  socarrona  que  grave, 
más  dama  que  fregatriz, 
oro  toda,  toda  perla, 
desde  el  moñazo  al  chapín, 
tengo  después  que  contarte. 

Men.  ¿El  nombre? 

San.  Inés. 

Men.  ¡Pesia  mi, 

que  es  Inés  también  la  mía! 

San.  Pues  podremos  competir 

en  sonetos,  si  los  haces. 

Men.  Soy  del  Parnaso  arleqm'n. 

(l'anse  y  enira  I^isARDA.) 

Lis.  Flores  de  aqueste  jardín 

por  donde  entró  don  Bernardo, 
y  en  quien  tornasol  aguardo 
al  sol  que  ha  de  ser  mi  fin. 
Rosa,  clavel  y  jazmín, 
que  con  vida  más  segura 
gozáis  tan  breve  hermosura 
que  en  un  mismo  cha  hacéis 
de  la  cuna  en  que  nacéis 
\-uestra  verde  sepultura. 

Hablar  con  vosotras  quiero, 
pues  que  tuvo  mi  alegría 
principio  y  fin  en  un  día, 
y  donde  nacisteis  muero. 
El  mismo  término  espero; 
flor  como  vosotras  fui; 
donde  nacisteis,  nací, 
y  si  engañadas  estáis, 
a  saber  lo  que  (iuráis 
aprended,  flores,  de  mí. 

La  luz  de  vuestros  colores, 
la  pompa  de  vuestras  hojas, 
que  azules,  blancas  y  rojas 
retratan  celos  y  amores. 
¿Por  qué  os  desvanecen,  flores. 
Si  aviso  y  ejemplo  os  doy 
que  ayer  fui  lo  que  hoy  no  soy 
y  si  hoy  no  .soy  lo  que  ayer; 
hoy  po<li-is  <n  mí  saber 
lo  que  va  de  ayer  a  hoy? 

Como  vosfitra."»,  fué  cierto 
que  dio  mi  esperanza  flor, 
jxTo  siempre  la.s  de  amor 


tuvieron  el  fruto  incierto. 
Áspid  vino  amor  cubierto 
de  vosotras;  no  le  vi: 
matóme  y  dejóme  así, 
para  que  quien  hoy  me  vea 
tan  diferente,  no  crea 
que  ayer  maravilla  fui. 

Sois,  con  hermosas  colores, 
como  las  que  viste  amor, 
exhalaciones  de  olor, 
porque  haya  cometas  flores. 
¡Oh,  fáciles  resplandores, 
a  quien  incitando  estoy!; 
pues  hoy  maravilla  doy 
de  ver  que  ayer  desde  aqm' 
sombra  al  sol  con  lo  que  fm', 
y  hoy  sombra  mia  no  soy. 

(Entra  Florela.) 

Fi,o.  Estoy  en  obligación, 

Lisarda,  a  tus  diligencias; 

mejor  eras  para  prima 

que  para  hermana  y  tercera! 

¡Bien  hablaste  a  don  Bernardo, 

bien  el  suceso  lo  muestra, 

bien  lo  afirma  tu  descuido, 

bien  lo  dice  su  respuesta. 

Bien  lo  sienten  mis  deseos, 

bien  te  culpan  mis  sospechas, 

bien  lo  adivinan  mis  celos, 

bien  lo  sufre  mi  paciencia! 

Si  fuera  posible  ser 

tuyo,  si  posible  fuera 

no  ser  de  Octavio,  que  ya 

las  horas,  Lisarda,  cuenta 

para  que  seas  su  esposa, 

para  que  tu  esposo  sea, 

hallara  tu  amor  disculpa; 

pero  no  siendo  tan  necia 

que  porfíes  cuando  sabes 

que,  sin  esperanza,  esperas. 

Sucédelc  a  tu  deseo 

lo  que  a  los  barcos  que  reman 

contra  corriente  de  río: 

que  los  vuelve  con  más  fuerza 

el  ímpetu  de  las  ondas, 

no  viendo  la  resistencia 

con  las  esferas  del  agua, 

pues  cuando  piensan  que  llegan 

a  las  riberas,  están 

más  lejos  de  las  riberas. 

Ya  (jue  no  puede  ser  tuyo 

este  caballenj,  deja 


JORNADA   SEGUNDA 


17 


Lis. 


que  sea  mío,  Lisarda, 

cuando  en  Octavio  te  empleas; 

que  si  todas  las  mujeres 

aguardan  a  que  las  vean, 

las  sirvan,  las  enamoren, 

las  requiebren  y  pretendan, 

casáranse  tarde  o  nunca: 

que  si  un  platero  a  su  tienda 

no  sacase  cada  día 

las  joyas  y  las  cadenas, 

y  las  tuviese  encerradas, 

sin  hacer  inás  diligencia. 

como  era  imposible  hurtallas, 

era  imposible  vendellas. 

Cuantas  cosas  tiene  España, 

la  mudanza  las  gobierna, 

el  gusto  las  califica, 

la  novedad  las  aprueba; 

los  trajes  se  mudan  y  hacen 

que  de  otra  nación  parezcan 

los  hombres,  y  entre  estas  cosas 

padece  injurias  la  lengua. 

Agora  se  usan,  Lisarda, 

mujeres  de  una  manera, 

mañana  se  usarán  de  otra; 

y  por  esta  diferencia, 

importa  no  descuidarte 

tú,  pues  que  ya  te  remedias, 

y  le  tienes  con  Octavio, 

permite  que  yo  le  tenga. 

¡Quién,  Plorela,  imaginara 
de  tu  ingenio  y  de  tu  honor, 
que  no  casándome  amor, 
tu  necedad  me  casara! 
En  lo  que  dices  repara, 
porque  si  a  Octavio  le  doy 
la  mano,  que  ha  de  ser  hoy, 
¿Camo  dices,  en  agravio 
de  lo  que  merece  Octavio, 
qué  de  don  Bernardo  soy? 

Que  si  don  Bernardo  a  mí 
tiernamente  me  miró, 
no  tengo  la  culpa  yo 
de  que  no  te  mire  a  ti. 
Tú,  si  le  vieres,  le  di 
que  estás  de  él  enamorada; 
que  yo,  a  otra  fuerza  obligada, 
más  quisiera  ya  tratar 
en  descansar  que  casar, 
y  apenas  estoy  casada. 

De  la  riqueza  incitado 
que  en  el  rico  indiano  vio, 
pasar  un  hombre  intentó 


Fr.o. 


el  mar,  que  ya  vio  pintado; 
pero  en  mirando,  admirado,  (i) 
en  las  playas  españolas 
respetar  las  nubes  solas, 
con  tal  temor  huye  de  él: 
que  aun  presume  que  tras  él 
vienen  corriendo  las  olas. 

Yo,  que  apenas  he  llegado 
a  la  orilla  del  casar, 
aunqiie  vi  pintado  el  mar 
en  otras  que  se  han  casado, 
tiemblo  de  mirarle  airado, 
y  de  llegar  me  arrepiento; 
huyo  con  el  pensamiento, 
si  voy  volviendo  la  cara, 
que  aim  presumo  ¡cosa  rara! 
que  me  sigue  el  casamiento. 

Mas  como  la  voluntad 
de  mi  padre  es  un  respeto 
a  quien  forzada  prometo 
obediencia  y  humildad, 
no  quiere  mi  libertad 
usar  su  propio  albedrío, 
y  por  eso  no  porfío, 
aunque  mi  envidia  desea, 
que  don  Bernardo  no  sea 
tuyo,  pues  no  ha  de  ser  mío. 

Dirás  que,  como  atrevida 
al  recato  profesado, 
contra  mi  honor  te  he  contado 
que  por  él  estoy  perdida. 
¿No  has  visto  en  casa  encendida 
arrojar  manos  villanas 
riquezas  que  juzgan  vanas? 
Pues  así  mi  fuego  amor, 
lo  que  guardaba  mi  honor 
arroja  por  las  ventanas. 

Basta,  Lisarda;  yo  creo 
(tan  desdichada  nací) 
lo  que  me  dices  aquí 
de  tu  bárbaro  deseo. 
Solicitaré  mi  empleo 
sin  ti,  por  darte  pesar; 
a  don  Bernardo  he  de  hablar, 
porque  basta  para  hacer 
que  yo  sea  su  mujer, 
ser  mujer  y  porfiar. 

Salmacis,  ninfa  de  un  río, 
vio  bañándose  a  Androgeo, 
y  encendida  en  su  deseo, 
fugitivo  a  su  desvío. 


(i)     Hattz.  enmendó  «pero  en  mirándole  airado». 


XII 


i8 


EL    DESPRECIO   AGRADECIDO 


porfió,  como  p>orfío. 
tanto,  que  de  dos  lucieron 
uno  los  dioses,  y  fueron 
Herniafrcdito  llamados, 
con  que  quedaron  casados 
y  jamás  se  dividieron. 

Pues  yo  sabré  porfiar, 
de  suerte,  que  en  testimonio 
de  mi  amor,  im  matrimonio 
nos  pueda  a  los  dos  juntar, 
sin  podemos  apartar; 
que  aunque  la  nmerte  divida, 
será  nuestra  fe  cefiida 
de  tantos  lauros  y  palmas, 
que,  juntando  las  dos  almas, 
tengamos  eterna  vida. 

Lis.  Pues  yo,  por  esta  intención, 

la  pienso  estorbar  de  im  modo 
que  no  se  junte  en  un  todo 
cada  parte  de  esa  unión; 
que  el  sol  y  la  luna  son 
div'nas  luces  del  suelo, 
y  en  oponiendo  su  velo 
la  tierra,  cosa  tan  baja, 
la  luz  de  los  dos  ataja 
y  dejan  escuro  el  cielo. 

P^O.  Si  te  pusieses  delante 

de  mi  sol,  tierra  envidiosa, 
con  eclipses  de  celosa 
y  con  engaños  de  amante, 
con  fuego  haré  que  te  espante; 
que  cuando  aquel  gran  farol 
vuelve  a  su  propio  arrebol 
y  la  oposición  destierra, 
la  tierra  queda  por  tierra, 
y  el  sol,  como  siempre,  sol. 

Lis.  No  querrá  el  sol  (yo  lo  sé) 

tenerte  por  luna  a  ti; 
porque  mirándome  a  mí, 
noche  de  mi  luz  te  haré. 

Plo.  Bien  dices,  noche  seré, 

porque  todas  le  verás 
conmigo. 

Lis.  Engañada  estás, 

que  si  es  sol.  y  es  prenda  mía, 
haré  to<lo  el  año  un  día 
y  no  habrá  noche  jamá.s. 

fSale  I.rci.NDo.) 

Luc.  Para  que  estés  advertida 

de  que  esta  noche  le  ca.sas, 
y  para  ¡K-dirte  albricias, 
vengo  a  decirte,  IJ.sarda: 


que  es  tan  prevenido  el  novio, 

tal  es  su  prisa  y  sus  ansias, 

que  ha  traído  hasta  el  padrino 

y  es  huésped  de  nuestra  casa. 

Porque,  como  es  forastero, 

no  quiere  que  de  ella  salga 

nuestro  padre,  por  hacer 

lisonja  a  Octavio,  que  tantas 

obligaciones  le  tiene; 

que  como  ya  su  posada 

de  Octavio  ha  de  ser  contigo 

en  esta  casa,  y  estaba 

en  la  suya  el  forastero, 

era  forzoso  dejarla. 

Ya  le  aderezan  un  cuarto, 

aunque  los  dos  se  excusaban; 

mas  como  nuestro  Alejandro 

lo  cortés  y  el  nombre  iguala, 

no  ha  sido  posible  hacer 

que  el  forastero  se  vaya: 

tanto,  que  pienso  que  ha  sido 

de  Octavio  invención  gallarda 

para  casar  a  Florela, 

porque  es  persona  extremada 

de  talle  y  entendimiento. 

Ellos  vienen;  tú,  Lisarda, 

muestra,  pues  eres  discreta, 

tu  gusto,  donaire  y  gala, 

por  si  ha  de  ser  tu  cuñado, 

en  cuenta  de  la  desgracia 

en  que  habéis  de  estar  después, 

porque  sólo  el  nombre  basta. 

Tú,  por  si  ha  de  ser  tu  esposo, 

Florela,  cortés  le  habla, 

no  que  le  parezcas  boba, 

que  se  volverá  mañana; 

que  pierde  mucho  al  principio 

hablando  mal  ima  dama; 

que  a  quien  entra  hablando  bien, 

nadie  le  ha  negado  el  alma. 

(Entren  Don   Alejandro,  Don  Bebnabdo,  Octavio, 
Sancho  e  Inés.) 

Ai^.  Aquí,  señor  don  Bernardo, 

están  I.,isarda  y  Florela. 
Lis.  Ya  me  alegra  el  dulce  nombre. 

Flo.  Ya  el  dulce  nombre  me  alegra. 

D.  Ber.       Dadme,  señora,  las  manos... 

¿Pero  qué  burlas  son  éstas 

(AparU.) 
de  mi  íortuna?  ¿Qué  sueños, 
qué  como  verdades  crea.? 
¿Dónde  estoy?    ¿Dónde  he  venido? 


JORNADA   SEGUNDA 


19 


Lis. 


Vxo. 


OCT. 


D.  Ber. 


OCT. 

Lis. 


OCT. 


San. 


Ine. 

San. 


La  casa  es  ésta  y  las  bellas 

damas  donde  estuve,  cuando 

por  la  ingrata  Dorotea 

maté  aquel  hombre. 

(Aparte.)  O  mis  ojos 

con  el  alma,  efectos  truecan, 

o  es  don  Bernardo. 

(Aparte.)  ¡Ay,  Lisarda!, 

mis  esperanzas  se  aumentan; 

don  Bernardo  es  el  amigo 

de  Octavio. 

(Aparte.)      No  se  pudiera 

fingir  mayor  suspensión. 

Turbadas  miran  y  atentas 

a  don  Bernardo,  Lisarda 

y  Florela,  y  él  a  ellas; 

pues  yo,  ¿qué  diré  de  mí? 

Extrañas  cosas  ordena 

la  fortuna;  aun  no  es  posible 

que  mis  justos  celos  sepan 

a  cuál  de  las  dos  se  inclina. 

No  es  mucho  que  se  suspenda, 

señoras  mías,  el  alma, 

mirando  tanta  belleza. 

Perdonad  lo  que  he  tardado, 

que  ha  sido  amorosa  fuerza 

de  mis  sentidos  en  quién... 

¡Vive  el  cielo,  que  no  acierta 

a  hablar  palabra! 

Señor, 
no  puede  haber  cosa  nueva 
que  os  ofrezca  en  esta  casa, 
pues  ya  la  tenéis  por  vuestra. 
Mi  hermana  Florela  y  yo 
reconocemos  la  deuda 
de  Octavio,  que  os  ha  traído 
a  donde  serviros  pueda 
la  volimtad  de  las  dos. 
¿No  he  visto  en  mi  vida  necia 
si  no  es  agora  a  Lisarda? 
¡Válgame  el  cielo!  ¿Si  es  ella 
la  que  a  don  Bernardo  mira?: 
que  hablar  mal  y  ser  discreta, 
no  pudiera  ser  amor, 
que  más  turba  amor  que  enseña. 
Inés,  si  til  hubieras  sido 
cazadora,  te  dijera 
que  Octavio  lo  ha  sido. 

¿Cómo? 
Eran  Lisarda  y  Florela 
perdices;  trujo  a  mi  amo 
por  ventor  para  cogerlas; 
y  en  viéndolas,  como  el  perro 


iNE. 


San. 
Ine. 

Men. 


alta  (i)  la  mano  se  queda 
suspensa,  hasta  que  su  dueño 
de  la  suya  el  halcón  suelta, 
don  Bernardo  se  ha  quedado; 
y  Octavio,  de  las  pigüelas 
del  honor  suelta  los  celos, 
para  averiguar  sospechas. 
Por  quitar  la  confusión 
de  todos,  y  que  es  tan  nueva, 
que  no  hay  en  la  sala,  Sancho, 
persona  que  no  la  tenga. 
Ya,  en  efecto,  estáis  aqm', 
y  nuestra  boda  tan  cerca, 
que  es  la  mayor  confusión; 
pero  lo  que  fuere,  sea; 
venme  ayudar  a  poner 
el  cuarto  donde  aposenta 
Alejandro  a  tu  señor. 
Vamos,  pero  más  quisiera 
que  no  hubiéramos  venido. 
Calla,  que  amor  tiene  vueltas 
como  marzo,  y  podrá  ser 
que  dé  con  la  boca  en  tierra. 

(Vanse  los  dos  y  entra  Mendo.) 


El  notario  a  los  tres  llama, 
y  a  la  señora  Florela. 

Al.E.  Vamos,  Octavio. 

OcT.  ¡A  buen  tiempo! 

Lis.  Mucho  el  huésped  me  contenta. 

Al,E.  Yo  pienso  que  si  en  Sevilla 

se  casa  con  doña  Elena 
su  hermano  don  Juan,  que  aquí 
hará  Octavio  de  manera 
que  don  Bernardo  se  case 
con  Florela. 

OCT.  Solos  quedan; 

yo  volveré  cuando  estén 
seguros. 

Flo.  Sin  que  me  vean, 

tengo  de  volver  a  ver 
lo  que  don  Bernardo  intenta. 
(Vanse,  y  quedan  Don  Bernardo  y  lyiSARDA.) 


D.  Ber. 


¿Es  posible  que  ha  salido 
amor  a  ser  invención, 
aunque  con  tal  confusión 
que  por  ella  me  ha  traído 
a  tu  casa,  y  que  haya  sido, 
Lisarda  mía,  de  suerte, 
que  a  tal  tiempo  venga  a  verte 


(i)     En  los  impresos  «hasta»  por  errata,  corregido  por 
Hartzenbusch. 


20 


EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


Lis. 


que  te  cases,  y  que  yo 

te  pierda,  porque  me  dio 
tal  vida  para  tu  muerte? 

Como  el  que  soñó  tesoro, 
y  las  manos  de  oro  llenas, 
podían  llevarle  apenas 
la   noche;    ¡oh,    prenda   que   adoro!, 
que  te  vi,  soñaba  el  oro: 
despierto,  lloro  (i)  y  incierto; 
pues  cuando  despierto,  advierto 
que  el  que  cu  tus  ojos  soñé 
perdí  cuando  desperté, 
pues  a  perderte  despierto. 

Gran  ventura  hubiera  sido 
venir,  Lisarda,  a  tu  casa; 
mas  cuando  Octavio  se  casa, 
no  es  diclia  haberte  perdido  (2). 
Hoy  ha  de  ser  tu  marido, 
y  yo  mañana  saldré 
d-  Madrid;  aunque  veré  (3) 
que  a  Sevilla  llegar  pueda 
quien  en  tus  ojos  se  queda 
y  deja  el  alma  en  tu  fe. 

Bernardo:  desde  aquel  día 
que  te  vi  con  Dorotea, 
mi  corazón  te  desea; 
mi  vida  es  tuya,  no  es  mía. 
Pero  la  dura  porfía 
de  mi  suerte,  me  quitó 
la  libcitad,  con  que  yo 
hiciera  elección  de  ti; 
no  tú  me  perdiste  a  mí, 
que  yo  soy  quien  te  perdió. 

Suelen,  después  del  arado, 
en  las  más  (4)  cubiertas  lomas, 
bu.scar  amantes  palomas 
el  trigo  recién  sembrado. 
Y  con  \'uelo  apresurado 
llevarse  el  halcón,  la  una, 
y  la  otra,  en  tal  fortuna, 
quedar  .su.spensa,  mirando 
pcn  dónde  se  fué  volando, 
sin  esperanza  nint^mn. 

Y  así  yo,  con  menos  dicha, 
sin  que  a  resistir  me  atreva, 
miro  píír  dónde  te  lleva 
a  Sevilla  mi  de.sdicha. 
Sólo  con  lúgriuiius,  dicha 
jniede  .ser  la  resistencia 


(i)  Hartz.  «Dicnd/):  «despierto  del  oro  incierto*. 

(2)  Hartz  :  mn  <-^  dicha  cl  lialjer  vimido-. 

(3)  Hurtz  :  «atmquc  no«6<. 

(4)  Hart2.:  «mal» 


de  mi  turbada  obediencia; 

ellas  te  la  dicen  ya, 
viendo  que  tan  cerca  está 
mi  casamiento  y  tu  ausencia. 

D.  Ber,  Sólo  un  abrazo,  mi  amor, 

quisiera  llevar  de  ti, 
por  prendas  de  que  te  vi 
inclinada  a  mi  favor. 

Lis.  Temo  de  Octavio  el  rigor; 

temo  a  Flore  la  también; 
puede  ser  que  nos  estén 
mirando,  que  los  amantes, 
en  acciones  semejantes, 
nunca  piensan  que  los  ven. 

(Octavio,  acechando.) 

OcT.  Hablando  están;  desde  aquí 

tengo  de  ver  si  es  Florela 
o  si  es  Lisarda  a  quien  ama. 

(Florela,  por  la  otra  parte.) 

Fl/).  Desde  aquí,  celosa  y  necia; 

que  celos  nunca  negaron 
la  condición  que  profesan, 
tengo  de  ver  lo  que  hablan. 

Lis.  Sabe  el  cielo  si  quisiera 

darte  mis  brazos,  Bernardo; 
pero  el  temor  no  me  deja. 

(Entran  Sancho  e  IisrÉs,  con  una  antepuerta  de  seda.) 

San.  Cuando  de  sedas  tan  ricas 

todo  el  aposento  cuelgas, 
¿esta  antepuerta  me  das? 

Ine.  ¿Pues  qué  tiene  esa  antepuerta? 

San.  Por  en  medio  está  manchada. 

Ine.  ¿Manchada? 

San.  y  aun  rota. 

Ine.  ¿Muestra? 

San.  Tiéndela. 

Ine.  Ten  de  esa  parte, 

y  lo  que  dices  me  enseña. 

(El  uno  de  un  lado  y  el  otro  del  otro,  la  tienden,  de  suerte 
que  tapan  Don  Bernardo  y  a  L,is.\rda.) 


D.  Ber. 

Perdona  que  la  ocasión 

me  permita  que  me  atreva. 

Lis. 

Ya  para  darte  mis  brazos 

mi  dicha  me  da  licencia. 

OCT. 

¡Maldita  seas,  Inés! 

FW5. 

,  1  Plegué  al  cielo  que  no  tengas 

dichai 

OCT. 

Con  espacio  están. 

FXo, 

¿Qué  miráis? 

San. 

Esta  antepuerta 

JORNADA   SEGUNDA 


21 


IJS. 


OCT. 


(Vanse,  y 
D.  Ber. 


San. 

INE. 


¿Pues  qué  tiene? 

Dice  Sancho 
que  está  rota,  y  que  por  ella 
entrará  el  aire. 

Xo  pudo 
el  aire  de  mis  sospechas. 
Llevadla,  necios,  de  aquí. 
¿De  esto,  señora,  te  pesa? 
¿Quieres  tú  que  se  resfiíe, 
si  por  tantas  partes  entra 
don  Bernardo,  mi  señor? 
Como  es  Lisarda  discreta, 
bien  os  habrá  entretenido. 
Antes  yo  le  he  dado  cuenta 
de  mi  jornada  a  Madrid 
V  el  amor  de  Dorotea. 
Lisarda  es  muy  entendida. 
¿Burlas,  Florcla? 

De  veras 
hablo,  y  tú  me  entiendes. 

Vamos 
adonde  mi  padre  espera, 
porque  lo  que  han  concertado 
sepan  que  ha  sido,  en  mi  ausencia. 
Todo  fué  en  vuestro  favor; 
¿no  hay  qué  temáis? 

quedan  Don   Bernardo,  Sancho   e  Inés.) 
Sancho,    llega, 

dame  tus  brazos,  tus  pies 

también;  ¡Bien  haya  la  puerta, 

y  la  antepuerta  y  las  manos, 

que  acaso,  o  sin  caso,  en  ellas 

estuvo  tanto  favor! 

Voy  con  ellos,  la  maleta 

abre  con  aquesta  llave; 

saca  cien  escudos  de  ella 

y  dalos  a  Inés;  tú,  Sancho, 

mi  vestido  hasta  las  medias 

te  pondrás;  adiós,  adiós. 

(Vase.) 
¿Qué  te  parece  la  fiesta 
que  hace  a  un  favor  (i)  quien  ama? 
Sí;  pero  son  diligencias 
en  (2)  imposibles,  si  bien 
Lisarda,  pienso  que  piensa, 
no  digo  ser  de  tu  amo, 
por  la  amistad  que  profesa 
con  Octavio,  mas  no  ser 
de  Octavio,  y  si  a  serlo  llega, 
darle  tal  vida,  que  presto 
o  la  deje  o  la  aborrezca. 


San. 


iNE. 


San. 

iNE. 


San. 


Hay  en  los  campos  de  Oran 

unos  moros,  Inés  bella, 

a  quien  llaman  Benarages, 

que  aquella  noche  primera 

que  se  casan,  a  la  novia, 

ya  que  desnuda  se  acuesta, 

en  vez  de  dulces  amores, 

azotan  con  unas  riendas. 

Y  pregvmtando  la  causa 

un  cautivo  de  mi  tierra, 

le  dijo  un  moro:  «Cristiano, 

esto  se  hace  por  muestra 

de  valor  y  valentía; 

porque  si  con  tal  fiereza 

tratan  los  que  más  adoran, 

hieren  los  que  más  desean, 

¿qué  harán  con  sus  enemigos, 

cuando  vayan  a  la  guerra? 

¡Malditos  sean  los  moros 

y  las  moras  que  se  emplean 

en  esos  bárbaros  perros! 

¿Yo  azotes?;  ¿y  con  sus  riendas? 

No  me  casara  en  mi  vida, 

a  ser  mora,  y  me  anduviera 

cinamoma  (i)  por  los  montes, 

como  en  las  Indias  las  negras, 

cuando  se  van  de  sus  amos, 

o  me  fuera,  Sancho,  a  Meca, 

a  meter  monja  moruna; 

¡Mal  año  quien  tal  sufriera!  (2) 

Desposadas  y  azotadas, 

y  desnudas  las  desuellan. 

¿Pues  tú  no  ves  que  es  costumbre? 

Por  el  siglo  de  mi  abuela, 

que  había,  Sancho,  de  ser 

coneja  de  Ingalaterra, 

que  con  pellejos  los  asan, 

o  armarme  de  todas  piezas. 

Valentía  en  el  donaire, 

eso  sí;  mas  ¿con  la  hembra? 

Cuando  diera  un  desposado 

azoticos  a  su  prenda, 

bueno  está;  más  ¿riendas,  Sancho? 

¿qué  dejan  para  las  suegras, 

si  así  tratan  las  mujeres? 

No  pensé  que  lo  sintieras 

con  tanta  furia;  perdona, 

y  digo  que  Octavio  queda 

obligado  a  Benarage, 

para  que  Lisarda  sepa 

que  profesa  valentía. 


(i)     Hartz.  enmendó:  «que  a  un  favor  hace». 
(2)     Hartz.  «casi». 


(i)     Hartz.  corrigió,  «cimarrona». 

(2)     En  los  te.\tos,  por  errata,  dice  «supiera». 


22 


EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


INE. 

¿Y  tú,  Sancho,  también  fueras. 

si  te  casaras  conmigo 

lo  que  a  Bemario  aconsejas? 

San. 

Esa  noche.  Inés,  mis  brazos 

fueran  riendas:  mas  si  hicieras 

por  qué... 

iNE. 

Tente,  no  lo  digas. 

San. 

Aguarda. 

IN8. 

¡Mal  año! 

San. 

Espera. 

iNE 

No  es,  Sancho,  el  mejor  jinete 

el  que  castiga  la  yegua. 

San 

¿Pues  quién? 

INX 

El  que  la  regala 

y  sólo  en  sus  piensos  piensa. 

JORNADA  TERCERA 

(Entran  Octavio,  LtrciNDO  y  Mendo.) 

OCT.  ¿En  quién,  como  en  don  Bernardo, 

puede  hacer  Florela  empleo? 
Luc.  Siempre  ha  sido  mi  deseo 

que  ese  mancebo  gallardo 
fuese  espo.so  de  Florela, 
y  le  he  cobrado  afición. 
Ocx.  Habladle  con  discreción, 

por  si  acaso  le  desvela 

la  dama  que  de  Sevilla 
lo  trujo  a  Madrid. 
Luc  No  hará, 

que  fuera  quererla  ya 
más  error  que  maravilla. 

Sin  esto,  en  I'lorcla  veo 
nuevas  señales  de  amor, 
que  habrán  nacido,  en  rigor, 
no  tanto  del  buen  empleo, 
como  de  haberla  mirado 
don  Bernardo. 
';Cí.  Puede  ser; 

que  el  principio  de  querer 
uacc  de  ajen<j  cuidado. 
Amor  sin  ojos  nació 
y  ansí  al  basilisco  fiero 
los  hurtó,  porque  primero 
mata  el  que  al  otro  miró. 
I,UC.  Yo  los  he  visto  mirar 

con  apacibles  semblantes, 
í  K  T.  La  vista  es  lengua  de  amantes; 

ya  habrán  tenido  lugar, 

por  la  dilación  (jue  ha  puesto 
Lt»arda  en  casarse. 


lyUC.  Tiene 

poca  salud;  mas  ya  viene 
mi  padre,  Octavio,  dispuesto 

para  que  esta  noche  sea. 
Y  yo,  con  feliz  agüero, 
casar  a  Florela  quiero, 
que  pienso  que  lo  desea 

quien  tiernamente  la  mira; 
voy  a  hablarle. 

(Vase.) 

OCT.  Y  yo  rae  quedo 

a  consultar  con  el  miedo 
mi  verdad  y  su  mentira. 

¿Qué  tengo  yo  que  esperar, 
Mendo,  en  celos  declarados?; 
que  son  muy  necios  cuidados, 
después  de  ver,  sospechar. 

¡Vive  Dios  que  es  fingimiento 
la  enfermedad,  o  que  ha  nacido 
de  tristeza;  amor  y  olvido 
combaten  mi  pensamiento. 

Amor  que  a  Bernardo  tiene, 
mi  casamiento  dilata. 

Men.  No  te  corresponde,  ingrata, 

si  esta  noche  le  previene. 

Ocx.  Su  engaño,  su  falsa  fe 

me  helaron  y  me  abrasaron. 

Men.  ¿Por  qué  piensas  que  llamaron 

tirano  amor? 

OcT.  No  lo  sé. 

Men.  Porque  todo  le  acobarda; 

todos  piensa  que  pretenden 
matarle;  todos  le  ofenden, 
y,  en  fin,  de  todos  se  guarda. 
Siempre  vive  con  sospecha, 
como  es  traidor  y  cruel. 

OcT.  Yo  intento  guardarme  de  él, 

pero  poco  me  aprovecha. 

Ya  Lisarda  rae  aborrece 
por  don  Bernardo;  yo  fui 
la  causa  en  traerle  aquí. 
Como  noche  .se  entristece 

en  viéndome  a  nn',  y  con  él 
se  alegra;  claro  testigo 
de  que  anochece  conmigo 
y  que  amanece  con  él. 

Con  esto,  Mendo,  repara 
en  lo  íiuc  hará  quien  la  adora, 
si  tal  noche  y  tal  aurora 
está  mirando  en  su  cara. 
Como  suele  el  tornasol 
cerrar,  del  Sol  en  au.sencia 


JORNADA  TERCERA 


23 


Men. 

OCT. 

{Entran 

San. 


Ine. 

San. 
Ine. 

San. 


Ine. 


San. 


Ine. 

OCT. 

Ine. 


OCT. 

Ine. 


OcT. 


la  rubia  circunferencia 
en  que  se  retrata  el  sol, 

yo,  que  miro,  en  mis  desvelos, 
oscuro  su  resplandor, 
cierro  las  hojas  de  amor 
y  me  desmayo  de  celos. 

Calla,  que  viene  aquel  Sancho, 
que  a  mí  también  me  ha  ofendido. 
I/lámale,  Mendo,  Bellido, 
y  seré  yo  el  rey  don  Sancho. 
Sancho  e  Inés;  él  trae  un  azafate  con  un  tafetán.) 

Darás  aqueste  azafate 
a  Lisarda,  tu  señora, 
que  don  Bernardo,  mi  amo. 
con  voluntad  fervorosa 
quiere  alegrar  la  sangría. 
Bien  le  debe  esa  lisonja, 
si  la  sangría  es  por  él. 
Bien  lo  siente  y  bien  lo  llora. 
¡Oh,  si  la  vieras  sangrar! 
¿Hubo  desmayo  de  rosas? 
¿Hubo  «apriéteme  quedito; 
moriréme  si  no  afloja 
la  cinta,  y  píqueme  cuanto 
baste  a  que  la  sangre  corra», 
y  otros  melindres  ansí? 
Hubo,  con  espada  corta, 
que  en  dos  vainas  de  marfil 
el  acero  blanco  aforra, 
una  fuente  de  rubíes, 
de  un  brazo  senda  (i)  de  aljófar, 
que  de  un  monte  de  azucenas 
dio  en  una  barca  (2)  redonda. 
Basta,  poética  Inés, 
yo  creo  tu  cultilona 
musa,  y  que  eres  vocablista 
tengo  por  cosa  notoria; 
dale  el  azafate. 

Adiós. 
¡Hola,  Inés,  hola! 

En  las  olas 
del  mar  dio  el  barco  azafate; 
¡plegué  a  Dios  que  no  se  rompa! 
¿Qué  es  esto  que  te  dio  Sancho? 
No  sé  cierto;  algunas  cosas 
que  don  Bernardo  la  envía, 
que  usan  en  la  corte  agora. 
Es  excelente  persona 
don  Bernardo;  su  nobleza 
vence  toda  ejecutoria. 


(i)     Hartz.  enmendó  oque  de  un  brazo  hecho  de  aljó 
far»  que  no  aclara  más  el  sentido. 
(2)     Hartz.  «batea». 


Ine. 

OCT. 

Ine. 
OcT. 

Ine. 

OCT. 

Ine. 

OcT. 
Ine. 


OCT. 

Ine. 


OCT. 


Ine. 


OCT. 


Ine. 


OCT. 

Ine. 

OCT. 

Men. 

OCT. 


Esto  han  de  ser  los  amigos 
por  los  amigos. 

Importa 
a  conservar  la  amistad. 
Los  buenos  regalan  y  honran; 
¿darás  licencia  que  quite 
el  tafetán? 

Basta  y  sobra 
que  sea  tu  gusto. 

Banda; 
bueno,  y  con  ella  una  joya; 
¡qué  discreta  prevención! 
Tú,  a  lo  menos,  te  desposas 
con  ella,  y  no  le  das  nada. 
Azafates  de  almas  solas 
le  envían  mis  pensamientos. 
Bien,   que  no  hay  cosa  que   coman 
las  sangradas,  como  almas. 
¿En  pena  no? 

Ni  aun  en  gloria. 
Hay  mujer,  y  está  en  lo  cierto, 
que  quiere  más  una  alcorza 
que  cuatro  canastas  de  almas. 
Deshechas  de  amor  las  toman. 
No  lo  creas,  aim^que  vengan 
en  jigote  o  pepitoria, 
que  con  almas  invisibles, 
ni  se  vende  ni  se  compra. 
Libro  de  memoria  es  éí^te, 
pues  di:  ¿libro  de  memoria 
es  bueno  para  sangrías? 
No  entiendo  de  ceremonias; 
descuido  pienso  que  fué 
de  Sancho. 

Si  cantos  y  orlas 
fueran  diamantes,  pasara 
por  joya  rica  y  gustosa, 
pero,  sin  adorno  alguno 
sospecho,  pues  no  lo  adorna, 
que  es  para  escribir  en  él, 
cómo  recibe  las  joyas 
mejores  ante  escribano. 
Con  palabras  misteriosas 
me  hablas;  voy  a  llevarlas  (i), 
que  no  sé  qué  te  responda. 
No  digas  que  he  dicho  nada. 
Yo,  ¿porqué?  (Vase.) 

Vete   en   buen   hora. 
Confieso  que  son  tus  celos 
justos. 

¡Lisarda  alevosa! 
¿qué  aguardo? 


^I)     Hartz.  «llevarlo». 


24 


EL   DESPRECIO  AGRADECIDO 


Men.  Alevosa,  no; 

que  estar  sin  culpa  la  abona, 
y  ser  necio  don  Beniardo. 

OcT.  ¿ Pues  dónde  quieres    (i)   que  ponga 

o  p>or  qué  cuenta  ese  libro 
de  memoria,  que  a  dos  cosas 
puede  servir,  o  a  que  escriba 
en  él,  y  que  él  corresponda 
en  el  mismo  a  sus  (2)  favores, 
o  a  ser  (3)  empresa  amorosa, 
para  decir  que  la  tenga 
de  él.  pues  lia  de  ser  mi  esposa? 
¡Fuego  del  cielo,  en  mi  amor, 
si  hubiese  pasión  tan  loca, 
que  pusiese  con  casarme 
en  aventura  la  honra! 
No  más;  basta  que  la  mía 
de  haber  tenido  se  corra 
tal  pensamiento.  Alejandro, 
a  mi  venganza  perdona, 
que  la  he  de  intentar  de  suerte, 
pxjr  ser  tú  mi  sangre  propia, 
que  sólo  pare  en  desprecio, 
que  en  gente  ilustre,  no  es  poca. 
(SaUn  LisARDA,  con  la  banda,  y  Florela.) 

Lis.  Es  mandarme  prevenir 

para  la  muerte. 

Flo.  Xo  hables, 

que  son  locuras  notables 
las  que  empiezas  a  dtcir. 

Lis.  cQ"¿  importa,  si  he  de  morir? 

Flo.  Mira  que  te  escucha  Octavio. 

Lis.  Xo  hay,  Florela,  amante  sabio. 

Xo  sé  cómo  éste  no  siente 
en  mí  tan  nuevo  accidente 
y  en  él  tan  notable  agravio. 

OcT.  Envidia  tengo,  Lisarda, 

a  quien  con  tal  cortesía 
.sujxj  alegrar  tu  sangría 
y  tan  justo  premio  aguarda . 
¡Oh,  cómo  vienes  gallarda, 
con  esa  banda,  en  que  ya 
descansando  el  brazo  está 
de  la  fuerza  y  de  la  ira 
con  que  tantas  flechas  tira, 
con  que  tantas  muertes  da! 

Aunque  pierda  yo  tu  abrazo, 
me  alegra  ti  ver,  dulce  j)rtnda, 
que  se  j)a.se  amor  la  venda 


Lis. 


>i)    En  el  texto  •queréis*. 
J)     Kn  el  tnclo  «mii^t. 

<  •  »       Jn   el  Irxli,  ..1   liiií  rf. 


desde  los  ojos  al  brazo. 
Llegó  de  su  vista  el  plazo; 
ya  ve  el  amor,  para  ser 
más  prudente  en  escoger, 
los  que  importa  que  lo  sean, 
y  aun  hace  a  muchos  que  vean 
lo  que  no  quisieran  ver. 

Ya  mira  con  discreción, 
ya  no  tira  amor  a  tiento, 
ya  mira  el  merecimiento 
y  estima  la  obligación, 
ya  sabe  hacer  elección. 
Pero  aunque  importa  mirar, 
¿cómo  es  posible  tirar, 
teniendo  el  brazo  sangrado 
y  en  esa  banda  acostado?; 
no  se  querrá  levantar. 

Amantes,  ya  no  hay  quién  prenda; 
venid  a  pedir  favor, 
porque  tiene  el  brazo  amor 
atado  a  su  propia  venda. 
Xo  hayáis  miedo  que  le    extienda; 
;pero  quién  habiá  que  crea 
que  esta  dulce  banda  sea 
para  encubrir  su  afición, 
cortina  del  corazón, 
porque  nadie  se  le  vea? 

Pues  yo  pienso  que  le  he  visto„ 
y  como  toda  la  historia, 
vi  en  un  libro  de  memoria, 
a  la  de  mi  amor  resisto. 
Xunca  imposibles  conquisto, 
que  es  locura,  aunque  de  buenos: 
y  no  quiero,  por  lo  menos, 
aventurar  mi  osadía, 
ni  es  justo  que  historia  una 
ande  por  libros  ajenos. 

Lo  que  no  has  sabido  hacer. 
Octavio,  quieres  culpar; 
quien  no  me  quiere  alegrar 
no  me  debe  de  querer. 
Celos  antes  de  mujer; 
pero  ¿para  qué  traías 
hombre  de  quien  desconfías? 
Buscarle  estuvo  en  tu  mano 
menos  cuerdo  y  cortesano, 
y  no  alegrara  sangrías. 

Si  (Ion  Bernardo,  tu  amigo, 
ha  sabido  que  esto  es  uso 
de  la  corte,  y  se  dis])uso 
a  .ser  tan  cortés  conmigíj, 
tus  celos  cruel  castigo 
a  mi  corazón  le  dan. 


JORNADA  TERCERA 


25 


OCT. 


que  no  es  prenda  de  galán, 
antes  ponérsela  es, 
como  a  sitial  de  tus  pies 
cubrirle  con  tafetán. 

Suele  torcerse  en  la  calle 
alguna  dama  el  chapín, 
y  ella  detenerse,  a  fin, 
desea  que  el  brazo  halle  (i), 
sin  reparar  en  el  talle, 
algún  hombre,  y  así  enlazo 
mi  brazo  de  este  embarazo; 
no  porque  estimase  yo 
la  banda,  por  quien  la  dio, 
sino  porque  tenga  el  brazo. 

Mi  sangre  se  ha  de  sentir, 
que    cuando  alegre  y  gallardo 
rae  la  alegra  don  Bernardo, 
tú  me  la  quieres  pudrir. 
Que  vuelvan,  quiero  pedir, 
a  sangrarme,  aunque  rehuya 
el  brazo,  de  parte  suya 
banda  me  manda  de  traer; 
y  ésta  servirá  de  ser 
la  medida  de  la  tuya. 

Xo  te  la  quites,  Lisarda; 
que  no  ha  de  esperar  la  mía, 
quien  lo  imposible  porfía 
la  noche  que  dueño  aguarda. 
Pero  ya  ¿qué  me  acobarda, 
cuando  de  quejas  mayores 
que  celos  de  tus  favores, 
a  la  media  noche  abiertas 
están  hablando  tus  puertas, 
y  de  este  jardín  las  flores? 

Pregúntale  al  tocador 
quién  durmió  en  él,   quién  tenía 
por  huésped,  y  todo  un  día 
mereciendo  tu  favor; 
y  juzga  tú  si  al  honor 
lo  del  tocador  le  toca, 
si  a  ti  te  tocas;  ¿qué  loca 
pasión  podrá  disculpar 
lo  que  se  llega  a  tocar 
con  las  manos  y  la  boca? 

Si  por  mí,  Lisarda  bella, 
Lisardo  en  tu  casa  está, 
primero  salió  de  allá 
que  yo  le  trújese  a  ella; 
eso  para  dueño  en  ella 
me  desmaya  y  me  desalma; 
me  mata  v  me  tiene  en  calma; 


(i)     Hartz.  enmendó  asi:  ede  que  llegue  a  cnderezalle» 


y  no  te  admire  el  rigor, 
que  tengo  aquel  tocador 
atravesado  en  el  alma. 

(Vase.) 

Lis.  En  fin,  Florela,  cumpliste 

la  palabra  y  el  deseo 
de  intentar  que  don  Bernardo 
fuese  tuyo;  ¡extraños  celos!, 
como  si  )^a  fuera  nu'o, 
cuando  es  Octavio  mi  dueño. 
Pero  no  ha  sido  razón 
quererle  por  malos  medios, 
contándole  lo  que  estaba 
entre  los  dos  tan  secreto. 
¿Tú  eres  hermana?  Tú,  ingrata, 
¿en  qué  Arabia,  en  qué  desierto 
de  Libia  nacen  más  fieras 
fieras  que  en  tu  pecho  fiero? 
¿Hay,  tal  maldad,  tal  traición? 

Fi,o.  A  satisfacer  no  acierto 

tu  engaño,  aunque  de  tu  agravio 
con  justa  causa  me  quejo; 
pero  de  que  no  lo  he  sido, 
Lisarda,  de  este  suceso, 
sólo  pongo  por  testigo 
al  cielo,  y  le  pido  al  cielo 
que  aquí  me  quite,  en  tus  ojos, 
la  vida,  si  culpa  tengo. 

(Salen  Luceído,  Don  Bernardo  y  Sancho.) 

D.  Ber.      Estimo,  señor  Lucindo, 

la  merced  que  me  habéis  hecho, 
y  del  señor  Alejandro 
tan  honroso  ofrecimiento, 
que  su  hija  y  vuestra  hermana 
merece  más  alto  empleo. 
Y  5'o  le  aceptara,  a  estar 
más  libre,  pero  no  quiero 
engañaros,  que  no  es  justo. 

Luc.  ¿Sois  casado? 

D.  Ber.  Xo  es  por  eso. 

Luc.  ¿Pues  por  qué? 

D.  Ber.  Porque  una  noche 

maté,  incitado  de  celos, 
un  hombre  en  este  lugar, 
y  cuando  temo  estar  preso, 
no  viene  bien  que  me  case. 

Luc.  ¿Y  si  está  vivo  ese  muerto, 

no  os  podréis  casar? 

D.  Ber.  Si  es  vivo, 

puede  ser;  mas  no  lo  creo. 

Luc.  Bien  podéis. 


26 


EL   DESPRECIO   AGRADECIDO 


D.  Ber. 
I.UC. 


D.  Ber. 
Luc. 

D.  Ber. 

Luc. 
D.  Ber. 


Luc. 


Flo. 
Luc. 


Lis. 


Flo. 


Lis. 


FlX). 


Lis. 


¿Cómo? 

Yo  soy; 
aunque  dándome  en  el  pecho 
aquella  fuerte  estocada, 
tomé  posesión  del  suelo. 
¿Vos  érades? 

Yo,  que  estaba 
con  Dorotea. 

Ahora  quiero 
daros  mil  veces  mis  brazos. 
¿Qué  respondéis? 

Que  lo  acepto, 
en  escribiendo  a  mis  padres, 
que  bien  sabéis  que  no  puedo 
sin  su  bendición  y  gusto. 
Sois  hijo  obediente,  honesto; 
alU  están  las  dos  hermanas; 
pedirlas  albricias  quiero; 
Florela,  ya  estás  casada. 
¿Qué  dices? 

Que  voy  con  esto 
a  decir  a  nuestro  padre 
que  don  Bernardo  es  tu  dueño. 
¡Qué  súbito  embajador! 
El  parabién  darle  quiero 
a  don  Bernardo. 

Lisarda, 
tu  buen  término  agradezco; 
mas  no  vayas,  por  mi  vida, 
que  tengo  celos  y  temo 
que  desbarates  la  boda. 
Ahora  bien,  yo  te  obedezco, 
hasta  saber  si  dijiste 
a  Octavio  nuestro  secreto; 
pero,  ¿no  podré  tratarle 
de  otras  cosas? 

¿A  qué  efecto' 
¿Qué  tienes  tú  que  enviar 
a  las  Indias  con  sus  deudos? 
Pues  en  la  contratación 
<l'-  Sevilla,  mucho  menos 
tienes  negocios,  Lisarda. 
Dame  sólo  este  contento 
de  no  hablarle,  pues  te  queda, 
después  de  casados,  tiemj)o 
para  cuanto  nos  quisieres, 
después  que  no  tenga  celos, 
hacer  merced  a  los  dos. 
Vamos,  I'lorela,  no  quiero 
que  pienses  que  yo  te  quito, 
como  dices,  tu  remedio. 


San. 


D.  Ber. 


San. 
D.  Ber. 


San. 


D.  Ber. 


Sospecho  que  te  has  casado, 
si  no  es  que  estando  más  lejos 
de  lo  que  quisiera  estar, 
entendí  mal  lo  que  temo 
de  tu  fácil  condición. 
Siempre  fácil  te  parezco. 
El  hombre  muerto  le  puse, 
y  de  mi  prisión  el  miedo 
por  objeción  a  Lucindo. 
de  no  hacer  el  casamiento; 
mas  di  jome  que  era  él. 
Ya  entendí  todo  el  suceso. 
No  se  puede  responder 
a  un  casamiento  propuesto 
con  libertad,  que  es  agravio 
de  la  dama  y  de  sus  deudos. 
En  el  monte  de  Sanlúcar, 
que  mira  verdes  cabellos 
de  sus  pinos  en  las  aguas 
del  mar  de  España  soberbio, 
cuando  parten  a  las  Indias 
los  navegantes  modernos, 
que  codiciosos  del  oro 
no  ven  los  peligros  ciertos, 
hay  un  gatazo,  señor, 
que  sentado  en  uno  de  ellos, 
que  está  diciendo  «tornau, 
tomau»,  sonando  los  ecos 
en  las  naves,  con  que  muchos 
se  desembarcan  de  miedo. 
Yo,  pues,  señor,  que  te  miro; 
yo,  pues,  señor,  que  te  veo, 
por  obligado  embargado 
en  el  mar  de  este  concierto, 
y  dentro  del  prodigioso 
galeón  «San  Casamiento», 
desde  el  monte  de  mi  amor, 
desde  el  pinar  de  mi  celo, 
estoy  diciendo  «toniau, 
toman,  tomau,  caballero», 
hecho  gato  de  lealtad 
contra  gatos  de  dinero; 
que  donde  es  grande  el  peligro, 
nunca  fué  bueno  el  provecho. 
No  fuera  error,  como  piensas, 
Sancho,  sino  grande  acierto, 
el  casarme  con  Florela; 
lo  (juc  temo  y  lo  que  siento, 
lo  rjue  temo  y  lo  (jue  miro, 
l<j  (jue  gano  y  lo  (jue  pierdo^ 
lo  (jue  adoro,  lo  que  olvido, 
lo  que  busco,  lo  que  dejo, 
es  el  amor  de  Lisardií, 


JORNADA  TERCERA 


27 


San. 


D.  Ber. 

San. 

Ine. 

San. 
Ine. 

San. 


Ine. 
San. 
Ine. 
vSan. 


Ine. 
D.  Ber. 

vSan. 


D.  Ber. 


que  con  saber  que  no  puedo 
contrastar  tanto  imposible, 
todo  se  me  abrasa  el  pecho. 
Díjele,  Sancho,  a  Lucindo, 
que  escribiría  primero 
a  mis  padres,  a  Sevilla, 
por  hallar  en  este  medio 
remedio  de  no  casarme. 
De  tu  claro  entendimiento, 
en  la  obligación  que  tienes 
al  regalo  que  te  han  hecho, 
no  pudo  salir,  señor, 
más  ajustado  y  discreto. 

(Sale  Inés.) 

Inés  viene. 

Bella  Inés, 
¿qué  quieres? 

Dalle  a  tu  dueño 
este  libro  de  memoria. 
¿Pues  no  le  hablas? 

No  puedo, 
que  no  tengo  orden  de  arriba. 
De  arriba  abajo  te  quiero; 
pero  parece  que  traes 
la  faz  a  orza,  ¿qué  es  esto? 
Desdichas. 

¿Cómo  desdichas? 
¡Y  qué  desdichas! 

¿  Pucheros  ? 
Mira  que  soy  sevillano; 
declárate,  porque  luego 
clamoreen  por  el  hombre, 
que  desde  aquí  te  prometo, 
por  el  alma  de  Escamilla, 
que  fué  de  los  bravos  dueño, 
una  mohada  y  dos  chirlos; 
y  si  repara  a  lo  diestro, 
la  conclusión  y  adiós. 
No  puedo  hablarte. 

¿Qué  es  eso, 
Sancho? 

Este  libro  me  ha  dado 
Inés,  los  ojos  al  sesgo; 
no  sé  lo  que  significa 
tan  notable  sentimiento. 
Aqm',  en  la  primera  hoja. 

(Lea.) 

Dice:  «Ya  se  ha  descubierto 
cuanto  ha  pasado,  y  Octavio 
trueca  en  agravios  sus  celos. 
Mi  vida  y  mi  lionra  están 


D.  Ber. 

San. 


D.  Ber. 


San. 


D.  Ber. 
San. 
D.  Ber. 


en  que  salgáis  luego,  luego, 
de  esta  casa  y  de  Madrid, 
si  me  queréis  como  os  quiero, 
dulce  señor  de  mi  vida; 
esto  os  suplico  y  os  ruego. 
La  triste  Lisarda.it 

;Ay,  triste! 
Murió  un  señor  de  este  reino, 
y  la  señora  viuda 
escribió  a  un  encomendero 
labrador,  que  se  llamaba 
Pero  García,  en  un  pliego, 
materia  de  sus  negocios, 
y  con  aquel  sentimiento 
firmó:  «la  triste  Duquesa»; 
y  el  buen  hombre,  respondiendo 
a  su  carta  y  su  tristeza, 
firmó  la  suya,  diciendo: 
«el  triste  Pero  García». 
Agora,  señor,  que  veo 
firmar  «la  triste  Lisarda», 
que  respondas  te  aconsejo 
por  igual  dolor,  «el  triste 
don  Bernardo»,  que  a  tu  ejemplo, 
si  «la  triste  Inés»  me  escribe, 
el  «triste  Sancho  de  Oviedo» 
le  respondo. 

Agora  burlas, 
¿éste  es  tiempo,  majadero? 
Ya  lo  veo  yo,  señor, 
que  es  de  majaderos  tiempo, 
porque  no  entiendo,  ni  sé 
cómo  viven  los  discretos. 
Yo  te  diré  cómo  viven. 
¿Cómo? 

Callando  v  sufriendo. 


(Entran  Octavio  y  Mendo.) 

Men. 
Repórtate,  señor,  y  no  le  hables 
con  el  rigor  que  dices,  que  no  es  justo, 
que  sus  acciones  son  menos  culpables. 

OCT. 
¿Quieres  que  sufra  yo  tanto  disgusto? 
¿cómo  podré? 

D.  Ber. 
¿Qué  es  esto.  Octavio  amigo, 
que  me  parece  que  venís  sin  gusto? 

Y  cuando  yo  me  voy,  no  iré  conmigo 
si  no  quedáis  con  el  que  yo  deseo. 

OcT. 
¿Cómo,  que  os  vais? 


28 


EL   DESPRECIO  AGRADECIDO 


D.  BER. 
Ix»  que  es  forozoso  os  digo. 

OCT. 
Pues  tan  súbitamente,  no  lo  creo. 

D.  Ber. 
Bien  lo  jxxiéis  creer,  pues  no  lie  podido 
excusar  el  peligro  en  que  me  veo. 

Mozo,  en  la  corte  nuevo  y  bien  nacido, 
con  padres,  y  dinero,  y  Dorotea, 
¿qué  promete;  mejor  que  andar  perdido? 

Don  Gonzalo  de  Córdoba  desea 
que  me  vaya  con  él  a  esta  jomada, 
pues  ¿donde  un  noble  la  nobleza  emplea, 

como  sirviendo  al  rey?;  porque  la  espada 
mejor  parece  alli,  que  aqm'  tomando 
con  guante  de  ámbar,  guarnición  dorada. 

Estuvieron  mis  padres  obligando 
al  gran  Duque  de  Sesa,  cuando  en  Roma 
estuvo  la  embajada  ejercitando; 

y  agora  el  sucesor  mi  amparo  toma 
y  me  acomoda  con  su  heroico  hermano, 
que  tantas  veces  los  herejes  doma. 

Ya  os  acordáis  que  se  le  opuso  en  vano 
el  valeroso  joven,  descendiente 
de  aquel  famoso  capitán  cristiano, 

que  llamaron  «el  Grande>  justamente, 
en  Alemania  el  Conde  Palatino, 
y  que  gigante  le  rompió  la  frente. 

Pues  hoy.  Octavio,  estaba  de  camino, 
que  ya  Su  Majestad  le  ha  despachado, 
y  acompañarle,  Octavio,  deteiniino. 

No  puedo,  por  la  prisa  que  me  han  dado, 
besar  la  mano  a  vuestra  dulce  esposa; 
abrazadla  por  mí,  que  me  ha  obligado; 

así  a  Lticindo  y  a  Florela  hermosa; 
así  a  Alejandro  y  la  familia  toda, 
que  mi  partida  es  súbita  y  forzosa. 

OcT. 
Justo  fuera  que  honráradcs  mi  boda. 

D.  Ber. 
Perdonadme,  no  puedo  detenerme; 
tú,  Sancho,  los  caballos  acomoda. 

Men. 
Al  fin,  Sancho,  le  vas. 

San. 

Voy  a  ponerme, 
no,  Mcndo,  entre  los  barcos  de  Sevilla, 


donde,  en  cama  de  plata,  el  Betis  duerme; 

mas  donde  con  alguna  albondiguilla 
de  plomo,  en  caldo  de  figón  mosquete, 
no  me  dejen  quijada,  ni  costilla; 

Dios  me  deje  volver  a  Tagarete; 
dale  un  abrazo  a  Inés,   que  me  ha  obligado,^ 
y  depárele  Dios  un  buen  jinete. 

Al  pastelero  de  la  esquina  he  dado 
algunas  pesadumbres,  y  le  debo 
de  hojaldres  y  pasteles  un  ducado; 

pagarasle  por  mí,  que  no  me  atrevo, 
como  voy  a  morir,  a  deber  nada; 
adiós. 

Mex. 
¿Pues  lloras? 

San. 
Soy  soldado  nuevo. 
(Vase.) 

Men. 
Mal  encubriste  la  pasión,  formada 
de  tus  celos  injustos. 

OcT. 

No  he  podido 
lisonjear  ]a  voluntad  forzada. 

Men. 
Xo  fué  justo  mostrarte  desabrido 
con  quien  ya  se  partía,  por  sospechas 
de  agravio,  que  ti'i  propio  le  has  fingido. 

OcT. 
Yo  sé  de  dónde  salen  tantas  flechas; 
no  me  consueles,  Mendo,  cuando  vieres, 
que  vienen  todas  al  honor  derechas. 

Men. 
Siempre  fueron  culpadas  las  mujeres. 

OcT. 
Siempre  lo  son  los  hombres  que  las  miran 
para  engañarlas. 

Men. 
Riguroso  eres. 

OcT. 
Conozco  el  blanco  donde  todos  tiran. 

(Sale  F1.0RELA.) 
FW).  Antes  que  nuevas  te  den, 

de  que  ya  tu  grande  amigo 
no  .sólo  .será  testigo 
de  qíie  te  empleas  también, 


JORNADA  TERCERA 


29 


sino  tu  hermano  y  cuñado, 
albricias  vengo  a  pedirte, 
y  a  alegrarte  y  a  decirte 
cómo  queda  concertado 

que  no  haya  más  dilación, 
que  cuanto  a  Sevilla  escriba; 
mira  cómo  amor  te  priva 
con  celos  de  la  razón, 

cuando  sospechaste  mal 
de  tan  cuerdo  y  tan  gallardo 
caballero. 
OcT.  Don  Bernardo 

es  hombre  tan  principal, 

que  nunca  de  él  lo  creí; 
de  lo  que  estuve  quejoso 
ya  no  lo  estoy,  ni  celoso 
de  quien  se  aparata  de  aquí 
para  no  volver  jamás. 
Fr,o.  ¿Cómo  para  no  volver? 

OcT.  Xo  pienso  que  puede  ser 

ver  a  don  Bernardo  más, 

porque  a  Alemania  partió, 
con  el  generoso  hermano 
del  Duque  de  Sesa. 
Fr.o.  En  vano 

flor  a  la  aurora  nació 

mi  dicha,  pnes  en  los  hielos 
de  la  noche  se  han  cerrado 
sus  hojas;  tú  le  has  echado 
de  aquí  con  tus  necios  celos. 
OCT.  ¿Yo,  Florela?;  no  te  aguardo 

por  ignorante  y  mujer. 
Fl/3.  ¿Pues  qué  causa  pudo  haber 

de  partirse  don  Bernardo? 
OcT.  Xo  verme  casar,  que  amor, 

tal  vez,  a  la  ausencia  apela; 
y  aquesto  basta,  Florela, 
que  es  mucho  a  quien  tiene  honor. 
(Vase.) 
Fl,OREI<A. 

Cubierta  de  lucidas  banderolas, 
la  nave  indiana  el  rumbo  a  España  gira; 
entra  en  el  golfo,  y  procelosa  (i)  mira, 
trepando  el  mar,  las  gavias  españolas. 

AUí,  por  escapar  las  vidas  solas, 
más  mira  al  cielo  que  al  «amaina  y  vira», 
y  últimamente  la  esperanza  expira 
en  competencia  de  montañas  de  olas. 

Mas  sirve  de  consuelo,  que  se  lanza 


(i)     Así  en  el  original.  Quizá  sería  mejor:  centra  en  el 
golfo  proceloso  y  mira». 


al  dulce  puerto,  por  el  golfo  incierto, 
y  que  le  goza  mientras  no  le  alcanza. 

Pero  ha  sido  en  mi  grave  desconcierto 
la  desdicha  mayor  de  mi  esperanza, 
romper  la  nave  sin  salir  del  puerto. 
(Vase.) 
(Salen  Don   Bernardo  y  Sancho,  de  camino.) 

D.  Ber.  Es  imposible  pasar 

de  esta  venta. 
San.  ¿Estás  en  ti? 

D.  Ber.      X'o,  que  si  estuviera  en  mí, 
pudiéramos  caminar. 

Pero  así  como  quien  tiene 
vicio,  Sancho,  de  beber, 
que  no  acierta  a  andar  ni  a  ver 
lo  que  va  ni  lo  que  viene, 

este  vino  de  mi  amor, 
que  por  los  ojos  bebí, 
me  marea  y  lleva  ansí. 
Vuelve  a  proseguir,  señor, 

el  viaje;  que  en  volver 
atrás  se  aventura  tanto, 
que  de  escucharte  me  espanto. 
Xecio,  ya  no  puede  ser. 

Pues  tm  hombre  que  salió 
de  Madrid  para  Alemania, 
más  feroz   que  león   de   Albania, 
en  una  venta  paró. 

¿Con  qué,  valeroso  Cid, 
quieres  que  amor  te  corone? 
Alemania  me  perdone, 
que  yo  me  vuelvo  a  Madrid. 

¿Pues  en  Madrid  qué  has  de  hacer? 
Ver  a  Lisarda  casar, 
que  verla  me  ha  de  templar, 
de  Octavio  propia  mujer. 

Antes  te  dará  más  celos. 
Yo  sé  que  amor  cesará. 
Yo  sé  que  amor  te  dará 
mayor  (i)  fuego  y  más  desvelos. 

Hay  en  Ecija  insufrible 
calor  en  todo  el  verano, 
y  a  un  caballero  ecijano 
pregunté:  «¿Cómo  es  posible 

que  sufran  tanto  calor, 
si  aim.  aquí  nos  abrasamos?» 
D.  Ber.      ¿Qué  te  respondió? 
San.  «Buscamos 

el  aposento  menor.» 

Así  tú,  muy  necio  vas 


San. 


D.  Ber. 

San. 


D.  Ber. 

San. 
D.  Ber. 


San. 
D.  Ber. 
San. 


(i)     Hartz.  enmendó  «aim  más». 


30 

D.  Ber. 
San. 
D.  Ber. 

S.\N. 

D.  Ber. 
Sak. 


D.  Ber. 

S.'^v. 


EL    DESPRECIO   AGRADECIÓ 


D.  Ber. 
San. 

D.  Ber. 


San. 

D.  Bek. 

San. 


D.  Bkr. 


a  buscar  de  tu  amor  ciego 
donde  quepa  menos  fuego, 
habiendo  en  lo  menos  más. 

No  te  quiero  tan   chistoso. 
Sancho,  cuando  estoy  nuiriendo. 
Trátame  bien,  que  me  ofendo 
de  ese  nombre  vergonzoso. 

Antes,  agora  se  usa 
por  excelente  vocablo. 
Entre  los  usos  del  diablo, 
ese  no  ha  tenido  excusa, 

¡Chistoso!:  ¿qué  diferencia 
de  cualquier  afrenta  tiene? 
Este  necio  me  entretiene 
con  su  cansada  elocuencia. 

Saca  los  caballos  presto, 
que  no  he  de  pasar  de  aqm'. 
Desde  Sevilla  salí 
a  obídeceite  dispuesto; 

mas,  ¿qué  disculpa  hallarás 
que  a  tantos  celos  contente? 
Fingir  algún  accidente. 
A  buscar  tu  muerte  vas; 

el  Buen  Suceso  me  ampare, 
que  aaivino  desde  aqm', 
que  me  han  de  matar  a  mí 
de  lo  que  a  ti  te  sobrare. 

¡Ea!,  ya  soy  tu  trompeta, 
ponte  a  caballo...  Mas  di: 
¿qué  me  darás  porque  aquí 
te  dé  una  invención  discreta 

para  volver,  sin  agravio 
de  Octavio,  a  Madrid? 

Con  veinte 
escudos  hay  harto. 

Tente; 
di   que   encontramos,    a   Octavio, 

la  estafeta  de  Sevilla 
en  el  camino,  y  que  vuelves 
por  cartas. 

La  duda  absuelves; 
tu  ingenio  me  maravilla. 

Es  Cü.sa  puesta  en  razón; 
¿veinte  dije?,  sean  cuarenta, 
¡í'li,  cómo  al  amor  contenta 
cualquiera  lcx:a  invención! 

Ivs  extremada  cautela. 
Mucho  yerras  en  volver, 
que  pienso  que  te  han  de  hacer 
casar  con  la  tal  I'-lorcla. 

Necio  temor  te  acobarda; 
que  no  habrá,  en  esto  me  tundo, 


mujer  para  mí  en  el  mundo 
si  no  lo  fuere  Lisarda. 
(Vanse.  Salen  I^isarda  e  Inés.) 
Lis. 
¿Tú  le  viste  partir? 

InE. 

Presto  te  olvidas 
del  libro  de  memoria. 

Lis. 

Pues  ¿qué  quieres? 
pues  todas  las  mujeres 
¿son  amando  atrevidas? 

Miré  mi  honor,  que  quien  su  honor  desprecia, 
lloró  después,  arrepentida  y  necia. 

Echarle  fué  discreto  desvarío; 
mas  yo  sé  que  en  lo  mismo  te  vengaste, 
si  el  alma  me  llevaste, 
dulce  Bernardo  mío, 
que  no  pasara  yo  tan  triste  vida 
si  trocara  las  almas  tu  partida. 

Temor  de  Octavio,  y  de  Florela  celos, 
que  ya  tu  casamiento  pretendía, 
me  dieron  la  osadía, 
entre  tantos  recelos, 
para  apartar  de  ti,  con  mil  enojos, 
no  el  alma  que  te  di,  sino  los  ojos. 

Qué  harán  sino  cegar,  estando  ausentes; 
si  tienes  mi  desdicha  por  agravio; 
gozarálos,  Octavio, 
convertidos  en  fuentes, 
y  no  te  espantes,  si  tu  ausencia  lloran, 
que  están  dentro  dos  niñas  que  te  adoran. 

Con  húmido  rocío  los  extremos 
baña  la  noche  al  día,  y  la  luz  pura 
del  sol  en  sombra  oscura; 
y  así  los  dos  seremos: 
tú  el  sol;  la  noche  yo,  Bernardo  mío; 
tierra  mi  amor,  mis  lágrimas  rocío. 

iNE. 
¿De  qué  te  sirve  que  fatigues  tanto 
tú  espíritu,  señora,  en  imposibles? 

Lis. 
En  males  insufribles 
parece  ocioso  el  llanto; 
pero  es  engaño,  que  si  el  llanto  amansa 
furias  de  amor,  el  corazón  descausa. 

iNE. 
1%\  día  más  alegre  las  nmjeres 


JORNADA  TERCERA 


31 


aquel  suelen  llamar  en  que  se  casan; 

y  tú,  señora,  quieres, 

tales  desdichas  pasan, 

hacer  que  el  más  lloroso  y  triste  sea. 

Lis. 
Llámele  alegre  quien  casar  desea; 

que  para  mí  lo  fuera,  Inés,  el  día 
que  pudiera  trocar  tan  nuevas  gasla 
y  esa  falsa  alegría 
que  a  la  mayor  igualas 
en  negro  luto  y  blancas  tocas. 


INE. 


Mira. 


que  en  brazos  de  la  noche  el  sol  expira. 

Tus  deudos,  tus  criados,  los  amigos 
de  tu  padre  y  hermano  traen  a  Octavio. 

Lis. 
Todos,  de  tanto  agravio, 
vendrán  a  ser  testigos. 

iNE. 

Finge  alegría,  que  entran  en  la  pieza. 

Lis. 
No  lo  puedo  acabar  con  mi  tristeza. 

(Salen  acompañados   Octavio,   Lucindo,   Alejandro, 
Florela  y  Mendo.) 

Al,E.  Luego  que  se  den  las  manos, 

vayan  a  llamar,  Lucindo, 

los  músicos,  porque  quiero 

que  con  mucho  regocijo 

se  celebre  el  desposorio. 
Luc.  Tan  cuerdo,  tan  triste  miro 

a  Octavio,  que  me  da  pena. 
Flo.  y  yo  estos  días  le  he  visto 

con  menos  gusto  tratar 

su  casamiento. 
A1.E.  Imagino 

que  la  mudanza  de  estado 

la  causa  Florela  ha  fido. 
Men.  Extraños  están  los  novios, 

InE.  Sí,  que  Octavio  está  muy  tibio, 

y  Lisarda  mesurada; 

¿qué  es  esto? 
Men.  Un  retrato  al  vivo 

de  los  novios  de  Homachuelos: 

él  con  ojos  de  novicio, 

y  ella  trocada  en  los  viernes 

la  cara  de  los  domingos. 
(Salen  Don  Bernardo  y  Sancho,  rebozados.) 
San.  ¡Plegué  a  Dios  que  no  te  cueste 


el  venir  tan  atrevido 

alguna  desdicha! 
D.  Ber.  Calla; 

que  el  alboroto  y  ruido 

de  la  casa  nos  defiende 

para  no  ser  conocidos; 

y  en  viéndolos  dar  las  manos, 

volveremos  al  camino: 

tú  sin  miedo,  y  yo  sin  alma, 

ni  conocidos  ni  vistos. 
San.  ¿Fsto  quieres? 

D.  Ber.  Si  no  puedo, 

Sancho,  por  más  que  porfío, 

dejar  de  verlos  casar. 
San.  Tienes  tan  fuerte  capricho, 

qae  hasta  verlos  acostados 

y,  por  ventura,  con  hijos, 

no  querrás  salir  de  aquí. 
Ai,E.  Ya  que  mis  deudos  y  amigos 

están  presentes,  ¿qué  falta? 
Fi,o.  Que  se  den  las  manos. 

Luc.  Primo, 

Uegad;  llega  tú,  Lisarda. 

(Al  acerrarse  el  uno  al  otro,  dirá  Octavio,  deteniéndola.) 

OcT.  Que  te  aguardes  te  suplico, 

Lisarda. 
Lis.  ¿Por  qué? 

OcT.  Yo  soy 

quien  te  ha  querido  y  servido, 

como  sabes. 
Lis.  Es  verdad. 

OcT.  Pues  yo  soy  agora  el  mismo 

que  no  te  quiero  (i)  y  te  dejo, 

que  este  desprecio  es  debido 

al  tuyo;  que  en  este  tiempo, 

ingrata  a  tantos  servicios, 

a  tanto  amor  y  deseo, 

quisiste  al  mayor  amigo 

que  tuve,  y  por  mi  desdicha, 

Lisarda,  a  tu  casa  vino; 

aguardé,  para  vengarme, 

a  término  tan  preciso, 

que  fuese  mi  libertad 

de  tu  desprecio  castigo. 

Con  esta  resolución, 

que  te  cases  te  permito 

con  quien  quisieres. 
Luc.  No  es  hecho 

de  hombre  noble  v  bien  nacido; 


(i)     Así  en  el  impreso  de  la  Parle  XXV.  En  la  Vega 
del  P.  y  Hartz.  «cjuc  te  desprecio  y  te  dejo». 


EL    DESPRECIO   AGRADECIDO 


la  sangre  que  tienes  mía 
sacarte  quiero. 
Ale.  Lucindo, 

detente;  que  dice  bien, 
si  esto  es  ansí,  mi  sobrino: 
la  culpa  tiene  I.isarda, 
si  es  verdad  lo  que  le  dijo. 

(yf teñiros  se  ponen  en  medio  de  los  dos,  llega  por  un  lado 
Sancho  a  I.is,\rd.\,  y  dice.) 

S\s.  Señora,  escucha. 

Lis.  ;  Quién  es? 

San.  Sancho,  señora,  Sancliico. 

Lis.  ¿Pues   no   os  fuisteis   a   Alemania? 

San.  Sí;  mas  ya  habemos  venido, 

como  brujos,  por  los  aires. 

En  efecto,  habemos  visto 

al  bravo  rey  de  Suecia 

y  al  gran  Conde  Palatino 

en  Móstoles  de  Alemania. 
Lis.  ¿Viene  Bernardo  contigo? 

San.  Aquél  es  que  está  embozado. 

Lis.  Padre,  hennano,  deudos  míos: 

no  averigüéis  si  es  bien  hecho 

o  mal  hecho  lo  que  hizo 

Octavio  en  desprecio  vuestro. 

que  üesde  este  punto  digo 

que  se  ha  de  llamar  de  todos 

el  desprecio  agradtcido. 

Porque  si  aqueste  desprecio 

para  mi  remedio  estimo, 

lo  que  va  de  mal  casada 

a  estarlo  con  gusto  im'o, 

justo  será  que  se  llame 


Ale. 
Lis. 


D.  Ber. 


Luc. 
D.  Ber. 

S.\N. 


INE. 

San. 


OCT. 


Ale. 
Lis. 


el  desprecio  agradecido, 
y  que  le  agradezca  a  Octavio 
desprecio  que  es  beneficio; 
yo  estoy  casada. 

¿Con  quién? 
Xo  está  lejos  mi  marido. 
Desembozaos,  caballero, 
y  dadme  la  mano. 

(Desembózase.) 

Afirmo 

con  dárosla  y  con  el  alma, 

señora,  cuanto  habéis  dicho 

¿Es  don  Bernardo? 

Yo  soy. 

Y  yo,  Inés,  a  tu  servicio; 

Sancho  de  Oviedo,  hijodalgo 

como  un  pemil  de  tocino. 

¿Xo  eres  soldado? 

¿Qué  quieres, 

si  en  tres  días  he  corrido 

de  Móstoles  a  Alai  con? 

Aunque  pudiera  contigo 

enojarme,  don  Bernardo, 

tu  casamiento  confirmo, 

y  de  Lisarda  a  Florela, 

pues  que  viene  a  ser  lo  mism 

mudo  la  mano  y  el  alma. 

Xo  puede  haber  sucedido 

mayor  dicha  en  tal  desprecio. 

Por  eso  el  poeta  dijo, 

senado,  que  se  llamase 

El  desprecio  agradecido. 

FIX 


COMEDÍA  FAMOSA 

DE 


DINEROS    SON    CALIDAD 


T.AS  PERSONAS  QUE  HABLAN  EN  ELLA 


Fkderico,  viejo. 

Otavio. 

Rufino. 

I,UCIANO. 

Macarrón,  criado. 


lyUCiLA,  criada. 
Julia lyAURENCiA,  Du- 
quesa de  Calabria. 
CÉSAR ,  A  Imirante . 
Un  MÚSICO  . 


Camila,  Princesa  de  Ñapóles. 
Aurelia,  dama. 
Amadeo,  Condestable. 
Claudio. 
Pereiro  (i). 


ACTO  PRIMERO 

(Toquen  chirimías  y  salgan   Federico,  viejo;   Otavio, 
Rufino  y  I<uciano,  vestidos  pobremente.) 

Ota.  Ya  llega  el  aplauso. 

Fed.  Ansí, 

para  el  adorno  os  prevengo, 
porque  otras  telas  no  tengo, 
hijos,  que  colgar  aquí. 

Sus  edificios  valientes. 
Ñapóles  con  tal  decoro 
adorne,  que  montes  de  oro 
se  finjan  al  sol  lucientes; 

que  yo,  para  que  la  palma 
me  ofrezca  en  los  regocijos, 
mi  puerta  adorno  con  hijos, 
que  son  pedazos  del  alma. 

Adornad  brocados  tiernos, 
pues  ansí  el  tiempo  me  humilla, 
los  tres  mi  pobre  casilla, 
centro  de  llantos  eternos. 

Que  si  la  vista  le  aplica, 
la  que  tan  soberbia  pasa, 
verá  en  la  más  pobre  casa 
la  colgadura  más  rica. 
RUF.  ¡Señor! 

Luc.  ¡Padre! 

Ota.  ¿Vos  lloráis? 

Fed,  Si  en  los  aplausos  presentes 

hay  también  arcos  y  frentes, 
fuentes  son  las  que  miráis; 
cubrid  la  pobre  pared. 
(Arrímense  los  tres  a  los  paños.) 


(i)  Intervienen  además:  T<a  es'tatua  del  rey  Don  Eh" 
rique,  Clarindo,  Urbán,  Lelio,  Fausto,  Un  caballero.  Un 
criado.  Una  dama,  gente. 

XII 


Ota.  ¿Estaremos  bien  ansí' 

Fed.  Poco  se  encubre,  ¡ay,  de  mí!; 

algo  los  brazos  tended. 
RuF.  ¿Estamos  bien? 

Fed.  ¿Hay  brocados 

para  mí  de  más  belleza? 

Bien  llaman  cruz  la  pobreza, 

pues  estáis  crucificados. 
(Sale  Macarrón,  roto,  a  lo  france's.) 

Mac.  Con  la  mayor  majestad 

y  aclamación  de  la  gente 
que  se  ha  visto  eternamente 
triunfando  por  la  ciudad, 

entra  la  Reina  gloriosa, 
que  anegado  en  su  arrebol 
parece  que  viene  el  sol 
en  brazos  del  alba  hermosa. 

Pues  Julia  Laurencia,  así 
honrando  al  tumulto  viene, 
que  de  primavera  tiene 
la  beldad  que  en  ella  vi. 

Échate  a  sus  pies,  y  pide 
clemencia. 
Fed.  Es  inadvertencia, 

porque  jamás  la  clemencia 
con  la  hermosura  se  mide; 

Antes,  de  fuerza  ha  de  ser 
cruel,  si  es  hermosa,  y  ya 
cruel  dos  veces  será 
por  hermosa  y  por  mujer. 
A'Iac.  Señor,  ¿qué  calvario  es  éste? 

Fed.  Estos  mis  doseles  son, 

porque  la  coronación 
tanto  cuidado  me  cueste. 

Estos  pongo  en  mi  pared, 
para  aventajarme  a  todos. 


3 


34 


DIXERC«   SOX    CALIDAD 


>L\C.  Conseguirás  de  esos  modos 

rigor  en  vez  de  merced. 
A  aqnel  rústico  imitar 

quieres  en  los  desatinos, 

que  colgó  los  dos  tocinos, 

no  teniendo  qué  colgar. 
Mándalos,  señor,  quitar; 

no  añadas  agravio  a  agravio. — 

Rufino,  Luciano,  Otavio, 

no  es  ese  vuestro  lugar. 
Dejalde;  mirad  que  en  él 

parecéis  los  tres  impropios, 

p>or  ser  doseles  más  propios 

de  un  molino  de  papel. 
Ota.  Ansí,  loco,  obedecemos 

a  nuestro  padre. 
Fed.  y  ansí, 

hijos,  me  agradáis  a  rm'. 
Mac.  Considera  que  la  hacemos 

toro  y  no  Reina. 
Fed.  ¿Porqué? 

M.\c.  Por  ponelle  de  esta  suerte 

tres  dominguillos.  Advierte 

que  cuando  el  toro  los  ve 
venga  en  ellos  los  enojos; 

y  |X)drá,  llegando  a  vellos, 

la  Reina  vengarse  en  ellos, 

señor,  como  en  tus  despojos. 
Luc.  Bárbaramente  interpretas 

lo  que  tú  hicieras  reinando. 
Mac.  Parece  que  estáis  jugando 

a  Juan  de  las  cadenetas. 

No  estéis  ansí.  Mas  ya  viene 

la  Reina;  aquí  he  de  estar  yo, 

y  haced  cuenta  que  faltó 

un  tapiz  que  nada  tiene. 

(Toquen    chirimías,    y    tras    ti    acompañamiento,    salpa 

César,  con  estoque  desnudo,  y  la  Reina  Julia,  bizarra» 

t  rayen  dolé  la  falda  una  dama  ) 


Julia. 

CÉS. 

Julia. 

CÉS. 

Julia. 
CÉS 


Fkd. 


Al  compás  de  la  riqueza, 
es,  César,  la  admiración. 
Orientes  sus  calles  son. 
No  he  visto  mayor  grandeza. 

Y  no  es  la  menor,  señora, 
la  que  ves. 

Duque,  ¿qué  es  eso? 
De  amor  el  inayor  exceso 
que  se  ha  admititlo  Iiasta  agora; 

un  viejo,  que  no  teniendo 
qué  colgar,  adorna  ansí 
8u  pncrta. 

Señora,  aquí, 


Julia. 
Fed. 
Julia. 
Fed. 


Julia. 
Fed. 

JULLV. 

Fed. 


Julia. 
Fed. 


Julia. 

Fed. 

Julia. 

Fed. 

Julia. 

P'ed. 

Julia. 

Fed. 


mis  deseos  excediendo 

las  maravillas  extrañas 
con  que  hoy  Ñapóles  os  ve, 
estas  paredes  colgué 
de  telas  de  mis  entrañas. 

Pedazos  del  alma  son; 
mal  he  dicho:  almas  enteras, 
colgaduras  tan  de  veras, 
que  los  obró  el  corazón. 

De  almas  quise  así  adornaros 
mis  pobres  paredes  hoy; 
almas  tengo,  almas  os  doy; 
no  me  queda  más  que  daros. 

¿Quién  sois? 

Soy  lo  que  no  fui. 
¿Quién  fuisteis? 

Lo  que  no  soy; 
tan  otro  del  que  fui  estoy, 
que  no  me  conozco  a  mí. 

¿Quién  sois? 

Esto  baste  y  sobre, 
que  ansí  a  voces  lo  publico. 
¿Quién  sois? 

Hombre  que  fui  rico, 
que  es  deciros  que  soj'  pobre. 

Y  siendo,  señora,  ansí, 
que  soy  otro,  claro  está, 
y  pues  tengo  otro  ser,  ya 
no  soy  aquéllo  que  fui. 
¿Sois  de  Ñapóles? 

En  ella 
fui  hombre  gran  poderoso, 
el  más  rico,  el  más  famoso 
y  el  que  más  felice  estrella; 

y  hoy  ansí  me  considero, 
puesto  en  la  mayor  bajeza: 
tanto  abate  la  pobreza 
y  tanto  ensalza  el  dinero. 

¿Cómo  os  perdisteis? 

Presté. 
Necedad. 

Yo  lo  confieso. 
¿Tan  grande  fué  vuestro  exceso? 
Tan  grande  mi  exceso  fué. 

¿A  quién  prestasteis? 

Al  Rey. 
mi  dueño  y  vuestro  enemigo; 
que  éste  fué  de  Dios  ca.stigo 
y  ésta  fué  del  cielo  ley, 

pues  él  muerto  y  la  ciudad 
entrada  por  vuestro  hermano, 
perdió  el  reino  soberano, 
y  perdí  la  calidad 


ACTO    PRIMERO 


35 


y  lo  prestado  perdí, 
que  eran  dos  millones,  y  hoy 
en  esta  casilla  estoy 
admirando  lo  que  fm'. 

Vuestro  hermano  me  quitó 
las  villas  que  poseía, 
y  las  fuerzas,  que  en  un  día 
tan  sin  ellas  me  dejó. 
Julia.  ¿Luego  vos,  sin  duda  alguna 

sois  el  Conde  Federico? 
Fed.  Yo  fui  conde,  siendo  rico, 

ya  objeto  de  la  fortuna. 

Ya,  después  que  pobre  estoy, 
todos  me  tienen  en  poco 
paso;  y  cantado  (i),  ya  loco, 
ya  necio  y  altivo  soy. 

Cuanto  digo  es  necedad, 
desprecio  cuanto  publico 
¡Ah,  pobreza! 
Julia.  Federico, 

no  os  aflijáis;  levantad. 

Y  si  es  que  no  lo  sabéis, 
pues  llegáis  a  conoceros, 
volved  a  juntar  dineros 
y  lo  que  fuisetis  seréis. 

Este  consejo  estimad, 
que  en  ser  piadoso  me  fundo, 
pues  veis  que  sólo  en  el  mundo 
dineros  son  calidad. 

(Toquen,  y  éntrese  la  Reina  y  el  acompañamiento.) 

Tú  quedas  bien  despachado. 
¡Vive  Dios! 

¡Pesia! 

No  más. 
Ansí  con  paciencia  estás. 
-\nsí  con  paciencia  he  estado. 

¿Qué  se  podía  esperar 
de  la  Reina,  siendo  hermana 
áz  Ludo  vico? 

¡Oh,  tirana! 
¿Dineros  has  de  buscar 

para  volver  a  tener 
calidad? 

Son  los  dineros 
del  mundo  efectos  primeros 
y  espíritus  de  su  ser. 

Las  intehgencias  son 
de  las  cosas,  los  concetos 
más  vivos  y  más  perfetos 
y  los  de  más  opinión. 


RUFI. 


(i)     Hartzenbusch   enmendó:    «Pasé   por   cuerdo;  ya. 

lOCO'). 


Fed. 

RUTFI. 


Hacen  lindo  a  un  corcovado 
y  doctor  hacen  a  un  tordo; 
dan  entendimiento  a  un  gordo 
y  dan  prudencia  a  un  delgado. 

Un  bermejo  con  dineros 
no  es  Judas,  Adonis  es; 
y  ansí,  los  cuatro,  después 
que  os  faltan,  sois  majaderos. 

Padre  y  señor:  pues  se  ha  visto 
ser  de  los  dineros  causa 
la  calidad,  por  ser  ellos  (i) 
de  todas  las  cosas  almas, 
yo  los  dineros  perdidos 
y  la  calidad  que  os  falta, 
cobrar  con  las  obras  quiero 
y  acreditar  con  las  armas. 
Y  ansí,  pues,  las  armas  son 
principio  de  tantas  casas 
que  la  ambición  las  ilustra 
y  el  dinero  las  levanta, 
por  armas  juro  y  prometo 
ganar  gloriosa  alabanza, 
hasta  daros  cahdad 
con  inmortales  hazañas. 
No  he  de  ver  eternamente 
esas  venerables  canas 
que  al  pecho,  en  sierpes  de  nieve, 
generosas,  se  desatan, 
hasta  que  las  vista  y  cubra 
del  oro  rubio  que  os  traiga 
de  las  entrañas  de  Ofir, 
de  los  abismos  de  Arabia, 
no  con  mercancías  viles, 
no  con  engañosas  trazas, 
sino  con  la  industria  sola 
de  este  brazo  y  de  esta  espada; 
que  con  ellos  pienso  ser 
destos  desprecios,  venganza; 
destos  agravios,  castigo; 
fortuna,  de  estas  desgracias; 
de  esta  muerte,  eterna  vida; 
de  esta  vida,  heroica  fama; 
de  esta  afrenta,  honor,  y,  al  fin, 
de  esta  miseria,  abundancia. 
Detente,  Rufino;  espera, 
oye,  escucha,  advierte,  aguarda. 
Perdonad,  padre  y  señor, 
que  pues  con  bajeza  tanta 
la  Reina  os  vituperó. 


''i)  Lo  dicho  antes,  es  lo  contrario.  Quizá  estarían 
mejor  estos  dos  versos:  «Ser  los  dineros  quien  causa  \ 
la  calidad,  por  ser  ellos»,  etc. 


36 


D1.\KRC.«   SON"    CALIDAD 


OS  he  de  honrar  por  las  armas.  ( Vase.)    ¡ 
Lrci.  Yo  la  calidad,  señor, 

que  los  dineros  engendran, 

a  pesar  de  la  fortuna 

que  os  tiene  en  tanta  bajeza. 

si  mi  hennano  por  las  armas, 

quiero  adquirir  por  las  letras; 

que  ellos  también  dan  imperios 

y  majestades  dan  ellas. 

No  los  mal  perdidos  años 

de  mi  edad  florida  y  tierna 

me  han  de  acobardar,  ni  hacer 

que  las  esperanzas  pierda; 

que  también  Leontino  Gorgias 

de  ciento  y  veinte  años  era 

cuando  comenzó  a  estudiar, 

con  admiración  de  Grecia. 

Pobre  y  noble  soy,  y  ansí 

salir  de  mi  patria  es  fuerza; 

que  es  la  desdicha  mayor 

de  las  humanas  miserias 

vivir  con  pobreza  un  hombre 

a  donde  tuvo  riqueza. 

No  he  de  volver  a  esos  ojos, 

no  he  de  ver  esa  presencia 

hasta  que  de  mis  estudios 

generosos  premios  tencha; 

porque  si  la  calidad 

en  los  dineros  se  aumenta, 

y  en  las  letns,  como  he  dicho, 

los  dineros  se  conservan, 

por  ella  voy  a  buscallos, 

para  que  con  ellas  pueda, 

a  pesar  de  la  fortuna, 

sacaros  de  esta  bajeza. 
Fkd.  Hijo,  Luciano,  ;también 

rae  desamparas  y  dejas  ? 

Oye,  escucha,  espera,  aguarda; 

oye,  escucha,  aguarda,  espera. 
Lucí.  Perdonad,  padre  y  señor; 

que  pues  con  tanta  vileza 

a  este  estado  liabéis  venido, 

os  he  de  honrar  por  las  letras.  ( Vase.) 
Ota.  Si  en  las  letras  y  en  las  armas 

Rufino  y  Luciano  lian  puestíj 

la  calidad,  ])arto  infame 

del  pecado  y  dvl  dinení;  FED. 

que  la  cfxlicia  dvl  oro, 

en  negros  abismos  presfj,  Mac. 

ha  darlo  a  los  vientos  linos 

y  ha  dado  a  las  aguas  leños. 

Síjberana  tiranía 

de  estos  libres  elementos. 


fingiendo  en  ellos  delfines 

y  águilas  mintiendo  en  ellos; 

penetrando  poderosos 

los  climas  no  descubiertos, 

vistos  apenas  del  sol, 

con  ser  lince  de  los  cielos. 

Pero  yo  solo,  sin  arte, 

sin  amistad,  sin  aliento, 

sin  amparo,  sin  favor, 

sin  alma  y  pobre,  en  efecto, 

que  es  cifraros  cuanto  he  dicho 

y  es  deciros  cuanto  puedo, 

que  contra  el  nombre  de  pobre, 

de  infinitos  epitetos, 

¿qué  mares  puedo  surcar, 

qué  provincias  o  qué  reinos, 

que  en  unos  no  halle  rigor 

y  en  otros  no  halle  escarmiento? 

¡Oh,  viles  leyes  del  mundo, 

que  en  los  dineros  han  puesto 

la  calidad  de  la  sangre, 

aliento  y  calor  primero! 

Maldiga  el  cielo  al  tirano 

que,  con  loco   desatiento, 

hizo  deidad  el  metal 

e  hizo  dios  al  embeleco. 

¡Ay,  padre,  que  estoy  sin  mí! 

¡Ay,  señor,  que  pierdo  el  seso, 

juzgando  infinito  el  daño, 

viendo  imposible  el  remedio! 

Temo  una  reina  enemiga; 

pobre  estoy  y  pobre  os  veo; 

de  los  tiempos  oblación 

y  de  la  fortuna  ejemplo. 

Mas  si  los  dineros  hallan 

los  que  los  procuran  meno>, 

que  eso  tienen  de  tiranos 

y  eso  tienen  de  indiscretos, 

por  los  orbes,  sin  buscallos, 

hasta  ver  si  los  encuentro, 

surcaré  mares,  abismos, 

burlaré  montes  excelsos. 

Necedad  hago  en  dejaros; 

pero  ser  necio  pretendo, 

que  para  ser  venturoso, 

quiero  empezar  a  ser  necio.  (Vase.) 

Amigo,  corre  tras  él 

y  detenlc-. 

Antes  pretendo 
buscar  también  calidad, 
hallándola  por  dineros; 
para  hallarlos  lu-  jx-n.sado 
y  un  fanuvso  ar])il!Ío  tengo: 


ACTO    PRIMERO 


37 


Fed. 


Luc. 

Fed. 

Luc. 
Fed. 


que  es  hacerme  mentecato, 

miserable  y  avariento, 

que  a  éstos  los  dineros  buscan 

y  a  los  zurdos  y  a  los  tuertos; 

antípodas  de  los  lindos, 

que  de  sí  viven  contentos. 

Seguir  en  esta  facción 

uno  de  tus  hijos  quiero, 

que  aquí  te  han  desamparado 

con  diferentes  intentos; 

y  no  sé  a  cuál  de  ellos  siga, 

aunque  las  armas  no  apruebo, 

que  son  médicos  crueles, 

y  los  soldados  enfermos, 

que  al  recipe  de  un  balazo 

están  contino  sujetos: 

soldados  los  zurdos  sean. 

También  en  las  letras  veo 

inconvenientes  terribles; 

las  pasitas  y  los  huevos 

sorbidicos  me  desmayan, 

diciendo,  entre  probo  y  negó, 

temerarias  bernardinas 

y  solecismos  tan  gruesos. 

El  de  Otavio  me  parece 

más  sano  y  más  libre  acuerdo; 

a  Otavio  quiero  seguir, 

que  si  no  es  el  fin  tan  bueno, 

es  descansada  la  vida. 

Ñapóles,  de  vos  me  ausento, 

hasta  tener  calidad 

que  me  zurza  estosgregüescos.  (  Vase.) 

¡Qué  mármol,  qué  bronce  duro 

podrá  tener  sufrimiento 

en  tran  graves  desventuras 

y  en  tan  míseros  sucesos! 

Luciano,  Otavio,  Rufino, 

aguardad. 

(Sale  Lucila.) 

Señor,   ¿qué  es  esto? 
¿Tú  das  voces? 

¡Ay,  Lucila!: 
grave  es  el  mal,  pues  rae  quejo. 
¿Qué  tienes? 

El  no  tener 
es,  Lucila,  el  mal  que  tengo. 
Las  almas  que  me  animaban 
me  han  faltado;  los  luceros 
que  iluminaban  mi  noche, 
en  negro  ocaso  se  han  puesto. 
Perdieron  la  luz  mis  ojos, 
quebráronse  mis  espejos, 
que  es  decirte  que  a  Rufino, 


Luc. 
Fed. 


Luc. 
Fed. 

Luc. 

Fed. 

I  Luc. 


Fed. 

Luc. 
Fed. 
Luc. 
Fed. 


Otavio  y  Luciano  pierdo. 
¿Cómo? 

Como  me  han  dejado 
por  desdichado  y  por  viejo; 
que  aquí  condeno  el  rigor, 
si  la  piedad  agradezco. 
¿Mira  lo  que  puedo  hacer. 
Consolarte. 

¿Qué  consuelo 
hallaré  sin  tener  hijos? 
El  de  Dios. 

Paciencia  tengo. 
En  mí  te  queda  una  esclava; 
que  lo  mucho  que  te  debo 
te  quiero  pagar  agora. 
Tú  me  has  criado  y  me  has  hecho, 
siendo  de  padres  humildes, 
la  merced  que  no  merezco. 
Señor,  no  te  desanimes, 
que  sustentar  te  prometo, 
de  calle  en  calle  llorando, 
de  puerta  en  puerta  pidiendo, 
hasta  venderme  a  mí  misma. 
Lucila,  mi  fin  es  cierto, 
vamos  a  ver  si  se  han  ido. 
Vamos. 

¡Ay,  Dios,  ya  se  fueron! 
¿Quién  lo  dice? 

El  corazón, 
que  está  reventando  el  pecho. 


(Vanse.  Sale  Aurelia  con  una  vela  en  la  mano,  y  Camil.\ 

con  sayas  negras,  cola  arrastrando,  el  lienzo  en  los  ojos,  y 

siéntese  Camila  y  un  Músico.) 

Cam.  Soberana  ostentación 

de  su  amor  siempre  inmortal,, 

pues  tan  sacra  admiración 

no  quiso  que  fuese  igual, 

Aurelia,  a  su  corazón. 
En  él  halló  sepultura 

más  capaz,  pero  yo  soy 

piedra  en  tanta  desventura, 

y  ansí  a  mi  padre  le  doy 

sepulcro  de  piedra  dura. 
Este  llanto,  hasta  vengaros, 

eterno,  padre,  ha  de  ser; 

en  sangre  pienso  bañaros, 

y  ansí  granates  hacer 

estos  alabastros  claros; 
Ludovico  morirá 

a  mis  manos. 
AuR.  La  comida, 

señora,  aguardando  está. 


38 


DINEROS   SON'   CALIDAD 


Cami.  Como  me  sobra  la  vida, 

sobre  la  comida;  ya 
no  quiero  comer. 
AUR.  Advierte 

que  comiendo  has  de  vivir, 

V  viva  vengar  su  muerte. 
C.\MI.  Si  el  mal  se  acaba  en  morir, 

morir  es  la  mejor  suerte. 

(Sacav  la  mesa  tapada,  Cu^rDio  >■  Pereiro,  con  unta- 
ietiin  negro  y  ellos  con  capuces.) 

Clai'.  Ya  está  la  comida  aquí. 

Cami.  Refiéreme  el  triste  caso 

como  sueles. 
MCs.  Oye. 

Cami.  Di. 

Si  cómo,  la  ley  traspaso; 

padre,  perdóname  aqm'. 

(Canta  el  Músico.) 
MUS.  <'E1  soberbio  Ludovico, 

Duque  de  Calabria  insigne, 
de  Ñapóles  y  Sicilia 
desposee  al  magno  Enrique.» 

(Llora  CAMrL.\.) 
Xo  cantes,  que  se  enternece. 
¡Ay,  dulce  padre!  Prosigue, 
que  aquí  el  llanto  es  importante 
para  que  el  dolor  se  alivie. 
<Con  engaño  y  con  traición, 
plazas  y  puertos  oprime, 
a},-udándole  al  tirano 
los  rebeldes  que  le  siguen.* 
(Va  comiendo.) 

Agua. 

Aqm'  está. 

¿Qué  me  traes? 

Traigo  el  agua  que  pediste. 

Lk-íiaron  antes  mis  ojos, 

rjue  ellos  la  copa  me  sirven 

con  mayor  puntualidad; 

^•uelveel  agua,  y  tú  prosigue.  (Llore.) 

"Salió  a  la  defensa  el  Rey; 

{X-To  ima  noclie  lo  embisten 

sobre  seguro  >nil  fieras, 

que  fieras  conduce  un  tigre; 

los  suyos  mismos  le  venden, 

y  la  tienda  le  hacen  libre, 

donde  de  diez  jiuñaladas 

su  nieve  corales  tifien.» 
Cami.  Diez  puñaladas,  ¡ah,  fieras' 

Clau.  No  cantes  más. 

''ami  No  me  prives. 


AUR. 

Cami. 


Mus. 


Cami 

Per 

Cami. 

Pmr 
Cami. 


Lanti; 


bárbaro,  de  este  contento, 
que  el  llanto  es  goce  del  triste. 
Prosigue. 

(Sale  Amadeo,  Condestable,  galán  en  cuerpo  con  plumas.) 

Ama.  Dame  esos  pies. 

Cami.  ¿Tú  en  mi  presencia  viniste, 

Amadeo,  desta  suerte; 
tú  de  mis  penas  te  ríes; 
ansí  a  mi  padre  profanas, 
que  a  entrar  aquí  te  atreviste? 
¿Ansí  el  decoro  le  pierdes'^ 
Vuélvete,  no  me  visites. 

Am.\.  Este  atrevimiento  honrado 

las  buenas  nuevas  te  afinnen 
que  traigo. 

Cami.  ¿A   mí   buenas   nuevas? 

Ama.  Ya  los  sucesos  felices 

di  Ludovico  pararon 
en  la  muerte;  ya  le  ciñe 
pálido  ciprés;  ya  ocupa 
sagrados  jaspes. 

Cami.  ¿Qué  dices? 

Ama.  Que  cayó  Faetón  soberbio, 

del  carro  del  sol  que  rige; 
presente  me  hallé  al  suceso. 

Cami.  Quitad  la  mesa;  ¿que  viste 

muerto  a  I^udovico? 

Ama.  Aquí 

de  su  historia  lo  colige. 
En  un  caballo  de  España, 
que  otro  hipogrifo  se  fmge, 
cielo  en  sus  líneas  y  estrellas, 
en  las  manchas  jaspe  o  lince, 
salió  Ludovico,  haciendo 
que  la  tierra  al  bruto  envidie, 
no  permitiéndole  apenas 
que  con  las  manos  le  pise. 
Mas  llegando  a  Pie  de  Gruta, 
a  la  voz  de  irnos  clarines, 
que  animosos  le  incitaron, 
la  espuela  le  pone,  y  libre 
los  aires  corta  en  esferas, 
como  las  aguas  el  cisne, 
V  con  tal  ferocidad 
contra  las  peñas  embiste, 
sin  que  la  rienda  le  fuerce 
ni  las  voces  le  apacigüen, 
que  en  ellas  chocando  el  monstruo 
hace  que  se  preri])ile 
la  majestad  sacra,  estatua 
que  profanada  nos  dice 
que  es  barro  el  poder  luuuano 


ACTO    PRIMERO 


39 


y  hay  piedra  que  le  derribe. 
Matan,  el  caballo,  en  quien       ^ 
bárbaras  furias  se  embisten, 
que  Dios  irrita  los  brutos 
para  que  al  hombre  castiguen . 
Ansí  acabó  la  soberbia, 
ansí  la  crueldad  se  rinde, 
y  ansí  en  las  sangrientas  piedras 
Dios  tus  venganzas  escribe. 
Después  de  las  regias  pompas. 
Ñapóles  mintiendo  abriles, 
pone  en  el  solio  a  su  hermana, 
ganando  lo  que  perdiste. 
Esta  nueva  te  provoque, 
este  castigo  te  incite; 
restaura  tu  reino,  haciendo 
como  Camila  invencible. 
Deja  el  ocio  de  esta  cárcel; 
lista  infantes,  junta  ristres; 
y  si  el  hombre  infunde  esfuerzo, 
tu  mismo  nombre  te  anime, 
que  yo  en  Xápoles  te  ofrezco, 
de  los  nobles  que  me  siguen 
la  mayor  parte  del  reino 
y  la  ocasión  [más]  felice. 
Cami.  Dios,  al  fin,  me  ha  vengado, 

amado  padre  mío,  y  ya  me  absuelve 
la  fe  que  os  he  jurado; 
ya  por  vos  vuelve  el  cielo  y  por  mí 
ya  labraros  intento  [vuelve, 

en  Ñapóles  eterno  monumento. 

Bl  ánimo  redima 
la  muerte  de  un  tirano  desamable; 
«Al  arma»  el  viento  gima; 
salga  el  reino  del  jnigo   miserable; 
trueqúese  el  luto  en  galas, 
que  Camila  he  de  ser,  si  no  soy  Palas. 

(Vase.  Sale  Julia  y  César.j 

CÉS. 

En  un  castillo  vive  retirada, 
que  le  eligió  por  fuerte  lugar  solo, 
defendido  del  mar,  donde  la  entrada 
ve  en  noche  siempre  la  deidad  de  Apolo. 
AlH,  en  griega  Artemisa  transformada, 
nuevo  milagro  y  sacro  mauseolo, 
eternos  {i\  alabastros  al  sol  medra, 
donde  a  su  padre  resucita  en  piedra. 

Julia. 
César,  a  esa  mujer  prender  me  importa. 

(  i)     En  el  original  «enteros»  por  errata. 


Ha  de  ser  imposible. 


CÉS. 

Jui,l. 

¿Qué  imposible? 


Cuando  se  determina  y  no  reporta, 
¿el  hombre  no  atropella?... 

CÉS. 

Es  invencible 
la  gallarda  Camila. 

Juu. 
Duque,  acorta 
sus  alabanzas,  que  andas  insufrible. 

CÉS. 
Para  que  mis  deseos  no  desdores, 
yo  prometo  mataUa. 

Jui<i. 

Sí,  de  amores. 

CÉS. 
¿De  amores? 

Jui,i. 

Pues  quien  tanto  la  encarece, 
parece  que  en  el  alma  la  retrata. 
;No  echas  de  ver  que  en  la  alabanza  crece 
la  voluntad?  ]\Ias,  Duque,  será  ingrata 
mujer,  que  tan  gallarda  se  te  ofrece. 
Matará  de  gentil 

CÉS. 
De  ilustre  mata. 

JULI. 
Y  tú  matas  de  necio  al  que  te  escucha; 
grande  es  tu  amor,  y  mi  paciencia  mucha. 

Para  ver  si  es  tan  fuerte  y  es  tan  bella, 
al  campo  he  de  salir;  junta  mi  gente, 
que  ansí  la  prenderé  o  haré  prendella 
y  veré  si  es  hermosa  y  si  es  valiente. 

CÉS. 
Al  lado  de  tu  sol,  no  será  estrella, 

Jlxi. 
Poca  lumbre  le  das,  tu  pincel  miente; 
ya  en  alabarme  a  mí  y  en  desprecialla 
andas  tan  necio  como  en  alaballa. 

Un  bando  se  eche  luego,  donde  ofrezco 
todo  lo  que  pudiera  al  que  la  prenda, 
que  la  dificultad  ansí  encarezco, 
porque  más  bien  mi  vohmtad  se  entienda. 

CÉS. 
¿Valdráme  esta  prisión  lo  que  merezco? 


40 


DINEROS   SON   CALIDAD 


Ota. 


Mac. 


Jru. 
Valdráte  que  jamás  de  ti  me  ofenda. 

CÉs. 
Premio  infinito  es  ése. 

F.chese  el  bando 
y  digan  lo  que  pido  y  lo  que  mando. 

(i'ase  fila.   Salen   Otavio   r  Macarrón,  de  eawvio 
pobremente.) 

Ciegos  y  perdidos  vamos 
tras  el  mayor  imposible. 
Un  disparate  terrible 
es,  Octavio,  el  que  intentamos, 
un  mentecato  buscamos; 
puesto  que  su  nombre  adoro, 
sin  respeto  y  sin  decoro 
cuya  ignorancia  publico; 
que  lo  que  tiene  de  rico 
tiene  de  cansado  el  oro. 

Pero  discursos  dejando, 
dime:  ¿qué  piensas  hacer, 
cansados  y  sin  comer? 
Quejarme  al  cielo. 

Callando 
y  comiendo  y  descansando, 
menos  vendrás  a  sentir. 
¿Por  qué  había  de  vivir 
un  pobre,  y  más  cuando  ha  sido 
rico? 


Ota 

Mac 


Ota. 


Mac.  Tu  padre  ha  tenido 

la  culpa. 
Ota.  Puedes  decir 

que  es  causa  de  este  desprecio: 

la  lealtad  le  costó  cara. 
Mac.  ¿Qu^*  dos  millones  prestara 

lui  maj aderóte,  un  necio? 
Ota  .  Considera  que  me  precio 

<le  hijo  obediente. 
Mac.  Señor, 

esto  e.s  culpar  el  error. 
Ota.  Del  Rey  sfju  vida  y  hacienda. 

Mac.  liso  en  lo  moral  se  entienda, 

no  en  lo  píjlítico. 
Ota.  Amor 

natural  c-n  los  vasallos 

obliga  a  tales  excesos. 
Mac.  IvOS  mentecatos  son  ésos. 

(Sal*  CAMn^  >  Amadfx»,  de  corto  y  con  espada,  y  Avrkma 
por  un  lado.) 

Cami.  I/js  infantes  y  caballos 

junta. 


Ama.  \'o3-  a  convocallos. 

¿Dónde  me  esperas?  (Vase.) 

Cam.  Aquí. 

I. a  guarda  venga  tras  mí, 
que  entre  esos  olmos  asisto. 
¡Válgame  Dios! 

¿Qué  hay,  que  has 
una  olla?  [visto. 

Un  ángel  vi, 

un  sol,  ima  admiración. 
Todo  eso  viniera  a  ser, 
a  ser  cosa  de  comer. 
Eres  civil. 

Soy  glotón  (i). 

¿Has  visto  mujer  tan  bella? 
¿Y  has  visto  hambre  mayor? 
Eres  civil. 

Soy  pastor.^ 
Mira  en  el  mundo  una  estrella. 
Mírate  en  el  agua,  que  ella  [A  Cam.J 
libre  te  está  provocando, 
las  yerbas  descalabrando 
con  las  perlas  que  te  tira. 
Mira  im  sol,  un  cielo  mira.  [A  Mac.} 
Pienso  que  e.stás  delirando. 

Ya  la  miro,  ¿qué  tenemos? 
Esta  la  comida  sea. 
Mira  cómo  se  pasea. 
Come,  que  es  maná  el  que  vemos. 
No  siento  lo  que  comemos. 
¿No  ves  que  espíritus  son? 
Son  de  blanda  digestión, 
pues  los  como  y  no  los  siento; 
mas  ya  me  abrasa  el  pimiento, 
¡oh,  maldito  pimentón! 

Guisado  espiritual 
con  pimiento,  ¡infame  gusto!; 
digo  que  es  gui.sado  injusto 
o  cocinero  infernal, 
lyimpio  y  parlero  cristal, 
que  con  labios  de  rubís 
(jue  de  esas  flores  teñís 
perlas  mo.stráis  transparentes, 
si  no  son  líquidos  dientes 
con  que  mis  penas  reís: 

trocad  la  naturaleza 
en  ocasión  tan  precisa; 
sed  lágrimas,  si  sois  risa, 
por  piedad  y  ])()r  terneza; 
aconqiañad  mi  tristeza 
con  viiestros  sordos  gemidos. 

(i)     Aquí  parece  que  fallan  los  .seis  versos  que  com- 
pletarían la  fUcinia.  l-.l  sciitidu,  sin  einliargo,  csiá  clan». 


Ota. 
Mac. 

Ota. 

Mac. 

Ota. 
Mac. 
Ota. 
Mac. 
Ota. 
Mac. 
Ota. 

AUR. 


Ota. 
Mac. 

Ota. 


Mac. 
Ota. 

Mac. 


Cami. 


ACTO    PRIMERO 


41 


Mac. 

Pues  ya  estamos  I.ílu  coiuidcs, 

vamonos  a  reposar. 

Ota. 

Siempre  cansado  has  de  estar. 

Mac. 

¡Qué  tiernos  y  qué  manidos 

los  espíritus  estaban! 

¡Linda  comida,  por  Dios! 

AXTR. 

Allí  están  dos  hombres. 

Cami. 

¿Dos? 

AUR. 

I.os  álamos  les  prestaban 

celosías. 

Cami. 

¿Si  escuchaban 

mis  quejas? 

AUR. 

Pienso  que  sí. 

Cami. 

Hazles  que  lleguen  aquí. 

AUR. 

¡Hola! 

Mac. 

Ya  nos  han  sentido; 

de  lo  que  habemos  comido 

querrán  escote. 

AUR. 

¡Hombre! 

Mac.  ¿A    mí? 

AuR.  Llamad  al  que  os  acompaña. 

Ota.  Ya  la  hermosura  me  encoge. 

Cami.  ¿Quién  sois,  y  qué  hacéis  aquí? 

Ota.  Dos  peregrinos  qiie  el  orbe 

discurrimos,  que  a  la  risa 

de  este  cristal  que  se  rompe 

sin  compasión  en  las  peñas 

y  sin  aviso  en  las  flores, 

estábamos  dando  im  rato 

treguas  al  cansancio  enorme. 
Cami.  ¿De  dónde  sois? 

Mac.  De  un  país 

donde  espíritus  se  comen, 

y  andamos  endemoniados. 
Ota.  Vuestra  hermosura  perdone 

a  este  necio. 
Mac.  Xo  hay  discreto 

sin  comer. 
Ota.  Basta. 

Cami.  ¿De  dónde 

sois? 
Ota.  De  Ñapóles,  y  agora 

de  los  inconstantes  golpes 

de  la  fortima,  tras  quien 

sin  albedrío  y  sin  orden 

vamos  ansí  peregrinos. 
Cami.  ¿Pues  tenéis  quien  os  enoje 

en  Ñapóles? 
Ota.  Las  mudanzas 

y  los  tiranos  rigores 

que  en  ella  ha  habido  en  dos  años, 

en  tal  cuidado  nos  ponen. 

Tiranizóla  un  ingrato, 


Cami. 
Ota. 

Cami. 

OTA. 


Cami. 
Ota. 

Cami. 

Ota. 


Cami. 
Mac. 


Cami. 


Ota. 


Mac. 


Cami. 
Mac. 

Ota. 
Mac. 
Ota. 


un  l'álaris,  un  Créente, 

cjue  ansí  a  los  nobles  ha  opreso 

con  crueldades. 

¿Sois  vos  noble? 
No,  que  en  los  pobres  jamás 
la  nobleza  se  conoce. 
¿No  murió  ya  el  Rey? 

El  cielo 
oyó  las  piadosas  voces 
del  pueblo;  mas  le  sucede 
Julia,  en  la  crueldad  conforme. 
¿Cruel  es  Julia? 

Es  hermana 
de  Ludovico. 

¿Y  qué  nombre 
tiene  por  allá  Camila  ? 
No  hay  quien  su  virtud  no  adore, 
quien  su  clemencia  no  estime 
y  quien  su  hermosura  no  honre. 
Su  reina  la  aclama  el  pueblo, 
y  como  gentes  convoque, 
la  han  de  admitir.  ¡Plega  al  cielo, 
que  a  su  antigua  patria  torne! 

Y  en  fin,  ¿qué  es  lo  que  buscáis? 
Calidad,  monstruo  que  corre 
con  los  dineros,  pues  dellos 

en  el  mundo  se  compone. 
Dineros  vamos  buscando, 
sin  saber  cómo  ni  dónde. 
Ya  le  digo  que  saltee, 
ya  le  acon.sejo  que  robe, 
pues  los  que  roban  los  hallan 
en  los  campos  y  en  los  montes. 
Si  calidad  vais  buscando, 
la  tortuna  en  mí  os  socorre. 
Aurelia,  estos  peregrinos 
lleva,  y  manda  que  se  alojen 
junto  a  mi  tienda. 

Fortuna, 
pues  en  mis  ideas  pones 
tan  altos  los  pensamientos, 
no  quieras  que  se  malogren. 

Y  manae  también  vusía, 

si  es  que  en  las  cocinas  la  oyen, 
que  cualque  cosa  mañemo 
de  gratato  o  macarroni, 
de  piñata  y  de  rostuto. 
Harás  que  un  refresco  tomen. 
¡Vivas,  señora,  más  años 
que  el  alano  de  San  Roque! 
¿Quién  será  aquesta  mujer? 
Un  ángel  que  nos  socorre. 
Es  ángel,  es  sol,  es  cielo: 


42 


DINEROS  SON   CALIDAD 


Mac. 


RlFI. 


Cami 

RUF. 


Cami. 

RlFI. 


(Liña  la 

Ama. 


Al  Ki; 
Ota 
At;r 
Ota 

Mac 

Ota 

Mac 


ya  voy  perdido  de  amores. 
Yo  de  hambre  y  sed,  porque  llevo 
sed  por  mil  y  hambre  por  doce. 
( I  anse.  SaU  Rufino  en  cuerpo.) 

Perdido  y  desesperado 
y  loco,  que  este  es  el  nombre 
que  merece  la  osadía 
en  que  la  ambición  me  pone. 
Vengo  a  emprender  ima  hazaña 
que  ha  de  dar  vida  a  los  bronces, 
materia  eterna  a  la  fama 
y  aliento  a  las  ambiciones. 
César  el  premio  me  Oirece, 
y  a  a^iTidarm?  se  disponen 
la  velocidad  del  sol 
y  las  sombras  de  la  noche. 
Mi  resolución  aj-udan 
y  rae  aseguran  los  bosques: 
haz,  fortuna,  que  mi  padre 
sea  Federico  el  Conde, 
y  que  con  mi  atrevimiento 
su  vil  fortuna  se  postre. 
(Tómala  en  brazos.) 

Hombre,  ¿quién  eres? 

Las   plantas 
raudamente  te  responden, 
que  en  esta  ocasión  remito 
a  las  plantas  las  razones. 
¡Aurelia,  gente,  Amadeo, 
soldados! 

Para  que  compre 
calidad  mi  atrevimiento, 
los  pies  son  alas  veloces. 

Salen  Amadeo,  Aurelia,  Otavio  y  Macarrón.) 

Voces  da  su  Alteza.  ¡Cielos!, 
Robada  la  lleva  un  hombre, 
que  en  un  caballo  la  ha  puesto, 
que  ijares  y  piedras  rompe. 
ICI  ejército  lo  siga. 
Amadeo,  al  anna  toquen. 
¡Triste  suceso! 

.InÍL-li/! 
Yo  he  d;  ir  desmintiendo  montes 
tras  ellos. 

Sü-rá  imposible 
alcanzallo. 

Traidor,  í)yc: 
guárdense  de  mí  sus  pueblos  1 1) 
Y  df  mí  sus  bodt-gones. 


C.\m. 

RUFI. 


C.-VM!. 


RUFI. 


Cami. 

RUFI. 


Cami. 


RUFI. 


C.VMI. 


RUFI. 

Cami. 

RUFI 


(1)     lil  texto  nftade  en  este  verso  «y  ÍUTzas.  que  sin    ' 
necrtldarl  alaria  el  vcfío,  sino  cSíjuc  falten  otrus.  I 


ACTO  SEGUNDO 
(Salen  Camila  y  Rufino.) 

Hombre,  ¿qué  pudo  moverte 
a  tan  bárbara  locura? 
Desestimar  mi  ventura, 
perder  el  miedo  a  la  muerte; 

porque  los  hechos  gloriosos 
los  consiguen  los  osados, 
como  los  desesperados 
los  casos  dificultosos. 

Sí,  que  desesperación, 
puesto  que  bien  te  ha  salido, 
lo  que  has  intentado  ha  sido. 
Tienes,  señora,  razón; 

pero  como  el  desdichado 
tiene  descanso  en  la  muerte, 
buscándola  desta  suerte, 
esta  locura  he  intentado. 

¿Pues  qué  te  movió? 

Su  Alteza 
prometió  al  que  te  prendiere 
todo  lo  que  le  pidiere 
en  Ñapóles. 

¿La  bajeza 

del  interés  pudo  hacerte 
desesperado? 

¿Pues  quién 
podía  hacello  más  bien 
que  un  monstruo  tan  bravo  y  fuerte? 

Pues  si  interés  te  movió, 
¿yo  dártele  no  podría 
sin  tanta  bajeza  raía? 
No,  señora. 

¿Por  qué  no? 

Porque  en  Ñapóles  codicio 
este  interés,  donde  tengo 
un  padre,  a  quien  le  prevengo, 
con  digno  y  piadoso  oficio 

el  descanso  que  tenía: 
que  un  hijo  que  tiene  honor 
debe  pagar  en  rigor, 
por  piedad  y  cortesía, 

parte  de  lo  fjue  les  debe 
a  sus  padres,  que  querer 
llegar  a  satisfacer 
toda  la  deuda,  es  muy  breve 

plazo  la  vida.  Tal  es 
del  hijo  la  obligación; 
y  an.sí  esta  piadosa  arción, 
más  que  el  villano  interés, 

me  ha  movido  al  desacierlo 
que  lias  visto   Padre  has  tenido; 


ACTO    SEGUNDO 


43 


si  lo  has  amado  y  querido, 

Jui.i. 

Con  aspereza 

y  si  hov  lo  veneras  muerto, 

le  trata. 

por  tu  amor,  disculpa  el  mío. 

Luuo. 

¿No  ha  de  tratallo, 

Cami. 

No  pases  más  adelante. 

si  presa  la  trae  ansí? 

porque  en  caso  senie jante 

Volar  con  ella  le  vi 

honro  todo  desvarío. 

en  un  alado  caballo. 

No  podías  suspender 

JUI.IA. 

Quiero  llegar. — César . . . 

mi  pesar  con  otra  cosa; 

CÉS. 

Ya    • 

que  soy  hija  y  soy  piadosa, 

tiene  vuestra  Alteza  aquí 

y  sé  amar  y  agradecer. 

lo  que  deseaba. 

Por  mi  padre  estoy  ansí, 

JUWA. 

Ansí 

y  en  tan  inorme  pesar 

de  vos  satisfecha  está 

me  consuelo  con  hallar 

vuestra  Reina:  cumpliré 

hijo  que  me  imite  a  mí. 

mi  palabra.  ¿Eres  tú  aquella  (Sién- 

Toma  este  diamante. 

Camila  invencible  y  bella?        [tese.) 

RUFI. 

Advierte. 

Cami. 

¡Hola!,  ¿no  hay  quien  me  dé 

Cami. 

Esta  ha  sido  ejecución 

un  asiento? 

por  tu  padre,  y  la  prisión 

CÉS. 

Solamente 

te  pago  yo  desta  suerte. 

la  Reina  lo  tiene  aquí. 

RUFI. 

Dame  e.'^os  pies. 

JUIvIA. 

¿Eres  tú  Camila,  di? 

Caivii. 

¿No  traéis  en  que  me  siente? 

(Salen  César  I,elio  y  Fausto.) 

¡Hola! 

CÉS. 

Vaya  preso. — 

JUI.IA. 

Sólo  la  que  reina 

Ansí  mi  intento  consigo. 

se  sienta. 

RUFI. 

¿Preso  yo? 

Cami. 

Pi  es  ponte  en  pie. 

CÉS. 

Haced  lo  que  c'igo. 

(Quítala  de  la  silla  y  se  sienta.) 

RUFI. 

¿Yo  preso? 

CÉS. 

Vos. 

paia  que  sentada  esté 

RUF. 

¿Por  qué  exceso? 

pues  sabes  que  soy  la  reina. 

CÉS. 

Allá  os  lo  dirán. 

JUI.IA. 

¡Alza,  loca! 

RUF. 

¡Señora! 

Cami. 

Sí,  lo  soy; 

Cami. 

Yo,  amigo,  ¿qué  puedo  hacer 

naüie  llegue,  que  empuñada 

siendo  una  pobre  mujer 

tengo  en  la  mano  la  espada, 

que  su  prisión  también  llora? 

y  con  ella,  más  lo  estoy. 

Lelio. 

Venid. 

Ya  el  mundo  dello  se  admira, 

RUF. 

Vamos.  Ya  es  forzoso 

que  es,  si  a  furia  me  provoco 

morir  de  desesperado, 

espada  en  manos  de  loco. 

si  el  premio  del  desdichado 

lengua  en  la  mujer  con  ira. 

se  guarda  para  el  dichoso.  (Llévanle.) 

Pero  el  asiento  quitad. 

CÉS. 

Vuestra  Alteza  me  perdone. 

o  yo  ansí  le  quitaré. 

que  la  orden  que  traía 

que  estando  las  dos  en  pie 

pervirtió  mi  cortesía. 

se  duda  en  la  majestad. 

Cami. 

No  hay  disculpa  que  os  abone; 

(Derriba  la  silla.) 

que  no  excusa  el  ser  cortés 

Julia. 

Matadla. 

la  orden;  podíais  grosero. 

Cami. 

Será  a  traición. 

serlo  conmigo  primero 

porque  de  la  misma  suerte 

y  ejecutarla  después. 

venga  a  ser,  Julia,  mi  muerte. 

CÉS. 

¿Conóceme  \Tiestra  Alteza? 

que  hoy  ha  sido  mi  prisión. 

Cami. 

Muy  bien  os  he  conocido. 

Más  gloria  el  triunfo  te  diera 

CÉS. 

¿Quién  soy? 

saliéndome  tú  a  prender. 

Cami. 

Un  inadvertido. 

pues  de  mujer  a  mujer 

un  necio. 

(Lelio.  Fausto  v  Tull-^.I 

poca  la  ventaja  fuera. 

Pero  mandar  a  un  soldado 

44 


DINEROS   SON    CALIDAD 


Cami. 


Juma. 

CÉS. 


que  en  el  basque  se  escondiese 
y  ansí  a  traición  me  prendiese, 
tus  victorias  ha  infamado. 

Y  a  este  prendelle  después, 
p>orque  el  premio  te  ha  pedido. 
Julia.         ¿No  es  César  quien  te  ha  vencido? 
Caml  ¿César  a  mí? 

JULL\.  ¿Pues  no  es 

César?  ¿qué  es  esto? 
CÉS.  Señora, 

cuando  este  caso  emprendí, 
orden  a  un  soldado  di, 
que  queda  en  mi  cuarto  agora 

a  mi  favor,  sin  el  cual 
no  consigiiiera  la  gloria, 
y  ansí  es  nu'a  esta  victoria, 
por  ser  yo  su  general. 

Eso  es  cuando  está  presente, 
y  cuando  atreve  su  vida; 
mas  la  gloria  merecida 
es  del  preso  solamente. 
Haced  el  preso  traer. 
(Mi  descortesía  ha  sido 
demonio,  pues  ha  infundido 
furias  en  esta  mujer.) 

En  mi  cuarto  retirado 
le  tengo;  que  fué  mi  intento 
premiarle  el  atrevimiento. 
(Vase.) 

Julia.         Id,  Duque,  por  el  soldado. 
Caml  Agora  que  has  emprendido 

conmigo  tan  vil  empresa, 

^qué  intentas? 
Julia.  Tenerte  presa. 

Cami.  Villano  temor  ha  sido. 

Porque  el  traidor,  temero.so, 

siempre  del  que  ofende  está, 

y  alevosas  trazas  da 

por  vivir  con  más  reposo. 
Ji'i.iA.  Temo  la  conspiración 

del  reino,  y  la  excuso  ansí 

teniéndote  presa  aquí. 
Cami.  No  está  el  ánimo  en  prisión, 

aunque  esté  preso. 

(Salen  C^sar  y  Rufino.) 
Cfis.  Aquí  viene 

el  Sí»ldado. 
J'LiA.  Álzate.  ¿Fuiste 

el  que  a  Camila  prendi.sle? 
Rui'.  El  Duque  mi  lengua  tiene; 

mi  general  es,  y  ansí 

lo  que  él  dijere  .será. 


CÉS.  Que  la  prendió,  claro  está: 

quien  sabe  vencerme  aqm'. 
El  la  trujo,  a  él  se  le  debe 

el  premio. 
RuF.  Dame  esos  pies. 

CÉS.  Ivos  brazos,  sí. 

Julia.  (Galán  es; 

alma  y  espíritus  mueve 

en  toda  acción.)  ¿Qué  os  movió 

a  esta  locura? 
RuF.  Saber 

que  tu  palabra  ha  de  ser 

inviolable:  ella  me  dio 
atrevimiento;  ella  labra 

en  mí;  que  nadie  emprendiera 

hecho  glorioso  si  hubiera 

falta  en  la  real  palabra. 
JUL.  Yo  la  di  y  la  cumpliré; 

haced  memorial. 
RxJF.  Yo  voy. 

JUL.  Pedid,  que  deudora  soy 

y  Reina.  Andad. 
RuF.  Vida  os  dé 

en  bronce  la  eternidad. 

Ya  rico  y  ya  ilustre  soy; 

ya,  padre,  tendrás  desde  hoy 

por  las  armas  calidad. 
(Vase.) 

JUL.  Duque:  a  Camila  pondrás 

en  una  torre. 
Cam.  a  la  reina. 

JUL.  Laurencia  sólo  es  la  reina. 

Cam.  Necia,  Camila  dirás; 

yo  reino 
JUL.  Yo  soy  quien  reina 

por  única. 
Ca.m.  Yo  por  sola. 

Julia.         Plaza  a  vuestra  reina,  ¡hola! 
Cam.  ¡Hola!,  plaza  a  vuestra  reina. 

(Vanse.  Sale  Federico,  pobre.) 

Fed.  La  fortuna  loca  y  ciega 

el  bien  que  gozando  está 
al  que  lo  huye  lo  da 
y  al  que  lo  busca  lo  niega. 
Y  es  desdichado  el  que  llega 
a  buscallo,  conociendo 
su  tiranía  y  sabiendo 
que  la  inconstante  fortuna, 
si  tiene  piedad  alguna, 
es  con  el  que  la  va  huyendo. 

(Sale  RrnNo,  paldn,  trayendo  utta  colanilla  y  ferreruelo 
en  ¡as  manos.) 


ACTO    SEGUXDO 


45 


RlF.  Tanto  el  deseo  se  esconde, 

que  pienso  que  no  he  de  hállalo; 
mas  la  prisa  de  buscallo 
liace  el  cuidado  mayor, 
Mas  él  es. — Padre  y  señor. 
,;  Calláis? 

FED,  De  contento  callo, 

que  por  poderme  vencer 
y  de  mí  mismo  triunfar, 
como  he  callado  el  pesar 
quiero  callar  el  placer. 
Pero  imposible  ha  de  ser, 
aunque  atropellarme  intento 
en  tan  grave  sufrimiento, 
que  es  cuando  el  alma  se  enfrena 
menos  resistir  la  pena 
que  resistir  el  contento. 

RuF.  Por  la  armas  prometí 

volveros  la  calidad, 
contra  la  desigualdad 
de  la  fortuna  en  que  os  vi, 
y  esto  ha  sucedido  ansí. 
Pues  vuelvo,  señor,  a  veros 
con  calidad  y  dineros, 
si  los  dineros  lo  son. 

Fed.  ¿Qué  dices? 

RuF.  Que  la  opinión 

y  la  hacienda  he  de  volveros. 
Poneos,  padre,  este  vestido 
y  vamos  luego  a  palacio, 
que  el  gusto  no  pide  espacio 
cuando  de  prisa  ha  venido. 
Hoy  un  diamante  he  vendido 
para  vestimos;  entrad, 
y  estas  glorias  celebrad, 
y  decid,  pues  llego  a  veros, 
por  las  armas,  con  dineros, 
qu?  ellos  dan  la  calidad. 

(Vanse.  Salen  Julia  y  César.) 

Tüi:<.  César,  prudencia  no  tiene 

quien  no  teme  los  peligros, 
que  es  la  confianza  siempre 
de  los  agravios  principio. 
Mostrarse  aquesta  mujer, 
Duque,  tan  libre  conmigo, 
no  debe  de  ser  sin  causa. 
Conspiración  imagino 
en  el  reino. 

CÉS.  Lleno  está 

de  encubiertos  enemigos, 
que  tu  confusión  desean, 
aunque  yo  no  te  lo  he  dicho. 


El  condestable  Amadeo, 
en  sus  villas  y  castillos, 
armas  encubre  y  soldados; 
el  Regente  y  sus  ministros 
te  engañan,  y  de  secreto, 
quien  más  mueve  es  Federico, 
ambicioso  por  cobrar 
los  estados  que  ha  perdido 
por  soberbio. 

Jur,.  Yo  de  todos, 

Duque,  vengarme  imagino. 
De  la  corte  he  desterrado 
al  Regente,  y  tengo  escrito 
que  me  envíe  de  París 
el  rey  de  Francia,  mi  primo, 
un  varón  de  su  asistencia 
y  de  mi  privanza  digno, 
que  de  consultar  ninguno 
de  Ñapóles  me  confío. 
Será  el  Regente  de  Francia, 
y  de  ella  algunos  presidios 
pondré  en  el  reino  y  saldrán 
del,  por  rigor  y  castigo, 
los  enemigos  secretos. 

CÉS.  Federico  y  sus  tres  hijos 

son  los  contrarios  más  fuertes, 
no  digas  que  no  te  aviso. 

(Salen  Federico  y  Rufino,  galanes.) 

RuF.  Glorioso  vengo  a  esos  pies 

por  el  premio  prometido, 
pues  las  palabras  reales 
el  cielo  leyes  las  hizo. 

(Da  un  memorial.) 

JuuA.  Lse.  Ansí  dice:  «La  merced 

que  a  vuestra  Alteza  le  pido 
por  la  prisión  de  Camila, 
es  sólo  que  en  sus  antiguos 
estados  hoy  restituya, 
abonando  mis  designios 
a  Federico,  mi  padre.» 
¿Vuestro  padre  es  Federico? 

RUF.  Sí,  señora. 

Fed.  Sí,  señora. 

JuwA.  ¡Loco,  villano,  atrevido! 
Ansí  los  estados  vuelvo, 
y  ansí  los  papeles  firmo. 

(Rompe  el  memorial.) 

Salid  de  Ñapóles  luego, 
o  en  los  átomos  rompidos, 
blancas  lisonjas  del  viento, 
hallaréis  tantos  castigos 


40 


DINEROS    SO-V    CALIDAD 


RlF. 

Fed. 


Rl-f. 


Fed. 


Rvp. 
Fed. 

Cam 

Fed 


Rrp. 
Cam 


Kn 


Cam 


como  letras  con  que  aquí 

la  sentencia  os  notifico 
de  muerte,  si  en  ella  estáis 
mañana,  que  Ludovico 
vive  en  I„aurencia  y  Laurencia 
sabe  castigar  delitos. 

(Vasí^  y  CÉs.«.) 

¿Qué  dices  desto? 

Que  aquí 
claro  el  efeto  se  ha  visto 
de  tu  poca  discreción 
y  de  mi  poco  juicio. 
Si  dice  por  bando  exprc  so 
V  por  pregones  y  edictos 
que  el  que  a  Camila  le  traiga 
presa  pida  a  su  albedrío 
lo  que  en  Ñapóles  quisiere, 
y  yo  le  pido  lo  mismo 
que  era  nuestro,  ¿en  qué  soy  necio, 
en  qué  sov  inadvertido? 
En  que  siendo  desdichado, 
apruebes  (i)  los  beneficios 
de  la  fortima,  que  ingrata 
ansí  ha  dado  en  perseguimos. 
De  Xápoles  nos  salgamos; 
excusemos  los  precisos 
daños  que  nos  amenazan; 
dejemos  esta  Calipso, 
esta  Medea  de  Italia 
y  esta  cruel,  que  es  lo  mismo 
que  Calipso  y  que  Medea 
con  sus  encantos  y  hechizos. 
¡Ah,  cruel! 

¡Ah,  ingrata! 

fSaU  Camua.) 

¿Quién 
da  voces? 

Dos  afligidos 
que  a  la  fortuna  llamamos, 
y  es  sorda  y  no  quiere  oirnos. 
Danos  tus  pies. 

Levantad. 
¿No  sois  vos  el  que  atrevido 
me  prendió? 

¡Pluguiera  a  Dios 
que  en  titn  loco  desatino 
¡K-rdiera  la  vida  i.iitonces!  {¿) 
¿Julia  Laurencia  no  os  premia? 


it)    HartaenbciAcli  enmend<'>:  •  aguardabas  bcncf i ciris> 
^2)    Falta  aqni  un  veno. 


Fed.         ■  Porque  el  premio  le  pedimos, 
de  Xápoles  nos  destierra. 

Cam.  ¿Quién  sois? 

Fed.  Tan  desconocido 

estoy  después  que  soy  pobre, 
que  quién  soy  no  sé  deciros; 
sólo  os  sé  decir  que  estoy 
tan  pobre  y  tan  abatido 
por  vuestro  padre  y  por  vos. 

Cam.  ¿Qué  decís? 

Fed.  Verdades  digo, 

yo  soy  Federico  el  conde, 
que  para  restituiros 
en  el  reino,  dos  millones 
os  presté,  y  agora  vivo 
por  ello  en  tanta  miseria, 
que  de  puerta  en  puerta  pido. 

Cam.  ¡Ay,  Federico!,  creed 

que  todos  en  él  perdimos 

estados  y  libertad; 

pero  si  vivo  y  me  libro 

desta  prisión  en  que  estoy, 

y  a  quien  vos  me  habéis  traído, 

la  mitad  prometo  daros 

de  mis  reinos,  si  a  ser  míos 

llegan  algún  tiempo.  Agora 

con  esto  puedo  serviros; 

que  sólo  tiene  una  presa 

cadenas. 

RuF.  Ponernos  grillos 

queréis  con  ella:  que  somos 
piadosos  y  agradecidos. 
Y  ansí,  señora,  prometo, 
por  los  orbes  peregrinos, 
convocar  nobles  vasallos, 
incitar  reyes  vecinos, 
hasta  daros  libertad, 
ya  que  os  prendí  inadvertido. 

Cam.  El  condestable  Amadeo, 

con  sus  parientes  y  amigos, 
gente  junta;  ve  a  buscalle 
y  dile  cómo  he  sabido 
que  las  gentes  de  esta  fiera 
postraron  el  obelisco 
donde  mi  padre  habitaba, 
jaspes  y  alabastros  limpios. 
Desmantelando  la  fuerza, 
que  esto  lloro. 

Rir.  Va  publico 

a  voces  tu  libertad. 

PiCD.  Vo  a  los  cielos  se  la  pido. 

Ca.m.  Id  con  Dios,  (jue  si  la  cobro, 

todos  quedaremos  ricos. 


ACTO    SEGUXDO 


47 


(l'anse.  Tocan  chirimías  y  atabalillos,  y  dicen  dentro.) 

i.'^  ¡Luciano,  vítor! 

2.°  ¡Vítor! 

Luc.  Quedo  muy  agradecido 

al  favor  que  he  recibido. 
Todos.        Vítor  al  señor  Dotor.  (i) 

(Vuchon  a  tañer  y  salen  galanes  de  licenciados,  con  capi- 
rotes y  borlas,  Urbáx  y  IrUCL-iNO.) 

Urb.  No  ha  visto  jamás  París 

tan  grave  acompañamiento 
eternamente,  argumento 
de  lo  mucho  que  lucís 
en  esta  Universidad, 
cuyo  claustro  hace  de  vos 
tanta  estimación. 
IvUC.  A  Dios, 

que  engrandece  la  humildad, 

estos  favores  le  debo; 
que  pienso  que  premios  son 
de  mi  piadosa  intención; 
pues  comenzando  de  nuevo 

mis  estudios,  he  lucido 
en  tan  breve  tiempo  tanto, 
que  de  mí  mismo  me  espanto. 
Urb.  Premio  a  la  virtud  ha  sido 

de  estudios  tan  continentes, 
pues  viendo  vuestro  cuidado, 
el  claustro  os  ha  graduado 
con  los  aplausos  presentes, 
a  su  costa. 
Luc.  ^Nlueve  Dios 

sus  ánimos  en  mi  aumento. 
Urb.  Subiréis  al  Parlamento 

del  Rey. 
Luc.  Será  de  los  dos 

el  honor  que  consiguiere. 

(Sale  un  caballero  con  un  papel.) 

Cab.  ,;  Quién  es  el  dotor  Luciano 

de  \Tiestras  mercedes  ? 
Luc.  Gano 

tanto  en  serlo,  que  no  quiere 
que  lo  dilate  el  honor 

que  merezco;  yo  soy  ése. 
Cab.  Este  mandó  que  le  diese 

agora  el  Rey,  mi  señor. 
Luc.  ¿A  mí? 

Cab.  Si  no  hay  en  París 

otro  Luciano,  será 

vuestra  merced. 
Urb.  Claro  está. 


(i)     El  original  pone  aquí  otro  «Vítor»  que  sobra. 


Luc .  ¡  Válgame  Dios! 

Urb.  ¿No  le  abrís? 

Si  es  gusto,  ¿qué  hay  que  temer? 

Luc.  Cuando  llega  sin  pensar, 

más  que  se  teme  un  pesar 
se  ha  de  temer  un  placer. 

Luc.  Lee.  «La  Reina  de  Ñapóles,  mi  prima, 
me  pide  un  Regente  para  su  Vicaría, 
varón  selecto  en  nuestras  escuelas, 
en  quien  juntamente  resplandezcan 
virtudes  y  letras.  Hanme  dado  no- 
ticias de  vos  vuestros  (i)  maestros, 
y  ansí  os  hago  en  su  nombre  merced 
de  esta  plaza.  Venidme  a  ver,  que 
quiero  admirar  en  tan  pocos  años 
tanta  alabanza,  y  daros  la  ayuda  de 
costa  necesaria  para  el  camino.  —  El 
Rey.» 

Urb.  Déme  vuestra  señoría 

las  manos. 

Luc.  Los  brazos  son 

lisonjas  del  corazón 
y  efe  tos  de  mi  alegría. 

¡Ay,  Urbán!,  que  esto  es  premiar, 
como  el  sabio  lo  predijo. 
Dios  los  deseos  de  un  hijo 
que  sabe  a  un  padre  estimar. 

Ya  la  calidad  os  llevo, 
que  por  las  letras  juré 
conseguiros;  ya  os  pagué, 
padre' y  señor,  lo  que  os  debo. 
Ya  con  espíritu  nuevo 
al  mundo  resucitáis, 
ya  Federico  os  Llamáis. — 
Ven,  Urbán. 

Urb.  Hoy  partiiéis. 

Luc.  ¡Oh,  letras!,  mucho  tenéis 

de  Dios,  pues  hombres  criáis. 

(Vattse.  Salen  OTA\^o  r  ÍLvcaerón,  pobres.) 

Ota.  ¡Que  con  tan  grande  rigor 

el  cielo  me  desampara! 

¡Vive  Dios  que  me  matara 

con  el  demonio! 
IVLvc.  Mejor 

fuera  con  la  que  nos  mata, 

que  contigo  de  hambre  muero; 

que  si  es  ingrato  el  dinero, 

ella  también  es  ingrata. 
Ota.  ¿No  dicen  que  aparecerse 

suele  el  demonio  al  que  está 


En  el  original  .-sus»  por  errata 


4S 


DINF.ROS   SON'    CAI.IDAn 


desesperado,  y  le  da 

dineros?  Esto  es  buscar 

cuánto  pide? 

desdichas  y  menosprecios. 

Mac. 

Suele  verse 

¡Qué  envidia  tengo  a  los  necios, 

mil  veces. 

porque  jamás  sin  cenar 

Ota. 

Locuras  deja. 

se  acostaron! 

que  hablar  de  veras  deseo. 

Ota. 

¿Xo  es  pastor 

Mac. 

Digo  que  sí,  y  yo  le  veo 

aquél? 

siempre  que  encuentro  una  vieja. 

Mac. 

Ángel  di,  ángel  es. 

Ota. 

¡Vive  el  cielo  que  te  mate! 

Ota. 

Dale  luia  voz,  pues  le  ves. 

Siempre  de  burlas  estás. 

Mac. 

¡Señor  pastor!,  ¡ah,  señor 

Mac. 

¿Aun  quieres  matarme  más? 

pastor!  ¡Oh,  qué  bien  criada 

Ota. 

Demonios. 

es  la  hambre  y  qué  discreta! 

Mac. 

Es  disparate 

Mas  si  la  engendró  un  poeta 

llamarlos,  que  no  vendrán, 

aguda  y  sutilizada. 

porque  de  prestar  dinero 

claro  está  que  lo  ha  de  ser. 

se  está  muriendo  un  coimero 

¡Ah,  señor  pastor! 

y  allá  ocupados  están. 

Mas  por  tu  vida,  señor, 

(Sale  Clakindo,  pastor  ¿n  el  vionte.) 

que  eches  de  ver  que  anochece 

Ci^a. 

¿Quién  llama? 

y  que  lugar  no  parece, 

Ota. 

No  temáis. 

y  que  este  tiempo  es  traidor; 

Cl,A. 

Como  la  fama 

que  las  nubes  en  invierno 

del  mal  que  suelen  hacer 

son  azacanes  del  nmndo. 

los  soldados,  siempre  es  tal, 

y  que  este  valle  profundo 

en  los  montes  los  tememos. 

es  retrato  del  infierno. 

Mac. 

En  la  hambre  lo  seremos; 

Ota. 

En  estos  desiertos  vimos 

pero  no  en  haceros  mal. 

a  Camila. 

Ota. 

Decid,  ¿hay  cerca  de  aquí 

Mac. 

¿Aim  das  en  eso? 

población  alguna? 

Ota. 

Aqui,  amigo,  perdí  el  seso. 

Cla. 

Hay  dos. 

Mac. 

Y  aquí  la  cena  perdimos. 

Mac. 

Buenas  nuevas  os  dé  Dios. 

Mira  qué  nubes  se  van 

¿Y  habrá  bien  qué  comer? 

levantando  poco  a  poco. 

Cl,A. 

Sí. 

Ota. 

Húndase  el  mundo. 

Mac. 

La  que  más  cerca  se  ve, 

Mac. 

¿Estás  loco? 

¿cuánto  está  de  aquí? 

Si  llovieran  vino  y  pan. 

Cla. 

Larguillas, 

¡pluguiera  a  Dios  que  esta  noche 

doce  millas. 

otro  diluvio  se  viera! 

Mac. 

¡Doce  millas! 

Ota. 

Piquemos,  pues. 

Malas  nuevas  Dios  os  dé. 

Mac. 

Yo  lo  hiciera 

Ota. 

¿Xo  tenéis  cabana  vos, 

sobre  la  arquilla  de  un  coche. 

en  que  esta  noche  pasemos? 

donde  un  Saturno  barbón 

Cla. 

Xo,  por  Dios,  que  perecemos. 

salpica,  sin  cortesía. 

Mac. 

¿Tenéis  leche? 

a  la  jx)bre  infantería 

(Xa. 

Xo,  por  Dios. 

y  pega  sin  compasión; 

Mac. 

¿Y  pan? 

pero  a  pie,  no  puedo  más. 

Cl.A. 

Xo,  por  Dios, 

Ota. 

Allí  apenas  se  termina 

Ota. 

¡Groseros!: 

un  edificio. 

¡vive  Dios'... 

Mac. 

Ruina 

Cl.A. 

Hoy  vino  todo 

desmantelada  dirás. 

a  faltarnos. 

Ota 

Vamonos  allá  acercanclo. 

Mac. 

Lindo  modo 

M\< 

¿Y  allá  qué  halxinos  de  hacer, 

éste  de  buscar  dineros. 

cansados  y  sin  comer ' 

Cl.A. 

A  la  mañana  vendrá 

¿  Esto  es  buscar,  no  buscando. 

el  zagalejo,  (lue  fué 

ACTO    SEGUNDO 


49 


Ota. 


Cr,A. 


Mac. 


Cl,A. 

Mac. 
ex  A. 
IMac. 


Cla. 


IVlAC. 

Ota. 
Mac. 


Ota. 
Mac. 

Ota. 


a  Belsi,  y  franca  os  haré 
mi  voluntad. 

¿Y  no  habrá 

abrigo  donde  pasemos 
esta  noche? 

Este  castillo, 
tiemblo,  señor,  de  decillo, 
algunas  noches  solemos 

habitar;  pero  son  tales 
los  estruendos,  los  ruidos, 
los  suspiros,  los  gemidos 
y  las  voces  infernales 

que  se  oyen,  que,  sin  dormir, 
a  lo  raso  nos  salimos 
y  a  los  montes  no  subimos, 
sin  podellos  resistir. 

Será  algiin  duende,  o  será 
alguna  doncella  en  pena, 
que  es  lo  mismo. 

Estruendo  suena 
que  horror  a  los  montes  da. 

¿De  muchos? 

De  muchos. 

Pues 
almas  de  sastres  serán, 
que  aquí  cosiendo  estarán. 
Antes,  dicen  muchos  que  es 

estar  en  él  enterrado 
el  Rey  de  Xápoles,  muerto 
a  puñaladas,  y  es  cierto, 
que  yo  le  he  visto  animado 

en  blanca  piedra,  y  me  espanto 
que  un  rej'  de  piedra  ande  en  pena, 
y  más  que  en  Belsi  se  suena 
que  fué  varón  justo  y  santo. 

Y  otros  dicen  que  anda  aquí 
el  alma  de  un  Ludovico 
que  le  mató. 

Albergue  rico; 
comeremos  bien  ansí. 

Por  lo  que  me  has  dicho,   en  él 
esta  noche  he  de  quedarme. 
Eso  es  querer  añadir 
disparate  a  disparate. 
¿Qué  dices? 

Que  quiero  entrar. 
Dime:  ¿qué  puede  ganarse 
con  almas  en  pena? 

Estas 
jamás  de  las  penas  salen 
en  que  están;  y  ansí  estas  voces, 
tan  horribles  y  espantables, 
serán  de  demonios,  v  éstos 


son  espíritus  cobardes. 

]Mac.  ¿Cobardes  son  los  demonios? 

¿Qué  dices,  si  aún  de  su  imagen 
tiembla  el  mmido? 

Ota.  Verdad  digo. 

Mac.  Si  por  ser  tus  semejantes, 

a  los  soplones  tememos, 
con  ser  demonios  en  carne, 
ellos,  que  incorpóreos  son, 
por  ser  materia  del  aire, 
¿no  han  de  ser  más  invencibles 
y  más  espantosos? 

Ota.  Baste, 

no  me  repliques. 

Mac.  ¡Señor! 

Ota.  ¡Vive  el  cielo,  que  te  mate! 

]VlAC.  Si  tú  estás  desesperado, 

yo  no;  que  es  mucho  con  hambre 
no  estarlo. 

Ota.  En  este  castillo 

tantas  desdichas  se  acaben; 
aquí  tengo  de  morir. 
Entra. 

Mac.  Señor,  no  me  mandes 

entrar,  por  amor  de  Dios, 
que  me  dejes  que  te  guarde 
la  puerta,  que  aquí  estoy  bien. 

Ota.  Esto  ha  de  ser,  no  te  canses. 

Mac,  ¡Pobre  Macarrón! 

Cla.  De  día, 

la  entrada  no  excusa  nadie; 
antes,  sin  entrar,  jamás 
ha  pasado  caminante, 
que  hay  en  sus  salas  y  techos 
admiraciones  notables, 
y  entre  todas,  un  sepulcro 
que  sobre  bruñidos  jaspes, 
blancos  alabastros  sufre, 
en  quien  de  rodillas  jace 
también  de  alabastro  el  Rey 
y  porque  no  te  acobardes, 
mira  cómo  entro  yo  solo; 
seguidme. 

(Vase.) 

Mac.  Señor,  ya  es  tarde; 

con  la  mañana  entraremos. 
Ota.  ¡Vive  Dios!,  que  he  de  llevarte 

en  los  brazos. 
Mac.  San  Remigio 

y  San  Cirilo  me  saquen 

deste  peligro. 

(Llévalo  en  brazos.  Lejos,  dentro.) 


XII 


50 


DINEROS   SON    CALIDAD 


Mac. 
Ota. 
(Xa. 


M.^c. 


CX.\R. 

Ota. 
Cla. 
Mac. 


Seguidme, 
Del  infierno  la  voz  sale. 
¿Por  dónde  vas? 

Por  aquí, 
antes  que  la  luz  nos  falte, 
entrad,  veréis  el  sepulcro. 
(A  la  otra  puerta  salgan  ) 

¿Por  qué  al  infierno  me  traes? 
¿Eres  tú  mohatra  o  juego? 
Suéltame. 

De  aquí  no  pases, 
que  esta  es  la  sala  primera. 
¡Famosa  vista! 

Agradable. 
De  día;  pero  de  noche, 
Belcebú  que  en  ella  aguarde 
a  un  espíritu  que  ahoga 
y  en  el  viento  se  deshace. 
¡Cobarde!,  a  tres  hombres  juntos, 
¿quién  habrá  que  los  contraste? 
La  más  ruin  alma  en  pena 
de  la  otra  vida;  no  trates 
de  hacer  locas  experiencias 
con  almas  que  nos  desalmen. 
Mira  el  sepulcro. 


Ota. 
Cla. 

(Descúbrese  un  sepulcro  de  piedra,  donde  estti  de  rodillas 
el  Rey,  también  de  piedra,  debajo  de  un  dosel  negro.) 


Ota. 


Ci^. 


Ota. 


En  las  venas 
apenas  me  queda  sangre, 
viendo  el  retrato  de  aquel 
que  a  estado  tan  miserable 
nos  reduce. 

Aunque  Laurencia 
mandó  que  le  derribasen, 
los  soldados,  respetando 
su  presencia  venerable, 
no  la  obedecieron. 

Dice 

(En  la  frontera  del  sepulcro.) 
ansí  este  epitafio:  Hic  jacct  u) 
Federicus  Magnus  Rcx 
Sidliarum  et  Italiae, 
Occtsstis  á  Ludovico 
violenta  crudelitaíe.  (2) 
Stt  krra  levis. — l^or  vos. 

Por  vos 
jiadccen,  rey  inconstante, 
rais  hermanos  tantas  pc-nas. 


(1)    Kn  el  original  fCapit»  pur  crrala. 
U)     En  fl  oriKinal   •ccrelitate».  Ijj  enmienda  C8  de 
Hiirzcenbtucb. 


tantas  desdichas  mi  padre; 
por  vos  de  esta  suerte  vamos, 
sin  hallar  quien  nos  ampare 
por  los  orbes  peregrinos, 
examinando  desastres; 
y  pues  en  vos  no  he  podido, 
¡vive  Dios!,  que  he  de  vengarme 
en  vuestro  alabastro  eterno, 
como  el  toro  que  deshace 
la  capa  del  que  le  ofende. 
(Saca  la  espada  y  dale  cuchilladas.) 

Mac.  Respeta  el  frío  cadáver    - 

que  el  sagrado  busto  ocupa. 

Ota.  Vivo,  glorioso  y  triunfante 

agora  verle  quisiera, 
para  hacer  lo  mismo. 

(Dale.) 

Mac.  Dale, 

que  por  mucho  que  le  hieras, 
le  sacarás  poca  sangre. 

Ota,  Tirano  y  bárbaro  rey: 

mi  honor  y  mi  hacienda  dadme, 

o,  ¡vive  Dios!,  que  he  de  haceros 

tantos  átomos  y  partes 

como  miserias  nos  distes, 

como  hacienda  nos  quitastes. 

Y  para  que  echéis  de  ver 

que  no  hay  temor  que  me  espante, 

aquí  he  de  pasar  la  noche. 

¡Vengan  fiu-ias  infernales 

contra  mí! 

Mac.  Señor,  ¿qué  dices? 

Ota,  Digo  que  aqm'  he  de  quedarme, 

para  ver  si  con  Enrique 
contra  mí  espíritus  salen, 
su  escura  prisión  rompiendo, 
burlando  su  eterna  cárcel: 
¡entrad  más  adentro! 

Cl,A.  Espera, 

qu"^  ya  no  hay  luz  y  son  grandes 
las  salas. 

Mac.  Yo  estoy  reñido 

con  el  alma  de  un  pelaire; 
excusa  aquí,  por  tu  vida, 
que  me  mate  o  que  la  mate, 
porque  es  alma  de  la  carda. 

Ota.  Ya  no  es  tiempo  de  donaires- 

Entrad. 

Mac.  ¡Pobre  Macarrón! 

¡plega  a  Dios  que  desta  escapes! 


ACTO  TERCERO 


5^ 


ACTO  TERCERO 

(Otavio,   ron  la  espada  desnuda;  Ci-arindo  y  Macarrón 

asidos  del.) 
Mac.  Señor,  por  amor  de  Dios, 

que  de  nosotros  te  duelas, 

¿dónde  nos  llevas  ansí? 
Ota.  a  ver  si  hay  almas  que  vengan 

a  espantamos. 
Mac.  Necedad 

será  tan  loca  experiencia: 

si  no  eres  excomunión, 

con  la  almas  no  te  metas. 

Déjalas  en  su  país, 

que  los  tres  en  tal  tiniebla 

los  raigones  parecemos 

en  la  boca  de  ima  vieja. 

Mas,  ¡ay! 

(Va  tentando  con  las  manos  y  se  encuentra  conla  de  Cr.A- 

RINDO.) 

Cla.  ¡Ay! 

Ota.  Callad,  cobardes. 

Mac.  ¡Vive  Dios,  que  un  alma  en  pena 

me  asió  las  manos! 

Cla.  y  a  mi. 

Mac.  Salgámonos  allá  fuera, 

por  amor  de  San  Cirilo, 
que  quiero  ver  las  estrellas. 

C];a.  Esta  es  una  galería; 

por  allí  se  va  a  una  huerta, 
que  a  otra  pieza  corresponde, 
y  ha  de  haber  una  cisterna 
no  sé  en  qué  parte,  y  podrías, 
ansí  a  oscuras,  dar  en  ella; 
no  pases  de  aqm'. 

Ota.  El  temor, 

pintando  lo  que  deseas, 
hace  tu  lengua  pincel. 

IMac.  Si  dicen  que  los  que  esperan 

a  solas  al  enemigo 
muestran  mayor  fortaleza, 
más  ánimo  y  más  valor, 
tú  que  de  suerte  te  precias 
de  gallardo  y  de  animoso, 
a  solas  tu  esfuerzo  prueba 
con  las  almas,  y  a  nosotros 
en  ese  campo  nos  deja, 
que  allí  estaremos  mejor, 
aimque  hiele  y  aunque  llueva, 
que  hace  aquí  bochorno  extraño 
y  es  infernal  la  marea. 

Ota.  Si  en  eso  sólo  consiste, 

dejadme  y  salios. 


Mac. 
Ota. 
Mac. 


Ota. 


Mac. 


Espera. 
Cobardes,  dejadme  solo. 
Si  tú,  señor,  no  nos  llevas, 
Belcebú,  que  a  solas  salga, 
aquí  un  poco  te  recuesta. 
Recostémonos,  que  es  todo 
lo  que  de  espíritus  cuentan 
mentiras  y  disparates; 
duerme  un  poco. 

(Recuéstase.) 

Yo  quisiera; 
mas  como  estoy  sin  comer, 
tengo,  señor,  la  cabeza 
como  x:ofre  de  tahúr, 
como  casa  de  poeta. 
Mira  cómo  he  de  dormir 
con  tal  vanidad  en  ella. 
Señor,  amigo,  señor: 
recuerda,  amigo,  recuerda. 
¡Vive  Dios,  que  se  han  dormido! 
¡Que  haya  bellacos  que  apenas 
se  acuestan  cuando  roncando 
el  sueño  en  los  ojos  tengan 
que  parece  que  venía 
guardado  en  la  faltriquera! 
Estos  perros  no  discurren; 
estos  bellacos  no  piensan; 
estos  brutos  no  imaginan, 
no  se  fatigan,  no  rezan. 
¡Ah,  quién  pudiera  imitallos! 
Pero  si  el  rosario  es  treta. 


(Saca  el  rosario.) 

contra  el  sueño  en  este  trance 

me  ampare  y  me  favorezca. 

(Ruido  de  cadenas.) 

«Pater  noster...»  Malo  es  ésto: 

(Otra  vez.) 

<(Qui  es  in  celis...»  Más  cadenas. 

«Sanctificetur...»  ¡Amigo! 

Cla. 

¿Quién  llama? 

Mac. 

Saber  quisiera... 

«nomen  tuum». 

ex  a. 

;Mi  nombre? 

Mac. 

Sí. 

(Cadenas.) 

Cla. 

Mañana. 

Mac. 

Ya  otra  vez  suenan; 

muerto  soy,  ¡amigo,  amigo! 

Cla. 

Déjame  dormir. 

Mac. 

«Adveniat 

regnum  tuum.» 

52 


DINEROS   SON'    CALIDAP 


Cla. 

Déjame. 

Ota. 

Mac. 

oFiat 

Enr. 

voluntas  tua.» 

Mac. 

Cla. 

¿Es  culebra? 

Mac. 

Para  mí.  «Sicut  in  coelo»; 
¡Escuche! 

Cla. 

Déjame. 

Enr. 

^L\c. 

Es  fuerza 

Ota. 

saber  su  nombre. 

Enr. 

aA. 

Es  Clarindo. 

Mac. 

¿Cómo? 

Ota. 

Cla. 

Clarindo. 

Enr. 

Mac. 

«Et  in  térra. 

Mac. 

Panem  nostrum  cotidiaimm 

Enr, 

da  nobis  hodie.»  ¡Oiga,  advierta! 

♦Et  diniitte  nobis.»  (Cadenas. j 

Cla. 

Basta. 

Mac. 

«Debita  nostra.» 

Cla. 
Mac. 

(Dentro,  utia  voz.) 

Enr. 

Enrique. 

¡Ay! 

Ota. 

Mac. 

¿Quién  reza 
con  esto?  «Sicut  et  nos     (Cadenas.) 

dimittimus»...  Mas  se  acercan. 

Enr. 

Enrique. 

¡Ay! 

Ota. 

Mac. 

*Debitoribus  nostris.» 
¡Mucho  estas  almas  vocean! 

«Et  ne  nos  inducas.» 

Enr. 

Otra  voz 

¡Ay! 

Ota. 

Mac. 

Esta  es  alma  de  doncella; 

<in  tentationem»,.,  Señor, 

(Vase  a  en 

mucho  el  mal  olor  me  aprieta. 

Enr. 
Ota. 

«Sed  libera  nos  a  malo», 

Bueno  aquí  el  romero  fuera. 

«Amén,  Jesús». 

Ota 

¿Qué  hay? 

Cla. 

Mac. 

Escucha. 

Mac. 

Ota. 

¿Qué  he  de  escuchar?:  las  quimeras 
que  engendra  el  no  haber  comido. 

Reposa,  que  esa  es  flaqueza 

Ota. 

del  cerebro. 

Enr. 

Enr. 

¡Ay! 

Ota. 

Mac. 

¿Y  esto? 

Enr. 

Ota. 

Aguarda. 

Ota. 

¿Quién  bupiera  fjuién  se  queja? 

Enr. 

Mac. 

Alma  que  andará  de  parto. 

Enr. 

¡Ay! 

Ota. 

OTA. 

¡Válgame  Dios,  qué  fiera 

Enr. 

y  espantosa  voz! 

Ota. 

Enr. 

¡Otavio! 

Enr. 

Ota. 

¿Nombráronme? 

Ota. 

Mac. 

En  lUKstra  lengua. 

Enr. 

Enb. 

¡Otavio,  Otavio! 

¿Quién  llama? 
Llega  a  vello. 

¡Guarda  afuera! 
Contra  nosotros,  señor, 
el  purgatorio  se  suelta. 
Annémonos  de  responsos. 
¡Otavio! 

¿Quién  eres? 

Llega 
y  lo  sabrás. 

Sin  luz,  ¿cómo? 
Llegue  ese  mozo  a  encenderla. 
¿Yo?  Belcebú  que  allá  vaya. 
Pues  yo  haré  que  luz  te  enciendan; 
llega. 

(.Aparece  una  vela  encendida.) 

Ya  aparece  luz. 
¡Qué  a  punto  tienen  la  yesca! 
Ya  hay  luz,  ven. 

El  corazón 
en  el  pecho  me  revienta 
y  el  cabello  se  me  eriza. 
Ya  te  acobardas,  ya  tiemblas. 
¡Yo  temblar,  yo  acobardarme! 
Si  los  infiernos  vinieran 
contigo. 

Pues  ven. 

Aguarda, 
ya  voy. 

entrar  y  sálgale  al  encuentro  el  Rey  Enkioo.) 

No  quiero  que  vengas. 
¡Válgame  Dios! 

(Caen  Macarrón  y  Clarindo.) 

Muerto  soy. 
Y  a  mí  no  me  falta  cera 
para  el  entierro,  aunque  está 
corrompida. 

Aguarda,  espera. 
¿Conócesme? 

Sí,  sí,  sí. 
¿Quién  soy? 

En...  En...  En... 


si  te  precias  de  gallardo. 
¡Yo  temer!  Cólera  es  ésta. 
¿Quién  soy? 

Enrique. 

Y  tu  Rey 
Mis  desdichas  lo  confiesan. 
Pues  confiesas  que  lo  soy, 
sigúeme. 


No    te- 
[mas 


ACTO    TERCERO 


53 


Ota.  ¿Dónde  me  llevas? 

Enb.  Donde  el  valor  ilustremos; 

donde  probemos  las  fuerzas, 

porque  otra  vez  a  los  bultos 

soberanos  no  te  atrevas; 

que  al  Rey  en  mármol  le  anima 

la  deidad  que  representa. 

¿Defenderás  lo  que  hiciste? 
Ota.  ¿No  quieres  que  lo  defienda? 

Camina. 
Enr.  Toma  esa  luz 

y  guía  por  esa  puerta. 
Ota.  ¿Por  esa  puerta? 

Enr.  Sí,  acaba, 

no  tiembles,  no  te  suspendas. 
Ota.  Ya  voy. 

Enr.  Camina  delante. 

Ota.  ¿Voy  seguro? 

Enr.  Sí. 

Ota.  Pues  entra, 

que  ya  alumbro. 
Enr.  Es  en  mi  noche 

esa  Itiz  oscura  y  muerta. 
Ota.  Pues  alumbraréme  a  mí. 

Enr.  Mira  que  no  te  arrepientas. 

Ota.  Sigúeme;  mal  me  conoces. 

Enr.  Enrique  soy. 

Ota.  Aunque  seas 

demonio,  que  no  me  espantan 

a  mí  demonios  de  piedra. 

(Vanse.) 

Mac.  Clarindo,  amigo,  levanta. 

Cla.  No  puedo. 

Mac.  Pues  como  puedas, 

sigamos  la  luz. 

Cla.  Bien  dices. 

Mac.  Porque  nadie  nos  ofenda, 

espalda  a  espalda,  finjamos 
las  dos  águilas  del  César. 

Cla.  Dices  bien. 

Mac.  Tiende  los  brazos, 

por  ver  si  espíritu  encuentras. 

Ci.A.  Y  tú  también. 

Mac.  Pues  sigamos 

la  luz. 

Cla.  Si  escapamos  desta, 

no  más  almas. 

Mac.  ¿Cómo  estamos? 

Ver  los  médicos  quisiera, 
en  quien  las  almas  tomaran 
venganza  de  sus  recetas. 

(Vansc.  Sale  Otavio  con  luz  y  ENKiguK  iras  ti.) 


Ota. 
Enr. 


Ota. 


Enr. 


Ota. 
Enr. 
Ota. 
Enr. 


Ota. 
Enr. 
Ota. 


Enr. 
Ota. 

Enr. 
Ota. 


Enr. 
Ota. 


Enr. 
Ota. 


Enr. 

Ota. 
Enr. 


Basta,  ya  aquí  estamos  bien. 
Pues  deja  la  luz,  y  sea 
este  jardín  el  testigo 
de  tu  imelice  tragedia. 
¿Este  es  jardín?   Dile  infierno, 
cuyos  árboles  descuelgan 
del  cielo  horror  a  los  ojos, 
bañados  de  sombras  negras. 
Aquí  sacarte  he  querido, 
villano,  para  que  entiendas 
que  de  ti  ofendido  estoy. 
¿Y  qué  pretendes? 

Que  mueras. 
Pues  saca  la  espada. 

Yo 
no  la  he  menester;  sin  ella 
aquí  te  he  de  hacer  pedazos. 
Retírate,  que  te  acercas. 
Di,  ¿por  qué  me  profanaste? 
Por  mil  causas  manifiestas, 

que  tú  sabes,  pues  por  ti 

me  veo  en  tanta  miseria. 

Propon  tus  quejas. 

Escucha, 

y  sabrás  mis  justas  quejas. 

Di. 

Primeramente,  estoy 

ofendido  de  la  fuerza 

que  hiciste  a  mi  padre,  haciendo 

que  dos  millones  te  diera, 

confiscando  sus  tesoros 

y  embargándole  sus  rentas, 

cuando  él,  con  tres  mil  caballos. 

Atlante  de  sus  empresas, 

a  su  costa  te  servía. 

¿Tienes  otra? 

Fuera  desta, 

tengo  el  haberle  forzado 

a  que  la  plata  vendiera, 

tapicerías,  caballos, 

muebles  y  pinturas,  que  eran 

la  valentía  de  Italia 

y  la  admiración  de  Grecia. 

¿Tienes  otra? 

Y  la  mayor, 

que  es  ver  en  tanta  bajeza 

a  mi  padre  y  mis  hermanos, 

por  tu  ocasión. 

Todas  esas 

son  quejas  muy  injustas. 

Cómo? 

Como  las  vidas  y  haciendas 

de  los  vasallos  £on  todas 


54 


DINEROS   SON'   CALIDAD 


de  sil  Rcv,  por  justa  deuda; 

y  ansí  digo  que  anduviste 

tratando  con  ind^^cencia 

a  mi  alabastro,  alevoso 

y  vil  caballero,  y  piensa 

que  aquí  te  he  de  hacer  pedazos. 
Ota.  Retírate,  que  te  acercas. 

ExR.  ¿Cómo  retirarme?  Agora 

verás  lo  que  te  aprovechan 

el  corazón  y  la  espada. 

pues  no  hay  golpe  que  me  ofenda 

(Dando  cuchilladas.) 

Ota.  ¿Cómo  eres  viento,  si  tienes 

de  alabastro  la  presencia? 

EXR.  Viento  y  alabastro  soy, 

\illano,  para  que  entiendas 

que  has  de  hallar  piedra  al  castigo 

y  has  de  hallar  viento  a  la  ofensa. 

Ota.  No  te  alcanzo, 

Entí.  Piedra  miras 

y  con  el  viento  peleas; 
I, a  espada  no  importa  aquí. 

Ota.  Pues  ven  a  los  brazos. 

Enr.  Llega. 

Ota.  Aquí  he  de  morir. 

Enr.  Aguarda, 

que  esto  sólo  ha  sido  prueba 
de  tu  valor  invencible 
y  tu  heroica  fortaleza. 
Detente,  que  no  es  mi  intento 
ofenderte,  que  eso  fuera 
ser  al  beneficio  ingrato. 
Dios  manda  que  te  agradezca 
a  tu  padre  la  piedad, 
y  en  premio  de  su  paciencia, 
quiere  que  le  restituya 
a  tu  padre,  de  mi  hacienda, 
los  dos  millones,  y  ansí 
cavarás,  cuando  amanezca, 
este  lugar  en  que  estoy, 
hincando  en  él,  para  seña, 
este  clavo;  y  luego,  al  punto, 
busca  a  mi  hija,  que  a  ella 
quiere  Dios  que  des  favor 
píjrque  en  su  Estado  posea 
con  tu  ayuda. 

Ota  Ilusión  vana, 

,es  de  veras? 

I^NK.  Tan  de  veras 

como  las  pena.s  que  pa.so 
'II  la  residencia  eterna. 

Ota,  -llstáí  condenado? 


Enr.  No, 

que  esta  restitución  hecha, 

del  purgatorio  saldré; 

cava  aquí,  por  que  paz  tenga, 

y  tu  padre  calidad, 

que  en  los  dineros  se  aumenta. 

Sácame  destos  rigores; 

redímeme  destas  penas. 
Ota.  ¿Tales  son? 

Enr.  Dame  esa  mano, 

por  que  compasión  me  tengas. 
Ota.  ¡Ay!,  ¡ay!,  ¡válgame  Dios!,  ¡ay!, 

que  me  abrasas,  suelta,  suelta. 
Enr.  Pues  ves  el  rigor  que  paso, 

no  quieras  que  en  él  perezca. 

(Húndese  Enrico,  y  Otavio  cae  desmayado.) 
Ota.  ¡Muerto  soy! 

(Salen  Clarindo  y  IíIacarrón.) 
Mac.  ¡-"^y!.  ¡vive  Dios, 

que  me  asieron  de  una  pierna! 

Aguarda,  mi  amo  está  aquí. 
Cla.  En  tierra  está  Otavio,  es  cierta 

su  muerte. 
i  Mac.  Si  lo  es  la  suya, 

también  lo  será  la  nuestra. 

Ya  le  dije  que  con  almas, 

Clarindo,  no  se  metiera. 
CIvAR.  Si  le  han  muerto,  ¿qué  juez 

le  sacará  de  la  iglesia? 
Mac.  Lleguemos.  Señor. 

Ota.  Yo  haré 

lo  que  me  pides  y  ordenas, 

por  que  de  ese  rigor  salgas. 
Mac.  ¡Señor!  ¿vivo  estás? 

Ota.  Pudiera 

no  estarlo,  a  no  ser  de  Dios 

particular  providencia; 

luchando  con  la  visión, 

se  desvaneció  en  la  tierra, 

y  yo  sobre  ella  caí 

como  ves. 
Mac.  Siempre  fué  necia 

toda  experiencia,  señor; 

salgamos  antes  que  vuelvan, 

pues  tenemos  luz. 
i  Ota  Las  glorias 

i  y  las  virtudes  comienzan 

i  .siempre  en  las  temeridades, 

I  que  éstas  la  fortuna  premia. 

Hoy  a  mi  temeridad 

debo  esta  gloria. 
Mac  ¿Qué  .sueñas? 


ACTO  TERCERO 


55 


Ota.  ¿No  te  dicen  mis  palabras 

mi  ventura?   ¡Oh,  noche!,  mezcla 

tus  sombras  en  las  espumas 

del  mar,  para  que  el  sol  vierta, 

entre  espíritus  de  luz, 

granos  de  oro  y  blancas  perlas. 

Salgamos  a  recibir 

al  día,  que  el  que  se  acerca 

a  la  esperanza,  entretanto, 

engaña  lo  que  desea. 

Mac.  Bien  dices;  guía  y  salgamos. 

Ota.  Por  que  mañana  se  vea 

donde  Enrique  se  escondió, 
hincado  este  clavo  deja. 

Mac.  ¿Curiosidades  agora? 

Ota.  Estando  yo  aquí,  no  temas. 

Hinca  el  clavo. 

Mac.  ¿Temor  yo? 

Haré  que  el  clavo  se  sienta 
en  los  abismos. 

Ota.  Ya  basta. 

Mac.  Pues  vamos. 

Ota.  Toma  esa  vela. 

Mac.  ¡Ay  de  mí,  señor! 

Ota.  ¿Qué  tienes? 

Mac.  Por  Dios,  que  me  favorezcas, 

que  de  la  capa  me  tiran; 
mas  de j areles  con  ella. 

Ota.  ¿No  adviertes  que  la  clavaste? 

Mac.  El  miedo  es  inadvertencia; 

sí,  por  Dios,  clavada  está. 

Ota.  Salgamos. 

Ci,A.  Lo  peor  queda. 

M.ac.  Ruego  al  cielo  que  las  almas 

no  nos  cojan  entre  puertas. 

fVanss.  Salen  Federico  y  I^uciano.) 

Luc.  No  temáis,  padre  y  señor, 

que  yo,  para  enriqueceros, 
poderoso  vuelvo  a  veros, 
pues  en  tan  bárbara  edad, 
es  tan  vil  la  calidad, 
que  consiste  en  los  dineros,  (i) 

Ya  mis  letras  el  decoro 
que  perdiste  os  han  devuelto, 
y  esa  caña  se  ha  resuelto 
báculo  de  piedras  y  oro. 
Ya,  padre,  rico  os  adoro, 
si  consiste  en  el  ser  rico 
la  calidad  que  publico; 
volved  de  tanta  bajeza, 
si  es  el  honor  la  riqueza. 


(i)     Faltan  los  cuatro  últimos  versos  de  esta  décima. 


a  llamaros  Federico. 

Abraza  a  mi  padre,  Urbán. 
Urb.  Si  esto  en  secreto  se  hiciera, 

más  cordura  pareciera, 
que  murmurarte  podrán 
los  que  adulándote  están; 
que  aunque  piedad  te  parece, 
tal  vez  la  virtud  perece 
por  semejantes  acciones. 
IvUC.  En  todas  las  ocasiones 

el  padre  este  honor  merece. 

Y  si  porque  así  lo  ves, 
Urbán,  lo  desconociera, 
yo  el  vil,  yo  el  villano  fuera 
y  él  fuera  lo  mismo  que  es 
Padre,  postrado  a  esos  pies, 
quiero  a  Italia  publicar 
que  vos  no  podéis  bajar 
ni  que  yo  os  puedo  exceder; 
que  el  tiempo  os  quitó  el  poder, 
pero  no  os  quitó  el  lugar. 
Balanzas  somos  los  dos, 
y  aunque  alto  me  considero, 
abatirme  al  suelo  quiero 
para  que  os  levantéis  vos; 
que  si  a  las  manos  de  Dios 
nuestro  peso  he  reducido, 
tiranía  hubiera  sido, 
habiéndonos  Dios  pesado, 
ver  el  hijo  levantado 
estando  el  padre  caído. 

Fed.  ¡Ay,  hijo  del  alma  mía!; 

las  balanzas  igualemos, 
por  que  las  almas  pesemos 
al  compás  del  alegría. 

Luc.  Padre,  ya  ha  llegado  el  día 

de  pagaros  lo  que  os  debo. 

Fed.  Ya  a  llamarte  no  me  atrevo 

hijo  aquí;  5^0  el  hijo  soy, 
tú  el  padre,  pues  vuelves  hoy, 
hijo,  a  engendrarme  de  nuevo. 

Urb.  ¡Que  un  villano  sea  Regente!  (ii 

Diré  quién  es  a  su  Alteza.  (Aparte.) 
Debo,  amigos,  la  grandeza 
al  que  ya  aquí  veis  presente.    (2) 
(Aparte  los  dos.) 

Fed.  Luciano,  no  digas  que  eres 
mi  hijo  a  la  Reina,  mira 

(i)     En  el  original  «■presente»  por  errata. 

12)  Eu  el  original  dice:  «al  que  ya  te  ves  presente». 
Hartz.  enmendó  este  verso  asi:  «mía  al  que  aquí  veis 
I  presente».  Además  faltan  los  seis  versos  aue  deberán 
'    seguir  para  formar  décima. 


56 


DINERC-S   SON    CALIDAP 


que  son  el  amor  y  la  ira 
vehementes  en  las  mujeres. 
Hazme  villano,  si  quieres 
verte  en  su  reino  estimado; 
mira  que  me  ha  desterrado 
de  Ñapóles,  por  traidor, 
y  mira  que  su  rigor 
de  nuevo  se  ha  confirmado. 

Porque  después  que  Rufino 
dio  a  Camila  libertad, 
alterada  la  ciudad, 
con  bárbaro  desatino 
su  gente  a  prenderme  vino, 
y  para  encubrirme  ansí 
este  vil  traje  vestí. 
Padre,  estimo  la  advertencia, 
aunque  ya  de  la  regencia 
traigo  la  cédula  aqm'. 

Este  aviso  es  de  importancia. 
Haré  lo  que  me  has  mandado. 
Ya  está  aguardando  el  Senado. 
Urbán,  tú  a  Ñapóles  pasa, 
visita  a  su  Alteza  y  traza 
los  aumentos  de  tu  estado,  (i) 

Besa  en  mi  nombre  sus  pies, 
abonando  mis  deletos, 
que  en  los  amigos  perfetos 
la  ausencia  el  examen  es. 
Documentos  no  le  des, 
Luciano,  a  nuestra  amistad. 
Padre,  la  mano  me  dad, 
que  lo  que  el  tiempo  no  pudo 
restaure  el  poder. 

No  dudo 
que  esta  es  del  cielo  piedad. 
(l'aHsc.  Síilai  JiLiA  y  César.) 


Luc. 


Fed. 
Luc. 
Cab. 
Luc. 


Urb. 
Luc 

T'RB. 


CÉS. 
JUI.. 


No  le  cumples  la  palabra. 
Ansí  palabras  se  cumplen 
cuando  se  dan  a  traidores, 
para  que  el  daño  ejecuten; 
Camila  del  se  fió, 
cuando  sus  campos  conduce, 
y  bien,  en  tal  confianza, 
las  obligaciones  cumple. 
Y  sí  esto  hizo  con  ella, 
la  razón  me  hace  que  juzgue 
que  hará  lo  mismo  crmniigo, 
que  un  traidor  no  hay  mal  que  e>: 
^Yo  había  de  ser  esfxi.sa  (cu.^c 

de  un  traidor.^  ^Cómo  no  crujen, 


(»)     I-alian  cuatro  ver»r.»  jmrn  omiplctar  la  déciiiia. 

Admi.'iB  h.'v  l;i  í:i\k%  tltiiíi   'Ir  •i'.'i<ui     v   •t!;i7:i>, 


desencajadas  sobre  él, 
las  eternas  pesadumbres? 
Ivos  reyes  premiar  no  deben, 
aunque  por  traiciones  triunfen 
los  que  las  hacen,  que  sólo 
se  han  de  premiar  las  virtudes. 
César,  tenle  en  una  torre, 
que  no  hallo  lugar  que  ocupe 
más  debido  a  su  soberbia, 
que  Dios  en  torres  confunde. 
CÉS.  Tan  justa  pena  merece, 

no  hay  disculpa  que  se  excuse 
ni  te  obligue  a  la  palabra. 

(l'asf.  Sah-  Urb.4n.j 

Urb.  Ya  el  aire  los  ecos  dulces 

de  los  instrumentos  quiebra 
en  los  montes  de  sus  nubes, 
nuncios  que  el  Regente  llega. 

Jui..  Mucho  a  sus  partes  acudes. 

Urb.  Soy  francés  y  caballero. 

JUL.  La  lengua  del  alma  es  limibre; 

ella  descubre  tu  ingenio 
y  tu  nobleza  descubre. 
¿Y  de  qué  país  de  Francia 
es  el  Regente? 

T^RB.  Del  supe 

ser  napolitano. 

Jui,.  ¿Cómo? 

¿no  es  francés? 

L'rb.  Las  letras  suben 

al  cielo  las  humildades; 
que  son  fortunas  que  infunden 
próspera  suerte  en  los  hombres. 
Ellas  le  hicieron  que  curse 
en  París,  donde  ha  ganado 
tantos  aplausos  comunes 
del  pueblo,  en  tan  breve  tiempo, 
que  ser  prodigio  presumen 
o  fortuna  superior, 
que  .sin  ella,  aunque  uno  estudie, 
no  logra  sus  esperanzas, 
que  antes  de  sazón  se  pudren. 

JUL.  ¿Que  es  napolitano? 

Urb.  y  tiene 

padre  vivo. 

JUL.  ¿Ivs  hombre  ilustre? 

Urb.  La  virtud  hace  los  nobles; 

porque  es  como  el  sol  que  excluye 
todo  defeto  y  tiniebla: 
tanto  puede  y  tanto  luce. 

JUL.  lí.so  es  decir  que  no  es 

bien  nacido. 


ACTO    TERCERO 


57 


Urb. 


JUL. 


Urb. 
Jui,. 
Urb. 


CÉS. 

Jui.. 

CÉS. 


Nunca  busque 
mal  nacido  vuestra  Alteza, 
habiendo  virtudes. 

¿Puse 
en  mi  primo,  el  Rey,  mi  honor, 
para  que  lo  ría  3-  burle? 
Pedí  Regente  francés, 
y,  haciéndome  pesadumbre, 
me  lo  da  napolitano 
3'  hombre  vil;  ¿dónde  se  sufre 
tal  menosprecio  3'  afrenta? 
Su  plaza  quiero  que  ocupes 
tú. 

¡Señora! 

Esto  ha  de  ser. 
¡Qué  bien  incitarla  supe! 
¡Oh,  ambición  desatinada, 
qué  de  lealtades  destru3-es! 

(Sale  CÉSAR.) 

Ya  queda  pre&o  Amadeo. 
A  vos  os  lo  encargo.  Duque: 
no  sea  como  Camila. 
Ya  el  nuevo  Reeente  sube. 


(Tocan  chirimías  y  sale  Luciano  y  acompañamiento.) 

Luc.  Déme  a  besar  vuestra  Alteza 

su  mano,  por  el  favor 
que  debe  al  Rey,  mi  señor, 
en  su  nombre  mi  bajeza; 

que  él  por  Regente  me  envía, 
3'  es  la  cédula  presente 
la  merced. 

(Toma  el  papel  y  rómpele.) 

JUL.  ¡Gentil  Regente 

a  Ñapóles  nos  envía! 

Volved  y  decid  que  os  dé 

la  plaza  en  su  Parlamento, 

y  en  Ñapóles  un  momento 

no  estéis,  que  me  enojaré. 
Venid,  Regente.  (Vanse) 
IrUC.  ¿Qué  es  esto? 

¿qué  fué?    ¿qué  me  ha  sucedido? 

¿cómo  ansí  se  me  ha  caído 

sobre  rm'  el  cielo  tan  presto? 
¿No  soy  el  que  agora  fui, 

venerado  de  la  gente  ? 

¿No  era  yo  agora  el  Regente? 

¿pues  qué  soy  agora  aqm'? 

(Sale  Federico.) 

Fed.  Hijo,  ¿qué  es  esto? 

Luc.  No  sé; 


Fed. 

Luc. 

Fed. 
Luc. 
Fed. 

(Vanse 
Ota. 

Mac 
Ota. 


Mac. 
Ota. 


Mac. 


sólo  sé  que  me  han  dejado 
los  que  me  han  acompaííado, 
y  que  la  Reina  se  fué. 

La  cédula  me  rompió 
la  Reina,  airada  y  cruel. 
Luciano,  en  otro  papel 
a  romperla  se  enseñó. 

Siempre  este  daño  temí; 
que  el  sabio  debe  temello, 
si  no  quiere  padecello. 
Pues  3'o  el  ignorante  fui; 

Urbán,  padre,  me  ha  vendido: 
Regente  es  Urbán. 

Salgamos 
de  este  infierno. 

Padre,  vamos, 
que  glorias  del  mundo  han  sido. 

No  irritemos  la  fortuna; 
a  la  aldea  nos  volvamos, 
a  ser  Arístides  nuevos 
y  a  ser  nuevos  Belisarios. 

salen    OxAVio,   de    csguizaro,   y   Macarrón 
ridiculo.) 

El  dinero  redimimos, 

si  esfuerzas  bien  el  engaño, 

fingiéndole  (i)  embajador, 

como  tengo  concertado. 

En  desposeerte  del 

fuiste  un  grande  mentecato. 

Con  ellos  juntó  en  un  día 

Camila  diez  mil  soldados, 

3'  con  ellos  viene  agora, 

con  tal  silencio  marchando. 

Viene  en  nombre  de  Vaiboda, 

porque  de  secreto  entrando 

en  la  ciudad,  la  prisión 

hará  de  la  Reina,  3^  dando 

el  dinero  yo  a  Camila, 

que  el  Re\'  difunto  me  ha  dado, 

su  padre,  será  forzoso 

que  ella  vuelva  a  sus  Estados 

3'  yo  a  mi  padre  socorra 

y  libre  de  sus  contrarios. 

Allí  va  tu  padre. 

Amor 
me  hace  agora  ser  ingrato; 
no  quiero  hablarle  hasta  verme 
con  honor  y  con  descanso. 
Eso  es  si  el  dinero  vuelve; 
que  si  no,  a  escuras  quedamos. 


(I)     En  el  texto  «finiíiendo  del  cmbaxadoi'    que  hace 
el  ver.so  largo. 


58 


DINEROS   SON   CALIDAD 


Ota.  La  Reina  sale. 

Mac.  Esto  es  hecho; 

aquí  me  azotan.  Temblando 

estoy. 

(Sahn  JfLiA,  l'RB.'VNO  y  otros.) 

Ota.  Calla,  porque  llego. — 

Del  Vaiboda  transilvano 
está  aquí  un  embajador, 
gran  príncipe  y  potentado, 
de  la  Moldavia. 

Jru.\.  ¿Pues  cómo 

viene  con  silencio  tanto? 

Ota.  Pasa  el  príncipe  Vaiboda 

a  Roma;  viene  excusando 
ansí  gastos  y  alborotos, 
aunque  el  Colegio  romano 
lo  acompaña  y  viene  a  darte, 
aunque  en  lenguaje  polaco, 
un  gran  recado  en  su  nombre 
el  príncipe  Balfraganio, 
de  quien  yo  vengo  por  lengua. 

JVL.  Vueseñoría  llegado 

sea  en  buen  hora  a  esta  corte. 

^L\c.  Cochimi. 

Ota.  Pide  su  mano. 

T'rb.  Extraña  lengua. 

Mac.  Osfricot, 

quirlin,  cucut. 

Ota.  Tan  despacio 

quiere  hablar,   que  pide   asiento. 

J  UL.  Dadnos  a.sientos. 

Mac.  Quitambo. 

Ota.  La  merced  ansí  agradece. 

Mac.  Guturo. 

Jl'L.  Lenguaje  extraño. 

Ota.  CaUa. 

Mac.  Gaturo. 

Ota.  Prosigue. 

M.\c.  Sácame  de  estos  vocablos; 

porque  si  mucho  me  aprietan, 
tengo  de  hablar  p>or  abajo. 

(SaU  CÉSAR.) 

CÉS.  ¿Qué  haces,  gran  señora,  ansí 

con  ese  descuido,  cuando 
Camila  en  Ñapóles  entra? 

Mac.  Tripifomio  dinerango. 

Ota.  Dice,  señora,  que  diga 

que  es  el  Vaibfxla  el  que  lia  entrado. 

Cíes,  Mi'is  de  diez  mil  hfmibn-s  vienen. 

(yr\.  ,De  tanta  gente  es  su  campo? 

Mac.  Capfilican. 


Ota. 


Que  prosiga 


me  manda. 


(Sale  un  caballero.) 

Cab.  ¿No  oyes  entrando 

a  Camila  en  la  ciudad 
con  diez  mil  napolitanos, 
aunque  en  trajes  diferentes? 

Ota.  ¡Lo  que  el  Vaiboda  ha  causado! 

Jui..  ¡Camila!  ¿Cuándo  Camila 

pudo,  necio,  juntar  tantos, 
sin  poder  y  sin  dineros? 

Cae.  ¿No  oyes  el  marcial  rebato 

de  Castelnovo  y  Santelmo? 

Jui,.  El  príncipe  transilvano 

a  Roma  pasa  de  paz 
con  ese  escuadrón  bizarro. 

(Salen  Camila,  Aurelia,  vestidas  con  exirañeza,  y  gente). 

Ota.  Aquí  está  el  príncipe  ya. 

JUL.  ¿Veis  cómo  el  temor  fué  falso? 

Ota.  T^a  Reina  tienes  presente. 

Jui,.  Dadme,  señor,  esos  brazos. 

Cam.  Para  prenderte. 

JUL.  ¿Qué  es  esto? 

Cam.  Castigo  de  tus  pecados. 

Jui,.  Tan  grande  engaño  conmigo. 

Cam.  Engaños  hacen  engaños; 

muere,  traidora. 

Ota.  Detente. 

Cam.  Tu  lengua  es  ley  de  mi  brazo. 

(Dentro,  voces.) 

¡Viva  Camila! 
JUL.  ¡Ah,  fortmia! 

Pero  si  hay  falsos  vasallos, 

¿cómo  reyes  puede  haber? 
Cam.  Dadme  lo  que  me  quitaron. 

Ota.  Esto  a  mis  dineros  debes. 

Mac.  y  esto  debes  a  mi  engaño. 

Cam.  r,a  mitad  del  reino  es  tuyo. 

Ota.  Que  me  coronen  aguardo 

hoy,  juntanifute  contigo. 

Llegadme  aquellos  villanos. 

(Salen    Kicdekico,    RuriNo,    Luciano   y    Lucila.) 
Luc.  En  el  traje,  que  son  nobles 

sus  espíritus  gallardos. 
Ota.  y  será  enemigo  mío 

quien  dijere  lo  contrario. 
Agora,  padre,  os  conozco, 
f|ue  honor  y  calidad  traigo, 
y  dineros,  que  con  tilos 
tan  alta  ventura  alcanzo. 
I'KD.  Dame  esos  pies. 


ACTO  TERCERO 


59 


Cam. 

Levantad. 

Fed. 

Laurencia:  rico  y  honrado, 

ya  puedo  decirte  agora, 

como  dijiste,  triunfando: 

«dineros  son  calidad». 

JUL. 

Verdad. 

Fed. 

Pues  puedes  buscarlos 

agora  para  tenella. 

Jur.. 

Mi  soberbia  has  castigado. 

Rot. 

De  tu  fortuna  me  pesa. 

Cam. 

Ya  el  dinero  te  he  pagado 

con  la  mitad  de  mi  reino. 

y  agora  el  amor  te  pago 

con  mi  mano;  tuya  soy. 

Ota. 

Y  yo  soy  tu  humilde  esclavo. 

De  la  parte  de  Sicilia, 

que  yo  elijo,  señor  hago 

a  Rufino. 

RUF. 

Premio  es  tuyo. 

Ota. 

Ya  del  triforme  peñasco 

eres  rey. 

RUF. 

Pues  hoy  mi  reino 

pongo  en  los  pies  soberanos 

de  Laurencia;  suyo  es  ya. 

JUL. 

A  quien  sabe  obligar  tanto, 

¿qué  he  de  responder?  Corrida 

y  afrentada,  me  acobardo. 
RuF.  Con  la  mano,  el  sí  de  esposa, 

confirmándolo  los  labios. 
Cam.  Mañana,  con  regia  pompa 

y  con  glorioso  aparato, 

se  traiga  mi  padre  al  Domo. 
Mac.  ¿Ha  de  quedar  sin  formacho 

Macarrón?  Denme  algo  a  mí. 
Ota.  Lucila  y  seil  mil  ducados 

de  renta  son  tuyos. 
Mac.  Fué 

merced  con  aforro. 
Ota.  y  hago 

del  ducado  de  Calabria 

merced,  señora,  a  Luciano. 
Cam.  Yo  gusto  dello. 

Ota.  a  Clarindo 

haré  merced. 
Mac.  Hoy  quedamos 

todos,  señor,  con  dineros. 
Ota.  Para  que  decir  podamos: 

Dineros  son  calidad, 

pues  se  alcanza  con  hallarlos. 

FIN  DE  LA  FAMOSA  COMEDIA 
«DINEROS  SON   CALIDAD». 


EL      DÓMINE     LUCAS 


COMEDIA  FAMOSA 


DE 


LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 

DIRIGIDA     A     J  U  A  N     DE     PINA. 
SECRETARIO    DE    PROVINCIA    Y    SU    MAYOR    AMIGO 


•Sin-iendo  al  excelentísimo  sciior  don  Antonio  de 
Toledo  y  Beamonte,  Duque  de  Alba,  en  la  edad  que 
pude  escribir 

ha  verde  primavera 
de    mis   floridos   años, 

oi  contar  alguna  parte  de  esta  fábula,  de  cuyos  prin- 
cipios había  sido  testigo,  dando  por  autor  de  su  ver- 
dad (si  tiene  alguna)  a  un  caballero  valenciano,  por 
apellido  Borja,  por  ánimo  Alejandro  y  por  valentía 
de  su  ptrsona  otro  español  Alddes.  Aficióneme  al 
suceso,  porque  ya  lo  estaba  al  caballero  que  digo,  y 
cscribíla  en  el  estilo  que  corría  entonces;  hállela  en 
esta  ocasión  pidiendo  limosna  como  las  demás,  tan 
rota  y  desconocida,  cual  suelen  estar  los  que  salieron 
de  su  tierra  para  srjldados,  con  las  galas  y  plumas  de 
la  nueva  sangre  y  vuelven  desjjués  de  muchos  años 
con  una  pierna  de  palo,  medio  brazo,  un  ojo  menos  y 
el  vestido  de  la  munición  sin  color  determinada,  hice 
por  cotregirla,  y  bien  o  mal  sale  a  la  luz  con  el  nombre 
del  mayor  amigo. 

Saben  muchos  que  lo  es  V.  m.,  y  sería  cansada  la 
di.sculpa  de  no  ofrecerle  cosas  mayores,  más  dignas  de 
su  ingenio;  pero  muchas  veces  no  dan  los  hombres  a 
lo  que  aman  las  cosas  de  más  precio,  sino  las  que  más 
CKtinian.  Tenia  yo  en  la  menior  a  esta  comed  a,  por  las 
caunas  que  refiero,  y  i)or<|ue  represen tándrjla  Melchor 
de  Villalba  (hombre  <|ue  en  su  i)rofesi<'m  no  tuvo  (|uien 
le  i>recedie»e  ni  habernos  conoddo  <|uien  le  igualase) 
era  jmjt  a'|uel](M  tiempos  de  las  bien  escuchadas,  como 
ahora  i>e  dice  jíor  las  mujeres,  de  las  bien  i>rendidas,  y 
asi  la  c|ui»e  i»oner  en  esta  parte  entre  otras  de  más 
txmsirteradón,  no  té  si  de  más  gusto.  Y  d<<litándola  al 
TifimhTc  de  \'.  m.,  calificarla,  lejos  de  to<la  lÍHonja,  í)ue 
en  tanto*  años  de  aniur  luera  locura;  y  añadiendo  a  las 
amistades  recibidas  tantas  cbligaciouc-s,  c|ue  fv'iU)  le  ha 


faltado  a  V.  m.  haber  escrito  la  mitad  de  mis  versos 
porque  en  las  elecciones,  disposiciones  y  pensamientos 
siempre  le  he  debido  la  maj-or  parte,  y  con  su  consejo 
puesto  en  el  papel,  con  menos  miedo  la  pluma,  que  no 
quieren  las  cosas  del  ingenio  ser  menos  comunicadas 
que  los  edificios  que  se  fabrican,  si  han  de  acertarse, 
maj'ormente  de  este  género,  en  que  se  ha  de  agradar 
a  tanta  diferencia  de  entendimientos,  desigualdad  ma- 
yor que  la  de  los  pintores,  donde  repara  más  el  vulgo 
en  la  alegría  de  las  colores  que  en  la  simetría  de  las 
figuras.  En  tres  partes  dividió  Plutarco  la  amistad, 
que  a  mi  parecer,  nmguno  con  más  claridad  y  acerta- 
miento. Para  amar  los  amigos,  dijo  que  era  necesario 
buen  juicio;  aquí  entiendo  el  escogerlos,  deleite  en  el 
conservarlos  y  segundad  de  su  ánimo  en  las  necesi- 
dades que  se  ofreciesen.  Todas  tres  partes  he  hallado 
en  V.  m.  confirmadas  en  tantas  ocasiones;  que  como 
este  amor  comenzó  a  los  principios  de  la  vida,  tendrá 
la  misma  fuerza  hasta  los  últimos  fines  de  su  término, 
pudiendo  decir,  como  Paulino  a  Ausonio: 

Hi  cum  solutus  corpota'i  rarccre 
tcrraque  prolavero, 
qtto  me  locarit  axc  communh  Patcr, 
illic  quoquc  te  animo  eeram. 

Y  donde  quiera  que  esté 
mi  csjiiritu,  libre  ya 
de  la  cárcel  en  (pie  está, 
vivo  un  él  te  llevaré. 


Amigo  y  caiicll.in  <lc  \'.  iii.. 


I.oi'i;  ni:  Vi.oa  Carpió.» 


ACTO    PRIMIiRO 


6l 


F.VBRICIO  y  ROS'VRDO. 

FnLOiíNCiA  y  Lucrecia. 

I,i:ONARDA,   FLORIANO. 


FIGURAS    DE    LA    COMEDIA 

Alberto,    Decio,    Plá- 
cido, 
doristo,  i,avino. 

REl'KnSKNTÓLA    MeLCHOR     DE    \"ir.LALl?A. 


Nebro,  Un  Corregidor. 
l/n  Mesoxero. 


ACTO  PRIMERO 

(SaUn  Fabricio  y  RosARDO  y  Fülgentio,  Leonarda 
y  dos  pajes  con  hachas.) 


Leo. 
Ros. 

Extremada  fiesta  ha  sido. 
i  Bravo  toro! 

Leo. 

Aquí  le  temo. 
¿Y  las  suertes? 

Ros. 

Fab. 

Por  extremo, 
y  más  la  que  yo  he  tenido. 

Leo. 

¿Vos,  Fabricio,  en  qué? 

Fab. 

En  mira- 
acompañaros  y  veros.                    [ros. 

Leo. 

No  puedo  aqm'  responderos. 

Fab. 

Ni  yo  dejar  de  obligaros. 

¿Qué  os  parece  de  este  día, 
señor  Fulgencio? 

Fab. 

Fui,. 

Que  está 
Alba  diferente  ya 
de  lo  que  en  mi  edad  solía; 

que  por  mi  fe  que  a  esta  fiesta 

Fui,. 

vi  toda  una  corte  aquí 

y  que  aquesta  plaza  vi 

más  adornada  y  compuesta. 

Ros. 

¿Más  que  la  corte? 

Fui.. 

Sin  duda 

que  lo  fué  la  que  algún  día 

Leo. 

el  viejo  Duque  tenía. 

Fab. 

El  tiempo  lo  acaba  y  muda. 

Fui,. 

Fué  hombre  de  gran  valor. 

Leo. 

Fui,. 

No  menos  esta  Alba  espera 
cuando  amanezca  en  su  esfera 
el  sol  de  tal  sucesor. 
Que  yo,  con  esta  vejez, 

Ros. 

pienso  esperar  confiado 

Fui,. 

de  que  aquel  siglo  dorado 

ha  de  volver  otra  vez. 

Que  hoy  no  ha  podido  la  fama 

sacar  de  su  olvido  fiero  (i) 

Fab 

a  la  plaza  un  caballero 

ni  a  la  ventana  una  dama. 

Ros 

Fab. 

Si  es  por  hacemos  afrenta 

Leo 

a  mí  y  a  Rosardo,  advierte 

Fui, 

(i)     Kii  ^"1  original  lovillo». 


Fab. 


que  no  pongas  de  esa  suerte 
tu  hija  y  sobrina  en  cuenta. 
Que  ellas  solas  en  el  suelo, 
que  en  otra  parte  es  error, 
dan  más  luz  y  resplandor 
que  el  sol  y  luna  en  el  cielo. 

Por  Dios,  que  yo  no  saH 
por  estar  mi  overo  manco 
dejando  una  suerte  en  blanco 
que  a  una  negra  prometí. 

Y  de  Fabricio,  yo  sé 
que  por  eso  lo  dejó; 
porque  no  saliendo  yo, 
a  no  salir  le  obligué. 

Yo  tenía  mis  jaeces 
en  Salamanca  prestados, 
y  estábamos  disculpados 
saliendo  otras  muchas  veces. 

Pero  yo  juro  enmendallo, 
ofreciéndose  ocasión. 
¡Que  hoy  no  saliese  un  rejón 
ni  un  hombre  solo  a  caballo! 
Cierto  que  os  he  de  reñir, 
pues  no  salir  causa  fué 
que  un  forastero,  y  a  pie, 
pudiese  hacer  y  decir. 

¿Decís  por  el  estudiante 
de  Salamanca? 

¿Pues  quién? 
Bien  anduvo. 

Anduvo  bien, 
pero  es  un  poco  arrogante. 
Y  no  fué  solo,  que  había 
otros  valientes  con  él. 
Ya  por  ellos  y  por  él 
fué  regocijado  el  día. 

A  casa  habemos  llegado; 
si  entrar  no  queréis,  adiós. 
Quede,  Fulgencio,  con  vos, 
aunque  me  habéis  agraviado. 

¡Mi  bien!,    ¿cuándo  podré  veros? 
Que  lo  deseo,  creed. 
¡Hola!,  esas  hachas  volved 
con  aquesos  caballeros. 

Eso  no  habéis  de  mandar. 


02 


EL    DOMINE   LUCAS 


Fix.  Irán,  sin  duda. 

Ros.  Eso  no, 

no  he  de  llevar  haclia  yo. 
Fab.  Ni  yo  la  puedo  llevar. 

Fi'i,.  Pues  adiós,  entra  adelante. 

Ros.  El  viejo  nos  ha  corrido. 

Fab.  ¡Oh,  cuánta  envidia  he  tenido 

al  venturoso  estudiante! 
¡Qué  soberbias  cucliilladas 

que  le  daba  al  toro! 
Ros.  Y  tales, 

que  no  tu\'ieron  iguales 

y  pueden  ser  celebradas. 
¡Gallardos  brazos! 
Fab.  Soberbios, 

pues  cada  vez  que  herían 

poca  resistencia  hacían 

cuero,   carne,  hueso  y  nervios. 
Confieso  mi  envidia. 
Ros.  Y  yo 

mi  envidia  y  mis  celos  juntos. 
F.\B .  Pues  en  mí  crecen  por  pimtos 

los  que  su  talle  me  dio. 
Fuera  de  que  yo  entendí 

que  se  le  inclinó  Lucrecia. 
Ros.  Sí,  mas  no  anduvo  tan  necia 

como  yo  a  Leonarda  vi. 

Que  aún  aquí  me  quema  y  arde 

de  ver  cómo  la  decía, 

cuando  el  toro  acometía: 

«¡Válete  Dios!   ¡Dios  te  aguarde!» 
Y  por  eso  entre  la  gente 

tuvo  tales  opiniones; 

porque  aquellas  oraciones, 

¿a  quién  no  hicieran  valiente? 
Si  ella  a  mí  me  deseara 

tal  bien  y  buena  opinión, 

no  a  un  toro,  a  un  tigre,  a  un  león 

acometiera  y  matara. 
Fab.  V  Lucrecia,  ¿qué  decía, 

cuando  1.^'onarda  rezaba? 

¿No  viste  lo  que  rogaba 

y  lo  que  al  cielo  pedía? 

¡Oh,  cuanto  habernos  errado 

en  no  haber  salido  al  coso! 
Ros.  ¿No  es  éste  aquel  venturoso? 

Fab.  ¿Cuál? 

Ros.  Aquel  que  vu  embozado. 

fSale    I'LOktANü    y    Ai.iii:ktu.    embozados,    estudiantes 
muy  galatut  y  con  cuellos  bajos.) 

I-AB.  ¿Pues  en  qué  le  conociste? 

Ros.  En  la  capa  con  el  oro, 


que  mil  veces  sobre  el  toro 

con  el  blanco  acero  viste. 
FXo.  De  esto,  Alberto,  no  te  asombres, 

que  has,  después  de  hacer  extremos. 
Fab.  ¿Quieres  que  ahora  probemos 

si  es  tan  bravo  con  los  hombres? 
Ros.  ¿Y  de  un  hombre  ha  de  temer 

quien  rinde  un  fiero  animal? 
Fab.  Creed  que  ima  espada  igual 

más  miedo  suele  poner. 
Pero  pues  es  forastero 

y  que  mañana  se  irá, 

segura  el  alma  estará 

de  sus  celos  y  su  acero. 
Ros.  ¿Vos  habéisle  conocido? 

Fab.  Anduvo  tan  embozado, 

que  mientras  más  fué  mirado, 

menos  conocido  ha  sido. 

Pero  vamos,  que  no  importa, 

que  es  esto  mucha  flaqueza. 

(  Vanse.) 

Al,b.  Al  fin,  que  a  tan  gran  belleza 

juzgas  tu  ventura  corta. 
Flo.  A  otras  fiestas  he  venido, 

trayendo  determinado 
de  decirle  mi  cuidado 
para  despertar  su  olvido. 

Porque,  en  efeto,  la  adoro, 
pero  nunca  me  atreví. 
Alb.  ¿Pues  a  qué  vienes  aqm'? 

Flo.  No  más  de  a  matar  un  toro. 

Sólo  aficionalla  espero. 
Alb.  Muy  bien  tus  brazos  podrán, 

pues  en  lugar  de  galán 
la  sirves  de  carnicero. 

Si  de  Salamanca,  a  donde 
estudias,  vienes  aquí 
a  descuartizarle  ansí, 
¿qué  efeto  esperas?  Responde. 
Si  siempre  embozado  vienes, 
que  aun  apenas  te  conoce, 
¿qué  fruto  quieres  que  goce 
de  la  esperanza  que  tienes? 

¿Qué  papel  te  dio  molestia; 
qué  razones  estudiadas, 
sino  andar  a  cuchilladas 
y  a  brazos  con  mía  bestia? 

Cuando  se  enternezca  así, 
¿piensas  que  te  ha  de  rogar 
y  (|ue  en  un  corto  lugar 
jmedes  verla  y  verte  a  ti? 
Tu  amor,  al  fin,  vitupero; 


ACTO  pri.ml:ro 


63 


porque  ésta,  para  ser  casta, 
llamarse  Lucrecia  basta, 
casto  nombre  y  mal  agüero. 

¿Hasme  entendido,  Floriano? 
¿Floriano,  duermes? 
Flo.  Yo,  sí 

que  a  tus  razones  dormí 
fuerza  de  amor  inhumano. 

Que  el  alma  que  está  despierta 
a  mil  penas  y  pasiones, 
a  la  luz  de  tus  razones 
se  duerme  obstinada  3^  muerta. 

Y  porque  es  muy  ordinario 
de  tu  amor  aconsejarme, 
quiero  ahora  consolarme 
con  este  dolor  contrario. 

Que  todos  tus  argumentos 
aqm'  se  han  de  resolver, 
que  amor  de  amigo  y  mujer 
son  contrarios  elementos. 

Tú  me  encaminas  al  bien 
y  Lucrecia  a  tanto  mal, 
que  hoy,  por  medio  desigual, 
quiero  probar  su  desdén. 

Lo  mejor  he  conocido 
y  lo  peor  aprobado; 
ya  soy  áspid  encantado, 
en  vano  tientas  mi  oído. 

A  Salamanca  te  vé 
y  di  que  a  Madrid  me  fui, 
porque  yo  me  quedo  aquí, 
por  ver  si  hallarme  podré. 

Llevarás  esos  criados, 
a  quien  tendrás  por  mi  cuenta, 
mientras  a  la  tuya  asienta 
amor  mis  largos  cuidados. 

Y  di  en  escuelas,  por  cierto, 
que  vuelvo,  y  presto  ha  de  ser, 
si  es  cierto  poder  volver 

un  hombre  después  de  muerto. 

Que  cuatro  pequeñas  leguas 
que  hay  de  Salamanca  aquí, 
iré  yo  por  verte  a  ti 
y  dar  a  mis  ansias  treguas. 

Que  eres,  al  fin,  el  descanso 
de  mis  penas,  dulce  Alberto, 
y  para  llegar  al  puerto 
viento  en  popa  y  viento  manso. 

Bsto  fué  desdicha  mía. 

Alba  mi  noche  ha  de  ser, 

que  tras  tanto  anocliecer 

espera  el  alma  algim  día. 

Ai,B.  Ve  ordenando  el  testamento; 


Flo. 


Alb. 


Flo. 

Alb. 

Flo. 

Alb. 
Flo. 

Alb. 
Flo. 


Alb. 


Flo. 


Alb. 
Flo. 
Alb. 

Flo. 


ítem  más,  di  lo  que  queda, 
porque  a  cuerpo  y  alma  pueda 
dar  descanso  y  monumento. 

¿Qué  es  aquesto,  mata  toros? 
¿todas  aquellas  fierezas 
paran  en  esas  tristezas 
y  en  aquesos  tiernos  lloros? 

¿Fres  quien  hoy,  como  un  Cid, 
con  el  valor  de  tus  brazos, 
hizo  aquel  toro  pedazos 
sin  gastar  traición  ni  ardid  ? 

¿Pues  qué  sentimiento  es  éste, 
v  más  donde  está  mi  ayuda, 
que  no  hay  cosa  a  que  no  acuda, 
avmque  a  estudio  y  amor  pese? 

No  te  quiero  aconsejar, 
aunque  fuera  lo  mejor, 
sino  esforzar  este  amor 
y  este  delito  ayudar. 

Ya  soy  cómplice  contigo, 
¿qué  es  lo  que  piensas  hacer? 
Agora  acabo  de  ver 
que  eres  verdadero  amigo. 

Pero  es  forzosa  tu  ausencia 
por  dos  imposibles  grandes. 
Ni  lo  quieras  ni  lo  mandes, 
que  perderé  la  paciencia. 

Más  que  imposible,   ¿no  es  sueño 
a  un  amor  tan  desigual? 
Ser  mujer  tan  principal 
y  ser  lugar  tan  pequeño. 

Antes,  por  esa  razón 
sólo  te  echarás  de  ver. 
Muy  diferente  ha  de  ser 
mi  nueva  imaginación. 

¿Cómo? 

Aquí  suelen  venir 
de  Salamanca  estudiantes. 
¿Qué  estudiantes? 

Mendicantes, 
que  vienen  a  Alba  a  pedir. 

Y  de  éstos  uno  he  de  ser 
con  pobre  traje  y  vestido. 
Con  risa  te  he  respondido; 
y  bien,  ¿qué  piensas  hacer? 

Hablalla  y  vella. 

¿Y  no  más? 
Y  declararme  con  ella. 
¿Y  ese  traje  para  vella 
adonde  hallarle  podrás? 

Decio,  ese  capigorrón 
que  nos  compra  de  comer, 
vino  a  las  fiestas  ayer 


64 


EL    DOMINE   LUCAS 


Alb. 
Flo. 


Alb. 
F1.0. 
Alb. 


y  hoy  le  he  visto  en  el  mesón . 

Entra,  Alberto,  por  tu  vida, 
y  a  la  plaza  le  enviarás. 
¿Quieres  roballe? 

No  inás 
de  la  sotana  raída, 

el  ferreruelo  y  sombrero. 
Entro,  pues. 

Entra  y  no  tardes. 
Si  sale,  no  te  acobardes, 
que  darle  esta  espada  quiero 


(Tase.) 
Flo. 
Si  Amor  sus  flechas  y  el  infierno  el  fuego, 
perdido  hubieran,  de  mi  pecho  ardiente, 
para  matar  y  atormentar  la  gente. 
fuego  y  flechas  sacar  pudieran  luego. 

Y  si  a  Neptuno,  que  en  mi  llanto  anego, 
faltara  el  agua  y  la  inmortal  corriente, 
hallara  nuevo  mar  en  la  gran  fuente 

de  lágrimas,  que  ya  me  tienen  ciego. 

Y  si  al  áspid  soberbio  e  iracundo 
faltara  la  ponzoña  de  su  aliento, 

la  hallara  de   mi   pecho  en   lo   profundo. 

Y  si  faltara  al  ave  su  elemento, 
con  mis  suspiros  sustentara  el  mundo, 
que  soy  ponzoña,  fuego,  mar  y  viento. 

(Sale  Decio,  capigorrón,  con  utta  sotanilla  muy  raída 

y  otra  hecha  pedazos,  debajo,  y  un  mal  sombrero  y  mal 

ferrerv.elo.) 

Dec.  ¡Qué  hora  para  enviar 

a  mi  forastero  a  la  plaza! 

Flo.  \'il  resolución  y  traza 

me  manda  amor  intentar. 
Decio  es  éste. 

Dec.  Estaba  loco 

hombre  que  tal  enviaba; 
mas  yo  que  salí,  lo  estaba, 
no  siendo  el  peligro  poco. 

¿A  quién  he  de  preguntar? 
que  no  hay  un  hombre  en  el  suelo 
ni  una  estrella  en  todo  el  cielo 
por  (luien  me  pueda  guiar. 

Pues  yo  soy  muy  animoso, 
no  hay  .sombra  que  no  me  asombre 
con  imaginar  que  es  hombre — 
¡N'álganie  Dios  ¡K^leroso! 

Hele  aquí  puesto  delante, 
o  que  de  arriba  cayó. 

Flo.  <  Qué  gen  te? 

I^KC.  ¡Díjelo  yo.! 


Flo.  ¿Qué  gente? 

Dec.  Un   pobre   estudiante. 

Flo.  ¿Estudiante?    ¿de  a   do  bueno? 

Dec.  Salmanticense,  señor. 

Flo.  Sosegaos,  no  hayáis  temor, 

y  cubrios,  que  hace  sereno. 
Y  es  para  el  cerebro  malo. 
Dec.  Tiene  razón  en  verdad. 

Flo.  iQiiam  artem;  qué  facultad? 

Dec.  Con  el  latín  me  regalo, 

ya  voy  cobrando  el  aliento; 

«Logicam  audio  et  sum  ego 

Compostellan  us.» 
Flo.  ¿Gallego;^ 

Dec.  «.Máxime. :> 

Flo.  Gracioso  cuento; 

¿a  qué  habéis  aquí  venido? 
Dec.  líVeni  ad  agitandoz  tauroso 

con  otros  dos  bacalauros 

que  los  habernos  corrido. 
Flo.  ¿Servís? 

Dec.  Al  hombre  más  ruin 

que  tiene  toda  la  Europa: 

testigo,  esta  pobre  ropa. 
Flo.  ¿y  de  qué? 

Dec.  Curo  un  rocín 

y  compro  lo  que  manduca. 
Flo.  ¿y  dónde  está? 

Dec.  En  el  lugar. 

Flo.  ¿a  qué  ha  venido? 

Dec.  a  acabar 

un  padre  que  ya  caduca. 
Flo.  ¿De  dónde  es? 

Dec.  Es  de  .Madrid. 

Fi,o.  ¿Es  caballei'o? 

Dec.  Eso  es  llano; 

sino  que  siendo  un  villano, 

presume  venir  del  Cid. 
Flo.  ¡a  buen  mozo,  por  mi  vida, 

doy  de  comer  y  salario! 
Dec.  Si  no  soy  más  necesario, 

«da  veniamf)  que  me  despida, 
«quia  vado»  jjor  pasteles, 

cí  «ad  iabernam  ciimo  bota. 
F1.0.  Iréis  la  cabeza  rota. 

Dh;c.  Deten  tus  manos  crueles, 

(jue  yo  110  tengo  tesoros. 
Flo.  Arrojíid  luego  la  capa. 

Dec.  Si  de  ésta  el  cielo  me  e.scapa,  (Ap.) 

nunca  más  Alba  a  ver  toros. 
Flo.  Quítese  la  sotanilla 

y  el  .sombrero. 
Dec.  Que  me  place; 


ACTO    PRIMERO 


65 


¿pero  de  qué  intento  nace, 
siendo  tan  mala,  el  pedilla? 
¡Ea!,  declare  si  es  dudus». 
Flo.  Camine,  capigorrón. 

Dkc.  ((Nuduso  salí  dú  mesón, 

eí  oilluc  reyertar  iiudns». 
(  Vase.) 
Fl,o.  No  se  ha  negociado  mal, 

pues  son  estos  los  despojos 
que  han  de  llevarme  a  los  ojos 
de  aquel  ángel  celestial. 

Otros,  para  ver  sus  damas, 
sacan  libreas  costosas 
en  las  cubiertas  vistosas, 
manifestando  sus  llamas. 
Ponen  morado  de  amor 
y  nácar  de  crueldad, 
carmesí  de  voluntad 
y  pajizo  de  temor. 

Y  yo,  con  tanta  firmeza, 
pongo  a  la  luz  de  mi  espejo 
un  vestido  negro  y  viejo, 
porque  es  vieja  mi  tristeza. 

Pero  es  bien  que  el  alma  mía 
con  algún  consuelo  quede, 
que  de  esta  tristeza  puede 
salir  después  mi  alegría. 

Vamos,  pues,  que  hasta  su  vista 
ha  de  durar  mi  tristeza, 
que  si  es  cielo  la  pobreza, 
hasta  los  cielos  conquista. 

(Vase   Floriano    con    el    vestido;    salen    I.eonarda   y 
Lucrecia,  damas.) 

Luc.  Al  fin,  ¿no  le  viste  bien? 

Leo.  Digo  que  entonces  le  vi, 

y  que  fué  milagro  en  mí 

y  rayo  su  luz  también. 
Luc.  ¿Que  te  ha  enamorado? 

Leo.  No. 

Luc.  ¿Pues  qué? 

Leo.  Bien  me  ha  parecido. 

Luc.  De  eso  mi  parte  he  tenido, 

que  también  tengo  alma  yo. 
Leo.  ¿Eso  me  dices?  Presume 

que  le  he  de  solicitar, 

que  tengo  de  confesar 

que  me  abrasa  y  me  consume. 

Y  estará  muy  en  mi  mano, 
pues  en  Salamanca  vivo. 

Luc.  Tu  propósito  concibo, 

pero  es  pensamiento  vano. 
Que  mi  padre  te  ha  traído 


Leo. 
Luc. 


Leo. 


Luc. 
Leo. 


Luc. 
Leo. 
Luc. 


Leo. 
Luc. 


Leo. 

Luc. 
Leo. 

Luc. 


a  que  Rosardo  te  vea, 
en  razón  de  que  desea... 
¡Dilo! 

Hacerle  tu  marido. 

Y  esto  está  medio  tratado 
y  no  te  podrás  volver, 
que  ha  de  quedar,  dijo  ayer, 
escrito  y  efetuado. 

¿No  se  ha  de  hacer  con  un  sí, 
y  aqueste  yo  le  he  de  dar? 
Pues  quiérosele  negar 
y  podré  librarme  así. 

Mudable  debes  de  ser. 
Tú  con  extremo  lo  eres, 
pues  hoy  a  un  extraño  quieres, 
queriendo  a  im  amigo  ayer. 

¿Yo  a  un  extraño? 

¿No  lo  dices? 
¿Yo  querer?  ¿por  qué  razón? 
¿qué  has  visto  en  mi  condición 
para  que  te  escandalices? 

¿He  llorado?  ¿he  suspirado? 
¿no  he  comido?  ¿no  he  dormido? 
¿en  qué  mi  honor  he  ofendido 
ni  a  mis  padres  agraviado? 

¿Qué  gracias  he  visto  en  él 
sino  que  ayer  mató  tm  toro 
con  vma  capa  con  oro, 
más  fiero  y  robusto  que  él? 

¿El  no  es  estudiante,  prima, 
y  reside  en  la  ciudad? 
Sí. 

¿Pues  qué  facilidad 
a  pretendelle  te  anima,  (Ap.) 

que  hoy  ya  se  irá,  si  ya  no  es  ido? 
Basta,  que  esta  necia  ha  dado 
en  poner  nuevo  cuidado 
adonde  yo  le  he  tenido. 

Que  yo  sé  que  es  Floriano 
y  viene  al  lugar  por  mí, 
amique  jamás  lo  entendí 
de  su  lengua  ni  su  mano. 

Pero  selo  de  sus  ojos, 
que  hablan  y  escriben  más. 
Tratando  acaso  estarás 
darme  ocasiones  de  enojos. 

¿Yo?  ¿y  cómo? 

Dando  a  mi  tío 
de  mis  desatinos  cuenta. 
Quien  así  mi  amor  afrenta, 
no  debe  de  ver  que  es  mío. 

Digo  que  saber  quisiera 
nuevas  de  ese  hombre  que  darte. 


XII 


66 


EL   DÓMINE  LUCAS 


Leo. 


Ful. 

lAC. 

Leo. 
Fltl. 
Leo. 
Ft-L. 
Leo. 

FiL. 


Leo. 
Ful. 

Flo. 
Luc. 


Flo. 
Ful. 


Luc. 
Ful. 


(Sale 

FlX). 
Ful 


FlX) 


Sólo  eso,  laicrecia,  es  parte 
para  que  ya  no  le  quiera. 

Yo  le  dejo  desde  ahora, 
porque  nunca  ima  mujer  . 
más  presto  viene  a  querer 
que  aiando  liay  competidora. 

Fulgencio  viene. 

(Sale  Fui-orNCio,  viejo.) 

Yo  sé 
cómo  esto  se  ha  de  tratar. 
¿Mas,  que  ya  te  viene  a  hablar? 
Lucrecia,  ¿qué  le  diré? 

¿Sobrina? 

Tío  y  señor. 
Sólo  a  buscarte  he  venido. 
Ya  la  ocasión  he  sabido 
)'  que  me  has  hecho  favor. 

Deseo  de  tu  remedio 
es,  Leonarda,  mi  intención, 
que  la  presente  ocasión 
apenas  se  pone  en  medio; 

que  con  ser  hija,  no  sé 
si  esto  a  Lucrecia  deseo. 
En  la  nobleza  lo  veo, 
que  de  la  tuya  heredé. 

Rosardo,  que  ya  conoces... 

(Llama  Floriaxo  a  la  puerta.) 

¿Quién  está  acá? 

¡Qué  importiuio! 
Al  fin,  Rosardo,  que  es  hombre 
de  grande  linaje  y  nombre. 
¿Quién  está  acá? 

¿Xo  hay  alguno 

que  responda  en  esa  casa, 
algún  criado  o  la  gente? 
Ya  es  ido  el  impertinente; 
señor,  adelante  pasa. 

Digo,   pues,   que   te   ha   pedido 
por  nmjer  este  Rosardo, 
que,  como  ves,  es  gallardo, 
muy  rico  y  muy  bien  nacido. 

Tríijete  de  Salamanca, 
para  que  viniendo  aquí... 

FloRI'íKO  con  Vy^  vfxliJo^  que  quttó  al  capiccrrón.) 

¿Quién  está  acá? 

¿.\(j  hay  ahí 
quien  dé  a  ese  pobre  una  blanca? 

Rntrá,    hermano,    ejitrá   en   buen 
veamos  qué  nos  queréis.  (hora, 

¿Quién  sois? 

Va,  señor,  lo  veis 


el  que  vuestro  auxilio  implora: 
Pauper  scolasticus 

que  pide  un  poco  de  pan. 
Ful.  Aguardad,  dároslo  han; 

¡qué  importuno  sois,  Jesús! 
Ve  tú  por  ello. 
Luc.  Yo  voy. 

Ful.  ¡Qué  importuno  sois,  hermano! 

Flo.  Con  pan  de  tan  bella  mano, 

por  hoy,  satisíedio  estoy. 
Cri.  Rosardo  está  en  el  jardín, 

que  viene  a  hablarte,  señor. 
Ful.  Que  suba  será  mejor, 

pero  turbaráste  al  fin; 
vo}'  y  estarás  advertida, 

di  que  luego  subirá. 
Luc.  A  ver  a  mi  muerte  va. 

Flo.  Y  yo  espero  ver  mi  vida. 

Leo.  Quiero  irme  a  componer, 

ya  que  aqueste  ha  de  subir; 

que  más  quisiera  morir 

que  haberle  de  hablar  y  ver. 

(Vanse;  queda  Ft.ori.\no  solo.) 

Flo. 

Amor,    tiempo,    ocasión,   fortiuia,    cielo, 
veisme  aquí  pobre,  que  el  sustento  pido; 
amor  me  dio  el  sujeto  enriquecido, 
en  cuyas  alabanzas  me  desvelo. 

El  tiempo  me  dio  tiempo,  y  con  su  vuelo 
esta  ocasión  presente  me  ha  ofrecido; 
si  la  fortuna  me  ha  favorecido, 
¿quién  debe  al  cielo  lo  que  yo   en   el  suelo? 

Eché  la  hacienda  por  salvar  la  vida 
en  tu  piélago,  amor,  y  llegué  al  puerto 
pidiendo  como  pobre  la  comida. 

Ya  de  la  vida  estoy  seguro  y  cierto, 
¿qué  milagro  me  queda  que  te  pida 
después  de  haberle  dado  vida  a  un  muerto? 

(Falc  I.Tt'Ri:ci.'>.) 
Luc.  ¡Hola,  hermano! 

I^Xo.  Mi  señora. 

Luc.  ¿Estáis  ahí? 

Flo.  ¿No  lo  ve? 

No  puedo  mover  el  pie, 

ni  luera  posible  ahora. 
Luc.  ¿Estáis  enfermo? 

Flo.  Mortal. 

Luc.  ¿Pues  no  se  os  echa  de  ver? 

Flo.  No  lo  (juerer  entender 

tengo  por  mala  señal. 
Luc.  Tomad,  dómine. 


.\CT0    PRIMERO 

Fi,o. 

¿Sabéis 

que  señor  quiere  decir? 

Luc. 

Luc. 

Sélo. 

Flo. 

FXo. 

A  quien  ha  de  servir 
¿vos  señor  llamar  queréis? 

Por  buen  agüero  lo  tomo, 
y  ese  nombre  he  de  llamarme, 
que  vos  podéis  confirmarme. 

Lrc. 

Comeos  el  pan. 

F1.0. 

Ya  lo  como. 
Y  mejor  diré  lo  beso, 
porque  es  tan  bendito  el  pan. 

que  alma  y  cuerpo  comerán 

Luc. 

de  la  dulzura  del  beso. 

Flo. 

Luc. 

¿Vino  ayer  de  la  ciudad? 

Luc. 

F1.0. 

Vine,  aunque  no  vi  la  fiesta, 
por  lo  que  ya  me  molesta 
tan  áspera  enfermedad. 

Flo. 

Luc. 

¿Qué  es  su  mal? 

Fi,o. 

Calor  es  todo. 

Luc. 

¿Del  hígado? 

F1.0. 

Cerca  está. 

Luc. 

¿No  hay  remedio? 

Fi,o. 

Algimo  habrá. 

Luc. 

Pues,  cúrese. 

F1.0. 

¿De  qué  modo? 

Luc. 

Hablando  al  médico. 

Flo. 

Es  rico. 

Luc. 

¿Y  vos? 

Luc. 

Fuo. 

Pobre  por  extremo. 

Luc. 

Xo  importa. 

Flo. 

Flo. 

Eso  sólo  temo. 

Luc. 

¿Moriréis? 

Flo. 

Remedio  aplico. 

Luc. 

¿Cómo? 

Flo. 

Que  jarabes  tomo. 

Luc. 

Ya  es  principio. 

Flo. 

Buenos  son. 

Luc. 

¿Pues  qué  os  duele? 

Luc. 

Flo. 
Luc. 

El  corazón. 
Comeos  el  pan. 

Flo. 

Ya  lo  como. 

Luc. 

Notable  es  el  estudiante, 
¡qué  buena  cara  que  tiene! 
¡ah,  dómine! 

Flo. 

Ya  se  viene, 
amor  camina  adelante. 

Luc. 

¿Sois,  acaso,  bien  nacido? 

Flo. 

Sí,  en  verdad;  pero  quedé 

sin  padre;  al  fin,  me  apliqué 

Flo. 

a  las  letras,  que  he  seguido. 

Que  me  cuestan  lo  que  veis; 

porque  si  oficio  aprendiera, 

; 67^ 

menos  trabajo  tuviera. 
Hombre  honrado  parecéis. 

Dios  se  lo  pague  y  le  dé 
entero  conocimiento; 
lo  que  más  ahora  siento 
es  que  tan  sin  él  esté. 

En  verdad,  que  conocí 
a  mi  padre  con  criados, 
que  viven  ahora  honrados 
con  la  hacienda  que  perdí. 

Y  aun  he  visto  im  mayordomo 
con  no  poca  prestmción. 

No  lloréis. 

Es  condición. 
Comeos  el  pan. 

Ya  lo  como. 

Y  creed  que  ya  prevengo, 
con  esta  epítima  rica, 

la  medicina  que  aplica 

el  tiempo  al  dolor  que  tengo. 

Es  propiedad  del  veneno 
irse  luego  al  corazón, 
y  así,  en  aquesta  ocasión, 
va  el  pan  de  lágrimas  lleno. 

Por  que  la  purga  le  mueva, 
siempre  se  mezcla  con  él; 
y  así,  por  que  vaya  a  él, 
este  pan  lágrimas  lleva. 

¿Estudiáis  Filosofía, 
o  qué  es  aquesto  que  habláis? 
Para  que  el  alma  entendáis, 
hablar  romance  querría. 

Pero  si  aquí  no  hay  lugar, 
porque  no  digáis  que  he  sido 
ingrato  al  pan  que  he  comido, 
el  pan  os  quiero  pagar. 

¿Tenéis  algún  dolorcillo 
o  alguna  secreta  falta? 
Bueno,  la  pregunta  es  alta; 
pero  no  me  maravillo. 

Quizá  el  dómine  tocó 
un  paso  de  Celestina, 
en  que  da  esta  medicina 
a  otra  Lucrecia  cual  yo. 

De  lo  que  es  secretas  faltas, 
no  tengo  qué  confesar; 
lo  que  es  dolor,  me  hace  dar 
muchas  veces  voces  altas, 

porque  me  duelen  las  muelas, 
¡Alabado  sea  el  Señor, 
y  más,  con  tanto  favor 
como  ahora  me  revelas! 

Que  como  si  lo  supiera. 


68 


EL    OOMINK   LUCAS 


Luc. 
Flo. 


I.UC. 

Flo. 


Luc. 
Fto. 
Luc. 


Flo. 

Luc. 
Flo. 

I.uc. 

Flo. 


Luc. 
Flo. 
Luc. 


traigo  una  oración  escrita 
de  aquella  Santa  bendita 
que  es  su  abogada  primera. 

¿Es  Santa  Polonia.' 

Sí; 
V  como  aquesta  recéis, 
salvoconducto  tendréis 
que  no  os  duelan  más  que  a  mí. 

¿Sabéis  leer  y  escribir? 
¿No  basta  saber  leer.' 
Para  ser  noble  mujer, 
qué  os  falta  os  puedo  decir. 

Hablad  A-uestro  padre  hourado, 
que,  si  queréis,  yo  estaré 
en  casa,  y  os  mostraré 
a  leer  latín^  y  tirado. 

Yo  entiendo  que  él  gustará; 
y  yo,  amigo,  en  grande  extremo. 
¡Oh,  amor!  ¿Qué  dudo?  ¿qué  temo?' 
Todo  de  mi  parte  está. 

Pues  estáis  enfermo,  ansí 
no  os  vais,  que  aquí  comeréis, 
y  mientras  le  hablo,  podréis 
iros  a  sentar  allí. 

Que  él  es  tan  caritativo, 
que  os  hará  limosna  y  bien. 
Dadme  vos  los  pies  también, 
por  la  merced  que  recibo. 

¿Cómo  os  llamáis? 

Yo,  señora, 
Lucas. 

Idos  a  sentar, 
Lucas,  yo  os  haré  llamar. 
¡Oh,  prenda,  que  el  alma  adora! 

¡Oh,  pan,  oh,  esperanza  mía! 
¡Oh,  dichoso  fingimiento! 
¡Qué  cara,  qué  entendimiento! 
.\lma,  esfuérzate  y  porfía. 

¡I,o  que  ha  jxxlido  moverme! 
I-'l  trae  carta  de  favor, 
jxjrque  es  gran  despertador 
de  la  voluntad  que  duerme. 

¡Qué  buena  presencia  tiene! 
Seguramente  camina, 
jxjrque  parece  que  inclina 
y  que  a  los  ojos  le  viene. 

Quiero  la  oración  leer 
de  aquella  bendita  Santa; 
lo  que  es  la  entrada  me  espauta, 
más  prosa  debe  di-  ser. 


(<  arl'i.} 
«No    lie    tenido 


Ros. 


Ful. 


Luc. 

Ful. 
Ros. 


atrevimJL-nto    de- 


descubrir  mi  pecho,  con  el  temor  de 
mi  bajeza  y  tus  méritos;  basta  que 
la  enfermedad  ha  sido  de  muerte, 
y  tan  forzoso  el  último  remedio,  que, 
por  ventura,  por  no  perdella  del 
todo,  te  escribo  que  soy  Floriano.  y 
que  por  tu  ocasión  he  venido  a 
aquestas  fiestas  a  aventurar  la  vida, 
porque  no  la  estimo  hasta  saber  si 
me  la  deseas;  la  tuya  guarde  el  cie- 
lo, para  que  me  la  quites  o  me  la 
des,  que  en  tales  manos  todo  es 
vida.» 

Extremada  es  la  oración 
y  el  remedio  singular, 
y  podría  aprovechar 
dicha  con  buena  intención. 

¡Qué  discreto  es  Floriano 
en  el  tercero  que  envía! 
¡qué  santidad  que  fingía 
hasta  ponerla  en  mi  mano! 

Basta,  que  de  aqueste  oficio 
dejó  Celestina  nietos, 
y  no  con  menos  efetos, 
para  engañar  el  juicio. 

Aquí  no  hay  que  resistir: 
Floriano  es  caballero, 
yo  le  adoro  y  por  él  muero; 
¡qué  gran  falta  el  no  escribir! 

Pero  pues  prüicipios  tengo, 
este  hombre  me  ha  de  enseñar. 

(Sale  Fulgencio  y  Ros.^rdo.) 

De  quererlo  dilatar, 
Fulgencio,  enojado  vengo. 

Que  parece  que  a  mi  amor 
no  es  buena  correspondencia, 
después  de  tan  larga  ausencia 
desvanecerme  el  tavor. 

Fáltaos  en  eso  razón, 
pues  sabed  que  os  quiere  bien; 
pero  hay  nuijercs  también 
de  esta  esquiva  condición. 

Que  hay  alguna  que  si  in\\ú 
la  tratasen  de  marido, 
sin  haberle  conocido, 
dirá  treinta  veces  .sí. 

¿Luciecia? 

¿Xo  seré  yo 
poi  <juicii  e.so  vas  diciendo? 
Bien  sabes  que  no  te  ofendo. 
Todo  en  esta  casa  es  no. 

Vos  decís  que  no  habéis  sido 


ACTO    PRIMERO 


69 


ri'i. 


Res. 

Ful. 
Ros. 


y  VI.. 


Ros. 


Ful. 
Ros. 
Ful. 


Ros. 
Fui,. 
Ros. 


quien  este  trato  tenéis 
y  vos  que  no  la  ofendéis. 
Ni  Leouarda  te  ha  ofendido, 

que  este  no  yo  le  aseguro, 
y  aquel  sí  no  la  ha  engañado; 
de  vos  estoy  agraviado 
y  de  Leonarda  seguro. 

Que  ella,  en  esta  dilación, 
ha  hecho  como  mujer. 
Y  vos  debéis  de  volver 
por  vuestra  buena  opinión. 

¿En  qué  con  vos  la  perdí? 
En  que  este  pago  me  den 
las  esperanzas  del  bien 
de  aqueste  negado  sí. 

Que  por  vos  asegurado, 
me  he  atrevido  como  necio 
hasta  llegar  al  desprecio 
del  no  cierto  y  sí  negado. 

Fuera  justa  vuestra  queja, 
Rosardo,  si  os  prometiera 
lo  que  en  mi  poder  tuviera, 
puesto  que  os  ama  y  no  os  deja. 

Pero  si  esta  dilación 
es  honesto  proceder, 
¿en  qué  se  puede  ofender 
vuestro  honor  y  mi  opinión? 

Con  Lucrecia,  que  es  mi  hija, 
y  de  quien  disponer  puedo, 
y  donde  respeto  y  miedo 
sufren  que  la  mande  y  rija, 

hoy  podréis  quedar  casado, 
cumpliendo  mejor  así 
esa  palabra  que  os  di. 
Es  cumplimiento  excusado. 

IvO  que  ella  no  ha  de  acetar, 
Fulgencio,  me  prometéis. 
¿Por  qué  no,  si  vos  queréis? 
¿Eso  es  cumplir  o  engañar? 

Dadme  esa  mano,  Rosardo, 
de  hacer  este  casamiento, 
y  veréis  si  es  fingimiento. 
¿Cierto? 

Cierto. 

¿Pues  qué  aguardo, 

que  ya  el  amor  de  Leonarda 
se  acabó  con  su  desdén, 
y  con  ser  mayor  el  bien 
que  de  Lucrecia  me  aguarda? 

¿Pero  cómo  he  de  poder 
desenojar  a  Fabricio 
y  dar  tan  contrario  indicio 
de  mi  hidalgo  proceder? 


Luc. 
Ful. 


Ros. 


Luc. 
Ros. 


Ful. 
Luc. 


Luc. 
Ros. 


Luc. 


Mas  también  es  grande  error, 
cuando  tcuo  es  falsedad, 
guardar  a  nadie  lealtad, 
y  más  de  interés  de  amor. 

Mujer  y  diez  mil  ducados, 
¿a  quién  no  disculparán? 
Que  por  menos  que  esto,  están 
mil  necios  desengañados. 

Señor,  la  palabra  vuestra 
no  es  quien  os  ha  de  obligar 
a  quererme  ahora  dar 
de  quien  soy  tan  clara  muestra. 

Si  acaso  igual  os  parezco 
a  vuestra  imaginación, 
para  tan  alta  ocasión 
humildemente  me  ofrezco. 

Que  yo  no  os  quiero  forzado, 
sino  voluntario  en  esto. 
¡Airado  cielo!,   ¿qué  es  esto? 
Por  todo  estoy  obligado. 

Y  si  la  palabra  dada 

no  cumplió  la  prenda  ajena, 
la  propia  obligó  a  la  pena 
como  fianza  pagada. 

Que  en  esto  tengo  poder 
como  en  propia  hacienda  mía. 
Pues,  señor,  desde  este  día 
es  Lucrecia  mi  mujer. 

¿Cómo  no  me  dais  la  mano? 
Detened  la  vuestra  un  poco. 
Juzgado  me  habréis  por  loco 
o,  por  lo  menos,  liviano; 

mas  mirad  vuestro  valor 
en  cuanto  a  Leonarda  excede^ 
y  veréis  que  le  concede 
bastante  disculpa  amor. 

¿Has,  por  ventura,  entendido 
que  es  esta  mi  voluntad? 
No  tienes  dificultad 
para  ser  obedecido, 

que  eres  mi  padre,  en  efeto; 
pero  yo  sé  de  Leonarda 
que  este  casamiento  aguarda 
y  ama  a  Rosardo  en  secreto. 

Y  como  ella  no  lo  impida 
ni  diga  que  está  quejosa, 
yo  digo  que  soy  su  esposa. 
Justa  respuesta. 

Escogida. 
Yo  sé  que  dirá  que  sea, 
sin  impedillo  jamás. 
Pues  yo  no  pretendo  más 
de  ver  que  no  lo'Üesea. 


70 


EL   DOMINE   LUCAS 


Ros.  Pues  vámosla  a  hablar. 

Ful.  Partamos. 

(l'asc  Ros.vRDo.) 
Luc.  \Oje,  señor! 

Flt..  íQu^  í^^  quieres? 

Luc.  Bien  es  que  nobles  mujeres 

firmar  y  escribir  sepamos. 

Aquel  enfermo  estudiante 
que  ayer  limosna  pidió, 
a  enseñarme  se  ofreció 
mientras  no  pasa  adelante. 

En  fin  (i),  el  mal  le  detiene, 
permítele  que  se  cure 
y  que  enseñarme  procure. 
Pl'L.  A  extremado  tiempo  viene. 

Denle  en  casa  un  aposento 
donde  se  pueda  curar. 
LüC.  ¿Y  en  el  nn'o  podrá  estar? 

Ful.  Podrá,  si  te  da  contento. 

(Vase.) 

Luc.  Confusa  y  turbada  estoy, 

entre  dos  extremos  puesta, 
si  dijese  mi  (2)  respuesta 
que  ya  de  otro  dueño  soy. 

Consentiré  lo  tratado. 
¿Tal  dije?  ¿en  mi  lengua  cupo 
co.sa  que  el  alma  no  supo? 

(Sale  Flori.\no.) 

Flo.  ¿Pues  qué  habernos  negociado? 

¿Hame,  señor,  recibido, 

o  ya  de  casa  me  voy? 
Ltj'C.  ¡Oh,  Lucas,  muriendo  estoy! 

Flo.  ¿Vos,  de  qué? 

Luc.  Pierdo  el  sentido. 

Flo.  ¿No  se  mitigó  el  dolor 

con  esa  oración  que  os  di? 
Luc.  Cuando  la  recé,  creí 

que  era  acabado  el  rigor. 
Y  sentí  tanto  consuelo, 

que  no  entendí  que  podía 

bajar  el  tiempo  en  un  día 

mis  esperanzas,  del  cielo. 
Porque  e.se  tu  Floriano, 

que  aquese  papel  te  dio, 

es  a  quien  le  diera  yo 

d  •  mujer  palabra  y  mano. 
Tanto  como  esto  le  quiero, 

de.sde  el  punto  que  le  vi; 

pero  ya,  triste  de  mí, 

(1)     Hartzcnbusch  corriwo  «l'iiMto». 
12)     Hartz.  «m  mi.. 


Flo. 


Luc. 
Flo. 
Luc. 

Flo. 
Luc. 
Flo. 


Luc. 

Flo. 
Luc. 
Flo. 
Luc. 
Flo. 

Luc. 
Flo. 


de  gozalle  desespero. 

Porque  mi  padre  me  fuerza 
a  dar  la  mano  a  Rosardo. 
Desde  ese  punto  acobardo 
todo  el  valor  que  me  esfuerza. 

¿Qué  oigo,  triste  de  mí? 
¿Qué  dices? 

Que  es  caso  extraño. 
Extraño  para  mi  daño, 
pero  nuevo  para  mí. 

¿Qué  es  lo  que  piensas  hacer? 
Resistir,  amique  me  mate. 
Es  este  el  primer  combate, 
y  sois,  Lucrecia,  mujer. 

¿Cómo  habéis  de  resistir, 
si  vuestro  padre  lo  quiere? 
Resistir  cuanto  pudiere 
y  poder  hasta  morir. 

¿Es  caballero  ese  hombre? 

vSÍ. 

¿Y  es  galán? 

Por  extremo. 
Agora  de  nuevo  temo. 
¿Cómo  decís  que  es  su  nombre? 

Rosardo. 

Ya  caigo  en  él; 
a  fe,  que  es  galán  de  fama, 
y  que  tan  hermosa  dama 
se  emplea  muy  bien  en  él. 

Obedeced,  pues  es  justo, 
a  vuestro  padre,  señora, 
que  no  os  va  menos  agora 
que  tener  provecho  y  gusto. 

Que  por  ser  yo  bien  nacido, 
lo  que  es  verdad  aconsejo, 
aunque  a  I'loriano  dejo 
por  vos,  perdiendo  el  sentido. 

Pero  él  os  dirá  lo  propio, 
según  es  hombre  de  bien, 
aunque  por  quereros  bien 
parece  consejo  impropio. 

Rosardo  es  buen  caballero, 
notorio  en  este  lugar; 
con  quién  os  podéis  honrar 
mejor  (jue  de  un  forastero, 

Floriano  es  advenedizo, 
lX)bre  estudiante,   aunque  honrado, 
y  (jue  sólo  os  ha  obligado 
con  lo  (|ue  ayer  veis  que  hizo. 

Que  fué  cosa  para  vos 
bien  excusada,  en  verdad, 
y  para  él  necedad, 
si  no  la  remedia  1  )ios. 


ACTO    PRIMERO 


n 


Bueno  es  que  al  vuestro  dejéis 
por  lui  matador  de  toros: 
¿qué  respetos,  qué  decoros, 
qué  obligación  le  tenéis? 

¿Un  papel  que  os  ha  enviado 
con  un  pobre  como  yo: 
es  más  que  esto? 
Luc.  Amigo,  no; 

pero  es  mucho  haberle  amado. 

Y  este  amor  es  de  tal  suerte, 
que  ya  tu  consejo  es  vano, 
porque  en  sólo  Floriano 

está  mi  vida  o  mi  muerte. 

Y  no  digas  que  naciste 
menos  que  como  villano, 
pues  aquí  contra  Floriano 
la  amiga  lengua  moviste. 

Yo  tem'a  negociado 
que  os  quedásedes  aquí; 
pero  pues  sois  contra  mí, 
ya  me  habéis  desobhgado. 

No  estaréis  en  casa  vm  punto; 
a  la  de  Rosardo,  hermano, 
que  aquí  vive  Floriano 
y  Rosardo  está  difunto. 

¡Con  qué  suspensión  y  calma 
me  reprehende  el  grosero! 
¡Por  cierto  gentil  tercero, 
para  fialle  mi  alma! 

¿De  Floriano  dice  mal, 
que  no  hay  en  la  corte  dama 
que  no  le  quiera  por  fama 
y  porque  no  tiene  igual? 

Pártete  de  mi  presencia, 
aunque  descubráis  el  caso. 
Flo.  Domina,  domina,  paso, 

que  es  esta  mucha  licencia. 
Luc.  ¿Cómo,  no  os  puedo  yo  echar? 

Fi,o  Detened,  mi  bien,  la  mano, 

porque  echáis  a  Floriano 
de  su  dichoso  lugar. 

Yo  soy  el  que  os  ha  querido, 
y  aquel  vuestro  esclavo  soy, 
de  quien  el  alma  que  os  doy 
os  habla  el  mejor  sentido. 

Yo  aquel  que,  siempre  callando, 
hablé  tanto  con  los  ojos, 
para  que  en  un  mar  de  enojos 
se  vaya  el  alma  anegando. 

Que  este  enemigo  suceso 
que  así  de  casaros  trata, 
poco  haré  si  no  me  mata 
después  de  quitarme  el  seso. 


Ya  estoy  aquí,  ya  llegué 
a  lo  más  que  pretendí; 
de  la  tempestad  salí 
y  en  el  puerto  me  anegué. 

Pluguiera  a  Dios  que  muriera 
entre  aquellas  ondas  bravas, 
dulce  amor,  que  levantabas 
fiero  olvido,  ausencia  fiera. 

Y  no  ahora,  que  en  el  puerto 
me  veo  favorecido, 

cierto  de  mi  bien  perdido 
y  de  mi  remedio  incierto. 
IvUC.  Floriano:  a  quien  ha  visto 

tantas  pruebas  de  mi  fe, 
poco  importa  que  las  dé 
con  el  llanto  que  resisto. 

Huélgome  que  hayas  probado 
los  quilates  de  aquel  oro, 
con  cuyo  valor  te  adoro, 
y  su  fineza  tocado. 

Y  pues  ya  no  hay  que  decir 
más  de  lo  que  visto  has, 

o  tú  mi  esposo  serás 
o  tú  me  verás  morir. 

Mi  padre  qviiere  curarte, 
siendo  tú  el  médico  mío, 
porque  de  mi  desvarío 
eres  medicina  y  parte. 

Aquí  tendrás  aposento, 
y  aun  dos  creo  que  tendrás, 
porque  en  mi  alma  estarás 
para  su  huésped,  de  asiento. 

Y  pues  que  tiempo  tenemos 
para  contar  nuestras  cosas, 
de  las  que  son  sospechosas 
las  ocasiones  quitemos. 

Créeme  que  estoy  corrida 
de  no  te  haber  conocido, 
aunque  es  más  culpa  el  vestido 
que  el  ser  yo  desconocida; 

que  ya  el  alma  me  avisaba, 
si  yo  creer  la  quisiera; 
pero  de  cualquier  manera 
en  tu  pensamiento  estaba. 

Ya  es  hora  de  ir  a  comer; 
apercibe  tinta  y  pluma, 
que  habemos  de  hacer  la  suma 
de  un  infinito  querer. 

Que  esta  ha  de  ser  la  cubierta 
coa  que  podremos  hablar. 
Flo.  Dame  esos  pies  a  besar, 

gloria  de  mi  cielo  abierta, 

a  cuyo  sol,  desde  hoy. 


72 


EL   DOMIXE   LUCAS 


ofrezco  un  águila  nueva, 
que  en  esos  rayos  se  prueba 
para  conocer  quién  soy. 

Pues  espacio  me  prometes, 
no  quiero  aliora  cansarte, 
mas  solamente  avisarte 
que  el  casamiento  no  acetes, 

que  yo  te  daré  invención 
con  que  los  burles  a  todos. 

Iax.  Cuando  falten  nuevos  modos, 

morir  es  resolución. 

Flo.  Vivirás,  pues  que  yo  espero 

gozarte  con  mucho  gusto. 

Luc.  Muy  bien  sabe  el  cielo  justo 

que  eres  mi  amor  verdadero. 

Flo.  Estaré  este  tiempo  en  calma. 

Luc.  Va  aperciben  la  comida. 

Flo.  ¡Adiós,  Lucrecia  querida! 

Lrc.  ¡Adiós,  dómine  del  alma! 


ACTO  SEGUNDO  DEL  DÓMINE  LUCAS 
(Salen  I.eonarda  y  l.vcnr.ciA,  dantas.) 

Leo.  X'uelve  a  decir,  por  mi  vida, 

amada  prima,  ese  cuento. 

Luc.  ¿Cuento? 

Leo.  ¿Pues  no  es  fingimiento.^ 

Luc.  ¿Yo  fingida? 

Leo.  Tú  fingida. 

Luc.  ¿Porqué? 

Leo.  Por  darme  a  entender 

que  Floriano  estaba  aqm' 
y  viene  a  pedirme  a  mí 
a  Fulgencio,  por  mujer. 

Luc.  Ivconarda,  yo  no  le  he  visto, 

pero  dicen  que  ha  llegado 
de  liidalgos  acompañado, 
que  es  en  el  lugar  bienquisto. 
Y  por  mujer  te  pidió. 

Leo.  ¿Posible  es  que  fué  verdad? 

Luc.  ¿Pues  qué  e.s  la  dificultad? 

Leo.  Que  no  le  merezco  yo. 

Luc.  Deja  esa  Immildad  tan  necia. 

Leo.  ¿Quién  te  lo  dijo? 

Luc.  r'abricio, 

dándome  ba.stantc  indicio 
de  lo  que  te  estima  y  precia. 

Leo.  ,V,  prima,  fjiu-  ha  respondido? 

Luc.  Mi  padre,  de  aficionado, 

tenía  casi  tratado. 


Leo. 
Luc. 


Leo. 


Luc. 


Leo. 


Luc. 


Leo. 
Luc. 


Li:o. 
Luc. 


Dilo. 

Hacerle  mi  marido. 

Y  creyendo  que  tu  gusto 
agora  otras  cosas  trata, 

la  respuesta  le  dilata, 
y  no  con  poco  disgusto. 

Pues  llámele  dado  grande, 
digo  que  ese  es  gusto  mío, 
y  no  hay  para  qué  mi  tío 
en  hacienda  ajena  mande. 

Que  si  el  yenio  le  contenta 
y  le  quiere  para  sí, 
Floriano  me  qixiere  a  mí. 
Codicia  el  talle  y  la  renta. 

Pero  yo  te  quiero  tanto, 
que  no  te  le  he  de  quitar. 
¿Quién  ha  de  poder  turbar 
lo  que  ordena  el  cielo  santo? 

El,  que  quiere  que  Floriano 
sea  mi  esposo,  ya  lo  es. 
Digo  que  luego  le  des 
la  fe,  la  palabra  y  mano. 

Que  a  mí  me  sirve  Fabricio, 
de  quien  yo  seré  mujer; 
mas  también  ha  de  entender 
que   te   hago   en   esto   servicio. 

Y  así,  te  vengo  a  avisar 

de  que  a  hablarte  han  de  venir 
y  con  instancia  pedir 
el  sí  que  le  has  de  negar. 

Y  mira  lo  que  te  quiero, 
que  su  traición  te  declaro. 

¡Oh,  traza  de  ingenio  raro,  {Ap. } 
qué  bien  engañarte  espero! 

Todo  cuanto  digo  aquí, 
Floriano  lo  ha  trazado, 
y  es  mi  enredo  extremado 
para  que  él  me  goce  a  mí. 

¿Y  qué  traición  puede  haber? 
Han  concertado  venir 
con  Rosardo,  a  concluir 
que  quieras  ser  su  mujer. 

Y  detrás  de  este  aposento 
hacer  que  esté  Floriano, 
para  que  tenga  por  llano 
que  tratan  su  casamiento. 

Y  como  dirás  de  no 
a  Rosardo,  claro  está 
que  por  sí  lo  entenderá. 
-Ansí  pues,  .sí  diré  yo, 

desde  una  hasta  mil  veces. 
Pues  eso  es  lo  que  lias  de  hacer, 
si  quieres  ser  .su  mujer, 


ACTO    SEGUNDO 


73 


ya  que  a  agiadaile  te  ofreces. 
I,F,o.  Por  el  declarado  engaño, 

darte,  prima,  el  corazón 

es  corta  satisfacción. 
I,UC.  ¡Que  a  mi  contento  la  engaño! 

Rosardo  y  Fulgencio  vienen; 

yo  aseguro  que  ya  está 

Floriano  donde  oirá 

el  pensamiento  que  tienen. 
Leo.  a  lo  menos,  el  contrario, 

porque  pienso  decir  sí. 

(Salen  Rosardo  y  Fulgencio.) 

Ful.  Como  ella  lo  niegue  aquí, 

¿qué  testigo  es  necesario 
aunque  palabra  no  hubiera? 
Ros.  Todas  las  que  yo  le  he  dado 

el  viento  las  ha  llevado; 

bien  puedes  hablarla. 
Fri,.  Espera, — 

Leonarda,  aqm'  está  Rosardo, 

a  quien  la  palabra  niegas. 
Leo.  ¡Qué  descuidado  que  llegas  (Ap.) 

de  que  3^0  engañarte  aguardo! 
Ful.  Yo  que  por  ti  se  la  di, 

si  no  te  quieres  casar, 

mi  hija  le  quiero  dar. 
Leo.  Digo  mil  veces  que  sí. 

Ful.  ¿Cómo   sí?    ¿Pues   no   decías 

que  procuraba  tu  daño? 
Luc.  (Ap. )\0h,  qué  bien  que  va  el  engaño! 
Leo.  Señor,  múdanse  los  días. 

Hoy  sale  el  sol,  y  mañana 

no  quiere  salir  y  llueve, 

y  como  el  cielo  se  mueve, 

mueve  a  esta  máquina  humana. 
Hoy  se  abomina  una  cosa 

y  mañana  causa  gusto; 

yo  he  conocido  que  es  justo 

ser,  como  digo,  su  esposa. 
Y  aquesto  respondo  aquí. 
Ful.  ¡Mirad  lo  que  son  mujeres! 

Ros.  Leonarda,  ¿en  fin,  que  me  quieres? 

Leo.  Digo  mil  veces  que  sí. 

Ros.  Mira  que  me  da  Fulgencio 

a  I/Ucrecia. 
Leo.  Ya  lo  sé, 

y  aun  esa  la  causa  fué 

para  mover  mi  silencio. 
Ful.  Bien  os  podéis  ir  de  aqm'. 

Envidia  debió  de  ser.  (Ap.) 
Ros.  ¿Confiesas  ser  mi  mujer? 

Leo.  Digo  mil  veces  que  sí. 


Ful. 
Ros. 

Ful. 


Ros.  Esto  no  tiene  rK.ms.dio. 

Luc.  ¡Qué  bravamente  la  incita!  (Ap.) 

El  la  mueve  y  solicita 

por  estar  yo  de  por  medio. — 
Ya  estaréis  desengañados 

de  que  ésta  lo  ha  de  impedir. 
Leo.  ¿Tengo  yo  más  qué  decir? 

Ros.  Hoy  pierdo  diez  mil  ducados. 

¿  Pero  qué  se  puede  hacer 

sino  acetar  la  mitad 

con  quien  muestra  voluntad 

y  quiere  ser  mi  mujer? 
Ful.  En  fin,  que  callado  habías 

para  dar  aquestas  voces. 
Leo.  Mal  las  mujeres  conoces, 

si  lo  que  aman  les  desvías. 
Celos  y  envidia  lo  han  hecho; 

vergonzosa  estoy,  adiós, 
(Vase.) 

¿Qué  decís,  Rosardo,  vos? 

Que  ha  descubierto  su  pecho. 

Y  que  es  forzoso  el  casarme. 
Pues  Leonarda  lo  procura, 
vamos  a  hacer  la  escritura, 
que  quiero  desobligarme 

de  la  palabra  que  di. 

(Vase.) 
Ya,  en  eíeto,  libre  quedo. 
Mirad  si  serviros  puedo. 

(Vase.) 

Vos  podéis  mandarme  a  mí. 

Ingeniosa  traza  ha  sido 
para  remediar  mi  daño, 
si  no  se  sabe  el  engaño 
hasta  hacerle  mi  marido. 

Y  creo  que  cierto  es, 
aimque  fuese  descubierto, 
porque  de  un  engaño  cierto 
resultan  muchos  después. 

(Sale  Floriano  con  escribanías  y  papel.) 

Flo.  ¿PZs  hora  ya  de  lición? 

Luc.  De  la  tuya  siempre  es  hora. 

Flo.  ¿Pues  qué  hay  de  nuevo,  señora? 

¿Es  cierta  mi  perdición? 
Luc.  Antes  mi  ventura  es  cierta, 

con  la  traza  que  me  has  dado. 
Flo.  ¿Que  en  mi  bien  ha  resultado? 

Luc.  La  escritura  se  concierta, 

que  aumenta  la  prisa  el  gusto; 

pero  he  quedado  celosa 

de  I^eonarda,  que  es  henuosa. 


Luc. 
Ros. 


Luc. 


74 


EL   DOMINE   LUCAS 


Fto. 

lAC. 
FLO. 


Lie. 
F1.0. 


I.IC. 


Fi/). 


Luc. 
Flo. 
Luc. 
FW). 

Luc. 
F1.0. 


Luc. 


¡Oh,  qué  pensamiento  injusto 

y  falsa  imaginación! 
Sentaos,  porque  no  entre  algmio, 
que  en  tiempo  más  oportuno 
os  daré  satisfacción. 

Dejad  vos  el  almohada, 
que  no  me  habéis  de  servir. 
Celosa  os  queréis  fingir; 
eso  de  servir  me  agrada. 

Cree  que  anda  el  alma  agora 
niás  humillada  que  el  traje; 
o  soy  grande  para  paje 
o  no  me  queréis,  señora. 

Antes,  por  lo  que  os  estimo 
y  de  rodillas  estáis. 
Diré,  si  eso  me  estorbáis, 
que  es  por  lo  que  a  vos  me  arrimo. 
Yo  estoy  bien,  y  es<^oy  tan  bien, 
que  como  fuera  inmortal, 
ni  mi  mal  temiera  mal 
ni  mi  bien  fuera  más  bien. 

Decir  que  puede  Floriano 
él  por  sí  reconocer 
la  distancia  que  ha  de  haber 
de  lo  divino  a  lo  humano. 

Sol  es  vuestro  entendimiento 
cjue  alumbra  mi  ceguedad; 
luna  vuestra  voluntad, 
por  el  fácil  movimiento. 

Que  aunque  ahora  está  creciente 
tf'ino  después  la  menguante. 
Hoy  estáis  mu}^  estudiante 
y  cerca  de  impertinente. 

Vamos  a  lo  que  hace  al  caso, 
que  yo  no  puedo  menguar, 
que  soy  luna  en  el  llorar 
y  soy  sol  cuando  me  abraso. 

Si  en  esto  os  vine  a  ofender, 
bien  es  altivo  mi  celo, 
que  estando  cerca  del  cielo 
era  forzoso  caer. 

i  Jesús!,  ¿del  cielo  caistes? 
Sí,  que  vos  sois  celestial. 
;IIaljéisos  hecho  gran  mal? 
Xo,  que  vos  me  detuvistes. 

Que  es  también  del    cielo  oficio. 
De  eso  de  escribir  tratemos. 
Aqm'  materia  tenemos, 
y  a  uií  me  la  da  Fabricio, 

que  píjr  la  calle  pasea 
mientras  escribiendo  estáis. 
Si  en  esta  materia  habláis, 
haré  yo  la  ktra  fea. 


Flo.  ¿Pues  qué,  sí  me  da  pasión? 

T,uc.  Callad,  que  ya  íne  avergüenzo. 

Flo.  Escribid,  pues. 

Lttc.  Ya  comienzo. 

Flo.  Ya  pasa. 

Luc.  Ya  eché  un  borrón. 

Flo.  Así  su  ventura  sea; 

mostrad. 
Luc.  Si  será,  pues,  mengua, 

Flc.  ¿Quitaréle  con  la  lengua? 

Luo.  No,  que  os  quedará  muy  fea. 

Flo.  ¿Por  qué,  señora?  Mostrad. 

Luc.  Dejadle,  que  así  me  agrada, 

porque  no  ha  de  estar  manchada 
lengua  que  trata  verdad. 
Flo.  ¿Ha  de  quedarlo  el  papel? 

I/UC.  ¿Pensáis  que  se  quejará? 

Flo-  Vuestra  fe  parecerá, 

que  es  tan  blanca  como  él. 

Pero  hay  en  medio  un  borrón, 
que  amaros  Fabricio  fué. 
Luc.  Otro,  por  mi  vida,  eché. 

Flo.  ¿Luego  dos  F'abricios  son? 

Ia^c.  Mancharé  toda  la  plana, 

si  me  vais  tratando  de  él. 
Flo.  Quedará  bueno  el  papel, 

y  escribiréisle  mañana. 

Que  yo  os  daré  tinta,  ¡ay,  cielos! 
Luc.  ¿Cómo? 

Flo.  Porque  estos  enojos 

la  sacarán  de  mis  ojos 
por  quintaesencia  de  celos. 
Luc.  No  lo  dais  por  poco  precio, 

si  por  mi  afición  la  dais. 
Flo.  Razón  es  que  ya  escribáis, 

que  yo  sé  que  he  andado  necio. 
Luc.  Eso,  en  estar  de  rodillas. 

Flo.  Yo  estoy  como  debo  estar. 

Luc.  Sólo  me  enseña  a  firmar, 

ya  que  de  firme  te  humillas. 
Que  estas  letras:  A,  B,  C, 
ayer  las  iba  imitando. 
Flo.  Si  las  quieres  ir  juntando, 

escribe. 
Luc.  ¿Qué  letj-a  haré? 

Flo.  ¿Quieres  escribir  tu  nombre? 

Luc.  ¿Ya  no  te  digo  que  sí? 

Flo.  Pues  toma  la  pluma  así. 

T^ibre  estoy,  mas  no  te  asombre, 
(jue  es  fuerza  locar  la  mano. 
I<UC.  Turbarásme,  si  la  tocas. 

FLf>  I A  qué  gloria  me  provocas, 

•  lelo  mío  soberano! 


ACTO    SEGUNDO 


75 


Luc.  ¿He  de  escribir  o  escuchar? 

F1.0.  Todo  lo  puedes  liacer. 

Luc.  Di  qué  letra  he  de  poner. 

F1.0.  Por  L  has  de  comenzar. 

(Escribe.) 

I.uc.  Comienzo. 

F1.0.  Una  efe  has  hecho. 

Luc.  ¿Efe?  Pues  perdona,  hermano, 

que  iba  a  poner  Floriano, 

como  le  tengo  en  el  pecho. 
Y  si  Lucrecia  quería, 

ya  todo  una  cosa  es. 
F1.0.  Deja  esa  letra,  y  después 

comienza,  por  vida  mía. 

Porque  es  uso  en  corte  nsado, 

cuando  la  carta  se  firma, 

poner  antes  de  la  firma 

la  letra  del  nombre  amado. 
Luc.  ¿Luego  la  efe  está  bien? 

Fi,o.  Extremadamente  está. 

I/UC.  La  /  he  formado  ya. 

Fi,o.  Haz  la  u. 

Luc.  Y  la  c  también. 

Fi,o.  Haz  la  r  bien,  a  fe. 

Luc.  En  mi  vida  la  escribí. 

Fi<0.  Haz  la  e. 

Luc.  ¿Está  buena? 

F1.0.  Sí. 

Luc.  El  ojo  un  poco  cegué; 

¿mas  cómo  podrá  una  ciega 

dar  ojos  a  quien  le  faltan? 
Fi,o.  Tres  letras  solas  te  faltan; 

a  esa  c  otro  punto  llega. 
Luc.  ¡Linda  letra  es  esta  i, 

que  tiene  poco  qué  hacer! 
Fi<o.  La  a  falta  por  poner. 

Luc.  ¿Está  bien? 

Fw).  Bien  está  ansí. 

Luc.  ¿Cómo  dice  aquí? 

FiyO.  Lucrecia. 

Luc.  La  firma  en  blanco  he  dejado. 

Fí.o.  Tu  castidad  has  firmado. 

Luc.  Fué  la  de  Roma  muy  necia. 

Fi,o.  Dame  el  papel,  por  tu  vida, 

que  quiero  guardar  tu  nombre 

contra  la  visión  de  un  hombre. 

(Salen  Fulgencio,   Rosardo  y   Plácido,   escribano.) 

Pi,A.  La  traza  tengo  entendida, 

y  sé  que  sois  su  tutor. 

Fui;.  Plácido,  aqm'  se  procura 

hacer  llana  la  escritura 


y  que  no  resulte  error. 
Mi  hija  está  aquí  también 

y  el  dómine  que  la  enseña. 

¡Hola,  Lucas! 
Ros.  Creo  que  sueña. 

Fl<o.  Forma  esas  letras  más  bien. 

Fui..  ¿No  ves  que  te  estoy  llamando? 

Fl<o.  Tu  padre  está  aquí,  señora. 

Luc.  ¿Hay  en  qué  te  sirva  ahora? 

Fui,.  ¿No  ves  lo  que  estoy  tratando? 

Ve  por  Leonarda,  tu  prima. 
Luc.  Ya  voy  por  ella,  señor. 

(Vase.) 


Fui,. 

Ahora  podrá  mejor 

decir  que  a  Leonarda  estima. — 

No  os  vais  vos,  que  habéis  de  ser 

de  esta  escritura  testigo. 

Pl,A. 

Vaya,  llame  a  algún  amigo. 

que  bien  será  menester. 

Flo. 

El  pastor  estaba  aquí. 

Fui,. 

¿A  qué  ha  venido? 

Fi,o. 

A  llevar 

recado  de  quesear; 

¿quieres  que  le  llame? 

Fui,. 

Sí, 

que  sólo  a  que  firme  aguardo 

lyconarda  lo  que  nos  dijo. 

para  partirme  al  cortijo. 

(Sale 

lyEONARDA  r  Lucrecia  y  vase  Floriano.) 

Leo. 

¿Yo  casarme  con  Rosardo? 

¿Quién,  prima,  lo  concertó? 

Luc. 

Tú  misma  lo  prometiste. 

Leo. 

Fué  por  lo  que  me  dijiste. 

que  no  por  quererle  yo. 

Ros. 

Leonarda  viene. 

Leo. 

He  venido 

Fui,. 


Leo. 

Ros. 
Fui,. 
Ros. 
Fui,. 
Leo. 


a  saber  lo  que  me  quieres. 
Di  que  de  Rosardo  eres 
mujer,  y  él  es  tu  marido. 

Que  ya  está  aqm'  el  escribano, 
y  firmaréislo  los  dos. 
¿He  de  casarme  con  vos, 
si  lo  estoy  con  Floriano? 

¿Cómo,  cómo? 

¿Qué   es   aquesto? 
¿Hay  locura  semejante? 
¿Quién  es  éste? 

El  estudiante. 
¿Para  qué  te  admiras  de  esto? 

¿Piensas  que  no  lo  he  sabido 
y  que  has  querido  engañarme. 


EL    DOMINE   LUCAS 


Pl,A. 


I-TL 


I.EO. 


Ros. 


Ful. 
Uc. 


Ful. 
Ros. 

I-MO. 

Ros. 

I.KO. 


Rf)S 

Ros. 
IJEo. 

k(»s. 
Lvj). 
Rf)S 


teniéndole,  para  hablarme, 
detrás  de  un  paño  escondido? 

¿Piensas,  engañoso  tío, 
darle  a  tu  hija  Lucrecia? 
Pues  cree  que  le  desprecia 
sólo  por  saber  que  es  mío. 

Xo  me  quites  mi  contento; 
con  Floriano  estoy  casada. 
I.a  escritura  es  extremada 
y  extremado  el  casamiento. 

Si  ya  con  otro  lo  está, 
¿qué  me  mandan  escribir? 
¿Xo  me  acabas  de  decir 
que  a  Rosardo  quieres  ya? 

¿Estás,  por  ventura,  loca? 
Ya  supe  vuestra  intención, 
y  no  fía  el  corazón 
las  palabras  de  la  boca. 

Escondióse  Floriano, 
y  por  eso  dije  alh' 
una  y  mil  veces  que  sí 
y  le  di  palabra  y  mano. 

¿Qué  es  esto?  ¿qué  furia  es  esta?; 
deshonra  mía,  ¿qué  dices? 
¿Cómo  ahora  te  desdices 
de  aquella  dulce  respuesta? 

¿Qué  es  esto,  enemiga  nua? 
Lucrecia,  ¿de  qué  está  loca? 
Sospecho  que  la  provoca 
alguna  melancoh'a; 

que  ella  dio  en  triste  después 
que  la  tratan  de  casar. 
Vuélvela,  Rosardo,  a  hablar, 
que  amor  o  locura  es. 

Mi  bien,  que  se  os  ha  olvidado 
cjue  vuestro  marido  soy. 
Ca.sada,  Rcsardo,  estoy, 
y  tú  dos  veces  casado. 

¿A  Lucrecia  no  te  dieron? 
¿Para  qué  vuelves  a  mí? 
Xo  me  dieron  smo  a  ti, 
o  tus  palabras  mintieron. 

Que  ya  supe  \'uestro  enredo 
p<}T  quitarme  mi  marido, 
y  cómo  estaba  escondido. 
.Quién-' 

l'loriano. 

¡Bueno  quedo! 

¿  Piensas  que  no  sé  muy  bien 
que  por  mujer  me  pidió? 
,.  Quién? 

Floriano. 

Que  soy  yo. 


Ful.  Loco  te  hará  a  ti  también. 

(Salftt  Floria.no  y  Donl.'^To,  f>aslor.) 

DoR.  Por  muchos  años  y  bucnocs 

todo  a  tu  gusto  suceda. 
Flo.  Ya  por  testigos  no  os  queda. 

Pla.  Testigos  es  lo  de  menos. 

Mirad,  señor,  que  es  locura; 

curalda,  después  se  hará. 
Ful.  De  esto  no  se  trate  ya, 

que  quiero  ponerla  en  cura. — 
Rosardo,  Lucrecia  es  vuestra; 

para  los  dos  ser\'irán 

los  testigos  que  aquí  e.stán. 

Muestra  la  mano. 
Luc.  ¿Qué? 

Ful.  Muestra. 

Luc.  Cómo  muestra,  ¿pues  no  hay  más 

de  en  faltando  dar  en  mí? 
Ful.  Esto  me  conviene  ansí. 

Si  luego  no  se  la  das, 
¡vive  Dios,  que  te...! 
Luc.  Detente, 

que  ese  término  no  es  hijo 

de  tu  valor. 
Ful.  ¿Quién  te  dijo 

que  no  es  término  decente? 
Soy  padre  y  lo  puedo  hacer. 
IvUC.  Ved  a  qué  punto  he  llegado. 

Ful.  Esto  ha  de  quedar  firmado: 

T<ucrecia  es  vuestra  mujer. 
Vos,  I,ucas,  y  vos,  Doristo, 

testigos  de  esto  seréis. 
Flo.  Yo  diré,  que  si  lo  hacéis, 

es  con  la  fuerza  que  he  visto. 
Que  es  casamiento  forzado 

y  contra  la  ley  de  Dios. 
Ful.  ¿Quién  os  mete  en  esto  a  vos, 

bellaco  desvergonzado? 
¿Es  esta  la  recompensa 

de  haberos  curado  aquí? 
I'lo.  ¡Señor!  ¿en  qué  os  ofendí? 

Ful.  ¿Esta  no  llamáis  ofen.sa? 

Flo.  Soy  estudiant'^  y  estoja 

a  ley  de  esto,  y  de  hombre  honrado, 

a  avi.saros  obligado, 

y  porque  cristiano  soy. 

Matadme,  heridme,  acabadme; 

estas  causas  me  han  movido, 

ya,  .señor,  perdón  os  pido. 
1*UL.  Calla,  emniigo. 

l'Lo.  Matadme; 

pero  no  he  de  consentir 


ACTÜ    SEGUNDO 


7; 


que  aquí  se  ofenda  al  Señor. 
Fur,.  ¡Oh,  hipócrita  de  mi  honor!, 

calla. 
l'i.o.  Hablando  he  de  morir. 

Ros.  ¿Qué  os  va  a  vos,  dómine,  en  esto? 

VhO.  Defiendo  mi  teología. 

Ros.  ¿Por  qué  causa? 

Fi,0.  Porque  es  mía, 

y  me  la  quitan  tan  presto. 
Pla.  Este  mozo  es  buen  cristiano 

y  habla  como  estudiante; 

no  pase  ahora  adelante 

la  boda. 
Fui..  ¡Calla,  villano! 

Fr<o.  ¡Señor,  no  lo  permitáis, 

por  \aiestro  divino  amor! 
Fui..  ¿Hay  más  gracioso  doctor? 

Ros.  Hermano,  ¿de  qué  lloráis? 

Fto.  ¿No  he  de  llorar  un  pecado 

contra  el  dómine  y  maestro? 
Fui,.  Xo  es  bajo  temor  el  vuestro, 

por  un  tonto,  mi  criado. 
Dale  allí  luego  la  mano. 
Vlo.  Señores,  que  es  herejía; 

que  se  ha  casado  este  día 

Lucrecia  con  Floriano. 
Ful.  ¿Otro  Floriano?  ¡bueno!: 

algo  han  estos  dos  comido. 
Flo.  Floriano  es  su  marido; 

segundas  bodas  condeno. 
Leo.  Mientes,  necio,  que  conmigo 

Floriano  está  casado. 
Pla.  Ved  la  locura  en  que  ha  dado 

la  casada  y  el  testigo. 
Luc.  Ahora  es  buena  ocasión  (Ap.) 

para  hacerme  también  loca, 

que  no  poco  me  provoca 

tanto  mal  de  corazón. 

¿Quién   te  dijo   a   ti  que   estabas 

casada  con  Floriano? 

Tú. 

¿Yo? 

Sí. 

Cansaste  en  vano; 

soñaste  el  bien  que  esperabas. 
Floriano  es  mi  marido. 

¿También?  ¡Perdido  está  todo! 

Y  yo,  de  ese  mismo  modo, 

testigo  de  todo  he  sido. 
¿Qué  Fio  ríanos  son  éstos? 
-^u."5.  ¿No  me  diréis  que  han  comido? 

Ful.  Unas  setas  que  han  traído 

algimos  villanos  de  estos. 


Leo. 
Luc. 
Leo. 
Luc. 


Ful. 
Flo. 

Ful. 
os. 


Yo  apostaré  que  tenían 

ponzoña  y  que  los  han  muerto. 
Ros.  Eso  es,   sin  duda;  eso   es  cierto, 

y  por  eso  desvarían. 
DOR.  Yo  las  traje,  y  juraré 

que  no  tenían  ningmia. 
Pla.  ¿Eran  de  prado  o  laguna? 

DoR.  Del  monte  las  arranqué, 

que  junto  a  un  roble  nacían. 
Pla.  Curallos  será  mejor; 

traigan  triaca. 
Flo.  ¿Es  amor? 

Luc.  IVIi  bien,  por  triaca  envían. 

Flo.  Bien  la  habré  yo  menester, 

que  harta  ponzoña  he  tragado. 
Leo.  Como  a  loca  me  han  tratado, 

y  ellos  lo  deben  de  ser. 
Fltl.  Entraos  adentro  los  tres. 

I.,EO.  Aunque  hagas  más  invenciones 

y  géneros  de  traiciones, 

Floriano  mi  esposo  es. 
Luc.  Floriano,  no  lo  creas, 

porque  ha  de  ser  mi  marido. 
Flo.  Digo  que  testigo  he  sido 

y  que  sé  lo  que  deseas. 

(Vanse  los  ires.) 

Ros.  Buenos  van  con  sus  locuras. 

Ful.  Yo  voy  a  darles  triaca. 

Pla.  vSi  este  frenesí  se  aplaca, 

volveré  a  hacer  la  escritura. 

(Vanse  todos  y  queda  Rosardo.) 

Ros. 

¡Cómo  se  echa  de  ver  que  siempre  huye 
de  cualquiera  deseo  el  justo  efeto, 
y  que  lo  aborrecido  se  concluye! 
Que  el  hombre  a  lo  contrario  está  sujeto; 
de  mi  deseo  de  casar  se  arguye, 
pues  como  no  hay  partido  que  no  iceto, 
no  hay  casamiento  que  a  su  efeto  llegue, 
y  todo  quiere  amor  que  se  me  niegue. 

Tema  parece  ya  tanta  inconstancia; 
ya  de  Leonarda  soy,  ya  de  Lucrecia; 
pero  tanta  nobleza  y  tal  ganancia 
con  justa  presunción  se  estima  y  precia; 
no  procurar  el  bien  es  ignorancia, 
y  es  loco  y  sin  razón  quien  le  desprecia ; 
que  para  casamiento  en  tierra  propia, 
en  ésta  el  cielo  derramó  su  copia . 

(Saíe  Fabricto,  gatán.) 
Fab. 
No  hay  que  fiar  de  lisonjero  amigo. 


HL    DÓMINE   LUCAS 


después  que  la  verdad  p>erdió  su  fueiza; 

y  pues  soy  en  mi  mal  parte  y  testigo. 

a  la  venganza  la  opinión  me  esfuerza. — 

¿Mas  no  es  este  Rosardo,  mi  enemigo, 

nuevo  Tarquino  que  a  Lucrecia  fuerza  ?" 

Sin  duda  que  vengarme  es  justo  celo. 

pues  que  a  su  puerta  me  le  ofrece  el  cielo. — 

;  Fuiste  testigo,  di.  en  aquesta  puerta, 
de  mis  lágrimas,  quejas  y  tonncntos. 
estando  para  ti  del  pedio  abierta, 
para  los  más  secretos  pensamientos? 
¿Qué  es  esto,  di,  que  tu  traición  concierta 
en  esta  variedad  de  casamientos? 
¿Xo  era  Leonarda  tuya?  ¿Cómo  es  esto 
que  ya  en  Lucrecia  el  pensamiento  has  puesto"" 

Casado  estás,  que  en  Alba  se  murmura; 
vendido  me  has,  que  a  todos  es  notorio; 
mas  primero  verás  tu  muerte  dura 
que  el  clandestino  y  lalso  desposorio, 
ni  gozarás,  si  puedo,  la  perjura, 
infame  rama  del  linaje  Osorio, 
porque  esta  espada   vengará  mi   agravio. 

Ros. 
Resolución  de  caballero  sabio. 

Oye  primero  mi  razón,  y  entiende 
que  amique  aquí  resp)ondiera  bien  la  espado, 
por  tu  amistad  la  lengua  se  defiende, 
que  miro,  al  fin,  la  voluntad  pasada. 
Quien  a  su  amigo  sin  razón  ofende 
por  falsa  información,  con  lengua  airada, 
mejor  merece  nombre  de  enemigo, 
y  aíjuel  que  no  le  sufre  no  es  su  amigo. 

Y  pues  que  esas  locuras  te  he  sufrido, 
Fabricio;  como  amigo  verdadero, 
que  de  Fulgencio  importunado  he  sido 
con  Lucrecia,  con  ruego  y  con  dinero, 
que  ni  la  solicito  ni  la  pido, 
ni  t«*  la  quito  a  ti  ni  yo  la  quiero; 
.si  dije  sí,  por  ocasión  tan  alta, 
fué  ajena  fuerza,  que  no  propia  falta. 

Fab. 

,Qué  sí  dijiste?  ¿Que  Uui  sin  vergüenza 

1«)  roiifií-KííS,  tr.'iidiir"' 

Ros. 

Habla  má.s  quedo, 
que  tu>  Ijabra  amor  fjue  tu  locura  venza, 
ni  tanto  atrevimiento  sufrir  puedo. 

Fab. 
Pues  mete  mano,  véngate,  comienza. 


Ros. 
Debe  de  ser  porque  te  tengo  miedo. 

Fab. 
Déjate  de  razones,  vil  cobarde, 
que  tus  satisfacciones  llegan  tarde. 

(Echan  mano,  \  salen  Floriano,  Fulgencio  y  Doristo, 
alborotados.) 

Vvx,. 

¡Espadas  a  la  puerta! 

F1.0. 

Llega  presto, 
que  Rosardo  y  Fabricio  se  acucliillan. 

Ful. 
Ténganse,  caballeros. 

Fab. 

Agradece 
que  es  en  la  calle  y  en  lugar  tan  público/ 
pero  en  el  campo,  como  voy,  te  aguardo. 

(Vasc.) 

Ros. 
Haz,  como  caballero,  lo  que  has  dicho. 

Fi/3. 

El  puede  irse;  pero  vos,  Rosardo, 
de  aquesta  casa  no  saldréis  un  punto. 

DOR. 

La  puerta  cierro,  que  se  llega  gente. 

Ful. 
¿Qué  ha  sido  la  ocasión? 
Ros. 

Mi  casamiento. 

Ful. 

¿Cómo? 

Ros. 
Por  estorbarlo. 

Ful. 
¿Quién? 

Ros. 

Fabricio. 
Ful. 
¿Pues  qué  le  va  a  Fabricio? 

Ros. 

Bien    se    entiende, 
sin  que  lo  diga  yo. 


ACTO    SEGUNDO 


79 


Ful. 
Llama  a  Lucrecia. 

Flo. 
¡Oh,  cómo  viene  todo  a  mi  propósito! 

Fui,. 
¿En  qué  funda  Fabricio  su  locura? 

Ros. 
El  sabe  la  ocasión  y  quién  le  ha  dado. 

Flo. 
Aquí  está  mi  señora  con  ,su  prima. 

Ful. 
¿Eran,  Lucrecia,  las  locuras  estas? 
¿La  ponzoña  comida,  la  triaca 
el  decir  disparates  a  concierto, 
el  no  darle  las  manos  a  Rosardo? 
¿Qué  tienes  con  Fabricio?  Dilo,  acaba, 
confiesa,  perra. 

Luc. 
Yo,  señor... 

Fui,. 

Confiesa 
Va  mi  honra  y  la  tuya  el  remediallo. 

Flo. 
Huélgome  que  mis  celos  se  averigüen, 
y  que  por  mí  los  pida  el  mismo  padre; 
ahora  sabré  yo  lo  que  temía. 


Ful. 


¿Haslo    pensado  ya? 


de  casarse  con... 


Luc. 

Voluntad  tuvo 

Flx. 

Túrbase! 

Luc. 

Y  propós 

to 

¿Hablóte  alguna  vez? 


Ful. 

Luc. 

L'na  o  dos  veces. 


Luc. 

Por  la  ventana. 

Ful. 
¿Ha te  tocado  manos  o  vestido? 

Luc. 
Xi  me  tocó  el  vestido  ni  las  manos. 

Fu-L. 


:Hate  escrito? 


Ful. 
¿Y  esto  por  dónde  fué? 


Luc. 
Verdad  es  que  me  ha  escrito. 

Fulgencio. 

¿Y  respondido  tú? 

Flo. 
¡Tenedla,  cielos,  (Ap.) 
que  me  mata,  si  dice  que  le  ha  escrito! 

FUI^GENCIO. 

Habla,  ¿de  qué  te  turbas? 

Luc. 

Como  era 
dirigido  a  casarse... 

Flo. 
Ella  lo  dice. 

Luc. 
Con  mucha  honestidad,  con  mucho  acuerdo, 
dos  papeles  no  más  he  respondido. 

Flo. 
¡Matóme,  muerto  soy!;  ¡ah,  celos,  celos! 
¡pluguiera  a  Dios  que  no  se  averiguara! 

Ful. 
Dos  papeles;  mirad  si  la  pendencia 
era  sin  ocasión.  ¡Alto!  Doristo. 
Lleven  aquestas  damas  a  la  aldea; 
no  vivan  más  en  Alba  sólo  un  punto. 
Ve  a  aderezar  el  coche,  tú.  Felino; 
lleva  recado  de  cocina  y  cama. — 
No  repliquen  palabra,  vayan  luego. 

Flo. 
¡Que  celos  no  bastaban,  cielo  airado!; 
También  ausencia  y  una  muerte  a  otra, 
y  para  contrastar  tan  flaca  vida. 

i  Leonarda. 

¿Hete  ofendido  yo,  que  me  destierras? 


So 


EL    DOMIXt:    LUCAS 


Ful. 
Camina,  no  repliques. 

IvEOXARDA. 

¿Por  qué  causa? 

Ful. 
¿Quién  duda  que  eres  cómplice  con  ella? 

Leo. 
;Sou  invenciones  nuevas?;  ¿son,  por  dicha, 
jjara  quitarme  todavía  mi  esposo? 
Pues  todo  he  de  escribirlo  a  Floriaiio. 

DOR. 

¡Qué  poco  efeto  ha  hecho  la  triaca! 


Vayanse  luego. 


Ful. 

Luc. 
¡Esto  faltaba,  cielo! 


DOR. 
Callen,  que  se  holgarán  de  ver  el  campo 
todo  esmaltado  de  diversas  flores; 
de  hacer  el  queso  y  de  cuajar  la  leche, 
los  requesones  y  las  blancas  natas; 
y  allá  está  mi  mujer,  que  las  aguarda 
con  rail  regalos  y  con  mil  deseos. 

(l'ase  Lucrecia  y  Leonarda  y  Doristo.) 

Ful. 

\'os  quedaréis  aquí,  dómine  Lucas, 
en  guarda  de  la  casa  y  de  esta  gente. 

F'Lü. 
¿No  estuviera  mejor  en  el  aldea, 
ayudando,  señor,  a  los  pastores, 
que  yo  también  sé  de  osto  de  hacer  que.so, 
que  en  mi  tierra  lo  vi  diversas  veces? 


I-LL. 


Aquí  os  he  menester. 


Y  aquí,  sin  iluda, 
rae  acabarán  los  celos  y  el  au.sencia. 

Ful. 
Vos,  kosardo,  podéis  venir  connu^ci, 
mientras  este  negocio  se  averigua, 
que  de  una  y  otra  parte  está  muy  «iirto 
que  lo»  dcudo.H  querrán  ponerse  en  bund< 


Ros. 
Mientras  que  no  hay  agravios,   no   le   temas; 
mas  vamos  a  San  Juan,  por  si  codicia 
meternos  en  la  cárcel  la  justicia. 

(Wansc  Rosardo  y  Fulgencio.) 

F1.0. 

Si  alguno  justamente  quejas  forma 
de  su  contraria  estrella  y  de  los  cielos, 
consuélense  los  suyos  con  mis  duelos 
y  no  se  queje  mientras  no  se  informa. 

Ya  Circe,  de  hombre  en  piedra  me  transforma, 
y  aun  fuera  bien,  por  no  sentir  mis  celos, 
que,  en  en  efeto,  presentes  sufrirélos 
y  no  en  la  ausencia,  que  al  morir  conforma. 

Bien  puede  ser  de  un  hombre  resistido, 
un  contrario  cruel  y  su  violencia, 
mas  no  cuando  a  traición  como  éste  embiste. 

Los  celos  por  los  ojos  me  han  venido, 
pero  por  las  espaldas  el  ausencia, 
y  lo  que  no  se  ve,  no  se  resiste. 

(Suie  Decid,  el  capigorrón.) 

Dec.  ¿Quién  está  acá? 

Flo.  Pobre  es  éste, 

pero  más  pobre  estoy  yo, 

pues  lo  que  el  cielo  me  dio 

quiere  que  tanto  me  cueste. 
Xo  hay  pobreza  que  a  la  mía 

pueda  hacelle  competencia; 

más  rico  soy  de  paciencia, 

si  yo  la  tengo  este  día. 
Dec.  ¿Hay  algo  acaso  que  dar 

a  aqueste  pobre  estudiante? 

¿Qué  es  lo  que  he  visto  delante? 
Flo.  ¿Hasta  acá  os  habéis  de  entrar? 

¿No  podéis  desde  allá  fuera? 
Dec.  ¿Ya  desconoces,  señor, 

a  tu  antiguo  servidor? 
Flo.  Yo  hablara,  si  os  conociera. 

Dec.  Yo  soy  el  desconocido, 

pero  ya  no  puede  ser, 

pues  más  vengo  a  conocer. 
Flo.  ¿y  qué  es? 

Dec.  Mi  propio  vestido. 

Flí).  Yo  soy  quien  te  le  quité 

para  hacer  esta  invención. 
Dec.  ¿Aquí  paró  tu  afición? 

Flo.  No,  porque  adelante  fué; 

íjue  aunque  el  cuerjM)  venga  a  e.star 

desliedlo  en  ceniza  y  hielo, 

L-s  como  el  noveno  cielo, 

que  nunca  puede  parar. 


ACTO    SEGUNDO 


8 1 


DEC.  ¿Qué,  al  fin,   tú  fuiste  ladrón? 

Fto.  Dime  ¿dónde  quedó  Alberto? 

DEC.  Estudiante  queda,  y  cierto 

de  tu  daño  y  perdición. 
Flo.  ¿No  sustenta  a  mis  criados? 

Dec.  Sólo  conmigo  es  cruel; 

que  todos  están  con  él 
bien  puestos  y  acomodados. 
Y  yo  ando  cual  me  ves. 
F1.0.  A  muy  buen  tiempo  has  venido 

para  despertar  su  olvido. 
Dec.  ¿De  qué  suerte? 

Flo.  Escucha,  pues. 

Hoy  irás  a  Salamanca 
y  aquesto  le  has  de  contar. 
Dec.  No  estoy  para  caminar. 

Fi,o.  ¿Cómo? 

Dec.  Estoy  sin  una  blanca. 

Fix).  No  te  faltará  dinero. 

Dec.  y  sin  él  te  he  de  servir. 

Fi,o.  Pero  escúchate,   que  has  de  ir 

aqm',  a  mi  huésped  primero; 

y  con  ima  carta  mía 
mi  vestido  pedirás. 
Dec.  ¿y  esto  bastará  no  más? 

Fi,o.  No  le  traigas,  si  porfía; 

mas  buenas  señas  pondré 
de  la  arca  en  que  le  metió. 
Dec.  Fiador  le  daré  yo; 

mas  di,  ¿dónde  le  traeré? 
FXo.  Aquí  pregunta  por  mí, 

porque  luego  me  le  vista. 
.  Dec.  ¿Adonde  vas? 

Fi<o.  Donde  asista 

más  cerca  al  bien  que  perdí; 

voy,  Decio  amigo,  a  una  aldea 
a  donde  Lucrecia  va. 
Dec.  ¿Es  lejos? 

Fto.  Cerca  será, 

puesto  que  muy  lejos  sea; 
aunque  siempre  oí  decir 
que  es  media  legua  no  más. 
Dec.  ¿Allá  en  ese  traje  vas? 

F1.0.  Ansí  me  conviene  ir 

para  no  ser  conocido. 
Dec.  Guíente,  señor,  los  cielos. 

Flo.  Casados,  ausencia  y  celos, 

¿qué  han  de  engendrar  sino  olvido? 

(Vanse.  Salen  Fabricio  y  Nebro  y  I,avieno,  amigo 
suyos.) 

Neb  .  Yerras  en  llamarlo  agravio 

después  de  lo  sucedido. 


Fab.  No  es  tanto  por  lo  que  ha  sido, 

cuanto  porque  yo  me  agravio. 
IvAV.  De  esa  suerte,  el  nombre  trueca. 

Fab.  Todo  me  obliga  a  furor, 

que  los  negocios  de  amor 

traen  la  pólvora  seca. 
Neb  .  Mejor  pudieras  formar 

esas  quejas  de  Lucrecia. 
Fab.  Si  ella  a  Rosardo  desprecia, 

¿en  qué  la  debo  culpar? 
Lav.  Ocasión  habrán  hallado, 

pues  el  padre  los  desposa. 
Fab.  Es  la  que  ha  sido  forzosa 

la  que  el  intento  le  ha  dado. 
Que  es  en  extremo  avariento, 

y  es  porque  Rosardo  es  rico. 
Lav.  Menos  esa  causa  aplico, 

por  sustancial  fundamento. 
Que  vos  le  igualáis  en  todo 

y  en  nobleza  le  excedéis. 
Fab.  Como  deudo  respondéis. 

Lav.  y  aquí  me  hallaréis  a  todo. 

Y  no  hay  en  todo  el  lugar, 

cuanto  más  en  el  linaje, 

hombre  que  más  se  aventaje 

y  lo  pueda  sustentar. 
Neb.  De  Lavieno  y  de  (i)  mí 

estáis  segviro,  a  lo  menos. 
Fab  .  Deudos  y  amigos  tan  buenos 

basta  que  ^naelvan  por  mí. 

(Sale  Fulgencio.) 

Fui,.  a  solas  quisiera  hallaros, 

por  satisfacer  mi  antojo; 
que  no  con  pequeño  enojo 
vengo,  Fabricio,  a  buscaros. 

Mas  pues  vuestros  deudos  son 
los  que  ahora  os  acompañan, 
no  creo  que  aquí  me  dañan 
testigos  de  mi  razón. 
Fab.  La  que  tenéis  en  quejaros, 

tengo  en  quejarme  de  vos; 
y  podrán  muy  bien  los  dos 
disculpándome,  culparos. 

¿Hay  más  de  que  estáis  quejoso 
que  vuestra  hija  serví? 
¿En  qué,  Fulgencio,  ofendí 
vuestra  casa  y  trato  honroso? 
■    ¿Puse,  acaso,  alguna  escala? 
¿Rompí  ventanas  o  puertas? 
¿Eran  pretensiones  muertas? 
¿Soy  igual  a  quien  la  iguala? 


( I )     Hartz.  enmendó  «De  Lavino  y  aun  de  mí». 


XII 


8? 


EL    DOMINE   LUCAS 


Ful. 


Fab. 


Ful. 


i-Ah. 


Ful. 

Fab  . 
Ful. 

Iab. 
Flx. 


Fab. 

NKB. 

Iab. 
Kav. 
neb. 


Pudiéndomela  entregar, 
como  el  caso  (i)  diría, 
¿no  es  mayor  queja  la  mía, 
si  ya  se  la  queréis  dar? 

¿Qué  obligación  me  ha  corrido 
de  daros  mi  luja  a  vos. 
porque  lo  queréis  los  dos. 
porque  la  hayáis  vos  servido? 

Si  yo  la  quiero  casar, 
¿qué  me  importa  \-uestro  amor? 
Si  ella  quiere,  ¿no  es  error 
querérmela  a  mi  quitar 

por  darla  a  quien  no  es  tan  bueno? 
Cuando  no  fuera,  podía. 
¿Esto  no  es  hacienda  mía? 
¿quién  os  mete  en  gusto  ajeno? 

Dadme  luego  dos  papeles 
que  de  mi  hija  tenéis, 
si,  por  dicha,  no  queréis 
probar  mis  manos  crueles, 

que  aunque  caducas  están, 
les  da  fuerza  la  razón. 
Es  vana  esa  pretensión, 
y  las  demás  lo  serán; 

que  los  papeles  que  tengo 
información  han  de  ser 
para  lo  que  pienso  hacer. 
¿Esto  escucho  y  a  esto  vengo? 

¿Qué  me  habéis  de  hacer  a  nu:' 
Pedir  mi  esposa  con  ellos. 
¿V  qué  fuerza  tendrár  ellos, 
si  ha  dado  a  Rosardo  el  sí? 

La  justicia  os  lo  dirá. 
Menester  es  buena  prisa,  (Ap.) 
porque  ya  aqueste  me  avisa 
que  en  otro  poder  está. 

Y  por  que  llegue  más  tarde, 
luego  a  entregársela  voy. 

(Vasf.) 

En  grande  peligro  estoy, 

no  es  bien  que  mi  daño  aguarde. 

¿Qué  me  aconsejas  en  esto? 
Que  este  matrimonio  impidas, 
y  que  por  mujer  la  pidas, 
si  no  se  la  dan  tan  presto. 

Ixw  pajK-Ies  no  son  tales 
que  la  obliguen,  si  no  c|uiere. 
Como  el  padre  no  la  altere, 
bastan  menores  señales. 

Busca  algún  falso  testigo 


ii]     Uarlx.  aimeiKl<'i  él  «acaM>». 


que  diga  que  ella  te  dio 

la  palabra. 
Fab.  Bien  sé  yo 

que  pudiera  mi  enemigo, 
que  él  solo  estaba  presente 

a  nuestro  requiebro  y  gusto. 
Neb.  Se  ralo  de  su  disgusto. 

Fab.  Esto  es  verdad  llanamente. 

¿Y  no  sabéis  que  he  pensado, 

por  lo  que  puede  interés, 

que  aquel  dómine,  o  lo  que  es, 

es  para  el  caso  extremado? 

Que,  en  fin,  como  hombre  de  casa, 

podrá  jurar  que  lo  vio. 
Lav.  Como  eso  el  oro  acabó, 

como  esos  peligros  pasa; 
como  esas  dificultades 

tiene  llanas  por  el  suelo. 
Fab.  Sí,  mas  cuando  tiene  el  cielo 

encubiertas  las  verdades. 
Si  éste  jura  lo  que  ha  visto, 

que  pues  es  pobre,  sí  hará, 

seguro  el  negocio  está; 

con  tres  doblones  le  embisto. 
Neb.  ¿Pues  qiié  tiros  le  combaten 

para  que  no  le  derriben  ? 
Fab.  No  habrá  lealtad  que  no  priven 

ni  respeto  que  no  maten. 
Neb.  No  hay  remedio  que  más  cuadre, 

como  éste,  a  tus  pr  tensiones. 
F'AB.  Hombre  hay  que  por  tres  doblones 

jurara  contra  su  padre. 

(Vansc.  Salen  L,f.onarda  y  Ia'Crkcia.) 


I.EO. 

No  es  mala  la  casería 

para  en  el  campo. 

Luc. 

Es  tan  mala 

que  solamente  la  iguala 

la  misma  desdicha  mía. 

Leo. 

Dame  que  fuera  un  palacio, 

que  lo  mismo  pareciera. 

Luc. 

Para  im  día,  buena  era; 

mas  no  para  tanto  espacio. 

Y  ami  aquella  labradora, 

que  allá  tanto  me  agradó. 

sólo  en  vella  me  enfadó 

por  morar  a  donde  mora. 

Leo. 

¿Aquí  te  quedas? 

Luc. 

Estoy 

tan  tri.ste,  que  me  ha  de  dar 
vida  hartarme  de  llorar. 
Leo.  Si  te  enfado,  ya  me  voy, 

aunque  de  manera  vivo, 


ACTO    SEGUNDO 


83 


que  cuando  aquí  me  quedara, 

a  llorar  (i)  te  acompañara. 
Luc.  Sola  más  gusto  recibo. 

Leo.  Si  así  te  melancolizas, 

en  la  salud  lo  hallarás. 
Luc.  Con  poco  viento  verás 

el  fuego  entre  las  cenizas. 
Leo.  Aquí  me  quiero  esconder 

por  saber  este  secreto. 

{Escóndese.) 

Luc.  Solo  valle,  monte  quieto, 

oye  una  triste  mujer. 

Que  si  a  escucharme  te  inclinas, 
de  su  propia  voluntad 
se  moverán  a  piedad 
los  duros  robles  y  encinas. 

De  un  cruel  padre  me  quejo, 
para  escurecer  mi  gozo 
con  desatinos  ae  mozo 
y  con  intentos  de  viejo. 

Casarme  por  iuerza  quiere. 

(Sale  Floriano  vestido  de  galán.) 

Fio.  No  he  tomado  mal  la  senda, 

pues  veo  la  dulce  prenda 
que  por  otras  manos  muere. 
Dicha  ha  sido  hallarla  sola . 

Luc.  ¡Jesús!,  ¿qué  hombre  es  éste? 

Fr,o.  Soy 

quien  en  la  fragua  de  hoy 
tu  fingida  fe  acrisola. 

Luc.  ¿Floriano? 

Fi,o.  ¡Enemiga  mía! 

Luc.  ¿Qué  hábito  es  éste? 

Fi<o.  El  que  es  mío. 

Luc.  ¿Quién  te  incita  a  un  desvarío 

tan  grande? 

Fi,o.  Tu  alevosía. 

Leo.  ¡Mirad  si  decía  yo 

que  tenían  escondido 
a  Floriano,  mi  marido! 

Luc.  Floriano,  ¿quién  te  engañó? 

Fuo.  ¿Tú  no  eres  la  que  escribiste 

dos  papeles  y  juraste 
que,  al  fin,  a  Fabricio  amaste, 
y  esto  a  tu  padre  dijiste? 

Luc.  Eso  que  dices,  ha  un  año, 

que  es  antes  que  yo  te  viese. 

Fi,o.  ¿Y  no  es  razón  que  me  pese 

y  mi  fe  se  llame  a  engaño? 


íi)     Kn  el  original  dice  «versos».  La  enmienda  es  de 
Hartzenbusch. 


¿Tendré  yo  en  ti  confianza, 

si  olvidas  para  querer, 

o  será  justo  temer 

lo  mismo  de  tu  mudanza? 
Mas  no  quiero  ser  ingrato 

ni  estar  celoso  de  ti, 

que  sólo  he  venido  aquí 

para  gozar  este  rato. 

Abrevia  con  esta  ausencia, 

que  si  vuelves  tarde,  es  cierto 

hallarme  sin  seso  o  muerto. 
Leo.  ¿Para  esto  tengo  paciencia? 

Luc.  Ya  sabes  tú  la  razón 

que  a  mi  viejo  padre  esfuerza 

para  casarme  por  fuerza 

y  vencer  mi  obstinación. 
Deja  que  el  destierro  dure, 

pues  de  noche  podrás  verme, 

que  en  la  vida  ha  de  ofenderme 

cuando  casarme  procure. 
Y  mira  que  te  verán 

si  te  detienes  aquí. 
Fl<o.  ¿Y  no  merezco  de  ti 

algo,  porque  estoy  galán? 
Luc.  A  que  te  viese  viniste 

y  fingiste  muy  celoso. 
Fi,o.  ¿No  lo  soy  más  que  tu  esposo? 

Luc.  Tú  sólo  mi  esposo  fuiste. 

Flo.  Ahora  que  limpio  estoy, 

bien  puedes  darme  un  abrazo 

con  un  amoroso  lazo. 
Luc.  Tu  esclava  y  rendida  soy. 

Leo.  ¿Para  aquesto  te  escondías? 

Luc.  ¡Ay,  triste,  aquí  está  Leonarda! 

Fl,o.  ¿Quieres  que  me  vaya? 

Leo.  Aguarda, 

¡qué  buenas  melancoh'as! 
«Tan  triste,  Leonarda,  estoy, 

que  aquí  me  quiero  quedar 

para  hartarme  de  llorar.» 
Flo.  ¿No  me  conoces?  Yo  soy. 

Leo.  «Con  poco  viento  verás 

el  fuego  entre  las  cenizas». 

si  así  te  melancolizas, 

mil  envidiosas  tendrás. 
Fl,o.  No  me  conoce,  aunque  estoy 

con  el  vestido  galano. 
Leo.  ¡Traidor!,    ¿no  eres  Floriano? 

F1.0.  El  dómine  Lucas  soy. 

Leo.  En  la  cara  lo  pareces, 

y,  sin  duda,  que  has  fingido 

aquel  infame  vestido 

con  que  a  engañarme  te  ofreces. 


84 


EL   DOMINE   LUCAS 


Mi  tío  ha  llegado  ya; 
yo  te  asiré  y  tendré  fuerte, 
para  que  te  dé  la  muerte. 

Flo.  ¡Suelta! 

Leo.  ¡Aquí,  que  se  me  va! 

¡Fulgencio,  señor!  ¡ah,  gente! 

Lrc.  Mira,  necia,  que  estás  loca, 

que  el  deseo  te  provoca 
al  alboroto  presente. 


(Salf  Fulgencio  y  Doristo  y  vase  Floriano.) 


Leo. 

Ful. 
Leo. 
Flx. 
Luc. 

Ful. 
Leo. 


Ful. 
Luc. 
Ful. 
Leo. 
Ful. 

DOR. 

Leo, 
Ful. 

DOR. 

Ful. 
Leo. 


Ful. 
Leo. 
Ful. 

Leo. 
Luc. 
Ful. 


Luc. 
Ful. 
Luc. 
Ful 


Floriano  estaba  aqm', 
y  con  Lucrecia  abrazado. 
Ved  la  tema  que  ha  tomado. 
Xo  es  tema,  que  bien  lo  vi. 

¿Qué  es  esto,  Lucrecia? 

Es  poco 
lo  que  tiene  que  perder. 
Tristezas  deben  de  ser. 
Xo  estoy  loca,  tú  estás  loco; 

Floriano  trata  amores 
con  Lucrecia,  y  aquí  estaba. 
Sin  duda  que  lo  soñaba. 
¡Aquí  de  Dios! 

No  me  llores. 

¡Que  me  quitan  mi  marido! 
¡Vive  el  cielo,  de  matarte! 
¿Que  no  quieres  sosegarte? 
¿Tu  me  tocas,  atrevido? 

Asidla,  que  está  furiosa. 
¿Tú  no  ves  que  se  resiste? 
¡Ea,  para  poco,  embiste! 
¡Loca!  ;Hay,  semejante  cosa? 

Por  dar  a  tu  hija  esposo, 
loca  me  haces  a  mí. 
¿Qué  esposo? 

El  que  estaba  aquí. 
¡Oh,  frenesí  lastimoso! 

¿Quién  es? 

El  dómine  Lucas. 
¡Mirad  qué  bien  lo  concierta! 
Milagro  es  que  no  estés  muerta 
por  e.stas  manos  caducas. 

Llevadla  luego  de  ahí, 
y  tú  apercibe  ese  coche 
y  lleguen  a  Alba  a  la  noche. 
¿Hay  algo  de  nuevo? 

Sí. 

¿Qué  es? 

Un   pleito  de   Fabricio. 
fundado  en  tu.s  do.s  papeles, 
para  honrarme  como  sueles 
c-n  dar  tnn  honesto  indicio. 


Mas  yo  te  daré  a  Rosardo, 

para  vengarme  de  ti. 
Luc.  Haz  tu  voluntad  en  mí, 

fe  en  que  vivo   y  ley  que  guardo. 
Ful.  Vencerásme  de  ese  modo. 

Luc.  Para  tanto  desvarío, 

sólo  en  el  dómine  fío, 

que  dará  remedio  a  todo. 


ACTO  TERCERO  DEL  DÓMINE  LUCAS 

(Salen  Fulgencio,   Lucrecia  Floriano:  de  dómine, 
Lucas.) 

Ful.  ¿Cómo  que  no  has  de  casarte? 

Luc.  A  ti  de  ti  mismo  apelo. 

Ful.  No,  sino  al  cielo,  que  el  cielo 

sólo  a  tu  remedio  es  parte. 
Mira,  enemiga,  que  importa 

que  des  la  palabra  luego. 
Luc.  Arroja  mi  cuerpo  al  fuego, 

saca  el  alma,  el  cuello  corta 
y  no  me  mandes  casar, 

cosa  que  tanto  aborrezco" 
Ful.  ¿Qué  es  esto?  ¿De  ti  no  merezco 

con  poder  ni  con  rogar? 

Dame  el  sí. 
Flo.  No  se  le  des 

y  verás  lo  que  te  va. 
Ful.  Aconséjaselo  ya, 

Lucas,  échate  a  sus  pies. 
Flo.  Señora,  que  el  sí  no  deis 

es  cosa  bien  conocida, 

que  os  importa  el  alma  y  vida. 

que  a  tal  peligro  os  ponéis. 
Negáis  con  tal  cora  ón, 

que  es  en  balde  mi  consejo; 

mirad  vuestro  padre  viejo 

y  mirad  mi  obligación. 

Haced,  como  mujer  noble, 

señora,  lo  que  es  tan  justo. 
Luc.  No  creas  que  de  mi  gusto 

fuerza  ni  ruego  me  doble. 
No  tienes  tú  que  advertirme 

ni  mi  padre  que  mandarme, 

que  es  hacer,  con  avi.sarme, 

que  esté  como  roca  firme. 
I'UL.  No  haré  de  ti  sacrificio, 

pues  tan  obstinada  eres; 

esto  es  confesar  que  quieres 

que  venza  v\  jiU-ito  I'abricio, 


ACTO  TERCERO 


85 


i 


y  casarte  sin  (i)  mi  gusto. 

Luc.  Si  yo  a  Fabricio  deseo, 

del  bien  que  presente  veo 
me  venga  el  mayor  disgusto. 

Fri,.  ¡Mirad  qué  buen  juramento 

a  mí,  que  presente  estoy! 

FI.O.  (Ap.)  Xo  es  sino  a  mí,  que  yo  soy 
señor  de  su  pensamiento. 

Ful.  ; Estás  resuelta? 

Lvc.  ¿Eso  dudas? 

Fui,.  Bien  te  puedes  confesar, 

que  te  tengo  de  matar, 
si  el  propósito  no  mudas. 

Luc.  Ya  espero  yo  tu  martirio. 

Fui,.  iQ.^¿^  ¿santa  pensabas  ser? 

Las  carnes  te  he  de  poner 
como  las  hojas  de  un  lirio. 
Ténmela,  Lucas,  aquí. 

Flo.  Yo  la  tendré  con  firmeza, 

que  es  bien  que  tanta  dureza 
se  me  entregue  sólo  a  mí. 

Fui,.  Ásela  bien  de  esos  brazos. 

Flo.  ¡Mira  por  donde  se  mete 

tu  padre  a  ser  alcahuete 
de  estos  dichosos  abrazos! 

Luc.  Cuando  me  quite  la  vida, 

que  de  su  crueldad  lo  espero; 
yo  estoy  contenta,  que  muero 
a  buena  colunma  asida. 
¿Qué  temes? 

Flo.  Tu  pensamiento. 

Fui,.  Ata  bien. 

Flo.  Atada  está. 

Ful.  Métemela  luego  allá, 

que  yo  la  daré  tormento. 

Flo.  Quiere,  señora,  que  es  justo, 

a  quien  te  digo,  que  quieras. 

Luc.  Tú  verás  la  fe  que  esperas, 

hasta  morir  por  tu  gusto. 

Oue  para  que  esté  más  fuerte, 
de  puntal  me  servirás, 
y  por  eso  vas  detrás 
para  animarme  a  la  muerte. 

(Vanse  Lucrecia  y  Floriano.) 

Ful. 
No  es  taii  robusta  sobre  el  alta  sierra 
la  vieja  encina,  ni  en  la  mar  salada; 
la  roca,  de  los  vientos  contrastada, 
opuesta  siempre  a  su  furiosa  guerra. 


Ni  más  dureza  aquella  piedra  encierra 
que  con  la  sangre  suele  ser  labrada, 
que  a  su  disgusto  la  mujer  rogada, 
aunque  conozca  que  su  gusto  yerra. 

En  vano  el  hombre  a  la  mujer  desvía 
de  su  opinión  rebelde  e  (i)  importuna 
al  blanco  ruego  y  al  desnudo  acero; 

porque  si  es  por  amor  lo  que  porfía, 
contará  las  estrellas  una  a  ima 
y  las  arenas  de  la  mar  primero. 


(i)     En  el  original  «con).  La  enmienda  de  Hartzen- 


busch. 


Flo. 


Ful. 
Flo. 

Ful. 
Flo. 


Ful. 


Flo. 
Ful. 
Flo. 


Ful. 
Flo. 


Ful. 

Flo. 
Ful. 
Flo. 


Ful. 
Flo. 


(Sale  Floriano.) 

Sin  duda  que  ya  tomaste, 
con  Lucrecia,  nuevo  acuerdo, 
y  ha  sido  parecer  cuerdo. 
¿Y  tú  por  qué  la  dejaste? 

Porque  como  te  tardabas, 
tenella  así  no  era  justo. 
¿Pues  qué  haré  contra  su  gusto? 
Tirano  medio  tomabas, 

que  no  ha  de  ser  el  castigo 
igual  en  todas  mujeres, 
y  es  bien  que  mires  quién  eres. 
¿Pues  qué  haré,  Lucas  amigo? 

Dame,  pues  eres  discreto, 
un  consejo  de  tu  mano. 
Mal  puede  el  enfermo  al  sano. 
Como  estudiante,  en  efeto. 

Mira  lo  que  yo  hiciera, 
si  esta  cuestión  fuera  mía: 
era  dejar  la  porfía 
de  que  a  Rosardo  quisiera, 

y  hacerle  contra  el  honor 
una  gentil  amenaza. 
¿Pues  cómo? 

Escucha  la  traza,^ 
que  no  es  de  poco  primor. 

Di  que  a  toda  Alba  dirás 
que  la  has  hallado  conmigo^ 
porque  con  este  castigo 
lo  que  quisieres  harás. 

Di,  ¿dúrate  todavía 
la  locura  de  las  setas? 
¡Qué  bien  la  traza  interpretas! 
No  hables  más. 

La  industria  mía 

fué  tomada  de  Tarquino, 
para  obligar  a  Lucrecia. 
Quien  de  estudiante  se  precia, 
¿intenta  igual  desatino? 

Como  ésta  lAicrecia  es 


(i)     Hartz.  «y  la» 


Só 


EL    DOMINE   LUCAS 


y  no  se  deja  forzar, 

quise  este  ejemplo  tomar. 
Ful.  ¿y  qué  resulta  después? 

Flo.  Que  por  no  vei  su  deshonra, 

se  casará  con  Rosardo. 
Ful.  Ahora  bien,  la  prueba  aguardo, 

aunque  se  ofenda  mi  honra. 
Flo.  ¿Qué  honra  pierdes,  si  esto  pasa 

solamente  entre  ti  y  ella? 

Cosa  es  que  no  ha  de  sabella 

ninguno  fuera  de  casa. 
Fl'L.  Voy  a  ponelle  ese  miedo, 

que  quiero  intentallo  todo. 

(l'asf.) 

Flo.  ¡Oh,  si  hiciese  de  ese  modo 

algún  provechoso  enredo! 
Gente  siento  en  el  portal. 
(Sale  Fabricio.) 
Fab.  ¡Cé,  dómine!,  dos  razones. 

Flo.  De  mis  celosas  pasiones, 

éste  es  el  original. 

¿Qué  buscáis,  señor  Fabricio? 
F.\B.  Dómine  Lucas,  yo  estoy 

perdido,  a  fe  de  quien  soy. 
Flo.  De  ello  me  habéis  dado  indicio; 

¿no  va  el  pleito  bien  fundado? 
Fab.  Bien,  pero  sois  menester. 

FiX).  ¿Yo,  señor,  qué  puedo  hacer? 

Fab.  Darme  el  bien  que  me  han  negado. 

Flo,  ¿Pues  está  en  mi  mano? 

Fab.  Sí. 

Flí).  ^Cómo? 

Fa3.  Que  me  habéis  de  jurar 

que  aquí  me  habéis  visto  entrar. 
Flo.  ¿Pues  yo,  señor,  cuándo  os  vi? 

Fab.  Abrid  la  mano  y  callad. 

Flo.  jV'ivit  Domimis  in  ccclis 

cutn  sanctis  et  citm  angelis 

que  no  haga  tal  maldad! 
,Bien  a  Lucas  conocéis! 
Fab.  Acabad,  dómine  Lucas. 

Flo.  Ne  in  tentationcm  me  inducas; 

basta  las  que  me  ponéis. 
Fab.  Dejaos  de  hablar  latín 

y  tomad  estos  doblones. 
FL'í.  Ruines  son  vuestras  razones, 

no  sé  yo  si  el  dueño  es  ruin. 
Y  de  mí,  aunque  no  valgo 

nada  en  el  traje  en  que  estoy, 

creed  que  como  vos  soy 

tan  caballero  e  hidalgo. 
Toílo  el  oro  de  la  tierra, 


Pak. 

Flo. 
Fab  . 

Flo. 


Fab. 
Flo. 

Fab. 

Flo. 
Fab. 


Ful. 

Fab. 
Flo. 

Fab. 
Flo. 
Fab. 

Luc. 


Fab. 


Ful. 
Flo. 
Fab. 


que  mi  pobreza  contraste, 
os  prometo  que  no  baste 
si  un  siglo  me  hiciese  guerra. 

Tengo  en  esta  ropa  pobre 
un  alma  de  oro  tan  rica, 
que  lo  que  la  vuestra  aplica 
puedo  convertir  en  cobre. 

Bellaco  pleito  tenéis, 
pues  testigos  sobornáis. 
Ya  que  en  nada  me  ajioidáis, 
Lucas,  mirad  lo  que  hacéis. 

Callad  la  boca  y  seamos, 
como  antes,  buenos  amigos. 
¿Sobornaditos  testigos? 
Buena  sentencia  esperamos. 

De  este  oro  os  serviréis, 
que  aunque  yo  os  le  vine  a  dar 
por  jurar  y  por  hablar, 
ya  os  le  doy  por  que  calléis. 

Que  no  lo  quiero,  guardadlo, 
que  de  albricias  os  lo  diera, 
si  acaso  yo  lo  tuviera. 
Tomadlo,  Lucas,  tomadlo. 

Escuchad,  riñendo  están 
Fulgencio  y  su  hija. 

Deseo 
saber  la  causa. 

Eso  creo. 
Oye  las  voces  que  dan. 

(FuLGKNCio,  desde  de:iiri.) 

¡Traidora!,  (i)  ¿no  te  hallé 
con  el  dómine  acostada? 
¿Cómo,  cómo? 

Que  no  es  nada, 
que  sólo  una  noche  fué. 

¿Vos  con  Lucrecia? 

Yo,  pues. 
¿Y  ésta  por  mujer  pretendo? 
¡Fuego  de  Dios! 

No  me  ofendo 
que  aquese  esposo  me  des. 

Ivse  es  igual  para  mí. 
¡Mirad  si  ella  lo  confiesa! 
De  que  la  pedí  mo  pesa; 
yo  la  dejo  desde  aquí. 

¿Por  qué  dejas  a  Fabricio? 
Porque  es  mi  nuijer  le  deja. 
Por  cierto,  ¡gentil  pareja!, 
con  un  mozo  de  servicio. 

Dómine,  ¿sois  hechicero? 


(i)     Hartz.  «¡(Jli,  tr;u<l<)ra 


ACTO    TERCERO 


87 


Fi,o.  No,  soy  hombre  como  vos. 

Fui..  Matarte  tengo,  ¡por  Dios! 

Fab.  Ni  oiría  ni  verla  quiero. 

Quédate,  infame  mujer, 
de  bajo  trato  y  servil, 
que  diste  al  hombre  más  vil 
en  tu  persona  poder. 

Quédate,  falsa  murena, 
que  del  profundo  del  mar 
saliste  ardiendo  a  buscar 
la  culebra  en  el  arena. 

Quédate,  armiño  enlodado, 
porque  no  te  cojan  vivo, 
pez  ignorante  y  lascivo 
con  pies  de  cabra  engañado. 

Sol  de  invierno,  que  salió, 
para  llover,  muy  hermoso; 
flor  de  almendro  presuroso, 
que  al  primer  aire  cayó. 

Oro  y  moneda  de  pobre 
envuelto  en  sucio  sayal; 
mujer  propia  y  natural, 
que  esta  cifra  baste  y  sobre. 

Ya  mi  pleito  se  acabó 
y  ya  tus  papeles  dejo, 
como  pedazos  de  espejo 
que  al  muladar  ,se  arrojó. 

(Vise.) 

FivO.  Mejor  de  lo  que  pensaba 

ha  sucedido  el  enredo; 
libre  de  los  celos  quedo, 
que  aqueste  necio  me  daba. 

¡Oh,  papeles  enemigos!, 
bien  a  mi  poder  vengáis; 
dejaos  tomar,  no  me  huyáis, 
que  hemos  de  ser  muy  amigos. 

Veamos  qué  dice  aquí. 

fSale  Decio,  capigorrón.) 

Dec.  Floriano,  ¿puedo  entrar? 

Fl,o.  Bien  puedes,  Decio,  llegar 

y  mi  Alberto,  si  está  ahí. 
Quiero  guardar  los  papeles. 

(Sale  Alberto,   sm   amigo,  de  estudiante,  de   camine, 
como  salió  primero.) 

DEC.  I?ntra,  Alberto. 

Ai,B.  ¡Olí,  Floriano! 

Fl<o.  ¡Oh,  amigo!,  ¡oh,  mi  propio  hermano!. 

Tiempo  es  ya  que  me  consueles. 

AlrB.  ¿Cómo  es  eso  que  me  escribes? 

Fl,o.  Es  que  te  quiero  casar. 

Ai<B.  ¿Adonde? 


Fr.o. 

AI.B. 

Fi<o. 

Al,B. 

FivO. 


Al<B. 
Fi,o. 


Al,B. 

F1.0. 

AtB. 

FI.O. 


Alb. 


Fi,o. 

Al<B. 

PivO. 

Al,B. 

FI.O. 

AI.B. 


Leo. 

F1.0. 
Leo. 
F1.0. 


AI.B. 


En  este  lugar. 
¿Y  es  en  la  casa  que  vives? 

Adivinaste  lo  cierto. 
¿Cómo? 

En  ella  hay  una  dama 
hermosa  y  noble  y  de  fama, 
rica,  sobre  todo,  Alberto. 

Y  por  fama,  está  perdida 
por  Floriano. 

Pues  bien. 
Esta  me  estorba  también 
el  remedio  de  mi  vida. 

Dirás  que  eres  Floriano 
y  casaráste  con  ella, 
y  quedaré  yo  libre  de  ella; 
quedarás  rico,  hermano. 

¡Bravas  quimeras  inventas! 
Esta  tu  remedio  es. 
¿Qué  resultará  después? 
¿Ahora  el  después  me  cuentas? 

Casémoste  una  por  una, 
que  después,   ¿qué  hay  que  temer? 
Cosa  me  mandas  hacer 
que  a  toda  razón  repuna. 

Pero  si  nuestra  amistad 
jamás  cosa  te  negó, 
y  yo  soy  tú  y  tú  eres  yo 
y  entrambos  de  un  yo  mitad, 

¿cómo  excederé  tu  gusto? 
Muéstrame  aquesa  mujer. 
Ya  conozco  que  ha  de  ser 
en  que  ella  ha  venido  al  justo. 

Si  es  la  que  sale,  es  extremo. 
Esta,  mi  Alberto,  es  Leonarda. 
¿Quieres  que  la  hable? 

Aguarda, 
no  te  turbes. 

Eso  temo. 

(Sale  I<EONARD.\.) 

En  busca  tuya  me  traes 
todo  el  día. 

Aquí  estoy  yo. 
¿Quién  es,  di,  quién  me  engañó? 
Que  en  tus  engaños  no  caes. 

Yo  soy  el  que  me  vestí, 
por  burlarte,  aquel  vestido, 
que  el  otro  estaba  escondido 
y  luego  con  él  me  fui. 

Llega  Floriano  acá, 
desengañarasla  agora. 
Dame  esas  manos,  señora 
Leonarda,  que  tiempo  es  ya. 


88 


EL    DOMINE   LUCAS 


Leo. 

ALB. 


Flo. 
Leo. 


Alb. 

Leo. 
Flo. 

Leo. 

Al,B. 

Vw. 
Alb. 

I-LO. 


ALB. 
f.EO. 
ALB. 
I'I/J. 

I'EC. 
1  LO. 
I'RC. 

l¡.(>. 

Lr.o. 


iJesrs!,  ¿vos  sois  Floriauo? 
Yo  soy,  señora,  y  aquel 
que  a  \-uestro  tío  cruel 
por  vos  le  pedí  la  mano; 

que  ya  Lixcas  me  escribió 
que  a  Lucrecia  me  ofrecía, 
y  debéisle  que  este  día 
venga  a  visitaros  yo. 

Aunque  esto  yo  lo  he  debido, 
como  quien  está  obligado. 
a  que  vos  le  hayáis  amado 
y  a  su  amor  correspondido. 

¿Voy  bien?  (Ap.) 

Extremadamente. 
Mi  tío,  señor,  no  quiso, 
cuando  de  vos  tuvo  aviso, 
que  gozase  el  bien  presente, 

sino  esconderos  de  mi, 
codicioso  del  valor 
que  de  vos  cuentan,  señor, 
y  porque  3-0  os  quiero  ansí. 

Que  la  vista  nunca  lué 
quien  de  vos  me  aficionó; 
la  fama  sí,  que  bastó 
para  que  yo  el  alma  os  dé. 

Si  gustáis,  por  \-uestra  quedo, 
a  pesar  de  este  tirano. 
Ya  os  doy,  señora,  la  mano 
con  cuanto  del  alma  puedo. 

Yo  os  recibo  por  mi  esposo. 
Yo  soy  d**  todo  testigo 
y  las  dos  manos  bendigo. 
¡Dichosa  yo! 

Yo  dichoso. 

¡Extremado  casamiento! 
Alba  es  un  corto  lugar, 
¿pcKlré  en  el  secreto  estar? 
Bien  poílrás  en  mi  aposento. 

Entra,  sin  que  visto  .seas 
de  este  viejo  escrupuloso. 
¡Adiósl 

Adiós,  dulce  esposo. 
Mira  qu"  luego  me  veas. 

Vete  tú,  Dc-cio,  al  mesón, 
y  acudirás  luego  aquí. 
H arelo,  señor,  ansí. 
Punto  en  boca,  que  es  razón. 

Cosida,  señor,  la  llevo. 
fVase.) 

\  a  í-st.is,  Lt-onarda,  cas-Kla; 
¿qué  me  dice»?  ¿no  te  agrada? 
Jvs  un  gallardo  mancebo; 


y  no  has  de  i)erüer  de  mí 
la  diligencia  que  has  hecho. 

Flo.  Todo  lo  debo  a  mi  pecho, 

que  en  nada  te  sirvo  a  ti. 

Leo.  ¿Cómo? 

Fl,0.  Que  haheo  Ubi  gratiam 

que  servirte  fué  mi  oficio, 
verum  iste  beneficio 
mihi  et  Ubi  ei  illi  faciam. 

(Sale  Fulgencio.) 

Ful. 
Basta,   que   no   es  posible   que   se   ablande 

Leo. 
Dejad,  señor,  de  atormentarla  tanto. 

Flo. 
Ofenderála  más  mientras  más  ande. 

Ful. 
¿A  quién  no  da  su  pertinacia  espanto? 
Ni  que  yo,  como  padre,  se  lo  mande, 
ni  que  la  niegue  por  el  cielo  santo, 
como  si  fuese  yo  su  humilde  hechura, 
hallan  remedio  en  condición  tan  dura. 

F'LO. 
¿Con  quién  quiere  casarse? 

Leo. 

Eso   me   admira; 
que  a  Fabricio  me  dicen  que  aborrece. 

Flo. 
¿Luego  ya  por  Fabricio  no  suspira? 

Ful. 
Con  nombralle  a  Fabricio  se  entristece. 

Flo. 
¿Ya  Rosardb? 

Ful. 
Respóndeme  con  ira. 

Flo. 
¿Pues  a  cuál  de  los  dos  el  alma  ofrece? 

Ful. 
A  todos  dice  no,  con  alma  y  boca. 

Flo. 
¿Y  qué  imaginas  de  eso? 

Ful. 

Que  está  loca. 


ACTO  TERCERO 


80 


i 


(Sale  RosARDO  solo.) 
Res. 

Si  la  prisa  que  has  dado  por  casarme, 
cumpliendo  tu  palabra  y  juramento, 
era  para  encubrir  con  deshonrarme, 
Fulgencio,  de  tu  honra  el  detrimento, 
el  cielo  permitió  desengañarme 
y  a  Fabricio  tomó  por  instrumento, 
que  va  diciendo  tu  maldad  por  Alba, 
lat  uya  con  la  suya  hacienda  salva. 

¿Para  aquesto  forzabas  a  Lucrecia? 
¿Para  aquesto,  traidor,  la  maltratabas? 
Mejor  que  tú,  su  alma  estima  y  precia, 
pues,  al  fin,  conoció  que  me  engañabas. 
¿Era  de  menos  bríos  o  más  necia 
mi  sangre  y  parentela,  que  afrentabas, 
que  dársela  a  Fabricio  no  querías 
cumplir,  diciendo  obligaciones  mías 

con  esta  infame  de  tu  hija  loca, 
que  tu  casa  y  hacienda  [all  fuego  echaras 
y  que  tu  vida  y  honra  fuera  peca? 

Ful. 
Bien  se  conoce  en  tus  razones  claras 
que  el  vino  o  la  locura  te  provoca, 
que  sólo  en  él  o  en  ella  las  hallaras. 
¿Qué  dices  de  mi  honra  ni  qué  vicio 
de  mi  hija  podrá  decir  Fabricio? 

Ros. 
Fabricio  oyó  que  tu  hija  castigabas 
porque  la  hallaste  en  deshonestos  brazos. 

Ful. 
¿Con  quién? 

Ros. 
¿Con  quién? 

Ful. 

Comienzas  y  no  aca- 

Ros.  [bas. 

Con  éste,  que  yo  hiciera  mil  pedazos. 
¿Pues  qué  dirás  si  esta  maldad  acabas? 

Ful. 
Nuestros  cuellos  se  vean  en  dos  lazos, 
Rosardo,  si  el  traidor  no  te  ha  mentido, 
por  quitarle  a  Lucrecia  su  marido. 
¿Con  el  dómine  dices? 

Ros. 

Sí,  con  éste. 
Flo. 
¿Conmigo?    ¿Hay  tal   maldad?  ¡oh,  vil   infame! 


Ful. 
La  vida  haré  que  la  maldad  le  cueste, 
que  porque  no  la  doy  me  la  difame. 
Paciencia  el  cielo  o  su  rigor  me  preste. 

Flo. 

;  Y  no  es  mojer  que  a  la  justicia  llame 
Rosardo,  pues  que  en  esto  es  ofendido, 
o  entrambos,  que  eres  padre  y  él  marido? 

Ful. 
Vamos  allá,  que  importa  el  desagravio 
de  una  deshonra  como  aquesta  mía. 

Ros. 
Llévalo  a  la  justicia,  como  sabio, 
que  en  la  verdad  el  sabio  se  confía; 
y  si  quieres  mejor  vengar  tu  agravio, 
no  lo  encomiendes  a  tu  sangre  fría; 
que  yo  la  tengo  como  fuego  vivo 
y  por  propia  la  quiero  y  la  recibo. 

FUT,. 

Dejemos  por  ahora  las  espadas; 
que  los  papeles  para  el  vulgo  importan, 
porque  en  las  honras  mal  averiguadas, 
discretamente  las  palabras  cortan; 
los  que  prueban  verdades  apuradas, 
las  armas  en  sus  términos  reportan; 
que  dan,  para  probar  lo  que  penetras, 
la  sangre  manchas  y  la  tinta  letras. 

Ros. 
Pues  vamos,  que  quedaba  en  este  punto 
la  justicia  en  la  plaza  y  el  culpado. 

(Vanse  todos  y  queda  Floriano.) 

Flo.  ¡Olí,  cómo  se  traza  bien! 

¿Quién  imaginara  tal? 
Ya  soy  a  Ulises  igual, 
su  astuto  nombre  me  den. 

¿Qué  haré  para  que  esto  pare 
y  en  mi  provecho  redunde? 
¡Oh,  amor!:  tu  ciencia  me  infunde. 
Tu  inmenso  favor  me  ampare. 

(Sale  Alberto.) 

¿Dónde,  Alberto? 

Flo.  Como  vi 

que  sale  el  viejo  de  casa, 
vine  a  saber  lo  que  pasa. 

Alb.  Grande  mal  hay. 

Alb.  ¿Cómo  ansí? 

Flo.  Hice  a  Fulgencio  decir 


QO 


EL    DOMIX1-;   LUCAS 


Alb. 
Flo. 


Alb. 
Flo. 


Alb. 
Flo. 
Alb. 
Flo. 


Alb. 
Flo. 
Alb. 
Flo. 

Alb  . 
Flo. 

Alb. 

Flo. 
Alb. 
Fi/j. 


Alb. 
Flo. 
Alb. 


a  su  hija,  que  diría 

que  conmigo  estado  había 

y  él  mismo  la  vio  dormir; 

si  no  quería  a  Rosardo; 
porque  el  temor  la  venciese, 
y  quiso  Dios  que  lo  oyese 
Fabricio. 

El  suceso  aguardo. 

A  toda  Alba  lo  ha  contado, 
y  vino  Rosardo  aquí 
tal,  que  delante  de  mí 
le  ha  corrido  y  difamado. 

¿Y  paró? 

En  que  los  dos  van 
a  hacer  prender  a  Fabricio, 
que  infamalla  es  claro  indicio 
que  es  porque  no  se  la  dan. 

¿Y  tú  qué  piensas  hacer? 
Probar  que  ha  sido  verdad. 
¿Con  quién? 

La  dificultad 
en  la  probanza  ha  de  ser. 

Pero  mira,  yo  he  guardaao, 
desde  que  enseño  a  Lucrecia, 
un  papel  que  el  alma  precia 
por  tener  su  nombre  amado. 

Ella  hizo  aquesta  firma 
no  más  de  por  aprender; 
pero  aliora  vendrá  a  ser 
lo  que  esta  verdad  confirma, 

porque  puedo  encima  de  ella 
ima  cédula  escribir 
y  que  es  mi  mujer  decir. 
¿Qué  importa,  si  niega  ella? 

Yo  sé  que  no  ha  de  negar. 
Si  es  así,  no  hay  que  receles. 
También  de  ciertos  papeles 
me  tengo  de  aprovechar. 

¿Son  suyos? 

Sí,  suyos  son, 
pero  escritos  a  Fabricio. 
¿Pues  cómo  darán  indicio 
de  que  te  tuvo  afición? 

Porque  diré  que  son  míos. 
¿Cómo  a  tus  manos  llegaron? 
Las  suyas  los  arrojaron 
con  iguales  desvarios, 

cuando  creyó  que  yo  liabía 
de  .su  Lucrecia  grjzado. 
No  va  muy  mal  ordenado. 
Hoy  será  Lucrecia  mía. 

¡Plega  a  Dios  que  tus  cuidados 
tengan  fin  tan  venturo.sfj. 


Flo. 


Alb. 


Flo. 
Alb. 
Flo. 

Ale. 


que  añadas  al  ser  su  esposo 
más  de  doce  mil  ducados! 

Leonarda  tiene  seis  mil, 
que  seis  millones  quisiera, 
pero  buena  hacienda  espera. 
Ha  sido  invención  sutil. 

Hazla  que  entre  a  hablar  conmigo, 
que  estoy  muy  enamorado. 
Ya  el  dios  de  amor  te  ha  picado. 
Y  al  mismo  doy  por  testigo. 

Voy  a  escribir  el  papel 
sobre  la  firma. 

Bien  haces, 
que  él  ha  de  hacer  esas  paces; 
oblígala  mucho  en  él. 


fVanse  Floriano  por  una  parte  y  Alberto  por  otra;  sale 
el  Corregidor,  Fulgencio,  Rosardo,  Fabricio,  Ne- 
bro y  Lavino.) 

Cor. 
Parecen  mal  en  amistades  hechas, 
y  en   mi  presencia   es  justo  que  se   excusen, 
Rosardo,  las  palabras  injuriosas, 
que  esta  persona  representa  al  Duque, 
y  es  j  usto  que  en  aquesto  se  interponga 
su  autoridad  y  la  de  aquesta  vara, 
que  los  buenos  respetan  la  justicia 
y  los  malos  no  temen  el  castigo; 
averiguarse  con  razones  puede 
el  que  la  tiene  de  los  dos  en  esto. 

Ful. 
Yo  digo  que  querello  de  Fabricio 
como  difamador  de  mi  honra  y  casa, 
porque  no  le  he  querido  dar  mi  hija. 

Fab 

¿En  qué  te  he  difamado,  si  a  ti  propio 
oí  decir  lo  que  en  la  plaza  dije? 


¿A  raí?  ¿adonde? 


Ful. 

l\\n. 
En  tu  casa. 

Ful. 

¿Y  dónde   esta- 
cuando  en  mi  casa  lo  que  dije  oíste?  [bas 

I-AI». 

líntré  a  bu.scar  a  Lucas,  tu  criado, 

ése  que  en  ca.sa  y  fuera  llanum  dómine, 

y  él  .sabe  bien  que  aquesto  le  decías 


ACTO  TERCERO 


91 


con  soberbias  palabras  a  Lucrecia, 
y  en  esto  le  presento  por  testigo. 

Fut. 
Pues  yo  quiero  quedar  por  condenado, 
si  el  dómine  dijere  que  lo  ha  oído. 

Fab. 
Bien  puede  ser  que  niegue,  si,  por  dicha, 
teme  sus  amenazas  y  conoce 
el  bien  que  de  tu  casa  ha  recibido. 

Ros. 
Si  lo  sabe,  no  creas  que  lo  niegue, 
porque  es  en  tanto  extremo  buen  cristiano, 
que  contra  todos  defendió  tu  parte 
el  día  que  me  daban  a  Lucrecia; 
llamarle  importa,  vayan  a  buscalle. 

Cor. 
No  es  menester,   que  ya  se  ofrece  él  mismo 

(Siile  Floriano.) 
Fui,. 
A  buen  tiempo  has  venido. 

Cor. 

No  le  hables, 
que  quiero  examinarle  yo  primero. 
Dómine  Lucas,  puesto  que  viniste 
enfermo  y  pobre  a  casa  de  Fulgencio 
y  de  su  mano  socorrido  fuiste, 
mirad  que  no  hay  respeto  que  os  obligue 
a  que  en  daño  del  alma  juréis  falso, 
y  que  es  el  cielo  más  perfecto  amigo, 
padre  y  socorro  y  verdadero  amparo. 

F1.0. 
¿Pues  para  qué  es  agora  tanta  arenga? 
Declárate  conmigo  sin  preámbulo, 
que  soy  tan  ignorante  como  el  hábito; 
yo  sé  que  hay  Dios  y  que  es  verdad  inmensa; 
conozco  su  bondad  y  su  justicia; 
y  que  hay  rey  en  la  tierra,  que  la  rige, 
con  jueces  que  gobiernan  la  república; 
caballeros,  hidalgos,  ciudadanos, 
artífices,  mecánicos,  y  en  todo 
para  el  bien,  premio;  para  el  mal,  castigo. 

Cor. 
Pues  a  quien  sabe  y  sabe  lo  que  importa 
preciarse  un  hombre,  como  vos,  honrado, 
de  decir  la  verdad  sobre  este  prólogo. 
¿Fabricio  ha  entrado  hoy  en  vuestra  casa? 


Entró  a  buscarme. 


Fi,o. 


Cor. 


.Habló  con  vos? 


Fi,o. 

Un  poco. 

Cor. 

¿Qué  oyó  a  Fulgencio?   ¿qué  a  Lucrecia  dijo? 

F1.0. 
Que  conmigo  la  halló. 

Cor. 
¿Cierto? 

Fi,o. 

Sin  duda. 

Cor. 
¿Qué  respondes? 

Fui,. 
Confieso  que  lo  dije. 

Fab. 
¿Pues  para  qué  de  mí  querellas? 

Fui,. 

Oye, 
que  eso  es  maldad:  que  fué  invención  de  Lucas: 
porque  haciendo   a  Lucrecia   esta   amenaza 
hiciese  con  Rosardo  el  casamiento, 
temiendo  el  detrimento  de  su  honra. 

Cor. 
¿Y  fué  tuyo  el  consejo? 

Fl,o. 

No  lo  niego. 

Cor. 
¿Pues  esto  aconsejaba  un  estudiante? 
¿Qué  has  estudiado? 

Fi,o. 

Cánones  y  Leyes, 
y  soy  por  Salamanca  Licenciado. 

Cor. 
¿Tú? 


Yo. 


Fi,o. 


Cor. 


¿Pues  cómo  de  esa  suerte  vives, 
sirves,  pides  por  Dios,  y,  sin  paráfrasis, 
andas  hecho  bribón  por  las  tabernas? 


9-^ 


EL    DOMINE   LUCAS 


Fuo. 
Ninguno  con  verdad  podrá  decirlo, 
que  donde  yo  serví,  pedí  y  me  mandan, 
es  solamente  en  casa  de  Fulgencio, 
y  para  lo  que  fué.  ya  lo  habéis  visto, 
que.  al  fin.  estoy  casado  con  su  hija. 

Ros. 
¿Con  Lucrecia? 

Flo. 
¿Su  padre  no  lo  dice? 

FULG. 
¿Yo  lo  dije,  traidor?  ¡Fuera! 

Cor. 

Detente. 

Ful. 

Déjame  pasarle  aquesta  espada. 

Flo. 
Si  así  me  pasas,    casarásme  luego? 

Cor. 
Tengan  respeto  a  la  justicia  todos.  • 

Fab. 
Nadie  !e  ofenda  al  dómine,  o  presuma 
que  Fabricio  y  sus  deudos  le  defienden. 

Ful. 
Ya  no  me  quejo  de  él,  pero  es  muy  justo 
que  de  vo.sotros  todos  forme  queja, 
que  a  un  loco  dais  en  mi  deshonra  crédito. 

Flo. 
Si  soy  loco,  no  quiero  ser  creído; 
mas  si  de  lo  que  digo  doy  probanza, 
¿por  qué  no  me  tendrás  por  hombre  cuerdo? 

Ful. 
¿Pues  qué  probanza  tienes,  enemigo? 

Lro. 
;Dc  Lucrecia  no  basta  aquesta  cédula 
y  dos  papeles  .suyos  amorosos, 
de  letra  ajena,  aunque  de  propia  nota, 
porque  escribir  entontes  no  sabía? 

Ful. 
¿Cédula  de  I^ucrecia? 

Fi/). 

Fsta  presento, 
LÍAandro,  ¡xjr  mi  abono,  y  sean  testigos 
que  se  la  doy  y  entrego. 


Cor. 

Está  seguro 
que  no  te  faltará. 

Ful. 
Muestra  la  firma. 

Flo. 
La  cédula  leed. 

Cor. 

Así  comienza: 
«CÉDULA  :  Digo  yo,  Lucrecia  Fulgencia,  que 
siempre  que  me  sea  pedido  por  Lucas  de  Ma- 
drid, estudiante  que  en  mi  casa  vive,  me  entre- 
garé por  su  propia  mujer,  sin  para  ello  alegar 
cosa  en  contrario,  porque  de  mi  propia  volun- 
tad hago  este  casamiento. — Lucrecia  Fulgencia. iy 

Ful. 
¿Hay  maldad  semejante?  ¿Que  hombres  cuerdos 
puedan  creer  una  maldad  tan  grande? 
Eso  es  mentira  e  invención  notoria. 

Ros. 
Pide,  señor,  que  prenden  a  Fabricio. 

Ful. 
Que  prendas  a  Fabricio  te  requiero. 

Fab. 
¿A  mí?  ¿por  qué? 

Ful. 
Porque  es  invención  tuya; 
que  te  has  aprovccliado  de  e.ste  loco 
y  has  heclio  aquesta  cédula  fingida. 

Fab. 
¿Que  es  menester  prenderme  para  eso? 

Cor. 
Ni  yo  puedo  prenderle  sin  testigos. 

Ful. 
Pues  echa  mano  del  infame  dómine, 
que  él  dirá  la  verdad  en  el  tormento. 

Flo. 

Sea  el  tormento  de  tu  propia  hija, 

aunque  será  el  descanso  de  mi  alma; 

condéneme  su  lengua,  y  si  ella  dice 

que  aquesto  no  es  verdad,  ¡¡onme  en  nii  jialo, 

que  allí  quiero  morir  pedazos  hecho. 

Cor. 
Bien  dice,  bien  se  allana,  ¿qué  le  pides? 


ACTO  TERCERO 


93 


Fui,. 
Ásganle  bien,  que  puede,  si  va  suelto, 
meterse  en  San  Esteban,  de  camino. 

Cor. 
No  es  menester  asille,  yo  le  fío. 

F1.0. 
Que  no  me  iré,  aunque  me  echéis  a  palos. 

Fui,. 
¡Ay,  pobre  viejo! 

Fab. 

Dómine,  ¿qué  es  esto? 

Fl,o. 
Dómine  de  esta  casa  seré  presto. 

(Vanse.  Sale   Decio,   el  capigorrón,  y  el  Mesonero. 

DEC.  ¿Palabras  tan  afrentosas 

me  habéis  de  decir  a  mí? 
Mes.  ¿Qué  es  del  vestido  que  os  di, 

medias,  plumas  y  otras  cosas? 
DEC.  Cuando  entré  en  vuestro  mesón, 

¿no  me  viste  por  criado 
de  Floriano? 
Mes.  Habéis  dado 

muestras  de  fino  ladrón. 

Verdad  es  que  os  vi  con  él, 
pero  ya  con  él  no  estáis, 
pues  ha  más  de  un  mes  que  andáis 
en  este  lugar  sin  él. 

Una  carta  me  trajisteis 
para  que  el  vestido  os  diese, 
y  no  querría  que  fuese 
fingida . 
Dec.  ¿y  vos  qué  la  hicisteis? 

Mes.  Guardada  la  tengo  aquí. 

Dec.  ¿Pues  de  qué  habéis  colegido 

que  me  he  llevado  el  vestido? 
Mes.  ¡Qué  necio  en  dároslo  fui, 

sin  tomar  un  fiador 
o  buena  seguridad! 
Dec.  Que  se  le  he  dado,  es  verdad. 

Mes.  ¿Vos?  ¿a  quién? 

Dec.  a  mi  señor. 

Mes.  Algún  ropante,  que  ya 

le  tendrá  en  la  percha  puesto; 
confesad  la  verdad  presto 
y  decidme  adonde  está. 
Dec.  Digo  que  ya  se  le  di. 

Mes.  Pues  no  habéis  de  Alba  salido, 

¿y  habéis  llevado  el  vestido? 


Dec.  ¿Eso  os  da  sospecha? 

Mes.  Sí. 

Que  hay  quien  dice  que  no  hay  día 

que  en  la  taberna  no  os  ve. 
Dec.  ¿Qué  importa  si  lo  llevé, 

y  eso  de  vuelta  sería? 
¡Suelta,  diablo! 
Mes.  ¿Oyete? 

Dec.  ¡Suelta! 

Mes.  Por  el  Duque,  don  bribón, 

que  te  deshaga  la  faz. 
Dec.  Averigüémoslo  en  paz. 

Mes.  Eso  pido. 

Dec.  ¡Oh,  confusión!. 

Buen  huésped:  ¿tendrás  secreto? 
Mes.  Eso  sí,  decid  verdad 

y  de  quien  yo  soy  fiad. 
Dec.  ¿Que  he  de  decirlo,  en  efeto? 

Mes.  ¿Dónde  lo  habéis  empeñad  ? 

Dec.  Que  no  es  eso  lo  que  os  pido. 

Mes.  ¿Pues  cómo?:  ¿habéisle  vendidoo 

Dec.  Al  mismo  dueño  lo  he  dado; 

sino  que  escondido  está 

en  casa  de  vma  mujer. 
Mes.  Sí,  mas  téngolo  de  ver. 

Dec.  Venid,  con  el  diablo,  ya, 

que  yo  sé  (i)  que  ha  de  matarme, 
■  que  no  tengo  de  (2)  eso  pena, 

¡Soltadme! 
MES.  La  industria  es  buena: 

¿pensábades  engañarme? 

(Vanse,  y  sale  el  Gobernador,  (3)  Fulgencio,  Rosar 
DO,  I.ucrecia,  L,eonarda,  Fabricio  y  Floriano.) 

Fui,.  ¡Traidora!,  ¿que,  esto  confiesas? 

lyUC.  Digo  que  es  Lucas  mi  esposo. 

Ros.  ¿Ya  no  os  mostráis  riguroso? 

GoB.  Las  probanzas  son  expresas. 

¿Es  aquesta  vuestra  finna? 
Luc.  Digo,  señor,  que  lo  es. 

Flo.  Querella  de  mí  desp  és, 

si  ella  lo  dice  y  confirma. 
GoB.  Ellos  están  concertados. 

Leo  y  si  importa  lo  que    igo, 

digo  que  yo  soy  testigo 

de  haberlos  visto  abrazados. 
GoB.  ¿Adonde? 

Leo.  En  la  alquería, 

cuando  allá  nos  envió 

Fulgencio. 


( 1 )  En  Hartz.  «Aunque  sé». 

(2)  En  Hartz.  «Sin  deber  por». 

(3)  Hartz.  emuieuda  «Corregidor». 


94 


EL   DOMINE   LUCAS 


FVI.. 


Res. 


GCB. 

Ros. 
Flo. 
Res. 
Flo. 

Res. 
Fl-L. 

GOB. 

Flt.. 

'  .OB. 

Mks. 

DEC. 

Mks. 
GoB. 
Mks. 

Dec. 

G,OB. 


Pensaba  yo 
que  honrada  hija  tenía; 

pero  pues  es  tan  infame 
que  ella  misma  se  condena, 
quedándose  en  mí  la  buena, 
tu  sangre  infame  (i)  derrame. 

¡Vive  Dios,  que  has  de  morir! 
Y  yo  propio,  si  yo  he  sido 
quien  pensó  ser  su  marido, 
pienso  el  traidor  perseguir; 

que,  en  faltando  de  mis  ojos, 
esa  vara  a  quien  respeto, 
le  he  de  acabar,  y,  en  efeto, 
satisfacer  mis  enojos. 

Y  tú,  que  el  lugar  gobiernas, 
¿pennites  esta  traición? 
Hablad  más  bajo. 

¡Ladrón!,  (2) 
yo  os  he  de  cortar  las  piernas. 

Suplico  a  vniestra  merced 
siquiera  me  deje  una. 
No  os  ha  de  quedar  ningima; 
ni  vida,  infame,  creed. 

¡Ea,  no  más,  hablador! 
que  si  otra  espada  tuviera, 
echado  a  mis  pies  te  hiciera 
confesar  tu  loco  error, 

¿Hay  desvergüenza  como  ésta? 
¿Esto  a  un  villano  escucháis? 
¿Qué  ha  de  hacer,  si  le  afrentáis? 
Y  vos  también,  dama  honesta, 

llevadlos  a  xniestra  casa. 
Honrad,  señor,  vuestro  yerno, 
¿Cómo  mi  yerno?  En  eterno 
fuego  primero  me  abrasa. 
¿Eso  me  liabéis  de  decir? 
¿Pues  qué (3)  se  puede  hacer 
si  dijo  que  es  su  mujer? 
Xo  lo  querer  consentir. 

(Sale  Decio  y  el  Mesonfro.) 

Huélgome,  que  hemos  venido 
donde  la  justicia  está. 
Xo  habéis  de  d.ir  voces  ya. 
Vo  he  de  cobrar  el  vestido. 

¿Qué  es  esto? 

Un  pleito,  .señor, 
¿Y  aquí  se  ha  de  averiguar? 
¿Queréis,  buen  hombre,  callar? 
¿Xo  era  en  la  audií  ncia  mejor. ^ 


Mes. 


(i)     Hartz.  rnmirnda:  tbu  .san((rc  miui  se». 
12)     Hnrlz.  •Jlriix'm!». 
(3)     Hartz.  •l'ues  eso*. 


DEC. 


GCB. 

Flo. 
Dec. 

Mes, 
Dec. 
Flo. 
Ful. 
Mes. 
Ful. 
Mes. 

Leo. 

Flo. 
Leo. 

Flo. 
Leo. 

Flo. 
Leo. 

Ful. 
Leo. 


GOB. 

Leo. 

GOB. 


l'UL. 

Ros. 
Mes. 

GOB, 

Leo. 


En  mi  mesón  ha  posado 
Floriano,  el  caballero 
que  deshizo  el  toro  fiero 
al  pie  de  \'nestro  tablado. 

Dióme  a  guardar  un  vestido, 
mientras  a  Madrid  se  fué, 
el  cual  después  entregué 
al  que  ahora  traigo  asido, 

Pero  he  venido  a  entender 
que  fué  la  carta  fingida. 
Esa  es  maldad  conocida 
y  muy  fácil  de  entender. 

Y  dígalo  Floriano, 
pues  aquí  presente  está. 
¿Quién  esp 

Yo. 

Pregunta  ya 
si  le  di  el  vestido,  hermano. 

Señor,  ¿cómo  es+áis  así? 
Ya  me  dejaréis  en  paz. 
Buen  huésped  es  vm  disfraz. 
¿Este  es  Floriano? 

Sí. 
¿Conocéisle? 

Y  dos  mil  veces 
ha  posado  en  mi  mesón. 
No  está  mala  la  invención; 
que  te  azotasen  mereces, 
¿Por  qué? 

Por  haber  fingido 
que  eres  P^loriano. 

Y  lo  soy. 
¿Cómo,  si  con  él  estoy 
casada? 

Engañada  has  sido. 
Señores,  no  es  Floriano, 
que  estoy  casada  con  él. 
¿Pues  adonde  está,  qué  es  de  él? 
Hoy  me  dio  sti  propia  mano, 
y  yo  le  he  dado  la  mía. 

Y  éste  trazó  el  casamiento. 
¿Pues  dónde  está? 

En  su  aposento. 
¿Hay  tan  gran  bellaquería? 
Que  se  fingiese  l'loriano 
con  estos  fal.sos  testigos. 

Y  que  los  han  dado  amigos. 
Con  que  los  untó  la  mano. 

Floriano  digo  que  es 
caballero  de  Madrid. 
Xo  ha  sido  malo  el  ardid. 
¿Y  a  qué  te  ofreces  después, 

si  traigo  aquí  a  I''loriano, 


ACTO  TERCERO 


95 


Mi;s.  A  que  me  saquen  los  dientes, 

Ya  espero,  señor,  que  cuentes 
tu  vida,  encubierta  en  vano, 

Flo.  ¿Qué  hay  en  eso  que  decir 

sino  que  ese  propio  soy, 
aunque  en  este  traje  estoy, 
porque  lo  quise  fingir? 

Después  que  el  toro  maté, 
en  la  plaza  rebozado, 
a  Decio,  que  es  mi  criado, 
este  vestido  tomé. 

Y  con  él  me  descubrí, 
como  habéis  visto,  a  Lucrecia. 

Ful.  No  la  culpo  yo  de  necia, 

si  es  verdad  que  pasa  así, 

Luc.  Ni  me  tengas  por  mujer 

que  menos  que  a  Floriano 
había  de  dar  la  mano. 

(Sale  L,FONARDA  y  -\lberto.) 

Leo.  ¿Que  ami  no  lo  podéis  creer? 

Ya  vienen  los  dos  aquí. 
Alb.  No,  que  soy  Alberto  yo, 

que  Floriano  me  dio 
su  nombre,  Leonarda,  a  mí. 
Aunque  como  la  amistad 
ha  sido  tan  verdadera, 
por  su  mismo  ser  pudiera. 
Leo.  ¿Eso  es  cierto? 

Alb.  Esto  es  verdad. 

Aunque  también  esto  es  llano, 
que  es  tanto  el  amor  que  ves, 
que  no  sabemos  quién  es 
Alberto  ni  Floriano. 

Aunque  yo  tengo  por  cierto, 
segiin  en  el  mismo  estoy. 


que  yo  Floriano  soy 

y  que  él  es  el  mismo  Alberto. 

Si  contigo  me  casé, 
no  creo  que  te  he  engañado; 
que  soy  caballero  honrado 
y  alguna  renta  heredé. 

De  Floriano  soy  primo, 
y  así,  pues,  eres  su  prima, 
a  mí,  Lucrecia,  me  estima 
en  lo  mismo  que  la  estimo. 

Leo.  I^igo  que  ya  soy  contenta 

de  hacer  tan  buen  casamiento, 
y  perdono  el  fingimiento. 

Ful.  Ellos  se  han  hecho  la  cuenta. 

No  hay  más  tío  ni  respeto. 

Leo.  Pienso  que  será  tu  gusto, 

pues  es  negocio  tan  justo. 

Ful.  Eso  yo  te  lo  prometo. — 

Y  vos,  dómine,  ¿no  habláis? 

Fue.  Yo  os  pido,  señor,  perdón. 

Ful.  Mejor  es  la  bendición 

por  el  favor  que  me  dais. 
Abrazad  a  esos  señores 
y  dad  la  mano  a  esa  dama. 

Ros.  Vos  tenéis  yerno  de  fama. 

Fab.  ¡Extremado  fin  de  amores! 

Ful.  Ya  sois  dómine  de  casa, 

de  mi  hija  y  de  mi  hacienda. 

Flo.  a  esto  llega,  dulce  prenda, 

quien  tantos  trabajos  pasa. 

Lup.  Merécelo  mi  afición. 

Flo.  El  dómine  acaba  aquí, 

y  por  todos  y  por  mi 
pide  al  senado  perdón. 

.     FIN  DE  LA  F.-VMOSA  COMEDIA 

DEL  domine  lucas 


L\  FAMOSA  COMEDIA 


DK 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


ACTO     P  RIMERO 


FIGURAS   DEL   PRIMER  ACTO 


Gerardo,  vii-io. 
LfPERCio,  su  hijo. 
Sabino,  su  criado. 
Ft'LGENCiA,  dama. 
KiSELO,  su  criado. 


Celauro.  scntilhombre. 
Alfredo,  su  criado. 
Leonela.  hermana  de  Celauro. 
Octavio,  caballero. 
Akisto,  su  criado. 


(Gerardo,  padre;  L,upercio,  hijo.) 

Ger.  ¡Traidor!,  ^con  una  mujer 

tan  loca  y  pobre  te  casas? 
LUP.  Siempre  para  bien  hacer 

tienes  las  manos  escasas, 

y  largas  para  ofender. 
Padre,  el  báculo  reporta. 
Ger.  ¿Por  qué,  si  me  rompe  y  corta 

tu  infamia  el  de  mi  vejez, 

y  yo  sé  bien  (jue  esta  vez 

volverle  espada  me  importa? 
Y  no  ha  estado  más  tu  vida 

que  en  traer  esta  cayada, 

en  vez  de  la  espada  asida 

para  la  mano  arrugada, 

no  para  el  lado  ceñida. 
Luí».  ¡Pluguiera    a  Dios   que  lo    fuera, 

ix)rque  menos  me  afrentara 

cuando  la  muerte  me  diera, 

y  esta  sangre  de  mi  cara 

honradamente  saliera! 
Soy  tu  hijo  y  caballero. 
Gl-.k.  ¿Pues  qué  tiene  de  grosero 

que  uno  y  otro  la  derrame? 
J/i  1'.  Porque  es  la  del  palo  infame, 

y  honrada  la  del  acero. 
Gkk.  ¿IvUego  las  leyes  del  duelo 

tocan  a  los  padres? 
L'í'.  Tocan 

a  cuantos  hoy  cubre  el  cielo 
Gkk.  Tiw  locuras  me  provocan 

u  lionrar  de  tu  sangre  el  suelo. 
Luí*.  Tu  ira,  .«ef»>r,  contenta, 

niíi-s  jxjrque   no  está   a   mi   cuenta. 
'•iK  l'orque  el  padre  y  el  señor, 


lyUP. 

Ger. 
Lup. 
Ger. 
Lup. 


Ger. 
Lup. 
Ger. 
Li'P. 


Ger. 


Lup. 


Ger. 


Lup. 
Geu. 


la  justicia  y  el  mayor 
no  pueden  hacer  afrenta. 

Antes  yo  me  vengo  en  ti 
de  la  que  me  has  hecho  a  mí, 
si  un  loco  puede  afrentar. 
¿Tú  te  pretendes  casar 
sin  mi  gusto? 

Escucha. 

Di. 

¿Quién  te  ha  dicho  que  me  caso? 
El  pueblo,  que  es  voz  de  Dios. 
No  es  su  voz  en  cualquier  caso, 
ni  es  el  pueblo  un  hombie  o  dos, 
o  una  calle  por  quien  paso 

¿Cómo  no? 

Pruébolo. 

Di. 
Si  aquel  que  me  envidia  a  nu' 
lo  dice  de  malicioso, 
voz  de  Dios  y  de  envidio.so 
t  no  puede  ser. 

Es  ansí. 

Mas  di,  ¿la  justicia  en  Dios 
no  es  atributo? 

Sí,  es; 
cristianos  somos  los  dos; 
y  que  ésta  temáis  después 
es  ejemplo  para  vos. 

¿Pues  Dios  para  castigar 
no  suele  a  veces  tomar 
los  malos  por  instrumento? 
Luego  es  llano  el  argumento; 
justicia  se  han  de  llamar. 

En  cuanto  aquel  a  ministerio. 
Pues  aqueste  vituperio, 
lie  mi  honor  ])or  tu  ocasión, 
tiene  e.sta  misma  razón, 
y  yo  en  ti  paterno  imperio. 

¿Pero  para  (jué  disputo 
contigo,  si  tengo  en  ti 
jioder  (i)  ab.solutor' 


(I)     Vcr«oiiu(>nii)kt<>,  II;iil/.i.iiljiisdi  lo  completó  así: 
«¿poder  plcuu  y  absoluto?». 


ACTO    PRIMERO 


97 


Lup.  ¿Q"é  tienes  tú  contra  mí, 

si  tu  mandado  ejecuto? 
Ger.  Mi  sangre. 

Lup.  La  que  has  sacado 

por  eso  no  te  la  pido. 
Ger.  ¿Cómo? 

Lup.  Porque  me  la  has  dado. 

Ger.  ¡Ah,  cordero  en  el  vestido 

y  en  piel  de  lobo  aforrado! 
Dime  luego  la  verdad: 

¿quién  es  aquesta  mujer? 
Lup.  Mujer  es  de  calidad. 

Ger.  ¿Luego  liaste  casado? 

Lup.  Ayer. 

Ger.  ¿Hay  tan  notable  maldad? 

Justicia  venga  del  cielo 

sobre  ti. 
IvUP.  Tente,  señor, 

que  no  fué  en  esto  mi  celo 

más  que  probar  tu  rigor; 

vesme  aquí  echado  en  el  suelo. 
Ger.  ¿Que  no  lo  has  hecho? 

T<up.  Quería; 

pero  ya  que  sé  tu  gusto, 

es  tu  voluntad  la  mía; 

con  ella  mi  gusto  ajusto. 
Ger.  y  yo  te  engendro  este  día. 

Hoy  has  nacido,  Lupercio; 

hoy,  con  sólo  obedecer, 

mi  amor  has  crecido  un  tercio. 

Deja  esa  vana  mujer 

y  su  lascivo  comercio. 
Deja,  hijo  de  mi  vida, 

el  vano  amor,  y  repara 

que  has  de  dejar  ofendida 

la  sangre  y  virtud  más  clara 

que  ha  sido  vista  ni  oída. 
Bien  sé  qué  es  tener  pasión. 

Mozo  fui;  pero  ya  basta 

su  infame  conversación; 

juega,  come,  viste,  gasta, 

busca  otra  nueva  pasión. 
Haz  una  gala  costosa, 

rinde  un  caballo  andaluz 

con  la  espuela  rigurosa, 

o  con  el  presto  arcabuz 

el  ciervo  o  liebre  medrosa, 

¿Qué  quieres?  ¿qué  has  menester? 

¿Quiérete  coger  cercado 

por  pobre  aquesa  mujer? 

¿Qaé  debes?   ¿qué  te  han  prestado? 

¿qué  es  lo  que  empeñaste  ayer? 
No  tengas  vergüenza,  dame 


LuP. 

Ger. 
Lup. 
Ger. 


Lup. 
Ger. 


Lup. 
Ger. 

Lup. 
Ger. 


Lup. 


esos  brazos,  y  mi  amor 
deshaga  el  amor  infame. 
Deja  que  a  tus  pies,  señor, 
tu  sangre  en  agua  derrame. 

No  más  perdición  pasada; 
tabla  nueva  soy  desde  hoy: 
escribe  en  mí. 

Xo  me  agrada 
que  seas  papel. 

Pues  soy 
piedra  en  tus  manos  labrada. 

Esto  que  ahora  te  imprimo 
quiero  que  dure,  pues  es 
mi  honor,  el  que  sólo  estimo; 
no  le  venza  el  interés, 
pues  a  tus  gastos  me  animo. 

En  esta  bolsa,  contados 
van  ciento  veinte  ducados 
que  son,  y  doce  escudos, 
dos  reales  y  otros  menudos, 
por  una  deuda  pagados. 

Espera,  ¿quiéreslo  ver? 
No,  señor,  no  es  menester, 
que  así  tu  crédito  afrentas. 
Bien  se  ve,   pues  no  los  cuentas, 
que  no  los  has  de  volver. 

Gasta,  huélgate  y  pasea, 
y  mi  bendición  te  alcance. 
Llorar  me  has  hecho. 

¿Ha}',  quién  vea 
tu  humildad... 

¡Dichoso  lance! 
Que  tus  desatinos  crea? 

Adiós. 

(Vase  Gerardo.) 

El  te  guarde,  y  guarde 
la  vida  del  ángel  mío; 
¿qué  miro?    ¿qué  estoy  cobarde? 
¿cómo  este  plus  (i)  no  le  envío, 
que  para  amor  todo  es  tarde? 

Corre  con  el  pensamiento, 
como  tiene  alas  amor. 
Pero  ¿hay  tan  gracioso  cuento? 
¿Hay  tal  padre,  hay  tal  rigor, 
hay  tan  lindo  casamiento? 

Pues,  señor  viejo,  paciencia; 
que,  ¡vive  Dios!,  que  está  hecho 
y  que  es  vana  resistencia 
de  un  determinado  pecho 
castigo,  ni  diligencia. 


(i)     Hartz.  eniueadó  mcIou')  en  lugar  de  <.plus». 


Xlt 


o8 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


Sab. 


Lrp. 

Sab. 
Lrp. 

Sab. 

Sab 
Iji'. 


Lup. 


Piensa  un  padre  que  no  hay  más 
de  casarte  (i)  y  no  te  cases, 
y  que  no  exceda  jamás 
un  hijo  de  estos  compases; 
y  amor  no  danza  a  compás. 

Es  muy  vieja  esta  pasión 
con  mil  trabajos  prolijos, 
para  más  confirmación, 
y  con  dos  líennosos  hijos, 
sellos  de  esta  provisión. 

Y  no  j)endientes  de  seda, 
sino  de  tu  blanco  pecho, 
que  no  hay  nieve  que  no  exceda; 
y  lazo  que  es  tan  estrecho 
no  es  bien  que  romperse  pueda. 

(Entre  Sabino,  criado.) 

Basta,  que  has  dado  en  la  treta 
de  quien  debe,  pues  te  escondes 
cuando  el  pagar  te  inquieta; 
mal  a  la  deuda  respondes; 
no  es  satisfacción  discreta. 

Hoy  prometiste  llevar 
dineros  para  Fulgencia, 
y  hasla  mandado  esperar 
sobre  su  misma  paciencia, 
plazo  que  no  ha  de  llegar. 

Advierte  que  si  es  mujer 
y  se  sustenta  de  ver 
tu  talle  a  falta  de  todo, 
que  hay  dos  niños,  que  de  un  modo 
saben  llorar  y  comer. 

Avisa  si  ha  de  empeñarse 
otra  basquina  o  baquero. 
Si   im   triste   quiere   ahorcarse, 
nmica  falta  un  majadero 
que  le  ayude  a  rematarse. 

¿Estarás  muy  triste? 

Estoy, 
Sabino,  para  matarme. 
De  eso  comeremos  hoy; 
^qué,  no  hay  plata? 

Ni  un   adarme; 
ahora  a  venderme  voy. 

(iJe  qué  estás  tan  de.scompuesto? 
\)i¿  estii  manera  me  ha  puesto 
el  buen  viejo,  a  puros  palos. 
En  verdad  que  no  son  malos, 
j>ara  no  comer  tan  presto. 

¡Olí,  que  le  acabe  la  j^ota! 
No,  sino  el  mar  de  mi  amor, 


cuando  su  campo  alborota, 

esperaba  su  favor. 

Sab. 

¿Tras  tanta  bníjula,  sota? 

¿Qué  hemos  de  hacer? 

Lup. 

Morir. 

S--^. 

¡Bueno! 

Lup. 

A  Italia  me  quiero  ir. 

Sab. 

Y  que  se  quede  al  sereno 

tu  mujer  y  hijos. 

Lup. 

0  asir 

algún  vaso  de  veneno. 

Sab. 

¿Querrás  brindarme? 

Lup. 

Xo  quiero 

sino  bebérmelo  entero. 

S.\b. 

»Si  en  la  mano  lo  tuvieras, 

sospecho  que  de  él  me  dieras. 

Lup. 

A  la  ocasión  me  refiero. 

(Alce  la  bolsa.) 

¿Beberé? 

Sab. 

¡Ten,  pesia  tal! 

¿Es  bolsa? 

Lup. 

¿Pues  no  lo  ves? 

¿Estaráte  el  medio  mal? 

Sab 

Y  aunque  todo  me  lo  des. 

¿es  oro?  (i) 

Lup. 

Sí. 

Sab. 

Rico  metal. 

Lup. 

Fuera  como  oro  potable. 

vSab, 

¿Dime,  señor,  quién  te  dio 

su  epíctima  favorable? 

Lup. 

Del  mismo  palo  salió 

el  antídoto  admirable. 

Toma,  y  a  la  plaza  irás. 

donde  de  cenar  traerás, 

con  que  excedas  las  comidas 

de  Oeopatra. 

Sab. 

Eres  un  :Midas. 

Lup. 

Mido  esta  bolsa  y  no  más. 

Camina. 

S.\B. 

¿Traeré  mi  capón? 

Lup. 

Trac  im  pavo. 

Sab. 

¿Habrá  perdiz? 

Lup. 

Con  su  pimienta  y  limón. 

(lue  es  de  este  invierno  el  tapiz, 

y  para  el  vino  un  jamón. 

Sab. 

De  lo  de  a  dos  pelos  saco. 

Lup. 

Yo,  en  tanto,  a  Fulgí ncia  aplaco 

de  desta  mi  ausencia  tardía. 

Sab. 

¡.'\h,  cómo  Venus  se  enfría, 

si  faltan  Ceres  y  Baco! 

(i>     Hartz.  enmendó  (<in  i>r<il».iljk- a<.i<iio  «<  .tsau 


(i)     Hartz.  corrígí6  «¿oro  os?»  pura  (juc  el  verso  no 
resulte  lurjfo. 


ACTO    trímero 


99 


(Vayanse.  Entren  Fvlgencia  y  Cixauro.) 

Cei,.  Digo  que  ti  no  haber  venido 

de  lo  que  digo  procede. 

Ful.  ¿Tanto  mi  desdicha  puede? 

CeIy.  Mucho  en  el  querer  Jo  has  sido. 

Porque  si  eres  extremada 
en  discreción  y  hermosura, 
fué  pensión  de  tu  ventura 
ser  en  amor  desdichada. 

Fui,.  ¿Que  mi  Lupercio,  Celauro, 

quiere  bien  a  otra  mujer? 

CEU.  Su  amistad  quiero  ofender, 

porque  tu  vida  restauro. 

Digo,  Fulgencia,  que  sí, 
y  que  el  no  venir  a  casa 
es  que  por  ella  se  abrasa 
y  no  se  acuerda  de  ti. 

Fuu.  ¿De  mí  no  se  acuerda? 

Cei,.  Xo. 

Fru.  cQué  dices,  Celauro? 

Ceu.  Digo 

que  no  es  Lupercio  mi  amigo, 
de'spués  que  tú  fe  rompió. 

¡Jesús!,  ¿quién  imaginará 
que,  por  viles  ocasiones, 
a  tales  obligaciones 
pudiera  volver  la  cara? 

¿Esto  es  amor?  ¿esto  fe? 
¿esto  es  años  de  amistad? 
¿esto  es  gusto?  ¿esto  es  lealtad? 
¿esto  en  los  hombres  se  ve? 

Hombre  soy,  y  desde  aqiu', 
para  que  mejor  te  asombres, 
quiero  estar  mal  con  los  hombres, 
quiero  comenzar  per  mí. 

Fuu.  Dame  un  poco  de  lugar, 

para  que  mi  sentimiento 
se  pueda  de  mi  tormento 
más  a  la  larga  informar. 

Que  si  de  él  ansí  te  quejas, 
y  no  te  importando  a  ti, 
¿no  sabré  yo  para  mí 
las  injurias  que  me  dejas? 

En  fin,  ¿dices  que  este  hombre 
quiere  bien  a  otra  mujer? 

Ceu.  y  digo  que  lo  has  de  ver, 

y  saber  su  casa  y  nombre. 

Fuu.  Digo  que  es  poca  lealtad 

de  una  mujer  como  yo, 
a  quien  Lupercio  obligó 
con  su  hacienda  y  voluntad, 

creer  de  él  esta  bajeza 
sin  remitillo  a  la  vista. 


CEU. 


Fuu. 

CEU. 
Fuu. 


CEU. 


Fuu. 
CEU. 


Fuu. 


CEU. 


Fu-U. 
CEU. 


Quien  la  costumbre  conquista, 
emprende  (i)  a  naturaleza. 

El  trato  te  hace  estar 
tan  confiada  del  daño, 
pues  no  puede  el  desengaño 
tu  loco  amor  derribar. 

Si  no  juzgas  por  traición 
ser  de  Lupercio  enemigo, 
ven  esta  noche  conmigo, 
verás  su  loca  afición. 

Verás  que  lo  que  se  goza 
se  tiene  en  poco  o  fastidia, 
y  que  ha  de  engendrar  tu  envida 
celos  de  una  hermosa  moza. 

¿Qué  eso  podré  ver? 

Y  como 
si  es  secreto  que  me  fía. 
Notable  paciencia  mía; 
como  de  burlas  lo  tomo. 

Ahora  bien,   ¿de  qué  manera 
podré  verlo? 

Rebozada, 
o  como  hombre  disfrazada, 
al  descuido  desde  fuera. 

¿A  qué  hora? 

Entre  las  doce 
y  la  tma  la  ha  de  hablar; 
y  como  él  acierte  a  entrar, 
ten  por  cierto  que  la  goce. 

Y  si  aquesto  no  te  obliga 
a  estimar  mi  volimtad, 
y  su  mucha  deslealtad 
no  te  ofende  y  desobliga, 

desde  aUí  me  verás  ir 
donde  mmca  más  me  veas. 
Oue  haré  lo  contrario  creas, 
que  no  me  quiero  morir. 

Somos  todas  las  mujeres 
de  un  humor  tan  bien  dispueto 
que  nos  consolamos  presto. 
Basta  decir  que  lo  eres. 

Está  a  punto  prevenida, 
que  Alfredo  vendrá  por  ti. 
¿Que  también  lo  sabe? 

Sí, 
que  es  testigo  de  mi  vida. 

Ya  sabes  que  los  criados 
no  se  excusan  el  secreto, 
porque  son  para  este  efeto 
enemigos  no  excusados. 

En  fin,  es  hombre  de  bien. 


(i)     Hartz.  enmendó  «desmiente». 


lOO 


LOS    EMBUSTES    DE    CEI.AURO 


Fui.. 
Cel. 


Ful. 
Cei.. 

Fui,. 


Pues  llama,  en  siendo  ocasión. 
El  te  hace  a  ti  traición 
y  yo  a  Lupercio  también. 

Pero,  en  fin,  más  te  debía 
y  menos  bien  te  ha  pagado, 
pues  yo  estoy  por  ti  abrasado 
y  él  entre  fuego  se  enfría. 

\'oinie,  ¡plega  a  Dios  que  sea, 
Fulgencia,  para  tu  bien! 
Celauro,  aun  el  bien  no  es  bien 
para  quien  no  lo  desea. 

Todas  estas  cosas  dichas 
verás  en  dando  las  once. 

(Vase  Celauro.) 


Fui,. 


El  alma  tiene  de  bronce 

quian  quiere  ver  sus  desdichas. 

La  mano  pone  en  la  caliente  cama 
del  áspid  que  el  veneno  ardiente  espira; 
desde  cerca  a  las  piedras  flechas  tira, 
el  \'idr¡o  quiebra  y  el  licor  derrama. 

Su  infamia  dice  al  vulgo,  y  a  la  fama; 
al  hambriento  león  incita  a  ira, 
al  toro  silba,  al  basilisco  mira, 
al  VIVO  fuego  quiere  asir  la  llama. 

La  jaula  rompe  al  tigre,  y  abre  al  loco; 
en  el  mar  busca  la  perdida  joya, 
y  escupe,  cuando  menos,  a  los  cielos. 

La  espada  del  contrario  tiene  en  poco, 
y  el  caballo  de  Grecia  lleva  a  Troya 
quien  quiere  averiguar  sus  propios  celos. 

(Lupercio  entre.) 

LUP.  Mi  señora,  enhorabuena 

mis  ojos  merezcan  veros, 
y  se  alegre  el  alma,  llena 
de  la  luz  de  esos  luceros 
de  la  noche  más  serena. 

Norabuena,  mujer  mía, 
salga  el  sol  de  mi  alegría, 
y  para  dar  gloria  al  suelo, 
el  aurora  de  mi  cielo 
abra  las  puertas  al  día. 

Norabuena,  mi  Pulgencia, 
vertiendo  i>erlas  y  rosas, 
corra  el  alba  sin  licencia 
las  cortinas  temerosas 
de  la  noche  de  mi  ansencia. 

Norabuena  yo  merezca, 
después  (juc  el  sol  amanezca, 
ver  un  ángel  como  vos, 
donde  la  i  magen  de  Dios 
más  al  vivo  re.splandezca. 


Lup. 


Fui,. 
Lup. 


Fui,. 
Lup. 


Fui,. 


Lup. 

Fui,. 
Lup. 
Fui,. 


Lup. 


Y  norabuena  os  lo  diga, 
no  amiga  en  breve  amistad, 
mas  mujer  que  a  eterna  obliga, 
aunque  si  digo  verdad, 
imuca  fuiste  más  mi  amiga. 

]VIil  horas,  y  todas  buenas, 
por  mi  gloria  os  dan  mis  penas. 
¡Qué  gracioso  habéis  llegado!; 
las  horas  que  habéis  tardado 
me  pagáis  en  horas  buenas. 

Y  a  quien  sin  verme  se  pasa 
hasta  en  cortesía  escasa 

la  gente  de  fuera  imita, 
que  norabuena  y  visita 
es  muy  de  fuera  de  casa. 

¿Qué  habéis  hecho  tantos  años 
horas  digo,  perdonad? 
Son  mis  padres  tan  extraños, 
que  anda  su  riguridad 
a  caza  de  mis  engaños. 

Mi  viejo  dice  que  estoy 
casado  con  vos,  mi  bien. 
Dirá  cuan  indigna  soy. ' 
Dirá  el  alma  que  también 
por  vin  cabello  os  la  doy. 

Habla  como  padre,  en  fin. 
No  habrá  cosa  más  ruin 
que  yo  en  aqueste  lugar. 
Veneno  suele  sacar 
un  araña  de  un  jazmín. 

Mal  lo  toma  si  le  toco 
en  que  es  casamiento  justo; 
yo  niego  y  sosiego  al  loco, 
porque  lo  que  da  disgusto 
se  ha  de  tragar  poco  a  poco. 

Y  así,  con  no  frecuentar 
vuestra  casa,  como  suelo, 
pienso  a  mi  padre  engañar. 

Bien  dijo  Celauro,  ¡ali,  cielo!,  (Ap.j 
¿qué  tengo  más  que  probar 

que  acá  no  quiere  venir? 
No  le  podrá  persuadir 
todo  el  nunnlo,  si  se  enoja. 
¿Eso,  .señor,  os  congoja? 
¿Quién  se  lo  podrá  decir? 

Que  no,  mi  bien,  no,  señor; 
mejor  será  desvelalle. 
¿No  venir  acá  es  mejor? 
Sí,  por(iue  de.sengañalle 
es  dar  fuer/.a  a  .su  furor. 

Vendré  de  noche,  y  vendré 
secreto,  siendo  de  día, 
hasta  que  seguro  esté. 


ACTO    PRIMERO 


lOI 


l-UL. 


Fui,. 


Lup. 


Cel. 
Lup. 
Cei,. 
Fui,. 


Lup. 


Cfx. 


Lup. 
Cei.. 

Fui.. 


Cet.. 


Ya  de  la  desdiclia  mía 
bastantes  pruebas  hallé. 

¿"Esto  hace  un  hombre?;  ^;ansí 
paga  ixn  hombre  a  una  nuijcr? 
¿Qué  dices? 

Pensaba  en  nn', 
si  era  bien  ausencia  hacer 
por  algún  tiempo  de  aquí. 

Con  mis  hijos  y  licencia, 
me  iré  donde  vos  mandéis, 
a  Zaragoza  o  Valencia, 
por  cuatro  meses  o  seis, 
que  podré  sufrir  de  ausencia. 

Y  creed  que  a  esto  me  atrevo 
porque  a  casos  tan  prolijos, 

no  sin  vos,  con  vos  me  muevo, 
que  llevando  vuestros  hijos, 
emdos  pedazos  os  llevo. 

Y  como  ya  para  vos, 
aunque  para  mí  no  es  carga, 
quiéreos  dividir  en  dos, 

que,  al  fin,  la  jornada  es  larga. 
¿Lloráis?    ¡Oh,    qué  bien,   por  Dios 

Pues  yo  os  prometo  que  es  día 
para  tener  alegría. 

(Entre  Celauro.) 

¿Está  aquí  Lupercio? 

Estoy. 
Escucha. 

Sin  duda,  hoy 
se  traza  la  muerte  mía. 

Hablándole  está  al  oído; 
debe  ie  ser  el  concierto 
entre  los  dos  prevenido. 
Si  esto  escucho,  si  esto  advierto, 
¿qué  aguardo  al  mayor  sentido? 

¿Si  hablaré,  si  le  diré 
mis  celos  a  mi  enemigo? 
Cuanto  me  mandas  haré; 
que  el  peligro  en  el  amigo 
es  la  prueba  de  su  fe. 

Fulgencia,  adiós. 

Mi  señora, 
perdonad,  que  no  se  excusa 
a  lo  que  vamos  agora. 
Parece  que  está  confusa. 
Es  que  a  lo  que  vas  ignora. 

¿Has  de  salir? 

Venga  Alfredo. 

(Vuélvase  a  ella  Celauro.) 

Pues  mira  que  has  de  callar. 


Fui,. 


Ful. 


Ris. 


Ful. 
Ris. 
Ful. 
Ris. 

Ful. 

Ris. 


Ful. 
Ris. 
Ful. 
Ris. 
Ful. 


Ris. 
Ful. 


Yo  sé  que  cumplirlo  puedo; 
porque  cuando  quiera  hablar 
atara  mi  lengua  el  miedo. 

(Fulgencia  quede  sola.) 

¡A)^  desdichada  mujer, 
entre  cuantas  han  nacido! 
Lupercio,  ¿esto  vengo  a  ver? 
La  posesión  de  marido 
te  ha  enseñado  a  aborrecer. 

Si  marido  vituperas 
la  que  mis  brazos  te  dan, 
y  otra  que  pierdas  esperas, 
más  te  quisiera  galán, 
para  que  amor  me  tuvieras. 

Hoy  muero,  sin  duda  alguna. 

(Entre  Riselo,  criado.) 

Ya.  parece  que  nos  mira 
favorable  la  fortuna; 
Fulgencia  está  aquí  y  suspira, 
humildad  (i)  tiene  la  lima. 

¿Señora? 

¡Oh,  Riselo  amigo [ 
¿De  qué  estás  triste? 

No  sé. 
¿No  estaba  agora  contigo 
Lupercio? 

Y  de  aquí  se  fué 
con  su  amigo  y  mi  enemigo. 

Alégrate,  que  he  topado 
a  Sabino,  su  criado, 
hecho  un  rico  despensero; 
que  la  flota  del  dinero 
ya  debe  de  haber  llegado. 

Pavos,  perdices,  capones^ 
buena  ternera  y  jamones, 
alegre  estaba  comprando, 
y  comprándolo  trocando 
muy  regalados  doblones. 

¿Qué  dices? 

Lo  que  te  cuento. 
¡Ay,  triste! 

¿Qué,   no  ha  llegado? 
Ni  lo  tiene  en  pensamiento, 
que  todo  lo  que  ha  comprado 
es  con  otro  fundamento. 

Yo  le  hablé,  y  es  para  ti, 
que  no  es  para  el  viejo,  no. 
¿Que  en  efeto  te  vio? 


(i)  Hartz.  corrigió,  «humedad».  Lope  escribiría, 
como  de  costumbre  en  su  tiempo  'humidad».  Así  lo 
escribe  nids  adelante. 


I02 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


RiS. 


Fui,. 


Sab. 


Fui. 
Sab. 


Ris. 
Ful. 


t^AB. 

Ris. 
vSab 


I"LI, 


Sab. 


l'íi. 


Sab. 


y  digo  que  le  hablé  yo, 
y  el  oro  y  la  ceua  vi. 

Cree  que  es  para  otra  parte, 
donde  ya  Lupercio  vive. 

fENTRE    Sabino,) 

Eso  dejarás  aparte, 

y  lo  demás  apercibe, 

si  sabes  del  gusto  el  arte. 

Capón  y  perdices  asa, 
V  pon  el  pavo  a  lo  fresco, 
que  la  mano  más  escasa 
hoy  hace  un  brindis  tudesco 
a  la  gente  de  esta  casa. 

¿Qué  hay,  vSabino? 

Soy  veedor, 
esta  noche,  de  una  cena 
que  quiere  dar  mi  señor. 
¿\'es  que  para  ti  se  ordena 
toda  esta  jira  y  favor? 

¡Ay,  Riselo,  ya  lo  entiendo! 
Como  vio  que  tú  le  vías, 
el  oro  distribuyendo, 
viene  para  fiestas  mías 
este  convite  fingiendo. 

Dame  tú  que  no  lo  vieras, 
que  nunca  viniera  acá. 
¿Qué?,  ¿tenemos  A-a  quimeras? 
No  sé,  por  Dios,  triste  está. 
Xo  debe  de  ser  de  veras. 

¿Dióte  cincuenta  doblones 
Lupercio,  en  mía  bolsilla? 
Bueno  vienes  de  invenciones; 
pero  tal  es  la  cartilla 
donde  te  enseñan  traiciones. 

Veinte  escudos  me  dio  a  mí, 
de  ciento  y  veinte  que  ahora 
sacó  al  viejo,  y  yo  los  vi, 
y  sé  que  dijo,  señora, 
que  eran  todos  para  ti. 

¡Ea,  desecha  el  recato!, 
IK»ique  mostrarte  inhumana 
parece  en  tu  jk-cIio  ingtato, 
como  quien  niega  que  gana 
]x}T  no  obligaise  al  barato. 

Linda  cena  te  he  traído, 
y  para  mañana  mi  pavo 
jK-quefio,  gordo  y  manido. 
Hoy  de  conf>certe  acal)o; 
]cuán  cierto  Ci-lauío  ha  sido! 

¡Ay  de  nu"! 

Uajite. 


Vv\.. 


Sab. 
Ris. 
Sab. 
Ris. 


A  ver  vov 


esos  regalos. 


bAB. 


Ris. 

Sab. 


(Vase  FuLGENCiA.) 

¿Qué  es  esto? 
De  todo  inocente  esto}-. 
En  qué  confusión  me  ha  puesto. 
Poco  espantadizo  soy. 

Que  como  conozco  amantes, 
nunca  sus  enojos  creo, 
porque  son  muy  semejantes 
a  las  lunas,  en  que  veo 
sus  crecientes  y  menguantes. 

Ellos  llueven  y  hacen  sol 
cuando  les  viene  al  capricho 
el  nublado  o  arrebol. 
Sí,  pero  lo  que  me  ha  dicho 
no  es  bueno,  a  fe  de  español. 

Entra  y  mira  en  lo  que  entiende, 
porque  es  amor  como  duende 
que  siempre  escucha  y  acecha. 
Voy. 

Mas  ¿de  qué  le  apiovecha 
iü  Lupercio  no  la  ofende? 


(Entren  Celauro  y  Lupercio.) 

CEL. 
Desdicha  ha  sido,  y  para  mí  de  suerte, 
por  haberos  sacado  de  esta  casa, 
que  no  es  menor  dolor  el  de  la  muerte, 
'"on  tal  rigor  el  corazón  me  pasa. 

Lur. 
Menos,  por  vida  Niiestra,  me  divierte 
que  así  mi  condición  notéis  escasa. 
Celauro,  yo  he  perdido,  ya  e.«tá  hecho, 
y  es  todo  sentimiento  sin  provecho. 
¿Sabino? 

Sab. 

¿Mi  señor? 

Lup. 
¿Qué  hay  de  Fulgencia? 

Sab. 
La  cena  truje  y  a  mirarla  es  ida. 

Lup. 
I'arte  y  dile  que  salga  a  mi  presencia, 
(¡ue  ya  espero  tenella  desabiida. 

Sab. 
También  estotro  viene  de  pendencia, 
1  i  visla  en  los  bigotes  escondida. 


ACTO    PRIMIÍRO 


103 


¡Olí,  amor!,  ¿quién  templará  tus  instnimentos, 
siendo  tus  cueidas  locos  pensamientos? 

(Vayase  Saüino.) 

Conozco  yo  la  casa  de  Ricardo; 
dijeos  mil  veces  que  no  entraseis  dentro, 
<jue  allí  nadie  se  viste  paño  pardo, 

Lup. 
Mi  dinerillo,  en  fin,  volvió  a  su  centro. 

Cet,. 
Parábades  también  a  lo  gallardo. 

Lup. 
Nunca  entre  mil  azares  un  encuentro, 

Cei.. 
¿Que  perdéis?,  la  verdad 

Lup. 
Siempre  la  digo, 
que  de  fanfarrias  nunca  he  sido  amigo. 

Cei<. 
¿Perdéis  seiscientos? 

Lup. 

¡Bueno!;  y  cien  escudos 
de  a  once  reales  y  de  tres  cuartillos, 
recién  nacidos,  solos  y  desnudos, 
de  miedo  de  mis  manos,  amarillos. 

Cei.. 
Con  eso  ya  esta  noche  iremos  mudos, 
que  es  del  gusto  el  perder  cadena   y  grillos. 

I,UP. 

No  puede  el  interés  perdido  tanto; 
vos  veréis  que  de  alegre  taño  y  canto. 
¿Dónde  decís  que  viven  esas  damas? 

Cei<. 
Iodo  se  os  ha  olvidado  con  el  juego; 
por  la  que  yo  me  abraso  en  vivas  llamas, 
celoso  el  padre  pierde  su  sosiego; 
yo  por  guardar  sus  honras  y  sus  famas, 
a  su  ventana  disfrazado  llego; 
el  padre  me  conoce  y  se  ha  corrido 
de  que  la  ofenda  quien  su  amigo  ha  siao. 

Ella  con  el  castigo  ha  confesado 
que  es  otro  y  no  soy  yo,  y  en  esta  prueba 
queda  para  esta  noche  concertado, 
que  como  no  sea  yo,  mejor  lo  lleva; 


llegad  a  la  ventana  disfrazado, 
que  engaños  en  amor  no  es  cosa  nueva, 
y  como  el  viejo  vea  el  desengaño, 
no  temeremos  de  su  enojo  el  daño. 

Lup. 
Casi  (l)  os  entiendo,  pues  si  aquesto  pasa 
como  se  traza,  el  padre  se  asegura. 

Cei.. 
Y  como  antes  entraré  en  su  casa, 
que  es  lo   que  el  alma   de  mi  amor  procura. 

(P'tjlgencia,  entre. j 
Fur,. 
La  mano  liberal,  la  vista  escasa 
trae  Lupercio  en  esta  cojointura; 
¿es  acaso  Celauro  convidado? 

Cei.. 
No  es  nuevo  el  verme  en  vuestra  casa  honrado. 

Pero  de  buena  gana  lo  aceptara, 
a  no  tener  que  hacer,  y  así,  Fulgencia, 
licencia  os  pido. 

Fui,. 
¡Qué  traidora  cara! 


Responde. 


Lup. 

Fui,. 
Vos  tenéis,  señor,  licencia. 

CEt. 
En  fin,  aguardo. 

Lup. 
En  mi  temor  repara, 
y  no   me   hables  secreto  en  su   presencia. 

(Vayase  Celauro.) 

Ful. 
¿Para  qué  es  tan  espléndida  comida? 

Lup. 
Para  serviros;  para  vos,  mi  vida. 

Fui,. 
¿Para  servirme  a  mí? 

Lup. 

¿Pues  a  qué  efeto? 

Fui,. 
Rico,  sin  duda,  estáis 


(i)      HarLz.  enmeudó,  «así  lo». 


I04 


LOS    EMBUSTES    DE    CELALRO 


LlP. 

Antes  muy  pobre, 
que  el  rico  a  la  miseria  esta  sujeto, 
y  el  pobre  gusta  que  el  sustento  sobre. 

Ful. 
¿í*ues  el  dinero  me  tenéis  secreto? 

Lup. 
Si  moneda  de  oro,  plata  o  cobre 
yo  tengo  en  mi  jxxler.  Dios  me  destruya. 

FlX. 
¿Hase  visto  maldad  como  la  suya? 
¿Que  no  tienes  dinero? 

Lup. 

Ni  una  blanca. 

Ful. 
¿Ni  hoy  tu  padre  te  ha  dado  cien  ducados? 

Lup. 
¡Sí,  que  es  su  mano  liberal  y  franca! 
¡Allí  los  tiene  para  mí  contados! 
Si  entrara  yo  en  la  cueva  en  Salamanca 
y  sacara  seis  diablos  conjurados, 
no  le  sacara  de  un  doblón  arriba. 

Ful. 
¿Así  viva  mi  F^steban? 

Lup. 
Así  viva. 

Ful. 
¿Que  no  os  ha  dado  nada? 

Lup. 

¿Qué  es  aque.sto? 
Ful. 
¿Por  vida  de  Enriquito? 

Lup- 

Y  de  vos  propia. 

Ful. 
jMiradlo  bien! 

Lup. 
Verdad  os  digo  en  esto, 
.sf  palos  para  dar  no  es  voz  impropia. 
Que  por  vuestra  defensa  descompuesto, 
su  báculo  me  ha  datio  tanta  copia, 
que  hoy  me  costáis  la  sangre  de  este  lienzo. 

Fui,. 
alastrad 


lyUP. 

Fste  es. 
(Mué'^trde  el  lienzo  con  samare,  que  frac  en  la  laltriqucra.) 

Ful. 

¡Qué  presto  que  me  venzo! 
¿Fs  posible  que  aquesto  sea  mentira? 
¿Es  posible  que  en  trato  de  diez  años 
quepa  maldad  que  así  me  mueva  a  ira? 
Amor,  déjame  estar  en  mis  engaños. 

Lup. 
Vuélveme  el  lienzo,  mis  señora,  y  mira. 

Ful. 
¿Qué  me  queréis,  crueles  desengaños? 

Lup. 
¡Qué  divertida  estás!  El  lienzo  suelta. 

Fui. 
Deja,  que  el  alma  va  en  su  sangre  envuelta. 

Lup. 
No  le  laven,  señora,  por  tus  ojos; 
déjale  por  testigo  de  este  día. 

Ful. 
Laváranle  mis  lágrimas  y  enojos; 

Lup. 
Con  esas  perlas,  no,  señora  mía. 

Ful. 
Antes,  mi  bien,  con  sus  corales  rojos 
guardarlas  en  el  lienzo  amor  podría, 
y  en  memoria  a  los  cielos  ofrecerlas. 

Lup. 
¿Qué  rico  lienzo  de  coral  y  perlas? 

Ful. 
Vente  a  cenar,  mi  bien 

Lup. 

Soy  tu  marido. 

Ful. 
Habla  bajo,  no  lo  oiga  algún  criado, 
pues  por  tu  padre  tan  secreto  ha  sido, 
que  nadie  ha  de  saber  que  estás  casado, 

Tap. 
De  no  poder  decirlo  estoy  corrido, 
que  mucho  gana  el  bien  comunicado. 

Ful. 
Tu  esclava  soy. 


ACTO    PRIMERO 


lO: 


T.up. 
ijesús!,  ¡Amor  lo  ha  hecho! 

Ful. 
Aun  llevo  el  corazón  fuera  del  pecho. 

(Entren  I.eonela  y  Celauro.) 

Leo.  Extraña  es  esa  invención. 

^•Que  hable  a  Lupercio  me  mandas?. 

Celauro,  ¿en  qué  pasos  andas? 
Cel.  En  pasos  de  mi  pasión.. 

Leo.  ¿y  que  él  me  ha  de  quebrar? 

Cel.  Haz  eso  por  mí,  Leonela. 

Leo.  Poner  puedes  una  escuela 

de  fingir  y  de  engañar. 
Cel.  Vame  en  aquesto  la  vida. 

Leo.  ¿Pues  qué  resulta  en  tu  bien? 

Cel.  Oue  la  posesión  me  den 

de  una  esperanza  perdida. 
Haz,  hermana  de  mis  ojos, 

esto  ahora  por  tu  hermano. 
Leo.  Que  he  de  obedecerte,  es  llano, 

y  que  lo  son  mis  enojos. 
Pero,  mira,  hermano  mío, 

que  desdice  a  tu  valor 

que  yo  muestre  a  un  hombre  amor. 
Cel.  Del  tuyo  esto  y  más  confío. 

Leo.  ¿No  me  dirás  a  qué  efeto 

eres  tercero  conmigo 

de  tu  amigo? 
Cel.  Ser  su  amigo 

V  tener  de  él  buen  conecto. 
Porque  quiere  amartelar 

una  dama  con  quien  habla. 
Leo.  Bien  mi  negocio  se  entabla; 

si  me  pretendes  casar. 

Mira,  señor,  lo  que  haces. 
Cel.  Leonela,  tu  honor  pretendo; 

haz  esto  que  te  encomiendo, 

que  así  mi  amor  satisfaces. 
IvEO.  Ve  con  Dios,  que  yo  estaré 

en  la  ventana  esperando. 
Cel.  y  3-0  a  verle  requebrando, 

su  ingrata  dama  traeré. 
Leo.  ¿Eso  te  debe  de  hacer 

que  intentes  eso  tan  ciego? 
Cel.  Cosas,  Leonela,  te  niego, 

que  un  ciego  las  puede  ver. 
Leo.  ¿Quieres  bien? 

Cel.  Tengo  perdida 

el  alma. 
Leo.  Tu  hermana  soy, 

habla. 


Cel.  Satisfecho  estoy. 

Leo.  Pues  di. 

Cel.  Escucha,  por  tu  vida: 

p;n  una  casa  de  juego, 
donde  reina  la  fortuna, 
más  que  en  el  mar  y  en  palacio 
entre  lisonjas  y  burlas, 
hice  amistad  con  Lupercio, 
un   hombre  en   qm'en  viven  juntas 
cuantas  gracias  pensar  puedes, 
que  es  poco,  aunque  pienses  muchas. 
Pasados  algmios  días, 
de  dos  almas  hizo  una 
amor,  el  trato  o  la  estrella 
que  nuestros  pechos  ajusta. 
Confióme  sus  secretos, 
pareciéndole  segura 
el  arca  en  que  los  guardaba; 
pero  no  hay  fuerte  ninguna. 
Llevóme  a  ver  mía  dama; 
no  la  consideres  rubia, 
así  te  dé  Dios  contento, 
que  harás  a  mi  gusto  injuria. 
Xo  pienses  que  de  su  rostro, 
prestándome  amor  la  pluma, 
quiero  hacer  vanas  quimeras 
con  fabulosas  pinturas. 
Xo  robaré  a  los  jardines, 
entre  los  cuadros  de  murta, 
los  jazmines  y  claveles, 
oro  al  indio,  plata  al  Fvicar. 
Xo  diré  que  es  sol,  ni  imagen, 
Venus  clara  o  blanca  luna, 
sino  que  es  una  mujer 
que  vi,  por  mi  desventura. 
Roca  del  mar,  en  firmeza; 
tigre  de  Hircania,  en  la  furia; 
sibila,  en  la  discreción, 
y  fénix,  en  la  hermosura. 
Vila,  en  efeto,  Leonela, 
y  que  enamorara  juzga, 
no  digo  a  un  hidalgo  noble, 
pero  a  mi  villano  de  Asturias. 
Pasé  gran  tiempo  callando, 
y  entre  estas  penas  y  angustias, 
con  ser  yo  quien  me  sufría, 
fué  insufrible  mi  locura. 
Lo  que  he  dicho  y  lo  que  he  hecho 
a  quien  ama  lo  pregunta; 
pero  es  labrar  en  un  jaspe 
con  im  vidrio  una  figura. 
Viendo,  pues,  que  no  tuvieron 
mis  penas  remedio  nunca. 


io6 


I.OS    EMBUSTES    DE    CEI.AUKO 


Leo. 


Cel. 
Leo. 
Cel. 

Leo. 


pretendo  descoiiiponellos 
y  dar  principio  a  las  suyas. 
Quiero  que  Fulgencia  vea 
que  de  otras  mujeres  gusta 
el  más  firme  de  los  hombres, 

V  que  a  estas  horas  las  busca. 
Que  yo  sé  que  aunque  no  olvide 
amor  que  ha  tanto  que  dura, 
dará  gusto  por  venganza 

a  esta  vida,  sangre  tuya. 
Si  te  parece  traición, 
mira  a  donde  el  amor  triunfa, 
a  Egisto,  Tarquino  y  París, 
que  amarrados  me  disculpan. 

Y  iplega  a  Dios  que  me  vea 
en  una  galera  turca, 

si  es  \-icio  mi  pretensión, 
sino  del  amor  la  culpa! 
Las  doce,   hermano,   han  tocado; 
déjame  que  arriba  suba, 
mientras  que  vas  a  llamarle. 
¡Oh,  hermana,  mi  invento  ayuda! 
Parte,  que  en  la  reja  espero. 
Advierte  que  si  te  turbas, 
me  puedes  quitar  la  vida. 
Quien  ama  todo  lo  duda. 


(Vanse.) 
(Octavio,  caballero,  y  Aristo,  criado.) 
QCT. 
Si  supieras  qué  es  celos, 
yo  sé  que  mi  cuidado  disculparas. 

Ari. 
No  lo  quieran  los  cielos, 
que  para  no  ver  cosa  con  dos  caras, 
hay  muchas  opiniones, 
que  son  aborrecibles  los  doblones. 

OCT. 
¿Celos  tienen  dos  caras? 
Dime  de  qué  manera,  por  tu  \ida. 

Ari. 
Si  en  los  celos  reparas, 
verás  bien  que  no  hay  cosa  más  fingida. 

OCT 

liso  saber  deseo, 

que  entiendo  menos  cuando  más  po.seo. 

.\KI. 

Cuando  un  ctlo.sí>  quiere 
averiguar  sua  celos,  luego  llama. 


pues  por  saberlos  muere, 
amigas  o  criadas  de  su  dama, 
y  jurando  secreto, 
dice  que  importa  para  cierto  efeto. 

No  le  han  desengañado, 
cuando   escondiendo   el    que    mostraba    tierno 
les  muestra  el  rostro  airado 
y  se  convierte  en  furia  del  infierno; 
ya  ves  aquí  dos  caras. 

OCT. 
Digo  que  por  extremo  lo  declaras. 

Ari. 
Pues  si  habla  con  su  dama, 
verás  que  la  regala  y  la  requiebra, 
y  que  su  bien  la  llama, 
y  está  como  una  víbora  o  culebra 
oculto  entre  las  flores; 
¿éstas  no  son  dos  caras? 

OCT. 

^Oué  mayores? 

Ari. 
Pues  todo  cuanto  intentan, 
hablan,  regalan,  piensan,  imaginan, 
fabrican,  trazan,  cuentan, 
prometen,  disimulan,  determinan, 
todo  tiene  dos  caras. 

OCT. 
ívuego,  ¿téngolas  yo? 

Ari. 

One  se  ven  claras. 
¿No  dejaste  a  I^eonela 
esta  noche  segura? 

OcT. 
Amor  me  abrasa. 

Ari. 

Luego  ha  sido  cautela 

volver  celoso  a  ver  su  calle  y  casa; 

quien  ama,  é.se  confía. 

OCT. 
Quien  ama  teme,  cela  y  desconfía. 

Ari. 
Amor  es  confianza. 

OCT. 
.Vmor  es  miedo  y  po.se,sión  nicdro.sa, 
después  que  el  bien  alcan/.:i. 


ACTO    PRIMERO 


107 


Ari. 
Quien   quiere   está   en   su   centro,    allí   reposa 

OCT. 
No  hay  reposo  en  quien  ama; 
solícito  es  amor,  temor  se  llama. 

Ari. 
Quien  duda  y  teme,  ofende 
la  confianza  de  la  cosa  amada. 
OCT. 

Temiendo  la  defiende, 

que  del  amor  es  el  temor  la  espada. 

Ari. 
Gente  viene. 

OCT. 
Aquí  espero. 

Ari. 
^las,  ¿si  fuese  tu  miedo  verdadero? 

(Entren  Celauro  y  I^upercio,  en  hábito  de  noche.) 

L,UP. 
Quisiera  que  te  hallaras  en  la  cena, 
porque  fué  por  extremo  regalada. 

Para  ti,  por  lo  menos,  lo  sería. 

Lup. 
Xo  lo  digas  de  burlas,  que  no  hay  cosa 
como  la  mesa,  para  dos  que  se  aman; 
aquel  hacer  el  plato,  aquel  partirle 
lo  más  sabroso  y  ver  que  si  lo  come, 
parece  que  es  del  que  lo  da  sustento, 
no  tiene  igual  con  los  tesoros  de  Indias. 

Cei.. 
Dices  muy  bien,  que  en  esas  ocasiones 
trinchan  los  ojos  y  hace  salva  el  alma, 
pues  que  el  saber  que  gusta  de  una  cosa 
y  el  haberla  buscado  con  cuidado 
y  ver  que  come  en  ella  juntamente 
la  voluntad  con  el  sustento,  creo 
que  puede  de  placer  matar  un  hombre. 

Lup, 
¿Xo  estoy  bien  empleado,  por  tu  vida? 

Cei,. 
¿Eso  preguntas?  Es  Fulgencia  un  ángel, 
no  he  visto  yo  virtud  como  la  suya. 

Lup. 
Xi  has  visto  voluntad  como  la  mía. 


Cei.. 
Lo  mismo  quiero,   que  en  oyendo  a   Flérida, 
digas  de  mi  firmeza  y  su  hermosura; 
la  reja  es  ésta;  llega,  que  aquí  aguardo. 

Lup. 
¿Y  saldrá  con  la  seña? 

Cel. 

En  el  momento 
que  con  el  pomo  en  la  rodela  toques. 

(Llegue  IvUPERCio  a  la  reja.) 
OCT. 
¿Qué  te  parece  de  esto,  Aristo? 

Ari. 

Digo 
que  sois  casi  poetas  los  amantes. 

OCT. 
¿Parécete  que  es  justo  tener  recelos? 
¡Prevén  la  espada! 

Ari. 
Mejor  fuera  el  ánimo. 

(Alfredo,  y  Fulgencia    en   hábito-  de   hombre.) 
AiF. 
Esta  es  la  calle  y  ésta  es  la  ventana. 

Ful. 
Un  hombre  está  debajo  de  la  reja. 

Alf. 
Si  es  hombre,  no  lo  dudes  que  es  Lupercio; 
mas  suele  amor  hacer  de  sombras  hombres. 

Fui,. 
Señas  hace. 

Alf. 
Ya  sale  la  señora. 
(Leonela,  en  lo  alto.) 
OCT. 
¿Señas,  Aristo?  Cosa  nueva  es  ésta. 

Ari. 
Más  nueva  me  parece  que  ella  sale. 

OcT. 
Matarle  quiero. 

Ari. 

Tente,  que  ha  venido 
bastantemente  apercibido  el  hombre; 


io8 


LOS    KMRUSTES    DE    CELAUKO 


que  uno  está  rebozado  en  esta  esquina 

y  dos  vienen  ahora  en  retaguardia, 

de  suerte  que  han  de  ser  cuatro  por  fuerza, 

pues  cuatro  a  dos  es  la  mitad. 


OcT. 


Ari. 


Hov  muero. 


Leo 


.\d vierte  el  fin. 

OCT. 
El  de  mi  vida  espero. 

¿Cómo,   mi  bien,   no  me  habláis, 
que  ha  rato  que  estoy  aquí? 
Porque  no  hay  fuerzas  en  mí 
hasta  que  vos  me  las  dais. 

Que  como  hasta  que  el  sol    sale, 
todo  está  mudo,  en  silencio, 
no  menos  me  diferencio, 
ni  él  más  que  esos  rayos  vale. 

Ya  que  me  habéis  hecho  salva 
y  decís  que  el  sol  espera, 
soy  la  calandria  primera 
que  canta  en  saliendo  el  alba. 

A  fe  que  es  hombre  leído. 
;Xo  ves  la  comparación? 
Leído  habré  su  traición, 
que  letra  bastarda  ha  sido. 

¿Xo  escuchas,  Fulgenc'a  bella, 
a  tu  Lupercio? 

Xo  sé 
si  al  alma  crédito  dé 
o  al  traidor  que  vive  en  ella. 

¿Que  esto  pasa,  que  esto  ven 
los  ojos  que  éste  adoraba? 
Hoy  con  la  vida  se  acaba, 
Alfredo,  el  amor  también. 

¿Qué  me  tienes,  honra  infame? 
déjame  vengar  mi  afrenta. 
¿Qué  es  lo  que  tu  furia  intenta? 
Oye.  ¿quieres  que  le  llame? 

Xo,  amigo,  que  aunque  estoy  loca, 
guardíí  í'l  rostro  a  mi  opinión, 
reprimiendo  el  corazón, 
que  viene  ardiendo  a  la  boca. 

Que  si  faltase  esta  luz, 
con  una  voz  fjue  daría 
del  pecho  se  esca])aría  (i) 
como  bala  de  arcabuz. 
(CnLAUBO,  aparte.) 
Ckl.  TíkJo  se  traza  a  mi  gusto; 


Ari 


OCT 


Al.F. 


I- 1 -I. 


Al.F. 


I-ri. 


(t)     V.n   el  •irJKÍn'il  «If  cssarparía».    I^t  corrección, 
at  c-rt.-ul:i,  <••*  <\f  H.-irl/i-nliiivi  h. 


Fulgtncia  se  va  inquietando. 

Muere,  pues  matas  amando, 

de  celos,  rabia  y  disgusto. 

¿Hay  bien  que  a  mi  bien  se  iguale? 

¡Oh,  industria^  cuánto  aprovechas 

para  fortunas  deshechas 

donde  la  fuerza  no  vale! 
Lup.  Traigo  contento  el  deseo 

de  una  esperanza  tan  loca, 

que  ^'a  parece  que  toca 

lo  que  pienso  que  poseo. 
Suplicóos  que  algún  favor 

confirme  esta  confianza. 
Leo.  Sí,  haré,  por  mi  fe,  si  alcanza 

tanto  la  mano  de  amor. 
I<UP.  Con  la  vuestra  me  contento. 

Leo.  Es  imposible  alcanzar. 

OcT.  ¿Que  a  tanto  puede  llegar 

un  cobarde  sufrimiento? 
Fn^.  ¿Ves,  Alfredo,  cómo  pide 

la  mano  al  galán? 
Alf.  Sí,  veo. 

Lup.  Pues  yo  mido  mi  deseo, 

tú,  señora,  tu  amor  mide. 
Ivlega  mi  deseo  a  ti, 

qixe  va  por  este  favor; 

baje  a  mí  tu  mano,  amor, 

verás  tu  medida  ansí; 

aunque  era  mejor  tu  mano 

para  esforzarme  a  subir; 

¿pero  quién  podrá  medir 

lo  divino  por  lo  humano? 
Leo.  ¿No  es  bueno  que  sin  amor 

hablo  a  un  hombre  que  no  veo? 
Lup.  ¿Xo  es  bueno  que  sin  deseo 

estoy  pidiendo  favor? 
OcT.  ¿Xo  es  bueno,   Aristo,   que  esté 

aquí  un  hombre  como  yo? 
Ful,.  ;Xo  es  bueno,  que  le  pidió 

la  mano?  ¡oh,  traidor  sin  ^e! 
Al,F.  ¿No  es  bueno  que  tú  lo  aguardes, 

pudiéndolo  remediar? 
OcT.  Déjame,  Aristo,  llegar, 

que  nunca  hay  celos  cobardes. 
Cei,.  ¿No  es  bueno  que  estoy  contento 

de  ver  a  F\ilgencia  ansí? 
Fl'l..  Déjame  llegar  a  nn', 

que  me  ahoga  el  sufriiiúc  uto. 
Al.F.  Detente. 

Fui,.  Déjame  hacer, 

¡Ah,  caballero!,  ¿A  quien  digo? 

(Llegue  l'n.GKNCiA  arrebozada  a  I.upircio.) 


ACTO    PRIMi:iiG' 


109 


Lup. 

¿Es  amigo? 

Cei,. 

Fut. 

No  es  amigo, 

que  vos  no  lo  sabéis  ser. 

Lup. 

Lup. 

¿En  qué  os  ofendo? 

CEr,. 

Fui,. 

En  hablar 

I,UP. 

esta  mujer. 

Cei,. 

Lup. 

¿Esto  había? 
¿es  vuestra? 

Fui,. 

Si  fuera  mía, 
yo  la  supiera  guardar. 

OCT. 

Lup. 

¿Pues  qué  es  lo  que  pretendéis? 

Fui,. 

Que  dejéis  este  cuidado. 

que  yo  sé  que  estáis  casado. 

Leo, 

Lup. 

Vos,  pues,  ¿de  qué  lo  sabéis? 

Fui,. 

Esto  basta,  y  dame  pena 

lo  que  aquí  en  su  ofensa  pasa. 

Ari. 

y  mal  guardáis  \Tiestra  casa 

OCT. 

mientras  andáis  por  la  ajena. 

Lup. 

¿Es  mi  hermano? 

Fui,. 

Soy   quien   so}'; 
salid  de  la  calle  luego. 

Cel. 

Yo  he  de  perder  este  juego, 
si  a  remediarlo  no  voy. 

¡Ah,  celos,  que  no  guardáis 
palabra  que  prometéis! 

Leo. 

¡Ah,  caballeros!,  ;no  veis 
que  mi  opinión  infamáis? 

Ari. 

Había  un  competidor 

y  ya  hay  dos. 

Leo. 

Lup. 

Vamos  de  aquí. 

OCT. 

Fui,. 

Seguidme. 

Leo. 

Lup. 

Venid  tras  mí. 

OCT. 

¿Hay  más  extraño  rigor? 

Leo. 

Al,F. 

A  reñir  van,  ¿qué  remedio? 

Ari. 

Cei,. 

Alfredo,  yo  soy  perdido. 

OCT. 

si  aquesto  queda  entendido. 

Leo. 

(A  un  lado  riñen  Fulgencia  y  I.upercio.) 

Ari. 

OCT. 

Al,F. 

Ven,  que  riñen. 

-IRI. 

Cei,. 

Ponte  en  medio. 

OCT. 

Al,F. 

Paso,  señores. 

Leo. 

Fui,. 

No  hay  paso. 

OCT. 

Lup. 

¿Quién  es? 

IvEO. 

Fui,. 

Apartaos  de  ahí. 

Lup. 

Dejadle,  pues. 

Fui.. 

¡Pese  a  mí!, 

de  aquesta  punta  le  paso. 
Cei,.  ¿No  ves  que  estoy  de  por  medio? 

Lleva,  Alfredo,  a  ese  galán. 
Ai,F.  Vamos,  señor. 

Fui,.  ¿Qué  no  harán 

celos?  ¡Oh  mal  sin  remedio! 

(Vayase  Fulgencio  y  Alfredo  sosegándole.) 


Echa  tú  por  esta  calle, 
y  no  os  encontréis  los  dos. 
¿Sabes  quién  es? 

No,  por  Dios. 
¡Qué  buen  mozo! 

¡Gentil  talle! 

(Llegue  Octavio  a  la  ventana.) 

¡Ah,  señora,  por  quien  son 
las  presentes  cuchilladas, 
o  aquesta  danza  de  espadas 
hecha  en  vuestra  devoción! 

¡Ah,  señor,  el  que  lo  mira 
y  está  en  la  calle  envainado! 
¿cuánto  le  cuesta  el  tablado? 
Gentiles  pedradas  tira. 

Cuando  riñen  dos  galanes 
de  ima  dama  tan  fingida, 
no  se  ha  de  jugar  la  vida 
ni  se  han  de  hacer  ademanes. 

Y  crea  vuestra  merced, 
que  cuando  mi  causa  fueía, 
a  estocadas  los  cosiera 
yo  sólo  en  en  esta  pared. 

Mas  si  con  igual  querella 
riñen  sobre  este  lugar, 
ventana  quiero  alquilar 
y  ver  los  toros  en  ella. 

¿Es  mi  Octavio? 

Soy  el  diablo. 
Octavio,  señor,  espera. 
¿Que  espere?  ¡Gentil  quimera! 
Oye,  escucha,    ¿con  quién  hablo? 

¡Óyela,  señor! 

No  quiero. 
Oye  la  satisfacción. 
¡Oye,  señor,  su  razón! 
Déjame  tn,  majadero. 

Mira  que  está  haciendo  extremos. 
Ya  no  hay  hablarnos  los  dos. 
¿No  queréis? 

No. 

Pues  adiós, 
que  mañana  nos  veremos. 

FIN   DEL   PRIMER   ACTO 


no 


I.OS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


ACTO  SK(U'XDC; 
FIGURAS  DEL  SEGUNDO   ACTO 


Cklauro.  gentilhombre. 
Alfrkdo.  su  criado. 
Ft-LGEXCIA,  dama. 
RiSELO,  su  criada. 
Octavio,  caballero. 


Arlsto,  su  criado. 
Leonela,  hermana  de  Ce- 
la uro. 

I.rPKRCIO. 

Sabino,  su  criado. 


(Alfredo  y  Cexauro.) 

Alf. 
¿Que  tanto  descompuso  la  pendencia 
dos  voluntades  que  el  amor  tema 
en  tan  estrechos  lazos  obligadas? 

Cel. 
Luego  que  te  partiste  de  esta  villa, 
amigo  Alfredo,  fué  creciendo  el  daño, 
p>orque  entre  los  amantes,  las  pendencias 
suelen  durar  por  ser  tan  pertinaces, 
porque  quieren  que  el  uno  niegue  al  otro. 

Alf. 
Yo  los  dejé  en  extremo  desabridos, 
después,  señor,  de  los  injustos  celos. 
¿Supo,  dime,  Lupercio,  que  era  ella 
la  que  en  hábito  de  hombre  lo  fué  tanto 
que  osó  reñir  con  él  de  cuerpo  a  cuerpo? 

Cei.. 
No  lo  supo  Lupercio,  ni  lo  sabe, 
porque  yo  le  llevé  tan  divertido, 
que  cuando  vino  a  verla  aquella  noche, 
ella  estaba  en  la  cama  y  sosegada. 
Mas  como  amor  no  duerma  bien  con  celo.s, 
y  sean  los  dos  tan  grandes  enemigos, 
puesto,  Alfredo,  que  padre  e  hijo  sean, 
así  se  los  pidió  de  aquella  dama; 
así  enojada  estuvo,  así  ha  llorado, 
que  Lupercio,  movido  a  ira  y  cólera, 
pu.so  las  manos  en  su  rostro  hermo.so; 
pu.sí>  las  manos  en  el  sol,  Alfredo; 
ofendió  las  estrellas  de  .sus  ojos; 
escurcció  la  clara  luz  del  día; 
y  como  en  los  eclipses  <le  ordinario 
nos  muestre  el    .sf>l   aíjuel  color  sangriento, 
sangre  puso  en  el  sol,  sangriento  estuvo 
el  roslro    a  quien  e.sta  alma  adora  y  teme. 

Ar.i'. 
¡Válame  Dios!  ¿que  esa  bajeza  hizo? 

Cel. 

No  le  culjK-.s,  Alíredí),  que  luios  celos 
pedidos  sin  raz/'in,  de  .se.so  privan. 


Alf. 

Razón  tuvo  Fulgencia. 

Cel. 

Kn  el  engaño, 
mas  Lupercio  inocente  de  la  culpa. 

Alf. 
¿No  te  pesa  de  haber,  con  tus  embustes, 
dado  ocasión  para  que  aquellas  manos 
hayan  tocado  temerariamente 
en  el  sol,  en  el  cielo,  en  las  estrellas, 
del  cabello,  del  rostro  y  de  los  ojos? 

Cel. 

Dios  sabe  que  su  daño  me  ha  pesado 
}•  que  me  cuesta  lágrimas  piadosas; 
pero  ¿qué  quieres?;  que  el  camino  es  éste 
de  negociar  mi  bien;  porque  no  hay  otro 
como  sembrar  discordia  entre  sus  almas. 

Alf. 
¿Qué  tienes  negociado? 

Cel. 

Que  Fulgencia 
dejó  su  casa  y  sus  queridos  hijos 
y,  como  huyendo,  vino  a  la  de  Andronio, 
que,  como  sabes,  es  mi  tío,  a  donde 
he  comido  y  cenado  aquestos  días, 
sustentando  esta  vida  de  sus  ojos: 
que  así  en  la  India  se  sustenta  gente 
de  sólo  olor  y  sólo  de  la  vista, 
y  no  es  mucho  milagro  para  un  ángel. 


;Hasla  hablado? 


Alf. 

Cel. 
Hela  hablado  y  persuadido. 

Alf. 
¿Y  qué  responde? 

Cel. 
Que  a  Lupercio  adora. 

Alf. 

Muy  adelante  estás. 

CEL. 

Hice  a  mi  hermana 
que  la  viniese  a  ver  y  a  persuadilla, 
y  ha  dormido  con  ella  cuatro  noches, 
con  envidia  <U  I  niuiido  v  <lr  mi  ¡ihiia. 


Alf. 


¿Qué  negocia: 


ACTO    SEGUNDO 


III 


CEr<. 
Oue  siga  mi  justicia. 

¿Dura  el  enojo? 

CeIv. 
No,  que  ya  se  hablan, 
y  se  han  de  ir  a  su  casa  aquesta  noche, 
para  mis  ojos  y  alma,  noche  eterna. 

Ai,F. 
¡Qué  poca  fuerza  tus  enredos  tienen! 


Retírate,  que  sale. 


Cel. 

Ai,F. 
Aquí  me  aparto. 

Cei<. 
Costar  me  tiene  hacienda,  vida  y  alma 
o  de  esta  ingrata  lie  de  llevar  la  palma. 

(RiSELO  y  FuLGENCiA,  dándole  un  papel.) 

RiS.  Acaba,  lee  el  papel. 

Fui*.  Xo  me  porfíes,  Riselo. 

RiS.  Por  mi  vida,  que  recelo 

que  te  enflaqueces  por  él. 
¡Ea,  cesen  los  enojos, 

señora,  de  tantos  días! 
Fui,.  Primero  las  manos  rm'as 

se  vengarán  en  sus  ojos. 
RiS.  Harto  más  te  vengas  tú 

en  los  tuyos,  con  llorar 

perlas,  que  pueden  comprar 

las  riquezas  del  Peni. 

I^ee,  que  te  estás  muriendo. 
Fuiy.  Ahora  bien,  leo  por  ti. 

RiS.  ¿Y  por  ti  no? 

Fui,.  Yo,  por  mí, 

soy  nuiy  tierna. 
RiS.  Así  lo  entiendo. 

Fuiy.  Dame  que  allá  no  tuviera 

a  Bsteban  y  a  Enrique. 
Ris.  Lee, 

que  Lupercio  así  lo  cree. 
Fui,.  El  dice  de  esta  manera: 

(Lee  el  papel.) 

«Basta  ya,  señora  mía, 
las  pesadumbres  de  un  mes, 
que  la  venganza  no  es 
amor,  sino  tiranía. 

Ven,  mis  ojos,  ven,  mi  cielo, 
que  si  una  hora  tardas  más. 


RiS. 
Fui,. 
Ris. 
Fui,. 


Ai,F. 


cuando  vengas  me  hallarás 
muerto.» 

¡Ea,  entrañas  de  hielo! 
Muerto  dice. 

¿Y  eso  dudas? 
No,  sino  con  otra  dama, 
muerto  en  sus  brazos. 

(Alfredo  aparte  con  Celauro.) 
¿Qué  llama, 
Celauro,  en  hielo  no  mudas? 


Cei,. 

Antes  aquéllo  me  enciende. 

AlF. 

Eres  loco. 

cei.. 

Soy  amante. 

Ris. 

Lee,  señora,  adelante. 

Fui,. 

Sólo  engañarme  pretende. 

(Vuelva  a  leer.) 

«Sí  de  mí  quieres  vengarte, 

mejor  estarás  aquí; 

pero  no  vengas  por  mí, 

pues  ya  no  puedo  obligarte. 

Ven  por  Esteban  y  Enrique, 

que  lloran  por  ti,  mi  bien. 

y  si  allá  hay  otro  también. 

le  ruego  te  lo  suplique. 

Tu  Lupercio  » 

Ris. 

¿Lloras? 

Fui,. 

No. 

Ris. 

¿Pues  qué? 

Fui,. 

I,a  vista  penetra 

el  rejalgar  de  la  letra. 

Cei,. 

¡Qué  buena  disculpa  dio! 

Ris. 

Eso  es  en  letra  de  estampa. 

que  hay  no  sé  qué  humo  en  ella 

Fui,. 

¿Qué  más  estampa  que  aquella 

que  en  el  corazón  se  estampa? 

Y  bien  dices  que  trae  humo. 

que  es  fuego  con  humidad. 

Ris. 

Ten,  mi  señora,  piedad. 

Cei,. 

Cual  nieve  al  sol  me  consumo. 

¡Vive  Dios,  que  el  vil  tercero 

me  ha  de  pagar  estas  paces! 

Ai,f. 

Como  enamorado  haces, 

mas  no  como  caballero. 

Fui,. 

Dile  a  ese  hombre,  Riselo, 

dile  a  ese  traidor  amigo. 

dile  a  ese  falso  enemigo 

que  de  noble  sufre  el  cielo. 

que  venga  luego  por  nn. 

Ris. 

Dame  esos  pies. 

Fui,. 

Parte. 

Ris. 

Voy. 

(Vase  Riselo,  alegre.) 

112 


LOS  EMBUSTES  DE  CELAURO 


Frr,. 
Cei.. 


Alf. 


Cel. 

FlL. 

Cei.. 


Fli.. 

Cel. 
Fui.. 
Cei.. 

Fri.. 
Cel. 
Fix. 

Cel. 
l'\-i.. 


Cel. 

Ful. 

Cel. 


rt-L. 
Cel. 

I^L. 

Cel. 


¿Celaviro,  aquí  estás? 

Estoy 
cual  souxbra,  siempre  tras  ti. 
Vete,  Alfredo, 

Mal  se  lucen 
los  embustes  de  este  loco. 

(l'ase  Alfredo.) 

¿Estás  ya  más  tierna? 

Vn  poco. 
A  esto  siempre  se  reducen 

los  enojos  de  quien  ama. 
Esta  noche  ¿vas  con  él? 
Acúsame  de  cruel, 
y  en  este  papel  me  llama. 

¿Tanto  un  papel  enternece? 
Xo  sé  qué  tiene  el  hechizo. 
¡Maldiga  Dios  quien  le  hizo, 
que  tan  tierno  te  parece! 

¡Maldígate  Dios  a  ti! 
Xo  digo  quien  le  escribió. 
Para  maldecirte  yo, 
basta  el  papel. 

¿Cómo  ansí? 

Porque  cosa  que  ha  tocado 
tal  mano,  queda  su  ofensa 
a  cuenta  de  mi  defensa, 
como  está  un  lugar  sagrado. 

¡Oh,  pesia  tanto  rigor 
y  mi  loco  sufrimiento! 
¿Qué  ofensa  en  tu  daño  intento 
pHjr  tener  a  un  hombre  amor? 

¿Soy  yo  tu  sangre,  por  dicha, 
soy  tu  hermana  o  tu  mujer? 
Xo.  pero  debes  de  ser 
toda  junta  mi  desdicha. 

Pues  vete,  ingrata,  en  buenhora, 
aunque  sea  mal  para  mí; 
gózale  y  goce  de  ti, 
a  pesar  de  quien  te  adora. 

Que  pues  que  no  he  merecido 
de  ti  una  palabra  buena, 
yo  haré  que  rabies  de  pena, 
como  yo  rabio  de  olvido. 

¿Tú  qué  me  puedes  liacer? 

f Saque  la  da^a.) 

jVive  DÍO.S,  que  estoy  de  suerte; 
que  estoy  |x>r  darte  la  nmerte 
y  acabarme  <le  jxrder! 

¿Iv.stá.s  Ifx'O'  ,]rar:i  mí, 
para  una  mujer  la  daga' 
Sí.  |N)rqiii-  una  j)n(rta  iuiga 


FlL. 

Cel. 


Lup. 
Sab. 
Cel. 


Lup. 
Cel. 
Lup. 


Ful. 


Cel. 
Ful. 
Lup. 


con  que  me  saque  de  ti. 

¿Yo  te  tengo?  Espera  un  poco. 
Bien  dices,  que  yo  te  tengo. 

(I,upi;rcio  t-ulre,  Risklo  v  S.^bino.) 

(Diga,  disimulando,  Cei.auro.) 

Loco  de  contento  vengo. 
Y  yo  de  contento,  loco. 

Puesta  la  mano,  .señora, 
sobre  esta  daga,  te  juro, 
por  ser  cruz,  que  es  su  amor  puro 
y  que  Lupercio  te  adora. 

Deja  celos  y  quimeras; 
vete  esta  noche  con  él. 
¡Oh,  amigo  noble  y  fiel, 
dame  esos  brazos!,  ¿qué  esperas? 

¡Oh,  buen  Lupercio!,  primero 
los  has  de  dar  a  Fulgencia. 
X'o  sé  3 i  tengo  licencia, 
pero  obedecerte  quiero. 

(Arrodillase  Lupercio.) 

Y  así,  echándome  a  sus  pies, 
veré  si  sus  manos  gano, 
subiendo  del  pie  a  la  mano 

y  de  ella  al  brazo  después. 

Y  desde  el  brazo  al  abrazo, 
y  del  abrazo... 

Prosigue, 
porque  tu  hechizo  me  obbgue 
a  ser  de  tus  brazos  lazo, 

¿Es  posible  que  esto  veo? 
¿Cómo  has  estado  sin  mí? 
Pregúntalo  al  alma  en  ti, 
infierno  de  mi  deseo. 

Que  (i)  como  el  mundo  en  su  caos 
y  sin  forma,  inanimadas 
las  materias,  y  varadas 
sobre  la  tierra  las  naos. 

Como  en  el  limbo  el  rapaz, 
mas  no  es  comparación  buena, 
porque  3-0  iie  tenido  pena 
y  fui  de  gloria  capaz. 

Cual  tórtola  sin  hallar 
compañía  alegre  algmia; 
como  sin  el  sol  la  luna 
y  sin  la  luna  la  mar. 

Como  el  inslrunu-nto  está 
sin  la  mano  del  (jue  toca; 
como  Tántalo  a  la  boca 
la  fruta  que  .se  le  va. 


(i)      Ilartz.  i'Iiiiu-ikIú  hii-n  para  el  sentido  (.Fue». 


ACTO    SEGUNDO 


113 


Sab. 

Lup. 
Fui.. 

Leo. 


Ful. 
Cei,. 


Y  como  sin  ti,  mi  bien, 
que  eres  mi  causa  y  mi  forma, 
quien  me  mueve  y  quien  me  informa. 
Por  siempre  jamás  amén. 

Acaba,  vamos  de  aqm', 
que  me  muero  ya  por  veros 
en  casa. 

Hermosos  luceros, 
¿posible  es  que  os  ofendí? 

Entra,  Riselo,  y  dirás 
a  Leonela  que  me  voy, 
y  tráeme  manto. 

Aquí  estoy, 
y  he  sabido  que  te  vas. 

Pero  así  me  guarde  Dios, 
que  me  pesa,   aunque  es  tu  gusto. 
¡Oh,  mi  Leonela! 

Esto  es  justo; 
¡ea,  despedios  las  dos! 

(Cúbrase  el  manto.) 


Leo. 

Déjala  cubrir  siquiera. 

pues  Lupercio  no  porfía; 

¿qué  quieres? 

Cel. 

Hermana  mía. 

lo  que  es  amor  considera. 

Déjalos,  que  tras  pendencia. 

es  gran  gusto  el  amistad. 

Fui.. 

Cubierta  estoy,  perdonad. 

Leo. 

Adiós,  hermosa  Fulgencia. 

Ful. 

"Mi  Leonela,  adiós,  y  ved 

que  me  habéis  de  ver. 

Leo. 

¿Pues  no 

Cel. 

Allá  la  llevaré  yo. 

Ful. 

Haréisme  mucha  merced. 

Lup. 

Leonela  y  Celauro,  adiós. 

Leo. 

Adiós. 

CEL. 

Adiós,  tigre  hircana. — 

Por  quedarme  con  mi  hermana. 

no  voy,  Lupercio,  con  vos. 

Ful. 

Vos  quedáis  bien  ocupado. 

Lup. 

Vamos,  señora  enojada. 

Sab. 

La  cena  está  aparejada, 

y  el  amor  por  convidado. 

Ful. 

¿Qué  dice  Enriquito? 

Sab. 

Llora 

por  su  mama  y  por  su  taita, 

que  apenas  con  una  gaita 

le  puedo  callar,  señora. 

Ven  alegra  a  aquella  casa; 

entre  el  sol,  la  noche  huya. 

Ful. 

Vamos,  vamos. 

Sab. 

¡Aleluya! 

Hoy  brindo. 


Ris. 
Sab. 


Leo, 


Cel. 
Leo. 
Cel. 


Leo. 


Cel. 


Leo. 


Cel. 


XII 


¿A  quién? 

A  Ganasa. 

(Vayanse;  queden  Cel.a.uro  r  Leonela. J 

No  dudo  que  habrás  sentido, 
Celauro,  aquella  mudanza, 
porque,  en  fin,  de  tu  esperanza 
riguroso  viento  ha  sido. 

¿Qué  te  embelesas?    ¿qué  miras? 
¡Ea,  ya  pasó  la  caUe! 
¡Hola!,  quiero  despertalle. 
¿Celauro? 

¡Ay,  Dios! 

¿Qué  suspiras? 

Cual  queda  desvanecido 
el  niño  que  volar  vio 
el  pájaro  que  pensó 
coger  durmiendo  en  el  nido. 

O  como  queda  el  viUano 
viendo  la  liebre  correr, 
que  la  pensaba  coger 
en  la  cama,  con  la  mano. 

O  como  queda  despierto 
el  que  dormido  soñaba 
que  en  arca  o  campo  se  hallaba 
algún  tesoro  encubierto. 

O,  si  por  un  mal  suceso, 
soñaba  en  cautividad, 
que  ya  estaba  en  libertad 
y  despierto  se  halló  preso. 

Así  yo  en  la  posesión 
del  bien  que  estaba  gozando, 
mi  libertad  vi  soñando, 
y  despierto,  mi  prisión. 

Yo  muero,  hermana  Leonela, 
sin  remedio  de  remedio, 
aunque  ponga  de  por  medio 
toda  Grecia  su  cautela. 

¡Desventurado!,  ¿qué  haré, 
que  ya  se  van  a  gozar? 
Tienes  razón  de  penar; 
alabo,  hermano,  tu  fe. 

Que  es  la  cosa  que  yo  he  visto 
más  digna  de  ser  amada. 
Y  tú  la  más  envidiada 
de  las  que  en  eUa  conquisto, 

que,  al  fin,   dormiste   a  su  lado. 
Si  vieras  partes  tan  bellas, 
más  almas  dieras  por  ellas 
que  por  lo  exterior  le  has  dado. 

Cuéntame,  Leonela  mía, 
algo  de  aquel  ángel  santo. 

8 


114 

Leo. 
Cel- 


los   EMBUSTES    DE    CELAUIÍO 


¿Santo?  No  te  alargues  tanto 
que  toques  cu  herejía. 

Mira,  bien  puedo  llamar 
ángel  santo  una  uuijer 
virtuosa,  sin  hacer 
cosa  digna  de  culpar. 

Vive  en  sí  y  fuera  de  sí, 

V  eso  es  más  de  ángel  que  de  hombre ; 
luego  en  darle  aqueste  nombre 

no  estoy  yo  fuera  de  mí. 
Leo.  Xo  me  mandes  que  te  diga 

más  de  que  es  lui  mármol  parió. 
Cel.  Para  eso  no  es  necesario 

haberle  yo  visto,  amiga. 

Ya  sé  que  es  mármol  tan  fuerte, 

que  me  resiste  y  me  mata; 

pero  lo  demás  retrata, 

V  de  otra  cosa  me  advierte. 

Leo.  Basta  decir  que  es  bien  hecha, 

limpia,  conforme  y  igual. 
Cel.  Es  hecha  de  un  mármol  tal, 

que  ningún  hierro  aprovecha. 

Y  el  mayor  mío,  es  querer 
hacer  en  esta  ocasión, 
sin  ser  yo  Pigmaleón, 
de  im  mármol  una  mujer. 

Debajo  del  pecho  izquierdo 
tiene  un  lunar  peregrino. 
Inina  en  cielo  tan  divino, 
por  qué  no  hará  loco  a  un  cuerdo. 

¿Qué  color  tiene? 

Muy  buena, 
que  parece  su  blancura 
como  sangre  en  nieve  pura, 
el  clavel  en  azucena. 

Sale  mi  cabello  sutil 
de  en  medio,  por  tanto  trecho, 
que  puede  dar  vuelta  al  pecho. 
Cel.  Hermoso  lazo. 

Leo.  Gentil. 

Cel.  Milagro,  Leonela,  fuera 

que  e.se  cometa  de  hielo 
no  tuviera  en  este  cielo 
rastro  que  muerte  me  diera. 

Si  no  es  en  fonna  de  espada 
para  matanne  su  brazo, 
es,  a  lo  menos,  de  lazo, 
y  en  mi  cuello  ejecutada. 

¿Qué  haré,  si  en  mi  cielo  veo 
pronósticos  de  mi  nmerteí* 
Mas  Vf)  pienso  liarcr  de  .suerte 
que  o  yo  muera,  o  mi  deseo. 

Quédate  aquí,  que  lu  mi  iii.il 


Leo. 
Cel. 

Leo, 


ya  no  hay  remedio  mayor 
cjue  pretender  por  traidor 
lo  que  pierdo  por  leal. 

(Vdyare  Cel-'^uro.) 

Leo.  Menos  lástima  tuviera 

a  tu  dolor  inhumano, 
si  lo  que  es  amor,  hermano, 
libre  del  mismo  amor  viera. 

Pero  tengo  amor  también, 
y  conozco  tu  disgusto, 
aunque  de  él  me  alegro  y  gusto, 
pues  me  quitaste  mi  bien. 

Hablé  a  Lupercio  por  ti, 
y  violo  mi  amado  Octavio, 
que,  sentido  de  este  agravio, 
vive  quejoso  de  mí. 

Pero  ¿quién  es  el  que  viene 
sollozando  y  suspirando? 

(Entre  Aristo  como  llorando.) 


Ari. 

¡Triste  del  que  vive  amando. 

galeras  perpetuas  tiene! 

¡Ay,  de  mí!,  ¿qué  podré  hacer 

sin  mi  señor,  solo  y  pobre? 

¿cuál  otro  hallaré  que  cobre 

lo  que  en  él  vengo  a  perder? 

Leo. 

¿Aristo? 

Ari. 

Señora  mía. 

Leo. 

¿De  qué  te  enjugas  los  ojos? 

Ari. 

Porque  cifra  mis  enojos 

mi  desventura  este  día. 

Leo. 

¿Dónde  queda  tu  señor? 

Ari. 

¿Dices  Octavio? 

Leo. 

¿Pues  quién? 

Ari. 

Ya  le  ha  muerto  tu  desdén . 

Leo. 

Mejor  dijeras  mi  amor. 

Ari. 

¿Qué  amor? 

Leo. 

Ivl  que  le  he  tenido 

Ari. 

Kien  dices,  pues  ya  es  pasado. 

Leo. 

Dinie  adonde  queda. 

Ari. 

Ha  estado 

estos  días  escondido. 

Y  de  esta  melancolía 

salió  de  consulta  hoy 

irse  a  meter  fraile. 

Leo. 

lístoy 

al  cabo,  por  vida  mía. 

¡lía,  señores,  a  mí! 

Arl 

Si  no  lo  (juieres  creer, 

mañana  le  puedes  ver. 

Leo. 

¿Qué  me  cuentas? 

Arl 

Lo  (¡ue  vi. 

I 


ACTO    SEGUNDO 


115 


Leo.  ¡Ea,  que  es  cosa  de  risa! 

Ari.  No,  sino  de  llanto  es, 

que  los  ojos  en  los  pies 

le  he  visto  a>mdar  a  misa. 
Este  papel  me  dejó 

para  que  te  diese. 
Leo.  Muestra. 

Ari.  ¡Qué  amor,  qué  amistad  la  nuestra! 

Sin  ti,  señor,  ¿qué  haré  yo? 

(Lea  Leonela.) 

«Ingrata:  pues  ya  tienes  otro  gusto, 
cubra  este  cuerpo  un  hábito  de  paño, 
que  en  invierno  y  verano  venga  al  justo 
luto  a  mi  amor  y  fiesta  de  tu  engaño; 
esto  quiero  que  pueda  mi  disgusto, 
y  que  aqueste  papel,  al  fin  de  un  año, 
sea  carta  de  pago  y  finiquito 
de  nuestro  amor.» 

Bien  breve  viene  escrito. 
¿Tanto  ha  sentido  el  agravio? 
Ari.  Ese  papel  lo  confirma; 

¿no  dice  «Octavio»  la  firma? 
IvEO.  Mejor  fuera  «fray  Octavio». 

¿Pero  es  de  veras? 
Ari.  Tan  cierto 

como  que  contigo  estoy. 
Leo.  ¡Ay,  Octavio,  que  no  soy 

causa  de  este  desconcierto! 
La  culpa  tuvo  mi  hermano, 

que  me  ha  hecho  hablar  un  hombre, 

y  que  mudándome  el  nombre, 

él  me  requebrase  en  vano, 
sólo  por  amartelar 

una  mujer  con  cautela. 
Ari.  Ya  no  es  posible,  Leonela, 

que  lo  puedas  remediar. 
I^EO.  ¿Cómo  no?  Iré  dando  voces 

y  de  allí  le  sacaré, 

y  que  es  mi  esposo  diré. 
Ari.  No  podrás,  así  te  goces. 

Leo.  Pues  si  no,  daréme  muerte. 


OCT. 


Leo. 
OcT. 

Leo. 

OCT. 

Leo. 


(Entre  Octavio.) 

Eso  no,  señora  mía, 
que  sólo  mi  amor  quería 
ver  si  es  el  tuyo  tan  fuerte. 
¡Jesi'is!,  ¿que  no  es  verdad? 


No. 


¿Cómo  entraste? 


Vi  a  tu  hermano 


OcT. 


nuestro  disgusto  causó. 
Todo  lo  tengo  entendido. 


(Entre  Alfredo.) 

Aií. 

¿Es  Octavio? 

T/EO. 

Alfredo  viene. 

Al,F. 

Mi  señor  que  hablaros  tiene. 

OCT. 

Notable  desdicha  ha  sido. 

Sin  duda  que  entrar  me  vio. 

¿Adonde  queda? 

Al,F. 

En  la  puerta 

de  Fulgencia. 

Leo. 

Yo  soy  muerta. 

OCT. 

No  os  alteréis. 

Leo. 

¿Cómo  no? 

Con  achaque  de  visita 

a  Fulgencia,  iré  a  su  casa. 

OCT. 

Cuando  sepa  lo  que  pasa 

y  éste  mi  amor  solicita. 

no  estará  muy  agraviado 

que  entre  en  su  casa,  si  ha  sido 

a  título  de  marido. 

Al,F. 

¿No  venís? 

OcT. 

Voy. 

Leo. 

Ve  a  sn  lado. 

salir  fuera. 


E.se  tirano 


(Éntrense  iodos.  Entre  Cfxauro.) 

Cei^^uro. 

Ya  sólo  de  mi  engaño  me  sustento; 
ya  no  tengo  más  vida  que  mi  engaño; 
con  este  engaño  mi  tormento  engaño, 
que  es  verdad  el  engaño  en  mi  tormento. 

Con  engaño  se  alienta  el  pensamiento, 
engañando  su  mismo  desengaño; 
y  atmque  este  engaño  ha  sido  por  mi  daño, 
el  mismo  engaño  en  engañarme  siento. 

¿Mas  qué  me  quejo  del  engaño,   ¡ay  triste!, 
si  de  este  engaño  tengo  el  alma  asida, 
engaño  que  de  muchos  me  divierte? 

Porque  con  este  engaño  se  resiste 
la  fuerza  del  engaño  de  la  vida, 
porque  todo  es  engaño  hasta  la  muerte. 

(Entren  Alfredo,  Aristo  y  Octavio  ) . 

AiF.  Aquí  está  Celauro. 

OcT.  Aqm' 

está  Octavio,  que  ha  venido 

a  ver  en  qué  sois  servido 

de  mis  cosas  y  de  raí. 
Cei.-  Apártense  los  criados. 

OcT.  Vete,  Aristo. 

Cei..  y  tú  también. 

;  Conocéisrae  ? 


ii6 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


OCT. 

Cel. 

OCT. 

Cel. 

OCT. 

Cel. 

OCT. 


Cel. 


Sí,  y  muy  bien. 
¿Y  mis  padres? 

Son  honrados. 
¿Xo  más  de  honrados? 

¿Oué  más? 
Caballeros. 

Eso  es  menos, 
p>orque  honrados  dice  buenos, 
que  es  punto  de  este  compás. 

¿A  qué  entrasteis  en  mi  casa, 
si  sabéis  que  honrados  son, 
y  su  virtud  y  opinión 
por  buena  moneda  pasa? 

¿Xo  sabéis  que  vive  allí 
una  mujer,  que  es  mi  hermana, 
y  su  hija? 

Cosa  es  llana 
que  lo  supe  y  que  lo  vi. 

Pero  así  me  fué  forzoso 
para  el  intento  que  emprendo. 
¿Cómo  así? 

Porque  pretendo 
servirla. 

¿Qué? 

Soy  su  esposo. 
¿Sábenlo  mis  padres? 

Xo. 
Pues  es  mal  hecho. 

Xo  es, 
si  lo  han  de  saber  después. 
¿Sin  saberlo  ellos  ni  yo? 
Meted  mano,  Octavio. 

Oíd. 
Xo  hay  oír. 

Eso  es  furor. 

(Riñan  los  dos.  RisKr.o  di-ntrn.) 

Celauro  riñe,  señor. 

fSalqa  I.upercio  dc:\ctivainando.: 

Di,  necio,  que  riñe  el  Cid. 
Fuera,  digo. 

¿Cómo?  ¿tres 
para  un  caballero  solo? 
Este  es  fraude,  engaño  y  dolo, 
valdránme  manos  y  pies. 

(Huye  f)CTAvio.   Salen   ritiendo  .\risto   v   .\r,rREDO.) 

Tente,  liombre. 

Cuan(]<j  rifiL- 
el  amo,  es  son  concertado 
para  que  baile  el  criado, 
.si  es  hombre  que  e.sj)ada  cifie. 


OCT. 


Cel. 

OCT. 

Cel. 

OCT. 

Cel. 

OCT. 

Cel. 

OCT. 

Cel. 

OCT. 

Cel. 

OCT. 


Rls. 

Lup. 
Ocr. 


Ari. 
-Uf. 


Cel. 
Alf. 
Ari. 
Cel. 
Alf. 


Déjale,  necio. 

Huye,  perro. 
¿Tantos  a  uno? 

Dejadle. 
X'^o  lo  llevara  de  balde, 
si  con  esta  punta  cierro. 


(Huya    Aristo.    Sabino    entre,   metiendo   mano.) 


Sab. 

Fuera,   bellacos,    ¿qué  es  esto? 

¿a  Lupercio,  mi  señor? 

Lup. 

Ten,  majadero,  el  furor; 

¿dónde  vas  tan  descompuesto? 

Cel. 

Paso,  no  lo  oya  Fulgencia. 

Sab. 

De  cólera  estoy  perdido. 

Ltjp. 

Como  Santelmo  has  venido. 

acabada  la  pendencia. 

Sab. 

¿No  ha  quedado  por  ahí 

alguna  cosa  fiambre? 

Lup. 

Ve,  necio,  a  matar  la  hambre; 

apartaos  todos  de  aquí. 

Alf. 

¿Si  vuelven? 

Lup. 

X'o  volverán. 

Cel. 

Entraos  allá. 

Ari. 

A  punto  ponte. 

Sab. 

Yo  voy  hecho  un  Rodamonte. 

Alf. 

Yo  un  Rugero. 

Sab. 

Yo  un  Roldan. 

(Etrense  lo<;  criados.  Queden  Cel.'Vuro    v  Lupkrcio.) 

TjJPIÍRCIO. 

¿Q' 

ié  ha  sido  aquesto? 

Celauro, 

Todo  niñería. 

LUPERCIO. 

¿Por 

qué  has  reñido? 

Celauro. 

Digo  que  no  es  nada. 

Lupkrcio. 

¿Nada,  Celauro,  y  tanta  pesadumbre? 

ClíLAURO. 

No  e« 

nada,  a  fe  de  caballero. 

I.rpiíRCio. 

Basta, 

no  lo 

digáis;  que  bien  sé  yo  que  en  esto 

lo  que  es  nada  es  mi  amor,  para  que  pueda 
del  vuestro  merecer  vosa  lan  fácil. 

Chl.M'ko. 
¿Por  eso  os  enojáis? 


ACTO    SEGUNDO 


117 


LUPERCIO. 
¿Pues  no  os  parece 
que  es  bastante  ocasión  para  enojarme? 
¿Esto  se  usa  en  amistad  como  ésta? 
;Kn  dos  amigos  hay  secreto  alguno? 
¿Qué  os  he  negado  yo,  no  de  mis  obras, 
que  ese  fuera  de  amor  pequeño  efecto, 
mas  de  mis  pensamientos  escondidos? 

CE1.AUR0. 
Querido  amigo,  amigo  mío  del  alma: 
el  negaros  aquesto  no  procede 
de  poco  amor,  ni  de  que  soy  ingrato, 
sino  de  ser  negocio  y  causa  vuestra; 
el  amigo,  Lupercio,  que  es  honrado, 
a  su  amigo  defiende  con  la  espada, 
sin  darle  pesadumbre  con  la  ofensa- 
ésta  os  importa  que  yo  calle. 

Lupercio. 

¡Bueno! 
Tanto  más  encendiste  mi  deseo, 
cuanto  mi  causa  fué  la  defendida; 
que  aunque  los  dos  tengamos  una  causa, 
yo  moriré  si  no  la  sé. 

Celauro. 
No  creo 
que  puede  ser,  porque  es  de  pesadumbre. 


Lupercio. 


Esa  es  mavor. 


CEI.AUR(^. 

Mirad,  señor  Lupercio, 
que  os  va  la  honra  de  este  desengaño. 

Lupercio. 
Y  en  saberlo,  Celauro,  está  mi  vida, 
mi  honra,  gusto  y  salvación. 

Celauro. 

Es  cosa 
que  tiemblo  de  decilla. 

IvUPERCTO. 

¿Sois  mi  amigo? 

CE1.AUR0. 
Sí,  soy. 

Lupercio. 
¿Pus  qué  dudáis? 

Cei,auro. 

Temo  el  suceso. 


Lupercio. 
¡Oh,   pesia  tal!,   sacad  la   daga   y  dadme 
por  este  corazón, 

Cei,auro. 

Aliora  bien,  sea, 
que  mi  desdicha  quiso  que  palabras 
hiciesen  la  pendencia  antes  de  tiempo; 
que  yo,  Lupercio,  le  llevaba  al  campo. 

Lupercio. 
No  dilatéis,  Celauro,  con  rodeos 
mi  muerte,  mi  disgusto,  mi  deshonra. 

Celauro. 

Va  de  deshonra,  muerte  y  de  disgusto. — 
Sabed  que  las  mujeres  en  el  mundo 
nacieron  para  ser  destrucción  suya; 
y  que  supuesto  que  haya  muchas  buenas, 
virtuosas  y  santas,  hay  algunas 
ingratas  en  extremo  al  amor  nuestro; 
falsas,  lascivas,  locas  y  perjuras. 

Lupercio. 
Que  no  quiero  preámbulos. 

Celauro. 

Fulgencia... 

Lupercio. 
¡Ay,  cuánto  lo  temí! 

Celauro. 
Fulgencia,  digo, 
aunque  ha  diez  años  que  tratáis  sus  cosas, 
la  sustentáis,  la  regaláis... 

IjJPERCIO. 

¡Ay,  triste! 
Celauro. 
Quiere  bien  a  este  Octavio. 

Lupercio. 

Eso  es  quimera; 
ni  en  mi  vida  le  ha  visto  por  su  calle. 

Celauro. 
Yo  sí,  de  día  y  de  noche,  y  aim  alguna 
le  he  hecho  salir  a  cuchilladas, 
de  que  es  Alfredo  buen  testigo. 


Lupercio. 


i    o  cómo  la  habla? 


;  Adonde 


it8 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


Celauro. 
No  hay  cosa  inás  ciega 
que  un  pobre  amante.  Basta,  aquesto  basta. 

LUPERCIO. 
Prosigue,  buen  Celauro,  5-a  te  creo. 

Celauro. 
¿Habían  de  llamarte,  por  ventura, 
los  días  y  las  noches  que  se  hablasen? 

LUPERCIO. 

Bien  dices:  ciego  estoy. 

Celauro. 

Yo,  por  tu  gusto, 
o  temiendo  el  disgusto  de  este  día, 
rogábale  a  este  necio  que  dejase 
su  loca  pretensión. 

LL'PERCIO. 

¿Qué  más  hacías? 

Celauro. 
Hoy,  rinalmente,  vi  que  su  criado 
con  un  papel  la  hizo  señas. 


I.UPKRCIO. 


i 
Celauro. 


Dónde? 


En  la  ventana. 


LUPERCIO. 
B'en. 

Celauro. 

IJegué  y  quitésele, 
y  viniendo  a  cobralle  el  dueño  infame, 
resultó  la  pendencia. 

LUPERCIO. 

Kl  papel  muestra, 
que  aun  viéndolo,  no  oreo  que  es  posible. 

Celauro. 
Aun  no  le  he  visto  yo. 

LUI'ERCKJ. 

Celauro,  escucha: 
fí.ea  LfPURCio.) 

«Kste  necio  de  Celauro, 
mi  vida,  me  impide  el  verte; 
mas  lioy  pienso,  con  su  nuierte, 
gozar  de  e.sta  empresa  el  hiuro. 

No  llores,  fjue  es  sin  pr^veclio, 


sino  procurarme  hablar; 

sí,  por  vida  del  lunar 

que  cubre  tu  blanco  pecho, 

cuyo  cabello  sutil 
es  lazo  de  mi  prisión.» 
LUP.  No  más,  no  más;  señas  son 

de  I-^ulgencia  infame  y  vil. 

No  leo  más  sus  conceptos, 
bastan  estas  señas  ya, 
que  creo  que  las  dará 
de  otros  mayores  secretos. 

¡Ay  de  mí!,  verdad  es  todo, 
notable  seña,  ¿que  dudo? 
Porque  saberla  no  pudo 
sin  gozarla  de  otro  modo. 

¡Ay,  Fulgencia!  ¡Ay,  enemiga! 
¿Estas  tus  lágrimas  son? 
¡Ay  de  mi  sana  intención! 
¡Ay  de  mi  antigua  fatiga! 

¡Ay  de  diez  años  de  amor, 
con  tantas  persecuciones! 
¡Ay  de  mis  obligaciones, 
fundadas  en  tanto  error! 

¿Tus    señas    otro    hombre?    Otro 
de  aquel  cabello  colgado,        [hombre 
en  que  estuve  aprisionado 
con  los  hierros  de  tu  nombre. 

Tu  lunar,  ¡oh,  luna!,  amengua 
su  viva  color  leonada, 
ya  de  tu  infamia  eclipsada 
y  menguada  de  tu  mengua. 

¡Oh!,  maldiga  Dios  mi  boca, 
que  así  celebró  esa  Imia, 
ese  limar,  si  otra  alguna 
le  jura,  le  besa  y  toca! 

¡Malditas  mis  manos  sean, 
que  se  dejaron  atar 
de  ese  cabello  al  lunar, 
en  que  otras  manos  se  emplean! 

Y  mi  desdicha  también 
sea  maldita,  enemiga, 
pues  a  maldecir  me  obliga 
lo  que  fué  todo  mi  bien. 

¿Yo  te  amé,  yo  te  adoré; 
yo  estuve  engañado  así? 
C.KL.  ¡Oh,  por  Dios,  vuelve  ya  en  ti! 

I<UP.  Tarde  o  nunca  v<ilveré. 

Cel.  ¿Ves  cómo  fuera  mejor 

dejarte  estar  con  tu  engaño? 
Lup.  No  entendí  que  el  desengaño 

viniera  con  tal  rigor. 

No  enU-níH  (jue  una  nuijer 
fuera  tan  mujer,  Celauro 


ACTO    SEGUNDO 


TI9 


CEt. 

Hoy  mi  perdición  restauro; 

éste  la  ha  de  aborrecer. 

LüP. 

Quédate  aqiü. 

Cei,. 

No,  por  Dios, 

que  querrás  irla  a  matar. 

Lup. 

Bien  se  puede  asegurar 

que  hay  una  vida  en  los  dos. 

Cei.. 

Dame  la  palabra  aquí 

de  no  tocarla. 

Lup. 

Sí,  haré. 

Cei.. 

Jura. 

I/UP. 

Por  Dios  y  su  fe. 

Cei.. 

Otro  juramento  di. 

Lup, 

Pues  por  vida  de  la  lumbre 

destos  ojos,  que  es  Fulgencia. 

Cei,. 

¡Juramento  de  conciencia! 

¿Es  ironía  o  costumbre? 

Lup. 

Es  que  quiero  asegurar 

tu  sospecha  mal  nacida. 

que  jurando  por  su  vida, 

no  se  la  quiero  quitar. 

CeIv. 

Vamonos,  y  tu  amor  sella 

con  que  no  vamos  allá. 

I/UP. 

No  podrá  el  alma,  que  está 

abrasándose  por  vella. 

Cei,. 

Entretenerte  es  mejor; 

vamos  a  jugar. 

T,UP. 

No  puedo. 

que  de  verla  tengo  miedo. 

y  de  no  verla  mayor. 

Cei,. 

¿Verla? 

Lup. 

Impórtame  infinito 

Cei.. 

Eso,  Lupercio,  declara. 

Lup. 

Quiero  ver  si  aquella  cara 

pudo  hacer  este  delito. 

(l'íiyase  I,upercio.) 

Cei,.  ¿Hay  entrañas  de  león 

más  crueles  que  las  mías, 
veneno  en  áspides  frías, 
ni  en  Grecia  mayor  traición? 

¿Hay  más  furia  en  el  abismo? 
No  es  posible;  antes  recelo 
que  no  ha  hecho  cosa  el  cielo 
como  yo,  sino  yo  mismo. 

Amor,  ¿qué  es  tu  pensamiento? 
Mas,  ¿qué  te  pregunto  yo, 
después  que  el  alma  te  dio 
su  razón  y  entendimiento? 

Pues  querérsela  pedir 
es  verme  de  mí  distinto, 
ya  estoy  en  el  laberinto, 
o  he  de  salir  a  morir. 


(Vayase.  Entre  Fulgencia.) 

Fuiv.  Cuánto  y  con  cuánta  razón 

arrogante  debo  estar, 
juzgúelo  quien  supo  amar 
y  tuvo  satisfacción. 

Amo  un  hombre  que  es  espejo 
de  hombres  en  talle  y  consejo, 
con  quien  mil  contentos  gozo, 
para  mi  regalo  mozo 
y  para  mi  honra  viejo. 

Galán,  discreto,  aseado, 
limpio,  apacible,  animoso, 
liberal,  cuerdo,  alentado, 
de  mi  vida  cuidadoso 
y  de  la  suya  olvidado; 

casado,  aunque  de  secreto, 
conmigo,  que  fué  el  efecto 
más  alto  de  voluntad, 
cuando  tuvo  a  .su  amistad 
mi  entendimiento  sujeto. 

Aimque,  ¿a  cuál  piedra  tan  dura 
dos  hijos  no  enternecieran, 
de  tan  notable  hermosura?; 
que  bastardos  nvmca  hicieran 
legítima  mi  venttira. 

Cuantas  hoy  tenéis  amor, 
tened  envidia  al  favor 
que  el  cielo  en   esto  me  ha  hecho, 
cjue  ftiera  de  él  no  sospecho 
que  puede  haberle  mayor. 

Y  tú,  mi  bien  y  mi  dueño, 
¿dónde  estás  que  estás  sin  mí? 
Ya  no  te  tengo  en  empeño, 
ya  eres  mío,  ya  te  di 
el  alma  en  precio  pequeño. 

Ven  a  ver  aquestos  ojos, 
de  tu  víctima  despojos, 
en  cuyas  niñas  retratas 
el  talle  con  que  me  matas 
y  me  das  celos  y  enojos. 

(L,UPERCio,  tristísimo.) 

¿Eres  tú,  señor?  vSí,  él  es. 
Dame  esos  brazos  que  adoro, 
por  que  en  tu  prisión  estés; 
déjame  asir  el  tesoro 
de  toda  el  alma  interés. 

Que  cual  suele  el  avariento, 
del  cofre  cada  momento 
sacar  el  oro  y  con  tallo, 
no  menos  avaro  hallo 
contigo  mi  pensamiento. 

Que  aunque  te  tengo  y  poseo. 


120 


LOS    EMBUSTES    DE    CEI.AURO 


TA'P. 


si  mil  veces  no  te  toco, 

si  mil  veces  no  te  veo, 

pienso  que  te  tengo  en  poco 

y  que  ya  no  te  deseo. 
Eres  mi  tesoro,  en  quien 

las  annas  de  su  hacedor 

se  ver»  esculpidas  bien. — 

¡Av!,    ¿qué   es    aquesto,    señor? 

¿qué  enojo  es  éste  y  de.«dén? 
¿Vos  el  sombrero  en  los  ojos? 

¿vos  los  ojos  en  el  suelo? 

Que  éstos  tienen  por  despojos, 

decidjne,  por  Dios  del  cielo, 

si  tenéis  conmigo  enojos. 
Mi  bien,  alma  de  esta  vida, 

;qué  os  he  dicho?  ¿qué  os  he  hecho' 

¿no  habláis^  (i) 

¡Ah,    mujer   fingida; 

áspid  que  entraste  en  mi  pecho 

V  estás  en  el  alma  asida! 

Sanguijuela  de  mi  honor, 
que  en  él  pegada  has  sacado 
toda  su  sangre  mejor; 
fuego  en  nieve  disfrazado; 
pensamiento  de  traidor. 

Amigo  vil,  que  te  alejas 
en  viendo  pobreza  y  quejas; 
víbora  que  concebí, 
que  para  salir  de  mí 
el  pecho  abierto  me  dejas. 

Rayo  que  me  has  abrasado, 
dejando  sano  el  vestido; 
enemigo  perdonado, 
ingrato  que  me  has  vendido 
y  deudo  que  me  has  negado. 

Enmascarada  homicida; 
calentura  lenta  asida 
con  tan  tibio  proceder, 
que  no  se  echando  de  ver 
está  acabando  la  vidi. 

Fuego  secreto  sin  llama, 
que  nunca  de  abrasar  cesa; 
vil  en  obras,  casta  en  fama; 
Arpía  en  mi  ak-Rre  nu'.sa 
y  Clitemestra  en  mi  cama. 
Mujer  de  quien  e.ste  ser 
aim  no  quisiera  tener; 
mujer  que  tan  mal  viviste, 
f|uc  por  .ser  nuijer  qjiisisti- 
dejar  de  ^e^  mi  tnujcr. 


(I)     lin  el  original  «¿no  nu-  hat)láis?»  cinc  haec  larp. 
el  verso. 


Abreviemos  de  razones, 
sin  hablar,  sin  pregimtar 
causas  justas,  ni  ocasiones, 
que  esta  daga  he  de  pasar 
aquí  tus  dos  corazones: 

el  mío,  que  está  en  el  tuyo, 
y  el  tuyo,  que  está  cu  el  mío. 
Concluye,  que  aquí  concluyo. 
Ful.  Si  eso  es  jxisto,  señor  mío, 

matad  me,  aqm'  esto}^  no  hu3'o. 

Pero  si  acaso  no  es  justo, 
decidme  vuestro  disgusto... 
Mas  esta  réplica  es  fea; 
que  para  que  justo  sea 
basta  ser  de  vuestro  gusto. 

Veis  aqm'  el  pecho  pasalde. 
de  suerte  que  no  toquéis 
este  inocente;  guardalde 
o  heridme,  si  vos  queréis, 
o  por  la  herida  sacalde. 

Que  os  juro,  dulce  señor, 
que  en  mi  vida  os  ofendí, 
si  no  es  ofensa  el  amor, 
que  el  quereros  más  que  a  n:í 
me  obligaba  algún  rigor. 

Hoy  salisteis  de  mis  brazos, 
¿por  qué  casos  tan  siniestros 
queréis  hacerlos  pedazos, 
pudiendo  hacer  de  los  vuestros 
a  mi  cuello  estrechos  lazos? 

¿Qué  os  han  dicho,  mi  señor, 
dulce  bien  mío  y  mi  vida, 
que  con  tanto  desamor 
me  llamáis  vuestra  homicida, 
fe  falsa  y  paz  de  traidor? 

Que  de  que  vos  me  matéis, 
que   soy  vuestra  humilde  hechura, 
ningi'm  agravio  me  hacéis; 
siento  por  más  desventura 
S(Slo  el  ver  (jue  me  afrentéis. 

¿Queréismelo  decir? 
Lrr.  Calla, 

calla,  sierpe  venenosa, 
que  entre  la  hierba  .se  halla; 
flor  de  adelfa;  araña  en  ro.sa, 
con  más  hierros  que  una  malla. 

Xo  quieras  saber  lo  que  es, 
(|ue  no  habrá  nnierte  decente. 
Ful.  (Alto!,  .señor,  si  así  es, 

dejadme,  como  inocente, 
que  me  arrodille  a  e.sos  pies. 

Ya  que  todo  se  me  niega, 
que  cubráis  mis  ojos  ruega 


ACTO    SEGUNDO 


121 


con  una  toca,  mi  boca; 

pero  no  ha  menester  toca 

mujer  que  lia  estado  tan  ciega. 
I<UP.  ¿Que  cubra,  uie  persuades, 

tus  ojos?  ¡  Oh  error  profundo!; 

bien  saben  sius  liviandades, 

que  no  hay  ya  toca  en  el  numdo 

con  que  cubrir  tus  maldades. 
Esa  toca  es  que  me  toca 

mataite  y  lavar  mi  honor, 

y  si  a  toca  me  provoca, 

es  para  cegar  a  amor, 

que  esta  sentencia  revoca. 

Porque,  aunque  es  ciego,  es  de  arte 

este  mi  amoroso  fuego, 

que  para  no  perdonarte 

ha  de  estar  dos  veces  ciego, 

porque  una  venda  no  es  parte. 
Ful.  Tres  estamos  a  este  fiero 

sacrificio  prevenidos; 

tú,  con  el  desnudo  acero, 

liedlos  piedras  los  oídos, 

inexorable  3-  severo. 

Yo,  cual  víctima  inocente, 

y  el  ángel  que,  condolido, 

te  está  diciendo:  «detente», 

en  mis  entrañas  metido 

y  a  la  ejecución  presente. 

El  te  detenga,  y  Dios  sea 

en  mi  guarda. 

(Vala  a  dar  y  detenga  la  daga.) 

L,UP.  ¿Qué  temor 

me  detiene  que  no  vea 
la  venganza  de  mi  honor, 
que  es  lo  que  el  alma  desea  ? 

¡Oh,  amor,  que  en  tener  mi   acero 
como  con  alas  estás! 
Eres  ángel,  aunque  fiero; 
basta,  que  pudiste  más; 
basta,  obedecerte  quiero. 

Y  pues  que  nadie  ha  sabido 
que  con  ésta  estoy  casado, 
¿qué  obligación  me  ha  corrido? 
¿qué  leyes  me  han  obligado 
de  las  que  tiene  un  marido?  • 

¡Alto!  Dejalla  es  mejor. 
¡Hola!,  Riselo,  Sabino. 

(Entren  Sabino  y  Riselo.) 

Rus.  ¿Qné  es  lo  que  mandas,  señor? 

Lup.  En  lo  que  hacer  determino, 

será  replicarme  error. 


Porque,  ¡vive  Dios!,  si  al  hecho 
que  intento,  replica  en  nada 
algimo,  aunque  sin  provecho, 
que  la  cruz  de  aquesta  espada 
le  sirva  muriendo  ál  pecho. 

vSab.  Pues,  señor,  ¿qué  ira  es  ésta? 

lyUP.  Yaya,  no  haya  más  respuesta; 

traed  a  Esteban  y  a  Enrique. 

Fui,.  ¡Ea,  nadie  le  replique! 

Sab.  Tragedia  ha  sido  la  fiesta. 

(Vayanse  los  criados.) 

Fuu.  ¿Y  no  podré  yo  saber, 

mi  señor,  dónde  los  llevan? 

Lup.  Donde  no  los  has  de  ver. 

Fui..  Señor,  Enrique,   ¡ay!,  y  Esteban, 

partid  con  esta  mujer. 

Lup.  Ya  no,  que  no  lo  eres  mía. 

Ful.  ¡Mi  bien,  mi  señor! 

I/UP.  Desvía. 

Ful.  ¿No  son  bienes  gananciales? 

Lup.  Los  hijos  no,  celestiales, 

que  el  cielo  los  da  y  envía. 

Ful.  Llevaos  a  Esteban,  señor. 

Lup.  Aunque  él  mismo  lo  suplique, 

vete,  infamia  de  mi  honor. 

Ful.  Dejadme,  señor,  a  Enrique, 

que  me  costó  más  dolor. 
Dejádmele,  señor  mío, 
porque  un  retrato  me  quede 
de  esa  cara,  talle  y  brío; 
que  éste  consolar  me  puede, 
ya  que  os  vais  con  tal  desvío. 

('Sabino  etitre  con  los  dos  niños.) 

Sab.  Aquí  los  niños  están. 

Lup.  Vente  conmigo. 

Sab.  Yo  iré. 

Ful.  Espérate  y  me  verán, 

que  verlos  yo  no  podré, 
según  mis  lágrimas  van. 
Hijos,  3-0  soy  la  mujer 
del  mundo  más  desdichada; 
vuestra  madre  solía  ser, 
ya  SO}'  madrastra  culpada 
y  que  no  os  tengo  de  ver. 
Si  acaso  vivís,  y  acaso 
sabéis  por  quién  esto  paso, 
vengad  me  de  él,  hijos  míos. 

T<UP.  ¡Qné  notables  desvarios, 

cuando  en  cólera  me  abraso! 
Quítalos  de  ahí. 

Ful.  ¡Señor! 


12. 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


LUP. 

Fui.. 
Lup. 

Ful. 


Lup. 


Ful. 
Lup. 
Ful. 
Lup. 
Ful. 
Lur. 
Ful. 

Lup. 
Fui,. 
Lup. 

Ful. 
Lur. 
Ful. 


¡Angeles,  besadme! 

Suelta. 
¿A  mí  con  tanto  rigor? 
Suelta,  adúltera,  resuelta 
en  la  infamia  de  mi  honor. 
Gracias  a  Dios  que  ya  sé 
por  qué  es  aqueste  castigo. 
;Yo  te  he  ofendido? 

Y  no  fué 
ese  lunar  mal  testigo 
del  eclipse  de  tu  fe. 
Pues  oye. 

No  hay  ya  que  oír. 
^- Dónde  vas? 

A  un  monte  voy. 
-Vllá  te  quiero  seguir. 
.Mataréte. 

IMuerta  estoy, 
no  he  de  volver  a  morir 
\'uélvete. 

¡Señor! 

Detente, 
que  auméntale  tu  castigo. 
¡Hijos,  hijos! 

¡Ali,  insolente! 
A  Dios  pongo  por  testigo 
que  estoy  de  culpa  inocente. 

FIX  DEL  SEGUNDO  .VCTO 


A  C  T  o    T  !•:  R  C  R  R  O 


FIGURAS  DEL  TERCER  ACTO 


FULGEN'CIA. 
LUPERCIO. 
CEI  ATTRO. 

Octavio. 
León  EL  A. 
Gerardo. 


Sabino. 
Felicio. 

PlNARDO. 

TORSINDO. 

SlRENO. 

Belardo. 


(Entre  Fulgencia.) 

Desesperados  pasos, 
^d'inde  lleváis  tan  lejos  de  la  muerte. 
después  de  varios  casos, 
mi  triste  vida?  Pues  mi  triste  suerte, 
si  no  la  pone  en  medio, 
no  puede  hallar  a  tanto  mal  remedio. 

Y  tú,  causa  de  tf>do, 
Lupercio  mío,  ^dónde  vas  huyendo, 
sin  advertir  el  nujdo 
con  que  te  van  mis  láj<rimas  siguiendo. 


que  ya  mis  pies  se  quedan 

atrás,  pues  no  podrán  cuando  más  puedan. 
Cual  la  tigre  parida, 

a  quien  el  cazador  los  hijos  lleva, 

y  en  los  hijos  la  vida, 

salgo  furiosa  de  la  oculta  cueva 

y  voy  al  agua,  a  donde, 

entre  la  tierra  y  mar  me  los  esconde. 
Días  ha  que  camino 
I   por  este  monte  en  busca  tuya,  ingrato, 

con  tanto  desatino, 
I   que  de  ninguna  fiera  me  recato, 
I   que  no  puede  haber  fiera 

que  iguale  tu  crueldad  y  tu  carrera. 
¿Dónde  llevas,  tirano, 

esos  pedazos  de  mi  sangre  y  vida, 

si  ya  tu  propia  mano 

no  ha  sido  de  las  tuyas  parricida, 

y  en  parte  los  d?smiembras 

y,  cual  Medea,  por  la  tierra  siembras' 
¡Oh,  qué  dura  venganza! 

¡Oh,  qué  fiereza  de  hombre  mmca  vista! 

Y  más  que  la  esperanza, 

por  más  que  a  mis  temores  se  resista, 

conoce  que  no  puedo 
j   cobrar  el  bien  de  que  desierta  quedo. 

¿Pues  qué  tarda  la  muerte 
I   que  no  acaba  una  vida  tan  errada, 
¡  pues  no  hay  cosa  que  acierte, 
i   ni  alguna  en  que  no  viva  lastimada? 
\    ¿Y  en  qué  tendrá  esperanza 
I   quien  de.sea  su  mal  y  aún  mal  no  alcanza? 
I        ¿Posible  es  qne  no  pueda, 

ya  que  el  dolor  no  pueda,  el  miedo  grave 

de  esta  áspera  arboleda, 

tanto  en  mis  fuerzas,  que  mi  vida  acabe? 

¿Quién  dice  que  es  flaqueza, 

ni  fué  nuestra  común  naturaleza? 
¡Ay,  Dios,  qué  gran  ruido! 

¿Si  fuere  alguna  fiera  rigurosa, 

como  la  que  el  vestido 

de  Tisbe  hizo  pedazos  animosa?, 

que  no  haya  miedo  que  entre 

en  otra  cueva  que  su  mismo  vientre. 

(Entren   Hklakuo,  Sireno,  Femci\NO,  viejo.) 

Bel.  ¡Pardiez!,   que  se   ha  de  comprar 

el  sayuclo  y  la  basquina, 
aunque  se  venda  la  viña, 
o  (]ue  no  me  he  de  casar. 

Fel.  No  digo  que  no,  muchacho, 

s  m  que  sea  coníornu'  al  dote. 

Bel.  ¡Oh,  pesar  de  mi  c.qjote!. 


ACTO  TERCERO 


123 


ya  decís  que  estoy  borracho. 
¡Voto  al  sol  y  a  treinta  soles, 

que  han  de  ser  los  más  polidos! 
Fei..  ¿Ha  de  irse  todo  en  vestidos? 

¿Somos,  por  dicha,  españoles? 
SiR.  Callad,  Felicio,  en  buen  hora; 

dejad  que  su  esposa  vista. 
Fel.  Que  la  vista  y  la  revista, 

que  ya  yo  sé  que  la  adora. 
Y  también  sé  que  merece 

la  muchacha  cualquier  cosa, 

que,  a  la  fe,  es  limpia  y  hermosa. 
SiR.  Pues  si  es  eso,    ¿qué  os  parece? 

¿no  es  justo,  ¡pese  a  mi  sayo!, 

que  se  lo  compre  de  seda? 
Fel.  Ved  lo  que  el  demonio  enreda  (i) 

Bei<.  Vended  mi  buey. 

Fel.  ¿Cuál? 

Bel.  El  bayo. 

Fel.  ¿Hay  tal  locura?  ¡el  ba^iielo! 

¿Tal  alhaja  has  de  vender 

para  dar  a  una  mujer 

una  basquina  y  sajoielo? 
Bel.  Pues  bien,    ¿es  el  buey  persona? 

¡La  comparación  es  linda! 

¿No  me  sirve  más  Lucinda, 

que  cuece,  guisa  y  jabona? 
SiR.  Y  más  si  es  porque  te  ama 

y  tú  la  tienes  amor. 
Bel.  Sí,  que  un  buey  será  mejor 

para  aco.stalle  en  la  cama. 

Padre,   caminad,   que   hoy   quiero 

comprar  sajTielo  y  faldilla, 

el  mejor  que  halle  en  la  villa. 
Fel.  Tú  gastas  bien  tu  dinero. 

Bel.  En  vuestro  tiempo  era  bien 

vestir  las  novias  de  paño, 

sabed,  padre,  que  este  año 

se  muda  el  paño  también. 
Fel.  Pues  bien  haces  si  le  mudas, 

que  al  tiempo  que  yo  gozaba, 

la  virtud  vestida  andaba 

y  las  personas  desnudas. 
Ahora,  por  la  inquietud 

con  que  se  alterar  las  vidas, 

van  las  personas  vestidas 

y  desnuda  la  virtud. 
SiR.  Dejaos  de  filosofías. 

Bel.  Padre,  padre,  yo  no  os  quiero 

aquí  para  consejero. 
Fel.  No  llegarás  a  mis  días. 


Bel. 


SlR. 

Fel. 
Ful. 

Bel. 
Ful. 


(i)      Kn  e!  oiiginal  «ordena»  por  errata. 


SlR. 


Bel. 
Fel. 
Bel. 
Fel. 
Bel. 


Ful. 
Bel. 


Pul. 

Bel. 
Ful. 
Bel. 


¿Pensáis  que  son  muchos  daños? 
Plega  a  las  desdichas  mías, 
que  no  llegue  a  vuestros  días 
y  pase  de  vuestros  años. 

¡Hola!  ¿Quién  va  por  aquí? 
¡Ay,  Dios!,  ¿y  qué  puede  ser? 
Soy  una  triste  mujer, 
que  por  serlo  me  perdí. 

¡Válame  Dios!,  ¿de  qué  suerte? 
Un  hombre  que  me  sacó 
de  mi  casa,  me  dejó 
aquí  en  manos  d^  la  muerte. 

Robóme,  y  en  la  espesura 
de  esta  montaña  quedé, 
donde  hasta  ahora  no  hallé 
ni  el  lugar,  ni  la  ventura. 

¿Cómo  se  llama  esta  aldea? 
La  que  veis,  es  San  Germán; 
y  por  esta  senda  van 
a  Olavia  y  a  Claridea. 

Padre,  ¿veis  este  vestido? 
¿Pues  bien? 

Pues  así  ha  de  ser. 
¿Quiéreste  echar  a  perder? 
Xo,  padre,  ya  estoy  perdido. 

¿Sabréisme  acaso  decir, 
dueña,  que  Dios  os  mantenga, 
mientras  vuestro  amante  venga, 
y  en  después  hasta  morir, 

qué  os  costó  la  ropa  y  saya? 
¿Para  qué  queréis  sabello? 
Xo  me  va  tan  poco  en  ello, 
cuando  sabido  lo  haya. 

Porque  sabed  que  me  caso, 
si  no  lo  habéis  por  enojo, 
y  me  ha  venido  en  antojo 
vestir  la  novia  de  raso. 

Este  buen  viejo  es  mi  padre, 
gran  hombre  de  mi  desprecio; 
pero  sabed  que  es  un  necio 
desde  el  vientre  de  su  madre. 

Diz  que  de  paño  no  exceda, 
que  la  seda  viste  el  Rey, 
y  yo,  con  vender  un  buey, 
hago  una  reina  de  seda. 

Querría  saber  de  vos 
a  qué  os  llega  saya  y  ropa. 
Mis  desdichas  van  en  popa. 
¿Que  te  casas? 

Sí,  por  Dios. 

¿Sabes  qué  es  el  casamiento? 
Un  buen  día,  cena  y  baile, 
y  aun  sé  que  cierto  fraile 


124 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


FlL. 

Bet. 
Fi-L. 

Bel. 

Fl'L. 

Bel. 


FlL. 


Bel. 


dijo  que  era  sacramento. 

Pero  lo  que  fuere,  sea; 
cuando  el  hombre  tiene  amor, 
nunca  escoge  lo  mejor, 
que  no  hay  ojos  con  que  vea. 

Ya  les  rogaba  yo  allá 
que  me  la  diesen  a  cata. 
Ropa  tendrás  más  barata, 
y,  en  fin,  la  tienes  acá. 

¿Cómo^ 

Tniccame  el  vestido 
por  alguno  de  sayal. 
¡Par  Dios,  que  sois  liberal! 
Bien  se  vé  en  lo  que  he  perdido. 

Vem'os  conmigo  quedito, 
que  os  daré  ropa  y  dinero, 
que  es  este  viejo  un  parlero. 
\'amos,  hoy  mi  dicha  imito. 

Ya  no  hay  temor  que  me  rinda; 
segura  p>odré  pasar. 
¡Par  diobre,  que  ha  de  quedar 
hecha  una  reina  Locinda! 

(l'ansc  los  don.) 


Fel. 

¿Fuese  aquel  Sireno? 

SlR. 

Sí. 

y  se  llevó  la  mujer. 

Fel. 

Verá  el  diablo. 

SlR. 

Ks  Ivucifer. 

Fel. 

Asi.  cuando  mozo,  fui. 

Pero  temo  su  salud. 

que  aunque  es  la  dama  polida, 

así  sola  y  bien  vestida, 

arguye  poca  virtud. 

^(íkrardo,  padre  de  I,upKRCio,  y  Sarino.) 
CiKR.^RDO. 

;Qué  me  cuentas.  Sabino? 


I, o  que  oyes. 


S.MtlNO. 
r.ERARDC). 

¿Hay  tan  extraño  caso? 

Sabino. 

Yo  te  juro 
que  le  han  llorado  bien  aquestos  ojos. 

I'KLICIO. 
ífcrardo  es  éste,  el  dueño  dt-  la  haciejida; 
retírate.  Sireno,  entre  estos  árboles, 
no  no»  llame  baltlíos,  como  suele. 


Sireno. 
Vamos,  que  trae  pesadumbre  y  creo 
que  este  paje  chismoso  le  ha  traído 
algunas  travesuras  de  Lupercio. 

Gerardo. 
¿No  me  dirás  la  causa  que  fué  origen 
de  aquesta  desventura? 

Sabino. 

Tu  dureza. 
Gerardo. 
Xo  te  piden,  Sabino,  mis  desdichas 
que  las  resuelvas  tanto. 

Sabino. 

Pues  advierte. 

Gerardo. 

Prosigue  las  obsequias  de  mi  muerte. 

Sab.  Después  que  de  aquesta  aldea 

pasó  Lupercio  a  la  corte, 
trocando  en  galas  de  hidalgo 
las  abarcas  y  el  capote, 
sacó  el  talle  de  la  funda 
más  gallardo,  airoso  y  noble 
que  jamás  tuvo  mancebo 
de  cuantos  tiene  el  Piamonte. 
Pusieron  tn  él  los  ojos 
muchas  damas;  pero  vióse 
que  el  amor  es  accidente 
y  que  es  gusto  el  que  se  escoge. 
De  todos,  amó  a  Fulgencia, 
que  era  a  su  gusto  conforme, 
que  parece,  a  ser  posible, 
que  las  almas  se  conocen. 
Mujer  hermosa  en  extremo, 
y  bien  nacida,  auiujue  pobre, 
secreta  en  sus  libertí.des 
y  astuta  en  sus  condiciones. 
Desde  el  día  en  que  Lupercio 
comenzó  a  decille  amores, 
nació  Lucrecia  otra  vez, 
otra  Porcia  y  Penelope. 
Comenzaron  a  quererse, 
creciendo  amor  desde  entonces 
tanto,  que  en  otras  es  niño 
y  gigante  en  sus  pasiones. 
Diez  vueltas  dio  vuelta  Febo, 
o  discurrieion  diez  soks 
del  Aries  ai  Pez,  y  fueron 
las  lunas  diez  veces  doce. 
Mientras  preso  amor  le  tiene, 


ACTO    TERClíRO 


12- 


que  dicen  que,  cuando  coge, 
abre  luia  puerta  de  cera 
y  cierra  cuatro  de  bronce. 
Xacieron  de  aqueste  trato 
das  niños  como  unas  flores: 
llámanse  Esteban  y  Enrique, 
permita  Dios  que  se  logren. 
Lupercio,  viendo  a  los  ojos 
sus  hijos  y  obligaciones, 
ellos  dos,  y  dos  mil  ellas, 
quiere  que  la  deuda  cobren. 
Casóse  con  gran  secreto, 
y  cree  que  corresponde 
esto  a  ser  noble  y  cristiano, 
y  lo  contrario  se  opone. 

Ger.  Qué  ¿se  casó? 

Sab.  No  lo  dudes. 

Ger.  Dime  lo  demás. 

Sab.  Casóse, 

y  vivía  más  contento, 
libre  de  tantos  temores. 
Pero  como  a  las  espaldas 
del  bien,  siempre  el  mal  se  esconde, 
y  el  oro  de  la  fortuna 
se  gasta  y  descubre  el  cobre. 
Comenzó  un  infame  amigo 
a  traellos  disconformes; 
de  manera  que  a  Lupercio 
le  dijo  dos  mil  traiciones. 
La  última  fué  de  suerte, 
que  el  triste,  una  triste  noche 
tomó  sus  hijos  y  fuese 
por  lo  oculto  de  este  monte. 
Siguióle  la  triste  dama, 
mas  no  es  posible  que  cobre 
sus  hijos,  ni  su  esperanza, 
ni  ellos  xTielvan,  ni  ella  tome. 
Yo,  que  los  iba  siguiendo, 
perdidos  junto  a  la  torre 
que  esta  montaña  atalaya, 
dando  suspiros  y  voces, 
donde  creo  que  ella  ha  nuierto 
por  la  maldad  de  aquel  hombre, 
y  que  Lupercio  y  sus  hijos... 
¿Lloras? 

Ger.  ¿Xo  quieres  que  llore? 

Parte,  Sabino,  otra  vez; 
llama  mi  gente  y  pastores; 
lleva  toda  aquesta  aldea, 
si  no  quieres  que  me  arroje 
de  esta  peña  en  este  río, 
que  de  mis  lágrimas  corre; 
ten  lástima  que  estas  canas 


Sab. 


Ger. 


Ful. 


Ger. 

'  Fui,. 

Ger. 

Fui,. 


Ger. 
Fui<. 
Ger. 


Fui,. 
Ger. 


el  suelo  de  hierba  adornen. 
¡Ay,  mis  hijos! 

Quiera  el  cielo 
que  los  halle  y  tú  los  goces. 

(Vase  Sabino.) 

¡Cuan  mal  lo  que  de  él  está 
quieren  impedir  los  hombres! 
Como  la  fortvma  es  vidrio, 
cuando  más  luce  se  rompe. 
¡Ay,  Lupercio!;  ¡ay,  hijo  mío, 
pues  te  llamo  y  no  respondes!, 
no  habrá  bien  que  no  me  falte, 
ni  habrá  mal  que  no  me  sobre! 

(FuLGENCiA  f>iíra  en  traje  de  serrana.) 

Si  a  la  desdicha  valiera, 
como  la  que  yo  he  tenido, 
mudar  el  traje  y  vestido 
para  que  no  conociera, 

¡cuan  libre  de  ella  quedara 
de  la  manera  que  voj', 
pues  apenas  de  quien  soy 
sola  una  parte  declara! 

Troqué  el  vestido,  ¡ay  de  mí!, 
que  hablaba  sin  ver  que  había 
quien  esciicharme  podía. 
¡Jesús!  ¿Cortesano  aquí? 

Pero  éste  debe  de  ser 
el  señor  de  aquesta  hacienda; 
aun  no  sé  si  hablarle  emprenda. 
¿Quién  sois,  hija? 

Una  mujer. 

¿Qué  buscáis? 

Dueño,  señor, 
que  he  perdido  el  que  tenía, 
quizá  porque  le  servía 
con  tal  cuidado  y  amor. 

Si  vivís  en  esta  aldea, 
servios  de  mi  persona, 
que  mi  desdicha  me  abona 
para  que  fiadora  sea. 

Que  si  me  desamparáis, 
según  mi  tristeza  es  fuerte, 
luego  me  daré  la  muerte. 
¡Ay,  liija!,  ¿tan  triste  estáis? 

Xo  tengo  igual  en  el  mundo. 
Por  triste  quiero  acogeros, 
por  consolarme  de  veros 
triste  en  mi  dolor  profmido. 

¿Luego  triste  estáis? 

Estoy 
perdiendo  a  gran  priesa  el  seso. 


126 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


del  daño  de  un  mal  suceso. 
Ful.  Sin  duda  a  mi  centro  voy; 

;qué  daño  os  lia  sucedido? 
Ger.  He  perdido  un  hijo  honrado, 

por  no  haberle  yo  estimado 

y  no  haberle  merecido. 
Y  porque  Dios  me  depare 

lo  que  perdí,  estoy  contento 

de  daros  acogimiento. 
Ful.  El  os  lo  traiga  y  ampare. 

¿Es  muy  pequeño? 
Ger.  Es  ya  hombre. 

Ful.  ¿Cómo  se  pudo  perder? 

Ger.  Por  una  mala  mujer, 

que  tiemblo  en  decir  su  nombre. 
Ful.  ¿Era  en  aqueste  lugar? 

Ger.  Xo,  hija,  en  la  villa  fué, 

adonde  yo  le  embarqué 

para  perderle  en  la  mar. 

Que  si  aquí,  en  aquesta  sierra, 

adonde  yo  le  he  criado, 

le  hubiera  siempre  guardado, 

menos  peligros  encierra. 
Ful.  ¿Cómo,  señor,  se  llamaba? 

Ger.  Lnpercio. 

Ful.  ¡Válame  Dios! 

Ger.  Hija,  ¿conocéisle  vos? 

Ful.  Sí,  señor,  con  él  estaba. 

Ger.  ¿Cómo? 

Ful.  Ser\-íle  diez  anos, 

alh'  en  casa  de  Fulgencia, 

y  eso  lloro  en  mi  conciencia; 

¡Ay,  ay! 
Ger.  Sucesos  extraños. 

¿Que  le  serviste? 
Ful.  ¿Pues  no? 

Ger.  Diz  que  se  casó  con  ella. 

Ful.  Merecíaselo  ella. 

Ger.  ¡Ay  hija,  que  le  engañó! 

Pasan  de  seis  mil  ducados 

los  que  de  renta  tenía; 

pero  contadme,  hija  mía, 

sucesos  tan  desdichados. 
I'UL.  De  aquí  a  c;isa,  .señor  mío, 

os  diré  cuanto  ha  pa.sado. 
Ger.  Basta,  que  al  ciclo  han  llegado 

los  suspiros  que  le  envío. 
Sin  este  consuelo,  os  llevo 

\X}T  prenda  .suya  también. 
Ful.  <Que  éste  es  padre  de  mi  bien? 

¡Oh,  cielo,  cuánto  te  debo' 

(Vayanse,  hnlfe  Lvpkkcio.) 


LUPERCIO. 

Ásperos  montes,  de  tinieblas  llenos, 
por  resistir  al  sol  con  vuestras  llamas; 
cuevas  de  lobos  y  leones;  camas 
de  sierpes,  basiliscos  y  venenos. 

Cielo  que  con  relámpagos  y  truenos 
su  intrincada  maleza  desenramas, 
y  por  entre  estos  robles  y  retamas 
quieres  herir  los  infernales  senos. 

Aguas  que  despeñadas  de  la  suerte, 
que  el  llanto  mío,  vais  por  campos  rasos; 
que  no  hay  estío  que  su  hierba  queme, 

si  no  es  este  camino  de  la  muerte, 
decidme  dónde  van  tan  tristes  pasos; 
que  quien  desea  morir,  la  vida  teme. 

(Bei.ardo  entre  con  el  vestido  de  Fulgencia.) 

Bel.  ¿Hase  visto  igual  ventura, 

que  así  me  diese  vn  vestido 

tan  costoso  y  tan  polido? 

Todo  este  mundo  es  locura. 
Lucinda,  que  sayal  viste, 

de  aquesta  seda  se  agrada; 

y  estotra,  a  seda  enseñada, 

quiere  sayal  pardo  y  triste. 
Esto  ya  es  cosa  entendida 

y  averiguado  argumento; 

y  es  que  nadie  está  contento 

del  estado  de  su  vida. 

¡Oh,  cuál  se  le  ha  de  poner 

Lucinda,   aunque  al  viejo  asombrí! 
LUP.  Q"i<"  '  pedir  a  este  hombre 

si  trae  algo  de  comer. 
¿Buen  hombre? 
Bel.  ¡Válgame  el  cielo! 

¿Quién  sois? 
IvUr.  Soy  lUi  peregrino. 

No  temáis,  no  hayáis  recelo. 
Bel.  Que  yo  no  tengo  temor. 

¿Si  habrá  por  adonde  huya?  (Ap.) 

Dígame,  por  vida  suya, 

¿es  ladrón  o  salteador? 
Lup.  ¿A  ver  aqueste  vestido? 

Bel.  El  me  le  quiere  quitar. 

Lup.  ¡Ay,  triste! 

Bel.  No  hay  que  mirar, 

(juc  tu  verdad  que  está  polido. 
V  que,  para  no  mentir, 

para  una  novia  se  ha  lucho; 

mas  viének-  un  1)üco  estrecho 

y  llevóle  a  hacer  abrir. 
Lup.  ¿Quién  te   dio,    villano  infauu\ 

este  vestido? 


ACTO  TERCERO 


127 


I,UP. 
BEL. 

Lrp. 

Bei.. 

Lup. 
Bel. 


Lup. 
Bel. 


I.UP. 


Bel. 


Lup. 


•Ay,  señor, 
piedad! 

¿Qué  piedad,  traidor, 
sin  que  tu  sangre  derrame? 

¿Qué  se  ha  hecho  la  mujer 
a  quien  desnudaste? 

¡A)',  triste! 
Di  presto  lo  que  la  hiciste. 
Debímela  de  comer. 

Di  presto,  o  aquesta  espada 
te  hará  otra  lengua  en  el  pecho. 
Ni  la  desnudé,  ni  he  hecho 
cosa  en  que  fuese  agraviada. 

¿Pues  cómo  hubiste  el  vestido? 
Señor,  un  novillo  overo, 
celoso,  insufrible  y  fiero, 
y  de  mi  ganado  huido, 

la  mató  en  esta  sendeja, 
y  dos  pastores  y  yo, 
luego,  al  punto  que  expiró, 
la  llevamos  a  la  igreja. 

A  mí  me  cupo  del  hato 
esto  que  veis, 

¿Que  un  novillo 
la  ha  muerto? 

Entre  este  tomillo 
la  dio  la  vuelta  del  gato. 

Y  aun  en  verdad  que  discierno 
distintamente  su  mal, 
que  aquí  ha  de  estar  la  señal 
por  donde  la  metió  el  cuerno. 

Suelta,  ¡maldígate  Dios!,  (i) 
villano  vil  ignorante, 
o  quítateme  de  delante, 
porque  haré,  si  me  replicas, 
lo  que  a  Hércules,  cuando  Licas 
de  Deyanira  su  esposa 
la  camisa  ponzoñosa 
le  trujo  y  le  dio  en  presente. 
Yo  me  iré  tan  brevemente, 
que  su  merced  no  lo  vea; 
¡que  para  tan  poco  sea 
que  así  me  dejé  engañar! 
Que  éste  se  me  ha  de  quedar 
con  mi  vestido,  ¿hay  tal  cosa? 
¿Qué  hará  mi  Lucinda  hermosa? 
Bañará  en  agua  el  jardín, 
rosa,  clavel  y  jazmín 
de  su  rostro  celestial. 
¿Hay  pena  y  desdicha  igual 
como  la  que  miro  y  toco? 


Lup. 
Bel. 


Lup. 


(i)     Quiza  falte  un  verso  consonante  de  «Dios». 


Basta,  que  éste,  haciendo  el  loco, 
se  queda  con  el  vestido. 
Villano,  ¿que  no  eres  ido? 
Esperad,  que  voy  por  gente. 

fVasc  Bklardo.) 

Trae  diez,  trae  doce,  trae  veinte, 

trae  mil,  trae  el  mimdo  todo, 

porque  yo  ya  estoy  de  modo 

que  no  tengo  qué  temer. 

¡Triste!,    ¿qué  habemos  de  hacer 

muerta  aquélla  que  solía 

ser  alma  por  quien  vivía 

este  espíritu  cansado? 

Que  avmque  es  verdad  que  afrentado, 

di  en  venirme  como  loco, 

no  la  he  querido  tan  poco 

que,  aunque  me  agravia,  la  olvide, 

¡Oh,  cielos,  venganza  pide 

la  muerte  de  mi  Fulgencia! 

Por  eso  dadme  paciencia 

o  quitadme  el  sentimiento. 

Toro  feroz  y  sangriento, 

que  mueras  corrido  en  coso, 

como  mataste  celoso 

a  quien  yo  no  di  la  muerte, 

siendo  mi  celo  más  fuerte 

y  el  dueño  de  aquella  ofensa. 

¡Plega  a  Dios,  que  en  recompensa 

de  tu  contrario  vencido, 

bramando  vayas  huido 

entre  esta  ciega  espesura! 

¡Plega  a  Dios,  que  la  figura, 

en  que  eres  signo  del  cielo, 

caiga  de  su  esfera  al  suelo 

y  mil  pedazos  te  haga! 

¿Qué  habrá  que  me  satisfaga, 

¡cielos!,  Fulgencia  perdida? 

¿Para  qué  quiero  la  vida? 

¿hay  alguno  que  la  quiera? 

¿No  hay  un  áspid,  una  fiera? 

Mas,  ¿por  qué  me  desespero? 

¿No  me  agravió?   ¿Pues  qué  quiero? 

¿Qué  pretendo  que  me  mata? 

¿No  fué  a  mis  obras  ingrata? 

¿pues  que  su  muerte  lamento? 

Mas,  ¡ay!,  que  sin  fundamento 

di  crédito  a  un  falso  amigo, 

y  sin  parte  y  sin  testigo 

quise  pronunciar  sentencia 

contra  la  humilde  Fulgencia. 

Porque  no  pudo  agraviarme 

la  que  por  sólo  buscarme 


128 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAL'KO 


p)erdió  la  vida  y  la  fama. 
Parece  que  aquesta  rama 
con  sus  brazos  me  convida 
a  que  me  quite  la  vida, 
arrojando  un  lazo  en  ella. 
Perdí  mi  Fulgencia  bella, 
perdí  juntamente  el  alma. 
¿Pero  qué  victoria  y  palma 
saco  de  este  mal  consejo, 
si  mis  tristes  hijos  dejo 
en  esta  cueva  escondidos, 
adonde  serán  comidos 
de  algi'm  oso  o  tigre  fiero, 
o  si  aquí  me  desesf)ero, 
la  hambre  podrá  matallos? 
Mejor  será  sustentallos 
de  aquestas  silvestres  frutas 
y  del  agua  de  estas  grutas, 
áspera,  fría  y  salobre, 
pasando  esta  vida  pobre 
en  penitencia,  que  abone 
el  haber  muerto  a  Fulgencia, 
si  puede  haber  penitencia 
que  mi  delito  perdone. 

(Entren    Beiardo,    Felicio,    Sireno,    Orsindo,    Pi- 
na rd  o.) 

Bel.  Digo  que  me  le  quitó 

y  que  con  él  se  me  va. 

SiK.  ¿Xo  sabremos  dónde  está? 

Bel.  lintre  estas  ramas  quedó. 

Ors.  Estos  espesos  castaños 

un  ejército  cubrieran. 

I.L'i'.  Estos  villanos  se  alteran, 

para  aumento  de  mis  daños. 

(Quiero  del  monte  .salir 
con  mis  hijos  al  aldea, 
que  ellos  son  causa  que  sea 
hoy  mi  enemigo  el  morir. 
Que  si  hijos  no  tuviera, 
que  son  del  alma  pedazos, 
o  los  matara  en  mis  brazos 
o  entre  sus  brazí)s  nmriera. 

(Vayase  I.upercio.) 

I'IN.  ¡Pardiez!  Orsindo,  si  él  fuera 

salteador,  no  andaba  a  solas; 
ya  que  bandera  eiiarbolas, 
forme  escuadrón  tu  bandera. 

No  quede  mozo  uingimo 
en  San  Germán,  (|ue  no  venga. 

l'i'.L  Como  de  esto  avi.so  tenga, 

u<j  creo  que  falte  alguno. 


Vendrá  Peloro,  Salicio, 
Nemoroso,  Alfesibeo, 
Felinardo,  Rosileo, 
Panfilo,  Ergasto  y  Claricio. 

Que  cada  cual,  por  el  cuerno, 
derriba  al  suelo  un  novillo. 
Bel.  ¡Pardiez!,  que  me  maravillo 

ds  vuestro  engaño  y  gobierno. 

Cuando  este  salteador 
tenga  tres  hombres,  es  todo. 
Ors.  Pues  andemos  de  ese  modo 

todo  el  monte  alrededor, 
hasta  que  con  él  topemos. 
Bel.  Onsindo  ha  dicho  muy  bien; 

¿viene  Pinardo? 
PlN'.  También; 

seguidme  todos. 
Ors.  Sí,  haremos. 

(Vanse.  Entre  Lupercio  con  sus  hijos.) 

LUPERCIO. 

Reliquias  de  aquel  ángel  que  ya  pisa 
con  su  dorada  planta  las  estrellas, 
mirando  aqueste  llanto  con  su  risa 
y  los  suspiros  con  que  llegó  a  ellas. 
No  os  espantéis  si  os  traigo  tan  aprisa, 
cubriendo  de   agua   vuestras  frentes   bellas 
que  no  guarda  mi  vida  más  la  \'uestra 
en  fortuna  tan  áspera  y  siniestra. 

Hijos:  estas  pequeñas  caserías 
fueron  de  vuestro  padre  el  nacimiento; 
■iquí  gocé  de  mis  primeros  días, 
libre  del  mal  que  en  los  presentes  siento. 
Todas  aquestas  huertas  eran  mías 
y  cuanto  por  aquí  refresca  el  viento; 
pues  hoja  sin  ser  mía  no  se  mueve, 
ni  oveja  arroyo  de  estos  prados  bebe. 

Mi  padre  quiso  que  a  la  corte  fuese, 
al  apuntar  de  mi  primero  el  bozo, 
y  el  cielo  quiso  que  a  Fulgencia  viese, 
la  madre  vuestra  y  de  mi  honor  destrozo, 
y  el  amor  quiso  que  a  un  traidor  creyese, 
libre  y  precipitado,  como  mozo, 
para  perder,  por  tan  ligera  cosa, 
vo.sotros  vuestra  madre  y  yo  mi  esposa. 

Llamemos,  pues,  a  ver  si  algún  criado 
d'j  los  que  cuando  está  mi  padre  ausente 
guardan  su  casa,  nos  dan  un  pan  prestado 
'le  limo.sna,  en  la  ocasión  presente. 
Cual  pródigo  a  sus  puertas  he  llegado; 
pero  guardo  ganado  diferente, 
(|ue  sois  vosotros,  mis  corderos  tiernos, 
(juejosos  de  mis  ásperos  gobiernos. 


ACTO  TERCERO 


129 


¡Ah,  de  casa!  ¡ah,  gente  honxada, 
criados  de  buen  señor! 

(Adentro.) 

Fui,.  ¿Quién  está  ahí? 

I,up.  ¡Qué  furor!. 

Puerta  rica,  al  fin  cerrada. 

¡Ah,  señora!,   ¿tendrá,   por  dicb.a, 
para  dos  niños  y  un  padre, 
si  acaso  haber  sido  madre 
os  mueve  a  ver  su  desdicha, 
algún  pedazo  de  pan? 

Fut.  ¿Hijos  decís? 

Lup.  Hijos  digo, 

de  madre  muerta. 

Ful.  ¡Ay,  amigo!, 

¿son  los  que  con  vos  están? 

Lup.  Estos,  mi  señora,  son. 

(Stlga  FuLGENCiA  con  un  panecillo.) 

Ful.  ¡Cielos!,  ¿qué  es  esto  que  veo? 

Lup.  ¡Ay,  Dios!  ¿Si  es  de  mi  deseo 

esta  sombra  o  ilusión? 

¿Esta  no  es  Fulgencia?  ¡Cielos! 

¿Cómo  en  casa  de  mi  padre? 
Ful.  ¡Hijos  de  mi  alma! 

(Los  niños.) 

¡Madre! 
Ful.  ¡Suelta,  traidor! 

Lup.  Soltarélos; 

y  cree  que  me  ha  pesado 
que  sea  tu  vida  cierta, 
aunque  creyéndote  muerta, 
mil  lágrimas  he  llorado. 

Muerta  tú,  pensó  mi  honra 
estar  soberbia  y  altiva; 
pero  aquí,  viéndote  viva, 
vuelve  a  vivir  mi  deshonra. 

Y,  pues  con  haberte  visto, 
vuelvo  a  ver  mi  deshonor, 
vanamente  con  mi  amor 
a  tus  maldades  resisto. 

¿Tú  con  mi  padre?  ¿tú  aquí? 
¿tú  viva?  ¿tú  labradora? 
¿tú  en  mi  casa?  ¿tú  señora? 
¿tú  darme  limo.sna  a  mí? 

¿Qué  puede  querer  tvi  pecho 
que  agora  a  tu  gusto  cuadre, 
sino  deshonrar  al  padre 
como  al  hijo,  infame,  has  hecho? 

Algún  Sinón  de  su  casa 
a  ella  trujo  esta  joya. 


como  el  caballo  de  Troya 
que  ya  la  enciende  y  abrasa. 

Pues  tus  hijos,  bien  ha  sido 
dártelos,  para  que  sean 
los  soldados  que  pelean, 
y  de  tu  vientre  han  salido. 
Da  ese  pan  a  esas  arpías, 
que  bien  será  de  dolor, 
podrán  pelear  mejor, 
que  ha  que  no  comen  tres  días. 
Que  yo  me  vuelvo,  y  quisiera 
haber  hallado  la  muerte, 
primero  que  hablarte  y  verte. 

Fui,.  ¡Mi  bien! 

Lup.  Suelta. 

Ful.  Espera. 

(Vayase  Lupercio  presto) 

¿Hay  entre  los  fieros  citas, 
cafibes  o  lotofagos, 
ni  en  los  abarimos  lagos 
crueldades  más  inauditas? 

¿Hay  hombre  que  quiera  más 
ni  que  se  parezca  menos? 
Dime,  cifra  de  venenos, 
¿dónde  huyes?  ¿dónde  vas? 

Pero  vete  donde  quieras, 
cazador  acobardado, 
pues  mis  hijos  he  cobrado, 
como  tigre,  en  tus  riberas. 

Anda,  aborrece  a  Fulgencia, 
si  te  ha  cansado  su  trato, 
que  yo  te  prometo,  ingrato, 
que  vuelvas  a  la  querencia. 

Huye  y  déjame  con  ellos, 
que  ya  sospecho  que  vas, 
villano,  volviendo  atrás 
la  cabeza  para  vellos. 

Anda,  pues,  que  si  no  sabes 
quién  son,  en  esta  ocasión 
las  llaves  del  alma  son, 
tú  volverás  por  las  llaves. 

Hijos,  pues  os  he  cobrado, 
buen  Lupercio  en  vos  me  queda. 

(Entre  Ger.'VRDo.) 

Ger.  ¡Que  un  perdido  hallar  no  pueda 

quien  guarde  tanto  ganado! 
¡Ay,  larga  desdicha  mía! 
Tebandra,  ¿qué  haces  aquí? 

Ful.  A  dar  este  pan  salí 

a  un  pobre  que  lo  pedía. 

Ger.  ¿Quién  son  estos  niños? 


13^ 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


Ful.  Son 

sus  hijos,  que  aquí  ha  dejado, 

por  no  caminar  cargado. 
Ger.  ¡Qué  Benjamín  y  .\bsalórl 

Ful.  ¿Son  bonitos? 

Oer.  Como  un  oro. 

Ful.  a  esta  traza  son  tus  nietos. 

Ger.  Si  ellos  eran  tan  perfetos, 

mayores  pérdidas  lloro. 

;A  qué  va  el  padre  a   la  corte? 
Fll.  a  ver  si  un  deudo  que  tiene 

le  socorre. 
Ger.  a  tiempo  viene, 

que  más  que  el  deudo  le  importe. 
Avísame  y  le  daré, 

por  estos  niños  no  más, 

cincuenta  escudos. 
Flt,.  Harás 

como  quien  eres,  a  fe. 

Que  es  hombre  que  ha  sido  neo, 

y  de  un  traidor  confiado 

se  va  triste  y  desterrado; 

yo,  por  él,  te  lo  suplico. 
Ger.  Mayores  cosas,  Fulgencia, 

son  las  que  me  has  de  pedir. 
Ful.  y  yo  os  tengo  de  servir 

de  hoy  más,  con  más  diligencia. 
Ger.  Hija,  si  no  pareciere 

Lupercio,  quiero  casarme, 

]X)r  que  no  venga  a  heredarme 

alguno  que  mal  me  quiere. 
Y  si  tengo  de  escoger, 

yo  no  he  menester  dinero, 

mi  gusto,  Fulgencia,  quiero, 

y  tú  has  de  ser  mi  nnijer. 
Ful.  Besóos,  mi  .señor,  las  manos, 

por  tan  singular  favor; 

pero  fáltame  valor 

y  son  pensamientos  vanos. 
Ger.  Tebandra,  para  mis  canas, 

esa  virtud  y  gobierno 

tienen  valor  casi  eterno. 
Ful.  Damas  habrá  cortesanas 

en  quien  hagáis  elección. 
Gkr.  Tebandra,  elección  he  hecho, 

que  tu  noble  y  casto  pecho 

me  ha  robado  el  corazón. 

Tú  lias  de  mandar  esta  hacienda, 

tU5  hijos  la  heredarán. 
I'fL.  No  dice  mal,  que  aquí  están. 

Gkr.  Tú  será.s  mi  amada  prenda. 

Voy  agora  a  ver  si  hay  nueva 

de   aqueste    perdido;    tú,    en   tanto, 


guarda  este  secreto  cuanto, 
Tebandra,  a  mi  amor  se  deba, 

que  tú  te  verás  señora 
de  esta  casa. 
Ful.  Dios  te  guarde. 

(Víiyase  Gerardo.) 

;Hay  más  fortunas  que  aguarde? 
¿Mas  de  qué  me  quejo  agora? 

Que  antes  me  ha  venido  bien 
para  hacer  un  nuevo  engaño, 
que  me  ha  enseñado  mi  daño 
a  hacer  engaños  también. 

Yo  quiero  decir  que  sí 
a  este  viejo  en  lo  que  intenta, 
que  ya  se  me  representa 
que  engaño  a  Lupercio  ansí. 

Que,  como  en  torno  de  casa 
por  sus  hijos  ha  de  andar, 
oirá  a  todos  publicar 
cómo  su  padre  se  casa. 

Y  sabiendo  que  es  conmigo, 
na   de   entrar  por  estas   puertas, 
donde  las  del  alma  abiertas 
acojan  su  dvüce  amigo. 

Vamos,  para  que  la  emprenda, 
hijos,  y  tened  consuelo; 
que  ya  dice  ATiestro  abuelo 
que  habéis  de  heredar  su  hacienda. 

í  Vayanse.  Entren  Sireno,  Felicio,  Pinardo,  con  Ce- 
lauro  herido,  como  que  le  ayudan,  y  Belakdo  con  la 
espada.) 


Fel. 

Tened  ánimo. 

Cel. 

Xo  puedo. 

que  es  esta  herida  mortal, 

y  la  causa  de  mi  mal 

la  que  me  da  mayor  miedo. 

Tengo  a  Dios  rtmy  ofendido. 

y  así,  para  el  mal  que  siento, 

os  tomo  por  instrumento. 

Bel. 

Dad  acá  luego  el  vestido. 

Cel. 

¿Qué  vestido? 

Bel. 

El  que  hoy  aquí 

ruin  hombre,  me  habéis  tomado. 

Cel. 

En  este  punto  he  llegado 

de  la  ciudad. 

SlR. 

Tvso  sí; 

¿estáis  cercano  a  la  nuierte 

y  negáis  lo  que  es  verdad? 
Cel.  Tened,  pastores,  piedad 

de  mi  mal  áspero  y  fuerte. 
Mirad  que  es  grande  rigor 


ACTO    TERCliRO 


131 


acabarme  de  matar. 
Bel.  ^I/uego  quereisme  negar 

que  no  sois  el  salteador? 
CeIv.  rVo  salteador? 

Bel.  El  que  agora 

un  vestido  me  ha  robado. 
Cei,.  Soy  un  caballero  honrado 

que  en  la  ciudad  vive  y  mora. 
Que  en  busca  de  una  mujer 

voy  por  el  mimdo,  perdido. 
Bel.  Dad  acá  luego  el  vestido. 

Fel.  Que  te  engañas  puede  ser. 

Aura  bien,  hijo  Belardo, 

si  es  él  q\üen  te  lo  tomó. 
Bel.  ¡Voto  al  sol!,  que  me  quitó 

hasta  el  capotillo  pardo! 
Cel.  Mira,   hermano,    que   te   engaña?, 

que  S03'  caballero  noble. 
Bel.  ¡Oh!,  que  os  cuelgue  de  ese  roble 

para  que  perdáis  las  mañas. 
Pin.  ¿Tú  no  sabes  bien  que  es  él? 

Bel.  Como  que  vos  sois  Pinardo. 

Pin.  ¿Pues  qué  aguardáis  o  qué  aguardo? 

Muestra,  Sireno,  el  cordel. 
Fel.  No  le  ahorquéis,  por  vida  mía, 

sino  atalde  en  esa  rama. 
Bel.  Perro  salteador  de  fama, 

ho}'  es  de  tu  muerte  el  día. 
Aqioí  atado  quedarás, 

donde  fieras  o  hambre  fiera 

te  han  de  acabar. 
SiR.  Quiero 

darte  el  vestido,  (i) 
Bel.  Xo  hay  más. 

¡Voto  a  mi  vida!  Sireno, 

que  le  ha  de  comer  un  lobo! 

(Atcv.le  a  un  árbol.) 


Pin. 

Aqiü  pagaréis  el  robo. 

salteador  de  engaños  lleno. 

Fel. 

Harto  mejor  os  sería 

decir  adonde  tenéis 

el  vestido. 

Bel. 

Aquí  estaréis, 

ladrón. 

Cel. 

¡Ay,  desdicha  mía! 

SlR. 

Vamonos  luego  a  la  aldea 

y  contémoslo  a  nuestro  amo 

(i)     Este  pasaje  e?tá  falto  y  errado.  Hartz.  lo  com- 
pletó así: 

«donde  fieras  o  hambre  fiera 

te  acaben. 
SiR.  .\  no  que  quiera 

darte  el  vestido). 


Fel.  Camina,  pues. 

Bel.  Ese  ramo 

quiero  que  su  horca  sea. 
Pin.  ¡Pardiobre!,  con  ella  alinda. 

SiR.  Y  aun  poco  castigo  ha  sido. 

Bel.  a  él  le  mata  el  vestido 

y  a  mí  el  amor  de  Lucinda. 

(Vayanse,  dejándole  atado.) 

Celauro. 

Fábricas  de  la  tierra,  polvo,  nada; 
vano  mortal,  caduco  fimdamento; 
esperanzas  de  viento,  que  en  el  viento 
paráis,  al  fin,  en  fin  de  la  jomada. 

Máquina  de  soberbia  levantada, 
en  las  alas  del  loco  pensamiento; 
razón  dormida,  ciego  entendimiento, 
señora  voltmtad  desenfrenada. 

Icaro  corazón,  Faetón  te  pecho, 
que  cara  cara  al  sol  miró  la  suya, 
hoy  nuestro  laberinto  se  ha  deshecho. 

¡Oh,  justo  Juez!,   ¿quién  mirará  a  la  tuya? 
Ya  de  la  muerte  llega  el  paso  estrecho. 
¡Piedad,  Señor,  que  no  hay  adonde  huya! 

(Entre  L,upercio.) 

Lupercio. 

¿Qué  sirve  huir  de  lo  que  voy  siguiendo? 
¿Por  qué  aborrezco  lo  que  más  adoro? 
¿Qué  me  finjo  contento  cuando  lloro, 
y  por  qué  sano  si  me  estoy  muriendo? 

¿Por  qué,  si  soy  culpado,  reprehendo? 
¿Si  pobre  soy,  por  qué  desprecio  el  oro; 
Busco  mi  honor  y  pierdo  mi  decoro, 
y  si  vencido  estoj-,  vencer  pretendo? 

¿Por  qué  de  lo  que  busco  más  me  alejo 
y  huyo  de  gozarlo  si  lo  toco, 
y  si  sé  que  es  mi  bien,  por  qué  me  engaño? 

¿Y  si  lo  tengo  ya,  por  qué  lo  dejo? 
Debe  de  ser  porque  el  amor  es  loco, 
y  cansado  del  bien,  procura  el  daño. 


¡Ah,  caballero! 


Celauro. 

Lupercio. 
¿Quién  se  queja? 

Celauro. 


Un  hombre 


casi  en  el  mortal  tránsito. 


Lupercio. 

¡Oh,  qué  lástima! 
¡Válame  Dios!,  ¿qué  es  esto? 


132 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


Celauro. 

¡Cielo  santo!, 
¿Es  Lupercio? 

IvUPERClO. 

¿Es  Celauro? 

CEr,AURO. 

Soy  el  mismo. 

IvUPERCIO. 

Abrázame,  querido  hermano  mío, 
V  dime  la  ocasión  de  tu  desdicha. 


Cei.auro. 


DesWate  de  mí. 


LüPERCIO. 

¿Por  qué,  Celauro? 
¿Qué  tienes  tú  para  que  yo  me  aparte? 
Aguarda,  amigo,  y  con  aqueste  lienzo 
te  limpiaré  la  sangre. 

Celauro. 

Xo  la  limpies, 
si  no  quieres  bebería,  aunque  es  más  justo 
que  te  vengue  de  mí  con  ir  corriendo 
desde  mi  boca  hasta  tus  pies. 

(Desátele.) 

I/UPERCIO. 

¿Qué  dices? 
¿He  sido,  por  ventura,  j'o  la  causa 
de  estas  heridas,  por  buscarme? 

Celauro. 

El  cielo 
quiere  que  tenga  vida  hasta  que  sepas 
cómo  por  causa  tuya  me  castiga. 

IvUPERCIO. 

¿Por  cau.sa  mía? 

Celauro. 
Escucha  atentamente, 

que  quiere  Dios  que  la  verdad  te  cuente. 
Sin  saber  que  era  tu  esposa 
la  d<-sdichada  Fulgen cia. 
t"  ella  puse  los  ojos 
y  el  corazón  puse  en  ella. 
De.scubrlle  mis  dáseos; 
pero  su  honrada  vergüenza 
me  arrojó  de  sí,  más  fácil 
que  el  arco  arroja  las  flechas. 
Yo,  con  la  de  amor  herido, 
con  celos  quise  vencerla, 
llevándote  a  hablar  la  dama, 


que  fué  mi  hermana  Leonela. 
Hice  que  te  oyese  y  viese; 
pero  puse  al  fuego  leña, 
volviéndose  contra  mí 
las  mismas  armas  secretas. 
Después  fingí  lo  que  sabes, 
Lupercio,  de  Octavio  y  de  ella. 
Octavio  que  de  mi  hermana 
goza  y  merece  sus  prendas. 
Porque  en  su  vida  la  vio, 
que  de  la  carta  las  señas 
mi  hermana  me  las  contaba, 
que  fué  quien  durmió  con  ella. 
Cuando  vi  que  te  seguía 
por  estos  bosques  y  peñas, 
vine  tras  ella  pensando 
hacer  a  Fulgencia  fuerza. 
Pero  en  lo  bajo  que  cubren 
retamas,  brezos,  adelfas, 
me  toparon  seis  villanos 
dijera  mejor  seis  fieras, 
y  pidiéndome  im  vestido, 
con  cayados  y  con  piedras, 
llamándome  salteador, 
me  han  puesto  de  esta  manera. 
Lup.  ¡Ay  de  nu,  triste,  Celauro! 

¿Que  es  posible  que  tú  seas 
la  causa  de  esta  desdicha 
y  la  ocasión  de  las  nuestras? 
¿Que  tú  me  hiciste  el  engaño 
que  tanta  pena  me  cuesta? 
Cel.  Yo  soy,  Lupercio  piadoso, 

y  así,  mi  maldad  te  ruega 
desnudes  aquesta  espada 
y  me  atravieses  con  ella, 
para  que  muerto  a  tus  manos 
tú  mismo  vengues  tu  ofensa. 
Lup.  Celauro,  yo  no  soy  hombre 

de  los  que  en  niuertos  se  vengan, 
sino  de  los  que  perdonan 
a  quien  su  maldad  confiesa. 
Tú  has  causado  mi  deshonra, 
y  yo  tu  muerte,  aunque  fuera 
mejor  excusar  la  causa. 
Cel.  Tú  mi  muerto,  ¡oh,  gloria  inmensa! 

como  .señor,  como  amigo, 
para  (]ue  salga  contenta 
el  alma  que  te  ha  ofendido, 
en  ver  que  a  tus  manos  muera. 
Lur.  Esc  vestido,  Celauro, 

'ué  de  la  tri.ste  Fulgencia, 
que  le  Uevalm  a  la  villa 
un  villano  de  esa  aldea. 


ACTO    TERCERO 


133 


Quitésele  yo,  pensando 
consolarme  con  sus  prendas, 
y  él  ha  jiuitado  esa  gente, 
hijos  de  este  monte  y  sierra, 
que  teniéndote  por  mí, 
te  han  dado  muerte. 

Cei..  Yo  era, 

IvUpercio,  el  que  merecía 
la  muerte,  que  ya  se  acerca. 
Y  pues  lo  permite  Dios, 
llévame  adonde  merezca 
decirle  esta  culpa  y  otras. 

I<up.  Ven,  que  mis  hombros  te  llevan, 

Dios  sabe  con  qué  piedad; 
soy  de  tu  desdicha  Eneas. 

Cei<.  Eres  noble,  aun  no  conoces 

la  carga  infame  que  llevas. 

(Entre  I,eonf.la  y  Octavio,  de  camino,  y  Gerardo. 


Ger. 

OCT. 

Ger. 


OCT. 

Leo. 


Ger. 


Ful. 

Leo. 
Ful. 


De  que  honréis  aquesta  casa 
estoy  contento  en  extremo. 
Antes  enojarla  temo, 
viendo  lo  que  en  ella  pasa, 

que  me  han  dicho  que  os  casáis, 
y  estará  ocupada  toda. 
Antes  la  casa  y  la  boda, 
en  esta  ocasión  honráis. 

Porque  según  es  secreta, 
hacer  padrinos  querría 
a  los  que  en  mi  casería 
está  mi  hacienda  sujeta, 

que  son  dos  viejos  honrados; 
pero  pues  habéis  venido, 
seréis  padrinos,  que  ha  sido 
ventura  de  mis  cuidados. 
Y  pues  sólo  vais  a  ver 
de  vuestra  hacienda  el  agravio, 
o  el  aumento,  amigo  Octavio, 
con  \'Tiestra  hermosa  mujer, 

deteneos  aquí  dos  días. 
¿Qué  dices,  T^eonela? 

Digo 
que  obedecer  tal  amigo 
son  honras  vuestras  y  mías. 

Apadrinemos  su  boda. 
¡Hola!  Sacadnos  asientos. 

(Entre  Fulgencia.) 

¡Con  qué  extraños  pensamientos 
este  engaño  se  acomoda! 
¿Es  la  novia? 

Soy,  señora, 
vuestra  esclava. 


OcT.  Gran  presencia. 

Leo.  Fulgencia  amiga,  Fulgencia. 

Ful.  Calla,  mi  Leonela,  ahora 

y  advierte  al  oído. 
Leo.  Di. 

OcT.  A  fe,  que  es  la  novia  hermosa. 

Ger.  Sentaos,  mi  querida  esposa, 

y  sentaos  vos  junto  a  mí. 

(Sentados  tos  cuatro,  entre  Pinardo.) 

Pin  ARDO. 
Pardiós,  nuesanio,  que  me  pesa  mucho 
de  traeros  acá  tan  tristes  nuevas 
y  en  día  de  tan  alto  regocijo. 

Gerardo. 
¿Qué  nuevas  dices? 

Pinardo. 

Que  Lupercio  es  muerto 
a  manos  de  unos  fieros  labradores, 
que  por  salteador,  en  este  monte, 
le  mataron  con  palos  y  con  piedras, 
y  un  hombre  hasta  el  lugar  le  trujo  en  hombros- 

Gerardo. 
¡Mísero  yo!,  ¿qué  escucho? 

Fulgencia. 

¡Oh,  triste  nueva! 
Afuera  fingimientos  y  disfraces; 
afuera  enredes,  ¡ay  de  ti,  Fulgencia! 
Fulgencia  soy;  I<upercio  fué  mi  esposo; 
muerto  Lupercio,  ya  Fulgencia  es  muerta. 
Gerardo  ingrato,  padre  de  mi  gloria: 
esos  niños  que  veis,  son  nietos  txiyos; 
mira  por  ellos,  sírveles  de  padre, 
más  noble  que  lo  has  sido  de  Lupercio, 
en  tanto  que  el  cuchillo  de  este  estuche 
pasa  este  pecho  y  abre  puerta  al  alma. 

Gerardo. 
Tenedla,  amigos,  gente  de  mi  hacienda; 
salid  todos  de  aqm',  tenedla  todos. 

(Salgan  pastores.) 

Hija,  ya  que  me  falta  mi  Lupercio, 
no  pierda  yo  tu  alegre  compañía; 
serás  mi  hija,  heredarás  mi  hacienda, 
tus  hijos  son  mis  nietos. 

Octavio. 

¿Hay  desdicha 
que  con  ésta,  Leonela,  se  compare? 
]Ah,  señoia  Fulgencia! 


134 


LOS    EMBUSTES    DE    CELAURO 


Leonera. 

¡Ah,  mi  Fulgencia! 

FULGEXCIA. 
Dejadme,  perros,  que  Lupercio  es  muerto; 
furia  soy,  yo  no  soy  Fulgencia;  ¡afuera! 

Gerardo. 
Hija  de  mis  entrañas,  no  te  mates. 

(S.\Bixo  cníre.) 

Sabino. 
¡.Vlbricias,  mi  señor! 

Gerardo. 

¡Oh,  mi  Sabino! 
¿Qué  albricias  puede  haber,  I.upercio  muerto? 

Sabino. 
Lupercio  vive,  y  viene  a  toda  prisa 
a  remediar  la  culpa  que  cometes, 
en  que  con  su  mujer  quieres  casarte. 

Gerardo. 
¿Lupercio  vive? 

FUI,GENCIA. 

¡Ay,  Dios! 

Sabino. 

I/Upercio  vive, 
que  el  herido  es  Celauro,  y  le  han  curado 
y  no  son  las  heridas  de  peligro. 

Leon-ei,a. 
¿Celauro  herido"";  ¡ay,  triste,  que  es  mi  hermano! 

Sabino. 
No  tengáis  pena,  que  no  son  heridas 
de-  peligro,  cual  digo. 

Octavio. 

A  verle  vamos. 
Sabino. 
Esperad,  que  traerle  a  casa  quieren. 
(Entre  Lupercio,  desatinado.) 

Luí'.  Si  no  fueras,  padre  ingrato, 

mi  padre,  en  esta  ocasión 
tomara  satisfacción 
de  la  maldad  de  tu  trato. 

¿F,n  qué  ley,  cri.stiana  o  mora, 
se  usa  que  pueda  ser 
casarte  con  mi  nuijer, 
como  lo  intentas  ahora' 

Cer.  i  Mijo  mió! 

Lur,  ¡HsjHjso  amado! 


LUP.  Desvía,  falsa  engañosa. 

Ful.  Fué  esta  boda  fabulosa 

para  darte  algún  cuidado. 
Tu  padre,  con  ignorancia, 

y  yo  por  traerte  aquí, 

lo  habernos  trazado  así, 

que  no  hay  cosa  de  importancia. 
Ger.  De  esta  manera,  yo  soy 

el  engañado. 
Ful.  Es  forzoso. 

Ger.  Pues  quiero  ser  el  quejoso, 

que,  al  fin,  de  los  dos  estoy. 
Ful.  No  harás,  que  los  dos  aquí 

nos  echamos  a  tus  pies, 

para  que  perdón  nos  des. 
Ger.  ¿a  un  viejo  engañar  ansí? 

Lup.  ¡Ea,  señor!,   que  aquí  es  justo 

adviertas  si  justo  ha  sido 

que  haya  a  P^ilgencia  querido. 
Ger.  Hoy  alabo  tu  buen  gusto. 

Tu  disculpa  y  mi  perdón 

llegan  juntos,  )'  las  nuevas 

de  tu  vida. 
LxJP.  Que  me  debas 

la  de  tu  hermano  es  razón. 
Yo  te  contaré  el  suceso. 
Leo.  Estoy,  Lupercio,  sin  mí. 

(FrLicio  con  los  niños.) 

Fel.  Iais  niños  están  aquí. 

LUP.  ¡Oh,  mi  Enrique,  dadme  un  beso! 

Ger.  Suelta,  que  éstos  ya  no  son 

tus  hijos. 
LUP.  ¿Pues  cuyos? 

Ger.  Míos, 

porque  no  aprendan  tus  bríos. 
LUP.  Échales  tu  bendición. 

Ger.  Desde  agora  los  señalo 

mil  ducados  de  alimentos; 

y  a  vos,  por  los  fingimientos, 

dos  mil,  sin  algún  regalo. 
Do}'  quinientos  a  Sabino, 

con  mi  criada  Arnielinda. 
Fel.  ¿Ya  Belardo  con  Lucinda? 

Ger.  De  la  boda,  el  pan  y  el  vino. 

Que  hoy  es  día  en  que  restauro 

mis  hijos. 
Ful.  Todos  te  alaban. 

Lup.  Aquí,  senado,  so  acaban 

Los  embustes  de  Celauro. 

riN  DK  LA  COMKDIA  DIC 

LOS  EMBUvSTES  DE  CELAURO 


LA  GRAN  COMEDIA 

DE  LA 


ESCLAVA     DE    SU     GALÁN 


DE 


LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 


HABLAN  EN  ELLA  LAS  PERSONAS  SIGUIENTES 


Don  Juan,  estudiante. 
Don  Fernando,  padre 

de  Don  Juan. 
Antonio,  criado. 
I^EONARDO,  caballero. 


Pedro,  de  gorrón. 
Alberto,  de  soldado. 
Elena,  dama. 
Serafina,  dama. 
Ricardo. 


Finea,  esclava. 
Inés,  criada. 
Fabio,  lacayo. 
Florencio. 
Notario  . 


PRIMERA  JORNADA 


(Salen  DoÑ.\  Elen.a.,  dama 

Ele. 
D.  Juan 


Don  JU.4.N,  estudiante.) 

Esto  se  acabó,  don  Juan. 
No  es  ese  lenguaje  tuyo, 
y  de  ese  término  arguyo 
que  mal  consejo  te  dan. 

Eso  de  argüir  es  bueno 
para  escuelas. 

Novedad. 
Elena,  tu  voluntad 
sin  argumentos  condeno. 

Confieso  (i)  que  la  he  tenido. 
¡Qué  mala  suposición! 
Pues    yo,    don    Juan,    ¿qué   lición, 
qué  facultad  he  leído? 

Aguardo  la  consecuencia. 
Habla  como  para  mí. 
¿Qué  puedo  hablar  para  ti 
con  tan  cansada  licencia? 

¿Quieres  que  la  tome  yo 
y  te  diga  lo  que  siento? 
Prosigue,  que  estoy  atento. 
¿Pues  has  de  enojarte? 

No. 
Elena. 
Yo  soy  hija,  don  Juan,  de  im  hombre  indiano, 
hidalgo  montañés,  muy  bien  nacido; 
dióme  su  luz  el  ciejo  mejicano, 
que  fué  para  nacer  mi  patrio  nido. 
Mas  la  fortuna,  resistida  en  vano 


Ele. 


D.  Juan. 


Ele. 

D.  Juan. 

Ele. 

D.  Juan. 
Ele. 
D.  Juan. 

Ele. 

D.  Juan. 

Ele. 

D.  Juan. 


por  sucesos  que  ya  los  cubre  olvido, 
le  trujo  a  España  con  alguna  hacienda, 
o  persuadido  de  su  amada  prenda. 

Divídese  SeviUa,  como  sabes, 
j   por  este  ilustre  y  caudaloso  río; 
senda  de  plata  por  quien  tantas  naves 
le  reconocen  feudo  y  señorío. 
Es  esta  puente  de  maderos  graves, 
sin  pies  que  toquen  a  su  centro  frío, 
mano  que  las  dos  partes  divididas 
por  im.a  y  otra  orilla  tiene  asidas. 

Hizo  elección  mi  padre  de  Triana. 
patria  de  algún  emperador  romano, 
para  vivir;  la  causa  fué  una  hermana, 
o  por  no  se  meter  a  ciudadano. 
Finalmente,  pagó  la  deuda  humana, 
con  su  mujer,  el  venerable  anciano, 
dejándome,  ni  rica  ni  tan  pobre, 
que  el  sustento  me  falte  ni  me  sobre. 

Aquí  he  vivido  con  tan  gran  recato, 
que  se  puede  escribir  por  maravilla; 
pues  que  de  Triana,  verdad  trato,  (i) 
pasé  dos  veces  solas  a  Sevilla. 
Pienso  que  ansí  mi  condición  retrato, 
pues  habiendo  de  aquesta  a  aquella  orilla 
paso  tan  breve  a  dividir  sus  olas, 
a  SeviUa  pasé  dos  veces  solas. 

Una,  con  gran  razón,  a  ver  la  cara 
del  sol  de  España,  que  nos  guarde  el  cielo, 
porque  estando  en  Sevilla  se  agraviara 


[  I )     Hartzenbuscli  enmendó  « Supongo». 


(i)     Verso  incompleto.  Ha^tzenbusch  enmendó  «pues 
lo  es  auc  de  Triana»  (verdad  trato). 


136 


ESCLAVA    Dl£   SU  GALAX 


si  no  la  \iera  la  lealtad  y  el  celo. 

Otra,  por  ver  la  máqiúna  tan  rara 
del  monumento  a  la  mayor  del  suelo; 
de  suerte  que  fui  a  ver  cuanto  se  encierra 
de  grandeza  en  el  cielo  y  en  la  tierra. 

Mas  como  siempre  en  los  mayores  días 
las  desventuras  suelen  ser  mayores, 
ti'i,  que  tan  libre  como  yo  venías, 
^^ste  en  mí  la  ocasión  de  tus  errores. 
Segm'steme  a  Triana,  y  las  porfías 
de  tus  paseos  escribiendo  amores, 
aunque  rasgué  con  justo  enojo  algunos, 
mostraron  lo  que  vencen  importunos. 
Yo  te  escribí,  para  decirlo  en  breve, 
y  yo  también  te  amé,  porque  entendía 
que  al  casamiento  que  al  honor  se  debe 
tu  amor  el  pensamiento  dirigía. 
Con  esto,  el  necio  nn'o  ya  se  atreve 
a  darte  entrada  como  a  prenda  mía, 
entras  con  libertad,  j  en  este  medio 
hallo  que  es  imposible  mi  remedio. 

Dicen  que  vale  cinco  mil  ducados 
la  prebenda  eclesiástica  que  tienes, 
y  que  3-a  de  tu  padre  los  cuidados 
no  se  extienden  a  más  de  que  te  ordenes. 
Si  tú  pensaste  que  sin  ser  casados, 
porque  a  Triana  de  Sevilla  vienes, 
tengo  yo  de  perder  el  honor  mío, 
mal  consejo  te  dio  tu  desvarío. 

Ayer  lo  supe,  y  ese  mesmo  día 
vino  mi  tío  de  Jerez,  que  estimo 
poT  padre,  el  cual  dispensación  traía 
para  casanne  luego  con  mi  primo. 
Y  como  yo  tu  in-^^ratitud  sabía, 
a  darle  el  sí  con  lágrimas  me  animo, 
y  hoy  parte  por  su  hijo  y  por  mi  esposo, 
porque  dentro  de  un  mes  será  forzoso. 

;Cuál  hombre  noble,  hubiera  entretenido 
una  nmjer  de  prendas,  con  engaños, 
habiendo  de  ordenarse,   aunque  hoy  han  sido 
claros  de  tu  maMad  los  desengaños? 
Pensásteme  burlar  mi  honor  vencido; 
pues  si  gastaras  infinitos  años 
en  locuras  de  amor,  no  me  vencit-ras; 
si  Ulises  fueras  si  Narciso  fueras. 

Yo  estoy,  don  Juan,  resuelta,  y  es  más  justo. 
como  estado  tan  alto,  que  te  ordenes, 
píírque  es  razón  y  es  de  tu  padre  gusto^ 
De  renta,  cinco  mil  ducados  tienes; 
yo  perdono  el  engaño,  amique  fué  injusto, 
que  un  peclio  de  traiciones  ofendidíj 
volando  pasa  desde  amor  a  olvido. 
1).  Juan.        Elena,  ;a  tantas  verdades 


qué  respuesta  darte  puedo, 

pues  que  todas  las  concedo 

sin  poner  dificultades? 

Mas,  ¿por  qué  te  persuades 

que  mi  verdad  te  engañó, 

pues  cuando  te  quise  yo 

ni  la  prebenda  tenía, 

ni  más  que  amarte  sabía, 

qué  es  lo  que  amor  me  enseñó? 

I\Ii  padre  alcanzó  después 
la  renta  de  que  3-0  estaba 
seguro  cuando  buscaba 
más  bien,  ni  (i)  más  interés, 
que  merecer  esos  pies; 
Dios  sabe  si  lo  sentí; 
y  si  parte  no  te  di, 
fué  porque  no  quise,  Elena, 
que  partiéramos  la  pena 
que  era  sola  para  mí. 

Pasó  adelante  mi  amor 
encubriendo  mi  desdicha, 
no  empeñándote  a  más  dicha 
que  algún  honesto  favor. 
Pero  si  por  ser  traidor 
tomas  venganza  en  casarte, 
bien  puedes  desengañarte 
de  que  amor  me  ha  permitido 
que  me  hubiese  sucedido 
con  que  poder  obHgarte. 

¿\'es  la  renta,  y  ves  también 
de  mi  padre  el  justo  enojo? 
Pues  de  todo  me  despojo 
aunque  mil  muertes  me  den. 
¿Será  entonces  querer  bien 
o  mentira  si  me  obligo, 
para  cumplir  lo  que  digo? 
Mira  i5Í  es  prueba  de  te, 
pues  todo  lo  dejaré 
y  me  casaré  contigo. 

¿Puede  hacer  mayor  fineza 
un  hombre  por  lo  que  adora? 
¿Creerás  entonces,  señora, 
lo  que  estimo  tu  belleza? 
Dirás  tú,  que  es  más  riqueza 
ser,  Elena,  mi  mujer, 
y  sabré  yo  responder 
que  aun  el  jjropio  ser  perdiera, 
si  no  siendo,  ser  pudiera, 
que  fuera  tuyo  sin  ser. 

Pues  quien  dejara  (2)  por  ti 

I  i)     Hartz.   corrÍRió  «mi  bien,  110»,  jicro  el   .scntidí} 
está  claro  en  el  original. 

(2)     En  el  texto  original  *dixcra». 


PRIMERA    JORNADA 


T37 


el  propio  ser  en  que  vive, 

no  hará  nniclio  en  que  se  prive 

de  lo  que  es  fuera  de  sí. 

Yo  voy  a  hablar  desde  aquí 

a  qvüen  licencia  nos  dé. 
Ele.  Detente. 

D.  Juan.  Ya  no  podré. 

Ki.E.  ¿Qi^ié  intentas? 

D.  JUAX.  Tú  lo  verás. 

Ele.  ¿Loco  estás? 

D.  JUAX.  Xo  puedo  más. 

Ele.  J\íira  tu  honor. 

D.  Juan.  ¿Para  qué? 

Ele.  ¿Tanta  renta  no  es  error? 

D.  Juax.     ¿Xo  has  vi.sto  un  niño  que  viene 

a  dar  un  doblón  que  tiene 

porque  le  den  una  flor? 

Pues  haz  cuenta  que  mi  amor, 

que  amor  en  nada  repara, 

como  el  ejemplo  declara 

si  lo  que  vé  le  contenta, 

es  niño,  y  deja  la  renta 

por  el  clavel  de  tu  cara.  (Vase.) 

Elexa. 

Aunque  es  verdad  que  yo  también  deseo, 
quiero  tanto  a  don  Juan,  que  me  ha  pesado 
de  que  quiera  emprender  (i)  precipitado, 
esta  locura  por  mi  humilde  empleo. 

Pero  el  grande  peligro  en  que  me  veo, 
amando  amada  sin  tomar  estado, 
animando  el  temor  templa  el  cuidado 
y  me  parece  que  mi  bien  poseo. 

Gran  fineza  de  amor;  pero  cumplida, 
tantas  desdichas  pueden  ofrecerse, 
que  en  dejar  a  don  Juan  me  va  la  vida. 

Mejor  es  apartarse  que  ofenderse; 
que  una  mujer  que  quiere  y  es  querida, 
¿en  qué  puede  parar  sino  en  perderse? 

(Vasc   y  salen  Dox  Fernando,  padre  de  Don  Juan, 
y  Antonio.) 

AXTOXIO. 

Como  si  fuera  mía  me  ha  pesado. 
Dox  Ferxaxdo. 
Pues  a  nu  no  me  da  mucho  cuidado; 
hacienda  tengo  gracias  a  los  cielos. 

AXTONIO. 

Que  no  puedan  armadas  ni  desvelos 
contra  aquestos  rebeldes  holandeses. 


( I )     Kn  el  te.xto  «entran;  la  corrección  e.s  de  Hartzeu- 
busch. 


Dox  Ferxaxdo. 

Ayudan  los  ingleses, 
mas  no  siempre  suceden  sus  fortunas 
con  tal  prosperidad;  que  si  hay  algunas 
en  su  favor,  nuestro  descuido  ha  sido. 

AXTOXIO. 

El  Draque  muerto  ya,  quien  es  vencido 
basta  que  agora  a  la  memoria  aplique. 

Dox  Ferxaxdo. 
Más  cerca,  en  Puerto  Rico,  el  Conde  Enrique, 
sin  otras  mil  victorias,  (i) 

AXTOXIO. 

En  Cádiz  y  el  Brasil,  ¿qué  os  han  tomado? 

Dox  Ferxaxdo. 

Diez  mil  pesos  serían,  y  han  quedado, 
Gracias  a  Dios,  cien  mil,  y  solamente 
para  don  Juan,  mi  hijo. 

AXTOXIO. 

X^^adie  siente 
bien  de  vuestra  elección,  siendo  tan  rico. 

Dox  Ferxaxdo. 
A  la  iglesia  le  aplico, 
y  trato  de  ordenalle  brevemente, 
por  causas  que  me  obligan, 
que  no  a  todos  es  bien  que  se  les  digan. 
Tiene  de  renta  cinco  mil  ducados, 
que  vale  la  prebenda,  5^  mis  cuidados 
le  llegarán  a  diez,  a  lo  que  creo. 

AXTOXIO. 

El  estado  es  tan  alto,  que  su  empleo 
no  puede  ser  mayor;  pero  quisiera 
que  vuestra  casa  sucesión  tuviera 
dilatada  a  los  nietos. 

Dox  Ferxaxdo. 

Ese  intento 

nace  de  aborrecer  el  casamiento. 

AxTOXIO. 

¿Por  qué  razón  no  es  cosa  justa? 

Dox  Ferxaxdo. 

Y  tanto. 


(i  )     Este  hemistiquio  suelto  entre  dos  pareados  prue- 
ba que  faltan  lo  menos  verso  y  medio. 


138 


ESCLAVA   DE   SU  GALAX 


que  es  sacramento  santo,  (i) 

Pero,  pues  sois  mi  amigo,  estad  atento, 

que  quiero,  y  es  razón,  satisfaceros. 

AXTOXTO. 

Y  yo  escucharos  más  que  reprenderos. 

DüX  Fkrnaxdo. 

Pasé  a  las  Indias  mozo,  y  con  hacienda. 
Casé  con  ima  dama,  y  aunque  hermosa, 
cansóme,  Antonio,  como  propia  prenda, 
que  en  conquistar  mi  amor  no  fué  dichosa. 
Llevando,  pues,  la  edad  suelta  rienda, 
me  enamoré  de  una  criolla  airosa 
y  no  muy  linda;  así  en  el  mundo  pasa, 
por  lo  feo  dejar  lo  hermoso  en  casa. 

Esto  de  los  conjuros  que  sabía, 
aimque  es  necia  disculpa  de  casados., 
de  suerte  enloqueció  mi  fantasía 
que  el  depósito  fué  de  mis  cuidados. 
Tuve  en  ella  a  don  Juan,  que  no  tenía 
hijos  de  mi  mujer,  con  que  elevados 
quedaron  mis  sentidos,  que  es  locura 
que  quien  todo  lo  acaba  no  la  cura. 
A  NT. 


D.  Per. 

Ant. 
D.  Fer. 

Ant. 

D.  Fer. 


Leo, 


Admiración  me  ha  causado 
que  bastardo  sea  don  Juan. 
¿Oué  pierde,  rico  y  galán, 
si  el  Re}-  le  ha  legitimado? 

¿Qué  hace  agora? 

Pasando 
está  en  mi  huerta. 

Estudioso 
mancebo. 

Es  tan  virtuoso, 
que  siempre  le  estoy  rogando 

deje  el  estudio  y  porfía, 
y  agora  debe  de  ser 
porque  presto  ha  de  tener 
un  acto  de  teología. 

Caso  extraño,  maravilla 
rara,  que  este  mozo  sea 
tan  honesto,  que  no  vea 
una  mujer  en  Sevilla, 

liabiendo  tanta  hermosura. 
En  éste  no  me  parece. 

fSaU  I.FXíNARDO,  rabalUro.) 
Justo  parabién  merece, 
y  ha  sido  mucha  cordura. 

Estoy,  señor  don  T-emando, 
enojado  con  razón: 


(i)  Coinn  cl  vcrsu  que  sigue  tenninu  en  i  alen  lo», 
probablemente  éste  se  C8tTÍ!)itía  así:  »(|ue  es  santo  <»a- 
cramcntu»,  si  no  «»  que  éste  «ca  suelto  entre  otros 
pareados. 


D.  Per. 


Leo. 


D.  Per. 
Leo. 


D.  Per. 


Leo. 


D.  Fer. 
Leo. 
D.  Fer. 
Leo. 


¿cómo  en  tan  grande  ocasión 
nos  olvidáis,  despreciando 

la  amistad  )•  vecindad? 
De  la  plata  que  he  perdido 
daros  cuenta  hubiera  sido 
pesadumbre  y  no  amistad. 

De  la  plata  no  sé  nada: 
pésame  si  os  alcanzó; 
parte;  lo  que  digo  yo, 
es  cosa  en  razón  fundada; 

pues  que  casando  a  don  Juan 
los  hacéis  con  tanto  .secreto. 
Si  es  burla,  ¿para  qué  efeto? 
Burla,  si  él  y  Pedro  están 

pidiendo  que  por  temor 
vuestra  licencia  le  den 
sin  que  se  amoneste. 

¡  Bien! ; 
■gracioso  engaño! 

Y  mayor 

el  no  lo  creer  ansí; 
pues  al  juez  han  informado 
que  le  mataréis  airado, 
si  lo  sabéis. 

¿Don  Juan? 

Sí. 

¿Yístelo? 

Si  no  lo  viera, 
;os  lo  viniera  a  decir? 


(Salen  Don  Ju.\x,  y  Pedro,  de  gorrón.) 

D.  Juan.    En  fin,  ¿mandó  recibir 
nuestra  información? 

Ped.  Espera, 

que  está  mi  señor  aquí; 
no  entienda  lo  que  tratamos, 
que  en  grande  peligro  estamos; 
que  si  lo  sabe,  ¡ay  de  ti! 

D.  I-'ER.  Don  Juan. 

D.  Juan.  Señor. 

D,  Fkr.  Yo  pensé, 

hijo,  que  pasando  estabas 
en  la  huerta. 

D.  JlAN.  De  allá  vengo; 

tanto  deseo  que  salga 
este  acto  de  teología, 
para  tu  honor  y  mi  fama. 

D.  1' i;k.       Bien  dices;  bien  se  contirma 
con  el  cuidado  que  andas 
de  casarte,  ]nies  que  ya 
secreta  licencia  sacas. 

Ped.  ¡Zape!  (Af^.) 

1).  JiAN.  Yo,  .señor,  ¿qué  dices? 


PRIMERA    JORNADA 


139 


Ped. 


D.  Fer. 


¡Vivii  Domimts,  que  estaba, 
cuando  inirabimus  per  poriam 
soplaverunt  en  ]a  sala. 
Hijo,  no  recibas  pena, 
ni  las  colores  te  salgan 
al  rostro,  que  en  dar  estado 
mucho  los  padres  se  engañan 
contra  el  gusto  de  los  liijos. 
Dime,  por  Dios,  si  te  casas; 
que  cien  mil  ducados  tengo, 
tu  padre  so}^:  ¿por  qué  causa 
lías  tu  secreto  a  un  mozo 
y  de  tu  padre  te  guardas? 
¿Hay  otra  luz  en  mis  ojos 
ni  otros  ojos  en  mi  cara? 
¡Señor!... 

Xo  te  turbes,  di. 
Confiesa,  señor,  ¿qué  aguardas? 
Advierte  que  dice  que  eres 
oculorum  de  su  cara. 
D.  JuAX.    Señor,  sí  verdad  te  digo; 

por  tu  gusto  me  ordenaba. 
Yo  no  soy  para  la  Iglesia; 
casóme  con  una  dama 
virtuosa  y  bien  nacida, 
aunque  pobre. 

¿Esas  palabras 
han  salido  de  tu  boca 
sin  que  yo  te  saque  el  alma? 


D.  Juan. 
D.  Fer. 
Ped. 


D.  Fer. 


Fuera! 


(Saca  la  espada.) 


Leo. 

Antonio. 
D.  Fer. 
Ped. 
Leo. 
D.  Fer. 


Ped. 


D.  Juan. 


Ped. 


¿Estáis  en  \Tiestro  seso? 
¿Para  vuestro  liijo  espada? 
Señor  don  Femando. 

¡Fuera! 
Cogebiiur  en  la  trampa. 
Teneos. 

¿Qué  he  de  tenerme? 
¡Vil  bastardo!  ¿xlnsí  se  hallan 
cinco  mil  ducados?  ¡Fuera! 
¿Bastardos  los  padres  llaman 
los  que  ellos  hacen?   Que  estotro 
como  él  le  hiciera  en  su  casa, 
¿que  le  costaba  salir 
más  por  mujer  que  por  dama? 
Señor,  pues  quisiste  bien, 
cuando  sin  disculpa  andabas 
con  la  madre  que  me  diste, 
¿por  qué  mis  años  infamas? 
¿tengo  yo  culpa  de  ser 
bastardo? 

Ver  i  tas  clara. 


D.  Fer.       Ahora  bien:  por  los  presentes, 
con  la  infame  vida  escapas. 
Vete  de  .Sevilla  luego, 
que  la  hacienda  que  pensaba 
dejarte,  al  primer  convento 
la  dejaré  por  mi  alma. — 
;Hola!,  echadle  esos  vestidos 


y  libros  por  la  ventana. 

Idos,  picaro. 

Ped. 

Señor, 
yo  no  me  caso. 

D.  Fer. 

Si  a  casa 

volvéis,  yo  os  haré  colgar 

de  una  reja. 

Ped. 

¿Qiia  de  causa? 
¿soy  yo  pierna  de  camero? 

D.  Fer. 

¡Ea!,  los  bastardos  vayan 

al  Rollo  de  Ecija. 

Ped. 

¿Yo? 
Mas  que  también  me  levanta, 
que  nos  hizo  a  los  dos  juntos. 

Leo. 

:Mirad,  señor,  que  se  para 
gente  a  escuchar  \aiestras  voces 

Ant. 

Entraos,  señor,  que  ya  basta. 

(E, 

transe  y  quedan  Don  Jr.\x  v  Pedro.) 

Ped. 

¡  Buenos  quedamos! 

D.  Juan. 

¿Qué  quiere 

Como  esto  los  hombres  pasan 
por  amor... 

Ped.  Si  fuera  amor 

persona,  como  es  fantasma, 
¡qué  de  veces  me  le  hubiera 
dado  dos  mil  cixchilladas! 
Al  Rollo  de  Ecija  a  un  hombre 
que  mañana  se  ordenaba 
de  vísperas  ¡Vivit  DSminus, 
que  ha  de  ir  a  Roma!  ¿Eso  pasa? 
¿Qué  habemos  de  hacer? 

Morir. 
Las  puertas  cierran. 

Cerradas 
debe  de  tener  también, 
quien  las  cierra,  las  entrañas. 
¡Qué  cerca  estás  de  llorar! 
¿Pues  de  eso,  Pedro,  te  espantas? 
Ayer  un  coche  y  criados, 
casa,  hacienda,  padre  y  galas; 
y  hoy,  cerradas  estas  puertas. 

Ped.  Presto  se  abrirán,  si  llamas, 

con  decir  que  te  arrepientes 
y  que  te  ordenen  mañana. 

D.  Juan.    Aimque  mil  muertes  me  den. 


D.  Juan. 
Ped. 
D.  Juan. 


Ped. 

D.  JU.AX. 


140 


ESCLAVA   DE   SU  GALÁN 


de  proseguir  no  dejara 

el  casamiento  de  Elena. 
Ped.  Desde  la  Hiena  tro  vana, 

ha  quedado  por  herencia 

quemar  Troyas,  perder  casas; 

mas  quiero  darte  un  consejo. 
D.  Juan.    Cómo. 
I'KD.  Deja  la  sotana, 

y  viste  galas  y  plumas; 

finge  que  te  vas  a  Italia, 

y  entra  a  pedirle  la  mano, 

que  es  padre,  y  [le]  hará  en  el  alma 

cosquillas  la  ausencia. 
D.  Juan.  He  visto 

gran  crueldad  en  sus  palabras. 
Ped.  No  creas  en  esas  furias; 

pídele  la  mano,  y  saca 

por  fuerza  una  lagrimilla, 

que  .se  la  moje  al  tomalla, 

que  tú  le  verás  más  tierno 

que  una  cocida  patata. 
D.  Juan.    ;Y  si  no  puedo  llorar? 
Ped.  Lleva  la  valona  untada 

de  la  mano  con  cebolla, 

y  haz  que  te  limpias,  que  basta 

para  que  llores  seis  días. 
D.  Juan.    ¡Oh,  Elena!  ¡Oh,  bien  empleada 

pena!  A}-ude  tu  hermosura 

el  ánimo  que  desmaya 

ver  lo  que  pierdo  por  ti. 
Ped.  Ya  arrojan  por  las  ventanas 

tus  vestidos. 

(A  rrojan  hs  rcsíidns  y  libros  y  otras  cosas.) 

D.Juan.  ¡Bravo  enojo! 

Ped.  Anda  la  mar  alterada, 

y  aligeran  el  navio. — 

Voy  a  buscar  mi  sotana. 

¡Ay  Dios!,  si  se  han  de  perder 

de  doña  IClena  las  cartas 

y  una  cinta  de  cabellos. 

<Qué  joyas? 

Joyas  del  alma. 

Cierto  que  hay  almas  buhoneras, 

pues  andan  siempre  cargadas 

de  cintas  y  de  papeles. 

¡Ay  mi  Elena! 

¡Ay  mi  sotana! 
I>.  Juan,    ¡Ay  papeles! 
Pkd. 

J  >.  J  UAN.    j Ay  mis  cintas! 
i'i'A».  ¡Ay  mi  cama! 

D.  JiAN.    Quien  supiere  qué  es  amor, 


D.  Juan. 


ni). 

]).  JU.VN 

Pkd. 


D.  Juan 
Ped. 


¡Ay  gregüescos! 


apruebe  mis  esperanzas; 
quien  no,  diga  que  estoy  loco, 
pues  quedo  con  sola  el  alma. 

(Vanse.) 

(Salen  Seratix.^,  dama,  y  Ricardo  3'  Fine\  con  manto.) 

Ser.  No  me  habéis  de  acompañar. 

Ríe.  •  La  vida,  señora  mía, 

podéis,  no  la  cortesía, 
aborreciendo,  quitar. 
Ser.  Xo  son  las  calles  lugar 

para  tratar  casamientos. 
Ríe.  Si  se  han  de  dar  a  los  vientos 

por  \-uestro  injusto  rigor, 
¿desde  dónde  irán  mejor 
a  sus  propios  elementos? 
Ser.  Dejadme  pasar. 

Ríe.  Teneos, 

y  no  recibáis  enojos; 
que  por  vida  de  esos  ojos, 
de  no  hablar  en  mis  deseos. 
Ser.  ¿Pues  en  qué? 

Ríe.  Vuestros  empleos 

eran  materia  sin  nu. 
Ser.  ¿y  qué  me  diréis  ansí? 

Ríe.  Que  estáis  muy  mal  empleada. 

Ser.  ¿y  estuviera  mejorada 

en  vos? 
Ríe.  Presumo  que  sí. 

Xo  porque  no  haj-a  en  don  Juan 
muy  grandes  merecimientos, 
vuestros  altos  pensamientos 
mirad  vos,  que  fin  tendrán  (i) 
con  quien  mañana  se  ordena; 
pues,  ¿qué  loco  amor  condena 
luia  mujer  principal, 
a  que  se  quede  tan  mal 
que  se  quede  con  su  pena? 

Toda  acción  se  comprebende 
del  fin,  falso  o  verdadero; 
todo  discreto,  primero 
mira  el  fin  de  lo  que  emprende; 
«juien  lo  que  espera  no  entiende; 
disculpa  tiene  del  daño, 
porque  esperó  con  engaño 
dónde,  el  fin  oculto  está; 
mas  ¿qué  disculpa  tendrá 
quien  ama  con  desengaño? 
Ser.  Yo,  Ricardo,  ya  que  os  veo 

conmigo  tan  declarado, 
que  en  vez  de  vuestro  cuidado 


i       ( I )    Falta  un  verso  antes  de  éste  ¡lara  la  dócinia . 


PRIMERA    JORNADA 


141 


me  decís  mi  propio  empleo, 
satisfaceros  deseo. 
Don  Juan  se  crió  conmigo; 
fué  su  padre  gran  amigo 
del  mío,  y  lo  es  de  Leonardo, 
mi  hermano. 
Ríe.  Más  causa  aguardo. 

Ser.  ¿Qué  mayor  de  la  que  digo? 

Creció  el  amor  con  la  edad; 
porque  (i)  ¿quién  imaginara 
que  tan  presto  comenzara 
su  oficio  la  voluntad? 
Al  principio  fué  amistad, 
simple,  y  honesta  ignorancia; 
pero  la  perseverancia 
juntó  las  cosas  distantes, 
y  desde  amigos  a  amantes 
no  hay  un  paso  de  distancia. 

Queríame  bien  don  Juan, 
pagábale  yo  también; 
pero  en  medio  de  este  bien, 
(que  bienes  presto  se  van) 
o  fué,  como  era  galán, 
admitido  de  otra  dama, 
cuyas  penecciones  ama, 
o  yo  le  desagradé; 
que  aunque  él  lo  niega,  3-0  sé 
que  me  aborrece  y  desama; 

Hágole  seguir  de  día 
y  de  noche.  ¡Caso  extraño 
que  no  tome  el  desengaño 
quien  tanto  hallarle  porfía! 
Ni  en  casa  de  amiga  mía 
largas  visita  dilata; 
ni  con  sus  amigos  trata, 
rd  le  han  visto  hablar,  ni  ver, 
en  calle  o  campo,  nmjer, 
y  con  tibiezas  me  mata. 

Muerta  entre  tantos  desvelos, 
sin  saber  qué  puede  ser, 
soy  la  primera  mujer 
que  tiene  celos  sin  celos. 
Asegura  mis  recelos 
con  regalarme  y  jurar, 
en  oyéndome  quejar; 
pero  en  materias  penosas, 
no  hay  cosas  más  provechosas 
que  el  jurar  y  el  regalar. 

Aqm'  viene  la  elección 
de  su  padre,  y  aquí  viene 
pensar  que  el  amor  no  tiene 


Ríe. 


[\)     Hartz.  enmendó  «pueril». 


amistad  con  la  razón. 

Bien  sé  que  mi  pretensión 

ningi'm  fin  puede  tener; 

¿pero  quién  ha  de  poder, 

amando,  dejar  de  amar, 

si  hay  tantas  leguas  que  andar 

desde  amar  a  aborrecer? 

Esta,  pues  habéis  querido 
saberla,  fué  la  ocasión: 
pude  amar  por  la  razón, 
Ricardo,  que  habéis  oído; 
pero  no  dar  al  olvido 
tantos  años  de  amistad, 
que  hay  mucha  dificidtad 
en  mudar  el  pensamiento 
cuando  está  el  entendimiento 
sujeto  a  la  volvmtad. 

Habéisme  favorecido; 
que  un  discreto  desengaño 
nunca  hizo  tanto  daño 
como  un  engaño  fingido,  (i) 
Yo  voy  muy  agradecido 
al  bien  que  aquesto  me  ofrece   (2) 
mirad  que  premio  merece 
quien  le  tiene  por  favor, 
y  así  agradeciera  amor 
quien  desengaño  agradece. 

Con  esto,  palabra  os  doy, 
no  de  [no]  amaros,  pues  veo 
ejemplo  en  \Tiestro  deseo, 
y  desengañado  estoy; 
mas  no  hablaros  desde  hoy 
en  mi  necia  voluntad, 
ni  estorbar  \aiestra  amistad; 
quered  a   don  Juan,    que  es  justo, 
porque  no  es  amar  con  gusto 
donde  no  hay  dificultad. 

Que  si  venganza  quisiera, 
¿qué  mayor  que  ver  que  amáis 
donde  el  amor  que  empleáis 
ni  fin  ni  remedio  espera? 
Rogaré  al  tiempo  que  qmera 
templar  esta  ardiente  llama, 
no  obligando  a  quien  os  ama  (3) 
los  méritos  que  tenéis, 
aunque  licencia  me  deis 
para  querer  a  otra  dama. 

(Vase.) 


( 1 )  Hartz.  enmendó  «como  hace  un  favor  fingido.» 

(2)  En  el  original  dice,  por  errata,  «en  esto  me  ofrez- 
co». Hartz.  escribió  «el  daño  me  ofrece». 

(3)  Hartz.  suprimió  el  «no»  de  este  verso. 


14- 


l^SCLAVA    DE   SU   G.\LAX 


Ser. 

Fin. 


Ser. 


1-ix. 
Ser. 


Leo. 
Ser. 

Leo. 


Ser. 
Leo, 

Ser. 


Leo. 
Ser. 
Leo 


Cortés  caballero. 

Tauto, 
que  lástima  le  lie  tenido; 
fuerte  desengaño  ha  sido. 
Toma.  Finea,  este  manto, 

que  no  es  tiempo  de  mirar 
en  lo  que  no  puede  ser. 
Notable  cosa  es  querer. 
Más  notable  es  olvidar. 

(Sah-  LroNAPDO.) 

Serafina. 

Hermano  mío, 
¿de  dónde? 

Vengo  admirado 
de  dos  cosas  con  razón, 
en  casa  de  don  Femando; 
la  primera,  que  se  casa 
don  Juan. 

¿Qué  don  Juan? 

Xo  ha  sido  ( i  ] 
sin  causa  el  dudar  el  nombre. 
Decir  que  se  casa  es  caso 
tan  extraño,  que  no  es  mucho 
dudar  qué  don  Juan,  Leonardo. 
Don  Juan,  su  hijo. 

¿Es  posible? 
Debajo  de  hábitos  largos 
suele  haber  poco  juicio. 
¡Qué  bien  su  padre  ha  empleado 
lo  que  le  cuesta  el  ponerle 
en  un  estado  tan  alto! 
I.oquillo,  ignorante,  en  fin, 
un  mozuelo  enamorado 
que  arroja  hacienda  y  honor 
y  estudio  de  tantos  años, 
por  lo  que  mañana  creo, 
y  aun  hoy,  estará  olvidado, 
si  lo  tuviese  esta  noche 
como  en  el  alma  los  brazos. 
lx>  segundo  que  me  admira 
no  es  el  ver  el  padre  airado, 
porque  es  grande  la  ocasión, 
pero  el  ver  que  llegue  a  tanto 
que  después  de  lialxr  querido 
matarle,  descsjierado, 
ha  hecho  con  grande  nota 
por  las  ventanas  abajo, 
echar  su  ropa  y  vestidos, 
sus  libros  V  cuanto  hallaron 


'i)     No  m  t<idn»  a.sonante  propio  de  istc-  r(jma>icc. 
llartz.  enmendó  iXo  es  ruro». 


ser  del  pobre  caballero. — 

Parece  que  te  ha  pesado. 
Ser.  ¿Pues  a  quién  no  ha  de  pesar, 

y  con  más  razón  que  a  entrambos, 

que  nos  criamos  con  él? 
Leo.  Entra,  que  quiero  que  vamos 

a  hablarle  esta  tarde  juntos, 

si  vive,  porque  ha  quedado 

de  cólera  casi  muerto. 
Ser.  Hasta  agora  fué  mi  daño 

un  imposible  de  amor; 

ya  es  mayor,  pues  es  agravio. 

Porque  ¿quién  podrá  sufrir 

los  celos  desengañado? 

Que  el  amar  un  imposible 

no  ha  menester  desengaño. 

(]'ansí\) 

(Salen  Don  Juan  v  Pedro,  de  soldados,  ron  hc.v.das  y 
p  •■urnas.) 

D.  JUAX.        Ya  vengo  como  tú  qviieres. 
Ped.  y  como  el  tiempo  lo  manda; 

esto  de  plumas  y  banda 

es  hechizo  de  mujeres. 

Mucho  se  ha  de  holgar  Elena. 
D.  JUAX.    Mi  padre  qiiisiera  yo. 

¡Ay,  mi  casa!,  quién  te  vio 

de  tantas  ricjuezas  llena 
solamente  para  mí, 

y  agora  te  ve  cerrada. 
Ped.  Que  la  cólera  pasada, 

toda  ha  de  ser  para  ti. 
D.  JUAX.        Xo  me  des  a  conocer, 

Pedro,  un  hombre  tan  airado 

que  mató,  mal  informado, 

la  desdichada  mujer. 
Ped.  ¿Mn]  informado? 

D.  Juan.  ¿Pues  no? 

Ped.  ¡Bien  haya  amén,  pues  lo  eres, 

(juién  sabe  honrar  las  nuijeres! 
D.  JUAX.     ¿Xací  de  las  piedras  yo? 
Ped.  ¡Oh,  sabrosos  animales!, 

no  es  hombre  el  que  os  tiene  en  poco. 
D.  Juan.    Yo,  a  lo  menos,  estoy  loco. 
Ped.  Xo  todas  nacen  iguales; 

pero  como  no  sean  brujas 

de  estas  que  andan  a  chupar, 

que  es  menester  preguntar 

si  son  de  pierna  y  de  agujas; 
y  consuélate,  don  Juan, 

de  cuanto  puedes  perder, 

(jue  más  ¡)eidió  por  nuijer 

no  habiendo  más  de  una,  Adán. 


PRI.MLÍRA    JORNADA 


43 


D.  Juan. 
Ped. 


D.  JUAV. 

Ped, 


D.  Juan. 
Ped. 

D.  JUAX. 

Ped. 

D.  JUAX. 

Ped. 

D.  JUAX. 

Ped. 


D.  Fer. 


¿Oiié  virtuosas,    qué    santas 
disculpan  aquella  culpa? 
Por  Dios,  que  tiene  disculpa 
quien  se   pierde  donde   hay  tantas. 

¡Ea!,  acaba  de  llamar. 
A  nn  echaránnie,  señor; 
yo  tomaría  cualque  (i)  olor, 
aunque  no  fuese  de  azar; 

pero  temo  algiin  cascote. 
rPues  para  qué  me  he  vestido? 
El  cuento  viejo  ha  venido 
aquí  a  pedir  de  cogote. 

Juntáronse  los  ratones 
para  librarse  del  gato; 
y  después  de  un  largo  rato 
de  disputas  y  opiniones, 

dijeron  que  acertarían 
en  ponerle  un  cascabel, 
qtie  andando  el  gato  con  él 
guardarse  mejor  podían. 

Salió  un  ratón  barbicano, 
colilargo,  hociquirromo  (2), 
y  encrespando  el  grueso  lomo, 
dijo  al  senado  romano, 

después  de  hablar  cuito  un  rato: 
«¿Quién,  de  todos,  ha  de  ser 
el  que  se  atreva  a  poner 
ese  cascabel  al  gato?» 

Ya  entiendo;  que  haber  venido 
ha  sido,  Pedro,  invención, 
y  el  llamar,  la  ejecución. 
¿No  tienes  apercibido 

el  llanto  para  la  mano 
cuando  te  la  ha  dé  a  besar? 
Por  eso  no  ha  de  quedar, 
si  mi  padre  es  hombre  humano. 

Di  que  su  esclavo  serás. 
Póngame  un   clavo,   una  argolla. 
Si  no  tiene  harta  cebolla 
la  valona,  pondré  más. 

¡Ah  de  casa!;  ¡qué  ocasión 
hoy  en  la  calle  perdimos! 
Mu}-  emplumados  venimos 
para  pródigo  y  lechón. 

Tú,  ni  en  vestido  ni  en  cara, 
tu  papel  puedes  hacer; 
que  yo  bien  puedo  tener 
plaza  en  cualquiera  piara. 

(Sale  Don  Fernando.) 
;Ouién  es? 


( 1 )  En  el  original « que>>. 

(2)  En  el  original  «ojiqueromo». 


D.  Jt:ax.  Un  hombre,  señor, 

que  ya  no  merece  nombre 

de  tu  hijo,  pues  es  hombre 

que  no  mereció  tu  amor. 
Voy  a  Flandes  a  morir 

entre  fieros  enemigos, 

pues  que  no  supe  entre  amigos 

y  en  tu  obediencia  vivir; 

•    y  aun  ojalá  que  en  Triana 

me  matara  una  pistola. 
D.  Fer.       Xo  es  tu  desvergüenza  sola 

la  que  hiciste  con  sotana; 

y  que  de  plumas  presumas  (i), 

con  éstas  puedes  volar, 

porque  ya  quedas  de  suerte 

que  sólo  pueden  valerte 

por  la  tierra  o  por  la  mar. 
Vete,  y  en  tu  vida  creas 

que  me  has  de  volver  a  ver. 
D.  JUAX.     ¡Oh,  qué  presto  has  de  saber 

la  muerte  que  me  deseas! 
Pero  siquiera,  señor, 

porque  me  has  criado,  mira 

que  no  es  nobleza  la  ira 

y  el  perdonar  es  valor; 
sólo  te  pido  la  mano, 

merezca  tu  bendición. 
D.  Fer.       Donde  no  se  da  perdón 

es  la  bendición  en  vano. 
D.  Juan.         ¿Pues  es  posible,  señor, 

que  me  dejas  ir  ansí? 
D.  Fer.       ¿Y  tú,  parécete  a  ti 

que  me  has  dejado  mejor? 
D.  JuAX.        Xo  era  yo  para  el  estado 

que  tú  me  querías  dar. 
D.  Fer.      Xi  yo  para  transformar 

un  sacerdote  en  soldado; 
que  si  de  ti  no  me  vengo, 

es  porque  aunque  no  lo  fuiste, 

basta  que  serlo  quisiste 

para  el  respeto  que  tengo. 
Clérigo  te  imaginé, 

y  de  haberlo  imaginado, 

ya  tienes  algo  sagrado 

con  que  luego  te  dejé. 
Vete,  y  no  pares  aquí, 

ni  sepan  tus  desvarios. 
D.  JUAX.    Ojos  no  parecéis  míos, 

pues  no  me  vengáis  de  mí. 

(i)  Faltan  lo  menos  tre.'s  versos  antes  de  este,  que 
que  fonnarían  una  redordilla.  I-'l  sentido  también  lo 
pide. 


144 


ESCLAVA   DE    SU   CALAX 


Ped. 


D.  Fer. 


D. 

Jl-AX 

D. 

Fer. 

D. 

JlAX 

Ped. 

D. 

Fer. 

Ped. 

D. 

Fer. 

D. 

Jr.^x 

D.  Fer. 


Ped. 

D.  Fer. 

Ped. 
D.  Fer 
Ped. 
D.  Fer. 


D.  JlAX. 

Ped. 


D.  JtAN. 


I'ED. 

D.  Juan. 
Ped. 


l>.  JlA.V. 


Peí. 


Dale  cebolla,  que  ya 
parece  que  se  enternece. 
¡Qué  p)oco  el  llanto  merece 
cou  quien  ofendido  está! 

¿En  fin,  me  dejas  ansí? 
Esto  es  hecho. 

¡Qué  rigor! 
Dale  cebolla,  seiior. 
Vete,  pródigo. 

¿Y  a  mí 

no  me  oirás  por  tu  cochino, 
hablando  con  reverencia  ? 
Mas  que  incitas  mi  paciencia 
para  hacer  uu  desatino. 

¡Cuiín  de  otra  suerte  aquel  padre 
de  íaniilias  recibió 
su  hijo! 

Y  lo  hiciera  yo, 
mas  no  es  posible  que  cuadre 

aquí  la  comparación, 
que  aquél  vino  arrepentido. 
Sí,  mas  no  le  has  parecido 
en  la  debida  porción. 

Tema  parte  en  su  hacienda, 
y  ésa  no  tiene  don  Juan. 
¿Señor? 

Quedo,  ganapán. 
Dale  cebolla. 

Xo  entienda 

que  ha  de  ver  más  esta  casa. 

(]'ase.) 
¿  Fuese  ? 

Xada  aprovechó: 
mas  seña.e  le  he  visto  yo, 
y  todo,  en  efecto,  pasa. 

Otros  hijos  se  han  casado. 
Sí,  pero  la  bendición 
del  padre,  auntjue  haya  perdón, 
es  de.sgracia  haber  faltado. 

Ivllo  ha  de  ser  cou  su  gusto, 
porque  ansí  lo  manda  Dios. 
Pues  volvámonos  los  dos, 
que  yo  sé  también  que  ts  justo. 

¿Y  Elena? 

En  Triana  está 
labrando  una  verde  manga, 
para  el  venturoso  día 
que  casados  juguéis  cañas. 
Camina,  Pedro,  a  la  puente, 
y  pasemos  a  'iriana: 
(jue  grandes  re.solucioncs 
no  quieren  grandis  tiinlaiizas. 
I")n  fin,  ¿te  casas 


D.  Juan. 

Ped. 

D.  Juan. 
Ped. 

D.  Juan. 


Er.E. 


IxÉ. 


Er,E. 


IxÉ. 


XVI.E. 


INÉ. 

D.  JTAX. 

Ped. 
D.  Juan. 


¿Qué  quieres?; 
tengo  la  palabra  dada. 
Otros  tienen  dadas  obras 
y  no  cumplen  las  palabras. 
¡Qué  villano  estuvo!  ¡ay,  cielo! 
Antes  no,  pues  que  le  dabas 
cebolla  y  nimca  la  quiso. 
Camina,  Pedro,  a  Triana. 

(Va  use.) 

(Salen  F.LKNA  t'  IxÉs,  criada.) 

Las  sombras  de  mi  temor 
no  me  dejan  alegrarme 
con  cuanto  dices  que  viste. 
Propia  condición  de  amantes; 
quitas  el  crédito  al  bien 
con  que  dejas  de  gozarle, 
mientras  le  adnútes  dudoso. 
¿Que  viste,  Inés,  esta  tarde, 
para  tanta  dicha  mía, 
a  don  Juan  mudado  el  traje? 
Digo  que  le  vi  con  plumas; 
mira  si  duede  mudarse 
en  más  diferente  forma, 
quien  era  ayer  estudiante. 
¡Ay,  Dios!,  si  ya  mi  fortuna 
se  mostrase  favorable 
a  mis  deseos;  mas  temo 
que  al  mejor  tiempo  me  falte. 
Porque,  como  no  son  justos, 
no  dejan  de  asegurarme 
en  esperanzas  que  duren, 
sino  en  penas  que  me  maten. 
¿Quién  ha  de  pedir  al  cielo 
que  deje,  para  casarse, 
un  hombre  tal  alto  estado, 
tanta  renta,  honor  tan  grande? 
¡Oh,  amor!,  que  sólo  reparas 
en  tu  gusto,  porciue  haces 
cosas  injustas,  dirás 
que  fué  disculpa  bastante 
el  haber  nacido  ciego. 

(Salen  Don  Juax  y  Pedro.) 

¿Llamaron? 

Entra  y  no  llames. 
¿Tomas  ya  la  posesión? 
\'engo,  mi  señora,  a  darte 
satisfacción  de  la  fe 
con  que  .sujiiste  obligarme; 
vi-isme  aquí,  si  i)or  vi-ntura 
asegurar  descaste 
la  esperanza  de  ser  tuyo, 


PRIMERA    JORNADA 


i4S 


ped. 

EI.E. 
XII 


para  que  ya  no  se  alaben 
cuantos  hicieron  finezas, 
que  fueron  con  ésta  iguales. 
¿Que  importa  que  desde  Abido, 
Leandro  el  estrecho  pase  ? 
¿Qué  mar  se  iguala  el  enojo 
de  un  noble  y  airado  padre  ? 
Sacando  yo  la  licencia, 
Elena,  para  casarme, 
probando  que  no  tendría 
efecto  con  publicarse; 
no  faltó  quien  se  lo  dijo, 
aquí  no  es  justo  cansarte 
con  pintar  tigres,  leones 
y  otras  fieras  semejantes, 
sacó  la  espada,  no  pudo, 
por  los  presentes,  matarme, 
y  porque  llevaba  yo 
dos  ángeles  que  me  guarden; 
cerró  las  puertas,  en  fin, 
y  mandó  que  me  arrojasen 
por  las  ventanas  mi  ropa. 
Yo,  pretendiendo  probarle, 
tomé  el  traje  en  que  me  ves, 
y  para  partirme  a  Flandes 
le  pedí  la  bendición; 
mas  íué  tan  inexorable, 
que  no  la  pude  alcanzar; 
mas  déjame  que  le  alabe 
de  una  cosa  que  en  sus  iras 
me  ha  parecido  notable. 
No  me  ha  echado  maldiciones, 
como  muchos  padres  hacen, 
neciamente,  porque  a  nmchos 
quiere  Dios  que  les  alcancen. 
Esto  me  ha  dado  consuelo 
y  esperanza  de  gozarte 
en  paz,  dulce  prenda  ima, 
que  algún  día  haremos  paces. 
Es  justo  acuerdo  y  es  fuerza 
por  algún  tiempo  ausentarme 
de  Sevilla  y  dar  lugar 
a  que  este  suceso  pase. 
Porque  el  mayor  dura  un  lues, 
al  fin  del  cual  a  casarme 
volveré  a  SeviUa,  alegre; 
tú,  en  tanto,  mira  que  pagues 
esta  fe,  este  amor;  no  puedo 
pasar,  mi  bien,  adelante. 
¿Andamos  con  la  cebolla 
tan  tiernos  que  en  todas  partes 
lloramos  sin  ocasión? 
Pensé,  don  Juan,  alegrarme 


con  verte,  y  estoy  tan  triste, 
habiéndote  visto,  que  antes 
todo  el  discurso  fué  alegre, 
hasta  llegar  a  ausentarte. 
Porque,    ¿dónde  habrá  paciencia 
que  para  tu  ausencia  baste, 
siendo  perderte  de  vista, 
no   presumiendo    que    engañes, 
una  mujer  que  te  adora? 
Porque  para  no  casarte, 
no  era  menester  dejar 
la  riqueza  de  tu  padre, 
la  dignidad  de  tu  oficio, 
dando  lugar  a  que  hable 
toda  esta  ciudad  de  ti; 
pero  si  es  fuerza  dejarme, 
dime  dónde  vas,  mi  bien. 

D.  Juan.    El  amor,  Elena,  es  grande, 
que  mi  padre  me  ha  tenido, 
y  aunque  éste  puede  templarse 
con  el  agravio,  es  muy  cierto 
que  en  mi  ausencia  he  de  obligarle 
a  notable  sentimiento, 
con  que  piadoso  me  llame. 
Iré  a  la  corte,  y  allí 
escribiré  por  instantes 
al  mayor  amigo  suyo, 
para  que  el  perdón  me  alcance. 
Vuelvo  a  firmar  la  palabra 
de  ser  tuyo,  y  porque  es  tarde, 
para  pasar  atrevido 
con  las  postas,  por  su  calle, 
sólo  te  pido... 

Ei,E.  Detente, 

mi  señor,  que  es  agraviarme 
pedirme  fe,  ni  memoria, 
porque  primero  que  falte 
a  tantas  obligaciones, 
se  verán  las  altas  naves 
de  este  río  en  las  estrellas, 
y  que  las  estrellas  bajen 
a  ser  de  sus  aguas  peces; 
y  rompidos  los  cristales 
del  cielo,  caerán  sus  polos, 
dividido  el  sol  en  partes. 
¿Qué  mujer  debe  en  el  mimdo 
amar  tanto,  aunque  llegase 
a  perder  por  ti  mil  vidas? 

Ped.  En  fin,  Inés,  hoy  se  parten 

soldados  los  que  ayer  fueron 
pacíficos  estudiantes; 
así  va  el  mundo 

Iné.  ¿a  qué  niiuo, 

10 


146 


LSCLAVA   DE    SU  GALAX 


picarón,  pensarás  darte 

en  aquel  Madrid,  coa  plumas? 
Ped.  ¿Con  plumas?  ¡Qué  disparate! 

Mal  conoces  hopalandas. 

Gorrón,  echaba  yo  lances 

famosos,  que  donde  quiera 

se  cuelan  los  de  este  traje. 

A  dos  veces  de  ver  plumas, 

lo  que  no  pasa  se  sabe; 

échanse  nmcho  de  ver; 

mas  ya  mi  amo  se  parte, 

¿has  de  tener  fe  en  ausencia? 
IxÉ.  .Intes,  Pedro,  que  me  falte, 

estará  el  sol  donde  suele; 

porque,  ¿quién  podrá  quitarle 

de  dónde  le  puso  Dios? 
Ped.  Estas  sí  que  son  verdades. 

D.  JUAX.    Mi  bien,  3-0  me  voy,  adiós, 

que  partirme  apriesa  nace 

de  que  este  tiempo  que  pierdo, 

para  la  vuelta  se  alargue. 
Ele.  El  cielo  vaya  contigo; 

Pedro,  mira  que  regales 

a  don  Juan. 
Ped.  Sin  ti,  señora, 

no  habrá  regalo  que  baste; 

¿qué  mandas  para  Madrid? 
Ele.  Que  acuerdes,  si  me  olvidare, 

a  don  Juan. 
Ped.  Xo  me  lo  digas, 

ni  tanta  firmeza  agravies. 
Ele.  Abrázame,  Pedro. 

Ped.  Tente, 

que  harás  que  don  Juan  me  abrace, 

para  quitarme  el  abrazo. 
Ele.  Celosa  quedo  y  cobarde. 

Ped.  ¿De  qué? 

Ele.  De  ver  que  se  pone 

el  sol  que  en  mis  ojos  sale; 

que  im  Madrid  y  aquellos  años, 

¿qué  lealtad    quieres   que  guarden? 


SEGUNDA  JORNADA 
(Salen  Leonakdo,  I'kuro  y  Don  Jl'.an.) 
I.KO.  Antes  fuera  maravilla 

venir  con  menos  cuidado. 
D.  Jl'AX.    Enojos  de  un  padre  airado 
me  .sacaroJí  de  Sevilla. 

Y  vuélvenme  los  deseos 
de  la  ocasión,  a  salx-r 


qué  fin  puedo  prometer 
a  mis  dudosos  empleos 

para  que  vos,  a  quien  tiene 
respeto  por  amistad, 
rompáis  la  dificultad 
que  a  mis  desdichas  previene. 
Leo.  Yo  no  sé  cómo  ha  de  ser, 

don  Juan,  que  podáis  volver 
eternamente  a  su  agrado,  (i) 

Porque  después  que  a  la  Corte 
os  fuisteis,  se  ha  procurado; 
pero  con  su  pecho  airado, 
no  hay  medio  humano  que  importe. 

Antes,  hablándole,  jura 
que  un  esclavo  ha  de  buscar, 
a  quien  le  piensa  dejar 
su  hacienda. 
D.Juan.  Extraña  locura; 

hágame  su  esclavo  a  mí. 
Ped.  No,  sino  a  mí,  que  podrá 

con  más  propiedad. 
D.  JUAX.  ¿Qu-e  está 

tan  airado? 
Leo.  Ayer  le  vi 

con  tal  determinación; 
mas  cómo  fué  me  decid 
en  Madrid. 
D.  JüAK.  Llegué  a  Madrid, 

lyconardo,  en  buena  ocasión 

para  entretener  los  ojos, 
que  el  alma  110  era  posible, 
mientras  airado  y  terrible 
ejecuta  sus  enojos. 
Ped.  Tú  padre,  señor. 

D.  Juan.  ¡Ay,  triste! 

Leonardo,  adiós,  no  me  vea. 

(Saun  Don  Fernando  y  Fabio.) 
D.  Fkk.       No  te  espantes,  que  no  crea 

lo  que  dices;  ¿tú  le  viste? 
Fab.  T)igo,  señor,  que  le  vi. 

D.  Fer.       Basta,  Leonardo,  que  F'abio 

dice  que  para  mi  agravio 

está  aquel  villano  aquí. 
Lico.  .Aquí  está,  que  le  han  traído 

pobreza  y  enfermedad; 

no  cerréis  a  la  piedad, 

como  el  áspid,  el  oído. 

que   ya   toca  en  vuestro   honor 

favorecer  a  don  Juan. 
D.  FlvR.       Gentil  favor  le  daráíi 

su  maldad  y  mi  valor. 

(i)     Falta  d  jiriincr  vcrsu  de  esta  redondilla. 


SEGUNDA    JORNADA 


147 


Id  con  Dios,  porque  en  llegando 

a  hablarme  por  él,  me  pierdo. 
Leo.  Vos,  como  prudente  y  cueido, 

veréis,  señor  don  P^ernando, 
lo  que  en  esto  habéis  de  hacer; 

yo,  entretanto,  y  perdonad, 

cumpliré  con  mi  amistad 

en  no  dejarle  perder; 
a  mi  casa  le  he  traído, 

allí  le  pienso  curar. 
D.  Fer.       Haréisme  un  grande  pesar, 

y  que  no  lo  hagáis  os  pido, 
que  estáis  muy  cerca  de  mí, 

o  mudar  eme,  por  Dios. 
Fab.  La  vecindad  de  los  dos, 

¿qué  ofensa  te  hace  a  ti? 
D.  Fer.  ;No  podrá  ser  que  le  vea 

alguna  vez? 
Fab.  Ya,  señor, 

es  ese  mucho  rigor. 

(Sale  Alberto,  criado  de  Elena,  de  soldado.) 


Al,B. 


D.  Fer. 
Fab. 

Al,B. 

D.  Fer. 


Al,B. 


D.  Fer. 


Al,B. 


D.  Fe;r. 


No  habrá  en  el  mundo  quien   crea 

esta  determinación, 
mas  es  fuerza  aventurarme. 
Mira  quién  viene  a  buscarme. 
Soldados  pienso  que  son. 

So}',  señor,  un  capitán 
de  una  navio. 

¿Mas  que  viene 
a  decir  que  me  conviene 
favorecer  a  don  Juan? 

Habiendo  sabido  que 
andáis  buscando  un  esclavo, 
de  tantas  partes  que  pueda 
la  tristeza  consolaros, 
de  un  hijo  que  habéis  perdido 
o  que  ha  dado  en  ser  soldado, 
traigo  una  esclava,  que  creo 
(no  siendo  fuerza  obligaros 
a  ser  esclavo)  que  tiene 
prendas  que  no  las  ha  dado 
el  cielo  a  mujer  ningima. 
Amor  siempre  ha  sido  engaño; 
esclavo  buscaba  yo, 
pero  tampoco  reparo 
siendo  ella  tal,  en  que  sea 
esclava. 

Es  tal,  que  no  hallo 
a  qué  poder  compararla, 
si  no  es  al  precio,   que  es  tanto, 
que  dije  bien  su  valor. 
¿Ks  negra? 


Ai<B.  Por  ningún  caso 

tratara  yo  en  esa  hacienda. 

D.  Fer.       ¿Mulata? 

Ai,B.  Tampoco. 

D.  Fer.  Aguardo 

Al,B.  qué  sea. 

Ai,B.  Es  india  oriental, 

a  quien  los  moros  han  dado 
su  seta  en  aquellas  tierras, 
que  ahora  van  conquistando 
valerosos  portugueses; 
en  Malaca  la  trocaron 
a  perlas,  y  un  capitán 
la  trujo  a  España  del  Cabo 
de  Buena  Esperanza,  y  yo 
la  compré  siendo  soldado 
del  castillo  de  Lisboa; 
entra,  Bárbara. 

(Sale  Elen.4,  dr.   esclava,  con  clavo  en  la  barba.) 


D.  Fer. 

EI.E. 

D.  Fer. 


Fab. 
D.  Fer. 


Al,B. 

D.  Fer. 


Al,B. 


Es  retrato 
de  aquella  reina  de  Persia. 
Dadme,  señor,  vuestras  manos. 
Hija,  no  estéis  en  la  tierra; 
la  fortuna  os  hizo  agravio. 
¡Notable  mujer! 

Famosa. 
Adoptaban  sus  esclavos, 
los  romanos,  como  a  liijos, 
sus  apellidos  dejando, 
y  su  casa  en  ellos;  yo 
pensaba  hacer  otro  tanto, 
por  cierto  enojo  que  tengo; 
pero  puesto  que  me  agrado 
de  la  esclava,  haré  lo  mismo. 
¿Es  el  precio? 

Mil  ducados. 
Bien  dijiste  que  en  el  precio 
se  vería,  y  se  ve  claro 
su  valor. 

No  os  espantéis, 
que  donde  son  más  baratos 
me  los  han  dado  por  ella; 
tiene  entendimiento  raro. 
Por  comenzar  por  el  alma, 
el  cuerpo  est aisle  mirando; 
no  tengo  que  encarecerle, 
los  ojos  son  desengaño. 
Por  virtuosa  la  vendo, 
que  haber  sido  lo  contrario, 
no  era  precio  para  ella 
el  tesoro  veneciano. 
Canta,  baila,  cuenta,  escribe 


148 


i:SCLAVA    DE   SU   GALAX 


D.  Fer. 
EI.E. 


D.  Fer. 
Ele. 


D.  Fer. 


Er.E. 


D.  Fkr. 

Al.H. 


D.  Fkr. 


y  es,  con  notable  regalo, 
milagrosa  conservera; 
esto  podéis  ver  despacio, 
si  queréis  que  aquí  la  deje. 
¿Cómo  os  llamáis? 

Yo  me  llamo 
Bárbara,  y  no  por  gentil, 
porque  este  nombre  es  cristiano. 
En  la  nave  que  venía 
con  el  bautismo  sagrado, 
me  dio  mi  primero  dueño, 
temeroso  de  los  rayos 
de  una  tempestad  que  tuvo 
la  nave  en  milagro  tanto, 
que  haber  librado  las  vidas 
fué  del  bautismo  milagro. 
Sin  esto,  jmito  a  los  Cafres 
dimos  en  irnos  peñascos, 
que  sir\'ieron  de  rodelas 
a  las  flechas  de  sus  arcos. 
Como  echó  su  hacienda  el  mar, 
aquel  mercader  indiano 
guardóme  para  la  tierra, 
donde  le  fué  necesario 
remedialla  con  venderme. 
¿Cómo,  Bárbara,  este  clavo 
os  puso  en  la  barba  ? 

Fué 
presumir  amenazando, 
rendir  mi  pecho  a  su  gusto, 
y  como  sé  que  le  traigo 
en  defensa  de  mi  honor, 
lunar  de  mi  honor  le  llamo; 
que  como  ponen  blasones 
los  que  empresas  acabaron, 
puso  por  armas  mi  honor 
hierro  negro  en  campo  blanco. 
¡Qué  bien  dicho!:  yo  lo  creo. 
Ahora  bien,  cuando  me  agrado 
de  mía  cosa,  pocas  veces 
en  el  dinero  reparo, 
que  no  vos,  señor;  ¿en  cuánto 
os  la  vendió  el  capitán? 
Señor,  mientras  es  mi  amo, 
no  puedo  cfHítradecirle; 
después   que   me   hayáis   comprado, 
os  lo  diré  como  a  dueño. 
¡Qué  discreción! 

Si  llegamos 
cuando  os  agrade  el  concierto, 
sean  quinií-ntos  ducados, 
que  me  costó  cuatrocicnto.s. 
Esos  daré  yo. 


Ar,B.  Subamos 

a  contarlos,  todo  en  plata. 

D.  Fer.      y  en  oro  podéis  contarlos, 
porque  es  dar  oro  por  oro. 

AxB.  Ya  es  vuestro  suceso  extraño. 

D.  Fer.       Bárbara,  no  a  ser  mi  esclava 
quedáis,  que  con  vos  aguardo 
cobrar  el  amor  de  un  hijo 
inobediente  e  ingrato. 

Ei.E.  Pues,  señor,  haré  yo  cuenta 

que  por  él  traigo  este  clavo, 
que  sirviendo  en  su  lugar 
esclava  seré  de  entrambos. 

(V'ase  Fernando.) 

Esta  amorosa  pasión 
con  que  se  me  abrasa  el  pecho, 
pues  hierros  dorados  son, 
por  una  fineza  ha  hecho 
esclavo  mi  corazón. 

Con  darle  a  don  Juan,  no  huyo 
de  confesarle  por  suyo; 
mas  puede  decir  después 
que  de  dos  dueños  lo  es; 
esclavo  soy,  ¿pero  cuyo? 

Aunque  si  dadas  están 
cuyo  ha  de  ser  preguntando, 
mi  fe  y  lealtad  las  dirán, 
que  no  soy  de  don  Fernando, 
sino  esclava  de  don  Juan. 

Verdad  es  que  él  me  compró 
y  que  el  amor  me  vendió; 
pero  cuando  en  m   reparen, 
si  cuya  soy  preguntaren, 
eso  no  lo  diré  yo. 

Porque  de  concierto  están 
la  fe  y  el  amor  en  mí, 
que  si  tormento  me  dan 
la  esclava  de  su  galán. 

(jue  mi  corazón  quebró  (i) 
lo  que  don  Juan  le  obligo, 
le  dijo  al  alma:  prometo 
de  guardar  siempre  el  secreto 
quf  cuyo  soy  me  mandó. 

Soy  tan  leal  corazón, 
que  sabiendo  que  ha  perdido 
por  nn',  hacienda  y  opinión, 
secretamente  he  querido 
pagarle  tanta  afición. 

(i)     Hartzeulnisch  ouniciuló  csle  liiKai,  ;isí:  líCuiiio  el 
corazóu  obró.» 


SEGUNDA   JORNADA 


149 


Porque  como  restituyo 
la  deuda,  el  amor  arguyo; 
mas,  ¿cómo  se  encubrirá?; 
porque  nadie  me  verá 
qne  no  diga  que  soy  suyo. 

(Fabio  sale.) 


Fab. 

Haciendo  está  la  escritura; 

entre,  Bárbara,  que  quiere 

Ele. 

verte  el  escribano. 

Fab. 

EI.E. 

Hoy  muere 

Ele. 

mi  libertad,  y  asegura 

la  eterna  fama  que  adquiere. 

Informarme  he  menester 

Fab. 

de  algo,  si  en  casa  quedo, 

Ele. 

de  la  familia,  y  saber 

Fab. 

porque  errar  términos  puedo; 

Ele. 

¿con  quién  lo  debo  tener? 

¿Hay  señora? 

F.ab. 

Fab. 
Ele. 
Fab. 

EI.E. 

Fab. 
EI.E. 

No  hay  señora. 
¿Hijos? 

Uno. 

¿Edad? 

Mancebo. 
¿Qué  estado? 

Ele. 

Fab. 

Estado  de  nuevo, 

Ser. 

porque  cierta  pecadora 

le  ha  puesto  en  los  ojos  cebo. 

Cerca  de  clérigo  estaba. 

D.ju 

y  que  quiere  casarse. 

Ser. 

Ele. 

¿El    nombre? 

D.JU 

Fab. 

Don  Juan. 

Ele. 

Ya  lo  imaginaba; 

¿es  galán? 

Fab. 

Es  gentilhombre. 

Ele. 

Peligro  corre  la  esclava. 

Ser. 

Fab. 

No  corre,  que  no  está  en  casa. 

Ele. 

¿Cómo? 

Fab. 

Su  padre  le  echó, 
no  más  de  porque  se  casa. 

Ele. 

¿Por  eso? 

Fab. 

¿Es  poco? 

Ele. 

¿Pues  no? 
Como  eso  en  el  mmido  pasa. 
¿Quién  hay  más? 

Fab. 

La  cocinera. 

y  un  ama  que  la  crió. 

Ped. 

Ele. 

¿Es  muy  vieja? 

Fab. 

Es  hechicera. 

Ele. 

¿Vos  quién  sois? 

Fab. 

Aquí  entro  yo. 
Soy  señor  de  la  cochera. 

Ele. 

Sois  hombre  muy  importante. 

Ser. 

Fab.  y  otras  veces  voy  mejor. 

Ele.  ¿Cómo? 

Fab.  Con  plaza  de  infante; 

soy  víspera  del  señor, 
porque  estoy  siempre  delante. 
Desde  que  os  vi,  con  deseo 
estoy,  por  vida  de  entrambos, 
de  ministrar  himeneo. 
Mírasme  con  ojos  zambos. 
Son  señas  de  regodeo. 

Entrad  y  tened  la  mano, 
porque  os  daré. 
(Dale.) 

Ya  es  después. 
Yo  no  aviso  más  temprano. 
Así  me  trataba  Inés. 
Pues  tened  respeto,  hermano, 

porque  yo  respondo  así. 
Yo  me  despido  de  ti. 
Buenas  mis  locuras  van; 
yo  me  vendo  por  don  Juan, 
amor,  ¿qué  quieres  de  mí? 
(Vanse.) 
(Salen  Pedro,  Serafina  y  Don  Juan.) 

Pensarás  que  te  agradezco 
que  a  mi  casa  hayas  venido, 
si  necesidad  ha  sido. 
j.Asr.    Eso  y  mucho  más  merezco. 

¿Tú  casarte  y  no  conmigo? 
UAN.    Cuando  venir  presumí, 
bien  imaginé  que  en  ti 
tuviera  un  grande  enemigo; 

mas  para  desengañarte 
no  hallé  camino  mejor. 
Responde  mi  necio  amor 
que  ninguna  cosa  es  parte, 

pues  tú  me  engañas  a  mí 
y  quiere  otra  mujer; 
tanto,  que  te  obliga  a  ser 
o  que  estoy  mirando  en  tí. 

Pedro,  aimque  tú  me  has  vendido 
también,  como  tu  señor, 
¿qué  me  dices  de  vm  traidor 
que  hasta  el  honor  ha  perdido? 

¿Pero  qué  puedes  decirme? 
Amaina,  señora,  amaina; 
\'uelve  la  espada  a  la  vaina, 
no  mates  hombre  tan  firme, 

que  siendo  tú  la  mujer 
con  quien  se  quiere  casar, 
¿cómo  te  puedes  quejar? 
¿Yo  soy? 


I50 


KSCLAVA   DE   SU  GALAX 


Ped. 


Ser. 
Ped. 


Ser. 


D.  Juan. 
Ser. 

D.  Jl-AX. 

Ser. 


D.  JlAN. 


Ped. 


¿Pues  quién  ha  de  ser? 
¿Hate  diclio  a  ti  tu  hennaiio 
quién  es  la  mujer  u  hombre 
que  sepa  si  quiere  el  hombre? 
lluego,  ¿yo  me  quejo  en  vano? 

¿Pues  no  está  claro  que  ha  sido 
la  jomada  y  la  invención 
sólo  por  esta  ocasión? 
Amor  la  culpa  ha  tenido 

del  enojo  que  ha  causado; 
mi  desconfianza  fué 
la  causa,  que  no  pensé 
de  verle  tan  descuidado, 

que  era  por  mí  la  fineza. — 
Don  Juan,  mi  desconfianza 
no  dio,  por  tanta  mudanza, 
créditos  a  la  firmeza; 

Perdonad  el  recibiros 
con  tan  injusto  desdén. 
Cuéstame  el  quereros  bien, 
no  deseos  y  suspiros, 

como  suele  suceder, 
sino  hacienda,  honor  y  vida. 
\  os  veréis  que  agradecida 
soy,  si  soy  vuestra  mujer. 
¿Pues,  por  quien  pudiera  yo 
hacer  fineza  tan  rara? 
De  mis  dichas  lo  dudara, 
de  mis  pensamientos,  no. 

Mi  hermano  pienso  que  viene; 
no  puedo  agora  decir 
lo  que  habré  de  remitir 
al  alma,  que  dentro  os  tiene. 

En  ella  y  el  corazón, 
como  en  secreto  lugar 
los  dos  podremos  hablar 
de  esta  peregrinación 

con  que  me  habéis  obligado; 
\'uestra  eternamente  soy. 

(l'ase.) 

Necio,  ¿qué  has  hecho?  Ya  estoy 
metido  en  mayor  cuidado 

con  decir  a  Serafina 
que  es  ella  con  quien  me  caso. 
Si  esta  mujer  es  el  paso 
por  donde  tu  amor  camina 

al  fin  de  su  pretensión, 
no  fué  engañarla  locura, 
que  pudiera  por  ventura 
hacer  en  esta  ocasión 

que  .su  hermano,  por  quien  ya 
corren  esta.s  amistades, 


pusiera  dificultades 

en  lo  que  tratando  está, 

no  se  pudiera  vivir 
aquí  con  este  enemigo. 
D.  Juan.    Y  si  habiéndola  me  obligo 
a  lo  que  no  he  de  cumplir, 
¿parécete  que  son  cosas 
que  poco  después  fatigan? 
Ped.  ¿Pues  a  qué  escritura  obligan 

dos  palabras  amorosas? 
D.  Juan.         Bien  dices,  que  desde  aquí 
habernos  de  negociar; 
mas  ¿cuando  piensa  llegar 
esta  noche  para  mí? 

Muero  por  ir  a  Triana, 
muero  por  ver  a  mi  Elena. 
Ped.  Basta  un  mes  de  injusta  pena; 

dejemos  para  mañana 

ir  a  Triana,  señor; 
porque  si  esta  noche  vas, 
a  Serafina  darás 
sospechas  de  ajeno  amor. 
D.  Juan.        ¿Eso  dices?  Si  pensara 

no  vella  estando  en  Sevilla, 
tuviera  por  maravilla 
que  la  vida  me  durara 

hasta  que  el  alba  saliera. 
¡Ay,  noche,  ven!,  porque  el  sol, 
dejando  el  polo  español, 
cubra  la  antartica  esfera: 

deja,  sol,   que  el  negro  manto 
pueda  tu  rostro  eclipsar, 
que  aunque  temieras  la  mar, 
no  te  detuvieras  tanto. 

Embarca  tu  resplandor, 
que  ver  la  noche  me  niega; 
con  mis  lágrimas  navega, 
que  soy  todo  mi  mar  de  amor. 

Vete,  que  no  he  menester 
celajes  de  tu  mañana, 
que  está  mi  aurora  en  Triana 
y  ella  me  ha  de  amanecer. — 
Vamos,  Pedro. 
Ped.  Tente  un  poco. 

D.  Juan.    ¿Xo  es  de  noche? 
Ped.  Iíu  tu  sentido, 

tanta  es  la  luz  que  ha  per  ido 
quien  e.stá  de  amores  loco. 
D.  Ji'AN.         Pues,  di,  ¿no  tengo  razón? 

¿no  es  herniosa  y  virtuosa? 
Ped.  Virtud,  sobre  .ser  hermosa, 

es  la  mayor  perfección; 
y  así  será  justo  empleo. 


SEGUNDA    JORXADA 


151 


pero  con  mucho  juicio. 
D.  Juan.    Pues  es  para  su  servicio, 
a\Tide  Dios  lui  deseo. 

(Vanse  y  salen  Dos  Fernando  y  Hlena.) 

D.  Fer.  Tan  contento  estoy  de  ti, 

Bárbara,  que  desde  hoy 
eres  lo  mismo  que  yo. 
EtE.  Cuanto  ha  sido  contra  mi 

hasta  agora  la  fortuna, 
le  perdono  justamente, 
si  no  es  que  de  nuevo  intente 
de  este  bien  mudanza  alguna; 
pues,  piadosa,  me  ha  traído 
a  servar  a  vm  caballero 
de  quien  mi  remedio  espero. 
D.  Fer.       Bárbara,  mi  dicha  ha  sido, 
y  pues  que  lo  siento  así, 
se  ve  lo  que  te  he  fiado; 
todas  las  llaves  te  he  dado, 
rige  y  gobierna  por  mí. 

Criados,  casa  y  hacienda; 
tanto  de  tu  entendimiento 
y  virtud  estoy  contento, 
y  por  que  tu  pecho  entienda 
que  es  lo  menos  que  te  fío 
óyeme  atenta  y  sabrás 
lo  que  a  mí  me  importa  más, 
todo  el  pensamiento  mío: 
yo  tengo  un  hijo. 
EI.E.  Ya  sé 

todo  el  suceso,  señor, 
que  me  lo  dijo  I.,eonor 
el  día  que  en  tu  casa  entré. 
D.  Fer.  Ese,  pues,  inobediente, 

estando  para  ordenarse, 
dio  en  que  había  de  casarse, 
y  ausentóse  cuerdamente, 

que  pienso  que  le  matara. 
Ha  \Tielto  a  Sevilla  ya, 
y  en  cas  de  mi  vecino  está, 
que  a  mi  disgusto  le  ampara. 

Entre  todos  los  enojos 
que  me  ha  dado  este  rapaz, 
anda  amor  metiendo  paz, 
porque  es  la  luz  de  mis  ojos 

yo  finjo  que  le  aborrezco, 
y  nadie  sabe  de  mí  j 

lo  que  he  fiado  de  ti.  1 

Ei,E.  Dios  sabe  que  lo  merezco.  i 

D.  Fer.  Quiero,   porque  me  han  contado  | 

que  viene  enfermo  y  perdido,  ¡ 

que  tú,  como  que  has  querido,  1 


Ele. 


D.  Fer. 


El,E. 


D.  Fer. 


viéndome  con  él  airado, 

cuidar  de  su  enfermedad, 
como  tu  propio  señor 
le  veas,  y  de  mi  amor 
sustituyas  la  piedad. 

Las  llaves  tienes,  y  tienes 
discreción  en  regalarle, 
te  ocupa,  sin  declararle 
que  por  mí,  Bárbara,  vienes, 

sino  por  tu  obligación; 
que  sé  que  en  viendo  a  don  Juan 
tan  entendido  y  galán, 
dirás  que  tengo  razón. 

Xo  hay  mozo  en  toda  Sevilla, 
no  lo  digo  como  padre, 
más  gallarda  fué  su  madre, 
en  Méjico  maravilla 

y  muy  principal  mujer, 
que  a  ser  legítimo  amor 
más  tiene  de  su  valor 
que  de  mí  puede  tener. 

Lo  primero,  has  de  llevar 
esto,  sin  nombrarme  a  mí: 
unas  camisas  que  aquí 
quedaron  por  acabar. 

Y  totfna  en  este  bolsillo 
cincuenta  escudos,  que  está 
pobre,  y  no  los  hallará 
sobre  prendas  en  Sevilla. 

Pienso  que  me  has  entendido. 
Y  como,  señor,  muy  bien 
y  de  camino  también, 
con  el  alma  agradecido, 

la  confianza  que  hacéis 
de  esta  humilde  esclava  vuestra; 
en  lo  demás,  bien  se  muestra 
que  piadoso  procedéis, 

como  padre,  imitación 
del  verdadero  desvelo. 
Si  tú,  con  discreto  celo, 
pues  se  ofrecerá  ocasión, 

le  pudieses  persuadir 
que  dejase  de  casarse, 
y  que  volviese  a  ordenarse 
no  le  dejes  de  advertir 

lo  que  ganará  conmigo. 
Señor,  ¿cómo  podré  yo 
sabiendo  que  no  bastó 
tu  enojo  ni  tu  castigo? 

Pero,  en  fin,  yo  te  prometo 
de  hablarle  en  esto  y  nmy  bien. 
Haz,  Bárbara,  que  te  den 
las  camisas  en  secreto. 


Is2 


ESCLAVA   DE   SU   GALÁN 


que  ya  acabadas  estáii; 
y  si  en  este  amor  reparas, 
yo  sé  que  me  disculparas, 
si  hubieras  visto  a  don  Juan, 
y  quiero  que  se  te  acuerde 
mirándonos  a  los  dos. 
Que  siendo  Dios  con  ser  Dios 
un  hijo  que  se  le  pierde. 

Ele.  ¿Ha  de  ir  algmio  conmigo? 

D.  Fer.       Fabio,  que  te  enseñará 
la  casa  que  cerca  está. 

Ele.  Alabo,  ensalzo,  bendigo 

la  piedad  que  usas  conmigo; 
cielo,  en  aquesta  ocasión; 
parece  que  el  corazón 
me  miraba  don  Femando, 
y  que  de  él  fué  trasladando 
mi  propia  imaginación. 

¡Que  podré  ver  a  don  Juan 
después  de  tan  larga  ausencia!: 
¡que  dineros  y  licencia 
de  regalarle  me  dan! 
Parece  que  ya  se  van 
declarando  en  mi  favor 
los  cielos,  pues  el  rigor 
piadoso  de  un  padre  airado 
da  cuidado  a  mi  cuidado 
y  añade  amor  a  mi  amor. 

Agora  os  satisfaréis 
ojos,  que  sin  luz  estáis, 
que  a  ver  \-uestra  gloria  vais, 
de  lo  que  llorado  habéis. 
Hoy  vuestro  dueño  veréis, 
y  siempre  licencia  os  dan, 
tercero  para  don  Juan 
es  hoy  (juien  más  me  aborrece, 
pues  me  dice  y  encarece 
que  es  gentilhombre  y  galán. 

Con  la  gracia  que  me  hablaba 
en  las  que  don  Juan  tenía, 
como  que  yo  no  sabía 
que  me  cuestan  ser  su  esclava. 
Jx)  mc'smo  (jue  deseaba 
me  ofrecía  liberal, 
porque  con  suceso  igual 
sea  mi  ejemplo  testigo 
de  íjue  suele  un  enemigo 
hacer  bien,  p<jr  hacer  mal. 

(  Vase.) 
(Salen  1-lorkncio  y  Ricakdo.) 

1'lorencio. 
No  siempre  puede  amor  lo  (jue  imaghia. 


Ricardo. 

'   J  uré,  no  ver  Florencio,  a  Serafina 
I  después  de  ver  tan  claro  desengaño; 
I  y  aunque  pensé  que  fuera  por  mi  daño, 
im  milagro  de  amor  ha  sucedido, 
que  fué  con  otro  amor  quedar  vencido. 

Florencio. 
Si  tiene  alguna  cura 
la  locura  de  amor,  es  la  hermosura 
de  otra  mujer,  y  ansí  dijo  im  poeta; 
aunque  es  pasión  que  tanto  nos  sujeta, 
para  vencer  amor  querer  vencelle.  (i) 

Ricardo. 
No  pienso  yo  ponelle 
remedio  tan  violento; 
pero  andando  con  este  pensamiento, 
vi  im.a  mujer  a  donde  puso  el  cielo 
dos  estrellas  de  fuego  en  puro  hielo, 
un  talle  tan  gallardo,  honesto  y  grave, 
un  mirar  tan  suave, 
un  andar  tan  gracioso 
y  en  cada  parte  am  todo  tan  hermoso, 
que  vivo  sin  sentido; 
mas  todo  lo  que  veis  (2)  y  fué  el  olvido 
de  aquel  pasado  amor,  pues  ya  me  abrasa, 
se  encierra  en  una  esclava  de  esta  casa. 


¿Esclava? 


Florencio. 
Ricardo. 


Sí. 


Florencio. 
¡Qué  bajo  pensamiento! 

Ricardo. 
Sin  verla  110  culpéis  mi  entendimiento. 

Florencio. 
¿Es  africana? 

Ricardo. 

Es  india,  y  justamente, 
que  siendo  .sol  viniese  del  Oriente. 

1'lorkncio. 
Mal  gusto,  y  en  que  el  vuestro  desatina, 
dejar  el  serafín  de  Serafina 
por  una  esclava  Bárbara. 


(i)     Es  el  titulo  (le  una  comedia  de  Calderón;  pero 
ésta  de  Lope  debe  de  ser  anterior. 
(2)     En  Ilartz.  «oís». 


SEGUNDA    JORNADA 


153 


Ricardo. 
.  Su  nombre, 

I      Florencio,  es  ése,  y  porque  no  os  asombre 

mi  pensamiento  justo, 

mirad  su  talle  y  culparéis  mi  gusto. 

(Salen  Doña  Ei-ena  r  Fabio,  con  un  azafate.) 

Fabio. 
Esta  es  la  casa. 

Elena. 
¡Que  tan  cerca  era! 

Fabio. 
.        ¿Quisieras  tú  que  al  Alameda  fuera? 
I      la  devoción  de  San  Trotón  te  obliga. 

Elena. 
Nimca  salgo  de  casa. 

Fabio. 
Pues,  amiga, 
L       si  señor  te  hace  dama,  ten  paciencia; 
F       demás  que  las  ventanas,  en  ausencia 
de  la  calle,  no  son  poco  remedio. 

Elena. 
Xunca  por  ese  medio 
remedio  yo  la  soledad  que  paso. 

Fabio. 
¿Ventana  no? 

Elena. 

■  ¿Soy  yo  botón  acaso, 

que  tengo  de  estar  siempre  a  la  ventana? 

Ricardo. 
¿Qué  os  parece  la  indiana? 

Florencio. 
Que  trujo  cuantas  perlas  y  oro  había 
en  la  tierra  y  la  mar  que  el  sol  las  cría. 

Elena. 
Entra,  Fabio,  y  dirás  a  lo  que  vengo. 

Ricardo. 
Luego  ¿disculpa  de  quererla  tengo? 

Florencio. 

El  lacayo  se  ha  entrado 
en  casa  de  Serafina. 

Ricardo. 

Traerán  de  don  Femando  algún  recado. — 
Pues,  Bárbara  divina... 


Elena. 
Vuestra  merced  suph'cole  se  tenga, 
antes  que  el  hombre  con  quien  vengo  venga. 

Ricardo. 
¿Por  qué  pagas  tan  mal  lo  que  te  quiero? 

Elena. 
¿Qué  obligación  me  corre,  caballero? 

Ricardo. 
Amor  ¿no  obliga? 

Elena. 
Obliga  con  servicios 
y  amorosos  oficios, 
no  con  palabras  y  ánimos  donceles, 
que  aún  en  tiempo  de  Adán  le  daban  pieles. 

Ricardo. 
¿Quieres  tú  galas,  quieres  tú  dinero? 

Elena. 
No  puedo  yo  deciros  lo  que  quiero. 

Ricardo. 
¿Quieres  que  te  rescate? 

Elena. 
Ni  por  el  pensamiento  de  eso  trate. 
Todo  mi  gusto  en  esta  casa  tengo; 
esclava  de  mí  misma  a  verme  vengo. 

Ricardo. 
Ya  te  he  entendido.  Quieres  a  Leonardo. 

Elena. 
¿Xo  es  don  Juan  más  gallardo? 

Ricardo. 
¿Pues  quieres  a  don  Juan? 

Elena. 

Como  a  mi  dueño, 
que  en  lo  demás  ya  sé  que  fuera  sueño, 
pues  quiere  a  una  mujer,  con  quien  se  casa. 

Ricardo. 
Pues,  Bárbara,  si  sabes  lo  que  pasa, 
quiéreme  a  mí,  que  en  indio  me  transformas 
pues  ídolo  te  formas 
de  marfil  y  de  oro, 
y  siendo  tú  mi  sol  indio,  te  adoro. 
¡Ea!,  dame  una  mano,  por  que  en  ella 
te  ponga  este  diamante, 
que  aunque  es  muy  bella  quedará  más  bella 


154 


FSCr.AVA    DE   SU   C.ALAX 


Elena. 
Quedito  y  salvo  el  guante, 
que  soy  un  poco  arisca, 
y  con  las  nueve  efes  de  Francisca, 
fe,  fineza,  firmeza  y  fortaleza, 
soy  toda  junta  un  monte  de  aspereza, 
y  lo  quiero  añadir  el  ser  famosa. 

Ricardo. 

Pues  déjame  tocar  con  sólo  un  dedo 
el  clavo  de  tu  rostro. 

Elexa. 
¡Lindo  enredo! 
¿Soy  cuenta  de  perdones? 
Por  sus  ojos,  que  mude  de  estaciones. 

Ricardo. 
Yo  he  de  comprarte  a  don  Femando. 

El.EXA. 

Creo 
que  aunque  busquéis  para   tan  necio  empleo 
más  piedras  y  oro  y  perlas  que  un  poeta 
para  pintar  un  día, 
no  os  venderán  una  chinela  mía. 
El  hombre  sale;  adiós. 

Florencio. 

Mujer  discreta, 

Ricardo. 


pero  taimada. 


Vamos,  que  yo  espero 
mi  remedio  en  engaño  o  en  dinero. 
(  V'anse.) 
(Sale  Fabio.) 

Fab.  Don  Juan  sale  a  recibirte, 

y  las  camisas  di  a  Pedro. 
Eu?.  Pues  vete,  así  Dios  te  guarde, 

que  tengo  cierto  secreto 

que  me  dijo  mi  señor 

que  dijest-  a  don  Juan. 
Fab.  ¿Vuelvo 

dentro  de  una  hora  por  ti? 
ElJi.  Vuelve  jkh:o  más  o  menos. 

Fab.  ¿Quién  son  aquellos  lindones 

que  te  hablaban-' 
Ele.  Caballeros 

que,  cansados  de  fai.sanes..., 

ya  entiendes,  I'abio. 
Fab.  Va  entiendo. 

Ele.  ¿Celilos?  Soy  yo  muy  propia 


Fab. 


Ele. 

Fab. 
Ele. 
Fab. 


para  oír  [a]  lacaicelos.  (i) 
Por  el  agua  de  la  mar, 
que  he  de  darles,  si  les  veo 
otra  vez,  iina  mohada, 
que  llaman  acá  los  diestros, 
la  de  Domingo  Gayona. 
¿Son  estos  los  aposentos 
de  don  J  uan  ? 

Sí. 

Vete. 

Adiós. 


(Vase,  y  sale  Don  Juan  y  Pkdro.) 

D.  JlAX.    Mal  podré  tener  contento, 

Pedro,  con  tanta  desdicha; 

hoy  a  mis  hábitos  xiaelvo. 
Ped.  No  debió  de  poder  más, 

que  por  ventura  la  hicieron 

fuerza  su  tío  y  su  primo. 
D.  JUAX.    Qué  fuerza,  si  fué  el  concierto 

que  a  casarme  volvería. 
Ped.  Como  no  lo  hiciste  luego, 

entró  la  desconfianza; 

que  no  hay  cosa  que  más  presto 

rinda  y  mude  una  mujer. 
D.  JUAX.    En  lo  que  su  engaño  veo 

es  en  negar  sus  criados, 

y  decir  que  no  supieron 

quién  le  llevó  o  dónde  fué. 
Ped.  Hablemos,  señor,  primero 

esta  esclava  de  tu  padre 

que  dicen  que  es  su  gobierno, 

y  no  mudemos  de  ropa, 

que  será  sin  grande  acuerdo 

vender  risa  a  la  ciudad. 
D.  JUAX.    Buen  talle. 
Ped.  y  gentil  aseo. 

D.  JUAX.    Xo  he  visto  esclava  en  mi  vida 

de  mejor  traza. 
Ped.  El  invierno 

tenga  yo  tales  frazadas, 

y  los  veranitos  frescos 

estas  colchas  de  la  China. 
Ele.  Temblándome  está  cu  el  pecho 

el  corazón. — Señor  mío, 

hoy  a  vuestros  pies  presento 

una  esclava. 
D.  Juan.  No  prosigas; 

¡Jesús,  Jesi'is!,  ¿qué  es  aquesto? 

Alza  el  rostro,  no  le  bajes. 

¿Qué  es  esto,  Pedro? 

(i)     Quizrt  «lacuyuclos».  Hartz.  enmendó  sin  necesi- 
dad «oir  !ncavun<)S  celos». 


SEGUNDA    JORNADA 


155 


EI.E. 


Ped. 


PED. 


í;i,e. 


Bien  puedo, 
si  las  lágrimas  me  dejan. 
¡Señor,  vive  Dios,  que  creo 
que  habernos  los  dos  bebido! 
D.  Juan.    ¡Ay,  Pedro!,  lágrimas  bebo 
de  un  áiigel;  pero  bien  dices, 
que  esto  es  locura  o  es  sueño. 
Habíame,  señora  una; 
habíame  y  dime  si  tengo 
mi  fantasía  en  tu  sombra, 
fuera  de  mi  entendimiento. 
Señora,  dime  quién  eres. 
¿Han  hecho  algún  embeleco 
estas  moras  de  Sevilla? 
¿Bres  tú,  quién  eres?  Presto, 
que  estoy  por  huir  de  ti. 
Yo  soy,  don  Juan;  yo  soy,  Pedro; 
que  quién  sino  yo  pudiera 
arrojar  al  mar  soberbio 
de  tu  padre  honor  y  vida. 
Que  de  una  amiga  sabiendo 
que  dar  quería  a  un  esclavo 
su  hacienda,  este  pensamiento 
se  me  puso  en  la  memoria, 
y  ejecutólo  e]  deseo. 
Tuve  tal  felicidad, 
que  ya  de  tu  padre  tengo 
hacienda  y  casa  en  mi  mano. 
Hoy  me  descubrió  su  pecho 
y  me  dijo  que  sabía 
que  habíais  venido  enfermo 
y  que  venías  a  curarte, 
siendo  yo  cierva  que  tengo 
llenas  de  flechas  de  amor 
al  agua  de  mi  deseo. 
Este  dinero  me  ha  dado, 
tan  declarado  y  tan  tierno, 
que  a  los  ojos  se  asomaban 
las  lágrimas  por  momentos, 
como  a  ventanas,  doncellas 
que  andan  cerrando  y  abriendo. 
Di  jome  que  yo  te  diese, 
en  razón  del  casamiento, 
consejos  que  no  te  doy, 
que  son  contra  mí  consejos. 
Fingí  hierros  en  mi  cara, 
porque  están  los  verdaderos 
en  el  alma,  señor  mío, 
donde  no  los  borra  el  tiempo. 
Hierro  es  este  de  mi  cara, 
porque  el  del  alma  es  acierto, 
que  solamente  por  mí 
se  dijo  acertar  por  yerro. 


Hierro  parece,  y  es  flecha, 
que  del  arco  de  sus  celos 
amor  me  tira  a  la  boca, 
por  que  le  sirva  de  sello. 
Haz  que  me  pongan  tu  nombre, 
por  que  sepan  muchos  necios 
(que  fundan  en  intereses 
todos  los  amores  nuestros), 
que  hubo  una  mujer  que  fué, 
por  sólo  agradecimiento, 
esclava  de  su  galán, 
por  el  nombre  y  por  los  hechos. 
D.  Juan.        Dulce  esclava  de  mi  vida, 
de  mi  libertad  señora, 
hierro  que  mi  alma  adora, 
señal  por  mi  bien  fingida: 
Hoy  ha  de  quedar  corrida 
la  griega  y  romana  historia, 
pues  en  vuestro  honor  y  gloria, 
que  para  siempre  ensalzáis, 
con  esta  señal  dejáis 
en  olvido  su  memoria. 

Templado  habéis  mis  enojos, 
porque  ese  clavo  recelo, 
que  es  como  signo  en  el  cielo 
para  el  sol  de  vuestros  ojos; 
templad  también  mis  antojos, 
porque  está  el  alma  tan  loca, 
que  a  imaginar  me  provoca 
que  es  la  señal  que  en  vos  veo, 
porque  no  yerre  el  deseo 
el  camino  de  la  boca. 

Que  érades  ida  pensé, 
luego  que  os  busqué  en  Triana; 
allí  me  hallé  de  mañana, 
¡qué  triste  noche  pasé! 
¿Es  posible  que  os  hallé, 
y  sólo  el  errado  fui? 
Pero  siendo  el  hierro  aquí 
de  \aiestra  casa  fingido, 
en  siendo  \aiestro  marido 
me  le  pasaréis  a  mí. 

Qué,  como  suele  en  la  imprenta 
pasar  la  letra  al  papel, 
vendré  yo  a  quedar  con  él, 
y  vos  de  ese  liierro  exenta. 
Mirando  está  el  alma  atenta 
cómo  le  podrá  pasar, 
donde  en  inmortal  lugar 
le  pueda  tener  por  vos; 
pero  presto  querrá  Dios 
que  lo  podamos  trocar. 


I5Ó 


ESCLAVA    DE   SU   GALAX 


(Sale  St.ratisa.) 

Ped. 

Señor,  Serafina. 

Ele. 

¿Quién? 

Ser. 

A  ver  vengo  \n.iestra  esclava . 

Ele. 

D.  J  VAX. 

Esclava:  aquesta,  señora 
es  Serafina,  la  hermana 

de  Leonardo,  grande  amigo 

Ped. 

de  mi  padre. 

Ele. 

¡Qué  gallarda! 
¡qué  gentil!  ¡qué  bien  dispuesta 
señora! 

D. JüAX 

Ser. 

¡Qué  bella  esclava! 

Ele. 

Xo  codiciéis  en  el  mundo 
otra  cosa  ni  otra  esclava, 

si  aquesta  dama  tenéis. 

Ele. 

Ser. 

Pues,  amiga,  ¿cómo  os  llaman? 

Ele. 

Bárbara,  señora  m.ía. 

Ser. 

Pues,  Bárbara,  no  soy  dama, 
sino  mujer  de  don  Juan. 

Ele. 

¿Que  sois  vos  con  quien  se  casa? 

Ser. 

A  lo  menos,  lo  he  de  ser. 

Ele. 

Eso  sólo  me  faltaba 
para  dar  el  parabién 
a  cierta  loca  esperanza. 

Ser. 

¿Quién  hizo  aquellas  camisas? 

Ele. 

Esas  mujeres  las  labran, 
que  sirven  a  mi  .señor. 

D.  Ju.\x 

Ser. 

Mejores  están  guardadas 
para  cuando  quiera  Dios. 

Ele. 

D.  JUAX. 

Vete  con  Dios,  que  te  tardas, 
Bárbara. 

Ele. 

vSí,  mejor  es, 
pues  aquí  ya  no  hago  falta, 
y  en  mi  casa  pcdrá  ser. 

Ped. 

(Sale  FiNKA,  esclava  de  vSerafin.'í.; 

I-ix.  Aquí,  señora,  te  aguarda 

una  visita. 

Ser.  ¿Quién  es? 

Vis.  Tu  grande  amiga  Li.sarda. 

Ser.  Perdonad,  señor  don  Juan, 

luego  volveré. 

D.  Jr.\N.  Xo  salgas, 

Bárbara,  sin  que  te  lleve 
Pedro  desde  aquí  a  tu  casa. 

lü.E.  Tú  me  detienes  en  tiempo 

que  está  reventando  el  alma 
poT  dar  voces;  si  deseas 
que  declare  cuanto  pasa, 
bien  harás  en  detenerme. 

I»   JiAN.     Detenía,  Pedro. 

I'Ki».  N'o  vayas 

enojada,  hermosa  Elena, 


Ele. 


D.  Jl'AN. 

Ped. 


hasta  que  sepas  la  causa 
por  qué  dijo  Serafina 
aquellas  necias  palabras. 
Enojada  yo,  ¿por  qué? 
¡Ah,  perro!,  quién  te  sacara 
el  alma. 

Tente,  señora; 
tente,  por  Dios,  que  me  matas. 
Si  engañar  esta  mujer 
ha  sido  ofensa  que  agravia 
la  verdad  de  nuestro  amor, 
deja  a  Pedro,  y  tu  venganza 
ejecuta  en  mí,  que  soy 
desdichado  en  tu  desgracia. 
En  ATiestra  merced,  ¿por  qué? 
Si  los  hábitos  dejara 
por  esta  dama,  que  puede 
serlo  de  un  grande  de  España. 
«¿Quién  hizo  aquellas  camisas? 
Mejores  están  guardadas 
para  cuando  quiera  Dios.» 
¡Qué  bien,  qué  buena  Cristina! 
Dios  le  cumple  sus  deseos. 
¡Ay  de  aquella  desdichada, 
vendida  por  un  traidor! 
Si  no  escuchas,  nadie  basta 
a  poder  satisfacerte. 
Que  pusiese  yo  en  mi  cara 
esta  cédula,  este  hierro, 
que  publicase  mi  infamia, 
para  que  todos  le  lean. 
Señora,  ¿por  qué  te  acabas 
y  quitas  la  vida  a  mi  hombre, 
que  sólo  de  verte  airada 
no  sabe  tomar  consejo? 
Hasta  agora  no  fui  esclava; 
doña  Elena  fui  hasta  agora; 
ya  soy  la  Elena  troyana, 
incendio  soy  de  mí  misma, 
mi  propio  fuego  me  abrasa; 
quien  me  ha  robado  el  honor 
es  quien  me  vende  a  mi  patria; 
traidor  Paris  de  Sevilla, 
firme  Ivlena  de  Triana; 
pero  im  don  Juan  me  vende, 
y  el  esclavo  que  maltratan 
huye  del  dueño;  perdone, 
don  Femando,  que  a  Triana 
me  vuelvo,  y  de  allí  a  Jerez, 
poríjue  esclava  j)or  esclava, 
quiero  serlo  de  mi  primo. 
Oye. 

Espera. 


TERCERA    JORNADA 


D.  Juan.  Tente. 

Ped.  Aguarda. 

CHuyc.) 

D.  Juan.    Ve  tras  ella. 

Ped.  Voy. 

D.  Juan.    Hoy  hace  fin  mi  esperanza. 


TERCERA  JORNADA 

(Salen  Florencio  r  Ricardo.) 

Ff.o.  ¿Esos  eran  los  enojos, 

recibille  y  regalalle? 

Rrc.  Es  padre,  no  hay  que  culpalle; 

que  los  hijos  y  los  ojos 

tienen  poca  diferencia; 
antes  bien  la  espiración 
de  aquella  pronunciación, 
suspiros  son  de  su  ausencia. 
En  efecto,  está  don  Juan, 
después  de  tanta  porfía, 
con  la  paz  que  antes  tenía, 
con  hábito  de  galán. 

Pensaréis  (i) 
que  ama  a  Bárbara,  y  tendréis 
de  esta  sospecha  testigos, 
en  que  no  sale  de  casa, 
sin  ver,  que  vergüenza  es, 
de  los  amigos  después 
que  supieron  que  se  casa. 

RlC.  Si  amor  y  celos  tuviera, 

cualquier  injusto  rigor 
fuera  como  mal  de  amor, 
y  como  amor  le  sufriera. 

Fr.o.  ¿Celos  con  una  bajeza 

que  el  valor  de  amor  infama  ? 

Ríe,  ¿Dónde  hay  tan  hermosa  dama, 

con  tanta  gracia  y  belleza? 

Fi<0.  ¿Una  esclava  os  trae  perdido? 

Ríe.  Amor  no  tiene  elección. 

(Salen  Don  Fernando  y  Fabio.) 

D.  Per.       Alguna  causa  y  razón 

esta  mudanza  ha  tenido; 

Bárbara  no  tiene  ya 
la  alegría  que  solía. 
Muy  contenta  me  servía, 
triste  por  extremo  está. 

Fab.  Como  don  Juan,  mi  señor. 


( I )     Faltan  un  verso  antes  y  el  principio  de  éste. 


ha  venid.o.y  has  mostrado 

en  regalalle  cuidado, 
y  a  Bárbara  poco  amor, 
estará  con  sentimiento. 

D.  Fer.       ¿Una  esclava  ha  de  querer 
ser  como  un  hijo  y  tener 
el  mismo  merecimiento? 

Fab.  Culpa  al  principio  tuviste; 

como  a  hija  la  trataste, 
y  como  el  amor  mudaste, 
no  te  espantes  que  ande  triste; 

sino  es  que  aquel  gentilhombre, 
que  nunca  deja  esta  puerta, 
algo  con  ella  concierta. 

D.  Fer,       Con  bien  diferente  nombre 
me  la  vendió  el  capitán. 

Fab.  Pues  si  no  es  esto,  señor, 

serán  celos  del  amor 
que  le  muestras  a  don  Juan. 

D.  Fer.  íEs  aquel  el  caballero 

que  dices? 

Fab.  El  mismo  es. 

Ríe.  Con  lo  que  veréis  después, 

remediar  mi  pena  espero; 

que  sin  alguna  invención, 
es  imposible  mover 
el  pecho  de  esta  mujer. 

Fe,o.  Siempre  más  fáciles  son 

con  sus  iguales;  mas  fuera 
mejor  compralla. 

Ríe.  Ese  intento 

fuera  loco  pensamiento: 
por  un  millón  no  la  diera. 
Pienso  que  repara  en  nu, 

Fi,o.  Vamos,  que  os  está  mirando. 

(Vanse  Fr.oRENcio  y  Ricardo.) 

D.  Fer.      Si  la  esclava  üiquietando, 

anda,  Fabio,  por  aquí, 
sabré  yo  darle  a  entender 

que  respeto  ha  de  guardar 

a  mi  casa. 
Fab.  Codiciar 

la  gracia  de  esta  mujer 

no  te  espante,  que  es  hermosa, 

y  su  limpieza  y  aseo 

solicitan  el  deseo 

de  la  juventud  ociosa. 
Todos  se  prometerán 

felicidad,  en  bajeza, 

y  yo  sé  que  hay  aspereza. 
D.  Fer.  Mucho  se  tarda  don  Juan. 
Fab.  La  caza,  señor,  divierte. 


i;8 


ÍÍSCÍ.AVA    Dlí    SU   GALÁN 


D.  Fer.      Desde  que  hoy  amaneció, 

está  en  el  campo,  aimqiic  yo 
lo  tengo  por  buena  suerte; 

pues  con  eso  entretenido, 
pienso  que  se  le  ha  olvidado 
el  casamiento  tratado. 

Fab.  Todo  lo  ha  puesto  en  olvido. 

(Sale  Don  Juan,  de  campo.) 

D.  JiAX.        Mira,  Fabio,  este  caballo, 
que  Pedro  se  queda  atrás. — 
¡Oh,  mi  señor!,  ¿aquí  estás? 
Gracias  a  Dios  que  te  hallo 

con  la  salud  que  deseo. 
Seas,  don  Juan,  bien  venido; 
¿cómo  en  el  campo  te  ha  ido, 
que  ha  un  siglo  que  no  te  veo? 

\'uelvo  a  besarte  la  mano 
por  tal  favor,  pero  quiero 
contarte. 

Eso  no,  primero 
descansa. 

Escucha. 

Es  en  vano; 
tiempo  queda  en  que  podrás, 
¡Hola! 


D.  Fer. 


D.  Juan. 


D.  Fer. 

D.  Juan. 
D.  Fer. 


Ele. 
D.  Fer. 

I).  JUAX. 

1).  Fer. 

I).  JUAX. 

D.  Fer. 

1).  Jlax. 
D.  Fer. 

l>.  Jvax. 


IvLE. 

D.  Jlwx. 

I-i.i:. 

I^.  }IAS. 
i'AJÍ. 


(Sale  Doña  Elena.) 
Señor. 

Llega  allí, 
descalza  a  don  Juan. 

¿A  mí? 
¿Pues  es  más  que  los  demás? 
Siéntate. 

Pedro,  señor, 
vendrá  ya. 

¿Qué  novedad 
es  aquesta? 

Ea  pues;  llegad. 
Ven  luego  a  comer. 

(l'ase.) 

Que  error 
de  nu'  y  cjue  favor 
de  mi  buena  dicha  ha  sido 
el  no  haberte  conocido; 
ángel,  la  mano  tened. 
Déme  el  pie  vuestra  merced. 
Miro  si  mi  padre  es  ido, 

para  darte  mil  abrazos. 
Déme  el  pie,  vuelvo  a  decir. 
Va  no  es  tiempo  de  reñir, 
sino  de  darme  los  brazos. 
.fVntes  loe  haré  pedíizo«. 


D.  Juan.    Pues  volveréme  a  enojar, 

que  no  te  pensaba  hablar 
por  los  celos  que  me  lias  dado; 
que  bien  sabes  que  has  hablado 
con  quien  me  los  puede  dar. 

De  verte  me  enternecí, 
y  te  he  perdonado  ya. 
Ele.  Tarde  pienso  que  hallará 

\Tiesa  merced  para  mí 
satisfacción,  aunque  aquí 
como  será,  se  regale 
al  sol,  puesto  que  se  vale 
de  la  invención  que  propone; 
porque  no  hay  que  me  perdone, 
y  del  propósito  sale 

que  Ricardo  me  hable  a  nu' 
cuando  por  la  puerta  pasa, 
¿qué  importa  si  él  en  su  casa 
habla  a  Serafina  así? 
Es  fuerza. 

Es  amor. 


D. JUAX 

Ele. 

D.  JUAX 

Ele. 


El,  sí; 

que  hablarme  un  hombre  saliendo 

a  algún  recaudo,  o  volviendo 

a  casa,  no  es  en  mi  mano; 

mas  \-uesa  merced  en  vano 

se  disculpa,  conociendo 
el  pesar  que  me  hace  a  mí. 
D.  JUAX.    A  tantas  vuesas  mercedes, 

mira  que  matarme  puedes; 

dueño  de  mi  alma,  ansí 

que  desde  que  te  la  di 

aborrecí  cuanto  amaba. 
Ele.  ¿Dueño  yo,  siendo  su  esclava 

de  \-uestra  merced  ? 
D.  JuAX.  Va  es  eso 

traición,  malicia  y  exceso; 

amor  no;  condición  brava. 

Ya  estoy  rendido,  ¿qué  quieres? 

Por  Dios,  que  de  tú  me  nombres. 

¡Qué  tiernos  somos  los  hombres; 

que  fuertes  sois  las  nmjeres! 
Ele.  ¿Tú  dices  que  tierno  eres? 

¿Siempre  liabemos  de  buscar? 
D.  JuAX.     ¿Siempre  habcmos  de  rogar? 

¿Quién  no  .se  deja  morir, 

para  no  llegar  a  oír 

tu  ténnino  de  matar? 

¡Ay!,  si  en  el  camjio  me  vieras 

de  jKclios  .sobre  una  fuente, 

aumentando  .su  corriente 

con  lágrimas  verdaderas. 


KkCERA    1 ORNADA 


159 


Ele. 

¿Por  Serafina? 

D.  Juan. 

¿Hay  locura 

tan  grande?  Que  si  procura 

tu  olvido  matarme  ansí, 

yo  quiero  imitar  de  ti 

la  misma  descompostura. — 

Señor,  ¿ésta  es  doña  Elena , 

con  quien  pretendí  casarme? 

Ven  a  matarme. 

Ele. 

A  matarme 

vendrá  primero  tu  pena. 

D.  Juan. 

Déjame. 

El,E. 

I,a  lengua  enfrena, 

loco  de  mis  ojos. 

D.  Juan. 

¿Qué? 

Ele. 

De  mis  ojos  dije,  erré. 

D.  Juan. 

Ya  lo  dijiste,  ya  eres 

mi  dueño. 

Ele. 

Sí,  pues,  quieres 

que  yo  te  quiera  sin  fe. 

(Entra  Pedro,  de  caza.) 

Ped.  ¡Gracias  al  cielo  que  os  veo 

en  paz! 
D.  Juan.  ¿Cómo  te  has  tardado? 

Ped.  El  pájaro  lo  ha  causado, 

que  es  algún  demonio  creo. 

¡Que  haya  quien  cace  en  el  mundo; 
que  vaya  siguiendo,  en  fin, 
un  hombre  con  un  rocín, 
que  le  despeñe  al  proftmdo, 

aves  que  andan  por  el  viento! 
Sólo  hallo  disculpados 
los  naipes,  porque  sentados, 
es  dulce  entretenimiento. 

Quien  puede  en  trucos  sufrir 
dos  torneadores  crueles 
y  una  mesa  sin  manteles 
con  dos  varas  de  medir; 

que  parecen  las  casitas 
de  corral  de  vecindad, 
con  mucha  curiosidad 
tirándose  las  bolitas. 

¡Cuerpo  de  tal  con  la  flema! 
¿Pues  otros  que  juegan  solos 
toda  una  tarde  a  los  bolos, 
quebrantándose  por  tema, 

de  que  salen  derrengados 
por  enderezar  la  bola, 
y  otros  que  con  ella  sola 
tiran  por  sendas  y  prados? 

Con  los  mallos  o  los  mazos, 
si  es  ejercicio  y  no  vicio; 


la  esgrima  es  lindo  ejercicio 
para  hacer  fuertes  los  brazos. 

Que  no  ejercitar  la  espada, 
es  causa  que  en  la  ocasión 
falte  el  aliento;  éstas  son 
para  juventud  honrada. 

Las  cazas  y  pajarotes 
allá  son  para  los  reyes, 
que  tienen  libros  y  leyes; 
porque  con  dos  matalotes 

y  un  neblí  tuerto  de  im  ojo, 
¿quién  diablos  sale  a  cazar? 
Vete,  Pedro,  a  descansar, 
que  vienes  con  mucho  enojo. 

Y  vos,  mi  bien,  ya  quedáis 
en  paz  conmigo. 

Primero 
quiero  que  jures... 

Yo  quiero; 
¿juro  que  vos  me  matáis? 

De  no  ver  al  serafín 
que  piensa  que  has  de  ser  suyo. 
Eso  juro,  y  de  ser  tuyo. 
¿Y  el  serafín? 

Será  fin: 
en  mi  vida  le  veré. 
Sino  a  ti,  que  lo  eres  mía. 
¡Que  glosa  hacerse  podía! 
¿Cómo? 

Escucha. 

Di. 

Diré. 

Es  el  ti  diminutivo 
del  tú,  y  es  hijo  del  mi, 
porque  le  regala  ansí 
con  el  acento  más  vivo. 
Que  el  tú  es  bajo,  y  tiple  el  mí. 

Tú  manda,  tú  desafía; 
tú  es  trompeta,  tú  es  cochero; 
ti  es  clarín,  ti  es  chirimía; 
y  por  eso  el  tú  no  quiero, 
«sino  a  ti,  que  lo  eres  rm'a.» 

Tal  te  dé  Dios  la  sahid. 
Tu  padre  llama,  y  no  entienda 
que  hablamos. 

Adiós,  mi  prenda. 
Adiós. 


D.  Juan. 

Ele. 

D.  Juan. 

Ele. 

D.  Juan. 

Ele. 

D.  Juan. 


Ped. 
Ele. 
Ped. 
Ele. 
Ped. 


D.Juan. 
Ele. 

D.  Juan. 
Ele. 


D.  Juan. 
Ele. 


(Vansc  los  dos.) 

¡Qué  dulce  inquietud! 
¡Qué  poco  sabe  sufrir 
una  locura  de  amor! 
¿Pero  quién  tendrá  valor 


i6o 


líSCLAVA   DE   SU  GATEAN 


Fin. 

EI.E. 


Fíx. 
Elk. 

Fi.v. 


i:i,K. 

Vis 
Ki.i. 
Fin 


para  dejarse  morir? 

O  no  se  había  de  ir, 

o  no  amar,  que  no  hay  porfía 

de  celosa  fantasía 

que,  estándose  defendiendo, 

dure  sin  rendirse,  oyendo 

«sino  a  ti,  que  lo  eres  niía>>. 

Celos,  si  estáis  satisfechos, 
¿qué  queréis?  Dejadme  aquí, 
que  pues  que  ya  me  rendí, 
ya  debéis  de  estar  deshechos. 
Si  más  daños  que  provechos 
resultan  de  mi  porfía, 
crueldad  matarme  sería; 
no  tiréis  flechas  al  aire, 
que  dijo  con  gran  donaire: 
<<sino  a  ti,  que  lo  eres  mía>>. 

(Entra  Finea.) 
Bárbara,    ¿es  tiempo  de  verte? 
¿Qué  quieres,  Finea  amiga? 
Después  que  el  señor  dou  Juan 
vive  en  casa,  no  hay  quien  viva. 
Porque  con  la  ocupación 
de  valonas  y  camisas, 
ni  yo  sé  cuándo  es  de  noche, 
ni  menos  cuándo  es  de  día. 
¡Qué  trabajos! 

¿Cómo  está 
tu  señora  Serafina? 
Dala  al  diablo,  que  se  ha  hecho 
un  tigre,  una  sierpe  libia. 
Mejor  fuera  ya  llamarla 
demonia  que  Serafina, 
que  como  está  enamorada, 
no  hay   quien  la  sufra   ni   sirva; 
todo  es  mirarse  al  espejo, 
todo  es  joyas  y  sortijas. 
Endomiarse  (i)  o  enmonarse, 
ya  se  toca,  ya  se  enriza; 
tcxlo  es  mirar  si  le  ve, 
y  todo  ver  si  la  mira; 
todo  a  acechar  por  las  rejas, 
que  están  ya  las  celosías 
cansadas  de  darle  calle. 
,  nácele  muchas  visitas 
mi  amo? 

Siempre  está  allá. 
>icinpre? 

r,a  lindo  romix-sillas; 
al  cinco  de  oros  parecen 
los  dos,  que  siemjjre  .se  miran; 


Ele. 
Fix. 

Ele. 
Fin. 
Ele. 
Fin. 


Ele. 
Fin. 

Ele. 
Fin. 
Ele. 
Fin. 

Ele. 


Fin. 
Ele. 


Fin. 

Ele. 
Fin. 


Ele. 

I'IN. 


(i)    Hartz.  emnendó  «cndcmoaiarH:». 


IvLl 


él  ensillado,  y  mi  ama, 
como  cuadro  de  Sevilla, 
ensalzada  y  enfrenada. 
¿Ouiérense  mucho? 

Suspiran 
como  borricos  en  prado. 
¿Casaránse? 

Eso  porfían. 
¿A  qué  venías? 

A  darle 
este  papel  de  mentiras; 
ya  sé  que  tiene  un  secreto. 
¿Qué  secreto,  por  tu  vida? 
Bárbara,  no  lo  pregmites, 
no  es  posible  que  lo  diga. 
¿Esa  es  la  amistad? 

Perdona. 
¿Y  si  jurase? 

Aun  podría 
ser  que  lo  dijese. 

Yo 
soy  tu  verdadera  amiga; 
dame  el  papel,  que  don  Juan 
vino  de  caza,  que  el  día 
le  halló  en   el  campo;   y  descansa, 
que  el  secreto,  pues  porfías, 
ya  no  lo  quiero  saber. 
vSi  no  juravSte. 

Si  obliga 
el  juramento,  yo  juro 
que  nunca  vuelva  a  las  Indias, 
que  es  lo  que  yo  deseo 
desde  que  vine  de  Lima, 
si  revelare  el  secreto. 
Pues  sabe  que  una  vecina... 
¿óyenos  alguien? 

Xo  hay  nadie. 
Que  es  una  sabia  Felicia, 
ha  perfumado  el  papel 
con  veinte  borracherías, 
para  que  don  Juan  se  case; 
dásele  y  no  se  lo  digas, 
a.sí  Dios  nos  libre  a  entrambas. 
El  secreto  que  me  fías 
haré  escritorio  del  alma. 
Pues  adiós,  que  voy  de  prisa, 
a  ver  aquel  pajecillo 
(|ue  me  vi.ste  el  otro  día 
li;il)|.ir  junto  a  Cal  de  Francos. 

(  Vas,.) 

¡Qué  j)oco  duran  las  dichas! 
Tornasol  parece  el  bien; 


TERCERA    TOKXADA 


lÓI 


que  a  cualquier  parte  la  vista, 
conforme  la  luz  que  toma, 
halla  la  color  distinta. 
¡Ay,  Dios!  ¿por  qué  persevero 
en  tal  vida,  en  tal  porfía? 
¿por  qué  aguardo  desengaños, 
donde  tantos  me  la  quitan? 
Cuando  en  mejor  ocasión 
a  Triaua  me  volvía, 
¿por  qué  me  tuviste,  amor, 
con  lágrimas  y  mentiras? 
¿Qué  mujer  fué  tan  mudable, 
que  no  ha  una  hora  que  decía 
don  Juan,  con  alma  traidora, 
que  era  yo  su  alma  y  vida? 
¡Ojalá  fuera  yo,  que  el  mismo  día 
yo  me  matara  si  lo  fuera  mía! 

(Entran  Pedro  r  Don  Juan.) 

D.  Juan.        Xo  es  posible  sosegar. 
Ped.  Xo  es  mucho,  teniendo  amor; 

mata  el  desdén  y  el  favor,  (i) 

y  todo,  en  fin,  es  perder 
el  seso  por  disparates. 
D.  Juan.    ¡Klena  mía! 
líi^E.  No  trates 

de  hablarme,  que  no  ha  de  ser 

esta  vez  como  hasta  aquí. 
Yo  no  digo  que  me  iré, 
sino  que  aquí  me  estaré, 
a  ver  lo  que  haces  de  nn'. 

Yo  quiero  aguardar  a  ver 
tu  casamiento,  y  te  ruego, 
porque  importa  a  mi  sosiego, 
que  hoy  sea,  si  puede  ser; 

o,  por  lo  menos,  mañana; 
que  con  dejarte  casado, 
iré,  don  Juan,  sin  cuidado, 
iré  contenta  a  Triana. 

Allí  mi  primo  y  mi  tío, 
si  no  han  venido,  vendrán; 
poco  me  debes,  don  Juan, 
pues  sólo  pasar  el  río 

por  esa  puente  me  debes 
con  este  hierro  fingido, 
por  quien  vendida  he  sufrido 
penas  y  trabajos  breves. 

Que  no  fui  a  lama  por  ti, 
ni  por  barcos,  horizontes, 
pasé  mares,  subí  montes, 
ni  hacienda  ni  honor  perdí. 


( 1 )     Falta  el  último  verso  de  esta  redondilla. 

xa 


Vuelvo  con  manos  y  pies, 

¿qué  hay  perdido? 
D.  Juan.  ¿Qué  es  aquesto, 

Pedro  amigo? 
Ped.  Es  agua  en  cesto; 

humo,  espuma  y  viento  es; 
es  un  puñado  de  arena; 

es,  ctiando  el  austro  se  mueve, 

cielo  que  hace  sol  y  llueve, 

y  es  luna  menguante  y  llena; 
desde  lo  de  la  costilla, 

no  tienen  segura  espalda. — 

¡Cual  eres  para  giralda 

de  la  torre  de  Sevilla! 
D.  Juan.         ¿Hay  tan  extrafia  mudanza? 

¿Aun  no  aguardaras  un  hora, 

para  mudarte,  señora? 
Ei<E.  ¡Ay  de  mí,  loca  esperanza! 

D.  Juan.        Mi  bien,  yo  saU  de  aquí, 

y  de  tus  brazos  también, 

¿quién  te  ha  mudado,  mi  bien, 

en  cuanto  de  aquí  salí? 
Er^E.  Menos  «mi  bien»,  que  no  estoy 

para  ser  su  bien;  y  advierta 

que  es  esta  verdad  tan  cierta, 

que  el  testigo  no  le  doy. 
En  este  papel  tan  tienio, 

como  de  aquel  su  cuidado, 

porque  viene  perfumado 

con  pastillas  del  infierno. 
Aquí  le  trujo  la  esclava 

del  serafín  que  visita, 

pues  está  la  retroescrita,  (i) 

¿para  qué  me  la  negaba? 
Porque  se  ha  de  enamorar 

con  él,  no  le  ha  de  leer, 

ni  yo,  para  no  lo  ser, 
*  de  quien  quisiera  matar 

con  las  manos  y  los  dientes. 
D.  Juan.    Elena,  si  agora  vengo 

del  campo,  ¿qué  culpa  tengo 

de  esos  locos  accidentes? 
Tener  celos  con  razón, 

no  es  mucho;  pero  sin  ella, 

quien  lo  quisiere  atropella 

con  tal  determinación. 
Ele.  Dice  este  señor  muy  bien, 

y  Pedro  dirá  que  es  justo, 

y  que  no  le  den  disgusto; 

y  yo  le  diré  también. 
¿No  es  verdad,  Pedro? 


( I )     Hariz.  enmendó  «pues  está  mi  ofensa  escrita». 

il 


102 


ESCr.AVA    DE    SU   GALAX 


Ped.  Señora, 

no  apruebo  esa  mansedumbre, 

que  callar  con  pesadumbre 

arguye  traición  traidora. 
¿Qué  importa  que  Serafina 

haya  escrito  ese  papel? 
Ele.  Ser  moreno  y  moscatel, 

es  un  flamenco  en  la  China. 
Pero  porque  es  necesario 

que  la  historia  se  declare, 

lo  que  de  aquí  resultare 

sabrá  para  otro  ordinario. 
Y  sólo  por  culpa  mía 

le  digo,  a  más  no  poder, 

que  mal  haya  la  mujer 

que  de  palabras  se  fía. 
Ped.  Espera  mi  poco. 

Ele.  Xo  hay  poco, 

sino  mucha  rabia  y  pena. 

D.  JiAN.     Yo  pienso,  Pedro,  que  Elena 
pretende  volverme  loco. 

Ped.  Xo  te  espantes,  si  a  sus  manos 

llegó  este  negro  papel, 
ya  no  blanco,  pues  lo  es  él 
de  celos  tan  inhumanos. 

Declárate  que  es  morir 
andar  templando  el  humor 
de  este  jumento  de  amor. 

(Salín  Ricardo  y  Florencio.) 

Ríe.  Esto  le  vengo  a  decir. 

Pl<).  Quedo,  que  está  aquí  don  Juan. 

Rit.  A  vuestro  padre  buscaba. 

D.  JUAX.     ¿Qué  es,  señor,  lo  que  mandáis? 
Que  presumo  que  descausa. 

Ríe.  Señor  don  Juan:  he  pensado 

fjue  notan  en  esta  casa 
íjue  hable  a  esta  esclava  vuestra, 
¡xjrque  la  malicia  humana 
siempre  piensa  lo  peor, 
y  que  con  esto  se  cansa 
de  mí  el  señor  don  l'cniando; 
y  es  que  si  con  ella  hablaba, 
era  para  rcducilla, 
por  bien  o  por  amenazas, 
ffue  ante  la  justicia  diga 
los  días  que  ha  que  me  falta. 
Porque  un  día  me  la  hurtó 
un  soldaíio,  que  engañarla 
con  casamiento  y  amores, 
la  embarcó  y  la  trujo  a  líspaña. 
Ella,  porque  acas(i  os  mira, 


niega,  mas  no  importa  nada, 
que  la  verdad  siempre  vence. 

D.  Juan.    Y  muchas  veces  se  engañan 
los  ojos,  y  puede  ser 
que  se  parezca  esta  esclava 
a  la  que  os  llevó  el  soldado. 

RlC.  ¿El  nombre,  el  rostro  y  la  habla 

la  ha  de  tener  sin  ser  ella? 
Yo  bien  puediera  sacarla, 
como  lo  haré,  sin  dinero, 
probando  que  es  prenda  hurtada; 
pero  por  estar  aquí, 
y  respetar  i'uestra  casa, 
daré  el  precio  que  costó. 

D.  Juan.    Vuestra  merced,  su  probanza 
haga  por  allá,  y  no  crea 
que  toda  la  plata  indiana 
será  de  Bárbara  precio, 
y  en  esto  pocas  palabras, 
porque  siento  que  me  burlen. 

RlC.  Todo  lo  que  aquí  se  trata 

es  tan  de  veras,  que  presto 
os  lo  dirá  la  probanza, 
remitiendo  a  la  justicia 
lo  que  no  es  justo  a  la  espada. 

Ped  ¿Hay  semejante  maldad? 

D.  Ji'AN.    Mi  paciencia  ha  sido  tanta, 

porque  he  pensado,  y  es  justo, 

que  como  los  años  pasan, 

pensará  este  caballero 

que  ésta  es  Bárbara,  su  esclava, 

por  el  nombre,  y  porque  acaso 

tendrá  alguna  semejanza 

con  la  que  en  Indias  tenía. 

Ped.  Esa  habrá  sido  la  causa 

de  hablarla  y  de  darte  celos. 

D.  Juan.    Confieso  que  me  los  daba, 
como  Serafina  a  Elena; 
mas  dime,  ¿qué  haré? 

Pkd.  Quitarla 

este  necio  pensamiento 
de  con  ella  te  casas. 

D.  Juan.    ¿Cómo? 

Ped.  lIal)landoy  regalando, 

v  jurando,  cjue  si  hablas 
juras  y  regalas,  no  es 
mar,  monte  ni  tigre  hircana, 
sino  mujer  tierna,  sola, 
que  ve,  oye,  entiende  y  ama. 

D.  J'AN.    Que  desdichados  amores, 

cuando  esto  en  Grecia  pasara, 


TERCERA     I ORNADA 


163 


no  era  mucho;  pero  es  inuclio 
entre  Sevilla  y  Triana, 
temo  su  honor  y  mi  vida. 


(SaleFABio.) 

Fab. 

Si  albricias,  señor,  me  mandas, 
sabrás  las  mejores  nuevas 
que  pudo  esperar  tu  casa. 

Ser. 

D.  Juan. 

Yo  te  las  mando. 

Fab. 

Han  de  ser 

las  que  de  tu  mano  aguardan 

Ele. 

mi  servicio  y  mi  deseo. 

D.  Juan. 
Fab. 

Di  presto. 

Vino  la  plata. 

vSer. 

¿pudo  ser  más  presto? 

Ele. 

D.  Juan. 

¿No  hay  cartas? 

Fab. 

•     Trujo  la  carta 
Leonardo,  y,  por  las  albricias, 
a  Serafina  su  hermana 
tu  padre  un  diamante  envía, 
y  allá  no  sé  qué  se  tratan 
los  dos. 

D.  Juan. 

¿Qdién  llevó  el  diamante? 

Fab. 

Bárbara. 

Ped. 

De  toda  España 
será  esta  plata  el  remedio; 

Ser. 

suplirá,  señor,  las  faltas 

Ele. 

de  las  pasadas  fortunas. 

Fab. 

Las  albricias  que  me  mandas 
no  te  han  de  costar  dinero. 

D.  Juan. 

¿Qué  quieres? 

Fab. 

Yo  sólo  que  vayas 

y  le  pidas  a  señor... 

Ser. 

D.  Juan. 

Di  lo  demás,  ¿qué  te  paras? 

Fab. 

Que  con  Bárbara  me  case, 

porque  es  india,  aimque  es  esclava, 

Ele. 

y  de  gente  principal. 

Ser. 

D.  Juan. 

Pedro,  sólo  esto  faltaba. 

Ped. 

Si  quiere  lo  que  tú  quieres, 
milagros  son  de  tu  cara. 

Ele. 

D.  Juan. 

¿Hasla  hablado? 

Ser. 

Fab. 

Ayer  la  hablé, 
y  púsose  como  un  nácar. 

D.  Juan. 

Ahora  bien,  a  hablarla  voy. 

Fab. 

Vivas  más,  por  merced  tanta. 

que  un  bando  en  ciudad  pequeña. 

Ele. 

D.  Juan. 

Hoy  se  juntan  mis  desgracias. 

¿Qué  habrá  que  no  me  persiga? 

(Vase.J 

Ser. 

Ped. 

¡Brava  mujer,  Fabio! 

Ele. 

Fab. 

Brava. 

Ped. 


Tuya  pienso  que  será, 
aunque  el  casamiento  amansa. 

(Vanse.) 

(Salen  Elena,  Serafina  y  Finea.) 

Aquella  ropa,  Finea, 
a  Bárbara  le  darás, 
y  a  tu  señor  le  dirás 
que  el  rico  diamante  emplea 

en  sola  mi  voluntad. 
Y  en  vuestro  merecimiento, 
que  aún  le  juzgo  atrevimiento, 
si  valiera  una  ciudad. 

Ya,  Bárbara,  no  me  ves, 
solíamos  ser  amigas. 
¡Ay,  señora,  no  lo  digas, 
por  tu  vida!,  que  después 

que  vino  a  casa  don  Juan, 
mi  señor,  no  tengo  \m  pimto 
de  descanso,  porque  jimto 
todo  el  trabajo  me  dan. 

¿Piensas  que  la  hacienda  es  poca? 
Todo  es  lavar,  jabonar 
y  almidonar;  no  hay  lugar 
para  ponerme  una  toca. 

Pues  no  se  te  echa  de  ver; 
envidia  tengo  a  tu  aseo. 
Antes,  si  os  veis,  como  os  veo, 
de  vos  la  podéis  tener, 

que  si  ya  por  él  no  fuera, 
veros  fuera  mi  placer. 
¿Pero  cómo  os  puedo  ver, 
si  nunca  veros  quisiera? 

Eso  que  te  cansa  a  ti 
tuviera  3-0  por  regalo. 
Pues  es  para  mí  tan  malo, 
que  vivo  fuera  de  mí. 

Yo,  como  quiero  a  don  Juan, 
sólo  servil  le  deseo. 
Yo  también;  mas  siempre  veo 
que  pesadumbre  me  dan. 

Pocas  tendrás,  que  ya  está 
mi  casamiento  tratado; 
porque  se  ha  desengañado 
don  Fernando,  de  que  ya 

es  imposible  volver 
al  hábito  que  solía. 
Deseando  estoy  el  día 
que  don  Juan  tenga  mujer, 

para  pedir  libertad. 
Tú  la  tendrás,  si  yo  puedo. 
Si  vos  os  cansáis,  ya  quedo 
libre;  ¡ay,  si  fuese  verdad! 


164 


ESCLAVA   DE   SU   GALÁX 


Ele. 
Ser. 
Ele. 
Ser. 

Ele. 

Ser. 
Ele. 

Ser. 


Ser.  Ruégalo,  Bárbara,  a  Dios, 

y  aunque  yo  no  lo  merezca, 
siempre  que  ocasión  te  ofrezca 
de  que  estéis  juntos  los  dos, 

dile  alabanzas  de  nn'. 
Y  como  sí  las  diré... 
l'n  vestido  te  daré. 
Como  eso  espero  de  ti. 

Enamórale,  que  puede 
mucho  mía  buena  terceía. 
Puesto  que  no  lo  estuviera, 
tengo  de  hacer  que  lo  quede. 

Pues  abrázame,  y  adiós. 
El  os  guarde,  reina  mía. 

(A  brázanse.) 
¡Ay,  llegue,  Bárbara,  el  día 
que  estemos  así  los  dos! 
(Vase.) 

Elena. 

Cansóse  la  fortuna  en  perseguirme, 
que  ya  no  tiene  mayor  mal  que  hacerme: 
que  necia  he  sido  yo,  por  mujer  firme, 
¿qué  puedo  ya  perder,  sino  el  perderme r 
\'amos  a  donde  salga  a  recibirme 
aquel  traidor  que  acaba  de  venderme, 
que  fundado  en  el  gusto  de  engañarme 
por  matarme  no  acaba  de  matarme. 

Entrando  voy  por  esta  casa  agora, 
como  quien  sube  pasos  a  la  muerte, 
y  apenas  tiene  ya  de  vida  un  hora, 
y  en  esa  voy,  dulce  enemigo,  a  verte. 
Este  yerro  de  amor  que  el  amor  dora; 
esta  crueldad  de  mi  fineza  advierte: 
ésta  será  blasón  para  mi  nombre, 
que  ha  de  informar  la  ingratitud  de  un  hombre. 

(Sale   Don  Jvan,  con   gabiin,  como   que   se  levanta,    y 
Pedro.) 
^luestra  ese  espejo. 

¿A  qué  efecto, 
si  está  aquí  Elena,  señor? 
Con  la  tapa  del  rigor 
no  será  el  cristal  perfecto. 

Criados  hay  por  aquí, 
mirad  los  dos  cómo  habláis, 
que,  celosos,  no  miráis 
en  que  os  miren. 

Es  ansí; 
llega,  y  poimu-  esta  valona. 
No  quiero. 

¡Qué  buena  t-sclava! 
Cuando  lo  fuera,  no  estaba 
obligada  mi  jxT.sona 


D.  Juan. 
Ped. 

D.  JTAX. 

Ped. 


I).  Juan. 

i:  LE. 
D.  Juan. 
Ele. 


D.  Juan. 


Ele. 

D.  Juan. 
Ele. 


D.  Juan. 

Ele. 
D.  Juan. 


Ele. 
D.  Juan. 


Ele. 
D.  Juan. 

Ele. 

Ped. 

D.  Juan. 

Ei,E. 


Ped. 
Hle. 
Ped. 

lÍLE. 


1),  i"i;k. 

IvLlv. 
1).  T'i:k 


a  llegaros  a  la  cara; 
eso  es  de  propia  mujer; 
llamad  la  que  lo  ha  de  ser, 
que  amí  me  cuesta  muy  cara. 

Huélgome  de  que  lo  niegues, 
pues  quedo,  como  es  razón, 
libre  de  la  obligación. 
One  la  escritura  me  entregues 

aguardo. 

¿Cuál  escritura? 
Esa  de  tu  casamiento, 
porque  es  el  apartamiento 
que  mi  libertad  procura. 

Xo,  sino  lo  que  Ricardo 
dice  que  tiene  de  ti. 
¿Qué  Ricardo? 

Yhio  aquí 
ese  tu  amante  gallardo, 

y  dice  que  eres  su  esclava. 
y  que  uii  soldado  te  hurtó, 
y  esto  bien  lo  entiendo  yo. 
¿Pues  no,  si  tan  claro  estaba? 

¿Y  cómo  si  es  invención 
que  entre  los  dos  se  ha  tratado, 
para  irte  sin  cuidado 
de  mi  padre,  y  tu  opinión? 

Cuando  yo  me  quiera  ir, 
¿adonde  me  han  de  buscar? 
Pues  yo  me  quiero  vengar, 
que  sé  amar  y  no  fingir. 

lylega,  llega. 

Sí  llegara, 
si  en  cada  mano  tuviera 
cinco  puñales. 

Hiciera 
rallo  tu  cara. 

Repara 

en   la   crueldad    con   que   vienes. 
¿Qué  importa  que  te  quitara 
la  cara?  Pues  te  dejara 
una  de  las  dos  que  tienes. 

Esta,  amistad  quiere  hacer. 
Con  este  principio,  (Dale  ) 
Dióme. 
Ivso  el  alcahuete  tome, 
mientras  qne  le  vuelvo  a  ver. 


(Sale  Don  I-kknando.) 
¿Qué  es  esto,  Bárbara? 


lia    dado 


Pedro  t.11  rc<juil)raniU'. 


muy  bien. 


lia   liecho 


TERCERA    JORNADA 


i65 


Pkd.  Estoime  burlando. 

Hi,K.  Conmigo  se  burla  el  necio. 

D.  l'KK.       Don  Juan,  pues  ya  estás  vestido, 
esta  mañana  vinieron 
I.,eonardo  y  el  escribano; 
entra,  por  tu  vida,  adentro. 
Firmaremos  la  escritura, 
que  los  suyos  y  mis  deudos 
han  ido  por  Serafina; 
tu  mujer,  porque  en  sabiendo 
que  fué  por  quien  has  dejado 
aquel  intento  primero, 
como  ella  propia  me  ha  dicho, 
y  que  siendo  tu  deseo, 
no  tuve  que  preguntarte. 
Hicimos  nuestro  concierto, 
con  el  secreto  que  es  justo: 
en  fin,  te  casas  sin  suegro. 
y  cor  veinte  mil  ducados. 
D.  Juan.     ¿Agora,  señor,  tan  presto? 

Mirémoslo  más  despacio. 
D.  Fer.       ¡Por  Dios,  don  Juan,  que  no  entiendo 
tu  condición:  ni  casado, 
ni  clérigo!... 
D.  Juan.  Yo  no  puedo 

dejar  de  serte  obediente; 
pero  digo  que  pensemos, 
si  acertamos,  más  despacio. 
D.  Fer.       ¿Si  acertamos,  majadero? 

¿merecéis  vos  descalzar 
a  Serafina?  ¿qué  es  esto? 

Dejáis  cinco  mil  ducados 

por  ella,  y  agora,  necio, 

queréis  quitarme  el  juicio. 

Entrad  dentro. 
D.  Juan.  Voy.  ¡Ay,  Pedro!, 

cjiíédate  aquí  con  Elena. 
Ped.  Hablando  de  Elena  quedo. 

D.  F^ER.       ¡Ea!,  Bárbara,  esta  casa 

me  poned  como  un  espejo; 

aderezad  ese  estrado. — 

¿Tri.steza?    Pues,    ¿qué   tenemos? 

¿Qué  cara  es  ésa?  ¿no  habláis? 

Días  ha,  perra,  que  os  veo 

muy  triste  y  muy  entonada. 

¿Vos  pensáis  que  no  os  entiendo? 

Érades  ya  la  señora, 

y  con  este  casamiento 

os  pesa  que  Serafina 

a  esta  casa  venga  a  serlo, 

que  desde  que  se  trató 

andáis  que  es  vergüenza  veros. 

F'stábades  enseñada 


Ped. 


D.  Fer. 


Ele. 


Ped. 
Ele. 


Ped. 


Ele. 


Ped. 


Ele. 


Ped. 


a  hombre  solo,  pues  poneos 
de  lado,  que  tengo  nuera, 
c^ue  ha  de  tener  el  gobierno 
y  las  llaves  de  mi  casa; 
pues,  ¿qué  te  parece,  Pedro, 
de  esta  esclava? 

Señor, 
tiene  poco  entendimiento; 
la  mejor,  cuando  se  emperra, 
tiene  esos  reveses. 

Creo 
que  la  habremos  de  vender. 

(Vasc.) 

; Adonde  habrá  sufrimiento 
para  tan  grandes  fortimas? 
Ya  no  me  bastaban,  ¡cielos!, 
perder  honra  y  opinión, 
sino  pasar  por  desprecios 
de  esclava,  como  si  fuera 
verdad  que  lo  soy;  mas  pienso 
que  siempre  lo  fui,  y  el  hombre 
que  me  ha  perdido,  es  mi  dueño. 
Pedro,  ¿sabes  tú  quién  soy? 

¿Qué  dices? 

En  algún  sueño, 
pensé  que  era  de  Triana 

una  mujer  que  trujeron 

de  Méjico  allí  sus  padres; 

su  nombre,  si  bien  me  acuerdo, 

era  doña  Elena. 

Mira 

que  este  triste  pensamiento 

te  vuelve  loca;  no  eres 

esclava,  que  amor  te  ha  hecho. 

errar  el  rostro. 

Es  verdad, 

si  bien  dices,  amor  tengo; 

pero  ¿sin  duda  soy  yo? 

¿Sábeslo,  Pedro,  de  cierto? 

¿Pues  no?  Y  como  si  lo  sé, 

y  que  el  hierro  que  te  han  puesto 

te  agradece  mi  señor; 

porque  han  mentido  los  celos. 

si  te  dicen  que  pretende 

ese  injusto  casamiento 

de  Serafina. 

¡Ah,  traidor, 

fementido,  infame,  perro! 

Yo  te  quitaré  la  vida, 

que,  como  fuiste  el  tercero 

de  sus  amores,  me  engañas. 

Señora,  envaina  los  dedos. 


1 66 


ESCLAVA   DE   SU   GALÁN' 


que  me  has  deshecho  la  cara; 
que  se  le  antoje  el  pescuezo 
a  una  preñada,  está  bien; 
muerda,  pero  no  con  celos. 

(S.ih-n  Leonardo  v  Finf.a,  Skrafina  Je  l-a  mano,  y 
ilt-tidos. ' 


Leo. 
Fin-. 
Ser. 
Ped. 

Ser. 
Ele. 


fSah-ii 
XOT. 

D.  Fer. 
Ele. 

Ser. 

Ele. 

Ped. 
Ele. 
Ped. 
Ele. 

D.  Fer. 
Ped. 


D.  Fer 

Nf)T. 


Ele. 
Ped. 


Ele. 


¿Si  habrá  venido  el  notario? 
Aquí  están  Bárbara  y  Pedro. 
¿Pero  dónde  está  don  Juan? 
Pienso  que  están  allá  dentro 
él,  su  padre  y  el  notario. 
Bárbara,  ¿no  me  hablas? 

\'engo 
a  aderezar  los  estrados, 
V  componer  los  asientos 
para  los  jueces,  que  hoy 
han  de  sentenciar  mi  pleito. 

Dox  Juan,  Don  Fernando  \  el  Notario.,) 

Sólo  resta  que  firméis, 
pues  ya  vino  esta  señora. 
Mi  Serafina,  en  buen  hora 
esta  vuestra  casa  honréis. 

¡Que  pueda  yo  estar  aquí! 
¿Qué  perdón  del  Rey  espero, 
si  llega  el  cordel  primero? 
Señor,  hoy  tenéis  en  mí 

ima  esclava  en  vuestra  casa. 
Pues  si  ya  esclava  tenéis, 
¿para  qué  a  mí  me  queréis? 
Calla  hasta  ver  lo  que  pasa. 

¿Cómo  puedo  yo  callar? 
Tú  lo  has  de  echar  a  perder. 
¿Pues  qué  me  falta  de  hacer 
sino  dejarlos  casar? 

Pedro,  ¿qué  dice  esa  esclava? 
No  sé  qué  pasión  le  dio 
(le  unos  berros  que  cenó; 
si  acaso  en  ellos  estaba, 

cual  suele,  algún  anajjclo. 
Pues  calle,  o  llévala  allá. 
Sabed,  señores,  que  está 
(la  ejecución  í|uiera  el  cielo) 

hecho  p<jr  esta  escritura, 
concierto  de  voluntad 
de  entrambos. 

¿Hay   tal   maldad? 
Calla,  sufre,  ten  cordura; 

,;no  ves  que  le  están  leyendo 
y  que  la  quieren  firmar:' 
¿Qué  me  í|ueda  que  esjxT.ir, 
Pedro,  si  uie  estoy  muriendo' 


Ped.  Desde  mía  reja  miraba 

un  canónigo,  en  Toledo, 
una  muía  que  sin  miedo 
de  una.  peña  en  otra  daba, 

para  despeñarse  al  río. 
Dábanse  prisa  al  salir, 
y  él,  sin  cesar  de  reír, 
daba  en  acjiíel  desvarío, 

hasta  verla  despeñar; 
pero  viendo,  como  un  rayo, 
ir  tras  ella  su  lacayo, 
volvió  el  placer  en  pesar, 

sabiendo  que  era  la  suya. 
Y  puesto,  Ivlena,  que  sea 
comparación  baja  y  fea, 
para  la  desgracia  tuya, 

parece  que  está  don  Juan 
viéndote  andar  por  las  peñas, 
y  que  ha  visto  por  las  señas 
que  ya  mis  ojos  le  dan, 

aunque  el  dolor  disimula, 
para  dar  voces  dispuesto: 
«Señores,  acudan  presto, 
que  se  despeña  mi  muía.» 
Ele.  Pues  ya  me  ha  desconocido, 

él  me  dejará  caer. 


Ped. 

Ya  acabaron  de  leer. 

Ele. 

Yo  he  de  perder  el  sentido. 

NOT. 

Con  éste  podéis  firmar. 

(Qiiilascla  y  rómpcl.i.) 

Ele. 

Mas  yo  firmaré  por  él; 

que  con  rasgar  el  papel. 

rae  acabo  de  despeñar. 

D.  Fer. 

vSuelta  la  escritura,  loca. 

Ele. 

Pues  suélteme  él  (i)  a  mí. 

por  quien  el  seso  perdí. 

D.  Fer. 

¡A  qué  dolor  rae  provoca! 

D.  Juan. 

Temblando  estoy;  si  diré 

quién  es. 

N\)T. 

Toda  la  rompió. 

D.  Fer. 

I,levadla  de  a(]uí. 

Ele. 

Si  yo 

soy  loca,  la  culpa  fué 

dése  traidor,  que  me  ha  dado 

la  causa  por(|ue  lo  estoy. 

(Sale  Fauio.) 

¡•ah. 

Ivspcrad,  (¡ue  a  decir  voy, 

.señores,  (jue  habéis  entrado. 

1).   I'IÍK. 

,;Qué  es  eso,  l'abio? 

(  i)     Hartz.  cunicnd6  «aquel» 


TERCERA    TORNADA 


167 


Fab. 


D.  FKR. 


Aquí    eí5táii, 
señor,  con  un  iiiaudaiuiento, 
para  que  se  deposite 
esta  esclava. 

Eutre  su  dueño, 
siu  los  que  vieneu  con  él, 
que  éste  no  es  día  de  pleitos, 
y  es  mucha  descortesía. 

(S.i!:n  RiCARBO  y  Florencio.) 


Ríe 


Er.E 


Ríe 


Yo  vine  aquí,  no  sabiendo 
esta  ocupación,  señores, 
y  que  perdonéis  os  ruego, 
que  yo  volveré  otro  día. 
¿Para  qué,  si  desde  luego, 
digo  que  mi  dueño  sois, 
y  que  como  a  tal  os  quiero? 
¡Ea!,  vamonos  de  aquí, 
que  cuanto  decís  confieso. 
Que  si  negaba  ser  vuestra, 
fué  la  causa  el  amor  ciego 
que  en  esta  casa  tenía; 
pero  ya  conozco  el  \Tacstro. 
¡Ea!,  ¿qué  hacemos  aquí? 
Pues  para  que  no  entren  dentro 
los  que  han  venido  conmigo, 
guardando  el  justo  respeto, 
dadme,  señores,  licencia, 
para  que  como  su  dueño 
lleve  esta  esclava  a  mi  casa. 
D.  Juan.    No  pienso  yo,  caballero, 
que  basta  para  llevarla 
que  ella  con  el  mucho  exceso 
de  la  locura  en  que  ha  dado, 
diga  que  es  vuestra. 

Sin  esto, 
son  cuatrocientos  escudos 
los  que  han  de  venir  primero 
que  la  saquen  de  esta  casa. 
Si  me  la  hurtaron,  no  tengo 
obligación  de  pagarla. 
Pésame  de  haberos  puesto 
demanda  en  esta  ocasión; 
pero  esto  tiene  remedio, 
depositándola  en  tanto 
que  averiguamos  el  pleito. 
D.  Juan.     ¿Qué  depósito  mejor 

se  le  puede  dar  que  el  nuestro? 
Eso  no;  mas  por  los  dos, 
la  tendrá  el  señor  Florencio. 
¿Para  qué?,  si  yo  soy  \'Tiestra, 
y  lo  digo  y  lo  confieso; 
y  si  en  el  dinero  topa, 


D.  Fer. 


Ríe. 


Ríe. 


EI.E. 


D.  Juan. 

ElvE. 
D.  Juan. 


Ele. 


D.  Juan. 

EI.E. 

D.  Juan. 

D.  Fer. 

Ríe. 
D. Juan 


Ríe. 

D.  Juan 

D.  Fer. 

EI.E. 

D.  Fer. 


vénganlo  luego  a  contar, 
que  el  mismo  en  escudos  tengo, 
como  lo  dio  don  Fernando. 
Dejádmela  hablar  primero. 
Oye  aparte. 

¿Qué  me  quieres? 
Elena,  aunque  estás  sin  seso, 
no  igualas  a  mi  locura; 
porque  entre  tantos  extremos, 
de  confusión  divertido 
sólo  pensar  me  detengo, 
cómo  guardando  tu  honor 
podemos  hallar  un  medio 
para  que  lleguen  al  fin 
tu  esperanza  y  mi  deseo. 
¡Oh,  qué  gracioso  letrado! 
Preguntadle  el  cuento  a  Pedro, 
del  canónigo  y  su  muía, 
que  estáis  muy  despacio  viendo 
que  voy  al  profvmdo  pico; 
de  la  ingratitud  que  veo 
en  vuestra  crueldad,  don  Juan, 
de  peña  en  peña  cayendo. 
¡Ea!,  vamonos  de  aquí. 
Ricardo  ha  de  ser  mi  dueño; 
yo  le  daré  posesión 
de  mi  alma  y  de  mi  pecho. 
Y  tú,  perro  fementido, 
quedarás  trocando  el  hierro, 
por  infamia  de  los  hombres; 
cobarde,  vil  caballero, 
mal  parecido  a  tu  padre, 
sino  a  quien... 

Tente. 

Xo  quiero. 
Tente,  luz  de  aquesto  ojos; 
mi  bien,  tente. 

¿Qué  es  aquéllo? 
¿Ojos  y  bien  a  una  esclava? 
Vamos,  Bárbara. 

Teneos, 
que  os  engaña  el  parecerse 
a  quien  piensas. 

1,0  que  pienso 
es  que  aquella  esclava  es  mía. 
.    Mirad  si  el  engaño  es  cierto, 
pues  es  mi  nmjer. 

¿Quién? 

Yo. 
¿Mujer  lUia  esclava,  perro? 
¡Oh,  perro!,  nunca  viniera  a  mi  casa 
Llevadla,  señor,  os  ruego; 
llevadla,  que  yo  os  perdono 


IÓ8 


ESCLAVA   DE   SU   GALAX 


los  CLC.-düS. 
KLE.  Paso,  quedo, 

que  soy  mejor  que  don  Juan, 

que  por  agradecimiento 

de  que  dejase  por  mí 

dignidad,  padres  y  deudos, 

sabiendo  que  vos,  airado, 

por  venganza  o  por  desprecio, 

queríades  adoptar 

por  hijo  y  por  verdadero 

de  \-ucstra  hacienda  un  esclavo, 

desesperado  consejo; 

hice  que  un  criado  mío 

me  vendiese,  que  este  hierro, 

es  fingido,  como  veis, 

pues  me  lo  fiuito  tan  presto. 

(Quítasele.) 

Es  doña  Klena  mi  nombre, 
vivo  en  Triana;  no  es  tiempo 
de  cansar  con  relaciones. 
Disculpo  a  este  caballero 


qua  me  tuvo  por  &u  eí.clava. 
Y  a  esta  señora  le  dejo 
a  don  Juan,  porque  es  nmy  justo; 
con  que  a  Triana  me  vuelvo, 
contenta  de  que  he  tenido 
para  ser  valiente  pecho 
esclava  de  su  galán. 

Ser.  La  acción  que  a  casarme  tengo, 

señora,  os  doy  por  hazaña 
de  tanto  valor. 

D.  Fer.  vSuspenso 

de  lo  que  mirando  estoy, 
digo  que  a  don  Juan  le  ruego 
la  dé  la  mano  y  los  brazos, 
porque  tan  heroicos  hechos 
merecen  premios  mayores. 

Ríe.  Señores,  oigan  a  Pedro. 

D.  Juan.     ¿Qué  quieres  decir? 

PED.  Que  aqvií, 

senado  ilustre  y  discreto. 
La  esclava  de  su  galán 
da  fin  a  servicio  vuestro. 


COMEDIA   FAMOSA 

LAS    FLORES    DE    DON    JUAN 

Y 

RICO      Y      POBRE      TROCADOS 


HABLAN  EN  ELLA  LAS  PERSONAS  SIGUIENTES 


Un  PlATERO. 
Ui:  ESPADERO. 

Don  Alonso. 
Don  Francisco. 
Don  T.uis. 
Don  Juan. 
Leonardo. 
Ot.^vio. 
Camilo. 


Rósela. 

Celinda. 

Doña  Inés. 

La  Condesa  de  l.».  Flor. 

Doña  Costanza. 

DURANGO,  escudero. 

Laurino. 

Alberto. 

PlSANC. 


Pescadores. 


MÚSICOS. 

Un  Moro. 

Germán,  lacayo. 

El  Marqués  Álej.\ndro. 

Lucio. 

Celio. 

RUTILIO. 

El  Virrey. 
La  Guarda. 


ACTO    p  R 1  :m  E  r  o 

C  Salen  Don  Alonso;  Ota  vio,  su  mayordomo,  y  Camilo, 
gentilhombre.) 

Alón.  ¿Está  acabcdo  el  vestido? 

Ota.  I<as  calzas  faltan  no  más. 

Alón.  ¡Qué  descuidado  que  estás! 

Qxyi.  El  espadero  ha  venido. 

(Salen  un  Esp.^dfro  r  un  Mozo  con  una  espada  y  daga 
dorada.) 

Esp.  Aquí  está  la  guarr.ic'ón. 

Alón.  Vengáis,  maestro,  en  buen  hora. 

Esp.  ¿Está  a  tu  contento  agora? 

Alón.  Está  a  mi  satisfación. 

¿No  está  en  extremo  dorada, 

Ota  vio? 
Ota.  Bien  merecía 

la  hoja  esta  cortesía. 

Sácala. 
Esp.  Linda. 

Alón.  Extremada. 

Esp.  ¡Vive  Dios,  que  es  un  diamante! 

Alón.  Aun  el  diamante  es  común; 

que  espada  de  Sahagún 

no  ha  de  tener  semejante. 
Ota.  Está  bien,  se  ve  que  es  suya. 

Esp.  Lo  menos  las  letras  son. 

Alón.         Ella  da  satisfación. 
Esp.  y  mucho  más  siendo  tuya. 

Cortará  un  hombre. 
Ota.  Es  famosa. 


Esr.  Cortará  en  ti  m'smo  viento 

la  bolsa  de  un  avariento, 
aunque  no  hay  tan  dura  cosa. 

Alón.  Pues  no  lo  diréis  por  mí, 

que  no  gasto  mal  mi  hacienda. 

Esp.  Antes  hacéis  que  se  extienda, 

señor,  \niestra  fama  ansí. 

Que  aimque  sois  gran  caballero 
y  acabado  de  heredar, 
más  grande  os  hace  el  gastar 
liberalmente  el  dinero. 

Cam.  El  platero  quiere  verte. 

Alón.  ¡Cómo  luce  el  dinerillo! 

(Sale  un  Platero.) 

Pla.  Aquí  traigo  el  cabestrillo. 

Alón.  Muy  bueno  está  desta  suerte. 

Pla.  ¿Están  los  esmaltes  bien? 

Alón.  A  mi  gusto  agora  están, 

porque  desta  suerte  van 
descubriéndose  también 

los  diamantes,  y  mejor 
se  casan  las  dos  colores. 

Cam.  Seis  muestras  trae  mejores 

el  calcetero,  señor. 

Alón.  Al  juego  de  la  pelota 

di  que  las  lleve  esta  taid?, 
o  que  un  instante  se  aguarde. 

Ota.  ¡Lo  que  brilla  y  alborota 

ima  fiesta  de  San  Juan! 

Alón.  ¿vSalcn  bien  les  capitanes? 


T70 


LAS  FLORIÍS   DE   DOX  JUAX 


Pla.  Mañana  hay  bravos  galanes, 

porque  de  joyas  lo  van. 
Ai.oN.  ¡Qué  bien  parece  en  Valencia 

ir  al  mar  sus  compañías! 
Pla.  Alegres  son  estos  días. 

Al.dX.  Importa  su  diligencia; 

por  que  los  moros  de  Argel 

sepan  que  se  ha  de  guardar 

con  este  cuidado  el  mar 

y  que  hay  gigantes  en  él. 
Despacha,  ütavio,  a  los  dos; 

lo  que  te  pidieren  da.. 

Maestros,  entren  ccá. 

Mil  años  te  guarde  Dios. 
Veas  con  aquestas  galas 

muchos  días  de  San  Juan, 

que  en  esos  años  serán 

de  tus  pensamientos  alas. 

\'  Síilüciii  d  Capitán  I^eoxardo,  Don  Luis  y 
Don  Fr.^xcisco.) 

Aun  no  se  habrá  levantado, 
si  anoche  salió  a  rondar. 
Bien  me  suelo  levantar 
la  noclie  que  no  he  jugado; 
'       que  Cía  es  ronda  para  mí 
que  hasta  el  alma  me  desvela, 
¿Vistes  anoche  a  Rósela? 
Anoche  a  Rósela  vi. 

Mas  cánsame,  vive  Dios, 
el  verla  entre  tantas  viejas, 
de  mis  agüeros  cornejas. 
¿Muchas  os  parecen  dos? 

Cuando  Dios  las  repartiera 
entre  la  tierra  y  el  mar 
había  para  cansar 
otros  mil  mundos  que  hubiera. 

l'na  república  había 
que  grandes  perros  criaba 
a  quien  los  viejos  echaba. 
Pues  muy  bárbara  sería; 

aunque  todas  son  consejas. 
Sfjn  caracteres  parejos 
a  y  o,  que  dijo  viejos 
y  había  de  decir  viejas. 

\'n  hombre  viejo  es  muy  grave, 
nmy  venerable  y  provf  ca 
a  respeto;  al  fin  le  toca 
la  ccjnfianza.  la  llave, 

la  dignidad   el  oficio, 
y  todo  lo  que  es  gobierno; 
mas  una  vieja... 
•^'■''''-  Ivn  qué  iiifitriKi 


Ota. 
Ksp. 
Pla. 


Leo. 
Ai.ox. 


Al.  .N. 


l-K. 

Ai.ox. 


Lko. 

Ai.os 
Mis. 

I-K. 


os  metéis  de  puro  vicio. 

Yo  sólo  puedo  quejarme, 
que  para  llegar  a  ver 
a  Rósela  es  menester 
en  mil  viejas  anegarme. 

Tna  me  pide  el  vestido; 
otra,  el  regalo;  otra  qxiiere 
dinero  seco;  otra  muere 
por  contarme  lo  que  ha  sido: 
su  hermosura,  siis  galanes, 
que  don  Gazmio  la  sirvió 
y  que  don  Diablo  se  entró 
allá  por  unos  desvanes. 

Cuentos  tan  impertinentes, 
que  sin  sentido  me  deja. 

Leo.  ¡Qué  cosa  es  ver  vuia  vieja 

con  más  historias  que  ditntet! 

I'R.  Desdichado  del  que  pasa 

por  mil  viejas  a  su  gusto. 

Ai,ox.  Sólo  en  nombrallas  me  asusto. 

Luis.  Xo  muy  lejos  de  su  casa 

hay  imas  mozas  famosas, 
caza  que  yo  descubrí. 

Alón.  ¿Hay  para  todos? 

LULS.  Xo  y  sí. 

Alón.  ¿Son  hermosas? 

Luis.  ?,Iuy  hermosas. 

Alón.  ¿Cantan? 

Luis.  X"i  por  pensamiento. 

Alón.  ¿Piden? 

Luis  Xo  dan  pesadumbre. 

Alón.  ¿Son  nmy  bobas? 

Luis.  Xi  por  lumbre. 

Alón.  ¿Pues  qué  intentan? 

Luis.  Casamiento. 

Alón.  ¡Guarda  la  cara! 

Leo.  a  los  bobos. 

Fr.  Hazte  acá,  necio. 

Luis.  Braveza. 

Alox.  Un  tocándome  esa  jjieza, 

brinco,  salto  y  doy  carcovcs. 

Leo.  a  la  noche  habéis  de  ver, 

de  cierta  viuda  al  fresco, 
con  más  color  (jue  un  tudesco, 
el  inmortal  parecer. 

Luis.  ¿De  ese  vocablo  te  vales? 

Ai.ox.  Cierto  amigo  de  sus  famas, 

las  que  ha  días  (jue  .son  damas 
las  llama  las  inmortales. 

Liío.  Algo  tiene  esta  señora 

de  aquesa  inmortalidad, 
por(|ue  compite  su  edad 
con  la  historia  de  Zamora. 


ACTO    PRIMERO 


I7t 


Pero  la  buena  alegría 

del  rostro,  y  el  estirallos, 

cubre  ciertos  perigallos 

que  la  edad  antigua  cría. 

Lris. 

¿Qué  tenemos  en  romance 

por  perigallos? 

Leo. 

Las  quiebras 

(jue  hace  el  rostro. 

Fr. 

Si  celebras 

mujer  que  va  dando  alcance 

a  la  cuarentigia  edad, 

como  si  fuese  escritura, 

Lisarda  es  alta  figura: 

allá  esta  noche  cenad. 

Y  os  dará  en  donaire  y  brío. 

aseo,  gala  y  limpieza, 

lo  que  le  falta  en  belleza. 

Al. 

De  ^■^lestras  trazas  me  río. 

Esas  damas  ya  pasadas, 

¿para  qué  las  quiero  yo?; 

que  no  sé  quién  las  llamó 

difuntas  embalsamadas. 

Vamos  al  vuelo,  y  paremos 

donde  quisiere  la  caza. 

Fr. 

Dad  en  lo  presente  traza. 

Luis. 

Paréceme  que  juguem.os. 

Al. 

Por  mí,  aquí  estoy. 

Fr. 

Capitán,               i 

¿jugaréis? 

Leo. 

Sí,  jugaré. 

Al. 

¿Pintaremos? 

Luis. 

No. 

Al. 

¿Por  qué? 

Luis. 

Porque  es  tarde  y  nos  darán 

las  pintas,  mala  comida. 

Fr. 

La  polla  podéis  jugar. 

Al. 

Como  la  suele  pelar, 

a  la  polla  nos  convida. 

Leo. 

¡Ba!,  que  polla  ha  de  ser. 

Fr. 

¿De  a  cómo? 

Luis. 

A  doblón . 

Fr. 

Braveza. 

Al. 

Entrémonos  a  la  pieza 

donde  solemos  comer. 

¡Hola!,  naipes. 

Cap. 

Aquí  están. 

Leo. 

Quien  burro  hiciere,  que  pague.             i 

Luis. 

De  juego  que  el  gvisto  estrague, 

Dios  os  libre,  capitán.                             i 

Leo. 

Yo  bien  tomara  los  dados; 

mas  quiérome  entretener. 

Ota. 

Estos  aquí  han  de  comer. 

Cam. 

Xo  hay  platos  aderezados. 

Ota.  Haz  que  añadan  dos  o  tres: 

dos  carne  y  uno  pescado, 

Cam.  Voy. 

Ota.  Di  que  tengan  cuidado. 

Extraña  la  vida  es 

de  un  mozo  rico  y  soltero, 
que  desenfrenado  que  corre. 

(Salen  Don  Juax,  hermano  de  Don  Alonso,  con  un 

vestido  de  bayeta,  galán,  aunque  pobre,  y  Geum.4n,  su 

lacayo.) 

Juan.  Si  agora  no  me  socorre, 

irme  de  Valencia  quiero. 
Ger.  Mal  pasarás  sin  tener 

algún  vestido  galán, 

para  el  día  de  San  Juan, 

si  es  que  ya  se  puede  hacer. 
Juan.  Déme  mi  hermano  el  dinero, 

si  es  que  me  le  quiere  dar; 

que  es  más  fácil  conquistar 

en  la  China  un  reino  entero; 
que  esta  noche  ba.sta. 
Ger.  Aquí 

está  el  mayordomo. 
Juan.  Aguarda. 

Ger.  ¿Qué  tiemblas?    ¿qué   te  acobarda? 

Juan.  La  desdicha  en  que  nací. 

Señor  Otavio. 
Ota.  Donjuán. 

Juan.  ¿Qué  hace  mi  hermano? 

Ota.  Juega. 

Ger.  ¡a  qué  lindo  tiempo  llega! 

Juan.  ¿Con  quién? 

Ota.  Con  el  capitán 

Leonardo,  con  don  Luis 

y  don  F'rancisco. 
Juan.  ¿Son  dados? 

Ota.  Juego  es  de  mil  ducados, 

si  en  los  tantos  advertís, 

aimque  es  polla  la  que  juegan 
J  UAN .  ¿Esaesciido? 

Ota.  Es  a  doblón. 

Juan.  Muy  entretenidas  son. 

Ota.  También  pican,  también  ciegan. 

Juan.  Quisiera,  señor  Otavio, 

que  para  vestir  me  deis; 

que  ando  agora,  ya  me  veis: 

y  es  de  don  Alonso  agravio 
que  salga  un  hermano  suyo 

tal  el  día  de  San  Juan; 

que  yo  pobre  y  él  galán, 

lo  que  han  de  decir  arguyo 
de  verle  v  de  verme  a  mí; 


K2 


I.AS  FLORES  DE   DOX   1UAX 


que  para  tanta  riqueza, 

es  notable  la  pobreza 

en  que  me  trae. 
Ota.  Es  ansí. 

Pero  él  me  tiene  ordenado 

que  ai'm  para  medias  no  os  dé, 

sin  avisarle. 
JlAX.  ¿Porqué? 

;Soy  algi'm  bastardo  echado 
a  la  puerta  de  su  casa? 

¿Soy  falto  de  entendimiento? 

¿Soy  hombre  sin  fundamento? 

¿Desliónrole  yo? 
Ota.  Esto  pasa. 

JiAN.  ¿Qué  bajezas  hago  yo? 

¿en  qué  malas  compañías 

me  ha  visto  andar  estos  días? 
Ota.  Esto  don  Juan  me  mandó. 

Jl'.\N.  Pues  es  ya  mucha  crueldad; 

tan  buen  padre  y  madre  fueron 

los  que  esta  sangre  me  dieron, 

como  a  él  la  suya. 
Ota.  Es  verdad; 

pero  aim  hay  causas  más  grandes; 

quisiera,  y  fuera  mejor, 

don  Alonso,  mi  señor, 

que  os  fuérades  vos  a  Flandes, 
donde  al  cabo  de  seis  años 

el  Rey  un  hábito  os  diera. 
JiAN.  Xo  me  habléis  de  esa  manera. 

Ota.  Allá,  en  los  reinos  extraños, 

no  están  los  segundos  mal; 

no  (i)  en  la  patria,  pues  nacieron 

después. 
J  'AN.  ¿I^os  primeros  fueron 

de  sangre  más  natural, 
para  que  sean  los  reyes, 

y  sus  esclavos  los  otros? 
Ota.  Xo  lo  juzguemos  nosotros; 

esto  disponen  las  leyes. 

Xo  quisiera  vuestro  hermano 

veros  ocioso  en  \'alencia. 
JiA.v.  ¿Oféndele  mi  presencia? 

¿Tanto  le  gasto? 
Ota.  En  mi  mano 

quisiera  yo  que  estuviera: 

ya  .sabéis  vos  mi  deseo. 
Jt  A.v.  ¡A  l"l:uides',  ¡lindo  rodeo!; 

ya  sé  yo  lo  que  él  (pusiera: 
Quí-  me  f)uitaran  allá 

1  I     Hartzc-nbust h  inimiidó  «sí»,  creo  <iuc  .'^in   luit- 


Ota. 
Juan. 


Ger. 


Ota. 
Gkr. 


OTA. 


JrAX. 

Ger. 

Juan. 


la  vida  de  mi  mosquetazo, 
por  quitarle  el  embarazo 
que  conmigo  tiene  acá. 

¿A  que  un  hábito  pretenda 
me  envía? 

¿Y  es  maravilla? 
¿  Pues  líame  dado  ropilla 
a  donde  el  hábito  extienda? 

¿  Es  cruz  de  saludador, 
(jue  en  la  canie  he  de  ponella? 
\'aya  él  a  preteiidella, 
(]ue  podrá  honrarla  mejor. 

Que  no  es  bien  que  hábito  en  mí 
parezca  cruz  en  rincón. 
Juega  el  tanto  de  a  doblón, 
y  deja  a  su  hermano  ansí. 

¿Fuera  mucho  de  barato 
vestirme  para  San  Juan? 
Cuando  él  anda  tan  galán, 
¡es  conmigo  tan  ingratc ! 

¿Para  Pascua,  no  decía 
que  a  mí  y  a  un  pobre  criado, 
que  me  sirve  por  honrado, 
dos  vestidos  me  daría? 

Y  en  vSan  Juan,  roto  me  veis. 
Aquí  lindo  lugar  tiene: 
«si  para  Pascua  no  viene, 
a  San  Juan  me  aguardaréis». 

Pardiez,  señor  mayordomo, 
que  es  terrible  este  señor, 
puesto  que  hermano  mayor, 
y  que  yo  no  entiendo  cómo 

a  su  hermano  trata  ansí. 
¿Vos  también,  picaño,  habláis? 
El  nombre  que  me  llamáis 
me  viene  muy  bien  a  mí, 

pues  que  le  tiene  don  Juan, 
porque  su  hermano  lo  quiere. 
Don  Juan,  esto  se  refiere 
a  que  es  orden  que  me  dan. 

Yo  hablaré  por  vos  en  esto, 
y  si  él  lo  manda,  se  hará. 

(Vase  fiTAVio.) 
¿Xo  ves  con  lo  que  se  va? 
Descolorido  le  has  puesto. 

Cuando  te  llamó  picaño, 
quise  la  espada  sacar 
y  de  sus  carnes  cortar, 
con  que  te  vistieras,  paño. 

¿Hay  desvergüenza  como  ésta? 
¿Hay  estado  de  hombre  honrado 
f|ue  a  tal  punto  haya  llegado, 
ni  escuchado  tal  respuesta? 


ACTO  PRIMERO 


/  J 


(^.KK. 


JlAN. 


GER. 


Juan. 
Ger. 


Juan-. 
Ger. 


Juan. 
Ger. 


Juan. 


Ger. 
Juan. 

Ger. 

Juan. 

Ger. 


«Yo  hablaré  por  vos  en  esto, 
y  si  él  lo  manda,  se  hará.» 
Este  sirve,  en  fin,  y  está 
a  la  obediencia  dispuesto. 

Terrible  cosa  es  oír 
un  escudero  cruel, 
que  preciado  de  fiel, 
suele  un  señor  consumir. 

«Esto  me  tienen  mandado; 
no  puedo  desto  exceder; 
es  orden,  no  puedo  hacer 
más  de  lo  que  está  ordenado. >> 

Y  otras  frialdades  así, 
espetadas  en  un  palo. 
No  hubiera  sido  muy  malo 
que  se  acordara  de  mí, 

dándole  algmios,  Germán. 
Desapasiona,  señor; 
ese  ingenio,  ese  valor, 
que  como  niños  están 

en  paños  de  la  fortuna , 
deja  que  el  tiempo  los  críe. 
¿Habrá  tiempo  en  que  confie 
de  mi  mal  mudanza  alguna? 
Conténtate  con  que  el  cielo 
te  ha  hecho  gallardo  y  sabio: 
la  pobreza  no  es  agravio. 
Yive  Dios,  que  me  consuelo, 

cuando  voy  detrás  de  ti, 
y  dicen  «¡Que  talle  y  cara! 
¡Que  este  mozo  no  heredara, 
y  no  aquel  tonto! 

¡Ay  de  mí! 
¡Ay  del  turco!,  y  ¡ay  de  quien 
lleva  la  fortuna  en  popa, 
si  en  algún  escollo  topa 
o  da  la  barca  vaivén! 

Ríete,  y  para  olvidarte, 
juega  tú  también  un  poco. 
¿Yo?  ¿qué,  o  con  quién?  ¿estás  loco? 
Dineros  tengo  que  darte. 
Ves  aquí  de  la  ración, 
no  sé  cuantos  dinerillos. 
Pobreza  y  tristeza,  grillos 
d;  la  edad  dicen  que  son. 

Quiero  estar  pobre  y  no  triste; 
de  dos  males,  el  menor. 
¡Ea!,  siéntate,  señor. 
Donaire,  por  Dios,  tuviste; 

¿pues  con   quién  he  de  jugar? 
Conmigo. 

¿Contigo? 

Sí. 


Juan.  ¿Qué  hará  quien  me  viere  aquí 

jugar  contigo? 

Ger.  Callar. 

Como  el  sacar  los  aceros 
con  el  que  diere  ocasión, 
así  el  jugar  es  razón 
con  quien  trajere  dineros. 

Juan.  Entra  por  una  baraja, 

que  no  pocas  hay  allá. 

Ger.  Aquí  la  baraja  está, 

y  el  jugador  de  ventaja. 

Juan.  ¿En  el  pecho  la  traías? 

Ger.  ¿Pues  hay  almilla,  ni  grana 

de  más  provecho?  Mañana 
te  la  pongo,  no  te  rías. 

Juan.  Arrastra  el  bufete  aquí, 

y  en  las  dos  siUas  sentados 
juguemos  nuestros  cuidados, 
por  ver  si  los  pierdo  ansí. 


Ger. 

¿A  qué  habemos  de  jugar? 

Juan. 

Al  triunfo. 

Ger. 

Barajo  y  doy. 

(Salen 

Rósela,  dama,  y  Celinda,  en  sentándose  en  las 

dos  sillas  a  jv.gar;  salgan  con  mantos.) 

Ros. 

¿Pierdo  acaso  de  quien  soy. 

porque  le  vengo  a  buscar? 

Cei.. 

Tápate  bien,  que  hay  aquí 

quien  te  puede  conocer. 

Ros. 

¿Juegan? 

Cel. 

Sí. 

Ros. 

¿Quién  puede  ser? 

Cei,. 

¿Es  don  Juan,  su  hermano? 

Ros. 

Sí. 

Cel. 

¡Gentil  flema! 

Ros. 

¡Lindo  ensayo! 

El  aprende  en  buena  escuela. 

Cei<. 

Por  vida  tuya,  Rósela, 

que  juega  con  su  lacayo. 

Ros. 

Tan  divertidos  están. 

Celinda,  que  no  nos  ven. 

Cei,. 

¡Que  en  tan  bajo  punto  estén 

las  cosas  de  este  galán. 

por  la  crueldad  de  su  hermano! 

Juan. 

Renuncio. 

Ger. 

No  renuncié; 

que  siempre  espadas  jugué. 

y  ésta  me  queda  en  la  mano. 

JUAN 

Seis  bazas  hice. 

Ger. 

Yo,  tres. 

Ros. 

¡Que  un  hombre  tan  principal 

trate  a  su  hermano  tan  mal! 

Cei,. 

Lástima,  por  cierto,  es. 

'74 


LAS  ri.ORES   ülí   DON  JUAX 


Ger. 

Ros. 
Cel. 
Ros. 

Cei.. 
Ros. 
Cel. 
Ros. 
Cel. 

Ros. 
Ger. 
Cel. 

JUAN. 

Ros. 
Cel. 

Ger. 
Juan. 
Ger. 
Jr.\x. 

Ger. 


Juan. 

Cel. 

Ros. 


Ger. 

Juan. 

Ros. 

Jl-AN. 


Gkk. 

JlAN. 

Cel. 

JlA.N. 


Cki. 


Déme  cartas. 

¿Juegan  plata? 
Xi  aiin  cobre  pienso  que  vi. 
Don  Juan  se  entretiene  ansí; 
es  pobre,  y  con  pobres  trata. 

;Xo  tiene  gallardo  talle? 
V  extremado  entendimiento. 
El  verle  tan  pobre  siento. 
Vo  no  me  atrevo  a  miralle. 

A  este  hombre  quisiera  yo, 
y  uie  vendiera  por  él. 
; Quieres  que  hablemos  con  él? 
La  malilla. 

¿Por  qué  no? 

Serviré  con  esta  sota. 
¿Tómalo  por  mal  agüero? 
Nunca,  Rósela,  si  quiero; 
eso  que  ves  me  alborota. 

¿Hay  oros? 

A  quien  le  .sobre. 
Oros  juego. 

No  he  tenido 
oro  en  mi  vida. 

Y  yo  he  sido, 
hasta  en  los  de  naipes,  pobre. 

¿Hay  caballo  por  ahí? 
¿Cuándo  tuve  yo  caballo? 
Turbada  estoy  de  mirallo. 
Pues  yo  le  hablaré  por  ti. 

¿Quiéreme  vuesa  merced, 
señor  don  Juan,  dar  barato? 
¿  Damas  ? 

¡Petia  al  tiempo  ingrato! 
Si  ganáis,  haced  merced 

a  dos  servidoras  vuestras. 
Por  Dios,  .señoras  tapadas, 
que  le  piden  engañadas; 
si  no,  díganlo  las  muestras. 

¿Solas  en  Valencia  son 
de  mis  cosas  peregrinas? 
Pien.so  que  son  tus  vecinas. 
Pues  si  es  burla,  no  es  razón. 

Antes  .somos  forasteras. 
Pues  forastercs  o  no, 
barato  ks  daré  yo, 
sea  de  burlas  o  de  veras. 

Tomen  lo  que  entre  los  dos 
tenemos;  bien  hay  tres  reales, 
mas  no  sé  si  están  cabales; 
pero  los  pnjmtto  a  Dif)S, 

que  es  más  que  «Jarles  mi  lurmaui 
tres  mil  e.scudos. 

Creed, 


Ger. 

Juan. 

Ger. 


Juan. 

Ger. 

Cel. 

Juan. 


Cel. 

Juan. 

Cel. 


Juan. 
Cel. 


J  UAN. 

Ger. 

Juan. 


Ckl. 

Juan. 

Ros. 


Juan. 
Kos. 


que  me  hacéis   mayor  merced. 
¿Tomáronlo? 

Con  la  mano. 
A  fe  que  son  cortesanas: 
pobre  Germán,  hoy  no  cenas. 
¿Tres  reales? 

¿Esto  condenas? 
¡Qué  busconas  tan  humanas! 

Don  Juan,  vos  nos  habéis  dado 
barato. 

Cuanto  tenía 
os  di.  que  la  suerte  mía 
no  pinta  mejor  mi  estado. 

Creed  que  si  mundos  fueran 
llenos  de  diamantes  y  oro, 
era  pequeño  tesoro, 
para  que  mis  manos  dieran. 

Estamos  agradecidas, 
de  suerte. 

Tendréis  por  loco 
quien  esto  da. 

Que  son  poco 
mil  nmndos  de  almas  y  vidas, 

para  poderos  pagar: 
desta  bolsilla  os  servid. 
Mucho  me  corro. 

Advertid 
que  esto  se  puede  tomar, 

después  que  iin  hombre  le  ha  dado 
a  una  mujer  cuanto  tiene; 
con  cien  escudillos  viene, 
que  es  de  lo  que  me  ha  pesado; 

pero  si  otra  vez  nos  vemos, 
no  faltarán  otros  tantos. 
¿Tomarélos? 

Toma  cuantos 
te  dieren.  ¡landos  extremos! 

Tomaré,  señora  mía, 
a  cambio  de  voluntad, 
este  dinero,  y  fiad 
cjue   vuelva  al  doble  algún  día; 

que  agora  quiero  poner 
pleito  de  mis  alimentos. 
Pagad  vos  mis  pensamientos, 
que  es  lo  que  yo  he  menester. 

Descubiid,  por  vida  mía, 
de  ese  cielo  algmia  estrella. 
No  lo  hayáis  todo  con  ella, 
(jue  también  i)arte  (¡uerría 

de  vuestrt)  agradecimiento. 
De  quien  me  regala  .soy. 
Vo  estas  .sortijas  os  doy, 
con  el  mismo  pen.samiento. 


ACTO    PRIMERO 


1/5 


Juan.  ¿Tomarélas,  di,  Germán? 

Geb.  ¡No,  sino  el  alba!  Si  puedes, 

desmídalas. 
Juan.  ]\Iil  mercedes 

me  hacéis. 
Ros.  Vos  sois  tan  galán, 

que  entre  damas  de  buen  gusto, 

os  habían  de  dar  galas. 
Juan.  Solas  están  estas  salas, 

no  hay  quien  os  vea,  y  es  justo 

que  los  rostros  descubráis. 
Ros.  Eso  no,  tened  la  mano; 

prenda  soy  de  vuestro  hermano. 
Ger.  Si  a  don  Alonso  buscáis, 

entrad,  c]ue  jugando  está, 

y  lo  dado  esquitaréis. 
JUAX.  Vos  que  no  lo  sois,  podéis 

descubriros. 
Cel.  Tarde  es  ya; 

a  quien  deseasteis  ver, 

que  os  haga,  don  Juan,  favor. 
Juan.  ¿Celos? 

Cei,.  ¿Cómo,  sin  amor? 

(Viiyanse  la^  dos.) 

Juan.  Condición  debe  de  ser. 

Ger.  Las  dos  se  han  entrado  allá. 

Juan.  Éntrense  donde  quisieren. 

Ger.  ¿Quién  serán? 

Juan.  Sean  quien  iueren, 

yo  tengo  dineros  ya 
para  salir  más  galán 

que  el  sol  de  San  Juan,  el  día. 
Ger.  ¡Qué  dicha! 

Juan.  No  como  nn'a. 

Ger.  Siendo  mañana  San  Juan, 

¿cómo  te  liarán  el  vestido? 
Juan.  Como  eso  puede  el  dinero, 

vestirme  de  blanco  quiero. 
<  jER.  De  blanco  saldrás  lucido; 

¿pero  habrá  en  los  cien  escudos 
Juan.  Con  las  sortijas,  sí  habrá. 

(tER.  ¿Cuál  tu  hermano  quedará 

y  sus  amigóte s? 
Juan.  Mudos. 

Ger.  Pero  advierte  que  no  excusas 

de  vestirme  a  mí  también, 

porque  solo  no  vas  bien. 
Juan.  Invoca,  Germán,  las  musas. 

Ger.  ¿Díceslo  por  estas  damas? 

¿Pues  no  era  mío  el  dinero? 
Juan.  Vestirte  de  nuevo  quiero. 

Ger.  Eres  Juan,  gracia  te  llamas. 


(Salen  Don  Alonso,  Leonardo,  Don  Luis  y  Don 
Francisco.) 

Alonso. 
No  sé,  por  Dios,  quién  son. 

Leonardo. 

¿Para  qué  es  eso? 
Perder  y  levantaros  no  es  sin  causa, 
y  no  sabiendo  vos  picaros  poco. 

Luis. 
Pues  a  fe  que  lo  estábades,  y  tanto, 
que  menos  que  las  damas  que  vinieron, 
no  fuera  el  mundo  parte  a  levantaros. 

Francisco. 
Vuestro  hermano  está  aquí. 

Alonso. 

¡Linda  figura! 

Leonardo. 
Mal  hacéis  en  tratarle  desta  suerte. 

Alonso. 
Vayase  a  Flandes.  ¿Qué  hace  aquí  mi  hermano? 
Sirva,  pretenda,  como  lo  hacen  otros; 
venga  con  dos  balazos,  aunque  traiga 
el  cuerpo  en  dos  muletas,  y  esté  cierto 
que  le  traeré  en  carroza  y  daré  galas; 
pero  en  Valencia,  hacierdo  picardías... 

Luis. 
No  quiero  que  digáis  que  las  costumbres 
de  don  Juan  no  son  buenas. 


Alonso. 


Luis. 


Buenas? 


Tanto, 


que  es  tenido  por  hombre  virtuoso. 

Alonso. 
Tal  tenga  la  salud  quien,  eso  dice. 

Luis. 
Otavio  me  ha  pedido  que  os  suplique 
vistáis  a  vuestro  hermano,  que  mañana 
es  día  de  saUr  como  tegmido 
de  vuestra  casa. 

Alonso. 
Gracia  tiene  Otavio. 

Luis. 
¿Erró  nmcho  en  echarme  por  tercero? 


176 


LAS  FLORES  DE   DOX  JUAN 


AlX)NSO. 
Xo  lo  he  de  hacer,  a  fe  de  caballero. 

pRANasco. 
Ea  hablándole,  en  esto  se  apasiona. 

Leonardo. 
Pienso  que  tiene  envidia  a  sii  persona. 

Luis. 
Bien  la  puede  tener. 

(rEKNLVN. 

Tu  herniauo  es  ido. 
JüAX. 

Hablar  quiero  con  estos  caballeros. 
¿Quién  de  vuesas  mercedes  ha  perdido!' 

Leonardo. 
Todos  hemos  ganado,  y  solamente 
vuestro  hermano  ha  perdido. 

JlAX. 

Xo  me  pesa. 

pRANCISCO. 

Barato  os  quiero  dar. 

Luis. 
Yo  haré  lo  mismo. 

Leonardo. 
V  yo  también,  aimque  he  ganado  poco. 

J  LAN. 

Parece  que  limosna  os  he  pedido; 
y  tal  estoy,  que  pienso  que  la  pido. 
Yo  he  menester  que  el  capitán  Leonardo 
un  caballo  me  preste,  porque  quiero 
salir  al  Grao  el  alba  de  mi  nombre. 

I,EONAKD(). 

Yo  os  daré  i-l  blanco,  y  siempre  que  se  ofrezca 
están  él  y  otros  dos  para  seviros. 

JlAN. 

Besóos  las  manos  por  merced  tan  granck-. 
Xo  me  atrevo  a  ¡K-dírsele  a  mi  hermano 
porque  conmigo  ha  dado  en  ser  tirano; 
y  atrévonje  a  pedírosle,  .senuro 
de  la  nu-rctd  que  siempre  me  habéis  hecho. 

¡A'.OSARIM). 

Ya  estáis  de  lo  que  os  quiero  satisfeclio. 


T.uis. 
Don  Alonso  tendrá  dos  convidadas, 
a  lo  que  pienso,  y  no  querrá  testigos. 
Yo  convido  a  don  Juan. 

J  t'AN. 

Bé.soo3  las  manos. 
Luis. 

Y  a  los  demás  también . 

IvEO  NARDO. 

Por  mí,  yo  acepto. 

Francisco. 

Y  yo,  porque  comamos  juntes. 

Luis. 

Yamos. 

Germán. 
Dios  me  ha  venido  a  ver,  que  en  el  tinelo 
comiera  mucho  hueso,  palo  y  pelo. 

(Salen  la  Condesa  de  la  Flor,  con  una  capá  con  oro  y 
un  sombrero  de  plumas,  y  otras  dos  damas  con  capotillos 

y  sombreros,  y  un  Escudero.) 
(Dentro.) 
Con.  Parad  el  coche,  parad, 

que  al  nuielle  .'íubir  queremos. 

(Doña  Cüstanza.) 
Cos.  Muy  poco  lugar  tendremos, 

que  hay  gente  de  la  ciu   ad. 

(Doña  Inés.) 
IN.  No  importa,  lugar  darán. 

(Salen  ahora.) 

Cos.  ¿Hay,  tal  vista? 

Con.  ¿Hay,  tal  frescura? 

IN.  Añade  al  mar  hermosura 

la  mañana  de  San  Juan. 
Ivsc.  Tales  mañanas  como  estas 

andan  moros  por  aquí. 
Con.  ¿Vísteilos  vos? 

l?sc.  Yo  los  vi 

más  d'--  guerra  que  de  fiestas; 
que  por  esto  el  Grao  se  guarda 

y  andan  por  él  estos  días 

tan  lucidas  comjKiñías 

haciendo  cuerjx)  de  guarda. 
Llegan  cerca  de  Yaleiicia 

y  dan  vaya  a  los  soldados. 
Cos.  ¿  Buenos  barcos? 

IN.  ICxtrt'mados. 


ACTO    PRIMERO 


1/7 


Con.  Todo  tiene  diferencia. 

Las  aguas  se  están  riendo. 
T\SC.  Mejor  se  riera  el  vino 

con  iin  pernil  de  tocino. 
IN.  ¿Siempre  habéis  de  estar  bebiendo? 

Ksc.  De  aquesta  salada  balsa 

pviede  tal  cosa  decirse; 

bien  puede  el  agua  reírse; 

pero  será  risa  falsa. 

Mas  cuando  se  ríe  el  vino, 

ríese  de  corazón; 

que  sus  alegrías  son 

que  en  él  se  embarque  un  tocino. 
¿Qué  armada  en  vino  se  anega? 

¿Qué  flota  en  él  .se  perdió? 

Aquí  me  sentara  yo.  ' 

¡Hola!  Aquella  alfombra  llega. 

(Sale  tm  Paje  con  una  alfombra.) 

Bello  sitio  el  desta  puente. 
Remata  dentro  del  mar. 
Desde  aquí  podéis  mirar 
toda  Berbería  enfrente. 

Anoche  se  viera  bien, 
que  en  Argel  luces  habría. 
¿Sabéis  vos  la  Berbería? 
Y  aun  la  he  pisado  también. 

¿Cómo?  ¿Descendéis  de  moros? 
¡Arre  allá!  Soy  montañés; 
mas  fui  dos  años  o  tres 
por  novillos  o  por  toros 

a  las  galeras  de  Bspaña. 
¿Por  delito? 

¿Otra  cañita;" 
Era  el  capitán  Zurita 
mi  pariente. 

(Cosa  extraña! 

Pues  3'0  de  veras  lo  tomo. 
Pues  si  Zurita  consiente 
que  seáis  vos  su  pariente 
¿qué  mucho  que  seáis  palomo? 
Es.  Argel.  Túnez  y  Bugía 

hacia  aquella  parte  están; 
adelante  Mostagán, 
siguiendo  de  Oran  la  vía. 

Luego  Melilla  y  Bozmar; 
Fez  queda  dentro,  y  enfrente 
aquel  estrecho  eminente 
que  llaman  de  Gibraltar. 
In.  ¿y  la  sierra  de  las  Monas 

no  cae  cerca  de  ahí? 
Es.  No  suelen  hablarme  a  mí 

otras  tan  nobles  personas 


Con. 
Cos. 


'        IN. 

Cos. 
i     Esc. 

Con. 

IN. 

Esc. 

IN. 

[     Es. 


IN. 

Esc. 


desta  suerte,  y  he  servido 

en  Castilla  y  Portugal. 
In.  Yo  no  lo  he  dicho  por  mal. 

Con.  Muy  presto  os  habéis  corrido 

para  ser  tan  cortesano 

y  ser  alba  de  San  Juan. 
lis.  Pues  si  de  burlas  están, 

digan,  y  tendréles  mano. 
Cos.  Coche  de  música  viene, 

que  hay  grande  grita  y  ruido; 

¡casi  en  el  mar  se  ha  metido! 

será  porque  mejor  suene, 

(Grita  y  alegría  dentro,  y  canten  con  sonajas.) 


MUS. 

«Salen  de  Valencia, 

noche  de  San  Juan, 

mil  coches  de  damas 

al  fresco  del  mar.» 

Con. 

Bien  responden  las  orillas. 

Cos. 

El  eco  aprende  a  cantar. 

Esc. 

Por  Dios,  que  estoy  por  bailar, 

según  hace  el  son  cosquillas. 

Mus. 

«Cómo  retumban  los  remos. 

madre,  en  el  agua 

con  el  fresco  viento 

de  la  mañana.» 

Esc. 

Harto  mejor  retumbaran 

ai  fresco  vino  sutil 

los  remos  de  un  buen  pernil. 

o  nunca  de  agua  cantaran. 

Mus. 

«Despertad,  señora  mía. 

despertad; 

porque  viene  el  alba 

del  señor  San  Juan.» 

Con. 

Caballeros  van  viniendo, 

a  caballo  algvmos  van. 

In. 

¿Correrán? 

Cos. 

Xo  correrán. 

Con. 

Algimos  voy  conociendo. 

Cos. 

Don  Francisco  y  don  Luis 

son  los  de  pardo  y  morado. 

Con. 

¿Quién  es  aquel  de  encarnado? 

Inés. 

El  capitán  don  Dionís. 

Galán  viene  de  pajizo 

don  Alonso. 

Cos. 

Está  heredado. 

Con. 

Al  galán  de  lo  leonado 

mi  color  le  satisfizo. 

In. 

Trompetas  hay  en  el  mar. 

Es. 

Moros  son  de  Berbería. 

Con. 

¿Qué  dices? 

Es. 

Vusiñoría 

se  puede  segura  estar 

XII 


12 


lyñ 


LAS  FLORES  DE   DON   TUAX 


IK. 


que  no  llegarán  aquí 
ni  a  pieza  estar  osarán. 
Xo  hay  manarla  de  San  Juan 
que  estos  no  vengan  así. 


Mor. 


(Descúbranse  en  Jo  alto  dos  fragatas  coH  muchos  moros, 
tocando  trompetas  y  caias.) 

¿Ali  cristianos  de  Valencia, 
lo  que  estar  holgando  al  Grao 
el  mañanica  de  Juan? 
Escuchadle  el  que  te  hablamos. 
Yo  ser  Zelín  de  Marrocos, 
y  en  Castilia  haber  estado 
cautivo  de  un  cristianilio 
que  liamar  hijo  de  galgo. 
Escapamus.del  prisión 
gracias  Mahoma,  melagro; 
que  valemos  setecentos 
e  costamos  mil  ducados. 
Por  todo  el  bon  tratamento 
os  envío  este  regalo. 
Despara,  démosles  grita. 
¡Ah  beliacos,  ah  beliacos! 
¡Ah  galinas,  pecarilios, 
vivir  torco  mochos  anios. 
(  Ciérrese.) 

Presto  la  espalda  volvieron. 
Tal  pieza  les  dispararon. 
Retumbando  queda  el  mar. 
Brava  grita  nos  han  dado. 
;Xo  estuviera  aqm'  un  Marqués 
de  vSantacruz,  un  gallardo 
Conde  de  Xiebla,  un  don  Pedro 
de  Toledo,  un  Oria,  un  Carlos. 
Vuelve,  Condesa,  los  ojos. 
¿Quién  es  aquel  de  lo  blanco? 
Apostaré  que  es  don  Juan. 
¿Quién? 

De  don  Alonso  hermano. 
¿Aquel  |X)bre  caballero 
que,  envuelto  en  bayeta,  ha  dado 
en  ser  tumba  de  su  alma? 
VA  misniíj. 

Notable  caso. 
¿Quién  le  ha  dado  de  vestir? 
Quizá  lo  pidió  prestado. 
No  hay  vez  que  venir  le  vea 
envueltos  los  pobres  brazos 
en  el  pelado  herrcnielo, 
que  fut-  bayeta  y  es  raso, 
que  entre  la  risa  no  tenga 
del  lástima  y  de  su  liermano 
queja. 


Todos. 


Cox. 
Cos. 
Inés 
Es. 


Cos. 
Cox. 
Cos. 
Cox. 
Cíjs. 

CíjN. 


CfíS. 
Cox. 

IXÉS. 

Cox. 


Cos.  ¡Que  gallardo  viene 

él  blanco  y  blanco  el  caballo! 

IxÉs.  Si  tuviera  qué  vestirse, 

yo  sé  bien  que  más  de  cuatro 
tuvieran  envidia  del. 

Cox.  Enviémosle  un  recado. 

Cos.  ¿Cómo? 

Cox.  Ahora  lo  veréis. 

Cos.  Por  el  muelle  viene  entrando. 

Ix.  Burla  quieres  hacer  del. 

Cox.  (¡Qué  importa?  Escuchad,  Durango. 

Decid  a  don  Juan  de  P^ox 
que  le  ruego,  o  le  rogamos, 
que  por  ese  puente  al  mar 
ponga  espuelas  al  caballo. 

Es.  ¿Pues  ha  de  correr  el  otro? 

¿No  veis  que  en  llegando  al  cabo 

ha  de  caer  en  el  mar 

y  podrá  hacerse  pedazos? 

Cox.  Haced  vos  lo  que  yo  os  digo. 

¿No  entendéis  que  nos  burlamos? 

Es.  Yo  voy. 

Cox.  Con  esta  ocasión 

veréis  cómo  viene  a  hablamos. 

Cos.  ¿No  es  lástima  que  sea  pobre 

mi  hombre  tan  bien  hablado 
y  de  tan  linda  persona? 

Cox.  El  cielo  no  hace  agravio, 

que  es  suyo,  y  dalo  a  quien  quiere, 
que  no  puede  ser  forzado; 
a  un  pobre  hará  gentilliombre 
y  a  un  feo  discreto  y  sabio. 

(Suenen  cascabeles  y  un  ruido  de  un  golpe  de  mar.) 


Cox. 

¿Qué  es  aquello? 

Cos. 

Que  corrió 

luego  en  dándole  el  recado; 

y  como  remata  el  puente. 

en  el  mar  hombre  y  caballo 

se  han  sumergido  en  sus  ondas 

(Levántese.) 

Cox. 

I 'I  h'-clio  ha  sido  gallardo; 

mas  no  quisiera,  si  muere. 

habérselo  yo  mandado. 

INÚS. 

Que  morirá,  no  lo  dudes. 

Con. 

Pues  íuiegaréme  en  llanto 

como  él  en  agua  del  mar. 

Dkxtr. 

¡Gran  lealtad! 

Otro. 

¡Suceso  extraño! 

¡Aíjuí  ayuda! 

(JTKO. 

Vivo  está. 

lis. 


(Sale  el  Escudero.) 
¡Cuan  mejor  que  el  de  Alejandro 


ACTO    PRIMERO 


179 


Con. 
Es. 


Cox. 


Esc. 


Con. 
Cos. 

Cox. 

Cos. 
Cox. 
Cos. 

Cox. 


Ix. 


Cox. 


este  caballo  merece 
sepulcro  de  jaspe  y  mármol! 
¿Qué  es  esto,  amigo? 

Señora, 
apenas  di  tu  recado, 
cuando  poniéndole  espuelas 
batió  al  caballo  los  lados. 
Corrió  al  puente,  y  del  cayó, 
furioso,  en  el  mar,  que  alzando 
blancas  espumas  al  cielo 
tiró  al  sol  vidrios  quebrados. 
Mas  dentro  de  breve  tiempo 
él  y  don  Juan  asomaron 
por  el  agua  las  cabezas, 
uno  hablando,  otro  bufando. 
Con  la  beca  y  las  narices 
agua  arrojaba  el  caballo; 
don  Juan  voces  animosas, 
a  su  cerviz  abrazado. 
A  la  orilla  con  el  hombre 
salió  el  caballo' nadando, 
donde  algunos  pescadores 
que  estaban  atando  un  barco, 
ayudados  de  otra  gente, 
a  sus  chozas  le  han  llevado, 
que  están  de  la  orilla  cerca, 
y  allí  le  están  desnudando. 
Hacedme  placer,  amigo, 
que  volváis  a  visitarlo 
y  de  mi  parte  le  deis 
este  herreruelo  aforrado 
para  que  se  abrigue  agora, 
que  cuando  a  casa  volvamos 
yo  le  enviaré  qué  se  vista. 
Dios  te  guarde,  voy  volando. 

(Vase.) 

¡Hola,  cochero  ¡ 

¿No  quieres 
gozar  el  fresco? 

Hame  dado 
el  suceso  pesadumbre. 
¿Pues  qué  qviieres? 

Oue  nos  vamos. 
Tienes  razón  de  estar  triste 
si  muere  don  Juan. 

Pensando 
que  me  burlara  con  él. 
me  ha  pesado  de  su  daño. 
¿Qué  importa  que  muera  un  pobre? 
¿Tú  no  miras  que  es  sacarlo 
del  purgatorio  del  mundo? 
Ser  la  causa  importa,  y  tanto, 


que  en  obligación  estoy  *> 

de  atender  a  su  regalo; 

y  si  como  soy  Condesa 

de  la  Flor,  aunque  mi  estado 

está  en  Italia,  una  dama 

fuera  humilde... 
Cos.  Dilo. 

Cox.  Callo, 

porque  nunca  de  imposibles 

se  pagan  pechos  gallardos. 

f]'íivansc,  y  salgan  írcs  pescadores,  Laurino,  Albkrto 

y  PisANO,  y  Don  Jx^an,  mojada  la  cabeza,  envuelto  en 

una  capa  gascona,  y  Germán.) 

Alb.  Sin  asco  pedéis  dormir 

un  rato  en  aquesta  cama. 
Jl'AX.  No  tenéis  que  me  advertir. 

Ger.  Pensará  que  gana  fama 

en  no  querella  admitir. 

Mira  que  es  bastante  el  susto. 
JUAX.  Germán,  déjame,  que  gusto 

de  enjugarme  el  agua  ansí. 
Ger.  ¿Quiéreste  morir  aquí? 

JUAX.  Necio,  no  me  des  disgusto. 

Ger.  ¿Disgusto  te  puede  hacer 

quien  procura  tu  salud  ? 
JUAX.  Yo  sé  que  no  es  menester. 

Lau.  No  quiere  la  juventud 

ni  obedecer  ni  temer. 
Ger.  a  mí,  que  se  muera  luego. 

Pis.  Ya  puede  llegarse  al  fuego. 

Ger.  Comiénzate  a  desnudar. 

Juan.  Así  me  podré  enjugar. 

Ger.  Que  no  seas  loco  te  ruego. 

fSa\e  el  Escudero  con  la  capa.) 
Es.  ¿Está  aquí  el  señor  don  Juan? 

Ger.  Aquí  está.  ¿Qué  le  queréis? 

Y  más  fresco  que  galán. 
Es.  Yos  no  me  conoceréis, 

tal  vuestros  ojos  están. 
JUAX.  Sí,  conozco  que  vos  fuisteis 

quien  el  recado  me  disteis. 
Es.  La  Condesa  de  la  Flor 

está  muy  triste,  señor, 

de  la  lociura  que  hicisteis. 
Que  ella  lo  dijo  por  dar 

ocasión  a  que  con  ella 

allegase  des  a  hablar, 

y  pésale  que  por  ella 

corriésedes  hasta  el  mar. 
Para  que  sepa  me  envía 

cómo  estáis,  y  con  dolor 

del  daño  que  haber  pcdría. 


1 8o 


LAS  FLORES  DE   DOX   TUAX 


JlAN. 


Es. 

JlAN. 


Es. 


Jr.xN. 


Es. 

Alb. 
Lau. 

Juan. 

Pis. 

J  LAN. 


r.i.k 


este  herreruelo,  señor, 
que  trajo  su  señoría. 

Abrigaos  luego  con  él, 
que  está  uiuy  desconsolad:!. 
Hallaré  la  vida  en  él; 
que  la  triaca  extremada 
tiene  ponzoña  cruel, 

que  de  víboras  se  saca, 
y  así  será  mi  triaca 
de  la  mano  del  veneno. 
¿Y  cómo  estáis? 

De  agua  lleno, 
aunque  ya  el  frío  se  aplaca. 

V  aquesta  capa  os  prometo 
que  muerto  me  diera  vida, 
como  lo  dice  el  cfeto. 

Ella  se  \'uelve  afligida 
y  vos  respondéis  discreto. 

Esto  le  vo}'  a  decir. 
Decidle  que  por  servir 
persona  de  su  valor 
no  tuve  a  la  mar  temor 
ni  le  tuviera  al  morir. 

Que  como  aquel  a  qui^'U  luego 
Roma  mil  estatuas  fragua, 
con  más  valor  y  más  ciego 
he  sido  Mucio  de  agua 
como  él  de  tierra  y  de  fuego. 

V  que  quedo  muy  contento 
di  pensar  que  la  he  servido, 
con  sólo  mi  pensamiento, 
luego  que  tocó  mi  oído 

su  gusto  y  su  mandamiento. 

Que  aunque  no  somos  los  dos 
iguales,  como  veis  vos, 
si  también  me  lo  mandara, 
del  Micalcte  me  echara 
como  del  puente,  por  Dios. 

Voy  presto,  que  se  ha  de  holgar 
de  la  salud  que  tenéis. 
Va  el  fuego  os  viene  a  llamar. 
Ilien  será  que  os  desnudéis, 
que  el  agua  os  puede  matar. 

ICntrad,  amig(js,  que  quiero 
hablar  un  pcjco  a  Cieniián. 
Va  con  la  ropa  os  e.spero. 
Las  desdichas  de  don  Juan 
él  se  las  dice  primero, 

De.'-de  el  punt'í  que  .salí, 
este  .suce.'o  temí. 
Qui.siera  darte  un  con.^ejo, 
ni  de  cuerdo  ni  de  viejo, 
]K-ro  de  quien  ama,  sí. 


I  JUAX. 

I  Ger. 
Juan. 
Gkr. 
Juan. 


Ger. 

Juan. 

Ger. 

JlAN, 


Ger. 


JlAN. 


Ger. 

JU.^N. 


Ger. 


JU.VN. 


Ger. 


Juan. 


¿Agora  qué  puede  ser? 
Que  sirvas  esta  Condesa. 
¿Estás  loco? 

¿Xo  es  mujer? 
Es  tan  imposible  empresa 
como  ver  el  hielo  arder 

y  helar  el  fuego,  Gennán. 
¿Y  qué  se  pierde  en  servilla? 
Que  por  loco  me  tendrán. 
Acuérdate  desta  orilla 
en  que  te  advierto,  don  Juan. 

Necio,  es  Hipólita  hermosa 
de  sus  padres  heredera, 
título,  y  forzosa  cosa 
que  sea  en  suprema  esfera 
de  mayor  planeta  esposa. 

Pídenla  muchos  señores 
de  Castilla  y  de  Aragón. 
¡Qué  importa  decirla  amores, 
si  los  pensamientos  son 
cuanto  más  altos  mejores! 

¿Y  si  tanto  me  enamoro 
que  cuando  sin  ella  quede 
me  muero,  me  abraso  y  lloro? 
¿Ser  al  contrario  no  puede? 
¿Qué  calidad,  qué  tesoro 

tengo  yo  para  emprender 
la  Condesa  de  la  Flor? 
Ese  talle;  que  es  mujer, 
y  suele  im  poco  de  amor 
tales  milagros  hacer. 

Confieso  (]ue  me  has  hurtado, 
puesto  que  he  disimulado 
el  pensamiento,  Ciennán; 
desde  aquí  soy  su  galán. 
Desde  aquí  soy  tu  criado. 

Suda  el  susto  del  morir 
y  daréte  dos  liciones 
de  cómo  la  has  de  servir. 
Ivn  laberinto  me  pones 
que  es  imposible  salir. 


ACTO  SE(U'ND() 
DE    LAS    FLORES     DE    DON    JUAX 
y    rico    y    pobre    trocados. 
(Salen  la  Condi.sa  r  Doña  Constanza,) 
Cos.  Ueste  parecer  estoy. 

Con.  ¿Que  a  don  Alonso  tratáis 

desa  manera? 
Cos.  ¿  Pensáis 

que  de  las  nuijeres  soy 


ACTO    SEGUNDO 


l8l 


que  por  casarse  uo  miran 
la  calidad  del  sujeto? 
Con.  Amar  y  tener  respeto 

de  andar  jixntos  fe  retiran. 
Cos.  Pues  sepa  vusiñoría 

que  no  le  pienso  tener, 
para  no  venir  a  ser 
necia  y  casada  en  im  día. 

Don  Alonso  me  agradó, 
su  deseo  agradecí, 
y  todo  lo  aborrecí 
cuando  él  la  causa  me  dio; 

y  no  una,  sino  mil; 
siendo  el  hombre  más  perdido 
que  esta  ciudad  ha  tenido 
y  de  condición  más  vil. 

Toda  su  hacienda  ha  jugado, 
y  dado  a  mujeres  tales 
como  dirán  las  señales 
que  en  la  salud  le  han  dejado. 

Sus  lugares  ha  vendido, 
ya  come  de  aquel  valor. 
Decidme:  ¿es  digno  de  amor 
o  de  ser  aborrecido? 

¿Será  bien  que  pague  yo 
de  mi  dote  estas  locuras  ? 
Con.  Yo  os  deseo  mil  venturas, 

que  tales  desdichas,  no. 

Eso,  Costanza,  ignoraba, 
supuesto  que  algo  sabía 
de  la  vida  que  traía 
y  lo  mucho  que  jugaba. 

Mas  que  estuviese  en  estedo 
c|ue  hasta  sus  lugares  vende, 
eso  no,  porque  me  ofende 
aun  haberlo  imaginado. 

Que  solamente  por  ti, 
a  tu  persona  inclinada, 
no  le  aborrecí  cansada 
de  las  crueldades  que  oí. 

que  con  su  hermano  don  Juan 
usaba  en  toda  ocasión: 
hombre  de  otra  condición. 
Cos.  ¿Y  no  añades  tu  galán? 

Con.  Don  Juan,  porque  le  envié 

los  regalos  que  supiste, 
por  la  enfermadad  que  viste, 
y  que  por  mi  causa  fué, 

con  loca  satisf ación 
de  pensar  que  yo  le  quiero, 
siendo  tan  pobre  escudero, 
me  da  a  entender  su  afición. 

A  veces  estoy  corrida 


de  ver  que  un  galán  tan  roto 
cause  en  Valencia  alboroto 
siendo  de  su  amor  servida. 

Y  a  veces  tomo  a  donaire 
verle  siempre  tras  el  coche 
y  que  de  día  y  de  noche 
detenga  a  mi  calle  el  aire. 

No  voy  a  parte  ninguna 
adonde  no  esté  don  Juan; 
y  cierto  que  él  es  galán; 
pero  de  humilde  fortuna. 

Y  que  me  da  compasión 
y  le  quisiera  vestir 
cuando  le  veo  seguir 

tan  lucida  pretensión. 
Cos.  Yo  os  juro  que  si  don  Juan, 

Condesa,  a  mi  me  quisiera, 
que  así,  pobre,  le  admitiera 
más  que  a  su  hermano  galán. 

Porque  sus  defectos  son 
del  hado  con  él  tirano, 
y  los  de  su  loco  hermano 
de  su  misma  condición. 

Ese,  porque  más  no  puede, 
es  pobre;  esotro  lo  ha  sido 
no  más  de  porque  ha  querido, 
y  así  es  justo  que  lo  pague. 

¿Es  posible  que  no  miras 
a  don  Juan  con  afición? 
Cox.  Das  tormento  al  corazón 

con  sospechas  de  mentiras. 

Confieso,  pues  hoy  has  hecha 
juez  tu  curiosidad, 
que  le  tengo  voluntad, 
mas  no  me  pasa  del  pecho. 

Don  Juan  me  parece  bien 
roto  y  pobre  como  está; 
su  amor  ocasión  me  da 
a  no  mostrarle  desdén. 

Pero  el  ver  que  es  imposible 
ser  mío  ni  suya  ser, 
que  no  siendo  su  nuxjer 
no  se  da  medio  posible 

y  serlo  es  muclio  mayor, 
por  más  que  el  amor  exceda, 
para  que  correr  no  pueda 
tiene  la  rienda  a  mi  amor. 
Cos.  Discurres  prudentemente; 

que  donde  el  intento  es  vano, 
llevar  la  sonda  en  la  mano 
es  prevención  excelente. 
¿El  háblate  algunas  veces? 
¿Qué  te  dice? 


I82 


LAS  FLORES  DE  DOX  JUAN 


COX.  Si  ts  hablar 

un  siempre  humilde  mirar 
con  el  talle  que  encareces, 

mil  veces  habla  don  Juan; 
pero  con  la  lengua,  no. 

Cos.  Pues  que  habla  muy  bien  sé  yo. 

Con.  y  yo,  que  no  le  darán 

desigualdad  y  pobreza 
licencia  más  que  a  mirar; 
que  siempre  la  dan  a  hablar 
la  arrogancia  y  la  riqueza. 

Y  como  hablar  de  discretos 
con  efectos  siempre  ha  sido, 
y  no  le  deja  el  vestido 
que  pueda  hablar  con  efe  tos, 

a  los  ojos  les  remite 
cuanto  la  lengua  dijera, 
si  hablar  de  mano  pudiera. 

Cos.  ¡Que  la  fortuna  les  quite 

a  los  hombres  de  valor 
desta  manera  las  alas! 

Cox.  ¡Cuántos,  tiempo,  desigualas 

que  hiciera  iguales  amor! 

Yámonos,  doña  Costanza, 
en  casa  de  Inés  mi  poco; 
verás  a  don  Juan  qué  loco 
sigue  su  vana  esperanza . 
Ce,  Durango,  ¿estáis  aquí? 

Esc.  Sí,  mi  señora,  aquí  estoy. 

Cox.  Pongan  el  coche . 

Es.  Yo  vov. 

Cox.  ;Está  don  Juan  por  ahí? 

Esc.  ¿Pues  cuándo  deja  don  Juan 

de  estar  mirando  tus  rejas? 

Cos.  Ten  lástima  de  sus  quejas. 

Cox.  Xo  puedo,  que  escribirán 

al  señor,  mi  desposado. 

C''s  ¿Cuándo  dicen  que  vendrá? 

<^  "N  De  camino  queda  ya. 

C(>s.  ¿Hasle  visto? 

Cox.  Retratado. 

Cos.  ¿Qué  tales  sus  gracias  vienen  ? 

Cox.  Yo  no  fío  de  retratos, 

|xjrque  .son  estelionatos 
que  venden  lo  que  no  tienen. 

(Viiyante,  y  salgan  Don  L'IS,  Don  .Alonso  y  el  Ca- 
pitán Li:oN,\RDo.) 

Li  is. 

Si  vos  gastáis  dcsatinadanunU-, 
no  es  justo  que  os  quejéis  de  la  fortuiui. 


Alonso. 
¿Xo  queréis,  don  Liús,  que  me  lamente 
de  ver  que  no  me  ayude  en  cosa  alguna? 

Leonardo. 
Sois  en  el  juego  xm  bárbaro  impaciente; 
y  en  vuestros  gustos,  no  hay  nmjer,  no  hay  luna 
que  tantas  menguas  y  crecientes  tenga: 
que  bien  queréis  que  por  los  dos  os  venga. 

Alonso. 
Otros  suelen  ganar,  y  cuando  menos, 
tienen  la  dicha  y  la  desdicha  a  días. 

Luis. 
El  juego  ha  sido  infamia  de  mil  buenos. 

Alonso. 
Poco  ha  dañado  las  costumbres  mías. 

Leonardo. 
De  sus  iras  están  los  libros  llenos; 
tragedias  que  engendraron  sus  porfías; 
no  haj-  cosa  que  dej-lustre  tanto  un  hombre: 
fuego  y  no  juego  es  ya  su  propio  nombre. 

Ll'LS. 

Jugar  tasadamente  lo  que  puede, 
un  hombre  que  procura,  estando  ocioso, 
un  rato  entretenerse,  se  concede; 
mas  no  su  hacienda,  vida  y  su  reposo. 
X'i  que  perdido  para  siempre  quede 
hecho  afrenta  del  vulgo  licencioso, 
vendiendo  hasta  las  cosas  vinculadas, 
de  sus  honrados  padres  heredadas. 

Los  lugares  que  vos  habéis  vendido 
con  los  infames  naipes  y  los  dados, 
en  la  conqiusta  deste  reino  han  sido 
de  vuestros  ascendientes  conquistados 
con  sangre  que  les  dio  tal  apellido, 
con  lanzas,  con  espadas,  con  soldados; 
no  con  las  de  papel,  con  bastos  y  oros, 
en  que  expendido  habéis  tales  tesorcs. 

Xo  diréis,  a  lo  menos,  que  yo  he  sido 
de  los  amigos  que  a  perderse  ayudan, 
el  que  va  caminando  a  ser  perdido, 
y  que  en  faltando,  df  amistades  mudan; 
siempre  a  todo  vendré  como  he  venido, 
cuando  todos  os  falten  y  no  acud  in 
a  las  obligaciones  que  les  dieron 
los  beneficios  que  de  vos  tuvieron. 

¿Mas  cómo  dejaré,  si  me  he  preciad  > 
.'•iempre  de  ser  leal  y  verdadero, 
de  deciros  que  vais  tan  engañado 


ACTO    SEGUXDO 


1S3 


y  a  vuestra  perdición  corréis  ligero? 

Si  algún  remedio  tiene  lo  pasado, 

es  que  agora  guardéis  este  dinero 

en  que  \'uestros  lugares  se  han  vendido. 


Molesto  amigo  sois. 


Alonso. 

Luis. 
No  sov  fingido. 


Alonso. 

¿Xo  veis  que  concertado  el  casamiento 
de  Costanza,  que  ya  llamo  mi  esposa, 
he  de  mudar  de  vida  y  pensamiento, 
y  que  podré,  pues  es  rica  y  hermosa? 
¿Cuántos,  con  desfrenado  atrevimiento, 
corrieron  por  la  senda  licenciosa 
de  la  gallarda  mocedad,  que  es  fuego, 
y  en  llegando  a  casar,  pararon  luego? 

Xo  VLiela  por  el  aire  la  cometa 
con  tantos  resplandores  encendida, 
como  la  tierna  edad  corre  inquieta, 
de  la  caliente  sangre  persuadida; 
ni  fenece  más  frígida  y  qmeta, 
exhalación  ardiente,  que  la  vida 
de  un  mozo  libre  y  sus  locuras  todas, 
a  los  lunbrales  santos  de  las  bodas. 

Yo  seré  así,  y  el  dote  puesto  en  renta, 
mis  lugares  irá  desempeñando; 
que  en  mozo  es  gala  y  en  casado  afrenta 
el  ir  su  hacienda  y  vida  disipando; 
el  hombre  que  ha  pasado  sin  tormenta 
el  inar  de  juventud,  guárdese  cuando 
llegue  la  de  la  vejez,  que  las  edades 
trocando  en  ella,  hará  mil  mocedades. 

Leonardo. 
Reformad  \n.iestra  casa  de  criados. 

Alonso. 
Xo  puedo  descaecer,  hasta  casarme, 
del  honor  que  he  tenido. 

Luis. 

¡Qué  engañados! 
viven  todos  los  mozos. 

Alonso. 

Es  cansarme. 
Luis. 
Más  honra  y  casa  han  menester  casados. 

Alonso. 
¿Venís  a  entretenerme  o  a  matarme? 


Ota  VIO. 
Vn  coche  está  a  la  puerta. 

Alonso. 

¿Con  qué  gente? 
Otavio. 
Tres  damas,  don  Francisco  y  un  valiente. 

Alonso. 
Vamos  al  Grao. 

Leonardo. 
Tracemos  esta  tarde 
hablar  orilla  de  la  mar  un  poco. 

(Salen  Dox  JuAX  y  Germán.) 
Juan. 
;Xo  quieres  que  el  ser  pobre  me  acobarde? 

Ger^lín. 
Xi  te  detengo  aquí  ni  te  provoco. 

JUAX. 

¿Qué  es  lo  que  quieres  que  en  Valencia  aguarde 
de  vano  amor  de  la  Condesa  loco 
y  sin  tener  con  que  mi  cuerpo  cubra, 
por  más  que  a  todos  mi  pobreza  encubra? 

Máteme  en  Flandes  la  impelida  bala 
del  polvo  ardiente  en  bélico  ejercicio, 
y  no  en  Valencia  amor,  que  se  regala 
entre  la  seda,  el  ámbar,  oro  y  vicio. 
Para  salir  haremos  una  gala 
que  diga  en  las  colores  el  oficio; 
con  esto  dejaremos  la  Condesa. 

Ger:mán. 
i   Que  aciertas  digo,  y  digo  que  me  pesa. 

Juan. 

Hoy  han  de  dar  dineros  a  mi  hermaríp, 
Germán,  destos  lugares  que  ha  vendido. 
Hablarle  quiero  y  no  perder  en  vano 
el  tiempo,  que  jamás  \'xielve  perdido. 
Salgamos  del  poder  deste  tirano. 

Germán. 
¿Xo  miras  que  está  aqiu'? 

Juan. 

¿Si  nos  ha  oído? 

Germán. 

Sí  hará,  que  el  rico  al  pobre  solamente 
oye  lo  que  murmura  del  ausente. 


i84 


LAS  FLORES  DE   DOX   lUAX 


Alonso. 
¿Quién  es? 

J  lAX. 

Yo  soy. 

Alonso. 

¿Qué  quieres? 

JUAX. 

Quiero  hablarte. 
Alonso. 
¿Qué  tienes  tii  que  hablarme?  ¿Impertinencias? 

Juan. 
Escucha  y  lo  sabrás. 

Alonso. 
Di  presto. 

Juan. 


quisiera  hablar. 


Aparte 

Aloxso. 
Y  yo  comprar  paciencias. 


Acaba  de  decir. 

Juan. 

Por  no  enfadarte, 
y,  como  dices  tú,  con  insolencias, 
a  Flandes  quiero  inne. 

Aloxso. 

Buen  amigo 
ha  sido,  Juan,  el  que  hoy  habló  contigo. 
¿Y  tienes  esto  ya  determinado? 

Juan. 
Y  que  saldré  pasados  cuatro  días. 

Alonso. 
I*ues  ve  con  Dios,  que  allá  podrás,  soldado, 
perder  los  bríos  que  en  Valencia  crías. 

J  UAX. 

Dinero  he  menester;  hoy  te  lo  han  dado. 

Al/)XSO. 
¿  Dinero  yo,  don  J  uan  ? 

Ju.vx. 

¿Pues  qué  querías? 
¿Que  fue.se  de  aquí  a  I'iaiuk-s  sin  dinero? 
¿No  ves  que  .soy  tu  hermano,  y  caballero? 

Alonso. 
¿Qué  has  menester? 


Juan. 
I.,o  menos  mil  ducados. 
Alonso. 
¿Hay  desvergüenza  igual? 

Juan. 

Nunca  entre  iguales 
he  conocido  yo  desvergonzados. 

Aloxso. 
¿Pues  no  te  bastan,  di,  quinientos  reales? 

J  UAN. 

Si  los  echas  al  naipe  o  a  los  dados 

en  una  mano  y  en  jornadas  tales 

que  te  infaman  a  ti,  para  jomada 

que  te  ha  de  honrar,  ¿qué  es  mil  ducados?  Nada. 

¿Nacimos,  don  Alonso,  por  ventura 
de  un  padre  y  una  madre  a  que  tú  vivas 
con  tal  regalo  y  tal  descompostura 
que  de  ningima  libertad  te  privas, 
y  yo  con  tal  pobreza  y  desventura, 
por  mil  necesidades  excesivas, 
que  a  tus  esclavos  venga  yo  a  envidiallos, 
que  curan  y  regalan  tus  caballos? 

¿Quinientos  reales  das  a  un  hombre  honrado, 
de  limosna  eran  buenos,  no  debidos 
a  un  hermano,  que  quiere  ser  soldado 
porque  tú  no  le  sueldas  los  vestidos? 

Alonso. 
Es  tan  anejo  el  ser  desvergonzado 
al  ser  pobre,  que  piensan,  atrevidos, 
todos  los  que  los  son,  que  se  les  debe 
lo  que  con  esta  haré  que  algimo  lleve. 

Leonardo. 
I^a  espada  no  es  razón,  que  es  vuestro  hcr- 

fmauo. 
Alonso. 
¡Vive  Dios,  que  es  im  picaro! 

Juan. 

No  digo 
que  mientes;  que  lo  estoy  ¡)or  ser  tirano 
quien  quiere  usar  esta  crueldad  conmigo; 
mas  guarda  bien  que  no  la  pongas  mano, 
que  si  la  sacas,  a  mostrar  me  obligo 
que  el  picaro  eres  tú,  pues  estos  brazos 
te  harán  vestido  y  carne  mil  pedazos. 

Aixinso. 
Dejadme,  capitán;  don  l.uis,  dejadme. 


ACTO    SEGUNDO 


185 


Jt'AN. 

¡Pues,  vive  Dics,  que  si  le  dejan. 
Luis. 

que  debéis  de  estar  loco. 


Creo 


que  he  de  matarle. 


Alonso. 

Perdonadme, 

Juan. 
De  hambre,  yo  lo  creo. 


Alonso. 
Don  Juan,  dejo  las  armas;  escuchadme. 

Juan. 
Si  decís  que  os  morís,  que  eso  deseo. 

Alonso. 
Si  entráis  más  en  mi  casa,  dos  lacayos 
os  han  de  hacer  pedazos. 

Juan. 

¡Bravos  rayos! 
Alonso. 
Si  llegáis  a  esta  puerta,  vive  el  cielo... 

Juan. 
Cuando  yo  fuere  Lázaro,  llegara 
de  perros  y  avarientos  con  recelo. 

Alonso. 
Miradme,  infame  bárbaro,  a  esta  cara. 

Juan. 
Mirarla  pensé  yo,  por  mi  consuelo; 
mas  no  tan  loca,  desigual  y  avara. 
Vete  con  Dios,  que  quiero  que  algún  día 
dé  premio  el  cielo  a  la  paciencia  mía. 

Leonardo. 
Dejadle  ya. 

Alonso. 

En  una  horca  espero 
ver  este  libre  mozo. 

I,UIS. 

Basta,  vamos.  (Vanse.) 

Germán. 
¿Estás  contento? 

J  UAN. 

Sí;  que  estarlo  quiero. 


'  (ÍERMÁN. 

¿Por  qué,  señor,  pues  como  ves  quedamos? 

Juan. 
Porque  salimos  de  un  tirano  fiero 
y  de  su  cautiverio  nos  libramos. 

CjERMÁN. 
¿Y  qué  habernos  de  hacer  de  doce  a  una? 

Juan. 
Dar  una  higa  y  cuatro  a  la  fortuna. 

Germán. 
Buen  ánimo,  señor,  que  cierta  dueña 
te  acogerá  en  su  casa,  que  es  honrada, 
y  algún  amor  sospecho  que  me  enseña. 

Juan. 
Eso  es  por  lo  que  toca  a  la  posada. 

Gekmán. 
Pues  para  una  comida  tan  pequeña 
como  en  aquesta  casa  te  fué  dada, 
yo  me  pondré  a  peón  de  algvma  obra, 
que  con  tres  reales  para  entrambos  sobra. 

Alh  trabajaré  todos  los  días 
y  te  traeré  el  dinero. 

Ju.\N. 

No  hay  hermano 
como  im  amigo. 

Germán. 

Tente,  ¿qué  porfías? 

Juan. 
Si  no  mudas  los  pies,  dame  la  mano. 

Germán. 
Detente,  pues. 

Juan. 

Espeio  que  las  mías 
me  podrán  sustentar;  verás  que  gano 
con  que  los  dos  comamos. 

Germán. 

¿De  qué  suerte? 

Juan. 
Oye  una  habilidad. 

Germán. 
Prosigue. 

Juan. 

Advierte. 
Yo  sé  hacer  flores  con  primor  notable. 


i8ó 


r.AS  FIORKS   DE   DON'    lUAX 


que  lo  aprendí  de  cierta  hennana  mía, 
hasta  imitar  romero  saludable, 
que  es  el  mayor  primor  y  gallardía; 
la  pálida  retama,  la  admirable 
angélica,  el  rosal  de  Alejandría. 
el  clavel  carmesí,  la  azvil  violeta, 
la  azucena  y  la  candida  mosqueta. 

Haré  mil  flores,  tú  podrás  llevallas 
■poT  Valencia  a  vender,  hasta  que  el  cielo 
disponga  nuestras  vidas. 

Germ.ín. 

Remediallas 
puede  tu  habilidad. 

J  UAX. 

Xo  tiene  el  suelo 
flores  que  yo  no  sepa  retratallas; 
soy  de  un  jardín  particular  modelo, 
ven,  comprarcmcs  rebotín  y  seda. 

Germán. 

El  ingenio  no  hay  cosa  que  no  pueda. 

(Salen  Don  L,uis,  Don  Alonso  y  Dox  Francisco. 

Luis.  Si  vos  volvéis  a  jugar 

y  perdéis  cuanto  tenéis, 

acabado  de  avisar 

que  no  juguéis,  ¿qué  queréis? 

¿Queréis  por  fuerza  ganar? 
¿Xo  sabéis  lo  que  difieren 

los  que  esa  ventura  adquieren, 

y  que  el  juego  y  la  poesía 

se  enfadan  de  la  porfía, 

porque  vienen  cuando  quieren? 
lil  que  versos  quiere  hacer 

y  buena  dicha  en  ganar 

no  piense  que  ha  de  poder 

por  picarse  y  porfiar 

ni  ganar  ni  componer. 
Mejor,  don  Alonso,  fuera 

ir  al  Grao. 
Alo.  Xo  pensé 

que  el  juego,  don  Luis,  creciera; 

jugué,  piquéme,  llegué 

a  que  nnl  nnnulos  perdiera. 
Por  dar  barato  a  J  jsarda 

tomé  el  dado. 
Luis.  K1  capitán 

lii/.o  una  suerte  gallarda. 
I'ran.  Aquí  líus  dama»  están 

y  el  cíx'lie  y  merienda  aguarda. 
Aix>.  ,  Habéis  vos  jamás  comido 

que  hayáis  tan  lindo  dinero 

en  cuatro  manos  perdido? 


Fran  . 

I   Ai^. 
I   Fran. 
I   Alo. 
!    Fran. 
Ai,o. 


Fran. 

Luis. 

Alo. 


Fran. 


Alo. 
Fran. 


Alo. 


Fran. 


I    Alo. 


Lt'is. 


Alo. 

LVLS. 


AU). 


Que  lleven  las  damas  quiero, 
ya  que  a  mi  casa  han  venido; 

pero  que  en  llegando  al  mar 
las  echen  dentro. 

Ivsto  es  hecho, 
las  ninfas  quiero  tomar. 
Yoh'cd. 

Que  os  canso  sospecho. 
Antes  os  tengo  que  hablar. 

¿En  razón  de  qué? 

En  razón 
de  aquella  resolución 
del  casamiento  tratado. 
¡Más  que  propio  de  un  picado! 
Los  mismos  efectos  son. 

¡\'ive  Dios,  que  he  de  probar 
si  casándome  es  posible 
aborrecer  el  jugar! 
¿Qué  medio  más  convenible 
donde  no  basta  el  jurar? 

Tendréis  luego  otrcs  cuidados 
de  la  familia  y  los  hijos. 
Ocúpenme  y  sean  pesados. 
Antes  con  mil  regocijes 
y  libres  de  mil  cuidados, 

que  es  ver  una  honrada  cara 
y  dos  hijos  a  una  mesa. 
Aquí  mi  discurso  para, 
aquí  mi  locura  cesa 
y  deste  asilo  se  ampara. 

Válgame  contra  mi  edad 
el  freno  del  casamiento. 
Id  presto,  Franci.sco,  hablad 
a  doña  Costanza. 

Siento 
cjue  os  hago  en  esto  amistad, 

y  por  eso  voy. 

El  cielo 
os  pague  tan  grande  bien, 
o  tragúeme  vivo  el  suelo 
si  más  jugare  y  a  quien. 
Dése  juramento  apelo. 

Y  vuestra  lengua  no  (.-xceda; 
porque  un  discreto  decía 
que  no  hay  adonde  se  pueda 
conocer  la  gallardía 
conu)  en  quien  perdiendo  (|ueda. 

¿Hay  (juien  no  lo  sienta? 

No; 
mas  saber  disimular 
con  la  prudencia  nació. 
Poco  supo  de  jugar 
quien  ese  aforismo  <\s  dio. 


ACTO    SEGUXDO 


187 


Ai,o. 

Luis. 

Ai,o, 


(Salen 

Inés. 
Cos. 
Con. 
Inés. 


Con. 
Cos. 
Con. 


Cos. 


Con. 


Inés. 
Con. 


Cos. 

Con. 
Cos. 


¡Pesia  tal!,  la  condición 
de  los  hombres  no  es  igual 
en  sentir  lo  que  es  razón, 
y  más  si  de  causa  igual 
los  efectos  no  lo  son. 

Vamos  a  la  platería, 
algo  que  vender  hallé. 
¿Y  el  juramento  que  había 
de  abrirse  el  suelo? 

¿Juré? 
¡Bueno  vais,  por  vida  mía! 

Don  Luis,  esto  sólo  os  ruego: 
que  no  tengáis  por  constante 
más  que  la  nieve  en  el  fuego 
el  juramento  de  amante 
ni  de  hombre  que  pierde' al  juego. 

Doña  Inés,   Doña  Costanza  y  la  Condesa.) 

La  visita  os  merecí 
por  hurtarme  el  pensamiento, 
aunque  obligada  me  siento. 
No  me  la  debéis  a  mí, 

que  la  Condesa  trazó 
el  venir  las  dos  a  veros. 
Quise,  Inés,  entreteneros, 
porque  Celia  me  contó 

que  andáis  con  ciertas  tristezas. 
Algo  venís  a  saber, 
curiosa  debéis  de  ser 
de  las  ajenas  finezas. 

Malicia  es  ésa. 

¡Y  qué  tal! 
Si  hablare  en  cosa  de  amor, 
que  merezca  el  disfavor 
de  haber  juzgado  tan  mal. 

Advierta,  vusiñoría, 
que  si  de  amor  no  ha  de  ser, 
no  queda  en  qué  entretener 
tan  largo  y  ocioso  día; 

o  porque  solas  estemos, 
o  por  no  admitir  galanes. 
Si  es  por  solos  ademanes, 
que  es  lo  más  que  en  ellos  vemos, 

yo  serviré  de  galán. 
Sí;  ¿mas  cuál  de  los  dos? 
Dentrambas;  porque,  por  Dios, 
que  así  al  propio  me  verán, 

pues  vma  sola  no  sé 
quién  la  quiera  y  sirva. 

Yo 
sé  quien  la  adora. 

Yo  no. 
Ivicencia,  y  yo  lo  diré. 


Con.  No  habéis  de  decir,  don  Juan, 

que  ése  no  tiene  vestido 

para  querer  dos;  que  ha  sido, 

por  pobre,  de  una  galán. 
Inés.  ¿No  os  causa  mucho  donaire 

el  ver  cuál  se  anda  tras  vos? 
Con.  Donaire  y  aire,  por  Dios, 

porque  siempre  le  da  el  aire. 
¿A  quién  no  moviera  a  risa 

verle  en  Pascua  con  bayeta? 
Inés.  Sí,  pero  buena  es  la  treta; 

de  buen  zapato  y  camisa, 
lo  demás  es  nifio  en  faja. 
Cos.  Veces  en  la  calle  dan, 

que  flores  vendiendo  van. 
Con.  ¡Hola!,  por  las  flores  baja. 

Esc.  Yo,  señora,  estoy  aquí. 

Con.  Id  presto. 

Esc.  Como  un  cohete. 

Inés.  Cada  cual  su  ramillete 

tiene  en  presente  d?  mí, 
por  ver  si  con  esto  excuso 

el  daros  de  merendar. 
Con.  Buen  modo  de  regalar; 

si  110  es  galán,  es  al  uso; 
la  visita  no  es  sangría. 
Esc.  El  hombre  ha  subido  ya. — 

L  egad,  y  os  las  comprará; 

mas  llamadle  señoría. 

(Sale   Germán   con   un  iabaquillo   de   flores  de  sed 

Ger.  ¡Ay,  cielos,  dónde  he  subido! 

Volverme  a  bajar  quisiera; 

no  pensé  que  en  esta  casa 

estuviera  la  Condesa. 

Irme  quiero,  que  lo  dudo. 
Con.  ¿Por  qué  se  va  el  hombre? 

Esc.  Espera, 

floreio;  ¿de  qué  te  cubres? 
Ger.  Amigo,  tengo  vergüenza. 

Con.  ¡Hola,  buen  hombre!,  detente. 

Ger.  ¿Qué  quieres  que  me  detenga? 

Con.  Dadnos  flores,  ¿qué  os  turbáis? 

Cos.  ¿De  qué  jardín  son? 

Ger.  No  fuera 

un  ave  en  aqueste  punto. 
Cos.  Por  vuestra  vida,  Condesa, 

que  es  lacayo  de  don  Juan. 
Inés.  y  las  flores  son  de  seda. 

Con.  ¿Si  es  invención  para  hablarme? 

Cos  I^a  vergüenza  no  la  nmestra; 

antes  él  le  habrá  dejado, 

y  sirve  a  alguna  florera. 


j88 


I.AS  FLORES  DE   DOX   TUAX 


Cox.  Xo  me  espanto,  que  tendría 

con  don  Juan  comida  y  cena 
tan  inciertas,  que  es  disculpa. 

Cos.  Por  necesidad  le  deja. 

¿Es  monja,  amigo  Germán, 
quien  hace  flores  tan  bellas? 
Bendiga  el  cielo  sus  manos. 

Inés.  Xo  pueden  las  verdaderas 

ser  más  lindas. 

Con.  Sólo  liarán 

en  el  olor  diferencia; 
dinos  algo:  ¿por  qué  callas? 

Ger.  l'na  mentira  y  quimera 

os  quise  decir,  señora, 
si  diera  el  tiempo  licencia: 
en  esto  suspenso  estuve; 
mas  desatando  la  lengua 
a  la  verdad,  os  suplico 
estéis  un  instante  atentas. 
Hoy  el  cruel  don  Alonso, 
con  fieros  5'  voces  fieras, 
echó  a  don  Juan  de  su  casa: 
¡gran  prueba  de  su  paciencia! 
Lievéle  a  naa  pobre  choza 
de  una  mi  comadre  vieja, 
que  dice  que  me  ha  criado; 
recibióle,  en  fin,  en  ella. 
Díjele  que  le  daría 
de  comer  cuando  pudiera 
pleitear  sus  alimentos 
o  salirse  de  Valencia. 
Qui.so  .saber  cómo,  y  djje 
que  en  las  fábricas  o  cercas 
de  peón  me  alquilaría 
para  dar  ladrillo  o  piedra. 
Respondió  que  no  era  justo; 
mas  que  comprá.semcs  seda 
y  rebotín,  que  él  sabía 
imitar  las  flores  bellas. 
Comprámo.sle,  y  como  veis, 
ha  comenzado  por  éstas, 
que  llevo  a  vender  agora; 
entré  aquí,  que  no  debiera, 
porque  no  pensé  que  estaba 
mi  señora  la  Condesa, 
<loiide  con  este  azafate 
me  viera  agora  venderlas. 
A.sí  Dios,  bellas  señoriis, 
tan  alta  dicha  os  conceda, 
que  la  hermo.sura  y  la  dicha 
se  igualan  en  coni|K-lencia. 
Oue  no  digáis  a  don  Juan, 


Con. 
Co.s. 
Con. 

In-és. 

Cos. 

Con. 


Ger. 
Con. 


Ger. 
Cox. 


Ger. 


ni  de  burlas,  ni  de  veras, 
que  me  habéis  visto,  o  sabéis 
de  mi  boca  ni  la  ajena, 
que  él  ha  hecho  aquestas  flores» 
que  me  cortará  las  piernas; 
que  mientras  más  pobre  está, 
más  estima  su  nobleza; 
con  esto,  si  sois  servidas, 
mandad  que  me  den  licencia, 
que  estoy  temblando. 

Detente. 
¿Hay  tal  lástima? 

¡Que  sea 
tan  bárbaro  don  Alonso! 
¡Qué  bien  dices,  no  lo  quieras! 
¡  Ea!,  señoras,  tomad. 
¡Hola!,  el  azafate  llega; 
comprar  tenemos  las  flores. 
Yo  compro  aquestas  violetas, 
y  le  doy  estos  escudos. 
Yo  por  estas  azucenas 
le  doy  éstos. 

Las  demás 
para  mí  quiero  que  sean; 
guardad,  Durango,  estas  flores; 
tomad,  Germán,  que  pudieran 
dar  otro  fruto,  si  el  tiempo 
no  helara  las  manos  dellas. 
Mil  veces  beso  las  tuyas. 
Si  hiciere  más,  me  las  lleva 
a  casa  por  ver  si  en  tantas 
alguna  esperanza  siembra, 
y  ojalá  pudiera  .ser... 
¿Qué,  señora? 

Que  dijeras 
que  estaban  tan  naturales 
que  han  engañado  una  abeja. 
Loco  de  contento  voy. 
Los  cielos,  señoras  bellas, 
os  den  más  años  de  vida 
que  en  los  escudos  hay  letras. 

(Vasc.) 


Cos. 

Triste  e.stás. 

Cox. 

Estoy  de  suerte 

con  don  Alon.so,  (jue,  a  ser 

hombre... 

Cos. 

^Oué  habías  de  hacer? 

Cox. 

Dijera  darle  la  muerte, 

.si  110  creyera  de  ti 

í|ue  le  tienes  afición. 

Cos. 

Mátale,  que  no  es  razón 

que  le  perdones  j^or  nn'. 

ACTO    SEGUNDO 


189 


(Sale  Don  Francisco.) 

l'RAX.  Aiites  de  pedir  licencia, 

hallé  quien  rae  la  ha  de  dar; 

mas  a  quien  trata  en  casar 

nunca  se  le  mega  audiencia. 
Yo  vengo  por  sólo  un  si, 

si  cuyo  fué  me  entendió. 
Cos.  Yo  tengo  que  dar  un  no, 

si  viene  el  recado  a  mí. 
Frax.  a  vos  viene;  mas  de  quien 

merece  el  sí. 
Cos.  No  hay  ninguno. 

Fr.\x.  Bien  decís,  que  sólo  es  uno 

que  queréis  y  os  quiere  bien. 
Licencia  os  pide  de  veros 

con  título  de  marido. 
CoST.  No  poca  licencia  ha  sido; 

con  ella  podéis  volveros. 
Y  decid  que  no  soy  yo, 

cual  piensa,  universidad, 

que  doy  licencias. 
Frax.  Mirad 

que  es  bien  mirar  mucho  un  no. 
Cos.  yiás  hay  que  mirar  un  sí, 

que  es  el  que  obliga  y  cautiva; 

que  nunca  hay  no  que  se  escriba, 

y  el  sí  mil  veces  le  vi. 
Frax.  Dirélo  de  esa  manera. 

Cos.  Haréisme  mucha  merced. 

Frax.  Dios  os  guarde. 

Cos.  Esto  creed. 

Cox.  Quién  mil  abrazos  te  diera. 

Cos.  ¿Haste  holgado? 

Cox.  ;Xo  lo  ves? 

Cos.  Pues  basta. 

Esc.  La  mesa  aguarda. 

con  la  merienda. 
Cox.  Es  gallarda 

en  sus  descuidos  Inés. 
IxÉs.  Las  criadas  hecho  habrán 

alguna  mala  crianza. 
Cox.  Después  te  daré,  Costanza, 

mil  lástimas  de  don  Juan. 

(Salen  Don  Juan  y  Germ.4n.) 
JUAX. 

A  no  tenerte  obligaciones  tantas, 
te  quitara  la  vida.  ¿Estabas  loco? 
¿Oficio  de  mujeres  delicadas 
dijiste  que  yo  hacía  a  la  Condesa? 

Germáx. 
Bien  sabe  Dios,  señor,  lo  que  me  pesa. 


Entré  ignorante,  que  no  soy  astrólogo, 

ni  pude  prevenir  que  visitaba 

a  doña  Inés,  nuestra  Condesa  Hipólita. 

Juan. 
¿Pues  no  bastaba,  necio,  ser  la  casa 
de  doña  Inés? 

Germáx. 
Si  había  de  guardarme 
de  todas  las  señoras  que  conoces, 
¿a  quién  querías  que  las  flores  venda? 

JUAX. 

¡Malditas  sean  las  flores,  que,  aun  de  burlas, 

rae  dan  por  fruto  penas  tan  de  veras! 

¡Que  siembre  flores  yo  de  lienzo  y  seda 

y  que  me  den  cosecha  de  pesares 

y  en  cada  grano  de  pesar  millares! 

¿Hay  vergüenza  como  esta?  Aquí  parece 

que  escucho  con  la  risa  que  se  burlan, 

y  me  salen  al  rostro  más  colores 

que  hay  dellas  diferencia  en  las  flores. 

Xo  te  quiero  culpar,  culpo  mis  dichas, 

¡que  quien  seda  sembró  coja  desdichas! 

¿Qué  haré?  ¡Triste  de  mí!  Pero  no  importa; 

el  dinero  que  traes  viene  a  tiempo, 

que  nos  pondrá  en  camino.  Adiós,  Yalencia; 

adiós,  honrados  pensamientos  míos, 

o  si  queréis  venir  conmigo  a  Flandes, 

venid,  donde  veréis  fuegos  tan  grandes, 

que  si  el  mar  no  os  consume  puedan  ellos; 

mas  no  podrán  entrambos  deshacellos. 

Germáx. 
¿A  Flandes  quieres  ir? 

Juan. 

¿Pues  cómo  quieres 
que  delante  de  Hipólita  parezca? 
-vial  conoces  burlando  las  mujeres, 
r.i  hay  hombre  que  mejor  se  la  merezca. 

Germán. 
Mira  que  pienso  que  dichoso  eres; 
porque  me  dijo:  «Espero  que  florezca 
alguna  destas  flores». 

Juan. 
Disparate, 
llores  de  seda  y  tierra  de  azafate. 

Vistámonos  al  pirato  de  soldados, 
:.i  alcanzare  a  los  dos  el  dinerillo, 
o  por  lo  menos  vamos  emplumados, 
medias  bandas  y  plumas  de  amarillo. 


igo 


LAS  FÍ.ORKS   DE   DOX   lUAX 


CiERMÁX. 
¿Quieres  que  lo  probemos  a  los  dados? 

JUAX. 

Pues  yo  puedo  ganar,  tiemblo  de  oíUo. 

GermAx. 

Si  temes  la  fortuna,  es  nnijer,  basta, 
que  a  quien  no  la  temió  no  le  contrasta. 

(Salen  Dos  Alonso  v  Don  Francisco.) 
Francisco. 
¿Qué  os  tengo  de  decir  si  esto  responde? 

Ai.oxso. 
Hn  declinando  de  su  estado  alegre, 
don  Franciso,  la  suerte  con  i:n  hombre, 
no  para  hasta  acabarle  y  destruirle. 

GermAx. 
Tu  hermano. 

Juan. 

¿Pues  qué  temes?  Esta  plaza 
es  de  Predicadores,  no  es  su  puerta. 

GermAn. 
Con  todo  eso,  es  bien  que  el  verle  excuses, 
porque  según  estáis  es  gran  prudencia 
huir  las  ocasiones. 

J  LAX. 

Porque  quiero 
comprar  algxma  cosa  con  que  irme, 
me  voy,  que  por  temor  no  lo  dejara. 

GermAx. 
A  quien  enfada  se  ha  de  huir  la  cara. 
(Vanse.) 
I'RAXCISCO. 
Tan  gran  resolución  no  vi  en  mi  vida. 

.•\l,()NSO. 

No  tengo  que  esperar,  perdido  cpudo, 
y  hasta  perder  el  seso  tengo  miedo. 

I'kANCISCO. 

Ihies  yo  os  prometo  que  la  hablé  tan  lihn  , 
aimque  tuve  re.speto  a  la  Condesa, 
como  si  menos  calidad  tuviera. 

Ai,c)X.S(i. 
¡Pesar  de  jui  fortuna,  siempre  adversa 
a  tíxlos  mis  intentos,  ya  nf)  tengo 
en  quí-  csjKrar  ni  f|ué  ¡K-rder,  perdida 


la  que  fuera  el  remedio  de  mi  vida! 

Tan  gran  nnidanza,  ¿quién  la  habrá  causado? 

Sin  duda  que  de  mí  le  han  informado; 

la  perdición  ha  sido  de  mi  hacienda 

ocasión  de  perder  tan  alta  prenda. 

Quien  ama  ayer,  Francisco,  y  hoy  desama, 

de  lo  que  quiso  tuvo  infame  fama. 

I'RAXCISCO. 

Pensáis  que  os  faltarían  enemigos. 

Alonso. 
¿Yo  enemigos?  ¿Pues  quién? 

Fr.\xcisco. 

Tyos  más  amigos. 
Aloxso. 
¿Los  más  amigos? 

I^raxcisco. 
Sí;  porque  acabado 
!    el  dinero,  las  fiestas,  los  convites, 
los  beneficios  y  otras  cosas  tales, 
se  vuelven  enemigos  los  amigos. 

Alonso. 
Y  bastan  mis  desdichas  por  testigos. 
No  las  quiero  aguardar  ni  verlas  quiero, 
por  no  decir  o  hacer  un  disparate; 
antes  pienso  ausentarme  de  Valencia. 

Fraxclsco. 
Agora  es  necesaria  más  prudencia. 

(Sale  Ota  vio.) 
Ota.  Aquí  vienen  ya,  señor, 

la  Condesa  de  la  Plor, 
doña  Inés,  doña  Costanza; 
en  fin,  toda  su  esperanza 
llega;  liaránte  algiiu  favor. 
Del  coche  se  han  apeado, 
que  entrar  en  Predicadores 
quieren. 
Alox.  Gracioso  criado. 

()T.\.  Licencias  se  dan  mayortü 

a  un  casamiento  tratado. 

Llega,  que  es  bueria  tercera 
la  Condesa. 
Alox.  *       Calla,  Otavio, 

(|iie  iii  este  pinito  esa  fiera 
iiu-  li;i  Iieelio  el  mayor  agravio 
(|ue  un  enemigo  pudiera. 
Sin  ella  quedo  j)er(li<lo; 
(]ue  Uí)  quiere  ha  res]K)ndi(lo 
al  cabo  de  tu  concierto. 


i 


ACTO    SEGUNDO 


igr 


I 


Ota. 

¿Cierto,  Sfcñoi? 

Salen  a  las  tres,  que  vengo 

AtON. 

No  es  tan  cierto 

lleno  de  mil  desventuras. 

haber  sin  dicha  nacido. 

Con. 

¿Tenéis  mujer? 

Ota. 

No  sé  qué  respuesta  darte. 

Es. 

Mujer  tengo. 

Al,ON. 

Yo  sí,  que  en  tantos  cuidados 

Con. 

¿Celos? 

quiero  dejarla  y  dejarte. 

Es. 

No  digáis  locuras. 

Ve  y  despide  mis  criados. 

Cos. 

De  que  es  hermosa  os  prevengo. 

di  que  vayan  a  otra  parte 

Que  yo  la  vi  cierto  día. 

donde  tengan  más  ventura, 

y  es  moza... 

ya  no  tengo  que  les  dar. 

Con. 

Por  vida  mía, 

Ota. 

Oye,  señor. 

que  debéis  de  andar  celoso. 

Alón. 

Quier  procura 

Es. 

Aunque  viejo,  soy  airoso; 

de  mujer,  si  no  es  pesar. 

la  edad  no  me  desconfía. 

él  tiene  poca  cordura. 

Con. 

¿Tendréis  mil  años? 

Esc. 

¿Mil  años? 

(Vasc.) 

^ 

. 

¿Soy  del  tiempo  de  Noé? 

Ota. 

Don  Frr;ncisco,  ¿qué  es  aquesto? 

Con. 

¡Qué  celos  tendréis! 

Fran. 

Que  se  perdió  la  esperanza 

Cos. 

Extraños. 

que  en  su  dote  se  había  puesto. 

Es. 

¿Yo  celos?  ¿Por  qué  o  de  qué? 

Ota. 

¿No  quiere  doña  Costanza? 

Con. 

¿No  hay  en  mujeres  engaños? 

Frax. 

No,  pues  lo  dijo  tan  presto. 

Es. 

No  los  niego;  mas  por  eso 

(Vasc.) 

que  estoy  sin  celos  confieso 

Ota. 

¡Buenos  habemcs  quedado! 
Quien  en  la  mujer  y  el  dado 

que  si  no  hay  buena  mujer 
es  imposible  tener 

segvxro  el  honor  y  el  seso. 

puso  esperanza,  ¿qtié  espera? 

Con. 

¿Hay  remedio  para  ver 

(Salgan, 

con  mantos,  la  Condesa,  Doña  Costanza  c 

si  los  hijos  de  un  celoso 

Inés,  y  venga  el  Escudero.) 

son  suyos? 

Es. 

Díjome  ayer 
un  hombre  xm  cuento  donoso 

Con. 

Holgárame  que  no  fuera 

tarde. 

Es. 

El  tiempo  está  ijublado, 

Con. 

con  que  se  puede  saber. 
¿Cómo? 

no  es  día  de  ir  a  la  mar; 

Es. 

Un  cierto  labrador, 

entren,  si  quieren  rezar. 

que  no  ha  de  ser  todo  fiestas. 

cuya  mujer,  que  paría, 
nunca  estaba  sin  amor, 

Con. 

Las  demandas  y  respuestas 

de  sus  hijuelos,  tenía 

suelen,  Costanza,  dañar; 

que  no  eran  suyos  temor. 

en  esa  resolución 

se  cifró  tu  desengaño. 

Y  queriendo  everiguar 
si  era  cierta  en  el  lugar 

Cos. 

Pienso  que  fué  discreción. 

de  su  mujer  la  opinión. 

y  de  mi  pasado  engaño 

halló  una  cierta  invención. 

pido  a  los  tiempos  perdón . 

Con. 

¿Cómo? 

IMandóse  castrar, 

Inés. 

¿No  sabe  vuseñoría 

Es. 

cómo  hay  sarao  mañana? 

porque  con  esto  pensaba 

Con. 

Huélgome,  por  vida  mía; 

que  si  su  mujer  paría 

una  gala  castellana 

sabría  si  le  engañaba. 

en  él  estrenar  qugrría. 

Cos. 

Costosa  invención  sería. 

Durango,  ¿qué  sabéis  vos 

Con. 

Sí;  mas  seguro  quedaba. 

desto  del  sarao? 

y  vos  lo  podéis  hacer. 

Es. 

Por  Dios, 

Es. 

Yo  tengo  seguridad 

que  he  de  morir  de  un  sarao; 

de  la  fe  de  mi  mujer. 

siempre  dellos  y  del  Grao 

Con. 

Si  tenéis  enfermedad. 

traigo  romadizo  y  tos. 

aun  puede  ser  menester. 

192 


r.AS  FLORES  DE  DOX  TUAX 


Ger. 


Con. 

Cos. 
Cox. 
Ger 


Cox. 
Ger 


Con 
Cos. 
Cox 


Gkk 


Con 


Germ.^x,  de  soldadillo,  con  uua  pluma  a  la  valona 
y  en  cuerpo.) 

Aquí  dijo  que  esperase, 
porque  a  hacer  concierto  vamos 
para  de  aquí  a  Viuaroz 
con  quien  nos  lleve  a  caballo, 
que  después  al  mar  le  queda 
de  nuestras  desdichas  cargo; 
que  el  mar,  en  largos  caminos, 
es  posta  de  desdichados. 
¿No  es  aquel  Germán? 

El  mismo. 
Germán,  ¿dónde  tan  bizarro? 
Esta  vez  ya  no  me  pesa, 
bellas  señoras,  de  hallaros; 
que  si  bien  no  voy  muy  rico, 
voy  al  fin  como  soldado. 
;Cómo  soldado?  ¿Qué  dices? 
Cansado  don  Juan,  mi  amo, 
de  tantas  necesidades 
y  crueldades  de  su  hermano, 
viendo  que  sus  alimentos 
es  imposible  cobrarlos, 
porque  don  Alonso  ya 
despide  hasta  sus  criados 
por  mujeres  y  por  juego, 
por  banquetes  y  por  bravos, 
que  le  ha  puesto  en  más  extremos 
que  el  de  los  dos,  pues  nos  vamos; 
ir  a  Flandes  determina, 
y  de  aquel  oro  comprando, 
que  de  limosna  le  disteis 
por  las  flores  de  sus  manos, 
estos  pobres  vestidillos, 
vine  a  buscar  dos  caballos 
que  nos  lleven  hasta  el  puerto; 
dele  Dios  a  .sus  trabajos. 
¿Que  don  Juan  se  va  esta  tarde? 
La  color  se  te  ha  mudado. 
Confiésote  que  me  pesa. 
Déjame  liablar  al  lacayo. 
Germán,  gran  resolución 
ese  tu  dueño  ha  tomado. 
¿A  I 'laudes? 

¿Pues  qué  ha  de  hacer? 
¿No  es  mejor  que  de  un  balazo 
dé  fin  a  tíuitas  de.s<liclias 
y  le  entierro  suelo  extraño 
que  verse  en  la  patria  ]K)l)re, 
tan  pobre,  que  liaya  llegado 
a  hacer  con  sus  manos  flores 
sin  .ser  primavera  o  mayo' 
Quien  hace  flores  sin  fruto 


Ger. 
Cox. 


Ger. 
Cos. 
Cox. 
Cos. 
Cox. 
Cos. 
Con. 
Cos. 
Cox. 
Cos. 


Ger. 

JUAX. 

Ger. 

JUAX. 

Ger. 


JUAX. 


Gi;k. 

Jr.vx. 
Ger. 


no  se  tenga  por  buen  campo. 
No  le  digo  que  se  vaA-a 

ni  que  se  esté;  pero  cuando 
un  hombre  de  bien  intenta 
seguir  con  ánimo  honrado 
un  heroico  pensamiento, 
ha  de  morir  sin  dejarlo; 
que  amor  es  como  la  guerra, 
que  siendo  más  los  contrarios 
e  imposible  huir  con  honra 
basta  morir  peleando, 
y  añade  estas  dos  palabras... 
Ya,  señora,  las  aguardo. 
«Nunca  buena  dicha  aguarde 
el  que  se  va  de  cobarde.» 
^'anlos,  señoras  d?  aquí. 
Yo  lo  diré. 

¿Cómo  vamos? 
TJena  de  enojo  y  pasión. 
Quieres  bien  y  andas  burlando. 
¿Yo  quiero  bien? 

¿No  lo  ves? 
¿A  un  pobre? 

Sí;  mas  gallardo. 
No  lo  creas. 

No  hay  señal 
de  amor  mayor  que  negarlo. 

(Vanse,  y  sale  Dox  Ju.\n',  de  soldado.) 

¿Pyres  tú,  señor? 

Yo  so}'. 
¡Oh  si  llegaras! 

Temblando 
estuve  de  sólo  verla. 
Roto  y  desnudo  has  osado 
verla  y  seguirla  otras  veces, 
y  agora,  galáii,  bizarro, 
lleno  de  plumas  y  airoso, 
¿tiemblas  de  verla? 

Pensando 
en  (jue  la  pierdo,  Germán, 
la  lengua  y  pies  .se  me  helaron. 
Pues  en  tu  vida  pudieras 
llegar  ct)n  ánimo  tanto. 
¿Cómo? 

Así  como  lo  dije 
cjue  te  vas  desesix-rado, 
(juedó  como  flor  del  .sol 
en  ausem'ia  de  sus  rayos. 
Díjome  que  te  dijese 
(]ue  quien  con  ánimo  honrado 
.seguía  im  gran  |xiisamiento, 
ha  de  morir  sin  clejarlo, 


ACTO    TERCKRO 


193 


J  l'AX. 

Ger. 

Juan. 
Ger. 


Juan. 
Ger. 


Juan. 


Ger. 


xir 


y  que  en  amores  y  guerras, 
que  se  parecen  entrambos, 
no  pudiendo  huir  con  honra 
se  ha  de  morir  peleando. 

Y  añadió  tales  palabras. 
Ya  las  estoy  escuchando. 
«Nmica  buena  dicha  aguarde 
el  que  se  va  de  cobarde.» 
¿Qué  sientes  deso? 

Que  quiere 
que  esperes,  y  quiere  tanto, 
que  se  lo  viera  en  los  ojos 
un  ciego. 

Suceso  extraño. 
¿La  Condesa  de  la  Flor? 

Y  ami  de  tus  flores  tratamos. 

Y  me  dijo  que  en  el  fruto 
eras  muy  estéril  campo. 
Palabras  son  éstas,  digo, 
para  esperar  dos  mil  años. 
De  mi  consejo,  esperemos; 
por  lo  menos  no  partamos 
hasta  ver  si  se  declara. 
Hay  en  amor  mil  engaños. 
Mas  si  como  el  Dante  dice: 
amor  a  ninguno  amado 
que  no  amase  perdonó, 

y  el  Petrarca,  entre  sus  raros 
versos:  que  no  hay  corazón 
de  tan  duro  bronce  o  mármol 
que  no  se  ablande  o  se  mueva 
rogando,  llorando,  amando, 
ya  puede,  Hipólita  bella, 
haber  el  tuyo  tocado. 
Mujer  eres;  muchos  días 
me  ha  visto  el  sol  abrasado 
o  los  hielos  de  la  noche 
al  furor  de  mis  contrarios 
asistir  a  tus  umbrales, 
seguir  el  dorado  carro  ■ 
de  tu  sol,  su  pura  luz, 
como  un  indio  idolatrando. 
Algún  efecto  habrán  hecho 
tantos  amores  y  agravios; 
no  mira  amor  en  riquezas, 
desnudo  suelen  pintarlo; 
yo  no  quedo  a  proseguir 
el  intento  comenzado 
hasta  que  sepa  del  tuyo 
que  con  este  amor  te  canso. 
Bien  has  dicho  y  bien  has  hecho. 
Adiós,  plumillas  de  gallo. 


J  UAN. 

GER. 
Juan. 


{Salen 

Cos. 
Con. 
Cos. 

Con. 
Cos. 

Con. 
Cos. 


Con.' 

Cos. 

Con. 

Cos. 
Con. 


Cos. 


Con. 
Cos. 


¿Qué  Flandes  hay  como  ver 
a  su  señoría  en  tus  brazos? 
Espero  en  Dios  que  algún  día, 
Germán  amigo,  veamos. 
Dilo,  y  en  buen  punto  sea. 
El  rico  y  pobre  trocados. 


ACTO  TERCERO 

LAS  FLORES  DE  DON  JUAN 

y  rico  y  pobre  trocados 

Doña  Costanza   y    la  Condes.a.,  con  mantos.) 

¿Cómo  habéis  dejado  el  coche? 
Impórtame  el  ir  así. 
Muy  melancólica  os  vi 
en  el  sarao  de  anoche. 

Triste  no.  mas  pensativa. 
¡Que  un  hombre  como  don  Juan 
fuese  anoche  el  más  galán! 
¿Es  lisonja? 

Así  yo  viva. 

Que  lució  más  su  pobreza 
que  la  riqueza  mayor. 
Yo  estoy  bien  necia  de  amor 
por  su  pobre  gentileza. 

De  que  no  os  puedo  culpar, 
Hipólita,  os  aseguro. 
De  que  estoy  corrida  os  juro 
de  lo  que  vengo  a  intentar. 

¿Cómo? 

Querría  saber, 
para  cierto  pensamiento, 
si  iguala  el  entendimiento 
al  exterior  parecer. 

Que  si  me  ha  de  despicar 
de  don  Juan  alguna  cosa, 
Costanza,  estoy  sospechosa 
que  ha  de  ser  oírle  hablar. 

A  tu  mucha  discreción 
podrá  ser  que  no  contente; 
mas  cierto  que  entre  la  gente 
tiene  don  Juan  opinión. 

Habíale,  que  vesle  aquí. 
Tápate,  por  Dios,  muy  bien. 
Su  Acates  viene  también 
y  me  ha  de  caber  a  mí. 


(Salen  Dox  Juax  y  Germán,  de  soldados.) 

Juan.  Si  andamos  en  el  lugar 

tanto  tiempo  de  soldados, 
¿no  hemos  de  ser  nuiy  notados? 


13 


1 94 


I.AS   FLORES   DE   DOX   TUAN 


Ger. 

Ya  damos  qué  munnurar. 

Ayer  dijo  xin  Marquesote, 

Ju.^x 

destos  que  hablan  con  espuma, 

viéndote  con  tanta  pluma: 

♦  ¿Cuándo  sale  este  virote?» 

Jl-AX. 

Desairada  cosa  es 
un  vestido  de  camino 
más  de  un  día. 

Ger. 

Algún  vecino 
le  lia  traído  más  de  un  mes 

JlAX. 

A  ese  le  diera  yo 
del  volver  la  bienvenida. 

Ger. 

¡Brava  clama! 

Jl-AX 

Y  bien  vestida. 

Ger. 

En  viéndote  se  tapó. 

Cox. 

¡Ah,  caballero! 

Cos. 

Jl-AX. 

¿Es  a  mí? 

Cox. 

¿Pues  cuál  es  el  caballero? 

Jl-AX. 

Si  ha  de  topar  en  dinero, 
ninguno  hallaréis  aquí. 

Cox. 

Cox. 

¿Con  ese  talle  sois  pobre? 

JUAX. 

Bacliillera  parecéis. 

MER. 

Oid  la  causa,  sabréis... 

Juan 

Cox. 

Deseo  que  el  bien  os  sobre. 

Cos. 

JT-..X. 

Gracia  con  hacienda  alguna 
siempre  se  oponen  las  dos; 
porque  alma  y  cuerpo  da  Dios 
y  la  hacienda  la  fortuna. 

La  fortuna  es  desatino, 
y  Dios  ya  sabéis  quién  es. 

JUAX 

Cox. 

¿Qué  te  parece? 

Cos. 

¿No  ves 
Cjué  entendimiento? 

Cox. 

Es  divino. 

Cos. 

Qué  presto  te  contentó. 

Cox. 

Llevaba  yo  buen  deseo. 
;\'ais  de  camino? 

AIER. 

Jr.KS. 

Yo  creo 
que  ninguno  más  que  yo. 

C(*x. 

¿Pues  adonde  camináis? 

Cox. 

Jf.^X. 

Voy  tras  el  sol. 

Mer. 

Cox. 

Estáis  loco. 

Cox. 

JlAX. 

De  no  estarlo. 

Cox. 

No  haréis  poco 
si  al  sol,  señor,  alcanzáis. 

JfAX. 

Alcanzarle  es  imj)()sible; 
con  mirarle  me  contento, 
porque  basta  el  pensamiento 

si  es  la  empresa  inaccesible. 

MliR. 

Cí»x. 

,QiuT('-isnos  decir  quién  es? 

JlTAX 

Juan. 

Ni)  me  dan  tanta  licencia. 

Con. 

¿Y  tomaréisla  en  su  ausencia 
para  que  este  milanés 

Con. 

nos  dé  ciertos  pasamanos? 

I'orasteras  parecéis, 
pues  la  historia  no  sabéis 
de  dos  perdidos  hermanos. 

Mas  os  juro  que  en  mi  vida 
cosa  nadie  me  pidió 
que  se  la  negase  yo. 
ICn  fin,  haré  que  los  pida 

este  mozo  al  mercader, 
y  si  él  me  quiere  fiar, 
cosa  que  en  este  lugar 
más  que  imposible  ha  de  ser, 

y  más  que  estoy  de  camino, 
con  la  tienda  os  serviré. 
¡Ah,  señor  Laurencio! 

Fué 
pedírselos  desatino, 

que  se  ha  de  ver  en  vergüenza. 
¿Por  qué  si  yo  estoy  aquí? 

(Sale  I..AUREXCIO,  vicrcadcr.) 

¿Mandáis  algo? 

Aunque  de  mí... 
Más  que  turbado  comienza. 

No  os  habéis  jamás  servido, 
os  soy  muy  aficionado; 
estas  damas  me  han  mandado, 
puesto  que  su  engaño  ha  sido, 
que  les  dé  irnos  pasamanos 
y  unos  cortes  de  ^Nlilán, 
y,  por  vida  de  don  Juan, 
mostrad,  Laurencio,  esas  manos, 

de  pagaros  del  primero 
dinero  que  me  han  de  dar 
para  partirme. 

Afrentar 
queréis  lo  mucho  que  os  quiero. 

Si  lo  pidiera  el  Virrey 
no  lo  llevara  mejor. 
Todos  le  tienen  amor. 
¿Qiié  ha  de  ser  e.sto? 

Oiga,  rey. 

Esos  cortes  de  Mihín 
que  el  señor  don  Juan  añade, 
que  a  esto  me  persuade 
verle  tan  cortés  galán. 

Y  de  pasamanos  rizos 
cuarenta  varas. 

Yo  voy. 
Crédito  tengo,  aunque  vsoy 
IK)l)n'. 

vSois  rico  íU'  heclii/.os. 

Pasamanos  os  jiedí 


ACTO    TERCERO 


195 


i 


y,  cortés,  me  dais  de  más. 
Juan.  Lo  que  me  piden,  jamás 

el  darlo  me  agradecí, 
sino  lo  que  no  me  piden . 
Con.  De  la  suerte  fué  rigor 

que  no  seáis  gran  señor. 
Juan.  Mis  desventuras  lo  impiden. 

Buen  camino  y  buena  estrella 

mi  fortima  me  enseñaba. 
Con.  No  lo  es  la  fortuna  tan  brava 

cuando  el  valor  la  atropella. 
Ger.  y  ella,  señora  tapada, 

diga,  ¿qué  figura  es? 

¿es  dueña  de  negros  pies, 

o  es  doncella  mesurada? 

¿No  podrá  un  pobre  soldado 

alcanzar  de  sus  granzones? 
Cos.  ¿ Pues  qué  quiere ? 

Ger.  Sus  facciones, 

si  no  todas,  por  vm  lado. 
Cos.  ¿No  era  ayer  vuesa  merced 

lacayo,  si  bien  me  acuerdo? 
Ger.  Lacayo,  mas  no  tan  lerdo 

que  otras  no  me  hagan  merced . 
Si  no  tan  buenas,  mejores, 

aimque  no  con  tanta  seda, 
Cos.  Pues  tenga  la  mano  queda. 

Ger.  ¡Por  Dios,  que  hay  bravos  olores; 

brava  cazoleta  ha  habido! 

Mal  le  va  del  natural, 

quien  de  olor  artificial 

baña  el  cuerpo  y  el  vestido. 

(Sale  el  Mercader  con  unos  papeles  alados.) 

Mer  .  Aquí  viene  todo  y  bueno, 

si  ha  venido  de  Milán. 
Con.  Oíd. 

Mer.  Decid. 

Con.  a  don  Juan, 

que  está  de  vergüenza  lleno, 
no  pidáis  nada,  que  yo 

soy  mejor  que  habréis  pensado; 

por  probarle  me  he  burlado. 

¿Sabéis  de  piedras? 
Mer.  ¿Pues  no? 

Con.  Guardad  aqueste  diamante, 

que  yo  os  enviaré  el  dinero. 
Mer.  Ni  vuestro  diamante  quiero, 

ni  otra  prenda  semejante; 
que  más  estimo  servir 

a  un  hombre  como  don  Juan; 

que  cuanto  vale  Milán, 

y  si  volvéis  a  pedir 


Con. 


Juan. 


Con. 
Cos. 

Con. 


Juan. 


Con. 

Juan. 

Con. 

JuAn. 
Ger. 

Con. 
Juan. 
Con. 
Juan. 


la  casa  le  he  de  fiar, 
los  hijos  y  la  mujer, 
que  la  virtud  ha  de  ser 
riqueza  en  cualquier  lugar. 
¿Hay  cosa  de  más  estima 
que  ver  este  caballero 
justar,  o  con  el  acero 
en  el  torneo,  en  la  esgrima? 
¿Y  en  los  actos  militares, 
cuando  en  la  plaza  se  ven? 
¿hay  cosa  que  no  haga  bien  ? 
Gracias  tiene  singulares; 

mal  he  hecho  en  alaballe, 
que  es  oficio  de  tercero. 

(  Vase.) 
Dos  palabras,  caballero; 
vuestra  cortesía  y  talle 

me  obligan  a  grande  amor; 
esta  noche  os  quiero  hablar. 
Habéisme  de  perdonar, 
porque  el  divino  valor 

de  la  señora  que  sigo,' 
no  me  da  licencia  a  ofensa. 
¡Qué  firme  galán! 

¿Si  piensa 
quién  eres? 

Lo  mismo  digo. 
Mas  pienso  que  se  turbara; 
mirad,  don  Juan,  que  esa  empresa 
ya  sé  3'o  que  es  la  Condesa 
y  todo  en  el  viento  para; 

porque  aguarda  cada  día 
cierto  Marqués  siciliano, 
a  quien  ha  de  dar  la  mano. 
Ya  sé  que  la  suerte  mía 

no  merece  su  valor; 
mas,  ¿qué  importa  que  se  case, 
que  me  hiele  o  que  me  abrase 
para  que  los  tenga  amor? 

¿Y  si  os  quiero  para  daros 
un  recado  de  su  parte? 
Eso  sí,  y  a  cualquier  parte 
iré  a  serviros  y  a  hablaros. 

En  casa  de  doña  Inés, 
a  las  diez,  por  el  jardín. 
Ellas  se  van. 

¿A  qué  fin 
te  quieren  hablar  después? 
Oid. 

¿Qué  es  lo  que  mandáis? 
¿No  nos  habéis  de  seguir? 
Por  allí  me  quiero  ir, 
pues  que  vos  por  alU  vais. 


196 


l.AS  rr.ORI-.S   DK   DOX    lUAX 


Con.  Sois  en  extremo  galán , 

y  parecéisme  muy  bien. 
Juan.  ¡Ay,  si  lo  dijera! 

Con.  ¿Quién? 

JUAX.  I. a  Condesa. 

Cox.  Adiós,  don  Juan. 

(l'anse,  y  san-n  a  ^L\RQ^És  siciliano  y  cuatro  criados.) 

Alejandro. 
Aimque  me  dio  contento  Barcelona, 
Valencia  me  ha  agradado  sumamente. 

Lucio. 
Bellísima  ciudad;  pero  quisiera 
que  llegaras,  señor,  con  gallardía, 
que  son  muy  principales  los  señores 
y  caballeros  desta  tierra,  y  suelen 
en  las  cosas  de  honor  ser  Alejandros. 

Alejandro. 

De  serlo  yo  en  el  nombre,  me  contento; 
;cómo  pude  venir  de  otra  manera, 
habiendo  de  venir  a  la  ligera? 
Demás  que  la  Condesa  no  me  ha  escrito 
más  ha  de  cuatro  meses,  y  no  quiero 
venir  tan  fanfarrón,  si  se  ha  mudado, 
que  vuelva  más  corrido  que  pagado. 

RUTILIO. 
Bien  hace  en  esto  \'uestra  señoría, 
que  mejor  es  llegar  humildemente, 
hasta  saber  de  la  Condesa  el  pecho. 

Pabio. 

Quién  es  esta  señora,  te  suplico 

que  rae  digas,  pues  tanto  la  encarecen. 

Alejandro. 

Vespasiano  Gonzaga,  que  en  Valencia 

un  tiempo  fué  Virrey;  trajo  a  sus  padres, 

jxarque  eran  deudos  suyos;  nació  Hipólita 

en  aquesta  ciudad,  y  nmertos  ellos, 

de  tres  años  estuvo  en  la  Zaidia, 

monesterio  tan  célebre  en  España; 

de  allí  salió  después  para  casarse, 

puesto  que  ha  sido  en  esto  tan  prolija, 

como  heredera  de  tan  grande  estado. 

que  nunca,  aunque  »'e  nmchos  lué  .servida, 

se  ha  querido  casar. 

Cklio. 

Ivstá  guardada 
para  sólo  Alejandro  esta  ventura. 


Alejandro. 
Aun  agora  no  sé  si  está  segura, 
recójase  la  ropa  y  los  criados, 
para  que  lo  mejor  que  sea  posible 
se  pongan  todos,  porque  luego  quiero 
pedir  licencia  para  verla. 

RUTlLIO. 

En  todo 
tendremos  el  cuidado  necesario. 

Alejandro. 
Si  en  estas  vistas  tengo  buena  estrella, 
¿quién  casó  con  mujer  tan  rica  y  bella? 


(]'anse, 

Con. 

Inés. 

Con. 


Cos. 
Con. 
Inés. 


Con. 


Cos. 
Con. 


Es. 
Con. 


salen    DoÑ.\   Inks,   DoSa   Costaxz.\    y    la 

CONDKSA.) 

La  merced  que  me  habéis  hecho 
me  hace  tan  atrevida. 
En  mi  casa  sois  servida 
por  dueño  della  y  del  pecho. 

Fingiros  tenéis  criadas, 
que  la  noche  da  lugar, 
pues  me  quieren  a\-udar 
las  estrellas  disfrazadas. 

¿Cuándo  no  lo  somos  \niestras? 
Cumplimientos  excusad. 
Notable  es  la  volmitad 
que  a  este  caballero  nmestras 

Como  es  pobre,  doña  Inés, 
todas  estas  pruebas  hago, 
que  pues  de  un  pobre  me  pago, 
no  me  he  de  quejar  después. 

Pasar  tiene  por  crisol, 
pues  que  me  han  de  nmrmurar. 
¿La  noche  te  ha  de  casar? 
Sí,  mas  con  el  mismo  sol. 

(Sale  el  Escudkro.) 
Aquel  caballero  lia  entrado. 
Pues  retiraos  vos  allá. 


(Salen  Don  Jl'An  ,v  C.krmá.n,  de  noche.) 
Jt'AN.  ¿Dónde  aquella  dama  e.stá? 

C(íS.  ¿Quién  va? 

Juan.  l'n  hombre  y  su  criado. 

Cos.  Allegaos  a  aquel  jaznu'n, 

y  hallaréis  esa  nuijer. 
r.ER.  ¿V  yo  qué  tengo  de  hacer? 

¿no  más  de  ser  mataclu'n? 
Cos.  listaréis  entre  las  dos. 

(^•KK.  Amargamente  me  irá. 

Con.  ¿Quién  va? 

Juan.  Quien  no  .sabe  ya 

.si  .sois  vos,  ni  (]uién  .sois  vos. 


ACTO  TERCERO 


197 


Cox.  Por  lo  menos,  soy  mujer 

que  os  quiere  bien. 
jUAX.  Y  yo  un  Iiombre 

que  apenas  tengo  más  nombre 
de  que  soy  hombre  de  bien. 
¿Cómo  se  ha  de  hablar  aquí? 
Cox.  Asentados,  que  hay  espacio. 

JUAX.  ¿Xo  hay  cosa  de  cartapacio? 

Cox.  En  mi  vida  le  aprendí, 

eso  ni  vocablos  nuevos; 
melindres,  bachillerías, 
son  gracias  viejas  y  frías. 
JUAX.  Muchos  galanes  mancebos 

han  dado  agora  en  hablar 
esto  que  llaman  pausado. 
Cox.  Cuatro  veces  me  han  sangrado, 

solamente  de  escuchar. 
JUAX.  Cierto  que  es  cosa  sin  precio 

un  discreto. 
Cox.  ¿Soislo  vos? 

JUAX.  Xo,  por  Dios,  que  entre  los  dos 

vo  tengo  de  ser  el  necio, 

porque  no  os  puedo  querer; 
mas  si  Condesa  no  hubiera, 
estad  cierta  que  os  quisiera 
por  tan  galán  proceder. 

Dios  os  pague  la  intención; 
si  la  Condesa  os  hablara, 
¿qué  hiciérades? 

Yo  temblara. 
¿Pues  qué  es  \niestra  pretensión? 
Quererla  hasta  que  me  muera. 
Dios  os  harte  de  querer; 
pues  en  verdad  que  es  mvijer 
que,  si  os  hablara,  os  quisiera. 
¿A  mí? 

A  vos. 

Xo  lo  creáis: 
es  angélica,  es  divina, 
'     transparente,  cristalina; 
mujer  que  si  la  miráis, 

suspiraréis  por  ser  hombre, 
¡ay,  de  mi  humilde  fortuna! 
Cox.  Oí  contar  que  a  la  luna, 

porque  la  empresa  os  asombre, 
ladraba  mi  perro,  y  le  hacía 
grandes  fieros:  ¿si  sois  vos? 
JUAX.  Xo  me  quitaréis,  por  Dios, 

con  eso,  de  mi  porfía; 

que  también  Endimión 
fué  querido  de  la  luna, 
con  más  humilde  fortuna. 
Cox.  ¿Xo  veis  que  fábulas  son? 


Con. 


JUAX. 

Con. 

JUAX. 

Con. 


JUAX. 

Cox. 

JUAX. 


Juan. 
Con. 

JUAX. 

Con. 

JUAX. 


Cox. 

JUAX. 

Ger. 

IXÉS. 

Ger. 

IXÉS. 

Ger. 


Cos. 
Ger. 
Cos. 
Ger. 


Cos. 
Ger. 


IXÉS. 

Ger. 


IXÉS. 

Cos. 


Mas  buen  ánimo  tened, 
que  es  nmjer  y  ser  podría 
vencerla  \Taestra  porfía. 
Hacéisme  mucha  merced. 

Ella  gana,  que,  por  Dios, 
que  es  fea  y  no  muy  discreta. 
Levantóme. 

Quedo. 

Es  treta, 
o  me  enfadaré  con  vos. 

Si  os  he  de  hablar,  ha  de  ser 
solamente  en  la  belleza 
de  Hipólita. 

La  pobreza 
os  hace  desvanecer. 

Pobre  o  no,  yo  me  contento 
con  ser  rico  deste  bien. 
Hablemos  acá  también, 
pues  que  nos  dan  este  asiento. 

¿Son  criadas  desta  dama 
vuesas  mercedes? 

Como  él 
de  su  amo. 

A  lo  cruel, 
más  bajo;  ¿y  cómo  se  llama? 
¿Yo?  Doña  Tigre. 

¡:\Ial  año!; 
y  más  si  parida  está, 
que  dicen  que  correrá 
tras  el  cazador  un  año. 
Y  ella,  ¿a  ver? 

Doña  Serpiente. 

¡San  Jorge! 

]\Ii  nombre  digo. 
Si  no  se  burlan  conmigo, 
por  verme  tan  inocente, 

digo  yo  que  su  señora;, 
segiin  la  cosa  se  entabla, 
se  llamará  Doña  Diabla. 
Ese  nombre  tiene  aeora. 

¿Cómo  les  va  de  ración  ? 
¿Aliorran  pan?;  mas,  serpientes 
comeránse  hasta  las  gentes, 
en  buena  conversación. 

Yo  estoy  ya  medio  comido. 
¿Para  qué  se  puso  en  medio? 
Por  ver  si  hallaba  remedio 
para  estar  mejor  vestido. 

Apriétenme,  denme  seda, 
vístanme  una  vez  con  oro. 
Apriétele,  amigo,  un  toro. 
Tenga  la  persona  queda 

y  el  medio  como  virtud. 


igS 


LAS  FLORES  DE   DON  JUAN 


Ger. 
Cos. 


Inxs. 
Ger. 

Cos. 

Intés. 

Ger. 


Con-. 

Cos. 
Con. 

Juan. 


Con. 

Juan. 
Con. 


¿Son  los  extremos  viciosos? 
N'o  son  sino  virtuosos; 
así  Dios  le  dé  salud. 

Acerqúese  deste  lado. 
¡Qué  fealdad  tan  atrevida! 
Xo  he  estado  en  toda  mi  vida 
mejor  que  agora  acostado. 

Jure  de  no  pegar  nada. 
Xo  granice,  majadero. 
<De  un  cabo  me  cerca  Duero 
y  de  otro  Peñatajada». 

Y  tajadas,  dije  bien, 
pues  dos  y  de  carne  son . 

(Sale  el  Escudero.) 


Esc. 

Señora,  en  esta  ocasión 

perdóneme  tu  desdén. 

Con-. 

¿Cómo  os  entrasteis  así? 

Esc. 

Porque  dicen  que  ha  venido 

aquel  Marqués,  tu  marido. 

Con 

¿Cómo  marido? 

Esc. 

Esto  oí. 

JlAN 


(Lcvintcnse.) 

Yo  no  tengo  otro  marido 
que  el  señor  don  Juan. 

¿Qué  es  esto? 
Ese  Marqués  siciliano, 
que  viene  a  su  casamiento. 
Yo,  señora,  ¿por  qué  causa 
he  de  ser  marido  ^'uestro? 
En  vuestra  casa  no  entré 
por  gusto,  ni  amor  que  os  tengo; 
daré  voces  que  es  engaño. 
Y  que  es  muy  grande  os  confieso; 
yo  soy  la  Condesa. 

¿Quién' 
La  Condesa;  que  no  quiero 
Marqueses,  Condes  ni  Duques, 
sino  un  pobre  tan  discreto, 
tan  prudente,  tan  galán 
y  tan  firme  caballero. 
Ya  sois  Conde  de  la  I'lor, 
y  es  éste  mi  amor  tan  cierto, 
que  hoy  he   hablado  al  Arzobisi>o, 
de  quien  ya  licencia  tengo, 
para  que  nos  den  las  manos 
esta  noche. 

¿Cómo  puedo, 
ni  dando  a  la  l«-ngua  el  cargo, 
ni  a  los  ojos  ix)r  el  .suelo, 
daros,  heroica  señora, 
debido  agradecimifiilo- 


Las  lágrimas  se  me  vienen 

a  los  ojos,  y  os  prometo 

que  en  mí  compráis  mi  esclavo. 

Con.  Esto  puede  un  hombre  cuerdo, 

que  quien  ama,  sirve  y  calla 
merece  tan  justo  premio. 
¿Cómo  no  me  conocisteis? 

Juan.  De  deslumhrado,  de  ciego. 

Cos.  ¿Y  a  mí,  conocéisme  agora? 

Juan.  Apenas,  porque  no  os  veo 

delante  de  tanta  luz- 

Cos.  Doña  Costanza,  que  os  quiero 

por  lo  que  Hipólita  os  quiere. 

Inés.  y  yo  también,  ¿no  merezco 

que  me  conozcáis  a  mí? 

JUAX.  ¿Es  doña  Inés? 

Ger.  Bueno  quedo; 

que  como  a  viles  fregonas 
las  he  tratado;  hoy  perezco. 
Señoras,  denme  perdón, 
que  mi  corto  entendimiento 
no  juzga  de  cosas  grandes. 
Buena,  Germán,  me  habéis  puesto. 

Y  a  mí  dejóme  en  borrón. 
Señoras,  sólo  tratemos 
de  que  no  nos  halle  el  alba 
tratando  mi  casamiento; 
amor  es  hoy  el  juez, 
con  ejecútese  luego. 
¿Es  posible,  gran  señora, 
que  pudo  mi  pensamiento 
asir  los  rayos  del  sol? 
Vuestros  méritos  han  hecho, 
don  Juan,  que  desprecie  a  cuantos 
su  riqueza  me  han  propuesto; 
esto  sólo  me  debéis. 

Y  la  misma  vida  os  debo. 
Vamos  todas  a  mi  casa, 
porque  quiero  que  cenemos 
juntas,  por  más  regocijo. 
¡Hola,  el  coche! 

Voy  ligero. 
¿Qué  te  parece? 

Que  ha  sido, 
.señor,  tu  j)a(lrino  el  cielo. 
¿Xo  me  llamas  .señoría? 
IJieu  dices,  ya  estás  electo; 
pero  bien  es  aguardar 
la  bendición  y  el  sí  quiero, 
íjue  entre  la  s  y  la  / 
cabe  im  no,  si  unida  el  ti^-mpo. 

(]'au\<-  y  salfii   Don   Ai.onsu  y  Ot.avio,  ¡cobres.) 


Cos. 

Inés. 

Con. 


Juan. 


Con. 


Jtan. 
Con. 


Cos. 
Esc. 
Juan. 
Ger. 

Jl'AN. 

r.EK. 


ACTO    TERCERO 


199 


Al.ONSO. 

Ouieu  no  supo  del  mal,  dice  un  poeta 
que  no  merece  el  bien,  y  yo  podría 
decir  que  quien  el  mal  no  conocía, 
tendrá  el  alma  con  él  más  inquieta. 

No  hay  vida  humana  a  más  dolor  sujeta 
que  la  que  del  descanso  que  tenía 
vino  a  tan  bajo  estado,  que  no  hay  día 
que  miserable  fin  no  le  prometa. 

Xo  puse  mi  esperanza  en  cosa  alguna 
en  que  tuviese  firme  confianza, 
más  que  en  los  cursos  de  la  blanca  luna. 

Cual  el  principio  fué,  tal  lin  me  alcanza; 
que  el  mar,  el  fuego,  amor  y  la  fortuna 
no  piensan  que  lo  son  sin  la  mudanza. 

Ota  VIO. 
¿Para  qué  te  lamentas  de  fortuna 
teniendo  culpa  tú  de  tus  sucesos? 

Al^ONSO. 

No  hay  cosa,  Otavio,  de  mayor  cuidado, 
al  que  baja  de  un  alto  a  humilde  estado, 
como  el  ver  que  cualquiera  se  le  atreva. 

Otavio. 
Y  añade  que  tener  paciencia  deba. 

Alonso. 
Ya  sin  criados,  sin  hacienda  y  honra, 
que  es  vínculo  la  honra  de  la  hacienda; 
ya  sin  vestidos,  ni  tener  de  dónde 
pueda  alcanzar  un  mísero  sustento, 
¿qué  debo  hacer?  Y,  por  tu  vida,  Otavio, 
c]ue  no  me  digas  ya  más  culpas  mías, 
que  no  se  han  de  afligir  los  afligidos. 

Otavio. 
En  tanto  mal,  en  desventura  tanta, 
que  ya  tienes  el  agua  a  la  garganta, 
¿qué  remedio  mayor  que  tus  amigos 
sean  del  mal,  como  del  bien,  testigos? 

Alonso. 
¿No  has  leído  en  Ovidio,  que  en  el  tiempo 
de  la  felicidad  acuden  muchos 
y  que  en  la  adversidad  le  dejan  solo? 
¿Pues  cómo  pensaré  que  habrá  remedio 
para  mi  mal  en  falsas  amistades? 

Otavio. 
Prueba,  señor,  que  sin  probar  no  es  justo. 

Alonso. 
Yo  sé  que  no  han  de  darme  cosa  alguna: 
amigos  son  de  próspera  fortuna. 


Otavio. 

Pareces  al  hidalgo  de  quien  cuentan 

(¡lie  tenía  un  amigo,  y  en  la  furia 

de  su  amistad  se  retiró  a  .su  casa, 

y  no  le  habló  por  más  de  un  año  entero; 

ni  aun  le  quitaba,  en  viéndole,  el  sombrero. 

Picado  el  otro,  diligencias  hizo 

con  otro  amigo,  por  saber  la  causa; 

el  tercero  le  dijo  que  era  cosa 

que  en  todo  aquel  lugar  causaba  escándalo 

que  dijese  la  causa  por  c]ué  había 

dejado  la  amistad  de  un  hombre  honrado, 

porque  satisfación  pudiese  darle; 

y  después  de  preguntas  y  respuestas 

que  el  discurso  duraron  de  una  tarde, 

le  dijo  así:  «Sabed  que  por  entonces 

se  me  ofreció  un  camino,  y  que  Fulano 

tiene  un  rocín  que  estima  y  quiere  mucho; 

propuse  de  pedírsele,  mas  viendo 

que  por  quererle  había  de  negármele, 

no  le  pedí;  mirad  si  tengo  causa.» 

El  otro  replicó:  «¿Pues  sin  pedirle, 

por  sólo  imaginar  que  os  lo  negara, 

le  habéis  quitado  el  habla?»  «¿Y  no  os  parece 

— le  respondió  el  hidalgo — que  es  muy  justo, 

si  había  de  negármele?»  De  suerte, 

que  sin  probar  el  amistad  del  otro, 

tuvo  mil  quejas  y  enojado  estuvo, 

como  las  tienes  tú  de  tus  amigos, 

que  no  habiendo  probado  sus  verdades, 

te  quejas  de  sus  fals£s  amistades 

Alonso. 
¿Tengo  de  avergonzar  mi  rostro,  Otavio? 

Otavio. 
Papeles  se  inventaron  para  eso, 
que  por  blancos  que  son,  aunque  más  pidan, 
no  se  paran  entonces  colorados. 


¿Qué  pediré  i 


Alonso. 


Otavio. 


Poquito,  cien  ducados; 
porque  si  pides  mucho,  das  excusa, 
y  poco,  pones  ánimo  de  darlo; 
que  quien  volver  no  puede  lo  que  pide, 
no  lo  podrá  alcanzar  si  no  se  mide. 

(Sale  el  Marqués,  muy  galán,  y  sus  criados.) 

Alejandro. 
Pregmita,  Iaicío,  si  la  calle  es  ésta. 


200 


LAS  FLORES  DE  DOX  JUAN 


Lucio. 
Yo  sé  bien  que  es  la  calle.  ¡Ah,  caballeros! 
¿Es  la  de  los  Mascones  esta  calle? 

Al.ONSO. 

La  uüsma.  El  forastero  es  de  buen  talle. 

Otavio. 
Extranjeros  parecen. 

Alonso. 
Por  tu  vida, 
que  preguntes  quién  son  y  lo  que  buscan. 

Otavio. 
¿Quién  es,  hidalgo,  aqueste  caballero? 

Celio. 
El  Marqués  Alejandro  se  apellida, 
es  siciliano  y  viene  de  secreto 
a  casarse  a  Valencia,  e  informado 
que  la  Condesa  de  la  Flor  vivía 
o  vive  en  esta  calle,  viene  a  vella. 

Otavio. 
Esa  es  la  casa  y  ella  es  la  más  bella 
de  cuantas  damas  hoy  \'alencia  tiene. 

Celio. 
Por  fama  y  por  pincel  perdido  viene. 
Señor,  esta  es  la  casa. 

Otavio. 

Este  es  el  novio 
de  la  Condesa  Hipólita. 

Alonso. 

Es  gallardo. 
Gracias  a  Dios  que  al  necio  de  mi  hermano 
le  quitará  del  loco  pensamiento 
ser  fábula  en  Valencia,  por  .servilla. 

Alejandro. 
,OÍi  casa  de  la  otava  maravilla! 


Ckl 

i:s. 

Ltc 


l-s. 

LL'C. 


(Sale  el  lísciDiiRO.) 
¿Quién  está  acá? 

Con  íjué  priesa 
nos  vienen  a  visitar. 
Id,  cantarada,  a  ganar 
albricias  de  la  Condesa. 

Decid  que  está  aqiií  el  Marqués. 
í|ue  de  Sicilia  ha  venido. 
¿V  f|ué  Marqués? 

Su  marido. 


Es.  ¿Su  marido? 

Luc.  Corred  pues. 

Es.  ¿Estáis  locos? 

Luc.  Corred  presto. 

Esc.  Don  Juan  de  Fox  el  galán 

es  su  esposo. 

Luc.  ¿Qué  don  Juan? 

Ale.  Escudero  descompuesto, 

decid  cjue  yo  estoy  aqm'. 

Esc.  Muy  compuesto,  caballero, 

respóndole  que  no  quiero. 

Alón.  ¿Oj-es  lo  que  pasa  allí? 

Ota.  Tu  hermano  llamó  su  esposo. 

Alón.  El  escudero  ha  venido. 

Ale.  Decid  que  soy  su  marido, 

presto,  escudero  enfadoso. 

Esc.  Desenfadado  seiior, 

pienso  que  durmiendo  están 
doña  Hipólita  y  don  J  uan 
el  primer  sueño  de  amor; 
que  anoche  se  desposaron. 

Alón.  ¿Cosa  que  fuese  verdad? 

Ale.  Porfía  en  su  necedad. 

Esc.  Antes  ellos  porfiaron. 

(Sah,  muy  ^altin,  Gkr.m.íx,  el  lacayo.) 

GeR.  ¿Q^^é  ^s  aquesto? 

Esc.  Veis  ahí, 

donde  viene  el  mayordomo. 
Alón.  Ya  más  de  veras  lo  tomo. 

¿Es  este  el  lacayo? 
Ota.  Sí. 

Ai.Ej.  Caballero,  ¿sois  por  dicha 

desta  casa? 
Ger.  Sí,  .señor, 

v  por  dicha  la  mayor, 

que  ha  s'do  escrita  m¡  dicha. 
Alej.  ¿Podré  hablar  a  la  Condesa? 

(jER.  Pienso  que  no  se  han  vestido 

ella  y  su  nuevo  marido. 
Ale.  ¿Marido? 

.\L0N.  No  hay  alta  iMiipresa 

Otavio,  dificultosa 

al  esperar  y  al  sufrir. 

Quiero  irme  por  no  oír 

una  historia  tan  dicliosa 
y  de  tanta  envidia  nn'a. 
Ota.  líspera  a  ver  si  es  don  Juan. 

Alón.  Necio,  ¿y  de  nn'  (|ué  dirán 

poV)re  a  su  ])uerta  en  tal  día? 
¡Ah,  Cielos,  (jué  gran  castigo! 

Su  bien  aumenta  mi  ni;d. 
( l'an^c  los  dos.) 


ACTO  TERCERO 


201 


Ai,Kj.  Puesto  que  a  respuesta  igual 

de  lo  que  usaron  conmigo 

me  obligaba  este  suceso, 
disimular  es  mejor. 
Id  en  buen  hora,  señor. 
Ger.  a  todos  parece  exceso; 

pero,  parézcalo  o  no, 
posesión  está  tomada, 
como  quien  no  dice  nada, 
y  sacado  en  limpio  yo. 

Que  a5'er,  con  tanto  retal, 
parecían  mis  faldetas 
borrador  destos  poetas 
que  escriben  sin  natural. 

¡Hola!  Esc  capón  subid 
para  el  conde  mi  feñor. 
(Var.c.) 

Alej.  Daré  lugar  al  furor; 

entrad  adentro  y  decid... 
Pero  no,  venid  conmigo, 

que  no  sé  de  qué  manera 

a  tan  mudable  y  ligera 

mujer  se  ha  de  dar  castigo. 
¿Quién  es  aqueste  don  Juan? 
Ia'C.  Presto,  señor,  lo  sabremos. 

Alej.  Amigos  tengo,  hoy  veremos 

cómo  palabras  se  dan. 
Cel.  ¿Qué  disculpa  irán  trazando? 

Ar.Ej.  Que  las  letras  de  mujer 

ondas  del  mar  pueden  ser, 

que  las  va  haciendo  y  borrando. 
(Vanse.) 
(Salen  la  Coxdfsa  y  Don  Juan,  de  novios;  él,  capa 

gorra,  y  ella  vestido  enttro.) 
Juan.  ¿Tan  presto  vusiñoría 

quiere  enseñarme  a  vivir? 
Con.  Aun  me  queda  qué  decir. 

Juan.  Pues  no  más,  por  vida  mía, 

que  corre  sangre  el  amor 

para  hablar  de  esa  manera. 
Con.  Antes  agora  sois  cera 

e  imprime  el  sello  mejor. 
Juan.  Yo  pienso  tan  obediente 

estar  siempre  a  vuestros  ojos, 

que  antes  de  daros  enojos 

quitarme  la  vida  intente. 
Con.  ¡Hola! 

Esc.  Señora. 

Con.  Traed 

el  cofrecillo  que  es  di. 
Es.  Yo  voy  por  él. 

Juan.  ¿Cofre? 


Con.  Sí. 

Juan.  ¿No  basta  tanta  merced? 

¿Qué  es  lo  que  darme  queréis? 
Con.  ¿Pues  tenéis  necesidad? 

Juan.  Con  vos,  no. 

Con.  Decid  verdad. 

Juan.  Vos  lo  que  digo  sabéis. 

Con.  Hablad,  conde,  mi  señor, 

en  casa  hay  harto  dinero. 
Juan.  Vos  probaréis  lo  que  os  quiero, 

como  yo  vuestro  favor, 
en  lo  que  os  diré. 
Con.  Decid. 

Juan.  Los  lugares  que  ha  empeñado 

mi  hermano,  vendido  o  dado... 
Con.  Xo  digáis  más.  Advertid, 

hoy  todos  se  quitarán. 

Traigan  a  vuestra  presencia 

de  la  tabla  de  Valencia 

cuanto  allí  tengo,  don  Juan. 
Juan.  Hay  otras  joyas  también 

que  don  Alonso  empeñó. 
Con.  Pues  quítenlas  luego. 

J  UAN.  Y  yo, 

poi  tal  merced,  por  tal  bien, 
besaré  esos  pies. 
Con.  Teneos, 

que  no  me  habéis  conocido. 
Juan.  Herradme  en  el  rostro  os  pido. 

Con.  Nunca  hierran  mis  deseos, 

ni  quiero  yo,  conde,  herrar 

donde  tan  bien  acerté; 

sellar,  si;  mas  yo  os  diré 

adonde  os  quiero  sellar. 

(Sale  el  EscuDiRO.) 

Esc.  El  cofrecillo  está  aquí. 

Juan.  ¿Para  qué  le  traen,  señora? 

Con.  Abriré  y  veréisle  agora. 

Juan.  ¿Flores  tenéis  dentro? 

Con.  Sí. 

Estas  son  aquellas  flores 
que  solíades  hacer 
y  Germán  trajo  a  vender. 

Juan.  Haréism?  salir  colores. 

Con.  Aquí  las  he  de  guardar, 

y  quisiera  en  un  diamante, 
porque  si  sois  arrogante 
os  las  tengo  de  enseñar. 

Que  basta  para  castigo 
que  veáis  en  lo  que  os  visteis, 
porque  viendo  lo  que  fuisteis 
seréis  humilde  conmigo. 


;o2 


LAS  FLORES   DE   DON'   lUAX 


Tomad  y  llevadle  allá. 
J lAN'.  Buen  espejo  me  habéis  puesto. 

(SaU  Germ.W.) 

Ger.  Xo  os  quisiera  ser  molesto, 

y  es  fuerza.  Sabed  que  está 
Alejandro,  por  lo  menos 
en  Valencia. 
Juan.  ¿Pues  quién  es? 

Con.  ;En  Valencia  está  el  Marqués? 

Ger.  V  con  más  rayos  y  truenos 

que  una  nube  de  verano. 
Jt  AN  ¿Ouién  es,  que  yo  no  lo  sé? 

Con.  IU  novio  que  tripulé. 

Jf.^N.  ; Aquel  marqués  siciliano? 

Ger.  F,1  mismo,  y  mil  envidiosos 

de  tu  bien  que  va  jimtando 
hacen  cabeza  de  bando. 
J  LAN  Son  enemigos  forzosos; 

que  a  gran  bien  no  ha  de  faltar 
la  envidia.  Yo  quiero  ir 
a  ver  si  puedo  impedir 
lo  que  comienza  a  intentar. 

Que  deudos  y  amigos  t-ngo, 
y  más  si  rico  me  ven, 
que  a  darles  y  a  hacerles  bien 
y  que  no  a  pedirles  vengo. 
Que  al  rico  todos  acuden 
como  al  pobre  desamparan. 
Con.  Si  en  el  interés  reparan, 

yo  haré  que  el  intento  nuiden. 

Hacienda  tenéis,  gastad, 
gastad,  Conde,  mi  señor. 
J  '  .vN  Compráis,  con  tanto  favor, 

la  vida  y  la  libertad. 
(l'asc.j 
(Ella  sola.) 

Condesa. 

Casáronme  mis  ojos,  mis  oídos, 
mi  voluntad,  mi  propio  entendimiento, 
dando  con  la  razón  consentimiento 
al  con.se jo  de  tridos  mis  sentidos. 

Xo  tan  pncipitíulos  ni  atrevidos 
que  los  cegaM-  un  loco  pen.saniiento, 
que  antes  en  este  mar  del  casamiento 
los  ha  embarcado  el  alma  prevenidos. 

Amor,  yo  te  agradezco  las  ix)rfías 
cfjii  que  tantos  «lulcísinios  engaños 
rindieron  hoy  las  altiveces  mías. 

y  cuando  dcste  bien  resulten  daños 
jKjr  el  placer  de  los  primeros  días 
te  jM-rdímo  el  jx-sar  de  mnclu)s  añíps 


Alón. 

Ota. 
Alón. 


Ota. 


Alón. 


Ota. 


Alón. 

Ota. 

Alón. 

Ota. 

Alón. 

Ota. 


Al.)N. 


(Salen  Dox  .Xloxso  y  Ox.wio.) 

Irme  quiero  del  lugar, 
un  hora  no  aguardo  en  él. 
Respuesta  ha  sido  cruel. 
El  papel  quiero  rasgar. 
rOué  tengo  ya  que  esperar? 
listos  pedazos  hiciera 
al  capitán,  si  pudiera, 
y  a  los  demás  que  escribí. 
Cien  ducados.  ¡Ay  de  mí, 
no  hay  ami.stad  verdadera! 

Cuando  Luciano   pintó, 
Otavio,  los  siete  ejemplos 
de  amigos  que  a  siete  templos 
de  la  amistad  consagró, 
¿fueron  fábulas  o  no? 
En  Grecia,  en  aquella  edad, 
teníase  el  amistad 
por  excelente  blasón; 
pero  en  la  nuestra  lo  son 
la  mentira  v  falsedad. 

¿Qué  haré,  que  por  no  tener 
qué  vestir  de  noche  salgo 
y  de  su  capa  me  valgo 
por  no  poderme  poner 
con  ésta  a  dejarme  ver 
a  la  clara  luz  del  día? 
Yo,  que  partirla  solía, 
y  aun  darla  a  todos  entera, 
vengo  ya  desta  manera. 
¡Mal  haya  la  suerte  mía! 

¡Mal  haya  el  juego  villano, 
tan  hijo  de  la  fortuna 
que  tiene  su  rueda  y  lima 
y  su  volante  en  la  mano! 
¡Mal  haya  el  gusto  tirano 
de  tanta  libre  nmjer! 
¿Qué  tengo,  Otavio,  de  hacer 
para  salir  de  Valencia? 
Escúchame  con  paciencia, 
que  bien  la  habrás  menester. 

Dicen  que  el  Conde,  tu  hermano. 
¿Conde  mi  hermano? 

Está  atento. 
¿Podré  tener  sufrimiento? 
Pnuba. 

Inli'iitarélo  i  n  vano. 
Es  tan  gallardo  y  humano, 
que  de.s])ués  íjue  se  ca.só 
ningún  Indalgo  llegó 
a  jK'dirle  algima  co.sa, 
(|ue  con  mano  piadosa... 
Xo  digas  más. 


ACTO  TERCERO 


203 


Ota. 

Al,ON. 


Ota. 

Alox. 

Ota. 


Atox. 
Ota. 


Ar,ox. 


Ota. 
Alox. 


¿Cómo  no? 

Pues,  ignorante,  ¿yo  había, 
aunque  de  hambre  me  muriese, 
de  pedirle  que  me  diese 
cosa  alguna  a  quien  soh'a 
negalle  la  hacienda  mía, 
ni  dalle  tanta  venganza? 
¿Esa  vergüenza  te  alcanza? 
¿Tienes  seso? 

Escucha  un  poco. 
La  hambre  te  ha  vuelto  loco. 
Y  a  ti  la  desconfianza. 

TJegan  de  noche  a  su  puerta 
muchos  hidalgos  honrados 
hacia  lo  obscuro  embozados, 
que  estos  días  está  abierta; 
con  sus  criados  concierta 
quiten  la  luz,  y  al  pasar 
por  lo  menos  suele  dar 
a  cada  hidalgo  un  doblón, 
y  si  le  dan  más  razón 
a  cuatro  suele  llegar. 

IJega,  que  la  obscuridad 
te  ha  de  encubrir. 

¡Ay  de  mí! 
Habla  mía  palabra  allí, 
y  verás  que  su  piedad 
en  esta  necesidad 
te  socorre. 

Estoy  teniblando. 
¿Mas  si  el  cielo  va  trazando 
que  éste  se  vengue  de  mí? 
Llega. 

Gente  viene  aquí. 
El  es  con  im  hombre  hablando. 


(Salen  Don'  Juan  y  Germán,  con  espacias  desnudas  y 
broqueles.) 

JUAX.  ¿Gente  dices  en  la  puerta? 

Ger.  y  mirando  a  las  ventanas. 

JuAX.  ¿Si  son  galanes,  por  dicha, 

de  Jnés  y  doña  Costanz?.  ? ; 

que  como  son  esta  noche 

de  Hipólita  convidadas, 

para  ver  si  pueden  verlas 

querrán  rondarme  la  casa. 

¿Quién  va? 
A1.0X.  ¿Qué  es  aquesto,  Otavio? 

Con  dos  desnudas  espadas 

nos  reciben. 
Ger.  Caballeros, 

¿qué  es  lo  que  rondan  y  aguardan? — 

Son  del  iMarqués  Alejandro. 


Ai.ox. 


JüAX. 

Alox. 

J  UAX. 


Ai,ox. 

JUAX. 

Alox. 


JUAX. 


Alox. 

JUAX. 

Alox. 


JUAX. 

Alox. 

JUAX. 


Alón. 


Desvíate  allá,  no  traigan 
alguna  oculta  pistola. 
Si  necesidad  son  armas, 
no  poca  nos  ha  traído 
a  las  puertas  desta  casa. 
¿Dónde  está  el  señor  don  Juan  i* 
Don  Juan  de  Fox,  que  se  llama 
Conde  de  la  Flor,  yo  soy. 
¿Pues  de  qué  señor  te  guardas? 
De  im  cierto  Alejandro  nuevo 
que  me  aseguran  que  anda 
con  cuidado  de  matarme . 
Nunca  los  que  avisan  matan. 
¿Quién  sois  vos? 

Un  caballero 
de  noble  y  clara  prosapia 
que  ha  venido  a  no  tener 
más  que  aquesta  pobre  capa. 
Quiere  irse  a  Flandes,  y  viendo 
que  la  fortuna  voltaria 
os  ha  puesto  en  tal  estado, 
que  vmos  ensalza,  otros  baja, 
viene  a  pediros  limosna 
para  hacer  esta  jomada. 
Esa,  señor  caballero, 
daré  yo  de  buena  gana; 
pero  si  esta  es  invención 
y  al  henchiros  de  oro  y  plata 
las  manos  me  henchís  el  pecho 
de  plomo  de  alguna  bala, 
no  será  la  culpa  vuestra; 
hacedme  merced,  y  tanta, 
que  aquí  solamente  entréis. 
¿  Adonde  ? 

A  la  primer  sala. 
Xo  puedo  donde  haya  luz, 
porque  si  me  veis  la  cara, 
en  vez  de  darme  limosna 
me  atravesaréis  la  espada. 
¿Yo  a  vos?  ¿Pues  qué  me  habéis  he- 

[cho? 
I<as  lágrimas  se  me  saltan. 
Tomad  de  mí,  caballero, 
si  lo  sois,  esta  palabra, 
que  amique  fuérades  mi  hermano, 
que  es  la  cosa  más  ingrata 
que  Dios  ha  hecho  en  el  mundo, 
estas  venas  me  rasgara 
en  viéndoos  pobre,  que  yo 
lo  he  sido  tanto  en  su  casa, 
que  en  viendo  mi  pobre,  si  es  noble, 
se  me  rasgan  las  entrañas. 
¿Cómo  sufrirán  las  mías, 


204 


LAS  FLORi:S   HE   DüX  J  UAX 


hermano,  tales  palabras? 

Yo  soy  don  Alonso,  yo, 

que  vengo  a  darte  venganza: 

vesnie  aquí,  a  tus  pies,  don  Juan. 
Juan.  Señor  inío  de  mi  alma. 

¿vos  a  mis  pies?  Yo  a  los  vuestros. 

Entrad,  esta  es  vuestra  casa. 

¿Vos  en  la  calle  a  estas  horas' 
Oer.  Xo  puedo  hablar. 

Ota.  Esto  basta 

para  ver. 
jiAN.  ¿Quién  es? 

UTA.  Otavio. 

Juan.  Otavio,  no  digas  nada. 

Venid,  hermano,  conmigo. 
.vi.oN.  Mi  señor,  los  ojos  hablan. 

(  Vase.) 

<  '.KR.  Agora,  mi  señor  lindo, 

a  tiempo  cuantas  mudanzas 

vas  haciendo  en  los  discursos 

de  nuestras  vidas  humanas, 

que  don  Juan  su  hennano  albergue 

en  necesidad  tan  clara, 

es  imitación  de  Dios, 

noble  hazaña,  heroica  y  santa; 

mas  aquel  mayordomillo 

que  la  ración  nos  quitaba, 

¿Por  qué  ha  de  venir  aquí? 

(Sale  el  Esct'Dero.) 
E.s.  ¿Q"é  alboroto  es  este  que  anda? 

r,ER.  ¿Cómo? 

I-'s.  Dicen  que  el  Virrey 

prendió  con  toda  la  guarda 

al  Marqués. 
fíER.  ¿Al  Mar(|ués? 

Es.  Si, 

jxjrque  dijeron  que  andaba 

para  matar  a  don  Juan. 
■  KR.  La  casa  está  alborotada; 

la  Condi  sa,  mi  señora 

sale  a  la  primera  .sala. 
Ms.  Y  .sus  amigas  con  ella. 

(Sal(H  la  CoNDi  SA,   Doña   Iníis    y   DoS-v  Costan/.a.) 
CoST.  Con  razón  estás  turbada 

si  qvicren  prender  al  Conde, 

aunque  al  Conde,  ¿por  qué  causa? 
■  <)S.  IIa.sta  hacer  las  aniistadc ;, 

pfKlrá  ser  f|ue  preso  vaya. 

Mas  don  Juan,  ¿qué  ctiipa  tiene  ' 
Inés.  ¿V  no  es  mejor  (¡ue  las  )i;ig;in 

y  los  bandcs  se  sosieg-.iuj.' 


(SaUn   Don  Juan  y  Don    Alonso  va  bien   vestido,  y 

ÜTAVTO.) 

Ju.\N.  Estará  muy  descuidada 

vusiñoría,  pues  sepa 

que  si  trajo  convidadas 

yo  le  traigo  un  convidado. 
Con.  Quien  vuestra  prisión  aguarda, 

¿qué  descuido  tener  puede? 
Juan.  ¿Mi  prisión? 

Con.  El  Virrey  trata 

de  asegurar  al  Marqués 

y  le  prendió  con  su  guarda. 
Juan.  Eso  nos  está  muy  bien, 

y  mejor  f|ue  honre  esta  casa 

don  Alonso,  mi  señor. 
Con.  ¿Vuestro  hermano?  ¡Diclia  extraña' 

Alón.  Déme  vuestra  señoría 

los  pies. 
Ger.  ¡Con  mil  alabardas 

llega  el  Virrey! 
Juan.  ¿El  Virrey? 

(Sale  el  Virkkv,  eon  alabarderos  y  criados,  y  el  Mar- 
qués.) 

Al.AB.  Plaza,  caballeros,  plaza. 

Con  ¿Vuestra  excelencia,  señor, 

en  esta  casa? 
VlR.  A  guardarla, 

como  amigo  y  como  deudo. 
Con.  Siendo  de  vos  amparada 

a  nadie  puede  temer. 
\'iK.  Esta  por  visita  valga 

en  que  os  doy  el  parabién 

}•  porque  di  la  palabra 

de  hacer  luias  amistades 

y  el  señor  marqués  se  vaj-a, 

muy  en  buen  hora,  a  Sicilia. 

¿Don  Juan  de  I-'ox? 
Ju'a:^.  ¿Q'!*^'  '"<-■  nianda 

vuestra  excelencia? 
VlR.  Que  luego 

se  den  las  manos. 
Ale.  liastaba 

mandarlo  vuestra  excelencia 

y  ser  gusto  destas  damas. 
Juan.  Ya,  señor,  que  estáis  presente 

y  haciéndonos  merced  tanta, 

suplicóos  (jue  me  escuchéis. 
VlR.  Decid. 

Juan.  I, a  fortuna  es  varia, 

la  historia  de  don  Alonso 

a  toda  \'alencia  es  clara. 


ACTO  TERCERO 


205 


AI.ON. 
VlR. 

Juan. 


yo  bajé  cuando  él  subía 
y  cuando  yo  subo  él  baja; 
la  Condesa  y  yo  le  habernos 
desempeñado  su  casa, 
sus  lugares  y  su  joyas 
y  hablado  a  doña  Costanza 
para  que  su  esposa  sea. 
Palabras,  Conde,  me  faltan 
aun  para  pagar  con  ellas. 
Noble  y  generosa  hazaña. 
Si  el  señor  Marqués  se  sirve 
de  llevar  mujer  a  España, 


Ai^EJ. 
ViR 

Juan. 
Con. 


mi  señora  doñ^  Inés 
está  en  él  bien  empleada. 
De  sus  partes  tengo  nuevas 
y  su  persona  me  agrada. 
Pues  dense  las  manos  todos 
y  quedarán  confirmadas 
las  ainistades  con  deudo. 
Aquí  la  comedia  acaba 
de  Las    Flores  de  don  Juan. 
Vusiñoría  se  engaña, 
que  el  Rico  y  pobre  trocados 
dice  su  autor  que  se  llaraa. 


GUARDAR     Y    GUARDARSE 


DE 


LOPE      DE      VEGA      CARPIÓ 


PKRSONAS    DI-:L    PRIMER   ACTO 


Don  Félix. 
Chacón. 
Doña  Elvira. 
DoSa  Hipólita. 
Don  Sancho. 
Don  .Arias. 


El  Rey  de  Castilla. 
El  Rey  de  .Aragón. 
Tello. 
Inés. 

El  Almirante. 
[Ramiro.] 


I-KLI.\. 
Chacíín. 

I"EL. 
LlIA. 
1-EL. 

Cha. 

l-EL. 


Cha. 


ri:i. 


Cha. 


I-KL. 


Cha. 
Vía.. 

HA 
IMI.. 

HA. 


ACTO    PRIMERO 

Don  Féli.x  v  Chacón,  de  camino.) 

Errados  vamos,  Chacón. 
¿Ya  qué  importa  haber  errado? 
Pienso  que  habemos  llegado 
a  la  raya  de  Aragón. 
Todas  estas  sendas  son 
de  aquella  aldea. 

Repara 
dónde  este  arro vuelo  para. 
Su  espacio  me  maravilla. 
Si  él  huyera  de  Castilla, 
más  aprisa  caminara. 

Presto  le  dieran  alcance; 
bebe. 

Con.sejo  cruel; 
ni  aun  pienso  mirarme  en  él 
como  pastor  de  romance. 
SaU  de  notable  trance, 
si  es  que  en  Aragón  estoy. 
A  preguntárselo  voy 
a  aquel  villano. 

Detente, 
(jue  más  cerca  he  visto  gente; 
jKTí)  sin  decir  quién  soy. 

Tú  lo  jniedes  preguntar, 
que  ])ariren  dos  mujeres. 
jHrav.Ls  villanas! 

Xo  esperes, 
(jue  te  impíjrta  dcscan.sar. 
Déjame,  Chacón,  mirar 
.seda  y  tela  en  lal)radoríis. 
Cautívalas,  que  .s(jn  nioríus. 
Si  así  las  villanas  .son 
<le  los  montes  de  Aragón, 
¿cómo  serán  las  .scñoms? 


(Ei'.lrcn  Doña  Hipólita  y  Doña  Elvira  oí  h-ihito  de 
labradoras  bizarras.) 

Elvi.  No  hay  consuelo  para  mí. 

HlP.  ¿Quién  de  este  campo  no  goza? 

E1.VI.  Quien  vivía  en  Zaragoza 

y  vino  a  morir  aquí. 
HiP.  ¿Querías  al  Rey? 

EivVi.  Xo  y  sí. 

Xo,  porque  el  Rey  no  quería 

casarse,  aunque  no  sería, 

siendo  quien  soy,  novedad, 

y  sí  por  la  vanidad 

de  ver  que  un  rey  me  servía. 
Que  llegar  no  puede  ser 

a  más  desvanecimiento 

el  gusto,  el  entendimiento 

5'  el  alma  de  una  nmjer 

que  a  verse  de  un  rey  querer; 

porque  como  son  deidad, 

habiendo  desigualdad 

no  puede  nuestra  hermosura 

llegar  a  mayor  ventura 

que  a  vencer  la  majestad. 
Hip.  Agora  conozco,  Elvira, 

por  qué  en  las  fábulas  vanas 

por  hermosuras  humanas 

el  Dios  Júpiter  suspira. 

One  a  sombra  desta  mentira 

pintaban  un  rey  sujeto 

a  amor. 
I'j.vi.  (>alán  y  discreto 

es  el  de  Aragón;  mas  cuando 

su  grandeza  estoy  mirando, 

amor  se  vuelve  respeto. 

El  .MmiraiiU-,  mi  hermano, 

con  temor  de  un  rey  me  euoiena 

en  la  margen  desta  sierra, 

donde  con  traje  villano 

veo  por  su  verde  llano 

jiasear  dos  labradores; 

enseñada  a  los  señores, 

al  caballo,  a  la  carroza 

y  al  Coso  de  Zaragoza; 

sin  amor,  oyendo  amores. 


ACTO    PRIMERO 


207 


Cha. 
Fel. 


Cha. 


Fei.. 


Ei<vi. 
Fei<. 


Muy  bien  cantan  al  aurora 
calandrias  y  filomenas; 
muy  bien  por  diversas  venas 
corre  esta  fuente  sonora. 
Muy  bien  su  esposo  enamora 
la  tórtola  en  voz  suave; 
pero  ni  el  cristal,  ni  el  ave 
me  pueden  dar  alegría, 
porque  no  es  edad  la  mía 
para  soledad  tan  grave. 

Más  quiero,  aunque  sean  mejoies 
para  algiin  secreto  oído, 
oír  de  im  coche  el  ruido, 
que  cuarenta  ruiseñores. 
Para  un  libro  de  pastores 
es  buena  la  soledad. 
¿Qué  piensas? 

Si  fué  verdad 
lo  de  las  ninfas  de  Ovidio, 
los  ciegos  dioses  envidio, 
que  adoro  la  antigüedad. 

¿Hay  tan  nuevo  villanaje, 
es  fingimiento,  Chacón? 
Llega  y  sepamos  quién  son; 
que  es  rico,  por  Dios,  el  traje, 
y  si  conforma  el  lenguaje, 
no  pases  de  aquí. 

Espero  (i). 
Señoras,  un  forastero, 
que  por  cierto  desatino 
viene  fuera  de  camino... 
¡Qué  gallardo  caballero! 

Os  suplica  le  digáis 
si  está  dentro  de  Aragón, 
que  le  obliga  la  ocasión 
a  que  su  temor  sepáis. 

Y  si  en  esta  soledad 
podrá  hallar  algi'm  consuelo, 
puesto  que  pasar  del  cielo 
os  parezca  necedad. 

Pero  si  a  buscar  posada 
fuera  el  alma  sin  despojos, 
ya  yo  he  visto  en  unos  ojos 
donde  la  hallara  extremada. 

Mas  no  tuviera  sosiego, 
pues  ¿qué  loco  ansí  (2)  se  atreve 
a  vivir,  no  siendo  nieve, 
en  dos  esferas  de  fuego? 

Perdonad  si  me  atreví 
a  qvierer  posar  en  cielos 


Cha. 

Hip. 
Cha. 


Hir. 
Cha. 
Hip. 


Cha. 

Fei.. 


(i)     En  el  ms.  «¿(jwé  espero?» 

(2}     Eu  el  impreso:    «ouc  lo  coniiin.»    I,a   enmienda 
es  de  Hartzenbusch. 


adonde  los  mismos  celos 
tuvieran  celos  de  mí. 

¡Pesia  tal!,  agora  amor; 
¿oyen,  señoras? 

Muy  bien. 
Pues  habrá  donde  nos  den, 
por  dinero  o  por  favor, 

cama  y  cena;  que  cebada  • 
no  la  habernos  menester, 
ni  los  ojos  pueden  ser 
de  ningún  alma  posada. 

Necio  sois. 

¿Por  qué  razón? 
Porque  de  todos  los  que  aman, 
casa  los  ojos  se  llaman 
donde  posa  el  corazón. 

Que  por  eso  viene  a  verse, 
cuando  uno  está  enamorado, 
en  los  ojos  el  cuidado, 
y  es  imposible  esconderse. 

Que  como  en  el  alma  tiene 
la  causa  de  sus  enojos, 
y  son  ventanas  los  ojos 
del  cuerpo  que  a  vivir  viene. 

Y  el  ver  en  mujeres  es 
condición  siempre  liviana, 
asómanse  a  la  ventana, 
y  saben  todos  quién  es. 

Luego  a  los  ojos  se  van, 
porque  no  las  conocieran, 
si  ellas  quedas  se  estuvieran 
en  el  alma  del  galán. 

Notable  bachillería; 
señor,  vamonos  de  aquí. 
Señoras,  oidme  a  mí, 
por  piedad  y  cortesía. 

Yo  pensé  que  iba  a  Aragón, 
no  sé  a  que  tierra  he  llegado; 
sin  ser  Ilises  he  dado 
con  dulce  transformacióri 

en  el  dorado  palacio 
de  Circe;  ya  no  pretendo 
saber  dónde  voy,  ni  entiendo 
que  tenga  en  tan  breve  espacio 

tanto  poder  la  hermosura 
sin  el  ingenio  y  el  arte; 
no  me  busque  en  otra  parte 
ya  quien  mi  muerte  procura. 

IvOs  caballos  luuertos  quedan 
que  de  Castilla  saqué; 
al  laberinto  llegué 
donde  las  almas  se  enredan; 

todo  fué  indicio  bastante 


20S 


CrARDAR   V   GUARDARSE 


de  aquesta  dulce  prisión. 
Elvi.  Vos  estáis  en  Aragón; 

y  de  don  Juan,  su  Almirante, 

es  esta  tierra;  esa  aldea, 
por  ser  la  casa  famosa 
de  aquella  sierra  fragosa, 
le  entretiene  y  le  recrea. 

En  su  palacio  hallaréis 
para  esta  noche  posada; 
y  si  la  Circe  os  agrada, 
de  quien  sospecha  tenéis, 

no  mala  conversación, 
si  queréis  hurtarla  al  sueño. 
Fki..  De  hoy  más  sí  os  tengo  por  dueño: 

soy  vasallo  de  Aragón, 

para  bien  y  mal  tratar. 
Elvi.  Xo  os  trataré  mal  ni  bien; 

pero  bastará  que  os  den 
donde  podáis  descansar. 

Que  a  lo  que  en  vos  se  parece, 
vem's  con  algún  cuidado; 
el  camino  deste  prado 
en  aquel  lugar  fenece. 

La  grandeza  de  la  casa 
os  dirá  luego  la  puerta, 
a  cuantos  pasan  abierta. 
¡Ay  de  quien  por  ella  pasa, 

si  ha  de  pagar  lo  que  j'o! 
¿Qué  noches  habéis  pasado 
al  hielo,  por  el  cuidado 
que  el  haberme  visto  os  dio? 

¿En  qué  penas  os  he  puesto? 
¿Qué  moros  habéis  vencido 
por  mí? 

Si  haberos  rendido, 
señora,  el  alma  tan  presto, 

poco  os  partee,  mirad 
que  imaginé  cuando  os  vi 
(jue  ya  pasaban  por  mí 
mil  siglos  de  volimtad, 

penas,  peligros,  cuidados, 
y  que  ya  me  los  debéis. 
El.Vl.  l'ues  si  vos  los  padecéis, 

por  mi  causa  imaginados, 

haced  cuenta  que  también 
os  he  pagado  ese  amor 
imaginando  un  favor. 
I'KI..  l'ues  dejad  que  me  le  din 

esíís  pies,  si  sois  servida, 
líi.vi.  Eso  no  es  imaginar; 

id,  caballero,  al  lugar, 
no  le  deis  a  que  os  impida 

la  entrada  alguna  sospecha, 


Fel. 
Elvi. 


Fel. 


Fel. 


Ch.\. 
Fel. 


Elvi. 
Hip. 


Elvi. 
Hip. 


IN. 

Tell. 

IN. 

Elvi. 

Hip. 
Ix. 

Elvi. 
Tkll. 

l'i.VI. 


Tkll 
ivi.vi. 


HiP 


Ei.vi. 


puesto  que  sois  castellano. 
Yo  voy;  de  qué  hermosa  mano 
el  amor  tomó  la  flecha 

con  que  el  alma  me  pasó. 
¿Burlaste? 

Ven  por  aquí; 
que  si  amor  vino  tras  mí, 
en  Aragón  me  alcanzó. 
(Vanse  los  dos.) 

Ya,  por  lo  menos,  tenemos 
con  quién  hablar. 

Si  ha  de  estar 
esta  noche  en  el  lugar, 
que  no  digan,  avisemos, 

quien  somos,   que  el  castellano 
parece  un  poco  hablador, 
y  con  respeto  y  temor 
se  irá  en  hablar  a  la  mano. 

¿Y  es  mejor  que  no  le  tenga? 
En  oyéndolo  decir, 
más  que  hablar,  querrá  dormir, 
y  no  habrá  quien  te  entretenga. 

(Entren  Tello  c  Inés,  criadas.) 
Aquí  están. 

Di  que  está  aquí 
el  coche,  si  han  de  volver. 
Si  anochece,   ¿qué  han  de  hacer? 
Bien  queda  trazado  ansí, 
si  se  detiene  algún  día. 
Tú  pviedes  hacer  que  espere. 
Tello  ha  venido,  si  quiere 
volverse  vueseñoría. 
Tello. 

Señora. 

Al  aldea 
vuelve  con  cuidado  y  prisa,       * 
y  a  toda  mi  gente  avisa, 
amique  la  rústica  sea, 

que  a  dos  hombres  forasteros 
que  allí  llegarán,  no  digan 
quién  .soy. 

Yo  voy.    (  Vase.) 

OiK-  me  oldigan 
¡Kjr  .serlo,  y  por  caballeros, 

a  la  posada  no  más. 
Tú,  Inés,  al  cochero  advierte 
que  lligue. 

Ya  desta  suerte 
en  t  retiñiendo  te  vas, 

y  que  te  halles  bien  esjuro 
en  este  campo. 

Eso  fuera, 


ACTO    PRIMERO 


209 


Hipólita,  si  viniera 
cada  día  un  forastero. 

Y  más  como  éste,  entendido 
y  de  buen  gusto. 
Hip.  Ya  aguardo 

su  historia. 
El- VI.  Es  hombre  gallardo; 

algo  le  habrá  sucedido. 
(Vanse.) 

(Entre  ci-  Rey  Don  Alonso  de  Castilla,  Don  Sancho 
y  el  Conde  Don  Ari.\s,  r  gente.) 

Alón  .SO. 
¿Xo  basta  que  yo  guste  destas  paces? 

Sancho. 
Donde  hay  agravios,  gran  señor,  no  es  justo; 
que  no  mi  honor,  tu  gusto  satisfaces. 

Alonso. 
¿Pues  qué  mayor  honor  que  ser  mi  gusto? 

Sancho. 
Con  tu  gusto,  señor,  mercedes  haces. 

Alonso. 
De  un  Rey  no  puede  ser  el  gusto  injusto, 
y  yo  sobre  mi  honor  tomo  el  agravio: 
prudente,  obedeced;  perdonad,  sabio. 

Sancho. 
Si  no  quieren  mis  deudos,    ¿yo  qué  puedo? 

Alonso. 
De  vuestra  casa  es  la  cabeza  el  Conde, 
de  cuyo  pecho  satisfecho  quedo. 

Conde. 
Por  don  Sancho,  señor,  su  honor  responde; 
su  agravio  ha  sido  público  en  Toledo. 

Alonso. 
Don  Arias:  si  don  Félix  está  adonde 
nadie  le  ha  de  ofender,  mejor  partido 
es  darme  gusto  con  la  paz  que  os  pido. 

Conde. 
Si  vuestra   Alteza  tm  caballero  fuera 
a  quien  aqueste  agravio  hubieran  hecho, 
¿hiciera  paz,  que  con  infamia  fuera, 
no  estando  del  agravio  satisfecho? 

Alonso. 

Por  lo  menos  al  Rey  obedeciera, 

que  es  ley  de  obligación;  con  que  sospecho 


que  por  su  cuenta  desde  allí  corría 
la  de  todos  mis  deudos  y  la  mía. 

Conde  . 

El  amor  que  ha  tenido  vuestra  Alteza 
siempre  a  don  Félix,  su  mayor  privado, 
le  obliga  atropellar  nuestra  nobleza. 
Don  Sancho  a  la  venganza  esta  obligado; 
que  cuando  hiciese  paz  con  tal  bajeza, 
deudos  tiene,  y  alguno  tan  honrado, 
que  a  él  le  matara,  mientras  que  parece 
quien  huye  del  castigo  que  merece. 

Acepte  vuestra  Alteza  el  desafío, 
y  venga  de  Aragón,  que  de  otra  suerte, 
si  el  voto  de  sus  deudos  es  el  mío, 
no  hay  paz  que,  sin  ma talle,  se  concierte. 

Alonso. 
Don  Arias:  bueno  está  con  menos  brío, 
que  no  han  de  ser  las  paces  con  su  nmerte. 
No  quiero  desafíos,  que  no  es  justo 
que  demos  al  Pontífice  disgusto . 
Yo  haré  que  el  de  Aragón  defienda  y  guarde 
la  vida  de  don  Félix,  y  no  admita 
desafíos  tan  necios. 

Sancho. 

¿A  un  cobarde 
\Tiestra  Alteza  defensas  solicita? 
Pues  aunque  el  Rey  le  guarde,  como  aguarde, 
aunque  públicas  anuas  no  permita, 
sabré  matarlo  yo. 

Alonso. 
¡Qué  atrevimiento! 

Conde. 
Habla  su  honor,  corrido  de  tu  intento. 

Alonso. 
Yo  veré  si  le  matan.  Por  lo  menos, 
los  dos,  prendedlos  luego. 

Conde. 

¿Desta  suerte, 
a  los  que  son  traidores  das  por  buenos, 
y  a  los  buenos  condenas  a  la  muerte? 

Alonso. 

Vasallos  libres  de  obediencia  ajenos, 
después  que  el  Rey  su  gusto  les  advierte, 
merecen  castigados,  cuando  exceden 
servir  de  ejemplo  a  los  que  darle  pueden. 

En  luia  torre  los  poned,  que  quiero 
ver  si  van  a  Aragón;  ver  cómo  matan, 

14 


210 


GUARDAR   V   GUARDARSE 


a  pesar  de  su  Rey,  un  caballero, 

si  no  es  que  por  traición  su  muerte  tratan. 

Sancho. 
Que  guardarás  nuestra  justicia  espero. 

Conde. 
Las  venganzas,  don  Sancho,  se  dilatan, 
mas  no  se  olvidan . 

Sancho. 

Presto  haré  de  suerte 
que  mía  carta  le  dé  violenta  muerte. 

(Salen  Doña  F.lvira  \  Don  Félix. 

Elvi.  ¿Al  fin  es  fuerza  que  os  vais? 

Agradecedme  deciros 
que  me  pesa. 

Fel.  ¿a  mis  suspiros, 

señora,  crédito  dais? 
¿Pero  por  qué  me  negáis 
vuestra  calidad  y  nombre, 
si  no  queréis  que  me  asombre 
de  tantas  dificultades? 

El. VI.  Sois  vos  para  mis  verdades 

muy  gentilhombre  y  muy  hombre 

De  lo  que  me  habéis  contado 
que  en  Castilla  os  sucedió, 
conozco,  don  Félix,  3-0 
que  me  podéis  dar  cuidado. 
Lo  poco  que  habéis  estado 
en  esta  casa,  ofendiera, 
si  más  por  ventura  fuera 
la  calidad  de  mi  honor; 
no  porque  ha  llegado  a  amor, 
mas  porque  llegar  pudiera. 
La  llave  de  mis  sentidos 
tienen  deudos  generosos; 
de  los  hombres  peligrosos 
se  han  de  guardar  los  oídos. 
Que  aimque  casíjs  .sucedidos 
culpan  siempre  en  la  mujer, 
el  ver,  como  suele  ser, 
que  má.s  puede,  os  sé  decir, 
sólo  mi  in.stante  de  oír 
que  muclia.s  lioras  de  ver. 

Para  el  mal  que  nos  hacéis, 
si  a  e.stuchar  nos  atrevemos, 
no  sé  qué  cera  tenemos 
en  los  oídoíf  que  veis, 
ni  sé  qué  hechizos  tenéis 
en  la  lengua,  cuando  habláis, 
en  qué  fuego  la  bañáis, 
que  como  el  calor  esjx-ra, 


derrítese  aquella  cera 

y  hasta  el  corazón  entráis. 

Partid,  don  Félix,  partid, 
que  el  Rey  os  hará  merced 
por  esta  carta,  y  creed 
que  os  hará  mucha;  servid, 
y  solamente  decid 
que  os  la  dio  la  Labradora, 
questo  basta  por  agora; 
que  no  es  poca  confianza 
daros  del  Rey  esperanza 
quien  estas  cabanas  mora. 

No  la  abráis  en  el  camino, 
que  no  se  podrá  encubrir, 
y  quererla  vos  abrir, 
si  es  por  vos  el  desatino, 
seréis  castellano  fino, 
yo  aragonesa  en  los  fueros 
y  en  saber  corresponderos; 
y  advertid  que  soy  mujer, 
que  aunque  os  quisiera  querer 
es  imposible  quereros. 
(  Vase.) 

Sin  mí  he  quedado,  ¡oh  bella  labradora! 
Más  que  de  campos,  de  almas  y  de  enojos, 
noche,  porque  te  fuiste  de  mis  ojos; 
tú  eres  el  día,  y  anochece  agora. 

¡Qué  extraña  confusión!  Fuese  mi  aurora 
sembrando  lirios  y  claveles  rojos; 
si  sombras  de  la  noche  son  despojos, 
monte,  mi  sol,  ^•uestros  celajes  dora. 

Con  más  tormento  que  las  aves  lloro 
la  ausencia  de  la  luz,  que  en  sombra  fría 
no  deja  de  volver  indicios  de  oro. 

Que  cuando  el   sol  se  parte,  ¡ay  pena  mía!, 
otro  día  promete;  y  el  que  adoro 
no  me  deja  e.speranza  de  otro  día  (i). 

(Sale  Hipólita.) 
Hii'.  ¿Tan  poco  me  habéis  debido, 

Félix,  que  sin  verme  os  vais? 

¿Ansí  memorias  pagáis 

con  ingratitud  y  olvido? 

Pues  pieti.so  que  os  he  servido; 

que  mi  prima,  por  lo  grave, 

poco  de  huéspedes  sabe. 
I'Kr,.  Señora,  aun  no  me  partía; 

que  a  tanto  mar  pnvenía 

más  el  temor(2)  que  la  nave. 

(l)     Faltn  tstc  soneto  iii  el   in.s. 
{2)      Hnrtz<iil)iisili  ininciulí'i,  «tiiiióii». 


ACTO    PRIMERO 


2!  I 


Dctiívoine  quien  sabéis, 

y  a  quien  debo  tanto  yo, 

mientras  al  Rey  escribió 

por  mí  la  carta  que  veis. 
Hit.  Muy  poco  amor  la  debéis, 

pues  así  os  deja  que  os  vais; 

yo  pienso  que  no  lleváis 

lo  que  será  menester, 

para  que  se  eche  de  ver 

que  sois  vos  el  que  llegáis. 
Estas  son  jojnielas  mías, 

que  valen  algún  dinero; 

que  veros  después  espero, 

sin  que  pasen  muchos  días; 

y  no  os  pongáis  en  porfías, 

que  las  habéis  de  tomar; 

porque  las  quiero  doblar, 

Félix,  con  vuestro  valor, 

si  hace  mohatras  amor, 

que  también  sabe  tratar. 
Fel.  Señora,  si  tierra  y  cielo 

se  jvmtan. 
Hip.  No  seáis  villano; 

sed  castellano  tan  llano 

que  agradezcáis  mi  buen  celo. 
Fel.  Ya,  señora,  me  desvelo; 

con  qué  pagar  no  podré. 
HiP.  Pues  no  os  ejecutaré. 

Fel.  ¿Q\^é  importa,  si  ha  de  doblarse 

la  paga,  por  no  pagarse? 
Hip.  Pues,  Félix,  doblar  la  fe. 

Porque  quien  recibe  amor, 

o  le  ha  de  pagar  doblado 

o  no  tiene  pecho  honrado. 

Confesad  que  sois  deudor, 

que  esa  es  la  paga  mejor, 

y  creedme  que  quisiera 

que  cada  diamante  fuera 

de  los  que  lleváis  ahí, 

im  alma,  si  la  que  os  di 

hacerse  muchas  pudiera. 

(Vase.) 

Fei..  ¿Qué  es  esto,  cielos?  ¿Qué  engaños 

hace  el  tiempo  a  mis  desdichas? 

¿Estos  son  sueños  o  dichas? 

(Cu.'VCÓN  cnlre.) 

Chac.  Estar  ase  aquí  cien  años. — 

Señor,  ¿qué  quieres  hacer? 
Los  caballos  que  nos  dan, 
pensando  pienso  que  están 
si  han  de  partir  o  volver. 
Tan  suspensos  que,  en  efeto, 


Fel. 

Cha. 
Fel. 
Chac. 

Fel. 
Chac. 


del  uno  de  ellos  recelo, 
viéndole  arañar  el  suelo, 
que  compone  algún  soneto. 

Que  se  habrán  enamorado 
de  ver  que  tanto  lo  estás, 
que  te  vas  y  no  te  vas, 
ensillado  y  enfrenado. 

Que  ya  deben  de  querer, 
puesto  que  rocines  son; 
verás,  por  comparación, 
cuando  pare  una  mujer; 

que  casadas  o  doncellas, 
a  la  que  pare  mirando, 
están  también  empujando 
como  si  pariesen  ellas. 

Ea,  pues,  ¿cuándo  te  vas 
de  aquesta  casa  encantada? 
Ningún  donaire  me  agrada; 
toma. 

¿Qué  es  lo  que  me  das? 

Unas  joyas. 

¿De  quién  son? 
¡Cuerpo  de  tal! 

De  callar. 
Si  salir  es  como  entrar, 
¿qué  tierra  como  Aragón? 

í  Vansc.) 


(Entren  d  Rey  de  Aragón*  y  el  Almirante  Don  JU-^n.) 

Rey. 

Al. 

Rey. 


Alm. 


Rey. 
Alm. 
Rey. 
Alm  . 


Rey. 


Alm. 


Tengo  justo  sentimiento. 
Ya  por  mi  hermana  envié. 
Cuando  sabéis  que  traté 
yo  mismo  su  casamiento, 

¿la  tenéis  en  una  aldea? 
;De  la  corte  la  sacáis? 
Si  casamiento  tratáis, 
¿quién  como  3*0  le  desea? 

Doj-nie,  señor,  parabién 
de  lo  que  estaba  ignorante. 
Pues  estad  cierto,  Ahnirante. 
¿No  podré  saber  con  quién? 

Importa  agora  el  secreto. 
Basta  que  vos  lo  tratéis, 
que  sobre  el  de  Rey  tenéis 
nombre  de  cuerdo  y  discreto. 

Don  Juan,  sin  ser  vuestro  gusto, 
no  hayáis  miedo  que  la  case, 
ni  que  los  límites  pase 
de  lo  que  fuere  muy  justo. 

Doña  Elvira  es  vuestra  hermana, 
que  basta  para  obligarme. 
No  acabo  de  recelarme. 
(Aparte.) 


212 


GUARDAR  V  GUARDARSE 


Ri:v.  ¡A y,  belleza  soberana! 

¡Tú  labradora  por  im! 
¡Tú  haciendo  una  sierra  cielo, 
corte  el  campo,  sol  el  hielo! 
¿Qué  haré?  Desigual  nací. 

¡Quién  te  pudiera  pagar! 
¡Qoién  en  aquesta  ocasión, 
de  Xápoles  y  Aragón 
te  diera  el  mismo  lugar 

que  del  corazón  te  ha  dado! 
Al.M.  Quimeras  pienso  que  han  sido; 

casi  estoy  arrepentido 
de  haber  por  ella  enviado. 

El  Rey  casa  a  doña  Elvira, 
y  no  me  dice  con  quién; 
si  no  es  por  mal,  a  gran  bien 
su  nueva  fortuna  aspira. 

Porque  servirla  por  dama, 
¿para  qué  puede  ser  bueno?; 
siendo  de  mi  sangre  ajeno 
permitir  injusta  fama. 

Casarse  bien  puede  el  Rey, 
aunque  su  vasallo  so}-; 
celoso  con  causa  estoy: 
no  hay  obligación,  no  hay  ley 

que  el  poder  sin  la  razón 
no  rompa,  atropelle  y  venza. 
Rkv.  Este  a  entendenne  comienza, 

todo  es  pena  y  confu.sión. 

Pero  si  yo  no  le  agravio, 
sólo  amar  no  es  tiranía; 
yo  quiero  por  cortesía; 
ella  es  virtuosa,  él  sabio. 

¿De  qué  se  ofende?  ¿Qué  intenta- 

(SaUn  Dos  T-íxi.N  r  Chacón.) 

Ci I  \ '  Entra  con  mucho  cuidado. 

li.í.  l'n  rey,  aunque  esté  pintado, 

pide  reverencia  atenta. 

Dijo  Eicurgo  en  sus  leyes, 
que  iué  de  Grecia  crisol, 
que  de  pedazos  del  sol 
hizo  Júpiter  los  reyes. 

V  otro,  que  tuvieron  juntos 
opiniones  .seintjantes, 
dijo  que  eran  los  diamantes 
huesíís  de  reyes  difuntos. 

*-HM  Mentís,  que  si  verdad  fuera, 

sepulcro  no  les  quedara, 
ni  huesí>  «le  rey  se  hallara 
si  diamantes  se  volviera. 

Habla  este  csp.iñol  diamante 
V  «  st<-  Mil  aragonés. 


Fei,. 


Rey 


Fel. 

Rey. 
fei,. 

Rey. 


Fei,. 

Rey. 
I  Fei,. 
I  Rey. 
I  Fei.. 


Rey 


Fel. 


Rey. 


Fel. 


Dadme,  gran  señor,  los  pies, 
porque  dellos  me  levante 

con  la  defensa  y  favor 
que  de  vuestra  mano  espero. 
Castellano  caballero: 
escribió  vuestro  valor 

naturaleza  en  la  frente; 
¿a  qué  venís  a  Aragón? 
Que  ésta  leáis  es  razón, 
antes  que  decirlo  intente. 

¿Quién  os  la  dio? 

Retirad 
los  que  están  aquí  primero. 
Xo  quede  aquí  caballero; 
Almirante,  despejad; 

bien  jx)déis  hablar  agora; 
la  letra  conozco  yo. 

(Vanse.) 

Que  os  dijese,  me  mandó, 
que  era... 

¿Quién? 

La  Labradora. 

Basta;  ¿cómo  está? 

Señor: 
en  la  mujer,  la  salud 
es  la  hermosura  en  virtud, 
de  su  alegría  y  color. 

¿Qué  es  aquesto   que   he   traído.' 
¿Quién  será  aquesta  mujer? 
Aun  no  lo  acierto  a  leer, 
de  alegre  y  favorecido.  (Lea.) 

«Don  Félix  de  Mendoza  llegó  a 
esta  aldea,  huyendo  de  Castilla  por 
lo  que  él  dirá  a  vuestra  Alteza,  a 
quien  suplico  le  ampare  y  defienda 
de  sus  enemigos,  con  asegurarle  qu** 
no  puede  hacer  por  mí  cosa  que 
tanto  reconozca  mientras  tuviere 
vida.» 

¿Sabéis  quién  es  esta  dama? 
Xo,  señor,  porque  perdido 
llegué  a  su  casa. 

Xo  ha  sitio, 
esta  vez,  libre  la  fama. 

Deste  me  (juiero  valer, 
pues  ya  doña  lílvira  viene, 
que  el  Almirante  le  tiene 
de  amparar  y  defender; 

porfiue  si  yo  se  le  doy, 
y  en  .su  casa  ha  de  vivir, 
con  él  la  podré  escribir. 
Xecio  fr.í,  confuso  estoy. 


ACTO    rRI.MKRO 


21 


Rey.  La  causa  que  os  ha  traído 

a  Aragón  saber  deseo. 

Fei,.  y  yo  decirla,  si  os  veo 

con  gusto  de  darme  oído. 
Pedro,  invictísimo  Rey, 
a  quien  Aragón  humilla 
la  corona  de  Moncayo, 
flores  de  sus  nieves  frías; 
su  famoso  IMongibele, 
la  mayor  isla  Sicilia; 
Xápoles,  castillos  fuertes, 
de  tantos  reyes  envidia: 
Don  Féhx  soy  de  Mendoza; 
así,  señor,  se  apellidan 
los  señores  de  mi  casa, 
nobleza  en  España  antigua, 
desde  los  últimos  godos 
que  sus  montañas  habitan, 
por  la  arrogancia  africana 
y  la  española  desdicha. 
Murió  mi  padre  en  las  guerras 
de  Portugal  y  Castilla, 
dejándome  por  herencia 
su  valor  y  sus  heridas. 
Crióme  el  Rey  en  su  casa; 
al  Rey  de  paje  servía, 
entre  otros  nobles  tan  pobres 
y  con  la  nobleza  misma. 
Pocas  letras,  muchas  armas 
en  este  tiempo  aprendía; 
con  gusto  de  ser  soldado, 
así  los  genios  se  inclinan. 
Apenas,  señor,  mis  labios 
tiñó  la  primera  línea, 
y  fénix  de  mis  abuelos 
fui  llama  de  sus  cenizas, 
cuando  a  ver  vivos  los  moros 
que  pintados  conocía, 
saH  con  el  gran  Maestre 
de  la  sangrienta  cuchilla, 
con  otros  mozos,  mis  deudos, 
«de  Valladolid  la  rica», 
y  en  los  campos  de  Archidona 
vestí  de  color  la  mía. 
Con  buena  opinión,  señor, 
que  importa  mucho  adquirirla, 
a  besar  la  mano  al  Rey 
volví  de  la  (i)  Andalucía. 
Mientras  estuve  en  Toledo, 
que  se  ofreció  la  conquista 
de  Málaga  y  Antequera, 

I  i)     Ku  el  ms.  «del  Andalucía.» 


puse  los  ojos  un  día 

en  una  dama,  que  pienso, 

aunque  con  pasión  lo  diga, 

que  naturaleza  en  ella 

aun  hizo  más  que  sabía. 

Puso  en  su  rostro  su  nombre, 

como  suelen  los  que  pintan, 

y  añadió:  «toda  mi  ciencia 

en   doña  Blanca  se  cifre». 

Los  discursos  deste  amor, 

años  de  esperanzas  mías, 

dieron  sujeto  a  la  historia, 

dieron  alma  a  la  poesía. 

Cuanto  ganaba  en  la  guerra, 

que  no  me  faltaron  dichas, 

tanto  gastaba  en  la  paz, 

galas  y  fiestas  lucidas. 

Bajó  Almanzor  de  J  aén , 

arrogante  de  que  habían 

de  ver  cristales  del  Tajo 

plantas  de  yeguas  moriscas; 

salió  al  encuentro  el  Pacheco, 

como  otra  veces  solía; 

fui  con  él,  y  a  doña  Blanca 

dije  mi  breve  partida. 

Hubo  lo  que  llaman  perlas, 

empresas,  cabellos,  cintas; 

dile  yo  un  Cupido  de  oro 

muerto  en  brazos  de  una  ninfa. 

Fuimos  a  Sierra  Morena, 

por  donde  el  moro  venía 

en  azules  tafetanes, 

las  lunas  al  sol  tendidas . 

Y  no  bebieron  sus  yeguas 

del  Tajo  las  aguas  limpias, 

sino  de  su  espuma  y  sangre 

polvo  y  sudor  fugitivas. 

Llenos  de  ricos  despojos, 

Toledo  en  un  mes  nos  mira: 

julio,  para  mí  fatal, 

con  estiellai  enemigas; 

pues  en  él,  cierto  don  Sandio, 

que  nunca  a  las  guerras  iba, 

sirvió,  con  nombre  de  deudo, 

a  doña  Blanca,  su  prima; 

tan  dichoso  en  este  mes, 

que  a  pesar  de  algunas  finnas, 

palabras  y  obligaciones, 

de  la  inconstancia  rompidas 

— ¡oh,  ausencia,  de  amor  madrastra, 

no  sé  quién  de  ti  se  fía! — , 

dio  mis  prendas  a  don  Sancho: 

así  la  verdad  se  estima. 


214 


CrARDAR   Y  GL'ARDARSE 


El  alcázar  de  Toledo 
tiene  una  pared  que  afirman 
las  entrañas  de  unas  peñas, 
en  que  su  máquina  estriba. 

Y  delante  della  im  llano 
que,  aunque  le  cercan  ruinas, 
sirve  a  jugar  la  pelota, 

que  el  Rey  y  las  damas  miran 
desde  unos  altos  balcones. 

Y  aquí,  desnudos  un  día, 
a  ejecutíir  un  partido 
nos  provocó  la  codicia. 
Trocó  don  Sancho  el  vestido, 
y  el  paje  que  le  servía 
dióle  un  sombrero  de  noche, 
galán,  de  plumas  pajizas  (i). 
Reparando  en  la  medalla 
que  en  el  tranceUín  traía, 
conocí  el  Cupido  de  oro  (2) 
muerto  a  manos  de  una  ninfa. 
¡Mal  agüero!,  que,  en  efetrt, 
mis  sucesos  pronostica; 
porque  no  hay  amor  más  muerto 
que  aquel  que  la  ausencia  ohida. 
Culpo  mi  poca  paciencia; 

pero  tenerla  sería 

no  tener  honra  ni  amor, 

cuando  celos  desatinan. 

«Ese  amor — digo  a  don  vSancho — 

fuera  bizarra  divisa 

a  ser  la  ninfa  la  muerta, 

por  Migrata  a  fe  tan  viva.» 

<Estaba  mal  empleada 

— responde — en  quien  no  tem'a 

méritos  para  quererla, 

ni  partes  para  servirla. 

Y  no  importa  el  muerto  amor, 
pues  agora  significa 

(¡ue  ha  mejoradí)  de  dueño, 
por  quien  amor  resucita.» 
«Mejor — replico — ,  si  acaso 
lo  habéis  dicho  con  malicia, 
no  puede  ser,  que  soy  yo; 
y  yo,  para  que  me  sirvan, 
tengo  e.scuderos  nKJ<}res 
que  vos.»  Aquí,  con  la  vista 
turbada,  ♦mentís»,  responde; 
piílíj  consejo  a  la  ira, 
y  levantando  la  ]);il;i, 

i        Lst»"   vrp¡o    dice  en    el  ins.    ♦en   cuyas  j)Iiinias 
tiia»  y  están  tachados  los  dos  .sÍKiiicutcs. 

'.'       l'Mc  verv»,  en  el   nin.  dice:  «pendi<.-iite  cl   Cti- 
;'id'i   lie  oro.» 


Rey. 


Fki,. 
Rky. 
Cha. 

RKY 

Cha. 

RUY 

Cha. 

RlíY 

Cha. 


le  doy  lo  que  parecía 
el  nombre;  si  es  más  afrenta, 
que  con  mujer  los  reciba. 
Deudos  y  amigos  acuden; 
bien  haya  quien  bien  se  fía, 
pues  le  debo  a  un  escudero 
que  tanta  furia  resista. 
Sacó  la  espada  animoso, 
luego  que  me  dio  la  una; 
si  fué  valor  el  de  entrambos, 
el  suceso  lo  confirma. 
Mandóme  prender  el  Rey; 
pero  su  guarda  y  justicia, 
al  Tajo  entre  pardas  peñas 
rodando  vio  las  orillas. 
Arro jamónos  al  agua, 
y  con  ligera  fatiga, 
nadando  nos  dieron  puerto 
los  álamos  de  una  isla. 
Bajó  la  noche,  y  con  ella 
dos  caballos  nos  envían 
deudos  y  amigos,  a  quien 
luás  las  desdichas  obligan. 
A  la  raya  de  tu  reino 
piadosa  deidad  nos  guía  (i), 
y  en  forma  de  labradora 
aquella  Venus  divina. 
Por  quien  espero,  a  tus  pies, 
la  defensa  de  mi  vida; 
o  para  pasarme  a  Italia, 
o  para  que  aquí  te  sirva. 

Levantaos,  y  estad  seguro 
que  nadie  os  ha  de  ofender; 
que  este  papel  ha  de  ser 
de  \'Tiestra  defensa  muro. 

¿Dónde  esta  vuestro  escudero, 
que  de  conocerle  holgara? 
Allí  está;  llega,  y  repara 
que  hablas  un  Rey. 

Veros  quiero 

nuis  cerca. 

Ivstoy  a  tus  pies. 
Debéis  de  S-'r  bien  nacido. 
Bien  nací,  pues  he  vivido 
iiasta  el  año  en  que  me  ves. 

¿l'",l  nombre? 

Chacón,  .señor. 
\'(JS  sois  nmy  hombre  de  bien. 
Hoy  me  lo  dice  también 
tan  estu])eu(lo  favor. 

(r.nln:) 


(i)     Ivn  el  iD.s.  oíos  mira» 


ACTO    PRIMERO 


2T5 


Rey.  Llamad  vos  al  Almirante. 

FEI,.  Ya  viene  aqní. 

REY.  Estad  atento 

a  lo  que  os  digo,  don  Juan. 

Ai,M.  Serviros,  señor,  deseo. 

Rey.  Es  don  Félix  de  Mendoza 

de  los  buenos  caballeros 
que  tiene  e]  Rey  de  Castilla; 
escríbeme  en  este  pliego 
que  le  defienda  y  ampare, 
que  le  conduce  a  este  reino 
la  defensa  de  su  honor, 
por  un  extraño  suceso. 
No  tengo  de  quién  fiarle 
como  de  vos,  y  así  quiero 
que,  viviendo  en  vuestra  casa, 
sepa  Castilla  y  su  dueño 
que  sois  vos  quien  le  defiende; 
que  a  vuestro  lado,  yo  pienso 
que  no  tendrá  la  traición 
atrevimiento  tan  necio; 
esto  habéis  de  hacer  por  mí, 
y  que  me  habéis,  os  advierto, 
de  dar  cuenta  de  su  vida. 
Fuera  de  que  yo  no  tengo 
más  bien  ni  honor  que  serviros, 
por  él  también  agradezco, 
en  mandármele  guardar, 
la  merced  que  me  habéis  hecho. 
Mi  vida  os  dejo  en  la  suya. 
Contento  quedo  en  extremo 
de  serviros  con  mi  casa. 
Y  yo  con  el  mismo  quedo, 
aunque  me  pesa  de  daros 
cuidado;  si  bien  entiendo 
que  sabiendo  quién  me  ampara, 
no  tendrán  atrevimiento 
mis  eneinigos  jamás. 

Al,M.  Cuando  le  tengan,  yo  creo, 

aunque  más  industrias  busquen, 
que  sabré  yo  defenderos; 
venid  conmigo. 

Fe  I,.  Chacón: 

alegre  estuviera  desto, 
pues  no  pudo  hallar  mi  vida 
más  venturoso  remedio, 
si  aquel  amor  imposible 
libre  me  dejara  el  pecho. 

Cha.  Deja  ahora  desatinos, 

no  seas  ingrato  al  cielo. 

Fei,.  ¡Ay  mi  labradora! 

Cha.  ¡Ay  loco! 


AlM. 


Rey. 

Al,M. 

Fei.. 


Fei<.  ¿Quién  podrá  curarme? 

Cha.  El  tiempo, 

(Criados  Tello,  Tnfs,  Doña  Elvtoa  y  Dcña  Hipólita 

en  hábito  de  damas,  de  camino.) 

Diferentes  aires  goza, 
Hipólita,  el  pensamiento, 
en  llegando  a  Zaragoza. 
Parece  que  por  el  viento 
ha  venido  la  carroza. 

Parece  que  mis  deseos 
eran  los  caballos. 

Mira 
de  tu  casa  los  trofeos; 
y  más,  si  añades,  Elvira, 
del  Rey  los  altos  empleos. 

No  me  desvanezco  tanto, 
lo  que  es  igual  apetezco. 
Mi  señor  viene,  señora. 
Dirán  sus  celos  agora 
que  con  venir  le  entristezco. 

(Silen  d  Almirante,  Dox  Félix  y  Chacón.) 


E1.VI. 


Hip. 


Elvi. 


Hip. 


Ei,vi. 

Inés. 
El.  VI. 


Alm. 

A  buen  tiempo. 

Fei,. 

¿Cómo  ansí? 

Al<M. 

Porque  acaba  de  llegar 

mi  hermana. 

Fei.. 

¿No  estaba  aquí? 

A1.M. 

Estaba  en  cierto  lugar. 

y  hallábase  mal  sin  mí. 

¿Hermana  ? 

Elvi. 

Señor. 

A1.M. 

No  creo, 

tal  ha  sido  mi  deseo. 

que  os  doy  mis  brazos. 

El  VI. 

Yo  sé 

que  lo  debéis  a  la  fe 

con  que  estando  ausente  os  veo. 

AiM. 

Prima,  seáis  bien  venida. 

Hip. 

K  vuestro  servicio  vengo. 

Alm. 

A  buen  tiempo  habéis  venido; 

Elvira,  un  huésped  tenemos. 

El.  vi. 

¿Huésped,  don  Juan? 

Alm. 

Sí,  señora; 

y  de  mano,  cuando  menos, 

del  Rey. 

Elvi. 

¿Quién? 

Alm. 

Un  ca.stellano. 

Elvi. 

¿Cómo? 

Alm. 

Llegad,  caballero. 

Fel. 

A  don  FéHx  de  Mendoza 

dad  la  mano. 

Elvi. 

¡Ay,  Dios!,  ¿qué  veo? 

Fel. 

¡Ay,   cielo!,   ¿qué  estoy  mirando? 

2l6 


GLARDAR   V   r.UARDARSK 


Inés. 

Cha. 

Iní:s. 

Cha. 

Fkl. 


Klvi. 


Fei.. 
Alm. 


lNí:.s. 


Cha. 


Al.m 


Tki.i.. 


Alm. 
Tf.i.l. 


Al.M. 

Ti;i.i.. 

Al.M. 


¿Eres  Chacón? 

vSÍ. 

¿Qué  es  esto? 
Enredos  de  la  fortiuia. 
Yo  no  tengo  qué  ofreceros, 
señora,  si  no  es  im  alma; 
j>orque  fuera  atrevimiento, 
en  mi  hombre  que  ha  venido 
a  ampararse  deste  reino; 
aunque  ya  con  tanta  dicha, 
que  por  mi  defensa  tengo 
la  casa  del  Almirante, 
mi  señor,  y  el  favor  vuestro. 
El  y  yo,  señor  don  Félix, 
como  es  justo  os  serviremos; 
más  por  vos  que  por  su  Alteza. 
Mil  veces  los  pies  os  beso. 
Entrad,  que  no  es  tiempo  aliora 
de  gastarle  en  cumplimientos; 
entrad,  don  Félix. 

Chacón, 
seas  bien  venido;  hizo  efecto 
la  carta  del  Rey. 

Notable; 
despacio,  Inés,  hablaremos. 

(Todos  se  entran.) 
Xo  vendrá  de  mala  gana, 
Tello,  a  lo  que  yo  sospecho, 
doña  Elvira  a  Zaragoza. 
vSin  ti  no  tiene  contento; 
pero  recibe  esta  carta 
que,  entrando,  me  dio  un  correo 
que  pasaba  a  Barcelona. 
¿Carta?  Muestra. 

Fué  tan  presto, 
que  no  pude  preguntarle 
de  quién  era. 

Aquí  no  veo 
firma.  ¿Pues  .sin  finna  a  mí? 
Ijitrate  allá  dentro,  Tello. 
Pésame  de  haberte  dado 
disgusto. 

Vete;  ¿qué  es  esto? 
(Vase.) 
ilee.) 
•  Por  el  agravio  antiguo  que  hizo 
vuestra   Señoría    a   don   Alvaro,    en 
no  casar  con  su   hermana,   habién- 
dostla    llevado    hasta    la    raya    de 
Aragí'ni,  va  don  lYlix  de  Mendoza  a 
matarle,     fingiendo     (jue     huye     de 
quien   no  le  sigue,   \uestra  señoría 
5c  guarde.» 


¿Hay  semejante  traición? 
¿hay  enredo  semejante? 
Pedirle  favor  al  Rey 
con  intento  de  matarme. 
Y  que  el  Rey  me  mande  a  mí 
que  de  Castilla  le  guarde, 
para  que  estando  en  mi  casa, 
más  fácilmente  me  mate. 
Bien  será  decirlo  al  Rey... 
Pero  no  es  posible  darle 
crédito  a  carta  sin  finna, 
ni  habrá  quien  le  desengañe 
si  el  de  Castilla  le  ha  escrito; 
porque  aquellas  son  verdades, 
y  éstas  pueden  ser  mentiras 
para  que  nadie  le  ampare. 
Confusa  cosa,  por  Dios,  (i) 
porque,  al  fui,  me  persuade 
el  agravio  que  le  hice 
neciamente  en  no  cesarme. 
A  la  casa  de  Mendoza, 
que  ha  de  pretender  vengarse, 
¿qué  haré?  l'ero  si  don  l'élix, 
caballero  de  las  partes, 
que  dicen  come  conmigo, 
¿cómo  puede  ser  que  trate, 
sin  Dios,  sin  ley,  sin  nobleza, 
una  bajeza  tan  grande? 
Mas,  por  Dios,  que  los  peligros 
de  las  confianzas  nacen; 
nunca  el  discreto  se  fía, 
porque  es  necedad  fiarse. 
Oue  si  yo  le  tengo  aquí, 
es  imposible  guardarme; 
que  son  los  falsos  amigos 
como  las  enfermedades: 
que  estando  en  las  mesnias  venas, 
van  corrompiendo  la  sangre. 
Si  en  la  casa  deste  cuerpo 
un  ángel  traidor  nos  hace 
tanto  mal,  por  eso  tiene 
para  su  defensa  un  ángel. 
Mas,  ¿qué  temo,  si  me  avisan, 
vive  Dios,  (jue  he  de  guardarle 
del  enemigo  que  dicen? 
Pues  basta  <jue   el    Rey   lo   mande, 
y  a  mí  guardarme  también, 
por  <|ue  no  me  eidpe  nadie. 
Que  si  guardarle  es  nobleza, 
]nies  que  viene  a  qiu-  le  ampare 
Aragón  contra  Castilla 

(i)     \\\  nis.  dice:  «Confuso  csloy,  ¡vive  Dios!». 


ACTO    SEGUNDO 


■17 


en  nu  peligro  tan  grave, 
también  guardarme  es  prudencia, 
de  que  don  Félix  me  mate. 
Guardaréme  y  guardaréle, 
porque  en  im  sujeto,  iguale?, 
ainique  contrarios,  se  vean 
j mitos  guardar  y  guardarse. 


PERSONAS  DEL  SEGUNDO  ACTO 


Don  Félix. 

Chacón. 
El  Rey. 
El  .Almirante. 


Doña  Elvira. 
DoÑ.\  Hipólita. 
Inés. 
Tello . 


ACTO  SEGUNDO 


(Don  Félix  v  Chacón.) 

Fei,. 

¡Gran  dicha! 

Cha. 

Vaya  adelante, 

aunque  a  la  fortuna  pese. 

Fei.. 

¿Que  la  labradora  fuese 

hermana  del  Almirante? 

Cha. 

No  alabes  tu  buena  suerte, 

hasta  el  fin . 

Fel. 

Para  querer. 

¿qué  más  bien  que  hablar  y  ver? 

Cha. 

Temo  que  quieren  quererte. 

Fel. 

Pues  eso  pretendo  yo. 

Cha. 

¿Y  para  qué  será  bueno? 

Amor  apruebo,  y  condeno 

el  ser  amado. 

Fel. 

Yo,  no; 

c[ue  amor  quiere  amor. 

Cha. 

Aquí 

dos  agravios  considero: 
del  Almirante  el  primero, 
que  es  ingratitud  en  ti; 

y  otro  del  Rey,  por  ventura, 
que  la  debe  de  querer. 
Fel.  Algo  me  ha  dado  a  entender, 

y  en  la  corte  se  murmura 

no  sé  qué  de  casamiento; 
pero  no  será  verdad. 
Cha.  ¡Oh,  cuánto  la  voluntad 

engaña  al  entendimiento! 

Piénsalo  con  más  espacio. 
Fel.  Que  no  se  casa  imagina, 

porque  el  vulgo  desatina 
en  las  cosas  de  palacio. 

Habla  en  los  Reyes  a  tiento; 


Cha. 


Fel. 
Cha. 


Inés. 


Fel. 


provee,  despide,  casa  (i) 

y,  en  cosas  que  aun  no  les  pasa. 

Chacón,  por  el  pensamiento. 

l'Mnalmente,  yo  no  puedo 
dejar  de  amar  su  belleza; 
porque  no  hay  mayor  bajeza 
que  tener  miedo  del  miedo. 

Si  doña  Elvira  me  mira, 
y  no  es  deHto  mirar, 
¿cómo  puedo  yo  dejar 
de  mirar  a  doña  Elvira? 

Los  amantes  comenzáis 
por  una  cinta,  un  favor; 
luego  le  queréis  mayor, 
y  una  mano  deseáis. 

Pues  en  tomándola  es  llano, 
y  de  experiencia  lo  .sé, 
que  os  vais  de  la  mano  al  pie, 
como  otros  del  pie  a  la  mano. 

Tú  verás  en  lo  que  paras. 
Yo  me  sabré  defender. 
Inés  viene. 


(Tnés  entra.) 

Inés. 

Vengo  a  ver 

si  por  acá  se  declara 

esto  que  se  llama  el  día. 

¿Levantado  estás?  (2) 

Fkl. 

No  son 

los  cuidados  de  Aragón 

los  que  en  Castilla  tenía. 

Inés. 

Con  amor,  duérmese  poco, 

cuando  es  verdad. 

Fel. 

Pasa  el  mío 

desde  amor  a  desvarío; 

y  nunca,  Inés,  duerme  un  loco. 

¿Duerme  tu  señora? 

Inés. 

Está 

tocándose. 

Fel. 

I/Uego  no 

habré  madrugado  yo, 

si  el  sol  ha  salido  ya. 

Yo  te  prometo  que  ahora 
el  nombre  del  sol  merece, 
porque  más  bella  amanece 
que  cuando  los  cielos  dora, 

y  esparce  el  cabello  al  día, 
porque  se  quiere  rizar. 
Debe  de  querer  mirar 
el  mundo  por  celosía. 


(i)     Hartzcnbusch  enmendó  etapa» 
(j)     V.w   el    original    «estás,    señor»    que    alarga    el 
verso. 


2l8 


GUAKDAR   V  GUARDARSE 


IXÉS. 

Fel. 

IXÉS. 

Fel. 
Inés. 


Fel. 

IxÉs. 

Fel. 

ClL\. 


Inés. 
Cha. 
Inés. 
Cha. 


Inés. 


Cha, 


Salen  los  ojos  por  él, 
como  un  sol  recién  nacido. 
Si  como  red  le  han  tendido, 
caerán  mil  almas  en  él. 

¿  Para  qué.  le  dije  a)b', 
pides  al  cristal  consejo? 
Quítale,  Inés,  el  espejo, 
no  se  enamore  de  sí. 

¡Oh!  ¿quién  la  pudiera  ver? 
Entra  quedito,  y  verás 
que  no  hay  más  que  ver,  ni  más 
que  querer  ni  encarecer. 

Verás  cómo  el  cielo  Apeles, 
a  sí  mismo  al  natural, 
se  retrata  en  el  cristal 
con  sus  divinos  pinceles, 

Entra,  que,  pues  yo  lo  digo, 
no  le  pesa  que  le  veas. 
¡Ay,  Inés!  ¿Mi  bien  deseas? 
Entra. 

\'aya  amor  conmigo. 
(Vasc.) 

En  efecto,  Inés,  ¿está 
tocándose  tu  señora 
y  es  sol  que  los  cielos  dora? 
¿Pues  no? 

Xo. 

¿Comienzas  ya? 

Paréceme  que  la  veo 
con  cuarenta  redomillas, 
cofrecillos  y  cajillas, 
ir  por  extraño  rodeo 

en  busca  de  la  hermosura. 
Hennosura  natural 
no  busca  la  artificial, 
ni  lo  que  tiene  procura. 

La  hermo.sura  verda  lera 
hecha  amanece  en  la  cama  (i), 
que  la  más  hermosa  dama, 
sin  cuidado  no  lo  fuera. 

J'U  adorno  y  policía 
a  la  nmjer  se  le  dio; 
pero  un  gato  se  quejó 
a  Júpiter,  cierto  día, 

que  k-  enviaron  lo.s  fk-más 
por  embajador  gatuno, 
de  que  no  estaba  ninguno 
.seguro  dellas  jamás, 

j)orque  el  unto  le  sacaban, 
y  mandólas  parecer: 


A  quien  dijo  una  mujer 

que  ratones  paseaban 

sus  caras,  cuando  dormían, 

y  que  en  llegando  a  su  olfato, 

cara  con  unto  de  gato, 

con  temor  del  mito  huían. 
iNÉ.s.  Y  vosotros,    ¿qué  os  ponéis? 

¡Si  yo  hablara! 
Cha.  Con  paciencia. 

(Entren  el  Almirante  y  Don  Fkli.k.) 

Alm.  ¿Quién  os  ha  dado  licencia 

que  en  aquesta  cuadra  entréis? 
Fel.  Señor... 

Alm.  Xo  hay  de  qué  turbaros. 

Fel.  Yo  no  me  puedo  turbar, 

si  no  es  de  daros  pesar 

y  pesanne  de  enojaros. 
Alm.  ¿Qué  entrabados  a  buscar 

donde  mi  hermana  se  toca? 
Fel.  a  mí  el  saber  no  me  toca 

dónde  se  suele  tocar; 

quíseos  dar  los  bvienos  días, 

y  vuestro  aposento  erré. 
Alm.  Cierta  mi  sospecha  fué, 

necias  andan  mis  porfías. 
Durmiendo  qviiso  acabanne; 

pero  no  puedo  creer 

que  se  atreviese  a  emprender 

a  tales  horas  matarme. 
¿Adonde  está  mi  valor? 

Mas,  vive  Dios  que  es  porfía 

muy  de  aragonés  la  mía, 

pues  le  temo  y  tengo  amor. 
Cuando  le  miro  a  la  cara, 

ni  se  muda  ni  se  altera; 

pues  si  a  matar  me  viniera, 

el  corazón  me  avisara. 
Fel.  ¡Q"e  allí  me  viniese  a  hallar! 

¿Pero  qué  razón,  qué  le)'  (i) 
de  amistad  puede  culparme? 

Mas  en  celos  no  hay  razón . 
Ai.M.  Que  éste  viniese  a  Aragón 

con  ánimo  de  matarme; 
quiero  lialjiarle,  pero  no, 

que  el  Rey  me  podrá  culpar  (2) 
de  teniero.so  y  cobarde; 

pues  no  lo  tengo  de  ser: 

¿Xo  vais,  don  Ih'Iíx,  a  ver 

al  Rey? 


(I)     Faltan  istt-  verso  y  el   anterior  in  ti   ¡inprc-so 
y  en   HartzenhuHih.  Conulan  en  el  nianuscrilf). 


(i)     Kaltnn  dos  versos  a  esta  redondilla, 
(j)     I'altnn  a(iní  otros  dos  vcr.'<os. 


ACTO    SEGUNDO 


219 


(Inés  salg'.i.) 

¿Hay  algo,  Inés? 

Inés. 

Señor,  sí. 

AI.M. 

Esto  ha  de  ser  mi  remedio. 

Inés. 

Bsta  pistola  tem'a 

Ar,M. 
Inés. 


Al,M. 

Inés. 
Ar,M. 


Inés. 


FEL.  sí,  señor. 

Alm.  Va  es  tarde, 

si  le  habéis  de  hablar. 
Fei,.  Vo  voy 

con  pesar  de  haberos  dado, 
con  mi  ignorancia,  cuidado. 
Alm.  De  vos  satisfeclio  estoy; 

y  perdonadme,  si  acaso 
juzgué  por  atrevimiento 
entar  en  ese  aposento. 
Fei,.  Como  es  para  el  vuestro  paso, 

pude,  como  os  dije,  errar. 
Cha.  ¿Qué  es  esto, -señor? 

Fei,.  Xo  sé, 

si  no  son  celos. 
Cha.  ¿De  qué? 

Fei..  Mucho  tenemos  que  hablar. 

(Vanse.) 
Alm.  Oye,  Inés. 

Inés.  Yo  no  sabía 

dónde  don  Félix  entraba. 
Alm.  ¿Nadie  con  Elvira  estaba, 

que  detenerle  podía  ? 
Inés.  Yo,  a  lo  menos,  no  le  vi  (i). 

Alm.  Dime:  ¿quién  tiene  cuidado 

de  aderezar  su  aposento? 
Inés.  Yo,  señor. 

Ai.M.  ¡Qué  pensamiento 

tan  confuso  y  desvelado! 

Entra  en  él  y  traeme  aquí 
las  armas  que  tiene  en  él. 
Inés.  Yo  voy. 

(Vase) 
Ai<M.  Sospecha  cruel, 

¿qué  es  lo  que  quieres  de  mí? 

¿Por  qué  a  don  Félix  no  digo 
que  esta  carta  me  escribieron? 
Pero  por  ventura  fueron 
traiciones  de  su  enemigo, 
para  que  yo  le  matase; 
pues  en  su  modestia  creo, 
que  no  cupiera  deseo 
que  a  tal  maldad  le  inclinase. 

Ahora  bien,  no  hay  otro  medio 
como  no  tenerle  aquí. 


don  Félix  junto  a  su  cama, 
que  debe  de  ser  la  dama 
con  que  su  temor  dormía. 

Muestra;   ¿y  Chacón,  su  criado, 
qué  armas  tenía? 

Esta  bota, 
que  debe  de  ser  la  cota 
con  que  va  de  noche  armado. 

Esa  no  es  arma  ofensiva. 
¡Qué  bravo  debe  de  ser, 
si  hay  valientes  de  beber! 
¿Pues  qué  pistola  derriba, 

con  toda  el  alma  de  plomo, 
lo  que  el  vino?  Vete,  Inés, 
y  volverásla  después. 
Notables  sospechas  tomo. 
(Vase.) 


Ar<MIRANTE. 

Arma  nacida  en  el  infierno  horrible; 
imitación  del  rayo,  envidia  al  trueno; 
del  acero  más  rígido,  barreno; 
hvimo  sutil,  cometa  imperceptible. 

De  los  cobardes,  invención  posible; 
breve  reloj  de  desconciertos  lleno; 
fácil  rigor,  afrenta  del  veneno; 
colérica  venganza,  horror  terrible. 

Dime,  ingenio  mortal,  ¿dime  quimeras? 
¿Eres  tú,  acaso,  quien  mi  muerte  trata? 
¿Eres  el  premio  que  mi  amor  espera? 

¡Oh,  breve  infierno,  que  el  mayor  retrata, 
con  que  matan  un  hombre  como  fiera, 
siendo  más  fiera  quien  contigo  mata! 


(i)     Aquí  son  tres  los  versos  que  faltan. 


ElvVI. 
Al,M. 

El,VI. 
AI.M. 

EI.VI. 


(Sale  Doña  Flvira.; 

¿Qué  es  esto,  señor?  ¿Adonde 
con  armas  de  fuego,  airado? 
De  que  os  habéis  engañado, 
mi  condición  os  responde. 

Siempre  solicito  amigos; 
ésta  don  Félix  tenía 
junto  a  su  cama. 

Sería 
temor  de. sus  enemigos, 

que  se  guarda  en  Aragón 
como  si  en  Castilla  fuera. 
No  me  espanto  si  le  altera 
temor  de  algima  traición. 

Yo  la  pondré  en  su  lugar; 
si  bien  lo  que  yo  defiendo, 
que  estará  seguro  entiendo. 
Nunca  se  ha  de  asegurar 

el  que  enemigos  tuviere. 


220 


(.lARPAR   V   (^.UARDARSE 


Alm.  Bien  decís,  que  el  confiado 

a  las  manos  del  cuidado 
de  sns  enemigos  mncrc. 

I!  I  AIRA. 

;  Quién  pensara  que  amor  se  me  atrevier; 
sin  que  yo  le  venciera  y  despreciara? 
Mas  si  no  fuera  yo,  ¿quién  no  pensara 
que  amor  tan  fácilmente  me  venciera? 

De  amor  me  resistí  la  vez  primera, 
que  qu'so  acorné tenne  cara  a  cara; 
mas  cuando  vino  con  traición  tan  clara, 
¿qué  importaba  que  yo  me  resistiera? 

A  la  causa  fatal  de  mis  enojos 
miré,  y  oí  requiebros  atrevidos, 
y  rendí  los  sentidos  por  despojos 

¿Mas  qué  culpa  tuvieron  mis  sentidos, 
si  amor  fingió  que  entraba  por  los  ojos 
y  después  me  mató  por  los  oídos?  (i) 

(Siile  Doña  Hipólita.) 


HiP. 

Casi  a  darte  el  parabién 

de  lo  que  dicen,  Elvira, 

y  de  que  nadie  se  admira. 

vengo  a  dártele  también. 

En  fin,  ¿te  casas? 

ELvr. 

¿Con  quién? 

IIii'. 

¿Xo  lo  sabes? 

Ki.vi. 

¿Cómo  puedo, 

cuando  entre  paredes,  quedo? 

Pero  ya  pienso,  y  es  justo. 

que  no  es  cosa  con  mi  gusto. 

nip. 

¿Por  qué? 

i:i.vi. 

Porque  tengo  miedo. 

Hl!'. 

Que  muy  de  tu  gusto  sea, 

es,  Eílvira,  justa  ley. 

l-i.vi. 

Si  vas  a  (kcir  el  Rey, 

¿quién  quieres  tú  que  lo  crea? 

Hil'. 

VA  dicen  que  lo  desea; 

y  si  viene  a  ser  ansí. 

•    dame  el  parabién  a  mí, 

de  que  me  caso  también. 

IJ.VI. 

¿Tú,  Ilipíilita? 

Hii- 

Sí. 

l-.i.vi. 

¿Con  quién? 

IIii- 

Con  quien  te  miraba  a  ti. 

l.I.VI 

¿Pues  a  nn'  quién,  cuando  estab; 

tan  lejos  de  amarle  yo? 

Hii-, 

Quien  tantos  celos  me  dio, 

,;c-uánta,s  veces  te  miraba.-' 

I-alla  este  fmvU)  en  il  iiis. 


El,VI. 


Hir. 

Eui. 
Hip. 


Ei,vi. 
HiP. 

El  VI. 


Como  el  Rey  se  sospechaba 
que  algún  amor  me  tenía, 
ningi'm  hombre  se  atrevía 
a  mirarme  en  Zaragoza. 
¿Ya  se  te  olvida  el  Mendoza, 
que  de  Castilla  venía? 

¿Qué  dices? 

Que  si  has  de  ser 
Reina,  lílvira,  en  Aragón, 
ayudes  mi  pretensión, 
pues  no  le  puedes  querer; 
hoy  has  de  favorecer 
a  don  Félix,  con  pensar 
qué  título  le  has  de  dar, 
pues  sabes  que  en  él  es  justo. — 
Cómo  lo  escuchas  sin  gusto? 
Por  responder  sin  hablar. 

¿Luego  no  te  agrada  a  ti 
mi  casamiento? 

Si  hablé 
con  los  ojos,  bien  se  ve 
que  callando  respondí: 
ni  le  amé  ni  aborrecí  (i). 

Xo  le  quise  yo  querer 
hasta  que  tú  le  quisieras, 
porque  el  ejemplo  me  dieras 
que  agora  pienso  tener. 
Culpada  vienes  a  ser 
en  decirme  con  tal  brío 
las  prendas  que  de  ti  fío; 
que  poner  tu  amor  en  él 
ha  sido  reglar  papel 
para  que  escribiese  el  mío. 

Eso  de  que  el  Rey  se  casa 
es  una  opinión  vulgar 
con  que  me  quiere  engañar 
el  ciego  amor  que  te  abrasa; 
tu  intento,  Hipólita,  pasa 
de  las  burlas  a  las  veras; 
que  cuando  tú  merecieras 
tanto  como  yo  por  ti, 
basta  que  él  me  quiera  a  mí 
para  que  ti'i  no  le  quisieras. 
fl'tiyasc.) 


HlP(')l,nA. 

Si  hablé.  ])ara  mi  mal,  inadvertida, 
de  tu  esperanza,  amor,  precipitada, 
yo  quedo  justaincnli-  castigad.!, 
y  más  que  castigada  arrepentida. 


(i)     Falla    los    últinuts    cinco    versos    de    esta    cié- 
cima. 


ACTO    SEGUNDO 


221 


Cantaba  el  pajarillo  en  la  florida 
.si'lva,  ocasión  que  la  ballesta  armada, 
por  la  garganta  en  dulce  voz  bañada, 
faese  cuchillo  de  su  corta  vida. 

Así,  de  mi  engañada  confianza 
lo  fué  quien  castigó  mi  atrevimiento. 
Premio  que  siempre  por  hablar  se  alcanza. 

Pero  con  una  cosa  me  contento: 
Oue  aunque  puede  quitarme  la  espe^ranza, 
no  me  puede  quitar  el  pensamiento.  (Vase.) 

(E)urcn  d  Rey  y  Don  Félix.) 

Rey.  En  fin,  os  halláis  nuiy  bien 

en  casa  del  Almirante. 

I-'EL.  No  me  atrevo  a  encarecer 

las  mercedes  que  me  hace. 

Rey.  ¿Cómo  os  trata  doña  Elvira? 

FEL.  ¿Cómo  quiere  que  me  trate, 

■^Tiestra  Alteza,  siendo  yo 
huésped  por  vos  y  ella  lui  ángel? 

Rey.  ¿Habéis  (i)  hablado  despacio ? ; 

que  tiene  ingenio  notable, 
adonde  corren  parejas 
entendimiento  y  donaire. 

Fe  I,.  Sí,  señor,  yo  os  certifico  ' 

que  tratamos  una  tarde 
de  las  cosas  de  Castilla, 
y  que  todo  fué  admirarme 
de  tan  divinos  discursos 

Rey.  De  dama  de  tantas  partes, 

Mendoza,  eu  un  rey  mancebo 
¿será  culpa  enamorarse? 

Fei<.  El  no  lo  estar  sera  culpa; 

que  no  son  las  calidades 
las  que  engendran  al  amor, 
sino  los  méritos  grandes. 

Rey.  Pues  sabed  que  yo  lo  estoy, 

y  quiero  de  vos  fiarme, 
pues  vos  fiasteis  de  mí 
la  vida  en  peligros  tales. 

Fet,.  Besóos  los  pies;  mas,  señor, 

podrá  su  hermano  culparme 
de  ingrato  a  que  él  me  defienda, 
si  yo  le  ofendo  en  que  os  hable  (2) 
Rey.  Yo,  don  Félix,  no  pretendo 

más  de  que  mi  amor  descanse. 
Elvira  no  ha  de  ser  mía; 
poco  tardaré  en  casarme 


(r)      Hartzenbusch  enmendó  (.¿Haberla» 
(-')      Estos  dos   ver.sos  enmendó    Ilartz.  así: 

de  ingrato,  si  él  me  defiende, 
y  yo  le   ofendo  en  que   03  hable. 


en  Portugal,  como  pienso. 
Hoy  le  diréis  de  mi  parte 
que  quiero  hablarla  esta  noche, 
y  podréis  acompañarme 
hasta  una  reja  en  que  esté; 
que  amor  que  desde  la  calle 
solicita  entretenerse, 
no  fuerza  las  volmitades. 
Id  a  hablarla,  y  no  traigáis 
la  respuesta;  no  reparen 
en  que  me  habláis  tantas  veces; 
que  en  esto  de  novedades 
es  bachillera  la  envidia; 
y  porque  no  entienda  nadie 
el  pensamiento  que  tengo, 
y  así  podréis  avisarme 
con  dos  renglones  que  traiga, 
en  forma  de  memoriales, 
vuestro  criado  Chacón, 
que  rae  parece  bastante 
para  cualquiera  secreto. 
Fei<.  Voy  a  hablarla  (y  a  matarme; 

que  no  hay  dicha  sin  desdicha; 
porque  vienen  mil  pesares 
siguiendo  un  corto  placer, 
como  sulen  tempestades 
cuando  más  abrasa  el  sol.) 

(Vase.) 

(Entre  el  Almirante.) 

Aem.  Va  puedo  llegar  a  hablarle. 

Rey.  ¿Almirante? 

Alm.  Gran  señor. 

Rey.  De  aquí  vuestro  huésped  sale; 

holguéme  de  hablar  con  él; 
hombre  es  discreto  y  que  sabe 
lo  que  a  tm  hombre  de  la  corte, 
siendo  noble,  es  importante; 
bien  habla  en  cualquier  materia. 
Almirante,  regaladle, 
que  lo  merece  don  Félix. 

Ar.M.  Antes,  señor,  perdonadme 

si  en  esto  os  ofendo;  vengo 
a  pediros  que  no  pase 
más  adelante  en  mi  casa 
el  cuidado  de  guardarle, 
que  tengo  muchos  negocios 
a  qué  acudir,  importantes; 
y  en  la  corte,  por  serviros, 
habrá  muchos  que  le  guarden 
con  más  cuidado  que  yo. 
Fuera  desto,  disculpadme; 
puede  ser  mozo  don  l-'élix. 


GUARDAR  Y  GUARDARSE 


Rey 
Alm. 
Rey 


Ai,M. 


Kí;v 


de  extremado  ingenio  y  talle, 
y  no  puedo  yo  guardar, 
si  por  dicha  le  mirasen 
los  ojos  de  doña  Elvira; 
que  suele  el  verse  y  tratarse 
hacer  que  lo  más  difícil 
parezca  a  las  manos  fácil. 
Basta  que  le  guarde  a  él 
que  castellanos  le  maten, 
sin  guardar  almas  ajenas; 
porque  suelen  por  el  aire 
pasar  de  un  peclio  a  otro  pecho, 
y  a  solas  comunicarse. 
Nunca  me  servís  con  gusto. 
¿Esto  os  ofende? 

¿Xo  es  darme 
pesadumbre  que  yo  os  fíe 
un  hombre  que  ha  de  guardarse 
no  más  que  de  algiin  traidor, 
y  que  para  no  guardalle 
culpéis  de  fácil  a  Elvira, 
que  es  notable  disparate 
sabiendo  vos  su  valor, 
como  quien  tiene  su  sangre, 
y  os  discixlpéis  jtmtamente 
con  que  acudís  a  tan  graves 
negocios?  ¿Qué  presidencia 
os  tiene  mañana  y  tarde 
ocupado  en  su  consejo 
y  en  despachar  negociantes? 
¡Bien  guardárades,  don  Juan, 
un  fuerte,  como  el  Alcaide 
que  dio  la  daga  en  Tarifa 
a  las  moriscas  falanges  (i), 
si  os  excusáis  de  guardar 
im  hombre  que  puede  un  paje 
defenderle  en  Zaragoza; 
no  guardas  ni  capití^nes; 
un  hombre  que  por  sí  mismo 
menee  (|ue  todos  le  amen! 
¿Sufrirán  aragoneses 
cjue  castellanos  le  agravien? 
(Guardadle,  no  os  disculpéis. 
Señor,  ¿si  yo  os  ei: señase 
una  carta  que  me  escriln  n 
en  que  «licen  que  a  matarnu- 
viene  de  Castilla  este  hombre? 
Con  industrias  semejantes 
intentan  U»s  enemigos 


'1)  IIar<^.  cnmtiid'i  «alfanjes»;  así  rlitc  tatiihi^ii 
ti  m».;  pcio  el  scnllílo  parece  rcchaznr  la  idea  de 
//.;/  itiui  d'ifa  II  i<»i.,>  <illan/ei,  «inc  Inmliión  s<i:i    armas. 


de  los  ausentes  vengarse. 
Leed  vos  ésta  del  Rey 
de  Castilla,  y  esto  baste 
para  que  viváis  seguro; 
y,  por  mi  vida,  guardadle, 
que  lo  merece  el  Mendoza, 
y  basta  que  yo  le  ampare. 
Ai,M.  Perdóneme  \iiestra  Alteza. 

•  (Vase  el  Rev.) 

¿Hay  confusión  semejante? 

I, a  carta  quiero  leer, 

que  puede  ser  que  me  engañen. 

«Habiendo  entendido  que  vuestra 
Alteza  tiene  en  su  protección  a  don 
Félix  de  INIendoza,  estoy  tan  agra- 
decido como  pudiera  del  Príncipe, 
mi  hijo,  en  cuyo  lugar  le  tengo;  que 
aunque  están  presos  sus  mayores 
enemigos,  no  son  todos,  y  le  deseo 
vida,  porque  en  mi  servicio  la  perdió 
su  padre. i> 

¿Para  qué  paso  de  aquí? 
•Este  crédito  es  bastante 
para  contra  todo  el  numdo. 
¡Vive  Dios,  que  son  maldades 
que  intentan  sus  enemigos, 
por  que  en  Aragón  le  maten! 
Pues  no  ha  de  ser  desa  suerte, 
que  tengo  de  acompañarle, 
y  perder  por  él  mil  vidas, 
hasta  que  se  hagan  las  paces. 
Que  con  esto,  a  los  Mendozas, 
que  de  mí  pueden  quejarse, 
desagravio,  pue.s  defiendo 
al  mejor  de  su  linaje. 

(  í'íí.s-c.,l 

(Salen  Doña  Klvir.^  y  Don  ]'i:i.i.x./ 

IviA'i.  ¿liso  os  dijo  el  Rey? 

Wx.  No  sé 

cómo  le  escuché  con  vitla; 
mas  la  esperanza  lícrdida 
en  mi  propia  nuierte  hallé. 
Que  quereros  bien  no  fué 
delito,  pues  se  debía 
a  vuestra  hermosura,  el  ilía 
que  su  Alteza  pudo  veros. 
Que  amaros  sin  ofenderos 
es  virtud  y  cortesía. 

Solamente  os  (|uiere  liablar. 
¿Qué  seguridad  mayor, 
de  íjue  es  honesto  su  amor. 


ACTO    SEGUNDO 


223 


lÍLVI. 

Fel. 


El,  VI. 
Fel. 


Elvi. 


que  ser  público  el  lugar? 
Kn.  la  reja  habéis  de  estar. 
¿Cómo?;  que  es  trance  cruel. 
Porque  yo  vendré  con  él, 
y  sois  tan  discreta  vos, 
que  antes  que  llegue,  los  dos 
podremos  hablar  sin  él. 

¿Cómo  puede  ser  hablarme? 
Cuando  llegue  a  preveniros, 
y  después  con  los  suspiros 
que  me  ha  de  costar  dejarme  (i); 
que  amique  quise  disculparme 
con  la  lealtad  que  debía 
a  quien  aquí  me  tenía, 
dijo  que  su  honesto  amor 
aseguraba  el  temor 
V  la  sospecha  vencía. 

Xo,  Félix,  no  me  queréis; 
que  quien  amor  me  tuviera, 
o  se  excusara  o  muriera, 
para  no  hacer  lo  que  hacéis; 
mas  ya  sé  que  pretendéis 
que  no  os  qviiera,  con  dejar 
que  me  pueda  ver  y  hablar 
un  hombre  tan  poderoso, 
que  es  imposible  y  forzoso 
.  lo  que  vos  podéis  pensar. 

Por  lo  menos,  fué  muy  cierto 
que  no  os  dio  celos  el  Rey, 
siendo  la  primera  ley 
de  amor,  aunque  esté  encubierto, 
si  os  asegura  el  concierto; 
por  ser  yo  quien  ha  de  ser 
la  que  le  ha  de  hablar  y  ver, 
gran  crédito  os  debo  yo; 
¿mas  cómo  se  os  olvidó, 
don  Félix,  que  soy  mujer? 

Amor  amistad  se  nombra, 
si  no  hay  celos;  que,  en  rigor, 
hxego  que  camina  amor 
le  van  pisando  la  sombra. 
Pero  si  un  Rey  os  asombra, 
a  mí  no;  mas  venga  a  hablarme, 
que  quiero,  con  arrojarme 
a  semejantes  desvelos, 
enseñar  a  tener  celos 
a  quien  no  sabe  guardarme. 

(Vasr,  y  entra  Ch.vcón.) 


Fet.. 

Señora,  señora. 

Cha. 

¿A  quién 

llamas? 

Fei.. 

¡Qué  buena  visión! 

Cha. 

¿Ya  no  te  agrada  Chacón? 

Fel. 

No  sé. 

Cha. 

Ni  tú  a  mí  también. 

Fel. 

Dame  tinta  y  pluma. 

Cha. 

Aquí 

la  pluma  y  papel  está; 

mas,  ¿qué  tienes? 

Fel. 

Salte  allá, 

que  escribo  al  Rey. 

Cha. 

¿Al  Rey? 

Fel. 

Sí; 

(i)     Xo  parece  bien  aquí  el  c dejarme».  Quizás  esta- 
ría mejor  «dejaros»  y  sustituir    el  «hablarme»  del  pvi 
mer  verso  y  el  «disculparme»  del  que  sigue  con  «ha- 
blaros» y  «disculparos». 


y  no  te  vayas,  que  qtiiero 
que  le  lleves  el  papel. 
Cha.  Aquí  estaré,  si  por  él 

algiina  ventura  espero. 

(Vasf.) 

FeL-  Quiero  escribirle  que  ya 

Elvira  licencia  dio; 
que  de  quien  es,  bien  sé  yo 
que  de  diamante  será. 
(Comience  a  escribir.) 

Pongo  en  el  prmier  renglón 
la  resistencia;  esto  a  efeto 
de  que  el  Rey,  pues  es  discreto, 
conozca  la  obligación. 

Afuera  siento  ruido; 
impórtame  ver  lo  que  es. 

(Viiyase,   y   entre   por  la   otra   puerta   el   Almirante.) 

Alm.  Sosegado  estoy,  después 

que  aquella  carta  he  leído. 
Un  caballo  quiero  dar 
a  don  Félix,  de  contento 
deste  desengaño,  atento 
a  que  si  se  ha  de  guardar 

sea  en  quien  lo  pueda  hacer. 
Aquí  pienso  qtie  escribía. 
Cartas  a  Castilla  envía; 
buena  ocasión  de  saber 

sus  pensamientos;  aquí 
sólo  tiene  dos  renglones, 
qvie  dirán  pocas  razones. 

(Lea.) 
Nada  más  dicen  ansí: 

«Yo  hice  mis  diligencias, 
pero  anda  con  gran  ctxidado 
el  Almirante.»  ¿Ha  llegado 
hombre  a  tantas  diferencias 


224 


GUARDAR  Y  GUARDARSE 


Cha. 
I-iii.. 

Cha. 

Fei. 


Cha. 
Fki. 


Cha. 
Fei.. 


Cha. 


de  confusión  como  yo? 
Diligencias,  claro  está 
que  me  hubiera  r.iuerto  ya, 
pues  dice  que  me  guardó 

m.i  cuidado.  Escribir  quiero, 
atites  que  venga,  un  renglón. 

íFscriba.) 
¿Pues  ya  qué  satisfacción 
para  lo  que  he  visto  espero? 

Bien  está  ansí,  yo  me  voy. 

(Entran  Don  Félix  y  Chacón.) 
¿Pues  deso  te  espantas  tanto? 
De  cualquier  sombra  me  espanto, 
en  el  peligro  que  estoy. 

Eran  unas  cuchilladas 
de  unos  lacayos. 

Xo  puedo 
resistirme,  ni  estar  quedo, 
Chacón,  en  oyendo  espadas. 

Vuelvo  a  acabar  el  papel; 
pero,  vive  Dios,  Chacón, 
que  no  sé  quién  un  renglón, 
o  estoy  loco,  ha  puesto  en  él. 

¿Quién   ha  escrito  aquí?    ¿Qué  es 
En  lo  que  escribes,  sería  [esto? 

doña  Elvira. 

Xo  podía 
entrar  y  salir  tan  presto. 

Aquí  dice  en  im  renglón 
y  otro  medio  mal  juntados: 

<'Los  caballeros  honrados 

no  hacen  al  huésped  traición. .* 

¡Oxte,  morena! 

Sin  duda 
que  ha  conocido  mi  amor 
el  Almirante. 

¡Qué  error! 
,  Quién  de  una  carta  se  muda 

hasta  que  esté  bien  cerrada? 
Sabes  que  dijo  un  discreto, 
que  he  pen.sado,  te  prometo, 
que  fué  co.sa  bien  ])en.satla, 

y  que  es  justo  (jue  la  adviertas 
]X)T  lo  que  vienes  a  ver: 
que  no  se  habían  de  hacer 
las  llaves  para  las  puertas. 

Que  eran  mejores,  derííi, 
y  los  candados  tamijién, 
I>ara  cerrrar  cartas  bien, 
en  que  tal  peligro  había. 


¿Qué  males,  muertes  y  engaños 
por  cartas  no  han  sucedido? 
¡Ah,  descuido  permitido, 
que  yendo  a  reinos  extraños, 

vuelvas  veneno  en  papel 
a  matar  a  quien  te  envía! 
I'i';r<.  ¡Mal  haya  el  hombre  que  fía, 

Chacón,  en  ellas  y  en  él, 

y  bien  haya  el  que  inventó 
la  cifra,  y  que  nadie  tema 
que  no  es  diamante  una  nema 
que  dos  papeles  juntó! 

¡Cuántas  honras  (i)  desconciertan 
papeles;  cuántos  maridos, 
que  estaban.  Chacón,  dormidos, 
a  su  ruido  despiertan! 

Crea  el  que  más  se  entretiene, 
si  algún  temor  le  acobarda, 
que  cuantos  papeles  guarda 
tantos  enemigos  tiene. 

Vamos,  que  yo  te  diré 
lo  que  al  Rey  has  de  decir, 
que  ya  tiemblo  de  escribir. 
Cha.  Bien  liarás,  porque  no  sé 

que  haya  peligro  mayor. 
Fei..  Cuidado  será  importante, 

pues  me  avisa  el  Almirante 
que  no  trate  mal  su  honor. 

/']-in-;c  ) 
(Entren  Doña  Ivuvíra  y  d  .\lmiraxte. 
Al<M.  Vengo,  con  justa  razón, 

disgustado  y  enojado. 
EiA'i.  '         ¿Es  posible  que  te  ha  dado 

el  castellano  ocasión? 
Ai,M.  Hablo  al  Rey,  por  no  tener 

este  cuidado  en  mi  casa, 

que  ya  de  cuidado  pasa 

y  peligro  ])uede  ser 
de  la  vida  }•  del  honor, 

y  en  que  le  guarde  porfía. 
Ivi.vr.  ¿Del  honor,  vueseñoría 

dice  que  tiene  temor? 
.\í,M.  liQ'H'  ha  de  hacer  im  hombre  aquí; 

él  galán,  tú  por  ca.sar? 
IviA'i.  Tu  grandeza  respetar, 

y  el  valor  que  vive  en  nn', 
y  estar  nmy  agradecid(} 

a  lo  c|uehas  hecho  por  él. 
Ai,.M.  Ando,  vive  Dios,  con  él, 

cuidadoso  V  divertido. 


(i)      I'.ii  el  nni:iii:il  i ii!|.io''.(),  -liorai».  I!ii  t-l    iifí.  est.i 


l>irll. 


ACTO    SEGUNDO 


225 


No  será  delito,  Elvira, 
decir  que  cuando  le  hallé 
en  tu  cuadra,  imaginé 
que,  por  ventura,  te  mira; 
que  en  esto  no  eres  culpada. 
Kr,vi.  Por  lo  menos,  yo  no  fui 

causa  de  que  entrase  allí, 
mal  vestida  y  peor  tocada; 

que  las  mujeres,  don  Juan, 
no  gustan  de  que  las  vean, 
aun  los  que  más  las  desean, 
cuando  por  tocarse  están. 
Que  no  sale  una  mujer 
primero  que  se  matice, 
si  el  espejo  no  le  dice 
que  puede  dejarse  ver. 
AivM.  Si  te  digo  la  verdad, 

entro  y  salgo  en  su  aposento, 
porque  traigo  pensamiento 
que  no  me  trata  lealtad. 

Y  como  con  tal  cuidado 
vino  hu}^endo  de  su  tierra, 
la  recámara  se  encierra 
del  señor  y  del  criado, 

en  la  maleta  no  más. 
Confieso  que  la  miré, 
y  que  una  joyas  hallé. 
El, VI.  ¿En  esas  locuras  das? 

Ai<M.  Unos  papeles  de  amores 

y  este  retrato. 
E1.VI.  Será 

de  la  dama  por  quien  ya 

se  queja  de  sus  rigores. 

Ai,iM.  Son  dos  que  se  están  mirando, 

y  el  uno  don  Félix  es. 
Elvi.  Sí  será. 

AlvM.  ¿Pues  no  lo  ves? 

De  ti  me  estoy  admirando. 
E1.V1.  ¿Por  qué? 

Ai,M.  Porque  no  le  pides; 

que  no  pareces  mujer, 
en  que  no  deseas  ver. 
Ei,vi.  Mal  mis  pensamientos  mides 

con  mi  valor. 
Al,M.  Antes  creo 

que  en  alguna  culpa  estás, 
pues  más  sospecha  me  das 
con  reportar  el  deseo. 
El, VI.  Pues  para  que  no  lo  estés, 

muestra  el  retrato. 
Ai,M.  Eso  sí. 

Elvi.  A  lo  que  es  virtud  en  mí 

no  es  bien  que  otro  nombre  des. 


Alm. 
Elvi. 


Alm. 
Ei,vi. 

Al.M. 


Elvi. 


Dicen  que  cierta  romana, 
que  un  monstruo  quisiera  ver, 
murió  de  no  se  poner 
una  tarde  a  la  ventana. 

No  es  monstruo  el  que  estoy  mi- 
y  si  lo  es,  es  de  hermosura,     [raudo, 
¡Qué  cabello!  ¡Qué  blancura! 
¡Qué  humilde  la  está  adorando! 

El  tal  don  Félix  parece 
que  le  dice  lo  que  amor, 
por  lisonja  o  por  favor, 
miente,  engaña  y  encarece. 

Bien  se  tocan  en  Castilla, 
mas  nunca  de  mía  manera. 
Vuélveme  el  retrato. 

Espera, 
que  el  aire  me  maravilla 

con  que  está  puesto  el  tocado, 
y  quisiérale  imitar, 
si  me  le  quieres  fiar, 
que  los  celos  en  que  has  dado 

no  te  han  de  hacer  descortés. 
Otras  penas  me  la  dan. 
¿De  quién? 

De  cierto  galán, 
que  yo  te  diré  después. 
(  Vase.) 

Como  no  puede  la  mai 
durar  mucho  en  la  bonanza, 
ni  dejar  de  hacer  (i)  mudanza 
desde  el  placer  al  pesar; 

como  no  faltan  desvelos 
al  cuidado  del  honor, 
así  no  puede  el  amor 
vivir  un  hora  sin  celos. 

No  me  enojara  el  retrato, 
sino  imas  letras  que  vi, 
de  un  hombre  que  para  mí 
no  procedió  con  buen  trato. 

Si  enamorado  venía, 
¿para  qué  me  dijo  amores, 
con  que  a  tan  necios  favores 
me  pudo  obligar  un  día? 

Basta,  que  la  dama  adora; 
pues  las  letras  que  hay  aquí 
lo  afirman,  diciendo  ansí: 

(Lea.) 
«Soy  de  Blanca,  mi  señora.» 

Pues  séalo  norabuena, 
que  no  digo  yo  que  no. 


(1)     Eu   el  ms.  «haber» 


2i6 


ÜUARDAR   V   tiUARDAKSi; 


HlP. 


Elvi. 

HiP. 
Elm. 


HiP. 

KlAI. 

IIii'. 


(Entre  DoSa  Hipólita.) 
Amor,  no  pensaba  yo 
que  era  locura  tu  pena. 

¡Qué  necia  que  me  atreví! 
Hipólita,  ¡qué  enojada 
que  debes  de  estar  conmigo! 
¿Parécete  que  es  sin  causa? 
Por  tu  vida,  que  fué  burla; 
que  ni  a  don  P^élix  amaba, 
ni  tuve  tal  pensamiento; 
porque  fuera  ser  ingrata 
,    a  los  méritos  del  Rey, 
que  aunque  burle  mi  esperanza, 
ya  es  vanidad  que  conmigo 
se  murmure  que  se  casa. 
Quiere  a  don  Félix,  prosigue, 
que  estarás  bien  empleada 
en  caballero  tan  noble, 
que  sólo  tiene  una  falta: 
que  en  im  retrato  que  trujo 
de  ima  dama  castellana, 
por  reliquias  del  camino 
y  los  peligros  que  pasa, 
dice  a  la  margen  del  suyo, 
que  con  ella  se  retrata: 
«Soy  de  Blanca,  mi  señora», 
y  es  muy  linda  doña  Blanca. 
Espera,  espera. 

Xo  puedo. 
(Vaic.) 
Ya  se  admiraban  mis  dichas 
que  de  mayores  desdichas 
no  me  sucediese  el  miedo; 
pero,  al  fin,  contenta  quedo 
de  que  ésta  le  haya  dejado; 
si  Blanca  celos  le  ha  dado, 
que  como  se  ve  querida, 
trata  mal,  fácil  olvida, 
y  es  necio  amor  confiado. 

Al  fin  me  asegura  ya 
(Je  que  le  puedo  querer; 
no  es  discreta  la  mujer 
que  tales  licencias  da 
cuando  enamorada  está; 
que  si  vuelve,  confiada, 
en  que  fué  de  un  hombrL-  amada, 
como  ellos  tan  p<x'o  esjjeran, 
puede  ser  (jue  no  la  (]uieran 
y  que  se  quede  burlada. 

lín  toílo  vengo  a  perder; 
f|ue  si  antes  celos  tenía 
de  una  mujer  que  quería, 
de  dí>s  los  vengo  a  tener; 


(Salai 

Rey. 

Fei.. 

Rey. 

Fei,. 

Rey. 
Cha. 
Rey. 

Cha. 


Fel. 
Cha. 


Hevi 
Fei.. 


F.i,v. 
Fei,. 

V.-í.v. 


pero  yo  sabré  poner 
en  estado  mi  afición, 
que  cuando  su  condición 
la  obligue  por  su  mudanza, 
a  volver  a  su  esperanza, 
tenga  yo  la  posesión. 
(]'axe.) 
en  habito  de  noehc  el  Ri:v,  Don  Félix  y  Chacón.) 
No  quiero  que  nadie  entienda, 
don  FYlix,  mi  pensamiento. 
Pues,  ¿cómo,  señor,  le  fías 
de  dos  hombres  forasteros? 
Por  esa  misma  razón, 
llega  a  la  reja. 

Yo  creo 
que  nos  estará  esperando. 
¿Chacón? 

Señor. 

Está  atento, 
y  apenas  te  avise  el  aire, 
cuando...  ya  entiendes. 

Ya    entiendo. 
Mal  conoce  vuestra  Alteza 
a  Chacón. 

¿Alteza,  necio? 
¡Ah,  sí!;  no  se  me  acordaba; 
pero  no  te  espantes  desto, 
qiie  llamar  a  un  rey  alteza 
solamente  es  privilegio 
de  damas  o  de  bufones. 
Concede  amor  el  primero, 
y  la  locura  ci  segmido, 
.supuesto  que  humor  profeso 
tan  hidalgo  como  tú. 

(Doña  Elvira,  en  una  reja  baja.) 
¿Sois  vos,  don  l'^élix? 

No  puedo 
pensar  cjue  soy  3'o,  señora, 
pues  que  vengo  a  .ser  tercero 
del  alma  niLsiiui  (juc  adoro. 
¿Eso  os  entristece? 

Tengo 
ocasión  para  matarme. 
No  os  tengo  yo  por  tan  necio; 
pero  decidme:  si  vos 
tuviéredes  este  ])Uesto, 
siendo  mujer  (c¡ue  ])udiera 
haceros  mujer  el  cielo), 
y  os  sirviera  un  castellano, 
un  extríxño,  mi  caballero, 
un  Mendoza,  un  hombre  al  fin 
de  buena  traza  y  discreto, 


ACTO    SEGUNDO 


217 


Vvx. 


EI.V 


Fei,. 
Ei.v. 
Fel. 
Elv. 
Fei.. 


Rey 
Fel. 
Cha. 


Fei.. 

Cha. 
Fel. 
Cha. 
Fel. 

Cha. 


o  el  Rey  de  Aragón ,  que  tiene 
tan  altos  merecimientos, 
que  por  elección  pudiera, 
si  no  lo  naciera,  vSerlo, 
¿a  cuál  quisiérades  más? 
Al  Rey,  señora,  confieso, 
que  en  llegando  a  la  razón 
no  doy  lugar  al  deseo . 
Pues  decid  que  llegue  aquí; 
que  yo,  por  vuestro  consejo, 
quiero  más  al  Rey  que  a  vos. 
¿Qué  decís? 

Esto. 

¿Qué  es  esto? 
Que  le  llaméis. 

Y  es  muy  justo 
que  castiguéis  con  desprecio 
a  quien  le  trujo  a  que  os  hable; 
mas  contra  el  poder  y  el  tiempo, 
¿qué  resistencia  han  de  hacer 
la  desdicha  y  el  silencio? 
Bien  podéis,  señor,  llegar; 
licencia  tenéis 

Yo  llego. 
¿Duermes,  Chacón? 

No,  señor; 
despierto  esto3^  que  no  pienso 
que  tengo  tan  buena  fama, 
y  más  en  oficio  nuevo, 
que  pueda  echarme  a  dormir: 
ni  cuando  t\\  velas  duermo. 
Duerma  el  rico,  el  que  no  debe, 
el  desposado,  el  contento, 
el  que  ha  tenido  en  favor 
la  sentencia  de  su  pleito; 
mes  no  duerma  el  que  anda  al  lado 
del  Rey. 

Dudé  si  eras  necio  (i), 
y  eres  filósofo  ya. 
¿Qué  tenemos? 

Vengo  muerto. 
¿Tiráronte  algún  suspiro? 
Elvira,  con  gran  despejo, 
me  dijo  que  ai  Rey  quería. 
Serán  de  Hipólita  celos, 
si  sabe  lo  de  las  joyas; 
que  hoy  he  sentido  revuelto 
cuanto  en  la  maleta  estaba, 
y  el  otro  día  me  dieron 
a  la  bota  que  tenía 
a  la  cabecera,  un  beso. 


(i)     ICn  el   ms.,  <i¡ Apártate,   necio! 


Fel.  Las  damas  no  beben  vino. 

Cha.  Ya  lo  beben  en  secreto, 

como  los  moros,  y  hallaron 
para  en  público  un  remedio. 

Fel.  ¿Cómo? 

Cha.  a  la  mesa  les  trae 

un  paje  vino  encubierto 
en  un  búcaro  de  barro, 
porque  no  siendo  tudesco 
«no  lo  conozca  Galván .» 

F'EL.  Un  hombre  viene;  ¿qué  haremos? 

(Salen  el  Almirante,  de  noche,  y  Tello.) 

Alm.  ¿Qué,  tan  tarde  no  ha  venido? 

Tell.  El  y  su  bravo  escudero 

se  armaron:  Chacón,  de  vino, 

y  de  una  cota  su  dueño; 

con  esto  salieron  juntos. 
Alm.  En  buen  cuidado  me  ha  puesto 

el  Rey,  pues  no  he  de  acostarme 

hasta  que  sepa  que  ha  vuelto. 

Ya  siento  más  aguardalle, 

que  guardalle;  ¿qué  es  aquesto? 
Fel.  ¿Oye  hidalgo? 

Alm.  ¿Qué  me  quiere? 

Fel.  Pase  adelante. 

Alm.  No  puedo, 

que  vñ'O  aqiií. 
Fel.  Pues  haránle 

pedazos. 
Alm.  ¿No  ven  que  tengo 

esta  espada  y  estas  manos? 
Fel.  ¿Es  el  Almirante? 

Alm.  ¡Ah,  perro  (1), 

qixe  me  vienes  a  matar, 

y  me  has  venido  siguiendo! 
FÉL.  Mira  que  don  Félix  soy. 

Rey.  Ya  no  tengo  sufrimiento; 

Almirante,  sosegaos. 
Alm.  ¿Quiénes? 

Rey.  El  Rey;  y  estad  cierto 

que  deseo  vuestro  honor. 
Alm.  Yo,  señor,  así  lo  creo. 

Rey.  Don  Félix  y  yo  salimos 

solamente  a  entretenernos, 

y  os  venimos  a  buscar; 

llamamos,  y  nos  dijeron 

que  no  estábades  en  casa. 
Alm.  Ya,  para  el  servicio  vuestro, 

me  tenéis  aquí. 


(i)     Kn  el  ms. 

«¡Ay,  cielos! 

¿tú  111c  vicne-S  amatar?» 


GUARDAR  V  GUARDARSE 


Rey. 
Alm. 

Fhi.. 

Cha. 


Pues  varaos. 
¡Qué  confusión! 

¡Oué  remedio 
tan  discreto! 

Más  le  envidio 
que  el  ser  Rey,  el  ser  discreto. 


ACTO  TERCERO 
DE  GUARDAR  Y  GUARDARSE 

PERSONAS  DEI,   ACTO  TERCERO 


El  Ri-v. 
Don  Félix. 
El  Almirante. 
DoSa  Elvira. 


Doña  Hipólita. 

IXÉ.S. 

Cn.\cÓN. 

Tello. 

Ramiro. 


(Salen   el 

Alm. 

Ram. 

Alm. 

Tell. 

Alm. 

Ram. 

Alm. 
Tell. 

Alm. 
Ram. 


Alm. 
R.vm 
Alm. 

Ei:l. 
Tell 
Fel. 
Tell. 


I- EL 

Tell. 

I-KI. 


Almirante  v  criados,  con  la  espada  la   capa 
y  un  espejo;  Tello  y  R.\MiRo.y 

;Que  el  Rey  envía  (i)  a  llamarme? 
Sí,  señor. 

¡Qué  necio  vienes! 
Notables  tristezas  tienes. 
Es  imposible  alegrarme. 

Hace  fiestas  Zaragoza 
a  los  años  de  su  Alteza. 
Yo,  exequias  a  mi  tristeza. 
¿Quieres  caballo  o  carroza? 
(  Vase  Tello.) 

Saca,  Tello,  el  alazán; 
llega  el  espejo. 

Xo  des 
que  decir;  advierte  que  es 
día  de  salir  galán. 

¿De  mí  qué  pueden  decir? 
Que  andas  triste. 

No  te  espante. 
(Entren  Tello  v  Don  Félix.) 
;I/jváiitase  el  Almirante? 
Ya  .se  acaba  de  vestir. 

Estará  muy  enojado. 
De  las  cucliilladas,  no; 
IK-ro  de  que  al  Rey  halló, 
e.stá  quejoso  y  turbado. 

Qué  buena  del>e  de  ser 
la  espada  con  que  rcñfas! 
ivs  la  iiiL-jor  «le  las  mías. 
¿Muestra  a  ver? 

^Quiéresla  ver? 


(U     I-u  el  orixinsl  imprc-Mj,  «vcaia»  i;a  el  iiis.  está 
hicn. 


(Saca  la  espada  Don  Félix. 

Es  la  hoja  del  mejor 
maestro  que  hay  en  Toledo. 

(El  Almirante  ve  la  espa  la  en  el  espejo. 

Ar.M.  ¡Oh,  traidor,  que  ya  no  puedo 

sufrirlo! 
FÉL.  ¿Quién  es  traidor?' 

Alm.  En  el  espejo  te  vi 

sacar  para  mí  la  espada. 
Tell.  ¿Señor? 

Alm.  No  me  digas  nada. 

FÉL.  ¿Yo  la  espada  para  ti? 

Alm.  ¿No  la  estoy  mirando  yo, 

pues,  como  en  medio  del  día? 
FÉL.  Advierta  vueseñoría 

que  Tello  me  la  pidió. 

que  la  hoja  quiso  ver. 
Tell.  Sí,  señor,  yo  la  pedí. 

I'^ÉL.  Corrido  estoy  que  de  mí 

puedas  sospecha  tener; 
que  si  con  el  Rey  venía, 

yo  no  sé  su  pensamiento, 

ni  es  para  ningún  intento 

matar  a  vueseñoría. 

Si  soy  huésped  importuno, 

hoy  lo  dejaré  de  ser; 

que  a  mí  no  me  ha  de  tener 

por  sospechoso  ninguno. 
Alm.  Tristezas,  don  Félix,  son; 

perdonad,  que  estoy  de  suerte 

que  todo  me  da  la  muerte, 

todo  pienso  cjue  es  traición. 
No  os  espante  mi  aspereza, 

pues  sois  de  mi  mal  testigo; 

sufrid,  sufrid  a  un  amigo 

efectos  de  su  tristeza . 

(Vase,  y  los  criados  con  él.) 

I'ÉL.  Confuso  pensamiento, 

ya  que  no  esperas  dicha 

.sobre  tanta  desdiclia 

no  puede  hab^-r  tormento; 

(jue  el  fin  de  la  esperanza, 

tiene  e.ste  bien, que  es  no  esperar  mu- 
Pensé  que  al  Almirante    [danza. 

causaba  yo  desvelos; 

y  son  del  Rey  los  celos; 

(le  doña  lílvira  amante, 

el  seso  le  ha  (|nitado 

la  fuerza  dd  i>oder  y  del  cuidado. 
Y  a  nu',  no  menos  fuerte 

rigor  de  sus  enojos. 


ACTO  TERCERO 


229 


delante  de  mis  ojos 
que  ya  no  esperan  verte, 
pues  no  hay  hombre  tan  necio 
que  se    atreva  a  esperar    sobre    un 
[desprecio. 
(Chacón  entre.) 

Cha.  Kn  estando  e)  dueño  loco, 

toda  la  casa  lo  está. 
l-F.i..  ¿Vienes  como  sueles  ya? 

Cha.  Todo  te  parece  poco. 

FÉL.  ¿Fues  qué  tenemos? 

Cha.  ¿Después 

que  entra  Inés  en  tu  aposento, 

no  sé  con  qué  pensamiento 

todo  lo  re\Taelve  Inés? 
FÉi,.  íQy^^   escritorios   tengo   30, 

o  qué  pinturas? 
Cha.  Xo  sé; 

el  cofre  revuelto  hallé, 

que  doña  Elvira  nos  dio, 

y  el  retrato  de  quien  sabes, 

con  unas  letras  detrás. 
Vi'X.  ¿Letras  muestra? 

Cha.  Es  por  demás 

en  casa  ajena  echar  llaves. 
FÉr..  Xo  las  puso  Inés  aquí. 

Cha.  ¿Pues  quién,  señor? 

FÉi,.  Su  señora, 

que  después  que  al  Rey  adora 

se  cjuiere  burlar  de  mi. 

^Lea.) 
«Doña  Blanca  es  esta  dama; 
así  su  galán  lo  quiere; 
por  si  acaso  se  perdiere, 
que  sepan  cómo  se  llama.» 
Cha.  Celos  andan  por  aquí; 

con  el  Rey  te  los  ha  dado. 
FÉi,.  El  retrato  lo  ha  causado; 

escucha. 
Cha.  ¿Hay  más? 

FÉL.  Dice  ansí: 

(Lea.) 

«El  galán  que  la  enamora 
no  será  de  doña  Elvira, 
pues  dice  cuando  suspira: 
soy  de  Blanca,  mi  señora.» 

Cha.  Declaróse;  celos  son. 

FÉi,.  Celos,  Chacón,  o  desprecios, 

no  quiero  encuentres  tan  recios 
en  la  primera  ocasión. 

Xo  cjuiero  andar  cuidadoso, 
después  de  ser  despreciado. 


Cha. 
FtL. 


Cha. 

FÉL. 


lha. 


HiP. 
Cha. 
Hip. 
Cha. 

F:ip. 
Cha. 

HiP. 
Cha. 


Hip. 
Cha. 

Kip. 


cha. 


HiP. 
Cha. 

FIlP. 
Cha. 


con  un  Rey  enamorado 
y  un  Almirante  celoso.     . 

Las  paces  ya  con  don  Sancho 
no  debieron  de  hallar  medio; 
busquemos  a  mi  remedio 
otro  camino  más  ancho. 

Licencia  voy  a  pedir 
para  irme  a  Xápoles  hoy. 
¿Hoy? 

X'o  sabes  ya  quién  soy; 
hoy  me  tengo  de  partir. 

Dale  a  Hipólita  esa  caja, 
y  busca  postas  al  punto. 
Xi  respondo  ni  pregunto. 
El  cofre  a  su  dueño  baja, 

y  acomoda  en  la  maleta 
parte  de  mi  ropa  blanca. 

(Vase) 
¡Que  aun  pintada,  doña  Blanca 
nos  persigue  y  inquieta! 

¿No  estábamos  bien  aquí? 
¡Cuánta  verdad  viene  a  ser 
que  desdichas  por  mujer... 

(Sale  Doña  Hipólita.) 

Xo  lo  digas. 

Xo  por  ti. 

¿Pues  de  quién  las  quejas  son? 
De  Elvira,  por  quien  nos  vamos 
a  Xápoles. 

¿Cómo? 

Andamos 
en  «Lucas  y  tentación». 

¡Bien  pronim ciado  latín! 
Soy  lacayo  de  romance, 
basta  que  a  saber  alcance 
a  conjugar  un  rocín . 

Xo  hayas  miedo  que  se  vaya. 
Si  el  miedo  es  duda,  no  creo 
que  le  tendré. 

Mi  deseo 
más  me  anima  que  desmaya, 

porque  me  vengo  de  Elvira. 
Esta  caja  me  mandó 
restituirte,  en  que  30 
conozco  que  no  es  mentira. 

¿Muestra  a  ver? 

Xo  falta  nada 
de  lo  que  diste  y  me  dio. 
Xo  miro  las  joyas,  no  (i). 
¿Pues  qué  miras,  si  guardada 

estuvo  siempre  con  llave? 


(1)      L^n    el    ms.  «yo») 


230 


GUARDAR  Y  GUARDARSE 


HiP.  Miraba  si  viene  aquí 

aquel  alma  que  le  di. 

Cha.  Alma  de  p^cho  tan  grave, 

¿cómo  pudiera  caber?; 
iréselo  a  pregiuitar; 
pero  ni  él  la  ha  visto  dar 
ni  tú  la  verás  volver. 

No  hay  amante  que  no  diga 
esto  del  alma,  en  que  siente 
las  penas  de  amor  y  miente, 
que  sólo  el  cuerpo  1?  obliga. 

Pero  dime  cómo  son 
las  almas  de  las  mujeres, 
p>orque  hay  muchos  pareceres. 

HiP.  Yo  tengo  por  opinión 

que  son  de  firmes  diamantes. 

Cha.  ¿Pues  por  qué  dicen  mal  dellas 

los  hombres,  si  por  vencellas 
las  labran  con  semejantes? 

Hir.  Porque  las  quiere  el  mejor, 

si  olvida  sus  beneficios, 
fáciles  para  sus  vicios 
y  finnes  para  su  honor. 

Cha.  Voime  por  no  responder, 

y  porque  voy  a  buscar 
postas;  adiós. 

(  Vase.) 

Hii\  No  hay  pesar 

que  no  traiga  algiin  placer; 
si  envidia  pude  tener 
de  la  ventura  de  Elvira, 
ya  con  saber  que  es  mentira 
me  consuelo  en  tanta  pena; 
porque  si  es  grande  la  ajena, 
menor  la  propia  se  mira. 

Para  nn'  no  fué  mudanza 
irse  don  Félix;  fortuna, 
porque  no  temió  ninguna 
(¡uien  nunca  tuvo  esperanza. 
Castigó  la  confianza 
de  IClvira,  amor  con  ausencia; 
vana  fué  su  diligencia, 
íjue  dicho.so  vÍL-ne  a  .ser 
quien  no  tiene  (jué  perder, 
pues  no  ha  menester  paciencia. 

Yo  te  agradezco,  de.sílén, 
que  fueses  tan  desigual, 
inxes  no  hay  mal  que  iguale  al  mal, 
fie  haber  teniflo  algún  bien. 
Amor,  ya  no  hay  bien  ¡xír  quien 
con  triste  au.seiicia  me  j)enes: 
si  contra  mis  bienes  vieiu-s, 
que    más   presto,    aunque   mortales, 


olvida  el  tiempo  los  males 
cjue  la  memoria  los  bienes. 

(Salen  Do.^a  Elvira  t-  I.vé-í.. 

Elvi.  Hipólita  lo  sabrá. 

Inés.  Pues  pregiintaselo  a  ella. 

Elvi.  No  quiero  informarme  della. 

Inés.  Bien  dices,  vengada  está. 

HiP.  ¿Vienes  a  ver  si  se  va 

don  Félix? 

Er.vi.  ¿Yo,  para  qué? 

Que  se  vaya  o  que  se  esté 
a  raí  no  me  importa  nada. 

HiP.  Pues  si  estás  tan  consolada, 

haz  cuenta  que  ya  se  fué. 

Er.vi.  Si  tú  no  lo  sientes  más 

que  yo,  Hipólita,  lo  siento, 
asegura  el  pensamiento 
de  la  sospecha  en  que  estás. 

íiiv.  Si  tú  crédito  me  das, 

verás  que  no  tengo  acción 
al  rigor  desta  ocasión; 
pues  en  aquesta  mudanza, 
nunca  tuvo  mi  esperanza 
sospechas  de  posesión. 

Y  que  lo  sientas,  Elvira, 
o  no  lo  sientas,  a  mí 
no  me  va  nada,  que  a  ti 
este  desengaño;  mira, 
por  Blanca  Félix  suspira; 
eso  de  Italia  es  fingido; 
su  blanco  por  Blanca  ha  sido 
Castilla  en  esta  ocasión, 
que  en  los  montes  de  Aragón 
no  nacen  hierbas  de  olvido. 
(]'asr.) 

lü.vi.  ¿De  qué  .sirve,  Inés,  querer 

disimular  el  dolor, 
que  no  es  posible  que  amor 
paciencia  pueda  tener? 
¿Xo  has  visto  la  agua  romper 
la  presa  cuyos  enojos 
lleva  también  los  despojos? 
pues  así  mi  amor  ha  sido, 
<|ue  del  alma  detenido 
rompe  la  presa  a  los  ojos. 

De  celos  de  aquella  dama, 
que  suele  quien  los  padece 
imaginar  que  aborrece, 
y  lo  que  adora  desama, 
tuve  encubierta  la  llama 
con  fingida  resistencia, 
hasta  íjue  llegó  la  au.seiicia, 


ACTO    TERCERO 


231 


Inés. 


El  VI. 


Inés. 


Elvi. 

Inés. 
Elvi. 


VÉL. 

Rev. 

FÉL. 


como  suelen,  recibidas, 
no  sentirse  las  heridas 
hasta  acabar  la  pendencia  (i). 

Ya  es  tarde  para  fingir: 
a  Félix  adoro  y  quiero; 
él  se  parte,  yo  me  muero ; 
pues  ¿qué  remedio?  morir. 
Necia  he  sido  en  resistir 
mis  celos,  cuyos  respetos 
producen  tales  efetos, 
si  amor  se  aumenta  después; 
porque  es  imposible,  Inés, 
ser  celos  y  ser  discretos. 

Agora  que  al  Rey  has  dado 
esperanza  de  favor, 
sales  con  tener  amor 
a  qvden  de  ti  despreciado 
se  parte  desesperado; 
y  después   que   le   escribiste 
tan  libre,    y  del  burla  hiciste. 
]Mal  sabes  la  condición 
de  los  celos;  ¿por  qué  son 
risas  falsas  de  hombre  triste? 

Cuando  veas  a  quien  ama 
con  celos  reirse,  advierte 
que  el  corazón  de  otra  suerte 
tiernas  lágrimas  derrama; 
porque  la  celosa  llama, 
cuando  quiere  bien,  a  quien 
trata  con  falso  desdén, 
es  juez  en  tribunal: 
que  al  preso  que  trata  mal, 
quiere  sentenciarle  bien. 

¡Ay,  Dios,   Inés,   quién  pudiese 
detenerle! 

Bien  podrás, 
si  lo  que  diciendo  estás 
de  tu  misma  boca  oyese. 
Pues  aunque  a  mi  honor  le  pese, 
hoy  le  pienso  detener. 
Del  Rey,  ¿qué  piensas  hacer? 
Desengañarle  en  rigor, 
porque  sólo  con  amor 
no  es  poderoso  el  poder. 

(Salen  el  Rev  v  Don  Félix. 

Con  razón  os  maravilla 
el  dejar  a  Zaragoza. 
¿Son,  por  ventura,  Mendoza, 
soledades  de  Castilla? 

Bien  pienso  que  vuestra  Alteza 


REY. 


FÉI<. 


no  juzga  a  descortesía 

de  la  merced  que  me  hacía, 

ni  a  ingratitud  la  presteza 

con  que  me  quiero  partir 
a  Ñapóles,  si  es  testigo 
de  un  poderoso  enemigo 
que  me  intenta  perseguir 

en  la  Corte  de  Aragón; 
advirtiendo,  ¿qué  hiciera 
si  a  la  de  Castilla  fuera? 
Pues,  don  Félix,  ¿qué  ocasión 

os  mueve  a  salir  de  aquí, 
y  dónde  vais  que  tengáis 
mas  seguridad,  si  estáis 
como  amparado  (i)  de  mí, 

guardado  del  Almirante, 
y  a  entrambos  debéis  amor? 
Oid  y  veréis,  señor, 
si  es  a  mi  vida  importante. 


Otra  vez,  Pedro  üivicto,  mi  esperanza 
en  tantas  confusiones  importmias, 
por  ver  si  hallaba  en  su  rigor  mudanza, 
os  hice  relación  de  mis  fortunas; 
agora,  con  mortal  desconfianza, 
aunque  pudiera  remediar  algunas, 
\'uelvo  a  decir  mi  pena  y  mi  partida, 
último  canto  de  mi  cisne  vida. 

Que  los  hombres,  señor,  tan  bien  nacidos 
aguan  la  sangre  cuando  son  ingratos 
a  tantos  beneficios  recibidos, 
ni  puede  haber  honor  con  falsos  tratos; 
los  Príncipes,  ¡oh  Pedro!,  esclarecidos, 
de  sus  mayores  ínclitos  retratos, 
verdades  quieren,  porque  son  verdades 
coronado  blasón  de  majestades. 

Yo  vine,  como  os  dije,  de  Castilla 
hasta  la  raya  de  Aragón,  huyendo, 
por  la  razón  que  a  tantos  maravilla, 
cuando  su  Rey  me  estaba  defendiendo; 
y  de  un  arroyo,  en  la  esmaltada  orilla 
de  aziües  lirios,  que  le  están  bebiendo 
las  limpias  aguas,  para  ser  mayores 
o  guarnecer  de  perlas  sus  colores, 
I        en  hábito  de  rica  labradora 
hallé  con  otra  dama  a  doña  Elvira, 
sol  de  mis  ojos  y  del  cielo  aurora, 
que  las  espaldas  de  la  noche  mira; 
si  vence  amor,  si  mata,  si  enamora, 
si  lo  del  arco  v  flechas  no  es  mentira. 


(i)      Esta  décima  está  tachada  en  el   n\í. 


(1)  .\si  rn  el  ms.:  perc  está  tnciíado  el  «apart.ido» 
que  dice  el  impreso.  Harlz.  había  ya  corregido  «am- 
parado» 


23. 


CUARDAR   Y   GUARDARSE 


tu  mí  se  vio.  pues  üei^de  eutouces  creo 

que  soy  amor,  y  amor  es  mi  deseo. 

Lleváronme  a  su  casa,  al  pie  de  lui  nidute, 

jardín  y  recreación  del  Almirante, 

cuando  con  líneas  de  oro  el  horizonte 

bañaba  el  sol  en  púrpura  flamante; 

mas  porque  no  es  razón  que  me  remonte 

a  digresiones,  como  tierno  amante, 

hallóme  hablando  con  Elvira  el  día, 

que  ella  alumbraba  y  él  anochecía. 

Aquel  pliego   que  os   di,   me  dio  partiendo; 

y  cuando  ya  el  caballo  me  esperaba, 

♦Pésame  de  que  os  vais»,  dijo  encubriendo 

el  nombre  que  saber  solicitaba; 

mas  cuando  yo  por  su  hermosura  ardiendo 

de  verla  más,  desconfiado  estaba, 

en  la  misma  posada  que  me  distes, 

hallan  su  luz  mis  esperanzas  tristes. 
SoUcito  su  amor,  y  al  fin  merezco 

que  favorezca  el  pensamiento  mío; 

hablo  con  vos,  y  oyéndoos  ennmdezco, 

que  pues  la  amáis,  amarla  es  desvarío; 
mandáisme  hablarla,  y  mi  persona  ofrezco; 
y  cuando  de  la  noche  el  manto  frío 
la  tierra  viste  de  suspensa  calma, 
a  ver  a  Elvira  me  lleváis  sin  alma. 
Pásela  toda  en  ansias  y  suspiros, 
iludas,  temores  y  congojas  tristes, 
pues  que  no  era  traición  (i)  querer  serviros, 
(jueriendo  lo  que  vos  también  quisistes, 
sin  esto  que  me  obligan  a  advertiros 
quién  .soy  y  las  mercedes  que  me  hicistes, 
hay  mucho  que  pensar  del  Almirante, 
celoso  del  poder  de  un  Rey  amante. 
El  está  loco,  y  con  temor  y  celos, 
piensa  que  vos  matarle  habéis  mandado, 
y  guárdase  de  mí  con  mil  recelos, 
de  fjue  ])or  esto  soy  vuestro  privado; 
y  llegan  a  tal  punto  .sus  desvelo.*;, 
que  me  busca  las  armas  con  cuidado; 
melancólico  al  fin,  trai(lf>r  me  nombra; 
huye  y  se  espanta  de  su  misma  .sombra. 

Con  esto,  ;cómo  puedí)  persuadirme 
seros  a  vos  traidor  y  al  Ahnir;uite,  j 

¡mes  mal  puedo  olvidarla  sin  j)artirme?;  | 

que  nadie  olvida  la  rxia.'iión  delante;  I 

si  en  N'ápoles  os  sirvo,  divertirme;  i 

lejos  de  España,  juzgan  importante  i 

mis  breves  dichas,  para  cuya  au,s(  ncia 
l>erdón  os  pide  amor  y  yo  lie  ncia 


(I)     .\f>i  en  el  ni".  VA  imprcHodiic:  •jniis  rs  ser  li  li- 
;''n«  Harlz.  cniíitnd''):  «priuínndo  .<icr  tr.'iii.if'iii». 


In-EY.  Yo  os  agradezco,  don  Félix, 

resolución  tan  hidalga, 
y  el  haber  con  tal  respeto 
guardado  a  quien  soy  la  cara; 
pues  venerable  a  los  hombres 
queréis  volver  las  espaldas 
a  tanto  amor  fugitivo, 
a  \-uestra  querida  patria. 
El  mío  os  ofrezco  al  premio, 
con  oficio  para  Italia, 
que  conozcáis  de  qué  .suerte 
tales  servicios  se  pagan. 
Xo  os  vais  hasta  que  os  avise; 
entretanto  que  os  despachan, 
y  porcjue  viene  don  Juan, 
tomad  de  un  Rey  la  palabra; 
¿qué,  no  os  partiréis  quejoso? 

FÉi,.  De  vuestras  reales  plantas, 

beso  mil  veces  la  tierra.  (Vase.) 

fSale  el  Almirantk.) 

Ai.M.  Díjome  que  me  llamaba 

vuestra  Alteza,  don  Ramiro. 

Rey.  Mucho,  Almirante,  me  espanta 

que  os  caUvSen  tantas  tristezas 
imaginaciones  vanas; 
dícenme  que  habéis  perdido, 
no  digo  el  seso,  que  basta 
la  prudencia  que  habéis  dado, 
en  imaginar  que  os  matan; 
cualquiera  espada  os  asombra, 
y  siendo  tan  noble  espada 
la  de  don  l'"élix,  anoche 
la  culpáis  de  que  os  agravia. 
Si  tales  melancolías 
proceden  de  ser  la  causa 
el  servir  honestamente 
im  Rey  mozo  a  vuestra  hermana, 
volved  en  vos.  Almirante, 
no  perdáis  la  confianza; 
que  si  en  Palacio  estuviera, 
.servirla  yo  fuera  honrarla. 
Aquí  sirve  don  línrique 
a  doña  Ana  de  Moneada, 
el  Conde  de  Ribagorza, 
a  doña  Sol  de  Peralta; 
don  Lorenzo  de  Aragón, 
a  la  lu-rmosa  doña  |  nana 
de  Toledo,  y  don  Ramiro, 
con  .ser  casado,  a  Ca.sandra 
y  otros  nuichos  desta  suerte, 
con  la  lionestidad  f|ue  tratan 
los  nol>les  tales  .sujetos. 


ACTO  TKRCERO 


233 


Al.M. 


At.í,  iiu  ciía  que  üan/.uba 

aquel  Rey  de  lugalaterra 

con  la  dama  que  dio  causa, 

cayéndosele  la  liga, 

a  la  Orden  que  hoy  se  llama 

la  Jarretera,  con  letras 

que  su  honesto  amor  declaran : 

<iMal  le  venga  a  quien  mal  piensa»  (i); 

que  yo  sabiendo  que  pasan 

de  la  razón  vuestros  celos, 

qui<»ro  de  servir  dejarla. 

V  para  seguridad, 

que  vos  llevéis  la  embajada 

a  Portugal,  de  mis  bodas 

que  con  su  Infanta  se  tratan. 

One  más  me  importa  mirar 

por  la  vida  y  por  la  fama 

de  un  vasallo  como  vos, 

que  biza^-rías  ni  galas. 

Que  pocos  años  perdonan; 

porque  en  guardando  una  dama 

pad'-e,  marido  o  hermano, 

¿no  hay  amor  como  de  jalla? 

Mil  veces?  invicto  Pedro, 

beso  esa  mano,  que  basta 

al  cetro  de  los  polos, 

que  el  sol  apenas  abraza. 

Donde  estás,  si  es  globo  el  nnuulo, 

pones  las  heroicas  plantas. 

Ruego  a  Dios  que  el  mundo  pongas 

sobre  el  antípoda  opuesto  (2), 

a  quien  las  minas  indianas 

besen  con  doradas  bocas. 

One  yo,  si  mi  vida  alcanza 

donde  pide  mi  deseo, 

haré  en  tu  servicio  hazañas 

que  pongan  admiración 

a  las  edades  pasadas. 

Iré  a  Portugal  contento, 

con  la  mayor  arrogancia 

de  ostentación,  de  riqueza, 

que  haya  celebrado  España. 

Traer  a  mi  costa  quiero 

su  Serenísima  Infanta, 

Reina  nuestra  y  de  Aragón, 

que  ya  su  venida  aguarda. 

Pero,  señor,  bien  sabéis 

que  no  es  justo  que  mi  hermana 

quede  sola,  hermosa  y  moza, 

al  gobierno  de  mi  casa. 


(1)  F.sta  anécdota  inglesa  falta  en  el  ms. 

(2)  Falta  un  verso  antes  de  éste. 


Casarla  quiero  piinitro, 
si  dais  licencia,  que  tratan 
su  casamiento  en  Castilla 
los  Zi'iñigas  y  los  Laras. 
Resolverme  pienso  luego, 
y  a  quien  gustárades,  dalla; 
que  no  tengo  condición 
para  hacer  ausencias  largas. 

Rev.  Pienso  que  no  es  menester, 

que  yo  la  tengo  casada. 

Ai,M.  ¿Casada,  señor?  ¿Con  quién? 

Rey.  Con  el  Marqués  de  Miralba. 

Alm.  No  le  conozco,  señor. 

Rey.  Es  un  Estado  en  Italia 

de  gran  calidad  y  hacienda. 

Al,M.  ;Pues  cómo  puedo  llevarla 

a  Italia,  si  me  mandáis 
ir  a  Portugal? 

Rey.  Casadla, 

y  He  várala  su  esposo. 

Al.M.  ^Cómo  su  esposo,  si  tarda? 

Rey.  No  tardará,  que  esta  noche 

le  tendréis  en  vuestra  casa, 
que  ha  de  llegar  por  la  posta; 
vos,  entretanto,  adornadla, 
que  ha  de  ir  conmigo  el  Marqués. 

Al.M.  Quisiera  tener  mil  almas 

que  ofrecer  a  vuestra  Alteza. 
Cumpla  el  cielo  la  esperanza 
que  de  vos  tiene  Aragón 
y  que  envidia  toda  España. 

(]'aiisc.) 
(Salen  Don  Fkt.ix  y  Chacón.) 

FÉL.  ¿Está  tcdo  prcv»nido? 

Cha.  Es  tan  poca  nuestra  ropa, 

que,  por  tierra,  viento  en  popa, 

pudieras  haber  partido. 
Estoy  agiiardando  a  Inés, 

que  la  dobla  y  la  perfuma. 
EÉi<.  Yo  me  voy;  mas  no  presuma 

que  podré  vivir  después. 
Respetos  de  una  Corona, 

causa  de  mi  muerte  fueron. 
Cha.  Seis  galeras  me  dijeron 

que  estaban  en  Barcelona. 
I" Él,.  ¡Plega  al  cielo  que  la  mar 

me  anegue! 
Cha.  No,  plega  a  Dios, 

que  vamos  juntos  los  dos, 

y  no  me  quiero  pasar 

por  agua,  que  no  soy  huevo; 

tú,  sieres  buen  nadador, 


-34 


(.LARDAR   V   GUARDARSK 


1-ÉI.. 

Cha. 

FÉL. 

Cha. 
I-Éi.. 

Cha. 


l-í:i.. 


LHA. 


Jki.. 


rí;i.. 


Cha. 


I.IAI 
Cl:A. 


echa  en  remojo  tu  amor, 
como  aquel  pobre  mancebo 
que  quiso  beberse  el  mar, 
que  tantos  locos  anega; 
porque  yo  en  una  bodega 
pienso  mandarme  enterrar. 

¡Plega  a  Dios  que  multiplique 
su  furia  el  mar,  de  manera 
que  se  pierda  la  galera 
y  todo  se  vaya  a  pique! 

Por  el  hisojx)  bendito, 
que  te  has  de  ir  solo. 

Xo  quiero 
vivir. 

Yo  sí. 

Va  no  espero 
vida;  morir  solicito. 

¿Cómo  morir?  Ni  lo  nombres; 
vive  este  poco  que  ves, 
que  hay  grande  tiempo  después 
para  estar  muertos  los  hombres. 

Cuando  en  mi  sepulcro  veo 
de  mármol  mía  figura, 
que  ha  dos  mil  años  que  dura 
con  sus  armas  y  trofeo, 

y  fué  su  vida  sesenta, 
aconsejo  a  mis  amigos 
vivan  despacio. 

Enemigos, 
celos,  levantad  tormenta, 

aunque  me  llevéis  a  Argel. 
¡Vive  Dios,  de  no  ir  allá! 
¿Chacón  cautivo?,  no  hará 
presa  en  mí  Zayde  Arambel. 

¡Oh,  agua!  ¡Oh.  nieves!  ¡Oh,  hielos! 
¿Cuándo  un  hombre  fué  por  vino 
camino  de  Argel? 

Camino 
del  infierno  son  los  celos. 

(Sale  DoSa  IClvika.) 

¿Qué  maldiciones  .son  éstas, 
señor  don  I'élix? 

Señora, 
al  mar  en  que  van  agora 
niLs  esperanzas  dispuestas 

a  dar  a  mi  vida  fin. 
Deten  un  «lescs^K-rado 
amante,  pues  lias  llegado 
a  tal  tiemjK).  seraíúi. 

.  \'o,  cómo? 

¿Pue."-  fjué  mujer 
no  salx".  desíle  rjue  nace. 


cómo  este  enredo  se  hace 

de  ablandar  y  detener? 
Etvi.  Si  yo  pudiera.  Chacón, 

¿dudas  tú  que  yo  lo  hiciera?; 

pero  si  Blanca  le  espera, 

¿no  ves  tú  que  no  es  razón? 
Cha.  iQ"é  Blanca,  ni  calabaza, 

si  está  en  Toledo,  y  nos  vamos 

a  Ñapóles! 
FÉi,.  No  llevamos 

para  ser  amigos  traza, 

queriendo  al  Rey  en  que  adora 

la  señora  doña  Elvira. 
El. VI.  De  celos  fué  la  mentira; 

que  lo  que  yo  quiero  agora 
es  rey  de  mi  pensamiento, 

que  no  es  el  Rey  de  Aragóii. 
FÉi..  ¿Burlas  en  esta  ocasión, 

Argel  de  mi  entendimiento? 
Fi.vr.  No  son  burlas,  sino  veras; 

porque  en  llegando  a  perderte, 

serás,  Mendoza,  mi  muerte. 
FÉi,.  ¿Matarme  otra  vez  esperas? 

Elvi.  ¿Pues  cómo  soy  yo  tu  muerte? 

FÉl,.  Porque  el  irme  aborrecido 

es  menos  mal  que  querido, 

siendo  forzoso  perdeite; 
que  aborrecido  \\u  amante, 

más  presto  consuelo  intenta; 

que  si  querido  se  ausenta, 

no  hay  tormento  sem  -iant-í 
El  VI.  ¿Forzoso? 

Fki..  Sí,  porque  al  Rey 

le  dije  que  te  adoraba, 

y  por  eso  nic  ausentaba. 
Ei.vi.  ¿y  cuál  es  más  justa  ley: 

quererte  a  ti  por  marido, 

o  al  Rey  por  galán? 
I'í;i,.  ¿Qiit^'  haré. 

Chacón?  Pero  no  podré 

quebrar  lo  que  he  prometido. 
Voime;  adiós. 
Cha.  Vuelve  a  mirar 

aquellos  ojos,  señor. 
Fíl..  ¿Seré  «1  primeio  traidor, 

(]ue  suiK)  amor  disculpar? 

¿No    e.stán    las    historias    llenas 

de  engaños  y  desleallades? 

;Pues  qué  temen  mis  verdades? 

¿Qué  más  pena  (¡ue  mis  ¡)enas? 
Vuelvo  a  verte...  Mas  no  pued(í 

ser  traidor  y  ser  quien  soy. 

Adiós,  mi  bien,  yo  me  voy. 


ACTO    TERCERO 


235 


Ki.vi.  ¡Ingrato!;  quejosa  quedo 

de  tu  crueldad. 

Cha.  ¿Xo  te  uuieven 

aquella  perlas  herniosas, 
que  en  aquel  jardín  de  rosas 
dos  cielos  de  niñas  llueven? 

Fei,.  ¿Cielos  de  niñas,  Chacón? 

Cha.  ¿Xo  las  ves  hacer  pucheros? 

Fki,.  Ojos,  traición  es  perderos; 

mas  si  quedarme  es  traición, 

el  quedarme  dificulto, 
y  el  irme  si  ingrato  soy. 

Cha.  Para  conjurarte  e.=toy, 

señor,  en  lenguaje  culto, 

por  aquel  candor  brillante 
que  viva  luz  y  alma  ostenta, 
con  que  canoro  se  argenta 
el  piélago  naufragante 

que  de  sus,  te  duelas,  ojos. 
Ahora  bien,  ojos  serenos, 
yo  os  quiero  dar,  por  lo  menos, 
vida  y  honor  en  despojos; 
dadme  esa  mano  de  ser 
mía  y  el  poder  me  mate. 
El  Rey  es  rey,  cuando  trate 
de  hacer  espada  el  poder, 

apelar  a  sii  grandeza. 
Pues  ya  tan  estrechos  lazos, 
confírmense  con  los  brazos . 
Córteme  el  Rey  la  cabeza. 

(Sale  Doña  Hipólita.) 

¡Bien,  por  mi  fe! 

¿Oué  te  admita? 

¿Xo  me  pviedo  despedir? 

Puedes;  pero  no  decir 

que  le  aborreces,  Elvira, 
acuérdate  que  dijiste: 

«quiere  a  don  Félix>),  haciendo 

burla  y  libertad  fingiendo; 

por  desprecio  me  le  diste. 
Er.vi.  Era  liberal  y  franca, 

como  quien  celosa  está. 
Hip.  ¿Y  doña  Blanca,  qué  hará?, 

que  es  muy  linda  doña  Blanca. 
Cha.  «Doña  Blanca  está  en  Toledo 

labrando»... 
HiP.  Déjame  hablar, 

Cliacón,  pues  me  dan  lugar 

para  que  les  pierda  el  miedo. — . 
¿Eres  til  la  que  estimabas 

al  Rey? 
Ei,vi.  Y  agora  también. 


FÉr.. 


El,  VI. 


FÉi.. 


HiP. 
El,  VI. 

HiP. 


HiP.  ¿Pues  cómo  abrazas  a  quien 

por  el  Rey  menospreciabas? 
Ei^vi.  Porque  a  quien  viene  o  quien  parte, 

de  justicia  se  le  deben 
los  brazos. 
Hip.  ¡Mucho  se  atreven 

tus  nmdanzas  a  culpaite. 

Mal  cumples  con  tu  nobleza, 
siendo  la  mayor  el  dar, 
porque  volver  a  tomar 
lo  que  se  ha  dado,  es  bajeza. 

Mas  no  pienses  que  yo  estaba 
segura  de  que  tenía 
a  don  Félix,  que  sabía, 
y  sé,  que  a  ninguna  amaba, 

si  bien  puede  ser  que  agora 
te  quiera;  así  el  tiempo  obliga, 
y  aquel  retrato  no  diga 
«soy  de  Blanca,  mi  señora». 

Extraños  los  hombres  son; 
pero  que  me  maravilla 
que  a  volvmtad  de  Castilla 
valgan  fueros  de  Aragón. 

Y  tú,  que  a  olvidar  y  a  amar 
de  su  mudanza  aprendiste, 
¿cómo  las  joyas  volviste, 
si  te  habías  de  quedar? 

Bien  la  vohmtad  pagaste, 
ya  que  a  quedar  te  resuelves; 
pues  amiqiae  las  joyas  vuelves, 
con  la  mejor  te  quedaste. 

Pero  no  hay  de  qué  me  espantes, 
si  igualmente  nos  olvidas, 
porque  son  muy  parecidas 
las  almas  a  los  diamantes; 

que  el  precio  grande  a  que  viene 
más  la  estima  que  el  valor, 
hace  mayor  o  menor 
entendellos  quien  los  tiene. 
FÉr<.  Hipólita,  si  por  mí 

tengo  de  hablar,  oye  atenta 
lo  que  tui  hombre  loco  intenta; 
oye  y  vengaráste  ansí: 
Si  en  el  instante  que  vi 
a  Elvira,  fué  su  beldad 
alma  de  mi  voluntad, 
no  fué  agravio  no  quererte; 
pues  ya  cuando  quise  verte, 
instaba  sin  libertad. 

Si  yo  dos  almas  tuviera, 
así  tu  lealtad  me  admira, 
diera  la  primera  a  Elvira 
y  la  segimda  te  diera. 


2^6 


GLARDAR   Y   GUARDARSK 


lUv. 

Vi.í. 


AlM. 

1  Ti 


Al.M. 


Una  tengo,  considera 
que  no  la  puedo  partir; 
ya  no  te  puedo  rendir 
deeta  victoria  la  palma, 
que  siendo  espíritu  el  alma, 
¿quién  la  podrá  dividir? 

La  que  dices  que  me  diste 
y  entre  las  joyas  no  hallaste, 
es  porque  no  la  buscaste 
con  la  atención  que  pudiste; 
que  cuando  darla  quisiste 
y  no  la  pude  querer, 
,qué  cargo  puedes  hacer 
de  que  no  te  la  volví?; 
que  si  no  la  recibí, 
¿cómo  la  puedo  volver? 

Si  Klvira,  celosa  un  día, 
n'.e  dio  y  hoy  vuelve  a  quitarme, 
dime,  ¿cómo  pudo  darme 
si  entonces  no  me  tenía? 
Xi  darme  sin  mí  podía; 
que  cuando  darme  intentó, 
de  su  alma  me  sacó, 
aunque  calosa  me  daba; 
y  pues  fuera  della  estaba, 
no  era  suyo  entorices  yo. 

Son  los  celos  inhumanos, 
como  niños  que  se  enojan; 
que  aunque  lo  estiman,  arrojan 
lo  que  tienen  f^n  las  manos. 
Ansí  con  enojos  vanos, 
arrojóme  Klvira  un  día; 
pero  como  yo  sabía 
que  eian  niños  sus  enojos, 
acallé  las  de  sus  ojos 
con  darle  lo  que  quería. 

Bien  te  .sabes  disculpar, 
si  mi  voluntad  quisiera. 
¿No  basta  para  venganza 
ver  (jue  mi  locura  intenta 
querer  lo  que  quiere  lUi  Rey? 

(Sale  (I  .Ai.MiKANTi;.) 

¿I^htá  arpií  don  l-\-lix? 

I  Ai  y  a 
.1  tiempo  vuesc Coria, 
que  estoy  trazando  mi  ausen<ia. 
Ya  no  será  para  Italia; 
agradi  (•(  dnu-  las  nuevas; 
a  Castilla  volveréis, 
porque    cstáii    las    paces    hechas. 
Don  Sancho,  vuestro  encmii'o, 
ca.sado  en  Tole<U>  que<la 


Ül.vi. 

I'iii.. 
Hip. 


Alm. 


Cha. 


Thl. 


(l'ílUSt 

EI.VI. 

Al.M. 


líI.VI. 

Hii'. 
Ei.vi. 

Al  M. 


con  vuestra  hermana,  y  el  Rey 

os  casa  con  doña  Hiena, 

su  hermana:  que  desta  .sutite 

las  amistades  concierta. 

Dale  el  parabién,  Elvira, 

al  señor  don  Félix. 

Sea 
parabién,  señor  elon  Félix. 
Xo  acierto  a  daros  respuesta. 
Yo  también  os  quiero  dar 
el  parabién;  no  me  pesa 
como  Elvira,  no  le  goce 
de  que  cualquiera  le  tenga. 
Id  a  palacio,  don  Félix, 
que  os  aguardaba  su  alteza 
para  daros  estas  cartas.  • 
Señor,  ¿qué  nueva  tormenta 
es  ésta  que  se  levanta? 
Tú  casas  con  doña  Elena 
y  elon  Sancho  con  tu  hermana. 
¿Estas  son  paces  o  guerras? 
Desdichas  son  que  me  siguen; 
pero  primero  que  veas 
que  yo  pierdo  a  doña  Elvira 
y  con  Elena  tan  fiera 
me  caso  contra  mi  gusto, 
aunque  el  Rey  me  hiciese  fuer /a, 
habrá  estrellas  en  la  mar 
y  flores  en  las  estrellas. 

los  (ios.  Queden   el  Ai.mik.antk,  I-Ii.vika  í    Hi- 
róLiT.\.) 

Como  esto  adelante  pase, 
¿ya  no  tendrás  qué  temer? 
¿Xo  estás  contenta  de  ver 
cjue  este  don  Félix  se  case? 

¿Xo  te  alegras  de  que  ya 
salga  desta  casa,  Elvira? 
Xi  me  alegra  ni  me  admira. 
Muerta  doña  Elvira  está; 

hoy  se  han  vengado  mis  celos. 
¿Cansábate  mucho  a  ti? 
I{n  sacármele  de  aquí, 
gran  bien  me  han  hecho  k)s  cielos. 

Pero  ¿cómo  no  te  digei 
lo  que  más  te  importa,  Jílvira, 
y  lo  que  más  mi  honor  mira? 
Declaróse  el  Rey  conmigo. 

I'.nvíame  a  Portugal 
a  tratar  su  casamient<\ 
vi(  ikIo  que  el  servirte  siento, 
por  M>r  el  fin  desigual; 

pero  pídole  ])riiuer<), 


ACTO    TERCERO 


237 


Klvi. 


HlP. 

Er.vi. 


Hip. 


para  casarte,  licencia, 

que  de  estar  sola  en   mi  ausencia 

los  peligros  considero. 

Responde  que  te  ha  casado, 
Klvira,  con  el  Marqués 
de  Miralba;  pienso  que  es 
en  Ñapóles,  y  admirado 

digo  que  espetar  no  puedo 
a  que  venga,  y  respondió 
que  está  en  Zaragoza;  y  yo, 
si  te  digo  la  verdad,  quedo 

imaginando  que  es  él 
el  Marqués  con  quien  te  casa; 
porque  dice  que  a  mi  casa 
vendrá  esta  noche  con  él. 

Y  no  he  visto  en  la  ciudad 
tal  hombre;  es  mozo,  y  amor, 
como  sabes,  es  furor 
en  que  da  la  voluntad. 

En  fin,  el  que  fuere  sec.; 
yo  no  puedo  replicar. 
Haz  la  casa  aderezar, 
de  manera  que  el  Rey  crea 

que  imaginamos  que  es  él; 
}•  no  me  repliques  nada, 
pues  (i)  has  de  quedar  casada 
con  el  ]Marqués  o  con  él. 

Hoy,  al  fin,  te  has  de  casar; 
porque  al  gusto  de  los  reyes, 
no  hay  más  respuesta  er  las  leyes 
que  obedecer  y  callar. 
(\'ase.) 
fOué  es  lo  que  pasa  por  mí? 
¿Habrá  en  el  mundo  paciencia 
que  pueda  hacer  resistencia? 
¡Lástima  tengo  de  til 

De  mi  fortmia  cruel 
conozco  el  mísero  estado, 
Hipólita,  en  que  has  llegado 
a  tener  lástima  del. 

Que  no  hay  mayores  testigos, 
de  que  es  el  mal  desigual, 
como  ver  que  llega  el  mal 
a  lastimar  enemigos. 

Xo  me  bastaba  perder 
a  don  Félix,  sin  casarme 
con  quien  no  he  visto  y  llevarme 
a  Italia. 

Bien  puede  ser 
que  sea  el  Rey,  y  siendo  ansí, 
quejarte  es  notable  error. 


Er.vi. 


Teij.. 
HlP. 

Tell. 


Ki,vi. 


Teij,. 
HiP. 


Tei.l. 

IXÉS. 

Cha. 
:xÉs. 


Cha. 
Tell. 

Inés. 


LHA. 
I.N'ÉS. 


Cha. 

Inés. 


LHA. 


(1)      Fn  el  nip.  «que  hoy» 


El  gusto  es  mayor,  señor 

(Tello  entra.) 
I'ia  tu  cuidado  en  nu'. 
¿Qué  es  esto,  Tello? 

Señora, 
el  Almirante  me  manda 
que  estas  salas  aderece. 
Cuelga  de  luto  esta  casa, 
Tello,  qu-"   hoy  el  Rey  me  entierra, 
(Vase.) 

¿El  Rey? 

No  quiero  dejarla, 
no  haga  algi'm  desatino. 

(Vase.) 
Tristezas  y  bodas  basta; 
¿aquí  hay  amor  de  don  Félix? 

(Salen  Ch.a.cón  e  IxÉs  ) 
Ya  tienes  la  ropa  blanca 
puesta  a  pimto. 

No  hay  paciencia 
para  tan  triste  jomada. 
¿Siente  mucho  tu  señor 
que  le  casen  con  la  hermana 
deste  don  Sancho? 

Está  muerto. 
Inés,  a  Chacón  despacha, 
que  tienes  mucho  qiie  hacer. 
Pésame  de  qvie  te  vayas, 
V  de  que  pierda  don  Félix 
el  casarse  con  mi  ama. 
¡Ah,  qué  mujer  doña  Elvira! 
¿Piensas  que  es  sola  la  cara? 
Pues  no.  Chacón;  la  hermosura 
tiene  muchas  circvmstancias. 
Bien  se  le  ve,  por  las  manos, 
que  es  el  pulso  de  las  damas. 
Sus  pjes  son  dos  azucenas; 
su  cuerpo,  alabastro  y  plata; 
sus  brazos,  marfil  al  torno; 
sus  pechos  son  dos  manzanas. 
Por  una  se  perdió  el  mmido. 
¿Es  muy  linda,  es  muy  gallarda. 
Chacón,  esta  doña  Elena 
con  quien  a  don  Félix  casan? 
Como  fué  por  la  hermosura 
famosa  Elena  troyana; 
ésta,  Inés,  por  ser  taii  fea, 
que  es  imposible  pintarla. 
Es  un  ángel  del  infierno; 
para  galga  era  extremada, 
que  tiene  largo  el  hocico, 


^^8 


CLARDAR   V   GUARDARSE 


IXÉS. 

Cha. 
Inés. 
Cha. 

(Salen 
AI.M. 


RliV 
I-IÍI.. 


Rf.v. 
Al.M. 


I-ÚI.. 
Cha. 

I-)';r.. 


Ivi.vi. 
Ki.v 

I  Tf 


y  es  alta,  delgada  y  larga. 
Es  fría,  con  ser  morena, 
que  es  endemoniada  falta; 
derecha  como  iin  camello, 
la  voz  como  de  }¿n  cabra. 
¡Lástima  tengo  a  don  Félix! 
A  la  puerta  dicen  plaza. 
¿Si  es  el  Rey? 

¿En  casa  el  Rey? 

c'  Ai~MiR.\NnE,  Don  Féux,  y  el  Rey  y  criados.) 
Señor,  a  mercedes  tantas, 
a  tales  honras,  no  pueden 
satisfacer  las  palabras. 
Esta  casa,  desde  hoy 
queda  tan  calificada, 
que  de  igualar  a  la  vuestra 
puede  tener  arrogancia. 
Vuestros  servicios,  don  Juan, 
lo  merecen. 

Quién  pensara 
que  el  Rey  tomara  tan  presto 
de  mis  palabras  venganza; 
hoy  me  quitaré  la  vida, 
porque  solamente  agtiarda 
mi  amor  a  ver  el  dichoso 
que  con  Elvira  se  casa. 
¿Dónde  está  Elvira,  Almirante? 
Díjele  que  la  casaba 
vuestra  Alteza,  )•  suspendióse 
con  la  novedad,  turbada 
por  no  haber  visto  con  quién, 
y  ser  título  de  Italia; 
mas  ya  a  besaros  la  mano 
viene,  señor,  obligada 
a  la  merced  que  le  hacéis. 
, Chacón? 

Señor. 
'  Esta  daga 

me  ha  de  pasar  este  pecho 
en  viendo  a  Elvira  casada. 

iDo.ÑA    I-^I.VIUA  y  IJ    ÑA   HU'l'.I.ITA.) 

Déme  los  pies  vuestra  Alteza. 
,  Elvira? 

IIov  el  Rev  me  mala. 


Rky.  Vuestra  virtud  y  hermosura 

es  digna  de  xin  Rey  de  líspaña; 
mucho  me  debéis,  quisiera 
esta  voluntad  mostrarla 
en  un  grado  superior; 
triste  estáis,  alzad  la  cara, 
que  no  se  miran  los  reyes 
con  semblante  de  desgracias, 
que  el  vasallo  en  su  presencia 
pone  en  los  ojos  el  alma. 

Elvi.  Xo  estoy  yo  triste,  señor; 

turbada,  sí,  que  turbara 
la  más  libre  condición 
favor  y  merced  tan  alta. 

Rey.  a  casaros  he  venido. 

Alm.  Señor,  ya  todos  aguardan 

I  al  Marqués;  ¿cómo  no  viene? 

Rey.  El  INIarqués  está  en  la  sala; 

I  no  hay  que  aguardar  al  Marqués. 

!  FÉi,  El  Rey,  sin  duda,  se  casa 

i  con  PUvira;  yo  soy  muerto. 

Alm.  Si  está  el  Marqués  en  mi  casa, 

descúbrale  \-uestra  Alteza. 

Rey.  Llegad,  Marqués  de  Miralba, 

dad  la  mano  a  doña  Elvira; 
que  quien  a  los  reyes  guarda 
el  decoro  como  vos, 
el  premio  que  vos  alcanza. 
Llegad,  don  Félix,  llegad, 
que  este  título  en  Italia 
os  doy.  Alegraos,  I'lvira. 

Los  DOS.    Señor... 

Rey.  No  digáis  palabra, 

que  yo  me  obligo  a  las  paces. 

Elvi.  Lo  que  vuestra  Alteza  manda 

es  justo  que  se  obedezca. 

Al.M.  ¿()uién  puede  a  mercedes  tantas 

responder? 

FÉL.  Sola  mi  dicha, 

diciendo  que  aquí  se  acaba 
Guardar  y  guardarse. 

Cha.  lísperen: 

ri\  Chacón  no  le  dan  nada? 

l'Éi,.  Pifie  al  .senado  perdón, 

que  no  es  poco  si  le  alcanzas. 


LA     HERMOSA     FEA 


DE 


LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 


PERSONAS  DEI.  PRIMER  ACTO 


Ricardo,  Principe  de 

fol'inia. 
Otavio,  sif  amigo. 
Julio,  criado. 
La  Duquesa  Estela. 


Celia,  5»  prima. 
El  Gobernador 
Un  Capitán. 
Belisa,  criada. 


(Salen  Ricardo,  Principe  ie  Polcni^i;  Otavio  su  amigo; 
Julio,  criado.) 


Ota. 
Ríe. 

JTL. 

Ríe. 

Ota. 
Ríe. 

JrL. 
Ríe. 


Otav 


Ric. 
Ota. 


Fuera  temeraria  empresa, 
pero  nmy  digna  de  ti. 
Todo  cuanto  en  Francia  vi 
no  iguala  con  la  Duquesa. 

Julio,  ¿qué  te  lia  parecido? 
Un  ángel  me  pareció 
que  de  mujer  se  vistió, 
si  alguna  vez  se  ha  vestido. 

Xo  lie  leído  yo  jamás 
que  se  vistió  de  mujer; 
pero  como  puede  ser, 
no  pudiste  decir  más. 

En  cuanto  el  sol  mira  y  dora 
se  alaba  su  gallardía. 
¡Oh  qué  divina  armonía 
hacen  en  una  señora 

la  majestad  en  el  talle 
y  en  el  rostro  la  hermosura! 
El  oro  y  la  nieve  pura 
de  nuestra  Alemania  calle 

con  su  rara  perfección. 
Parece  que  en  su  belleza 
retrató  naturaleza 
mi  propia  imaginación. 

Aquí  me  pienso  quedar, 
de  secreto,  algunos  días 
para  verla. 

Bien  podrías 
tener  de  hablarla  lugar 

como  no  sepa  quién  eres. 
Tú  sólo  sabes  quién  soy. 
Pues  la  palabra  te  doy, 
Príncipe,  si  hablarla  quieres, 

después  de  guardar  secreto, 
de  hacer  que  posible  sea. 


Ríe. 


]VL. 


Otav 

Ríe. 

Ota. 


Ríe. 


Jui.. 
Ríe. 


Haz,  Otavio,  que  la  vea 
y  ser  tu  esclavo  prometo. 

Si  sabe  que  estás  aquí 
dificultoso  ha  de  ser, 
porque  te  ha  de  conocer. 
Escucha  un  remedio. 

Di. 

Escribe  a  Celia,  su  prima, 
con  quien  tienes  parentesco, 
que  por  ir  a  ver  a  España 
a  la  ligera  y  secreto 
no  pudiste  visitarla, 
pero  que  después  volviendo 
cumplirás  tu  obligación, 
y  quedaráste  con  esto 
escondido  en  la  ciudad, 
donde  el  ingenio  y  el  tiempo, 
para  que  la  veas  y  hables, 
darán  traza  a  tus  deseos. 
Dices  bien,  y  lleve  Julio 
la  carta;  pero  advirtiendo 
que  si  la  Duquesa  Estela 
le  pregunta,  como  pienso, 
si  la  vi,  que  le  responda 
que  sí,  una  tarde,  saliendo 
a  caza;  y  si  prosiguiere, 
lo  que  dije  y  lo  que  siento 
de  su  persona,  le  diga 
que  volví  triste  diciendo 
que  era  su  fama  un  engaño 
de  algún  pintor  lisonjero, 
cada  pincel  mil  mentiras. 
cada  color  mil  enredos; 
que  el  ducado  de  Lorena 
era  tan  gran  casamiento 
que  hacía  los  pretendientes 
lindo  parecer  lo  feo, 
y  que  a  mí,  que  no  lo  era, 
me  pareció  con  extremo 
fea  y  de  persona  humilde. 
¿Pues  qué  pretendes  con  eso? 
Asegurar  la  intención 


240 


LA    HF.RMOSA    FEA 


jur.. 


Ríe. 


que  para  servirla  tengo, 

como  veréis  adelante. 

¿Y  no  hallaste  mensajero 

mejor  en  cuantos  te  vienen 

desde  Polonia  sirviendo? 

¿A  qué  mujer,  cuando  fuese 

lo  más  ínfimo  y  plebeyo, 

le  dijeran  que  era  fea 

que  tu  Añera  sufrimiento 

para  no  tomar  venganza, 

cuanto  más  un  ángel  bello? 

Tan  gran  señora  no  miras 

que  entre  algunos  mandamientos 

que  hizo  para  el  honor 

de  las  mujeres  el  celo 

y  obligación  de  los  hombres 

no  llamarás,  fué  el  tercero, 

fea  ni  vieja  a  ninguna, 

y  que  de  atrevimiento 

sería  justo  castigo 

salir  de  palacio  muerto 

a  palos  de  las  cucliillas 

de  dos  gigantes  tudescos. 

Julio,  si  ella  fuera  fea, 

era  delito  muy  necio; 

pero  siendo  tan  hermosa, 

como  le  ha  dicho  su  espejo, 

ha  de  correrse  de  mí 

y  poner  su  entendimiento 

en  vengarse  cuando  vuelva; 

y  este  principio  el  deseo 

le  ha  de  dar  de  enamorarme, 

que  es  lo  que  voy  pretendiendo, 

y  tú  verás  que  resulta 

deste  agravio  olgún  .suceso 

cu  favor  de  mi  esperanza. 

Confieso  que  voy  con  miedo, 

mas  consolando  el  peUgro 

con  saber  que  te  obedezco. 

¿Tanto  sienten  este  nombre? 

Si  es  la  henno.sura  el  opuesto, 

y  ésta  la  mayor  lisí>nja, 

<qué  término  más  grosero 

que  quitarles  la  esperanza 

de  aquel  soberano  imperio 

fon  fjuc  rinden  a  los  lumibres? 

Tú  verás  (¡ue  es  fundami*nto 

del  edificio  mayor 

<jue  tuvo  amoro.so  empU-(j. 

\'i-n,  Otavio. 

.Aun  no  i)ireil>o 
tu  pciusamieiito. 

Pretendo 


Jui.. 


Ríe. 
Jvu. 


Kk. 

OTA. 

Ríe. 


Cei.. 


DüQ. 


CeIv. 
Dúo. 

Cei.. 


DUQ. 


obligarla  a  enamorarme; 
lo  demás  te  dirá  el  tiempo. 

(La  DuQurs.\  y  eiíLi.^.) 

Dúo.  Bien  me  holgara  que  te  hubiera 

el  Príncipe  visitado 
y  que  el  venir  rebozado 
menos  disculpa  le  diera. 

Mal  cumplió  la  obligación 
de  pariente 

Pensaría 
que  el  secreto  me  daría 
bastante  satisfacción, 

pues  parece  que  la  tienen 
para  ocasiones  mejores. 
El  secreto  en  los  señores, 
cuando  de  rebozo  vienen, 

es  mayor  publicidad, 
porque  todos  hablan  dellos. 
Es  mayor  grandeza  en  ellos 
Pensemos  que  es  vanidad. 
¿Sabes  qué  sintió  de  mí? 
Pregiintaselo  a  la  fama. 
Fénix  de  Francia  te  llama: 
lo  nii.snio  dirá  de  ti. 

Cuidado,  Celia,  tenía 
de  ver  en  alguna  parte 
este  nuevo  Adonis  filarte 
por  talle  y  por  valentía; 

pero  él  se  guardó  de  suerte 
que  me  vio  sin  verle  yo. 
Cel.  Ingrato  correspondió 

a  la  ventura  de  verte; 

qué  bien  pudiera  pagarte, 
si  es  gentilhombre  y  galán, 
con  dejarse  ver 
DUQ.  l'^stán 

tantas  culpas  de  su  parte, 

que,  aunque  te  escriba,  no  creo 
que  a  .satisfacerlas  baste. 
Cel.  I^e  la  privación  sacaste 

las  fuerzas  de  tu  deseo, 

porque  si  verse  dejara 
menos  cuidado  tuvieras, 
que  de  lo  que  visto  hubieras 
ninguna  idea  formara 

agora  la  fantasía. 
DUQ.  VA  ])rivar  a  muí  nuijer 

(le  lo  (¡ue  desea  ver 
bien  sabes  tú,  Celia  mía, 

(jue  aumenta  más  .su  de.seo. 
Cei,.  A.sí  nuirió  la  romana, 

[xn  no  ver  par  su  ventana 


ACTO    PRIMERO 


141 


pasar  aquel  monstruo  feo; 

así  tu  hermosura  goces. 

pues  cuánta  más  diferencia 

a  tu  grandeza  respeto. 

la  de  mi  gallardo  alemán, 

DuQ. 

¿Pues  a  mí  qué  me  importara 

mancebo  hermoso  y  galán. 

cuando  a  Celia  visitara? 

■Jui.. 

Esto  de  venir  secreto 

(Bfxisa,  criadií,  y  Julio.) 

debió  de  ser  la  ocasión 

J  VL. 

Pedid,  señora,  licencia. 

por  la  poca  autoridad. 

Bki,. 

Hablarte  quiere  un  criado 

DUQ. 

¿Qué  dijo  desta  ciudad? 

del  de  Polonia.                                            1 

JUL. 

Que  las  de  tu  Estado  son 

Cei.. 

Xo  ha  sido 

la  parte  mejor  de  Francia. 

descortés  ni  ha  merecido 

DUQ. 

¿Yióme  a  mí? 

hasta  agora  ser  culpado. 

JUI.. 

Ya  te  vio  a  ti, 

Licencia  vendrá  a  pedir 

que  para  venir  aquí 

para  verme. 

fué  lo  de  más  importancia. 

Dúo. 

Ya  le  \-uelvo 

DUQ. 

¿Qué  le  parecí? 

la  honra. 

Jui*- 

Si  das 

Cel. 

Y  yo  me  resuelvo 

licencia,  a  Celia  diré 

en  que  le  has  de  ver  y  oír. 

lo  que  dijo. 

Di  que  entre. 

Dúo. 

Sí  daré. 

JUL. 

Dadme  los  pies 

JUL. 

Oye  pues. 

DUQ. 

No  soy  yo  la  que  buscáis. 

Cei,. 

¿A  mí  no  más? 

JUL. 

Sin  razón  culpa  me  dais, 

¿Qué  puede  ser  que  no  sea 

que  este  yerro  acierto  es, 

muy  conforme  a  su  valor, 

pues  me  trujo  el  resplandor 

puesto  que  fuese  de  amor? 

de  su  divina  belleza 

Jui.. 

Haber  dicho  que  era  fea. 

a  saber  que  \-Tiestra  alteza 

Cei.. 

¿Qué  dices?  ¿Estás  en  ti? 

de  dos  soles  el  mayor. 

Jui.. 

Por  eso  te  quise  hablar 

Y  así,  me  ^^^elvo  al  segundo. 

aparte. 

a  quien  traigo  este  papel; 

Cei.. 

Estoy  por  pensar 

mirad  lo  que  dice  en  él 

que  te  has  burlado  de  mí; 

y  yo  cómo  abrasa  el  mundo 

que  me  pareces  de  humor. 

el  ángel  que  estoy  mirando 

JUL. 

Tentado  soy  del  despejo; 

en  la  señora  duquesa, 

mas  siempre  las  burlas  dejo 

donde  parece  que  cesa 

cuando  respeto  el  valor. 

cuanto  puede  hacer  pintando 

No  he  visto  necio  a  mi  amo. 

con  los  más  vivos  colores 

señora,  con  tanto  extremo. 

la  diestra  Naturaleza, 

¿Cómo  necio?  Y  aun  blasfemo 

y  perdone  vuestra  Alteza 

de  un  ángel. 

que  de  estrellas  y  de  flores 

Cei.. 

Pues  yo  le  llamo 

no  haga  un  retrato  aquí, 

dichoso,  aunque  no  discreto; 

,  como  suelen  los  poetas. 

porque  a  parecerle  bien, 

porque  partes  tan  perfectas 

quedara  al  mayor  desdén 

son  deidades  para  mí. 

que  ha  visto  el  mundo  sujeto. 

Cei.. 

Yo  he  leído  este  papel. 

Que  de  cuantos  la  han  servido 

Dúo. 

¿Qué  escribe? 

ninguno  agradarla  puede. 

Ce{. 

Que  se  partió 

y  es  mejor  que  libre  quede 

a  España. 

que  a  lo  imposible  rendido . 

Dúo. 

Correspondió 

¿La  Duquesa  fea? 

a  aquella  patria  cruel 

Jui.. 

Sí. 

de  fieras  y  hombres  feroces. 

Cei.. 

¿Tiene  ese  hombre  entendimiento? 

Cel. 

Discúlpase  con  pasar 

JUL. 

Un  mal  gusto  es  fundamento 

de  rebozo. 

de  que  le  parezca  ansí: 

Jui,. 

Y  por  guardar, 

fuera  de  ser  cosa  llana 

16 


242 


LA    HERMOSA   FE.\ 


Cei.. 

JlL. 


Ci;l. 


jrr. 


CKL. 


DVQ. 
Jri.. 
Drr,. 
Jti.. 


I  M    o. 

Cki.. 


que  no  hay  disputa  en  los  gustos. 
Sí;  pero  gustos  injustos 
hacen  la  razón  villana. 

Hombres  hay  que  un  día  obscuro 
para  salir  apetecen 
y  el  sol  hermoso  aborrecen 
cuando  sale  claro  y  puro. 

Hombres  que  no  pueden  ver 
cosa  dulce,  y  comerán 
una  cebolla  sin  pan, 
que  no  hay  más  que  encarecer. 

Hombres  en  Indias  casados 
con  blanquísimas  mujeres, 
de  extremados  pareceres, 
y  a  íus  negras  inclinados. 

Unos  que  unieren  por  dar 
cuanto  en  su  vida  tuvieron, 
y  otros  que  en  su  vida  dieron 
si  no  es  enojo  y  pesar. 

Muchos  duennen  todo  el  día 
y  toda  la  noche  velan, 
y  umclios  que  se  desvelan 
en  una  eterna  porfía 

de  amar  sola  mía  mujer, 
y  otros  que,  como  haya  tocas, 
dos  mil  les  parecen  pocas 
para  empezar  a  querer. 

Según  esto,  ia  Duquesa 
no  deja  de  ser  hermosa 
por  un  mal  gusto. 

Es  la  cosa 
más  nueva  y  que  más  me  pesa 

de  cuantas  pudiera  oír. 
Ven  por  la  carta  después. 
Dadme,  señora,  )os  pies 
y  de  no  se  lo  decir 

palabra . 

Vete  en  buen  hora. 
Guarde  el  cielo  a  vuestra  Alteza, 
en  cuya  hernu)sa  cabeza 
el  laurel  que  Apolo  adora 

brille  de  Francia  o  líspaña. 
¿Tu  nombre? 

Julio  c-s  mi  nombre. 
¿Qué  oficio? 

Soy  gentilhoml^re 
que  a  sí  mismo  .se  acomjjaña; 

pero  en  gracia  de  mi  dueño 
que  esta  embajada  me  fía. 
¿No  re.spondes,  prima  mía? 
Celia  me  mira  con  reno. 

Ya  le  dije  a  este  criado 
que  vuelva  {xir  la  ri-sj)U(sta, 


que  si  al  Príncipe  le  cuesta 
su  papel  tanto  cuidado, 
no  quiero  escribir  siii  él. 
DlQ.  ¡Brava  plática  tuvisteis! 

¿Qué  tratasteis?  ¿Qué  dijisteis? 
Si  dio  materia  el  papel, 

dirá  que  está  enamorado 
de  mí  el  Príncipe  y  que  fué 
perdido  a  España. 
Cei..  Xo  sé. 

I^^'Q-  ¿Q"i<^"  duda  que  te  ha  contado; 

que  es  ordinario  en  los  hombres 
que  en  toda  Francia  no  vio 
dama,  Celia,  como  yo, 
con  todos  aquellos  nombres 
de  ángel,  estrella,  jazmín, 
rosa,  perla  y  otras  cosas 
tan  necias  y  mentirosas? 
¿De  mí  qué  te  dijo  al  fin? 

Xo  eran  cosas  de  importancia 
las  que  hablamos. 

¿Cómo  no? 
Antes  de  enojo.  Y  si  yo 
le  volviese  a  ver  en  Francia... 

¿Qué  munuuras?  ¿Fué,  por  dicha 
descompostura  de  amor? 
¿Pidió,  necio,  algi'm  favor? 
Tengo,  Duquesa,  desdicha 
tener  tan  necio  pariente 
Dime  lo  que  es. 

Xo  es  razón. 
¡Qué  confusión! 

Cosas  son 
de  aquella  bárbara  gente. 

Quien  quisiere  una  mujer 
a  puras  ansias  matar, 
procúrele  dilatar 
lo  que  quisiere  saber. 

Xi  fué  jamás  discreción 
dejar  razón  comenzada. 
Cel,.  Si  puede  ser  excusada, 

antes  parece  razón. 
DUQ.  Celia,  lo  qiie  fuere  sta. 

Cki,.  íQ"*-'  porfiar  tan  jirolijo! 

Dijo  ti  PríiuMjH... 
DUQ.  ¿Qué  dijo? 

Cei,.  l^ijo,  el  necio,  que  eras  fea. 

DUQ.  Pues  bien,  ¿fué  mucho  el  agravio? 

Cei,.  ¿Cómo  puede  ser  mayor? 

Pregúntale  a  tu  color 
si  te  imj)orta  el  desagravio, 

])ues  ya  te  escribe  el  desprecio 
en  la  cara  vergonzosa. 


Cei,. 

DUQ. 

Cei,. 

DUQ. 


Cei,. 

DUQ. 

Cei.. 

DUQ. 

Cel. 

DUQ. 


ACTO    PRIMERO 


243 


con  letras  de  pura  rosa, 
el  agravio  deste  necio. 

DUQ.  Confieso,  Celia,  que  ha  sido 

el  repetirlo  el  criado 
ocasión  de  haber  quedado 
en  parte  mi  honor  corrido. 

Hazme  placer,  cuando  vuelva, 
de  decirle  que  se  quede 
conmigo. 

Cei..  ¿Julio  qué  puede, 

cuando  a  querer  se  resuelva, 
hacer  para  tu  venganza? 

DUQ.  ¿Nimca  has  oído  contar 

que  el  que  se  quiere  ahogar 
cualquiera  cosa  que  alcanza 

tiene  fuertemente  asida? 
Pues  así  tengo  pensado 
que  el  asir  deste  criado 
es  asegurar  mi  vida. 

Cel.  ¿Q"é  dices? 

DUQ.  Que  éste  ha  de  ser 

por  quien  me  pienso  vengar; 
que  invención  no  ha  de  faltar 
para  que  me  vuelva  a  ver. 

Y  si  me  ve,  ten  por  cierto 
que  ha  de  adorar  la  fealdad 
que  dice  y  que  mi  crueldad 
le  ha  de  ver  perdido  y  muerto 
o  no  ha  de  haber  alma  en  mí. 

Cel.  Con  razón  estás  quejosa; 

pero  es  imposible  cosa 
que  puedas  vengarte  ansí. 
Mejor  fuera... 

DUQ.  Xo  hay  mejor. 

Déjame,  Celia,  pensar 
cómo  le  pueda  obligar 
para  que  me  tenga  amor. 

Que  ima  vez  enamorado, 
con  la  risa  y  el  desprecio 
quedará  de  aqueste  necio 
mi  sentimiento  vengado. 

Que  no  hay  venganza  que  sea 
más  discreta  y  más  gastosa 
que  hacerle  querer  hermosa 
quien  le  ha  parecido  fea. 

Así  de  aqueste  enemigo 
vengarse  mi  agravio  piensa, 
porque  de  la  misma  ofensa 
se  ha  de  sacar  el  castigo. 

(Salen  Ric.VRDO,  Juliu  y  Ot.'ívio.) 

Julio. 
Esta  es  la  hora  que  sin  alma  queda. 


Ricardo. 
No  hay  cosa,  Julio,  que  obligarla  pueda 
a  lo  que  yo  pretendo 
de  mayor  importancia. 

J  ULIO. 

Así  lo  entiendo 
Ricardo. 
Y  el  camino  que  hallaste 
fué  mucho  más  discreto.  Al  fin  dejaste 
con  Celia  concertado 
volver  por  la  resptiesta. 

Julio. 

Hale  causado 
notable  novedad  que  la  Duquesa, 
cuya  hermosura  es  la  mayor  empresa 
de  príncipes  y  grandes 

de  Francia,  de  Alemania,  España  y  Flandes. 
te  pareciese  fea. 

Ricardo. 

Desta  manera  el  cazador  rodea 

al  animal  o  al  ave. 

Presto  verás  que  su  arrogancia  grave 

se  rinde  a  mi  deseo. 

Otavio  amigo,  en  la  ocasión  me  veo 

que  tu  fidelidad  me  ha  de  dar  vida; 

de  tu  amistad  mi  confianza  asida 

pretende  conquistar  esta  arrogante 

hermosura  francesa,  que  en  diamante 

con  pinceles  de  nieve  pintó  el  cielo. 

La  traza  que  fabrica  mi  desvelo 

es  la  que  te  he  contado; 

de  todos  mis  criados  he  dejado 

sólo  a  Julio  conmigo;  él  me  acompai;a, 

que  los  demás  a  España 

van  caminando  con  el  Conde.  Hoy  quiero 

dar  principio  dichoso  al  bien  que  espero. 

Otavio. 

Francés  soy  por  la  vida, 
ya  vuestra  Alteza  tiene  conocida 
mi  lealtad  y  amistad.  Esté  seguro, 
y  por  esta  que  al  lado  traigo  juro 
de  guardarle  secreto. 

Ricardo. 
Pues  para  dar  a  lo  que  intento  tfeto 
dile  al  Gobernador  secretamente 
lo  que  te  dije,  porque  luego  intente 
prenderme;  que  por  causa  tan  notable 
no  dudes  de  que  hable 
con  la  Duquesa  y  que  ella  verme  quiera, 


244 


LA    HERMOSA   FEA 


donde  mi  amor  en  mi  fortuna  espera 
lo  que  mi  atrevimiento  me  asegura 
o  a  las  manos  morir  de  su  hermosura. 


Otavio. 


Tú  verás  el  efeto 
de  un  noble  amigo. 


Ricardo. 

Di,  también  discreto, 
en  qué  consiste  la  ventura  mía. 

J  UI.IC). 

¿Cuándo  faltó  la  dicha  a  la  osadía? 

\'uelvo  por  el  papel  mientras  te  prenden 

y  a  ver  cómo  se  encienden 

<le  la  Duquesa  los  claveles  vivos 

con  tantos  pensamientos  vengativos 

.>^i  a  quien  tanta  hermosura  llamó  fea 

rendir,  matar,  o  enamorar  desea. 

(Quede  Otavio.) 

Ota.  No  carece  de  valor 

de  Ricardo  el  pensamiento, 
y  más  siendo  el  fingimiento 
el  primer  paso  de  amor. 

¡Oh  fuerza  de  la  amistad, 
a  qué  me  pongo  por  ti! 
Pero  ya  le  prometí 
favor,  silencio  y  lealtad. 

Prósperamente  sucede: 
este  es  el  Gobernador, 
que  hasta  en  esto  muestra  amor 
lo  que  sabe  y  lo  que  puede. 

Con  él  viene  un  capitán; 
concertóse  la  fortuna 
con  el  amor,  si  en  alguna 
fortuna  y  amor  lo  están. 

(Salen  Goberííador,  Capitán  y  criados.; 

Con.  Conozco  vuestro  cuidado. 

Caí*.  Cuando  me  toca  la  guarda 

soy  Argos  de  la  ciudad; 
no  ha  de  .suceder  desgracia 
ha.sta  que  deje  la  noche 
la  capa  en  manf)s  <lel  alba; 
que  aun  por  esto  la  prendiera 
.si  la  noche  .se  quejara. 

Ctou.  listar  limpia  una  ciudad 

de  gente  ociosa  es  la  causa 
de  no  haber  hurtos  y  nniertes: 
en  que  se  ve  que  .si-  engañan 
los  que  gobiernan  si  iñiiisan 
que  sólo  el  castigo  basta. 


Prevenir  que  no  sucedan 
delitos,  con  que  no  haya 
quien  los  haga,  en  quien  gobierna 
es  la  prudencia  más  alta. 
Porque  castigar  después, 
supuesto  que  es  de  importancia 
para  el  ejemplo,  ya  es  fuerza, 
y  es  mejor  que  se  excusaran. 
Cap.  ¿Quién  limpiará  una  ciudad 

donde  acuden  gentes  varias? 
GoB.  ¿Quién?  El  temor  del  castigo 

y  el  cuidado  del  que  manda. 
Ota.  ¡Oh,  qué  a  propósito  viene 

de  mi  intento  lo  que  tratan! 
En  vuestra  busca  venía; 
doy  al  cielo  inmensas  gracias 
de  haberos  hallado  aquí. 
GoB.  ¿Qué  es,  Otavio,  lo  que  mandas 

que  haberme  hallado  agradeces? 
0T-\.  Si  no  te  ha  dicho  la  fama 

que  el  Príncipe  de  Polonia 
de  rebozo  estuvo  en  Francia, 
sabe  que,  entre  otras  provincias, 
vino  por  ver  a  ]Madama 
a  la  corte  de  Lorena 
y  fué  huésped  de  mi  casa, 
donde  hicimos  amistad. 
Partióse,  en  efecto,  a  España, 
peregrino  de  su  gusto; 
tuve  anteayer  una  carta 
en  que  me  dice  que  un  hombre, 
tan  noble  que  le  llevaba 
por  secretario,  que  a  veces 
no  conforma  al  cuerpo  el  alma, 
todas  las  joyas  le  hurtó, 
y  que  si  por  dicha  pasa 
por  esta  ciudad,  le  prenda. 
Ha  sido  mi  dicha  tanta, 
que  hoy  le  he  visto  en  una  quinta 
pasear  con  mía  dama, 
que  del  hurto  y  de  volver 
fué,  por  ventura,  la  causa, 
l'ingí  que  no  conocía 
quién  era,  aun(|ue  él  me  miraba, 
so.speclioso  de  mis  ojos, 
(jiic  el  miedo  en  lodo  repara; 
v  como  ves,  he  venido. 
No  permitas  que  se  vaya 
con  tal  (U-lito,  pues  puedes, 
sin  ])eligr<),  v  aun  sin  guarda, 
liaeír  tan  justa  ])risión. 
Gon.  Cuando  Irujera  más  armas. 

ni;'is  soldados,  más  defensas 


ACTO    PRIMERO 


245 


OTAV 


GOB. 


CEI,. 
JUL. 


Cel. 


Jui<. 


Cel. 

JUL. 


Cel. 

JUL. 


para  las  joyas  hurtadas 
que  tiene  agora  sospechas, 
porque  nunca  el  alma  engaña, 
yo  solo  le  he  de  prender; 
que  para  ladrones  basta 
el  temor  de  la  justicia, 
^li  intento  no  es  que  le  hagas 
agravio,  que  es  caballero, 
mas  que  con  buenas  palabras 
se  cobren  todas  las  joyas. 
El  capitán  de  campaña 
venga  conmigo  no  más 
3^  dos  soldados  de  guarda. 

(Salen  Julio  y  Cfxia.) 

Esta  es  la  carta. 

Sospecho 
que  con  enojo  le  escribes, 
y  del  que  en  esto  recibes 
culpo  mi  inocente  pecho. 

Que  te  parlé  sin  pensar 
lo  que  el  Príncipe  sintió 
de  Madama. 

Xo  sé  yo 
a  quién  se  deba  culpar: 

o  al  que  dijo  que  era  fea 
o  a  ti,  pues  que  fuera  justo 
que  callares  su  mal  gusto. 
Pero  no  hay  cosa  que  sea 

más  peligrosa,  y  perdona, 
que  servirse  de  criados 
necios . 

¡Qué  bien  castigados 
vamos  los  dos!  ¿Pero  abona 

tu  culpa,  en  esto,  la  mía? 
¿Cómo? 

Si  yo  te  conté, 
que  toda  mi  culpa  fué, 
lo  que  el  Príncipe  decía, 

el  tuj'o  fué  el  mismo  error 
contándole  a  la  Duquesa 
lo  que  yo  dije. 

Xo  es  esa 
disculpa. 

Y  avui  fué  mayor, 

cfue  en  su  ausencia  me  atreví, 
y  es  como  no  haber  hablado, 
pues,  ausente  el  más  honrado, 
no  puede  volver  por  sí. 

Y  tú,  señora,  en  su  cara 
le  dijiste  que  era  fea; 
que  aunque  agravio  ajeno  sea, 
si  en  la  verdad  se  repara. 


Cei.. 

JL'E. 


Cel. 

JUL. 

Cel. 

JlL. 

Cel. 

Jt-L. 

Cel. 
JrL. 


el  que  le  dice  le  hace, 
pues  que  la  lengua  le  hurtó 
al  que  ausente  se  atrevió, 
y  su  intención  satisface. 

¿Cuál  será  más  atrevido: 
el  que  me  dice  un  pesar, 
que  dijo  quién  por  no  osar 
jamás  me  hubiera  ofendido, 

o  el  que  habló,  en  ausencia  mía, 
cobarde  y  dando  a  entender 
que  no  pudiera  tener 
en  mi  presencia  osadía?  ■ 

Claro  está  que  lo  será 
el  que  el  respeto  perdió, 
siendo  amigo  al  que  ofendió, 
cuando  más  seguro  está. 

De  suerte,  que  no  fué  sabio 
consejo  darme  a  mi  culpa, 
porque  aquél  tiene  la  culpa 
de  quien  se  debe  (i)  el  agravio. 

Sentiste  el  llamarte  necio. 
¿Pues  no  quieres  que  lo  sienta 
si  aquello  que  el  alma  afrenta 
fué  siempre  el  mayor  desprecio? 

¿Pues  qué  llamas  afrentar 
el  alma? 

Llamar  a  un  hombre 
necio. 

¿Por  qué? 

Porque  es  nombre 
que  por  fuerza  ha  de  agraviar 

al  entendimiento,  que  es 
potencia  suya. 

El  honor 
te  vuelvo. 

Y,  por  el  favor, 
yo  vuelvo  a  besar  tus  pies. 

Tú,  a  lo  menos,  no  has  tenido 
a  la  Duquesa  por  fea. 
Xo  quiera  Dios  que  me  vea 
falto  de  tan  gran  sentido; 

que  sólo  pusiera  im  ciego 
en  duda  tanta  hermosura. 
Es  ángel  de  nieve  pura, 
con  dos  estrellas  de  fuego; 

es  de  la  Venus  de  Fidia 
retrato,  y  con  más  primor, 
higa  de  cristal  de  amor 
contra  el  ojo  de  la  envidia. 

Es  toda  nácar  lustrosa, 
en  cuj-a  boca  también 


I )     Hartzcubusch  enmendó  *sabe». 


246 


I.A    HliRMOSA    FEA 


Ci:r.. 

Jri.. 
Cel. 

Jt-L. 

Cel. 


DUQ. 


Jfl.. 


Drg. 


las  bellas  perlas  se  ven 
por  celosías  de  rosa, 

cuyo  dulce  luoviiniento 
enseña  un  rojo  calvel, 
que  es  intérprete  fiel 
de  su  raro  entendimiento. 

Sas  mejillas  encarnadas 
de  manutisas  parecen 
cuando  entre  aljófares  crecen, 
del  alba  pura  esmaltadas; 

V  por  no  hacerlas  agravios, 
te  digo  que  son  tan  bellas, 
señora,  que  solas  ellas 
compitieran  con  sus  labios. 

Cuando  a  las  manos  te  inclines, 
de  tanta  gracia  están  llenas 
que  con  rayos  de  azucenas 
parece  un  sol  de  jazmines. 

Finalmente,  su  valor 
es  de  tan  alta  excelencia, 
que,  sin  pedirle  licencia, 
ni  tira  ni  mata  Amor. 

Pues,  ;cómo  el  Príncipe,  ha  sido 
Estela  un  demonio  fiero  ? 
Porque  es  un  gran  majadero. 
Mira,  Julio,  que  te  ha  oído 

la  Duquesa. 

¿  Dónde  ? 

Estaba 
detrás  de  aquella  antepuerta. 

(Sale  ¡a  DrfjUESA.) 

Escuchándote,  encubierta, 
de  tus  ILsonjas  gustaba; 

y  como  de  la  alabanza 
resulta  siempre  afición, 
tu  ingenio  y  buena  opinión 
tanta,  con  mi  gusto  alcanza, 

Julio,  que  quiero  pedirte 
que  en  mi  servicio  te  quedes. 
Hácesme  tantas  m-rcedes 
en  (juerer  de  mí  servirte, 

que  ( n  tu  nombre,  serafín, 
jxingo  la  boca  dichosa 
en  la  estampa  venturosa 
del  corcho  de  tu  chapín. 

;IVro  cómo  poílrá  ser 
sin  licencia  de  mi  rlueño? 
A  sacarte  de  ese  empeño 
pienso  que  tendré  jjoder 

con  escribir  a  Ricardo. 
Tú,  entretanto,  me  respcjudí-, 
y  fjuc  a  quien  es  corresix)nde. 


como  de  su  nombre  aguardo, 
estarás  conmigo  aquí, 

que  me  has  parecido  bien. 
Jri..  Gracias,  señora,  te  den 

tus  mismas  gracias  por  nn. 
Alaben  tus  altas  glorias 

y  tus  virtudes  perfetas 

en  sus  versos  los  poetas 

y  en  su  prosa  las  historias; 
los  poetas,  en  sus  liras, 

a  tus  méritos  divinos 

cantando  mil  desatinos, 

las  historias,  mil  mentiras. 
DuQ.  ¿Dónde  estará  tu  señor 

agora? 
Jl'i,.  Aun  no  habrá  llegado 

a  España. — Ya  su  cuidado 

es  de  venganza  y  amor. 

(Salen  el  Gobernador  y  Ütavio.) 

I   Ota.  No  es  razón  que  le  deis  cuenta, 

para  afrentar  este  hidalgo, 
a  la  Duquesa. 

GoB.  Yo  salgo 

al  remedio  de  esta  afrenta. 

I^í'Q-  ¿Q^ié  es  eso,  Gobernador? 

GoB.  Señora,  ha  escrito  Ricardo, 

el  Príncipe  de  Polonia, 
desde  I^unevila  a  Ota  vio 
que,  hurtándole  muchas  joyas, 
se  le  ha  vuelto  el  secretario 
a  tu  corte.  Diónie  parte 
deste  suceso,  y  buscando 
los  sitios  de  más  sospecha, 
en  una  quinta  le  hallamos. 
Como  avisarte  de  todo 
cuanto  pasa  me  has  mandado, 
aunque  Otavio  no  quería, 
a  tu  presencia  le  traigo. 

DuQ.  Otavio. 

Ota.  Scñota. 

Dtiq.  Muestra 

la  carta. 

Ota.  Esta  es. 

JfT,.  ¡Oué  extraño 

suceso!  ¿l'n  hombre  tan  noble 
en  tanta  bajeza  ha  dado? 

Dry.  <Señor  Otavio:    Después  de  daros 

cuenta  de  que  voy  con  salud,  auiuiue 
sintiendo  vuestra  au.scncia,  .salxd 
(jue  I^auro,  mi  secretario,  con  algu- 
nas joyas  nn'as  .se  ha  ido  e.sta  no- 
che, con  admiración  mía   y  de  mis 


ACTO    PRIMERO 


247 


criados,  siendo  tan  gran  caballero. 
Si  vol viere  a  esa  ciudad,  donde  en- 
tiendo que  una  dama  le  ha  obligado 
a  este  desatino,  haced  que,  sin  afren- 
ta suya,  sepa  de  vos  el  disgusto  con 
que  quedo.  Dios  os  guarde. —  El  Pn'n- 
cit'e  de  Polonia.» 

¿Conoces  aquesta  firma, 
Julio? 

Jui..  ¡Y  cómo!:  amique  no  creo 

de  Lauro  el  error  que  veo 
y  que  esa  firma  confirma. 

DUQ.  ¿Quién  le  trae? 

GoB.  El  capitán 

de  campaña. 

DUQ.  Verle  quiero. 

■GoB.  Entrad. 

(Salen  el  Capit.4.x  y  Ricardo.) 

r>UQ.  Gentil  caballero, 

y  por  extremo  galán. 
¿Sois  I<auro  vos? 

Hic.  Sí,  señora. 

Dúo.  Despejad  todos  la  sala, 

Celia  y  JuUo  solos  queden; 
vos,  capitán  de  campaña, 
volved  después  por  el  preso. 

Cap.  ¿Cuándo  \-uestra  Alteza  manda? 

DtJQ.  :Mas  no  volváis,  que  no  importa, 

aquí  estará  en  confianza. 
Di,  caballero:  ¿sirviendo 
a  tan  gran  señor  le  hurtabas 
sus  joyas  y  fugitivo 
desde  el  camino  de  España 
a  Lorena  te  voháas 
y  oculto  en  mi  corte  andabas? 
¿Qué  ocasión  pudo  moverte 
para  tan  infame  hazaña 
y  para  venirte  aquí? 
;Con  obligaciones  tantas 
de  noble  y  de  secretario 
de  un  Príncipe  y  con  gallarda 
persona  y  con  ser  forzoso 
tu  ingenio  en  bajeza  igualas 
a  los  hombres  mal  nacidos? 

Ríe.  Señora,  en  cuya  alabanza 

de  entendüniento  y  belleza 
gasta  la  parlera  fama 
trompetas  de  inmortal  bronce, 
del  fénix  purpúreas  alas, 
con  los  ojos  del  pavón, 
que  ya  de  celeste  plata 
clavos  errantes  y  fijos 


el  zafiro  eterno  esmaltan; 
yo  soy  Lauro  de  Lorena, 
que  fué  mi  padre  de  Francia 
y  fué  vasallo  del  tuyo, 
si  en  el  título  reparas. 
Casóse  en  Cracovia  insigne 
con  una  dama  polaca; 
de  suerte  que  £oy  francés, 
pues  es  la  primera  causa 
el  hombre,  como  la  forma 
de  su  actividad  estampa 
en  la  materia  que  imprime. 
De  suerte  que  ya  te  alcanza 
la  obligación  al  favor 
por  vasallo  de  tu  casa. 
Supe  en  mis  primeros  años 
lo  que  buenas  letras  llaman 
y  dime  a  la  astrología, 
después  de  otras  ciencias  varias; 
porque  puesto  que  no  obligan 
las  estrellas,  pues  la  sabia 
prudencia  puede  regirlas, 
y  que  ellas  fueron  criadas 
por  el  hombre  y  no  él  por  ellas, 
es  ciencia  tan  dulce  y  alta 
y  tan'  digna  de  im  ingenio, 
que  me  precié  de  estudiarla. 
Supe,  en  efecto,  por  ella 
que  en  tu  corte  me  guardaba 
im  grande  bien  la  fortuna, 
que  fué  de  volverme  causa 
de^de  el  camino  a  tu  corte; 
que  las  joyas  de  la  carta 
que  dice  el  Príncipe  ha  sido 
invención  porque  la  infamia 
me  obligue  a  volver  con  él. 
Tanta  ha  sido  mi  privanza, 
que  era  yo  Ricardo  y  él 
Lauro,  sin  que  apenas  haj-a 
diferencia  entre  los  dos, 
sirviendo  a  los  dos  un  alma. 
Y  pues  Julio  está  presente, 
bien  sabe  que  no  se  hallaba 
Ricardo  un  pimto  sin  mí 
y  que  fué  nuestra  crianza 
ima  misma,  siempre  juntos 
desde  la  primera  infancia 
liasta  la  presente  edad. 
Pero  si  acaso  te  espanta 
la  ingratitud  con  que  olvido 
quien  con  tanto  amor  me  paga, 
si  amor  merece  disculpa, 
que  en  las  pasiones  humanas 


248 


LA    HERMOSA    FEA 


DlC. 


le  dan  el  imperio  ejemplos, 
amor,  señora,  me  obliga. 
Estando  el  Principe  m\  día 
que  salió  su  alteza  a  caza 
con  poco  gusto  de  verte, 
mira  qué  necia  desgracia, 
yo  vi,  no  lejos  de  ti, 
una  tan  hermosa  dama 
que  vine  a  creer  que  amor 
mudó  la  flecha  y  la  aljaba 
en  arcabuz,  como  dicen 
que,  cual  la  violenta  bala, 
derriba  el  aire  a  la  tierra, 
que  en\-uelto  el  cuello  en  las  alas 
baja  sin  sangre,  que  toda 
por  el  aire  la  derrama; 
así  yo  sentí  de  un  golpe 
salir  de  mi  pecho  el  alma 
envuelta  en  tristes  suspiros. 
Pasé  la  noche  en  mil  ansias, 
}•  antes  de  ver  el  aurora 
el  Príncipe  se  levanta 
y  me  notifica,  ¡ay  triste!, 
que  quiere  partirse  a  España. 
Fué  forzoso  obedecerle; 
pero  en  aquella  jomada 
traían  su  amor  y  el  mío 
tan  espantosa  batalla, 
que  quedó  vencido  el  suyo, 
y  por  la  posta,  madama, 
volví  a  tu  corte,  en  que  estoy 
loco  de  mirar  su  casa, 
contento  de  estar  presente, 
gustoso  de  imaginarla, 
triste  de  no  merecerla, 
pagado  en  ver  que  me  mata, 
glorioso  de  que  me  vence 
rendido  a  belleza  tanta, 
suspenso  en  su  perfección, 
nmerto  de  sus  Ix^llas  anuas, 
aficionado  a  su  ingenio, 
rendido  a  su  hermo.sa  cara; 
esclavo  de  Argel,  que  es  cielo, 
soberbio  de  amar  sus  gracias, 
obligado  hasta  la  nmerte, 
porque  le  doy  la  palabra 
de  pretenderla  sin  vida, 
de  amarla  sin  esperanza. 
Sin  tanta  satisfacción 
vuestra  persona  abonaba, 
(|ue  sólo  son  vuestros  hurtos 
de  voluntades  honradas; 
que  amor  a  I/orena  os  vuelva 


es  disculpa,  no  es  desgracia. 
Seguid,  Lauro,  ^ii estro  intento, 
y  si  alguna  cosa  os  falta 
en  mí  la  tendréis  segura. 

Ríe.  Con  más  que  palabras  almas 

beso  mil  veces  la  tierra 
que  esos  jazmines  esmaltan. 
Vendré  a  veros  si  me  dais 
licencia,  hermosa  madama. 

DUQ.  Holgaréme  de  saber 

lo  que  con  la  vuestra  os  pasa. 
¿Y  cómo  os  va  de  favor? 
¿Celia? 

Cel.  Señora. 

Dúo.  La  salva 

con  que  ha  entrado  este  navio 
muestra  que  de  paces  trata. 
Mas,  ¿si  eres  la  dama,  Celia? 

Cel.  Creo  que  no  me  pesara 

que  me  quisiera. 

DUQ.  Xi  a  mí. 

Cel.  ¿Qué  dices? 

DvQ.  Que  no  te  iguala. 

Ríe.  ¡Ay,  Julio! 

JUL.  Acá  estamos  todos. 

Ríe.  ¿Parécete  que  se  entabla 

mi  pretensión  ? 

Jt'L  Lindamente; 

pero  guarda  bien  las  cartas, 
no  te  conozcan  el  juego, 
aimque  es  nueva  la  baraja. 

Ríe.  ¿Qué  te  dijo  de  ser  fea? 

JUL.  Allá  verás  de  tu  carta 

la  respuesta,  y  lo  que  entiendo 
es  que  ha  quedado  picada 
y  que  vénganse  desea. 

Ríe.  Yo  haré  de  suerte  que  salgan 

a  libras,  Julio,  de  amor, 
las  onzas  de  la  venganza. 


l'KRSOXAS   DEL   AeTO  SKOUNDO 


La  D  T'  o  u  I",  s  A  . 

Ricardo. 

er.LiA. 


Jriio. 

OTAVIO. 

yj   COHKKNADOR. 


ACTO  si:c.rxLo 

(¡.a  DüyuKSA  y  eri-iA.) 

Dio.  Estoy  contenta  de  ver 

de  I.,auro  el  entendimiento. 
Cel.  Mucho  me  espanta  tu  intento. 

Drg.  Soy  .-igraviada  y  mujer. 

Cel.  Si  miente  en  llamarte  fea, 


ACTO    SEGUNDO 


>49 


¿qué  venganza  de  su  error 
es  para  mostrarle  amor 
solicitar  que  te  vea? 
DuQ.  Porque  tengo  confianza 

que  le  puedo  enamorar, 
en  que  pretendo  fundar 
la  más  discreta  venganza. 

Enamorado  de  un', 
yo  te  le  pondré  de  modo 
que  se  desdiga  de  todo 
cuanto  Julio  dijo  aquí. 

Sin  esto,  cuando  mas  cierto 
de  mi  amor  Ricardo  esté, 
con  mil  desdenes  le  haré 
vivir  abrasado  y  muerto. 

Hasta  llegar  a  querer 
un  hombre  es  hombre 
Cei,".  Es  verdad, 

que  pierde  la  libertad, 
que  es  como  dejar  d«  ser. 
DUQ.  Luego  si  ha  de  ser  Ricardo 

sólo  lo  que  yo  quisiere, 
de  estar  sujeto  se  infiere 
que  mayor  venganza  aguardo. 
Guárdese  un  hombre  de  dar 
su  libertad  por  querer, 
porque  entonces  no  hay  mujer 
que  no  se  sepa  vengar. 

Yo  voy  con  Lauro  tratando 
que  el  Príncipe  venga  a  verme, 
si  él  viene,  y  viene  a  quererme, 
txx  le  verás  suspirando, 

tú  le  verás  padeciendo, 
porque  en  viéndole  querer 
tengo  de  darle  a  entender 
que  estoy  por  Lauro  muriendo. 

Lauro  tiene  gentileza. 
¡De  celos  se  ha  de  abrasar! 
Cei..  Xo  se  puede  dar  pesar 

a  costa  de  la  grandeza; 

que  donde  hay  tanto  valor 
no  sé,  Estela,  cómo  quieres 
imitar  a  las  mujeres 
viles  en  tretas  de  amor. 
DuQ.  Y  aun  por  andar  tan  iguales, 

Celia,  a  su  grandeza  asidas 
suelen  ser  menos  queridas 
las  nmjeres  principales. 
Déjame  seguir  mi  intento. 
Cel.  ¿y  Lauro,  te  ha  declarado 

quién  es  la  dama  que  ha  dado 
principio  a  su  pensamiento? 
DuQ.  Xo  lo  ha  querido  decir, 


Cei.. 

Dúo. 
Cel. 


DUQ. 

JUE. 


DUQ. 

JUL. 

DUQ. 


DUQ. 


ni  era  justo  porfiar; 
secreto  la  quiere  amar 
si  no  la  quiere  decir; 

que  este  amor  debe  de  ser 
al  tiempo  antiguo. 

Aquí  viene 
Julio. 

Grande  amor  le  tiene. 
El  lo  debe  de  saber. 

(Julio  cnírc.) 

¿Qué  hay,  Julio? 

Venir,  señora, 
a  ver  si  te  sirvo  en  algo, 
que  con  lo  poco  que  valgo 
mi  desconfianza  ignora 

servicio  que  pueda  hacerte 
de  más  consideración, 
que  para  toda  ocasión 
ser  tu  esclavo  hasta  la  muerte. 

Hoy  se  ofrece  en  qué  podrás 
mostrarme  ese  buen  deseo. 
Y  hoy  la  dicha  en  que  me  veo 
si  tanto  favor  me  das. 

¿Quién  es  la  dama  a  quien  ama 
Lauro? 

Pésame,  por  Dios, 
porque,  aunque  amigos  los  dos, 
nunca  me  ha  dicho  su  dama; 

que  bien  sabe  \Tiestra  Alteza 
que  no  guardara  secreto 
siendo  su  gusto,  en  efeto, 
aun  a  su  misma  grandeza; 

lo  que  más  puedo  decir 
es  que  parece  dentro 
de  palacio,  así  por  centro 
de  hermosura  a  quien  servir; 

como  porque  no  le  veo 
fuera  del  mirar  ni  hablar, 
de  donde  pueda  sacar 
la  causa  de  mi  deseo. 

Duermo  en  su  mismo  aposento, 
y  de  noche  el  pobre  amante 
es  reloj  cuyo  volante 
el  alma  del  movimiento. 

Así  parece  en  la  cama, 
y  las  horas,  los  suspiros, 
que  dan  amorosos  tiros 
al  índice  de  su  dama; 

todo  con  tal  desconcierto 
que  nmica  sup#la  hora 
desta  encubierta  señora. 
Pues  yo  tengo  por  muy  cierto, 


2=^0 


LA    HERMOSA    FEA 


Celia,  que  eres  tú. 


Cei.. 

DUQ. 

Cei.. 

DuQ. 
Cel. 

DUQ. 

Cei. 


DUQ. 


Cei.. 

TVQ. 


Cei.. 

DUQ. 


Ota. 


;Yo? 


Sí. 


No  lo  crea  \-uestra  Alteza, 

fíe  más  de  su  belleza. 

¿Qué  dices?  ¿Qutrenue  a  mír^ 

¿Xo  se  ve  claro  en  tener 
Lauro  secreto  su  amor? 
¡Qué  desatinado  error! 
<Xo  puede  un  hombre  querer, 

sLi  ofensa  del  sujeto, 
con  secreto  y  discreción? 
Xo  es  amor,  Celia,  pasión 
que  sabe  guardar  secreto. 

Y  ahora  bien,  quien  fuere  sea, 
ya  es  mucha  ciu^iosidad, 
por  lo  menos  es  verdad 
que  no  le  parece  fea. 

¿Vamos  de  aquí? 

Siempre  asiste 
ese  pensamiento  en  ti. 
X'ecia  en  ofendenhe  fui 
de  agravio  que  no  consiste 

en  la  razón,  siendo  el  gusto 
un  albedrío  sin  ley, 
que,  de  los  sentidos  rey, 
puede  ser  justo  o  injusto. 

Mas  ya  que  mi  confianza 
dice  que  es  ofensa  mía, 
no  dejaré  la  porfía 
hasta  tener  la  venganza. 

(l'a'tse  las  dos.) 

Valiente  resolución. 
Esto  se  encamina  bien, 
porque  el  favor  o  el  desdén 
de  ima  mi.snia  suerte  son 

príncipes  de  amor  (juc  ya 
a.sisten  en  la  memoria, 
de  donde  la  pena  o  gloria 
pendiente  del  alma  está. 

Porque  como  del  favor 
puede  nacer  la  nmdanza, 
tiene  el  desdén  esperanza 
de  que  se  mude  en  amor. 

(Otavio  v  KicAKno.) 

Pues  ya  caminan  tan  bien, 
ix>r  la  privanza  de  K.stela, 
tus  co.sas,  que  a  tu  cautela 
no  hay  crtf  ito  (|ue  no  den, 

advierte,  Ricardo  amigf>, 
no  Lauro,  pues  para  nu' 


Ric- 


ota. 


Ríe. 

Ota. 
Ríe. 

Jri.. 


Ríe. 

JLX. 


Ota. 


no  eres  Lauro,  si  yo  fui 
parte  entonces  y  hoy  testigo 

de  tu  secreta  invención 
que  es  Celia  la  misma  vida 
que  tengo  en  el  alma  asida 
y  que  ha  llegado  ocasión 

en  que  me  puedes  pagar 
lo  que  te  he  servido  en  esto. 
Hn  obligación  me  has  puesto 
(]ue  es  imposible  pensar 

humana  satisfacción, 
mira  en  qué  puedo  servirte. 
Basta,  Ricardo,  decirte 
que  tengo  a  Celia  afición 

mal  declarada  en  los  ojos, 
que  ellos  solos  han  hablado, 
lenguas  mudas  que  le  han  dado, 
por  temor  de  sus  enojos, 

información  de  mi  amor; 
yo  c^eo  que  le  ha  entendido, 
si  bien  nunca  merecido, 
aquel  primero  favor; 

que  corresponde  al  mirar 
cuando  los  ojos  se  encuentran, 
porque  es,  si  dichosos  entran, 
alta  manera  de  hablar. 

Tú,  pues,  si  llega  ocasión, 
infórmala  bien  de  nú, 
que  mejor  se  escucha  ansí 
una  amorosa  afición. 

Esto  has  de  hacer,  en  efcto, 
porque  en  los  tratos  de  amor 
es  el  concierto  mejor 
por  un  tercero  discreto. 

Fía  de  mí,  que  tendré 
más  cuidado  que  del  mío . 
De  ti  nú  remedio  fío. 
Anúgo  Julio. 

Aguardé 

que  con  Otavio  acabases 
el  comenzado  discurso 
para  no  romperte  el  curso 
de  lo  que  con  él  tratases. 

¿Hablaste  al  C.obernador? 
Dile  tu  carta  fingida, 
de  su  gvisto  recibida 
con  nuichas  nme.stras  de  an:or. 

Díjele  (jue  había  venido 
de  donde  el  Prínci])e  e.staba, 
f|ue  si  responder  gustaba, 
el  que  la  había  traído 

mañana  se  partiría. 
¿Carta  le  escribes? 


ACTO    SEGUNDO 


251 


Ríe. 
Jui,. 


Ríe. 

Jui.. 


Ríe. 


Jui,. 

Ota. 
Ríe. 
Ota. 


Ríe. 


DUQ. 

Ríe. 

Dúo. 


Después 
sabrás,  Ota  vio,  lo  qvie  es. 
Cuando  de  darla  venía 

doy  con  Celia  y  con  Estela, 
de  quien,  señor,  entendí 
que  se  han  de  lucir  en  ti 
la  afición  y  la  cautela. 

Notable  examen,  por  Dios, 
sobre  saber  quién  ha  sido 
la  dama  que  te  ha  traído 
hicieron  en  mí  las  dos. 

Porque  debe  de  pensar 
cada  una  que  es  por  ella. 
¿Y  qué  dijiste? 

Oue  della 
solamente  imaginar, 

que  era  en  palacio  sabía, 
pues  fuera  a  nadie  mirabas, 
que  de  noche  suspirabas 
y  andabas  triste  de  día. 

Bien  hiciste,  porque  es  justo 
ir  poco  a  poco  y  a  tiento, 
porque  deste  atrevimiento 
no  nos  resulte  disgusto. 

Oue  aimque  adorar  (i)  su  belleza, 
no  puede  ofenderse  ansí, 
podría  echarme  de  aquí 
per  cumplir  con  su  grandeza. 

Porque  fuera  de  ser  justo 
en  mujer  de  calidad, 
más  puede  la  honestidad 
que  los  consejos  del  gusto. 

Dices  bien;  pero  yo  sé 
que  no  le  falta  de  ti. 
La  Duquesa  viene  aquí. 
Vete,  Julio. 

Y  yo  me  iré 

con  volverte  a  suplicar 
no  se  te  olvide  mi  ruego. 
(Vaiise.) 

Será,  amigo  Ota  vio,  luego 
que  Celia  me  dé  lugar. 


(Salga  la  Duquesa.) 
Lauro,  ¿estás  solo? 


Aquí  estaba 


Ota  vio. 


;Y  fuese? 


(i)  Enmienda  de  Hartz.:  el  texto  dice  «fuera».  Quizá 
estaría  mejor  «de  amar»  para  dar  sentido  al  verso  si- 
guiente que  Hartz.  tuvo  también  que  enmendar  diciendo 
«ofenderla'»,  y  no  «ofenderse»,  como  está  en  el  original. 


Ríe.  Ya  es  ido. 

DuQ.  Muchas  veces  he  querido, 

que  sus  cabellos  me  daba, 

Laiuro,  la  ocasión,  fiarte 
un  secreto  y  me  ha  faltado 
atrevimiento;  hoy  me  ha  dado 
licencia  mi  honor  de  darte 

satisfacción  del  temor 
y  cuenta  de  lo  que  espero 
que  tan  noble  caballero 
hará  por  mi  propio  honor. 
Ríe.  Imagine  %'uestra  Alteza 

las  fábulas  o  verdades 
de  aquellas  antigüedades 
llenas  de  horror  y  extrañeza. 

Imagine  que  Teseo 
va  a  matar  a  Minotaiu-o 
y  presuma  que  de  Lauro 
espera  el  mismo  trofeo. 

Imagine  que  desea 
tener  las  manzanas  de  oro 
cuyo  guardado  tesoro 
fué  perdición  de  ]SIedea. 

Imagine  que  pretende 
del  campo  Elíseo  un  laurel 
y  que  pasando  por  él 
el  infierno  le  defiende, 

o  la  cristalina  esfera 
por  quien  hoy  Atlante  es  monte, 
o  como  a  Belerofonte 
ir  a  matar  la  Quimera, 

que  no  pondré  duda  alguna 
si  lo  intentan  estorbar 
la  tierra,  el  infierno,  el  mar 
y  el  poder  de  la  fortuna. 
DuQ.  Pues  en  esa  confianza, 

caballero  ilustre,  advierte 
que  aquel  día  que  me  vio 
el  Príncipe  tu  pariente, 
o  tu  dueño,  si  lo  ha  sido, 
esto  como  tú  quisieres, 
dijo,  no  sé  cómo  diga 
para  tratarle  de  suerte 
con  término  más  decente 
o  con  disculpa  más  justa 
la  causa  que  me  entristece, 
que  era  yo  en  extremo  fea. 
Vino  este  Julio  a  traerle 
a  Celia  una  carta  suya, 
y  como  ella  pretendiese 
saber  si  yo  le  agradaba, 
pues  vino  a  esta  corte  a  verme, 
tan  descortés  como  el  dueño 


LA    HERMOSA    TEA 


dijo  que  no  libremente, 

y  contó  de  mi  fealdad 

cosas.  I^auro,  qne  parecen 

más  que  de  Príncipe,  de  hombre 

que  los  perezosos  bueyes 

guía  por  la  tierra  dura, 

donde  con  el  hierro  ardiente 

escribe  iguales  renglones 

que  abril  mira  y  mayo  lee. 

Agora  quiero  que  veas 

lo  que  somos  las  mujeres, 

que  mi  vanidad  acuses 

y  que  mi  enojo  condenes. 

Tan  grande  le  tuve.  Lauro, 

que  no  hay  cosa  que  no  intente 

por  vengarme  deste  necio, 

y  así,  quiero,  pues  tú  puedes 

a>'udar  a  mi  venganza, 

qu*'  mi  amistad  recompenses 

en  escribir  a  Ricardo 

que  venga  a  Lorena  a  verme 

con  luia  invención  notable; 

escúchame  atentamente. 

Til  has  de  decir  en  la  carta 

que  tanta  privanza  tienes 

conmigo,  que  te  he  contado 

mis  pensamientos  mil  veces, 

y  que  te  dije  que  el  día 

que  me  vio,  sin  que  entendiese 

que  yo  le  vía,  le  vi, 

y  conocí  claramente, 

porque  Celia  me  lo  dijo, 

y  que  me  dejó  de  verle 

tan  perdida  desde  entonces, 

que  siendo  naturalmente 

alegre,  vivo  tan  triste 

que  no  hay  co.sa  que  me  alegre, 

porque  de  todos  los  hombres 

me  pareció  diferente; 

con  cuya  iniagñíación 

no  hay  noche  que  no  me  acueste 

ni  día  que  sin  deseos 

de  volverle  a  ver  despierte, 

y  que  yo  misma  te  dije 

que  si  a  la  corte  volviese 

tendría  gusto  en  hablarle, 

novedad  de  mis  desdenes, 

castigo  de  mis  desprecios, 

padecidfís  justamente 

]¡()T  haljíT  sido  i-nn  todos 

ingrata  y  áspera  siempre. 

])entro,  J.auro,  de  la  carta 

quiero  también  que  le  lleven 


un  retrato,  por  que  vea 

lo  que  tan  mal  le  parece; 

éste  es  hombre  al  fiíi,  y  mozo, 

y  pienso  que  como  piense 

que  una  nnijcr  como  3'o 

con  canto  extremo  le  quiere, 

vendrá,  sin  duda,  a  buscarme, 

que  tanto  los  elesvanece 

su  presunción,  y  está  cierto 

que  si  el  necio  a  verme  viene 

le  tengo  de  enamorar 

tan  diestra,  tan  falsamente, 

que  llegue  a  vivir  sin  alma; 

y  que  cuando  llegue  a  verse 

en  estado  qixe  yo  pueda 

a  la  venganza  atreverme, 

me  tengo  de  retirar 

con  tiros,  con  disfavores, 

con  celos  y  con  desdenes 

que  le  ponga  en  ocasión 

que  le  parezca  la  nmerte 

más  alegre  que  la  vida. 

Y  si  este  caso  sucede 

como  le  tengo  trazado, 

y  tií,  I^auro,  no  me  vendes, 

tengo  de  hacer  ele  Ricardo, 

aimque  no  quiera,  confiese 

que  so 5^  lo  que  dicen  todos 

y  que  en  haber  dicho  miente 

que  soy  fea,  despreciando 

lo  que  en  reinos  diferentes 

ha  parecido  a  sus  dueños, 

tan  buenos  como  él,  de  suerte 

cjue  por  mil  embajadores 

han  intentado  ofrecerme 

los  imperios  y  las  manos 

para  que  aceptase  y  diese 

las  nn'as,  a  quien  castiga 

mi  arrogancia  justamente, 

pues  me  ha  despreciado  un  hombre 

que  sólo  el  nombre  me  ofende; 

que  no  merecen  amor 

los  que  sf>n  tan  dese'ortcses 

que  a  las  nuijeres  les  cjuitan 

le)  mejor  que  las  cenicede 

Naturaleza,  piadosa, 

para  que  estiniaelas  fuesen. 

l'ua  mujer  ne)  ha  de  ser, 

Lauro,  cajntán  ni  alférez; 

fueía  de  que  ha  habido  alginias 

que  con  etenms  laureles, 

por  liazafias  admirables, 

ciñen  las  glorio.sas  frentes; 


ACTO    SEGUNDO 


253 


ni  ha  de  ser  una  mujer 
filósofo,  ni  oponerse 
a  las  cátedras  que  enseñan 
divinas  y  humanas  leyes. 
¿Pvies  qué  ha  de  ser?  I^o  primero 
hermosa,  discretamente 
y  hermosamente  discreta, 
que  es  decirte,  Lauro,  en  breve 
que  hermosura  y  discreción 
la  ennoblezcan  igualmente. 
Con  esto  será  estimada, 
dejando  aparte  que  debe 
preciarse  más  la  virtud 
que  en  las  buenas  resplandece. 
De  forma.  Lauro,  que  ha  sido, 
perdone  Ricardo  ausente, 
agravio  de  necio,  a  quien 
mi  honor  castigo  previene. 
Y  pues  no  estás  bien  con  él, 
permíteme  que  me  vengue 
si  vencido  de  tu  engaño 
y  desvanecido  vuelve. 
Que  no  hay  víbora  en  la  Scitia 
ni  tiene  el  África  sierpe 
como  mujer  agraviada 
de  que  el  hombre  la  desprecie. 
Ríe.  Pésame,  Duquesa  ilustre, 

por  la  parte  que  me  toca 
Polonia,  la  opinión  loca 
de  un  hombre  de  tanto  lustre. 

Que  aimque  no  es  justo  alabar 
delante  de  quien  lo  siente, 
el  que  agravia  injustamente 
al  que  se  quiere  vengar. 

Os  aseguro  que  es  hombre 
de  entendimiento  y  valor 
y,  en  efecto,  im  gran  señor, 
que  basta  sólo  este  nombre. 

No  sé  cómo  puede  ser 
que  le  pareciese  mal 
un  ángel  tan  celestial 
en  figura  de  mujer. 

Pero,  al  fin,  hay  en  los  gustos 
tal  vez  tan  níala  elección 
que  en  la  mayor  discreción 
son,  por  extraños,  injustos. 

Pero  puédoos  consolar 
que  de  vuestra  parte  estaba, 
que  siempre  se  desalaba 
lo  que  se  quiere  comprar. 

Justamente  os  vengaréis, 
y  yo  a  escribirle  me  ofrezco, 
contento  de  que  merezco 


que,  extranjero,  me  fiéis, 

señora,  tan  gran  respeto. 
Y  así,  pienso  despachar 
a  Julio,  que  sabrá  dar, 
como  criado  y  discreto, 

la  carta  en  su  propia  mano. 
DuQ.  Pues  esto  aparte,  escuchad 

si  en  vuestra  firme  amistad 
todo  cumplimiento  es  vano. 

Cuando  vui  músico  pretende 
a  otro  músico  escuchar, 
suele  primero  cantar, 
y  el  otro  no  se  defiende. 

Porque  al  fin  está  obligado 
de  lo  que  el  otro  cantó, 
y  asi  para  oíros  3-0 
mi  secreto  os  he  contado. 

¿Cómo  se  llama  la  dama 
a  quien  servís? 

Gran  señora, 
no  me  preguntéis  agora 
cómo  mi  dama  se  llama; 

porque  siendo  desigual 
notable  ofensa  sería. 
El  favor  y  amistad  mía, 
¿cómo  puede  estarte  mal? 

Sea  quien  fuere  la  dama, 
pues  yo  ayudarte  prometo. 
Por  pagar  vuestro  secreto, 
Celia,  señora,  se  llama. 

Pésame . 

¿Por  qué? 

Yo  soy 
con  vosotros  desgraciada, 
nación  tan  mal  inclinada 
a  mi  favor,  (loca  estoy) 

Tu  dueño  me  llama  fea, 
y  tú  aun  de  burlas  no  quieres, 
tan  descortés,  Lauro,  eres 
querer  que  la  dama  sea. 

¡Notable  estrella  he  tenido 
con  vosotros! 
Ríe.  Pues,  señora, 

¿si  yo. te  dijera  agora, 
a  tu  grandeza  atrevido, 

que  eres  el  alto  sujeto 
de  mi  humildad,  no  me  hicieras 
castigar? 
DUQ,  No,  mientras  fueras 

honestamente  discreto; 

porque,  ¿cómo  puede  ser 
dar  castigo  por  amar? 
Por  amar  se  ha  de  premiar. 


Ríe. 


Dúo. 


Ríe. 

DuQ. 

Ríe. 

Dúo. 


234 


LA    HERMOSA    FEA 


que  no  por  aborrecer. 

Querer  mal  a  quien  me  quiere 
no  era  cosa  natural; 
yo  no  te  quisiera  mal. 
pues,  desta  razón  se  infiere. 

El  galán  que  se  contenta 
del  estado  de  .su  dama 
jamás  ofende  a  quien  ama, 
pues  lo  que  es  honesto  intenta. 
Ríe.  Duqutsa  y  señora  mía, 

dándome  tanta  licencia 
\-uestra  discreta  prudencia, 
vuestra  dulce  cortesía, 
dice...  Mas  ¡ay,  osadía 
de  mis  fáciles  antojos! 
¿cómo  diréis  mis  tnojos 
si  podéis  con  menos  mengua 
hacer  de  los  ojos  lengua, 
pues  saben  hablar  les  ojos? 

¿Quién  es  el  sol  que  me  enciende 
y  me  hiela  y  me  acobarda? 
¿Quién  la  tirana  gallarda 
que  en  su  dulce  Argel  me  prende? 
¿Quién    me   entiende   y   no   me  en- 

[tiende  ? 
¿Quién  es  mi  hermosa  homicida? 
¿Quién  mi  esperanza  perdida 
en  tanta  gloria  convierte, 
que  de  tan  hermosa  muerte 
aun  se  halla  indigna  la  vida? 

Ea,  pues,  atrevimiento, 
a.gora  es  tiempo  de  hablar, 
pues  os  mandan  declarar 
vutstro  oculto  pensamiento: 
mas  si  lo  que  callo  y  siento, 
se  pu'de  en  los  ojos  ver, 
presumir  y  conocer, 
aiuique  me  deje  morir 
no  se  lo  quiero  decir, 
pues  no  lo  quiere  cnterder. 
( Vasc.J 
]  "O.  Con  razón  me  tuvo  atenta 

relación  tan  bien  fundada; 
de  oírle  quedo  admirada, 
mas  no  quedo  descontenta; 

que  cualquier  atre\  iniieuto, 
hiendf)  amoroso,  perdona 
una  gallarda  per.sona 
y  mi  di.screto  tnttndimicnto. 

Mucha  lice-ncia  le  di 
por  .salxT  a  f|uién  ípuTÍa; 
mas  sirva  en  diseniljja  mía 
el  quererme  I.auro  a  mí. 


Porque,  enojada  y  corrida, 
estaba  desconfiada, 
del  Príncipe  despreciada 
y  de  I,auro  aborrecida. 

Que  a  quien  ningimo  procura 
querer  bien  y  vive  en  calma, 
o  es  hermosura  sin  alma 
o  es  alma  sin  hermosura. 

(Celia  entre.) 

Cel.  Bien  despacio  Aiiestra  Alteza 

ha  estado  con  Lauro. 
DuQ.  Emprendo 

la  venganza  que  pretendo 

de  su  ingenio  y  su  nobleza; 
que  a  los  dos  he  confiado 

el  hacer  que  venga  aquí 

Ricardo. 
Cei..  ¿y  dice  que  sí? 

DuQ.  Esa  palabra  me  ha  dado. 

Cei  .  ;Pues  cómo  vendrá? 

DuQ.  vSecreto, 

para  que  le  pueela  hablar, 

e|ue  habláudole  pienso  dar 

a  mi  pen.«amiento  efeto. 
Cei..  ¿y  si  se  sabe  en  la  corte 

que  Ricardo  viene  aquí? 
Drg  Déjame  el  cuidado  a  mí 

cuando  el  esconderle  impoi  te, 
que  le  tengo  de  burlar 

aunque  aventure  en  rigor 

cuanto  no  fuere  mi  honor. 
Cei..  No  te  quiero  aconsejar; 

conozco  tu  condición, 

tan  furio.'-a  resistida, 

que  aiUKjue  aventure  la  vida 

has  de  lograr  tu  opinión. 
Pero  dime:  ¿preginitastc 

a  Eauro  la  dama? 
DrQ.  Sí. 

Cel.  ¿y  a  quién  ama  Lauro? 

DiiQ.  A  ti. 

Tú,  Celia,  le  enamoraste; 
til  le  truji'ste  a  Lorena, 

por  ti  su  elueño  olvidó. 
Cel.  No  es  posible,  que  soy  yo 

la  <|ue  lo  fué  de  su  pena. 
DUQ.  No  me  dé  el  cielo  ventura 

si  no  me  lo  dijo  ansí. 
Cel.  ¿Q"*^"  "'^'  quiere  Lauro  a  mí? 

l)V(¿.  Bien  puedes  estar  segura. 

ClíL.  Y  agradecida  también. 

Dio.  L.M)  no,  ])oríjne  is  mal  caso. 


ACTO    SEGUNDO 


255 


Cel. 

DUQ. 


Cei.. 

Dúo. 

Cei.. 


cuando  sabes  que  te  caso, 
querer  a  ninguno  bien. 

Si  le  pesa  a  vuestra  Alteza, 
ni  le  veré  ni  hablaré. 
Xo  me  pesa;  pero  sé 
que  puede  su  gentileza 

impedir  la  vohuitad 
del  tratado  casamiento 
si  este  nuevo  pensamiento 
te  quita  la  libertad. 

Xo  pasará  por  el  mío 
querer  a  Lauro. 

Hatás  bien. 
(  Vase.) 
Xo  ha}'  ocasión  que  le  den 
al  amor  como  el  desvío. 

Mal,  si  son  celos,  intenta 
que  muestre  a  Lauro  rigor, 
porque  resistido  amor 
con  la  privación  se  aumenta. 


Ríe. 


Jvi,. 
Ríe. 

JUL. 


(Salen  Ricardo  y  Julio.) 

Ponte,  Julio,  de  camino, 
y  por  la  posta  saliendo, 
a  vista  de  la  ciudad 
llegarás  a  donde  tengo 
al  Conde  y  a  los  criados, 
que  de  Polonia  vinieron, 
en  mi  servicio,  y  diiás 
que  vuelvan  todos  fingiendo, 
aunque  con  poco  ruido, 
que  vengo  también  con  ellos. 
Esta  carta  me  darás 
en  que  diciendo  que  luego 
que  vi  la  de  Lauro,  puse 
en  ejecución  su  intento; 
y  advierte  que  me  la  des, 
con  atrevido  despejo, 
delante  de  la  Duquesa. 
Xo  has  tenido  pensamiento 
de  más  ingenio  en  tu  vida. 
Es  amor  grande  ingeniero; 
las  máquinas  de  Arquimedes 
no  son  encarecimiento 
para  las  que  tiene  amor. 
Ya  sé  que  amor  es  tan  diestro 
que  fabrica  laberintos, 
tal  vez  a  maridos  necios, 
donde  encierra  Minotauros, 
que  suelen  matar  Téseos 
con  hilos  de  oro,  que  son, 
sobre  tabíes  diversos 
y  lamas  tornasoladas. 


pasamanos  de  manteos. 
Ya  sé  que  no  va  T<eandro 
por  Hero  de  Abido  a  Hesto, 
que  para  romper  las  torres 
los  Heros  vuelven  dineros. 
Dédalo  se  ha  vuelto  amor, 
no  por  los  dorados  cercos 
del  sol;  por  lo  bajo  danza 
entre  sastres  y  plateros. 
Su  matemática  toda 
es  inventar  usos  nuevos 
de  joyas  y  de  vestidos, 
y  yo  pienso  que  es  lo  cierto; 
porque  si  de  lo  que  ha  sido, 
por  amor,  vicioso  extremo, 
es  fuerza,  en  quien  tiene  honor, 
que  quede  arrepentimiento. 
Cuatro  joyas  de  diamantes 
serán  más  noble  constielo 
que  del  honor  y  el  peligro 
las  memorias  sui  provecho. 
Parte,  Julio,  con  cuidado. 
Yo  paito  en  brazos  del  viento, 
para  volver  en  sus  alas. 


Ríe. 
jri.. 


Rjc. 

Cei.. 
Ric. 

CEU. 

Ríe. 


Cei,. 


Ríe. 
CEU. 


(Vase.) 

Y  yo  quedo  satisfecho 
de  tu  diligencia,  Julio. 
Lauro. 

Señora. 

;Oué  es  esto? 
¿Dónde  despachas  a  Julio? 
Ai  Príncipe,  con  deseo 
de  dar  gusto  a  la  Duquesa, 
a  quien  ya  tengo  por  dueño; 
ni  es  deslealtad  engañarle 
y  hacerle  venir,  pues  pienso 
que  aunque  pretende  burlando 
enamorarle,  el  ingenio 
de  Ricardo  es  tan  sutil, 
que,  por  si  duda,  sospecho 
que  le  ha  de  querer  de  veras. 
Aquí  me  dijo  su  intento 
y  que  te  había  preguntado 
quién  era  aquel  nuevo  empleo 
de  tus  pensamientos,  Lauro. 
¿Y  qué  te  elijo? 

Xo  acieito 
en  decirte  que  soy  yo; 
pero  si  no  te  agradezco 
tanto  amor  que  por  el  mío 
hayas  dejado  tu  dueño 
V  aventurando  tu  honor; 


25^ 


r.A    HERMOSA   FEA 


que  en  ocasión  te  hayas  puesto 

de  estar  en  país  extrafio 

con  nombre  tan  bajo  preso, 

mal  cumplo  la  obligación 

de  mi  noble  nacimiento; 

y  así,  digo  que  lo  estimo. 

Lauro  galán,  como  debo 

V  cuanto  puede  mi  estado 

mostrar  agradecimiento; , 

que  de  ser  agradecida 

a  quien  me  obliga  me  precio, 

mayormente  con  amor, 

que  es  acción  de  nobles  pechos. 

Ricardo. 

Celia,  yo  sé  que  un  hombre  desdichado 
para  mayor  desdicha  fué  dichoso, 
como  mi  ejemplo  muestra  que  ha  llegado 
a  romper  mi  silencio  temeroso. 
Tu  agradecido  pecho,  tu  cuidado 
y  el  verme  tan  aprisa  venturoso, 
siendo  en  tus  prendas  mi  valor  tan  poco 
fueran  bastantes  a  volverme  loco. 

Mas  no  quiso  el  rigor  de  mi  fortuna 
que  yo  gozase  el  bien  de  mi  de.'^eo, 
mostrándose  tan  fiera  e  inoportuna 
cuando  el  favor  sin  esperanza  veo. 
Ayer,  cuando  a  la  vista  de  la  luna 
se  trasladaba  el  resplandor  febeo 
al  ocaso  entre  nubes  de  zafiros, 
mezclando  en  las  palabras  los  .suspiros, 

me  dijo  Otavio  que  eras,  Celia  hermosa, 
alma  de  sus  sentidos  ■y  que  estaba 
.sin  la  suya  por  ti  con  amorosa 
ternura  que  las  piedras  ablandaba. 
Que  pues  con  la  iJucjuc-a  generosa 
hallé  tal  gracia  que.  en  palacio  entraba 
con  libertad  y  en  él  te  hablaba  y  vía, 
fimdase  su  esperanza  en  mi  osadía; 

que  te  dijese,  Celia,  que  le  dieses 
licencia  de  servirte  libremente, 
jKjrque  si  tanto  amor  favorecieses 
verte,  aflorarte  y  escribirte  intente. 
Aquí  querría  que  pen.sar  pudieses 
cuál  fué,  dulce  señora,  el  accidente 
que  mis  venas  heló,  viendo  el  amigo 
mayor  que  tengí>  de.'-cansar  conmigo. 

Quererte  y  engañarle  es  inijjosibh-; 
aunf|ue  me  uniera  yo,  <lejarle  debo 
la  empresa  a  C>tavio,  y  con  dolor  terrilíle, 
cuando  ]medo  vivir,  la  muerte  ajjrucbo. 
Tú,  cuauílo  fuere  a  tu  valor  pt)sibl»-, 
nura  f|uc  «ngaño  en  el  amor  tan  nuevo 


que  a  Otavio  favorece,  sin  que  Otavio 
sienta  mis  celos  }•  tu  amor  mi  agravio. 

CEU  A. 

Si  tuvieras  amor,  ¿quién  te  quitaba 
que  le  dijeras,  «Lauro,  a  Celia  quiero», 
aunque  lo  que  él  de  mí  te  declaraba 
en  tu  imaginación  fuera  primero? 
Mas  como  el  no  tenerle  te  obligaba, 
sigues  la  ley  de  amigo  verdadero, 
que  tantos  han  quebrado  con  clisculpa 
de  que  el  agravio  por  amor  no  es  culpa. 

¿A  qué  padre,  a  qué  amigo,  a  qué  pariente 
guarda  respeto  amor?  Pero  ya  es  tarde 
para  reñir  a  un  hombre  que  no  siente 
}•  que  quiere  que  amor  respetos  guarde. 
No  quiera  el  cielo  que  querer  intente 
hombre  que  tuvo  amor  y  fué  cobarde, 
pues  no  lo  siendo  para  hablar  conmigo 
calló  sus  penas  a  su  propio  amigo. 

Traidor  fuiste  a  los  dos:  a  él  callando 
tu  amor,  cuando  él  su  amor  te  fué  diciendo, 
y  a  mí,  pues,  mis  favores  despreciando, 
de  tu  villana  ingratitud  me  ofendo: 
nhiguno  me  hable,  aimque  se  nmera  amando, 
porque  a  los  dos  estoy  aborreciendo. 


Ricardo. 


Celia,  señora. 


CiajA. 
Vete,  impertinente. 

Ricardo. 
Por  Dios,  que  la  engañé  famosamente. 

(Salgan  el  Gorernador,   la   Duquesa  y  Celia.. 
DuQ.  ¿Carta  del  Príncipe  a  ti? 


GoK. 


DUQ. 


GOB. 


Dt'q. 
Goii. 


Dry. 
Ci:i.. 

DfQ. 


Por  mano  de  Otavio  ha  sidei 
este  milagro. 

Ofentlido 
Ricarelü  estará  de  mí 

viendo  que  di  libertad 
a  Lauro. 

língáñase  en  tode) 
\  ueslra  Alteza;  de  otro  modo 
intenta  hacerle  amistad. 
¿Cómo  amistad? 

ICsta  es 
la  carta,  que  vista,  fuera 
causa  (jue  pena  uíe  diera 
de  haberle  preso  después. 
Celia,  ¿es  su  letra? 

^'  su  firma. 
Lee. 


ACTO    SEGUNDO 


257 


Cel.  Escucha. 

DuQ.  Como  sombra 

este  principio  me  asombra 

y  sus  agravios  confirma. 

Celia. 

«El  enojo  que  me  dio  I<auro  con  su  necia  par- 
tida me  hizo  tomar  tan  mal  consejo  por  dete- 
nerle. Suplico  a  vuestra  señoría  que,  si  está 
preso,  le  dé  libertad,  y  si  no,  le  persuada  que 
se  vnielva  conmigo,  que  estoy  en  una  aldea  a 
veinte  leguas  de  esa  corte,  enfermo  desde  que 
él  se  partió,  porque,  fuera  de  ser  mi  primo,  es 
mi  mayor  amigo.» 
DrQ.  Dos  cosas  vienen  aquí 

notables;  es  la  primera 

ser  su  primo.  ¡Quién  crej-era 

menos  de  Lauro! 
CeIv.  Es  ansí; 

la  nobleza  trae  escrita. 
DuQ.  La  otra,  que  enfermo  esté 

desde  que  de  aquí  se  fué. 
Cei,.  No  sin  causa  solicita 

que  \'uelva  Lauro  con  él. 
DuQ.  Responded,  Gobernador, 

que  no  fuisteis  con  su  honor 

de  Lauro  vos  tan  cruel, 
y  que  nunca  estuvo  preso. 

Que  le  hablaréis  con  cuidado 

de  verle  tan  agraviado 

por  aquel  pasado  exceso; 
pero  no  le  prometáis 

que  irá  a  verle. 
GoB.  A  escribir  voy. 

DuQ.  Ni  que  yo  avisada  estoy 

del  mal  que  tiene  escribáis. 

(Sale  Ricardo.) 

Ríe.  Parecióme  que  trataban, 

gran  señora,  Vuestra  Alteza 

y  el  Gobernador  de  mí. 
DuQ.  Hay  ima  cosa  muy  nueva. 

Ríe.  ¿Cómo? 

DUQ.  El  Príncipe  tu  dueño, 

mejor  tu  primo  dijera, 

no  veinte  leguas  de  aquí 

está  enfermo  en  una  aldea. 
Ríe.  ¿Enfermo? 

DUQ.  Así  lo  escribió. 

Ríe.  ¿Pues  cómo  estando  tan  cerca 

no  se  ha  sabido? 
DUQ.  Habrá  dado 

también  en  que  no  se  sepa. 


como  en  otras  necedades, 
porque  presumo  que  piensa 
que  estás  preso. 

Ríe.  A  no  haber  sido 

por  tu  piedad,  yo  estuviera 
no  sólo  en  duras  prisiones 
entre  la  gente  plebe^-a, 
mas,  por  ventura,  sin  vida. 

DUQ.  Primero  la  suya  sea 

ejemplo  de  desdichados 
y  mmca  a  Polonia  vuelva. 

Cei..  ¿No  le  dices  cómo  quiere 

que  Lauro  vaya  al  aldea? 

Ríe.  ¿Pues  escribe  que  yo  vaj-a? 

DuQ.  Con  el  temor  de  tu  ausencia 

aun  no  te  osaba  decir 
que  verte.  Lauro,  desea; 
pero  si  sientes  tu  agravio, 
como  es  razón  que  le  sientas, 
no  pienso  3-0  que  en  tu  vida 
volverás  donde  te  vea. 

Ríe.  Si  mi  ausencia,  como  dice, 

la  de  sentir  Vuestra  Alteza, 
perdone  esta  vez  Ricardo, 
por  más  que  la  sangre  mueva 
los  deseos  de  su  vista, 
fuera  de  estar  mi  inocencia 
tan  quejosa  de  su  agravio. 

(Sale,  de  camino,  Julio.) 

Jui,.  ¿Quién  pensara  que  pudiera 

volver  tan  presto  de  España? 

RiC.  ¿Es  Julio? 

Jui,.  Con  razón  llegas 

a  dudar  si  Julio  soy 
dando  tan  presto  la  vuelta, 
que  más  parece  de  marzo. 

DuQ.  Lauro,  ¿Julio  estaba  fuera? 

Ríe.  Fué  el  criado  que  escogí, 

fiado  en  su  diligencia, 
para  la  que  hacer  mandaste, 
y  pues  ya  lo  sabe  Celia 
y  este  loco  ha  entrado  aquí, 
que  hablarme  después  pudiera, 
él  te  dirá  lo  que  pasa, 
excusando  que  en  la  aldea 
que  dice  el  Gobernador 
le  ha  detenido  en  Lorena 
peligrosa  enfermedad. 

Jui<.  Si  lo  saben,  ¿qué  me  queda 

para  que  les  pida  albricias? 

Ríe.  Saber  si  te  dio  respuesta. 

Jui,.  Esta  carta,  y  por  la  tuya 


17 


2^8 


LA    HERMOSA    FEA 


el  porte  desta  cadena. 
Queda  loco  del  retrato 
•  y  el  favor  de  la  Piiquesa, 
de  suerte  que,  al  mismo  punto, 
como  si  tu  imagen  bella 
jFuera  de  milagros,  pide 
le  den  de  vestir,  y  queda 
tan  alentado  y  brioso, 
que  el  Conde  y  la  gente  nuestra 
han  dado  con  los  caballos 
por  varias  partes  carreras 
alborotando  el  lugar 
como  a)  salir  la  sentencia 
de  mi  gran  estado  en  las  cortes 
los  que  van  a  dar  las  nuevas. 
DuQ.  Pues  el  que  me  tuvo  en  poco 

y  a  quien  parecí  tan  fea, 
;con  mi  favor,  con  belleza 
y  mi  retrato  se  alegra? 
Ríe.  Debe  de  querer  el  cielo 

dar  a  tu  venganza  fuerzas. 
Léete  la  carta. 
Dl'q.  Después 

quiero,  Lauro,  que  la  leas, 
cuando  estem  solos  dos  solos. 
Ríe.  ¿De  qué  manera  conciertas 

que  venga  a  verte  Ricardo? 
DuQ.  Porque  no  demos  sospecha, 

verme  de  noche  podía. 
Ríe.  ¿Y  ha  de  entrar  a  tu  presencia? 

DUQ.  Xo,  Lauro,  que  no  es  razón. 

Ríe.  ¿Pues  cómo  quieres  que  sea? 

DuQ.  Hablái:dome  como  amante 

por  alguna  de  las  rejas 
que  salen  a  los  jardines. 
Ric.  Ya  voy  pre\'iniendo  penas. 

DUQ.  ¿De  qué,  Lauro? 

Ríe.  Ya,  señora, 

de  aquel  favor  no  te  acuerdas 
con  que  prometiste  dar 
vida  a  mi  esperanza  muerta. 
DuQ.  Sí,  acuerdo. 

Ríe.  ¿Pues  no  es  razón 

que  celos  un  hombre  tenga 
de  las  partes  de  Ricardo? 
DüQ.  Calla,  Lauro,  que  si  llega 

esta  venganza  a  su  pimto, 
como  mi  agravio  desea, 
él  tendrá  celos  de  ti. 
(Vate.) 
RlC.  Beso  los  pies  de  tu  Alteza. 

Cei..  l.auro. 

RiC.  Celia. 


CEL. 

Ríe. 
Cei,. 
Ríe. 

Jri,. 
Ríe. 


Jui.. 


¿Xo  hablarás 
conmigo  mientras  Estela 
con  el  Príncipe? 

Si  Otavio, 
señora,  me  da  licencia... 
¡Qué  cobarde  caballero! 

(  Vasí.) 
Señora,  guardar  es  fuerza 
el  decoro  a  la  amistad. 
¿Qué  dices,  Julio? 

Que  enredas 
tal  máquina  de  invenciones, 
que  es  imposible  que  puedas, 
si  has  de  ser  Lauro  y  Ricardo, 
salir  bien,  con  lo  que  intentas. 
En  gran  peligro  me  veo, 
pues  he  de  hablar  en  la  reja 
con  Estela  a  un  tiempo  mismo 
y,  como  Lauro,  con  Celia. 
Mas  como  voy  entablando, 
Julio,  el  amor  que  me  muestra, 
¿qué  daño  puedo  temer 
cuando  el  engaño  se  entienda? 
Pareces  amante  halcón, 
en  conquistar  su  belleza, 
que  gustan  de  que  la  caza 
que  han  de  comer  se  defienda . 


PERSONAS  DET,  ACTO  TERCERO 


Otavio. 
Ricardo. 

JULIC. 

La   D  u  Q  u  E  s  .\. 


Celia. 

El  Gobernador. 
El  Capitán. 
Ei  Conde. 


Ota. 
Ríe. 
Ota. 
Ríe. 


ACTO   TERCERO 
(Salen  Ot.wzo  v  Ricardo. 

Xotable  invención  ha  sido 
tú  mismo  fingirte  a  ti. 
Mayor  es,  estando  aquí, 
.'er,  Otavio,  el  que  ha  venido. 

¡Qué  bien  fingido  secreto! 
Bien  llegaron  tus  criados. 
\ienen  diestros  y  eiuseñados 
del  Conde  para  este  efeto. 

Pero  el  peligro  mayor 
es  hablar  a  la  Duquesa. 
Cuando  esto  pienso,  me  pesa 
df  liaberla  tenido  amor. 

Porque  llegando  a  ¡¡ensar, 
aunque  de  noche  ha  de  ser. 


ACTO  TERCERO 


259 


que  me  puede  conocer, 
temo  que  se  ha  de  enojar. 

Y  si  yo  libre  estuviera, 
dejara  en  aquel  estado 
cuanto  sabes  que  ha  pasado 
y  con  Ricardo  fingiera 

que  a  la  patria  me  volvía 
o  a  España,  como  pensé 
cuando  la  Francia  pasé, 
pues  íólo  a  verla  venía. 
Ota.  En  vano  tienes  temor, 

que  no  te  ha  de  conocer 
por  la  habla,  si  ha  de  ser 
en  la  distancia  ma^^or. 

Y  cuando  a  su  pensamiento 
malicia  pueda  llegar, 

por  la  patria  ha  de  pensar 
que  tenéis  un  mismo  acento. 
Ríe.  Esa  razón  es  verdad, 

y  gran  ventura  haber  sido 
esta  noche,  en  que  ha  venido 
xm  limbo  de  obscuridad. 

Algo  tiene  que  decir 
la  luna  en  esta  ocasión 
al  pastor  Endimión, 
pues  no  ha  querido  salir. 

Y  como  son  sus  doncellas 
las  estrellas  que  la  ven, 
habrá  querido  también 
recoger  a  las  estrellas. 

Lluvioso  el  cielo  se  muestra 
y  favorable  a  mi  engaño. 
Ota.  La  habla  no  te  hará  daño, 

que  no  es  Estela  tan  diestra. 

Y  como  es  tan  poderosa 
la  imaginación,  no  dudes 
que,  por  poco  que  la  mudes, 
quede  Estela  sospechosa. 

Ríe.  Paréceme  que  dirás 

a  qué  efecto  me  he  fingido 
con  ella  el  mismo  que  he  sido, 
pues  no  ha  de  quererme  más. 

Mira,  Otavio,  esta  señora, 
por  soberbia  de  hermosura, 
dio  en  despreciar  la  ventura 
que  tiene  dudosa  agora. 

No  le  agradaba  marido, 
mil  Príncipes  despreció; 
temiendo  lo  mismo  yo, 
cuánto  sabes  he  fingido 

por  enamorarla  ansí, 
que  si  de  otra  suerte  fuera 
lo  mismo  conmigo  hiciera; 


pero  más  dichoso  fui, 

pues  )'a  la  tengo  en  estado 

que  cuando  llegue  a  saber 

quién  soy,  no  podrá  tener 

desprecios  de  mi  cuidado. 

Ota. 

Dichoso  fuiste;  mas  yo 

tan  desdichado  me  veo 

con  Celia  y  con  mi  deseo. 

que  Celia  me  aborreció 

y  él  no  me  quiere  dejar. 

Ríe. 

Celia  será  tuya. 

Ota. 

¿Mía? 

Ríe. 

Si  llegare,  Otavio,  día 

que  yo  lo  pueda  mandar. 

OTA. 

¡Quiéralo  el  cielo! 

Ríe. 

Sí  hará. 

Ota. 

Julio  sale. 

Ríe. 

¿Es  hora? 

Jui,. 

Sí. 

Ríe. 

¿Viste  a  la  Duquesa? 

Jui.. 

Vi.       • 

Ríe. 

¿Sale  ya  a  las  rsjas? 

JUL. 

Ya. 

Ríe. 

Pareces  eco. 

Jui,. 

En  oyendo 

que  estaba  allí  me  llamó, 

entré,  vi  el  sol  y  él  me  vio 

a  media  noche  saliendo. 

aunque  este  concepto  sea 

villancico  en  Navidad. 

Pintarte  la  majestad 

de  aquella  divina  fea 

es  ofender  su  hermosura. 

Detrás  de  un  bufete  estaba. 

que  luz  a  dos  luces  daba 

con  su  luz  hermosa  y  pura. 

Allí  estaban,  por  despojos. 

tus  amorosas  porfías 

V  corridas  las  bujías 

de  que  alumbraban  sus  ojos. 

La  ropa  de  levantar 

era  deste  sol  esfera. 

mas  mejor  lo  pareciera 

para  ropa  de  acostar. 

El  faldellín  en  que  había 

quedado  aquel  cuerpo  hermoso 

era  telliz  venturoso 

del  alba  en  que  sale  ti  día. 

Lo  demás  es  lo  de  menos. 

siendo  del  mundo  lo  más, 

y,  al  decirme  cómo  estás. 

brilló  los  ojos  serenos. 

Aquí  viene  la  oratoria 

26o 


LA    HERMOSA    FEA 


Ríe. 


Ota. 


Ríe. 


en  su  pimto.  Filialmente, 
me  pregimtó:  <  ;Cónio  siente 
Lauro  la  amorosa  historia? 

De  su  Príncipe  Ricardo, 
después  que  a  la  corte  vino, 
ya  celoso  le  imagino, 
que  me  dicen  que  es  gallardo.» 

«•Señora — le  repliqué — , 
toda  la  noche  han  estado 
juntos  y  de  ti  han  hablado.» 
Y  en  esto  no  la  engañé. 

Pues  que  sois  uno  los  dos, 
siente  que  esta  noche  quieras 
hablarle,  y,  si  perseveras, 
matas  a  Lauro,  por  Dios. 

«Ya  no  lo  puedo  excusar 
— dijo — ,  pues  está  en  la  calle; 
y  celos,  sin  ver  su  talle, 
¿cómo  se  pueden  causar? 

«Celos — dije  yo — ,  pues  sientes 
las  causas  de  sus  achaques, 
son,  gran  señora,  almanaques 
de  futuros  contingentes.» 

Donde  dicen  que  ha  de  hacer 
claro,  llueve  sin  reparo 
y  sale  el  sol  puro  y  claro 
si  dicen  que  ha  de  llover. 

Yo  no  sé  de  astrología 
desto  que  llaman  amor; 
pero  llame  dado  temor 
que  se  ha  de  trocar  el  día.» 

«Vete — dijo — ,  y  di  que  ya 
salgo  al  balcón».  Está  atento, 
que  en  las  celo.sías  siento 
que  alguna  persona  está. 

Y  pues  te  has  determinado, 
llega  a  morir  o  a  vencer. 
Dos  papeles  he  de  hacer 
que  el  poeta  amor  me  ha  dado: 

ya  he  de  st?r  Ricardo  y  ya 
Lauro;  pero  ütavio  entienda 
que  los  mismos  le  encomienda, 
que  así  concertado  está, 

Ricardo  y  Lauro  ha  de  ser. 
Si  sales  con  este  engaño, 
¿servirá  de  desengaño 
de  Jo  que  amor  puede  hacer? 

Señas  han  liecho,  yo  llego. 


DUQ. 
Ríe. 
DuQ. 
Ríe. 

Dúo. 


Ríe. 


Cer.. 
Ota. 

CeIv. 

Ota. 


Cel. 

i  Ota. 

Cei.. 


fEn  dos   balcones  altos   y  apartados   están  la   Duquesa 
Celia,  teniendo  las  cortinas  dellos   cm   las.   manos.) 

Ota.  I''u  dos  partes  hacen  señas. 

Ríe.  Si  .1  C"»li;i    f)f.i\i(.    i-.i-ioc-v. 


fíngete  Lauro  con  Celia, 
porque  yo  me  fingiré 
Ricardo  con  la  Duquesa. 
Si  es  fingirme  el  ser  quien  soy, 
tú,  Julio,  ya  entiendes. 

Llega.  (I) 
¿Es  el  Príncipe  Ricardo? 
¿Es,  señora.  Vuestra  Alteza?  (2) 
Soy  yo. 

Y  yo  quien  adora 
esas  hermosas  estrellas.  (3) 
¿Qué  diréis  de  mi  osadía? 
Pero  fuera  yo  muy  necia 
si  disculpara  quien  vio 
vuestra  rara  gentileza. 
Xo  he  sabido  defenderme 
de  vos,  pues  que  tanta  ausencia 
sola  una  vista  no  olvida. 
Si  amor  con  milagros  piensa 
hacerme  tan  venturoso, 
¿qué  tengo  )'o  que  le  ofrezca 
si  os  he  dado  a  vos  el  alma? 
La  enfermedad  del  aldea 
fué  de  amor,  fué  de  haber  visto 
vuestra  divina  belleza. 
¡Ah,  caballero!  ¿Sois  Lauro? 
T.,auro  soy,  hermosa  Celia. 
¿Xo  queréis  hablar  conmigo 
poi  no  dar  celos  a  Estela? 
Yo,  mi  señora,  no  doy 
celos,  y  cuando  los  diera, 
aventurara  mi  daño 
por  el  gusto  de  (juicn  reina 
por  alma  de  mi  albedrío, 
donde  no  puede  haber  fuerza 
mayor  qir^  la  voluntad. 
¡Qué  desigual  competencia 
hacemos  mi  prima  y  }-o! 
Xo  jHicde  Estela  tenella 
con  \os  si  yo  so)'  la  causa. 
¿Con  (jué  queréis  que  agradezca 
tanta  merced? 


(1)  Aquí  intercala  Hartz.  estos  dos  versos,  que  dice 
toma  de  edicir  ncs  modernas  de  la  comedia. 

(Ap.     Y  entre  tanto  dormiré 

mientras  ellos  se  desvelan. 

(2)  Hartz.  intercala  estos  otros: 

(A  p.     Finjo  la  voz  para  que 

tcn^a  el  eunaño  niíis  fuerza. 

(3)  ICl  misiiin  intercala  óstos; 

DuQ.     (Ap.     ¡eielos!  El  eco  en  Kicardo 
a  la  voz  de  Lauro  suena. 


ACTO   TERCERO 


201 


Ota.  Con  pagarme; 

mirad  qué  breve  respuesta. 

DuQ.  Muriéndome  estoy  de  ver 

que  hablen  juntos  I<aiiro  y  Celia. 
¿Qué  haré  para  dividirlos? 

Ríe.  ¿Con  quién  habla  Vuestra  Alteza? 

DUQ.  ¿Es  I,auro  aquel? 

Ríe.  Sí,  .señora. 

DUQ.  Decidle  que  a  hablarme  venga 

y  vos  a  Celia  daréis 
de  lo  que  traíamos  cuenta, 
que  es  muy  justo,  por  mi  amiga, 
por  mi  prima  y  deuda  vuestra. 

Ríe.  Notablemente  sucede.  (Ap.) 

¡Cuánto  se  engaña  quien  piení^a 
que  nadie  puede  engañarle! 
Lauro. 

Ota.  Señor. 

Ríe.  Dad  licencia 

por  un  instante.  Oj'e  aparte. 

Ota.  ; Conocióte  la  Duquesa? 

Ríe.  De  ningmia  suerte,  Otavio; 

mas  como  de  ver  le  pesa 
que  hables  con  Celia,  que,  al  fin, 
presume  que  hablo  con  Celia, 
me  ha  mandado  que  te  llame 
y  que  entretanto  entretenga 
a  Celia. 

Ota.  ¿Pues  qué  has  de  hacer? 

Ríe.  Que  tú  a  hablar  a  Celia  vuelvas 

y  yo  vuelva  como  Lauro, 
de  suerte  que  vaya  y  venga 
a  ser  dos,  siendo  uno  mismo. 

Ota.  ¡Extrañas  cosas  intentas! 

Ríe.  No  puede  mi  desatino 

volver  atrás  aunque  quiera. 
¿Es  Vuestra  Alteza? 

DuQ.  Yo  soy. 

Ríe,  Que  me  Uama  Vuestra  Alteza 

me  dijo  el  Príncipe. 

Dúo.  Lauro, 

líame  dado  mucha  pena 
que  hables  con  Celia. 

Ríe.  Señora^ 

Dios  sabe  que  no  quisiera 
ni  verla,  ni  haber  nacido 
para  ser  de  mis  ofensas 
tercero,  como  lo  soy.    (i) 

(i)     Aquí  intercala  Hartz.  estos  versos: 

DuQ.     ( Ap.     ¡Hay  tan  notable  extrañeza! 

Que  a  Ricardo  y  I^auro  un  mismo 

acento,  naturaleza 

les  concediese,  es  prodigio.) 


DuQ.  ¿De  que  pretenda  te  quejas 

burlarme  con  estas  burlas? 

Ríe.  Quien  llega  a  morir  de  veras, 

no  funda  en  burlas  vsus  celos. 

Dt.'O.  Lauro,  si  yo  presumiera 

que  esto  había  de  causarte 
un  átomo  de  sospecha, 
ni  la  venganza  intentara, 
ni,  aunque  me  llamara  necia, 
que,  entre  personas  con  alma, 
es  más  agravio  que  fea, 
tratara  de  castigarle. 

Ríe.  Que  satisfacción  merezca 

de  esa  boca  mi  osadía, 
todos  mis  celos  sosiega. 
¡Oh  qué  palabras  tan  dulces! 
Bien  haya  quien  paga  en  perla 
penas  de  celos  fingidos. 
I  Oh  quién  estuviera  cerca 
para  deshacer  las  hojas 
desas  blancas  azucenas 
poniendo  en  tierra  la  boca! 

Dro.  Yo  aguardaba  que  amanezca 

por  ver  al  Príncipe  el  talle; 
pero  porque  me  agradezcas 
que  este  deseo  no  cumpla, 
qxie  en  mujer  es  cosa  nueva, 
di  al  Príncipe  que  perdone, 
porqvie  el  aurora  no  sea 
causa  que  alguno  en  palacio 
esta  novedad  entienda. 
Esto  fineza  parece. 

RlC.  Si  en  la  voluntad  engendra 

almas  amor,  sean  mil  almas 
agradecida  respuesta. 
Secretaria  de  la  cifra 
de  amor  llamaba  vm  poeta 
a  la  noche,  en  quien  se  fían 
cuantas  palabras  y  señas 
de  dos  amantes  caminan 
desde  la  calle  a  las  rejas. 
Es  el  aurora  una  espía 
cuya  luz  viene  secreta 
a  disfrazar  pensamientos 
y  a  entretener  dulces  penas. 
Yo  voy  para  que  nos  vamos, 
qvie  noches,  señora,  quedan 
para  engañarle,  y  como  es 
mozo  de  poca  experiencia 
y  soberbio  de  su  talle, 
no  dudes  de  que  ya  piensa 
C[ue  estás  del  enamorada. 
DuQ.  Bien  dices,  yo  me  voy.  Celia. 


202 


LA    HERMOSA    FEA 


Cel.  Señora. 

DUQ.  Vamos  de  aquí. 

Cel.  Adiós,  Lauro. 

Ota.  ¡Quién  pudiera 

iros  siguiendo,  sol  mío! 
Ríe.  ¡Julio,  hola.  Julio,  despierta! 

Jül,.  ¿Quién  llama? 

Ríe.  ¿No  me  conoces? 

JUL.  Mueran. 

Ríe.  ¿  A  quién  dices  mueran? 

JUL.  ¿Dónde  están  los  enemigos? 

Ríe.  ¡Deten  la  rodela,  bestia! 

Tul.  Si  no  eres  tú,  ¡vive  Dios, 

que  estás  haciendo  floretas 

a  estas  horas  en  el  aire! 

¿Qué  hay  de  Duquesa  y  de  Celia? 
Ríe.  Q'ic  he  sid' :•  un  dios  Jano  amante 

con  dos  caras. 
JUL.  ¿I'^  Duquesa 

al  fin  no  te  ha  conocido? 
Ríe.  ¿Quién  pensara  que  tuviera 

tan  firme  imaginación 

en  mi  fe  y  en  su  grandeza 

para  no  .ser  engañada? 
JUL.  Triste  está  Otavio. 

Ota.  -So  alegran 

dichas  fingidas. 
Ríe.  La  aurora 

ya  per  la  boca  risueña 

candidos  rayos  dilata, 

flores  y  fuentes  le  besan 

los  coturnos  de  oro  y  nácar. 
JTT.  Y  yo  dijera,  en  mi  lengua, 

que  salía  la  mañana 

en  chapines  o  en  chinelas. 
Ríe.  ¡Oh,  amor!,  ¿qué  será  de  mi? 

¡Adiós,  rejas! 
Jiri..  ¡Quién  creyera 

que  no  hubiera  para  Julio 

una  Inés  en  esta  feria! 

Mas  dícenme  que  se  cansan 

de  que  los  amanU'S  tengan 

criado  para  criada; 

y  así,  no  hay  Inés;  paciencia. 

(la  Duquesa  y  Celia.) 

DuQ  ;.\  uu'  me  quieres  hacL-r, 

prima,  tan  grande  disgusto? 

Clli,.  La  que  se  casa  sin  gustf), 

¿dónde  le  piensa  tener? 

DüQ.  Casada,  toda  miijer 

ama  de.spués  su  marido; 


pocas  dichosas  han  sido 
por  casarse  enamoradas. 

DuQ.  Debieron  de  ser  culpadas, 

cuando  amor  merece  olvido. 

DuQ.  Si  Lauro  no  te  obligara, 

yo  sé  que  me  obedecieras. 

Cei,.  y  yo  que  no  te  ofendieras 

si  Lauro  no  te  agradara. 
Pero,  señora,  repara 
en  que  no  te  iguala  a  ti; 
Rej'es  y  Príncipes,  sí. 
I/Uego  no  he  pensado  mal 
que  un  hombre  que  no  es  tu  igual 
será  bueno  para  mí. 

DuQ.  Celia,  menos  bachillera; 

que  yo  me  puedo  casar 
con  mi  gusto  y  pu.edo  dar 
mi  estado  a  quien  menos  fuera. 
Y  cuando  yo  a  Lauro  quiera, 
¿no  es  Lauro  primo  de  quien 
a  mí  me  estuviera  bien?. 
Luego  aquel  mismo  valor 
me  puede  obligar  a  amor 
como  al  Príncipe  a  desdén. 

Cri,.  Como  tu  melindre  lia  .«ido 

tan  recatado  liasta  agora 
en  querer  buscar,  señora, 
entre  Príncipe  s  marido, 
no  pensé  verle  rendido 
a  un  hombre  que  no  lo  es, 
y  me  espanto  de  que  des 
en  querer,  Estela,  ansí 
quien  me  quiere  sola  a  mí, 
pero  a  ti  por  interés. 

DuQ.  ¡Qué  loca  te  tiene  amor! 

¿Lauro  a  ti? 

Cei..  Si  anoche  oyeras 

a  Lauro  conmigo,  hubieras 
desengañado  tu  error. 

DüQ.  Del  Príncipe,  su  señor 

que  conmigo,  Celia,  hablaba 
celoso,  por  dicha,  estaba, 
pues  ciumdo  yo  le  llamé 
desengañada  quedé 
de  que  Lauro  te  engañaba. 

Cei,.  ¿Cómo  que  te  hablaba  a  ti? 

I'ues  nunca  Lauro  te  habló, 
si  de  nn'  no  .se  apartó 
en  cuanto  estuviste  allí. 

DuQ.  Digo  que  le  ha])lé  y  le  oí 

tan  tierno,  tan  dulce  amante, 
que  se  al)landara  un  diamante. 

CKI,.  No  sé  cóuío  puede  .ser 


ACTO    TERCERO 


263 


que  de  I,auro  pueda  haber 
un  retrato  semejante. 

Pero  pues  se  ha  declarado 
desta  suerte  Vuestra  Alteza, 
en  mí  fuera  ya  bajeza 
darle  con  celos  cuidado. 
Y  del  que  Lauro  me  ha  dado 
quedo  tan  arrepentida, 
que  no  le  hablaré  en  mi  vida; 
que  prenda  tan  estimada 
no  ha  de  ser  de  mí  enojada, 
sino  adorada  y  servida. 
(Vase.) 

Duquesa, 

¿Soy  yo,  por  dicha,  pensamiento  mío, 
la  que  jamás  rindió  su  pensamiento? 
Celos  quieren  vencer  mi  entendimiento 
y  entiar  con  mi  valor  en  desafío. 
Amar  por  la  razón  el  albedrío 
es  dar  a  la  disculpa  fvmdamento; 
por  celos  no,  que  es  envidioso  intento, 
y  ofensa  del  honor  el  desvarío. 

Conciertan  las  estrellas  de  los  cielos 
el  amor  entre  dos,  porque  por  ellas 
se  quieren  con  recíprocos  desvelos. 

Pues  si  estrellas  de  amor  son  causas  bellas, 
conciértenos  el  cielo;  que  los  celos, 
si  son  infiernos,  ixo  han  de  ser  estrellas. 
Jui<.  Salga  Vuestra  Alteza  a  ver 

del  Piíncipe  mi  señor 
un  presente,  aunque  el  valor 
tan  desigual  viene  a  ser 

con  el  que  hoy  ha  recibido 
(le  sus  manos  liberales, 
que  en  sus  minas  celestiales 
diamantes  han  producido, 

si  bien  más  que  los  diamantes 
la  ropa  blanca  estimó, 
que  nunca  el  sol  se  vistió 
con  auroras  se  mej antes; 

porque  tan  lindas  camisas 
parece  que  le  dio  el  alba 
en  su  azafate  con  salva 
de  sus  flores  y  sns  risas. 
Alaba  olor  y  limpieza 
de  las  cajas  de  ciprés 
y  dice  que  todo  es 
retrato  de  su  belleza. 

Finalmeiite,  se  ha  esforzado 
a  enviarte  niñerías. 
I^UQ.  Qué,  ¿tan  presto  de  1as  mías 

el  Príncipe  se  ha  pagado? 


Jui,. 

No  son  cosas  de  valor, 

si  bien  son  curiosidades. 

DUQ. 

Con  esto  me  persuades 

que  me  tiene  poco  amor. 

Jui,. 

Sólo  un  retrato  le  tiene 

que  está  engastado  en  diamantes. 

DUQ. 

¿De  quién? 

Jur.. 

Por  que  no  te  espantes. 

la  lengua  el  nombre  detiene. 

DUQ. 

Di  presto. 

Jui,. 

De  Lauro  es. 

DUQ. 

¿Retrato  de  Lauro  a  mí 

con  tantos  diamantes? 

Jui,. 

Sí, 

porque  dice  que  después 

que  te  oyó  .decirle  amores 

no  te  pudo  hacer  presente 

de  más  valor. 

DUQ. 

Lauro  miente 

si  le  ha  dicho  mis  amores. 

Ricardo. 

Siempre  he  de  hallar,  señora,  en  vuestros  labios 
a  Lauro. 

Duquesa. 

No  esta  vez  por  gusto  mío, 
sino  para  vengar  necios  agravios. 

Ricardo. 
Más  de  tu  ingenio  y  tu  valor  confío. 

Duquesa. 
Nunca  se  alaban  los  amantes  sabios, 
porque  es  ingratitud  y  desvarío, 
de  los  favores  de  sus  damas. 

Ricardo. 

Mira 
que  son  los  celos  del  amor  mentira. 

Díjome  anoche  el  Príncipe,  señora, 
que  nos  oyó  requiebros  cuando  hablaba 
con  Celia,  en  cuya  plática  el  aurora 
nos  halló  sin  dormir,  tan  necio  estaba. 
Con  esto,  Julio  te  habrá  dicho  agora 
que  mi  retrato  propio  te  enviaba  , 
pasándole  a  una  caja  de  otro  .suyo. 

Duquesa. 
Más  la  merece,  .sin  enojo,  el  tuyo. 

Ricardo. 
Pues  si  esto  en  la  verdad,  los  claros  cielos 
serene  de  sus  ojos  Vuestra  Alteza, 


264 


LA    HERMOSA    FEA 


que  no  se  han  de  atrever  a  cielos  celos 
ni  la  sombra  a  la  luz  de  la  belleza. 

Duquesa. 
Lauro,  no  me  bastaban  los  recelos 
de  Celia,  que  me  han  dado  igual  tristeza, 
sino  pensar  de  ti  que  me  vendías. 

Ricardo. 
¿Pues  qué  dice  de  mí? 

Duquesa. 

Que  la  querías. 


¿Yo? 


Ricardo. 


Duquesa. 


Sí. 


Ricardo. 
Til  misma  entretenella, 
señora,  me  mandaste,  y  porque  fuese 
más  secreto  mi  amor  fmgí  qvxerella, 
no  porque  yo,  señora,  la  quisiese. 

Duquesa.  . 
Lauro,  Lauro,  no  más  hablar  con  ella, 
que  hablaré  con  Ricardo,  aunque  te  pese; 
3-a  no  es  tiempo  que  andemos  tan  secretos. 

Ricardo. 
¿Pues  no  es  secreto  amor  entre  discretos? 

Duquesa. 
Talegada  a  declararme  desta  suerte, 
no  quiero  discreciones. 

Ricardo. 

Ciran  señora, 
que  está  aquí  Julio  y  que  nos  oye  advierte. 

Duquesa. 
Pues  por  eso  haré  yo  matarle  agora; 

Ji'i.io. 
,-.\  nu',  señora r  ;A  mí  me  das  la  muerte? 
,Por  qué  delito,  a  Julio,  «jue  te  adora? 
Pero  para  la  nnierte,  ;(jué  mayores 
<ju«-  haber  sabido  faltas  de  señores? 

Duquesa. 
Por  el  (lonire,  Julio,  te  perdono. 

Jui.io. 
i'Ka!,  que  no  pen.sabas  en  matarme, 
<jtie  tengo  en  tu  grandeza  ilustre  abono 
y  aquí  no  tienes  tú  que  peruonarnie; 
pero  así  del  mayor  inii)erio  y  trono 


tu  casa  de  I^orena  timbres  arme, 
como  pienso  que  Lauro  te  parece, 
y  no  es  falta  querer  quien  te  merece. 

Duquesa. 
I/auro,  ¿agora  tristezas? 

Ricardo. 

¿Nunca  oíste 
que  en  la  prosperidad  ningimo  es  sabio 
y  que  mejor  un  hombre  se  resiste 
de  la  desdicha  en  el  adverso  agravio? 
Estoy,  ¡ay,  Dios!,  de  tus  favores  triste; 
desconfiado  el  pecho,  mudo  el  labio, 
el  alma  sin  valor  y  la  esperanza 
temiendo  la  fortuna  en  la  bonanza. 

Cuando  tormenta  mi  bajel  corría 
con  menos  pensamientos  navegaba, 
las  olas  que  llegaban  recibía 
y  de  las  que  pasaban  me  alegraba. 
Mas  triste  agora  estoy,  sereno  el  día, 
y  en  las  velas  que  el  ábrego  bramaba 
cantar  oyendo  el  céfiro  suave, 
que  más  teme  el  peligre  quien  le  sabe. 

Veo  celoso  al  Príncipe  Ricardo, 
Príncipe  al  fin,  y  a  ti  no  mal  contenta 
de  verle  padecer,  ¿pues  ya  qué  aguardo 
si  sé  el  peligro  y  temo  la  tormenta? 
El  de  Polonia,  próspero  y  gallardo, 
público,  E.stela,  j-a  servirte  intenta, 
pues  en  saliendo  en  público  ¿no  miras 
qiie  en  vano  de  ti  misma  te  retiras? 

¿Cómo  puedes,  señora  de  mis  ojos, 
que  presto  no  verán  los  de  tus  cielos, 
excusar  su  favor  y  mis  enojos 
ni  la  ciudad  hablar  en  sus  desvelos? 
¿Tengo  yo  de  aguantar  (i)  a  tus  antojos 
que  él  se  enamore  y  que  rae  maten  celos 
y  esperar  a  si  quieres  o  no  qiúeres, 
no  siendo  de  diamantes  las  mujeres? 

¿Tengo  yo  de  mirar,  señora  mía, 
de  qué  manera,  a  vista  de  tus  rejas, 
pasa  Ricardo,  por  ventura,  el  día 
que  ya  firmados  los  conciertos  dejas? 
¿Será  bien  que  mi  bárbara  porfía 
venga  a  decirte  lastimosas  (juejas 
la  misma  noel\e,  y  que  .se  queje  al  viento 
la  envidia  de  mi  loco  pensamiento? 

¿Tengo  yo  de  sufrir  c|ue,  coronado 
de  varias  plumas,  pase  por  la  tela 
mirando  al  .sol  de  tu  balcón  dorado 
y  que  salgas  a  verle,  hermosa  Estela? 


(1)     Hartz,  «aguardar». 


ACTO  TERCERO 


265 


rY  que  bañe  al  bridón,  de  fuego  armado, 
espuma  el  freno  y  púrpura  la  espuela, 
con  aplauso  común,  que  el  vulgo  admire, 
por  que  no  sientas  cuando  yo  suspire? 

¿Será  justo  que  entonces  mi  esperanza, 
que  fité  por  ti  pirámiae  en  el  viento, 
'caiga  por  la  región  de  tu  mudanza, 
lastimando  su  mismo  fundamento? 
Siempre  estuvo  el  peligro  en  la  tardanza; 
no  quiero  estar  a  mi  desdicha  atento 
para  morir  de  un  súbito  accidente, 
que  más  despacio  muere  un  hombre  ausente. 

Dame  licencia  que  me  parta  a  Espaiía, 
donde  me  escribirán  tu  casamiento, 
que  basta,  para  ser  gloriosa  hazaña, 
inclinar  a  mi  amor  tu  pensamiento. 
Mejor  me  tratará  la  tierra  extraña 
y  allí  será  menor  mi  sentimiento, 
fuera  de  ser  peligro  cviidadoso 
dar  celos  a  un  amante  poderoso. 

Xi  til  querrás  que  yo  pierda  la  vida 
a  manos  de  Ricardo  injustamente, 
que  un  hombre,  de  quien  tii  fuiste  homicida, 
sólo  le  ha  de  matar  su  pena  ausente. 
Y  no  presumas  que  el  ausencia  olvida 
en  tu  hermosura  efecto  diferente, 
que  tiene  amor,  para  impresiones  tales, 
estampa  de  las  almas  inmortales. 
DuQ.  Lauro,  si  tú  no  supieras 

mi  calidad  y  valor, 
ingrato  a  mi  grande  amor, 
temer  mudanza  pudieras. 
Mas  si  quien  soy  consideras, 
es  justo  que  consideres 
que  no  todas  las  mujeres 
a  cualquier  viento  que  corre, 
como  veleta  de  torre, 
mudamos  de  pareceres. 

Sin  esto,  más  confianza 
merece  mi  inclinación, 
sabiendo  que  mi  intención 
no  es  amor,  sino  venganza. 
Ya  que  te  he  dado  esperanza, 
no  es  para  mudar  de  intento, 
que  cuando  mi  entendimiento 
dijo  «a  Lauro  he  de  querer» 
no  supe  que  era  mujer 
para  mudar  pensamiento. 

Si  temes,  viendo  que  intenta 
salir  piiblico  Ricardo, 
más  presto  venganza  aguardo 
de  aquella  pasada  afrenta; 
porque  a  darte  gusto  atenta. 


impediré  que  lo  intente. 
Espera,  Lauro  valiente, 
que  si,  cobarde,  te  vas, 
mucha  licencia  me  das 
para  que  te  olvide  ausente. 

No  he  pensado  declararme 
tan  locamente  contigo, 
ni  es  bien,  si  lo  más  te  digo, 
en  lo  menos  recatarme. 
Para  ayudar  a  vengarme 
no  te  ha  de  faltar  valor; 
escucha,  y  pierde  el  temor, 
que  si  amor  crédito  alcanza, 
quien  no  tiene  confianza 
no  diga  que  tiene  amor. 

Ríe.  Señora,  nunca  he  temido 

de  tu  generoso  pecho; 
de  mi  poca  dicha,  sí. 

DuQ.  Oye  lo  que  digo  atento: 

para  abreviar  mi  venganza 
y  quitarte,  Lauro,  el  miedo, 
dile  al  Príncipe  Ricardo 
que  si  como  yo  le  quiero 
me  quiere  y  como  me  agrada 
le  agrado,  no  nos  casemos 
en  calles,  rejas  y  noches, 
dilatando  el  casamieiito; 
que  de  la  corte  se  vaya 
y  c¡ue  vuelva  descubierto, 
echando  fama  que  ha  sido 
resuelto  por  mi  coiisejo 
que  nos  casemos  los  dos; 
y  cuando  juntos  estemos 
y  él  llegue  a  darme  la  mano 
mira  qué  venganza  espero: 
retirando  yo  la  mía, 
diré  con  atrevimiento: 
«Príncipe,  no  me  agradáis, 
atrás  la  palabra  vuelvo, 
porque  si  os  parezco  fea 
vos  me  parecisteis  necio. 

Ríe.  ¡Notable  imaginación! 

DuQ.  Lauro,  en  esto  me  resuelvo. 

Ríe.  ¿Y  si  se  enoja  Ricardo? 

DuQ.  ¿Qué  importa,  si  entonces  tengo 

mil  soldados  prevenidos? 

Ríe.  Y  yo  ¿qué  figura  llevo 

en  este  discurso  tuyo? 

DuQ.  Ser  condición  del  concierto 

que  tú  vienes  a  casarte 
con  Celia,  para  que,  al  tiempo 
que  te  quiera  dar  la  mano, 
llegue  yo  entonces  diciendo: 


26Ó 


I -A    HERMOSA    FEA 


DUQ. 


Ríe. 

JDI,. 


«Eso  no,  que  Laiiro  es  mío 
y  los  dos  nos  casaremos». 

Ríe.  La  venganza,  Estela  mía, 

conozco  qne  es  de  tu  ingenio 
y  la  merced  que  me  haces 
digna  de  tu  heroico  pecho: 
mas  si  Ricardo,  agraviado, 
pre\"iene  ejército  luego... 

DuQ.  ¿Por  dónde  le  ha  de  pasar 

desde  Polonia,  .su  reino, 
ai  ducado  de  Lorena? 

Ríe.  Ahora  bien;  lo  que  has  resuelto 

es  para  tanto  honor  nno 
que,  acertado  o  desacierto, 
se  ha  de  ejecutar  por  nü. 
Da  cuenta  a  tu  Parlamento 
de  lo  que  has  determinado 
mientras  al  Príncipe  vuelvo. 
Voy  a  prevenir  a  Celia, 
de  quien  me  vengo  con  esto 
de  los  celos  que  me  ha  dado. 

(Vase.) 
Siempre  se  vengan  los  celos. 
Escuchando  estas  locuras 
he  estado  atento,  aunque  pienso 
que  debo  de  habe    soñado, 
.señor,  lo  mismo  que  veo. 
Disculpo  de  la  venganza 
a  la  Duquesa,  y  confieso 
que  haberla  llamado  fea 
es  el  último  desprecio 
f n  condición  de  mujer, 
y  que  este  notable  enredo 
es  fábrica  del  agravio 
en  su  raro  entendimiento. 
I/O  que  me  admira  y  me  obliga, 
Ricardo,  a  perder  el  .seso 
es  ver  que  el  l'rínciise  seas 
y  que  digas  muy  severo 
que  irás  por  él.  ¿Dónde?  ¿Cuándo? 
;A  quién  o  cómo?  ¿Qué  es  esto? 
¿Qué  Príncipe  ha  de  venir? 
Si  no  es  que  estás  previniendo 
que  venga  el  Conde  en  su  nombre. 

Ríe.  Hoy  ha  de  quedar  deshecho, 

JuHo,  todo  este  teatro 
de  la  fortuna  y  cUl  tienipcj; 
hoy  lia  de  hacer  fin  mi  engaño 
viendo  (jue  ha  llegado  al  iMU-rto 
de  mi  esperanza  y  vencido 
este  gigante  soberbio 
despreciatlor  de  los  hombres. 

Jt'l..  ¿Cómo? 


Ríe.  Ten,  Julio,  silencio; 

que  pintaron  los  antiguos 
la  dicha  de  un  buen  suceso 
en  los  pies  la  diligencia 
y  en  las  manos  el  secreto. 

(Salen   el   Gobernador,   el   Capitán,   ♦«  Duquesa 
Celia.) 

GOBERNAEOR. 

Albricias  me  darán  \Tiestros  estados. 

Duquesa. 
Solícitos  cuidados 

de  su  descanso  y  gusto  han  preferido. 
Gobernador,  mi  condición  y  olvido. 
Ya  estamos  de  casarnos  concertadas 
mi  prima  y  yo. 

Gobernador. 
Si  estáis  bien  empleadas, 
dichosos  parabienes 
Ivorena  os  da  por  mí. 

Duquesa. 

Si  queja  tienes 
por  haber  excusado  al  Parlamento 
el  conferir  con  él  mi  casamiento, 
sabed  que  fué  forzoso 
el  .secreto  y  el  nombre  d^  mi  esposo, 
Pero  ya  que  ha  venido, 
desde  hoy  sabréis  que  el  de  Polonia  ha  sido 
Príncipe  generoso, 

que  por  cartas  de  I^auro  concertado, 
que  con  él  solamente  se  ha  tratado, 
está  en  T.orena  y  en  la  corte  pienso. 

Gobp;rxad(jr. 
De  tus  vasallos  el  amor  inmenso 
esto  sólo  podía 

por  conservar  en  ti  .su  monarqnía. 
¿Ya  Celia  en  quién  la  empleas 
si  la  misma  ventura  la  deseas? 

Duqt^esa. 
iCn  su  primo  del  l'ríncipe  Ricardo, 
que  todos  conocéis:  Lauro,  gallardo. 

Cki,i\. 
Hasta  agora,  señora,  no  creía 
tanta  ventura  mía. 
Tus  pies  mil  veces  Ix-.so, 
y  ya,  pues  puedo,  alegre  te  c(jnfieso 
<  1  justo,  el  grande  amor  que  le  he  tenido. 

Duquesa. 

Lnporta  que  advertido 

el  Capitán,  y  con  igual  secreto, 


ACTO   TERCERO 


267 


tenga,  para  este  efeto, 
un  tercio  de  soldados 
no  lejos  de  palacio. 

Capitán. 

¿Qué  cuidados 
de  guerra,  en  tanta  paz,  teme  su  Alteza? 

Duquesa. 
O  sea  por  grandeza 
o  por  temor  de  algi'm  suceso  extraño, 
no  puede  el  prevenirlos  hacer  daño. 
Id  vos,  Gobernador,  a  acompañarle, 
reconocerle  y  darle 
el  parabién  por  todos  mis  estados; 
y  vos  para  que  estéis  con  los  soldados, 
capitán,  en  el  puesto  que  os  parezca, 
para  salir  cuando  ocasión  se  ofrezca. 

Capitán. 
Bien  puede  \^uestra  Alteza  estar  segura. 

Gobernador. 
Conceda  el  cielo  próspera  ventura 
a  tan  dichosas  bodas. 

(Vanse.) 

Celia. 
Confusa  estoy  de  ver  que  no  acomodas 
el  aposento  que  a  los  dos  conviene, 
pues  ya  te  han  dicho  que  Ricardo  viene. 

DUQLTESA. 
Sosiega,  Celia  amiga, 
que  ha  de  tener  la  noche  de  este  día 
suceso  diferente. 

Cewa. 

Ya  parece  que  suena  entre  la  gente 
el  regocijo. 

Duquesa. 


¡es 


Es  propio  en  los  antoj 
de  amor  anticipar  el  bien  los  ojos. 

(Sale  Julio.) 

JUL.  Público,  pues  lo  has  mandado 

y  justa  licencia  tiene, 
del  Conde  y  de  Lauro  viene 
el  Príncipe  acompañado. 

Admírase  la  ciudad 
del  secreto  que  has  tenido. 

CeI/.  Más  lo  estará  de  que  ha  sido 

en  tu  desdén  novedad. 

DuQ.  ¿Viene  muy  galán  Ricardo? 

Jui,.  No  ha  pretendido  mostrar 

cuidado,  aunque  no  faltar 


DUQ. 

Jui<. 


DUQ. 


Tul. 


DUQ. 


Cel. 

DuQ. 


a  lo  que  debe  a  gallardo. 

¿Y  Lauro  viene  contento? 
Viene  contento  de  ver 
que  llegue  el  tiempo  de  ser 
de  tu  venganza  instrumento. 

Habla,  Julio,  con  recato. 
¿Cuál  te  parece  mejor 
de  Lauro  o  Ricardo? 

Amor 
del  Príncipe,  o  fuera  ingrato, 

no  me  dejarán  juzgar 
cuál  es  mejor;  pero  advierte 
que  los  quiso  de  tal  suerte 
naturaleza  pintar, 

que  parece  que  copió 
el  uno  del  otro  tanto 
que  mirarlos  causa  espanto, 
pues  no  determino  yo, 

con  tratarlos  cada  día, 
cuál  es  Lauro  y  cuál  Ricardo. 
Parece  que  me  acobardo 
de  ver  mi  necia  porfía. 

Casi  arrepentida  estoja 
que  es  propio  de  la  venganza 
cuando  lo  que  espera  alcanza. 
Viene. 

A  recibirle  vov. 


(Acompañamiento,  Gobernador,  Capitán,  Otavio   y 
Ricardo,    galán,   de  camino,  y  plumas,  y  el  Conde.) 

Ríe.  ¿Adonde  decís  que  está 

mi  señera  la  Duquesa? 
GoB.  Aquí  os  están  esperando 

su  Alteza  y  su  prima  Celia. 
Cap.  Notablemente  parece 

a  Lauro. 
DuQ.  Sea  Vuestra  Alteza 

bien  venido. 
Ríe.  Y  no  es  posible 

que  haj-a  bien  que  mayor  sea. 
DuQ.  Perdonad,  Lauro,  que  os  tuve 

por  Ricardo.  ¿Adonde  queda 

el  Príncipe? 
RiC.  Yo,  señora, 

soy  el  Príncipe. 
DuQ.  No  fuera 

posible,  sin  ser  milagro, 

haber  la  naturaleza 

hecho  en  una  misma  estampa 

dos  rostros  de  una  manera. 

Lauro,  decid:  ¿dónde  está 

el  Príncipe? 
Ríe.  Hermosa  Estela, 


268 


LA    HERMOSA    FEA 


ya  os  digo  que  soy  Ricardo. 

DuQ.  Vasallos,  traición  es  ésta, 

el  Príncipe  me  ha  burlado. 

Ríe.  Conde,  ¿soy  yo? 

Con.  ¿Quién  pudiera 

ser  sino  vos? 

RiC.  ¿Soy  Ricardo, 

Otario? 

Ota.  ¿Xo  manifiesta 

^•^lestro  valor  que  sois  vos? 

Ríe.  Julio. 

Jui..  Señor. 

Ríe.  ¿Qiié  esperas 

que  no  le  dices  quién  soy? 

JCi..  Señor,  en  cosa  tan  cierta, 

¿qué  importa  e!  crédito  uno? 

Ríe.  A  la  corte  de  Lorena 

vine,  señora,  por  verte, 

presumiendo  que  pudiera 

verte  sin  dejarte  el  alma; 

y  como  de  tu  belleza 

liizo  tan  grande  impresión 

aquella  divina  fuerza 

en  ella  y  en  mis  senl  idos, 

no  pude,  ni  me  atreviera, 

a  pasar  de  Francia  a  Hspaña. 

Pero  la  imposible  empresa 

de  conquistar  tu  desdén, 

que  a  tantos  Reyes  desprecia, 

tantos  Príncipes  descarta, 

tantos  amantes  desdeña, 

me  puso  tanto  temor, 

que  intenté  que  te  dijeran 

cuanto  fué  causa,  señora, 

de  la  venganza  que  intentas, 

solicitando  tu  amor, 

no  por  soberbia  grandeza, 

como  muchos,  confiados, 

que  has  despreciado  por  ella. 

Si  entendí  tu  condición, 

si  tu  endiosada  aspereza, 

si  vencí  tu  libertad 

y  la  palabra  confiesas 

que  me  diste,  siendo  I^auro, 

y  agora  no  me  deseas 

por  Príncipe  de  Polou'a, 

tu.s  bellas  manos  merezca 

con  título  de  tu  esposo; 

JK-TO  .si  juzgas  a  ofensa 

que  haya  encubierto  mi  nombre 

para  que  estando  tan  cerca 

de  tu  persona,  mejor 

rindiera  tu  fortaleza, 


que  mejor  llegan  suspiros, 
ansias  y  palabras  tiernas 
cuando  juntos  dos  amantes 
tienen  de  hablarse  hcencia 
que  con  distancias  ausentes, 
calles,  papeles  )'  rejas, 
como  el  efecto  confiru;a 
mis  dichas  en  tu  presencia, 
para  merecer  tus  manos; 
porque,  finalmente,  en  ellas 
están  mi  nmerte  y  mi  vida, 
mi  bien,  mi  mal,  gloria  y  pena, 
que,  muerto  o  premiado,  estoy 
contento  de  ver  que  tenga 
victoria  amor  de  un  desdén 
que  fué  en  belleza  y  soberbia 
fénix  y  Luzbel  de  Francia, 
quedando  mi  nombre  en  ella 
con  más  fama  que  Alejandro 
y  con  mayor  diferencia,    . 
pues  él  conquistaba  el  mundo 
y  yo  el  cielo  de  la  tierra. 

Dúo.  Tanto  ha  sido  tu  valor, 

que  me  pesa  que  no  .seas 
I^auro  para  hacer  por  ti 
lo  que  por  Ricardo  hiciera. 
No  por  Lauro  mereciste 
castigo,  ni  yo  quisiera 
más  venganza  de  Ricardo 
que  saber  por  cosa  cierta 
que  le  estaba  enamorando 
cuando  él  me  daba  sospechas 
de  que  era  fea  en  sus  ojos. 
F.nojada  he  visto  a  Celia. 
¿Darémosla  al  Conde? 

Ríe  No, 

para  que  de  Ota  vio  sea. 

Cei,.  Ya  sabes  que  siempre  estuve 

a  tu  voluntad  .sujeta. 

Ríe.  Al  fin,  ¿qué  dices  de  mí? 

Jui,.  Antes  que  lo  digas  venga, 

pues  no  hay,  Inés,  para  Julio 
alguna  cosa  que  pueda 
satisfacer  tantos  pa,s(>s. 

DuQ.  Dos  mil  ducados  de  renta. 

y  a  Lauro  y  Ricardo  juntos 
la  mano  y  el  alma  a  medias 
para  que  los  dos  la  j)artan. 

Ríe.  A(\u{  dio  fin  el  poeta 

a  La  hermosa  fea,  senado; 
pero  con  esta  advertencia: 
si  os  agr.ida,  será  hermosa, 
y  si  no,  La  hermosa  fea. 


EL    HIJO    DE    LOS    LEONES 


COMEDIA  FAMOSA 

DE 

LOPE      DE      VEGA       CARPIÓ 

DEDICADA  A  DOX  JUAN  GELDRE,  CABALLERO  DEL  HABITO  DE  S.INTIAGO 


Si  la  gallardía,  nobleza  y  entendimiento  que  en  v.  m. 
resplandecen,  obügan  tanto  a  cuantos  le  conocen,  con 
más  fuerza  liarán  este  efecto  en  aquellos  a  quien  fa- 
vorece y  honra.  Los  ingenios  que  en  esta  Corte  ocupan 
algunas  horas  de  otros  mayores  estudios  en  las  festi- 
vas musas  de  las  comedias,  están  agradecidos  al  aplauso 
con  que  v.  m.  las  escucha  y  defiende  del  malicioso  vulgo 
que  por  la  mayor  parte  en  esta  Corte  se  ha  tomado  el 
imperio  de  su  censura  y  la  primera  voz  de  su  agrado 
o  disgusto,  con  tan  justo  sentimiento  de  la  nobleza, 
pues  quiere  calificar  su  ignorancia,  lo  que  es  debido  a 
la  ciencia;  y  así,  en  nombre  de  todos,  dedico  a  v.  m.,  en 
señal  de  reconocimiento  y  tributo,  EL  HIJO  DE 
LOS  LE  O  X  ES,  cuyo  título  no  desdice  de  su  clara  y 
antigua  sangre,  pues  en  su  ilustre  familia  han  florecido 
siempre  tan  magnánimos  varones,   que  no  ha  podido 


en  tantos  siglos  la  envidia  de  su  grandeza  mellar  un 
átomo,  porque  la  suprema  virtud  está  asegurada  de  su 
veneno,  como  las  cenizas  (i)  del  monte  Olimpo,  donde  no 
alcanza  la  libre  jurisdicción  del  viento.  Para  hablar  en 
tantos  príncipes  como  reconoce  Alemania,  de  los  se- 
ñores de  esta  casa  y  generosa  estirpe,  largas  historias 
fueran  breves  epítomes,  con  que  se  excusa  la  obliga- 
ción y  se  queda  suspensa  como  en  la  margen  de  tan 
grande  océano.  V.  m.  admita  la  voluntad,  pues  tiene 
más  estimación  que  el  artificio,  cuanto  va  de  respetar 
la  verdad  con  reverencia,  al  atrevimiento  de  ofende 
lia  con  ignorancia. 

Su  Capellán,  I,ope  Félix  de  Veg.\  Carpió. 


i)     Hartzenbusch  enmendó  «cumbres». 


Perseo. 
teba.xdro. 
Fevisa. 
Clávela. 

I^ISARDO  . 


FIGURAS  DE  LA  COMEDIA 


Un    Capit.4n. 
Bato. 

RiSELO. 

Flora. 
Un  Cura. 


El  Rey  de  Alejandría. 

Faquíx. 

La  Princesa  de  Tebas. 

Leonido. 

Fileno. 


ACTO  PRniERO 

f Salen  Tebanuro  y  Perseo.j 

Teb.  Quitarme  tengo  la  vida. 

Per.  Guien  la  vida  tiene  en  poco, 

más  que  desdichado,  es  loco. 

Teb.  ¿Pues  cómo  tan  ofendida 

queréis  que  a  la  muerte  impida 
quien  tuvo  siempre  su  (i)  nombre 
que  ya  no  hay  mal  que  le  asombre? 

Per.  Porque  es  terrible  locura, 

(i)  Hartzenbusch  corrigió:  «quien  pierde  Su  hacien- 
da y  su»  que  hace  el  verso  largo,  aunque  mejora  el 
Sentido.  Quizá  I,ope  escribiría:  «quien  pierde  su  hacien- 
da y  nombre». 


Tab. 


vida  que  tan  poco  dura, 
querer  abrevialla  un  hombre. 

Cuando  tan  mozo  (i)  os  quedara 
mucha  vida  que  vivir, 
no  pudiérades  sufrir 
la  que  después  os  faltara: 
pero  tanta  edad,  repara 
en  lo  poco  que  le  queda. 
Cuando  el  cielo  me  conceda 
menos,  para  tanto  mal 
no  tiene  el  alma  caudal 
ni  sufrimiento  que  pueda. 

Espero  (2)  en  aquella  nave 


(i)     Hartz.  puso:  «Doy  que, 
(2)     Hartz.:  «Expuse». 


aun  mozo,  si  os  quedara» 


270 


EL    HIJO   DE    LOS    LEONES 


toda  mi  hacienda,  Perseo, 
conducirla,  al  puerto  veo 
próspero  viento  suave, 
y  la  fortuna  que  sabe 
deshacer  en  lui  instante 
los  cielos  (I)  al  caminante, 
y  al  labrador  flor  y  fruto 
cubrió  de  funesto  luto 
el  pabellón  de  diamante. 

Con  relámpagos  y  truenos 
que  asombran  luces  y  sinos, 
y  entre  horribles  torbellinos 
de  balas  de  nieve  llenos, 
abre  los  celestes  senos 
y  los  ejes  de  oro  rotos, 
en  tan  fieros  terremotos 
parece  que  siembra  estrellas, 
y  entre  balas  y  centellas 
junta  los  polos  remotos. 

Los  tridentes  encendidos, 
parece  que  cuando  caen 
del  sol  fugitivo,  traen 
el  mar  y  tierra  atrevidos, 
a  quien  defienden  apenas 
adargas  de  agua  y  arenas, 
también  quieren  conquistar, 
con  los  gigantes  del  mar, 
las  celestiales  almenas. 

Rompe,  corta  y  despedaza 
gi'imenas,  jarcias  y  velas, 
que  de  las  aferravelas 
desañuda  y  desenlaza, 
y  la  marítima  plaza, 
sembrada  de  cuerdas  y  hombres, 
hace,  por  que  más  te  asombres, 
que  los  que  han  de  gobernar 
con  los  peces  de  la  mar, 
truequen  oficios  y  nombres. 

Allí  quedó  mi  riqueza 
con  mi  dicha  sepultada, 
y  la  fortuna  vengada 
en  mi  hacienda  y  mi  grandeza. 
Ivl  lustre  de  mi  nobleza 
no  me  diera  tal  dolor, 
mas  es  terrible  rigor 
que  I'enlsa  por  casar, 
sin  liíu-itiida,  nf>  ha  de  hallar 
mariílo  igual  a  .su  honcjr. 

Ya  no  es  dote  la  virtud 
ni  el  honrado  nacimiento, 
que  es  el  oro  el  fundamento 


(i)    Ilartz.:  «Veredas». 


de  toda  humana  quietiid: 

Con  mucha  solicitud 

quise  casalla  altamente; 

pobre,  ¿qué  cjueréis  que  intente 

que  no  me  infame  y  ofenda, 

pues  no  hay  más  dote  que  hacienda. 

en  la  opinión  de  la  gente? 
Per.  y  si  yo  os  diese  un  marido 

rico  y  del  rey  estimado, 

que  os  quitase  del  cuidado 

del  sustento  y  del  vestido, 

en  cuya  casa  servido 

y  regalado  estaréis, 

¿será  razón  que  os  matéis? 
Teb.  Daría  gracias  al  mar 

si  por  él  vengo  a  alcanzar 

la  vida  que  me  ofrecéis 
Per.  Pues  yo  os  quiero  dar  mi  casa 

y  casarme  con  Fenisa. 
Tab.  Tierra  que  tal  hombre  pisa, 

boca,  a  tus  labios  la  pasa. 
Per.  Pues  hoy  Perseo  se  casa, 

Tebandro,  y  por  padre  os  quiere. 
Teb.  Quien  tanta  ventura  adquiere, 

no  dirá  que  se  ha  perdido. 

Perdona,  cielo  ofendido; 

todo  hombre  que  viva,  espere. 
Voy  a  decir  a  Fenisa 

esta  dicha,  mi  Perseo. 
Per.  Dila,  .señor,  mi  deseo 

y  de  las  nuevas  la  avisa. 
Teb.  Tropiezo  en  la  misma  prisa, 

¡Oh,  nave!,  no  te  has  perdido, 

antes,  por  la  mar  traído 

dos  venturas  de  una  vez: 

hijo  para  mi  vejez, 

.para  Fenisa  marido. 

(Vase.  Sale  Faquín.) 

I'aq.  Siempre  que  a  la  Corte  vengo, 

vengo  de  miedo  temblando: 

allí  se  está  pa.seando: 

ventura  en  hallarle  tengo. 
¡Ah,  señor! 
Per.  Faquín,  amigo, 

¿qué  hay  por  acá? 
I'aq.  Sólo  ver 

a  su  merced,  y  traer 

alguna  cebada  y  trigo. 
Trigo  para  el  panadero 

la  cebada...  ya  lo  ve. 
Per.  ¿Cómo? 

Faq.  Para  su  mercé; 


ACTO    PRIMERO 


271 


Per. 


Faq. 


Per. 
Faq. 


Per. 


que  ayer  me  dijo  el  cochero 

que  no  había  en  casa  un  grano. 
El  quererme  persuadir 
a  tu  inocencia,  es  decir, 
que  hay  inocente  villano. 

¿Cómo  va  de  la  labranza? 
Puesto  que  tan  rico  sea 
su  merced  y  de  esta  aldea 
no  tenga  mucha  esperanza  (i), 

le  juro  que  es  buena  hacienda: 
el  ganado,  así  vacuno 
como  ovejuno,  a  ninguno 
da  ventaja,  que  yo  entienda. 

Puercos,  conio  su  mercé 
ha  visto  muchos,  no  quiero 
encarecellos,  que  espero 
que  se  admire  si  los  ve. 

Traigo  un  carro  de  carbón 
y  unos  quesos;  él  es  pez 
y  ellos  nieve;  pera  y  nuez 
para  después  del  jamón. 

Los  que  llaman  cuerdas  de  uvas 
en  la  corte  y  en  la  aldea 
colgajos,  y  por  que  vea 
en  qué  estado  están  las  cubas, 

un  cuero  de  ojo  de  gallo, 
que,  si  no  lo  ha  por  enojo, 
puede  el  Rey  sacalle  un  ojo 
y,  a  falta  de  él,  un  vasallo. 

El  clarete  es  cosa  rara, 
de  quien  decirse  podía 
que  parece  a  la  poesía, 
porque  ha  de  ser  dulce  y  clara. 

En  cuerdas,  melones  bellos, 
del  tiempo,  invernizos,  albos, 
que  parecen  a  los  calvos 
cuando  se  atan  los  cabellos. 

Yo  le  juro  que  pudiera 
envidiar  su  hacienda  el  Rey, 
desde  la  cabra  hasta  el  buey, 
desde  el  pollo  a  la  ternera, 

si  un  demoño  de  un  salvaje, 
un  monstruo,  o  no  sé  quién  sea, 
no  destru3^era  la  aldea 
en  un  espantoso  traje. 

¿Monstruo?  ¿Cómo? 

De  la  sierra 
ha  bajado  aquestos  días 
tembrando  las  caserías 
y  destruyendo  la  tierra. 

¿Pues  quién  a  esta  tierra  trujo 


(i)     Hartz.:  «enseñanza». 


monstros,  si  ese  es  su  nombre? 
Fa  q.  X  o  sé ,  ¡  pardiós ! . 

Per.  ¿El  es  hombre? 

Faq.  Es  medio  hombre  y  medio  brujo. 

Per.  Codicia  de  ver  me  pones, 

Faquín,  cosas  tan  extrañas. 
Faq.  Es  hombre  que  en  las  montañas 

le  obedecen  los  leones. 
Solían  las  mozas  ir 

a  coger  hongos  y  setas, 

y  las  trae  tan  inquietas, 

después  que  las  hace  huir, 
que  no  se  halla  en  el  lugar 

un  hongo,  aunque  den  por  él 

un  ojo. 
Per.  Cosa  cruel 

y  digna  de  remediar. 
Nunca  supe  que  criase 

salvajes  Alejandría. 
Faq.  Señor,  agora  los  cría. 

Per.  ¡y  que  esto  en  silencio  pase! 

Faq.  vSiempre  pienso  yo  que  ha  habido 

salvajes;  mas  no  tan  grandes 

como  ahora. 
Per.  Puesto  que  andes, 

Faquín,  en  tosco  vestido, 

tienes  buen  entendimiento. 
Hoy  has  de  hablar  con  el  Rey. 
Faq.  ¡Arre  allá! 

Per.  tú  le  has  de  hablar. 

FaQ.  Quien  en  su  pobre  lugar 

habrá  con  la  oveja  y  buey, 
¿quiere  que  tenga  atrevencia 

para  habrar  con  rey? 
Per.  Yo  sé 

que  sabrás. 
Faq.  Yo  le  diré 

de  ese  monstruo  la  insolencia. 
Per.  Pues  ven  conmigo. 

Faq.  Los  bueyes 

de  aquesta  vez  dejo  allá, 

que  dicen  que  todo  está 

sólo  en  habrar  con  los  reyes. 

(Vansc  y  salen  Clávela  y  Fenisa.) 

Cea.  Del  casamiento  te  doy 

el  parabién,  por  lo  menos. 

Fen.  Con  los  ojos  de  agua  llenos, 

Clávela,  diciendo  estoy 
que  menos  dichosa  soy 
de  lo  que  tú  me  imaginas. 

Ci,A.  Si  a  Perseo  no  te  inclinas, 

y  más  en  esta  ocasión, 


EL    HIJO   DE    LOS    LEOXES 


más  rae  encubres  que  es  razón. 
Fen.  Mi  raal,  Clávela,  adivinas. 

Yo  no  me  puedo  casar. 
Cla.  ¿Es  la  causa  ajeno  amor? 

Fex.  Xo  es  amor,  que  aim  es  mayor 

la  ocasión  de  mi  pesar. 
Cl.\.  Si  se  puede  declarar, 

remedio  comnigo  intenta . 
Fen.  Ahora  te  daré  cuenta 

de  las  desdichas  y  engaños 

que  he  callado  tantos  años. 
CL-V.  Ya  te  escucho. 

Fex.  Estame  atenta. 

El  año  doce  de  mi  edad,  advierte 
tal  desdicha,  Clávela,  en  años  doce, 
y  que  quien  tiene  tan  contraria  suerte 
ni  tiene  bien  sin  mal  ni  edad  que  goce, 
el  Príncipe  Lisardo,  de  mi  muerte 
ilustre  autor:  I^isardo,  a  c|uien  conoce 
por  sucesor  del  Rey  Alejandría, 
me  vio,  para  mi  mal,  un  cierto  día. 

En  esta  playa  de  la  mar  que  piso 
agora  refiriéndote  mi  historia, 
con  más  belleza  y  con  menor  aviso, 
sus  ondas  ocupaban  mi  memoria. 
No  era  la  fuente  en  que  se  vio  Narciso 
ni  el  líquido  cristal  mi  vanagloria, 
porque  sólo  miraba  sus  arenas 
sembradas  de  coral,  de  conchas  llenas. 

Huyendo  de  las  ondas,  que  volaban, 
Lisardo,  de  improviso,  me  detiene 
con  otros  mozos  que  con  él  andaban; 
así  la  edad  primera  se  entretiene. 
Olas  de  amor  sus  brazos  imitaban, 
que,  huyendo  al  mar  que  a  las  espaldas  viene, 
daba  en  mayor;  de  suerte  que  temía 
más  que  al  mar  que  dejaba  al  que  venía. 

Llegó  su  libertad,  Clávela,  a  asirme, 
cuando  fuera  mejor  aventurarme 
al  mar,  que  me  anegara,  honesta  y  firme, 
que  no  en  el  de  sus  brazos  enredarme. 
Por  desasirme  yo,  por  <lividirme, 
y  él  por  no  me  dejar  y  por  matarme, 
llegamos  a  los  brazo.s,  cuyo  juego, 
tan  cerca  de  las  llamas,  era  fuego. 

«Déjeme  vuestra  Alteza»,  le  decía. 
Y  él,  «mi  bien,  mi  .señora»,  me  llamaba. 
♦¿H.sto  es  gala,  es  razón,  es  cortesía?», 
con  vergüenza  y  temor  le  replicaba. 
♦No  pa,saréLs  de  aquí,  sirena  mía 
— como  al  a-stuto  Ulises  imitaba, 
me  dijo — ,  <-in  dejar  alguna  prenda». 


¿Qué  habrá  que  \m  hombre  en  la  ocasión  no  em- 

[prenda? 

Desde  entonces.  Clávela,  dio  en  bviscarme 
como  rapaz,  en  fin,  y  poderoso, 
cuanto  yo  en  defenderme  y  au.sentarme, 
solicitada,  de  mi  honor  celoso, 
conociendo  imposible  el  conquistarme. 
Encomendóle  al  oro  milagroso 
la  empresa  de  mi  honor,  casto,  invencible; 
que  al  oro  todo  dicen  que  es  posible. 

Una  noche  que  yo  durmiendo  estaba, 
criadas  le  pusieron,  ¡qué  cautela!, 
tan  cerca  de  mi  cama,  que  m-raba 
lo  que  el  descuido  a  un  pabellón  revela. 
Mi  padre  ausente,  la  ocasión  les  daba 
y  de  él  aseguraban  la  cautela, 
porque  dijo  que  sólo  ver  quería 
con  qvte  colores  mi  desdén  dormía. 

Pero,  solicitado  fuertemente 
de  los  ojos,  allí  más  codiciosos, 
se  dispuso,  a  la  fuerza,  el  accidente, 
desmayando  mis  brazos  desdeñosos. 
Tal  fué  el  desmayo,  que  el  honor,  ausente, 
quedó  mortal,  quedando  victoriosos 
traición  y  amor  y  yo  como  sin  vida, 
menos  enamorada  que  ofendida. 

Yo  no  sé  lo  que  allá  con  argumentos 
prueba  la  natural  filosofía 
para  los  naturales  sentimientos, 
pues  fué  creciendo  la  deshonra  mía; 
que,  aun  no  poniendo  yo  los  pensamientos, 
llegó  del  parto  el  miserable  día, 
con  mi  nmo  tan  bello,  que  bastara 
a  consolar  mi  honor,  si  le  gozara. 

Yo  propia  le  llevé,  Clávela,  a  un  monte 
y  al  pie  de  un  roble  le  dejé  a  las  fieras 
cuando  rayaba  el  í  Iba  el  horizonte 
dorando  las  celestes  vidrieras. 
Agora,  dulce  amiga,  a  pensar  ponte, 
si  tales  desventuras  consideras, 
¿cómo  puedo  casarme?  ¡Que  estos  daños 
no  los  olvida  v\  cur.so  dv  los  años! 


I  Cla. 
I'en. 


Notable  fué  tu  desdicha 
y  tu  silencio  mayor. 
Calló  su  pena  mi  honor, 
que  suele  aumentarse  dicha. 

Sin  esto,  como  tú  sabes, 
el  Príncipe  se  casó, 
cuando  a  los  años  llegó, 
como  mayores,  más  graves. 

lia  .salido  gran  .«-oldado; 
conquista,  con  grandes  guerras, 


ACTO    PRIMERO 


273 


CtA. 


Fen. 


Cr,A. 


Fen, 


Cr^A. 

(Tocan 

Lis. 

Cap. 

Lis. 
Cap. 

Lis. 
Cap. 


Lis. 
Cap. 
Lis. 


Cap. 
Lis. 


Fen. 


Cl,A. 


XII 


varias  provincias  y  tierras, 
siempre  ausente  y  ocupado. 

Mas,  por  faltar  sucesión, 
su  padre  y  él  se  entristecen. 
Bien  sus  olvidos  merecen 
esa  pena  y  confusión. 

Pero  di:  ¿nimca  supiste 
de  ese  niño  cosa  alguna  ? 
En  tan  mísera  fortuna, 
en  un  estado  tan  triste, 

¿qué  diligencias  quisieras 
que  hiciera  contra  mi  honor? 
Claro  está,  ¡qué  gran  rigor!, 
que  le  sepultaron  fieras. 

Música  suena  en  el  mar. 
¿Si  es  Lisardo  que  de  Atenas 
viene  ? 

Bien  podrán  mis  penas 
sus  arenas  igualar; 

que  aquí  fué  donde  le  vi 
y  donde  mi  triste  historia 
renovará  su  memoria. 
El  es,  retírate  aquí. 

a  marchar,  y  salen  Lisardo,   un  C.'Vpitán, 
acompañamiento.) 

No  tiene  el  mundo  placer 
como  llegar  a  la  patria. 
Parece  que  las  arenas 
de  esta  playa  nos  abrazan. 
Buen  agüero,  capitán. 
Si  es  después  de  la  jomada, 
¿qué  tienes  por  buen  agüero? 
Las  sirenas  en  la  playa. 
Dices  bien;  pero  el  peligro 
del  mar  a  la  tierra  pasa, 
que  no  hallándolos  en  él, 
nos  matan  fuera  del  agua. 
¿Hablarélas? 

Bien  podrás. 
Pero  pues  ellas  se  guardan, 
marchemos  a  ver  el  Rey 
antes,  Emilio,  que  salga; 
póngase  en  orden  la  gente. 
Bien  aprisa  desembarcan. 
Ensalza  nuestras  banderas 
y  las  de  Atenas  arrastra. 

(Vanse.) 
No  he  podido  detener 
el  corazón,  alterada, 
que  no  salga  por  los  ojos. 
Justamente  le  acompañan 
la  gallardía  y  el  gusto; 


Fen. 

Cl,A. 

Fen. 


(Vanse, 
MÚS. 

CUR. 


RiS. 

CUR. 


BaT. 


FI.OR. 
Bat. 


las  plumas,  bandas  y  galas 
señales  son  de  vitoria. 
Todas  las  que  emprende  gana, 
como  de  mi  honor  la  tuvo. 
En  fin,  ¿dejas  o  dilatas 
de  Perseo  el  casamiento? 
Es  atrevida  ignorancia 
querer  segundo  marido 
la  que  sin  honra  se  casa, 
porque  se  pone  al  peligro 
de  ser  siempre  desdichada 
o  de  que  el  hombre  la  deje 
sospechoso  de  su  imfamia. 
Y,  finalmente.  Clávela, 
mujer  que  fué  desdichada 
pida  su  remedio  al  cielo, 
que  el  de  la  tierra  no  basta. 

'  salen  Bato,  Flora,  Riselo  y  los  Músicos 
y  un  Cura.) 

«Al  cabo  de  los  años  mil, 
vuelven  las  aguas  por  do  solían  ir.» 

Diga  su  coplita  el  cura, 
que  avm  está  lejos  la  ermita. 
Si  trujera  agua  bendita, 
que  ya  diz  que  se  conjura 

aquesto  de  la  poesía. 
¡Ea!,  diga,  que  no  importa. 
En  el  bodigo  y  la  torta 
se  cifra  toda  la  mía. 

Como  la  fortuna  es  rueda, 
unos  suben  y  otros  bajan, 
y  los  que  más  se  aventajan 
saben  menos  lo  que  rueda  (i). 

Quien  quiere  tenerla  queda, 
no  ha  de  bajar  ni  subir, 
que  al  cabo  los  años  mü, 
vuelven  las  aguas  por  do  solían  ir. 

El  cura  ha  dicho  muy  bien. 
Yo,  que  la  novia  celebro, 
quiero  decilla  un  requiebro. 
Y  yo  a  vos,  Bato,  también. 

Flora  y  flor  de  nuesa  aldea, 
til  por  quien  abril  se  ríe 
por  más  que  le  desafíe 
el  mes  que  el  agua  desea. 

Flora  más  bella  que  natas, 
y  que  guindas  y  pernil, 
que  truchas  con  perejil 
y  en  vino  asadas  patatas. 

Yo,  Bato,  en  este  rebato, 
sin  hache  te  pido  un  sí. 


(i)     Hartz.:  «enreda». 


18 


274 


EL    HIJO   DE    LOS    LEONES 


Fxo. 


Bat. 


Flor. 
Bat. 


Ris. 


Flo. 
Cl-r. 
Flo. 


Flo. 
Leo. 

Bat. 
l'ij). 


porque  si  respondes  clii 
harás  a  Bato  chivato. 

Bato  de  mi  corazón, 
más  hermoso  que  un  ternero 
y  más  sabroso  que  el  cuero 
de  un  muy  hicido  Icchón; 

quiero  decir  más  pelado, 
Bato,  más  dulce  que  frito 
el  rebozado  cabrito 
V  el  empanado  venado. 

No  pases,  Flora,  adelante; 
¡pesar  de  quien  me  vistió!, 
que  bien  te  avisaba  yo 
como  temeroso  amante. 

¿Xo  había  comparaciones 
de  animales  infinitos 
que  en  terneros  y  cabritos 
y  entre  venados  me  pones? 

Y  es  lo  bueno  que  te  vino 
a  la  memoria  im  lechón 
por  empapar  la  traición 
con  un  poco  de  tocino. 

Si  así  me  has  de  comparar, 
mejor  es  que  no  me  case. 
La  boda  adelante  pase 
y  dejaos  de  requebrar, 

que  es  tarde  para  la  ermita 
y  áspero  el  monte. 

Yo  hablé 
sencillamente  a  la  fe . 
Ya  el  enojo  se  me  quita. 

¿Pero  qué  voces  son  estas 
que  suenan  por  el  pinar? 

(Dentro.) 

¡Guarda  al  monstruo! 

Por  burlar 
deben  de  ser  estas  fiestas, 
que  hacen  leña  por  acjuí. 

(Dentro.) 

¡Guarda  al  monstruo!  ¡Guarda,  guar- 


Ya  la  prita  me  acobarda. 
ICl  es,  .sin  duda. 

¡Av  de  mí! 


[da! 


(Dentro,  Leonido.) 
¿Dónde  vais,  canalla? 


Av,    cielo! 


,Sin  mi  licencia  i)a.sáis 
por  el  monte?  , Dónde  vais? 
Huye,  l*'lora;  Iniye,  Ki.selo. 

Ivl  temor  me  desatina. 
Huya,  señor  DiccJiciado. 


CUR. 

Bat. 

Leo. 
Bat. 


¡Mal  hubiese  el  cura  honrado 
que  sin  hisopo  camina! 

¡Ah,  bellaco  salvajón. 
medio  hombre,  medio  cochino! 
Colgarte  tienen  de  un  pino 
si  allá  te  cogen,  ladrón. 

¡Leones,  venid,  corred, 
alcanzadme  aquel  pastor! 
De  burlas  era,  señor; 
no  se  enoje  su  merced. 

El  rey  es  de  aquesta  tierra; 
no  tiene  más  cortesía 
toda  la  salvajería 
con  ser  tanta  en  esta  tierra. 

Quien  dice  que  es  brujo  o  mono, 
miente.  ¡Oh,  pies!,  ¿de  qué  os  heláis? 

(Vase. 


Leo. 


Leones,  no  le  sigáis; 

dejadle,  yo  le  perdono. 
Claros,  hermosos  cielos, 
que  siempre  estáis  constantes 
en  revolver  los  años  presurosos, 
los  turquesados  velos 
vestidos  de  diamantes, 
mostrando  en  vuestros  polos  luminosos 
el  ser  tan  poderosos. 
La  variedad  enseña 
con  qué  habéis  producido 
cuanto  vive  esparcido 
desde  este  valle  a  la  más  alta  peña 
de  aquel  nevado  monte 
que  con  oro  divide  el  horizonte. 

Ya  el  animal,  ya  el  ave; 
que  ésta  vuela,  aquél  corre, 
con  varias  pieles  y  con  varias  plumas: 
ya  el  mar,  que  tanta  nave, 
alta  portátil  torre 
sustenta  por  tan  frágiles  espumas; 
)'a  innumerables  sumas 
de  peces  plateados; 
ya  por  la  verde  sierra 
tantos  arroyos  en  amenos  prados, 
donde  cuelgan  los  flores 
sus  espejos  en  cintas  de  colores. 

Pero  entre  tantas  cosas 
y  el  orden  soberano 
con  que  tenéis  el  año  dividido, 
coronado  de  ro.sas 
el  desnudí)  verano 
y  el  invierno  de  nieves  revestido, 
criar  el  hombre  ha  sido 
milagro  más  hermoso. 


ACTO    PRIMERO 


275 


si  bien  no  soy  ejemplo; 
pues  cuando  me  contemplo 
así,  rústico,  fiero  y  espantoso, 
envidio  cuantos  veo 
y  de  su  imitación  tengo  deseo. 

Tal  vez  aquestas  fuentes 
que  muestran  que  soy  hombre 
cuando  en  la  hierba  duermen  sus  cristales, 
tal  vez  los  accidentes 
me  quitan  ese  nombre 
que  imitan  los  más  fieros  animales . 
Viven  conmigo  iguales, 
y  yo  sujeto  a  un  viejo, 
que  me  enseña  y  corrige, 
que  me  gobierna  y  rige, 
si  bien  yo  me  resisto  a  su  consejo; 
y  pues  me  riñe  en  vano, 
fiera  debo  de  ser,  no  soy  Inimano. 

(Dentro,  Fileno.) 

F"ix,.  ¡Leonido,  Leonido! 

Leo.  ¿Quién 

con  voz  tan  débil  y  enferma 

me  nombra? 
Fii,  .  Yo  soy,  Leonido. 

Leo.  Pues,  padre,  ¿de  qué  te  quejas? 

¿Qué  tienes?  ¿Quién  te  ha  ofendido? 

Llega.  ¿Estás  herido?  Llega. 
Fn..  No,  Leonido;  pero  estoy, 

con  la  edad,  falto  de  fuerzas. 

Pienso  que  el  fin  de  mi  vida, 

si  no  me  engaño,  se  acerca; 

soy  mortal,  y  a  los  mortales 

la  ley  del  morir  sujeta. 
Leo.  Debe  de  ser  accidente 

y  cansancio  de  estas  cuestas . 

Aguarda,  y  traeré  qué  comas, 

que  no  está  lejos  la  cueva. 
Fii,.  No,  hijo;  ya  llegan  tarde 

remedios. 
Leo.  ¿Pues  qué  sospechas? 

Fri,.  Que  es  hoy  el  fin  de  mi  vida. 

Leo.  Xo  pudiera  mi  fiereza 

enternecer  otra  cosa. 

Traeré,  padre,  algunas  hierbas 

y  un  corcho  de  agua. 
Fii,.  Si  vas, 

no  me  hallarás  cuando  vuelvas. 
Leo.  Di,  padre,  lo  que  quisieres; 

cobra  aliento. 
Fii,.  El  alma  piensa 

que  contra  la  ley  divina 

quiero  cerralle  las  puertas. 


Servir  en  las  soledades 

a  Dios  me  trujo  a  esta  sierra, 

Leonido,  desengañado 

del  mundo  y  de  sus  promesas. 

Serví  al  Rey  de  Alejandría 

en  la  paz  como  en  la  guerra, 

algunos  años,  igual 

en  las  armas  y  en  las  letras. 

Quitóme  el  premio  la  envidia; 

no  conoces  esta  fiera. 

Ella  se  cría  en  las  cortes, 

no  por  los  montes  y  selvas. 

Allá  vive  en  los  palacios, 

entre  diamantes  y  telas, 

de  murmuraciones  viste, 

de  ambiciones  se  sustenta. 

Hice  la  cueva  que  sabes, 

ermita  entre  aquestas  peñas, 

con  una  imagen  que  truje, 

V  escondíme  al  nivmdo  en  ella. 

Bajando  una  tarde  a  un  prado, 

oí  lastimosas  quejas 

y  vi  en  un  cepo  de  lobos 

cogida  la  mano  diestra 

de  vma  leona;  movíme 

a  piedad,  llegúeme  a  ella, 

y  viendo  que  la  soltaba 

queda  se  estuvo  y  suspensa. 

Saquéla  del  fiero  lazo, 

y,  agradecida  y  contenta, 

me  fué  siguiendo  a  la  ermita 

y  yo  sin  temor  con  ella. 

De  allí  adelante  (¡qué  ejemplo 

para  ingratos,  que  en  ofensas 

restituyen  beneficios 

y  satisfacen  las  deudas!), 

de  los  montes  me  traía, 

unas  vivas  y  otras  muertas, 

fieras  que  a  mis  pies  echaba 

desdi,  la  boca  sangrienta; 

entre  las  cuales,  un  día 

que  el  alba  rayaba  apenas 

las  coronas  de  los  montes 

con  cintas  de  plata  y  perlas, 

me  trujo  un  hermoso  niño 

en  una  tejida  cesta, 

envuelto  en  paños  de  holanda, 

cubierto  de  seda  y  telas. 

Como  vi  llorar  al  nmo, 

vi  que  a  la  pura  inocencia 

daba  su  favor  el  cielo; 

alegre,  .saquéle  de  ella. 

Daba  la  leona  saltos. 


276 


EL    HIJO   DE   LOS    LEOXES 


mientras  j-o,  con  vista  atenta, 
entre  la  piedad  del  cielo 
contemplaba  sii  belleza. 
Pensé  que  me  le  pedía 
para  sepiü talle,  fiera; 
y  era  por  dalle,  piadosa, 
lo  que  a  sus  hijos  sustenta. 
Porque  (jueriendo  Uevalle 
a  la  más  vecina  aldea, 
mientras  oración  hacía 
le  puse  en  la  verde  hierba. 
Pero  estando  descuidado 
y  volviendo  la  cabeza, 
vi  que  sus  pechos  le  daba, 
como  de  Reno  se  cuenta, 
a  quien  dio  leche  ima  loba; 
a  Telemonte,  una  cierva; 
a  Júpiter,  una  cabra; 
a  Semíraniis,  la  reina 
de  las  aves,  y  a  Camila, 
piadosamente,  un  yegua; 
ima  osa  crió  a  París 
de  Troj^a  en  las  verdes  selvas, 
y  una  perra  al  fuerte  Ciro, 
el  mayor  rey  de  los  persas. 
Dejé  tan  piadoso  oficio 
a  una  ama,  cuya  soberbia, 
a  no  detenerla  el  cielo, 
su  vivo  sepulcro  fuera. 
Tómesele  de  los  brazos, 
y  en  un  arroyo  que  cercan 
juncos,  liríos  y  espadañas, 
al  pie  de  estas  altas  peñas, 
le  di  el  agua  del  bautismo, 
y  volviéndole  a  la  cueva 
se  le  entregué  con  halagos 
y  le  recibió  con  fiestas. 
Año  y  medio  le  crió, 
después  del  cual,  era  fuerza 
sustentalle  con  la  caza 
más  regalada  y  más  tierna. 
lAU-go  que  el  tienipo  veloz 
le  desataba  la  lengua, 
le  enseñé  con  gran  cuidado 
lo  que  esta  tierra  profesa, 
y  en  los  libros  que  tenían 
divinas  y  humanas  letras 
le  enseñé  lo  (jue  bastaba 
al  conm-imiento  de  ellas. 
Púsele,  píjr  la  leona, 
I.eonido.  Tu  vida  es  ésta. 
Así  te  hallé  y  te  he  criado, 
sin  .saber  jannis  (juién  seas. 


LEO. 
FlL. 

Leo. 

FiL. 


Leo. 


(  Vasf. 


Veinte  veces  a  este  prado 

descendió  la  primavera 

y  subió  su  nieve  enero 

desde  ese  valle  a  estas  cuestas 

desde  que  aquella  leona 

te  trujo,  cuya  fiereza 

te  ha  dado  una  condición, 

como  sus  entrañas,  fiera. 

Con  los  leones,  sus  hijos, 

te  has  criado  en  esta  tierra, 

adonde  no  hay  animal 

que  no  te  obedezca  y  tema. 

Hijo,  ya  el  fin  de  mis  días, 

como  te  he  dicho,  se  acerca; 

pues  has  de  quedarte  aquí, 

y  ya  sin  tu  padre  quedas, 

no  seas  león,  Leonido; 

mira  que  es  justo  que  seas 

hombre  humano  con  los  hombres, 

ya  que  con  las  fieras,  fiera. 

Ouiérote  dar,  hijo  mío, 

un  rebociño  de  seda 

que  he  guardado  algunos  años 

por  que  te  sirva  de  señas 

si  Dios  quisiere  algi'in  día 

que  de  tus  principios  sepas. 

Espera,  padre;  detente. 

Voy  a  morir. 

Oye,  espera. 
Hijo,  a  quien  debes  la  \'ida, 
pues  que  no  hay  más  justa  deuda, 
con  darle  aquí  sepixltura 
honra  su  muerte  en  la  tierra. 

(  Vase.) 
Padre,  si  en  mi  condición, 
de  que  dices  que  te  quejas, 
cabe  piedad,  hoy  verás 
bañarme  en  lágrimas  tiernas. 
El  temor  de  tu  partida 
y  de  tu  ausencia  la  pena, 
pues,  como  dices,  te  vas, 
padre,  para  eterna  ausencia. 
Hombre  soy,  padre  querido, 
y  cuando  de  piedra  íuera, 
para  de«diclias  tan  erandcs 
aun  tienen  alma  las  ])iedias. 
Salen    d    1<j;y,    I.isaruo    y    íicoml^añamicnio.) 

Rkv. 


Años  aumentas,  Príncipe  Lisardo, 
a  mi  caduca  edad  con  tal  victoria; 
que  ver  (jue  vuelvas  vencedor  gallardo 
refresca  en  mí  la  juvi-nil  nuinoria. 


ACTO    PRIMERO 


277 


Más  que  de  Pirro  y  de  Alejandro  aguardo, 
contra  los  tiempos,  la  feliz  historia 
de  tus  hazañas,  que  con  alto  ejemplo 
la  fama  escriba  en  su  glorioso  templo. 

En  bronce,  en  oro,  en  láminas  de  Homero, 
que  son  más  que  los  bronces  inmortales, 
verlas  escritas  por  la  pluma  espero 
de  ingenios  raros  a  la  tuya  iguales. 

LlSAEDO. 
Lo  que  de  mis  sucesos  te  refiero 
hazañas  tuyas  son,  y  fueron  tales, 
por  ser  de  mis  victorias  referidas, 
que  así  merecen  ser  engrandecidas. 

No  fué  más  digno  el  que  volviendo  a  Creta 
halló  en  el  Laberinto  el  Minotauro, 
dejando  a  Atenas  trágica  sujeta 
de  las  ansias  del  sol  en  verde  lauro; 
que  una  mujer  hermosa  y  no  discreta, 
cuya  opinión  con  mi  valor  restauro, 
le  dio  la  puerta  que  ganó  mi  espada, 
a  viva  fuerza,  en  púrpura  bañada. 

Contarte  por  extenso  el  grade  estrago 
era  contar  del  mar  olas  y  arenas; 
fué  toda  la  ciudad  de  sangre  un  lago 
que  anegaban  del  muro  las  almenas. 
Así  la  vana  presunción  deshago 
de  tus  rebeldes,  atrevida  Atenas; 
ansí  derribo  tu  soberbia  loca, 
que  a  ser  Nerón  de  sangre  me  provoca. 
Pero  agradece  la  piedad  que  impetras 
rendida  a  mi  valor  y  di  que  sabes 
menos  las  fuertes  armas  que  las  letras 
con  que  te  precias  de  varones  graves. 
¡Oh,  guerra  ilustre!  ¡Oh,  Marte,  que  penetras 
las  hazañas  del  sol  con  altas  naves! 
¿Quién  sino  tú,  por  atrevidas  leyes, 
hizo  monarcas,  príncipes  y  reyes? 

(Salen  Perseo  y  Faquín.) 
Per.  Entra  y  no  tengas  temor. 

Faq.  ¿No  hay  más  de  venir  del  campo 

de  habrar  con  cabras  y  bueyes 
y  usar  bárbaros  vocablos, 
como:  «¡Rita  acá.  Palomo!» 
«¡Urri  acá,  branco  tostado!» 
«¡Echa  por  esa  ladera, 
chasquea,  tira  un  guijarro!» 
«¡Voto  al  sol,  que  va  a  los  trigos 
el  tiznadillo,  el  bragado!» 
«¡Urri  acá,  buej^»,  y  otras  cosas 
de  que  no  hay  vocabulario, 
y  luego  habrar  con  el  Rey, 
un  rey  que  come  con  pratos 


de  terciopelo  y  se  acuesta 
en  sábanas  de  brocado? 

Per.  Llega  conmigo  y  no  temas. 

Fao.  Déjame  mirarle  un  rato 

y  persinarme  primero. 
Santispritos,  San  Hilario, 
San  Cosme  y  Santi  Liprisco. 

Per.  Dame,  gran  señor,  tus  manos. 

Lis.  ¡Oh,  Perseo! 

Per.  Con  vergüenza 

llego  a  merecer  tus  brazos 
por  no  haberte  en  esta  guerra 
servido  y  acompañado. 
Mandóme  el  Rey,  mi  señor, 
que  me  quedara  ya,  cuando, 
con  las  armas  pie  venidas, 
estaba  puesto  a  caballo. 
Fuéme  fuerza  obedecer. 

Lis.  Conmigo  estás  disculpado; 

tanto  importa  el  buen  consejo 
como  la  espada  en  las  manos. 
¿Qué  labrador  es  aquel? 

Per.  Señor,  de  escucharle  acabo 

la  más  prodigiosa  historia 
que  se  ha  visto  en  muchos  años. 
Este,  con  otros,  asiste 
a  mi  labranza  y  ganado 
en  este  vecino  monte. 
Llega,  Faquín. 

Faq.  •  Vo  tembrando. 

Per.  Dice  que  ha  bajado  un  monstruo, 

de  aquestas  montañas  parto, 
que  destruye  cuanto  mira. 

Lis.  ¿Qué  dices? 

Rey.  ¡Extraño  caso! 

Faq.  Sí,  señor;  un  medio  brujo, 

que  con  un  robre  to^^tado 
no  hizo  el  griego  Hércoles 
más  temerosos  estragos. 

Rey.  Llégate  más. 

Faq.  Bien  estoy. 

Rey.  Llégate  más. 

Faq.  Si  en  las  manos 

lleva  guantes  su  merced, 
llegaréme  por  un  lado; 
tápese  bien  las  narices. 

Rey.  ¿Tú  le  has  visto? 

Faq.  Ayer,  estando 

fajando  a  mi  burra  prieta 
algunos  leños  cortados, 
como  si  fuera  un  cabrito 
le  vi  venir  dando  saltos. 

Rey.  ¿Qné  forma  tiene? 


278 


EL    HIJO   DE   LOS    LEONES 


Faq.  Señor, 

no  creo  que  trae  zapatos, 
y  así  no  le  \i  las  hormas. 

Per.  Está,  de  verte,  turbado. 

Rey.  El  modo,  digo. 

Faq.  No  es  mono; 

aunque,  mirado  despacio, 
bien  puede  ser  que  lo  sea, 
que  le  vi  no  sé  qué  largo. 

Rey.  Quiero  decir  c-1  aspecto. 

Faq.  Sí,  señor;  muy  espetado 

y  cubierto  de  pellejos 
de  bueyes  y  de  venados. 

Lis.  Pregunta  el  Rey,  mi  señor, 

de  ese  salvaje  inhumano 
qué  fisonomía  tiene. 

Faq.  Que  no  es  frisón,  con  les  diabros, 

sino  un  hombre  como  todos. 

Lis.  Pues  si  es  im  hombre,  villano, 

¿per  qué  no  dices  lo  que  es? 

Faq.  Porque  es  hpmbie  sólo  habrando 

y  en  lo  demás  una  bestia 
a  quien  los  leones  bravos 
por  todo  el  monte  obedecen. 
¿Nunca,  señor,  te  contaron, 
cuando  er^s  niño,  que  había 
brujos? 

Rey.  ¡Qué  portento  extraño! 

Lis.  ¿Si  es  fantasma? 

Faq.  jQua  no  es  frauta. 

Ijs.  Ahora  bien,  Perseo;  vamos 

los  dos  al  monte  mañana, 
que,  con  tu  licencia,  aguardo 
el  laurel  de  aquesta  empresa, 
como  los  héroes' pasados 
que  eij  la  selva  Calidonia 
a  Atalanta,  a  Meleagro 
dio  fama  el  gran  jabah'; 
Fiton,  a  Apolo  dorado, 
la  fiera  .sierpe  Iveniea, 
al  gran  Hércules  tebano, 
y  al  belico.so  J  asón, 
los  dos  toros  encantados. 

Plv  I^igo,  señor,  que  es  emj^re.sa 

digna  de  tu  heroico  brazo 
y  que  ninguno  en  el  mundo 
merece  mejor  su  aplauíio. 
Faquín  salx.-  bien  la  parte 
donde  reside. 

J'aq.  Vm  llegando 

a  hacer  ruido  en  el  monte, 
saldrá  de  su.s  ri-scos  altos; 
porque  apenas  el  postor 


silba  al  travieso  ganado 
cuando,  salteador  de  \4das, 
sale  con  su  robre  al  paso. 
Apenas  la  pastorcilla 
bajó  de  su  aldea  al  prado 
a  coger  en  los  arroyos, 
junto  a  los  álamos  altos, 
los  berros,  nietos  del  agua, 
cuando  la  agarra  los  brazos, 
3'^  cesta,  berros  y  moza 
todo  rueda  con  los  diabros. 

Lis.  Ahora  bien,  tú  has  de  guiarme. 

Rey.  Mira  no  sea,  Lisardo, 

mayor  conquista  que  Atenas. 

Lis.  Si  es  fiera,  con  flecha  y  arco; 

si  es  hombre,  no  hay  qué  temer. 

Faq.  Yo  sé  un  remedio,  si  hallo 

la  cueva. 

Lis.  ¿Cómo? 

Faq.  Ponerle 

en  un  anzuelo  un  gazapo, 
echar  la  cuerda  en  la  cueva 
por  encima  del  peñasco 
y,  en  comiéndole,  tirar 
y  sacalle  como  barbo. 


ACTO  SEGUNDO 
(Salen  Fenisa  r  Tebaxdro.) 

Teb.  ¿Que  no  puedan  persuadirte 

mis  canas  y  tu  obediencia? 

Fen.  De  mi  justa  resistencia 

la  causa  quiero  decirte. 

Teb.  No  quiero  verte  ni  oirte, 

pues  tan  rebelde  te  veo 
a  la  razón  y  al  deseo 
con  quien  cjuisiera  emplearte 
por  remediarme  y  casarte 
con  el  piadoso  Perseo. 

Dan  este  nombre  al  troyr.no 
porque  a  su  padre  sacó 
del  fuego  a  que  la  obligó 
ser  padre  o  ser  inluiuiano; 
él  llevaba  de  la  mano 
a  su  hij(j  y  a  .su  esposa. 
Luego  hazaña  más  piadosa 
es  la  que  I'erseo  intenta, 
pues  me  .saca  de  e.sta  afrenta 
sin  ser  la  causa  forzosa. 

Cuando  me  ha  quitado  el  mar 
mi  honor,  hacienda  y  sosiego. 


ACTO    SEGUNDO 


279 


del  agua  como  del  fuego 
me  quiere  en  hombros  sacar; 
su  casa  me  quiere  dar 
y  que  tú  su  esposa  seas; 
de  suerte  que  tú  deseas 
ser,  Fenisa  ingrata,  aquí 
fuego  y  Troya  para  mí 
y  él  hijo  y  piadoso  Eneas. 

Fen.  Señor,  si  yo  me  mostrara, 

sin  causa,  desobediente, 
como  ingrata  justamente 
fuego  y  Troya  me  llamara. 
En  la  enfermedad  repara 
que  tvive,  en  que  prometí 
al  cielo  que  si  de  mí 
y  de  tu  edad  se  dolía, 
suya  viviendo  sería, 
que  por  ti  no  lo  cumplí. 

Ni  agora,  por  no  dejarte, 
me  parece  que  es  razón; 
pero  de  esta  obligación 
me  toca  la  misma  parte. 
Por  el  cielo  he  de  faltarte 
¡oh  padre!,  en  deudas  tan  claras; 
pero  verás,  si  reparas 
o  en  ejemplo  o  en  castigo, 
que  el  hijo,  el  mayor  amigo, 
no  ha  de  pasar  de  las  aras. 

Hasta  lo  que  a  Dios  le  toca 
el  hijo  puede  llegar; 
pero  no  puede  pasar, 
aunque  el  amor  le  provoca. 
No  me  tengas  por  tan  loca, 
que  si  Dios  qmen  es  no  fuera, 
padre,  no  te  obedeciera. 
Ello  ha  de  ser,  y  así  es  justo 
que  sufras  este  disgusto, 
pues  mayor  premio  te  espera. 

Teb.  Pues,  hija,  con  tal  pobreza 

bien  veis  la  dificultad 
de  asistir  en  la  ciudad 
un  hombre  de  mi  nobleza. 
El  que  con  tanta  riqueza 
tal  familia  sustentó 
no  se  ha  de  ver  como  yo 
por  vuestra  causa  me  veo, 
pues  no  queréis  a  Perseo 
que  mi  remedio  intentó. 

Ho}'  habéis  de  ir  a  la  aldea 
y  en  ella  habéis  de  vivir. 

Fen.  ¿Qué  me  pudieras  decir 

que  más  a  mi  gusto  sea? 

Teb.  Allí  donde  nadie  vea 


en  la  miseria  que  estoy 
quiero  vivir  desde  hoy 
como  villano  grosero, 
pues  ya  no  soy  caballero 
porque  vuestro  padre  soy. 

Laura  os  llamaréis  allí, 
Lucindo  me  llamaré, 
con  que  seguro  estaré 
de  que  no  sepan  de  mí. 
Pues  ya  no  soy  el  que  fui, 
piérdase  el  nombre  también, 
porque  no  se  sepa  quién 
ha  sido  tan  desdichado 
que  sólo  im  bien  le  ha  quedado, 
que  es  no  esperar  ningún  bien. 

Apercibid  la  partida, 
si  tenéis  que  apercibir, 
donde  podemos  vivir 
los  dos  triste  y  pobre  vida; 
que  no  es  justo  que  yo  pida 
al  cielo,  de  quien  tuviste 
piedad,  lo  que  prometiste 
no  cumpláis,  pues  me  consuelo 
de  que  también  hizo  el  cielo 
la  muerte  para  los  tristes. 

fVase.) 

Fenisa. 

Cuantas  cosas  formó  naturaleza 
tienen  divino  y  alto  fundamento; 
que  del  mayor  poder  siendo  instrumento 
en  sus  obras  retrata  su  grandeza. 

Que  es  ver  de  tantos  cielos  la  belleza, 
la  tierra,  el  fuego,  el  agua,  el  sol,  el  viento 
y,  para  su  hermosura  y  ornamento, 
de  las  perlas  y  el  oro  la  riqueza. 

Cuanto  sustenta  al  hombre  y  cuanto  daña 
los  humanos  deleites  y  placeres, 
artes  y  ciencias  de  tan  varios  nombres. 

Solamente  parece  cosa  extraña 
que  pusiese  el  honor  de  las  mujeres 
en  el  atrevimiento  de  los  hombres, 

(Vase.) 

(Salen  I<isardo  y  Perseo.) 

LlSARDO, 

Paréceme  que  en  esta  casería 
estaremos  mejor. 

Perseo. 

De  cuantas  tiene 
aqueste  prado  es  la  mayor. 


2  So 


EL   HIJO   DE   LOS    LEONES 


LlSAPDO. 

El  día 
con  más  calor  que  imaginaba  \'iene. 

Perseo. 
Hace  en  aqueste  monte  ima  sangría 
una  fuente  veloz  que  se  detiene 
en  un  pequeño  estanque  en  que  las  flores 
componen  por  la  margen  sus  colores. 

AHÍ  puedes,  señor,  pasar  la  siesta 
mientras  que  el  animal  que  dicen  baja, 
si  de  aquestos  villanos  te  molesta 
la  arquitectura  vil  de  tierra  }•  paja. 

Lis  ARDO. 
Nuestra  partida  con  la  gente  apresta 
y  el  verde  monte  con  la  red  ataja, 
que  de  esta  vez  saber,  Perseo,  intento 
quién  es  aqueste  bárbaro  portento. 

(Salen  Bato,  Faquín  y  Riselo.) 

Bat.  Si  tú  te  atreves  a  hablalle, 

¿quién  será  mejor  padrino 

que  el  Príncipe,  pues  ho}-  vino 

en  tal  ocasión  al  valle? 
Ris.  Bien  dice  Bato,  Faquin; 

habíale  tú,  pues  que  sabes. 
Faq.  Son  estos  hombres  tan  graves 

que  harán  turbar  a  Merlín. 
Bat.  ¿No  hablaste  al  Rey  en  la  corte? 

Faq.  Hablé,  mas  que  me  costó, 

que  a  le  que  no  me  salió 

entonces  de  balde  el  porte. 
Bat.  ¿Cómo? 

I'AQ.  Dióme  un  resfriado, 

con  que  a  los  cientos  jugué, 

idas  y  venidas  fué 

a  poner  frores  al  prado. 
RiS.  ¿Pero  no  es  éste? 

I^IS.  Sí,  él  es. 

Faq.  Compriréis  vueso  deseo, 

porque  mi  amo  Perseo 

viene  con  él. 
Bat.  Llega,  pues. 

Faq.  ¡Señor! 

I^üK.  ¡Amigo  Faquín! 

Faq.  a  mal  tiempo  habéis  llegado, 

porque  está  todo  ocupiaílo; 

parió  la  zagala,  en  fin, 
del  buen  Bato. 
I''-»<-  ¿Pues  tan  presto? 

I  AQ.  Parece  nmy  presto  acá; 

demás  que  pien.so  que  ya 

debía  de  estar  dispuesto, 


Per. 
Faq. 


Lis. 

Per. 

Faq. 


Lis. 


porque  dende  el  desposorio 
a  la  boda,  hubo  distancia. 
Pero  será  de  importancia, 
ya  que  el  suceso  es  notorio, 

que  el  Príncipe  sea  padrino 
5'  que  mos  honre  la  aldea. 
Habíale  tii  por  que  sea 
de  vuestro  monte  vecino. 

Señor,  esta  buena  gente 
ha  parido  un  niño  agora, 
digo,  la  casada  Flora, 
que  vuestros  favores  siente. 

Bato  es  muy  hombre  de  bien, 
y  por  muy  cierto  ha  tenido 
que  el  niño  le  ha  parecido 
como  un  huevo  a  un  sartén. 

Y  así,  los  dos  de  consuno, 
como  dice  el  escribano, 
os  ruegan... 

¿Qué,  mal  villano? 
No  vi  tan  falso  ninguno. 

Que  pues  le  han  de  zapuzar 
en  la  pila,  seas  padrino, 
pues  vuesa  Esquilencia  vino 
en  tan  buen  pimto  al  lugar. 

Buscad  madrina,  que  yo 
aquí  he  de  estar  mientras  halle 
ese  monstruo  en  monte  o  valle. 

(Vase.) 


Bat. 

¿Fuese? 

Faq. 

Sí. 

Bat. 

¿Qué  respondió? 

Faq. 

Que  busques  una  madrina 

para  el  niño  y  para  él. 

Bat. 

Agora  dijo  Miguel 

que  hay  una  nueva  vecina 

como  un  propio  serafín 

recién  venida  al  lugar, 

con  quien  puede  apadrinar 

mueso  muchacho.  Faquín. 

Faq. 

Quién  dices? 

Bat, 

Una  señora 

que  hoy  ha  venido   a  la  aldea. 

que  quiere  el  padre  que  sea 

cortesana  y  labradora 

por  no  sé  qué  desventuras 

sucedidas  en  el  mar. 

Faq. 

Luego  la  voy  a  buscar. 

Bat. 

No  han  hecho  dos  hermosuras 

como  la  suya  los  cielos. 

Faq. 

¿Es  casada? 

Bat. 

No  es  casada. 

ACTO    SEGUNDO 


28r 


Faq.  Eso,  ¡voto  al  sol!,  me  agrada, 

que  no  habrá  a  (juien  demos  celos. 

Pero  líame  dado  cuidado 
el  que  mi  amo  ha  tenido 
de  que  haya  Frora  parido 
tan  presto. 

Bat.  Yo  lo  he  pensado. 

Faquín,  y  no  estoy  contento. 

Faq.  ¿Qué  tiempo  habrá.  Bato  amigo, 

la  boda? 

BaT.  Si  te  lo  digo 

sentirás  lo  que  yo  siento. 

Fao.  Düo,  pues. 

Bat.  a  cuatro  meses 

y  medio  que  él  se  casó, 
Frora  este  niño  parió, 
que  era  al  coger  de  las  mieses. 

Faq.  Pues  bien,  ¿había  de  estar, 

como  elefante,  preñada 
treinta  meses?  Mas  ¡no  nada! 

Bat.  ¿lyuego  no  hay  que  sospechar? 

Faq.  Aimque  el  cura  se  trasnoche 

en  su  filoraocosía, 
son  cuatro  y  medio  de  día 
y  cuatro  y  medio  de  noche, 
los  nueve  meses  cabales. 

Bat.  No  había  caído  en  ello; 

si  no  es  por  ti,  la  degüello. 

Faq.  Pues  que  de  la  duda  sales, 

dame  siquiera  un  cabrito. 

Bat.  Hoy  te  presento  un  chivato. 

Faq.  ¿Si  es  esta  que  viene.  Bato? 

Bat.  ¿No  lo  dice  el  sobrescrito? 

(Salen  Fenisa  y  Tebandro,  de  labradores.) 
Tebakdro. 
Aquí  quiero  que  vivas, 
entre  estas  hayas  y  robustos  robles. 

Fenisa, 
En  tantas  excesivas 
riquezas  tuyas  y  aparatos  nobles 
nvmca  tuve  el  contento 
que  en  estas  verdes  soledades  siento. 

Estas  a  mi  tristeza 
son,  padre,  verdaderas  alegrías; 
aquí  naturaleza 

con  varías  flores  y  con  fuentes  frías 
fabrica  a  mis  deseos, 
con  mano  liberal,  campos  hibleos. 

Las  confusas  ciudades 
no  tienen  el  descanso  que  me  ofrecen 
sus  mudas  soledades. 


Tebandro. 

Mejor  están  aquí  los  que  empobrecen 

que  donde  vez  alguna 

se  burle  el  que  envidiaba  su  fortima. 
Del  lado  de  los  Reyes 

suelen  caer  algtmos  por  desdicha 

o  por  humanas  leyes, 

que  dan  a  veces,  al  quitar,  la  dicha; 

Por  eso  en  bronce  escribe 

que  sólo  el  que  cayó  seguro  vive. 
Ya,  Laura,  pues  en  Laura 

truecas  agora  el  nombre  de  Fenisa, 

goza  libre  del  aura 

que  de  estos  campos  la  sonora  risa 

hurta  para  las  flores, 

por  quien  las  aves  van  cantando  amores. 
Y  en  tanto  que  prevengo, 

con  la  poca  familia  que  ha  quedado, 

la  miseria  que  tengo, 

habla  con  los  villanos  de  este  prado, 

que  entre  esos  arrayanes 

te  servirán  de  rústicos  galanes. 
(Veise.) 

Faq.  Ya  que  vueso  padre  es  ido, 

Laura  hermosa,  más  que  el  prado 
de  campanillas  bordado 
y  de  laureles  ceñido, 

por  muchos  años  seáis 
la  reina  de  muesa  aldea, 
aunque  no  ha  de  haber  quien  crea 
que  en  estos  montes  estáis. 

Pero  si  la  primavera 
asiste  en  ellos  mejor, 
no  es  mucho  que  ese  valor 
ho}^  a  su  centro  viniera. 
¿Qué  os  parece  lo  discreto? 

Bat.  No  pudiera  Saicerón 

decir  mejor  su  razón. 

Faq.  Suspensa  queda. 

Bat.  ¿a.  qué  efeto? 

Faq.  ¿Pues  de  eso  te  maravillas? 

Harásele  novedad, 
nuestro  lenguaje. 

Bat.  Es  verdad. 

Faq.  Hincaos  todos  de  rodillas 

para  adorarlas  y  verlas, 
que  ya  en  su  boca  hay  señales 
de  que  ha  de  abrir  los  corales 
para  descubrir  las  perlas. 

Fen.  Mi  padre,  pastores  míos, 

cansado  de  la  ciudad, 
gustoso  en  la  amenidad 
de  estos  prados  y  estos  ríos, 


282 


EL    HITO   DE    LOS    LEONES 


con  la  ocasión  de  tener 
esta  hacienda  y  esta  casa, 
aquí  su  familia  pasa, 
donde  vive  desde  ayer. 

Y  yo  tan  contenta  estoy 
como  en  mi  gusto  veréis. 

Fao.  Vos  habláis  como  sabéis. 

Fen".  Ivsto  he  sido  y  esto  soy. 

Faq.  Quiero  que  en  breve  sepáis 

las  cosas  de  nuesa  aldea. 
Primeramente,  hay  lui  cura 
con  su  poco  de  poeta; 
gran  hombre  de  villancicos 
de  esto  de  la  Xocliebueua, 
que  las  tuviera  mijores 
si  menos  de  esto  supiera. 
Hay  su  alcalde  y  su  alguacil, 
aunque  no  hay  gente  que  prendan 
sino  al  sastre  y  al  barbero, 
que  uno  cose  y  otro  amuela. 
Al  que  cose  no  se  atreven, 
porque  si  ha  menester  media, 
pedirá  cuarenta  varas, 
que  en  él  es  costumbre  vieja. 
Pues  al  barbero  ya  veis 
que  el  gaznate  se  le  entrega, 
y  que  im  villano  enojado 
ninguna  barba  respeta. 
Hay  tabernero;  es  buen  hombre, 
porque  con  arroba  y  media 
enjuaga  todos  los  cueros, 
y  cuando  el  vino  les  echa, 
por  flaqueza  de  memoria, 
el  agua  dentro  se  deja, 
con  que  nos  quita  el  cuidado 
de  aguar  el  vino  en  la  mesa. 
Teníamos  escribano, 
y  fué.se  de  mía  esquilencia 
sólo  a  dar  fe  de  que  hay  muerte 
para  que  algunos  lo  crean. 
Hay  im  sacristán  casado 
que  tiene  la  boca  tuerta 
y  que  canta  un  parcemiqui 
que  parece  que  reniega. 
Hay  zagalas  y  zagales, 
con  su  tamboril  las  fiestas, 
y  entre  ellas,  Flora,  casada 
con  Hato,  y  mujer  de  pn-ndas, 
que  a  cuatro  uit.se.s  y  nu-dio 
parió,  como  unas  candelas, 
un  muchacho  que  parece 
notablemente  a  su  suegra. 
L)e  éste  lialx-Ls  de  ser  madrina, 


Laura,  pues  sos  nuesa  reina 
y  habéis  venido  al  lugar, 
que  por  nmchos  años  sea. 
Fen.  Yo  tengo  a  mucha  ventura 

el  haber  venido  a  tierra 
que  tan  buena  gente  encierra, 
tan  noble,  hidalga  y  segura. 

Y  del  amor  que  me  inclina 
a  vivir  en  esta  aldea 
quiero  que  testigo  sea 

el  ser  de  Flora  madrina. 

Y  así  la  palabra  os  doy 
de  serlo  con  mucho  gusto; 
pero  también  será  justo 
decirme  con  quién  lo  soy. 

BaT.  Señora,  por  dicha  mía, 

que  ya  del  monte  le  aguardo, 
es  el  Príncipe  I  jsardo. 
huésped  de  esta  casería. 
Por  premio  se  le  pidió 
del  amoroso  hospedaje; 
fué  a  matar  cierto  salvaje 
que  esta  montaña  crió, 

y,  en  volviendo,  lo  ha  de  ser. 

Fkn.  No  se  cansa  hora  ninguna 

de  revolver  la  fortuna 
el  pesar   con  el  placer. 

¡Ay  de  mí!,  que  vengo  huyendo 
y  parece  que  conmigo 
traigo  mi  propio  enemigo 
o  qiae  él  me  viene  siguiendo. 

En  aquesta  soledad 
pensaba  vivir  sin  él, 
y  ya  estoy  más  cerca  de  él 
que  en  la  confusa  ciudad. 
Adondequiera  le  sueño, 
y  él  parece  que  me  nombra, 
porque  hay  pesares  con  sombra 
que  se  vienen  tras  el  dueño. 

Faq.  Ya  que  habéis  tenido  dicha 

en  los  compadres  de  Frora, 
es  menester  que  a  I.isardo 
se  le  dé  mía  cena  honrosa. 
Que  aunque  él,  como  cazador 
y  sueldado  venga  agora 
tan  a  la  ligera  aquí, 
bien  conocéis  que  no  importa 
l)ara  (|ue  dt-jéis  de  hacer 
vue.vtra  obrigación,  (¡ue  es  cosa 
que  os  dará  grande  opinión. 

BaT.  Ya  está  prevenida  toda. 

Faq.  ¿y  qué  tenéis  que  le  dar? 

Bat.  Una  reverenda  olla 


ACTO    SEGUNDO 


283 


Fao. 
Bat. 


Faq. 
Bat. 


Faq. 
Bat. 


Faq. 


Ris. 
Faq. 
Bat. 
Faq. 


a  la  lasanza  de  la  aldea, 
que  no  habrá  cosa  que  coma 
con  más  gusto,  cuando  venga; 
que  por  ser  grosera  y  tosca, 
tal  vez  la  estiman  los  reyes 
más  que  en  sus  mesas  curiosas 
los  delicados  manjares. 
Me  conformo  con  la  olla; 
píntame  el  alma  que  tiene. 
Buen  camero  y  vaca  gorda, 
la  gallina  que  dormía 
junto  al  gallo,  más  sabrosa 
que  las  demás,  segiin  dicen. 
Me  conformo  con  la  olla. 
Tiene  una  famosa  liebre 
que  en  esta  cuesta  arenosa 
ayer  mató  mi  «Barcina», 
que  lleva  el  viento  en  la  cola. 
Tiene  lui  pemil  de  tocino, 
quitada  toda  la  escoria, 
que  chamusqiié  por  San  Lucas. 
Me  conformo  con  la  olla. 
Dos  varas  de  longaniza, 
que  compite  con  la  lonja 
del  referido  pemil; 
un  chorizo  y  dos  palomas. 
Bn  el  monte  las  cogí 
y  trújelas  a  mi  novia, 
que  les  sacó  del  piscuezo 

más  de  cuarenta  bellotas. 

Y  sin  aquesto.  Faquín, 

ajos,  garbanzos,  cebollas 

tiene  y  otras  zarandajas. 

Me  conformo  con  la  olla. 

Pero  ¿cuánto  va  que  entrambos 

no  sabes  qué  origen  toma 

echar  en  ella  tocino? 

Dalles  sazón. 

Es  historia. 

¿Cómo? 

Escuchad  el  principio. 

Cierta  mujer,  allá  en  Roma, 

era  toda  aborrecida 

de  su  marido,  aunque  hermosa. 

Determinóse  a  matarla, 

y  viendo  junto  a  unas  pozas, 

tan  feo  y  negro,  un  cochino, 

dijo:  «Este  tiene  ponzoña». 

Matóle  y  echóle  en  sal 

para  que  no  se  corrompa 

y  dársele  cada  día; 

pues  estaba  tan  gustosa 

la  olla  con  el  tocino. 


IvEO. 


Feo. 

Faq. 

Ris. 

Fen. 

Faq. 

Fen. 

Bat. 
Fao. 


Leo. 


que  el  hombre  dejó  las  otras 
y  dio  en  amar  su  mujer, 
dándole  galas  y  joyas. 
Dijo  el  secreto  a  una  amiga, 
y  de  una  lo  saben  todas. 
Y  asi,  por  verse  queridas, 
la  que  más  puede,  más  compra; 
la  que  más  compra,  más  echa; 
la  que  más  echa,  más  goza. 
(Dentro,  I^eónido.) 
No  sé  si  en  venir  acierto 
hu5'endo  del  hombre  al  hombre. 
(Dentro.) 

¡Guarda  el  monstruo! 

No  os  asombre. 
¡Hu3'e,  Bato! 

Yo  soy  muerto. 
¿Qué  es  esto,  triste  de  mí? 
¡Huye,  Laura! 

¿Cómo  puedo, 
que  me  tiene  helada  el  miedo? 
¿Desmayóse? 

Creo  que  sí. 
Mas,  ¿cuánto  va  que  la  agarra? 

(Vanse.  Sale  I,eón!DO.) 
Hombres  que  comer  os  pido, 
hombre  soy,  yo  soy  Leonido. 
¡Oh  qué  mujer  tan  bizarra! 

De  verme  se  ha  desmayado; 
asegurarla  quisiera, 
porque  temo  que  se  muera 
si  vuelve  a  verme  a  su  lado. 

Ha  hecho  naturaleza 
tanta  gracia  y  hermosura, 
puesto  que  el  temor  procura 
robar  parte  a  su  belleza. 
Cuando  entre  aquesta  aspereza 
Fileno  no  me  enseñara 
quién  era  Dios,  sospechara 
que  tenía  gran  poder, 
y  era  Dios  quien  supo  hacer, 
mujer,  tu  di\ána  cara. 

En  vmo  y  otro  elemento 
su  grandeza  se  figura; 
pero  más  de  la  hermosura 
se  tiene  conocimiento. 
Hermosas  son  por  el  viento 
las  aves  de  mil  colores, 
en  verdes  prados  las  flores; 
pero  no  la  puede  haber 
mayor  que  en  una  mujer, 
que  sólo  merece  amores. 


284 


EL   HIJO   DE    LOS    LEONES 


Confieso  que  me  enamoro. 

I,EO. 

hermosa  mujer,  de  ti 

Faq. 

y  que  no  me  llego  a  ti 

I.EO. 

por  no  perderte  el  decoro. 

Si  como  a  Dios  no  te  adoro, 

Faq 

es  porque  sé  que  es  efeto 

divino  de  su  perfeto 

Fen 

pincel  la  hermosura  tuya. 

Pao 

así,  como  a  imagen  tuya, 

Fen 

te  reverencio  y  respeto. 

Faq 

Cuantos  tesoros  distintos 

Fen 

la  naturaleza  encierra 

Faq 

por  la  mar  y  por  la  tierra 

aqiü  se  miran  sucintos; 

Fen 

los  corales,  los  jacintos, 

las  perlas,  la  plata,  el  oro 

Pao 

tiene  tu  hermoso  decoro. 

lAiego  sola  tú,  mujer, 

cifras  de  Dios  el  poder 

Bat. 

y  de  la  tierra  el  tesoro 

Fileno  me  dijo  mi  día 

que  era  mío  mi  albedrío; 

Per. 

mintió,  porque  no  era  mío. 

0  fué  porque  no  te  vía. 

Fen 

Ni  la  voluntad  es  mía 

Lis. 

ni  la  memoria  tampoco, 

Per 

pues  a  huir  no  me  provoco 

con  el  peUgro  que  siento, 

Lis. 

y  menos  mi  entendimiento. 

si  estoy  de  mirarte  loco. 

Pao 

Xo  sé  qué  sentí  de  verte 

que  me  obliga  a  tanto  amor. 

pues  no  me  pone  temor 

el  peligro  de  la  muerte. 

Presumo  que  de  esta  suerte 

Lis. 

darán  fin  a  sus  enojos 

vengándose  en  mis  despojos. 

Per 

los  que  yo  mataba  ayer, 

pues  me  han  sabido  coger 

Bat 

con  el  cebo  de  tus  ojos. 

(Dentro.) 

Faq 

Ris. 

¡.-Vtaja,  ataja.  Silvano, 
no  se  vaya! 

Toixjs. 

Por  aquí. 

J.liTj. 

í  ran  gente  viene. 

l'KS. 

¡Ay  de  mí! 

I.EO. 

¡Ali,  mi  bien! 

Ven. 

Deten  la  mano. 

Lis. 

l.i;o. 

Mirad  que  me  lian  de  matar 

por  vos. 

Vhk. 

Ris. 

Aquí  todos  juntos. 

fSali-n.) 

Lis. 

Faq. 

, Muera  el  njonstruol 

¡  Ah,  fiera  gente! 
¡Muera  el  monstruo!  ¡Muera  el  bruto! 
Aquí  es  más  seguro  huir. 
¡Fuera,  perros! 

¡Oste,  puto! 
(Vase.) 
Déjale  pasar.  Faquín. 
¿No  te  ha  heclio  mal? 

Ninguno. 
¿Ni  estropeado,  ni  otra  cosa? 
Como  una  piedra  se  estuvo. 
No  debiste  de  sentirlo 
con  el  desmayo. 

No  pudo 
ser  un  galán  más  cortés. 
Por  Dios,  que  lo  tengo  a  mucho, 
que  para  cortés  galán 
me  pareció  muy  peludo. 
Ya  svienan  los  cazadores. 

(Salen  Lis.\RDo,  Perseo  y  cazadores.) 
Si  aquí  el  monstruo  se  detuvo, 
¿cómo  se  había  de  hallar? 
¡En  qué  temores  me  puso! 
Corrimos  el  monte  en  vano. 
Su  miedo,  señor,  le  trujo 
al  lugar. 

Desdicha  ha  sido 
que  no  le  alcanzase  alguno. 
No  os  dé  nada,  señor, 
de  que  se  vaya,  que  os  juro 
que  no  va  contento  al  monte 
de  las  hondas  y  los  chuzos; 
pues  los  perros  que  le  siguen... 
No  me  parece  que  cumplo 
mi  obligación  sin  matalle. 
Prendelle  es  lo  más  seguro 
o  con  lazos  o  con  redes. 
No  poderéis,  que  es  muy  astuto 
y  sabe  el  monte  de  coro. 
Mientras  estos  importunos 
este  brujo  andan  buscando 
llenos  de  enojo  y  disgusto, 
quiero  trasjjoner  la  olla 
y  decir  que  la  traspu.so 
el  salvaje  que  se  fué. 
(Vase.) 

No  ha  sido  por  mi  de.scuido, 
])()r  lo  menos,  el  no  hallarle. 
Cuando  tu  veui(hi  su]K), 
trocó  por  la  aldea  el  monte. 
Del  haber  vuelto  me  culpo. 
¿Quién  es  aquella  zagala? 


ACTO    SEGUNDO 


285 


Bat. 
Fen. 
Bat. 

Lis. 


Fen. 


Lis. 

Fex. 

Lis. 

Fen. 


Lis. 
Fen. 


Llega,  Laura. 

Una  mujer. 
Señor,  madrina  lia  de  ser 
con  vos  por  su  talle  y  gal&. 

Presumo  que  en  la  ciudad 
os  he  visto,  y  aim  sospecho 
que  le  debéis  a  mi  pecho 
principios  de  voluntad. 

Sí,  señor;  principios  fueron, 
pues  que  de  allí  no  pasaron, 
aunque  no  poco  duraron, 
pues  hasta  agora  vivieron. 

Vísteisme  im  ch'a  en  el  mar, 
donde  se  anegó  mi  honor 
y  donde  fuera  mejor 
acabarme  de  anegar. 

Aparte  quisiera  hablarte, 
que  me  pareces  muy  bien. 
Xo  hay  parte  donde  no  estén 
mis  desdichas  de  mi  parte 
¿Cómo  vives  esta  aldea, 
que  con  galas  de  ciudad 
te  vi  en  la  corte? 

Es  verdad, 
como  eso  el  tiempo  rodea. 

Cuentan  acá  los  pastores 
que  a  Júpiter  se  quejó 
un  monte,  presumo  yo 
que  de  los  montes  mayores, 

diciéndole:  «Gran  señor, 
cuanto  has  criado  se  muda, 
si  yo  estoy  firme  es,  sin  duda, 
que  tengo  poco  valor. 

Los  que  estaban  encumbrados 
bajan  tan  bajos  que  espantan, 
y  a  sus  puestos  se  levantan 
los  que  estaban  derribados. 

Alguno  fué  pobre  ayer 
que  hoy  tiene  suma  riqueza, 
y  otro  viene  a  gran  pobreza 
que  tuvo  inmenso  poder. 

¿Cómo  yo  nunca  soy  más 
que  aquel  ser  en  que  UdCÍ?» 
Pero  respondióle  así: 
<'iOh,  necio,  engañado  estás!» 

Déjalo  todo  mudar, 
pues  firme  puedes  vivir, 
que  quien  no  pudo  subir 
tampoco  pudo  bajar.» 
Yo  pude  subir,  bajé. 
¿Pues  vos  pudistes? 

No  sé; 
por  desigual  me  he  perdido. 


Lis. 


Ris. 


Bat. 


Faq. 


Lis. 
Per. 

Lis. 
Faq. 

Per. 
Faq. 


Bat. 
Lis. 


de  corte  a  monte  he  venido 
para  que  segura  esté. 

No  sólo  con  la  hermosura, 
divinamente  adornada, 
que  más  de  ser  envidiada 
envidiosa  os  asegura, 

matáis,  Laura  celestial, 
más  con  el  ingenio,  a  quien 
me  rindo,  para  que  os  den 
los  méritos  premio  igual. 

Y  pues  que  somos  padrinos 
y  h abemos  de  ser  parientes, 
oid  más  cerca. 

No  intentes. 
Bato  amigo,  desatinos; 

la  cena  será  bastante. 
Estoy  de  contento  loco; 
matar  una  vaca  es  poco, 
matar  quiero  un  elefante, 

que  un  príncipe  convidado 
no  se  tiene  cada  día. 

(Sale  Faquín  con  una  olla  quebrada.) 

Llorad  la  desdicha  mía; 
llorad,  pastores  del  prado, 

sobre  estos  cascos  llorad. 
¿Qué  es  esto,  Perseo? 

Señor, 
quejas  son  de  im  labrador. 
¿Qué  te  han  hecho? 

¿Hay  tal  maldad?. 

¡Aquí  fué  Troj-a! 

¿Qué  tienes? 
Señor:  huyendo  de  aquel 
salvaje  fiero  y  cruel 
que  a  matar  al  campo  vienes. 

en  la  cocina  me  entré, 
adonde  encontrando  luego 
la  olla  que  estaba  al  fuego 
puesta  para  su  mercé, 

al  monte  se  la  llevó, 
a  quien  llorando  seguí; 
mas,  por  voces  que  le  di, 
solos  los  cascos  dejó. 

¿Por  qué  no  me  lo  decías? 
¿Qué  habemos  de  hacer  agora? 
Estas,  en  fin,  son,  señora, 
las  nuevas  pasiones  im'as. 

Amor  es  el  monstruo  a  quien 
hoy  he  venido  a  matar, 
aunque  he  venido  a  quedar 
muerto  a  sus  manos  también. 

Pero  porque  prometí 


2SÓ 


EL    HIJO   DE    l.OS    LEONES 


que  el  del  monte  mataría, 

\"uelvo  a  la  misma  porfía, 

siii  vos,  mi  I^aura,  y  sin  mí. 
\'olveré  con  la  %-itoria 

a  presentaros  la  fiera; 

que  si  la  de  Atenas  fuera 

lo  tu\'iera  a  menos  gloria. 
Y  así  os  pido  que  esperéis 

el  volverme  a  ver  con  gusto. 
Fen.  Fuera  de  lo  que  es  tan  justo 

y  vos,  señor,  merecéis, 
me  corre  la  obligación 

de  la  merced  recibida. 
Lis.  No  vi,  Perseo,  en  mi  vida 

tanta  gracia  y  discreción. 
Vengan  esos  labradores, 

que  el  monte  quiero  cercar. 
Per.  Del  monte  pueden  contar 

ramas,  árboles  y  flores. 
Faq  .  ¡Ay  mi  olla! 

Bat.  K1  pagará, 

si  el  Príncipe  da  con  él, 

la  olla. 
Ris.  ¡Oh  fiera  cruel! 

Faq.  ¿En  qué  historia  escrito  está 

olla  de  tan  alta  loa? 
Bat.  ¿De  qué  Uoras? 

Faq.  Yo  lo  sé. 

¡Voto  al  sol!,  que  me  zampé 

la  olla  de  popa  a  proa . 

(]'anse,  y  sale  I.eonido.) 

Leo.  Montañas  donde  he  nacido 

y  en  su  a.spezeza  criado, 
peñascos  que  me  habéis  dado 
los  pechos  con  que  he  vivido; 
leones,  que  de  Leonido 
el  nombre  también  me  distes, 
ya  no  soy  aquel  que  vistes, 
otro  vengo  del  que  fin', 
que  ya  no  hay  señal  en  mí 
del  alma  íjue  me  pusiste. 

Los  consejos  de  iMkno 
y  los  libros  que  me  dio 
cuando  en  vosotros  murió 
de  años  y  virtudes  lleno, 
puesto  que  no  los  condeno, 
no  han  movido  a  tal  blandura 
mi  condición  fiera  y  dura, 
imponible  (]v  mover, 
como  de  aquella  nuijir 
la  soberana  liermosura. 

Laura,  que  a.sí  te  nombraron 


los  pastores  de  aquel  cielo 
donde  vive,  ya  recelo 
que  contigo  me  mataron; 
dulce  veneno  me  echaron 
en  tus  ojos,  de  tal  suerte, 
que  me  ha  de  matar  no  verte 
y  el  verte  me  ha  de  matar, 
pues  si  te  voy  a  buscar 
también  me  han  de  dar  la  muerte. 

Notable  cosa  es  amor; 
muchas  he  visto  3'  leído 
del  gran  poder  que  ha  tenido; 
mas  ésta  agora  es  mayor; 
porque  mover  mi  rigor 
a  lágrimas  y  blandura, 
le  ha  dado  la  investidura 
del  mayor  rey  de  los  reyes, 
pues  3-0,  no  sujeto  a  lej^es, 
lo  estoy  a  tanta  hemosura. 

¡Oh  tú,  ma^'or  bien  mortal, 
alta  imitación  del  cielo!, 
por  más  que  corra  su  velo 
de  cortina  de  cristal, 
mátame,  trátame  mal, 
que  tuyo  tengo  de  ser. 
Hombres,  ^-a  no  hay  qué  temer, 
segtua  la  tierra  está; 
guardaos  solamente  ya 
de  hermosura  de  mujer. 

Yo  he  visto  la  primavera 
dar  a  este  campo  alegría; 
yo  he  visto  salir  el  día 
de  aquella  dorada  esfera; 
3-0  he  visto  en  esta  ribera 
cantar  las  sonoras  aves 
3^  entrar  con  salva  las  naves, 
¿pero  qué  tiene  que  ver 
con  mirar  amanecer, 
Laura,  tus  ojos  suaves? 

¡A\',  sueño,  si  me  vencieses! 
Pero  sí  podrás,  que  estoy 
tal,  sueño,  que  a  ti  me  do3' 
para  cjue  vida  me  dieses. 
Al  \)'\v  de  aquestos  cipreses 
rindo  el  cuerpo  fatigado, 
(le  mil  desdichas  cercado, 
si  es  desdicha  y  no  locura 
amar  tan  alta  hermosura 
con  imposible  cuidado. 

(lUhase,  y  sale  I.isardo  con  un  venahhi.) 

Lls.  Al  ruido  de  esta  fuente, 

en  cuyo  susurro  manso 


ACTO    SEGUNDO 


287 


Leo. 
Lis. 

Leo. 


Lis. 

I/EO. 

Lis. 
Leo. 


parece  que  abejas  forman 

sus  artificiosos  vasos, 

dejando  mi  gente  vengo, 

que  entre  jaras  y  peñascos 

buscan  aquel  monstruo  fiero, 

de  naturaleza  agravio. 

¡Oh  qué  sitio  tan  hermoso! 

¡Quién  hallara  en  este  campo, 

Laura,  tus  ojos  divinos! 

Fuera  yo  Paris  troyano 

y  tú  la  desnuda  Venus. 

¡Qué  gracioso  y  verde  campo! 

Parece  que  han  de  sahr 

por  entre  aquestos  peñascos 

los  sátiros  de  la  nube 

a  quien  dio  Vulcano  abrazos. 

Quiero  llegarme  a  la  fuente, 

pues  que  ya  me  está  llamando, 

y  para  bañarme  el  rostro 

hacer  su  cristal  pedazos. 

¡Válgame  el  cielo!,  ¿qné  es  esto? 

¿Si  es  este  el  monstruo?  ¿Qué  aguar- 

que  no  le  quito  la  \dda?  [do 

¡Muera!  Pero  tente,  mano, 

que  A-iene  un  fiero  león. 

¡Defendedme,  cielo  santo! 

(Sale  un  león  y  despiértale.) 
¿Por  qué  me  quitas  el  sueño? 
Si  agora  mi  gente  llamo, 
parecerá  cobardía. 
¿Aquí  un  hombre?  ¡Extraño  caso! 
Estáte  quedo,  león, 
que  el  valor  que  estás  mirando 
en  este  hombre  me  aficiona. 
¡Qué  valieijte,  qué  gallardo 
con  el  venablo  le  espera! 
Déjale  estar;  vete,  hermano; 
\Tiélvete,  hermano,  a  la  cueva; 
(Vase  el  león.) 

vuélvete,  pues  ya  que  estamos 
cuerpo  a  cuerpo  en  este  valle, 
mira,  gallardo  soldado, 
si  habemos  de  pelear; 
que  tú  con  ese  venablo 
y  yo  con  aqueste  tronco 
podemos  partir  el  campo. 
¿Eres  hombre? 

¿Xo  lo  ves? 
¿Cómo  entre  estos  montes  altos 
vives  fiera  si  eres  hombre? 
Aquí  fiera  me  criaron 
los  leones,  y  el  que  viste 


Lis. 
Leo. 

Lis. 


Leo. 


Lis. 


Leo. 


Lis. 

Leo. 

Lis. 

Leo. 

Lis. 


Leo. 


Lis. 
Leo. 
Lis. 


es,  por  el  pecho,  mi  hermano, 
que  su  madre  me  le  dio. 
Pues  dime  quién  te  ha  enseñado 
nuestra  lengua. 

En  esa  cueva 
vivió  un  ermitaño  santo 
que  me  crió  y  me  enseñó. 
¡Cuánto  me  hubiera  pesado 
de  haberte  muerto,  pues  pude, 
cuando  al  pie  de  ese  olmo,  blanco 
lo  fueras  para  esta  punta, 
a  no  detener  mis  manos 
una  fuerza  invencible 
que  me  detuvo  los  brazos. 
A  mí  me  obligó  la  misma 
a  detener,  por  milagro, 
la  furia  de  aquel  león 
que  no  te  hiciera  pedazos. 
Pues  si  te  agradas  de  im' 
como  yo  de  ti  me  agrado, 
vente  a  la  corte  conmigo 
y  vive  como  hombre  humano, 
nc  como  fiera,  entre  montes, 
sujeto  al  primer  engaño 
que  estos  villanos  intenten, 
que,  en  efecto,  son  villanos. 
He  leído  en  vmos  libros 
que  hay  allá  testigos  falsos, 
envidias  de  la  virtud, 
del  ingenio  y  del  buen  trato. 
Y  como  aquí  estoy  seguro, 
no  quiero  ser  desdichado 
y  perder  tanto  sosiego. 
No  podrás,  si  yo  te  guardo. 
¿Pues  quién  sois  vos  en  la  corte? 
Soy  el  Príncipe  Lisardo. 
¿El  Príncipe  sois? 

Yo  soy 
el  que  heredero  me  llamo 
del  reino  de  Alejandría. 
Casado  soy,  y  no  aguardo 
sucesión,  porque  mi  esposa 
yace  más  ha  de  diez  años 
en  una  cama,  por  horas 
la  fiera  muerte  esperando. 
¿Dáisme  palabra  de  ser 
mi  padre,  señor,  y  amparo 
y  de  tratarme  como  hombre 
de  vestidos  y  regalos 
y  enseñarme  armas  y  letras? 
Yo  la  doy  al  cielo  santo. 
Pues,  ¡alto!,  yo  voy  con  vos. 
Allí  está  mi  gente,  vamos. 


288 


El.    HIJO   DE    LOS    LEONES 


Leo.  Mirad  que  mi  padre  sois. 

Lis.  y  si  te  hubiera  engendrado 

no  fuera  con  más  amor. 
Leo.  ¡Adiós,  monte;  adiós,  peñascos!, 

que  por  ver  a  Laura  voy 

a  vivdr  en  los  palacios, 

del  Rey,  donde,  en  traje  de  hombre, 

pueda  merecer  tus  brazos. 


ACTO  TERCERO 
(Salen  Clávela  y  Fenisa.) 

Fen.  No  quiero  amor  que  reporte 

brazos  de  afición  tan  llenos. 
Cx.■^.  Por  muchos  años  y  buenos 

vengas,  Fenisa,  a  la  corte; 

que  no  era  bien  que  la  aldea 
tuN-iera  allá  tanto  bien. 
Fen.  Plegué  al  cielo  que  por  bien 

en  tantas  desdichas  sea. 

Halló  el  Príncipe  I/isardo 
un  monstruo  en  esa  montaña 
que  el  fiero  mar  cerca  y  baña; 
digo  un  mancebo  gallardo 

que  en  su  apsereza  vivía 
sin  saber  su  fundamento, 
y  viendo  su  entendimiento 
le  ha  traído  a  Alejandría, 

y  de  mi  padre  informado, 
se  le  ha  dado  por  maestro. 
Cla.  Tuve  del  disgusto  vuestro 

cuando  os  partisteis  cuidado, 

porque  Tebandro,  ignorante 
de  tu  desdicha,  sentía 
que  la  ocasión  que  perdía 
fuera  remedio  importante 

para  que  él  tuviera  hacienda 
y  tú  marido  en  Perseo. 
Fen.  De  mis  desdichas  no  veo 

cosa  que  mi  bien  pretenda; 

antes  el  haber  venido 
a  palacio  ha  renovado 
a  mi  desdiclia  el  cuidado 
y  a  .su  memoria  el  olvido. 

El  liaber  hallado  en  él 
muerta  la  Princesa,  estima 
por  un  bien  que  me  lastima 
mi  desventura  cruel. 

Porque  no  me  sirve  a  mí 
de  esperanza  que  Lisardo 


esté  libre,  pues  no  aguardo 
gozar  el  bien  que  perdí. 

Antes  para  mayor  mal; 
pues  viéndose  sin  mujer 
y  no  pudiéndolo  ser. 
Clávela,  quien  no  es  su  igual, 

ha  de  dar  en  perseguirme 
con  este  su  nuevo  amor, 
aunque  ha  de  estar  mi  valor, 
como  mis  desdichas,  firme. 
Cl,A.  ¿Que  ha  dado  en  quererte  bien? 

Fen.  Sin  conocerme.  Clávela, 

en  quererme  se  desvela 
y  en  conquistar  mi  desdén. 

Así  el  tiempo  me  restaura 
la  ofensa  de  tanta  ausencia, 
sin  haber  más  diferencia 
en  mí  que  llamarme  Laura. 

Por  este  amor  ha  engañado 
a  mi  padre  y  conducido 
a  palacio. 
Cl<A.  Engaño  ha  sido, 

pero  engaño  disculpado; 

si  bien  no  era  justo  oficio 
la  enseñanza  de  un  salvaje, 
pues  no  es  justo  que  se  baje 
a  tan  injusto  ejercicio, 

pues  otros  muchos  hubiera 
a  su  calidad  iguales. 
Fen.  Si  algún  consuelo  en  mis  males. 

Clávela,  tener  pudiera, 

era  solamente  ver 
ese  que  monstruo  llamaron, 
donde  los  cielos  cifraron 
gran  parte  de  su  poder. 

Ha  salido  tan  gallardo, 
tan  cortés,  tan  entendido, 
que  cuanto  el  Rey  le  ha  querido 
tanto  le  estima  Lisardo. 

No  se  hallan  los  dos  sin  él, 
y  yo,  si  digo  verdad, 
no  pequeña  voluntad 
he  puesto.  Clávela,  en  él. 

No  porfjue  mal  pensamiento 
venza  mi  firme  opinión, 
mas  porque  obliga  a  afición 
su  talle  y  su  entendimiento 

y  por  pagarle  también 
la  que  él  a  mí  me  ha  mostrado. 
Cl^.  ¿Q>it'  t^sfí'i  <!<-'  ti  enamorado? 

Fen.  Dice  (jue  me  (]uiere  bien. 

QUi..  ¿Nmica  más  te  habló  Perseo 

en  su  casamiento? 


ACTO  TERCERO 


28c 


Fen. 


Fao. 

Pr.o. 
Faq. 


F'lü. 
Faq. 
F1.0. 

Faq. 
Flo. 


Faq. 


F1.0. 
Faq. 


CI.A. 

Fen. 


Faq. 


No, 
porque  mi  desdén  venció 
la  fuerza  de  su  deseo. 

(Salen  Faquín  y  Fluka,  de  cortesanos.) 

El  diablo  ponerme  hizo 
estos  hatos  de  lacayo. 
Más  galán  estás  que  un  mayo. 
¿No  fuera  yo  porquerizo. 

Flora,  de  niueso  lugar 
y  no  senador  aquí? 
Yo  muy  bien  me  alegro  ansí. 
Sos  fáciles  de  alegrar. 

linda  cosa  vestir  seda 
con  su  poquito  de  oro. 
Yo,  ¡pardiez!,  mis  hatos  lloro. 
Por  cuanto  allá  se  me  queda, 

aunque  entre  mi  esposo  Bato, 
no  se  me  da  a  mí,  Faquín, 
un  cuatrín. 

Mujer,  en  fin, 
de  la  mudanza  retrato. 

Ríense  cuantos  me  miran 
ir  por  las  calles  ansí. 
¡Pues  mochadlos  que  hay  aquí 
que  de  las  calzas  me  tiran!... 

Espero  perder  el  seso. 
Por  dondequiera  que  vo 
dicen  que  salvaje  so, 
y  no  lue  pesa  por  eso; 

que,  en  fin,  me  dejan  comer 
de  las  tiendas  cuanto  quiero. 
¿Cómo  eres  aquí  grosero 
y  eras  allá  bachiller? 

Porque  hay  muchos,  no  te  espan- 
de que  yo  como  ellos  sea,  [tes 
que  en  saliendo  de  su  aldea 
son  en  la  corte  ignorantes. 

De  mil  presunciones  llenos, 
Flora,  en  su  mismo  lugar, 
verás  a  muchos  burlar 
de  los  estudios  ajenos. 

Que  en  llegando  a  las  ciudades, 
sólo  a  escribir  un  papel, 
no  hay  tantas  letras  en  él 
como  tienes  necedades. 

¿Quién  son  éstos? 

Los  villanos 
que  trujimos  de  la  aldea. 
¿Qué  hay.  Faquín? 

Ya  no  hay  qué  sea, 
pues  ya  somos  cortesanos. 

Vos  estáis  aposentada 


como  en  palacio,  a  la  fe. 
Fen.  íQué  hay  de  Leonido? 

Faq,  No  sé; 

sé  que  la  corte  le  agrada. 
Allá  le  estaba  enseñando 

un  picador  a  correr 

un  caballo,  que  ha  de  ser 

gran  sueldado  maginando; 
porque  se  le  aplica  más 

esto  de  armas  al  valor 

que  no  el  estudio,  señor. 
Ci,A.  Pienso  que  rendida  estás. 

Fen.  Sí  estoy;  pero  no  he  tenido 

más  que  un  pensamiento  honesto, 

que  noblemente  me  ha  puesto 

la  voluntad  de  Leonido. 
¿Flora? 
Fi,o.  ¿Señora? 

Fen.  ¿Podemos 

ver  la  casa? 
Flo.  Bien  podrás. 

Fen.  Entra,  Clávela,  y  verás 

lo  que  en  palacio  tenemos. 
Cr,A.  Tu  bien  comienza  a  alegrarme. 

Fen.  Aunque  hasta  agora  importuna, 

ya  no  tiene  la  fortuna 

mal  ni  bien  que  pueda  darme. 

(Vanse,  y  queda  Faquín.) 

F'aq.  No  sé  quién  me  persuadió 

que  viniese  a  la  ciudad 
dejando  la  soledad 
que  el  ser  que  tengo  me  dio. 

¿Este  es  el  Rey?  ¿Qué  es  aquesto? 
¿Quién  de  mis  rústicos  bueyes 
entre  los  sagrados  reyes 
mi  tosco  sayal  ha  puesto. 
(Vanse.  Salen  el  Rey,  Lisardo  y  Perseo.) 

Rey. 
No  me  has  de  replicar. 

Lisardo. 

En  tu  obediencia 
está,  señor,  sujeto  mi  albedrío, 
que  con  esto  te  he  dicho  que  no  es  im'o. 

REV. 
Parte,  Perseo,  y  al  instante  trae 
la  Princesa  de  Tebas,  mi  sobrina; 
iio  es  tiempo  que  dilates  el  casarte, 
pues  tanta  enfermedad  de  Florisea, 
que  ya  goza  del  cielo,  te  ha  quitado 
la  sucesión  que  tanto  he  deseado. 

19 


290 


EL    HITO   DE    LOS    LEONES 


Perseo. 
Las  naves  surtas  en  el  puerto  esperan; 
daré  esa  buena  nueva  a  los  soldados. 

I  \'asi.) 

Rey. 

Parte,  rompiendo  el  mar,  y  quiera  el  cielo 
que  \-uelvas  con  mi  prenda  al  patrio  suelo. 
;Qué  se  ha  hecho  Leonido? 

LlSARDO. 

No  le  he  visto 
desde  aquesta  mañana,  que  le  ocupan 
las  letras  y  las  armas. 

Rey. 

En  mi  vida 
vi  persona  que  fuese  más  amable. 

LlSARDO. 

Mucho  le  quieren  todos,  y  entre  todos 
pienso  que  a  mí  me  debe  amor  notable. 

Rey. 

Xo  pienso  que  si  fuera  nieto  mío 
más  amor  me  debiera. 

LlSARDO. 

Lisonjeas 
la  hazaña  y  el  valor  con  que  le  truje, 
a  pesar  de  las  fieras  y  leones. 

(Vase  el  Rey  y  sale  Leónido,  de  galáit,  y  Tebandro.) 

Leonido. 
Dentro  del  alma  imprimo  tus  razones. 

Teb.\ndro. 
Hijo,  las  cortes  de  los  reyes  tienen 
estos  |)eligros  en  los  tiernos  años; 
las  hermosuras  son  dulces  engaños.  » 

y  aun  las  llamaron  breves  tiranías. 

Leonido. 
Yo  me  sabré  guardar,  que  estoy  guardado 
con  más  amor  para  maj'or  cuidado. 


Lis. 
Teb. 

Lis. 

Teb. 

Lis. 
Teb. 

Leo. 
Lis. 


I.is. 
Li:o 

Lis 


Lfá). 

Lis. 

Leo. 


¿Leonido? 

Señor,  ¿tú  aquí 
y  yo  necio  y  divertido? 
l-'A  Rey,  mi  siñor,  Leonido, 
njc*  ha  ¡jreguntado  jjor  ti; 

amor  notable  le  debes. 
Todo  nace  de  tu  amor. 
No  se  halla  sin  ti. 

Señor, 
tú  con  tu  piedad  le  mueves, 

tú  su  aficióp  solicitas. 


Leo. 

Lis. 

Leo. 

Lis. 


Leo. 


Lis. 

Leo. 

Lis. 


Leo. 
Lis. 


Leo. 
Lis. 


Tií  la  mereces  también. 
Pues,  Lucindo,  ¿estudia  bien? 
Parte  del  tiempo  le  quitas, 

aunque  en  el  poco  que  tiene 
diestramente  a  saber  llega 
la  lengua  latina  y  griega. 
A  ver  a  mi  padre  viene. 

que  ha  dado  en  tenerle  amor 
y  en  gustar  de  hablar  con  él. 
Será  estudio  para  él 
de  más  provecho,  señor. 

Déjanos  solos  aquí. 
Por  él  volveré  después. 

(Vasc.J 
Mil  veces  beso  tus  pies, 
pues,  sin  haber  parte  en  mí 

que  a  afición  pueda  obligarte, 
me  muestras  tanta  afición. 
Más  pienso,  en  esta  ocasión, 
que  del  alma  te  doy  parte. 

Obliga  tu  entendimiento, 
de  quien  estoy  confiado; 
que  te  dará  mi  cuidado, 
si  no  piedad,  sentimiento. 

¿Cuidado  tienes,  señor? 
Sí,  Leonido. 

¿Qué  cuidado 
en  tu  grandeza  y  estado? 
Uno  que  se  llama  amor. 

Por  teóricas  sabrás, 
ya  que  por  práctica  no, 
quién  es  amor. 

Ya  sé  yo 
en  el  pehgro  que  estás. 

Que  en  los  libros  de  Fileno 
muchas  historias  leí, 
de  quien  supe  y  entendí 
que  era  amor  dulce  veneno 

y  que,  ciega  la  razón, 
faltaba  el  dulce  albcdrío. 
Ese  es  mi  mal. 

Y  aun  el  mío. 
En  la  mayor  perfección 

de  entendimiento  y  belleza 
puse  el  alma. 

Y  yo  también. 
Un  agradable  desdén 
y  ima  sabrosa  aspereza 

pudieron  tanto  conmigo 
que  vivo  fuera  de  mí. 
Y  yo,  por  vivir  sin  mí, 
Jmyo  lo  mismo  (jue  sigo. 

Truje,  con  cierta  invención. 


ACTO  TERCERO 


29] 


a  la  ciudad  lo  que  adoro, 
si  bien  guardando  el  decoro 
a  su  honesta  inclinación, 

y  conquistar  su  belleza. 
Leo.  y  yo  soy  en  la  ciudad 

un  monstruo  de  voluntad, 
que  no  de  naturaleza. 
Ijs.  En  lo  que  estás  murmurando 

presumo  que  has  conocido 
ti  bien  que  adoro,  Leonido, 
y  que  le  estás  envidiando. 

Que  estás  en  todo  tan  diestro, 
que  ya  sabrás  que  ha  causado 
en  mi  alma  este  cuidado 
la  hija  de  tu  maestro. 

Laura  es,  Leonido,  por  quien 
vivo  en  tal  desasosiego; 
es  su  hermosura  mi  fuego 
y  es  mi  muerte  su  desdén. 

Como  vives  en  su  casa, 
como  la  vest;ada  día, 
aunque  con  tanta  porfía 
el  Rey  me  fuerza  y  me  casa, 

quiero  que  la  hables  de  mí 
y  la  digas  mi  pasión, 
que  si  me  tiene  afición, 
te  deberé  el  alma  a  ti. 

Que  si  por  ti  me  la  vuelve, 
la  deuda  confesaré, 
o,  por  lo  menos,  sabré 
que  en  matarme  se  resuelve. 

Dile  que  no  importa  nada 
que  me  case  el  Rey  ni  sea 
causa,  si  mi  bien  desea, 
para  que  responda  airada, 

que  ella  en  el  alma  ha  de  ser 
mi  nmjer,  que  la  que  viene 
para  serlo  sólo  tiene 
el  nombre  de  mi  mujer. 

Y  Cjue  en  prendas  de  mi  amor 
se  ponga  aqueste  diamante, 
que  no  tiene  semejante 
ni  en  la  luz  ni  en  el  valor. 

Di  que  a  su  padre  daré 
el  oficio  que  quisiere, 
y  que  esta  noche  me  espere, 
que  hablarla,  Leonido,  iré 

mientras  que  tomas  lición 
de  las  lenguas  que  te  enseña, 
y  si  todo  lo  desdeña 
con  su  honesta  condición, 

dile  que  me  he  de  valer 
del  poder  y  de  la  fuerza. 


que  como  el  amor  me  fuerza 
podrá  forzarla  el  poder. 

Y  esto  todo  con  templanza, 
como  lo  fío  de  ti. 
¿Haráslo  así? 

Leo.  Señor,  sí. 

Lis.  Pues  en  esa  confianza 

y  en  el  nombre  que  te  he  dado 
de  hijo,  parto  contento, 
que  ha  de  ser  tu  entendimiento 
remedio  de  mi  cuidado. 
(Vasc.) 
Leonido. 
¿A  quién  ha  sucedido 

desdicha  tan  notable?  ¡Ay,  Laura  bella! 

¡Ay,  Laura,  hoy  te  he  perdido! 

Fiero  rigor  de  mi  enemiga  estrella, 

pues  cuando  presumía, 

y  no  sin  causa,  amor,  que  fueses  mía, 

poderoso  enemigo, 

competidor  que  no  consiente  iguales, 

puede  tanto  conmigo 

que  me  ha  dejado  en  ocasiones  tales 

que  no  hay  por  donde  huyas 

ni  de  él  te  libren  las  defensas  tuyas. 

¿A  aquesto  me  han  traído 

del  monte  do  viví  con  tal  sosiego? 

Honrarme  el  Rey  ha  sido 

la  primera  centella  de  mi  fuego, 

pues  que  por  enseñarme, 

a  Laura  trujo  aquí  para  matarme. 

Que  perder  el  respeto 

5'  la  obediencia  al  Príncipe  no  es  cosa 

que  cabe  en  mi  sujeto 

ni  en  mi  naturaleza  generosa. 

Parto  soy  de  una  sierra, 

la  reina  de  las  fieras  me  dio  el  pecho; 

mas  la  sangre  que  encierra 

y  el  corazón  de  mis  desdichas  hecho 

no  admiten  deslealtades, 

que  éstas  se  saben  más  por  las  ciudades. 

Pues,  Laura,  no  he  de  verte 

en  ajeno  poder;  que  sólo  puedo 

ausentarme  y  perderte; 

que  no  he  de  verte  en  su  poder,  si  quedo 

para  solicitarte; 

que  ni  puedo  perderte  ni  dejarte. 

(Sale  Faquín.) 
Faq.  Ni  sé  por  dónde  te  vas 

ni  sé  por  dónde  te  vienes, 
ni  sé  la  vida  que  tienes 
después  que  en  la  corte  estás. 


202 


El.    injO   DE    LOS    LEONES 


Leo. 

Faq. 
Leo. 

Faq. 
Leo. 

Faq. 

Leo. 

Fao. 


Fex. 


Leo. 


Fen. 

Leo. 
Tin. 


En  soldemente  buscarte 
se  me  pasa  todo  el  día, 
que  allá  en  la  aldea  solía... 
Va  no  tendrá.s  que  quejarte; 

junta  mi  ropa.  Faqiiín, 
con  gran  secreto. 

¿Por  Dios? 
Sí,  amigo;  para  los  dos 
hoy  hace  la  corte  fin. 

;Laura  no  lo  ha  de  saber? 
De  ti,  no;  mas  de  mí,  sí. 
Ye  presto. 

\'oy,  y,  sin  nu', 
salto  y  brinco  de  placer. 

Si  toparas  al  maestro 
no  le  digas  cosa  algima. 
Vuelve  a  su  antigua  fortmia; 
el  campo  es  el  centro  nuestro. 

Deja  la  ciudad  confusa, 
donde  hacer  y  decir  mal 
es  todo  el  trato  y  caudal 
que  entre  los  hombres  se  usa. 

Es  casa  con  muchos  dueños, 
mar  de  engaños  y  temores, 
donde  los  peces  maj-ores 
se  engullen  a  los  pequeños. 

Aquí  nadie  se  acobarda 
de  los  que  en  las  plazas  venden, 
porque  cuando  más  ofenden 
tienen  ángeles  de  guarda. 

Aquí  enriquece  el  mandar 
y  empobrece  el  no  poder, 
anda  de  luto  el  placer 
y  de  color  el  pesar. 

Aquí,  en  fin,  porque  te  asombres, 
hay  gentes  tan  ijilmmanas 
que  van  a  alquilar  ventanas 
para  ver  matar  los  hombres. 
(Vase.  Sale  Ffnisa.) 

Iveonido  amigo,  ¿qué  haces? 
¿En  qué  te  ocupas  y  entiendes? 
Mucho  te  estorba  el  palacio 
y  el  privar  te  desvanece. 
Apenas  oyes  lición, 
dando  ocasión  que  se  queje 
mi  padre  di-  ti. 

Señora, 
ya  poco  ocuparse  pueden 
los  pen.samientns  que  dites. 
Triste  estíos. 

No  estoy  alegre. 
,Oué  tioius?  ^Qué  novedad 
es  ésta  ? 


Leo. 


Fen. 
Leo. 


Fen. 


Leo. 


Fen. 
Leo. 


Quien  amor  tiene 
siempre  tiene  novedades, 
que  es  amor  todo  accidentes. 
¿Oué  te  ha  hecho  a  ti  el  amor? 
Muchos  males,  pocos  bienes; 
grandes  disgustos,  que,  en  fin, 
es  de  la  fortima  huésped; 
discípulo  de  la  luna 
le  llamó  un  sabio. 

¿Qué  ofende 
tu  voluntad,  si  la  mía, 
Leonido,  te  la  agradece? 
Laura,  yo  te  vi;  yo,  I^aura, 
te  \'i  convertida  en  nieve 
luia  tarde  que  un  desmayo 
te  estaba  hurtando  claveles. 
Yo  te  amé,  I<aura;  que  yo 
era  monstruo;  porque  fuese 
monstruo  de  amor,  ya  lo  fui; 
\-ine  a  la  corte  por  verte. 
Agradé  al  Rey,  no  por  mí, 
mas  porque  gustan  los  reyes 
de  las  cosas  peregrinas, 
5-  fui  peregrino  siempre. 
Contento  estaba  yo,  Laura, 
si  puede  ser  que  contente 
a  un  solo  tanto  ruido, 
tantas  cosas  diferentes. 
Mas  el  Príncipe  Lisardo 
de  manera  me  entristece 
con  lo  que  hoy  me  manda,  Laura, 
que  es  fuerza  que  me  destierre 
de  ti,  de  él  y  de  la  corte. 
¿Qué  dices? 

Digo  que  quiere 
(jue  te  diga  que  te  adora 
y  que  a  quererle  te  esfuerces, 
porque  si  no  te  esforzares 
te  ha  de  forzar  a  quererle. 
Y  en  fe  de  que  amante  firme 
te  adorará  eternamente, 
te  envía  aqueste  diamante 
que  enmlar  al  sol  pntende 
con  sus  reU'vantes  rayos. 
Tómale,  por  (jue  contemples 
la  fineza  de  su  amor, 
porque  con  él  la  encarece. 
Vo,  triste,  que  imaginaba, 
luego  que  el  Rey  me  pusiese 
en  el  estado  que  él  dice, 
]ior  lo  nuu-ho  que  me  quiere, 
ca.sarme  cf)ntigo,  estoy 
tal  que  es  fuerza  que  te  deje. 


\ 


ACTO    TERCERO 

Fen. 

Escucha,  I.eoniclo,  escucha. 

Leo. 

Déjame,  Laura. 

Fen. 

Fen. 

Detente, 

que  yo  te  daré  una  amiga 

Fao. 

tal,  que  presumo  que  puede 

desenamorarte. 

I.HO. 

Laura, 

hombre  que  amarte  merece 

FílN. 

más  querrá  morir  por  ti 

Fao. 

aborrecido  y  ausente. 

(Vasf.J 

Fen. 

Oué  poco  puedo  contigo. 

^las,  ¿qué  importa  que  me  deje? 

¿Es  amor?  ]\Ias  no  es  amor, 

Fen. 

que  el  que  le  tengo  no  excede 

Fao. 

de  aquella  honesta  virtud 

del  que  otro  amor  agradece. 

Fen. 

¿Cómo  haré  para  impedir 

Faq. 

su  partida? 

I-i.o. 

Faq. 
Fen. 
Fi,o. 

Fen. 


Faq 


Fen, 

Faq 
Fen 


Fao 


(Salen  Flora  y  Faquín,  con  un  lio  de  ropa.) 
Aunque  supiese 
dar  voces,  no  he  de  sol  talle. 
Ya  te  digo  que  le  sueltes. 
¿Qué  es  eso? 

Lleva  Faquín 
no  sé  qué  ropa. 

Xo  lleves 
ropa  ninguna  de  aquí 
sin  que  primero  la  muestres. 
Es  ropa  de  mi  señor, 
y  él  me  la  ha  dado,  que  quiere 
irse  al  monte  en  que  vivía. 
¿Sabes  si  licencia  tiene 
del  Rey  y  el  Príncipe? 

Xo. 
Pues  no  es  justo  que  él  intente 
partirse  de  esa  manera 
ni  tú,  necio,  obedecerle. 
¿Y  a  mi  padre  no  es  razón. 
Faquín,  que  se  la  pidiese, 
siendo  discípulo  suyo, 
como  a  los  maestros  suelen? 
Señora,  yo  no  reprico 
a  lo  que  Leonido  debe 
a  la  razón;  só  criado, 
mandóme  que  le  sirviere 
Perseo,  y  que  de  mi  aldea 
viniese  a  la  corte  a  hacerme 
hombre  con  aquestas  calzas, 
donde  hay  dos  mil  pretendientes 
de  alguna  cosa  más  limpia. 
¿Qué  culpa  tengo  en  tenerle 


Fen. 
Faq. 


Fen. 
Faq. 
Fen. 
Fao. 


Fen. 


293 

por  dueño  y  servirle  en  todo? 
Xo  quiero  yo  que  nos  lleves 
alguna  cosa;  descoge. 
Xi  yo  quiero  que  sospeche 
de  mi  franqueza  tan  grande, 
que  entre  las  cabras  y  bue)-es 
no  se  aprende  a  hurtar. 

¿Pues  dónde? 
En  las  ciudades,  que  tienen 
cambios,  mohatras,  usuras, 
de  que  tantos  enriquecen 
los  oficios,  y  otras  cosas 
que  callo  porque  me  entienden. 
Descoge,  descoge  el  lío. 
Estas  son  aquellas  pieles 
que  trujo  Leonido  allá. 
¿Para  qué  las  trujo? 

Advierte: 
hay  muchos  que  en  alto  estado 
no  es  posible  que  se  acuerden 
del  estado  que  tenían; 
tanto,  en  fin,  se  desvanecen. 
Y  Leonido,  como  es  sabio, 
me  mandó,  por  si  subiese 
del  lugar  en  que  nació 
a  algún  lugar  eminente, 
las  tmjera. 

¿Qué  son  éstos? 
Libros,  Laura,  diferentes. 
Este  es  Píndaro,  éste  Homero, 
Aristóteles  es  éste 
y  éste  Platón. 

¡Cielo  santo! 
¿Qué  te  turba  y  entristece? 
¡Rebociño  aquí  con  oro! 
Este  me  dio  que  trújese 
con  gran  cuidado  Leonido 
y  de  él  lo  ha  tenido  siempre. 
Toda  el  alma  se  ha  turbado, 
¡piadosos  cielos!,  de  verle. 
Xo  debe  de  ser  sin  causa 
que  a  la  memoria  recuerden 
desdichas  que  siempre  están 
atormentando  presentes. 
Con  este  envolví  a  mi  hijo 
cuando  a  las  fieras  silvestres 
le  eché  en  el  monte.  ¡Ay  de  mí!, 
amor  me  dice  que  es  éste, 
X^o  en  balde  le  ama  Leonido, 
aunque  la  causa  no  entiende, 
ni  yo  le  amaba  sin  causa. 
Disimular  me  conviene, 
que,  por  ventura,  los  cielos 


294 


EL    HITO   DE    LOS    LEONES 


de  mis  desdichas  se  duelen. 
Flora,  todo  aqueso  guarda, 
y  tú,  para  que  le  niegue 
que  no  se  vaya  Leonido, 
persuádele  que  espere 
solamente  a  que  le  hable. 
Faq.  Alcanzaré  fácilmente 

que  os  habré,  porque  os  adora 
y  dentro  del  alma  os  tiene. 

Fexisa. 

Piadosos  cielos,  soberanos  cielos 
que  por  tantas  hermosas  celosías 
miráis  corriendo  los  azules  velos 
por  tantos  años  las  desdichas  mías; 
después  de  tan  mortales  desconsuelos, 
después  de  tantas  ansias  y  porfías, 
tanto  bien,  tanto  amor,  tanto  contento, 
o  mi  vida  acabáis  o  mi  tormento. 

Pero,  ¿qué  me  detiene  el  temor  justo 
de  que  esto  sea  un  aparente  engaño 
para  templar  el  alma  su  disgusto, 
siendo  el  gusto  interior  el  desengaño, 
y  no  le  agradecer  es  caso  injusto, 
pues  quiere,  por  camino  tan  extraño, 
el  cielo  poner  fin  a  mis  enojos. 
Alma,  si  es  éste,  díselo  a  los  ojos. 

(Sale  Leóxido.) 
Leoxidü. 

Si  pudiera,  adorándote,  enojarme, 
Laura,  contra  las  leyes  del  re.speto, 
lo  hiciera  en  ocasión  que  quieres  darme 
a  que  tenga  de  ti  tan  mal  conceto. 
De  tu  casa  presumes  que  llevarme 
puedo  tu  hacienda  yo.  ¿Pues  a  qué  efeto? 
¿Serán  sus  galas  para  el  monte  buenas 
í)  están  de  perlas  y  diamantes  llenas? 

Por  lo  que  tú  debieras  enojarte 
tra  porque  me  llevo  a  nu',  tan  tuyo, 
que  como  hacienda  tuya  puedo,  en  parte. 
decir  que  esclavo  de  tus  ojos  huyo. 
¿Pero  qué  tienes  tú  para  lle\arte, 
sino  es  que  cuanto  soy  te  restituyo 
y  te  quito  el  amor  en  esta  au.sencia 
haciendo  a  tu  hermosura  competencia? 

¿Qué  me  miras  atenta?  No  i)arece 
que  me  has  visto  jamás.  ¡Habla,  responde! 
Nada  te  llevo  hurtado,  si  merece 
tal  nombre  el  alma  que  de  ti  se  esconde. 
Si  quieres  verme  el  ¡x-cho,  ya  se  ofrece, 
Laura,  a  m().strar  aquel  lugar  adonde 


hizo  a  tu  amor  altar  tan  firme  y  fuerte 
que  la  inmortalidad  le  hurtó  a  la  muerte. 

Fenisa. 

Leonido,  de  tu  amor  agradecida, 
hice  aquellas  cobardes  diligencias, 
que  el  alma  que  llevabas  escondida 
no  estaba  en  tan  Innnildes  diferencias; 
todo  para  obligarte  a  que  la  vida, 
que  con  partirte  a  tanto  mal  sentencias, 
te  obligue  a  detenerte  y  a  escucharme, 
que,  por  quererte  yo,  no  has  de  matarme. 

Si  te  fueres  oyéndome,  si  fueres 
tan  cruel  para  mí,  si  tan  ingrato, 
seré,  muriendo,  ejemplo  de  mujeres, 
tú  de  los  hombres  de  villano  trato. 
El  no  quererte  como  tú  me  quieres 
y  el  justo  casamiento  que  dilato 
consiste  en  imposibles  más  extraños 
que  no  se  atreven  al  honor  los  años. 

Niña  pequeña  me  forzó,  Leonido, 
de  aquesta  corte  un  caballero  infame, 
venciendo  mis  criadas  y  dormido 
mi  padre,  si  es  razón  que  así  le  llame. 
Juraba  que  sería  mi  marido 
con  mil  ternezas.  Mas,  ¿cuál  hombre  que  ame 
no  promete  con  lágrimas,  no  miente 
lo  que  niega  después  que  se  arrepiente? 

Nunca  más  me  miró,  si  bien  agora 
me  vuelve  a  hablar,  Leonido,  porque  tanto 
mudan  los  tiempos;  pero  el  alma  llora 
su  honor  perdido  con  eterno  llanto. 
Esta  desdicha,  al  alma  que  te  adora 
obliga  a  no  quererte;  porque  cuanto 
mayor  es  mi  dolor,  tanto  me  obliga 
a  que,  en  mi  daño,  la  verdad  te  diga. 

Leo.  Si  me  ha  caucado  dolor, 

Laura,  tu  historia,  mis  ojos 
te  habrán  dicho  en  sus  enojos 
que  no  puede  ser  mayor. 
Cuanto  se  alegra  el  honor 
de  que  le  hayas  avisado 
tanto  al  amor  le  ha  pesado, 
porque  en  estado  le  veo 
que  por  dar  gusto  al  deseo 
te  lo  hubitra  perdonado. 

Por  otra  parte,  il  honor 
con  su  grave  señorío 
se  alegra  de  ver  que  el  mío 
te  pareciese  mayor. 
Ciego  es  amor,  y  el  amor 
no  quisiera  más  de  hallar 


I 


ACTO  TERCERO 


295 


en  tu  hermosura  lugar; 
pero  no  es  justo  querer 
que  tenga  el  amor  placer 
y  el  honor  tanto  pesar. 

Yo  te  querré,  Laura  niía, 
sin  esperanza,  que  es  cosa 
en  amor  dificultosa, 
a  quien  la  esperanza  guía; 
porque  si,  necio,  porfía 
con  sus  lascivos  antojos, 
yo,  por  excusar  enojos, 
en  viendo  sin  freno  amor 
pondré  delante  el  honor 
para  tapalle  los  ojos. 

Si  a  defenderte  y  quererte 
me  mandas  quedar  aquí, 
dos  cosas,  Laura,  por  mí 
has  de  hacer. 

Fen.  Dilas. 

Leo.  Advierte: 

la  primera,  defenderte 
del  Príncipe,  y  la  segunda, 
de  que  tanto  mal  redunda, 
decirme  cuál  hombre  ha  sido 
dueño  de  tu  honor  perdido, 
en  que  mi  intención  se  funda. 

Fen.  Defenderme  te  prometo; 

mas  por  que  más  claro  veas 
que  el  intento  que  deseas 
no  puede  tener  efeto, 
advierte,  }'  guarda  secreto, 
que  es  el  Príncipe. 

Lno.  ¿Lis  ardo? 

Fex.  El  mismo. 

Leo.  Ya  me  acobardo. 

Fex.  El  viene,  quédate,  adiós. 

Leo.  ¿Cuándo  hablaremos  los  dos? 

Fex.  En  mi  aposento  te  aguardo. 

(Vase.  Sale  Lis.\rdo.) 

Lis.  Detener,  quise,  Leonido, 

a  Laura  como  la  vi 
hablando  contigo  aquí; 
mas  por  mejor  he  tenido 
saber  lo  que  ha  respondido. 

Leo.  Lo  que  responde,  señor, 

es  que  la  debes  su  honor, 
que  la  palabra  le  diste 
de  esposo  y  no  la  cumpliste 
contra  tu  mismo  valor. 

Lis.  .      ¿Qué  dices?  ¿Estás  en  ti? 

Leo.  ¿No  te  acuerdas  con  los  años 

de  los  peligros  y  engaños 


Lis. 


Leo. 
Lis. 


Leo. 
Lis. 

Leo. 
Lis. 

Leo. 

Lis. 
Leo. 


Lis. 


Rey 
Lis. 


con  que  esta  dama  forzaste, 
siendo  niña,  y  la  obligaste, 
a  padecer  tantos  daños? 

De  cierta  mujer  me  acuerdo, 
que  Fenisa  se  llamaba, 
a  quien  una  tarde  vi 
de  aqueste  mar  en  la  playa. 
Acuerdóme  que  una  noche, 
por  engaño,  entré  en  su  casa, 
5-  que  oí  decir  después 
que  fué  tan  necia  e  ingrata 
que  mató  un  hijo  que  tuvo. 
¿Pues  cómo,  entre  deudas  tantas, 
de  la  palabra  te  olvidas? 
Tú,  con  lo  poco  que  alcanzas 
de  las  cosas  de  los  reyes, 
criado  por  las  montañas, 
no  sabes  las  diferencias 
de  las  frentes  coronadas 
a  la  demás  gente  noble. 
No  es  la  diferencia  tanta 
donde  hay  amor;  tú  le  tienes. 
Antes,  ya  que  sé  que  es  Laura 
Fenisa,  haré  que  esta  tarde 
o  la  justicia  o  la  guarda 
la  saquen  de  la  ciudad. 
En  estos  destierros  paran 
las  que  a  señores  se  rinden. 
Tus  palabras  me  enojaran 
si  supieras  que  sabías 
lo  que  dices;  pero  hablas 
como  bárbaro  ignorante. 
Y  aun  es  mi  ignorancia  tanta, 
que  te  has  de  casar  con  ella 
o  te  he  de  secar  el  alma. 
¡Monstruo,  salvaje!,  ¿qué  es  eso? 
¿Para  mí  empuñas  la  espada? 
No  soy  salvaje  ni  monstruo; 
y  es  la  consecuencia  clara, 
que  si  tú  ofendes  un  ángel, 
ingrato  a  hermosura  tanta, 
y  yo  le  estimo  y  defiendo 
porque  he  vivido  en  su  casa, 
tú  eres  el  monstruo,  yo  el  rey, 
pues  que  tengo  mejor  alma. 
La  palabra  cumple  luego, 
o  si  no... 

¿La  espada  sacas? 
¡Hola,  guarda!  ¡Criados,  hola! 

(Sale  el  Rey  y  la  guarda.) 

¿Para  qué  llamas  la  guarda? 
¿No  ves  la  espada  en  la  mano 


296 


EL    HIJO   DE    LOS    LEOXES 


Rey. 

Lis. 

Rey. 

Lis. 

Rey. 

Lis. 


Rey. 

Leo. 
Rey. 


l  i;n. 


al  monstruo  de  las  montañas? 
;Para  qué? 

Para  matarme. 
¡Mátenle. 

Detente,  aguarda. 
¿Para  qué  quieres  que  viva? 
Por  lo  menos,  ya  que  hagas 
justicia,  no  sea  en  mis  ojos. 

Bestia  fiera,  ¿en  qué  pensabas 
cuando  matabas  mi  hijo? 
El  «abe,  señor,  la  causa, 
relevadle  a  una  cárcel  luego 
para  que  desde  ella  salga 
a  cortarle  la  cabeza, 
pues  con  esto  desengaña 
que  voh-ió  a  su  natural. 
¿Esto  en  las  ciudades  pasa? 
Laura,  la  vida  me  debes; 
la  vida  me  cuestas,  Laura. 

salen    Flora   y   Faquín,   huyendo   de   Te- 

B  ANDRÓ.) 

Quitaré  a  los  dos  villanos... 
Deten  la  mano. 

Este  día, 
por  tan  grande  alevosía, 
las  vidas  con  estas  manos. 
¡Señor,  yo  ni  tengo  culpa! 
¿Y  yo  de  qué  soy  culpada? 
Si  haber  sido  amenazada 
de  este  traidor  me  disculpa. 

¿Pues  cómo  sin  avilarme 
le  de j abades  partir? 
Si  ya  no  se  quiere  ir, 
sin  culpa  quieres  matarme. 

Ya  le  dije  a  mi  señora 
que  éste  la  ropa  llevaba. 
El  señor  me  lo  mandaba, 
que  sus  montañas  adora 

y  aborrece  las  ciudades. 
¿Qué  dijera  el  Rey  de  mí 
.si  se  particia  de  aquí 
y  entre  aquellas  .soledades 

a  ser  lo  que  fué  volviera 
teniéndole  tanto  amor? 
Y  a  nn'  también  ¡qué  dolor 
su  injusta  au.sencia  me  diera!, 

que  cuaiulo  fuera  mi  nieto 
no  le  tuvit  ra  afición 
tan  grande. 

V  tienes  razón, 
que  es  generoso  y  di.s<'reto. 


(Sale  Fenisa.) 
P^XISA. 

¿Qué  haces  de  esta  suerte 
en  tanto  mal,  en  desventura  tanta? 

Tebaxdro. 
Quien  agora  me  advierte 
de  mi  descuido,  sin  razón  se  espanta. 
¿Fuese  al  monte  Leonido? 

Eexisa. 
¡Pluguiera  al  cielo! 

Tebaxdro. 
¿Luego  no  es  partido? 

Fexisa. 
Dicen  que,  temerario, 
quiso  matar  al  Príncipe. 

TEB  ANDRÓ. 

¿Qué  dices? 
Fenisa. 

Ya  que  el  discurso  vario, 

señor,  de  mis  sucesos  infelices 

a  estado  me  ha  traído 

que  me  obHga  a  decir  quién  es  Leonido. 

Ven  presto,  que  le  lleva 
a  degollar  al  campo  de  .llejandro. 

TEB  ANDRÓ. 

Xo  será  cosa  nueva, 

Fenisa,  a  las  desdichas  de  Tebandro 

decir  que  causa  he  sido. 

Mas,  ¿de  qué  sabes  tú  quién  es  Leonido? 

Fenisa. 

\<¿\\  presto,  que  la  vida 
consiste  de  los  dos  en  un  engaño. 

Tebandro. 
¿Puede  ser  defendida? 

Fenisa. 
Puede,  con  un  notable  desengaño. 

Tebandro. 
Dinie  presto  el  secreto. 

Fenisa. 
lis  Jiijo  de  lásardo  y  es  tu  nieto. 
(\'ausc  y  tocan  atabalicon  y  sale  la  I'rincksa  di:  T):uas 

y  l'KKSKO.) 

V\M.  Parece  que  el  fiero  mar, 

Princesa  ilustre,  se  queja 


I 


ACTO  TERCERO 


297 


Prin. 


Per. 
Prin. 

Per. 
Prin. 


Per. 
Prin. 


que  tu  hermosura  le  deja, 
pues  se  comieuza  a  alterar; 
que  el  verte  desembarcar 
le  da  envidia,  de  tal  suerte, 
que  para  volver  a  verte 
las  blancas  orillas  peina 
con  sus  olas,  que  .su  reina 
quisiera  su  campo  hacerte. 

Ya  salen  de  la  ciudad 
como  la  salva  sintieron, 
puesto  que  no  presumieron 
tan  dichosa  novedad, 
que  fuera  tu  Majestad 
de  otra  suerte  recibida. 
Llegar,  Perseo,  con  vida 
es  el  fin  de  mi  deseo. 
rQué  gente  es  ésta  que  veo 
por  todo  el  campo  esparcida? 

Esta  no  parece  fiesta. 
Y  a  mí  me  da  confusión. 
Todo  un  armado  escuadrón 
la  muerte  a  tm  mancebo  apresta. 
Algima  justicia  es  ésta. 
Por  mal  agüero  la  siento; 
ya  tendré  mi  casamiento 
por  suceso  miserable. 
¡Qué  confusión  tan  notable! 
¡Qué  extraño  recibimiento! 


TyEO.  No  sé  quién  soy.  Te  prometo 

que  por  no  saber  quién  soy 

a  tantas  desdichas  vengo. 
Prin.  Lástima  y  amor  me  causas. 

¿Por  qué  te  matan?  ¿Qué  has  hecho? 
Leo.  Dicen  que  quise  dar  muerte 

al  Príncipe. 
Prin.  ¿y  era  cierto? 

Leo.  Xo  sé  en  esto  qué  te  diga; 

que  son  tales  mis  sucesos 

que  ni  ellos  a  mí  me  entienden 

ni  yo  los  entiendo  a  ellos. 
Cap.  Dé  vuestra  Alteza  licencia, 

con  partirse,  a  que  quitemos 

la  vida  a  un  traidor. 
Leo.  ¡Mentís! 

Cap.  ¡Matadle! 

Prin.  ¡Esperad,  teneos! 

Cap.  Los  sentenciados  no  afrentan. 

Leo.  Pues  aguarda  y  verás  presto 

cómo  defiendo  la  vida; 

que  ya  sólo  la  defiendo 

en  honra  de  esta  señora 

y  para  pasarte  el  pecho. 

(Quita  la  espada  a  un  soldado  y  acuchíllalos,  y  sale  el 
Rf.y  V  todos  los  demás.) 


(Sale  el  Capitán  y  gente  que  traen  a  degollar  a  Leonido.) 


Cap. 
Leo. 


Cap. 
Per. 
Cap. 


Per. 


Prin. 


xlquí  se  ha  de  ejecutar. 
Pues,  capitán,  manda  presto 
poner  en  ejecución 
de  tu  Rey  el  mandamiento; 
que  pues  yo  quise  .salir 
de  mi  verdadero  centro, 
bien  es  que  a  los  que  le  gozan 
sirva  mi  muerte  de  ejemplo. 
Gente  viene  por  la  playa. 
¡Ah,  capitán!,  ¿qi:é  es  aquello? 
¡Oh,  Perseo  generoso!, 
por  un  extraño  suceso 
manda  el  Rey  quitar  la  vida 
al  más  gallardo  mancebo 
que  ha  tenido  Alejandría. 
Señora,  más  sentimiento 
te  dará  saber  lo  que  es; 
y  así  es  mejor  que  pasemos 
sin  que  sepas  la  ocasión. 
No  haré  tal  sin  que  primero, 
por  no  entrar  pisando  sangre, 
solicite  tu  remedio. 
; Quién  eres,  mancebo  noble? 


Rey. 

Lis. 

Rey. 

Leo. 


Rey. 
Prin. 


Rey. 
Prin. 
Lis. 


Rey 


Teb. 


¿Por  ima  parte  tu  esposa 

y  por  otra  im  hombre  muerto? 

Nunca  le  he  visto  tan  vivo. 

¡Tente,  villano  soberbio! 

¿Qué  es  lo  que  quieres  de  mí, 

si  como  he  nacido  muerto 

para  no  entender  mi  fin, 

pues  mis  principios  no  entiendo? 

¿Señora? 

El  piadoso  mar 
no  lo  ha  sido,  te  prometo, 
pues  para  entrar  por  desdichas 
me  ha  dado  próspero  viento. 
Y  para  que  no  lo  sean, 
te  pido,  suplico  }•  ruego, 
y  al  Príncipe,  mi  señor... 
vSi  es  esta  vida,  no  puedo. 
Pues  esta  vida  te  pido. 
Por  mi  parte,  no  pretendo 
venganza,  y  cuando  lo  fuera, 
guardara  el  justo  respeto 
a  tanta  hermosura  y  gracia . 
¿Estimas,  sobrina,  en  menos 
la  vida  de  tu  marido 
que  la  de  un  hombre  tan  fiero? 
Señor,  pues  ya  determinas 


298 


FX    HIJO   DE    LOS    f.EOXES 


Rey. 
Teb. 


Rey. 
Lis. 


Fex. 


Lis. 
Fex. 

Lis. 


matarle,  advierte  primero 
que  es  Leonido  nieto  tuyo. 
Lucindo,  ¿estás  en  tu  seso? 
No  soy  Lucindo,  señor; 
Tebandro  soy,  algxin  tiempo 
de  los  nobles  de  tu  corte. 
Lisardo,  en  sus  años  tiernos, 
tuvo  amores  con  Fenisa; 
ella,  su  parto  encubriendo, 
dio  este  mancebo  a  las  fieras, 
que  por  voluntad  del  cielo 
ha  llegado  a  tener  \'ida. 
Lisardo,  ¿qué  dices  de  eso? 
Señor,  que  es  todo  verdad 
y  que  me  holgara  en  estremo 
de  ver  a  Fenisa  aquí. 
Yo  soy,  amique  no  me  atrevo 
a  despertar  con  mi  amor 
tu  injusto  aborrecimiento. 
¿No  eres  Laura? 

Xo  soy  Laura. 
Pues,  Fenisa,  ya  no  puedo 


negar  mis  obligaciones, 
troquemos  los  casamientos. 
Da,  señor,  a  la  Princesa 
a  mi  hijo  y  a  tu  nieto, 
porque  yo  soy  de  su  madre. 

Rev.  La  cosa  más  digna  has  hecho 

de  tu  valor  que  podía 
pedirle  el  amor  que  tengo 
a  mi  nieto  y  mi  sobrina. 
Dense  las  manos,  que  quiero 
dalles  mis  brazos. 

Fao.  Señor, 

¿cómo  nos  dejan  sin  premio? 

Leo.  a  ti  y  a  Flora,  Faquín, 

con  licencia  de  mi  abuelo, 
hago  señores. 

Faq.  ¿De  qué? 

Leo.  Si  es  poco  de  vuestro  pueblo, 

sea  de  otras  seis  aldeas. 

Lis.  y  aquí,  senado  discreto, 

al  Hijo  de  les  leones 
da  fin  nuestro  buen  deseo. 


COMEDIA  FAMOSA 


DE 


EL    HOMBRE    DE    BIEN 


HABLAN  EN  ELT.A  LAS  PERSONAS  SIGUIENTES 


Rey. 

Lucinda,  dama. 
Cloridano,  caballero,  su 

hermano. 
Felicio,  viejo,  su  padre. 


Bel  ARDA,  criada,  vi- 
llana. 
Gabixo,  villano,  lacayo. 
JACIXTO,  caballero. 
Clávela,  dama. 


Taxsilo. 
lccrecio. 

SiLVERIO. 

Tres  Rcfiaxes. 
Un  Valentón  (i). 


ACTO  PRIMERO 

(Salen  el  Rey,  Lucinda  y  Jacinto.) 

Rev.  ¿Tu  nombre  no  me  dirás? 

Luc.  Xi  mi  nombre  has  de  saber. 

Rey.  Advierte  que  eres  mujer 

y  que  en  este  campo  estás. 

Lrc.  Pensad,  señor  cazador, 

quienquiera  que  vos  seáis, 
cviánto  más  sujeto  estáis 
a  mi  disgusto  y  rigor. 

De  aquel  castülo  soy  dueño, 
j  con  una  voz  que  dé, 
gente  a  caballo  y  a  pie 
os  sabrán  quitar  el  sueño. 

Hacedme  la  cortesía 
que  se  debe  a  ser  mujer, 
porque  estáis  en  mi  poder 
y  toda  esta  hacienda  es  mía. 

Rey.  L'a  libertad  de  ser  hombre 

y  la  que  este  campo  ofrece, 
limitada  me  parece 
para  saber  vuestro  nombre. 
Xo  he  sido  tan  descortés 
como  os  habré  parecido, 
y  si  la  culpa  he  tenido, 
no  es  mía,  que  vuestra  es. 
Cazando  entré  por  aquí, 
y  viendo  en  esta  aspereza 
\'uestra  divina  belleza, 
en  sus  bellos  lazos  di. 


(i)  Intervienen  además  Doristeo,  Oliverio,  Sulpicio 
(que  son  los  nombres  de  los  lufianesl  Glicerio,  Rutilio 
(nombre  del  Valentón) 


Lrc. 
Rey. 


JAC. 

Rey. 

jAC. 

Rey. 


jAC. 


Vine  con  plantas  ligeras 
a  daros  mil  verdes  palmas, 
porque  andáis  a  cazar  almas 
donde  yo  silvestres  fieras. 

Que  seáis  de  aquel  castillo 
el  dueño,  poco  me  ofendo; 
como  serviros  pretendo, 
del  rigor  me  maravillo. 

Que  no  hay  por  qué  venga  gente; 
no  por  temor,  que  la  mía 
pasa  en  esa  fuente  fría 
el  rigor  del  sol  ardiente. 

Y  también  viniera  acá, 
si  vo  alguna  voz  les  aiera 
y  esta  vida  defendiera 
de  quien  la  muerte  me  da . 

¿Quién  sois  deseo  saber, 
•a  que  más  templado  habláis? 
Cuando  vos  quién  soj-  sepáis, 
no  os  tendré  que  agradecer. 

¡Jacinto! 

¿Señor? 

Advierte. 
Ya  sé  el  estado  en  que  estáis. 
X'o  puedo  decirte  más 
de  que  he  llegado  a  mi  muerte. 

A  Escila  llegué,  Jacinto; 
Jacinto,  a  Circe  llegué 
hoy,  sin  ver  por  dónde,  entré 
de  Creta  en  el  laberinto. 

¡Vive  Dios!,  de  no  salir 
del  bosque  sin  esperanza 
de  algún  remedio! 

Ese  alcanza 
un  siempre  honesto  sufrir. 


300 


EL   IIOMKKK   DE   BIEN 


Kev 


]AC. 


Rey 

Tac. 


lAC. 
JAC. 


Y  aunque  en  materia  de  amor 
yo  tengo  poca  experiencia, 
presumo  que  la  paciencia 
es  el  principio  mejor.  ( i ) 

Xo  nniestres  aquí  el  poder; 
pretende,  sigue,  confía, 
sirve,  ama,  sufre,  porfía: 
también  es  ciencia  el  querer. 

En  los  términos  estás: 
ve  estudiando,  (|ue  no  es  bien 
que  el  grado  de  amor  te  den 
mientras  que  no  sabes  más. 

Esta  divina  señora, 
ninfa  de  esta  verde  selva, 
no  es  nincho  que  se  resuelva 
al  desdén  que  muestra  agora. 

Mientras  no  sabe  quién  soy, 
dile,  J  acinto,  mi  nombre. 
He  pensado  que  se  asombre, 
si  tales  nuevas  le  doy. 

Pero  habré  de  hacer  tu  gusto. 
Pues  advierte,  que  se  va. 
Xo  irá,  que  yo  sé  que  está 
con  más  gusto  que  era  justo 

Hablaros  aparte  quiero. 
Ya  estoy  aparte  con  vos. 
¡Ay,  Lucinda,  plegué  a  Dios 
que  mueras  del  mal  que  muero! 

Dime,  cruel,  ¿no  sabías 
que  andaba  el  Príncipe  a  caza 
en  este  bosque?  ;Esa  traza 
para  matarme  traías? 

Cuando  corren  por  los  dos 
tan  grandes  obligaciones, 
¿en  este  punto  me  pones? 
¡Bien  lo  has  pensado,  por  Dios! 

Que  será  tu  pensamiento 
de  haberte  puesto  en  lugar, 
que  a  un  príncipe  le  ha  de  dar 
para  tanto  atrevimiento. 

Al  paso  nos  ha  salido; 
pero  dijera  mejor 
que,  por  robarme  el  honor, 
como  salteador  ha  sido. 

Mira,  cruel,  lo  que  has  liecho, 
pues  ya  te  quiere,  y  de  suerte 
que  dice  que  está  a  la  muerte 
y  que  se  le  abrasa  el  pecho. 

El  Rey  es  mozo,  yo  soy 

sil   <ri rulo    fi'i     llUij'  r, 


íi)     En  el  texto  '.>iii;iual  dice  Mnayori.  Hartzenbusch 
enmendó  con  acierto  «mejor.» 


lo  que  ha  de  venir  a  ser 
adivinándolo  voy. 

El  Rey  mostrará  su  fuerza, 
til  la  flaqueza  del  ser 
y  yo  aquel  poco  poder 
que  mi  grande  amor  esfuerza. 

De  donde  vengo  a  inferir, 
porque  tú  has  dado  higar, 
que  el  Rey  te  vendrá  a  gozar, 
tú  a  dejarme  y  3-0  a  morir. 
Luc.  Si  no  tuviera  el  amor, 

como  los  locos,  licencia 
para  cualquiera  insolencia 
efeto  de  su  furor, 

respondiérate  agraviada 
y  agraviárame  enojosa, 
enojáranie  quejosa  . 
y  quejáranie  enojada. 

Yo  no  supe  que  venía 
el  Príncipe  donde  está, 
que  a  verte  me  trujo  acá 
la  amorosa  estrella  mía. 

En  los  álamos  que  ves, 
olmos  blancos  de  este  río, 
suele  el  pensamiento  mío 
escribir  que  tu^'o  es. 

A  ver  las  letras  venía 
en  este  entretenimiento, 
y  a  ver  si  mi  pensamiento, 
escrito  en  ellos,  crecía. 

Estaba  pensando  en  ti, 
cuando  orillas  de  esta  fuente 
vi  tus  perros,  y  la  gente 
que  era  tuya  presumí. 

Por  eso  me  he  detenido, 
y  porque  mientras  halago 
tus  perros,  pienso  que  pago 
el  haberme  conocido. 

Al  Príncipe,  ya  tú  sabes 
que  no  le  he  visto  en  mi  vida; 
que  me  pusiera  en  huida 
por  otros  respetos  graves. 

Que  hasta  ahora  (jue  me  adviertes, 
entendí  que  era  tu  igual; 
y  si  los  que  dicen  mal 
no  nos  tienen  por  muy  fuertes, 

mira  (jue  lo  es  la  que  quieres, 
y  <jue  habrá  también  algunas; 
(jiK-  no  serán  todas  unas, 
como  dicen,  las  mujeres. 

Que  aunque  el  Rey  tiene  poder, 
ut)  es  en  las  almas,  y  ansí, 


ACTO    PRIMERO 


301 


ni  tú  me  pierdes  a  mí, 

ni  yo  haré  como  mujer. 
Jac.  Mucho  consuelo  me  has  dado; 

si  el  Príncipe  no  me  \"iera, 

con  abrazos  te  dijera 

lo  que  he  de  callar  forzado. 
Ya  te  ha  visto,  gran  fortnna 

ha  de  levantar  su  amor 

en  el  mar  de  mi  temor; 

que  te  hable  me  importuna. 
¿Qué  le  podré  responder? 
IvUC.  Que  si  haj^  rocas  en  el  mar, 

las  aguas  podrán  pasar; 

pero  no  mudar  mi  ser. 

Y  tú,  en  aquesta  tormenta, 
amaina  velas,  Jacinto, 
mientras  el  puerto  distinto 
te  muestra  mi  luz  atenta. 

Que  con  recato  y  secreto, 
polos  en  que  amor  estriba, 
gozarás  de  tu  cautiva 
hasta  el  prometido  efeto. 

Tus  desdenes  le  diré, 
por  que  no  cobre  esperanza. 
Habíale. 

Voy. 

Tu  tardanza 
toda  mi  esperanza  fué, 

que  en  ver  que  te  detenías, 
la  cobré  de  mi  remedio. 
Pensé  que  era  honesto  medio 
el  decir  que  la  darías 

marido,  hacienda  y  estado 
conforme  a  su  calidad, 
si  con  igual  voluntad 
paga  tu  amor  de  contado. 

Y  en  mi  vida  pensé  oír, 
señor,  tan  libres  razones: 
a  un  imposible  te  pones. 

Rey.  Xo  lo  supiste  decir. 

¿Has  qvierido? 
Jac.  Xo,  señor. 

Rey.  ¿En  tu  vida? 

Jac.  Eternamente. 

(Aparie.) 

La  boca,  Lucinda,  miente, 

porque  os  tengo  eterno  amor. 
Rey.  Pues  mal  puede  terciar  bien 

quien  no  entiende  lo  que  trata. 
Jac.  Ya  la  dije  que  era  ingrata 

el  tratarte  con  desdén. 

Y  aun  hasta  necia  en  pensar 
que  a  un  Rey  se  le  puede  huir. 


Jac. 

Luc. 
Jac. 
REY. 


Jac. 


Rey. 
Jac. 


Rey. 


Jac. 
Rey. 


Jac. 


Rey. 
Jac. 


rey 


Jac. 
Rey. 


Jac. 


¿En  qué  se  fmida? 

En  decir 
que  sólo  la  ha  de  gozar 

eLque  fuere  su  marido. 
Pues  eso  no  puede  ser; 
que  aunque  es  principal  mujer, 
soy  su  Rey. 

Ya  lo  ha  entendido. 

Pues  si  lo  entendió  y  desprecia 
mi  valor  y  mi  poder, 
presto  verá  que  es  mujer. 
Y,  por  Dios,  que  es  harto  necia.  • 

Si  la  hablases  sin  amor, 
como  yo,  verías  mil  cosas 
que  en  las  mujeres  hermosas 
son  de  imperfecto  valor. 

¿Xo  las  hay  discretas? 

Sí; 
mas  suele  ser  su  pensión 
necedad  y  presunción, 
que  hoy  en  ésta  conocí. 

Vale  más  el  pie,  la  cinta 
del  zapato  de  Clávela, 
que  cuanto  aquí  te  desvela 
de  esta  que  tu  igual  se  pinta. 

En  efecto,  se  ha  criado 
en  montes,  rústica  es; 
ese  castillo  que  ves 
sobre  ese  bosque  fundado, 

un  padre  viejo,  un  mancebo 
hermano,  son  su  caudal. 
Xo  me  digas  de  ella  mal, 
que  5^0  sé  que  al  sol  me  atrevo. 

Y  como  el  sol  no  se  mira 
sin  notable  turbación, 
así  de  tu  imperfección 
su  resplandor  se  retira. 

¿Dice  que  va  a  la  ciudad? 
■Muchas  veces  vive  en  eila. 
Aunque  va  allá,  quiero  vella: 
que  aquí  me  quedo  avisad. 

Que  diciendo  que  no  quiero 
volver  a  la  corte,  iré 
a  su  castillo  y  veré 
la  vida  y  luz  por  quien  muero. 

Esta  noche  estaré  allí, 
adonde  habrá  más  lugar 
para  que  la  pueda  hablar. 
Xo  te  lo  aconsejo  así; 

que  es  caballero  discreto 
su  hermano,  y  es  cosa  llana 
que  entienda  que  por  su  hermana 
vas  al  castillo,  en  efeto. 


302 


EL   HOMBRE   DE  BIEN 


Pero  si  dos  o  tres  días 
en  la  caza  te  detienes, 
y  al  cabo  perdido  vienes 
por  estas  montañas  frías, 

y  con  dos  o  tres  criados 
quieres  aquí  descansar, 
¿qué  lince  podrá  mirar 
el  blanco  de  tus  cuidados? 

Rey.  Linda  e  ingeniosa  traza, 

¡oh,  Jacintol  ¡Qué  invención 
para  encubrir  mi  pasión ! 

Jac.  Pues  prosigamos  la  caza. 

Rey.  ;Xo  me  podré  despedir? 

Jac.  Cortésmente,  bien  podrás. 

Rey.  Disimular  quiero  más, 

y  algún  desamor  fingir. 

\'oyme,  y  mientras  en  la  fuente 
tomo  el  caballo  que  aguarda, 
dile  a  esa  dama  gallarda 
que  viva  seguramente, 
pues  me  voy  por  no  ofendella. 

Jac.  jOh,  qué  entendimiento  grave 

te  dio  el  cielo! 

Rey.  El  cielo  sabe 

que  voy  muriendo  por  ella. 

(Vase  el  Rey.) 

Jacinto. 

Lucinda  nu'a:  el  Príncipe  Rugero 
alojarse  quería  en  tu  castillo; 
yo  le  engañé,  porque  de  celos  muero; 

«líjele,  aunque  de  ver  me  maravillo 
en  mi  nobleza  cosa  tan  extraña, 
y  en  mi  lealtad  y  corazón  sencillo, 

que  f,e  fuese  a  cazar  por  la  montaña 
y  que  volviese  al  cabo  de  tres  días, 
por  ver  si  a  tu  discreto  hermano  engaña. 

Tú,  hermo.so  dueño  de  las  prendas  mías, 
a  la  ciudad  te  irás,  por  que  si  viene 
halle  las  cuadras  de  tu  luz  vacías. 

l)i  a  tu  padre  y  hermano  que  conviene 
nmdar  tu  casa,  o  nmdarás  mi  vida, 
donde  tu  volimtad  ¡xír  ahna  tiene; 

que  si  se  aloja  aquí,  tú  vas  perdida; 
]x-rdido  va  tu  honor,  por  más  que  quieras 
niíj.strarte  a  .sus  regalos  desabrida; 

esto  le  dije  por  que  tú  pudieras 
ponerte  en  la  ciudad.  Xo  me  respondas, 
si  mis  obligaciones  consideras; 

que  antes  verás  volver  atrás  las  ondas 
de  aqueste  río,  y  que  la  mar  di.stante 
cubra  de  tu  castillo  el  fo.so  y  rondas; 

mudarse  a  España  el  africano  Atlante 


y  derribarse  el  cielo  de  los  ejes 
donde  estriba  su  máquina  constante, 

que  vuelva  a  verte  mientras  no  te  alejes 
de  esta  ocasión  con  la  presente  huida. 

Lucinda. 
Esciichame,  primero  que  te  quejes. 

Jacinto. 
Mi  honor  tienes  allá,  tuya  es  mi  vida. 
(Vase.) 
Lucinda. 
¿Ansí  te  vas?  ¡Ay,  justa  confianza, 
a  tantas  prendas  de  mi  amor  asida! 

Pues  yo  haré  tan  segura  tu  esperanza, 
que  primero,  Rugero,  que  me  goces, 
tenga  sosiego  el  mar;  amor,  templanza; 
el  infierno,  quietud,  y  el  cielo,  voces. 

Bel.  Xo  me  podrás  aplacar, 

si  me  dieses... 

Gab.  Xo  lo  digas. 

Bel,.  Si  me  dieses... 

Gab.  Xo  prosigas. 

Bel.  ¿Aun  no  me  dejas  hablar? 

Gab.  Xo,  mas  si  el  alma  te  he  dado, 

¿qué  te  puedo  dar  de  precio? 

Bel.  Lo  que  tienes  sobre  necio. 

Gabino,  es  ser  porfiado. 

Gab.  Porfiar  con  libertad, 

tras  ser  necio,  es  discreción; 
la  porfía  es  guarnición 
de  la  misma  necedad. 

Como  sobre  azul  sería 
el  oro  gala  de  precio, 
están  en  paño  de  necio 
pasamanos  de  porfía. 

Bel.  Xecio,  en  fin,  te  has  confesado. 

Gab.  Quien  lo  conoce,  no  creo 

que  lo  es,  porque  yo  veo 
todo  necio  confiado. 

Si  es  que  me  has  aborrecido, 
si  es  que  acaso  te  has  mudado, 
si  has  puesto  en  algún  criado 
el  amor  cjue  me  has  tenido, 

dínulo,  Belaitla  nu'a, 
más  claro,  ansí  Dios  te  guarde, 
que  para  olvidar  no  es  tarde, 
pues  bastíui  celos  de  im  día. 

1Ji;l.  Mala  pascua,  y  negra,  tenga, 

si  hay  en  amor  invención, 
como  tras  de  hacer  traición 
cuando  a  «liclaiar  se  venga, 


ACTO    trímero 


303 


levantar  un  testimonio 
y  culpar  el  que  es  culpado. 
Yo  sé  que  a  Arminta  has  hablado. 
¿De  amor? 

Y   aun   de   matrimonio. 

¡Plega  a  Dios  que  si  a  otra  quiero 
— ¿qué  es  querer? — ni  miro  a  otra, 
que  jamás  halle  en  la  siesta 
árbol,  ni  en  el  árbol  sombra. 
En  la  sonibra,  dulce  sueño; 
en  el  sueño,  dulces  horas; 
en  las  horas,  el  descanso 
que  descanse  a  mis  congojas. 
En  las  congojas,  quietud; 
en  la  quietud,  fin  de  todas; 
en  todas,  alegre  paz, 
y  en  alegre  paz,  concordia! 
¡Plega  a  Dios  que  nunca  vean 
mis  ojos  el  bien  que  gozan; 
ni  gocen  tus  dulces  prendas, 
por  prendas  de  mi  victoria. 
De  mí  la  tengan  los  lobos; 
lobos,  Belarda,  me  coman; 
y  comiéndome,  no  quede 
memoria  de  mi  memoria. 
Xi  la  tengas  de  mis  brazos, 
ni  mis  abrazos  te  pongan 
deseos  de  mis  palabras, 
mis  palabras  de  mis  obras. 
Eres  para  mí,  Belarda, 
lo  que  a  las  plantas  las  hojas; 
a  las  hojas,  las  raíces; 
a  las  raíces,  las  rosas; 
las  rosas,  para  las  huertas; 
para  las  huertas,  las  norias; 
para  las  norias,  las  ruedas; 
para  las  ruedas,  las  sogas; 
para  las  sogas,  las  arcas; 
para  las  arcas  que  tornan 
vacías,  las  claras  aguas, 
y  el  agua  sus  fuentes  propias. 
Lo  que  el  cuerpo  adorna  el  brazo, 
al  brazo  la  mano  adorna; 
a  la  mano,  la  muñeca; 
a  la  muñeca,  el  ajorca. 
A  la  ajorca,  los  esmaltes; 
a  los  esmaltes,  las  joyas; 
a  las  joyas,  el  diamante; 
y  al  diamante,  la  persona. 
A  la  persona,  el  buen  traje; 
al  traje,  la  buena  ropa; 
a  la  buena  ropa,  el  talle, 
y  al  talle,  la  cara  hermosa. 


A  la  cara,  el  ojo;  al  ojo, 

la  niña;  a  la  niña,  toda 

la  pestaña;  a  la  pestaña, 

la  ceja  larga  y  no  corta. 

Para  la  ceja,  la  frente; 

a  la  frente,  sin  corcova 

la  nariz;  a  la  nariz, 

la  boca  bella;  a  la  boca, 

diente;  a  los  dientes,  pan; 

para  el  pan,  renta  forzosa; 

a  la  renta,  calidad; 

íx  la  calidad,  la  honra; 

a  la  honra,  la  virtud; 

a  la  virtud,  la  corona; 

a  la  corona,  los  cielos, 

y  al  cielo,  la  eterna  gloria! 
Bel.  ¿Que  no  hablaste  con  Arminta, 

por  vida  de  aquesos  ojos? 
Gab.  Deja,  mi  bien,  los  enojos; 

como  una  roca  me  pinta. 
Bei,.  Xo  hay  firmeza,  aunque  sea  mu- 

para  comparar  mi  amor.  [cha, 

Gab.  ¿Luego  es  el  tuyo  mayor? 

Bel.  Es  notable. 

Gab.  ¿Cómo? 

Bel.  Escucha: 

¡Plegué  a  Dios,  que  si  3^0  quiero 

de  cuantos  cubren  la  cerca 

del  castülo  de  Lucinda, 

su  dueño  y  señora  nuestra, 

otro  criado  o  pastor 

de  la  corte  o  de  la  aldea, 

que  los  ánades  que  guardo 

y,  a  veces,  blancas  ovejas, 

no  hallen  jamás  verde  soto, 

ni  en  el  soto,  fértil  hierba; 

falte  a  la  hierba  el  rocío; 

al  rocío,  el  alba  bella, 

al  alba  no  salga  el  sol, 

el  sol  falte  a  las  estrellas; 

las  estrellas  a  la  noche, 

y  en  la  noche  jamás  duerma! 

¡Plegué  a  Dios  que  cuando  vayas 

a  la  corte  a  ver  la  feria, 

que  en  la  feria  halles  amores, 

y  en  los  amores  te  pierdas. 

Perdido,  me  des  mal  pago; 

con  mal  pago,  me  aborrezcas; 

aborrecida,  me  dejes; 

dejada,  nunca  me  veas. 

Xo  viéndome,  enferme  yo; 

estando  enferma,  me  muera; 

muerta  yo,  vivas  más  años 


304 


EL   HOMBRE  DE  BIEN 


que  yo  tengo  de  estar  muerta. 

Porque  tú  eres  para  mí 

lo  que  es  el  agua  a  la  tierra. 

lo  que  es  a  la  tierra  el  hombre; 

al  hombre,  huesos  y  venas. 

I,o  que  a  las  venas,  la  sangre; 

a  la  sangre,  las  arterias; 

a  ellas,  el  corazón; 

a  él,  las  alas  y  telas; 

a  las  alas,  aquel  aire; 

al  aire  que  sale  y  entra, 

al  de  fuera  que  respira; 

al  que  jespira,  su  esfera; 

a  las  esferas,  el  móvil; 

al  móvil,  su  inteligencia! 
Gab.  Tente,  que  te  vas  muy  alta. 

Bei,.  Pues  bajóme  a  los  planetas: 

I^o  que  es  el  sol  para  el  oro; 

el  oro,  para  las  piedras; 

las  piedras,  para  los  reyes; 

los  reyes,  a  la  obediencia; 

la  obediencia,  a  los  vasallos; 

los  vasallos,  a  la  guerra. 

La  guerra,  para  la  paz; 

y  la  paz,  para  las  letras; 

las  letras,  para  la  fama; 

la  fama,  para  que  crezcan. 

El  crecer,  para  estimallas; 

la  estima,  para  emprendellas; 

las  empresas  al  valor; 

el  valor,  a  la  grandeza; 

la  grandeza,  a  la  virtud; 

a  la  virtud,  la  excelencia. 

I^a  excelencia,  a  ser  perfecto; 

a  la  perfección ,  no  queda 

sino  la  quietud  del  alma; 

al  alma,  las  tres  potencias. 

IvO  que  es  a.1  entendimiento 

la  memoria;  y  para  ella, 

la  \-oluntafl ;  y  a  su  lumbre 

la  razón:  esto  me  enseña 

amor,  que  eres  para  mí, 

en  bien,  en  mal,  gloria  y  pena: 

jjorque  si  nu-  hablas  de  burlas, 

yo  te  reS])í)Udo  de  veras. 

( SalíV   Cl-ORIUANO  V  I.t'CrXDA.) 

Ci,nkiu.\N(j. 

;Pues  cómo  puede  ser  que  nos  mudemos 
a  la  ciudad,  Lucinda,  de  imj)r()vlso? 

GABINt). 

¿Xuesa  ama  con  su  hcnnano? 


Lucinda. 

Si  tuviera 
facilidad  lo  que  te  pido,  hermano, 
no  te  apremiara  con  humildes  ruegos; 
conviene  que  nos  vamos  luego,  al  punto. 

ClvORIDAXO. 

¿Luego  al  punto,  Lucinda?  ¿Por  qué  causa? 

LUCINTDA. 

Cloridano:  ya  sabes  que  en  mi  vida 
hice  cosa  .sin  mucho  fundamento; 
irnos  conviene,  pues  mi  padre  puede, 
y  el  de  Belarda,  gobernar  la  hacienda; 
allá  te  doy  palabra,  hermano  mío, 
que  decirte  la  causa. 

Cloridano. 

Ya  que  vamos, 
¿cómo  quieres  que  estemos  en  la  corte? 
¿Quién  me  ha  de  acompañar  y  quién  servirte? 

Lucinda. 

Estos  vülanos  mudarán  el  traje. 
¡Belarda! 

Belarda. 
¿Qué  me  mandas? 

Lucinda. 

Si  te  \ñslo 
en  cortesano  traje,  como  el  mío, 
¿no  irás  conmigo  a  la  ciudad? 

Belarda. 

Señora: 
este  castillo  conocí  por  patria; 
a  tus  padres,  por  dueños  de  los  míos; 
donde  quisieres,  viviré  contigo. 

Lucinda. 
.Vnsí  i)odrás  mudar  los  que  te  importan. 

Cloridano. 
¡Gabino! 

Gabinü. 
¿  Ivn  qué  te  sirvo? 

Cloridano. 

¿.\o  sabrías 
servirme  en  la  eiiidad  con  unas  calzas, 
ceñirte  espada  y,  con  gentil  donaire, 
cuando  vaya  a  caballo,  acompañarme 
delante,  y,  cuando  a  pie,  detrás' 


ACTO    PRIMERO 


305 


Gabino. 

Sospecho 
que  se  llama  este  oficio  ayo. 

ClvORIDANO. 

¿Qué  es  ayo? 
Gabino. 
¿Ayo  no  es   quien  gobierna  y  quien  enseña? 

ClyORIDANO. 

Ansí  es  verdad. 

Gabino. 

Tú  llevarás  tu  haca, 
pues  yo  seré  del  haca  el  ayo,  y  creo 
que  porque  enseña  y  es  del  haca  el  ayo, 
le  dieron  este  nombre  de  lacayo; 
mas  dime,  ¿sabré  yo  llevar  las  calzas? 

Cloridano. 
¿Y  eso  es  mucho  de  hacer? 
Gabino. 

¿Hay  edificio 
que  tenga  más  entradas  y  salidas 
que  las  calzas,  señor,  de  un  escudero? 
¡  Qué  cosa  es  ver  aquellos  dos  melones, 
señalando  sus  largas  rebanadas 
las  faltriqueras,  que  en  estando  rotas, 
se  corresponde,  por  extraño  círculo, 
y  como  caracol  se  andan  en  torno: 
tanto,  que  lo  que  suele  echarse  en  una, 
se  va  rodando  y  suele  hallarse  en  otra! 
Mas  aunque  sabes  tanto  de  la  corte, 
¿cuánto  va  que  no  sabes  el  principio 
de  aquello  que  se  pone  entre  las  calzas 
y  junta  en  una  cinta  los  dos  muslos? 

CXoridano. 
Tendrá  principio  de  ellas,  pues  es  fuerza 
que  alguna  cosa  las  cerrase. 

Gabino. 

Advierte 
que  desde  Adán,  señor,  tienen  principio. 

CXOREDANO. 

¿Desde  Adán?  ¿Estás  loco? 

Gabino. 

¿Cómo  loco? 
En  el  pvmto  que  Adán  se  vio  desnudo, 
¿no  se  cubrió  con  hojas  de  higuera  ? 

Cl^ORIDANO. 

Bien  dices. 

XII 


Gabino. 
Pues  aquello  significa 
el  término  que  cierran  las  dos  calzas; 
aquella  es  una  hoja  de  higuera, 
tan  natural,  que  es  su  retrato  mismo. 

ClvORIDANO. 

¡Oh,  qué  etimología  tan  gallarda! 

Gabino. 
En  nada  mostraré  lo  que  te  quiero, 
como  en  ponerme  calzas  atacadas; 
es  una  arquitectura  prodigiosa. 
¡Válame  Dios,  qué  de  columnas  tiene; 
qué  laberinto  cifran  tan  extraño! 
Los  persas  no  lo  usaron,  ni  los  griegos; 
no  hay  unas  calzas  hoy  en  Asia  y  África. 

Cl^ORIDANO. 

¿De  qué  lo  sabes  tú? 

Gabino. 
¿Pues  no  he  leído 
mil  librillos  en  casa? 

ClvORIDANO. 

De  esa  suerte, 
más  de  mal  se  te  hará  ceñir  la  espada. 

Gabino. 
No,  porque  es  propia  al  hombre  de  defensa; 
las  calzas  son  al  hombre  como  grillos, 
y  por  eso  las  hu5'e;  mas  la  espada 
le  acompaña,  le  adorna  y  le  defienae. 

Lucinda. 
Ahora  bien,  Cloridano,  no  gastemos 
en  vano  el  tiempo;  pongan  éstos  luego 
en  este  carro  largo  nuestra  ropa; 
allá  yo  tengo  quien  nos  preste  casa, 
y  servirán  las  muías;  y  pues  tienes 
I   dos  caballos  o  tres,  ¿qué  te  acobarda? 

Cloridano. 
Son  más  de  campo,  que  de  corte,  todos. 
Gabino. 

Eso  no  te  fatigue.  De  la  suerte 
que  cubre  el  cuello  y  banda  la  corcova; 
la  ropa,  los  jubones  sin  espalda; 
el  sombrero,  la  calva  y  el  cabello; 
los  guantes,  el  defeto  de  las  manos; 
las  canas,  de  la  edad  el  escabeche; 
el  afeite,  lo  negro  de  la  cara; 
a  las  amargas  pildoras,  el  oro, 

20 


3o6 


El.   HOMBRK   DE  BIEN 


y  al  oculto  ladrón,  la  buena  capa, 
así  el  rocín  de  corte,  la  gualdrapa. 

Clorid.vxo. 
Pues  alto,  si  esto  importa  al  honor  tuyo; 
vtnga  esa  gente,  pues  que  siempre  sobra 
para  tres  leguas.  Habla  con  mi  padre. 

Lucinda. 
Ya  tengo  de  él  licencia. 

Cloridaxo. 

Pues  partamos. 

(Vanse,  y  danse  las  manos  Gabino  y  Belakd.v.) 

Gabino. 
Toca,  Belarda,  que  a  la  corte  vamos. 


Cla. 

Tan. 
Cla. 


Tan. 


(Salen  Clávela  y  Tansilo.) 

¿Cómo  guardas  ese  estilo 
en  cosas  de  tanto  peso? 
Culpa  a  amor. 

Mira,  Tansilo, 
que  estás  poniendo  con  eso 
a  tu  mismo  pecho  el  filo. 

Si  amor  temiera  la  muerte, 
no  le  llamaran  más  fuerte; 
porque  es  su  fuerza  mayor; 
dicen  que  la  vence  amor, 
y  esto  de  mi  amor  advierte. 

Cuando  el  Príncipe  Rugero, 
a  quien  sirvo,  me  fió 
este  .secreto,  primero 
a  guardar  en  ti  me  dio 
lo  que  referirte  quiero. 

Un  áspid  libio  o  indiano, 
im  basilisco  africano, 
un  fiero  león  de  Oran, 
una  culebra  de  Adán 
que  pintan  con  rostro  humano. 

Un  veneno  en  vaso  de  oro, 
una  navaja  afilada, 
im  sueño  de  mi  gran  tesoro, 
una  muerte  disfrazada 
con  un  ídolo  que  adoro. 

Bien  creerás  que  he  resistido 
este  loco  pensamiento 
lo  más  que  posible  ha  sido; 
ya  se  acabó  el  sufrimiento 
y  el  freno  al  ahna  lia  rompido. 

Ya  derribó  la  razón 
esta  pasión  anujro.sa. 
y  gobierna  mi  afición. 


Cla.  Pues  no  corra  tan  furiosa 

que  pase  su  obligación. 

Yo  soy  del  Príncipe,  y  soy 
por  mí  quien  sabes,  y  estoy 
a  su  lealtad  obligada; 
¿de  qué  te  admira  si  airada 
respuesta  a  tus  quejas  doy? 

Templa,  por  Dios,  el  deseo; 
enfrena  la  voluntad. 

Tan.  Xo  puedo  cuando  te  veo, 

porque  vences  mi  lealtad 
y  mil  imposibles  creo. 

Pues  si  te  dejo  de  ver, 
no  puedo  ausente  sufrir 
un  infierno  en  padecer; 
porque  no  verte  y  vivir. 
Clávela,  no  puede  ser. 

Cla.  Pues  si  estás  determinado, 

diréle  al  Príncipe  yo 
en  la  locura  que  has  dado, 
y  que  su  gusto  fió 
de  quien  el  sm-o  ha  buscado. 
Con  esto,  en  paz  viviremos; 
pues  cayendo  en  su  desgracia, 
no  me  dirás  tus  extremos. 

Tan.  Si  es,  cielo  humano,  su  gracia, 

los  dos  ángeles  seremos; 

que  también  caerás  conmigo. 

Cla.  ¿Cómo? 

Tan.  Un  testimonio  habrá, 

y  no  faltará  un  testigo. 

Cla.  Lucrecio  viene,  y  vendrá 

quien  sabrá  darte  castigo. 

(Sale  I.ucRKCio.) 

¿Viene  Rugero? 

Lvc.  Sei'iora, 

a  decirme  me  envió 
que  no  le  esperes  ahora. 

Cla.  ¿Dónde  el  Príncipe  quedó? 

Tan.  Ya  mi  peligro  mejora. 

Luc.  Perdióse  en  el  monte  ayer, 

y  viendo  ya  anochecer, 
a  un  castillo  se  acogió 
donde  apc-nas  cama  halló, 
ni  aun  quien  le  saliere  a  ver. 
No  quiso  venir  do  día. 

Cla.  ¿y  esta  noche? 

Lvc.  Ser  podría, 

si  quiere  tomar  la  posta. 

Cla.  ¡Qué  gustos  con  tanta  costa! 

¡Qué  mala  noche  tendría! 

Li  c.  No  la  ha  tenido  muy  buena. 


ACTO    PRIMERO 


307 


Cl.A. 

Luc. 

Cl.A. 


Tan. 
Cla. 
Tan. 

Cl,A. 

Tan. 
Cla. 
Tan. 


¿Vendrá  a  descansar  aquí? 
Pienso  que  sí. 

Pues  ordena, 
Tansilo  amigo,  por  mí 
una  regalada  cena. 
Yo  voy  luego. 

El  tiempo  es  poco. 
¿La  mesa? 

Donde  me  toco. 
¿Quién  servirá? 

Criadas  mías. 
¿Oué  aguardáis  vanas  porfías 
de  un  imposible  tan  loco? 


Rey. 
Fei,. 

Rey. 


JAC. 

Rey 


f]'aiisc   Sahn  el  Rey,  Jacinto  y  Felicio,   vicio.) 

Rey.  Sacad  los  caballos  luego. 

Fel.  Mucho  me  pesa,  señor, 

de  vuestro  desasosiego. 

Rey.  Padre,  3-0  estoy  ya  mejor. 

Jac.  ¡Que  esté  el  Príncipe  tan  ciego! 

Fel.  Partiéronse  ayer  de  aquí 

mis  hijos  a  la  ciudad. 

Rey.  ¿Hijos  tenéis? 

Fei,.  Señor,  sí; 

y  sin  mi  gusto,  en  verdad, 
que  harto  a  los  dos  les  reñí. 

Rey.  ¿Son  varones? 

Fel.  Uno  es  hombre, 

que  ha  días  que  ciñe  espada, 
y  es  Cloridano  su  nombre; 
Lucinda  no  está  casada, 
aunque  no  hay  cosa  que  asombre 

a  cuantos  la  hablan  y  ven, 
porque  parece  nmy  bien, 
que  hartos  nobles  la  han  pedido. 

(Aparte.) 

Rey.  Parece  tan  bien  que  ha  sido 

luz  de  estos  ojos  también. 
¿Oue  no  se  quiere  casar? 

Fel.  No,  señor. 

Jac.  Grande  mal,  ¡cielos!, 

me  comienza  a  amenazar. 

Rey.  ¿De  qué  nieve,  de  qué  hielos 

la  quiso  el  cielo  formar? 

^las  esto,  ¿qué  me  acobarda, 
si  al  ser  tan  libre  y  gallarda 
ha  sido  por  mi  ventura, 
porque  tan  alta  hermosura 
para  sólo  un  Rey  se  guarda? 

Jac.  Mal  hice  en  no  le  decir 

al  Príncipe  mi  secreto; 
ya  es  tarde,  habré  de  sufrir. 


Jac. 
Rey. 

Fei,. 


¿No  quisieron,  en  efeto, 
este  castillo  vivir? 

IMuchas  veces  han  estado 
en  la  corte,  gran  señor, 
puesto  que  aquí  se  han  criado. 
Por  dicha  ha  sido  mi  amor 
el  que  la  ocasión  ha  dado. 
¿Jacinto? 

¿Señor? 

Sin  duda, 
Lucinda  su  casa  muda 
a  la  corte,  confiada 
en  que  su  talle  me  agrada, 
y  para  que  a  verla  acuda. 

Mucho  debe  de  saber. 
No  sé,  por  Dios,  la  intención 
que  eso  debe  de  tener. 
Padre,  yo  os  tengo  afición 
y  os  quiero  dar  de  comer; 

¿queréisos  venir  conmigo? 
Gran  señor,  Dios  es  testigo 
que  la  merced  que  me  hacéis 
estimo;  pero  ya  veis 
qué  diverso  intento  sigo. 

Darme  de  comer  no  es  cosa 
que  la  ha  de  hacer  esa  mano 
tan  heroica  y  poderosa, 
que  3-a,  como  viejo  anciano, 
soy  más  tierra  que  otra  cosa. 

Poco  puedo  ya  comer, 
pues  puedo  vivir  tan  poco, 
para  lo  que  he  menester, 
aquí  brevemente  os  toco 
lo  que  tengo  en  mi  poder. 

Cien  bueyes;  dos  mil  ovejas, 
cuyas  bien  limpias  guedejas 
parecen  nieve  en  los  prados; 
dos  o  tres  campos  sembrados, 
con  seis  muías  y  tres  rejas. 
Cuatro  cercados  de  fruta, 
que  una  alta  pared  ataja, 
que  cuando  el  tiempo  se  enluta, 
me  dan  el  níspero  en  paja 
y  la  parda  serva  enjuta. 

Pero  cuando  está  sereno, 
la  endrina  cana,  el  melón 
de  grietas  y  letras  lleno, 
el  rubio  melocotón 
y  el  pérsigo  damasceno. 

Esas  campiñas  bizarras 
me  dan  de  vino,  que  estimo 
dos  mil  cántaras  o  jarras. 


308 


EL   HOMURK    DE  BIEN 


REY. 

Jac. 
Rey. 
Fel. 


Rey. 
Fei,. 


Rey 


Fel. 

Rey. 

Jac. 

Rey. 

Jac. 

Rey. 

Jac. 

Rey. 

Jac. 

Rey. 

Jac. 


porque  de  arroba  el  racimo 
suele  colgar  de  sus  parras. 

El  aceite  no  se  cobra 
por  cuenta  ni  por  medida; 
pasa  el  tiempo,  la  edad  obra; 
mirad  si  para  esta  vida 
comeré  lo  que  me  sobra. 

Donde  me  queréis  llevar 
es  vida  nuiy  infeliz, 
porque  sin  poder  tocar 
las  espaldas  a  mi  tapiz, 
diez  horas  tengo  de  estar. 

El  que  en  palacio  se  ve, 
cuando  más  seguro  esté 
de  su  envidia  y  su  cautela, 
yo  digo  que  es  como  vela 
que  se  va  acabando  en  pie. 

¡Discreto  viejo! 

¡Extremado! 
Dadme  el  mancebo,  buen  viejo. 
Yo  iré  a  hablarle,  y  doctrinado 
de  mi  experiencia  y  consejo, 
os  servirá  con  cuidado. 

¿Sois  caballero? 

¿Pues  no 
si  con  la  edad  ya  no  puedo 
andar  a  pie?  Y  porque  yo 
regale  al  Rey,  pues  lo  quedo 
de  que  mi  casilla  honró, 

con  un  potro  he  de  serviros, 
de  piel  negra  y  blancos  giros, 
que  si  lo  mandáis  hacer, 
tendréis  que  me  agradecer 
y  yo  tendré  que  pediros. 

Pues  haced  que  me  lo  lleve 
\iiestro    hijo;    y    porque    es    tarde, 
adiós. 

Todo  el  bien  es  breve. 
¡Ay,  IvUcinda! 

El  cielo  os  guarde. 
¿Qué  penas  tu  amor  me  debe? 

¿De  Clávela? 

No  hay  señal. 
¿Y  de  Luchida? 

Eso  sí. 
¿No  has  donnido? 

Poco  y  mal. 
¿Qué  haré  yo,  ¡triste  de  mí!, 
que  estoy  de  celos  mortal? 


Luc. 


Bel. 


Luc. 


(l'anse,  y  talen  Lucinda  y  Diclarda,  veslUa  de  d.ima.) 

Biír,.  Está  la  casa  de  suerte, 

que  no  .se  ¡xídrá  limpiar 


Bel. 


Luc. 


Bel. 
Luc. 

BEL. 


en  un  año,  ni  hay  lugar 
donde  puedas  recogerte. 

¿No  fuera  mejor  venir 
nosotros  acá  primero? 
Lo  que  importa  considero, 
porque  me  importa  el  vivir. 

¿Has  mudado  de  intención? 
¿Preténdeste  ya  casar? 
En  mi  vida  di  lugar 
a  nadie  en  el  corazón. 

Yo  sola  me  vivo  en  él, 
yo  sola  su  dueño  soy; 
yo  le  mando,  en  él  estoy, 
yo  sola  me  sirvo  de  él. 

Es  casa  y  alojamiento 
de  la  libre  vida  mía, 
aunque  cierto  Rey  querría 
tomármelo  de  aposento. 

Pero  aunque  fuera  justicia 
servirle  también  con  él, 
no  hayas  miedo  que  entre  en  él, 
porque  es  hecho  a  la  malicia. 

Agravio  me  has  hecho  a  mí 
en  encubrirme  mil  cosas. 
En  siendo  al  honor  forzosas, 
no  hay  orden;  quédate  aquí, 

que  voy  a  ver  si  ha  llegado 
cierta  esperanza  que  tengo. 
¿Vendrás  luego? 

IvUego  vengo. 
¡Brava  mudanza  de  estado! 


(Vase   I^uciNDA,    y    sale    G.abino,    vestido   de   lacayo.) 


Gab. 
Bel. 
Gab. 

Bel. 
Gab. 


Bel. 
Gab. 


¿Es  Belarda? 

¿No  lo  ves? 
¡Válgate  Dios,  cual  estás! 
¿A  ver?;  vuelve  por  detrás 
Todo  es  seda 

Seda  es. 

Mejor  oficio  es  el  tuyo, 
que  te  han  vestido  mejor. 
¿No  ves  que  he  de  hacer  labor 
en  el  mismo  estrado  .suyo? 

Ya  con  respeto  te  hablo: 
¿en  el  estrado  has  de  estar? 
Pues  bien  es  diferenciar 
lo  que  va  de  estrado  a  establo. 

A(juí  me  han  vestido  a  un' 
a<|uestas  guazamalletas, 
con  estos  hongos  o  .setas; 
mas  no  puedo  andar  así. 


BKL. 
(ÍAB. 


;Cómo? 


All)ayalde  lie  traído; 


ACTO    PRIMERO 


309 


Bel. 
Gab. 
Bel. 


Gab. 


Bel. 
Gab. 


que  como  apretado  vo)^ 
desde  esta  mañana  estoy 
como  muchacho  escocido. 

La  gorreta  es  temeraria. 
¡Vive  Dios!,  que  si  supiera 
que  de  aquestos  moldes  era, 
que  me  embarcara  a  Canaria! 

¿Pues,  la  capa?  ¿No  es  mohína 
ver  un  corte  tan  extraño? 
A  ser  cuero  como  es  paño, 
me  sirviera  de  esclavina. 

La  espada,  aunque  es  española, 
de  tal  manera  la  siento, 
que  pienso  que  soy  jumento 
y  que  me  sirve  de  cola. 

¡Lindo  es  esto  para  mí, 
que  en  mi  capa  de  sayal, 
envuelto  sobre  un  jaral 
el  sol  nre  buscaba  allí! 

Pues,  el  cuello,  no  sé  yo 
qué  carlanca  de  lebrel 
pueda  comparar  con  él. 
¿Quién  piensas  que  lo  labró? 

¿Quién? 

La  esposa  de  Gaiferos. 
Xo  tienes  razón,  Gabino, 
que  estás  galán  peregrino 
y  es  traje  de  caballeros. 

El  otro,  aunque  es  más  holgado, 
no  tiene  tal  bizarría. 
¡Qué  gala,  Belarda  mía! 
¿cómo  vivir  descansado? 

Si  nie  viese  en  un  aprieto, 
con  más  cintas  que  un  tambor, 
¿parécete  que  es  mejor 
aqueste  ongil  parapeto? 

Pues  si  yo  quiero  correr, 
¿cómo  a  mirar  no  te  pones 
estos  dos  calabazones 
que  no  me  dejan  mover? 

Si  ello  no  fuese  por  ti, 
¡pardiez!,  que  hoy  nie  volvería 
al  castillo  en  que  vivía. 
Haz  una  cosa  por  mí. 

¿Cómo? 

Troquemos  vestidos; 
quizá  a  ti  te  estará  bien. 


(Sald  Lucinda.) 

Luc. 

¿Belarda? 

Bel. 

Señora. 

Luc. 

Estén 

los  criados  prevenidos. 

que  no  se  ha  de  abrir  la  puerta 

antes  que  anochezca  un  hora. 
Bel.  Ya  está  cerrada,  señora. 

Luc.  El  que  no  la  hallare  abierta, 

se  quede  fuera  de  casa. 

¿Qué  haces  tú  aquí?   ¿No  hay  lugar 

adonde  puedas  estar? 
Gab.  ¿Pues  ya  vivimos  por  tasa? 

Luc.  Ya  es  otra  vida,  Gabino; 

no  hay  tanta  llaneza  acá. 

¿Adonde  mi  hermano  está? 
Gab.  De  ver  el  palacio  vino, 

y  a  escribir  se  recogió. 
Luc.  ¿Qué  querías? 

Gab.  Preguntar 

cómo  me  he  de  descalzar, 

porque  no  acertaba  yo. 
Luc.  ¿No  aciertas  a  desnudarte? 

Gab.  No,  señora,  que  es  muy  nuevo 

el  hato,  y  yo  no  me  atrevo 

a  saber  bien  por  qué  parte. 
Luc.  Pues,  bestia,  ¿no  te  vestiste? 

Gab.  ¿Es  lo  mismo  desnudarse ? 

Luc.  ¿Hay  más  de  aquello  quitarse 

que  en  el  cuerpo  te  pusiste? 
Gab.  Las  calzas  probé  a  sacar 

por  la  cabeza,  y  no  puedo. 
Luc.  ¿Hase  visto  tal  enredo? 

Por  abajo  has  de  tirar. 
Gab.  Pues  si  tiro  por  abajo, 

no  se  soltará  algún  punto? 
Luc.  Ve,  enséñale. 

Gab.  Yo  pregunto. 

Bel.  a  fe,  que  es  lindo  trabajo; 

niño  tengo  que  empañar 
Gab.  Ven,  Belarda,  y  hablaremos. 

Bel.  Mucho  sabes. 

Gab.  Buscaremos, 

aunque  no  quieran,  lugar. 
(l'anse  los  dos.) 

Lucinda. 

Con  tal  secreto  me  rendí  ha  seis  años 
del  amor  de  Jacinto,  que,  en  efeto, 
nos  habtmos  gozado  con  secreto, 
haciendo  burlas  y  trazando  engaños. 

En  medio  de  sucesos  tan  extraños, 
ha  tenido  a  mi  honor  tanto  respeto, 
que   el  cielo,   a  quien  el  mundo    está   sujeto, 
.sólo  sabe  mis  bienes  o  mis  daños. 

Amor  ha  de  estar  siempre  con  recelo, 
encubriendo  sus  sendas  y  vereladcs, 
cual  nave  en  agua  y  ave  en  aire  el  vuelo. 


310 


j;l  uümuki:  de  bien 


Anden  las  manos,  mas  las  lenguas  quedas; 
que  amor  ha  de  moverse  como  el  cielo, 
que  por  más  que  anda,  no  se  ven  las   ruedas. 

(Salí  Jacinto.) 

Jac.  ¿Estás  sola? 

Luc.  ¡A}',  gloria  mía', 

¿cómo  entraste? 
J  AC.  Con  la  llave 

que  ahora  mi  año  tenía. 
Luc.  El  dueño  todo  lo  sabe, 

del  señor  todo  se  fía. 
¿Fué  el  Key  al  castillo? 
Jac.  Sí; 

sintió  el  no  hallarte  en  extremo. 
Lvc.  Tu  mandado  obedecí. 

Jac.  Vino  por  la  posta,  y  temo 

que  viene  gran  mal  tras  mí. 
¡Ay,  hermosura  querida, 

cómo  le  dieron  tus  ojos 

ocasión  tan  atrevida! 
Luc.  Va  he  llorado  tus  enojos, 

alma  de  esta  propia  vida. 
Pero  de  lo  que  es  mi  celo, 

pongo  por  testigo  al  cielo. 
Jac  ¿lííiy  íilgviien  que  pueda  verme? 

Luc.  No,  que  todo  el  mundo  duerme; 

yo  sola,  amándote,  velo. 
Jac.  Pues  mucho  tengo  que  hablarte, 

que  el  Rey  ha  de  pretender 

perseguirte  hasta  gozarte. 
IX'C.  Es  átomo  su  poder, 

y  tú  sol,  para  enojarte. 

Ven  a  ima  cuadra  escondida, 

donde  tratemos  los  dos 

cómo  su  intento  se  impida. 
Jac.  ¡Ay,  Lucinda,  plegué  a  Dios, 

que  no  me  cueste  la  vida! 

(Vansf.  Salen  ti  Rey,  Tansilo  v  Silvf.rio  y  criados,  de 
noche.) 

SiLVERIO. 
Muy  enojada  dejas  a  Clávela. 

Ta.nsii.o. 
Y  yo  la  vi  llorar. 

Rkv. 
Llore,  no  importa; 
otro  amor  me  da  pena  y  me  desvela. 

vSlI.VKUIO. 

¿Son  celos? 

Kkv. 
Esta  plática  reporta. 


Tansuo. 
Si  al  PrínciiDe  otro  gusto  pone  espuela, 
^■por  qué  os  qu  ciáis  atrás  ventura  corla?; 
que  si  deja  a  Clávela,  será  im'a, 
como  es  cierto  seguir  la  noche  al  día. 

Rey. 
Mucho  tarda  I,ucrecio. 

SiLVERIO. 

Ya  ha  llegado. 

Lucrecio. 

Buenas  nuevas,  señor. 

Rey. 
¿De  qué  manera? 

Lucrecio. 
I.,a  casa  de  Lucinda  me  han  mostrado. 

Rey. 
Di,  Lucrecio,  del  sol  la  misma  esfera. 

Lucrecio. 
Dos  o  tres  vueltas  por  la  calle  he  dado, 
mas  ninguna  persona  5ale  fuera; 
que  con  la  escura  noche,  más  temprano 
estará  recogido  Cloridano. 

S11.VERIO. 

Sin  eso,  haber  llegado  de  camino 
los  habrá  retirado  a  igual  descan.eo. 

Rey. 

Ver  las  puertas,  Lucrecio,  determino, 
por  ver  .'•i  en  ellas  yo  también  descanso; 
y  cjue  es  curioso  término  imagino, 
aunque  se  ve  que  en  descansar  me  caruo, 
ver  la  casa  de  noche  que  ate.sora 
al  sol,  y  donde  duerme  con  la  aurora. 

Lucrecio. 

Ver  estas  rejas  y  esta   honrada   puerta 
de  aquella  armas,  que  j^areee  es]xjt) 
.su  nrármol  en  la  noche  más  cubierta, 
pues  es  .'olar  de  aquel  su  ])adre  viejo. 

Rey. 

¡Que  a{|uí  toda  mi  gloria  esté  cubierta! 
¡Li.cinda  -.mira  que  a  Clávela  elejo, 
solícita,  amorosa,  enamorada, 
por  ver  tu  i)uerla  a  mi  poder  cerrada! 


ACTO    SEGUNDO 


3^1 


Tan.  Paso,  señor,  que  han  abierto. 

Rey.  ¡Ay,  Tansilo!  ¿Quién  será? 

Su..  Un  hombre  sale  de  allá, 

rebozado  y  encubierto. 
Luc.  ¿Si  es  su  hermano? 

Rey.  Puede  ser, 

que  habrá  salido  a  rondar. 

(Sale  J.^ciNTO  embozado.) 
Jac.  Por  no  dar  qué  sospechar 

al  Príncipe  vuelvo  a  ver. 
Que  hasta  dejarle  acostado, 

no  quiero  gusto  en  recelos. 
Rey.  Tansilo,  amor  todo  es  celos, 

celos  este  hombre  me  ha  dado. 

Por  si  o  por  no,  sabe  el  nombre. 
Jac.  ¡Cielos,  gran  gente  está  aquí! 

Si  es  el  Rey,  yo  me  perdí. 
Rey.  ¿Qué  aguardas?  ¿es  más  de  un  hom- 

Tan.  ¿Quién  va?  [bre? 

Jac.  ¿Qué  responderé? 

Muerto  soy;  mas  mudar  quiero 

la  voz. 
Rey.  ¿Qué  esperas? 

Tan.  Bspero 

a  que  respuesta  me  dé. 
¿Quién  es? 
Jac.  Un  hombre  de  bien. 

Tan.  Diga  el  nombre. 

Jac,  Este  es  mi  nombre. 

Tan.  Hombre  de  bien  es  el  hombre. 

Rey.  Pues  diga  el  nombre  también. 

Jac.  Hombre  de  bien,  y  no  hay  más. 

Tan.  ¿  Que  no  hay  más  de  hombre  de  bien  ? 

Rey.  Alto,  la  muerte  le  den. 

Sil..     •       Muera. 
Jac.  Ahora  lo  verás. 

(Meten  mano,  y  vasa  Jacinto  de  entre  todos.) 
Rey.  El  lo  va  cumpliendo  bien. 

Tan.  y  tan  bien  que  se  escapó. 

Rey.  ¿Haos  herido? 
Sil..  A  mí  me  hirió. 

Rey.  El  hombre  es  hombre  de  bien. 
Sil..  Sin  duda  que  es  Cloridano. 

Rey.  Llamad  a  esa  puerta  luego. 


Gab. 

Acostado  está. 

Rey. 

¿Que  pasa 

esta  desdicha  por  nu? 

Gab. 

¿Queréis  más? 

Luc. 

Ver  si  te  vas. 

Gab. 

Guardaos,  que  vacío  el  orín. 

Luc. 

Lacayo,  en  fin. 

Gab. 

¿Qué  es  en  fin? 

Desde  hoy  lo  he  sido  no  más. 

(Métese  dentro.) 

Rey. 

¿Galán  tiene  esta  mujer? 

¿Hombre  que  la  goza  tiene? 

Saber  quién  es  me  conviene. 

Tan. 

Fácil  será  de  saber. 

como  acudamos  aquí 

o  te  informes  de  criados. 

Rey. 

Creciendo  van  mis  cuidados. 

¿Que  éste  se  os  fuese?  ¡Ay  de  mí! 

¿A  tres  hombres  sólo  un  hombre? 

Sil,. 

¿No  ves  que  es  hombre  de  bien? 

Luc. 

A  mí  me  ha  herido  también. 

Tan. 

Las  obras  muestran  su  nombre. 

Rey. 

De  su  hermosura  se  infiere 

que  tendrá  galán  honrado; 

mas  si  me  cuesta  mi  estado. 

sabré  quién  la  goza  y  quiere. 

Tan. 

Eso,  3'o  te  diré  quién. 

Rey. 

¿Sábeslo? 

Tan. 

Sí,  señor. 

Rey. 

Düo. 

Dímelo,  por  Dios,  Tansilo; 

¿quién  es? 

Tan. 

El  hombre  de  bien. 

Jac. 

(Llama 

I,ucRECio  a  la  puerta,  y  sale  Gabino  en  lo  alio.) 

Luc. 

¿Quién  está  acá? 

Rey. 

Gab. 

¿Venís  ciego? 
¿Qué  es  lo  que  quieres,  hennano? 

Luc. 

¿Vive  Cloridano  aquí? 

Jac. 

Gab. 

Aquí  vive. 

Rey. 

Luc. 

¿Y  está  en  casa? 

FIN  DEI.  ACTO  PRIMERO 


ACTO  SEGUNDO   DE 

EL    HOMBRE    DE    BIEN 

(Salen  el  Rey,  Jacinto  -i'  Tansilo.) 

¿Hombre  de  bien,  Vuestra  Alteza? 
¿Que  de  su  casa  salió? 
Y  hombre  con  tal  gentileza, 
que  a  Lucrecio  un  brazo  hirió 
y  a  Silverio  la  cabeza. 

¿Y  que  no  se  supo  quién? 
Muy  bien  defendió  su  nombre; 
pero  fué  justo  también 


312 


KL    HOMCRK    DE   BIEN 


JAC. 

Rey. 

jAC. 

Rey. 


jAC. 

Rey. 


jAC. 


Rey 

jAC. 

Rey, 


jAC. 


Rey. 

jAC. 

Rey. 

jAC. 


Rey. 

jAC. 

Rey. 

jAC. 

Rey. 


que  vin  hombre  que  era  tan  hombre 
se  llamase  hombre  de  bien. 
¿Luego  habló? 

Sólo  esto  dijo. 
¡Que  no  llegara  y  le  viera! 
Mucho,  Jacinto,  me  aflijo; 
diera ,  por  saber  quién  era, 
cuanto  ves  que  mando  y  rijo. 
¿Hombre  de  bien? 

Y  lo  fué, 
de  manera  que  crecieron 
mis  celos,  porque  envidié 
las  fuerzas  que  le  infundieron 
de  donde  sacaba  el  pie. 

Si  a  la  A-ista  de  la  dama 
sacó  la  espada,  fué  bien 
que  emprendiese  ganar  fama; 
en  fin,  es  hombre  de  bien. 
El  hombre  de  bien  se  llama. 

¿Qué  mujer  tan  principal 
trata  de  su  honor  tan  mal? 
¡Ay,  Jacinto!  Estoy  de  suerte 
que,  pues  no  llega  mi  muerte, 
debo  de  ser  inmortal. 

Antes  sospecho,  por  Dios, 
que  te  viene  bien,  si  alguno 
amor  se  espera  (i)  de  vos; 
que  mujer  que  hoy  habla  a  uno, 
mañana  hablará  con  dos. 

Eso  que  has  visto  agradece; 
a  su  persona  te  ofrece 
y  di  que  te  quiere  bien, 
que  eres  más  hombre  de  bien 
que  el  otro  que  lo  parece. 

¿Cómo  te  podrá  negar 
lo  que  al  dicho  comunica? 
Pues  di,  ;podréla  j'O  hablar? 
Poder  y  dinero  aphca, 
si  vas  por  el  mar  de  amar. 

Que  estos  son  velas  y  remos . 
¿Ivntraré  por  sus  criados? 
Esos,  señor,  conquistemos; 
que  criados  obligados, 
.son  de  e.sta  virtud  extremos. 

¿Cómo  será? 

No  .sé  yo. 
¿No  los  conocí  sr' 

Yo,  no, 
pero  es  fácil  de  saber. 
Dos  cosas  es  menester, 
ya  que  el  amor  me  forzó: 


Rey 


Cla. 
Rey. 


(i)     Hartzcnbusch  enmendó:  «la  amó  en  espera». 


la  una,  conocer  bien, 
Jacinto,  este  hombre  de  bien; 
la  otra,  hablar  sus  criados, 
que  le  digan  mis  cuidados 
y  mis  papeles  le  den. 

Esto  quisiera  encargarte. 
Jac.  Señor,  eso  hará  Tansilo; 

dale  de  tu  intento  parte, 
aunque  si  entiendo  el  estilo, 
también  sabré  yo  agradarte. 

Mas  oye,  que  viene  a  verte 
Clávela. 

Viene  a  enfadaime. 

(Sale  Clávela.) 

¡Príncipe! 

Señora,  advierte... 
(Aparte.) 
Jacinto,  que  es  esto  darme 
una  temeraria  muerte. 

No  haj-  Sísifo,  ni  Ixión, 
con  la  rueda  o  con  la  pena, 
que  tenga  tanta  pasión. 
Jac.  Buen  rostro  a  Clávela  enseña; 

disimula,  que  es  razón. 
Cl,A.  Viene  anoche  \'uestra  Alteza 

de  ausencia  de  cuatro  días, 
recibe  con  aspereza 
las  tiernas  palabras  nuas: 
muéstrame  enfado  y  tristeza. 

No  me  cuenta  su  viaje; 
vase,  y  no  sólo  no  vuelve, 
pero  ni  me  envía  un  paje; 
y  aunque  el  llanto  me  re.iuelve. 
.«■ale  fuera  y  muda  el  traje, 
líspérole  hasta  la  aurora; 
no  viene,  aunque  más  me  admira 
ver  que,  buscándole  aliora, 
con  tanto  desdén  me  mira. 
Rey.  I'\áltame  salud,  señora. 

Suplicóos  que  no  penséis 
que  hay  falta  cu  mi  voluntad. 
Cl,A.  ¿Qí^iL'  mayor  falta  queréis 

que  andar  vos  por  la  ciudad, 
sin  cjue  a  mi  casa  lleguéis? 

Toda  la  noche  rondáis, 
cuando  sin  salud  estáis. 
¿Quién,  i)or  mi  vida,  Rugtro, 
(pero  juralla  no  quiero, 
pues  í|ue  ya  no  la  estimáis, 

por  la  vuestra,  que  ninguna 
iguala,  aunque  mi  pasión 
conozco  que  os  importuna) 


< 


ACTO    SEGUNDO 


313 


Rey. 

Cl,A. 

Rey. 

JAC. 

CXa. 
Rey. 

Cía. 

jAC. 

Rey. 

jAC. 

Rey. 

jAC. 

Rey. 


Cla. 
Tan. 


Cla. 


Tan. 


Cla. 
Tan. 


Cla. 
Tan. 


Cla. 
Tan. 
Cla. 


Tan. 


os  ha  hecho  Endimión, 
y  fué  esta  noche  la  I^una? 

¿Quién  fué  aquella  venturosa 
que  os  merece  entretener? 
¿No  habláis? 

¡Qué  cansada  cosa! 
Lo  que  cansa  una  mujer 
cuando  es  otra  más  dichosa. 

Extraño  enojo  me  causas. 
Señor,  habla  con  cautela. 
Mátame  y  dime  las  causas. 
Déjame,  por  Dios,  Clávela, 
que  me  vas  sangrando  a  pausas. 

¿Que  te  deje? 

Entiende  bien. 
Está  Su  Alteza  enojado. 
Conmigo,  Jacinto,  ven. 
Triste  estás. 

Dame  cuidado. 
¿Quién? 

Aquel  hombre  de  bien. 

(I'anse  Jacinto  y  el  Rey.) 

¿De  esa  manera  te  vas? 
Si  la  palabra  me  das 
de  no  decir  que  yo  he  sido 
de  quien  la  causa  has  sabido, 
de  mí  agora  la  sabrás. 

¡Ay,  Tansilo,  plega  al  cielo 
que  me  trague  viva  el  suelo 
si  tal  dijere  de  ti! 
Fuera  destruirme  a  mí 
y  dar  nial  pago  a  mi  celo. 

El  Príncipe  quiere  bien. 
¿Sabes,  por  ventura,  a  quién? 
Sé  que  Lucinda  se  llama 
la  mujer;  mas  no  le  ama, 
antes  le  muestra  desdén. 

¿Desdén  a  im  Príncipe? 

Creo 
que  con  un  engaño  puedes 
saber  de  su  nuevo  empleo, 
para  que  segura  quedes 
de  tu  celoso  deseo, 

que  la  casa  yo  la  sé. 
¿Pues  podréla  visitar? 
¿Pues  no? 

Sí;  ¿mas  qué  diré, 
si  a  verla  me  da  lugar, 
que  en  paz  respuesta  me  dé? 

Xo  le  digas  tú  que  quieres 
a  Rugero,  y  tus  recelos 
la  alteren;  pues  de  esto  infieres 


Cla. 
Tan. 


Cla. 
Tan. 


Cla. 


Tan. 
Cla. 
Tan. 


Cla. 
Tan. 

Cla. 
Tan. 


que  entra  mil  veces  por  celos 
el  amor  en  las  mujeres. 

Di  que  te  han  dicho  que  ama 
un  caballero  de  aquellos 
que  le  sirven,  y  que  es  fama 
que  tratan  casarse  entre  ellos. 
¿Cómo  diré  que  se  llama? 

Silverio,  Jacinto  o  yo, 
Lucrecio,  Albano  o  Tancredo. 
Ella,  viendo  que  le  dio 
amor  por  los  celos  miedo 
de  un  hombre  que  nunca  amó, 

dirá  que  estás  engañada; 
que  sólo  ha  visto  a  Rugero, 
y  de  tu  engaño  fiada, 
pensando  que  es  verdadero, 
no  puede  encubrirte  nada. 

De  la  justicia  aprendí 
esta  treta. 

¿Cómo  así? 
Cuando  va  a  prender  im  reo 
por  algún  delito  feo, 
y  no  lo  conoce  aUí, 

pregimtanle  si  es  un  hombre 
de  otro  nombre  del  que  tiene, 
para  que  él  mismo  se  nombre: 
piensa  que  por  otro  viene, 
y  dice  él  mismo  su  nombre. 

Así,  que  nombres  espero, 
a  Lucinda,  un  caballero 
que  el  nombre  apenas  supiese, 
para  que  ella  te  confiese 
que  sólo  quiere  a  Rugero. 

Ingenioso  laberinto; 
¿mas  a  quién  podré  nombrarle, 
si  mis  sospechas  le  pinto? 
Jacinto  tiene  buen  talle. 
Pues  yo  le  nombro  a  Jacinto. 

Di  que  Jacinto  te  ha  dado 
palabra  de  casamiento, 
que  ni  le  has  visto,  ni  hablado; 
que  ella  te  dirá  al  momento 
cjué  amores  le  dan  cuidado. 

Dime  la  casa. 

Xo  es  lejos: 
en  la  calle  de  la  Flor. 
¿Qué  señas? 

Rejas,  espejos 
en  marcos,  que  al  resplandor 
del  sol  le  vuelven  reflejos. 

Puerta  de  mármol,  zaguán, 
y  dos  figuras  están, 
de  alabastro,  por  columnas. 


3^4 


:l  hombek  de  bien 


Cla. 

Tax. 
Cla. 


Tan. 
ex  A. 
Tax. 
Cla. 
Tax. 
Cla. 
Tax. 


Cla. 


aunque  sm  señas  ninguna 
los  celos  te  llevarán. 

Llamábalos  un  discreto 
perros  de  muestra 

Es  verdad, 
y  bien  me  viene  el  conceto. 
Conoces  mi  voluntad. 
I^a  causa  muestra  el  efeto. 

Mas  si  til  me  quieres  bien, 
ya  ves  que  al  Príncipe  quiero. 
¿Xo  te  obliga  su  desdén? 
Como  a  ti  el  mío. 

Yo  espero... 
;Qué:> 

Mudanza. 

Yo  también. 
Ahora  bien,  a  mi  lición 
te  parte,  que  la  razón 
te  ha  de  vencer. 

Si  porfían, 
celos  gran  tibieza  crían, 
yo  estimaré  tu  afición. 
(Vase.) 
Tansilo. 
Que  estimará  mi  amor,  dice  Clávela, 
si  la  desprecia  el  Príncipe  Rugero; 
¡triste  de  aquel  que  quiere  como  quiero, 
a  quien  por  otro  gusto  se  desvela! 

Con  que  si  no  la  quiere  me  consuela, 
mirad  qué  premio  de  mi  amor  espero; 
mas  si  la  quiere,  sin  remedio  nmero, 
así  que  este  mi  amor  quiere  a  cautela. 

Amar,  quien  ama,  justa  ley  lo  ordena; 
pero  querer  a  nadie  a  su  despecho, 
si  no  es  locura,  es  temeraria  pena. 

Querer  lo  que  otro  deja,   no  es  bien   hecho; 
porque  es  como  vestirse  ropa  ajena, 
que  nunca  viene  justamente  al  pecho. 

(Salen  Ci.oridano  y  C.ABINO.) 

; Quién  quedó  con  el  caballo? 
Liberto  quedó  con  él; 
pero  sin  razón  es  dallo. 
Para  mostrarse  fiel, 
esto  ha  de  hacer  el  vasallo. 

; Caballos  no  tiene  el  Rey? 
Es  de  la  obediencia  ley, 
y  en  nuestra  Dalmacia  al  doble, 
darle  el  buen  caballo  el  noble 
y  el  villano  el  nu-jor  buey. 

V  fuera  de  (|ue  esto  es  justo, 
¿yo  qué  puedo  replicar 
si  fué  de  mi  padre  gusto? 


Gab. 

Ci.o. 

Gab. 
Cu  i. 


Gab.  Aquí  puedes  pregimtar, 

y  no  recibas  disgusto. 

Clo.  ¿Podré  yo  hablar  a  Su  Alteza? 

Tan.  ¿Quién  sois? 

Clo.  Cloridano  so)'. 

Tan.  Conozco  vuestra  nobleza, 

y  así,  a  decírselo  voy. 
(]'asc'.) 

Clo.  ¿Ko  te  alegra  esta  grandeza? 

Gab.  Bien  me  agradan  estas  salas 

llenas  de  tela  y  brocado. 
Pero,  a  fe,  que  no  eran  malas 
las  del  castillo. 

Clo.  ¿El  cayado 

con  el  cetro  de  oro  igualas? 

Gab.  ¿Pues  ves  estos  artesones, 

cubiertos  de  azul  y  oro? 
Más  me  agradan  mis  terrones, 
si  es  bien  que  llames  tesoro 
a  donde  el  contento  pones. 

Bien  sé  que  allá  dentro  habrá 
camas  ricas,  y  estará 
engastado  el  Key  en  piedras; 
pero  de  parras  y  yedras 
mayor  contento  me  da. 

¡Pardiez!  Entre  cuatro  leños, 
si  es  el  invierno  importuno, 
se  pasan  sabrosos  sueños; 
en  lugar  de  todo  es  uno, 
las  ovejas  y  los  dueños. 

Clo.  La  sabia  naturaleza 

el  mundo  reparte  así, 
ser  varia  le  dio  belleza; 
tú  vives  tan  bien  allí, 
como  el  Rey  en  su  grandeza. 
Mas  ya  vuelve  el  caballero. 

(Sale  Tansilo.) 


Tan. 

Aquí  os  viene  a  hablar,  .señor. 

nuestro  I'ríuci])e  Rugero. 

Clo. 

Abajo  estarás  niejor, 

Gabino. 

Gau. 

Por  Dios,  que  quiero 

ver  al  Rey. 

Clo. 

Salte  allá  fuera. 

Gab. 

No  hay  que  hablar;  aunque  viniera 

toda  su  guarda,  he  de  ver 

de  qué  suele  el  cielo  hacer 

los  reyes. 

Ci,í). 

Abajo  espera, 

Gabino,  mientras  le  hable. 

Gab. 

Déjame  ver  si  es  palpable; 

que  después  de  lo  que  es  cielo. 

ACTO    SEGUNDO 


315 


el  ver  un  rey  en  el  suelo 
es  la  cosa  más  notable. 

(SiiU-  í7  Rky  y  Jacinto  y  criados.) 

Rey. 
Este  es,  Jacinto,  de  Lucinda  heiniano; 
ncasión  de  amistad  se  me  ha  ofrecido. 

Jacinto. 
Contra  mi  muerte  me  defiendo  en  vano; 
todo  lo  puede  un  rey. 

Rey. 

Seas  bien  venido. 

Cl^ORIDANO. 

Su  Alteza  dé  los  pies  a  Cloridano. 

Rey. 
Gran  deseo  de  verte  me  has  debido. 

C1.ORIDANO. 
Ya  os  paga  mi  humildad  ese  deseo. 

Rey. 
Gran  parte  en  ti  de  los  que  tengo  veo. 
Cloridano. 

Mi  padre,  gran  señor  a  vos  me  envía, 
agradecido  de  que  honréis  su  casa. 
Y  aunque  el  reconocerlo  no  confía 
de  su  humildad,  ni  de  sii  mano  escasa, 
de  loS  caballos  que  en  sus  prados  ciía, 
porque  se  ocupe  la  campaña  rasa. 
A  Vuestra  Majestad  presentar  osa 
un  potro,  que  el  zaguán  os  desenlo;:a. 

Es  bayo,  cabos  negros,  muy  bien  hecho; 
firme  de  pies,  para  el  camino  3-  saltos; 
grueso  de  caña  y  muslo,  ancho  de  pecho. 
De  gruesas  uñas  y  de  cascos  altos; 
de  las  quijadas,  fuertemente  estrecho; 
los  lomos  anchos,  los  ijares  faltos; 
alto  espinazo,  grande  la  testera; 
de  orejas  cortas,  y  de  vista  fiera. 

No  dobla  el  cuello,   al  fin,   que  las  cervices 
del  caballo  no  es  bien  doblar  al  peso; 
de  ojos  saltado,  abierto  de  narices; 
la  cabeza  de  duro  y  fuerte  hueso; 
lo  bayo,  a  ruedas,  forma  tres  matices: 
más  claro,  más  oscuro  y  más  espeso. 
Siempre  mira  a  los  pies,  que  le  hace  hermoso, 
leal  en  paz  y  en  guerras  animoso. 

No  trae  silla,  en  que  su  edad  os  muestro; 
que  a  vuestros  picadores,  la  reserva 
sólo  un  cordón  le  sirve  de  cabestro, 


ni  sabe  más  bocado  que  en  la  hierba; 
éste  os  presenta  aquel  vasallo  vuestro; 
quisiera  os  dar  el  de  Trajano  o  Nerva, 
el  de  Héctor,  el  de  Paris  o  Alejandro, 
que  pació  las  riberas  de  Escamandro. 

Rey. 

La  relación  es  tal,  que  el  verle  excusa. 
De  mi  cámara  os  hago,  Cloridano; 
y  pues  la  corte  y  confusión  rehusa, 
no  doy  oficio  a  vuestro  padre  anciano. 
Todos  tenéis  del  cielo  gracia  infusa, 
con  todos  liberal  mostró  su  mano; 
porque  me  dicen  que  una  hermana  bella 
adorna  \niestra  casa  como  estrella . 

A  Felicio  diréis  que  darle  espero, 
para  su  casamiento,  alguna  cosa 
en  que  mostrarme  agradecido  quiero. 

Cloridano. 
Hacéis  nuestra  familia  venturosa; 
cante  la  fama,  Príncipe  Rugero, 
vuestra  grandeza,  en  trompa  sonorosa, 
dilate  vuestro  nombre  a  los  dos  polos. 
No  sólo  Augustos,  ni  Alejandros  solos. 
Así  era  aquel  que  las  ciudades  daba 
por  una  flor,  por  agua  en  una  mano; 
vuestra  es  Lucinda  y  vuestra  humilde  esclava. 
Felicio  viejo  y  mozo  Cloridano, 
la  lengua  de  los  dos  por  mí  os  alaba 
de  liberal,  de  Príncipe,  de  humano; 
y  así,  a  tres  voces,  si  la  vida  alcanza, 
cantaremos,  señor,  \Tiestra  alabanza. 

Rey. 
Id,  Tansilo,  con  él,  y  ese  caballo 
entregad  a  Riodante. 

Tansilo. 

Mucho  estima 
el  Rey  vuestro  valor. 

Cloridano. 

De  humilde  callo, 
aunque  su  humanidad  mi  lengua  anima. 
Pero  aumentar  un  príncipe  un  vasallo, 
es  dar  firmeza  al  cetro  en  que  se  arrima. 
Venid  a  ver  el  bayo. 

Tansilo. 
¿Pica  en  negro? 

Cloridano. 

En  el  lomo  no  más. 


3i6 


EL    HOMBRL    VE  BIEN 


Tansilo. 
Mucho  me  alegro. 
fVanse  ¡os  dos.) 

Rey. 
Deten  ese  criado. 

Jacinto. 
Tente,  amigo, 
que  quiere  hablarte  el  Rey. 

Gabino. 


¿El  Rey? 


¿A  mí,  señor? 


Jacinto. 
Gabino. 
Jacinto. 


Detente. 


A  ti. 

Gabino. 

¡Válgame  el  cielo! 
Señor,  ¿los  reyes  hablan  con  los  hombres? 

Jacinto. 
Hombres,  amigo,  sen  también  los  reyes. 

Gabino. 
Dígale,  por  su  vida,  que  mi  amo 
se  enojará,  si  no  le  voy  sirviendo. 

Rey. 
Mancebo,  escucha. 

Gabino. 

¿Era  su  voz  aquélla? 

Jacinto. 
I,a  mi.sma. 

Gabino. 

¿V  que,  en  efeto,  hablarle  tengo? 

Jacinto. 
Xo  se  excusa,  Dios  sabe  si  me  pesa. 

ííauino. 
Advierte  que  la  sangre  se  me  cuaja, 
ti  no  es  la  que  a  las  cal /.as  se  me  baja. 

Rkv.  I;i,  mancebo,  ¿eres  criado 

de  Cloridano? 
Gab.  vScñor, 

yo  era  un  pobre  labrador. 

que  allá  guardaba  fañado. 
Como  venimos  acá, 


Rey, 
Gab. 


Rey, 


JAC. 


Rey. 
Gab. 

Rey. 
Gab. 
Rey. 

Gab. 
Rey. 
Gab. 


Rey, 
Gab. 
Rev. 


estas  calzas  me  pusieron; 
harto  mis  padres  riñeron, 
y  avm  estarán  muertos  ya 

de  la  pena  que  tomaron 
de  vérmelas. 

No  te  alteres. 
¡Ay,  señor!  Pues  que  Rey  eres 
y  los  cielos  te  entregaron 

tantos  reinos  que  mandar, 
rige  estas  calzas  entre  ellos, 
que  no  hay  más  que  hacer  en  ellos 
que  en  sabérselas  calzar. 

Do  la  cámara  le  hiciste 
a  Cloridano,  mi  amo, 
ya  de  la  suya  me  llamo, 
después  que  calzas  me  viste. 

Mándale  que  a  mi  lugar, 
señor,  me  deje  volver. 
Lo  que  había  menester, 
Jacinto,  he  venido  a  hallar. 

Este  es  simple;  éste  dirá 
quién  es  el  hombre  de  bien. 

(Aparfe.) 

Yo  lo  dijera  más  bien; 
pero  importa  callar  ya. 

¡Ah,  cielo,  remedio  aquí! 
¿Cómo  es  tu  nombre,  mancebo? 
A  decirle  no  me  atrevo, 
señor,  delante  de  ti. 

Di,  acaba,  no  tengas  pena.    • 
Gabino,  señor,  me  llamo. 
Gabino,  ¿diz  que  tu  amo 
tiene  una  hermana  nuiy  buena? 

Salud  tiene,  por  agora. 
Buena  digo,  hermosa  y  bella. 
Xo  se  comparan  con  ella 
las  colores  de  la  aurora. 

Porque  parece  que  fueron 
como  natillas  cuajadas, 
donde  rosas  deshojadas 
al  descuido  .se  cayeron. 

Yo  la  vi,  señor,  un  día 
que  a  dos  manos  se  afeitaba 
con  el  agiui  (jue  tomaba 
fie  una  fuente  cilla  fría. 

¿Pues  discreta?  ¡Vive'  Dios!, 
íjue  se  ha  tomado  conmigo 
y  me  hace  callar,  y  aun  digo 
que  se  tomara  con  vos. 

¿Es  doncella? 

¿Oué    es    eloncella? 
Mujer  que  a  nadie  c(  n«  ce 


ACTO    SECUNDO 


317 


Gab.  No  es  doncella,  así  me  goce; 

todos  tratamos  con  ella. 
Rev.  Rxtraña  simplicidad; 

¿quién  es  aquel  que  la  abraza? 

¿Con  quién  habla  y  con  quién  traza 

cosas  de  su  voluntad? 
Gab.  Tvso  vo  lo  sé  muv  bien. 


(A  parle.) 

JAC. 

¡Ay,  triste,  si  éste  me  ha  visto! 

Rey. 

Cosas  posibles  conquisto; 

hoy  sabré  el  hombre  de  bien 

quién  es.  ¿Quién  es? 

Gab. 

¿Pues  dirálo? 

Rey. 

¿Yo?  De  ninguna  manera; 

¿qué  miras  adentro  y  fuera? 

Gab. 

No  importa. 

jAC. 

Ello  va  muy  malo. 

Rey. 

¿Quién  la  abraza? 

Gab. 

Quien  sospecho 

que  no  irá  sobre  ello  a  Roma: 

el  sastre,  cuando  la  toma 

la  medida  por  el  pecho. 

Rey. 

No  digo  sino  galán. 

que  entra  y  sale  y  qvie  la  goza. 

Gab. 

Por  Dios,  que  es  honrada  moza 

y  que  mentido  le  han . 

Rey. 

¿Pues  no  es  cierto  caballero 

con  quien  casarse  pretende? 

Gab. 

Antes  ella  se  defiende 

de  todo  el  linaje  entero. 

Que  no  se  quiere  casar, 

ni  dai  ese  gusto  al  viejo. 

Rey. 

Jacinto,  nuestro  consejo 

de  encuentro  se  vuelve  azar. 

¡Válgame  Dios!,  ¿qué  he  de  hacer. 

pues  yo  vi  el  hombre  salir? 

jAC. 

Si  viste  la  puerta  abrir. 

llave  debe  de  tener. 

Rey. 

Xo  hay  duda,  y  este  villano 

debe  de  tener  malicia. 

y  temiendo  mi  justicia, 

se  finge  inocente  y  sano. 

Saca,  Jacinto,  la  espada; 

pónsela  al  pecho. 

jAC. 

¡Ay  de  mí! 

(Aparte.) 

Si  él  me  ha  visto,  dice  aquí 

toda  mi  historia  pasada. 

Rey. 

¿No  la  pones? 

jAC. 

Sí,  señor. 

Gab. 


jAC. 

Gab. 


jAC. 

Rey. 

jAC. 

Gab. 

jAC. 


Gab. 


Rey. 


y  la  calidad  del  hombre 
que  tiene  a  Lucinda  amor. 

¿Ksto  es  llegar  a  los  reyes? 
Señor,  su  padre  y  su  hermano 
la  quieren  mucho. 

Es  en  vano. 
Bien   me  estaba  entre  mis  bueyes; 

desde  que  en  calzas  me  vi, 
esto  me  pronostiqxié. 
El  no  lo  sabe. 

¿Qué  haré? 
Di  que  se  vuelva. 

Oye. 

Di. 

El  Rey  gusta  de  tu  humor, 
y  se  ha  burlado  contigo, 
y  yo  te  soy  muy  amigo. 
Dile  que  estimo  el  favor; 

pero  dile,  pues  esperas 
pasar  por  las  mismas  leyes: 
si  así  se  burlan  los  reyes, 
¿cuál  deben  de  ser  las  veras? 

Cuéntaselo  a  Cloridano, 
y  por  la  mano  ganemos. 

(Vase  el  Rey  y  Jacinto.) 


(Pónele  la  espada  al  pecho.) 
Di,  perro,  al  momento  el  nombre 


Jac.  y  aun  será  bien. 

Gab.  ¡Ay,  extremos 

de  cortesano  y  villano! 

Llegué  al  Rey  desde  la  arada; 
pero  he  visto  a  toda  ley 
que  desde  el  vasallo  al  Rey 
sólo  está  en  medio  la  espada. 

(Vase,  y  salen  I,ucinda  y  Clávela,  con  mamo  ella  sola.) 

Luc.  La  visita  os  agradezco; 

pero  no  que  me  oigáis 
que  de  mí  quejosa  estáis, 
cosa  que  yo  no  merezco. 

Que  soy  tan  recién  venida 
y  tan  nueva  cortesana, 
que  de  vuestra  queja  vana 
vengo  a  quedar  ofendida. 

Ci,A.  No  he  querido  en  \aiestro  estrado 

bella  Lucinda,  deciros 
la  causa  de  mis  suspiros, 
la  ocasión  de  mi  cuidado. 
Pero  agora  que  las  dos 
estamos  solas  aquí, 
quiero  que  sepáis  de  mí 
por  qué  me  quejo  de  vos. 

Yo  quieio  un  hombre  nmy  bien, 
que  vos  desasosegáis. 

Luc.  ¿Veis  cómo  engañada  estáis. 


3i8 


1:1.    HOMBRl'    Di;  BIEN 


y  quién  os  burló  también  ? 

Siu  duda  que  habéis  errado 

la  casa. 
Ci.A.  Yo  sé  que  acierto 

en  decir  que  me  habéis  nuierto 

y  este  bien  me  habéis  quitado. 
I.rc.  Otra  será  de  mi  nombre; 

vos  venís  mal  informada. 
Cla.  Yo  sé  que  sois  adorada 

de  este  ingrato. 
Lrc.  Si  alg^in  hombre 

ha  tenido  pensamiento 

de  poner  su  gusto  en  iní, 

no  creáis  que  yo  le  di 

ael  mío  consentimiento. 
No  podemos  las  mujeres 

impedir  el  ser  queridas, 

que  penetran  nuestras  \'idas 

sus  h'geros  pareceres. 

Y  hablando  en  materia  igual, 
sin  melindre  y  sin  desdén, 
más  quiero  parecer  bien 

que  no  que  me  rjuieran  mal. 

En  llegando  una  mujer 
a  sei  muy  aborrecida, 
ya  va  la  edad  de  caída 
o  el  gallardo  parecer. 

Ansí,  que  no  ha  de  pesar 
de  ser  querida  a  ninguna; 
porque  ninguno  importuna 
donde  no  le  dan  lugar. 

Clávela,  si  habéis  querido 
ese  de  quien  os  quejáis, 
y  mal  .satisfecha  estáis 
del  amor  que  os  ha  debido; 

si  ha  querido  amartelaros 
con  que  soy  recién  venida, 
aseguraos,  por  mi  vida, 
de  que  no  puedo  enojaros. 

Y  si  ha  días  vuestro  amor, 
y  con  el  suyo  os  obliga, 

no  os  den  los  celos  fatiga 
en  casa  de  tanto  honor. 

Si  vos  .sois  tan  bi«.ji  nacida, 
yo  soy  nuijer  principal. 
Cl.A.  Si  vine  a  veros  mortal, 

de  veros  vuelvo  sin  vida. 

Truje  de  vuesti  a  hermosura 
celos  a  vuestro  apcjsento; 
ya  de  vuestro  entendimiento 
los  llevo  ron  más  locura. 

<^'.allardo  gusto  tenéis, 
lindo  despejo  y  agrado; 


lyUC. 


Cla. 
Luc. 
Cla. 
Luc. 

Cla. 
Luc. 


Cla. 


Luc. 

Cla. 


Cl.A. 

Lrc. 


bien  puedo  haberme  engañado 
en  que  este  galán  queréis. 

Pero  no  me  engañaré 
cuando  diga  que  él  os  quiere; 
y  por  lo  que  de  esto  fuere, 
bien  es  que  e^te  aviso  os  dé. 

No  le  admitáis,  que  me  debe 
el  honor,  y  ha  más  de  un  año 
que  vivo  con  este  engaño; 
no  os  burle. 

No  hará,  aunque  pruebe. 

Porque  es  término  sucinto 
un  siglo  para  vencer 
mi  honor;  mas  ¿puedo  saber 
su  nombre? 

¿Pues  no?  Jacinto. 

¿Jacinto? 

El  mismo. 

No  creo 
que  haya  tal  hombre  en  Palacio. 
¡Pluguiera  a  Dios! 

]\Iás  despacio, 
¡cielos!;  ¿qué  es  esto  que  veo? 

Decid,  Clávela:  ¿y  Jacinto 
ha  que  os  quiere  bien  un  año? 

(Apolle.) 
Con  lindo  estilo  la  engaño, 
pues  de  quien  no  soy  me  pinto. 

Por  agora  puede  haber 
un  año  que  me  engañó 
¿Jacinto? 

Pensaba  yo 
que  fuera  ])iedra  en  querer. 

Mas  no  fué  piedra  Jacinto, 
sino  fué  Jacinto  flor, 
pues  floreciendo  mi  amor 
está  el  fruto  tan  distinto. 

Juró  de  ser  mi  marido, 
que  es  cebo  donde  caemos 
las  más,  porqxie  nos  creemos 
de  aquel  vano  amor  fingido. 

Til  hombre,  con  el  deseo, 
promete;  mas  satisfecho, 
luiye. 

¿Que  Jacinto  ha  hecho 
lo  que  ésta  dice?  No  creo 

que  hay  verdad,  que  hay  juramento 
(jue  hay  palabras,  que  hay  lealtad 
(11  el  mundo. 

Ivsto  es  verdad, 
y  (jue  es  su  fe  fint^imii  uto. 

¿Ivs  Jacinto  un  caballeio 
de  la  cámara  del  Rey? 


ACTO    SEGUNDO 


319 


Cla. 
Luc. 


Cl,A. 


Luc. 
Cla. 


Luc. 
C1.A. 
I-uc. 

Cl,A. 


El  mismo. 

¡Cielos!,  ¿qué  ley- 
es ésta  en  el  hombre?  ¡Hoy  muero! 

Hoy  pierdo  la  vida,  hoy  loca 
por  esas  calles  saldré; 
pero  callaré  y  haré 
lo  que  a  mi  nobleza  toca. 

Clávela  está  muy  segura 
que  a  Jacinto  no  es  razón 
que  yo  le  ten;.^a  afición; 
el  Príncipe  me  procura, 

que  es  más  honrado  sujeto . 
Yióme  en  mi  castillo  un  día, 
que  a  unos  olmos  m^  traía 
un  pensamiento  secreto. 

Allí  me  dijo  su  í^nvyi, 
y  aquí  m.  pretende  agora; 
y  aunque  dice  que  nie  adora, 
siempre  le  muestro  rigor. 

No  sé  qué  haré,  si  porfía. 
Con  lindo  engaño  encubierto, 
Lucinda  me  ha  descubierto 
más  de  lo  que  yo  quería. 

Pero  agora  le  diré 
que  no  es  Jacinto  el  que  quiero, 
sino  el  Príncipe  Rugero; 
mas  no  sé  si  acertaré. 

Que  es  Rey,  y  si  yo  le  impido 
su  gusto,  tendrá  poder 
de  amar  y  de  aborrecer, 
3"  aborrecerá  ofendido. 

Más  acertado  será 
callar  y  ver  en  qué  para; 
que  si  su  amor  se  declara, 
ocasión  y  tiempo  habrá. 

Lucinda,  no  es  bien  que  en  pie 
de  aquesta  manera  os  tenga 
sino  que  despacio  venga 
cuando  más  alegre  esté. 

Tenedme  por  muy  anr'ga, 
y  logre  ese  talle  el  cielo. 
Estad  cierta  de  mi  celo, 
si  el  ser  quien  soy  os  obh'ga. 

Y  es  tan  notable  el  valor 
que  en  vos  han  puesto  los  cielos, 
que  vine  a  veros  con  celos, 
y  de  veros  llevo  amor. 

Adiós. 

¿En  qué  habéis  venido? 
En  coche. 

Silla  hay  acá. 
Bien  iré  ansí. 

(Vase  Clávela.) 


Luc. 


Bei,. 
Luc. 
Bei.. 
Luc. 
Bei.. 

Luc. 


Bei,. 
Luc. 


Tiempo  es  ya 
que  hablemos,  pecho  ofendido. 

I  >.'ia  lugar  al  cora/A>n 
para  que  salga;  y  si  A  pecho 
es  y  ira  la  puerta  estrecho, 
ir/s  ojos  también  lo  son. 

Salga,  pues,  en  dolor  tanto 
y  en  tal  confusión  de  enojos, 
que  bien  podrá  por  los  ojos, 
si  sale  deshecho  en  llanto. 

¡Ay,  Jacinto!,  ¿quién  creyera 
que  me  dieras  este  pago, 
ni  que  tan  infame  estrago 
tu  amor  en  mi  honor  hiciera? 

¿Otra  mujer  quieres  bien? 
¿Con  otra  mujer  te  casas? 
Sol  que  los  indios  abrasas, 
pasa  el  polo,  el  mar  también. 

Deja  que  la  noche  venga; 
no  te  detengas,  trasponte, 
cúbrele  de  presto  monte, 
para  que  más  luz  no  tenga. 

Salid,  estrellas,  aprisa; 
las  lluviosas  ved  mi  lloro; 
no  el  alba  con  rayos  de  010, 
que  dicen  que  todo  es  risa. 

¡Jesús!  ¡Jacinto  traición! 
¡un  caballero  tan  noble! 
¡en  Jacinto  trato  doble! 
Xo  es  él,  mis  desdichas  son. 
(Sale  Belarda.) 

¿Quién  viene  aquí? 

Yo,   señora. 
¿Y  qué  me  quieres,  Belarda? 
Tu  primo,  señora,  aguarda. 
Dile  que  no  puedo  agora. 

Con  el  Re}^  dice  que  ha  estado 
tu  hermano. 

¡Ay,   triste!   Xo  sé 
si  a  la  noche  aguardaré, 
según  me  aprieta  el  cuidado. 

Toma  un  manto,  y  dame  el  mío; 
dame  otra  basquina  luego. 
¡Extraño  desasosiego! 
Del  tiempo  apenas  me  fío. 

No  pienso  que  le  ha  de  haber 
de  aquí  a  la  noche  mi  vida, 
para  que  el  alma  ofendida 
se  pueda  satisfacer. 

Pero  gran  locura  intento; 
¿mas  por  qué  ha  de  ser  locura? 
¿Hay  vida,  hay  honra  segura 
en  la  desdicha  que  intento? 


3  ¿o 


EL   HOMBRE   DE  BIEN 


Mas  quiero  disimular, 

no  entienda  aquesta  mi  pena. 
Bei,.  ¿Qué  es  aquesto?   ¿No  estás  buena? 

Luc.  Buena  solía  yo  estar; 

f)ero  por  no  lo  haber  sido, 

Belarda,  ya  no  lo  estoy. 
Bel.  ¿Dónde  quieres  ir? 

Lie.  \''oy 

a  hablar  un  hombre  atrevido; 
que  esta  dama  que  se  fué, 

me  ha  dicho  que  se  alabó. 
Bel.  ¿De  qué? 

Luc.  De  que  me  gozó. 

Bel.  ¡Oh,  falso;  traidor  sin  fe! 

¿Y  quién  es? 
Luc.  Un  caballero 

de  Palacio. 
Bel.  a  Cloridano 

di  tu  injuria. 
Luc.  Y  si  mi  hermano 

pierdo,  ¿qué  remedio  espero? 
^rejor  es  ir  a  saber 

de  él  mismo  lo  que  le  mueve. 
Bel.  a  mucho  tu  honor  se  atreve; 

¿y  dónde  le  podrás  ver? 
Luc.  A  estas  horas  jugará 

a  la  pelota  en  Palacio; 

el  honor  no  quiere  espacio: 

manto  y  basquina  me  da. 
Tú  sola  conmigo  ven. 

El  hombre  de  bien  te  llamas, 

Jacinto,  pues  a  dos  amas, 

ya  no  eres  hombre  de  bien. 

(Vame,  y  salen,  como  que  acaban  de  jugar  a  la  pelota, 
con  palas,  Jaceíto,  Cloridano,  Tansilo  y  Silverio.) 

Tansilo, 
Xo  juego  más,  enmienden  el  partido; 
más  que  Jacinto  saca  Cloridano. 

Cloridano. 
Mejor  vuelve  Tansilo  que  Silverio, 
y  no  sé  cómo  agrada  lo  que  saco; 
que  como  el  corredor  para  mí  es  nuevo, 
ni  entiendo  los  azares  ni  la  losa. 

Jacinto. 
Yo  picfflo  fjiiiiKi-  tantos. 

Silverio. 

I<a  traviesa 
saoiu-  ;i  (líis  juegos,  de  lo  cual  me  pesa. 

Cloridano. 
(No  hal^-is  vuelto  a  mi  guato? 


Silverio. 

Convalezco 
de  cierta  herida. 

Cloridano. 
¿Herido  habéis  estado? 

Silverio. 
Una  noche  me  dieron  una  herida, 
que  con  Su  Majestad  iba  rondando. 

Cloridano. 

¡Extraño  atrevimiento!  ¿No  se  supo 
quién  os  hirió? 

Silverio. 
Sí,  supo,  que  él  lo  dijo. 

Cloridano. 
¿Cómo? 

SiLVERJO. 
Un  hombre  de  bien. 

Cloridano. 

¡Extraño  nombre! 
Jacinto. 
Pues  él  lo  dijo,  a  fe  que  lo  sería. 

Tansilo. 
Bien  lo  mostró,  pues  dio  quehacer  a  tantos. 
(Asómase  el  Rey  en  lo  alto.) 

Rey. 

¿Qué  es  esto?  ¿No  se  juega,  caballeros? 

Tansilo. 
Deshízose  el  partido. 

SlL\TÍRIO. 
Era  robado. 

Cloridano. 
¿Quiere  jugar  conmigo  Vuestra  Alteza? 

Rey. 
¿Quién  os  ayudará? 

Cloridano. 
Tansilo  puede. 

Rey. 
Ayúdiinc,  Silverio,  y  jugaremos. 

Cloridano. 
¿Tengo  de  sacar  yo? 

Rey. 
Saque  Tan.'-ilo, 
y  vuelva  yo. 


ACTO    SFGUNDO 


32  [ 


Clüridano. 
Que  soy  contento  digo; 
pues  alto,  Vuestra  Alteza  se  desnude. 

Rey. 
Yo  bajo. 

CXORIDANO. 

Ya  ha3-  partido. 

Jacinto. 

Por  mí,  vaya. 

CXORIDANO. 

Atravesad,  pues,  que  la  dita  es  buena. 

Jacinto. 
De  que  habéis  de  perder,  perded  la  pena. 
(Salen  I^ucinda  y  Belarda,  tapadas  de  medio  ojo.) 


Bei,. 

Gab. 
JAC. 
Gab. 

jAC. 

Gab. 

jAC. 

Luc. 

jAC. 

Luc. 
BeIv. 
Luc. 


jAC. 

Luc. 


Bei,. 

Con  notable  atrevimiento 
has  lles;ado  al  corredor. 

JAC. 

Luc. 

Es  la  fuerza  del  honor, 
Belarda,  un  quinto  elemento. 
¿Cómo  lo  podrás  llamar? 

BEI,. 

Criados  están  aquí 
con  los  vestidos. 

Luc. 

Pues  di 
que  a  Jacinto  quiero  hablar. 

BEi,. 

A  Gabino  llamaré, 
que  no  me  conocerá. 

Luc. 

Luc. 

Con  la  espada  y  capa  está 
de  Cloridano. 

Bei,. 

¡Ce,  ce! 

Gab. 

¿Es  a  mí? 

JAC. 

Bei.. 

Llegaos  aquí. 

Gab. 

A  muy  buen  tiempo  han  venido, 

que  se  ha  hecho  un  gran  partido. 

Luc. 

Bei,. 

¿A  buen  tiempo?  ¿Cómo  así? 

jAC. 

Gab. 

Porque  vienen  algo  rotas, 
si  no  es  máscara  trazada, 
y  entre  gente  tan  honrada 
habrán  menester  pelotas. 

Bei,. 

¿Quién  le  mete  al  muy  lacayo 

en  hablar  tan  atrevido? 

Luc. 

Gab. 

¿En  qué  le  vio? 

Bei,. 

En  el  vestido. 

Gab. 

Mas  que  la  asiento  al  soslayo. 

Bkl. 

No  te  enojes,  por  tu  vida; 

llámame  aquel  hombre. 

jAC. 

Gab. 

¿Cuál? 

BeIv. 

Aquél. 

Luc 

Gab. 

Voy. 

Bei,. 
Luc. 

Buena  señal. 
Temo. 

Xll 


No  fui  conocida. 

Una  palabra  os  querría. 
¿A  mí? 

A  vos. 

¿Qué  puede  ser? 
Que  os  llama  aquella  mujer. 
Buen  talle,  por  vida  mía. 

¿Sois  vos  la  que  me  llamáis? 
Pluguiera  a  Dios  no  lo  fuera. 
¡Lucinda!  ¿Q..é  es  esto? 

Espera. 
Aquí  con  peligro  habláis. 

Toma  la  capa  y  la  espada 
y  haz  cuenta  que  es  desafío; 
que  la  del  agravio  mío, 
te  amenza  muerte  airada. 

¿Estás  loca?  ¿A  qué  venías? 
Loca  estoy. 

Bien  lo  has  mostrado: 
¿pues  cómo  aquí  me  has  buscado; 
tú,  que  de  ti  no  te  fías? 

Tú,  que  del  cielo  te  guardas; 
tú,  que  la  luz  aborreces; 
tú,  que  de  noche  amaneces; 
tú,  que  a  su  silencio  aguardas; 

tú,  que  de  ningún  criado 
has  fiado  nuestro  amor. 
En  esto  verás,  traidor, 
cuan  fuerte  ocasión  me  has  dado. 

Perdido  traigo  el  sentido; 
al  Príncipe  vengo  a  hablar: 
Rugero  me  ha  de  gozar. 
¿Qué  te  han  dicho?  ¿Qué  has  tenido? 

¿Qué  nuevo  hechizo  te  han  dado? 
El  Rey  anda  por  aquí. 
Ya  soy  del  Rey. 

Eso  sí, 
agora  te  has  declarado. 

Si  para  hacerle  favor, 
buscas  estas  invenciones, 
¿para  qué,  Lucinda,  pones 
culpa  a  mi  inocente  amor? 

¿No  es  nada  el  haber  gozado 
a  Clávela  un  año  y  más? 
¿Tú  me  engañas?  ¿Tú  me  has  dado 
mano  que  a  Clávela  has  dado? 

Traidor  del  Rey  vengo  a  ser. 
¡Oh,  qué  mal  trazado  enredo! 
¿Yo  a  Clávela? 

Tengo  miedo 
al  honor  que  he  de  perder. 

Que  si  no,  yo  te  dijera 
con  voces,  con  libertades, 

21 


\2. 


EL  HCmBRE   DE  BIEN 


la  historia  de  tus  maldades. 

Rey 

JAC. 

jAh,  falsa;  enemiga  fiera! 

Clo. 

¡Ah,  traidora,  que  vencida 

Rey 

de  persuasiones  del  Rey, 

quieres,  con  infame  ley. 

Tris 

ser  de  tu  amante  homicida! 

Tan. 

Y  ya  que  hacerlo  te  agrada. 

Rey. 

¿por  qué  me  culpas  a  mí? 

Tan. 

Déjame  morir  así, 

Rey. 

no  me  afrentes  disculpada. 

¿Cómo  a  la  primer  conquista 

te  rendiste?  Eres  mujer. 

de  los  reyes  el  poder 

es  basihsco  en  la  vista. 

\'iuo  el  Rey,  vióte  y  venció: 

César  de  tu  honra  fué; 

pues  de  mi  amor  yo  diré 

Tan. 

sirv'ió,  no  agradó  y  murió. 

Rey. 

Clávela,  dama  del  Rey, 

¿puede  ser  nua? 

Tan. 

Luc. 

jAy  de  mí. 

Rey. 

si  acaso  engañada  fm'l 

Tan. 

jAC. 

¿Esto  es  amor,  esto  es  ley? 

Luc. 

Ven  conmigo,  que  es  ya  tarde. 

Rey. 

jAC. 

¿Dónde? 

Luc. 

Al  campo. 

Tac. 

Allá  te  sigo; 
porque  aunque  eres  mi  enemigo. 

no  he  de  parecer  cobarde. 

Tan. 

(V.mse  Jacinto  y  I.ucinda.) 

Rey. 

Bel. 

Lacayo,  con  mi  señora 
me  voy. 

r.AB. 

¿Dónde  vives? 

Bel. 

Vivo 
a  la  Flor. 

íiAB. 

¿I^s  flor  de  olivo? 

Bel. 

No,  de  carrasco  es  agora. 

r.AB. 

¿Por  quién  he  de  preguntar? 

Bel. 

Entre  las  once  y  las  doce, 

por  Diana. 

Tan. 

<  ".Ah. 

Así  te  goce, 
que  te  tengo  de  buscar. 

Bki.. 

Dame  señal  que  vendrás. 

Rey. 

Gah. 

liste  li.stün. 

Tan, 

Bki.. 

;De  quién  es? 

Gah. 

De  una  ninfa,  (|ue  después 
tíxla  su  hi.stííiia  .'•abrius. 

Bel. 

,t"ólll(i  se  ll.iiua' 

'.AH. 

Bflarda. 

Rey. 

Bel. 

J-i.i<!  c-ii  ]iouil>r(s. 

íiAB. 

Adió». 

Vate  Bf  LABDA  y  nate  el  Ki<v  para  jurar  a  la  pelota.) 


¿Estáis  a  pxmto  los  dos? 
Sólo  a  tu  Alteza  se  aguarda. 

Dadme  otra  pala  mejor; 
dadnos  pelotas,  Tristán. 
Ya,  señor,  a  pmito  están. 
¿Qué  hemos  de  jugar,  señor? 
De  veinte  escudos  el  tanto. 
¿No  es  mucho? 

Bien  está  así; 
yo  quiero  pagar  por  ti. 
jAy,  noche,  extiende  tu  manto! 

Esto  es  sólo  entretener 
el  largo  y  penoso  día, 
para  que  a  la  prenda  mía 
pueda  con  tu  sombra  ver. 
¿Tansilo? 

¿Señor? 

¿No  estaba 
agora  Jacinto  aquí? 
Fuese. 

¿Fuese? 

Señor,  sí, 
como  vio  que  no  jugaba... 

Advertille  fuera  bien 
que  aquesta  noche  se  armase, 
por  que  conmigo  buscase, 
Tansilo,  el  hombre  de  bien; 

que  estoy  con  mortal  cuidado. 
¿No  basto  yo? 

Bastarás; 
pero  llevaremos  más, 
que  es  hombre  de  bien  y  honrado. 

Yo  no  tengo  de  reñir, 
que  no  es  de  mi  autoridad; 
porque  nuestra  majestad 
con  otra  se  ha  de  medir. 

Y  sé  del  hombre  de  bien 
que  os  dará  quehacer  a  todos, 
si  no  buscáis  otros  modos 
para  rendirle. 

Está  bien; 
que  esta  noche  irán  dos  bravos 
que  tienen  fama  en  Dalmacia. 
¡Qué  espada,   qué  talle  y  gracia! 
Yo  hiciera  que  dos  esclavos 

le  pa.saran  por  el  peclu) 
con  dos  alabardas  bien, 
por  ver  si  el  hombre  de  bien 
era  el  hombre  de  provecho. 

i.\y,  que  no!,  fjue  es  el  objeto 
de  afiutllos  ojos  divinos; 
busíjuenios  otros  caminos 
para  saber  el  secreto. 


ACTO    SlA'.UXDO 


323 


Tan.  ¿a  qué  hora  habernos  de  ir? 

Rey.  Un  hora  de  noche  iremos, 

para  que  entrar  le  estorbemos, 
pues  ya  no  importa  el  salir. 
¿Jugaremos,  Cloridano? 

Clo.  Aquí  espero  a  Vuestra  Alteza. 

Rey.  ¿No  es  bueno  que  su  belleza 

estoy  mirando  en  su  hermano? 

Tan.  jVIas  que  te  enamoras  de  él. 

Siiv.  ¡Hola!,  pelotas,  Tristán. 

Ci<o.  En  fin,  veinte  escudos  van. 

Rey.  ¡A)'  dulce  desdén  cruel! 

Saca  amor  y  volvéis  vos; 
mas  esperanzas  tan  altas, 
todas  en  su  Rey  son  faltas, 
pues  una  jugáis  con  dos. 

/T.'.íí.s^'  y  salsn  Clávela  y  Doristeo,  Oliverio  v  ,Sul- 
picio,  rufianes.) 

Cla.  Para  aquesto  os  he  llamado. 

DoR.  Por  cien  ducados  iremos. 

Suiy.  Muy  bien  la  calle  sabemos. 

Olí.  El  galán  es  hombre  honrado, 

Cla.  Xo  quiero  que  le  matéis; 

mas  que  ser  deudos  finjáis 

de  Lucinda,  y  que  digáis 

que  sus  infamias  sabéis. 

Mi  intento  es  hacer  un  ruido 

tal,  que  su  hermano  lo  entienda, 

y  que  la  calle  se  ofenda 

de  haber  este  amor  sentido. 

Guardaos,  que  no  habéis  de  herir 

de  ninguna  suerte  al  hombre.. 
Ou.  ¿Pues  no  sabremos  su  nombre? 

Cla.  ¿Qué  os  puede  el  nombre  servir? 

Cada  noche  va  a  su  calle, 

y  estoy  celosa,  y  querría 

que  dejase  esta  porfía. 
DoR.  ¿Qué  señas  tiene?  ¿Qué  talle? 

Cla.  Siempre  va  con  otros  dos; 

la  puerta*  suele  rondar, 

de  donde  le  habéis  de  echar. 
DoR.  Declaradla  más,  por  Dios. 

Cla.  Pretendo  hacer  un  ruido 

que  infame  a  cierta  mujer, 

con  que  la  venga  a  esconder 

su  hermano,  padre  o  marido. 
¿Habéislo  entendido? 
SUL.  Sí. 

Cla.  Pues  yo  me  iré  con  los  tres, 

en  hábito  de  hombre. 
RUF.  Pues 

mejor  lo  haremos  así. 


Cla. 
Olí. 


Cla. 

DOR. 

Cla. 


Y  veréis  si  os  agradamos 
en  fingir  esta  cuestión. 
¡Ay,  amigos,  celos  son! 
Donde  quisiéredes  vamos. 

Mas  llevaos  los  cien  escudos, 
por  si  fuera  menester. 
Esos  os  daré  al  volver, 
que  al  ir  habernos  de  ir  mudos. 

Vamos. 

Infame  he  de  hacer, 
Lucinda,  tu  amor  constante; 
que  una  pendencia  es  bastante 
a  infamar  una  mujer. 

(Vanse,  y  salen  Felicio,  padre  de  T^ttcinda,  v  Glicenio, 
padre  de  Belarda.) 

Felicio. 
Aun  no  saben  mis  hijos  que  he  venido; 
llama,  Glicenio,  llama  y  dente  albricias. 

Glicenio. 
¿También  me  las  dará  Belarda? 

Felicio. 

Llama 
para  que  salgan  Cándido  o  Gabino, 
y  aj^iden  a  sacar  lo  que  traemos 
en  ese  carro,  que  hace  escura  noche , 
y  en  las  ciudades  hay  notables  hurtos, 
mayormente  a  quien  viene  de  camino. 

(Salen  Cloridano  y  Gabino.) 

Cloridano. 
Carro  en  la  calle;  ¿si  es  de  nuestra  aldea? 

Gabino. 
A  la  puerta  está  gente. 

Cloridano. 

¿Si  es  mi  padre? 

Felicio. 
¿Es  Cloridano? 

Cloridano. 
Soy  tu  humilde  hechura. 

Felicio. 


¡Hijo! 


Cloridano. 


Señor! 


Felicio. 
¿Cómo  te  va  de  Corte? 

Cloridano. 
Entra,  que  hay  grandes  cosas  que  decirte. 


324 


EU   HOMBRU    DE  BIEN 


Feucio. 


¡Hablaste  al  Rev? 


Cloridano. 
Ya  soy  su  gran  privado; 
de  su  cámara  soy. 

Felicio. 
¡Válgame  el  cielo! 

Clorid.yxo. 
Dotar  quiere  a  Lucinda. 

Feucio. 

¿De  qué  suerte 
nos  ha  subido  la  fortuna  tanto? 

CXORIDANO. 

Agradecido  a  ser  tu  huésped  sólo, 
y  agradecido  de  ver  aquel  caballo. 

FEI.ICIO. 
A  caballo  alcanzaste  esta  fortuna, 
¡plegué  a  Dios  que  no  caiga  o  que  te  arrastre! 
¿Está  Lucinda  buena? 

ClXJRIDANO. 

A  tu  servicio. 

Feucio. 
¿De  dónde  vienes? 

Cloridaxo. 
De  jugar  venía 
con  Su  Alteza. 

Felicio. 
¿A  qué  juego? 

Cloridano. 

A  la  pelota. 
Feucio. 
Pues  no  hagas  falta,  hijo,  que  los  reyes 
por  una  falta  olvi<lan  mil  servicios. 
¿Ganaste'' 

Cl.OKlDANO. 

Veinte  tanttjs  he  perdido. 

I"i;i.ici(). 
Pues  i)aga  luego,  que  los  reyes  gustan 
de  gozar  lo  (jue  cue.sta  algún  trabajo 
más  que  de  los  tesoros  de  sus  reinos. 

GUCKKIO. 
¿Va  no  me  liabláLs? 

CM»kM>ANO. 

¡(ilici-nio! 


FEI.ICIO. 

Entrad. 

ClX)RIDANO. 

Entremos.. 
Gabino. 
Ya,  señor,  ¿no  te  acuerdas  de  Gabino? 

Fei^icio. 
Yo  no  te  conociera  en  este  traje. 

Gabino. 
Traigo  calzas;  esto}^  muy  adelante, 
hablo  ya  al  Rey. 

Pei,icio. 

¡Hay  cosa  semejante! 

(Vcinse,  y  salen  el  Rey,  T.'Vnsilo,  Silverio  y  Rutilio.) 

Rey.  Guardad  bien  estas  esquinas. 

Tan.  Mal  conoces  esta  gente. 

Rey.  ¿Es  este  bravo  valiente?; 

que  liay  muchos  bravos  gallinas. 
Tan.  Hombres  come  y  sangre  bebe. 

El  hombre  de  bien  verá 

que  hay  hombres  de  bien  acá. 
Rey.  ¿Es  hombre? 

Tan.  Vale  por  nueve. 

Rey.  Quedo,  que  siento  ruido. 

Tan.  Un  hombre  con  dos  mujeres. 

Rey.  Déjalos  ir,  y  no  alteres 

la  calle. 

Dichosa  he  sido. 


Luc. 

(Sali 


JAC. 

Luc. 
Bel. 

jAC. 

Bel. 
Luc. 


Rey. 

Tan. 
Kkv. 

jAC. 

Rey. 

jAC. 

Rey. 


•n  J.^ciNTO,  I,uciND.4  y  Bklarda,  i¡c  noche.) 

en  que  me  has  desengañado, 
porque  la  muerte  me  diera. 
Llega. 

Llama. 

Aparte,  espera. 
¿Quién  ha  salido? 

Un  criado. 
Mi  bien,  pa.séate  un  p>oco, 
que  yo  te  saldré  a  llamar. 

(Knlransc  Uici.mda  y  Belakda.) 

¿Ya  qué  tenéis  que  esperar? 
Este  es  el  hombre.  ¿Estoy  loco? 

Señor,  con  ella  venía. 
Sí,  pues  en  su  casa  entró; 
aguarda  y  hablaré  yo. 
líl  Rey  viene  en  bu.sca  mía. 

¿Qué  gente? 

\\\   Iionil)rc  de   l)ien. 
Yo  k-  busco,  por  su  mal, 


ACTO    TERCERO 


325 


auu<]iie  por  ánimo  igual 

creo  que  le  quiero  bien. 
Diga  el  nombre  verdadero 

y  pase. 
Jac.  K1  hombre  de  bien. 

Rey.  Digo  que  me  diga  quién. 

Jac.  Til  hombre  de  bien. 

Rey.  ¿Qué  espero? 

Matadle. 
Jac.  No  puede  ser. 

(Mcicn  mano  todos  los  criados  para  él  y  él  da  sobre  iodos 

Tan.  ¡Qué  furor!  ¡Bravos,  aquí! 

Jac.  Oiie  no  hay  bravos  para  mí. 

Rey.  a  fe  que  ks  da  quehacer.. 

(Mcfclos    a    cuchilladas,    y   dice    el   Valentún,    dnilro 
quedando  el  Rey  solo.) 

RuG.  ¡Ay,  que  me  ha  muerto! 

Rey.  ¡Traidores, 

todos  tres  de  un  hombre  huís! 

Guarda,  gente,  ¿no  me  oís? 

¡Qué  extraña  historia  de  amores! 
¿Es  esta  puerta  encantada? 

¿Qué  hombre  de  bien  es  aquél? 

¿Iréme  a  matar  con  él? 

(Sale  Jacinto.) 

Jac.  Todos  valen  poco  o  nada; 

quiero,  pues  que  ya  se  han  ido, 

ver  si  puedo  entrar. 
Rey.  ¡Ay,  cielos! 

¿No  es  la  ocasión  de  mis  celos 

el  que  otra  vez  ha  venido? 
Jac.  El  Rey  está  aquí,  ¡ay  de  mí! 

Quiérome  encubrir. 
Ci,^.  Llegad, 

(Sale  Clávela  con  los  rufianes. ) 
y  la  calle  alborotad. 


Jac. 

(Huyen 
RUF. 

Cr.A. 

Rey. 

(Vase,  y 


jAC. 

Rey. 

Jac. 

Rey. 

Jac. 
Rey. 


Sui<. 

CI.A. 

¿Es  aquel  hombre? 

Sí. 

(Mete  mano  para  el  Rey.) 

Rey 
Tan. 

Oij. 
Rey. 

¡Perro,  esa  capa! 

¡Oh,    traidores!; 
ésa  sabré  defender. 

Rey 

Jac. 

I,adrones  deben  de  ser, 

que  ésta  no  es  cuestión  de  amores. 

A  su  lado  me  pondré; 
ánimo  y  mueran. 

Rey. 

¡Hidalgo, 
ayuda! 

Jac. 
Rey. 


Jac. 
Rey. 
Jac. 
Rey. 


Veréis  que  valgo 
mucho,  en  virtud  de  mi  fe. 

los  rufianes  y  van  iras  ellos  Jacinto  y  el  Rey» 
y  dice  el  Rufián  dentro.) 

Huye,  Oliverio,  la  furia 
de  este  demonio. 

¡Ay  de  mí! 
Quiérome  quitar  de  aquí, 
que  resultará  en  mi  injuiia. 

Dejadlos,  que  huyendo  van; 

vuelve  a  salir  el  Rey  y  Jacinto,  desnudas  las 
espadas.) 

hidalgo,  así  os  guarde  Dios; 
conozcámonos  los  dos, 
pues  castigados  están. 

¿Quién  sois  vos? 

Yo  soy   el  Rey. 
Pues,  señor,  quedaos  con  Dios. 
Eso  no,  decidme  vos 
quién  sois,  pues  es  justa  ley. 

Yo  soy  el  hombre  de  bien. 
Pues  tan  bien  lo  habéis  mostrado, 
idos  conmigo  a  mi  lado, 
que  quiero  que  el  premio  os  den. 

No  puedo. 

Hacedme  favor 
de  descubrirme  la  cara. 
El  Rey  soy;  tente,  repara. 
No  puedo  esperar,  señor. 

Mira  que  te  quiero  bien. 
Sí,  mas  quieres  a  mi  dama. 
Aguarda  a  un  Rey  que  te  llama, 
si  eres  tan  hombre  de  bien. 


ACTO  TERCERO 

(Salen  el  Rey  y  Tansilo.) 

Esta  sospecha  me  ha  dado. 
No  se  engaña  Vuestra  Alteza, 
que  perderé  la  cabeza 
o  Jacinto  le  ha  engañado. 

Fuera  de  que  el  aire  es  de  él 
y  la  voz  tan  parecida, 
y  obliga  el  darme  la  vida 
a  que  imagine  que  es  él. 

He  caído  en  que  no  viene 
de  noche  en  mi  compañía, 
como  otras  veces  solía, 
pues  esto  misterio  tiene. 


320 


i: i.    IlOMBRK    DE   UIKN 


Después  que  Lucinda  vino, 

todas  las  noches  se  esconde; 
¿pues  dónde  está? 
Tan.  rU  sabe  dónde, 

y  yo  también  lo  adivino. 
Rey.  Tansilo,  ¡viven  los  cielos, 

que  éste  es  el  hombre  de  bien! 

Su  talle  y  rostro  también 

me  está  abrasando  de  celos. 

¡Válgame  Dios!;  si  no  es  él, 
¿cómo  de  noche  no  viene 

conmigo  ya? 
Tan.  Porque  tiene 

algo  que  le  duele  a  él; 
y  para  no  confirmar 

de  cierto  tu  pensamiento, 

una  objeción  sola  siento. 
Rev.  Bien  me  la  puedes  contar. 

Tan.  No  tener  en  posesión 

a  Jacinto  de  tan  hombre, 

que  el  hombre  de  bien  se  nombre 

con  tanta  satisfacción . 
Rey.  Aliora  bien:  amor  es  todo 

industrias. 
Tan.  ¿Cuál  se  te  ofrece? 

Rey.  Oye,  a  ver  si  te  parece 

que  lo  sabré  de  este  modo: 
Mi  esposa  dicen  que  envía 

un  embajador,  y  está 

en  el  puerto  o  llega  ya 

el  Almirante  de  Hungría. 

Y  es  bien  (|ue  vaya  un  recado 

mío  a  dalle  el  bien  venido. 

Jacinto  me  ha  parecido 

para  este  efecto  extremado. 
Knviaréle  al  puerto. 
T.\N  Bien. 

Kkv.  V  si  de  noche  no  viene 

a  donde  costumbre  tiene, 

él  es  el  hombre  de  bien. 
Tan.  Ha  sido  un  gran  pensamiento; 

mas  ya  Cloridano  y  él 

se  ofrecen. 
Rkv.  Irá  con  él, 

para  asegurar  mi  inletiüj. 

(Salen  Jacinto  r  Ci.okidano  ) 

¿Qué  hay  de  nuevo,  Cloiidano? 
C"i/).  La  nueva  fuma,  señor. 

oei  húngaro  límliajador. 
Ki-;\  No  viene  la  fuma  tn  vano; 

anteb  dicen  que  también 
quedó  mi  esposa  enibarca«la; 


y  que  viene  esta  embajada 

para  que  se  sepa  bien. 

Y  así  querría  que  al  punto 

fuésedes  Jacinto  y  vos, 

y  le  recibáis  los  dos, 

pues  haber  llegado  es  cierto. 
Voy  a  escribir,  y  advertid 

que  os  habéis  de  partir  luego. 
Clo.  Que  vivas  mil  años  ruego 

al  cielo. 
Rkv.  Al  punto  os  partid. 

(l'ascii  el  Rey  y  T.'vxsilo.) 

Jac.  En  el  rostro  de  los  reyes 

se  ve  el  odio  o  el  amor, 
que  su  blandura  o  rigor 
es  el  libro  de  sus  leyes. 

Si  al  Rey  he  mirado  bien, 
del  modo  con  que  me  ausenta, 
creo  que  saber  intenta 
quién  es  el  hombre  de  bien. 

Tras  esto,  otro  daño  igual 
es  ausentar  a  su  hermano; 
pues  de  hombre  de  bien  es  llano 
que  he  venido  a  tanto  mal. 

En  ausencia  de  los  dos, 
gozar  a  I^icinda  quiere; 
pero  sea  lo  que  fuere, 
si  él  es  Rey,  amor  es  Dios. 

¡Ah,  Lucinda!,  cuan  seguro 
de  tus  lágrimas  quedé; 
tus  celos  aseguré, 
que  es  la  lealtad  que  procuro; 

mas  no  lo  estoy  de  los  nuos. 
Cl,().  Parece  que  os  ha  pesado 

de  lo  que  el  Re}''  ha  mandado. 
Jac.  Populares  desvarios 

traen  e.sta  falsa  fama, 
tras  esto,  por  ser  tu  amigo, 
que  pierdo  esta  noche  os  digo 
gozar  una  hermosa  dama. 

Y  no  se  me  ha  de  ofrecer 
en  todo  el  año  cH^asióu. 
Ci.o.  Mirad  si  negocios  son 

en  que  yo  os  puedo  valer, 

y  estad  en  mi  amor  seguí  o, 
que  la  sangre  misma  os  dé. 
Jac.  ¡Ay,  Cloridano!  ¿Qué  haré 

si  pierdo  el  bien  (jue  procuro? 

I 'ero  si  vos  con  .secreto 
queréis  al  puerto  partir 
y  al  Ivmbajador  decir 
lo  que  el  Rey  manda,  en  efeto. . 


ACTO  TERCERO 


327 


No  fué  I,e]io  a  Kscipión 
amigo  de  tal  decoro; 
EpicuTo  a  INIetrodoro, 
ni  Poniponio  a  Cicerón. 

Nunco  tal  amistad  hizo 
a  RfcvStión  Alejandro, 
el  troyano  con  Evandro, 
ni  Darío  con  Megabizo.. 

Nunca  hazañas  tan  gentiles 
Niso  y  Eurialo  hicieron, 
ni  a  Patroclo  y  Castor  dieron 
más  vida  Pólux  ni  Aqviiles. 

Compradme  por  vuestro  esclavo, 
sacadme  de  este  rigor. 
Cr,o.  Jacinto,  en  cosas  de  amor 

la  desconfianza  alabo. 

Mas  no  la  tengáis  de  mí, 
que  iré  solo  y  sabré  hacer 
que  el  Rey  no  pueda  saber 
que  sin  vos  al  puerto  fui. 
Jac.  Dadnie  esos  pies. 

Clo.  No  es  razón 

que  uséis  de  tanta  humildad; 
salgamos  de  la  ciudad 
juntos  en  esta  ocasión; 

que  en  cubriéndonos  la  noche, 
os  volveréis  del  camino. 
Jac.  Bien  decís;  pero  imagino 

la  vuelta. 
Ci,o.  Tomad  un  coche, 

y  hasta  ima  legua  saldréis, 
y  volveremos  los  dos; 
alto  consejo,  por  Dios. 

(Sale  Tansilo.) 
Tan.  ¿Cómo  a  punto  no  os  ponéis, 

que  ya  Su  Alteza  escribió? 
Cr,o.  Por  las  cartas  entraremos. 

(l'anse  Jacinto  y  Clorid.ano.) 
Tan.        '    Hoy  sospecho  que  sabremos 
si  sois  aquel  hombre  o  no. 
Trazando  va  mi  fortuna 
de  asegurar  mi  temor; 
¡qué  bien  dijo  el  que  al  amor 
llamó  hijo  de  la  luna! 

No  hay  bien  que  dure  constante; 
que  el  que  más  firmeza  siente, 
en  llegando  a  estar  creciente 
declina  para  menguante. 

Ya  la  Princesa  de  Hungría 
viene  a  serlo  de  Dalmacia, 
Clávela  está  ya  en  desgracia 
del  Rey,  para  dicha  mía. 


(Xa, 


Ltjc. 
(Xa, 


La  que  agora  se  defiende, 
hará  amor  de  mí  se  agrade; 
que  quien  ama  y  persuade, 
alcanza  lo  que  pretende. 

(fl'a.sí  r  salen  I,ucinda,  Clávela  y  Bixarda.) 

(Xa.  Puesto  que  no  me  paguéis 

estas  visitas  que  os  hago, 
sólo  con  veros  me  pago 
del  amor  que  me  debéis. 

Y  esto  no  lo  agradezcáis, 
pues  vengo  a  negocio  mío 

Luc  De  esa  discreción  confío 

«que  de  mí  segura  estáis. 

Yo  os  doy  palabra,  Clávela, 
que  me  debéis  mucho  amor; 
¿cómo  os  va  con  el  traidor 
que  conmigo  os  amartela? 

¿Acude  Jacinto  allá? 
^No  cumple  su  obligación? 
jAy,  Lucinda,  no  es  razón 
querer  engañaros  ya! 

No  es  Jacinto  el  que  yo  quiero, 
porque  en  mi  vida  le  hablé. 
¿Que  no  es  Jacinto? 

No,  a  fe, 
sino  el  Príncipe  Rugero. 

Por  sacaros  lo  que  había 
en  la  vuestia  y  su  afición, 
dije  con  falsa  intención 
que  a  Jacinto  amor  tenia. 

De  Tansilo,  un  caballero 
que  sirve  al  Rey,  he  sabido 
que  a  vuestra  puerta  tendido 
le  ve  del  alba  el  lucero. 

Y  vengóos  a  suplicar 
me  dejéis  quedar  con  vos 
esta  noche,  en  que  las  dos 
podemos  despacio  hablar; 

que  desde  alguna  ventana 
quiero  ver  este  enemigo. 
Clávela,  a  todo  me  obligo, 
si  queda  mi  honra  llana. 

¿Pues  qué  peligro  teméis? 
Si  habláis,  pensar  que  yo  soy. 
La  lengua  amor  me  quitó. 
Pues  sin  hablar,  bien  podéis 

mirar  desde  ese  balcón 
al  Príncipe,  si  viniere. 
¿Qué  no  intentará  quien  quiere? 
Todo,  Lucinda,  es  pasión. 

Vos,  que  lo  que  es  no  sabéis, 
tniráis  en  fama  y  honor. 


Luc. 

(Xa. 

(Xa. 
Luc 


(Xa, 


328 


EL  HOMBRS   DE  BIEN 


Lie. 
Cla. 
Lvc. 
Cla. 
Lrc. 

lAC. 

Cl.A. 


Lrc. 

Cl.A. 

Lt  c. 


Cla. 
Lrc. 

Cla. 
Lrc. 


Cla. 


Lrc. 
Bel. 
Lrc. 


Bki.. 


Lt  ( 


BilL. 


I,rc, 


Cah. 


En  lili  vida  tuve  amor. 
Mil  años  os  alabéis. 

¿Posible  es   que   a   tanto  obliga? 
Quita  el  seso  y  la  razón. 
¿Qué  es  amor? 

L^na  pasión 
que  dos  voluntades  liga. 

No  digo  el  amor  pagado. 
Pues  esotro  es  un  infierno, 
una  inquietud,  un  eterno 
fuego  en  el  alma  engendrado. 

¿Y  qué  es  lo  que  llaman  celos? 
Sospechas  de  que  se  ama 
otra  cosa. 

jAy,  honra;  ay,  fama! 
De  amor  os  guarden  los  cielos. 

¿Quién  me  escucha  responder 
con  tal  descuido  a  Clávela, 
y  puedo  pone  r  escuela 
y  dar  lición  de  querer? 

Id,  Clávela,  a  pasear 
un  rato  por  mi  jardín, 
poique  se  aderece,  en  fin, 
dónde  podáis  descansar. 

¿Xo  merezco  vuestra  cama? 
No  duermo,  aunque  era  favor 
bien  con  enfermos  de  amor. 
¿Por  qué? 

Tienen  mala  fama; 

sueñan,  suspiran,  dan  vueltas, 
y  más  vos,  que  estáis  celosa. 
Tenéis  razón,  que  es  la  cosa 
que  más  pasiones  trae  sueltas. 

Al  jardín  voy  a  esperaros. 
íVase  Clávela.) 

¿  Belarda  ? 

¿Señora  mía? 
Ya  ves  que  declina  el  día; 
no  es  menester  avisaros 

de  que  hay  liuéspcd  de  valor. 
Pues  tú  verás  con  qué  priesa, 
aunque  poco  está  en  la  mesa 
j)uesto,  y  con  ella  mi  amor. 

Conu-n  los  inanu)ra(los 
muy  poco,  estando  celosos; 
harto  habrá. 

Maravillosos 
son  del  amor  los  cuidados, 
fiabino  viene. 

¡Y  qué  aprba! 
fSalf  Oadino.) 

Mi  señor  es  ido  al  puerto; 


que  se  dice  por  muy  cieito. 

y  el  Embajador  lo  avisa. 

que  viene  la  bella  esposa 

del  Príncipe. 

Lrc. 

¿Ya  partió? 

Gab. 

Así  el  Rey  se  lo  mandó. 

Lrc. 

Y  fué  a  hacerlo  justa  cosa. 

¿Quién  iba  con  él? 

Gab. 

Jacinto. 

Lrc. 

¿Qué  Jacinto? 

Gab. 

¡Qué  sé  yo! 

Luc. 

Que  sin  verme  se  partió. 

Bel. 

Bueno  vas  de  blanco  y  tinto. 

Gab. 

Tengamos  la  fiesta  en  paz. 

Lrc. 

Quiero  saber  lo  que  es  esto. 

despacha,  Belarda,  presto. 

(Vase  Lucinda.) 

Gab. 

¿Ya  te  serenas  de  faz? 

Bel. 

¿No  estoy  más  tuibia? 

Gab. 

Por   Dios 

Bel. 


Gab. 
Bel. 


Gab. 


Bel. 


que  estás  mu}-  necia. 

No  quiero, 
lacayo,  tu  amor  trompero, 
ni  un  hombre  que  engaña  a  dos. 

¿Qué  dices,  pliega  a  los  cielos? 
Que  pliegas  de  maravillas. 
¿No  harás  una  vez  vainillas 
a  tantos  pliegues  de  celos? 

Digo  que  si  te  ofendí, 
mala  sama  se  me  pegue, 
que  por  más  que  rasque  y  friegue, 
jamás  se  aparte  de  nü. 

Digo  que  me  dé  dos  coces 
el  overo  en  la  barriga; 
que  una  deuda  me  persiga 
y  una  mujer  me  dé  voces. 

Que  templen  a  mis  oídos 
un  órgano,  que  es  la  cosa 
del  nuuido  más  enfadosa 
para  todos  los  sentidos. 

Que  duerma  donde  haya  lana, 
que  es  el  más  terrible  ok>r; 
o  que  viva  un  herrador 
enfrente  de  mi  ventana. 

Que  entre  bárbaros  sin  ley 
ande  las  piernas  descalzas, 
y  se  me  caigan  las  calzas 
delante  del  mismo  Rey. 

Yo  creo  tu  juramento, 
no  hay  ])()r  qué  mis  labios  abra; 
basta  tu  sinijile  ])alabra, 
de  tu  Italt.ul  argununlo. 


ACTO  TERCERO 


329 


Gab. 
BEI<. 

Gab. 


Bei,. 

Gab. 
Bei,. 
Gab. 


Bei. 


Bei.. 
Gab. 
Bei.. 


Gab. 
Bei.. 


Gab. 


Bet,. 


Peio  (lame  aquel  lútón 
que  en  el  ca.stillo  te  di, 
por  prenda  de  qiie  admití 
una  tarde  tu  afición. 

Que  en  el  brazo  te  le  ataste, 
y  dijiste  que  la  muerte 
no  era  a  rompérsele  fuerte. 
¿De  esas  cosas  te  acordaste? 

Quiero  ver  si  las  estimas, 
porque  es  señal  de  memoria. 
Ha  sucedido  una  historia, 
que  es  bien  que  en  la  tuya  imprimas. 

Donde  duermo  hay  un  ratón 
.que,   en  viendo  en  mis  ojos  sueño, 
es  de  mi  persona  duefio 
y  me  muerde  a  discreción. 

Este  andaba  enamorado; 
su  ratona  adolescía, 
y  para  cierta  sangría 
le  pidió  un  listón  leonado. 

Viómele  en  el  brazo,  y  luego 
poco  a  poco  lo  royó, 
y  a  su  dama  lo  llevó 
cuando  3^0  estaba  en  sosiego. 

Así,  que  se  fué  corriendo, 
y  quedé  en  extremo  triste. 
Sí,  ¿pero  cómo  le  viste, 
Gabino,  estando  durmiendo? 

No  lo  vi  entonces. 

¿Pues  cuándo? 
Levánteme,  y  en  persona 
vi  la  sangrada  ratona 
con  la  banda  paseando. 

Antes  dijeras  mejor, 
Gabino,  así  Dios  te  guarde, 
que  se  la  diste  una  tarde 
a  cierta  percha  en  favor. 

¿Yo? 

¿Pues  esto  te  alborota? 
¿Qué  dices,  Belarda? 

Acaba, 
¿no  te  acuerdas  que  jugaba 
Cloridano  a  la  pelota? 

Testimonios  tuyos  son. 
Mas,  ¡ay!,  que  la  prometiste 
verla,  y  pienso  que  la  viste; 
mira  si  es  éste  el  listón. 

¡Mámela!  No  hay  qué  decir: 
al  maestro  cuchillada. 
¿Fuiste  tú,  Belarda  amada? 
Que  no  conmigo  fingir. 

Esto  se  acabó,  Gabino; 
vete  allá  con  tu  Diana. 


Gab.  ¡Belaiüa,  Belai^a  Leimaua! 

Bei,.  Nunca  más  perro  al  molino. 

(Vase  Belarda.) 

Gabino. 

Que  al  fin   te  vas,   ingrata,   vuelve   y  mira 
este  Apolo  lacayo  que  te  llama, 
o  que  tropieces  en  un  pie  de  cama, 
para  que  pague  tu  desdén  la  ira. 

Pues  tantas  coces  tu  desdén  me  tira, 
no  te  vuelvas  laurel,  sino  retama; 
coronará  mi  frente  amarga  fama 
y  una  almohaza  tomaré  por  lira. 

Hirió  el  amor  con  diaquilón  mi  pecho, 
con  ungüento  de  plomo  te  amohina, 
por  eso  con  desdenes  me  haces  fieros. 

¡Ay,  Dafne,  que  me  quejo  sin  provecho!, 
pues  que  sé  que  he  de  hallarte  en  la  cocina, 
y  tix  entre  tantas  ollas  mis  pucheros. 

(Vase  y  salen  el  Rey,  TANsn,o  y  criados,  todos  de  noche, 

con  broqueles  y  rodelas.) 

Rey.  Si  no  viniere  a  este  puesto 

el  hombre  de  bien,  Tansilo, 

yo  vengo  a  creer  dispuesto 

que  es  Jacinto. 
Tan.  Ha  sido  estilo 

en  que  echó  tu  ingenio  el  resto. 
Porque,  en  efeto,  está  ausente; 

y  si  aquel  hombre  de  bien 

viene  visible  y  patente, 

no  será  Jacinto  quien 

es  tan  gallardo  y  valiente. 
Pero  si  no  viene  aquí, 

será  señal  que  es  Jacinto. 
Rey.  ¿Partióse? 

Tan.  Partir  le  vi. 

Rey.  Hoy  salgo  del  laberinto 

donde  mis  celos  metí. 
Hoy  la  libertad  restauro, 

que  los  celos  son  enredos 

donde  es  amor  Minotauro. 
Tan.  Teseo  llamarte  puedo; 

Fedra  te  concede  el  lauro. 
Una  ventana  han  abierto. 

(Asómase  Clávela  al  balcón.) 

C1.A.  Ya  está  el  Príncipe  en  la  calle. 

Rey.  Salió  el  sol,  aunque  cubierto. 

C1.A.  Rugero  es  éste  en  el  talle. 

Rey.  ¡Ah,  cielo,  siempre  cubierto! 

Que  hubiste  de  ser  menguante 

de  luna  en  esta  ocasión; 

pero  estando  el  sol  delante, 


330 


E\.    MOMIJKi:    DE   BIEN 


celos  tendrá  Endimión 
y  yo  seré  vuestro  Atlante. 

Ci.A.  Aunque  se  enoje  Lucinda, 

fingirme  Lucinda  quiero. 

Rey.  Diana,  más  bella  y  linda 

que  la  luna  y  que  el  lucero 
que  con  sus  rayos  alinda. 

Soberana  perfección 
que  matáis  de  amor  los  reyes, 
que  vuestros  vasallos  son, 
porque  ya  son  vuestras  leyes 
el  alma  de  la  razón. 

¿Queréisme  hablar  y  doleros, 
no  de  un  rey,  mas  de  un  esclavo, 
que  el  alma  viene  a  ofreceros? 

(Sale  Jacinto.) 

Jac.  De  dejar  la  posta  acabo, 

calles,  por  venir  a  veros. 

Bien  sé  que  vendrá  seguro 
esta  noche  el  Rey  de  mí, 
porque  aquel  desdén  perjuro 
me  ha  mandado  echar  de  aquí, 
por  ser  yedra  de  otro  muro. 
La  cruel;  todo  fué  engaño, 
todo  artificio  y  enredo; 
mas,  ¿qué  es  esto?  ¡Caso  extraño! 
¡Cuan  certificado  quedo 
de  tu  deshonra  y  mi  daño! 

¡Vive  Dios,    que  hablando   está 
por  la  ventana  con  él! 
Sin  duda,  abrirle  querrá. 

Rey.  ¿Qué  decís,  desdén  cruel? 

Cla.  Pues  queréis  hablarme  ya, 

digo  que  a  Clávela  améis. 

Rev.  Pues  yo  aborrezco  a  Clávela, 

mi  vida,  no  lo  mandéis; 
pero  si  habláis  con  cautela, 
injustos  celos  tenéis. 

Jac  Celos  de  Clávela  pide. 

¡Ah,  traidora!  ¿quién  no  llega 
y  sus  requiebros  impide? 

Cl,A.  Clávela,  señor,  os  ruega, 

ya  que  mi  honor  os  despide. 

Rey.  Más  os  quiero  yo  desdén 

que  de  Clávela  el  amor; 
p<ro  suplicóos  también 
que  me  digáis,   por  favor: 
¿quién  es  el  hombre  de  bien? 

Cl.A.  ¿Quién  puede  ser  sino  vos? 

Jac  ¡Ah,  cruel! 

Rey.  Si  yo  lo  fuera, 

honráramonos  los  dos. 


CI.A. 

Rey. 
Jac. 


Tan. 

Rey. 

Jac. 

Tan. 

Rey. 

Jac. 

Rey. 

Jac. 

Rey. 

Tan. 

Rey. 

Jac. 

Tan. 
Rey. 
Tan. 

Rey. 


¿Quién  mujer  tan  presto  espera, 
trata  de  eso?  Mal,  por  Dios. 

Esa  es  cosa  que  no  he  visto; 
a  vos,  mi  bien,  porque  os  vi, 
enamorado  os  conquisto. 
¿Diré  quién  soy?  ¡Ay  de  mí, 
que  tantas  penas  resisto! 

Ni  de  su  rueda  a  Ixión, 
ni  a  Tántalo  sus  manzanas, 
ni  a  Ticio  su  corazón, 
ni  de  las  cincuenta  hermanas 
tan  grandes  las  penas  son. 

¿Daré  voces? 

Gente  suena. 
¿Quién  va  allá? 

¿Qué  sé   yo   quién? 
El  talle  y  voz  le  condena. 
¿Eres  el  hombre  de  bien? 
Soy  un  alma  que  anda  en  pena. 

El  es,  no  hay  más  que  mirar. 
Pues  yo  soy,  ¿qué  os  acobarda? 
Bien  dice,  hacedle  matar. 
Escondida  está  la  guarda. 
l,a  guarda  podéis  llamar. 

Huir  me  couAiene  aquí. 
(Vase  Jacinto.) 


El  huye. 


Seguidle. 


Tente. 


(Van  Iras  él  Tansilo  y  Silverio.) 
El  dará  en  la  guarda  allí; 
poco  importa  el  ser  valiente. 
Hoy  mi  esperanza  cumplí. 

No  tuve  mayor  deseo 
después  que  en  mi  mano  y  frente 
el  cetro  y  corona  veo. 
No  es  Jacinto,  que  está  ausente; 
sospechas,  en  vano  os  creo. 

¡Ah,  qelos  mal  engendrados! 
Mas  por  eso  os  llaman  celos; 
por  no  estar  averiguados; 
diéronme  quietud  los  cielos, 
vosotros  me  dais  cuidados. 

(SiiU-  Tansilo  )•  Silverio  con  la  capa  ,le  J.'vcinto.) 

Tansilo. 
Si  leíste  algún  día,  invicto  Príncipe, 
j)or  entretenimiento,  libros  vanos, 
de  acjuellos  caballerí>s  fabulosos, 
y  sus  quimeras  encantadas  viste, 
presente  tienes  la  verdad  de  aquéllo. 
No  .son  meuos  extraños  tus  amores; 


ACTO    TICRCEKO 


331 


íKiuc'l  hombre  de  bien  es  un  encanto 

con  que  está  defendida  aquesta  puerta; 

como  supo  que  estaba  aquí  tu  guarda, 

al  alabarda  del  primeio  arroja 

la  capa  desde  lejos,  y  al  segundo 

el  bote  le  desvía  con  la  espada, 

y  atraviesa,  en  efeto,  por  encima; 

allá  le  van  siguiendo;  mas  ¿qué  importa?; 

que  no  va  más  veloz  el  viento  bóreas, 

por  las  ondas  del  mar  que  baja  y  sube. 

Rey. 
¿Hay  cosa  tan  extraña?  Mas  decidme: 
¿podráse  conocer  por  esta  capa? 

Tansilo. 
Si  la  viese  a  la  luz,  será  posible; 
y  llamando  a  los  sastres  de  tu  corte, 
fácilmente  dirán  los  que  la  han  hecho, 
para  quién,  pues  es  capa  conocida 
por  la  color  y  el  pasamano  de  oro. 

Rey. 
Tvucinda  se  escondió  por  la  pendencia, 
y  también  las  tinieblas  de  la  noche 
parece  que  se  esconden  poco  a  poco 
úel  resplandor  del  venidero  día; 
vamos  donde  la  capa  se  conozca; 
que  me  mueio,  Tansilo,  de  deseo 
de  conocer  un  hombre  tan  extraño. 

Tansii^o. 

Si  ser  hombre  de  bien  es  ser  de  hecho, 

y  a  ]a  virtud  la  sangre  le  acompaña, 

que  es  en  lo  principal  que  yo  la  fundo, 

no  hay  hombre  más  de  bien  en  todo  el  mundo 

(]':i!ise,  y  salrn  I,ucinda  y   Claviíla  arrih.i.) 

Cr.A.  Hasta  en  esto  la  fortuna 

me  ha  querido  ser  contraria, 
para  que  en  cosa  ninguna, 
a  mi  intento  necesaiia, 
me  quede  esperanza  alguna. 
El  Rey  con  nadie  cuestiona. 

Luc.  ¿Qi^ié  es  esto.  Clávela  mía? 

Ci,A.  No  sé,  mis  desdichas  son. 

I/UC.  ¿Esto  quieres  que  se  diga 

contra  mi  buena  opinión  ? 

¿No  te  avisé  que  no  hablases? 

CiyA.  Yo  no  hablé. 

Luc.  Vete  de  aquí. 

Cl,A.  ¿Qué  importa  que  me  avisases, 

cuando  estoy  fuera  de  mí? 

Luc.  ¿No  te  dije  que  callases? 


Ci.,A.  No  fué  nada,  por  tu  vida . 

Luc.  Vete  a  recoger  un  poco, 

si  ya  el  alba  te  convida. 
C1.A.  El  no  dormir  es  de  un  loco 

la  señal  más  conocida. 
(Vase  Clávela.) 
Luc.  Si  aquí  mi  hermano  estuviera 

y  esto  a  nuestra  puerta  oyera, 

¿qué  presumida  de  mí? 

(Sale  Jacinto  sin  capa  y  la  espada  ílcsniída.) 
Jac.  Celos  me  vuelven  aciuí; 

¿eres  tú? 
Luc.  Yo  soy. 

Jac.  Espera. 

Luc.  ¡Ay,  Dios!  ¿Eres  tú,  mi  bien? 

¿cómo  has  venido? 
Jac.  ¡Ah,  traidora!, 

¿disimulas? 
Luc.  ¿Yo?   ¿Con  quién? 

Jac.  ¿Mandaste  matarme  agora? 

¿Cánsate  el  hombre  de  bien? 

Pues  el  cielo  me  ha  guardado. 
¿Yo  te  he  mandado  matar? 
Sí,  cruel. 

Algo  te  han  dado. 
¿Más  veneno  hay  que  me  dar 
que  ver  que  al  Rey  has  hablado? 

Deja  ese  recelo  vano; 

¿cómo  vienes?  ¿Cómo  dejr.s, 

o  en  qué  parte,  a  Cloridano? 

No  lespondes  a  mis  quejas; 

como  el  delito  es  tan  llano. 

One  pensaste,  con  echarme, 
gozar  del  Rey.  Pues,  cruel, 
aquí  supe  yo  quedarme, 
para  verte  hablar  con  él 
y  para  desengañarme. 

Por  esta  noche,  enemiga, 
no  gozarás  de  Rugero. 
Luc.  ¿Que  hay  hombre  que  esto  me  diga 

no  estando  loco  primero? 
Jac.  No  poco  el  dolor  me  obliga; 

mas  ya  no  quiero  estar  loco, 
sino  estimarte  en  tan  poco 
como  merece  tu  engaño. 
Luc.  Cuanto  más  me  desengaño, 

a  más  furor  me  provoco. 

Como  piensas  que  he  sabido 
que  con  Clávela  has  hablado, 
levántasme  que  yo  he  sido 
la  que  al  Rey  hablé;  tú  has  dado 
en  lance  bien  conocido. 


Luc. 
Jac. 
Luc. 
Jac. 

Luc. 


Jac. 


332 


EL   HOMBRK    DE  BIEN 


Esas  tictes,  ti  son  tretas, 
no  son  para  jugadores. 

JaC.  Bien  el  sentido  interpretas; 

que  propias  sois  para  amores 
las  que  nacisteis  discretas. 

Los  celos  que  le  has  pedido 
de  Qavela,  al  Rey  aquí, 
disfrazas  con  que  yo  he  sido 
quien  a  Clávela  hable  y  vi, 
que  ni  me  ha  visto  ni  oído. 

JA'C.  ¿Jacinto,  en  eso  porfías? 

Jac.  Pues  lo  que  vi  con  los  ojos, 

de  los  ojos  me  des^^as. 

Ixc.  ¿Para  darme  estos  enojos 

a  la  ciudad  te  volvías? 

Jac.  y  tú  que  de  ella  me  echabas, 

para  lo  que  agora  hiciste 
¡qué  segura  estar  pensabas! 

IA'C.  Bien  sé  por  qué  te  volviste 

del  camino  que  llevabas. 

Jac.  Sabrás  que  por  verte  aquí 

con  el  Rey.  como  te  vi. 

lA'C.  Por  ver  y  hablar  a  Clávela, 

que  es  lo  que  a  ti  te  desvela. 

Jac.  ¿Tú  me  has  visto  hablar? 

Luc.  "  vSí. 

J  AC.  ¿ No  hubiera  sido  más  cierto 

ver  yo  que  al  Rey  has  hablado, 
y  el  haber  hecho  concierto 
para  hablaros  sin  cuidado, 
que  fuese  Jacinto  al  puerto? 

Pues  aunque  aquí  me  quedé, 
al  puerto,  enemiga,  fui; 
en  tu  engaño  me  embarqué, 
tormenta  en  tu  amor  corrí 
y  en  tu  traición  me  anegué. 
Por  velas  llevé  mis  celos, 
el  viento  fué  mis  desvelos, 
el  mar  fué  mi  amor  extraño; 
pero  en  este  desengaño 
me  han  dado  puerto  los  cielos. 
Hoy  para  mi  empresa  pinto 
un  deshecho  laberinto, 
con  ti  Minotauro  muerto, 
que  ha  de  .ser  puerta  este  ¡nierto 
por  donde  .salga  Jacinto. 

I.ic.  Si  te  has  hallado  nuiy  bi*ii 

con  el  enredo  pasado, 
yo  me  libraré  también, 
yo  saldré  del  mar  a  nado, 
áouáv  la  Ulano  me  den. 
■S'o  me  casaré  y  verás 
qtie  ni  tú  int  gomarás. 


ni  el  Rey  tampoco. 
Jac.  ¡Detente! 

(Escóndele  I<ucind.\.) 

que  es  celos  un  accidente 
que  el  amor  aumenta  más. 

¡Oye,  Lucinda,  señora, 
mi  bien,  amores,  mi  prenda! 
¿Así  me  dejas  agora 
a  que  la  gente  me  entienda, 
porque  yá  sale  el  aurora? 

Hermosa  señora  mía, 
ahí  te  asoma  no  más, 
si  te  enfado  y  \-icne  el  día, 
ponte  un  momento  detrás 
de  esa  verde  celosía. 

¡Ah,  mi  bien!,  mira  que  estoy 
en  cuerpo,  y  que  me  han  querido 
matar;  ¿soy  Jacinto,  o  soy 
algún  hombre  aborrecido? 
¿Voyme?  Mira  que  me  voy. 

¿Tanto  hicieras  en  ponerte 
un  momento  a  la  ventana? 
¡Maldiga  el  cielo  mi  suerte! 
Sin  luz  viene  la  mañana, 
pues  que  no  merezco  verte. 

¿Es  porque  me  ves  llamarte 
con  ser  el  que  fui  ofendido? 
Pero  ya  no  puedo  hablarte; 
si  necio  en  amarte  he  sido, 
más  necio  he  sido  en  rogarte. 

(Hace  que  se  va  y  asómase  I.ucind.'^  a  la  venia '-.a.) 

Luc.  ¡Jacinto.  Jacinto  mío! 

Jac.  ¿Eres  tú? 

Luc.  Mi  bien,  yo  soy. 

Jac.  Ya  que  de  ti  me  desvío, 

no  volveré;  porque  estoy 

de  tu  misma  nieve  frío. 
Luc.  Oye,  amores. 

Jac.  Xo   hay   que   oír- 

que  para  vencer  amor, 

todo  es  comenzar  a  huir. 
Luc  I'uésc:  notable  rigor. 

¡Oh,  qué  mal  hice  en  salir! 

(l'anse  y  saleti  el  Ki:v  y  T.\Nmr,o.) 

Tansii<<). 
Xo  dicen  (jue  se  ha  hecho  en  tita  tierra 
aquella  capa,  y  por  el  uso  y  traza 
dicen  íjue  jiuede  ser  de  Ingalaterra. 

Ri:v. 
Según  eso,  Tan^ilo,  no  aineiia/a 


ACTO    TERCERO 


?33 


a  Jacinto  el  rigor  de  aquestos  celos. 

¡Qué  cosa  es  ver  un  rey  de  un  hombre  a  caza! 

Tansilo. 

Que  nos  pueda  poner  tantos  desvelos, 
es  cosa  que  me  quita  los  sentidos. 

Rey. 
No  han  hecho  un  hombre  tan  sutil  los  cielos 

mas  yo  sé  que  sus  pasos  atrevidos 
le  traerán  a  mis  manos  de  otro  modo. 

TansiIvG. 
Los  hombres  son  agudos,  ofendidos. 

Rey. 
Casar  quiero  a  Lucinda,  que  de  todo 
es  el  mejor  remedio. 

Tansii,o. 
¿Y  si  no  quiere? 

Rey. 
Sí  hará,  si  con  su  gusto  me  acomodo. 

No  hay  cosa  en  la  mujer  que  tanto  altere 
como  es  el  casamiento;  por  casarse, 
no  habrá  paseo,  ni  galán  que  espere. 

Pero  no  ha  de  llegar  a  ejecutarse; 
mira  lo  que  te  digo,  sin  que  vea 
el  mismo  que  se  esconde,  declararse; 

y  cuando  entonces  por  temor  no  sea, 
vengarémonos  del,  pues  le  quitamos 
la  cosa  que  más  ama  y  más  desea. 

TANSII.O. 
Si  éste  es  inglés,  señor,  y  le  buscamos 
por  todas  las  posadas  de  la  corte, 
podrá  ser  que  mejor  le  conozcamos. 

Rey. 

Aunque  le  busquemos  del  Ocaso  al  Norte, 
no  le  hallarás,  por  vida  de  Rugero; 
él  sabe  bien  lo  que  el  huir  le  importe. 

ya  no  le  quiero  hallar,   vengarme  quiero. 
Pensemos  el  marido. 

TANSII.O. 

Escoge  alguno 


que  la  merezca. 


Rey. 
Dime  un  caballero. 


Tansii.g. 
No  puedo  en  el  Palacio  hallar  ninguno. 


Rey. 
Pues  yo  pensé  que  tú  la  apetecieras, 
y  aunque  en  esto  me  fueras  importuno. 

Tansii,o. 
Merced  notable,  gran  señor,  me  hicieras; 
peto  yo  quiero  bien  en  otra  parte. 

Rey. 
¿Pues  cuál  otro  en  Palacio  consideras? 

TANSII.O. 

Ya  que  tanto  has  llegado  a  asegurarte 
que  no  es  Jacinto  el  hombre  que  temías, 
que  se  la  des  me  atrevo  a  aconsejarte. 

Rey. 
¿A  Jacinto? 

Tansii,o. 
Por  Dios,  que  acertarías; 
que  es  mancebo  gallardo,  y  con  quien  creo 
que  del  hombre  de  bien  te  vengarías. 

Rey. 

Bien  dices,  que  vengarme  de  él  deseo; 
y  cuando  aquel  hombre  de  bien  le  vea, 
hacer  en  hombre  cual  Jacinto  empleo, 

no  dudo,  si  la  quiere  y  la  desea, 
que  de  celos  se  ahorque. 

TANSII.O. 

No  has  tenido 
I    en  tu  vida,  señor,  tan  alta  idea, 
y  todo  viene  bien. 

Rey. 
,:Cómo? 

Tansilo. 

Han  venido. 

(Salen  Cloridano  i'  Jacinto.) 

Cl<ORIDANO. 

Denos  los  pies  tu  Alteza. 

Rey. 

¡Oh,  Cloridano! 
¡Oh,  Jacinto!  ¿Tan  presto? 

Cloridano. 

Fué  la  fama 
en  alguna  manera  mentirosa, 
que  no  era  el  Almirante  el  que  venía, 
sino  algunos  criados  de  la  Reina, 
que  traen  caballos  y  carrozas  ricas 


334 


El.    HOMHRK   DE   BlEX 


en  dos  famosas  naves,  y  en  el  puerto 
las  van  anuando  para  cuando  llegue, 
(jue  dicen  que  será  de  aquí  a  diez  días. 
Tnijeron  cartas  y  este  pliego  es  suyo. 

Rey. 
Por  las  albricias  de  tan  buenas  nuevas, 
os  quiero  hacer  una  merced  a  entrambos. 

J.\ClXTO. 
No  es  nuevo  en  tu  valor  hacer  mercedes. 

Rey. 
Quiero  casar  su  hermana   a  Cloridano. 

Cloridaxo. 
Los  pies  beso  a  Su  Alteza. 

Rey. 

Y  a  Jacinto 
quiero  casar  también . 

Jacinto. 

¿De  qué  manera? 
Rey. 
Casándote  con  ella.  ¿Xo  respondes? 

(Ap.irlc.) 

Jacinto. 
El  Rey  quiere  .saber  mi  pensamiento: 
bueno  será  decir  que  no  la  quiero; 
jxrro  si  aquí  le  hiciese  aquesta  afrenta 
a  su  hermano,  y  al  Rey  este  disgusto, 
perderé  la  esperanza  de  gozarla, 
¡ai'm  esta  confasión  faltaba  agora! 

Rey. 
;En  qué  dudas,  Jacinto? 

Jacinto. 

Esto)'  pensando 
una  dificultad.  Escucha  a  solas. 

Rey. 
¿Pues  cómo  aquí,  delante  de  su  hermano, 
no  te  muestras,  Jacinto,  agradecido? 

jACINTf). 

Señor,  de  obedecerte  gusto  mucho, 
y  porque  ella  merece  lo  que  sabes. 
I'cro  si  lú 

Rey. 
No  más,  que-  eres  un  necio; 
mi  esposa  viene,  a  quien  el  ciclo  manda 
que  quiera  solainent4:. 


Jacinto. 

Muchas  veces 
no  ejecutan  los  hombres  todo  aquéllo 
que  el  cielo  manda. 

Rey. 

Pues  en  esta  parte, 
bien  te  puedes  casar  y  estar  seguro. 

Jacinto. 
Señor,  los  re5'es  son  nuiy  poderosos; 
no  me  mandes  casai  con  la  que  quieres. 

Rey. 
Ya  lo  dije  delante  de  su  hermano; 
no  repliques,  Jacinto,  o  ¡vive  el  cielo' 
que  te  mande  matar. 

Jacinto. 

Si  después  vienes 
a  matarme  el  honor,  quítame  ahora 
la  vida. 

Rey. 
Necio,  escucha  esta  palabra, 
por  vida  de  Isabela,  y  así  vea 
la  sucesión  que  ha  menester  Dalmacia, 
de  que  una  vez  casado,  no  te  ofenda. 

Jacinto. 
Pues  di  a  su  hermano  que  a  tratarlo  vaya, 
y  esta  tarde  jjodemos  desposarnos. 

Rey. 
¿Cloridano? 

Cloridano. 

¿Señor? 

Rey. 

Jacinto  dice 
que  haberse  detenido  en  acetallo 
nació  de  conocer  sus  poco.?  méritos; 
está,  como  es  razón,  agradecido, 
y  así  podéis  hablar  a  vuestro  padre, 
a  cuya  casa  iremos  esta  noche 
jKira  que  queden  los  conciertos  hechos, 
que  quiero  .ser  tercero  y  .ser  padrino. 

Cl<()KII)ANO. 

Habiendo  de  dotarla  Vuestra  Altexa, 
le  vienen  bien  estos  oficios  todos. 

Ki;v. 
Pues  yo  me  voy  a  abrir  aíjuesle  ijliego, 
daréisle  de  mi  ¡jarte  un  gran  recado. 
¿Tansilo? 


ACTO  TERCERO 


335 


Tansilo. 
¿Gran  señor? 

Rey. 

Parte  a  Clávela 
y  dile  como  viene  ya  mi  esposa; 
ruégale  ele  mi  parte,  que  los  ojos 
ponga  en  un  caballero  de  mi  casa, 
para  que  cuando  mi  Isabel  venga, 
no  se  pueda  quejar  del  amor  mío. 
(Vase  d  Rey.) 

Tansuo. 

Iré  a  servirte.  ¡CJelos!,  hoy  alcanza 
mi  amor  la  posesión  de  su  esperanza. 

(Vase  Tansilo.) 

Jac.  ¿De  qué  estáis  tan  pensativo? 

Clo.  Tengo,  Jacinto,  razón. 

Jac.  ¿Puedo  saber  la  ocasión, 

si  acaso  en  tu  gracia  vivo? 
Clo.  No  hay  hombre  en  toda  Dalmacia 

que  3'o  quiera  como  a  ti. 
Jac.  ¿Estoy  en  tu  gracia? 

Clo.  Sí. 

Jac.  Pues  di,  si  estoy  en  tu  gracia: 

¿de  qué  nace  esta  tristeza? 

¿no  merezco  yo  a  Lucinda, 

cuando  a  lo  humano  se  rinda 

lo  que  es  celestial  belleza? 
¿No  la  igualo  en  cualidad? 

¿No  me  quiere  bien  el  Rey? 
Clo.  Más  te  supliera  la  ley, 

Jacinto,  de  la  amistad. 
Pero  cuando  me  pediste 

que  aquel  recado  llevase, 

para  que  no  te  culpase, 

la  noche  con  quien  dijiste, 
tan  perdido  te  mostraste 

de  amores  de  aquella  dama; 

tú  sabes  cómo  se  llama 

y  quién  es,  pues  la  gozaste. 
Que  de  lástima  de  ti 

sólo  el  rec  ado  llevé; 

pues  dinie  cómo  estaré 

si  hoy  te  doy  mi  hermana  aquí. 
Un  hombre  que  está  perdido 

de  amores  de  otra  mujer, 

a  mi  hermana  ha  de  tener 

eti  desprecio  y  en  olvido. 
Jac.  ¿Pues  no  te  parece  a  ti 

que  ima  mujer  tan  hermosa 

será  a  quitar  poderosa 

el  amor  que  hubiere  en  mí? 


Ci,o.  No,  Jacinto,  que  el  tratar 

muchos  años  a  una  fea, 
a  la  que  más  linda  sea, 
hará  olvidar  y  dejar. 

Líbrete  Dios  de  costumbre, 
que  es  otra  naturaleza. 
No  he  gozado  su  belleza, 
por  esta  divina  lumbre. 

Vamos  a  ver  a  tu  hermana; 
diréle  un  cierto  secreto. 
¿Es  ella? 

Tú  eres  discreto. 
No  fué  mi  sospecha  vana; 

como  te  quedaste  aquí... 
Todo  fué  celos  del  Rey. 
Quejarme  es  injusta  ley 
de  Lucinda  ni  de  ti, 

pues  que  ya  somos  cuñados. 
¿Lucinda  es  ya  mi  mujer? 
Menos  tendremos  que  hacer, 
si  estáis  los  dos  concertados. 


JAC. 


CXo. 
Jac. 
Clo. 

Jac. 
CXo. 


Jac. 
Ci,o. 


(Vanse  y  salen  Tansilo,  I.ucinda  y  Cl.4Vf.la.) 

Tan.  En  tu  casa  te  busqué, 

y  por  ser  del  Rey  recado, 

en  ésta  en  que  estás,  he  entrado. 
Luc.  Muy  justa  ucencia  fué. 

Tan.  Tan  justa,  que  podéis  darme 

albricias  de  cierta  nueva. 
Luc  ¿Qué  puede  haber  que  no  os  deba, 

Tansilo,  después  de  honrarme? 
Tan.  El  Rey  os  casa. 

Luc  ¿A  mí? 

Tan.  Sí. 

Luc  Beso  los  pies  de  Su  Alteza. 

Tan.  y  emplea  vuestra  belleza 

donde  yo  siempre  entendí. 
Luc  No  os  quiero,  señor  Tansilo, 

preguntar  con  quién,  mas  creo 

que  siendo  del  Rey  empleo, 

será  conforme  el  estilo. 
Cl,A.  Si  a  mí  me  venís  a  hablar, 

dejad  a  Lucinda  un  rato. 
Tan.  De  ver  \Tiestro  pecho  ingrato. 

Clávela,  me  hace  callar. 
Cla.  ¿Qué  es  el  recado  del  Rey? 

Tan.  Que  viene  la  Reina  ya; 

y  porque  casado  está, 

dice  que  no  es  justa  ley 

que  os  halle  libre  su  esposa; 

que  escojáis  con  quién  casaros, 

porque  quiere  él  mismo  honraros 

de  su  mano  generosa. 


336 


EL   HOMBRE   DE  BIEN 


Donde  no,  que  estéis  segura, 
que  caeréis  en  su  desgracia, 
y  que  saldréis  de  Dalmacia. 
Cla.  ¿Mi  casamiinito  procura? 

¿Ya  está  Rugero  en  estado, 
que  trata  jui  casamiento? 
Luc.  Mientras  ese  pensamiento, 

Clávela,  te  da  cuidado, 

dale  a  Tansilo  licencia 
que  me  diga,  que  me  nombre 
con  quién  me  casa. 
Tan.  Es  hombre 

de  hermosa  y  gentil  presencia. 

Es  discreto  y  es  galán, 
y  es  Jacinto,  finalmente. 
Luc.  ¿Jacinto? 

Tan.  Como  os  contente; 

que  si  no,  no  os  le  darán. 
Mas  tómase  tan  aprisa, 
que  el  Rey  vendrá  aquí  esta  tarde. 
Luc.  ¿Jacinto?  El  cielo  me  guarde. 

Tax.  Pues  por  mi  fe  que  la  risa 

se  os  ve  del  alma  en  los  ojos. 
Luc.  No  me  los  miráis  muy  bien, 

porque  cierto  hombre  de  bien 
recibirá  de  eso  enojos. 
Tak.  ¡Pesia  tal!  Eso  quería 

saber  el  Rey;  ya  desprecia 
a  Jacinto. 
Luc.  Fuera  necia 

en  resistir  con  porfía 

la  vohxntad  de  Su  Alteza. 

(Sale  Belarda.) 
Bel.  Tu  hermano  y  Jacinto  están 

a  la  puerta. 
Luc.  ¿A  qué  vendrán? 

Tan.  a  daros  mayor  tri.'^tejra. 

(Salen  Ci.oridano  y  Jacinto.) 
Clo.  Si  Tansilo  no  ha  ganado 

las  albricias,  aquí  estoy. 
Llc.  ¿De  que,  hermano? 

Clo.  De  que  soy 

del  señor  mar(|ués  cuñado; 
que  esta  mañana  Su  Alteza 

este  títulíí  le  dio. 
Jac.  Vuv  para  que  entrase  yo 

mayor  a  vuestra  gran<leza. 
Si  píir  Jarintf)  no  llego. 

sea  por  Marf|ués  Jacinto. 

aunque  de  vos  más  distinto 

que  está  la  nieve  del  fuego. 
Kl  Rey  me  manda  casar 


Luc. 


Jac. 
Luc. 
Jac. 
Clav. 


Jac. 


Gab. 


Clo. 
Gab. 
Ci,o. 
Gab. 


Clo. 
Gab. 

Rey. 
Fei,. 


Rey. 


y  me  da  merecimiento 
para  el  alto  casamiento 
que  vos  habéis  de  ilustrar. 

El  intento  que  esto  tiene, 
vos,  señora,  lo  .sabréis. 
Pues  aquí  a  Clávela  veis, 
vuestro  desengaño  viene. 

Ella  ha  sido  la  que  habló 
esta  noche  con  Rugero, 
que  yo  lo  que  quiso  quiero, 
y  soy  vuestra . 

¿Y  del  Rey? 

No. 

Clávela,  dime  verdad. 
Jacinto,  aquí  me  quedé, 
sospechosa  de  la  fe 
de  una  incierta  voluntad. 

Yo  fui  la  que  a  la  ventana, 
con  Rugero  anoche  hablé 
y  a  Lucinda  el  nombre  hurté. 
¡Ay,  Lucinda  soberana!, 

¿cómo  os  pediré  perdón? 

(Sale  GiVBiNO.) 
Tan  alborotado  vengo, 
que  apenas  aliento  tengo 
para  decir  mi  razón. 

Gabino,  ¿qué  es  lo  que  pasa? 
No  pienso  que  en  daño  sea. 
¿Cómo? 

El  Príncipe  se  apea 
de  una  carroza  en  tu  casa. 

Por  tu  padre  ha  preguntado, 
y  viene  el  viejo  con  él; 
y  tan  humilde,  que  de  él 
parece  que  se  honra  al  lado. 

Recibirle  será  justo; 
Lucinda,  vente  tras  mí. 
Ya  es  tarde,  porque  está  aquí. 

(Salen  el  Rey,  Felicio  y  Ghckkio.) 
Digo  que  en  extremo  gusto, 

padre,  de  hablaros  y  veros. 
Dos  veces  habéis  honrado 
mi  casa,  con  un  cuidado 
que  me  obliga  a  engrandeceros. 

I,a  primera,  allá  en  mi  hacienda, 
el  dote  me  prometistes 
de  Lucinda,  cuando  vistes 
que  era  de  estos  ojos  pu-nda. 

I,a  segunda,  al  cunipliniicuto 
del  casamiento  venís. 
¿Y  vos,  Lucinda,  admitís 
a  Jacinto  en  casamiento? 


ACTO   TERCERO 


337 


Luc. 
Rey. 
Tan. 
Rey. 


Tan. 
Rey. 

Tan. 
Rey. 
Tan. 

Rey. 
Tan. 
Rey. 


Haré  vuestra  voluntad. 
¿Tansilo? 

¿Señor? 

Escucha: 
el  amor  pasado  lucha 
con  mi  honor  y  autoridad. 

¿De  qué  suerte? 

Vengo  aquí 
de  casarla  arrepentido. 
¿Que  a  deshacerlo  has  venido? 
Si  te  digo  verdad,  sí. 

¿Pues  ya  cómo  puede  ser 
que  no  ofenda  tu  valor? 
La  industria  me  ofrece  amor. 
Tu  ingenio  lo  puede  hacer. 

Lucinda:  cuando  traté 
casarte,  por  verte  honrada 
de  un  hombre  conao  Jacinto, 
fué  todo  con  ignorancia. 
Xo  ha  faltado  quien   me  ha  dicho 
que  algim^as  noches  que  pasa 
rondando  por  esta  puerta 
que  tiene  enfrente  una  dama. 
Ha  visto  de  ella  salir 
un  hombre  de  buena  gracia; 
y  que  porque  a  Cloridano 
y  a  tu  viejo  padre  amaba, 
le  pretendió  desterrar 
de  la  empresa  comenzada 
y  trujo  dos  o  tres  hombres, 
que  con  encubiertas  armas 
le  preguntaron  quién  era, 
y  él,  con  la  mano  en  la  espada, 
dice  que  le  respondía 
no  más  de  aquestas  palabras: 
«Yo  soy  un  hombre  de  bien,» 
Pues  si  a  un  hombre  de  bien  amas, 
no  será  razón,  Lucinda, 
hacer  a  Jacinto  infamia; 
burlar  un  rey  como  yo, 
que  es  el  tercero  que  os  casa, 
pues  con  ese  hombre  de  bien 
estarás  mejor  casada. 
A  dos  cosas  vengo  aquí, 
que  también  Clávela  alcanza, 
y  no  con  menos  enojo, 
su  parte  en  esta  jomada. 
Escoja  de  quien  me  sirve, 
para  quedar  en  mi  gracia, 
un  caballero  con  quien 
quede  esta  tarde  casada. 
Porque  si  no,  ¡por  Dios  vivo, 
qxie  ha  de  salir  de  Dalmacia! 


XII 


Ci<A.  Mientras  que  Lucinda  piensa, 

melancólica  y  turbada, 

lo  que  te  ha  de  responder, 

digo  que  pues  tú  me  casas, 

hago  elección  de  TansUo. 
Rey.  ¿Quieres  tú? 

Tan.  Nombrarme  basta 

para  que  lo  estime  mucho. 
Rey.  Con  Tansilo  estás  casada. 

¿No  me  respondes,  Lucinda? 
Fei,.  Lucinda,  ¿por  qué  no  hablas? 

¿qué  hombre  de  bien  es  aqueste 

con  quien  afrentas  mis  canas? 
C1.0.  jAh,  hermana!,  ya  no  es  posible 

que  pueda  llamarte  hermana. 

¿Qué  hombre  de  bien  te  requiebra, 

para  nuestra  eterna  infamia? 
GAB.  Pues  que  tampoco  responde, 

escúchame  dos  palabras, 

invicto  Rey. 
Rey.  Habla  presto. 

Gab.  Después  que  traigo  estas  calzas, 

está  de  mí  tan  celosa 

Belarda... 
Rey.  ¿Quién  es  Belarda? 

(Sale  el  labrador  viejo.) 

Gli.  ]Mi  hija,  señor. 

Rey.  ¿Quién  eres? 

Gr,i.  El  alcaide  que  guardaba 

el  castillo  de  Lucinda, 
cuando  tú  andabas  a  caza . 

Rey.  Pues  bien,    ¿de  qué  tienes  celos? 

Gab.  No  está  bien  determinada 

si  es  de  las  calzas  o  el  dueño; 
yo,  señor,  por  sosegarla, 
te  supüco  que  la  obligues 
a  que  por  fin  de  mis  ansias, 
se  case  conmigo  aquí. 

Rey.  Cásate  con  él,  Belarda. 

Bei,.  a  no  lo  mandar  el  Rey... 

Gab.  Dame  aquesa  mano,  acaba, 

que  dentro  de  cuatro  días 
de  la  mesa  y  de  la  cama 
me  enfadará  el  casamiento, 
y  la  mujer  y  la  casa. 

Rey.  ¿Aun  no  respondes,  Lucinda? 

Luc.  Si  a  Jacinto  quieres  y  amas, 

y  temiendo  el  honor  suyo, 
como  dices,  nos  descasas, 
yo  haré  que  Jacinto  quiera, 
cuando  él  quiera,  que  entre  y  salga 
en  casa  el  hombre  de  bien. 

22 


338 


EL  HOMBRE  DE  BIEN 


Rey. 

Que  entre  y  salga,  ¡cosa  extraña! 

Pues,  Jacinto,  ¿tú  eres  hombre 

de  condiciones  tan  blandas 

que  sufrirás  que  otro  alguno. 

cuando  él  quiera,  cutre  en  tu  casa? 

JAC. 

Otro  ninguno  que  yo, 

no  lo  creas,  que  te  engañas; 

sólo  aquel  hombre  de  bien 

tiene  hcencia  firmada. 

jAC. 

Rey. 

¿De  quién? 

Fel. 

jAC. 

De  mí. 

Rey. 

¿De  ti  mismo? 

jAC. 

De  mí  mismo. 

Rey. 

¿Por  qué  causa? 

Rey 

Tac. 

Porque  fui  el  hombie  de  bien; 

Tan. 

que  sólo  por  no  infamalla. 

Rky 

puse  mil  veces  mi  vida 

en  los  filos  de  tu  espada. 

Clo. 

Rey. 

¿Tú? 

jAC. 

jAC. 

Yo. 

Rey. 

Pues  no  quiera  el  cielo 
que  si  Lucinda  te  ama, 

y  tú  eres  hombre  tan  hombre 
que  el  hombre  de  bien  te  llamas, 
yo  te  quite  lo  que  es  tuyo. 
Antes,  desde  hoy  más,  por  armas 
ten  una  espada  desnuda, 
con  esta  letra  adornada: 
«Xada  debe  al  Rey  el  hombre 
de  bien.ft 

Dame  esos  pies,  gran  señor. 
Jacinto,  a  tu  padre  abraza 
y  a  tu  cuñado  también. 

(Disparan  una  escopeta  dentro.) 

¿Qué  es  esto? 

Parece  salva. 
Sin  duda,  viene  mi  esposa; 
alguno  a  saberlo  vaya. 
Señor,  yo  iré. 

Y  aquí,  senado. 
El  hombre  de  bien  acaba. 
Si  es  buena,  serálo  el  hombre; 
si  no,  perdonad  las  faltas. 


LA    INOCENTE    LAURA 


COMEDIA  FAMOSA 

DE 

LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 

DEDICADA    A    DON    DIEGO    JIMÉNEZ    DE    VARGAS 
CABALLERO   DEL   HABITO    DE   SANTIAGO 


«Admirándose  I.isandro  lacedenionio  (como  2^:  ib! 
Sócrates)  de  un  cultivado  campo,  que  le  enseñaba  el 
rey  Ciro,  le  dijo  el  persa:  «Yo  soy  por  cuya  industria  y 
«cuidado  se  han  hecho  estas  labores;  yo  planté  los  más 
»destos  árboles  y  destos  cuadros;  es  mío  el  artificio.» 
A  quien,  como  Lisandro  viese  con  la  púrpura  regia 
esmaltada  de  preciosas  piedras  y  tan  limpia  y  curiosa- 
mente vestido,  respondió:  «Bienaventurado  eres,  Ciro, 
«porque  has  igualado  tu  virtud  a  tu  fortuna.»  Yo  pienso 
que  con  esto  he  dicho  sin  lisonja  lo  que  pudiera  decires 
de  V.  m.  tan  justamente,  pues  con  los  dotes  naturales 
ha  igualado  y  vencido  los  de  su  fortuna,  y  en  todas  ac- 
ciones esmaltado  con  sus  virtudes  lo  que  begnina- 
mente  recibió  del  cielo;  pero  ¿cómo  había  de  ser  de 


otra  suerte  el  fruto  de  tales  padres,  y  que  en  su  educa- 
ción sólo  le  dieron  por  ayo  su  mismo  ejemplo?  Aquí 
pudiera  hacer  una  digresión  larga,  discurriendo  por 
su  admirable  entendimiento  y  cortesía  hasta  el  valor 
de  su  pecho,  herencia  justa  del  que  en  todas  sus  cosas 
es  tan  magnánimo;  pero  por  no  dar  ocasión  a  los  que 
piensan  que  han  de  ver  la  verdad  con  los  antojos  de  la 
envidia,  ofrezco  a  v.  m.,  entre  muchos  y  grandes  de 
seos,  esta  comedia  de  La  inocente  Laura,  sólo  para  que 
sirva  de  pequeña  muestra  de  los  que  me  quedan  para 
mejores  ocasiones,  si  tuviere  vida  para  lograrlas:  la  de 
v.  m.  guarde  Nuestro  .Señor  muchos  años. 

Capellán  de  v.  m.,  Lope  de  Vega  Carpió. 


PERvSONAS   DE    LA    COMEDIA 


La  Duquesa  Leonarda. 
El  Duque  Rodulfo. 
El  Conde  Ricardo. 
Roberto  caballero. 
L-'iURA,  su  imtjer. 


Galo,  su  criado. 
Andronio,  Tiberio 
Clenardo,  criados. 
MÚSICOS  que  no   hablan. 
El  Rey  de  Ñapóles. 


Aristeo,  caballero. 
Belardo 
Tirreno 
Filida,  villanos. 


ACTO   PRIMERO 

(Sale  Leonarda,  Duquesa  de  Sanidngel,  y   Ricardo. 
hermano  bastardo  del  Rey  de  Ñapóles.) 

I/EON.  Deja  esa  loca  porfía. 

Ríe.  Si  es  loca,  podré  dejalla. 

León.         Suéltame,  Ricardo,  y  calla. 

Ríe.  Ciego  estoy  y  amor  me  gm'a. 

Si  no  tiene  vista  amor, 
aunque  siempre  están  sus  ojos 
llenos  de  varios  antojos 
de  su  esperanza  y  favor, 
y  yo  ciego  como  efeto 
de  la  causa  que  me  guía, 
no  es  mucho,  señora  mía, 
que  no  te  guarde  respeto. 


León. 


Ríe. 


LK(JN. 


Aunque  un  ciego  en  una  calle 
o  en  un  aposento  que  entre 
al  que  tiene  vista  encuentre, 
no  puede  nadie  culpalle. 

Si  eres  ciego  y  amor  luego 
el  que  tiene  vista  es  loco, 
pues  por  no  apartarse  un  poco 
sufre  que  le  encuentre  un  ciego, 

porque  eres  ci«go,  Ricardo, 
y  yo  tengo  vista,  quiero 
dejarte  pasar. 

¿Qué  espero? 
¿Pero  por  qué  me  acobardo? 

Ya,  Duquesa,  me  atreví. 
Conde,  aunque  hermano  del  Rey, 
mira  que  es  injusta  ley 


340 


LA    INOCENTE    LAURA 


Ríe. 


León. 


Ríe. 

IvEOX. 

Ríe. 
León. 


Ríe. 
Leox. 


Ríe. 


coimiigo  atreverte  así, 

y  ese,  Ricardo,  no  es 
oficio  de  huésj>ecl. 

Va 
la  razón,  Leonarda,  tstá 
del  apetito  a  los  pies. 

Huésped  soy  de  tu  marido; 
mas  también  lo  fué  el  troj-ano. 
Como  tu  deseo  es  vano, 
así  tu  ejemplo  lo  ha  sido; 

que  si  Grecia  a  Troya  abrasa 
porque  París  huésped  fué, 
mira  tú  cómo  podré 
dejar  abrasar  mi  casa. 

Acuérdate  de  Tarquino. 
Seré  yo  como  Lucrecia. 
Tan  casta,  mas  no  tan  necia. 
Hl  Duque  pienso  que  vino. 

Desvíate,  que  no  es  bien 
que  desta  suerte  nos  vea. 
Es  burla. 

Cuando  lo  sea, 
criados.  Conde,  nos  ven. 

Suelta  la  cadena. 

Así 
te  quisiera  tener  presa. 


(El  Tuque  de  S.\nt.4.ngel  entra,  y  mírale  asido  Je  la 
cadena  de  la  Duquesa.) 


DUQ. 

Ríe. 


Leo. 
DuQ. 
Ríe. 


EUQ. 


Leok. 


¿Qué  es  esto? 

Advierte,  Duquesa, 
que  está  tu  marido  aquí. 

Digo  que  de  aqueste  niodo 
la  pienso  hacer. 

Será  buena. 
Señor  Conde. 

Esta  cadena 
es  a  propósito  en  todo 

de  una  que  quisiera  hacer 
y  e.stoy  mirando  la  hechura, 
que  cierta  dama  procura 
mi  pensamiento  prender, 

y  yo  querría  primero 
ponerla  en  prü^ión  con  tiro. 
Aunque  sus  partes  ignoro, 
nuicho  de  su  fuerza  espero. 

Pero  ya  que  hacer  queréis 
jjrisión  que  os  libre  de  jH-na, 
.suplícofxs  que  esta  cadena 
en  su  lurnioso  cuello  honréis; 

que  habiendo  <le  hacerse  así 
ahorraréis  del  cuidado. 
Con  ella  le  había  rogado. 


DlQ. 

Leox. 

Ríe. 


DUQ. 


Ríe. 

Leox. 
Ríe. 

Dt-o. 
Ríe. 


DuQ. 


Ríe. 

DUQ. 


Quitáosla,  pues. 

\'eisla  aquí. 

Xo  permitáis  que  yo  haga 
tan  grande  descortesía 
si  no  es  que  otra  feria  mía 
tanta  merced  satisfaga. 

Eso,  Conde,  no  es  razón, 
y  agravio  recibo  en  parte; 
yo  huelgo  de  tener  parte 
en  tan  hermosa  prisión. 

Va  que  la  industria  no  he  dado, 
huelgo  de  dar  la  cadena. 
La  libertad  de  mi  pena 
del  Argel  (i)  de  mi  cuidado 

tiene  esta  prisión  en  sí. 
A  los  dos  las  manos  beso. 
El  cielo  os  dé  buen  suceso; 
ved  qué  me  mandáis  a  mí. 

Que  os  guarde  el  cielo  mil  años. 

^í'íí.sí-  la  DVQVESA.) 

Mal  pensamiento  me  dio 

con  estar  seguro  yo 

de  recelos  }-  de  engaños. 

¡Qué  de  cosas  ven  los  ojos 
que  no  son  como  las  ven  I 
Allá  te  llevas,  mi  bien, 
la  libertad  en  despojos. 

Mira  si  será  razón 
creer  que  causas  mi  pena, 
pues  das  a  amor  la  cadena 
con  que  me  ha  puesto  en  prisión. 

Conde:  el  haber  entendido 
que  tratáis  cosas  de  amor, 
aunque  con  vos  su  rigor 
justa  disculpa  ha  tenido, 

me  ha  puesto  en  el  pensamiento 
que  sepáis  agora  el  mío, 
supuesto  que  a  desvarío 
habéis  de  juzgar  su  intento. 

listo,  y  tener  presunción 
que  lo  que  me  ha  enamorado 
por  dicha  os  dio  ayei  cuidado 
en  cierta  conversación. 

Porque  si  es  lo  que  yo  miro, 
por  hué.'iped  me  habéis  de  hacer 
merced  de  no  lo  querer. 
La  prenda  por  quien  suspiro. 

Duque,  no  la  conocéis. 
í  uradlo 


(i)     ICn  el  ()iÍRÍnal  K.XiiRch 


ACTO    PRIMERO 


34-1 


Ric.  Poi  Dios  lo  juro, 

y  sé  que  no  soy  perjuro, 

(A  partí: ) 

aunque  en  casa  la  tenéis; 

que  quien  por  otra  la  deja 
no  conoce  su  valor. 
Dx^o.  Este  mi  celoso  amor 

¡qué  mal  pagado  se  queja! 

Piensa,  con  locos  desvelos, 
que  esto  que  yo  quiero  bien 
lo  quieren  cuantos  lo  ven. 
Ríe.  Sosegar  podéis  los  celos; 

que  lo  que  quiero  no  es  cosa 
que  vos,  Duque,  la  estimáis. 
Dúo.  Si  la  palabra  me  dais 

que  a  la  Duquesa  celosa 

ni  a  otra  persona  diréis 
mi  pensamiento,  os  prometo 
de  deciros  mi  secreto. 
Ríe.  Donaire,  primo,  tenéis. 

¡Yo  a  la  Duquesa! 
DuQ.  Estoy  loco; 

no  reparéis  en  que  os  diga 
desatinos. 
Ríe.  Si  os  obliga 

amor  a  tener  en  poco 

prenda  de  tanto  valor, 
muy  celestial  ha  de  ser 
la  disculpa. 
DuQ.  Es  la  mujer 

de  Roberto. 
Ríe.  Justo  amor 

por  ser  grande  su  belleza, 
no  por  ser  de  \niestro  amigo. 
DuQ.  Al  amor  no  dio  castigo 

la  .sabia  naturaleza 

de  amar  lo  que  en  ella  cabe; 
el  bien  donde  qviiera  es  justo 
amarle. 
Ríe.  Esa  es  ley  del  gusto, 

que  muy  pocas  leyes  sabe. 
Mas  huélgome  de  saber 
que  lo  bueno  en  cualquier  parte 
se  debe  amar. 
DuQ.  Para  hablarte 

en  materia  de  querer, 

muy  tibio,  Ricardo,  estás 
como  me  dices  que  quieres. 
Ríe.  Tú  amante  maestro  eres; 

yo,  discípulo  no  más. 

En  los  principios  estoy, 
y  quiero,  para  aprender, 


Dúo. 


Ríe. 

DUQ. 


Ríe. 
Dúo. 


Ríe. 

DUQ. 


Ríe. 


ser  tu  tercero  y  tener 
este  oficio  desde  hoy. 

¿No  has  visto  al  famosc)  lado 
de  un  médico  ya  maestro 
el  practicante  mas  ( i )  diestro 
andar  y  ver  con  cuidado 

las  niedicinas  que  aplica 
y  el  método  de  curar? 
Pues  así  pienso  estudiar 
de  este  amor  la  ciencia  rica. 

Veré  qué  medios,  qué  engaños 
pone  tu  ciencia  famosa 
a  una  mujer  virtuosa, 
y  si  son  propios  o  extraños. 

Que  pues  puedo  entrar  contigo, 
no  será  malo  aprender 
cómo  visitas  mujer 
de  un  hombre  noble  y  tu  amigo. 

No  ha  sido  con  propiedad 
la  semejanza,  en  virtud 
de  que  ellas  tienen  salud 
y  tú  y  yo  la  enfermedad. 

Es  amor  todo  al  revés; 
porque  el  enfermo  de  amor 
visita  siempre  al  doctor, 
que  ya  entonces  no  lo  es, 

cuando  el  doctor  le  visita. 
Mucho  enseña  la  experiencia. 
Para  que  aprendas  la  ciencia 
mi  remedio  solicita; 

que  más  negocia  un  tercero 
hablando  en  lo  que  no  siente 
que  el  mismo  cua'o  accidente 
le  tiene  mudo. 

Hoy  espero 

negociarte  un  gran  favor. 
Pues  cuando  tú  me  des  parte 
de  tu  amor,  quiero  pagarte 
en  solicitar  tu  amor; 

pero  en  lo  que  toca  al  mío 
no  sé  cómo  has  de  poder. 
¿Xo  es  mujer? 

Sí;  mas  nmjer 
de  bronce  o  de  hielo  frío. 

Y  yo  tengo  para  mí 
que  en  tanto  que  su  marido 
esté  presente,  en  su  olvido 
no  habrá  memoria. 

Es  así, 

que  por  tener  yo  presente 


(i)     En  el  original   y   en  Hartzenbusch  «mal»;  pero 
creo  que  será  errata. 


342 


LA   INOCENTE    I-AURi 


DlQ. 

Ríe. 

DVQ. 

Ríe. 


DUQ. 


Ríe. 


DUQ. 


Ríe. 


^I'ansí, 
ROB. 


I.Ar. 
Rc»B. 


La  I 


el  de  la  prenda  que  adoro, 
no  pueden  prisiones  de  oro 
lo  que  pudieran  ausente. 

Pues  sabe  que  he  negociado 
ausentar  de  aquí  a  Roberto. 
¿Cierto? 

¡Y  cómo  si  fué  cierto! 
Notable  envidia  me  has  dado. 

¡Ah,  cielos,  si  yo  pudiera 
ausentar  el  de  la  mía  I 
Oye  para  que  algún  día 
finjas  la  misma  quimera. 

Al  Rey  tu  hermano  le  envío, 
fingiendo  ser  de  importancia, 
ciertos  avisos  de  Francia 
que  sólo  a  Roberto  fío 

en  unas  cartas  que  lleva, 
V  hov  parte  a  Ñapóles. 

Hoy 
tendrás,  a  fe  de  quien  soy, 
de  tus  pensamientos  nueva. 

Las  albricias  me  apercibe, 
porque  la  tengo  de  hallar. 
Al  partir  me  quiero  hallar 
con  él;  si  quieres,  escribe, 

que  será  buena  invención 
para  hablar  a  Laura. 

Creo 
que  ha  de  medrar  mi  deseo 
mucho  en  la  primer  lición. 

y    eníran    Roberto,    de    camino,    y    I.aura.) 

Tengo,  señora,  a  ventura 
que  el  Duque  me  haya  fiado 
cosas  de  tanto  cuidado. 
Honrarte  el  Duque  procura. 

El  Rey  no  me  ha  visto  a  mí, 
aunque  mis  servicios  sabe; 
para  entrar  sirven  de  llave 
'as  cartas  que  llevo  aquí. 

listas  tienen  la  importancia 
de  su  vida,  y  mi  afición 
me  obUga  a  decir  que  son 
grandes  secretos  de  Francia; 

que  ya  sabes  el  deseo 
que  de.ste  reino  han  tenido 
sus  reyes. 

No  te  he  querido, 
s  más  cuando  ya  te  veo 

tan  de  partida,  decir 
que,  .supuesto  f|u».-  te  importe, 
esto  de  andar  en  la  corte 
es  un  can.sado  vivir. 


Tú  te  metes  en  quimera, 
que  presto  conocerás 
cuan  ciego  y  errado  vas. 
ROB.  Si  yo,  Laura,  no  te  diera 

cuenta  con  loca  afición 
de  mis  cosas  en  mi  vida 
y  esta  secreta  partida 
pusiera  en  ejecución, 
no  me  dijeras  aquí, 
movida  acaso  de  celos, 
que  el  bien  que  me  dan  los  cielos 
ha  de  ser  mal  para  mí. 

¡Qué  de  bienes  ha  perdido 
por  tomar  el  parecer 
de  su  celosa  mujer 
más  de  algún  necio  marido! 

Yo  sé,  Laura,  lo  que  intento; 
no  quiero  consejos,  no. 
Lau.  Mi  amor  te  hablaba,  que  yo 

no  tuve  tal  pensamiento. 

Sé  yo  que  vas  engañado. 
¿Qué  piensas  que  hay  en  la  corte, 
que  de  unas  cartas  en  porte 
ya  esperas  un  grande  estados- 
La  esperanza  y  la  ambición 
te  meterán  por  su  puerta, 
luego  a  la  privanza  abierta 
aumento  y  estimación. 

Entregaránte  al  servicio 
lisonja  y  solicitud 
y  éstos  luego  a  la  inquietud 
del  favor  y  del  oficio. 

La  envidia  y  murmuración 
te  harán  luego  compañía, 
tu  esperanza  cada  día 
sentirá  disminución. 

Las  cautelas,  los  engaños, 
el  corto  premio,  el  disgusto, 
más  aprisa  que  era  justo 
irán  segando  tus  años. 

Verás  a  la  ingratitud 
entregarte  a  la  vejez, 
que  es  el  último  juez 
ya  sin  fuerza  y  shi  salud. 

No  verás  más  la  esperanza, 
sino  el  arrepentimiento 
que  te  muestra  el  sufrimiento 
junto  a  la  desconfianza. 

Quejoso,  pues,  desta  suerte, 
verás  con  triste  partida 
que  en  la  corte  cualquier  vida 
va  por  la  posta  a  la  muerte. 
Ron.  Habrás,  Laura,  imaginado 


ACTO   PRIMERO 


i4i 


Lau. 


ROB. 


Galo. 


ROB. 


Lau. 

ROB. 


Lau. 


Galo. 


que  el  favor  y  pretensión 
me  olvidaran  sin  razón 
la  obligación  de  mi  estado 

y  quedando  en  las  sirenas 
de  la  corte  olvidaré 
la  que  vida  y  alma  fué 
en  la  sangre  de  mis  venas. 

Déjate  de  imaginar 
que  sus  Scilas  y  bajíos 
podrán  los  intentos  míos 
de  su  firmeza  mudar. 

Yo  te  adoro,  yo  soy  tuyo; 
yo  SO}',  mi  Laura,  tu  esposo; 
la  corte  es  mar  proceloso; 
pero  por  el  golfo  suyo 

pasaré  yo  con  llevar 
siempre  a  Ulises  a  mi  lado. 
El  Duque  me  ha  procurado 
dar  a  conocer  y  honrar. 

Déjame  ser  algo,  pues 
que  lejos  del  Rey  ninguno 
puede  ser  nada,  y  si  alguno 
piensa  que  sin  él  lo  es, 

sólo  del  sol  se  contente, 
como  Diógenes  hizo, 
a  quien  no  le  satisfizo 
todo  Alejandro  presente, 

que  yo,  Laura,  no  nací 
tan  filósofo. 

Xo  quiero 
cansarte;  mas  presto  espero 
que  te  acordarás  de  mí. 

Eso  siempre,  Laura  mía; 
y  mira  que  es  tarde  ya. 

(Entra  Galo,  criado.) 

Fabricio  aguardando  está; 
pero  no  te  aguarda  el  día, 

que  a  toda  furia  se  pasa. 
Dadme,  señora,  licencia. 
Xo  os  encargo  que  en  mi  ausencia 
no  falte  3-0  en  vuestra  casa, 

pues  sois  vos  quien  queda  en  ella. 
El  cielo  os  \-uelva  con  bien. 
A  serviros,  que  sois  quien 
es  mi  dueño,  Laura  bella; 

no  hay  corte.  Duque  ni  Rey 
para  comparar  con  vos. 
Adiós,  mi  bien. 

Guárdeos  Dios. 
(Vase  Roberto.) 
¿Galo? 

Señora. 


Lau.  La  ley 

de  un  buen  vasallo  y  criado 

es  advertir  al  señor. 
Galo.  Fía  de  mi  grande  amor 

ese  deseo  y  cuidado. 

(Vase  Galo.) 

Lau.  ¡Oh  terrible  confusión 

en  una  honrada  mujer, 
pues  ha  de  callar  y  ver 
su  muerte  en  esta  ocasión! 

Piensa  mi  esposo  Roberto 
que  son  celos  mi  temor, 
y  es  el  temor  del  amor 
que  tiene  el  Duque  encubierto. 

Sé  que  a  la  corte  le  envía 
para  poder  en  su  ausencia 
hacerme  alguna  violencia. 
¡Qué  desventura  la  mía! 

Procúrele  divertir 
de  la  jomada  a  la  corte, 
donde  temo  que  le  acorte 
la  esperanza  de  vivir. 

Mas  él,  como  va  engañado, 
piensa  que  mis  celos  son; 
pues  decirle  la  ocasión 
pienso  que  hubiera  excusado 

mayor  mal,  porque  es  un  hombre 
que  a  ninguno  perdonara 
su  ofensa,  y  esto  bastara 
para  obscurecer  mi  nombre. 

Hartas  veces  pretendí 
decírselo,  y,  finalmente, 
vi  que  es  menos  mal  que  intente 
el  Duque  vencerme  a  mí. 

Pues  yo  sabré  resistirme, 
que  ponerle  en  ocasión 
de  matarle  o  confusión 
en  mis  desventuras  firme. 

IMal  liice  en  no  lo  decir; 
quizá  de  aquí  me  sacara 
con  prudencia  y  excusara 
el  ponerme  en  resistir 

la  contingencia  del  daño; 
que  fiar  de  su  poder 
sin  marido  una  mujer, 
si  no  es  locura,  es  engaño. 

Escribirle  será  justo 
de  manera  que  lo  entienda: 
pero  temo  que  le  ofenda 
más  de  la  carta  el  disgusto. 

Que  una  pesadumbre  escrita 
da  más  pena  que  contada. 


344 


LA    INOCENTE   LAURA 


que  el  que  la  cuenta  no  enfada 
tanto,  porque  pone  y  quita, 

al  paso  del  que  la  escucha 
como  le  ve  la  color; 
pero  escrita  es  más  rigor 
y  poca  parece  mucha. 

Porque  leyéndola  dice 
siempre  aquella  misma  cosa, 
y  es  mucho  más  enojosa 
ver  que  jamás  se  desdice. 

Escribir  al  fin  condeno; 
mil  veces  habla  un  papel 
al  que  está  a  solas  con  él; 
la  tinta  llaman  veneno. 

Pues  no  se  le  dé  en  su  luto, 
sino  que  desta  violencia 
a  mi  honrada  resistencia, 
que  es  palma  y  es  dulce  el  fruto. 

Que  de  nú  historia,  si  alguna 
de  este  mi  amor  ha  de  ver 
a  lo  que  quisiere  hacer 
el  gusto  de  la  fortuna. 

(l'ansc,  y  entra  Leon.\rda,  Duquesa,  y  el  Conde  Ri- 
cardo.) 

Leo.  Si  no  quiero  hablar  contigo, 

persuadirme  no  es  razón. 
Ríe.  ¿Cuándo  no  fué  discreción 

escuchar  al  enemigo? 
Leo.  ¿Qué  me  puede  resultar 

de  oírte? 
Ríe.  Si  te  dijere 

cos>a  de  mi  amor  ni  diere 

a  mis  suspiros  lugar, 

fálteme  el  cielo  y  la  tierra; 

lo  que  procuro  es  tu  vida 

tan  locamente  ofendida 

de  quien  en  su  pecho  encierra 
las  crueldades  de  Xerón, 

las  impiedades  de  Sila, 

de  Clodomiro,  de  Atila, 

de  Alboíno  y  Ocrión. 
Lko.  ;  Pues  fjuién  puede  ser  un  hombre 

<jue  a  mí  me  quiera  tan  mal 

y  pueda  hacérmele? 
Ríe.  Igual 

a  tu  po<ler  y  a  tu  nombre. 
LEíj.  va  Rey  de  Ñapóles  tiene 

más  ¡joíler;  no  .será  él, 

ni  meiu)s  con  .ser  cruel 

.su  fama  y  nombre  convitiu-. 
KlC.  Rfxleas  c-1  no  entender 

que  es  el  I)nquc,  tu  marido. 


Leo.  Si  yo  lo  hubiera  entendido 

no  fuera  noble  nmjer. 

Que  tu  industria  conocida 
con  que  nos  pones  en  mal 
de  una  mujer  principal 
no  puede  ser  admitida. 
Vete  con  Dios. 
Ríe.  Presupuesto 

que  cuanto  dijere  aquí 
lo  has  de  ver  antes  que  a  mí 
me  creas;  esto}'  dispuesto, 

movido  de  compasión, 
a  librarte  deste  daño. 
Leo.  ¿Cuándo  pensaste  el  engaño? 

Ríe.  Todas  las  mujeres  son 

tan  fáciles  de  creer 
que  al  crédito  fabuloso 
pintó  un  poeta  famoso 
en  figura  de  mujer. 

Mas  tú,  que  de  ser  discreta 
te  precias  y  persuades, 
no  das  crédito  a  verdades. 
Verdad  es  que  estoy  sujeta 

a  creer,  por  ser  mujer, 
cualquier  cosa  que  no  ha  sido; 
pero  no  de  mi  marido, 
que  es  comenzarle  a  ofender. 
No  quiero  yo  que  lo  creas, 
que  lo  veas  quiero  yo. 
¿Que  lo  vea? 

f-Por  qué  no? 
¿Qué  pierdes  en  que  lo  veas 

si  te  libras  de  la  muerte 
con  sólo  verlo? 

Aunque  son 
celos  y  amor  invención, 
te  quiero  escuchar. 

Advierte: 
el  Duque,  tu  esposo,  adora 
a  Laura,  la  de  Roberto. 
¿Eso  es  cierto? 

jY  como  cierto! 
Tu  indu.stria  conozco  agora: 

Celos  tus  celos  aphcan. 
¡Oh,  Conde,  discreto  eres! 
Que  es  cebo  en  que  las  mujeres 
con  mayor  presteza  pican. 

¿Celos  de  Laura  me  has  dado? 
Algo  te  han  dicho  de  mí. 
Ríe.  Del  Duque  lo  sé,  que  hoy  fui 

testigo  de  su  cuidado. 
Leo.  ¿K1  le  lo  dij(j?  ¿A  qué  efeto? 

Ríe.  l'or  meterme  en  .su  traición. 


Leo. 


Ríe. 

Leo. 
Ríe. 


Leo. 


Ríe. 


líEO 

Ríe. 
Leo. 


ACTO    PRIMERO 


345 


Leo. 
Ric. 
Leo. 
Ric. 

Leo. 
Ríe. 

Leo. 

Ric. 


Leo. 
Ric. 
Leo. 

Ríe. 
Leo. 


Ríe. 


Leo. 


Ríe. 


I«EO. 


Ríe. 
Leo. 


¿Traiciones  a  mi  afición? 
Mas  no  fué  el  Duque  discreto. 

Si  te  pretende  matar, 
¿no  ha  menester  lui  amigo? 
¿Eso  ha  tratado  contigo? 
Tú  me  quieres  engañar. 

Ya  oigo  que  lo  has  de  ver; 
y  mira  si  todo  es  cierto, 
pues  que  despacha  a  Roberto 
adonde  no  ha  de  volver. 

¿Cómo? 

Quiere  en  el  camino 
que  le  salgan  a  matar. 
¿Luego  él  quiérese  casar 
con  Laura? 

Yo  lo  imagino. 
Porque  matar  a  Roberto, 
fingiendo  que  son  ladrones, 
y  con  tan  breves  razones 
tener  resuelto  el  concierto 

del  veneno  que  ha  de  darte, 
¿a  qué  puede  dirigirse? 
Yo  vi  a  Roberto  partirse. 
Para  no  volverse  parte. 

¿Cómo  podremos  hacer 
que  vuelva  Roberto  aquí? 
Siguiéndole  3-0. 

Es  así; 
pero  también  puede  ser 

que  el  Duque,  viendo  tu  ausencia, 
sospeche  el  aviso. 

En  todo 
se  puede  biiscar  un  modo 
con  discreción  y  prudencia. 

Mas  si  le  voy  a  llamar, 
¿adonde  le  esconderé? 
En  mi  casa  le  tendré, 
donde  podremos  tratar 

el  remedio  todos  tres 
de  mi  vida  y  de  la  suya. 
Pues  para  que  más  se  arguya 
desta  verdad,  que  lo  es, 

a  ti  y  a  Roberto  juntos 
haré  que  aquesta  traición 
os  diga  Laura . 

Invención 
notable;  espero  por  puntos 

ver  el  fin. 

¿Oué  dices? 

Digo 
que  si  Roberto  y  yo  vemos 
el  peligro  que  tenemos, 
que  no  faltará  castigo 


del  cielo  a  los  dos  traidores. 
Ríe.  ¿Qué  más  que  quererme  a  mí? 

Leo.  ¿Xo  me  prometiste  aquí. 

Conde,  no  hablarme  de  amores? 
Ríe.  Dices  bien. 

Leo.  Parte  y  avisa 

deste  suceso  a  Roberto. 
Ríe.  Mañana  estuviera  muerto. 

Deja,  Leonarda,  la  risa, 

que  has  de  ver  que  soy  quien  soy 
y  que  la  vida  me  debes. 
Leo.  Como  lo  que  dices  pruebes, 

en  obligación  te  estoy. 
Ríe.  Si  el  Duque  me  echare  menos, 

a  tirar  dirás  que  fui 
dése  monte  un  jabalí. 
(  Vase.) 
Leo.  ¡Ay,  celos  de  engaños  llenos! 

¿Diré  que  estos  son  engaños? 
¿Tendrélos  por  desvarios?    . 
Xo,  porque  basta  ser  míos 
para  ser  ciertos  mis  daños. 
Porque  si  no  fuera  cierto 
que  el  Duque  intenta  matarme 
y  este  quiere  remediarme, 
no  me  trajera  a  Roberto. 

Si  es  mentira,  es,  a  lo  menos, 
a  la  astrología  igual, 
que  por  saber  bien  o  mal 
la  consultan  muchos  buenos. 

Arroj  árame  a  decir 
al  Duque  aquesta  traición; 
mas  es  poca  discreción, 
si  es  que  me  importa  el  vivir. 
Que  sr  es  verdad  y  le  digo 
al  Duque  que  j^a  lo  sé, 
¿cómo  con  él  viviré 
ni  él  puede  vivir  conmigo? 

Y  si  es  mentira  y  le  cuento 
que  el  Conde  ha  sido  el  traidor, 
descubro  su  ciego  amor 
y  su  justa  muerte  intento. 

Lo  mejor  me  ha  parecido 
dejar  venir  a  Roberto, 
y  siendo  el  suceso  cierto, 
que  aun  piensa  amor  que  es  fingido, 

apartarme  de  mi  daño 
y  procurar  mi  provecho. 

(Salen  el   Duque   Rudolfo,   Tiberio   y   eLENARDO.) 

DuQ.  ¿Partióse? 

TiB.  Así  lo  sospecho. 

DuQ.  Bien  se  ha  lucido  el  engaño. 


346 


LA    IXOCENTl-:    LAURA 


Cr.EN'.  Yo  pof  lo  menos  le  vi 

botas  y  espuelas  calzadas 

y  vi  unas  perlas  lloradas 

sobre  un  clavel  caimesí. 
Di'Q.     '  Xo  me  digas  sentimientos 

de  Laura  por  su  marido; 

que  de  envidia  mi  sentido 

desmaya  mis  pensamientos. 
El  se  partió,  yo  he  quedado, 

el  competidor  ausente, 

por  más  que  un  desdén  intente 

se  ha  de  rendir  de  cansado. 
Esta  noche  prevenid 

miisica  y  armas. 
TiB.  Señor, 

las  letras  dicen  tu  amor. 
T)T'Q.  Mi  amor  en  letras  decid, 

y  plegué  a  Dios  que  le  pague 

o  a  lo  menos  que  le  acete. 
Clex.  Mucho  la  ocasión  promete, 

.«i  no  es  que  el  desdén  la  estrague. 
TiB.  Mi  señora  estaba  aquí. 

DiQ.  Xo  la  he  \'isto.  ¿Habtáme  oído? 

Clen.  X'o,  .señor. 

Di'Q.  Señora. 

Leo.  ¿Es  ido 

Roberto  ya? 
1)10.  Mi  bien,  sí. 

¿Queríades  escribir? 
I.,Eo.  Eso  pensé,  mas  no  importa. 

¿Ha  de  .ser  su  ausencia  corta? 

¿Quiere  Roberto  \'ivir 
en  la  corte  por  ventura? 
Di'Q.  Si  el  Rey,  señora  le  emplea 

en  el  cargo  que  desea 

y  con  mi  favor  procura, 

podrá  ser  que  viva  allá. 
Leo.  ;V  entre  tanto  queda  aquí 

Laura? 
lJl'5¿-  Mi  señora,  sí, 

jMen.so  que  la  deja  acá. 
;P-ro  ¡)<)r  qué  lo  decís? 
Leo.  l'or  visitarla,  que  es  justo. 

iJl'y.  J  iLstamente  a  su  disf^usto 

' !  consuelo  prevenís. 
LE'  Quiero  a  Laura  en  tanto  extremo 

que  conmigo  la  trairé. 
I>ry.  ;Iístí)  es  ni;ilicia? 

Tin  Xosé; 

que  está  cun  .sosix-cluis  hiiio 
Le<  '  Guárdeos  el  cielo. 

IJI  W  \   a  voN 

I)ara  mi  bien. 


Leo. 

DUQ. 

Leo. 
Dro. 


TiB. 


DUQ. 


Cr.EX. 


Dro. 


TiB. 


DUQ. 

Tía. 
Di'g. 


¿Vuestro  bien? 
Y  mi  regalo  también. 
¿Aun  esto  más?  ¡Guárdeos  Dios! 
(T''asc  la  Duquesa.) 

Si  bien  advierto,  Tiberio, 
en  las  palabras  5'  el  modo 
del  hablar  celos  es  todo. 
X'o  carece  de  misterio 

aquella  risa  fingida 
y  el  repetir  tus  amores. 
Hacer  a  Laura  favores 
treta  ha  sido  conocida 

y  más  el  querer  agora 
traerla  a  casa. 

Yo  creo 
que  el  juego  de  tu  deseo 
va  entendiendo  mi  señora; 

mas  podrásla  deslumbrar. 
Eso  es  menester  saber, 
que  no  hay  en  amor  placer 
por  quien  yo  le  dé  pesar. 

Llegado  a  darla  disgusto, 
piérdase  el  gusto  que  pesa, 
más  pesarle  a  la  Duquesa 
que  cuanto  pesa  mi  gusto. 

A  I^aura  quiero  yo  bien 
por  cosa  ajena  y  hermosa; 
mas  no  aborrezco  mi  esposa, 
que  la  quiero  bien  también. 

Ya  conozco  tu  intención; 
mi  señora  estáse  en  casa, 
que  tal  vez  el  gusto  pasa 
a  ver  las  que  ajenas  son. 

Cuan  bien  en  pocas  razones 
decía  un  discreto  ayer 
c|ue  había  de  estar  la  mujer 
propia  como  los  balcones: 

que,  para  que  no  ofendiera 
y  poder  verla  con  tasa, 
estuviese  asida  a  casa, 
mas  siempre  estuviese  fuera. 

At-udo,  pero  cruel 
fué  el  pensamiento. 

Quería 
\  er  este  balcón  de  día 
y  estar  de  noche  sin  él. 

Yo  no  cierro  la  ventana. 
Tiberio,  de  mi  afición 
y  dejo  fuera  el  balcón, 
(jue  a  la  noche,  a  la  mañana. 

al  mediodía,  a  la  tarde 
me  agrada  y  parece  bien 
(|ue  nuichos  años  la  guarde. 


ACTO  PRIMERO 


347 


Laura  es  entretenimiento 

más  que  no  extremo  de  amor. 
TiB.  Propio  gusto  de  señor. 

DuQ.  Vencer  su  rigor  intento, 

porque  el  desprecio  he  sentido; 

esta  noche  la  paseo. 
Clen.  Tú  vencerás. 

Dúo.  Xo  lo  creo. 

Clex.  ¿Por  qué? 

Dúo.  Adora  en  su  marido. 

Cl,EN.  jSIuchas,  si  el  ejemplo  quieres, 

aman  otros  con  ventajas. 
DuQ.  Eso  es  en  mujeres  bajas, 

pero  no  en  nobles  mujeres. 
Llamad  al  Conde. 
TiB.  Habrá  una  hora 

que  fué  al  monte. 
DuQ.  Si  vohñere 

presto,  decid  que  me  espere. 
(]'asc  el  Duque.) 

Cr.EN.  Si  el  Duque  a  Leonarda  adora, 

no  intente  cosas  terribles. 

TiB.  Es  tema  que  entre  señores 

esos  se  llaman  amores, 
que  tienen  más  imposibles. 

(Vanse   y   entran    crn    aderezos    de   camino    Roberto' 
Ricardo,  Galo  y  An'Dronio  criados .) 

Roberto. 
Cuando  te  vi  venir  con  tanta  furia 
pensé  que  ibas  a  Xápoles,  Ricardo. 

Ricardo. 

Tú  sólo  eres  el  fin  de  mi  jornada; 
a  ti,  Roberto,  viene  dirigida; 
un  caballo  me  cuestas,  que  sospecho 
que  ya  no  puede  serme  de  provecho. 

Roberto. 

En  confusión  me  has  puesto  con  buscarme, 
y  más  con  el  cuidado  que  me  dices. 

Ricardo. 
Si  le  tienes,  Roberto,  de  tu  vida, 
no  te  va  menos  en  volver  la  rienda. 

Roberto. 
No  hay  que  advertir  en  el  ciiado;  es  hombre 
de  quien  puedo  fiar  mi  honra  misma. 

Galo. 
¿Xo  me  dirás,  Andronio,  a  qué  veniste? 


Andronio. 
Galo,  yo  no  lo  sé;  mas  sé  que  importa 
la  vida  de  Roberto. 

Galo. 

Extraño  caso. 
Ricardo. 
Con  todo  eso  importa  con  secreto 
tratar  caso  tan  grave. 

Roberto. 

Estoy  de  suerte 
que  no  puedo,  Ricardo,  responderte. 

Ricardo. 
Rodulfo,  Duque  de  Santángel,  hombre 
cerca  del  Rej-,  de  autoridad  tan  grave 
y  que  tú  tienes  por  amigo  y  deudo, 
te  despacha  a  la  corte. 

Roberto. 

Quiere  el  Duque 
que  me  conozca  el  Re)-,  porque  en  sus  cartas 
le  encomienda  en  extremo  mi  persona, 
refiere  los  servicios  de  mis  padres 
y  otras  cosas  que  son  de  harta  importancia 
de  a\'isos. 

Ricardo. 

Ya  lo  sé,  del  Rey  de  Francia; 
mas  advierte  que  todos  son  fingidos, 
fingida  tu  jomada  y  tu  privanza, 
fingido  el  Duque  y  el  favor  que  pide. 

Roberto. 
¿A  qué  efecto,  Ricardo? 

Ricardo. 

i.1  efecto  sólo 
de  que  las  pretensiones  te  entretengan 
en  tanto  que  de  Laura  goza. 

Roberto. 

¡Tente! 
X'o  pronuncies,  Ricardo,  con  tus  labios 
la  infamia  desigual  de  mis  agravios. 

Ricardo. 
Dirás  tú  que  me  obliga,  siendo  huésped 
del  Duque,  a  darte  aviso  y  no  guardarle 
el  debido  secreto. 

Roberto. 

¿Cómo  puedo 
si  veo  que  de  un  Rey  eres  hermano, 
sino  pensar  que  de  la  sangre  misma 


348 


LA    INOCENTE    LAURA 


que  de  tu  generoso  padre  tienes 
ha  nacido  este  noble  pensamiento? 

Ricardo. 

Aiiiujue  en  ella  se  funde  este  principio, 
más  fundamento  en  la  Duquesa  tiene, 
con  quien  yo  tengo  deudo  más  estrecho; 
matarla  intenta  el  Duque. 

Roberto. 

¡Cielo  santo! 
Segiin  eso,  mi  viáa  está  en  peligro. 

Ricardo. 

Yo  pit-nso  que  en  la  corte  le  tuvieras, 
]x>rque  I.aura,  tu  esposa,  y  él  conciertan 
vivir,  muertos  los  dos. 

Roberto. 
;Cómo? 


Casados. 


Ricardo. 

Roberto. 
,H1  cielo  sufre  tal  maldad? 

Ricardo. 

Xo  sufre, 
pues  que  te  avisa  a  ti  y  ella  lo  .sabe. 

Roberto. 
;  Laura,  mi  esposa,  fué  traidora.  Conde, 
a  mi  honor,  a  mi  .sanara  y  a  mi  vida? 

Ricardo. 
I^ura  es  niujer;  mujeres  también  fueron 
la  que  vendió  por  un  collar  su  esposo 
y  su  padre  también  por  un  deseo. 

RíJBERTO. 

Cosa  me  dices.  Conde,  que  parece 
imposible  al  amor  que  me  ha  mostrado 
y  a  las  obligaciones  que  me  tiene. 

Ricardo. 

Si  lo  lias  de  \er,  Roberto,  con  tus  ojos, 
.si  de  la  boca  de  tu  espo.sa  oírlo, 
;dc  qué  sirve  que  dudes? 

Roberto. 

I'ues  presume 
que  aun  viéndolo  y  oyéndolo  de  Laura, 
estaré  má,s  dmloHo. 


Ricardo. 

Pues,  Roberto, 
vete  con  Dios  y  tu  camino  sigue, 
que  yo  pondré  remedio  en  la  Duquesa 
y  tú  en  la  corte,  y  antes  por  ventura, 
tendrás  el  pago  de  tu  necio  crédito. 
¿S03'  yo  por  dicha  algún  villano?  ¿Vengo 
conducido  a  este  aviso  con  dinero? 

Roberto. 
Conde  Ricardo,  yo  no  pongo  en  duda 
cosa  ninguna  que  en  mi  daño  sea 
porque  sé  que  he  nacido  desdichado; 
mas  no  te  espantes  de  que,  amando  a  Laura, 
defienda  a  Laura  este  momento  sólo. 

Ricardo. 
¿Por  qué,  si  es  fiera  de  tu  sangre  Laura? 
Vuelve  conmigo,  que  has  de  estar  secreto 
en  casa  de  Rodulfo,  porque  quiere 
hablarte  la  Duquesa,  que  esta  noche, 
si  llegamos  a  tiempo,  los  dos  juntos 
habéis  de  ver  que  os  ha  vendido  Laura. 

Roberto. 
Todo  es  cierto.  ¿Qué  dudo?  ¡Ah,  fiera  esposa! 

Ricardo. 
Esas  cartas  despacha  al  Rey  con  Galo. 


¿De  qué  manera? 


Roberto. 


Ricardo. 


Advierte,  Galo  amigo; 
toma  este  pliego  y  a  la  corte  parte; 
dásele  al  Rey  y  di  que  en  el  camino 
queda  Roberto  herido  de  unos  hombres 
que  quisieron  robarle,  y  sea  de  suerte 
que  se  extienda  la  fama  de  su  nuierte. 

(^..\i,o. 

Si  porque  mi  señor  viva  y  se  libre 
importara  fingir  cosas  que  apenas 
pudieran  .ser  creídas  de  los  hombres, 
las  hiciera  mi  ingenio  a  todas  fáciles. 

Roju:rTo. 
liste  es  el  ])liego,  n)i  remedio  estriba 
en  que  sepas  fingir. 

('.alo. 

Guárdete  el  cielo 
desta  traición,  que  tú  verás  mi  celo. 


ACTO    PRIMERO 


349 


Ricardo. 

\'olvaiuos,  pues,  que  Andronio  irá  coutigo 
donde  puedas  hablar  a  la  Duquesa, 
porque  yo  pueda  divertir  al  Duque, 
{]ue  temo  que  sospeche  lo  que  trato. 

Roberto. 
Muera  sin  honra  si  te  fuere  ingrato. 

(Eníraisi-,  y  salen  la  Duquesa  r  I^aura.) 
Leo.  Lo  que  había  yo  de  hacer 

has  hecho,  Laura,  conmigo. 
Lau.  ]Más  justo  es  venirte  a  ver 

y  a  consolarme  contigo, 
si  amor  le  puede  tener. 

Pienso  que  a  no  haber  pasado 
la  tarde  contigo  aquí, 
me  hubiera  desesperado. 
Leo.  Basta  que  pretende  así 

quitarme  Laura  el  cuidado. 
Cuando  dudosa  estuviera 
de  lo  que  esta  infame  trata, 
justas  sospechas  me  diera. 
Lau.  Fuera  yo  a  Roberto  ingrata 

si  menos  dolor  sintiera; 

que  yo  sé  que  de  mi  ausencia 
no  siente  menos  rigor! 
Leo.  Es  justa  corespondencia. 

¿Qué,  le  tienes  tanto  amor? 
Lau.  Pierdo  el  seso  y  la  paciencia. 

En  mi  casa  no  cabía 
luego  que  le  vi  partir, 
toda  infierno  parecía; 
tanto,  que  ha  sido  vivir 
el  pasar  contigo  el  día. 

Dame  licencia,  señora; 
que  si  amor  de  tierno  llora, 
ir  a  llorar  me  conviene, 
porque  ha  de  faltarle  agora 
todo  el  sol  que  Laura  tiene. 
Leo.  Pues  quédate,  Laura,  aquí. 

Esta  noche  pasaremos 
las  dos. 
Lau.  a  pensar  de  mí 

que  templara  los  extremos 
con  que  te  cansara  a  ti, 
esa  merced  recibiera, 
pero  no  quiero  inquietarte. 
Leo.  Para  mí  de  gusto  fuera, 

enamorada,  escucharte. 
¡Cómo  finge¡  ¡Ah,  tigre,  fiera! 
Todo  cuanto  hacer  procura 
es  querer  a.segurarme. 
pero  menos  me  asegura. 


Duí¿. 


I<AU. 
DUQ. 

Leo. 


Lau. 
Leo. 


(Salen  el  Duque  y  criados.) 
Yo  me  atrevo  a  aventurarme, 
ciego  de  tanta  hermosura. 

¿Qué  es  esto?  ¿Ya  de  partida? 
Es  nmy  tarde. 

Por  mi  vida, 
que  no  os  vais. 

Ya  se  lo  ruego. 
Verá  en  sus   ojos  un  ciego 
su  traición.  Yo  soy  perdida; 

mas  quiero  disimular. 
]\Iujer  que  de  hoy  es  viuda 
bien  es  que  acuda  a  llorar. 
¡Qué  bien  lo  que  tuve  en  duda 
me  ha  venido  a  declarar! 

Viuda  dice  que  está; 
que  debe  de  creer  ya 
que  han  de  matar  a  Roberto. 
Pues  no  logrará  el  concierto. 
En  fin;  qué,  ¿Laura  se  va? 

Hoy  es  día  de  atender 
al  gobierno  de  la  casa. 
Con  vos  vo^^  que  quiero  ser 
hoy  xiiestro  esposo. 

¡Eso  pasa! 
¿Pues  ya  qué  tengo  que  ver? 
¿Vais  a  acompañarla  vos? 
¿No  es  justo? 

]\Iuy  justo. 

Adiós, 
El  cielo  os  \'uelva  a  Roberto. 
Todo  lo  que  dijo  es  cierto, 
y  que  se  adoran  los  dos. 
Ella  dice  que  es  viuda 
y  él  que  es  justo  que  hoy  acuda 
al  oficio  de  su  esposo; 
pensamiento  temeroso, 
en  las  desdichas  no  hay  duda. 

türait  .\xDROxio  y  Roberto,  disfrazados.) 


DUQ. 

Lau. 
Dúo. 
Leo. 


DUQ. 

Leo. 
Lau. 
Leo. 


(E 


And 
Leo. 
And. 
Leo. 

ROB. 


Leo. 


El  Conde  ha  llegado  ya. 
¿Viene  Roberto  con  él? 
Aquí  disfrazado  está. 
Roberto. 

El  dolor  cruel 
lugar  apenas  me  da 

para  mirarte  a  la  cara. 
¡Quién,  señora,  imaginara 
tal  desdicha  de  los  dos! 
Con  eso  es  tan  justo  Dios 
que  nuestra  inocencia  ampara. 

De  aquí  se  va  Laura  agora; 
conmigo  ha  pasado  el  día. 


350 


LA    INOCENTE    LAURA 


ROB. 


Leo. 


RoB. 

Leo. 


RüB 

Ríe. 
Leo. 


Ríe. 


Leo. 


ROB. 


Ric. 


Leo. 

RoB. 
l.iiO. 


¡Oh,  vil  mujer!  ¡Oh,  traidora! 

Por  ver  al  Duque  sería, 

a  quien  es  cierto  que  adora . 

Yo  no  lo  tuve  por  cierto 
hasta  agora  que  la  oi 
decir  que  es  viuda,  Roberto; 
que  con  esto  conocí 
que  ya  te  juzga  por  muerto. 

El  también,  muy  amoroso, 
le  dijo  que  hacer  quería 
el  oficio  de  su  esposo. 
Laura,  ¿tú  eres  nmjer  mía? 
Sufrir,  Roberto,  es  forzoso, 

que  aun  me  queda  algún  recelo 
de  que  aquesto  no  es  verdad. 
Sí  es  verdad;  yo  sé  que  el  cielo 
castigará  su  maldad 
viendo  mi  inocente  celo. 
(Entra  Ricardo.) 

Por  ver  al  Duque  primero 
no  vine  a  besar  tus  manos. 
Que  vuelva  muy  presto  espero. 
Mis  recelos  fueron  vanos, 
todo  ha  sido  verdadero. 

En  sus  ojos  lo  leí 
y  de  sus  boca  oí 
señas  bastantes  agora. 
;Xo  te  lo  dije,  señora? 
;  Había  de  haber  en  mí 

género  de  falsedad? 
Sí;  mas  primero  que  crea 
de  Rodulfo  esta  crueldad 
quieren  mis  ojos  que  vea 
más  distinta  la  verdad. 

Pues  yo  por  fuerza  de  ver 
cómo  me  quita  el  honor, 
I^aura. 

Yo  os  quiero  poner 
donde  la  veáis  mejor 
ya  que  esta  noche  ha  de  ser. 

Id  juntos  a  disfrazaros 
y  en  la  puerta  de  Roberto 
pfxléis  los  dos  ocultaras, 
que  el  Duque  será  bien  cierto 
crmmigo  a  desengañaros. 

Varaos,  que  pienso  que  viene. 
.  Podré  esrondernie  ?   í  i ) 

Podrás, 
jnies  a  mi  vida  conviene, 
dentro,  en  mi  pe<-lio. 


(I)     En  el  originaJ,  I lor  errata,  <licc: 
denme?». 


•  .J'o'lrc,  cScon- 


RoB.  Xo  hay  más; 

si  es  Laura  vil,  morir  tiene. 

Ríe.  Bien  se  trazan  mis  quimeras; 

con  poéticos  engaños, 
finjo  historias  verdaderas. 

(Vanse  I.eonard.^  y  Roberto,  r  saUn  ti  Duque 
Tiberio.) 

DuQ.  Xo  habrá  remedio  a  mis  daños. 

TiB.  ¡Que  presto  te  desesperas! 

Ríe.  En  tu  busca  voy  perdido 

desde  que  vine  de  caza. 
Dro.  Seas,  Ricardo,  bien  venido. 

Ríe.  ¿Cómo  ha  ido? 

Dro.  Mal  se  traza; 

todo  es  desdén,  todo  olvido. 
Fuíla  a  acompañar. 
Ríe.  Y  bien. 

DuQ.  Dice  que  me  quiere  mal. 

Ríe.  Fingiría  ese  desdén, 

porque  por  desprecio  igual 

querrá  picarte  también. 
Los  músicos  apercibe 

y  ven  conmigo  a  su  calle, 
DuQ.  Si  mal  el  dueño  recibe, 

¿no  será  mejor  que  calle? 
Ríe.  X'o.  en  tanto  que  ausente  vive; 

demás  que  finge  el  desdén; 

yo  sé  que  te  quiere  bien, 

y  esta  noche  lo  verás. 
DuQ.  Vamos,  y  tú  le  dirás 

lo  que  la  quiero  también. 
RiC.  Que  es  vergüenza  considera 

no  confesarte  querer. 
DuQ.  Y  mira  que  no  me  quiera. 

Ríe.  Algún  monstruo  vendrá  a  ser 

el  parto  desta  quimera. 

(Vanse,  y  salín  Andkonio,  Roberto  y  la  Duquesa 
con  un  capotillo  y  sombrero) 

Roberto. 
Esta  es  la  casa  donde  yo  vÍA'ía, 
Leonarda,  enamorado  y  engañado 
de  Laura,  que  era  el  alma  que  tenía. 

Lkoxarda. 
Con  .ser  tanto  mi  mal,  nii-  has  lastimado. 

Roberto. 
¿lis  esto  lo  fjue  yo  te  merecía, 
ingrata,  ])()r  liaberte  idolatrad»)? 
vSi  yerra  el  hombre  (jue  del  hombre  fía, 
¿qué  bien  tendrá  quien  de  mujer  confía? 

Mísero  yo,  (jue  pu.se  mi  esperanza 
en  tu  hermosura. 


ACTO    PRIMERO 


351 


León  ARDA. 
Disimula  un  poco. 
Roberto. 
Eras  mujer,  naciste  de  mudanza. 

Leonarda. 
Reporta  tu  dolor. 

Roberto. 

Vuélveme  loco. 
Si  no  tiene  segura  confianza, 
bien  de  la  tierra  en  cuanto  miro  y  toco, 
de  donde  nace  a  donde  muere  el  día, 
¿qué  bien  tendrá  quien  de  mujer  confía? 

(Salen  el  Duque,  Ricardo,  criados  y  músicos.) 

Duque. 
Si  habéis  templado  ya,  cantad  mi  pena. 

Roberto. 
El  Duque  es  éste  y  nuestro  buen  Ricardo; 
aquí  te  esconde. 

Leoxarda. 
Estoy  de  furia  llena. 
¿Qué  desengaño  más  notable  aguardo? 

Duque. 
Cantad  un  mar  de  amar  (i)  a  su  sirena. 

Roberto. 

Temo,  suspiro,  muero,  tiemblo  y  ardo. 

Si  Laura  fué  traidora  siendo  mía, 

¿qué  bien  tendrá  quien  de  mujer  confía? 

(En  cantando  los  mi'isicos,  salga  I,aur.\  a  la  ventana.) 


Lau. 


Ríe. 

DUQ. 

Ríe. 
Lau. 
Ríe. 


Lau. 
Ríe. 


Si  el  Duque,  por  deshonrarme, 
estas  locuras  intenta, 
saldré  a  decirle  en  la  calle 
lo  que  en  la  calle  me  pesa. 
¿Hay  atrevimiento  igual? 
¿Xo  ves  que  abrieron  la  reja? 
Déjamela  hablar  primero. 
Pues  nadie  parece  llega. 
Laura. 

¿Quién  es? 

Soy  el  Conde; 
no  te  alteres,  oye  atenta, 
que  te  va  la  vida  y  honra. 
La  honra,  ¿de  qué  manera? 
El  Duque,  por  tus  desprecios, 
con  esta  falsa  encomienda 
tu  esposo  a  la  corte  envía; 


I/AU. 


Ríe. 


Lau. 
Ríe. 

Lau. 
Dúo. 
Lau. 


Leo. 
Roe. 

Leo. 
Dúo. 


Lau. 


(i)     Hartzenbusch  enmendó  (.amor». 


mataránle,  cosa  es  cierta, 

porque  también  el  tirano 

matar  quiere  a  la  Duquesa 

para  casarse  contigo. 

Yo,  viendo  tantas  quimeras, 

he  dado  aviso  a  tu  esposo, 

que  mañana  dará  vuelta 

secretamente  a  su  casa 

por  que  el  Duque  no  le  vea. 

El  quiere,  Laura,  esta  noche 

romper  ventanas  y  puertas 

para  sacarte  de  aquí; 

pero  tú,  si  eres  discreta, 

llámale  y  di  que  le  adoras, 

y  esto  que  el  Duque  concierta 

di  que  es  bien  hecho  y  que  quieres 

que  los  dos  que  él  dice  mueran, 

pero  que  se  vuelva  a  casa. 

Si  con  esto  le  sosiegas, 

vendrá  mañana  tu  esposo, 

darásle  de  todo  cuenta 

y  él  te  librará  de  todo. 

.\ngel  más  que  hombre;  si  queda 

vida  en  mí  para  servirte, 

tu  esclava  soy. 

Pues  no  temas; 
habla  al  Duque  desde  ahí, 
muy  recio,  para  que  entienda 
que  estás  ya  determinada. 
Haré  lo  que  me  aconsejas. 
Agora  oirán  lo  que  dice 
su  marido  y  la  Duquesa. 
¡Ah,  señor  Duque  Rodulfo! 
¡Laura  mía! 

Yo  quisiera 
tener  llave  para  abriros, 
mas  tiempo  largo  nos  queda. 
Mueran  los  que  vos  sabéis, 
nunca  los  ausentes  \nielvan, 
que  vos,  señor,  seréis  mío 
y  yo  solamente  vuestra. 
Sólo  os  pido  que  esta  noche 
os  vais  por  qi;e  no  se  entienda 
lo  que  tratamos  los  dos. 
¿Xo  lo  escuchas? 

i^Ouién  pudiera 
hablar  agora! 

Detente. 
Laura,  el  amor  que  me  ciega 
desta  manera  me  trajo, 
haz  que  mañana  te  vea. 
Vuestra  soy,  vedme  mañana. 
(Vasc  Laura.) 


LA    INOCENTE    LAURA 


Ríe.  Fuese. 

Di'Q.  Déjame  que  pueda 

darte  mil  veces  los  brazos. 
Ríe.  Roílulfo.  no  te  detengas 

con  esta  gente  en  la  calle. 
Dio.  \'amos,  por  que  no  lo  entienda 

T.eonarda,  que  anda  celosa. 
Ríe,  A  luz  saliámi  quimera. 

n'ini-i,-  tiJoíi:  i7ii,ii,it   la   Duquesa,   Roberto    i 

DRONIO.) 

I<EO.  .Vunc|ue  oyeron  mis  oídos 

lo  que  dijo,  estoy  tan  muerta 
que  te  pregunto  si  dijo: 
«Xunca  los  ausentes  vuelvan, 
unieran  los  que  vos  sabéis». 

Rt)B.  Ix)S  que  sabéis,  dijo,  nmeran 

y  no  vuelvan  los  ausentes. 
Déjame,  señora;  deja 
que  rompa  estas  puertas  viles. 

Leo.  Tu  muerte,  Roberto,  intentas; 

avergüénzate  de  ver 
que  una  mujer  te  aconseja 
y  falta  paciencia  a  un  hombre 
cuando  ella  tiene  paciencia. 
Pues  eres  discreto,  calla 
y  secretamente  ordena 
matar  quien  quiere  matarte, 
que  mi  venganza  secreta 
presto  la  verás,  Roberto. 

RoB  Bien  dices,  callar  es  fuerza; 

yo  te  daré  presto,  Laura, 
la  muerte  que  me  deseas. 


ACrO  .SF.Gl'NDÍ)  DE 

L  A      I  X  O  C  E  NT  E     LAURA 

(Salen  Ricardo,  I.eonakda  )  Roberto.) 

Ri<"  Si  al  Duque  muerte  no  das, 

/cómo  aseguras  tu  \'ida? 
Rob.  Con  veneno  en  la  comida 

asegurarte  podrás. 
Leo  K1  amor  que  le  be  tenido 

ya  su  traición  me  ha  quitado; 

la  vida  el  Conde  me  ha  daao, 

será  el  Conde  mi  mari<l'), 
pero  pensar  que  t'  H'!"' 

ánimo  para  malar 

al  Duque,  no  hay  que  ir.iiar. 
Ríe.  ;\   yo  no  iXKlré"' 


An- 


Ric. 


Leo. 
Ríe. 


Leo.  Xo  sé. 

Cualquier  hazaña  sangrienta 
nos  ha  de  llamar  traidores 
creyendo  que  tus  amores 
le  dieron  muerte  violenta. 
Piensa  una  industria. 
Ríe.  Roberto 

se  vaya  sectetaniente 
a  su  casa,  donde  intente 
el  fin  de  nuestro  concierto 

dando  muerte  con  recato 
a  Laura. 
RoB.  Aunque  a  Laura  adoro, 

mi  honra  es  mayor  tesoro; 
pasaré  su  pecho  ingrato; 

pero  quisiera  saber 
qué  traza  pensáis  tomar 
con  el  Duque 

Del  pensar 
suele  el  acertar  nacer. 

Yo  he  pensado  que  es  mejor 
que  el  Rey  mismo  le  dé  muerte. 
¿El  Rey  mismo?  ¿De  c{ué  .suerte? 
Diciéndole  que  es  traidor. 

Ya  sabéis  que  soy  hermano 
b.istardo  del  Rey;  j-o  iré 
y  que  me  quiere,  diré, 
poner  el  cetro  en  la  mano 

movido  del  interés 
de  mandar  el  reino. 
RoB.  Es  cosa 

de  probar  dificultosa. 
Ríe.  Muy  fácil,  Roberto,  es, 

porque  tengo  de  llevar 
carta  tuya  que  lo  afirme, 
y  por  que  más  se  confirme, 
la  Duquesa  me  ha  de  dar 

otra  en  que  lo  mismo  digr. 
Pues  si  su  propia  mujer 
lo  dice,  ¿no  ha  de  creer 
c|ue  .sola  lealtad  le  obliga? 
RoB.  El  pensamiento  es  seguro, 

y  no  seré  yo  traidor 
si  a  quien  me  quita  el  honor 
su  justa  muerte  procuro. 

Disculpa  tengo  bastante. 
La  carta  voy  a  escribir. 
Ríe.  Oue  te  habló  ])()drás  decir, 

como  a  persona  itnp>ortante, 
sobre  alzarme  rey  y  hacer 
gente  en  todos  sus  estados. 
Leo.  Yo  escribiré  sus  cuidados 

como  su  proiúa  mujer. 


ACTO    SEGUXDO 


353 


Diré  que  con  gran  secreto 
sus  amigos  convocaba; 
diré  que  gente  alistaba 
de  guerra  para  este  efeto, 

y,  sobre  todo,  diré 
que  la  lealtad  me  ha  movido 
contra  mi  propio  marido. 
Ríe.  Pues  luego  me  partiré, 

que  esas  dos  cartas  harán 
que  el  Re\^  por  consejo  mío, 
le  mate  en  secreto. 
RoB.  Hoy  fío 

que  nuestras  vidas  tendrán 
seguridad  en  su  muerte; 
yo  voy  a  ^-engal  mi  honor. 
Ric.  Muestra,  Roberto,  valor 

y  en  honra  el  valor  convierte. 

I/a  carta  luego  me  envía 
que  a  tu  casa  llegues. 
Rop.  Voy. 

¡Ay,  cielos,  la  muerte  doy 
a  la  propia  vida  mía! 

(Vase  Roberto.) 

Ríe.  ¿Echas  agora  de  ver 

cuan  obligada  me  estás? 
I^EO.  ¿Puedo  5"o  pagarte  en  más 

que  en  ser,  Conde,  tu  mujer? 
Ríe.  Sí;  mas  en  tanto  que  el  plazo 

llega,  ¿no  es  justo  que  amor 
te  obligue  a  hacerme  un  favor? 
Leo.  Deten,  por  tu  vida,  el  brazo; 

que  aunque  el  Duque  me  ha  ofen- 
hasta  obligarme  a  perdelle,         [dido 
yo  no  tengo  de  ofendelle 
mientras  fuere  mi  marido. 
Ríe.  Extraña  resolución. 

Leo.  Si  tú,  Conde,  lo  has  de  ser, 

¿no  holgarás  que  tu  mujer 
tenga  esta  buena  opinión? 

Si  a  quien  me  quiso  matar 
guardo,  Conde,  este  respeto, 
mira,  pues  eres  discreto, 
¡si  te  le  sabré  guardar! 

Déjame  entrar  a  escribir 
para  que  luego  te  partas, 
y  haz  con  el  Rey  que  mis  cartas 
procure  siempre  encubrir, 

que  si  fuere  menester 
iré  a  la  corte. 
Ríe.  ¡Ay  de  mí! 

¿Que  aun  esto  no  merecí 
llamándote  mi  nuijer? 


DUQ. 


Ríe. 


I<EO. 
DUQ. 

Ríe. 


DUQ. 


Ríe. 


DUQ. 


Ríe. 

DUQ. 


(Sale  el  J^uque.) 

Puesto  que  yo  soy  quien  soy 
y  Iveonarda  quien  yo  sé, 
no  sé  qué  disculpa  dé 
de  lo  que  mirando  estoy. 

Ya  muchas  veces  me  ha  dado 
cuidado  ver  a  los  dos 
con  tal  secreto. 

Por  Dios, 
que  el  Duque  nos  ha  mirado. 

Vete  a  escribir  y  diré 
que  de  ti  me  despedía. 
Escribid  ,señora  mía, 
porque  luego  partiré. 

Yo  voy,  y  por  si  no  os  \'iere, 
el  cielo  os  lleve  con  bien. 
¿Despí  dense? 

Haced  también 
que  sólo  un  momento  espere. 
(Vase  la  Duquesa.) 

¡Válgame  Dios!  Si  no  es  esto 
celos,  los  celos,  ¿qué  son? 
Mas  tenerlos  no  es  razón 
de  un  pecho  noble  y  honesto. 

jNIas,  como  no  me  ha  contado 
el  Conde  a  quién  quiere  bien, 
esto  me  pone  también 
muchas  veces  en  cuidado? 
Conde. 

Agora  recibí 
carta  del  Re}-  en  que  envía 
a  llamarme;  esto  decía 
con  pena  a  Leonarda  aquí. 

Porque,  por  Dios,  que  me  pesa 
sumamente  de  dejaros. 
Fué  a  escribir;  quedé  a  rogaros, 
como  quien  siempre  profesa 

favorecerme,  escribáis 
al  Rey  mis  buenos  deseos. 
¡Por  qué  notables  rodeos, 
celos,  a  un  hombre  lleváis! 

Pensé  que  el  Conde  decía 
amores  con  celos  vanos, 
5'  besábale  las  manos 
porque  de  ella  se  partía. 

Mas,  ¿quién  tendrá  el  pensamiento 
que  no  vuele  como  un  ave? 
¡Conde! 

¡Duque! 

El  cielo  sabe 
cuan  notable  sentimiento 
me  deja  vuestra  partida; 

23 


354 


LA    INOCENTE    LAURA 


pero  si  os  puedo  ser\ir 
y  vos  me  queréis  decir 
la  que  de  vos  fué  servida, 

fiádmela  en  \niestra  ausencia 
y  veréis  con  qué  lealtad 
la  sirvo. 
Ríe.  Nuestra  amistad 

ya  sé  que  es  toda  presencia. 

Xo  os  lo  pensaba  decir; 
mas  pues  me  voy  a  la  corte, 
ya  no  importa,  aunque  me  importe 
lo  que  yo  os  debo  servir. 

A  Laura  lie  q;ierido  bien, 
y  el  servicio  que  os  he  hecho 
es  sacarla  de  mi  pecho 
para  dárosla  también. 

Por  quererme  os  despreciaba, 
y  cuando  os  favoreció 
fué  porque  le  dije  yo 
que  en  amaros  me  obligaba. 

Yo  me  voy,  y  con  mi  ausencia 
queda  ese  negocio  llano. 
I^'í'Q-  cQi^íé^  sino  un  rey  o  un  hermano 

de  un  rey  con  tanta  excelencia, 

con  tal  grandeza  y  valor 
su  propio  gusto  me  diera? 
Dadme  esas  manos. 
Ríe.  Qui.siera 

que  fuera  el  mundo  este  amor. 
DUQ.  Dos  joyas  os  quiero  dar 

que  llevéis  y  que  por  mí 
traigáis  en  la  corte. 
RlC.  Así, 

tan  presto  os  queréis  pagar. 
Dt'q.  La  una  es  un  jaez  de  oro 

y  la  otra  un  trencelín 
de  diamantes. 
Ríe.  Son,  en  fin, 

muy  dignas  de  ese  decoro; 

y,  avmque  pobre,  desde  allá 
os  enviaré  diez  caballos 
que  pueda  el  sol  envidiallos 
cuando  en  los  del  cielo  va. 
Dtq.  Cualquier  merced  vuestra  aceto; 

vamos  a  escribir.  Sfjspechas, 
hoy  quedáis  todas  de.shecha.s. 
Ríe.  Hoy  tendrá  mi  gusto  efeto. 

Amor  e  ingenio  sutil 
tantas  quimeras  me  ofrecen 
que  olas  de  la  mar  parecen, 
pues  de  una  .salen  dos  mil. 

(V'ame,  y  »a/rw  RfjiiKKTo  v  I,.mka.) 


Lau.  ¿Pues  cómo  vienes,  señor, 

de  aquesa  manera? 
RoB.  Laura, 

mi  honor  y  vida  restavira. 
Ya  sé  que  el  Duque  es  traidor, 

ya  sé  que  intenta  matarme 
y  sé  también  tu  lealtad.  * 

Lau.  Pues  si  sabes  la  verdad 

no  tengo  que  disculparme. 

Romper  el  Duque  intentaba 
tus  puertas-  yo  le  engañé. 
RoB.  Ya,  Laura,  todo  lo  sé. 

Lau.  Sabrás  que  inocente  estaba. 

RoB.  La  cruel  confiesa  ya 

como  ve  que  sé  el  engaño. 
Gracias  a  Dios  que  este  daño, 
Laura,  remediado  está, 

y  gracias  también  al  Conde, 
que  me  fué  a  avisar. 
Lau.  Mi  bien, 

el  Conde  en  eso  también 
a  su  valor  corresponde. 

Si  por  él  no  hubiera  sido, 
ya  fueras  muerto. 
RoB.  Eso  creo. 

Pero  quien  tanto  deseo 
de  mi  deshonra  ha  tenido 
tendrá  castigo  de  todo, 
tan  presto,  que  ejemplo  sea. 
I<AU.  Xo  será  bien  que  te  vea. 

Haz,  mi  Roberto,  de  modo 
que  de  su  tierra  salgamos. 
ROB.  Hoy  conmigo  has  de  partir, 

ya  todo  aquesto  es  fingir. 
Lau.  ¿y  dónde  quieres  que  vamos? 

RoB.  Cerca  de  la  corte  iremos 

al  más  vecino  lugar, 
donde  podremos  estar 
mientras  que  en  la  corte  entremos. 
Lau.  Por  la  mar  no  será  bien, 

ya  ves  que  el  mar  me  maltrata. 
RoB.  Cómo  se  teme  la  ingrata 

de  que  sus  aguas  le  den 

merecida  sepultura. 
Mirándole  estoy  la  cara. 
¡Ah,  cielos,  quién  tal  pensara 
de  su  honesta  compostura! 
Por  la  costa  iremos  bien, 
porque  te  alegre  la  mar; 
sus  aguas  te  han  de  alegrar 
cuando  por  los  pies  te  den. 

Yo  las  teñiré,  traidora   (Aparte), 
en  tu  sanj-re. 


ACTO    SEGUNDO 


355 


Lait.  y  nuestra  hacienda, 

¿a  quién  queda  en  encomienda? 

Roe.  Quede  Otavio  por  agora 

en  guarda  suya  hasta  tanto 
que  la  despache  al  lugar 
adonde  habernos  de  estar. 

IvAr.  I^a  noche  extiende  su  manto 

con  poco  gusto  de  ver 
la  tierra  con  sus  estrellas; 
parece  que  a^-udan  ellas 
a  lo  qixe  intentas  hacer. 

Vamos,  y  a  tu  gente  advierte. 

RoB.  Salir  muy  solo  imagino. 

Fiera  Laura,  en  el  camino 
te  dará  mi  honor  la  muerte. 

(Vanse.  Salen  d  Rey  de  Napoi.es,  acompañamiento  y 
Oalo.) 

Rev. 
Hame  pesado,  amigo,  por  extremo 
que  de  Roberto  no  tuvieses  nuevas. 

Galo. 
Ya  pienso,  gran  señor,  que  será  muerto. 

Rey. 
Yo  hice  que  saliese  de  mi  corte 
un  capitán  y  guarda  conveniente 
para  que  le  buscase  en  todo  el  campo 
y  asimismo  a  sus  fieros  homicidas; 
mas  ni  parecen  ellos  ni  Roberto, 
ni  hay  labrador  en  monte  ni  en  aldea 
que  diga  que  le  ha  visto. 

Gai,o. 

Xo  me  espanto, 
que  como  pude  le  llevé  de  noche, 
atravesado  en  el  caballo,  haciendo 
una  senda  de  sangre  las  heridas 
por  la  aspereza  del  inculto  monte, 
a  una  cabana  de  pastores  pobres, 
que  habrá  sido,  por  dicha,  su  sepulcro. 
Dame  licencia  que  a  buscarle  vaj-a. 

Rey. 
Será  muy  bien,  y  si  quieres  gente 
lleva  la  que  quisieres. 

Galo. 

Dios  te  guarde. 
(Vase.) 
que  solo  iré  mejor. 

Rey. 
Mucho  me  pesa 
de  la  desgracia  deste  caballero 


por  habérmele  el  Duque  encomendado 
y  su  virtud  y  sangre  acreditado. 

(Sale  Aristeo.) 

Aristeo. 

Tu  hermano  acaba  de  apearse  agora. 

Rey. 

¿Cómo  sin  mi  licencia?  ¿Ya  no  sabe 
que  no  ha  de  estar  en  Xápoles  sin  ella  ? 

Aristeo. 
Xo  te  enojes,  señor,  que  3^0  sospecho 
que  viene  el  Conde  ya  más  sosegado. 

Rey. 
¿Vosotros  no  sabéis  ya  sus  costumbres? 
¿Qué  sosiego  queréis  que  tenga  un  loco? 

Aristeo. 
Pixes  él  te  busca,  no  te  importa  poco. 
(Sale  Ricardo,  de  camino.) 

Ricardo. 
Dame  tus  pies. 

Rey. 

Levántate  del  suelo 
y  dime  cómo  vienes  desta  suerte. 

Ricardo. 
Retírate  y  sabrás  la  justa  causa. 

Rey. 

¡Hola!  Salios  afuera.  ¿Qué  suceso 

te  ha  traído,  Ricardo,  a  nuestra  corte 

sin  que  preceda  la  licencia  mía? 

Ricardo. 
¿Tu  vida  no  es  suceso  de  importancia? 

Rey. 
¿Son  avisos  de  Francia? 

Ricardo. 

X'o  es  de  Francia . 
¿Tú  no  mandaste  que  me  entretuviese 
en  la  tierra  del  Duque  de  Santángcl 
y  que  su  huésped  fuese  algunos  días 
entre  tanto  que  a  España  me  enviabas? 
¿Pues  qué  piensas,  señor,  que  ha  sucedido? 

Rey. 
Tengo  tan  poco  crédito,  Ricardo, 
de  tus  cosas,  que  creo  que  el  deseo 
de  venir  a  la  corte  te  habrá  dado 
esta  invención. 


356 


i.A  i.\oci:nti£  i.auka 


RlCAUDO. 

De  hoy  más,  señor,  espero 
que  k-  teudré  contigo,  pues  bien  sabes 
que  no  intenté  jamás  cosa  en  tu  ofensa; 
pudieron  ocasiones  de  la  corte 
precipitar  mis  juveniles  años. 
¿Qué  cosa  te  ofendió  de  mí  que  fuese 
más  que  juego  y  amor,  armas  y  empresas? 


Rev. 


Volvamos  al  suceso. 


RlC\RDO. 
Muchos  días 
me  regaló  Rodulfo.  Finalmente, 
me  dijo  que  si  yo  valor  tema 
tu  corona  en  la  frente  me  pondría. 

Rey. 

¿Qué  dices.  Conde?  Si  ocasiones  buscas 
de  vivir  en  la  corte,  ¿cómo  intentas 
por  tan  extraños  medios  conseguillas? 

Ricardo. 
Yo  te  digo  verdad,  y  que  ha  intentado 
dar  la  muerte  a  Roberto  en  un  camino 
fingiendo  que  ladrones  le  robaron, 
el  cual,  herido,  .se  vohaó  a  .su  tierra 
y  trac  su  mujer  consigo. 

Rey. 

;K1  Duque 
intentaba  la  muerte  de  Roberto? 

Ricardo. 
De  esta  conjuración  le  daba  parte; 
mas  todos  los  que  en  ella  entrar  no  quieren 
mueren  secretamente,  y  a,'í  el  Duque 
te  enviaba  a  Roberto  con  avisos 
a  efecto  .sólo  de  matarle.  Mira 
si  basta  a  darme  crédito  esta  carta. 

Rey. 
Muestra.  Rol^erto  firma. 

RlCARlXJ. 

Ivl  m¡.smo  escribe. 

(Lea.) 

♦Por  ser  leal,  como  es  razón  que  sea 
ti  que  nació  con  mis  (obligaciones, 
c-stuve  a  pique  de  perder  la  vida. 
Da  crc-ílito  a  Ricardo,  a  quien  KikIuIío 
hacer  intenta  rey  y  despojarte 
ílel  reino  con  la  gente  que  levanta 


de  secreto  en  su  tierra  y  aim  en  Francia. 
Ricardo  ha  hecho  como  hermano  tuyo, 
pues  que,  disimulando  con  Rodulfo, 
va  a  darte  cuenta  de  su  loco  intento.» 

Rey. 

Agora  digo  que  envidiosos  viles 

te  apartaron  de  mí,  querido  hermano 

Dame  esos  brazos  muchas  veces. 

Ricardo. 

Mira 
por  qué  caminos  tan  notables  quiere 
mostrar  el  ciclo  la  inocencia  mía. 
Mas  para  que  conozcas  más  de  veras 
a  lo  que  llega  el  bárbaro  Rodulfo 
con  la  ambición  de  gobernar  a  Xápoles, 
de  su  misma  mujer  es  esta  carta. 

Rey. 
¿Leonarda  es  contra  él? 

Ricardo. 

Leonarda  misma, 
por  ser  leal. 

Rey. 
Merece  ser  la  décima, 
Ricardo,  entre  las  nueve  de  la  fama. 


Lee  y  verás. 


RlC.\RDO. 

Rey. 
Su  letra  he  conocido. 


Ricardo. 
I<ee,  y  premia,  .señor,  quien  te  ha  servido. 

(Lea.) 

«Aunque  sin  incurrir  en  pena  alguna 
pueda  callar  una  mujer  delitos 
de  su  marido,  en  cosa  de  los  reyes 
no  dan  esa  licencia  nuestras  leyes. 
Si  mis  hijos,  mis  padres,  mis  hermanos 
lo  mismo  hicieran  que  Rodulfo  intenta, 
de  esta  .suerte  su  muerte  procurara. 
A  Ricardo  pretende  dar  el  reino 
mi  marido,  cruel  y  haciendo  gente.» 

Ui;v. 

.\'o  hay  que  leer.  Cuando  mía  mujer  noble 
llega  a  este  punto,  grande  mal  se  intenta. 
N'ete,  Ricardo,  a  descansar,  c|ue  (juiero 
tratar  caso  tan  grave  con  quien  jiueda 
aconsejarme  bien. 


ACTO    SEGUNDO 


357 


Ricardo. 
Si  no  pretendes 
alborotar  el  reino,  con  secreto 
prende  a  Rodiilfo  o  qne  le  maten  manda. 

Rey. 
Vete,  que  3-0  pondré  remedio  en  todo; 
y  cree  que  agradezco  de  tal  suerte 
la  vida  que  me  has  dado,  que  muy  presto 
tendrás  el  premio. 

Ricardo. 

¿Qué  mayor  me  espera 
que  ver  que  te  he  servido?  Guarde  el  cielo 
tu  vida  de  traidores. 

Rey. 

¡Caso  extraño: 

portentosa  maldad!  Mas,  ¿cómo  creo 

tan  fácilmente  tan  atroz  delito 

constándome  la  sangre,  la  nobleza 

y  la  virtud  del  Duque  sobre  todo? 

Mas,  ¿cómo  su  mujer,  cómo  Roberto 

esto  escribieron?  Ahora  bien,  yo  quiero 

llamar  al  Duque  e  informarme  a  solas; 

que  hablando  con  el  rey  el  que  es  culpado 

muestra  el  delito  en  el  hablar  turbado. 
(Vase,  y  sale  Galo.) 

Gai.o.  Xo  sé  cómo  ha  de  tomar 

Roberto  el  haber  dejado 
la  corte;  pienso  que  ha  errado. 
Pero  ¿cómo  pude  errar?; 
que  si  el  Rey  hizo  buscar 
los  montes  y  no  le  hallaron 
las  guardas  que  le  buscaron 
a  peligro  le  ponía 
que  se  supiese  algún  día 
que  él  y  el  Conde  le  engañaron. 

¡Válgame  Dios!  ¿Qué  habrá  sido 
de  Laura,  si  ya  Roberto 
de  su  desventura  cierto, 
tomar  venganza  ha  querido? 
¡Oh  Rodulfo  fementido! 
Ya  no  de  Santángel  eres, 
sino  demonio  que  quieres 
que  así  se  truequen  los  nombres, 
porque  en  errando  los  hombres 
no  hay  que  culpar  las  mujeres. 
(Dentro  I^aura  y  Roberto) 

Lau.  ¿Es  posible,  esposo  mío, 

que  des  crédito  a  un  traidor? 

RoB.  Laura,  en  cosas  de  mi  honor 

de  mí  mismo  no  me  fío. 


Lau.  Advierte  que  es  desvarío 

matar  tu  inocente  esposa. 

Gai.o.  Al  pie  de  aquesta  fragosa 

montaña  que  baña  el  mar, 
avmque  en  oculto  lugar, 
siento  una  voz  lastimosa. 
Pues  no  será  cocodrilo 
que  llore  sobre  su  arena 
ni  por  las  ondas  sirena 
que  cante  a  su  falso  estilo 

RoB.  Mi  vida  pusiste  al  filo 

del  acero  de  un  traidor 
que  me  quitaba  el  honor. 
Hoy  morirás. 

Lau.  ¡Virgen  santa, 

libradme! 

(tAlo.  Ya  me  levanta 

todo  el  cabello  el  temor. 

Las  voces  se  han  declarado^ 
mujer  sin  duda  se  queja; 
alguno  la  fuerza  o  deja 
muerta  o  la  voz  me  ha  engañado. 

(Sale  Roberto  con  la  daga  sangrienta.) 


ROB. 

Amor,  mi  honor  he  vengado. 

Mucho  ha  podido  el  honor. 

pues  no  me  venció  el  amor. 

Gaeo. 

Aquí  el  homicida  viene. 

sangrienta  la  daga  tiene 

y  demudado  el  color. 

ROB. 

Un  hombre  viene  camino. 

¿Si  me  ha  visto? 

Gai.o. 

¡Ay,  santo  cielo! 

Que  éste  es  Roberto  recelo 

y  ha  hecho  algiín  desatino. 

¡Señor! 

ROB. 

Mi  muerte  adivino. 

¿Quién  es? 

Gaeo. 

Galo,  tu  criado. 

ROB. 

Seas,  Galo,  bien  llegado, 

que  ya  parece  que  el  cielo 

te  envía  para  consuelo 

de  un  hombre  tan  desdichado. 

Galo. 

¿Cómo  vienes  de  esta  suerte? 

ROB. 

A  Laura,  amigo,  a  mi  esposa... 

Galo. 

No  digas  tan  fea  cosa. 

ROB. 

Acabo  de  dar  la  muerte. 

Galo. 

¿Qué  es  lo  que  dices? 

ROB. 

Advierte 

que  de  su  boca  entendí 

mi  ofensa. 

Galo. 

¿Es  posible? 

ROB. 

Sí; 

:.^s 


I.A    INOCENTE    LAURA 


que  una  noche  oí  que  hablaba 
con  el  Duque  y  concertaba 
de  darme  la  muerte  a  nu. 

Gai.(i.  ¿Tai  Laura  pudo  caber 

tal  infamia  de  su  nombre? 

RoB.  Si  mancha  su  honor  un  hombre, 

no  te  espante  una  mujer. 

Gai  t ».  ¿Qué  es  lo  que  piensas  hacer? 

Ror..  ¡Ay,  Galo,  perder  el  seso! 

p>orque  el  amor  te  confieso 
que  a  Laura  tuve  es  de  suerte 
que  será  darme  la  muerte 
menos  temerario  exceso. 

¿Cómo  cupo  en  tu  belleza, 
Laura,  tan  grande  traición? 
¡Oh,  las  hermosuras  son 
sujetas  a  más  flaqueza! 
¿Hizo  la  naturaleza 
monstruo  como  tú?  Ivos  dos 
muramos;  mas,  amor,  vos 
no  me  permitáis  perder 
por  una  ingrata  mujer 
el  alma,  imagen  de  Dios. 

Salgamos,  Galo,  de  aquí, 
que  muero  por  ir  a  vella; 
mas  ya  no  estará  tan  bella 
después  que  muerte  la  di. 
Amor,  ¿iré  a  verla?  Sí. 
Honor,  ¿iré  a  verla?  Xo. 
Laura,  mi  amor  te  mató. 
¿Laura  ya  muerta?  ¡Jesú! 
Mas  eres  la  hermosa  tú 
y  era  el  desdichado  yo. 

\'amos  a  la  corte,  amigo, 
donde  alguna  industria  honrosa 
de  aquella  mujer,  mi  espo.sa, 
cubra  el  bien  hecho  castigo. 
¡Ay,  honor,  fiero  enemigo! 
Maldiga  el  cielo  tu  nombre, 
pues  no  hay  hombre  a  quien  no  asom- 
que  el  honor  pudiese  hacer  (brc 

que  flaquezas  de  mujer 
fuesen  infamias  de  un  hombre. 

Gai.o.  Xo  te  detengas,  señor, 

ya  que  a  tal  desdicha  vienes, 
que  mientras  más  te  detienes 
más  aumentas  tu  dolor. 

RoB.  Montes,  que  de  mi  rigor 

soLs  l«stig(js,  sepultura 
le  dad  en  N-uestra  espesura, 
fjuc  mi  crueldad  encubrió 
a  una  mujer  que  mató 
mi  desdicha  y  su  lienuosura. 


DlQ. 

Leo. 

DUQ. 


Leo. 


Dio. 


Leo. 


Dúo. 
Leo. 
Dro. 

I<EO. 


DlQ. 


(l'anse  y  salen  el  Duque  y  Leoxarda.) 

El  Rey  a  llamarme  envía 
y  que  solo  a  verle  vaya. 
¿Pues  qué  temor  os  desmaya? 
Dejaros,  Leonarda  mía; 

que  no  tengo  qué  temer, 
aunque  la  carta  parece 
sospechosa. 

Xo  merece 
vuestra  virtud  ofender 

la  envidia,  que  siendo  tal, 
queda  vencida  a  sus  pies. 
Llamarme  solo  no  es, 
Leonarda,  buena  señal. 

Ha  días  que  se  partió 
Roberto  y  no  ha  respondido, 
y  hay  quien  diga  que  ha  venido 
y  que  a  Laura  se  llevó 

con  gran  secreto  de  aquí. 
Si  no  habéis  dado  ocasión 
a  Roberto,  no  es  razón 
temer  del  más  que  de  mí. 

¿Habéisle,  por  gravedad, 
tratado  descortésmente? 
¿Xo  le  sentáis  igualmente 
y  le  habláis  con  voluntad? 

Pues  siendo  así,  ¿qué  recelo 
os  puede  Roberto  dar? 
¿De  quién  podré  sospechar? 
De  nadie,  así  os  guarde  el  cielo. 

Ricardo  no  está  ofendido 
de  mí. 

¡Qué  extraño  cuidado! 
Hombre  que  habéis  regalado 
y  en  \'nestra  casa  tenido, 

fuera  de  su  calidad, 
¿había  de  hacer  traición 
a  vuestra  justa  opinión, 
sangre,  virtud  y  lealtad? 

Mirad  que  el  Rey  escribió 
con  prisa  y  de  letra  propia 
y  (|ue  fuera  cosa  impropia, 
a  lo  que  presumo  yo, 

será  escribiendo,  importuno, 
contra  las  reales  leyes, 
que  de  su  letra  los  reyes 
no  escriben  largo  a  ninguno. 

I'-sta  caria  diee  ansí: 

(Ua.) 

«Duque:  Solo  y  con  secreto, 

venid  para  cierto  efeto 

que  os  importa  a  vos  y  a  mí.» 


ACTO    SEGUNDO 


359 


Leo. 


DUQ. 


Leo. 


DUQ. 

Leo. 


Extraña  resolución 
es  la  de  aqueste  papel. 
Vos  sois  leal  y  fiel 
si  por  dicha  envidias  son, 

dejaos  prender,  que  nuiy  presto 
saldrá  a  luz  vuestra  verdad, 
que  tenier  vuestra  lealtad 
en  gran  confusión  me  ha  puesto. 

Mas  por  si  os  quieren  matar 
enemigos  que  tenéis 
y  que  vos  no  conocéis, 
podéis,  Rodnlfo,  llevar 

cuando  en  el  palacio  entréis 
dos  pistolas  de  secreto. 
Es  el  consejo,  en  efeto, 
del  ingenio  que  tenéis. 

Yo  llevaré  un  peto  fuerte 
y  dos  pistolas,  y  así, 
si  hay  envidia  contra  mí, 
podré  escapar  de  la  muerte. 

Y  si  el  Rey  prenderme  intenta, 
obediente,  esperaré. 
a  que  la  ocasión  me  dé 
de  hacerme  esta  injusta  afrenta; 

que  a  los  reyes  no  hay  tratar 
de  resistir,  que  ha  de  ser 
la  defensa  obedecer 
y  la  respuesta  callar. 

Con  esto  y  vuestra  licencia 
voy  a  ponerme  en  camino. 
Precepto  humano  y  divino 
es  al  mayor  la  obediencia. 

Id  a  vestiros,  y  adiós. 
El  os  guarde. 

¿En  qué  reparo, 

(Vase  el  Duque.) 

pues  con  su  temor  es  claro 
que  nos  ofende  a  los  dos? 

De  Roberto  se  ha  temido 
como  ha  ofendido  a  Roberto. 
Bien  ha  salido  el  concierto, 
pues  todo  el  Rey  lo  ha  creído. 

¿Qué  haré  yo  para  poder 
dar  más  fuerzas  al  engaño? 
No  hay  daño  que  iguale  al  daño 
de  vengarse  una  mujer. 

Al  Rey  le  quiero  escribir 
que  el  Duque  le  va  a  matar; 
las  pistolas  le  ha  de  hallar, 
fácil  será  de  inferir. 

Por  la  posta  haré  que  vaya 
persona  que  antes  que  llegue 


al  Rey  la  carta  le  entregue. 
Algo  el  amor  me  desmaja. 

Mas,  ¿qué  amor  será  razón 
que  tenga  a  quien  me  mataba 
y  con  Laura  se  casaba 
por  tan  notable  traición? 

¡Muera  Rodulfo!  Los  cielos 
rae  querrán  favorecer 
sabiendo  que  soy  mujer 
y  que  estoy  loca  de  celos. 

(Vase,  y  entran  Belardo  y  Tirreno,  villanos  leñadores, 
c  on  Laura  herida.) 


Bei.. 

Tenia  de  los  brazos  bien. 

TlRR. 

¡Pardiez!,  Belardo,  que  creo 

que  se  muere. 

Bei,. 

Mi  deseo 

oigan  los  cielos. 

TlRR. 

Amén. 

Bel. 

¡Ah,  señora,  esa  hermosura 

obligada  está  a  valor! 

Lau. 

¿Fuese  mi  bien? 

Bel. 

¡Qué  dolor! 

Llamarle  y  verle  procura 

habiéndola  atravesado 

por  mil  partes. 

TlRR. 

Guárdeos  Dios 

en  este  peligro  a  vos. 

que  él  debe  de  estar  guardado. 

Y  en  verdad  que  no  tenéis 

mucha  obligación  de  amar 

a  quien  os  \'ino  a  matar. 

si  ofendido  no  le  habéis. 

Lau. 

¡Ofendido!  Sabe  Dios 

que  son  celos  harto  injustos. 

Bei,. 

¡Ah,  celos,  qué  pocos  gustos 

hay  en  el  mundo  por  vos! 

Animaos,  que  a  la  cabana 

habemos  llegado  ya; 

si  Filida  en  ella  está, 

veréis  cómo  os  acompaña. 

cómo  os  sirve,  cómo  os  pone 

en  las  niñas  de  sus  ojos. 

y  si  vivís,  los  enojos 

de  ^•^^estro  dueño  compone. 

que  es  pastora  muy  sabida. 

(Salga  Filida.) 

¡Ah,  Filida! 

Pir,. 

¿Quién  me  llama? 

Bel. 

Una  medio  muerta  dama 

a  quien  puedes  dar  la  vida, 

que  un  traidor  la  ha  dado  aquí 

mil  puñaladas. 

36ü 


I.A    INOCENTE   LAUIÍA 


Ftt. 


Lau. 
Fii.. 

TlRR. 


Fii,. 

TlRR. 

Bel. 

FlL. 

Bel. 
Lat-. 


¡Ay,  cielo, 
qué  mortal  sudor  de  hielo 
la  cubre! 

Llégate  a  iní. 

Dadme  de  presto  dos  paños, 
diréle  aquella  oración. 
Buenas  las  palabras  son 
y  salud  de  muchos  años. 

^'es  aquí  un  lienzo.  Entre  tanto 
que  la  curas,  tomaré 
mi  escopeta  y  mataré 
una  perdiz. 

¡Cielo  santo, 

dadme  aquí  \'uestro  favor! 
Tú,  Belardo,  enciende  fuego. 
Ya  le  enciende  amor;  que  luego, 
tras  la  piedad,  entra  amor. 

Toda  estoy  enternecida. 
Y  yo  de  una  muerta  muerto. 
Aunque  me  has  muerto,  Roberto, 
te  quiero  más  que  a  mi  vida. 


(Vanse,  y  salen  Roberto,  Galo  y  Ricardo.) 

Roberto. 
De  la  suerte  que  digo  le  di  muerte; 
Galo  testigo,  que  la  vio  sin  vida. 

Ricardo. 
;Y  fué  donde  ningimo  pudo  verte? 

Roberto. 

Está  de  dos  mil  árboles  ceñida 
una  sierra  que  el  mar  de  Italia  baña 
y  de  peñas  altísimas  vestida, 

cuchillo  y  parte  de  la  gran  montaña 
del  Gárgano  famoso,  que  compite 
con  el  Pirene  que  divide  a  España. 

Allí  el  honor  me  manda  que  la  quite 
la  vida,  Conde,  amiíjue  el  amor  procura 
que  viva  en  nu,  y  aquí  su  voz  repite. 

Ix)S  árboles  la  dieron  sepultura, 
allí  enterré  su  sangre;  allí  nacieran, 
si  naciera  sembrada  la  hennosura, 

ninfas  (jue  al  monte  fértil  compusieran; 
otro  Ovidio  de  fábulas  y  amores 
y  hennosas  fénix  de  mi  Laura  fueran. 

Allí  le  dije  lástimas  y  amores 
con  tanto  sentimiento,  que  .sospecho 
que  .se  caían  de  dolor  las  flores. 

KiCAkix). 

Justo  dolor  te  mueve;  mas  ja  es  iiecho 
y  tú  has  mostrado  en  esto  ser  quien  eres. 


Roberto. 
Mi  honor,  en  fin,  descanse  satisfecho; 

déjeme  el  vano  amor  con  sus  placeres; 
honra  quiero  en  el  mundo. 

Ricardo. 

De  la  honra 
siempre  han  sido  verdugo  las  mujeres. 

Hoy,  Roberto,  verás  que  el  Rey  te  honra 
en  esta  fiesta  que  a  sus  años  hace, 
lo  que  no  merecieras  con  deshonra. 

Xo  sé  cómo  a  mil  hombres  satisface 
el  oro  con  infamias  adquirido 
como  tesoros  que  en  sus  casa  nace. 

Roberto. 
Xo  llega  a  tales  hombres  al  oído 
lo  que  murmuran  todos,  y  si  llega, 
es  de  áspid  que  al  encanto  está  dormido; 
la  honra  es  Argos,  la  deshonra  es  ciega. 

(Salen  el  Rey  de  Ñapóles  y  Otavio.) 

Ota.  Aguardo  que  te  resuelvas 

para  que  luego  me  parta. 

Rey.  La  respuesta  de  esta  carta 

es  que  a  la  Duquesa  vuelvas. 

Di,  Otavio,  que  la  leí 
y  que  el  aviso  agradezco, 
y  porque  el  premio  le  ofrezco 
y  quiero  dársele  aquí, 

di  que  con  grande  secreto 
venga  a  la  corte. 

Ota.  Yo  iré 

con  brevedad. 

Rey.  Oue  tendré 

de  ti  memoria  prometo. 

Ríe.  Roberto  ha  llegado  aquí 

ya  de  sus  heridas  f-ano. 

Rey.  Xo  me  pudieras,  hermano, 

dar  mejor  nueva. 

Rob.  De  nn' 

te  puedt  s  servir,  señor, 
con  la  lealtad  que  he  nacido. 

Rey.  Ya  sé  cuan  Kal  ha  sido 

tu  virtud,  .sangre  y  valor. 

Alza,  Roberto,  del  suelo; 
mi  capitán  de  la  guarda 
.serás  desde  hoy,  que  no  larda 
jamás  el  j^remio  al  Inuii  celo. 

Ivs  la  traición  de  Rodulfo, 
de  suerte  (|ue  lia  de  negar 
mi  piedad  el  fiero  mar 
de  .su  crueldad  en  el  golfo. 


ACTO    SEGUNDO 


361 


Escríbexne  la  Duquesa 
que  viene  Rodulfo  ya 
con  aviso  que  sera 
el  fin  de  su  loca  enipref-a. 

Esta  noche  llega  aquí 
con  dos  secretas  pistolas 
para  matarme  si  a  solas 
puede  ejecutar  en  mí 
tan  atrevida  maldad. 

Ríe.  ¿Qué  no  hará  quien  a  su  Rey 

contra  toda  humana  ley 
pierde  la  justa  lealtad? 

RoB.  Como  sin  hijos  te  mira 

}•  de  la  Reina  viudo, 
quiere  hacer  rey;  mas  no  pudo, 
porque  el  blanco  doijde  tira 

es  blanco  de  confianza, 
do  lealtad,  amor  y  fe, 
donde  segura  se  ve 
tu  bien  fundada  esperanza. 

Xo  le  debes  a  Ricardo 
nada  en  esto,  que  no  obliga 
la  razón. 

Rey.  Xo  sé  qué  os  diga 

más  de  que  esta  noche  aguardo 
la  mayor  prueba  de  todas. 

Ríe.  ¿Cómo  le  hablarás,  señor? 

Que  le  prenderás  mejor 
si  algún  engaño  acomodas. 

Rey.  Cuando  esta  noche  en  la  fiesta 

entre  los  nobles  querría 
poner  al  Duque  una  espía 
que  le  conociese,  y  puesta 
en  la  puerta  de  palacio 
que  me  viniese  a  llamar 
para  que  le  salga  a  hablar, 
pues  da  higar  el  espacio 

que  hay  de  la  sala  a  la  puerta, 
donde  quiero,  disfrazado, 
saber  su  pecho. 

Ríe.  En  cuidado 

me  has  puesto;  si  acaso  acierta 
a  conocerte... 

Rey.  X'o  hará; 

demás  que  aparte  conmigo 
irá  gente. 

Ríe.  Si  contigo 

Roberto  con  gente  va, 

paréceme  que  es  la  traza 
de  tu  ingenio. 

RoB.  Es  en  extremo, 

porque  con  eso  no  temo 
la  muerte  que  te  amenaza. 


Rey. 

Ríe. 

Rey. 


Ríe. 


Rob. 


Rey. 


Rob. 


Rey 


Rob. 
Rey. 

Ríe. 


Rob. 

Gai,o. 

Rob. 


C7AE0. 


Rob. 


Gai,o. 


Por  la  Duquesa  envié. 
¿Por  la  Duquesa,  señor? 
Téngola  notable  amor, 
quiero  que  en  la  corte  esté. 

Así,  porque  es  de  importancia 
que  haciendo  la  información 
con  secreto  no  es  razón 
que  esté  con  tanta  distancia; 

porque  esto  no  lo  querría 
publicar. 

¡Qué  bien  has  hecho! 
Venga  y  sabrás  de  su  pecho 
lo  que  al  papel  no  se  fía. 

¿Hay  ventura  que  se  iguale 
a  la  que  el  amor  me  ofrece? 
Bien  la  Duquesa  merece 
que  tu  Alteza  la  regale; 

porque  a  quien  su  mismo  esposo 
niega  por  su  rey,  es  bien 
que  el  justo  premio  le  den. 
Que  prevengas  es  forzoso, 

Roberto,  algunos  soldados 
de  quien  mi  persona  fíes. 
Bien  es,  señor,  que  confíes 
tu  vida  de  mis  cuidados; 

yo  iré  a  tu  lado  con  ellos. 
La  fiesta  previenen  3-3; 
a  punto,  Roberto,  está, 
que  hoy  nos  pone  los  cabellos 

en  la  mano  la  ocasión 
para  hacer  que  éste  confiese 
su  traición,  aunque  le  pese. 
Hoy  probarás  su  traición. 

Vente,  Ricardo,  conmigo, 
disfracémonos  los  dos. 
Vil  Rodulfo,  hoy  quiere  Dios 
que  tengas  justo  castigo. 
{  Vansc  Ricardo  y  el  Rey.) 

Galo. 

Señor. 

Vil  consuelo 
estas  probanzas  me  dan; 
yo  soy  del  Rey  capitán. 
Echase  de  ver  que  el  cielo 

te  favorece,  señor; 
que  la  muerte  de  una  ingrata 
no  le  lia  enojado,  pues  trata 
de  dar  aumento  a  tu  honor. 

Galo,  mi  alférez  te  hago; 
la  merced  parto  contigo, 
y  así  a  las  demás  me  obligo. 
Das  a  mi  amor  justo  pago 

y  beso  tus  pies  mil  veces. 


36. 


r.A    INOCEXTlí    LAURA 


ROB. 

Galo. 
RoB. 


Galo. 


Ron. 


Gai/í. 

ROB. 


Hoy  estaba  sin  honor 

y  ya  le  tengo  mayor. 

Esto  y  mucho  más  mereces. 

Pero  si  verdad  te  digo, 
no  tengo  contento  el  pecho 
ni  estoy,  Galo,  satisfecho 
yo  mismo  para  conmigo. 
Cuanto  veo  me  parece 
sangre,  mil  arroyos  rojos 
me  desvanecen  los  ojos; 
si,  como  a  Elisa,  me  ofrece 
Laura  de  sangre  teñida, 
cosa  no  voy  a  tomar 
que  no  piense  que  es  a  dar 
en  su  pecho  alguna  herida. 

Si  hablo,  voy  a  decir 
que  maté  a  Laura,  y  lo  digo 
entre  dientes  y  conmigo 
sin  poderme  resistir. 

Si  duermo,  a  Laura  bañada 
ícKla  en  sangre  sueño  luego, 
y  cuando  abrazarla  llego 
huye  de  mi  rostro  airada. 
Ayer  cayó  una  paloma 
llena  de  sangre  a  mis  pies, 
tómela  y  dije:  esta  es 
I^aura  que  venganza  toma. 
Dejóme  todas  las  palmas 
teñidas  como  las  vi 
cuando  a  Laura  muerte  di 
para  apartar  nuestras  almas. 
Xo  dudes.  Galo,  no  dudes, 
mi  muerte  se  acerca  ya. 
Xo  dudes  que  llegará, 
si  no  es  que  de  intento  mudes. 

Deja  la  vana  tristeza, 
ya  no  hay  cobrar  lo  que  tiene 
la  muerte. 

¿Qué  me  detiene? 
Maté  la  mayor  belleza 

que  el  cielo  comunicó 
de  su  tesoro  a  la  tierra; 
su  memoria  me  hace  guerra. 
I'ues  piensa  en  que  te  ofendió. 

Hic-n  dices.  Cuando  me  acuerdo 
que  Rodulfo  vio  en  sus  brazos 
tantos  amorosos  lazos, 
el  amor  y  el  seso  pierdo, 
al>orrezco  lo  que  adoro 
y  de.sprecio  lo  que  eslimo, 
mis  ix-n.samii-nlos  reprimo 
y  mLs  tristezas  mejoro. 

\'anios,  que  es  tarde,  a  servir 


al  Rey,  que  es  ya  lo  que  importa. 
r..\i.().  Si  la  ofensa  te  reporta, 

nuichas  te  pienso  decir. 
RoB.  Así  de  se.so  me  priva 

ser  de  su  culpa  juez, 

que  la  matara  otra  vez 

si  otra  vez  la  viera  viva. 

{l'iinse,   y  sah-  el   Dl-^i-e   vestido   a   Ui    francesa,   con 
Tiberio.) 

Tiberio. 
¿Llevas  cebadas  las  pistolas? 

DUOL'E. 

Llevo 
de  mi  cuidado  pólvora  secreta, 
puesto  a  las  dos  para  su  tiempo  el  cebo, 
y  ojalá  que  la  en\'idia  me  acometa. 

Tiberio. 
Pues  de  qué  haré  lo  que  a  tus  obras  debo 
no  es  menester,  señor,  que  lo  prometa; 
mas  yo  pienso  que  \-ienes  engañado 
y  que  como  otras  veces  te  han  llamado. 

DUOUE. 

Xo  salta  el  corazón.  Tiberio,  en  vano 
ni  el  alma  da  mil  golpes  a  su  puerta, 
que  en  el  reloj  mortal  sirve  de  mano 
y  es  quien  las  horas  del  vivir  concierta; 
las  ruedas  son  el  pensamiento  humano; 
no  en  balde  por  momentos  me  despierta; 
o  está  desconcertada  su  armonía 
o  son  presagios  de  la  muerte  mía. 

Esta  es  la  puerta  del  palacio;  aguarda 
([ue  pasen  esas  hachas  de  la  fiesta, 
que  no  miro  cuchilla  ni  alabarda 
cjuc  no  imagine  a  nuestros  pechos  puesta. 

Tiberio. 
Injustamente  el  miedo  te  acobarda 
estando  tu  inocencia  manifiesta; 
tema  el  culpado,  porque  injustamente 
se  guarda  del  castigo  el  inocente. 

Duque. 

Las  co.sas  de  los  revés  no  caminan 
por  los  pasos  que  va  lo  de  otros  hombres; 
(\\\i:  como  por  terceros  se  examinan 
dan  a  las  causas  diferentes  noml)res. 
Si  al  Rey  envidias  a  mi  daño  indinan, 
(|ue  tema  .su  justicia  no  te  asombres, 
jxMfiue  puede  el  morir,  que  es  cosa  antigua, 
llegar  mientras  la  culpa  se  averigua. 


ACTO    SEGUNDO 


363 


Pues  muerto  el  inoceute,  ;quiéii  sospechas 
que  tratará  de  restaurar  su  daño 
si  preso  un  noble  en  cárceles  estrechas 
se  atreve  la  mentira  y  el  engaño? 

Tiberio. 
Sí;  nías  también  las  leyes  fueron  hechas 
para  impedir  cualquier  rigor  extraño. 

Duque. 
Líbrete  Dios  de  la  primera  ira 
con  que  acomete  a  un  hombre  la  mentira. 

(Sale    el    Rt:y    embozado,    Roberto,    Galo    y    gente.) 

Rev.  Este  me  dice  la  espía 

que  es  el  Duque,  a  quien  disfraza 

hábito  francés. 
ROB.  Aquí 

diez  arcabuces  te  guardan. 
TiB.  Gente  se  esconde,  señor. 

Dúo.  Para  mí  no  fuera  tanta 

si  hacen  traición  al  Rey 

y  el  Rey  con  temor  nie  llama. 
TiB.  Esta  noche  son  las  fiestas 

de  sus  años,  si  hoy  acaban 

sus  años. 
Dúo.  ¡Qi-i-é  bien  sospechas! 

Muchos  extranjeros  andan 

en  corrillos  por  aquí. 
TiB.  Industria  fuera  estimada, 

pues  vienes  a  la  francesa. 

saber  lo  que  aquestos  tratan. 
DuQ.  Bien  dices;  porque  si  miro 

lo  que  me  dice  la  carta, 

afirma  que  es  mi  venida 

al  Rey  y  a  mí  de  importancia; 

sin  duda  que  los  avisas 

que  fingí  cuando  por  Laura 

vino  Roberto  a  la  corte; 

estas  quimeras  levantan. 

Llegar  será  bien,  Tiberio, 

pues  traemos  buenas  armas 

a  ver  si  es  traición  al  Rey 

y  morir  en  la  demanda. 

¡Ah,  caballero! 
Rey.  ¿Quién  va? 

DuQ.  ¿Mi  traje  no  os  lo  declara? 

(Llegue  el  Rey,  que  estará  embozado) 
Rev.  ¿Sois  de  los  que  ha  de  dar  muerte 

al  Rey? 
DUQ.  ¡Ay.  Dios!  No  sin  causa 

el  alma  me  lo  decía. 

Para  saber  lo  que  pasa, 


quiero  decir  que  soy  dellos 

y  darle  aviso  que  salga 

a  dar  muerte  a  los  traidores. 

Rev.  ¿Xo  respondéis? 

DuQ.  Reparaba 

en  si  sois  de  ellos,  señor. 

Rev.  Yo  soy;  pero  mucho  tardan. 

DuQ.  Xo  harán;  que  conmigo  vienen 

los  que  han  de  entrar  en  la  sala 
y  disparar  las  pistolas. 
Mas  ya  que  esta  confianza 
hago  de  vos,  ¿quién  sois  vos? 

Rev.  El  Rey,  que  aquí  te  aguardaba, 

villano,  para  saber 
de  tu  boca  estas  palabras. 
¡Ah,  capitán,  guarda,  gente! 

(Lleguen  todos.) 

RoB.  Señor. 

Rey.  Mirad  si  en  la  celada 

hay  soldados  y  prended 
al  Duque. 

Dro.  Señor,  j'o  estaba 

informándome  de  ti 
para  ver... 

Rey.  Traidor,  pues  hablas. 

Sol.  Aquí  está  un  hombre  con  él. 

Rey.  ¿Qué  armas  trae? 

RoB.  X'o  son  malas: 

dos  pistolas  y  un  arnés 
debajo  de  la  casaca. 

Rey.  Confírmese  la  verdad. 

Dúo.  Señor:  si  la  confianza 

que  tus  padres,  tus  abuelos 
siempre  hicieron  de  mi  casa 
no  merece  que  me  escuches, 
a  un  soldado  destos  manda 
que  por  en  medio  del  pecho 
me  atraviese  con  dos  balas. 

Rey.  X*o  hay  que  oírte,  no  des  voces; 

mira  que  la  gente  baja 
y  no  quiero  que  lo  entienda. 
¿Adonde  están  las  escuadras 
que  para  matarme  traes? 

DuQ.  A'o  escuadras?  Pero  si  andabas 

tú,  Roberto,  por  aquí, 
para  más  traiciones  bastas. 

ROB.  Aprenderé  de  las  tuyas; 

mas  no  quiera  Dios  que  haga 

ofensa  al  Rey  ni  al  amigo. 

Tú  me  entiendes,  aunque  callas. 

Rey.  Llevadle  luego  a  una  torre; 

y  tú,  vil,  que  acompañabas 


364 


l.A    INOCliNTl-:    l.AUUA 


un  traidor,  en  el  tormento 
dirás  los  demás. 

TiB.  Si  tratas 

tan  nial  a  un  noblo  inocente 
y  que  es  lo  mejor  ñc  Italia, 
¡qué  en  nmcho  que  en  mí  ejecutes 
la  crueldad  de  tu  venganza! 

DuQ.  ¡Ah,  ciclos!,  ¿de  qué  nie  quejo? 

¡Todo  me  viene  por  Laura! 

RoB.  Por  Laura,  no;  que  viniendo 

con  ella  por  la  montaña 
salieron  del  mar  cien  moros 
y,  escondidos  en  la  playa, 
me  la  llevaron,  Rudolfo. 

Duy.  Pues  haz  cuenta  que  es  la  Cava, 

si  Italia  se  pierde  agora, 
como  por  Florinda  España. 


ACTO  TERCERO  DE 
LA     INOCENTE    LAURA 

(Salen   I,AURA,  en  hábito  de  truhán,   y   Belakdo  de 
Cfiído,  a  lo  gracioso,  ron  un  instrumento  detrás  della.) 

Lai'.  Advierte  que  has  de  callar 

y  a  nadie  decir  quién  soy. 
Bel.  ¡Pardiós!,  muy  galano  voy, 

bien  puedo  echarme  a  rodar. 
I.Ai".  ¿Parécete  bien,  Belardo, 

la  corte? 
BVA..  Yo  soy  pastor; 

allá  me  hallaba  mejor 

con  mi  gabán  tosco  y  pardo. 
Hay  muchas  cosas  aquí, 

aunque  soy  tosco  y  grosero, 

que  de  mirarlas  me  muero 

y  salgo  fuera  de  mí. 

Ñapóles  es  gran  ciudad, 

su  corte  cosa  excelente; 

mas  de  que  no  me  contente 

topa  en  mi  rusticidad. 
Veo  cosas  que  reviento 

por  decillas;  pero  he  visto 

que  hacerse  un  hombre  malíjuisto 

es  de  .ser  necio  argumento. 
Los  que  gobiernan  darán 

del  bien  o  el  mal  cuenta  a  Di<is; 

que  08  juro  que  más  de  dos 

arrepentidos  están. 

Siempre  veréis  en  la  corte 


una  junta  de  podridos, 

toda  la  vida  afligidos 

porque  esto  iniporte  o  no  importe, 

Si  al  otro  niirmí  galán, 
que  juega  o  gasta,  murmuran, 
y,  muy  curiosos,  i)rocuran 
saber  por  quién  se  lo  dan. 

Hombre,  ¿quién  te  mete  a  ti 
en  lo  que  a  ti  no  te  importa? 
J/AU.  Gran  salud  la  lengua  corta; 

yo  lo  conozco  por  mí, 

y  huélgonie  de  que  me  des 
tales  muestras  de  callar. 
Bel.  De  vos  he  aprendido  andar 

con  este  compás  de  pies; 

que  habiendo  estado  dos  años 
en  nuestro  monte  escondida 
la  historia  de  vuestra  vida 
nos  encubrís  como  a  extraños; 

y  aun  a  Filida,  que  fué 
quien  por  ensalmo  os  curó, 
no  se  la  habéis  dicho. 
Lau.  Yo 

con  algún  temor  callé; 

que  no  puedo  persuadirme 
que  mujer  guarde  secreto, 
aunque  lo  soy. 
!    Bel.  Ya,  en  efeto, 

me  habéis  tenido  por  firme, 

pues  que  con  vos  me  traéis, 
cuando  el  hábito  mudáis 
y  en  truhán  os  transformáis; 
es  que  mi  amor  conocéis; 

pero  sabéis  que  me  admira 
que  os  tengan  todos  por  hombre. 
LAU.  Como  este  ser  y  este  nombre 

te  consta  a  ti  que  es  mentira, 

piensas  que  los  otros  ven 
lo  que  nunca  imaginaron. 
BiíL.  Mucho  ayer  os  alabaron. 

¡Voto  al  sol,  que  cantáis  bien! 
Lau.  Pues  más  te  debe  admirar 

que  compongo  \o  que  canto. 
Bel.  ¿Sois  poeta? 

Lau.  Tanto,  cuanto. 

Bel.  Yo  lo  lie  sido  en  mi  lugar 

casi  por  toda  mi  vida; 
pero  es  oficio  endiablado. 
J,AU.  ¿Cómo? 

Bi-;l.  Después  que  he  pensado 

una  cosa  nunca  oída, 

sale  al  paso  un  murmurante 
de  gorra  y  aun  de  bonete 


ACTO  TERCERO 


365 


y  da  desde  una  hasta  siete 

con  más  voz  que  un  elefante. 
I<AU.  Tengan  paciencia  también 

los  poetas,  que  es  razón, 

pues  como  los  puercos  son. 

que  muertos  parecen  bien. 
Aquí  viene  la  Duquesa, 

mujer  de  aquel  Duque  preso, 

que  ayer  te  dije  el  suceso; 

mas  no  es  mujer  que  profesa 
tristeza  por  su  marido, 

que  ha  dos  años  que  está  aquí 

con  humos  de  reina. 
BEL.  Ansí 

todo  lo  tengo  entendido 
y  sé  que  el  Rey  la  desea, 

y  aun  del  Conde  se  murmura. 
T,AU.  Uno  y  otro  la  procura; 

plega  a  Dios  que  por  bien  sea. 
El  Rey  querría  abreviar 

con  el  preso;  mas  no  creo 

que  se  le  cumple  el  deseo 

ni  da  la  verdad  lugar. 
Yo  querría,  por  ser  casa 

donde  acude  el  re}',  tener 

entrada  y  darles  placer 

mientras  mi  desdicha  pasa. 
Quizá  gustaran  de  mí, 

y  vendré  a  entrar  en  palacio. 
Bel.  Pensarémoslo  despacio. 

IvAU  La  Duquesa  viene  aquí. 

¡Ay,  cielos!  Aunque  ha  dos  años 

que  a  mi  Roberto  no  veo, 

si  no  es  que  finge  el  deseo 

tan  aparentes  engaños, 

éste  es  que  con  ella  viene. 

(Salen  Leoxarpa,  Robfrto,  Galo  r  gente.) 

ROB.  Esto  me  dijo  su  Alteza, 

y  que  con  mucha  presteza 
ejecutarla  conviene. 

Leo.  Pues  diréisle  al  capitán 

que  si  al  Duque  ha  de  dar  muerte, 
que  se  ejecute  de  suerte 
que  los  que  a  la  mira  están 

no  lo  sepan  por  agora, 
que  tiene  deudos  y  aniigos. 

RoB.  Ello  se  hará  sin  testigos; 

perded  cuidado,  señora. 

Leo.  Avisadme  si  se  hace 

con  Galo. 

Galo.  Yo  volveré 

v  la  nueva  te  traeré. 


Liío.  ¡Qué  poco  el  bien  satisface! 

Que  por  tales  medios  viene 

el  Rey,  que  a  honrarme  camina, 

y  aunque  a  ser  suya  me  inclina 

ver  el  amor  que  me  tiene, 
considerar  la  inocencia 

del  Duque  me  tiene  en  calma, 

porque  está  la  paz  del  alma 

tu  la  segura  conciencia. 
Lait.  Vuestra  excelencia,  señora, 

me  dé  los  pies. 
Leo.  ¿Cómo  ansí 

os  habéis  entrado  aquí? 
Lait.  Escucha  y  sabráslo  agora. 

Soy  oficial  de  placer; 

por  otro  nombre,  truhán. 
Leo.  Por  mi  fe,  que  sois  galán. 

¿Sabéis  cantar  y  tañer? 
I/AU.  El  loco  que  eso  no  sabe, 

¿para  qué  puede  ser  bueno? 

Que  todo  truhán  condeno 

que  ha  de  hablar  y  vivir  grave; 
o  ha  de  ser  loco  sin  seso 

o  con  seso;  mas  si  el  loco 

tiene  seso,  cante  un  poco 

porque  entretenga  con  eso; 
que  truhanes  sin  cantar 

sólo  sirven  de  chismosos, 

de  testigos  enfadosos, 

de  comer  y  de  cansar. 
Leo.  ¿Vienes  tii  a  enmendar  agora 

la  vida  de  estos  galanes? 
Lau.  Soy  provincial  de  truhanes. 

yo  los  reformo,  señora. 
Hecho  tengo  un  arancel 

de  lo  que  se  ha  de  llevar 

por  entretener  y  hablar. 
Leo.  Debes  de  ser  muy  cruel. 

Lai^  Por  haberlo  sido  estoy 

de  la  manera  que  veis; 

pero  vos  no  lo  seréis 

del  modo  que  yo  lo  soy. 

¿Queréis  que  os  cante  una  letra? 
Leo.  Cuando  coma  hay  ocasión. 

I/AU.  Tengo  una  cierta  canción 

que  las  entrañas  penetra. 
Leo.  ¿De  quién? 

I^AU.  De  Laura,  una  dama 

que  está  cautiva  en  Argel. 
Leo.  Xo  nombres  esa  cruel, 

que  aun  me  lastima  su  fama. 
Lau.  ¿Por  qué,  si  fué  tan  honrada 

como  sabe  Dios? 


i66 


I.A    INOCENTE   LAURA 


T.Eo.  ¿Es  honra 

poner  en  tanta  deslionra 

su  sangre  y  casa  heredada 
de  paares  de  tal  valor 

con  infamia  de  Roberto? 
I.AU.  ;Eso  se  tiene  por  cierto? 

Leo.  ;Xo  ves  que  el  Duque  traidor 

con  ella  se  concertó 

de  matarme? 
I.Ai  .  El  Duque  ha  sido 

más  que  cuantos  haii  nacido 

leal,  y  esto  lo  sé  yo. 
I.K( '.  Profesaste  que  el  truhán 

no  ha  de  enfadar,  y  tú  enfadas. 
I-\T.  Si  estas  cosas  son  cansadas, 

silencio  eterno  tendrán, 
que  de  ignorancia  pequé. 
hE(».  ;Tu  nombre? 

I.AI-.  Fénix  me  llamo. 

I-Eo.  ¿Por  qué? 

T.Af.  Porque  sobre  un  ramo 

de  palma  muerto  quedé 
de  unas  heridas  un  día 

y  resucité  después. 
l.Et).  V  ese  mancebo,  ¿quién  es? 

Bel.  Quien  canta  mal  y  porfía. 

I.Af.  Es  portaguitarra  mío, 

es  funda  de  mi  instruuiento, 

es  oficial  de  contento, 

y  que  os  le  dará  confío. 
No  viene  muy  cortesano, 

que  es  sacristán  en  su  aldea; 

mas  como  quiera  que  sea, 

vos  le  habéis  de  dar  la  mano. 
I-E<».  Ello  dirá,  que  yo  estoy 

de  verle  con  gran  contento. 
Bel.  Lacayo  del  instrumento 

de  l'énix,  señora,  soy. 

Tengo  una  gracia  enfadosa 

aliende  desto. 
l.E<  >.  ¿Y  cuál  es? 

B'-i  Sjy  poeta  de  mis  pies 

y  jiido  a  conier  en  prosa. 
1. 1."  ¿Luego  vos  le  componéis 

a  l-'énix  eso  que  canta? 
Bi:i..  Hasta  pasos  ílc  garganta 

le  suelo  dar. 
Leo  Bien  hacéis. 

Bki.,  Con  ningún  Inu-no  nic  igualo, 

mas  tampoco  me-  condeno; 

digo  bien  <le  lo  que  es  bueno 

y  disimulo  lo  nialo. 

Siempre  callo  entre  l<is  necios 


y  entre  sabios  hablo  poco, 
parezco  en  mis  cosas  loco 
y  discreto  en  niis  desprecios. 
Amor  nie  enseñó  a  escribir 
y  hartas  veces  a  llorar; 
no  tengo  por  no  buscar 
ni  sirvo  por  no  mentir. 

Y  aunque  yo  ignorante  sea 
sé  de  los  sabios  que  trato 
conocer  un  mentecato 
a  mil  pasos  que  le  vea. 

No  traigo  jamás  testigos 
de  mi  vida,  aunque  es  proceso; 
trato  verdad,  y  por  eso 
tengo  muy  pocos  amigos. 

Estas  son  mis  condiciones; 
si  con  ellas  me  queréis, 
algún  día  os  holgaréis 
de  oírnie  en  dos  mil  canciones. 
i    Leo.  Huélgonie,  Fénix,  que  sea 

\-uestro  compañero  tal. 
Bel.  Traslado  su  original. 

I-EO.  A  los  dos  quiero  que  vea 

el  Rey  en  viniendo  aquí. 
Lav.  Harto  lo  deseo  yo, 

porque  nunca  el  Rey  me  vio. 
Bi:i..  Tampoco  el  Rey  me  vio  a  mí; 

porque  si  me  viese  un  día... 
I    Leo.  ¿Qué  habría  en  suceso  igual? 

I    Bel.  ¿Qué  habría?  Ser  gran  señal 

de  que  el  Rey  ojos  tenía. 
I    Leo.  Yen,  Fénix,  y  cantarás 

algo  que  me  alegre. 
Lav.  Yamos. 

Bici..  Pardiez,  si  los  des  cantamos, 

que  basta  una  vez  no  más. 
LAr.  Buenos  nos  han  de  poner. 

Bel.  Mal  el  ser  truhán  me  esfuerza, 

pues  he  de  cantar  por  fuerza 
cuando  otros  han  de  comer.. 
LAr.  Calla,  que  ya  conicrán. 

BKi..  Eso  Ule  alienta  y  restaura. 

Leo.  I/O  que  se  parece  a  Laura 

este  Fénix  o  truhán. 

RoUEKTO. 
i;,sto  nu-  manda  el  Rey. 

DrQfE. 

l'ues  ya  que  muero, 
Roberto  amigo,  ¡¡or  envidia  íirra 
i    y  (jue  la  miurte  de  tu  niaiio  tí-pero, 


ACTO    TERCERO 


367 


oye,  por  Dios,  esta  razóu  postrera: 

Serví  como  galán  y  caballero 

tu  esposa  de  la  suerte  que  pudiera 

a  1  mayor  imposible   y  con  cuidado 

de  no  ofender  tu  honor,  Roberto  honrado. 

Y  aun  para  mis  servicios,  que  eran  galas 
de  un  hombre  como  yo,  que  te  tenía 
respeto,  porque  tú  nii  sangre  igualas 
y  aun  presumo  que  tienes  sangre  mía; 
como  si  fueran  intenciones  malas, 
Laura,  que  con  extremo  te  quería, 
fué  siempre  lauro  al  rayo  de  mi  furia, 
porque  el  honor  del  mismo  sol  se  injuria. 

Si  en  mi  vida  me  habló  palabra  tierna, 
si  en  mi  vida  me  tuvo  amor  ninguno, 
baje  mi  alma  a  la  prisión  eterna 
de  la  que  vivo  sin  remedio  alguno. 
Ese  bastardo  que  hoy  al  Rey  gobierna 
por  volver  a  sus  ojos  importuno 
trazó  de  suerte  mis  confusos  daños 
que  hoy  siega  el  tiempo  en  flor  niis  verdes  años. 

Muero  inocente  de  la  culpa  fiera 
que  el  Rey  dice  qiie  tengo,  y  de  la  tuya; 
presto  permita  Dios,  presto  lo  quiera 
que  a  mi  primero  honor  me  restituya. 
Ya,  pues,  Roberto,  que  tu  golpe  espera 
mi  cuello,  aunque  la  vida  mortal  hu^-a, 
vesme  aquí  de  rodillas,  obediente 
a  lo  que  manda  el  Rey  y  Dios  consiente. 

Sólo  te  pido  que  si  a  Laura  vieres 
algún  día,  la  quieras  y  la  ampares, 
que  es  ejemplo  y  espejo  de  mujeres, 
y  que  contra  Ricardo  te  repares. 

Roberto. 
Duque,  ¿es  posible  que  inocente  mueres 
y  que  no  tienes  cosa  que  declares 
en  contra  deso? 

Duque. 
Tú  lo  sabes  cierto, 
pues  tú  has  jurado  contra  mí,  Roberto. 

Roberto. 

Si  juré  contra  ti  fué  por  venganza 
de  la  traición  cruel  con  que  quisiste 
matarme,  no  teniendo  confianza 
en  que  el  poder  sin  ella  se  resiste 
el  vengativo  honor  sin  esperanza 
de  poderse  cobrar  me  puso,  ¡ay,  triste!, 
en  levantarte  un  falso  testimonio; 
que  la  venganza  es  hija  del  demonio. 

Tras  esto,  de  Ricardo,  persuadido 
de  un  Rey  hermano,  y  de  los  fieros  celos 


de  tu  mujer,  traidor,  Rodulfo,  he  sido 
a  mi  sangre,  a  tu  vida  y  a  los  cielos; 
mas  agora  qvie  estoy  arrepentido 
y  de  mi  honor  seguros  los  recelos, 
antes  me  mataré  que  darte  muerte; 
librarte  quiero,  y  la  manera  advierte. 

Un  ataúd,  Rudolfo,  que  traía 
para  llevarte  muerto,  vivo  quiero 
que  te  lleve  a  mi  casa,  y  este  día 
te  irás;  mas  con  la  fe  de  caballero 
que  no  descubrirás  la  amistad  mía 
hasta  que  el  tiempo  traiga,  como  espero, 
la  verdad  destas  cosas,  que  sabida 
tendrás  la  tuya  sin  perder  mi  vida . 

DuouE. 
Dame  esos  pies,  que  yo  me  iré  entretanto 
a  Argel  para  buscar  tu  noble  esposa. 

Roberto. 
¡Ay,  triste  yo,  que  sin  oír  su  llanto 
la  di  en  un  momento  muerte  rigurosa! 

Duque. 
¡Oh  qué  mal  hecho!  Pero  no  me  espanto; 
que  es,  en  fin,  el  honor  sagrada  cosa. 
Murió  Laura,  que  no  lo  merecía, 
y  vive  la  cruel  deshonra  mía. 

Roberto. 
Yo  pienso  que,  engañada  la  Duquesa 
de  lo  mismo  que  yo,  te  ha  perseguido; 
porque  si  amor  los  celos  atraviesa, 
es  la  esperanza  posta  del  olvido. 
Mas  pues  mi  engaño  con  tu  aviso  cesa, 
estáte  en  estos  montes  escondido, 
que  yo  podré  sacarla  de  su  engaño 
cuando  a  los  tres  no  pueda  venir  daño. 

Duque. 
Tantas  cosas  te  debo,  que  no  puedo 
responder  con  palabras,  ni  aun  pensallas. 

Roberto. 
Xo  hablemos,  que  a  las  guardas  tengo  miedo, 
y  sangre  es  menester  para  engañallas. 

Duque. 
¿vSangre?  ¿Pues  dónde? 

Roberto. 

Cortaréme  un  dedo. 

Duque. 
Tente,  Roberto. 


368 


I.A    INOCENTE    I. AURA 


Roberto. 

Desa  suerte  callas, 
o  daréme  en  un  brazo. 

DUQUIi. 

Aquí  está  el  nu'o. 

Roberto. 
Espera,  que  imo  y  otro  es  desvarío. 

l'n  perro  he  visto  allí,  matarle  quiero 
e  irá  muerto  a  tus  pies  sin  que  sea  visto. 

Dl-Qi-K. 
Prémiete  el  cielo  mientras  darte  espero 
mi  estado,  si  algiin  día  le  conquisto. 

Roberto. 
Vamos  a  ver  el  ataikl  primero. 

Duque. 
Xo  sé  cómo  las  lágrimas  resisto. 

Roberto. 
Aquí  te  pago  el  daño  que  te  he  hecho. 

Duque. 
Vivo  me  entierras  y  yo  a  ti  en  mi  pecho. 


Ríe. 

AXD. 


Ríe. 

And. 
Ríe 


Am), 


(Salen  Ricardo  y  .Axuroxio.) 

;Que  el  Rey  de  casarse  trata? 
Ya  concertado  lo  tiene, 
y  por  eso  al  Duque  mata; 
que  mientras  Roberto  viene 
su  casamiento  dilata. 

Muy  poco  sabe  mi  hermano, 
pues  no  ha  entendido  que  adoro 
a  la  Duquesa. 

Va  en  vano 
te  lamentas. 

Tarde  lloro 
lo  que  pude  ver  temprano. 

Trajeron  mis  esperanzas 
mi  pena  de  día  en  día 
dos  años  en  confianzas 
de  gloria,  que  por  ser  mía 
ha  hecho  tantas  mudanzas. 

Contra  un  Kty  tan  poderoso 
es  nmy  flaco  mi  j)f>der; 
remedio  será  forzoso, 
y  no  sé  cuál  puede  ser 
en  un  trance  riguro.so; 

porque-  si  ya  el  Duque  es  nuierto, 
querrá  mi  hermano  ca.sarse. 
Pues  eso  tenlo  ])or  cierto. 


Ríe.  Si  ello  puede  remediarse, 

que  lo  intentaré  te  advierto. 

And.  ¿Habrá  acaso  testimonio? 

Ríe.  ¿Pues  qué  duda  tiene,  Andronio? 

Testimonios  han  de  ser 
los  que  contra  tal  poder 
impidan  el  matrimonio. 

And.  El  dueño  de  tu  mudanza 

viene  aquí  con  su  truhán, 
que  3'a  es  toda  su  privanza. 

Ríe.  Aun  esas  cosas  me  dan, 

Andronio,  alguna  esperanza. 

(Salai  L.A.rR.'V,  de  iruluiu,  y  I^eox.\rda.) 

I<AU.  Bien  me  puedes  abrazar 

en  albricias  de  ser  Reina. 
T.EO.  -Mis  brazos  (i)  te  quiero  dar; 

pero  si  Ivconarda  reina, 

no  has  de  tañer  ni  cantar. 
I.Au.  ¿Qué  me  habéis  de  hacer? 

Leo.  Xo  sé; 

mi  secretario  te  haré, 

pues  este  secreto  sabes. 
I/AT".  Xunra  los  oficios  graves 

Vuestra  Majestad  los  dé 
a  honibres  de  nacimiento, 

humilde,  aunque  entendimiento 

para  ejercellos  les  sobre; 

porque  es  muy  soberbio  el  pobre 

levantado  en  alto  asiento. 
Si  yo  vuelvo  a  ser  quien  soy, 

lo  que  he  sido  quiero  ser. 

¿Qué  diré  al  Rey? 
Leo.  Que  aquí  estoy. 

Lai^  Bien  haces  de  obedecer. 

1  A  darle  esas  nuevas  voy. 

i   Leo.  Pues  este  abrazo  le  lleva. 

I  Lau.  vSi  el  Duque  es  muerto,  vendré 

también  a  traer  la  niieva. 
Leo.  Vete,  Fénix,  que  no  sé 

cómo  a  escucharla  me  atreva; 
que  en  llegando  a  que  yo  he  sido 

causa  de  su  muerte  fiera, 

pierdo  el  gusto  y  el  .sentido. 
L.vr.  ¿Luego  el  amor  perse\era 

<\nv  habéis  al  Duque  tenido? 
Li;o.  Si  de  Laura  me  acordara, 

con  quien  me  ofendió  el  traidor, 

las  lágrimas  excusara. 
Lac.  Si  ella  no  le  tuvo  amor, 

que  fué  engaño  es  cosa  clara. 


(i)     i;u  el  oriRinal  <.tr;iias\  n<)r  errata. 


ACTO    TERCERO 


369 


Leo.  Déjame,  vete  de  aquí 

y  al  Rey  lo  que  digo  di; 
que  si  de  Laura  me  acuerdo 
toda  la  memoria  pierdo 
que  del  Duque  vive  en  mí. 

(Vasc  T,AURA.) 

Lau.  Voyme,  que  avm  espero  en  Dios 

que  os  habéis  de  ver  los  dos. 

Leo.  En  la  otra  vida  será. 

Ríe.  Fénix,  Andronio,  se  va. 

Leo.  ¡Ah,  Ricardo!  ¿Aquí  estáis  vos? 

Ríe.  Aguardaba  a  que  se  fuese 

Fénix  para  que  pudiese 
hablarte  con  libertad; 
pero  si  eres  Majestad 
ya  no  podré,  atmque  me  pese. 

Leo.  Majestad  dicen  que  soy 

en  Ñapóles;  mas  yo  estoy 
lejos  de  pensar  que  sea. 

Ríe.  Yo  sé  que  el  Rey  lo  desea, 

y  así  el  parabién  te  doy. 

Leo.  Como  ha  de  ser  por  la  muerte 

de  Rudolfo,  Conde,  advierte 
que  me  des  el  paramal, 
que  estoy  de  pensar  mortal, 
que  agora  su  sangre  vierte. 

Ríe.  Disimulas  tus  engaños. 

Leo.  Lágrimas  respondan. 

Ríe.  Bien, 

si  ha  estado  preso  dos  años. 

Leo.  Hasta  que  muerte  le  den 

no  sentí  tanto  sus  daños; 

que  los  celos  y  el  querer 
matarme  pueden  hacer 
que  esté  en  la  venganza  fuerte; 
pero  en  llegando  su  muerte, 
soy  mujer,  y  su  mujer. 

Ríe.  Sí;  pero  muerto  sería 

mal  hecho  haberte  casado 
con  mi  hermano  el  mismo  día, 
pues  bien  sabes  que  me  has  dado 
la  palabra  de  ser  mía. 

Leo.  Xo  es  tiempo  de  eso,  Ricardo. 

Vete  con  Dios. 

Ríe.  ¿Esto  aguardo 

por  premio  de  tanto  amor? 

Leo.  Si  he  de  casar,  ¿no  es  mejor 

un  Rey  que  un  Conde  bastardo? 

(Vase  I,EONARDA.) 

And.  ¿Esto  pudiste  sufrir? 

Ríe.  Reventando,  Andronio,  estoy; 

todo  aquello  fué  f ingii . 


And. 
Ríe. 


Rey. 
Ríe. 


Rey. 
Ríe. 

Rey. 
Ríe. 


Rey. 

Ríe. 

Rey. 

And. 


Rey. 


Pues  no  sabe  bien  quién  soy. 
¡\'ive  Dios,  que  ha  de  morir! 

I^ágrimas  falsas,  30  haré 
si  la  corona  os  ha  hecho 
que  así  me  deis  con  el  pie, 
que  os  volváis  sangre  en  el  pecho 
y  que  ella  misma  os  la  dé, 

A  visitalla  ha  venido 
tu  hermano. 

A  buena  ocasión 
la  visita,  Andronio,  ha  sido, 
que  ya  la  traza  he  fingido. 
¿Hay  tal  maldad,  tal  traición? 

Qué  buen  agradecimiento 
de  ser  de  mi  re}^  admitida 
a  desigual  casamiento. 

(Sale  el  Rey.) 

¿Oués  esto? 

A  no  ser  tu  vida, 
a  no  ser  tu  mismo  aliento, 

esta  traidora  mujer 
tú  la  hallaras  muerta  aquí 
por  lo  que  acabo  de  ver. 
¿Es  Leonarda? 

Señor,  sí. 
Lecnarda,  ¿qué  puede  ser? 

Entré  a  dar  la  enhorabuena, 
que  A'a  merece  tan  mala 
una  mujer  que  no  es  buena, 
cuando  en  su  pública  sala, 
de  afrentas  secretas  llena, 

dos  veces  este  criado 
y  3'o  la  vimos  tener 
un  vil,  un  loco  abrazado, 
un  oficial  de  placer. 
¡Qué  bien  el  nombre  ha  empleado! 
¿Tú  lo  viste? 

Yo  lo  vi. 
¿Y  tú  también? 

Señor,  sí; 
y  si  no  es  verdad,  que  el  cielo 
permita  que  abierto  el  suelo 
reciba  mi  cuerpo  en  sí. 

Pues  quedo,  que  no  es  razón 
con  infamia  semejante 
al  vulgo  dar  ocasión; 
no  pase  más  adelante 
esta  mi  loca  afición. 

Xo  muera  el  Duque,  antes  muera 
el  villano  que  a  tan  fiera 
maldad  tuvo  atrevimiento. 
¿Hay  más  bajo  pensamiento? 

24 


370 


LA    INOCENTE   LAURA 


Ricardo,  ¿quién  lo  creyera 

de  una  mujer  que  en  dos  años 

se  lia  defendido  de  im  rey? 
Ríe.  I.,a  belleza  ñié  sus  daños 

de  este  truhán,  porque  es  ley 

de  los  humanos  engaños. 
Ciega  de  su  rostro  y  talle, 

se  arrojó  I^onarda  a  amalle. 
Rev.  Castigaré  su  maldad. 

(Sale  Roberto.) 
RoB.  ¿Está  aquí  Su  Majestad, 

que  quiero  a  solas  hablalle? 
Rev.  ¡Oh,  Roberto,  bien  venido! 

Xo  uniera  el  Duque. 
RoB.  Señor, 

tarde  ha  sido. 
Rey.  ¿Tarde  ha  sido? 

RoB.  Ejecutóse  el  rigor 

como  estaba  prevenido. 
Rev.  ¡Oh,  nunca  yo  lo  mandara! 

¿Que  ya  es  hecho? 
Rob.  Señor,  sí, 

que  aun  traigo  el  llanto  en  la  cara. 
Rev.  ¿Qué  dijo  el  Duque  de  nü? 

Ríe.  ¿Agora  en  eso  repara? 

Rob.  Que  te  perdona  el  rigor 

de  su  muerte,  no  el  honor; 

que  ese  ante  Dios  te  le  pide, 

donde  pienso  que  reside. 
Rev.  ¿Pues  de  qué  muestras  dolor? 

¿Tú  no  afirmas  su  traición? 
Rob.  Venir  tierno  me  ha  movido 

a  decirte  esta  razón. 
Rev.  Capitán,  ya  que  has  teñido 

la  espada  en  esta  ocasión, 
no  la  limpies,  que  hoy  es  día 

de  crueldad. 
Rob.  ¿Pues  de  qué  suerte? 

Rev.  l'ra  grande  ofensa  nua 

de  un  hombre  pide  la  muerte. 
RoB.  Cualquiera  cosa  me  fía, 

que  como  aquesta  la  haré. 

¿Quién  es  el  hombre? 
Ri: V.  I'n  truhán 

que  hoy  en  tu  presencia  hablé. 
Rob.  ¿Pena  esos  hombres  te  dan? 

Rev.  Después  te  diré   por  qué. 

Rou.  ¿Dónde  fjuierts  que  esto  sea? 

Rev.  I'ara  (jue  nadie  lo  vea, 

al  campo  le  llevarás. 
(SaU  Laura.) 
L\y.  Am/jr,  ¿manilo  nu- darás 

el  bien  que  el  alma  desea? 


¡Ay,  Dios!  ¿Qué  ocasión  aguardo? 
Aquí  está  el  Rey  coíi  Ricardo, 
Aquí  está  mi  esposo  fiero. 
¿Es  éste? 

El  mismo. 

¿Qué  espero? 
¡Por  mi  vida,  que  es  gallardo! 

Ando  a  buscar  a  tu  Alteza 
con  dos  abrazos  de  quien 
es  reina  de  la  belleza 
y  estáse  acá. 

Dices  bien, 
porque  la  naturaleza 

hizo  reina  a  la  hermosura 
porque  de  los  reyes  reina 
que  ^^lestro  imperio  asegura,  (i) 

¿Cómo  no  me  habéis  pedido 
los  abrazos  que  me  han  dado? 
Ando  agora  desabrido. 
¿Y  no  es  mejor  que  salado? 
Fénix,  a  tiempo  has  venido, 

que  me  has  de  hacer  un  placer. 
Ese  es  mi  oficio. 

A  una  dama 
has  de  cantar  y  tañer. 
¿Quién  es  y  cómo  se  llama? 
En  un  jardín  ha  de  ser. 

Pues,  ¡alto!,  vamos  allá. 
Roberto  te  enseñará. 
\'en  conmigo. 

Voy  con  vos. 
¿Hay  qué  merendar? 

¡Por  Dios, 
que  gran  lástima  me  da! 

¿Quién  es  la  dama? 

Es  Rosaura. 
Conózcola  por  el  nombre. 
Canta  y  su  salud  restaura. 

(Aparte.) 
Lástima  es  matar  a  un  hombre 
que  tanto  parece  a  Laura. 
(Vase  Roberto  con  T^ahra.) 

Rev. 
Ya,  Ricardo,  el  adúltero  villano 
va  por  los  pasos  de  su  justa  muerte. 
¿Qué  castigo  daremos  a  I.,eonarda? 

Ricardo. 
Ivstoy  tan  afligido  de  ver  muerto 
a  Rodulfo,  su  esposo,  que  imagino 
que  me  ha  de  castigar,  señor,  el  cielo. 


Rob. 
Rev. 
Lau. 
Rob. 
Lau. 


Rev. 


Lau. 

Rey. 
Lau. 
Rey. 

Lau. 
Rey. 

Lau. 
Rey. 
Lau. 
Rev. 
Rob. 
Lau. 

Rob. 

Lau. 
Rob. 
Lau. 
Rob. 


( 1)     raltnn  a  (.-sta  i|uiiitilln  dos  versos. 


ACTO  TERCERO 


3/1 


Rf,y. 
A  ti,  ¿por  qué? 

Ricardo. 
Sospecho  que  Leonarda 
me  dio  a  entender  mil  cosas  que,  por  dicha, 
fueron  injustas  e  inocente  el  Duque; 
confirmólas  agora  que  la  veo 
en  los  brazos  de  un  hombre  desdichado 
que  vive  de  seis  cuerdas  siendo  loco. 

Rey. 

Pues,  agora  que  es  muerto,  me  consuelas 
con  que  piensas  que  ha  sido  todo  engaño. 
¿Xo  fuiste  til  quien  me  afirmó  por  cierto 
que  el  Duque  contra  mi  se  conjuraba  ? 

Ricardo. 
Señor,  una  mujer  al  primer  hombre 
pudo  engañar,  y  desde  entonces  muchas 
a  los  que  del  primero  procedemos. 
Muy  triste  esto}';  traidora  fué  Lonarda; 
a  Roberto  v  a  mí  nos  ha  engañado 
por  librarse  del  Duque  o  por  ventura 
con  pensamiento  de  casar  contigo; 
y  plegué  a  Dios  que  España,  Italia  y  Francia 
no  digan  que  mataste  al  Duque  a  efeto 
de  casarte,  señor,  con  la  Duquesa. 

Rey. 
¿Con  la  Duquesa  j'o?  ¿Cómo  es  posible, 
si  el  Duque  es  muerto  por  engaño  suyo? 
Ve,  Ricardo,  y  escoge  de  los  doce 
im  senador,  el  que  te  diere  gusto, 
y  venga  aquí  con  guarda,  porque  quiero 
prender  a  la  Duquesa. 

Ricardo. 
Voy. 

Rey. 

Camina. 
¡Qué  sospechoso  de  Ricardo  quedo! 
Algiuia  gran  desdicha  me  amenaza. 

(Vasc  Ricardo  _v  sale  Leonarda.) 
Leonarda. 
¿Fuese  Ricardo  3'a? 

Rey. 
Fuese  Ricardo. 

Leonarda. 
¿De  esa  suerte  rne  habla  \niestra  Alteza? 

Rey. 
¿Cómo  tengo  de  hablar?  Leonarda  loca, 
a  una  mujer  que  con  engaños  suyos 


me  ha  hecho  dar  la  muerte  al  mejor  hombre 
que  honró  los  reinos  de  Sicilia  3^  Xápoles, 
por  ventura  por  ser  de  entrambos  Reina, 
y  cuando  aquesto  fuera  ambición  noble, 
¿qué  disculpa  darás  de  la  bajeza 
con  que  a  un  truhán  has  hecho  infame  copia 
de  tu  persona? 

Leonarda. 

Gran  señor,  los  príncipes 
están  más  obligados  que  otros  hombres 
a  mirar  con  acuerdo  lo  que  hacen 
y  a  pensar  con  acuerdo  lo  que  dicen. 
Ricardo  pretendió  mi  casamiento, 
y  viendo  que  lo  mismo  solicitas 
fingió  que  ese  truhán  me  vio  en  los  brazos 
dándolos  para  ti  con  dos  abrazos; 
lo  demás  todo  ha  sido  invención  suya 
dirigida  a  quitarte  la  corona; 
y  si  lo  dije  3^0  fué  porque  dijo 
que  matamos  el  Duque  concertaba 
a  Roberto  y  a  mí  para  casarse 
con  Laura,  su  mujer.  Celos  y  miedo 
me  hicieron  pretender  esa  venganza; 
bien  sabe  Dios  si  esto}'  arrepentida 
j  que  no  lo  estará  poco  Roberto, 
que  ha  conocido  el  alma  de  Ricardo. 

Rey. 
Extrañas  cosas  son  las  que  me  dices. 

Leonarda. 
Pues  si  las  quieres  ver  con  propios  ojos, 
escóndete,  señor,  detrás  de  im  paño 
\'  verás  lo  que  tienes  en  el  hombre 
más  desleal  que  vieron  Tro^-a  y  Grecia. 

Rey. 

Pues  ven  y  ponme  tú  donde  quisieres, 
que  quiero  del  traidor  certificarme. 

Leonarda. 
¡Ay,  mi  Duque  y  señor,  sin  causa  muerto! 

Rey. 
¿Y  no  es  lástima  Fénix,  aunque  humilde? 
Pero  quiero  enviar  en  busca  su\-a. 

Leonarda. 

¿Mandástele  matar? 

Rey. 

El  justo  enojo 
fué  causa. 


372 


I   \    INOCENTE    LAURA 


León  ARDA. 
Piles  remedíalo. 

Rey, 

Si  puedo, 
:  ue  de  que  ya  le  ha  muerto  tengo  miedo. 
(\'ans£,  y  salen  I,.\ür.'v,  Galo  \  Robkrto.) 
Kdb.  Por  Dios,  Galo,  que  le  mates, 

que  no  tengo  corazón. 
Galo.  Xunca  a  quien  hace  traición 

con  esa  lástima  trates. 

¿Por  qué  un  villano  truhán 
había  de  osar  poner 
la  vista  en  una  mujer 
que  tiene  a  mi  rey  por  galán  ? 

Digo  galán;  pretendiente 
en  víspera  de  marido. 
Rc»B.  Conozco  que  culpa  ha  sido 

y  atre\'imiento  insolente; 

mas  debes  imaginar 
que  le  dieron  ocasión 
y  es  hombre. 
I.A.U.  Alguna  invención 

estos  deben  de  trazar, 
que  no  veo  por  aquí 
jardines,  huertas  ni  damas. 
RoB.  Si  desta  traición  le  infamas, 

juzga  su  delito  en  ti; 

mira  la  grande  hermosura 
de  Leonarda,  y  que  rogó; 
porque  no  imagino  yo 
que  cupo  en  él  tal  locura. 
Galo.  Conozco  que  rogaría 

Ivconarda;  por  que  un  villano 
no  osara  tocar  la  mano 
en  lo  que  un  rey  pretendía. 

Pero  ya  que  sucedió 
y  el  Rey  te  manda  niatalle, 
que  es  menester  di.sculpalle. 
Pero  bien  te  entiendo  yo; 

que  el  ser  aqueste  mozuelo 
a  Laura  tan  parecido 
a  lástima  te  ha  movido. 
RoB.  Tengo  tan  grande  recelo 

de  que  la  maté  inocente 
y  que  fui  a  su  amor  ingrato, 
que  porque  éste  es  su  retrato 
le  miro  piado.sanu-nte. 

Ivn  fin,  yo  me  determino 
a  que  tú  le  mates,  Galo, 
jKjrque  ya  su  rostn»  igualo 
con  aquel  rostro  divino. 
No  me  mandes  que  le  vea; 


Lau. 


Galo. 
Roe. 


Galo. 

ROB. 

Lau. 


Galo. 

ROB. 

Galo. 

ROB. 


Lau. 
Galo. 


Lau. 
Galo. 

DtJQ. 


Galo. 
Lau. 


Galo. 


Lau. 


mátale,  y  diré  entretanto 
al  Rey  que  es  muerto. 

¡Qué  espanto 
me  da  no  saber  qué  sea 

lo  que  éstos  tratando  están! 
Pues  vete  y  di  al  Key  que  es  muerto 
¡  Buenos  servicios,  por  cierto; 
tales  los  premios  serán! 

¿Esto  vine  a  pretender? 
¿Estos  son  oficios  graves? 
Vete  pues. 

Luego  que  acabes 
nie  busca. 

¿Qué  puede  ser 

lo  que  éstos  hablan  secreto? 
INIalas  sospechas  me  dan. 
Para  matar  un  truhán, 
¿miras  en  tanto  respeto? 

¿Xo  es  hombre?  Y  Dios,   ¿no  es 

[juez? 
¿Y  el  delito  no  es  inmenso? 
¡Ay,  Laura  hermosa,  que  pienso 
que  te  doy  muerte  otra  vez! 
(Vase  Roberto.) 

¿X'o  acabamos  de  llegar? 
Sí,  que  va  Roberto  a  ver 
si  ha  llegado  la  mujer 
a  quien  vienes  a  cantar. 

El  color  se  te  ha  mudado. 
Galo,  ¿qué  quieres  hacer? 
No  tardarás  mucho  en  ver 
que  naciste  desdichado. 

(Sale  el  Duque.) 

Después  que  en  el  ataúd 
fui  vivo  en  forma  de  muerto 
a  su  casa  de  Roberto, 
cu3'a  nobleza  y  virtud " 

me  dio  vida  y  libertad, 
orilla  del  mar  paseo, 
donde  embarcarme  deseo 
y  huir  del  Rey  la  crueldad. 

Gente  pienso  que  hay  aquí. 
¿Cómo  me  podré  esconder? 
Ya  nadie  lo  puede  ver. 
Galo,  ¿qué  quieres  de  mí? 

Mátame  otra  vez  Roberto. 
¿Haiiie  acaso  conocido? 
Que  calles.  Fénix,  te  pido, 
(jue  es  dar  voces  en  desierto. 

Tú  has  de  morir,  (jue  lo  manda 
el  Rey. 

¿Otra  vez?  ¡Ay,  cielos! 


ACTO   TERCERO 


373 


DUQ. 


Gau). 

DUQ. 

Galo. 


DuQ. 

TyAU. 


DUQ. 


Lau. 


Dúo. 


Lau. 
Dúo. 


Lau. 

DUQ. 

Lau. 


DUQ. 

Lau. 


DUQ. 


Lau. 


Gritos  dan;  tengo  recelos 
de  aquel  hombre  que  allí  anda; 

matar  quiere  aquel  rapaz. 
¡Villano!,  ¿por  qué  le  matas? 
¿Tú  de  villano  me  tratas? 
iSs  nii  esclavo,  vete  en  paz. 

Déjale. 

¡Ay,  cielos!  ¿Qué  veo? 
¿No  es  este  el  muerto?  ¡Roberto! 
¡Vuelve,  escucha,  mira  el  muerto, 
que  viene  a  buscarte  creo! 

(Huye  Galo.) 

¿Por  qué  te  daba  la  muerte? 
Por  robarme;  y  pues  la  vida 
me  das,  que  los  pies  te  pida 
es  justo. 

Mancebo,  advierte, 

si  acaso  me  has  conocido, 
que  a  nadie  digas  quién  soy. 
Antes  desde  aquí  me  voy 
con  vos,  si  vos  sois  servido; 

por  paje  podéis  llevarme, 
que  soy  bien  nacido. 

El  cielo 
te  trajo  por  mi  consijelo. 
Mas,  ¿qué  sientes  en  mirarme? 

¿Oué  estás  con  tanta  inquietud? 
¿Sois  el  Duque  de  SantAngel? 
Y  til  eres  Laura,  aquel  ángel, 
o  vienes  en  su  virtud 

a  ser  otro  Rafael 
deste  camino  que  emprendo. 
A  I^aura,  Duque,  estás  viendo. 
¿Xo  estabas  presa  en  Argel? 

Xo,  sino  con  mil  heridas 
en  medio  de  esa  montaña, 
entre  una  y  otra  cabana 
de  humilde  hierba  vestidas; 

hasta  que  habiendo  pasado 
dos  años,  vine  a  la  corte. 
Que  viéndote  me  reporte... 
¡Ay,  Rodulfo,  desdichado! 

Pon  remedio,  si  es  posible, 
que  la  Duquesa  se  casa 
con  el  Rey. 

¡Cielos!,  ¿qué  pasa? 
¡Fuera  de  ser  imposible 

una  maldad  tan  notable! 
Testigo  soy  del  concierto; 
que  haberme  visto  Roberto, 
aimque  le  miro  inculpable, 
por  haber  sido  engañado, 


causa  de  mi  muerte  fué 
viendo  que  en  palacio  entré 
y  que  fui  del  Rey  privado. 

Verdad  es  que  la  Duquesa 
llora  tu  muerte. 
DuQ.  ¿Qué  aguardo? 

Lau.  Porque  sabe  que  Ricardo, 

Ricardo  que  por  empresa 

casarse  con  ella  tiene, 
te  levantó  que  quisiste 
casarte  conmigo. 
Dúo.  ¡Ay,  triste, 

qué  tarde  el  remedio  viene! 

¿Luego  todo  fué  invención 
de  Ricardo? 
Lau.  a  la  Duquesa 

notablemente  le  pesa 
de  tu  muerte  y  su  tre.ición. 
DuQ.  ¡Ay,  Laura,  y  cómo  lo  creo! 

Mucho  pueden  celes. 
Lau.  Tanto, 

que  matarme  no  me  espanto, 
aunque  dos  veces  lo  veo. 
Dúo.  ¿Cómo  haré  para  estorbar 

que  la  Duqiiesa  se  case? 
Lau.  Antes  que  adelante  pase 

te  quiero  una  industria  dar 
con  que  alteres  el  palacio. 
Dúo.  Pues.dila. 

Lau.  Aunque  es  desatino, 

sigúeme,  que  en  el  cam'no 
te  la  contaré  despacio. 
(Va}tse.  Entran  la  Duquesa  y  el  Rey.) 
Leo.  Aquí  está  bien  vuestra  Alteza. 

Rey.  Pues,   Leonarda,   ac¡uí  me  escondo. 

Leo.  Presto  verá  mi  firmeza, 

presto  oirá  lo  que  respondo 
a  un  traidor,  para  que  crea 
como  a  c]uien  soy  correspondo. 
Rey.  Plegué  a  Dios  que  cierto  sea; 

que  tú  verás  el  castigo, 
si  tu  pecho  lo  desea. 

(Sale  Ricardo.) 


Ríe. 

¿Está  aquí  el  Rey? 

Leo. 

;¡0h,  enemigo!) 

Ya  se  fué  e  1  Rey. 

Ríe. 

Ya,  Duquesa, 

ni  te  quiero  ni  te  sigo. 

Leo. 

De  entrambas  cosas  me  pesa; 

pues  l)as  querido  perderme 

y  de  reinar  la  alta  empre.'^a. 

Ríe. 

Sin  duda  cjuieres  hacern'e 

374 


LA    INOCENTE    LAURA 


cou  tu  ingenio  algún  engaño. 
Leo.  Fuera  en  más  engaños  verme; 

porque  de  venirte  daño 
resulta  en  el  alma  mía. 
Ríe.  ¿Después  de  tal  desengaño 

tanto  bien? 
I.EO.  ¿Cómo  podía 

aborrecer  quien  me  adora? 
Ríe.  ¡Cielos,  venció  mi  porfía! 

Declárate  más,  señora. 
Leo.  Digo  que  considerando 

tu  firmeza,  Conde,  agora; 

lo  que  has  hecho  imaginando 
tu  lealtad,  agradeciendo 
que  es  mucho  tenerla  (i)  amando. 

La  traición  del  Duque  viendo, 
pues  su  muerte  procuraste 
al  Rey  su  traición  diciendo. 
Al  ver  cómo  me  engañaste 
con  celos  y  con  mentiras, 
que  de  Laura  imaginaste; 

los  ojos  con  que  me  miras 
los  dos  años  que  tan  tierno 
por  agradarme  suspiras. 

Digo  que  tu  amor  eterno 
a  querete  me  ha  obligado; 
mas  procurando  el  gobierno, 

no  del  mío  ni  tu  estado, 
sino  de  Xápoles,  digo 
que  al  Rey  dejaré  burlado; 
procura  reinar  conmigo, 
que  siendo  reyes  los  dos 
a  ser  tu  mujer  me  obligo. 
Ríe.  ¡Ay,  esperanza,  que  en  vos 

nunca  mi  remedio  vi 
como  agora!.  ¡Plega  a  Dios 

que  si  no  hiciere  por  ti 
mil  co.sas  contra   mi  hermano^.  .  (2) 
Mataréle  con  mi  mano. 

Y  por  que  veas  que  acierta 
tu  pecho  y  que  éste  es  tirano, 
un  senador  a  la  puerta 
tj  aguarda  para  prenderte, 
¡Kjrque  tu  muerte  concierta. 
I^Ko.  ;l'ues  quiere  darme  la  muerte? 

Ríe.  Tú  lo  verás,  a  no  darme 

tu  j)alabra  de  esta  suerte. 
1,U().  Contigo  quiero  casarme 

Ríe.  V  yo  matar  este  fiero. 

(i)     lin  el  original  «traerla»  jxir  crt.il.i. 
(3)    I- altan  verso''. 


Rey. 

Ríe. 

Rey. 

Leo. 

Rey. 

Ríe. 

Rey. 


Ríe. 
Leo. 


Rey 


Ríe. 


(Sale  el  Rey.) 

Xo  hay  más  que  desengañarme. 
Dame  la  mano. 

¿Qué  espero? 
El  Rey  viene. 

¿Qué  hay,  hermano? 
Senador  ni  consejero, 
no  parecen, 

Ya,  tirano, 
tu  boca  misma  confiesa 
las  maldades  de  tu  mano. 
Discreta  fué  la  Duquesa 
en  escondenne. 

¿Qué  has  hecho? 
Engañar  a  quien  profesa 

hacer  con  su  falso  pecho 
engaños  a  todo  el  mundo. 
Ya  estoy  de  ti  satisfecho, 
¡Sinón,  Ulises  segundo! 
¿A  mí  matarme? 

¡Oh,  mujeres: 
cuántos  llevan  al  profundo 
vuestros  prestados  placeres! 

(Sale  RoBr.RTO.) 


i 


Roberto. 
Ya  queda,  señor,  ejecutado 
lo  que  mandaste  en  Fénix. 


Rey. 


Mal  hiciste. 


Roberto. 
¿Es  esto  lo  del  Duque? 

Rey. 

Aunque  no  es  tanto, 
me  da  mayor  dolor  y  pesadumbre. 

LEOxarda. 
¿Murió  Fénix? 

Roberto. 
No  creas  c]ue  aunque  es  Fénix 
vuelva  a  resucitar  de  sus  cenizas. 

I^EONARDA. 
¿Con  qué  podrás  pagar,  Ricardo  fiero, 
tantas  nmertes?  ¿No  bavSta  que  tú  fueses 
l)or  quien  muriese  el  Duque,  sino  mi  hombre 
inocente,  inculpable  y  que  vivía 
de  dar  placer  y  no  pesar  a  nadie? 

RieARDO. 

Ya  estoy  en  tanto  n:al  \x)r  causa  tuya, 


ACTO  TERCERO 


375 


BEr<. 
Rey 
BEi.. 


que  como  a  los  jueces  les  responden 
«Iglesia»  soUi mente  los  culpados, 
tu  amor,  responderé;  tu  amor,  respondo; 
a  cuanto  me  pregunten,  tu  amor,  digo, 
tu  amor  será  respuesta  de  mi  culpa, 
que  con  decir  amor  digo  disculpa. 

(Sale  Belardo.) 
Bei<.  ¿Está  Fénix  por  acá? 

ROB.  Ya  no  preguntes  por  él. 

Bei<.  Pues,  señor,  ¿qué  han  hecho  del? 

Rey.  Ya  con  los  muertos  está. 

Ricardo;  con  locos  celos, 
me  dio  a  entender  que  le  amaba 
la  Duquesa,  y  que  le  daba 
mil  abrazos. 

¡Santos  cielos! 
ISIandéle  matar. 

Ricardo, 
¿cuál  amor  o  cuál  demonio 
te  obliga  a  tal  testimonio? 
Que  aquel  mancebo  gallardo, 

señores,  era  mujer, 
que  por  una  historia  extraña 
vino  herida  a  mi  cabana. 
Mirad,  ¿cómo  puede  ser? 
¿Mujer  y  herida? 

Señor, 
dos  años  vivió  escondida, 
pagando  en  tan  triste  vida 
los  celos  de  un  loco  amor. 
¿Llamábase  Laura? 

Sí, 
aunque  ella  me  lo  encubría. 
Ricardo,  la  esposa  mía. 
Maté  dos  veces  por  ti. 

¡"Vive  Dios!,  si  no  estuviera 
el  Rey  presente... 

¿Tu  esposa 
era  el  truhán? 

¡Qué  dichosa, 
Leonarda,  mi  muerte  fuera 

cuando  el  Duque  la  intentara 
si  hubiera  sido  verdad! 
De  amor  fué  la  libertad 
y  de  amor  el  alnia  esclava. 

Amor  digo,  amor  fué  todo. 
¡Ay,  Laura!,  mujer  y  hombre 
te  maté;  mas  si  tu  nombre 
fué  Fénix,  yo  le  acomodo 
a  su  misma  condición; 
pues  muerta  una  vez  viviste, 
vive  otra  vez  y  resiste 
con  tu  verdad  mi  traición. 


ROB. 

Bei<. 


ROB. 

Bei.. 

ROB. 


Rey. 


ROB. 


Ríe. 


ROB. 


(Sale  Aristo.) 

Aris.  Dos  caballeros  de  España, 

bien  puestos  y  aun  bien  armados 
quieren  hablarte,  señor. 
Capas  largas,  largos  sayos, 
bandas  al  rostro  y  sombreros 
de  mil  plumas  coronados; 
pero  el  acero  reluce 
por  los  botones  de  entrambos. 

Rey.  Di  que  entren,  que  dos  ni  veinte 

mal  pueden  hacemos  daño. 

(Salgan  I,aura  y  el  Duque,  como  aquí  los  pintan,  con 

capas  y  sayos  vaqueros,  rebozos,  sombreros  de  plumas 

dagas  y  espadas.) 

DUQ.  Dame  para  hablar  licencia. 

Rey.  Hablad  para  que  sepamos 

quién  sois  y  a  lo  que  venís. 

DuQ.  Rey  de  Xápoles:  estando 

este  caballero  y  yo 
mirando  vuestro  palacio, 
como  suelen  en  las  cortes 
los  de  otros  reinos  extraños, 
oíinos  decir  al  vulgo 
las  traiciones  de  Ricardo 
y  las  muertes  de  Roberto, 
y  porque  allá  profesamos, 
por  ser  los  dos  caballeros 
del  hábito  de  Santiago, 
defender  a  las  mujeres, 
que  lo  tenemos  jurado 
en  nuestras  constituciones, 
para  que,  cuando  volvamos 
a  España,  al  Rey  de  Castilla, 
a  los  deudos  y  vasallos 
contemos  un  hecho  de  honra, 
volver  los  dos  concertamos 
por  las  damas  ofendidas 
de  Roberto  y  de  Ricardo. 
Yo,  que  soy  Mendo  de  Viedma, 
reto  a  Ricardo,  y  con  plazo 
de  un  día  le  desafío, 
donde  estaré  sustentando 
que  la  Duquesa  Leonarda 
honestamente  ha  guardado 
la  lealtad  que  debe  al  Duque. 
I,AU.  Y  yo,  Rey,  que  soy  don  Sancho 

de  la  Vega  y  de  Mendoza, 
caballero  toledano, 
sustento  que  Laura  fué 
leal  y  firme,  y  señalo 
el  mismo  plazo  a  Roberto.    • 
Rey.  Caballeros  castellanos: 


370 


LA    IXOCEXTE   LAURA 


DUQ. 

Rey. 

Lau. 


Rey. 
Lau. 

ROB. 

DuQ. 
Leo. 


yo  os  agradezco  esa  honra; 
pero  el  concederse  el  campo 
es  en  las  cosas  dudosas, 
no  en  casos  averiguados. 
Toda  la  culpa  se  cifra 
en  este  iufame,  y  mi  hermano 
de  padre,  aunque  no  lo  creo, 
porque  Roberto  está  salvo; 
y  así  para  que  lo  que  den 
él  y  la  Duquesa,  fallo 
por  mi  sentencia  que  debo 
honrarlos,  y  así  los  caso, 
para  que,  pues  la  Duquesa 
perdió  a  Rodulfo  gallardo 
y  Roberto  a  Laura  bella, 
tengan  este  premio  entrambos. 
La  Duquesa,  no  es  posible, 
miestras  vive  el  Duque. 

Es  tanto 
lo  que  he  sentido  su  muerte, 
que  os  diera  albricias. 

Y  cuando 
se  casara  la  Duquesa, 
mal  puede,  'Rey  engañado, 
casarse  Roberto. 

¿Cómo? 
Vive  Laura. 

¡Cielo  santo! 
¿Laura  vive? 

Y  vive  el  Duque. 
¿Quién  son? 


Lau.  Los  que  estáis  mirando 

Leo.  ¡Esposo! 

ROB.  ¡Esposa! 

DuQ.  i  León  arda! 

Lau.  ¡Roberto! 

Rey.  Quiero  abrazaros 

por  el  gusto  recibido 

a  entrambos  y  a  todos  cuatro. 
(Sale  Galo.) 
Galo.  ¿Qué  es  lo  que  miran  mis  ojos? 

RoB.  ¿Así  diste  muerte.  Galo, 

a  Fénix? 
Galo.  Como  era  Fénix 

volvió  a  vivir  en  tus  brazos. 
Lau.  Belardo,  3'a  ves  quién  soy. 

Bel.  De  mi  servicio  no  aguardo 

má«  premio  que  verte  viva. 
Rey.  ¿Qué  hemos  de  hacer  de  Ricardo? 

Ríe.  A  todos  pido  la  muerte. 

Rey.  ¡Matadlo,  guardas,  matadlo! 

Leo.  Eso  no;  basta,  señor, 

perder  tu  gracia  y  su  estado. 
Rey.  De  mis  reinos  le  destierro 

y  doy  su  aldea  a  Belardo. 
Bel.  y  yo  fin  a  la  comedia 

que  su  autor,  noble  senado, 

llamó  La  inocente  Laura 

y  Traiciones  de  Ricardo. 

PIN   DE  LA  famosa   COMEDIA  DE 

LA       INOCENTE      LAURA 


COMEDIA  FAMOSA 


DF, 


LO     QUE     HA     DE     SER 


DE 


LOPE      DE      VEGA       CARPIÓ 


HABLAN    EN    ELLA   LAS    PERSONAS   SIGUIENTES 


Leonardo. 

XlSE. 
ClNTIA. 

Albaxo. 


Capitán. 
Celio. 
Teodoro. 
Rey. 


Casandra. 

Príncipe  Alejandro. 

Un  Tambor. 

Cuatro  Soldados  y  Perol  (i). 


(Salen  Leonardo  v  Xise,  labradora.) 

I^EON.  Favorecido  ce  vi, 

Nise,  ¿qué  puedo  envidiar? 

Nií.  Lisonjas  no  han  de  faltar. 

Leo.  ¿Por  qué  me  tratas  así? 

Nis.  Xo  hay  cesa  que  pueda  en  mí 

cautivar  la  voluntad  (2), 
como  tratarme  verdad. 

I,Eo.  ¿Pues  en  qué  íe  han  engañado 

lengua  y  ojos,  que  te  han  dado 
el  alma  y  la  libertad? 

Ellos,  señora,  te  miran 
con  el  respeto  que  deben, 
pues  cuando  a  verte  se  atreven, 
como  del  sol  se  retiran. 
Sus  niñas  dentro  suspiran 
por  las  de  tus  ojos  bellos, 
que  tienen  su  vida  en  ellos: 
¿Quién  vio  suspirar  los  ojo?, 
pues  para  no  darte  enojos, 
suspira  el  alma  por  ellos? 

La  lengua,  ¿en  qué  te  ha  ofendido, 
si  con  tanta  honestidad 
corre  el  velo  a  la  verdad 
de  un  corazón  tan  rendido? 
A  la  fe  que  de  tu  olvido 
nace  tu  desconfianza; 
mas  poco  daño  me  alcanza, 
pues  siendo  ingrata  a  mi  fe. 


NiS. 


(i)     Entran  además,  Severo,  Elpenor,  pintor  y  Un 

Alcalde. 

(2)     En  la  P.  XXV  y  en  Hartzcnbusch,  (.solicitar  vo- 

unt.ad). 
I 


Leo. 


por  lo  menos  viviré 
seguro  de  tu  mudanza. 

;  Quién  te  ve,  Leonardo,  hablar 
tan  preciado  de  discreto 
y  de  uno  y  otro  concepto 
discurrir  para  engañar, 
que  no  piense  (i)  que  h?s  de  dar 
ejemplo  a  trágico  amor? 
Yo  confieso  tu  valor, 
y  que  me  inclina  a  escucharte; 
pero  no  para  fiarte 
esperanzas  de  favor. 

Yete  con  Dios  a  la  aldea, 
que  aquí  a  orillas  de  la  mar 
quiero  algún  coral  buscar 
que  me  entretenga  (2)  y  recrea. 
Entre  conchas  de  librea, 
algún  ramo  stiele  haber 
que  me  cause  más  placer 
que  oír  mentiras  de  amantes, 
más  que  la  espuma  inconstantes 
para  menguar  y  crecer. 

Buscar  coral,  Nise  hermosa, 
en  mar  de  perlas  mejores, 
con  más  ardientes  colores 
que  tiene  al  alba  la  rosa, 
pudiera,  tu  codiciosa 
mano,  más  cerca  de  ti, 
y  perdóname  si  fui 


(i)     En  la  P.  XXV  y  Hartz.  «pues  no  pienses». 

(2)  Fn  los  textos  citados  «entretiene».  En  adelante 
sólo  citaremos  el  nombre  de  Hartz.,  entendiéndose  que 
es  el  mismo  texto  que  la  Parte  xxv,  menos  cuando  advir- 
tamos lo  contrario. 


37S 


LO   QUE    HA    DI-:    SER 


XlS. 
T.EO. 

Xis. 


I." 

2.° 
2.° 

Leo. 
NiS. 


I.EO. 

Xis. 


2." 

3." 

2.° 

NlS 


T.EO. 


necio  en  darte  este  consejo, 

si  le  sabes  de  tu  espejo 

por  no  escuchármele  a  mí  (i). 

Riiíurosa  fué  mi  estrella 
en  rendirme  a  tu  rigor. 
Yo  estimo  en  mucho  tu  amor; 
no  hay  por  qué  te   quejes  tle   olla. 
No  creerme,  Xise  bella, 
siento  más  que  aespreciarme. 
;A  qué  puedo  aventurarme 
más  de  a  no  darte  ocasión 
de  celos  con  afición 
a  que  otro  pueda  obligarme? 
(Dicen  dentro.) 

¡Qué  miserable  desdicha! 
A  orza,  amarra,  ¡hola!,  amaina  (2). 
Arriba,  que  nos  perdemos. 
Ten  la  borda  (3),  ¡furia  extraña! 
(íritos  dan;  algún  navio 
corre  tormenta. 

En  la  playa 
lo  mostraban  los  delfines, 
danao  vueltas  por  el  agun. 
¡Qué  voces  tan  tristes,  Xise! 
Es  teatro  de  desgracias 
el  mar. 

(Dentro.) 

Acosta  de  presto 
la  barca,  acosta  la  barca; 
salvaré  (4)  a  la  Infanta  en  ella. 
;Y  quién  ha   de  ir  con   la   Infanta? 
Yo  he  de  ir. 

Xo,  sino  yo. 
Vaya  (5),  en  tanto  que  te  matan. 
¡I-Mero  rigor  de  las  ondas, 
merecido  de  quien  anda 
contra  su  naturaleza 
fuera  de  su  dulce  patria! 
¡Oh.  tierra!  ¡Oh.  madre!  (6) 

Bien  dices; 
¿pero  dónde  fabricaran 
mayor  invención  los  hombres 
para  ver  tierras  extrañas? 
¿Qué  Dédalo  hiciera  sendas 
para  los  aires,  ni  hallara 
Mercurio  (jue  en  ])iis  y  en  iiombros 


Per. 


Leo. 
Per. 


(i)  Kn  Ilurty..  «iior  no  cscticharW-  de  iiií.. 

(2)  Kn  Hart2.,  •/»  orza,  vira,  amura,  anmina». 

(3)  En  Hartz.,  «Ten,  zaJxjnla». 

(4)  Kn  Hartz.,  •S(ilvc*i«o  la  Infanta*. 

(5)  Kn  Hartz.,  «nejai. 

(6)  Kn  liarte,  este  vcrjío  dice:  «w»hri-  una  tal>la!». 


LiX). 
PlCRO. 

Leo. 
Xis. 


vistieran  lucientes  alas?  (i) 
No  fuera  común  el  mundo, 
si  aquel  primer  argonauta 
no  hubiera  dado  a  las  ondas 
ciudades  de  lino  (2)  y  tablas? 

(Sale  Pkrol.) 
Mala  bestia,  mar  furioso, 
que  si  Dios  no  te  enfrenara 
te  hubieras  tragado  al  mundo, 
¿qué  tienes  que  nunca  paras? 
¿Cuándo  cesarán  las  iras 
con  que  la  tierra  amenazas? 
¿Qué  es  esto,  hermano  Perol? 
Que  en  turbulenta  borrasca 
se  tragó  el  mar  una  nave, 
desde  la  quilla  a  la  gavia. 
Yo  estaba  sobre  una  peña 
que  los  golpes  de  las  aguas 
sufre  como  la  porfía 
de  un  necio  que  sabe  y  calla, 
cuando  veo  por  los  bordes 
bajar  al  punto  (3)  una  barca, 
y  que  luego  se  va  a  pique, 
sin  perdonar  una  tabla. 
Fluctúa  la  barca  luego, 
porque  del  mar  la  inconstancia 
ya  la  sepulta  en  las  ondas, 
ya  por  las  nubes  la  ensalza. 
Pero  de  un  viento  impelida, 
la  rota  vela  (4)  en  la  playa 
dio  con  ella,  donde  queda 
cubierta  de  espumas  blancas  (5). 
Pues,  bestia,  ¿no  fuera  bien 
que  a  ver  lo  que  era  llegaras 
el  bulto  que  estabo  en  ella? 
Adonde  no  me  va  nada, 
nimca  me  metí  en  peligros. 
Bella  Xise,  aquí  me  aguarda, 
que  la  piedad  que  me  anima 
v  el  valor  que  me  acompaña 
a  favorecer  me  lleva 
a  quien  desde  allí  nu-  llama. 
Y  yo,  Leonardo,  te  ruego 
que  a  ver  lo  (\ne  fuere  vayas; 
por  que  si  es  hombre,  le  ayudes, 
y  si  es  haeiindu  la  traigas. 
Pero  í-i  en  laK-s  ii(|iu'/.as 


(i)  Ivn  Hartz.  f:ilt:in  los  iiialro  vi-rsos  anteriores. 

(2)  Ivn  Hartz.,  «lienzo... 

(,S)  lín  Hartz.  "bajar  un  hnlto  a  nn;i  li:uca». 

(.()  I'n  Hartz.,  *la  barca,  nna  ola». 

(.S)  I",n  Harlz.,  «ule  espuma  y  alRas». 


ACTO    PRIMERO 


379 


y  en  fortiinas  tan  extrañas 

son  los  despojos  las  ondas, 

más  vale  guardar  las  vacas  (i). 
Pero.  Bien  dices;  trate  el  jxustor 

de  sus  ovejas  y  cabras; 

el  mercader,  de  su  hacienda; 

el  soldado,  ae  sus  armas. 

No  han  sido  malas  las  crías; 

toda  esta  hacienda  te  aguarda 

para  que  su  dueño  seas. 

Dime,  ¿por  qué  no  te  casas? 

Leonardo,   ¿no  es  mayoral 

y  el  mejor  de  estas  montañas? 

¿No  es  el  más  noble,  el  más  rico 

y  el  más  discreto?    ¿Qué  aguardas? 
NiS.  Todo  lo  conozco  bien, 

y  aunque  Ivconardo  me  agrada, 

lio  de  suerte  que  me  obligue 

a  darle  esas  esperanzas. 

('Leonardo  trae  a  Casandra  en  brazos.) 

Leo.  Animo,  señora  mía. 

Cas.  No  os  esparntéis  si  me  falta 

valor  en  esta  ocasión, 
que  aunque  le  tengo  en  el  alma, 
he  visto  el  rostro  a  la  nmerte. 

I<Eo.  Llega,  Nise,  llega  y  habla 

a  esta  principal  señora, 
que  era  el  bulto  de  la  barca. 

NiS.  Admirada  del  suceso, 

apenas  me  atrevo  a  hablarla. 
¡Ah,  señora! 

Cas.  ¡Q'-ié  consuelo! 

Per.  Ksta  es  persona  de  chapa; 

¡qué  lindo  vestido  y  joyas! 

NiS.  No  es  mucho,  si  la  desmaya 

el  peligro  en  que  se  ha  visto. 
Be  aqueste  monte  en  la  falda 
está  mi  casa;  aunque  pobre, 
allá  podemos  llevarla. 

Leo.  No,  Nise  bella,  perdona; 

yo  la  libré,  y  a  mi  casa 
tengo  de  llevarla  agora, 
que  quiero  alU  regalarla.  - 

N]S.  Darásme  (2)  un  grande  disgusto. 


(i)     Kn  lugar  de  estos  cuatro  versos  Hartz.  intercala 
estos  otros. 

«que  suelen  grandes  riciuczas, 

en  fortunas  tan  extrañas 

ser  despojo  de  las  ondas. 
Nis.  ¿Qué  hay,  Perol,  de  nuestras  vacas?» 

(2)     En  Hartz.,  «Harásme». 


T/EO.  ¿Yo  a  ti,  Nise?  ¿Por  qué  causa? 

NiS.  ¿No  basta  que  yo  lo  diga? 

r<EO.  Bastó,  pero  ya  no  basta. 

Cas.  ¿Quién  sois,  amigos? 

Leo.  Señora, 

pastores  de  e.'^tas  tnontañas. 
Cas.  ¿y  esta  tierra? 

Leo.  Alejandría. 

Vuestra  historia  será  larga; 

descansad,  que  tiempo  os  queda 

para  que  podáis  contarla. 

¡Oran  fortuna  habéis  corrido.! 
Cas.  No  pudo  ser  más  airada; 

si  bien,  pues  que  tengo  vida, 

no  quiero  en  todo  culparla. 
r.EO.  Vamos,  cerca  está  la  aldea. 

¿Has  visto  más  bella  dama, 

Nis2,  que  aquesta  señora? 

¿Qué  nombre  tenéis? 
Cas.  Casandra. 

(Llévala.) 

XiS,  ¿Qué  te  parece.  Perol, 

cuál  la  lleva  y  cuál  la  alaba? 
Per.  ¿Pésate  de  ello? 

XiS.  En  extremo. 

Per.  ¿No  eras  tú  quien  despreciaba 

a  TvConardo? 
XiS.  Poco  entiendes, 

pues  esta  treta  no  alcanzas. 

Ks  condición  de  mujeres. 
Per.  ¿Qué  quieres  decir? 

NiS.  Que  aman 

con  celos  y  aborrecidas, 

y  que  aborrecen  amadas. 

(Vase.) 

Per.  ¿Esto  pasa?  Desde  hoy 

doy  celos  a  cuantas  andan 
en  el  valle,  y  aborrezco 
cuantas  me  miran  y  hablan  (i). 

(Vase,  y  salen  el  Príncipe  Alejandro,  Músicos,  Ce- 
lio, Albano  y  Teodoro.) 

AlEJ.  Ya  falta  entretenimiento 

como  dura  mi  piisión. 


(i)     Hartz.  añade  estos  cuatro  versos: 

«No  sé  para  qué  dijeron 
que  amor  con  amor  se  paga; 
([uc  donde  celos  no  soplan 
•nunca  amor  alza  la  llama.» 

(Vase). 


3So 


1.0    QUE    HA    Dl£    SER 


CEL. 
.AlEJ. 

Alej. 

Alb. 

Alej. 


Teo. 


Al.KJ. 


Ai.n 


Siéntate  y  esta  canción 
escnclia. 

No  hay  sufrimiento. 
(  Canlan.) 

<Hstaba  .Alejandro  Magno, 
fundador  de  esta  ciudad...» 
No  prosigáis  más,  Jejad 
la  música,  y  dimc,  Albano, 
qué  hay  de  nuevo. 

Tantas  cosas, 
que  no  sabré  referirlas. 
Hay  tanto  tiempo  de  oirías, 
que  por  largas  y  enfadosas 

no  les  faltará  lugar. 
¿Qué  es  lo  que  quiere  de  mí 
el  Rey?  ¿Para  qué  nací, 
?i  aquí  me  quiere  enterrar? 

Tantos  años  como  tengo 
preso  en  aqueste  castillo, 
¡por  Dios  que  me  maravillo 
cómo  la  vida  entretengo! 

¿Qué  hice  en  naciendo  yo? 
¿Qué  inttnté,  sin  lengua  y  manos: 
Decid,  dioses,  soberanos, 
¿qué  inocencia  os  ofendió? 

Apenas  de  vuestro  cielo 
vi  la  luz,  cuando  perdí 
la  libertad;  ¿qué  hay  en  mí 
que  os  ha  puesto  en  tal  desvelo?  (i) 

Señor,  deja  de  pensar 
en  cosa  de  tanta  pena; 
lo  que  Júpiter  ordena, 
¿cómo  se  puede  excusar? 

Tras  tantos  años,  ¿ahora 
tienes  nuevo  (2)  sentimiento? 
El  verme  tan  hombre  siento, 
y  siento  que  el  Rey  me  adora, 

y  que  tras  esto  me  tiene 
encerrado  donrle  estoy; 
¿soy  algiin  áspid?  ¿Qué  soy? 
;Qué  imagina?  ¿Qué  previene? 

;Téngole  yo  de  quitar 
el  reino? 

Si  de  esta  suerte 
te  afliges,  tendrá  la  muerte 
en  tu  vc-rde  edad  lugnr. 

Matarás  tu  padre  en  ti; 
ha])la  en  otra  cosa  y  mira 
que  de  los  dioses  la  ira 
no  se  ha  de  aplacar  así  (t,). 


( 1 )  Faltan  estos  cuatro  vcrsí*s  vn  Hartz. 

(2)  Kn  Hartz.,  «tanto*. 

(3)  Faltan  e^Ut»  cuatro  vcrww  en  H.irtz. 


Pues,  ¿qué  haremos  esta  tarde? 
Recitar  algunos  versos 
cultos,  castigados,  tersos, 
aunque  el  nombre  me  acobarde  (i). 

Diga,  Albano. 

Oye  un  soneto  (2). 
Di  primero  la  ocasión, 
que  sin  esta  prevención 
se  entiende  mal  el  conecto. 

Puesto  el  brazo  de  un  bufete 
de  una  bujía  en  la  llama, 
se  quemó  el  puño  ima  dama. 
Secreto  fuego  promete. 

Mereciérase  quemar 
la  mano. 

VA  puño  bastó. 
¿Dióte  celos? 

A  mí,  no  (3). 
Yo  la  dejara  abrasar. 

Albaxo. 

Cándiaa  y  no  pintada  mariposa 
al  fuego  se  arrojó  (4),  sin  ver  el  fuego; 
pero  sin  ser  su  centro,  él  mismo  luego 
quiso  templarse  en  nieve  tan  hermosa. 

«Xo  es  esa,  no,  tu  esfera  huninosa 
— dijo  el  Amor,  que  entonces  no  era  ciego— 
que  yo  soy  rayo,  y  temo  cuando  llego 
a  nieve  de  mi  fuego  victoriosa.» 

Sordo  a  su  aviso  (5)  cuanto  más  ardiente, 
el  muro  de  la  nieve  fué  pasando, 
puño  a  una  mano  de  sí  misma  ausente. 

El  fuego  está  riendo,  Amor  llorando; 
crece  la  llama  y  Silvia  no  lo  siente: 
¡quién  fuera  lo  que  estaba  imaginando! 


Alej. 
Teo. 


Alej. 

Alb. 

Alej. 


Alb. 


Alej. 


Alb. 
Alej. 
Alb. 
Alej. 


(i)    Hartz.  pone  a  continuación  este  verso  innecesario 
si  no  es  que  sea  parte  de  una  redondilla  que  no  consta: 
«pues  tú  los  haces  también.» 

(2)  Este  pasaje  está  en  Hartz.  así: 

«Alej.  Diga  Albano. 

Alb.  ¿Yo,  señor? 

Ckl.  Sin  prólogo  y  sin  temor, 

pide  tiuc  aplauso  te  den. 
Alb.  Oíd  los  tres  un  soneto. 

Alkj.  Di  primero  la  ocasión!» 

(3)  Kste  pasaje  dice  en  Hartz. 
«.Xlej.  ¿Fué  la  causa  celos? 
.•\LB.  No.» 

{.»)     }"n  Hartz.  dice: 

«Silvia  al  fuego  acercó.» 

(S)     lín  todos  los  textos  <cnvi(lia.>.  l,a  corrección   es 
de  Hartz.  y  parece  acertada. 


ACTO    PRIMERO 


381 


Al^EJ.  Tú  lo  dijiste  muy  bien, 

y  no  poco  te  has  quemado 
de  que  ella  se  haya  dejado 
quemar  el  piulo  también. 
•     Diga,  Celio. 

Cei-.  a  Laura  vi, 

agradeció  mis  desvelos, 
y  dándome  muchos  celos 
finge  tenerlos  de  mí. 

Al<Ej.  ¿Da  celos  y  está  celosa? 

Mucho  sabe  esa  mujer. 

Cei..  Con  esto  la  di  a  entender 

lo  que  no  pudiera  en  prosa: 

Laura,  ¿quién  son  aquellos  embozados, 
al  mismo  niño  Amor  tan  parecidos, 
que  no  lo  fueron  (i)  por  andar  vestidos, 
y  quieren  encubrirse,  declarados? 

¿Aquellos  envidiosos  aesvelaaos 
con  lo  que  más  adoran,  mas  fingióos 
que  quieren  de  esos  pechos  (2)  ofendidos, 
siendo  traidores,  presumir  de  honrados? 

¿Aquellas  sombras  qiie  despiertan  sueños, 
y  aquel  sueño  de  amor  con  mil  (3)  d'^svelos 
de  ardientes  llamas  y  accidentes  fríos? 

Estas  del  miedo  y  de  la  envidia  señas, 
¿quiéii  duda  que  dirás  que  son  tus  celos? 
Pues,  Laura,  no  lo  son,  que  son  los  míos. 


Alej. 
Celio. 


Alej. 


Gracioso  epigrama. 

A  ti 
todo  te  agrada,  señor; 
que  tu  ingenio  y  tu  valor 
muestran  su  grandeza  así. 

Bscriben  que  Cicerón, 
oyendo  al  representante 
Galo,  que  en  Roma  triunfante 
tuvo  excelente  opinión, 

vio  silbar  y  murmurar, 
y  que  comenzó  a  decir: 
«Mancebos,  el  escribir 
es  ingenio,  y  no  el  silbar, 

que  esto  al  hombre  se  prohibe; 
porque  en  diferencia  igual, 
silba  cualquier  animal, 
pero  sólo  el  hombre  escribe.» 

Si  está  en  condición. 


Cel. 
Teo. 
AI.EJ. 

Leo. 

Alej. 

Cei.. 
Teo. 

Alej. 


(i)     En  Hartz.,  «que  no  se  vieron». 

(2)  En  Hartz.,  «de  sospechas». 

(3)  En  Hartz.,  «los». 


lo  que  escriben  no  me  agrada  (i) 
ni  alabo. 

Está  confirmada 
de  ejemplos  tu  discreción. 

Aquí  dicen  que  ha  venido 
ahora  un  famoso  autor. 
Escucharélo  mejor 
que  a  Julio,  Flavio  y  Leonido  (2). 

También  el  Rey  ha  enviado 
un  maestro  de  armas  tal, 
que  no  ha  permitido  igual. 
Nuevas  de  este  hombre  me  han  dado 

y  mt  dicen  que  es  un  Marte, 
i  Bi  ava  opinión  ha  tenido! 
Un  filósofo  ha  venido 
con  ánimo  de  enseñarte 

que  se  burla  de  Platón . 
Pues  no  le  dejes  entrar, 
que  aquí  no  se  da  lugar 
a  los  que  soberbios  son. 

No  quiero  nada  con  él; 
que  hombre  que  se  alaba  así, 
¿qué  puede  enseñarme  a  mí 
sino  a  ser  necio  como  él? 
Si  mi  padre  me  dejara 
ver  el  mundo,  yo  aprendiera 
V  más  de  verle  supiera 
que  Sócrates  me  enseñara. 

Quien  no  ve  del  mundo  más 
que  este  castillo  en  que  estoy, 
donde  si  dos  pasos  doy 
es  fuerza  que  vuelva  atrás, 

¿qué  puede  saber,   Albano? 
Triste  estás. 

Venid  conmigo. 
Un  pensamiento  enemigo 
mata  con  la  propia  mano. 

Hoy  al  Rey  significad 
mi  cuidado  y  sentimiento, 
que  no  he  de  tener  contento 
hasta  tener  libertad. 
(Vanse  y  sale  L,eonardo.) 
Antiguo  amor  ya  pasado: 
parece  que  estáis  corrido 
de  veros  puesto  en  olvido 
por  otro  nuevo  cuidado. 

(i)     En  Hartz.  están  así  estos  dos  versos: 
«Alej.  Celio,  no  es  mi  condición 

tan  dulce.  Si  no  me  agrada, 

no  alabo.» 

(2)     Faltan  en  Hartz.  estos  cuatro  versos,  y  el  que 

sigue  dice: 

«El  Rey  aquí  te  ha  enviado.» 


Alb. 

Alej. 

Cel. 

Alej. 


Leo. 


38-' 


r.O   QUE    IIA    DE    SER 


Mas  si  fuisteis  despreciado, 
como  de  Xise  lo  fuisteis, 
mucha  disculpa  tuvisteis; 
que  en  amor  un  tal  desprecio 
no  digo  que  fuisteis  necio 
mas  nuicho  lo  parecisteis, 
Vino  Casancira,  qvie  ya 
se  llama  Laura,  a  la  aldea; 
por  bien,  pensamiento,  sea, 
que  pienso  que  sí  será. 
Ya  que  en  \'uestro  traje  está, 
justamente  la  queréis, 
y  a  Xise  olvidado  habéis, 
que  aunque  amado  no  seáis, 
por  lo  meros  me  vengáis 
ael  agravio  que  sabéis. 

No  os  parezca  liviandad 
haber  tan  pronto  olvidado 
que  donde  Laura  ha  llegado 
nadie  tiene  libertad. 
Estaba  en  mi  voluntad 
Xise,  mas  Laura  llegó 
y  qué  saliese  mandó; 
pues  si  Xise,  porque  entraba 
I^aura,  el  lugar  le  dejaba, 
¿qué  culpa  le  tengo  yo? 

Dióle  el  alma  que  tenía, 
porque  es  en  todo  rigor 
hacer  lugar  al  mejor 
más  fuerza  que  cortesía; 
adonde  I/aura  venía 
fué  bien  que  X'ise  saliese, 
y  como  criado  fuese, 
para  que  en  mi  pensamiento 
sólo  hiciese  el  aposento 
adonde  Laura  viviese  (i). 

Viva  I,aura  y  viva  en  mí, 
aunque  (2)  me  atrevo  villano 
a  un  ángel  tan  soberano, 
que,  indigno,  ver  merecí  (3); 
que  pues  desechado  fui  (4) 
de  Xise  con  tal  rigor, 
querer  a  Laura  es  mejor, 
aunque  sea  aborrecido, 
pues  siempre  venció  al  olvido 
la  continuación  de  amor  {5). 


(i)     I-'alta  c»ta  <K-c¡ma  c-n  Hartz. 

(2)  Hn  Hartz.,  «(luc  auiiijuc». 

(3)  En  Hartz.,  •jnstani<-ntc-  mt-  jK-rdi». 

(4)  Kn  Hartz.  «Y  t^i  a»)<»rrcddo  fui.. 
('I     l'.n  Hartz.  dicen  chtos  dos  vcrsíjs: 

•I»uc»  olvido  por  olvido, 
tiene  I^ura  máH  valor  • 


C.-s. 


(Sale  Casandra,  de  villana.) 

Sin  admitir  la  esperanza 
de  volver  a  .ser  quien  soy, 
en  tan  nuevo  traje  estoy 
que  no  siento  (i)  la  mudanza. 
Quiso  Dios  darme  bonanza  (2) 
sacándome  de  fortuna 
tan  áspera  e  importuna; 
mas  donde  la  vida  queda, 
no  hallo  acción  en  que  pueda 
decir  que  paso  ningima. 
Salí  del  mar  proceloso 
a  la  tierra  en  que  me  veo, 
donde  ha  hallado  mi  deseo 
puerto,  aunqiie  humilde,  amoroso. 
Un  labrador  generoso 
me  aposenta  en  su  lugar, 
svi  traje  vengo  a  tomar, 
tiempo  no  hay  más  que  decir; 
mas  quien  no  pudo  subir, 
no  .se  espante  de  bajar. 

Su  entendimiento  me  agrada 
y  me  causa  admiración 
al  ver  tanta  discreción  (3) 
en  tan  rústica  posada. 
Xo  pobre  y  mal  adornada; 
que  algún  rico  en  la  ciudad 
no  tiene  su  autoridad. 
Hay  libros  y  armas,  que  es  cosa 
que  me  tiene  sospechosa 
de  más  alta  calidad. 

Con  esto,  en  mi  pensamiento 
se  va  entrando  su  valor: 
no  digo  que  tengo  amor, 
mas  tengo  agradecimiento. 
Bien  que  voy  entrando  a  tiento, 
que  no  me  atrevo  a  fiar 
de  quien  me  puede  engañar; 
que  pensando  agradecer, 
puedo  llegar  a  querer 
y  no  es  di.sculpa  el  pensar. 
Si  éste  fuera  caballero. 


(i)     lin  Hartz.,  ♦contenta  con». 

(2)  Este  verso  y  los  siguientes  de  la  décima  varían 
algo  en  Hartz.: 

«lUc  todo  estado  es  bonanza 
a  ciuicn  .salió  de  fortuna; 
(jue  donde  la  vida  queda, 
no  tiene  acción  en  tpie  pueda 
decir  (|ue  pasó  ninguna.» 

(3)  l'n  Hartz.  este  verso  dice: 

•ver  tan  noble  condición». 


ACTO    PRIMERO 


383 


I<EO. 


Cas. 


Leo. 


con  ser  quien  soy,  disculpara 

que  agradecida  le  amara, 

mas  no  villano  grosero; 

si  bien  con  el  tiempo  espero 

pagarle  el  bien  que  me  ha  hecho; 

que  aunque  el  alma,  a  su  despecho, 

por  tales  fortunas  pasa, 

puede  caber  en  su  casa 

mas  no  caber  en  su  pecho  (i). 

Laura  bella,  pxies  así 
quieres  que  te  llamen  ya, 
¿dónde  bueno? 

Donde  va 
nii  pensamiento  sin  mí. 
Mirando  el  mar  desde  aquí 
mi  pensamiento  entretengo, 
y  a  perder  el  temor  vengo 
que  tuve  en  tanto   rigcr 
si  bien  aun  tengo  temor 
con  saber  que  no  le  tengo. 

Qué  furioso  se  levar  ta, 
sobre  montañas  de  espuma; 
la  máí»  fuerte  nave  es  pluma 
que  a  las  estrellas  tiasplanta. 
De  tal  manera  se  espanta 
de  sí  mismo,  que  al  bajar 
es  llegarse  a  desmayar 
de  ver  que  tan  alto  sube, 
que  de  mar  se  \'uelve  en  imbe 
y  el  cielo  le  vuelve  en  mar  (2). 

Antes  pienso  que  en  sosiego 
está  después  que  te  vio, 
puesto  que  te  codició 
para  su  sirena  luego; 
qiae  tú  en  esfera  de  fuego 
le  pudieras  transformar, 
a  lo  menos  con  llegar 
lo  dejas  resplandeciendo, 
como  sol  que  amaneciendo 
se  extiende  por  todo  el  mar. 

Mira  las  blancas  arenas 
convertidas  en  diamantes, 
y  con  diversos  cambiantes 
con  otras  de  nácar  llenas, 
y  a  tus  estampas,  que  apenas 
se  atreve  el  mar  a  cubrirlas; 
engastes  por  sus  orillas 
perlas  y  corales  hacen, 
como  por  los  campos  nacen 
violetas  y  maravillas  (3). 


(i)     Falta  en  Hartz.  esta  décima. 

(2)  Falta  en  Hartz.  esta  décima. 

(3)  También  falta  esta  otra. 


Yo,  Laura,  sé  bien  quién  eres, 
y  te  respeto  y  te  adoro: 
estA  con  aquel  decoro 
que  de  quien  soy  te  difieres. 
Jamás  de  Leonardo  esperes 
más  de  aquesta  cortesía; 
y  pues  no  pueaes  ser  mía, 
déjame  sólo  quererte, 
porque  no  puede  ofenderte 
quien  te  adora  y  desconfía. 
Os.  Yo,  Ivconardo,  estoy  pagada  (i); 

de  tu  mucha  discreción 
tengo  una  justa  afición, 
a  que  me  siento  obligada. 
Soy  quien  soy;  de  ser  amada 
no  le  ha  pesado  a  mujer 
lo  que  te  puedo  querer 
conforme  a  mi  calidad; 
te  ofrece  mi  voluntad, 
que  es  lo  más  que  puedo  hacer  (2). 

Leo.  ¿Pues  quién  eres? 

Cas.  Xo  me  pidas 

que  te  diga  más  de  mí. 

León.  Pues  mientras  vivas  aquí 

con  prendas  desconocidas, 
que  te  quiera  no  me  impidas, 
y  mientras  no  sé  quién  eres, 
te  querré,  aunque  no  me  quieres; 
pues  te  igualo,  aunque  me  ves 
tan  rústico,  que  después^ 
te  querré  por  lo  que  fueiR. 

C/S.  Bien  dices;  quiéreme  ansí; 

haz  cuenta  que  soy  tu  igual, 
que  no  procediendo  mal 
no  puede  pesarme  a  mí. 
Pero  no  sabrás  quién  fui, 
porque  entonces  puede  ser 
no  quererme,  por  tener 
respeto  a  mi  ser  primero, 
por  ser  tan  grande,  y  no  quiero 
que  me  dejes  de  querer. 
(Sale  un  Capitán  y  un  Tambor.) 

Cap.  Echad  este  bando  aquí, 

pues  ya  entramos  en  la  aldea. 

Tamb.  Si  aquí  mandáis,  aquí  sea. 

Cap.  Pues  comienza. 

Tamb.  Digo  así: 

«Su  Majestad  el  Rey  de  Alejandría  ofrece  a 
cualquier    persona    que    matare    algún    león. 


(i)     F,n  Hartz.,  «Leonardo,  estoy  admirada». 
(2)     En  Hartz.,  ('que  puede  ser». 


384 


LO   QUE    HA    DE    SER 


doscientos  escudos,  si  fuese  de  humilde  calidad; 
y  si  la  tuviere,  hácele  merced  del  oficio  que  pi- 
diere. Mándase  pregonar,  por  que  venga  a  noti- 
cia de  todos  » 

(Tocan  y  vause.) 

Extraño  pregón. 

Aquí 
todos  los  años  se  da. 
Pues  dime:  ¿al  Rey  que  le  va 
en  que  persigan  así 

al  rey  de  los  animales, 
siendo  rey? 

Las  ocasiones 
de  aborrecer  los  leones 
son  a  su  cuidado  iguales. 
¿Es  por  los  ganados? 

No. 
;Pues  por  qué  causas? 

Escucha, 
verás  que  la  causa  es  mucha, 
que  a  su  temor  le  obligó: 


Cas 
Leo. 

Cas 


Leo. 


Cas. 
Leo. 
Cas. 
Leo. 


Nicandro  (i)  Augusto,  Rey  de  Alejandría, 
tuvo  un  hijo,  del  reino  deseado, 
en  Natalia,  su  esposa,  en  quien  tenía 
amor  de  ningiin  hombre  imaginado. 
Quiso  saber  de  Anaximandro  un  aía, 
astrólogo  de  Persia  celebrado, 
los  sucesos  del  Príncipe  en  tal  punto 
que  estaba*|l  cielo  en  sus  desdichas  junte 

PronostiTOle  el  sabio  que  tendría 
hasta  los  años  veintinueve  o  treinta 
peligro  de  matarle  un  león  el  día 
que  llegase  a  mirar  su  faz  sangrienta. 
Con  esta  temerosa  astrología, 
el  afligido  Rey  remedio  (2)  irtenta 
para  guardar  al  Príncipe  Alejandro, 
t'-niendo  por  Apolo  a  Anaximandro. 
I'abrica,  pues,  un  ínclito  palacio, 
cercado  en  tomo  de  tan  alto  muro, 
que  se  admiraba  el  celestial  topacio 
de  verle  acometer  su  cristal  puro. 
Lo  que  contiene  su  labrado  espacio, 
no  como  en  Creta  al  laberinto  oscuro, 
sino  claro  y  espléndido,  es  sujeto 
digno  del  (3)   verso  de  un  varón  perfeto. 


(i)  En  Ilartz.,  «Ramiro.;  pero  cu  la  l'artc  XXV 
dice  tambi6n  «Nicandro». 

(2)  En  Ilartz.  y  en  la  l'artc  XXV,  «Ramiro»,  por 
errata;  y  e«to  hizti  que  Hartz.  cambiase  al  principio  de 
la  relación  el  nombre  del  Rey  de  Alejandría. 

(3;     I-'n  Hartz.,  «mayor  principe,  en  efecto». 


Hay  un  bosque  famoso  que  acompaña 
con  dulces  aguas  un  pequeño  río, 
que  se  trajo,  a  pesar  de  una  montaña, 
hijo  engendrado  de  su  centro  frío. 
Jardines  son  las  márgenes  que  baña, 
donde  jamás  su  pie  puso  el  estío, 
y  engaña  por  las  aguas  fugitivas 
;  infas  de  fuentes  que  parecen  vivas. 

Come  la  verba  el  siempre  temeroso 
conejo,  que  no  ha  dado  el  Rey  licencia 
]"ara  animal  mayor,  así  celoso 
respeta  de  los  cielos  la  inclemencia. 
Aves  que  son  del  elemento  undoso, 
lascivas  (i)  por  el  agua  en  competencia, 
pescan  los  peces  y  el  anzuelo  a  veces, 
picando  el  cebo  los  convierte  en  peces. 

Otras  que  son  del  aire,  van  ufanas 
de  rama  en  rama  por  la  selva  amena, 
alegrando  las  fiestas  y  mañanas 
con  silbos  lastimosos,  Filomena. 
Hay  plazas  tan  cuadradas  y  tan  llanas, 
que  la  tragedia  de  la  griega  Elena, 
con  todas  sus  batallas  y  sus  fuegos, 
pudieran  recitar  teneros  y  griegos  (2) . 
Las  salas,  las  riquezas,  las  pinturas 
exceden  todo  humano  pensamiento; 
las  fiestas,  bailes,  danzas  y  hermosuras 
fuera  alabarlas  necio  atrevimiento. 
Y  en  medio  de  estas  glorias  y  venturas, 
dicen  que  no  está  el  Príncipe  contento, 
que  a  un  hombre  preso  es  diligencia  vana 
buscarle  gustos  la  (3)  riqueza  humana. 

Cas.  Pues  ¿cómo  se  dio  a  entender 

el  Rey  que  verdad  sería 
esta  vana  astrología? 

Leo.  Porque  es  forzoso  temer, 

¡oh,  Laura!,  teniendo  amor. 

Cas.  ¿Que  un  león  ha  de  matarle? 

Leo.  Eso  le  obliga  a  encerrarle 

con  tan  extraño  rigor. 

Cas.  ¿y  tanto  tiempo  ha  de  estar? 

Leo.  Ya  tiene  lo  más  cumplido. 

(Salen  Cintia  y  Nise,  labradora.) 

ClNT.  listo  tiene  prevenido 

para  servirte  el  lugar. 

NlS.  Aquí  está  I/iura,  y  está 

la  que  me  nuita  de  celos. 


(i)     Kn  Hartz.,  «corsarios». 

(2)  Palta  esta  octava  en  Ilartz. 

(3)  Kn  Hartz.,  «RUsto  en  la». 


ACTO   PRIMERO 


385 


Cix. 
Cas. 

ClN. 

Cas. 

ClN. 


Cas. 


ClN. 


Cas. 
Cix. 


Cas. 
Cix. 

Cas. 

ClN. 

Cas. 


I,EO. 


XiS. 


Leo. 


Cas. 


Guárdente,  Laura,  los  cielos. 
¡Oh,  Cintia!,  ¿qué  hay  por  allá? 

Ya  hablas  como  en  aldea. 
Pues  ya  ¿qué  tengo  que  hacer? 
I<o  que  hay  de  nuevo  es  hacer, 
si  plega  a  Dios  que  lo  sea, 

una  fiesta  y  regocijo 
las  mozas  de  este  lugar 
al  Príncipe. 

Su  pesar 
Leonardo  ahora  me  dijo, 

que  la  causa  no  sabía. 
Guárdanle  en  esta  prisión, 
porque  dicen  que  un  león 
se  le  ha  de  comer  un  día  (i). 

¡Bravo  baile  se  ha  trazado! 
Todo  lo  ha  compuesto  Gil. 
¿Es  poeta? 

Y  tan  sutil, 
que  anda  solo  por  el  prado. 

Damón  le  vio  el  otro  día 
hacer  gestos  componiendo. 
¡Bueno  a  fe! 

Yo  no  lo  entiendo: 
o  es  ciencia  c  es  fantasía. 

Estoy  por  acompañaros. 
¡Ojalá  que  tú  quisieras, 
y  a  nuestro  Príncipe  vieras! 
Son  los  sujetos  (2)  tan  raros, 

que  Leonardo  ha  dicho  de  él 
que  me  ha  puesto  un  gran  deseo. 
¡Ay,  Laura,  y  como  lo  creo! 
Verás  lo  que  temo  en  él, 

No  vayas,  por  vida  mía. 
¿Por  qué  la  estorbas  qvie  vaya? 
¿Siempre  ha  de  ser  de  esta  playa 
ninfa  o  sirena  baldía? 

Ve,  Laura,  que  para  ti 
son  palacios  y  no  aldeas; 
bien  es  que  al  Príncipe  veas 
y  no  villanos  aquí. 

No  habrás  tenido  en  tu  vida 
más  contento  que  tendrás. 
¿Ese  consejo  le  das? 
No,  Laura,  si  eres  servida; 

que  allá,  ¿qtié  puedes  ganar?- 
Y  más  si  saben  quién  eres. 
Ignoras  qae  a  las  mtijeres 


(i)     En  Hartz.,  «le  ha  de  dar  la  muerte  un  día». 

(2)  En  la  Parte  XXV,  «Son  sus  celos  tan  raros». 
Hartz.  enmendó,  con  acierto,  «sucesos»  en  lugar  de 
«celos»  y  de  «sujetos». 

XII 


no  se  las  puede  quitar 
aquesto  que  llaman  ver. 

Leo.  Haz  tu  gusto. 

Xis.  Muy  bien  hace; 

la  mujer  para  eso  nace. 

Leo.  Tú  no  debieras  nacer. 

XiS.  Vamos,  Laura,  que  hay  allá 

cosas  dignas  de  tit  gusto; 
créeme  a  mí,  que  no  es  justo 
que  le  busques  por  acá. 
Vamos,  vamos. 

Q/^S.  Ven,  Leonardo, 

y  verás  al  Rey  también. 

Leo.  No  veré  yo  ningiin  bien, 

donde  tanto  mal  aguardo. 

CiN.  ¡Qué  placer  han  de  tener 

las  mozas,  si  vas  con  ellas! 

Cas.  También  voy,  Cintia,  por  vellas. 

Xis.  No  he  tenido  más  placer 

que  haberte  dado  pesar. 

Leo.  Nise,  ¿en  qué  te  ofendo  yo? 

¿Tú  no  me  aborreces? 

XiS.  No. 

Leo.  Pues  yo  me  sabré  vengar. 

(Vanse  y  salen  Alejandro  y  Severo,  ayo.) 

Sev.  El  haberte  entretenido 

agradezco  a  aquellas  damas. 

Ai,Ej.  Las  fiestas  de  la  ciudad 

de  muy  buenas  no  me  agradan. 

Sev.  Todos  desean  servirte, 

todos  de  agradarte  tratan. 

Alej.  Así  lo  creo.  Severo, 

y  el  Rey  mi  señor,  lo  manda. 
Pero  entre  tantos  contentos, 
fiestas,  comedias  y  galas, 
no  hallo  para  mi  gusto 
la  libertad  que  me  falta. 
Sale  coronado  el  sol 
de  su  diadema  dorada; 
toca  (i)  las  fingidas  perlas 
que  dio  a  las  flores  el  alba, 
y  despreciando  su  cuna, 
por  las  ásperas  montañas 
el  más  feroz  animal 
libre  corre,  alegre  caza, 
vuela  el  aire  y  corta  el  viento 
o  sobre  las  verdes  ramas, 
al  son  de  las  claras  fuentes 
versos  no  aprendidos  canta  (2) . 
Hasta  el  más  pobre  pastor 


(i)     En  Hartz.,  «seca». 

(2)     Faltan  en  Hartz.  estos  cuatro  versos. 


25 


386 


LO    QUE    HA    DE   SER 


desampara  su  cabana. 

y  a  su  gusto  y  albedrío 

lleva  sus  traviesas  cabras. 

No  hay  hombre  eu  ciudad  o  aldea 

que  a  su  ejercicio  no  salga: 

los  imos  van  a  sus  pleitos, 

los  otros  a  sus  labranzas. 

Y  yo  no  salgo  de  aquí; 

aquí  me  halla  la  mañana 

y  aqm'  me  busca  la  noche; 

¡triste  estado!,  ¡pena  larga! 

;Para  qué  he  nacido  rey? 

Sev.  Ya,  señor,  tu  patlre  trata 

de  que  salgas  de  este  fuerce, 
que  el  reino  también  se  cansa 
de  verte  en  tanta  tristeza; 
y,  por  mi  vida,  que  hagas, 
si  te  ha  obligado  mi  vida 
en  la  fe  de  tu  crianza, 
fuerza  a  tu  gusto  y  deseo, 
y  que  estas  damas  gallardas 
te  ^-uelvan  a  entretener. 

Alej.  Xo,  Severo,  traigan  armas; 

pero  déjenlas  ahora 
y  dame  un  libro. 

Sev.  Si  acabas 

ia  Ilíada,  podrás  leer 
la  Odisea. 

Ai.Ej.  Ya  me  enfadan 

tantos  trabajos  de  T'lises; 
dame  las  Fortunas  Varias 
de  Tea  genes. 

(Sale  Celio,  criado.) 

Cel.  Señor, 

el  aldea  de  I'loralba 

viene  a  entretenerte  un  lato 

con  una  rústica  danza, 

si  les  das  licencia. 
Al.Ej.  Entren, 

que  como  a  veces  agrada 

más  una  margen  de  un  río 

rústicamente  esmaltada 

que  un  cultivado  jardín, 

así  las  cosas  que  traza 

la  humilde  capacidad 

de  gente  inocente  y  llana. 

(Salen   el   Alcalde,   viUanoa,   Casandra,    labradores; 
bailen  I^eonarpo  y  1'erol.) 

Al,c.  Turbado  estoy. 

Per.  No  tembléis. 

Alc.  ¿Tengo  de  arrimar  la  vara? 


Per. 

Claro  está. 

Alc. 

TeDcdla  vos. 

Per. 

Yo  no  la  quiero,  arrimadla. 

Ai.c. 

¡Señor! 

Alej. 

;Oué    decís,    buen    hombre? 

Ai,c. 

Perol... '^ 

Per. 

¿Qué? 

AI.C. 

¿Los  Reyes  hablan? 

Per. 

¿Pues  (jué  pensasteis? 

Ai,c. 

Pense, 

como  su  grandeza  es  tanta. 

qiie  otros  hablasen  por  ellos. 

Señor... 

Alej. 

Qué  bella  aldeana. 

Severo,  la  del  rebozo; 

di  qiie  descubra  la  cara. 

Sev. 

Serrana:  quitaos  el  velo. 

Cas. 

¿Quién  lo  manda? 

Alej. 

\''o,  serrana. 

Cas. 

Obedezco. 

Alej. 

¡Gentil  moza.! 

Cas. 

¿Burla  su  merced? 

Alej. 

Burlara 

de  mí  mismo;  un  ángel  sois. 

Sev. 

Xo  has  dicho  tales  palabras, 

señor,  a  mujer  ninguna. 

Alej. 

Es  la  villana  extremada; 

llegaos  más,  llegaos  aquí  (i). 

Cas. 

¿Que  me  llegue? 

Leo. 

I,a  desgracia 

que  temí  me  ha  sucedido. 

Per. 

¿Qué  te  ha  sucedido?  Calla. 

Leo. 

Apenas  la  vio  Alejandro, 

cuando,  como  ves,  la  alaba; 

si  están  hablando  los  dos. 

Perol,  ¿no  es  cierto  que  el  alma 

le  ha  dicho  quién  es? 

Per. 

Xo  digas 

disparates. 

Leo. 

Mucho  hablan. 

¡Quién  oyera  lo  que  dicen! 

Per. 

i'reguntarála  si  guarda 

cabras  y  ovejas,  y  adonde 

tiene  su  campo  y  labranza; 

si  hay  berros  en  sus  arroyos; 

si  vende  pan,  si  lo  masa  (2); 

(i)     Kn  Hartz.,  «llegaos  a  iiii». 

(2)     Dcspuó.s  de  ó.stc  Ilartz.  añade: 

«.Si  hay  tomillos  en  sus  vegas, 
si  están  en  cierne  sus  i)arras, 
si  hay  en  su  trij^o  amapolas, 
si  hay  hurniigas  en  las  parvas, 


ACTO    PRIMERO 


387 


que  como  está  aquí,  vo  sabe 

lo  que  por  el  mundo  pasa. 

I.KO. 

Yo,  Perol,  me  estoy  muriendo. 

Al,EJ. 

"En  fin,  ¿que  no  sois  casada? 

Cas. 

No,  señor,  mas  cerca  estuve; 

allá  por  cierta  borrasca 

se  deshizo  el  casamiento. 

Alej. 

¿Cómo  es  vuestro  nombre? 

C.A.S. 

Laura. 

Al,EJ. 

¡Por  Júpiter,  Laura  bella, 

que  este  rostro,  talle  y  gracia 

no  parecen  parto  humilde 

de  tan  ásperas  montañas! 

Leo. 

Alcalde,  decid  que  bailen. 

Aic. 

Señor... 

I.EO. 

IJegad  y  llamadla. 

At,c. 

Señor,  los  mozos  me  dicen... 

Alej. 

¡Qué  buena  prosa! 

Sev. 

Extremada. 

Alej. 

¿Cómo  os  llamáis? 

Alc. 

¿Yo,  señor? 

Alej. 

Vos,  pvies,  decid. 

Alc. 

Yo,  Juan  Rana. 

Alej. 

Pues  decid  que  bailen. 

Alc. 

¡Hola!, 

dice  el  Rey  que  bailen. 

NlF. 

Vaya. 

(Siéntanse  y  cantan  los  músicos  esta  ¡eirá.-) 

«Sale  la  niña  en  cabello 
a  coger  flores  de  azahar, 
y  ella  y  el  aurora  a  un  tiempo 
mirando  las  flores  van. 
Sigixiendola  viene  Amor, 
que  tras  un  verde  arrayán, 
contemplando  su  hermosura 
codició  su  libertad. 
En  el  nácar  de  una  rosa 
iba  a  poner  su  cristal, 
cuando  viendo  Amor,  dijo 
para  enamorarle  más: 
«Rapacillo  del  arco,  está  quedo; 
que  de  verte  me  muero  de  miedo.» 
Amor  se  estaba  riendo 
de  ver  hermosa  la  niña, 
y  fingiéndose  enojado, 
le  dijo  por  divertirla  (i): 


si  hay  mastranzos  en  su  soto, 
si  hay  en  su  huerta  borrajas, 
perejil  y  hierbabuena 
y  otras  cosas  de  esta  traza». 

Faltan  en  Hartz.  los  seis  versos  anteriores. 


«Ofendido  me  tienen  tus  ojos  bellos, 
»pues  me  ponen  la  culpa  que  tienen  ellos. 

»Toma  el  arco,  niña,  que  no  le  quiero; 
»sé  tú  Amor,  pues  que  matas  a  Amor  con  ellos.» 

Alej.  ¿Hay  gracia.  Severo  amigo, 

como  la  de  esta  aldeana? 
Sev.  Tiene  razón  Vuestra  Alteza. 

T<EO.  Otra  vez.  Perol,  la  alaba. 

Pe.  ¿y  qué  importa  que  la  alabe? 

T<EO.  ¿No  sabes  que  la  alabanza 

nace  de  amor? 
Pi?R.  A  lo  menos 

nacen  tus  celos  sin  causa. 
Alej.  Dar  quiero  joyas  a  tedas; 

entrad,  entrad. 
Sev.  Ea,  serranas, 

nadie  ha  podido  en  el  mundo 

alegrar  tristeza  tanta 

sino  es  vosotras;  entrad. 
(Vase  el  Príncipe.) 
CiN.  Vamos,  Nise. 

Xis.  Cintia,  hermana: 

Alejandro,  o  yo  me  engaño, 

o  pone  siis  ojos  en  Laura. 
CiNT.  ¿Pues  qué  mejor  para  ti? 

Xis.  Bien  dices;  si  en  ella  para, 

Dios  nos  saque  de  Palacio 

con  bien. 
CiN.  Gente  cortesana 

siempre  es  discreta  y  cortés. 
Per.  Entrad,  alcalde  Juan  Rana, 

y  os  darán  a  vos  también. 
Alc  ¿Pareceos  que  tengo  cara 

para  darme  alguna  cosa? 
Per.  ¿Pues  no  sois  como  unas  natas? 

Alc  Yo  entro  a  Dios  y  a  ventura. 

Leo.  :Mí  vida.  Perol,  se  acaba. 

¡Qué  presto  se  concertaron 

las  voluntades! 
Per.  Repara 

en  que  dices  desatinos. 
Leo.  Como  era  señora  Laura, 

digo  Casanclra,  ¡qué  presto 

volvió  a  ser  Laura,  Casandra! 

¡Qué  contenta  estará  ahora! 

¡Cómo  en  su  esfera  dorada 

irá  el  sol  de  su  hermosura 

por  estas  vestidas  salas 

de  tantas  tapicerías! 
Per.  Fuera  de  su  centro  estaba; 

no  es  mucho  que  esté  en  su  centro 

entre  joyas,  oro  y  plata. 


388 


1.0   QUE    HA    BE    SER 


I 


I.EO.  Cegaran  antes  mia  ojos 

que  vieran  en  confianza 
de  haberle  dado  la  vida 
su  hermosura  soberana. 
Vamos,  Perol,  a  la  aldea, 
antes  que  el  Príncipe  salga, 
que  temo  mi  atrevimiento. 

Pek.  Mira  quién  eres,  y  calla, 

y  no  tengas,  que  es  error, 
con  poderosos,  palabras, 
que  el  viento  derriba  encinas 
y  perdona  humildes  cañas. 

Leo.  Llévame  presto  de  aquí. 

¡Ay,  Laura!  ¡ay,  loca  esperanza! 

Per.  T<as  joyas  me  dan  envidia, 

que  no  los  celos  de  Laura. 


ACTO  SEGUNDO  DE 

LO     QUE     HA     DE     SER 

(Salen  el  Rey,  Príxcipe  y  Severo.) 

Rey. 
Tanta  tristeza  en  ti  de  pocos  días, 
Alejandro,  a  esta  parte,  extraña  cosa. 

AiEJANDRO. 
Con  ellos  crecen  las  tristezas  mías; 
rqué  causa  me  preguntas  más  forzosa? 

Rey. 

De  mi  justa  obediencia  te  des^^as, 
tan  alabada  en  ti  por  milagrosa; 
algo  te  han  dicho,  jx)rque  de  otro  modo 
blasón  fué  tuyo  obedecerme  en  todo. 

Alejandro. 
Va  sé  la  causa  yo  por  qué  me  tienes 
en  injusta  prisión  tan  largos  años. 

V  a  cada  instante  de  sus  días  vienes 
a  entretener  su  vida  en  mis  engaños. 

V  ya  de  tal  manera  la  entretienes, 
qu«.-  por  librarte  de  pensar  mis  daños, 
mi  desesperación  haré  que  pida 

a  la  muerte  renu-djo  de  mi  vida. 

¿Por  dicha  quiero  yo  salir  al  monte, 
donde  pueda  matarme  alguna  fiera 
de  las  que  mira  el  sol  en  su  horizonte? 
Como  si  VeniLS,  tú,  y  yo  Adonis  fuera, 
;quiero  yo  (jue  la  caza  me  remonte 
ptjr  su  crespa  cerviz  que  en  la  ribera 


del  mar,  se  empina  a  la  alta  nube, 
que  por  escalas  de  peñascos  sube? 

¿Quiérome  yo  oponer,  con  loca  mano 
y  arma  infeliz,  al  tigre  y  león  valiente 
y  al  fiero  jabalí,  que  baña  en  vano 
en  espuma  y  en  sangre  el  pecho  ardiente? 
¿O  la  sierpe  de  Hércules  Tebano, 
o  de  los  toros  a  la  armada  frente, 
o  en  Creta  acometer  al  Minotauro, 
o  dar  caza  en  las  aguas  al  Centauro?  (i) 

Quiero  no  más  de  verme  en  compañía 
del  más  leal,  que  en  tu  privanza  sea; 
ir  a  gozar  de  un  bosque  y  fuente  fría  (2), 
que  hacen  adorno  a  una  pequeña  aldea. 
¿Es  miicho  que  me  des  licencia  un  día 
para  que  a  cuatro  labradores  vea? 
¿Qué  cirtes  pido  yo,  ni  qué  ciudades 
donde  andan  rebozadas  las  verdades? 

¿Quién  quieres  que  me  mate  en  dos  paredes, 
por  más  que  para  mí  los  ojos  abras, 
donde  sólo  mirar  (3)  dos  casas  puedes 
albergue  vil,  de  ovejas  y  de  cabras? 
Este  mundo  te  pido,  estas  mercedes, 
después  de  mil  promesas  y  palabras, 
y  no  lo  harás  por  no  enojar  al  cielo, 
con  experiencia  de  prudente  celo  (4) . 

¿En  qué  nave  solícito  me  embarco 
por  el  rigor  de  la  salada  espuma? 
¿Qué  César  soy  de  Amidas  en  el  barco, 
cuando  mi  engaño  tu  valor  presuma? 
¿A  quién  voy  a  vencer?  ¿Qué  flecha  de  arco 
huyó  del  hierro  y  retiró  la  pluma?   (5) 
Mas  bien  será  que  el  de  la  muerte  sea, 
pues  no  me  dejan  ver  tan  pobre  aldea. 

Rey. 
¿Qué  es  aquesto.  Severo?  ¿Cómo  llega 
Alejandro  a  tan  locos  desvarios? 
¿Qué  aldea  es  ésta,  contra  el  gusto  mío, 
donde  quiere  salir  por  este  enredo? 
¿No  sabes  tú,  Severo,  que  no  puedo?  (6) 
Si  sabe  ya  la  causa,  ¿cómo  dice, 
pues  él  mismo  se  engaña  y  contradice  (7), 
darle  licencia  para  tanto  daño? 


Falta  en  Ilartz.  esta  octava. 

Ivii  Hartz.,  «cuatro  arbolillos  y  una  fuente  fría». 

Ivn  el  original  cpcnsar»,  por  errata,  al  parecer. 

l'alta  en  Ilartz.  oita  octava. 

r,n   Ilartz.,  «di<'>  el   hierro  ul  blanco  y  retiró  la 


(I) 
(2) 
(.3) 
(4) 
(5) 
pluma». 

(6)  En  Hartz.  está  incompleto  este  verso:  «¿No  sabe 
que  no  puedo?» 

(7)  Faltan  en  Hartz.  este  verso  y  el  anterior. 


ACTO    SEGUNDO 


389 


Severo, 
De  que  es  verdad,  señor,  te  desengaño  (i), 
y  no  pasión  que  busca . 

Rey. 

De  qué  suerte, 
pues  ha  llegado  a  desear  la  muerte? 

Severo. 
Aquí  vino  (2)  una  bella  labradora, 
qixe  con  menos  clavel  sale  la  aurora, 
menos  jazmín  su  blanco  nombre  afeita 
cuando  en  su  pura  nieve  se  deleita; 
viola  danzar,  y  aficionóse  tanto  (3), 
que  para  \'erla,  lo  que  dice  intenta. 

Rey. 
Esa  afición  su  entendimiento  afrenta. 
¿Xo  hay  damas  en  la  Corte,  no  hay  señoras? 

Severo. 
La  condición,  señor,  del  gusto  ignoras; 
tal  vez  agrada  lo  que  no  merece 
ser  por  amor  (4)  amado,  y  se  aborrece 
lo  que  de  amor  es  digno;  no  ha  podido 
en  tanto  amor  un  átomo  de  olvido 
poner,  por  más  que  persuadirle  intento. 

Rey. 
T^n  hombre  de  tan  claro  entendimiento, 
¿no  había  de  aplicar  a  lo  que  es  justo 
la  inclinación,  la  voluntad  y  el  gusto?  (5) 
En  el  hielo  mayor  enciende  llamas; 
no  hayan  podido  de  la  corte  damas. 

Sin  duda  es  invención  la  labradora, 
para  poder  salir  hasta  la  aldea. 
Salir,  Severo,  y  aun  huir  desea  (6); 
pues  ésa  es  la  blanca  aurora, 

vestida  de  claveles  y  jazmines. 
Véngale  a  ver.  Severo,  y  no  imagines 
que  ha  de  salir  de  aquí. 


(i)  Este  verso  dice  en  Hartz.:  «Señor,  de  la  verdad 
te  desengaño»,  y  faltan  los  dos  que  siguen. 

(2)  En  Hartz.,  «vive»,  por  errata. 

(3)  Faltan  en  Hartz.  este  verso  y  los  dos  anteriores. 
{4)     En  Hartz.,  «ser  por  el  hombre». 

(5)  Este  verso,  incompleto  en  Hartz.,  dice:  «la  in- 
clinación y  el  gusto»,  y  el  siguiente,  también  incom- 
pleto: «y  agradarse  de  damas».  A  continuación  sigue 
este  otro:  «que  en  el  hielo  mayor  encienden  llamas».  El 
sentido  resulta  más  claro,  pues  el  pasaje  del  texto  está 
viciado., 

(6)  Corregido  este  verso  según  la  Parte  XXV,  pues 
el  texto  que  seguimos  dice,  por  error:  «salir,  Severo, 
quien  vivir  desea». 


Severo. 

Triste  le  veo. 
Rey. 
Pues  sufra  y  viva,  que  su  bien  deseo. 
(Vansc  y  salen  Leonardo  y  Perol.) 

Leo.  ¿Qué  me  dices? 

Pj7r_  Que  ha  venido 

Laura. 
Leo.  ¿Laura? 

Pi^i^  Laura,  hermosa, 

no  hay  más  incrédula  cosa 
qne  un  pecho  al  amor  rendido. 

Y  por  vida  de  Perol, 
no  porque  lisonja  sea, 
que  parece  que  en  la  aldea 
faltaba  hasta  ahora  el  sol. 

Si  crédito  no  me  das, 
pregunta  al  prado,  a  las  flores, 
si  vieron  tales  colores 
en  sus  pimpollos  jamás. 
Leo.  ¡Oh,  qué  bien  lo  echa  de  ver!; 

todo  se  alienta  y  restaura. 
¿Cómo  viene? 
Per.  Como  Laura, 

que  no  hay  más  que  encarecer. 
Leo.  No  lo  hubiera  dicho  3^0 

¡Oh,  qué  envidia  te  he  tenidcl 
Pero.  Soy  sabio,  soy  entendido, 

aunqite  venturoso  no. 
Leo.  En  fin,  Laura  vino  ya 

del  peligro  del  Palacio. 
Per.  ¿Peligro  en  tan  breve  espacio? 

Segura  en  sí  misma  está. 

Demás  de  ser  celebrada 
la  honestidad  que  ha  tenido 
el  Príncipe,  porque  ha  sido 
de  todo  el  reino  ayudada; 
con  vi,=itarle  las  damas 
de  más  rara  perfección, 
no  le  han  visto  inclinación; 
rieve  parecen  sus  llani£S  (i). 
Con  esto  Laura  ha  venido 
sin  palabra  descortés; 
Leo.  ¡Plegiie  a  Dios,  mas  ésta  es. 

(Salen  CiNTiA  y  Casandra.) 
Cas.  Dicen  que  estaba  ofendido, 

y  no  ha  tenido  razón. 
CiN.  Amor,  Laura,  todo  es  celos. 

Cas.  Guarden  tu  vida  los  cielos.  (A  León.) 

LEO.  Sí  harán,  que  tus  ojos  son. 


(i)     En  Hartz.  faltan  los  ocho  anteriores  versos. 


700 


LO    QUE    IIA    DE    SER 


Ya  te  aguardaban  los  campos, 
bosques,  árboles  y  fuentes, 
bellísima  labradora, 
que  de  los  palacios  vienes. 
Quejábanse  las  montañas 
de  que,  ambiciosas,  quisiesen 
tener  como  techo  de  oro 
perlas  en  su  hermoso  oriente  (i). 
Por  tus  ojos,  que  no  he  visto 
el  sol  en  el  rayo  alegre 
después  que  con  tu  partida 
quedó  (2)  mi  vida  a  la  muerte; 
En  los  fines  del  invierno  (3), 
todo  se  alegra  y  florece, 
porque  (4)  presumen  los  campos 
que  la  primavera  vuelve. 
Xo  hay  prado,  bosque  ni  selva 
que  no  se  vista  de  verde, 
y  sólo  está  mi  esperanza 
tan  desnuda  como  siempre. 
Todo  siente  en  tu  favor, 
y  aunque  más  que  todos  puede, 
la  imaginación  camina, 
no  hay  afecto  que  no  muestre; 
pues  justo  fuera,  zagala, 
que  se  vistiera  con  verde 
de  esperanza  y  de  alegría 
quien  tiene  razón  y  siente  (5). 
Envidia  tengo  a  los  prados, 
que  pisados,  reverdecen 
de  estos  pies,  adonde  amor 
tantas  libertades  tiene. 
Las  fuentes,  por  sus  espejos, 
haces  que  sus  vidrios  quiebren, 
tropezando  en  sus  cristales 
jxjrque  más  veloces  lleguen  (6). 
Xo  hay  flor  que  a  tomar  color  (7) 
no  salga,  aunque  al  tiempo  peae 
las  clavellinas  por  grana, 
las  azucenas  por  nieve. 
Yo  .solo  en  tu  sol,  ¡ay,  Laura!, 
que  no  tenga  vida  quieres, 
pues  me  anocheces  en  im' 
cuando  en  todos  amaneces. 


C.^s. 


(i)     Faltan  en  Hartz.  estos  cuatro  anteriores  versos. 

(2)  En  Hartz.,  «dlnte». 

(3)  En  Hartz.,  «eí^tio»,  »|iie  parece  más  exacto  por 
lo  que  «ti^uc. 

Í4)     }-M  Hartz.,  M>or  ti». 

(5)  En  Hartz.  fsütan  estos  ocho  anteriores  versos. 

(6)  Faltan  en  Hartz.  li>s  cuatro  versos  anteriores. 

(7)  En  Hartz.,  «olores»,  j>or  errata;  quizá  deba  ser 
•culom*. 


Pero  dime  de  Alejandro 

las  nuevas  que  el  alma  teme; 

que  le  vi  inclinado  a  amarte; 

tú  sabes  lo  que  mereces. 

Sosiega,  Laura,  mis  celos, 

que  rayos  de  amor  parecen; 

serás  laurel  para  mí, 

que  los  rayos  no  le  ofenden. 

Y  así  tengas  tanta  dicha 

como  hermosura,  que  dejes 

atrevimiento  a  mis  brazos 

licencia  de  los  que  tienen  (i); 

que  si  respondes  ingrata, 

flores,  campos,  prados,  fuentes 

abro  sarán  mis  suspiros 

y  llorarán  tus  desdenes. 

Después,  querido  Leonardo 

(que  quiero  pagarte  así 

lo  que  mi  ausencia  encareces, 

pues  tú  no  sabrás  fingir 

que  adonde  las  puras  fuentes 

sin  artificio  sutil 

aun  110  saben  nmrmnrar, 

que  sólo  saben  reír  (2). 

Después  del  rústico  baile 

donde  tan  bien  parecí 

a  quien  no  me  lo  parece, 

porque  yo  no  sé  mentir; 

después,  digo,  que  te  fuiste 
y  me  dejaste  sin  mí, 

con  lástima  de  mirarte, 

enmudecer  y  sentir, 

quiso  Alejandro  que  entrase 

donde  en  sus  riquezas  vi 

trasladar  su  plata  del  indio, 

su  rubio  metal  Ofir; 

su  tela  y  seda  la  Persia, 

con  tanto  vario  matiz 

como  se  esmaltan  los  campos 

cuando  se  despide  abril  (3). 

La  China,  el  blanco  diamante; 

Ceylán,  el  rojo  rubí; 

(ianges,  el  topacio  ardiente; 

Eufrates,  su  azul  zafir  (4); 

sus  perlas,  el  mar  del  Sur; 

sus  altos  cedros,  Cetin; 

Saba,  preciosos  aromas; 


(i)  En  Hartz.,  eviouen»,  ([uc  no  jiarcce  mejor  lec- 
tura. 

(2)     En  Hartz.  faltan  los  cuatro  anteriores  versos. 

{3)     Faltan  también  los  cuatro  anteriores. 

(4)  El  texto  (juc  seguimos  dice  con  impropiedad 
•dulre  zafir». 


ACTO    SEGUNDO 


391 


Egipto,  terso  marfil  (i). 

Sus  pensiles  Babilonia; 

que  el  más  pequeño  jardín 

pudiera  con  mayor  fama 

ser  de  sus  muros  peii.>^il. 

A  sus  pinturas  y  estatuas 

pudiera  Grecia  rendir 

de  Fidias,  Pitio  y  Tedón, 

mármol,  pincel  y  buril  (2); 

y  abriéndome  nn  escritorio, 

que  fué  lo  mismo  que  abrir 

puerta  a  las  luces  la  noche, 

otras  tantas  joyas  vi. 

Hartar  pudieran  a  Midas, 

igualar  y  competir 

con  las  riquezas  de  Creso, 

causa  de  su  triste  fin. 

Díjome:  «Hermosa  aldeana 

(aunque  nunca  yo  lo  fui): 

haz  cuenta  que  todas  éstas 

se  labraron  para  ti; 

cuantas  te  agradaren  toma.» 

Yo,  Leonardo,  respondí: 

«No  gtaarnecen  ricas  piedras 

sayal  tan  grosero  y  vil. 

Guarda,  famoso  x\lej andró, 

para  quien  se  iguale  a  ti, 

las  riquezas  de  estas  joyas, 

que  la  aldea  en  que  nací 

aun  no  sabe  qué  es  cristal, 

porque  se  svielen  servir 

de  arroyos  para  tocarse, 

sin  fingir  rosa  y  jazmín. 

Pues  adonde  no  hay  espejo 

para  el  clavel  carmesí, 

para  la  fingida  nieve, 

para  el  forzoso  carmín , 

¿qué  efecto  harán  los  diamantes 

en  tan  grosero  perfil?, 

que  también  tiene  hermosura 

la  naturaleza  en  sí.»  (3) 

Enojóse,  y  viendo  yo 

un  Cupido  relucir 

que  navegaba  en  un  mar 

sobre  un  hermoso  delfín, 

tómele  por  contentarle, 

y  de  la  cuadra  salí 

llamando  a  Cintia  y  a  Xise, 

y  esto  me  dijo  al  salir: 


Leo. 


(i)     Faltan  en  Hartz.  los  cuatro  versos  anteriores 

(2)  Faltan  también  los  cuatro  anteriores. 

(3)  Faltan  en  Hartz.  los  ocho  versos  anteriores. 


Leo. 
Per. 

ClN. 

Pero. 


ClN. 

Per. 


Cix. 


«Aimque  el  Amor  llevas,  Laura, 

más  amor  dejas  en  mí; 

que  eres  la  primer  mujer 

a  quien  el  alma  rendí. 

venme  a  ver,  pues  que  me  has  muer- 

venme  a  ver,  I^aura  gentil;  [to; 

que  si  \'0  salir  pudiera, 

yo  fuera  a  buscarte  a  ti . 

Estoy  en  esta  pri.sión 

por  una  estrella  infeliz; 

ya  no  lo  siento,  mas  siento 

la  del  alma  que  te  di.» 

Con  esto  quedóse,  y  triste, 

se  fué  de  verme  partir 

no  sé  adonde;  sé  que  luego 

que  del  castillo  salí, 

me  di  prisa  para  verte, 

porque  ya  con  verte  a  ti 

da  fin  la  historia   y  la   audieuciaj 

que  el  amor  no  tiene  fin. 

Nunca  pensó  mi  paciencia 
deber,  ¡ah,  pena  mortal, 
tanto  bien  a  tanto  mal, 
como  fué,  Laura,  tu  ausencia. 

Mi  muerte  fué  tu  partida; 
pero  ya  con  sólo  verte, 
corrida  se  fué  la  muerte 
y  vino  alegre  la  vida; 

si  bien  no  puedo  tener 
seguridad  del  amor, 
de  un  hombre  cu 30  valor 
tanto  me  da  que  temer. 
(Aparte.) 

Oye  por  tit  vida. 

Di. 
¡Ay,  Cintia,  qué  linda  mano 
te  has  dado  a  lo  cortesano! 
Yo,  Perol,  a  btilto  fui. 

A  bulto  en  la  corte  he  visto, 
que  es  lo  mismo  que  a  revuelto,  (i) 
andar,  Cintia,  el  diablo  suelto. 
Yo  siempre  mi  honor  resisto. 

¿Hubo  pellizco  de  paje? 
¿Novedad  (2)  de  gentilhombre 
y  otras  cosas  de  este  nombre? 
¿Hizo  novedad  el  traje? 

¿Nadie  se  llegó  al  olor 
del  tomillo  de  la  aldea? 
¿Nadie  te  llamó  Amaltea? 
A  fe  que  vienes  de  humor. 


(I) 
(2) 


En  Hartz.,  «a  río  vuelto». 
En  Hartz.,  «Necedad». 


39^ 


I.O    QL'E    HA    DE    SER 


Per.  ¿Nadie  de  esta  ijentecilla 

te  dijo  con  mal  deseo 

si  se  vendía  el  poleo, 

orégano  y  manzanilla?  (i) 
Leo.  De  todo  estoy  satisfecho; 

descansa,  Laura,  si  acaso 

lo  estás. 
O.S.  Desde  el  primer  paso. 

Leo.  No  es  este  rústico  peclio 

a  propósito  de  quien 

de  tantas  riquezas  viene. 
Cas.  Ven,  que  las  que  estimo  tiene. 

Leo.  Vida  los  cielos  te  den. 

(Vanse.) 
Per.  En  efecto,  no  hay  hablar 

en  esto  de  la.... 
CiN.  Ya  entiendo; 

mucho  me  cansas  pidiendo. 
Per.  Pues  yo  tengo  que  te  dar 

una  cosa  que  es  muy  buena. 
Cix.  Si  es  alma,  sácala  al  soL 

Per.  Pues  no  seré  yo  Perol 

si  no  os  pesco  la  cadena. 

(Vanse,  y  salen  el  Rey,  Severo,  Teodoro  y  Celio  ) 

Rey.  ¿Es  posible  que  ha  llegado 

el  Príncipe  a  tal  tristeza? 

Sev.  No  se  espante  Vuestra  Alteza. 

Rey.  ¿Pues  no  me  ha  de  dar  cuidado? 

Sev.  Quien  de  la  pasión  de  amor 

se  admira,  no  tenga  nombre 
de  hombre,  porque  en  el  hombre 
es  natural  su  rigor. 

No  hay  ave  ni  hay  animal 
que  esta  pasión  no  sujete; 


(i)     En  Hartz.  faltan  los  cuatro  versos  anteriores; 
pero  en  su  lugar  intercala  el  siguiente  pasaje: 


«Per. 


ClN. 


Per. 

ClN. 

Per. 

Cl.N. 


Pr.R. 

Cl.N. 

Per. 


¡Bonitos  son  los  lindoncs 
para  «juc  perdonen  nada! 
J.aura  fué  la  festejada; 
que  tiene  ilustres  razones, 

y  satiía  resjjondcr. 
¿Qué  te  di''»  el  l'rínc¡¡)c  a  ti? 
¿.\  mí,  l'crol? 

A  ti. 

A  mí 
no  me  dieron  a  escíjger 

en  nibícH  y  diamantes. 
Hsta  cadena  me  di6. 
¿Quieres  prestármela? 

So. 
¿No,  rcsjKíndcH? 

No  te  CBi)autcs, 


Rey. 


Tko. 


Rey. 
Teo. 
Rey, 


ri  aun  el  cielo  te  promete, 
con  ser  materia  inmoral, 

librarte  de  esta  prisión. 
Mira  sus  dioses  y  mira 
que  del  amor  y  la  ira 
sólo  es  reina  la  razón, 

y  ésta  nunca  en  tiernos  años 
alcanza  tatito  poder 
que  pueda  y  sepa  vencer 
los  fueros  de  sus  engaños, 
r      Los  que  a  la  madura  edad 
llegan,  están  obligados 
a  olvidar  años  pasados 
de  su  verde  mocedad  (i); 

así,  tú  juzgar  no  debes 
en  tus  años,  de  sus  daños. 
No  se  me  olvidan  los  años, 
que  son  los  años  muy  bre\  es, 

y  en  materia  de  querer 
.Alejandro  inobediente, 
pasar  de  este  fuerte  el  puente, 
(cosa  que  no  puede  ser) 

sé  lo  (]ue  dice  Platón 
des<nibiendo  en  el  Timeo 
sn  atre\imientc  y  deseo; 
peto  no  será  tazón 

que  tal  licencia  le  dé. 
Si  de  pena  se  muere, 
¿qué  remedio  habrá  que  espere 
tu  cuidado? 

Yo  lo  sé. 

¿Cómo? 

Traer  de  la  aldea 
a  su  bella  labradora, 
que,  como  decís,  adora. 


que  no  hay  hombre  que  a  mujer 
vuelva  cosa  que  le  preste. 
Per.  ¡Bravo  desengaño  es  éste! 

;Y  (|ué  nos  soléis  volver 
de  todo  cuanto  os  prestamos? 
CiN.  Sois  hombres.  Perol,  es  justo; 

(jue  es  traición,  sobro  mal  gusto, 
dar  la  mujer. 
Per,  ¡Hicn  medramos! 

Cintia,  (juien  tiene  ha  de  dar, 
o  sea  hombre  o  sea  mujer, 
cuando  se  llega  a  cjuerer. 
CiN.  I,a  cadena  he  de  guardar 

si  más  razones  alegas; 
que  en  un  i)le¡to  hay  peticiones, 
trami)as,  notificaciones, 
jia.sos  y  i)asioncs  ciegas.» 

(i)     I'altan   en    Hartz.   estas   tres   redondillas  ante- 
riores. 


ACTO    SEGUNDO 


393 


Cel.  ¿y  no  puede  ser  que  sea 

mujer  de  tanto  valor 

que  a  tu  fuerza  se  resista? 
Rey.  Puede  ser;  mas  con  la  vista 

templa  su  fuerza  el  amor; 
que  tampoco  yo  querría 

dar  lugar  a  cosa  injusta. 
Teo.  Pues  Vuestra  Alteza  gusta 

de  su  salud... 
Rey.  Es  la  mía. 

Teo.  Hoy  iremos  Celio  y  yo 

y  le  traeremos  a  Laura. 
Rey.  Lo  que  su  vida  restaura 

es  mi  salud,  que  otra  no. 

Y  Severo  la  tendrá 

en  guarda,  porque  es  razón 
mirar  sii  honor  y  opinión. 
Teo.  En  viéndola,  templará 

la  tristeza  de  su  ausencia. 

(Vasc  el  Rey  y  sale  el  Príncipe.) 

Prín,  ¿Qué  os  ha  dicho  el  Rey,  Teodoro' 

Teo.  Que  con  el  justo  decoro 

venga  Laura  a  tu  presencia; 

pero  que  la  tenga  en  guarda 
Severo. 

Ai^EJ.  Tenga  en  buen  hora. 

Vea  yo  mi  labradora 
discreta,  hermosa  y  gallarda; 

que  no  pasa  mi  deseo 
la  margen  de  la  razón. 

Chi,.  Vencer  tu  propia  pasión 

fué  siempre  el  mayor  trofeo. 

AI.EJ.  Partid  los  dos  a  buscar 

de  mi  salud  el  remedio, 
pues  no  hay  montañas  en  medio 
ni  montes  de  airado  mar. 
Id  a  e.se  pobre  lugar, 
rico  ae  tan  gran,  tesoro, 
amigos  Celio  y  Teodoro, 
y  para  sol  más  bizarro, 
pedid  al  del  cielo  el  carro, 
todo  de  diamantes  y  oro. 

Y  si  el  de  Venus  traía, 
cisnes  por  más  majcstr.d, 
caballos  blancos  llevad, 
como  nieve  helada  y  fría. 
Decid  a  la  prenda  mía 
que  mi  padre,  para  darme 
salud,  quiere  que  a  curarme 
venga  en  aquesta  ocasión, 
porque  como  no  es  león, 

no  teme  que  ha  de  matarme. 


Y  engáña.se,  que  recelo 
que  Laura  tiene  en  su  oriente 
el  león  por  ascendente, 
séptimo  signo  del  cielo. 
¿Pues  qué  importa  su  desvelo 
si  el  pronóstico  ha  cumplido? 
jNIuerto  a  sus  manos  he  sido, 
tan  honrado,  aunque  encubierte, 
que  es  el  león  que  me  ha  muerto, 
dentro  del  cielo  nacido. 

(Vansc  y  salen  Casandra  y  Nise.) 

XiSE.  Después,  Laura,  que  viniste 

a  la  aldea  estoy  de  suerte 
que  se  acobarda  la  muerte 
de  matar  vida  tan  triste. 
Fiando  mucho  en  quien  fuiste 
nunca  te  he  querido  (¡ay,  cielos!) 
decir  mis  locos  desvelos; 
porque  cuando  fuere  culpa, 
siempre  tiene  amor  disculpa, 
pero  no  en  pidiendo  celos. 

Olvidóme  el  labrador 
que  por  huésped  has  tenido, 
por  quererte;  que  el  olvido 
fué  siempre  sombra  de  amor. 
Pensé  yo  de  tu  valor 
que  del  Príncipe  vinieras 
enamorada,  y  que  dieras 
lug.ir  a  tus  pensamientos, 
?in  que  tus  merecimientos 
tan  bajamente  ofendieras. 
Pero  engáñeme,  pues  ya 
pagas  su  necia  afición . 

Cas.  Si  tus  palabras  lo  son, 

el  efecto  lo  dirá. 
Si  él  te  ha  olvidado,  será 
porque  nunca  le  has  querido; 
de  mí,  Xise,  no  lo  ha  sido, 
y  no  he  nacido  en  aldea; 
mas  puede  ser  que  lo  sea, 
si  tú  despiertas  mi  olvido. 

Es  Leonardo  muy  buen  hombre, 
mas  no  es  hombre  (i)  para  mí, 
porque  pienso  que  nací 
muy  desigual  en  el  (2)  nombre. 
IVIi  voluntad,  no  te  asombre, 
que  se  la  debo  tener, 
pues  no  más  de  por  mujer 
me  ha  dado  tanto  favor. 


(i)     Eu  Ilartz.,  «bueno». 
{2)     En  Hartz.,  «a  su». 


394 


I.O    QUE    HA    DE    SER 


Cas 


Per. 
Cas. 

Per. 

Cas 

Pero. 
C.^s. 

Per. 


Cas 
Per. 


que  era  no  tener  amor 
dejarle  desconocer. 

El  es  ido  a  la  ciudad 
a  llevar  muerto  un  león 
y  a  ciertos  premios  que  son 
cebo  de  honor  en  .su  edad. 
Diréle  tu  necedad 
cuando  venga,  si  tú  quieres. 
No,  mi  Laura,  no  te  alteres. 
¿El  verme  alterar  te  admira? 
¿No  sabes  tú  que  es  la  ira 
mayorazgo  en  las  mujeres? 
(Sale  Perol.) 

Lindamente  lia  sucedido. 
¿Qué  es,  Perol"" 

Leonardo  viene 
de  la  ciudad,  victorioso. 
Albricias,  Perol,  mereces; 
di  a  Nise  que  te  las  dé. 
¿Por  qué,  si  tú  me  las  debes? 
El  porqué  Nise  lo  sabe, 
y  con  Leonardo  se  entiende. 
¿Cólera  tenemos  )-a? 
Oye,  así  Venus  aumente 
tus  años  y  tu  hermosura. 
I/O  que  ha  pasado  refiere. 
En  la  plaza  del  castillo, 
que  está  del  jardín  enfrente, 
estaba  im  alto  teatro 
para  tres  nebíes  jueces. 
El  Príncipe   en  un  balcón, 
sobre  un  dorado  tapete 
de  tela  de  oro,  mostraba 
la  luz  que  el  sol  en  su  oriente. 
Sobre  dosel  encamado, 
el  mismo  Adonis  suspende 
su  vista  al  vulgo  que  dice, 
con  voces  de  aplauso  alegre: 
♦Dios  te  libre  del  león 
que  te  amenaza,  y  te  deje 
cumplir  cien  años  y  más, 
después  de  los  veinthuievc.»  (i) 
Colgada.s  di  ve  isas  armas, 
la  juventud  noble  encieden 
con   los   premios   que   a   otra   parte 
igualmente  resplandecen. 
Después  de  lialx-r  presentado 
Ix;onardo  el  león  valiente 
que  aún  muerto  causaba  espanto 
y  Alcides  pu<lo  tenu-rle, 
bajamos  a  ver  la  plaza. 


(i)     Paitan  en  Hartz.  los  ocho  versos  antcriorcí?. 


CEI.. 

Cas. 

XlSE 

Per. 
Tf;o. 
Cei,. 
Teo 
Cei,. 
Teo. 


en   que   al    Príncipe   entretienen 

carreras,  fuerzas  y  espadas, 

y  hacen  señal  que  comiencen. 

Sale  un  fuerte  luchador, 

calzado  de  frente  y  sienes; 

quítase  Leonardo  un  sayo, 

y  como  un  toro  arremete. 

Alza  el  hombre,  traba  el  brazo, 

niervos  y  huesos  le  tuerce; 

gimen,  anhelan,  suspiran, 

sudan,  braman;  finalmente, 

al  competidor,  cansado, 

Leonardo  en  la  tierra  tiende. 

Danle  una  cadena  de  oro, 

y  codicia  conocerle 

Alejandnj,  dando  causa 

a  que  más  premio  se  aliente. 

No  estuvo  una  hora  en  la  plaza, 

cuando  a  la  palestra  vuelve, 

donde  tiraban  la  barra 

mozos  gallardos  y  fuertes. 

Tómala  en  la  fuerte  mano, 

y  una  vez  que  la  re\'uelve, 

al  mayor  tiro  de  todos 
pasa  seis  palmos  o  siete. 

Danle  una  copa  de  plata; 
descansa,  y  partir  se  quiere; 
pero  viendo  las  espadas, 
irse  por  bajeza  tiene. 
Vase  para  su  contrario, 
de  esto  poco  se  me  entiende, 
en  fin,  con  ir  y  venir  (i) 
tajos,  puntas  y  reveses, 
rompe  los  cascos  a  cuatro: 
lo  mismo  hiciera  de  veinte. 
Danle  una  sarta  de  perlas, 
tan  bella,  que  me  parece 
que  la  veo  en  tu  garganta, 
aimque  es  nieve,  sobre  nieve. 
(Salen  Teodoro  y  Celio.) 
Aquí  dicen  que  ha  de  estar 
con  algunas  labradoras. 
¿Qué  es  esto?  ¿Gente  a  estas  horas? 
Habrán  llegado  al  lugar 
para  pasar  a  la  sierra. 
Sí,  que  cazadores  son. 
Aqiu'  están. 

¡Buena  ocasión! 
¡Bravo  monte! 

Fértil  tierra. 
\'enus  os  guarde,  aldeanas, 


(i)     Fallan  en  Ilartz.  estos  dos  versos. 


ACTO    SEGUNDO 


395 


y  logre  vuestra  hermosura. 
Cas.  Jiipiter  os  dé  veuturas. 

Cei,.  ¿Eu  qué  damas  cortesanas 

puede  haber  más  perfección? 
Cas.  ¿Qy^é  es  lo  que  buscáis,  señores? 

Porque  si  sois  cazadores, 

de  im  espantoso  león, 
vino  un  labrador  a^'er 

a  dar  nuevas  a  la  aldea. 
TEO.  Como  mi  gente  le  vea, 

no  os  dejará  que  temer. 
¿Destruye  mucho  ganado? 
Cas.  Xo  llega  tanto  al  lugar. 

XlS  Di  que  nos  dejen  andar 

en  su  coche  por  el  prado, 
Laura,  así  te  guarde  Dios. 
Cas.  ¡Qué  lindo  coche  traéis! 

TiiO.  Entrad  en  él  si  queréis 

andar  un  rato  las  dos 
por  el  prado  o  el  aldea. 
Cas.  Ha  tanto  que  no  me  vi 

en  coche,  que  aim  por  aquí 

tendí é  a  ventura  que  sea. 
Teo.  Pues  entrad. 

Cas.  Entremos,  Xise. 

Cel.  Cocheio,  esas  damas  lleva. 

Cas.  ¡Brava  fiesta! 

N'lSE.  Cosa  nueva. 

Teo.  Xo  es  menester  que  le  avise, 

que  él  sabe  lo  que  ha  de  hacer: 

pica  al  castillo  Danteo. 

(Vanse  y  queda  Perol.) 

Per.  ¡Ay,  cielos,  qué  es  lo  que  veo! 

Engaño  debe  de  ser. 

(Dentro  Casandr-^.) 

Cas.  ]Menos  priesa,  porque  quiero 

ir  con  mucha  autoridad. 

(Dentro,  Xise.) 

XlS.  X'o  vais  hacia  la  ciudad, 

sino  hacia  el  prado,  cochero. 

(Dentro,  Teodoro.) 

Teo.  Laura,  al  Príncipe  os  llevamos; 

no  volveréis  a  la  aldea. 

Per.  ¿Quién  habrá  que  aquesto  crea? 

¿En  qué  Scitia  o  Libia  estamos? 

¿Ello  se  ha  de  consentir? 
Como  corren  los  caballos, 
es  imposible  alean  zallos, 
aunque  los  quiera  seguir. 


Y  3'0  solo,  ¿qué  he  de  hacer? 
Una  honda  a  tanta  espada, 
no  puedo  servir  de  nada; 
ya  no  las  alcanzo  a  ver. 

¡Ay,  triste!,  ¿qué  hará Lecnardo? 

(Sale  Leon-.iírdg.) 

Leo.  ¿Qu^é  es  esto? 

Per.  ¿De  dónde  vienes? 

TvEO.  Del  lugar  donde  me  han  dicho 

qu^  salió  Laura  por  verme. 
¿Dónde  está  I<aura,  Perol? 
¿De  qué  te  turbas?  ¿Q'-ié  tienes? 
¿Qaé  ha  sucedido,  que  el  alma 
hablar  lo  que  callas  quiere? 

Per.  De  ese  Príncipe  Alejandro 

a  quien  no  sin  causa  temes, 
vinieron  aquí  en  ^xn  coche 
dos  criados  y  otra  gente. 
Hablaron  con  Laura  y  X'ise, 
y  como  tienen  mujeres 
espíritu  ambulativo, 
que  no  hay  cosa  que  no  intenten, 
rogaron  a  los  traidores 
que  andar  un  rato  las  dejen 
en  el  coche  por  el  prado; 
luego  los  dos  lo  conceden. 
Entran  las  dos  y  ellos  entran; 
y  como  el  milano  suele, 
en  agarrando  a  los  pollos, 
volar  por  el  aire  leve, 
parten  al  ca.' tillo,  dando 
con  ánimo  diferente, 
ellas  voces  y  ellos  priesa; 
quedando  yo  de  esta  suerte 
que  robando  a  Proserpina 
lloraba  la  diosa  Ceres; 
y  para  decir  mejor, 
como  gallina  que  pierde 
los  pollos  ■■  pues  yo  lo  fui 
en  no  morir  y  atreverme.    • 

Leo.  Xo  temía  yo  sin  causa; 

¡oh,  cómo  las  almas  suelen 
ser  profetas  de  sus  daños 
y  lo  que  ha  de  venir  temen! 
Cual  suele  candida  garza 
saber  cuál  halcón  la  prende, 
así  el  amante  en  sus  celos 
conoce  al  que  ha  de  vencerle. 
¡Ah,  fuerza  de  poderosos! 
¡Oh,  Alejandro,  que  tú  puedes 
sólo  en  el  mundo  quitarme 
lo  que  tus  prendas  merecen! 


396 


LO   QUE    HA    DE    SER 


Per 

I.EO. 

Per. 

I.EO. 


Sev. 
Rey. 


Sev 


Rev 


Skv 


C.  s 


Au;j. 


C/s 


No  era  Laura  para  nu; 
pero  ya  quiso  mi  suerte 
que  su  hermosura  gozase, 
ya  que  no  la  meieciese, 
de  verla  estaba  contento, 
cuando  con  \-uelo  insolente 
de  un  águila  podero.sa 
fué  Laura  su  Gauimedes  (i). 
Pero  entre  tantas  desdichas, 
¿de  qué  sirve  entretenerme? 
Seguirla  tengo.  Perol, 
aunque  mil  vidas  me  cueste. 
Toda  esta  hacienda  te  toma, 
que  voy  a  morir. 

Detente, 
que  es  locura  lo  que  intentas. 
Pues,  perro,  ¿tú  me  detienes? 
¿Xo  conoces  mi  valor? 
Iré  contigo  a  perderme. 
Sin  Laura  no  quiero  vida; 
con  ella  es  vida  la  nmerte. 
(Vanse  y  salen  Severo  y  el  Rev.) 

Laura  dicen  que  ha  llegado. 
Advertid  que  esté  con  vos, 
y  que  tengáis  con  los  dos. 
Severo,  mucho  cuidado, 

Basta  que  el  Príncipe  vea 
esta  mujer;  que  no  es  bien 
que  más  licencia  le  den. 
Aunque  es  de  una  pobre  aldea, 

miraré  con  justo  celo 
su  honor  en  esta  ocasión, 
con  más  ojos  que  el  pavón 
que  pu.so  Juno  en  el  cielo. 

Con  Lisarda  puede  estar, 
y  honestamente  la  vea, 
de  suerte  que  todo  sea 
honesto  ver,  casto  hablar. 

Vo  fío  de  su  valor 
lo  que  del  tuyo  podría. 

iaUn  el  Prínciim;,  Casandra,  Severo,  Celio 
y  Teodoro.) 

Esto  más  es  tiranía 
que  desatinos  de  amor; 
darme  la  muerte  es  nujor, 
si  es  causo  desasosiego. 
Si  salx-s  que  amor  es  ciego, 
Laura,  ¿tn  tanta  discreción 
juzgas  mi  anu>r  a  traicióji? 
iJcjadiue  volver  ns  rui^o. 


Cas. 


Al,EJ. 


Cas. 

AI,EJ. 


(i)     En  Hasiz.  faltan  loa  íkHo  versos  antcriore». 


Alej.  ¿Volver?   ¿Cómo  o  de  qué  suerte? 

¿Xo  sabes  que  enfermo  estoy 
de  verte,  y  que  desde  hoy 
me  curas  volviendo  a  verte? 
¿Xo  ves  que  causas  mi  muerte 
y  mi  médico  has  de  ser? 
Pues  si  os  he  venido  a  ver, 
¿quien  el  ser  médico  imita, 
por  qué  no  se  ha  de  volver? 

Cuando  un  hombre  como  yo 
enferma,  un  médico  está 
con  él  siempre  y  no  se  va. 
¿Y  no  se  va? 

Tvaura,  no; 
y  este  mal  que  a  mí  me  dio 
quiere  el  médico  presente, 
para  cualquier  accidente; 
porque  si  me  viielve  a  dar, 
¿cómo  se  ha  de  remediar 
estando  el  médico  ausente? 
Cas.  ¿Qué  accidentes  pueden  daros 

que  no  los  haga  mayores 
el  verme? 
Ai,Ej.  Males  de  ameres, 

no  son  de  curar  tan  claros 
y  quieren  tantos  reparos 
cuantos  son  los  pensamiento 
Cas.  Pues  de  otros  medicamentos 

más  que  el  veros,  no  fui  yo 
doctor  que  loj  estudió 
en  humildes  nacimientos. 

Decid  que  xiielva  a  mi  aldea 
que  os  doy  palabra  de  ser 
\'uestro  médico  y  volver 
a  que  vuestro  mal  me  vea. 
Al,EJ.  Sí;  mas  porque  todo  sea 

como,  en  fin,  enfermedad, 
la  mano,  I.,aura,  me  dad, 
que  en  el  pulso  del  aiuor; 
conoceréis  de  qué  ardor 
enfermó  la  voluntad. 
C.'SS.  Xo  me  mandéis  que  le  intente, 

que  en  esta  nuda  porfía 
curo  por  astrología 
y  conozco  per  la  frente. 
Ai,i;j.  Vos  haréis  que  mi  accidente 

os  la  tome. 
C.\S.  ¡Xo  haléis  tal! 

Si  ya  no  es  que  vuestro  mal 
se  ha  convertido  en  locura, 
y  ése  es  mal  que  no  se  cura 
sino  con  locura  igual. 

Übligadnie  honestamente 


ACTO    SEC.UXDO 


397 


y  os  sabré  corresponder. 
AI.EJ.  ¿Posible  es  que  esta  mujer 

ha  nacido  humildemente? 

Severo. 
Sev.  Señor. 

Al^EJ.  Ouien  siente 

de  esta  manera  su  honor, 

¿no  tiene  oculto  valor? 
Sev.  Déjala  estar  con  Lisarda, 

que  ha  de  ser  su  honesta  guarda, 

que  allá  tratarán  tu  amor. 
Ten  esperanza  y  paciencia. 

Vamos,  Laura,  donde  estéis 

como  vos  misma  queréis. 
Cas.  ¿Esto  es  amoi?   ¡Es  violencia! 

Vamos,  Xise. 
XiSE.  Ten  paciencia. 

(Vanse.) 

Al,Ej.  ¿Qué  tengo  de  hacer,  Teodoro? 

si  a  un  áspid  (i)  hermoso  adoro 
y  en  las  desdichas  que  paso 
de  sus  tibiezas  me  abraso, 
de  su  desdén  me  enamoro? 

Teo.  Señor,  a  tu  gran  poder 

no  se  podrá  resistir; 
principios  son  de  sufrir, 
aunque  es  humilde  mujer. 

Cei<.  Severo  no  ha  de  querer 

verte  con  este  cuidado, 
que,  en  efecto,  te  ha  criado.   . 

Ai<Ej.  ¡Ay,  Celio!  Pues  con  Lisarda, 

su  hija  mayor  la  guarda, 
el  Rey  S2  lo  habrá  mandado. 

(Salen  Perol  y  I,eonardo.) 

Per.  Aquí  está  Alejandro;  mira 

el  desatino  que  intentas. 

Leo.  ¿a  un  amante  persuades? 

Viento  coges,  el  mar  siembras. 

Al,EJ.  Mirad  quién  se  ha  entrado  aquí. 

Leo.  ¿No  conoce  Vuestra  Alteza 

a  un  labrador  que  luchaba, 
que  tiraba  y  hacía  fuerzas, 
y  que  con  diversas  armas 
escalabró  en  tu  presencia 
los  maestros  más  famosos? 

Al,Ej.  ¿Pues  qué  quieres?  ¿No  te  premian? 

¿Pretendes  algún  oficio? 

Leo.  No  hay  oficio  que  pretenda 

en  palacio,  porque  soy 
pobre  en  una  pobre  aldea, 

(i)     En  Hartz.,  «ángel». 


Teo. 

AI.EJ. 

Teo. 
Leo. 

AI.EJ. 

Leo. 


Cel. 
Per. 

Al<EJ. 


Sev. 
Alej. 


Sev 


Teo. 

Cei,. 
Teo. 

Ar.Ej. 


a  la  cual  (pienso  que  son 

los  que  están  en  tu  presencia) 

fueron  dos  criados  tuyos 

y  sacaron  con  cautela 

una  mujer  en  un  coche, 

con   quien  sus  deudos   conciertan 

casarme,  que  está  sin  padres. 

Súpelo,  y  vengo  por  ella, 

o  a  morir  determinado. 

¿Qué  historia  romana  o  griega, 

tal  desatino  de  amor 

como  el  de  este  amante  cuenta? 

Esta  es  la  causa,  Teodoro, 

porque  esta  villana  necia 

se  resiste  a  quien  yo  soy. 

Estas,  señor,  no  se  prendan 

sino  allá,  con  sus  iguales. 

¿Qué  respondes?    ¿No   me   entregas 

a  Laura?  ¿No  se  lo  mandas? 

Que  no  he  de  volver  sin  ella. 

Esto  ya  pasa  de  amor: 

o  es  locura  o  es  .«soberbia. 

Matadle. 

Probad,  llegad. 
Mataréis,  quien  lo  desea. 
¿A  qué  aguardáis,  cortesanos? 
¡Pues  muera  el  villano,  muera! 
No  debe  de  ser  muy  fácil. 
¡Qué  bravamente  les  pega! 
¡Hola,    guarda;    hola,    soldados! 
No  se  ha  visto  acción  como  ésta 
en  casa  de  un  hombre  vil. 

(Sale  Severo.) 
¿Qué  es  esto,  señor? 

Que  sea 
un  rústico  de  ese  monte 
tan  atrevido  que  venga 
a  pedirme  a  I^aura  a  mí, 
y  con  locura  tan  ciega 
acuchille  a  mis  criados? 
Ahorcadle  de  una  almena, 
porque  él  no  podrá  salir 
con  tanta  guarda  a  la  puerta. 

(Sale  Teodoro.) 
Algún  demonio  es  el  hombre. 

(Sale  Celio.) 
No  he  visto  tigre  tan  fiera. 
Con  un  escuadrón  de  picas 
pudieron  prenderlo  apenas. 
No  se  ha  visto  igxial  valor. 
Ahórquenlo,  por  que  sea 


398 


LO   QU1£    HA    DE    SER 


Sev. 


Alej. 


Sev. 

Alej. 
Sev. 

Alej. 


Sev 

Te«». 

Alej. 


Teo. 
Sev. 


escarmiento  a  t.us  iguales. 

Será  afrenta  a  la  (i)  grandeza 

de  tn  generoso  nombre; 

el  castigo  se  suspenda, 

pues  está  preso,  que  yo 

le  haré  ejemplo  de  su  aldea, 

por  honor  tuyo  y  por  ser 

de  toda  aquella  ribera 

del  mar  el  mozo  más  fuerte. 

Como  tú  quieres,  sea; 

y  pues  ya  I«aura  no  tiene, 

como  este  ejemplo  lo  muestra, 

tanto  honor  como  blasona, 

permíteme  que  entre  a  verla; 

que  no  es  razón  que  queriendo 

a  un  labrador  de  una  sierra, 

parto  humilde,  tenga  en  poco 

tan  arrogante  y  soberbia, 

a  quien  hoy  Alejandría 

por  su  príncipe  respeta. 

¡Vive  Júpiter  sagiado, 

que  he  de  forzarla! 

No  creas 
que  de  aquesta  puerta  pases. 
;Pues  tú  la  puerta  me  cierras? 
Xo  pienso  quitarme  de  ella, 
auncjue  me  cjuites  la  vida. 
Toma. 

(Dale  un  bofetón.) 

;A  mi  rostro  esta  afrenta? 
>eñor,  ¿qué  has  hecho?  ¡A  tu  ayc! 
Apártate,  y  agradezca 
que  no  le  di  con  la  daga. 

(Vasc.) 

Con  podero.so.'í,  paciencia. 

Por  los  soberanos  dioses 

que  cielo  y  tierra  gobiernan, 

fjue  he  de  vengarme,   ¡ah,  rapaz!, 

aunfjue  mi  Príncipe  seas. 

Vo  descubriré  el  .secreto, 

y  haré  que  el  Imperio  pierdas, 

quíí  en  injuria  sin  razones 

no  es  la  venganza  bajeza. 


Leo. 
Sev. 

I.EO. 


Sev. 


Leo. 

Sev. 

Leo. 
Sev. 


(i)     Kn  Hartz.,  «Scr.-i  afrentar  la». 


EIN  I)EL  A«T(i  SE'.'NPO 


ACTO  TERCERO 
(Salen  Severo  v  I,kon.\rdo.) 

Xo  sentiré  la  prisión, 
si  tan  buen  alcaide  tengo. 
A  darte  la  vida  vengo, 
Leonardo,  en  esta  ocasión. 

Lástima  te  habrá  movido 
de  que  un  hombre  enamorado 
a  morir  determinaao 
entrase  tan  atrevido 

donde,  si  no  era  volando, 
era  imposible  salir. 
A  pesar  has  de  vivir 
de  quien  está  deseando 

tu  nmerte,  porque  es  razón 
ayudarte  a  defender, 
si  del  Príncipe  has  de  ser 
el  esperado  león. 

¿Yo,   Severo?    ¿De  qué  suerte? 
Óyeme  atento,  y  verás 
cuan  cerca  del  Reino  estás. 
¿Yo?  ¿Por  dónde  o  cómo? 

Advierta 

Xicandro  (i),  famoso  rey 
de  cuantas  provincias  baña 
por  siete  bocas  del  Xilo, 
desde  Roseta  a  Damiata 
y  del  Cairo  a  Alejandría, 
en  su  verde  edad  pasada 
quiso  con  notable  amor 
a  una  bellísima  dama 
llamada  Antonia,  a  quien  dieran 
Semíramis  y  Cleopatra, 
como  en  la  rara  hermosura, 
ventaja  en  letras  y  en  armas. 
Destos  amores  naciste. 
Oye,  no  te  alteres,  calla; 
que  el  decirte  esto  Severo  (2) 
no  fué,  Leonardo,  sin  causa. 
Era  yo  solo  el  criado 
de  quien  Xicandro  fiaba 
estos  amores  de  Antonia, 
por  amistad  y  jirivanza  (3). 
Cuando  tres  años  cumplías, 
muere  tu  madre  y  se  casa 
el  Rcv  con  Natalia  bella, 


(1)  Ivn  Hartz.,  «Raiuiro*,  por  el  error  ya  dicho;  pero 
la  Parte  XXV  dice  tambióu  «Nicandro». 

(2)  Jvn  Jlartz.,  «este  secreto»,  «nic  parece  mejor  lec- 
ción. 

(3)  l-'alta  este  verso  en  Hartz. 


ACTO    TERCERO 


399 


del  Rey  de  la  Persia  henuaiia. 

Nace  el  Príncipe,  tu  henuano, 

a  quien  Alejandro  llanian, 

porque  no  menos  fortuna 

de  su  nacimiento  aguardan. 

Este  hijo,  Anaximandro  (i), 

y  por  las  estrellas,  halla 

que  un  león  le  ha  de  dar  nuierte 

si  no  le  esconden  y  guardan 

hasta  que  treinta  años  cumpla. 

Con  esto,  Nicandro  (2)  labra, 

este  fuerte  en  que  le  tiene 

mientras  tantos  años  pasan, 

y  a  ti,  por  una  sospecha, 

criar  en  los  montes  manda, 

sin  que  supieses  quién  eras, 

porque  Leonardo  te  llamas; 

que  dicen  que  puede  ser 

que  los  cielos  te  señalan, 

Leonardo,  por  el  león, 

y  así  el  nombre  le  acobarda, 

que  al  Príncipe  ha  de  matar, 

quitando  con  arrogancia 

el  legítimo  laurel. 

Y  no  le  ha  engañado  el  alma; 

pues  habiendo  yo  criado 

esta  fiera  en  confianza 

del  premio,  porque  le  quise 

defender  que  viese  a  Laura, 

porque  el  Rey  me  había  luandado 

que  la  guardase  Lisarda, 

mi  liija,  su  mano  fiera, 

sin  respeto  de  mis  canas, 

puso  en  mi  rostro,  que  ha  sido 

la  causa,  y  tan  justa  causa, 

de  declararte  quién  eres, 

para  que  en  justa  venganza, 

seas,  Leonardo,  el  león 

del  Príncipe  que  me  agravia, 

y  cumpla  el  cielo  el  decreto 

que  firmaron  cojí  su  estampa 

en  los  estados  del  cielo 

las  deidades  soberanas. 

Serás  Rey  de  Alejandría, 

y  librarás  a  quien  amas 

de  este  tirano  mancebo, 

que  está  cerca  de  forzarla. 


LEO. 


(i)  En  Hartz.  dice:  «Deste  mira  el  nacimiento».  El 
pasaje  de  arriba  quizá  deba  leerse:  «Este  mira  Anaxi- 
mandro». 

(2)  En  Hartz.,  «Ramiro»;  pero  no  en  la  Parte  XXV 
que  le  sirvió  de  texto. 


Si  por  librarla  venías 
a  morir,  mayor  hazaña 
es  matarle   a   él,   pues   quieren 
los  cielos,  que  al  fin  te  llaman 
por  sus  planetas  y  estrellas 
al  Reino,  que  en  confianza 
de  esta  verdad,  solicita 
darte  la  puerta  y  la  espada  (i). 
Mátale  y  reina,  Leonardo, 
pues  tu  padre  te  desama. 
jNIira  que  tu  madre  Antonia 
no  fué  menos  que  Natalia; 
no  goce  a  Laura  Alejandro, 
que  para  empresa  tan  alta 
ya  tus  brazos,  ya  tu  frente 
esperan  laurel  y  Laura. 

Con  notable  admiración, 
y  atentamente,  escuché. 
Severo,  lo  que  ya  sé 
de  tii  extraña  relación; 
dices  que  soy  el  león 
que  determina  la  suerte 
que  dé  a  Alejandro  la  muerte, 
porque  me  llamo  Leonardo 
pues  laurel  y  I,aura  aguardo. 
¿No  es  así? 

Sí,  hijo. 

Advierte. 

Haz  cuenta  que  como  es  uno 
Dios,  cien  mil  mundos  crió, 
y  que  pudiera  ser  yo 
su  rey,  sin  faltar  ninguno; 
y  que  el  amor  importuno 
de  Laura,  me  da  más  penas 
que  hay  en  los  montes  arenas; 
y  que  por  Laura  y  laurel 
me  dan  lazo  de  un  cordel 
y  reino  de  dos  almenas; 

que  Lai;ra,  laurel  y  nuierte 
no  me  darán  ocasión 
a  ser  Leonardo  el  león, 
aunque  el  cielo  lo  concierte; 
porque  si  el  sabio,  el  que  es  fuerte 
es  señor  de  las  estrellas, 
aunque  me  lo  manden  ellas 
puedo  yo  con  mi  albedrío 
gozar  de  mi  señorío 
y  dejar  de  obedecellas. 

Por  lo  que  tienen  poder 
es  por  la  flaqueza  humana, 
que  hace  resistencia  llana 


Sev. 
Leo. 


(i)     En  Hartz.  faltau  los  ocho  anteriores  versos. 


400 


LO    QUE    HA    DE    SER 


a  lo  que  quieren  hacer. 
Yo  no  tengo  de  poner 
mano  en  mi  sangre,  Severo: 
morir  a  las  suyas  quiero; 
busque  el  cielo  otro  león, 
si  es  que  importa  a  su  opinión 
salir  con  tan  mal  agüero  (i). 

Goce  a  Laura,  aunque  la  adoro, 
y  goce  el  Reino  mi  hermano, 
y  perdone  el  sol'crano 
cielo,  el  perderle  el  decoro. 
Si  lui  león  que  ser  yo  ignoro 
le  ha  de  matar  ese  nombre 
razón  será  que  me  asombre, 
pues  haciendo  crueldad  tal 
venga  a  quedar  animal 
si  nací  para  ser  hombre. 

Lo  que  ti'i  puedes  hacer, 
guardándote  yo  el  secretq, 
lo  que  a  los  cielos  prometo, 
es  dejarme  a  Laura  ver; 
porque  si  lo  que  ha  de  ser 
es  fuerza,  ¿qué  te  fastidia? 
Mil  fieras  tiene  Numidia  (2), 
no  temas  que  en  la  ocasión 
al  cielo  falte  un  león 
y  al  poderoso  una  envidia. 

Sev.  ¿Quiéresme  dar  dos  mil  veces 

los  brazos? 

Leo.  ¿Pues  no?,  Severo. 

Cjmo  mi  padre  te  quiero. 

Sev.  Ser  rey  del  mundo  mereces, 

y  de  tu  virtud  me  ofreces 
grande  indicio;  no  me  deja 
lo  que  me  niegas,  con  queja. 
Que  no  hacer  el  mal  también 
aun  suele  parecer  bien 
al  mismo  que  le  aconseja. 
Kl  cielo  te  ha  de  pagar; 
no  ha  de  olvidarse  de  ti, 
porque  en  lo  que  has  dicho  aquí, 
tu  virtud  le  ha  de  obligar; 
de  nuevo  te  he  de  abrazar. 
Ven  conmigo,  que  en  efe  te, 
ver  a  Laura  te  prometo; 
pi*ro  a  callar  obligado. 

lA'f).  Hombre  que  mi  reino  ha  dejado, 

sabrá  callar  un  secreto. 

(l'ame  y  %alcn  el  I'kíncipk  y  Calandra.) 

(i)     Falta  en  Il.irtz.  cuta  décima. 
Í2)     Asi  en  Ilartz.  Kl  texto  c|uc  wkujiuos  decía,  sin 
duda  jKjr  errata:  «Mil  fieron  tienen  envidia». 


AI.EJ. 


Cas. 

Alej. 
Cas. 
Alej. 
Cas. 

Al.EJ. 
Cas. 
Alej. 
Cas. 


Alej. 


Cas. 


Alej. 

Cas. 

Alej. 

Cas. 

Alej. 

Cas. 


Ya  es,  Laura,  mucho  desdén; 
ya  se  corre  mi  valor. 
¿Es  mejor  el  labrador 
riistico  que  quieres  bien? 

Mira,  Laura,  que  me  das 
ocasión  de  aborrecerte. 
Tendréla  yo  de  quererte, 
por  que  me  aborrezcas  más. 

Eso  es  locura. 

Es  valor. 
¿Til,  valor? 

¿No  puede  .ser? 
El  de  mujer. 

Y  mujer... 
Que  tiene  a  un  villano  amor. 

Quedo,  Alejandro,  que  yo 
no  soy  más  de  agradecida; 
si  de  él  he  sido  querida, 
fué  ocasión,  defecto  no. 

Demás  que  en  ese  villano 
hay  partes  para  querer 
cualquier  principal  mujer. 
No  estoy  yo  corrido  en  vano. 

¡Vive  Júpiter,  que  veo 
que  tu  necia  resistencia 
ha  de  llegar  a  violencia 
de  mi  amoroso  deseo! 

Tente,  tente;  que  en  llegando 
a  no  haber  otro  remedio, 
te  pondrá  un  mar  de  por  medio, 
porque  ya  me  vas  cansando. 

¿Pues  qué  misterio  hay  en   ti? 
que  han  de  ser  las  causas  muchas 
Tú  lo  sabrás,  si  me  escuchas. 
Ya  te  escucho. 

Advierte. 

Di. 

Yo,  generoso  africano, 
en  los  confines  de  luiropa 
soy  hija  del  Rey  de  Atenas, 
que  no  humilde  labradora. 
Mi  propio  nombre  es  Casaudra, 
que  las  desdichas  me  nombran 
Laura,  ainuiue  nunca  he  podido 
salir  de  ellas  victoriosa. 
Quiso  mi  padre  casarme; 
concertáronse  las  bodas 
con  el  Príncipe  Sekuco 
hijo  del  Rey  de  Autio{|uía. 
Labróse  luia  fuerte  nave, 
<|ue  de  la  popa  a  la  j)roa, 
cuando  era  gigante  el  mar, 
le  pudo  servir  de  joya. 


ACTO  TERCERO 


401 


Adornaban  sus  entenas 

flámulas  y  banderolas, 

con  que  fué  en  el  mar  jardín 

de  varias  flores  y  rosas  (i). 

Del  archipiélago  bravo 

mansas  estaban  las  olas 

cuando  me  embarcó  mi  padre, 

con  lágrimas  amorosas. 

Acompáñanme  sus  grandes 

y  algimas  nobles  señoras 

y  el  Embajador,  a  quieu 

el  mar  la  embajada  acorta. 

Damos  al  viento  las  velas; 
él  brama,  y  las  pardas  olas 
a  cuya  violencia  ayudan 
las  trompetas  sonorosas; 
los  estandartes  parecen 
pintadas  sierpes,  que  enroscan 
los  jaspes  del  blanco  lienzo 
sobre  campaña  arenosa  (2). 
Dejamos  atrás  las  islas 
que  el  archipiélago  adornan; 
tanto,  que  en  lejos  parecen 
que  todas  son  una  sola  (3). 
Pero  a  la  vista  de  Candia, 
el  viento  que  estaba  en  popa 
por  proa  embiste  a  la  nave 
con  tempestad  espantosa. 
El  sol  se  esconde,  las  nubes 
se  enlutan  en  negras  tocas, 
los  elementos  se  alteran 
con  batalla  muy  furiosa. 
No  hay  premática  del  cielo 
que  no  la  quiebren  y  rompan; 
parece  que  por  los  campos 
corren  caballos  en  tropa. 
Y  quedando,  pasan  juntos, 
tiran  encendidas  bombas; 
a  ser  sus  techos  de  tablas, 
juzgaras  que  unas  con  otras 
se  quebraban  y  rompían, 
cayendo  en  la  tierra  todas  (4) . 
Ira  confusión  va  creciendo; 
auméntase  la  congoja. 
Dan  voces;  tal  vez  «amaina» 
y  tal  vez  «vira  la  borda.» 
Cuáles  gritan  «¡a  babor!», 
cuál  «¡a  estribor!»;   cuáles  toman 


(I) 
(2) 
(3) 
(4) 

XII 


Faltan  en  Hartz.  estos  cuatro  versos. 

También  faltan  estos  cuatro. 

En  Hartz.,  «sombra». 

Faltan  en  Hartz.  los  diez  versos  anteriores. 


por  aligerar  la  nave, 
y  cuanto  encuentran  arrojan  (i). 
Yo,  triste,  estaba  aprendiendo 
estos  nombres  a  mi  costa, 
lengua  del  mar  que  se  estudia 
cuando  todo  es  Babilonia. 
A  este  tiempo,  las  deidades, 
a  nuestras  lágrimas  sordas, 
más  fuerza  al  ábrego  envían, 
más  licencia  al  fiero  bóreas. 
Todas  las  furias  restallan 
banderas  blancas  y  rojas; 
sembradas  al  mar,  parecen 
lo  que  en  el  trigo  amapolas  (2) . 
Rómpese  el  árbol  mayor, 
y  a  tres  o  cuatro  personas 
quita  el  temor  de  aguardar 
a  que  la  nave  se  rompa. 
Entonces,  ya  sin  consejo, 
una  pobre  barca  abordan, 
que  iba  de  la  nave  asida 
con  un  pedazo  de  escota. 
Métenme  en  ella,  bajando 
por  una  embreada  soga; 
sobre  quién  ha  de  ir  conmigo 
los  más  nobles  se  alborotan; 
llegan  en  fin  a  las  manos; 
de  ellos  en  el  mar  se  arrojan; 
de  ellos  en  los  bordes  muertos 
beben  las  saladas  olas. 
Impele  la  barca  el  mar; 
las  estrellas  y  las  ondas 
entran  juntas  en  consejo 
de  mi  muerte  lastimosa. 
Si  hubiera  sol,  me  parece, 
tal  fué  la  distancia  corta, 
que  le  tocaran  mis  manos 
en  su  esfera  luminosa  (3). 
Aquel  viento  que  se  engenara 
del  ártico  polo,  escombra 
entonces  con  tal  furor 
las  montañas  espumosas, 
y  alzando  una  sierra  de  agua, 
da  con  las  tablas  ya  rotas 
en  vuestra  playa  y  carrera 
donde  me  arroja  furiosa  (4), 


(i)  Faltan  en  Hartz.  los  cuatro  versos  anteriores. 

(2)  Faltan  en  el  mismo  estos  otros  cuatro. 

(3)  Faltan  en  Hartz.  Estos  cuatro  versos. 

(4)  En  Hartz.  dicen  estos  dos  versos: 


«en  una  playa  y  la  arena 
me  sepulta  en  algas  toda». 


26 


402 


LO    QUE    HA    DE    SER 


Alej. 


Teo. 
Alej. 

Teo. 
Alej. 


cuando  lyeonaido.  el  villano 
que  dices,  desde  las  rocas 
de  este  mar  de  Alejandría 
dio  mejor  fin  a  mi  historia 
que  Octavio  (i)  a  la  de  Pompe  yo, 
pues  llegando,  desemboza 
la  barca  de  olas  y  espumas 
y  hace  que  en  sus  brazos  ix;nga 
más  agua  que  cuerpo  y  vida, 
donde  mi  esperanza  cobra 
la  que  no  pensé  tener; 
y  así  los  ciclos  revocan 
tal  vez  primera  sentencia 
en  revistas  más  piadosas. 
Dióme  su  casa  }•  su  pecho; 
Laura  rae  nombra  y  me  adora; 
esta  obligación  le  debo. 
Mira  si  son  estas  obras 
dignas  de  agradecimiento. 
Esto  soy;  tú  piensa  ahora 
lo  que  S03';  que  cuando  a  mí, 
yo  pienso  guardar  mi  honra. 
(\'asc.) 

De  tiu-bado  y  admirado, 
aun  no  supe  detenella. 
(^Qne  tú  eres,  Casandra  bella. 
Reina?  ¡  Ah,  qué  bien  lo  has  mostrado 
en  el  valor  y  cuidado 
de  tu  defensa!  ¿Qué  espero? 
Decir  a  mi  padre  quiero 
la  ventura  que  ha  tenido, 
pues  un  ángel  ha  venido 
contra  un  animal  tan  fiero. 

Ya  no  hay  que  temei  león; 
ya  se  han  cumplido  los  años. 
¿Teodoro? 

(SnU  Teodoro.) 

Señor. 

¡Qué  engaños 
hace  la  imaginación! 
Mas  no,  que  verdades  son. 
¿De  qué  súbita  alegiía 
estás  de  esta  suerte? 

El  día 
qtie  vi  de  Laura  los  ojos 
cesaron  cuantos  enojos 
de  mi  fortuna  temía. 

Hazme  luego  retratar. 
IJama,  Teodoro,  al  j)intor. 


(i)     A»í  enmendó,  con  adcrlr»,  Harl/.,  jdRs  los  tex- 
to*  todo»  dicen  «Codro». 


que  ya,  con  blasón  mayor, 
del  león  nie  ha  de  vengar. 
Con  un  pie  me  ha  de  pintar 
sobre  el  león  ya  vencido, 
después  que  Laura  ha  venido; 
y  que,  la  mano  en  la  daga, 
quiero  abrir  sangrienta  llaga 
en  el  animal  tendido. 

Parte,  y  que  venga  le  di, 
mientras  a  mi  padre  digo 
que  el  Rey  de  Atenas,  su  amigo, 
a  Casandra  tiene  aqm'; 
Laura  es  su  hija,  y  de  mí 
será  tan  presto  mujer 
cuanto  el  Rey  lo  ha  de  saber 

Teo.  ¿Laura  es  Infanta  de  Atenas? 

Alej.  El  cielo,  entre  tantas  penas 

tanto  bien  me  quiere  hacer. 

Vamos,  porque  parta  algimo 
a  Grecia,  y  lleve  la  nueva 
que  ya  la  fama  la  lleva 
por  los  campos  de  Neptvmo. 

Teo.  Xo  hay  en  el  Reino  ninguno 

como  Celio. 

Alej.  Ceho  vaj-a; 

y  cuando  vuelva  a  esta  playa, 
lo  que  ha  de  ser  habrá  sido, 
y  el  pronóstico  cumplido 
que  tanto  el  Roinc  desmaya. 

(Vansc  y  salen  Casandra,  Cintia,  Perol  y  Leonardo.) 

Leo.  Toda  la  gloria  de  verte 

me  has  templado  con  oírte. 
Mil  cosas  pensé  decirte, 
y  ya  no  más  de  mi  muerte; 

que  si  le  has  dicho,  señora, 
que  eras  Infanta  de  Atenas, 
ha?  dado  fin  a  sus  penas, 
porque  Alejandro  te  adora 

y  se  ha  de  casar  contigo. 
Cas.  Mientras  avisan  al  Rey, 

como  es  de  los  tiempos  ley, 
se  tratará  cuanto  digo. 

Xo  bastan  humanos  medios 
a  grandes  resoluciones, 
porque  fuertes  ocasiones 
tienen  fuertes  los  remedios. 

Y  yo  no  puedo  excusar 
de  hacer  defensa  a  mi  honor 
con  decirle  mi  valor. 
Leo.  Bien  te  pudiera  culpar, 

si  un  secreto  te  dijera; 
pero  la  palabra  he  dado. 


ACTO  TERCERO 


403 


Cas. 


Leo. 


Cas. 
Per. 


ClN. 

Per. 


ClN. 

Per. 


ClN. 

Per. 


Leonardo:  tii,  rej'  de  un  prado 
y  señor  de  una  ribera, 

¿cómo  puedes  igualar 
a  quien  como  yo  nació? 
Es  imposible  que  yo 
a  más  me  pueda  obligar 

que  a  tenerte  grande  amor. 
Yo  conozco  mi  bajeza, 
y  que  entre  tanta  grandeza 
soy  un  pobre  labrador. 

Soy  un  átomo  en  los  rayos 
del  sol,  ya  con  tanto  mal 
como  a  quien  está  mortal 
le  dan  el  amor  desmayos  (i). 
Pienso  que  saldré  de  aquí 
segim  me  ha  dicho  Severo; 
volverme  a  mi  monte  qviiero, 
y  morir  como  nací. 
Sólo  te  ruego... 

Habla  quedo. 
¡Ay,  Cintia!:  ¿tú  qué  serás? 
Porque  ya  tan  grande  estás, 
que  tengo  a  tus  ojos  miedo. 
¿De  dónde  serás  Infanta? 
¿En  qué  nave  habrás  venido? 
Yo,  Perol,  soy  lo  que  he  sido. 
¿La  Corte  no  te  levanta 

el  pensamiento  siquiera 
a  decir  una  mentira? 
El  ser  quien  soy  me  retira; 
es  teda  vana  quimera. 

Toma  ejemplo  del  papel, 
que  se  hace  de  trapos  viejos 
y  sixbe  hasta  los  Consejos 
y  a  que  escriba  el  Rey  en  él. 

¿Quién  hay  que  aliento  no  cobre 
viendo  el  papel,  que  ha  subido 
a  escribirle  el  Rey,  que  ha  sido 
una  camisa  de  un  pobre? 
Sí,  pero  siempre  verás 
que  le  queda  el  mal  olor. 
Tú  tienes  poco  valor, 
ya  que  en  la  ocasión  estás; 

y  del  papel  no  te  espantes, 
que  le  queda  a  toda  ley 
de  estar  en  manos  del  Rey 
el  buen  olor  de  los  guantes. 

Corto  intento  (2)  y  gran  desmayo 
tiene  Cintia  en  su  valor, 


ClN. 


Per. 


ClN. 


Per. 


(i)     Faltan  en  Hartz.  los  cuatro  versos  anteriores.  El 
último  está  alterado. 

(2)     En  Hartz.,  «ingenio». 


ClN. 
PER. 


SEV. 


Leo. 


quién  llega  hasta  el  resplandor 
del  sol  sin  quitarle  el  (i)  rayo 

Pero  ya  que  tienes  ema, 
Reina  y  señora  de  Atenas, 
que  te  dará  más  cadenas 
que  tiene  lenguas  la  fama, 

bien  me  puedes,  Cintia,  dar 
la  que  el  Príncipe  te  dio. 
¿Pues  qué  soy  ahora  yo, 
o  en  qué  me  puedo  fiar? 

No  eras  más  necio,  Perol; 
para  pescar  la  cadena, 
te  dan  los  ejemplos  pena 
de  llegar  al  Rey  y  al  sol. 
Malicias;  yo  no  lo  digo 
más  de  por  qué  lo  has  de  ser, 
si  es  Laura  del  Rey  mujer. 
¡Av,  cómo  te  entiendo  amigo! 

¿No  te  dije  el  otro  día 
que  los  hombres  han  de  dar 
y  las  mujeres  tomar? 
Un  hombre  dicen  que  había 

que  en  las  pendencias  tiraba 
un  pomo  atado  a  un  cordel, 
y  luego,  tirando  de  él, 
con  el  pomo  se  quedaba. 

¡Ah,  si  diésemos  así; 
qué  linda  cosa  que  fuera 
y  que  cuanto  un  hombre  os  diera 
luego  lo  volviera  a  sí! 

De  este  dar  quedara  el  brazo 
sabroso. 

¡Qué  lindo  dar! 
Aqueste  modo  de  dar 
se  había  de  llamar  pomazo. 

(Sale  Severo.) 
Leonardo,  escóndete  preste, 
que  viene  el  Príncipe. 

¡Ay,  cielos, 

qué  presto  vienen  los  celo'í!; 
no  viene  el  amor  tan  presto. 

Libre  me  quisiera  hallar, 
o  muerto,  pues  he  llegado 
a  tiempo,  que  en  tal  estado 
no  hay  que  temer  ni  esperar. 

Qué  esperar,  puts  ya  no  hay  dicha 
adonde  sin  Laura  quedo, 
ni  qué  temer,  pues  no  puedo 
venir  a  mayor  desdicha?  (2) 


(i)     En  Hartz.,  «hurtalle  un». 

(2)     Faltan  en  Hartz.  estos  cuatro  versos. 


404 


LO    QUE    HA    DE    SER 


¿Xo  dijiste  que  tendría 

libertad? 
Sev.  Si  quieres  irte, 

puedes. 
Leo.  ¿Qué  podré  decirte, 

¡oh,  Laura!;  eu  tan  triste  día? 
Al  monte  \'uelvo  a  morir; 

ten  lástima  de  mía  vida 

de  quien  eres  homicida. 
Cas.  Xo  sé  qué  pueda  decir 

entre  tantas  confusiones. 
Leo.  ¿Podré,  Laura,  merecer 

morir  por  ti? 
Cas.  ¿Qué  he  de  hacer? 

Sev.  l/conardo,  menos  razones; 

vete  no  te  hallen  aquí. 
Leo  Al  fin  ya  no  te  verán 

mis  tristes  ojos. 
Cas.  Sí  harán. 

Leo.  Laura,  acuérdate  de  mí. 

Cas.  Lágrimas  miro,  y  no  digo 

a  voces  que  loca  estoy. 

¿Qué  he  de  hacer  si  soy  quien  so}' 

fVanse  y  salen  el  Príncipe  y  .\lb.\no.) 

Ale.  Entra,  pues  eres  testigo. 

Di  a  Casandra  lo  que  pasa; 
di  lo  que  el  Rey  respondió. 
Alb.  ¿Tengo  de  abonarte  yo? 

Alej.  Ya,  Casandra,  el  Rey  me  casa. 

Mi  esposa  quiere  que  seas; 
ya  despacha  embajadores 
a  Atenas  y  tus  rigores 
cesarán  cuando  te  veas 
señora  de  Alejandría. 
Tú  el  fin  de  su  dicha  apruebas, 
llegándoles  tales  nuevas 
juntas  en  un  mismo  día. 
El  ser  tú,  no  I.,aura  ya 
sino  Casandra,  y  ser  yo 
quien  de  su  miedo  llegó 
al  fin  que  tan  cerca  está  ( i), 

iJe  suerte  fjue  me  ha  contado 
que  mañana  se  ha  cumplido 
el  término  definido 
del  pronóstico  pasado. 

No  falta  más  de  mañana 
en  que  serás  mi  nmjer, 
y  en  que  dejaré  de  ser 
mártir  de  esta  ciencia  humana 

de  la  voluntad  divina 
y  celestial  influencia, 


Cas. 


Alej. 


Cas. 

Alej. 
Alb. 


Alej. 
Alb. 


^LEJ. 


que  me  ha  costado  paciencia 
de  sólo  un  Príncipe  dina. 

Tantos  años  de  prisión 
bien  pudieron  merecer 
que  fueses  tú  mi  mujer 
con  tanta  satisfacción 

del  Rey  y  el  reinó...  ¿Q.ié  tienes? 
¿X'o  respondes? 

X'o  te  espantes 
que  entre  males  semejantes 
me  espanten  también  los  bienes. 

Que  en  mi  fortuna  mortal, 
estoy  de  suerte  también 
que  me  espanta  más  el  bien 
porqu*^  trato  más  el  mal. 

Tiene  el  trato  fuerzas  tales, 
después  de  bienes  pasados, 
que  aun  hace  a  los  desdichados 
que  se  hallen  bien  con  los  males  (i). 

Déjame  entrar  a  escribir 
al  Rej-,  que  no  es  bien  que  parta 
sin  carta  mía. 

Eu  tu  carta 
puedes,  Casandra,  decir 

lo  que  sientes  de  mi  amor. 
Oblígame  en  alabarme. 
A  mí  me  está  bien  honrarme 
de  im  hombre  de  tu  valor. 

¿Qué  sientes  de  esto? 

Que  está 
dudosa  de  que  la  ensalces 
a  tan  alta  monarquía. 
Si  la  tuviera  por  grande, 
¿mostrara  menos  contento?  (2) 
Los  entendimientos  graves 
en  las  prósperas  fortunas 
más  humildes  muestras  hacen    . 
cuando  coge  \m  gran  contente 
de  improviso,  suele  darles 
suspensión  a  los  sentidos. 
Bien  dices;  quiero  alegrarme. 
Hoy  haré  a  todos  mercedes, 
pues  comienza  a  publicar.se 
mi  libertad,  y  tan  cierta, 
que  sólo  puede  faltarme 
lo  que  el  sol  desde  que  salga 
por  sus  puertas  orientales, 
hasta  que  dorarla  vuelva 
del  polo  antartico  tarde. 


\ 


(i)     I'alUm  en  Hartz.  estos  cuatro  vctihís. 


(i)     Faltan  en  Hartz.  estos  cuatro  versos. 
(2)     En    Hartz.    este   verso   dice:    ♦mostrárame   más 
contento». 


i 


ACTO  TERCERO 


405 


Alb. 


¡Ay,  cielos,  que  veré  libre 
las  populosas  ciudades, 
ejércitos  numerosos, 
plazas,  templo,  casas,  calles. 
Tratos,  tiendas,  bosques,  selvas, 
montes,  ríos,  fuentes,  mares! 
¡Qué  notable  dicha! 

Mira 
que  el  placer  puede  obligarte, 
como  el  pesar,  si  te  dejas 
consumir  de  imaginarle; 
divierte  ese  pensamiento.    • 
Celio  viene.  ¿Qué  me  traes? 


AI.EJ. 

(Sale  Celio,  criado,  con  dos  dagas   en   una  fuente,   y 
Severo.) 


vSev.  Aquellas  dagas,  señor, 

de  la  hechura  que  mandaste. 

Ai.Ej.  Muestra.  Qué  buena  que  es  ésta, 

y  es  la  cuchilla  notable;  ^ 
ésta  es  mejor  guarnición,  -f 
y  ésta,  por  Dios,  que  desarme 
a  la  más  fuerte  defensa  (2) . 

(Sale  el  Pintor  con  un  retrato.) 


PiXT. 

Sólo  deseo  agradarte. 

Alej. 

Poned  en  ese  bufete 

las  dagas. 

PlNT. 

Quisiera  hallarme 

con  el  ingenio  de  Ceuxis, 

con  el  pincel  de  Timantes, 

0,  pues  eres  Alejandro, 

y  Alejandro  retratarse 

dejaba  sólo  de  Apeles, 

que  yo  supiera  imitarle. 

Alej. 

Poned  en  alto  el  retrato. 

Alb. 

Aquí  no  hay  con  qué  se  alce. 

Alej. 

Encima  de  ese  bufete 

bastará  que  se  levante. 

Alb. 

¿Está  bien  así? 

Alej. 

Muy  bien. 

PlNT. 

La  geometría  y  sus  partes 

guardan  proporción  debida. 

Alb. 

¡Qué  bien  el  efecto  hace 

de  querer  sacar  la  daga! 

Alej. 

¿Que  éste  había  de  matarme? 

¿Desta  suerte  es  un  león? 

(i)     Hartz.  intercala  después  de  este  verso  los  si. 
guientes: 

«Albano.        Elpenor  viene  a  mostrarte 

el  retrato  que  te  ha  hecho. 
Alej.  No  hay  hombre  que  me  retrate 

con  más  gracia  que  Elpenor.» 


Cel. 
Alej. 


Alb. 
Alej. 


Alb. 

PiXT. 


Rey. 
Alej. 

Rey. 
Alej. 


Rey. 

Alb. 
Alej. 

Rey. 


Por  eso  a  tus  plantas  yace, 
y  triunfas  del  este  día  (i). 
¡Vive  el  cielo,  que  he  de  darle 
una  puñada,  de  enojo, 
aunque  el  retrato  se  rasgue.! 
¡Ay.  ay! 

¿Qué  ha  sido? 

¡Ay   de   mí!; 
que  éste  había  de  matarme; 
de  esta  suerte  es  un  león! 
¡Y  tiene  llena  de  sangre 
toda  la  mano! 

Las  dagas 
que  estaban  de  esa  otra  parte 
le  hirieron  al  dar  el  golpe. 

(Sale  el  Rey.) 

¿Qué  voces  son  éstas? 

Dadme, 
dadme  algún  remedio  presto. 
¿Quién  te  ha  herido? 

¡Qué  señales 
tan  tristes  de  tus  temores! 
Hice  al  pintor  (2)  retratarme 
con  un  león  a  los  pies, 
y  enojado  de  mirarle, 
dile  en  la  pintada  boca 
un  golpe,  caso  notable, 
que  en  las  dagas  que  detrás 
estaban,  sin  acordarme, 
mano  y  brazo  me  he  pasado. 
¡Oh,  estrellas  inexorables! 
Llevadle  luego  de  aquí. 
Ven,  señor,  no  te  desangres. 
Temo  que  el  león  me  ha  muerto. 

(Llévanle.) 

¡Cielos,  qué  sucesos  tales! 
¡Ay,  Albano,  que  ahora  veo 
que  nuestras  fuerzas  notables 
no  impiden  lo  que  ha  de  ser, 
que  es  el  cielo  investigable!  (3) 


(i)     Faltan  en  el  texto  que  seguimos  estos  versos; 
pero  constan  en  la  Parte  XXV  y,  por  tanto,  en  Hartz. 

(2)  En  Hartz.,  «Elpenor». 

(3)  Faltan  en  Hartz.  estos  cuatro  versos;  pero  en 
su  lugar  hay  este  pasaje: 


«Rey. 


Cel. 


¡Dioses!  En  sucesos  tales 
conozca  el  mundo  su  engaño, 
y  que  han  de  ser  inviolables 
vuestras  leyes  y  secretos. 
No  será  tanta  tu  herida, 
ni  querrá  el  cielo  (juitarte 


406 


LO   QUE    HA    DE    SER 


Mucho  temo,  y  con  razón, 
que  aquesa  herida  lo  mate. 
Siempre  fué  lo  que  ha  de  ser, 
por  más  que  el  hombre  se  guarde- 

(Vase  y  sale  Leonardo  y  Xise.) 

Nis.  Sin  duda  te  has  \-uelto  loco 

de  amores  de  Laura  ya; 
que  como  en  la  corte  está 
tienes  el  aldea  en  poco. 

¿Tú  vestido  cortesano? 
¿Tú  espada?  ¿Qué  frenesí 
te  ha  dado? 
LEO.  ¡Ay,  Xise!  ¡ay  de  mí! 

XiSH.  Como  naciste  villano 

y  aires  de  señor  te  dieion 
con  aquel  tan  necio  amor, 
perdiste  el  ser  labrador, 
como  tus  padres  lo  fueron . 
Y  arrogante  de  tu  trío 
y  no  mal  entendimiento, 
soñaste  algi'm  casamiento, 
que  es  el  mayor  desvarío  (i). 

Deja  la  espada,  Leonardo. 
Vuelve,  ^'uelve  al  azadón. 
I<EO.  De  mi  pena  y  confusión 

sólo  este  remedio  aguardo. 

Yo  me  voy,  Xise,  a  embarcar; 
la  caiisa  yo  me  la  sé, 
que  no  es  posible  que  esté 
más  tiempo  en  este  lugar. 

Yo  sé  que  con  esto  pruebo, 
puesto  que  tú  no  lo  ignores, 
que  deben  de  ser  mayores 
que  lo  que  te  quiero  y  debo; 

Soy  otro  ser  del  que  fui, 
y  como  no  puedo  ser 


con  un  animal  pintado 
la  prenda  (|uc  tanto  vale. 
Rr.v.  ¡.\y,  Celio!,  que  agora  veo 

que  nuestras  fuerzas  mortales 
no  impiden  lo  que  ha  de  ser. 
¿Quiín  dijera  <|ue  una  imagen, 
un  retrato  de  un  león, 
siendo  mañana  en  la  tarde 
cumplido  el  jircciso  tienijio 
en  que  hatjfa  «le  matarle 
hoy  fuese  causa,  (|ucricndo 
cLtrlc  un  golpe,  iiue  le  ]>a^Q 
la  mano,  sin  mano  un  hierro 
que  CHtabn  de  la  otra  parte?» 

I)     I-nltan  c5lo<»  cuatro  ver*os  en  el  texto  (pie  »e- 
fiilmo»,  |>crf)  constan  en  la  l'arte  XX\'. 


Xise. 
Leo. 


Xise. 
Leo. 


X'ISE. 

Leo. 
Xise. 


Per. 
Leo. 
Per. 


Leo. 
Per. 

Leo. 

Per. 
Leo. 
Per. 
Leo. 


Per. 


como  soy,  voime  a  tener 
aquel  ser  lejos  de  aquí  (i) 

p>orque  ¿de  qué  me  sirviera 
no  poder  ser  lo  que  soy, 
y  pues  no  soy  donde  estoy, 
loco,  siendo  quien  soy,  fuera? 

¿Hay  lástima  más  extraña? 
Tvoco  estás,  ¡pobre  de  ti! 
Como  no  sabes  quién  fui, 
no  saber  quién  soy  te  engaña. 

Ya  Laura  será  mujer 
del  Príncipe. 

¿De  qué  modo? 
Porque  se  ha  sabido  todo 
y  Laura  puede  querer. 

Quédate,  X'ise,  con  Dios. 
¿Ks  posible  que  te  vas? 
Xo  puedo  más. 

¿Que  jamás 
nos  hemos  de  ver  los  dos? 

(Sale  Perol.) 

Sin  aliento  vengo  a  hablarte. 
¿De  qué  vienes  sin  aliento? 
Fui  al  puerto  y  hallé  que  ya 
Teodoro  estaba  en  el  puesto 
para  embarcarse  a  ISIodón, 
cuando  mil  hombres  corriendo 
que  se  detenga  le  dicen, 
porque  es  Alejandro  mutito. 
¿Qué  Alejandro? 

¿Qué  Alejandro? 
¡El  Príncipe! 

¡Santo  cielo! 
¿Y  quién  le  mató? 

Un  león . 
¿Tís  tiempo  de  burlas,  necio? 
¿Xo  lo  crees? 

Xo  lo  creo; 
que  no  era  posible  entrar 
un  león  en  su  aposento, 
ainique  lloviesen  leones. 
Pintado  estaba  en  un  lienzo 
a  los  pies  de  su  retrato. 
Dióle  im  golpe  tan  soberbio, 
(jue  en  una  daga  que  había 
detrás  ((jué  extraño  suceso) 
.se  pasó  la  mano  y  brazo, 


(i)  Estos  cuatro  versos  no  constan  en  el  texto  que 
seguímos,  sino  en  la  Parte  XX\';  pero  ])areccn  nece- 
sarios, lin  cambio,  en  ésta  no  hay  los  otros  cuatro  que 
les  anteceden. 


ACTO    TERCERO 


407 


y  sin  Imniano  remedio 

sin  poderle  restañar 

la  sangre,  dicen  qne  ha  muerto. 

Leo.  Si  no  te  burlas,  es  cosa 

la  más  rara;  es  el  más  nuevo 
caso  que  se  oyó  en  el  mundo. 

Per.  Las  desdichas  suelen  luego 

hallar  crédito;  las  dichas; 
tienen  dudoso  a  su  dueño. 
Pero  porque  sin  pensión 
nunca  las  dichas  vinieron; 
cuando  tratando  Alejandro 
con  Casandra  el  casamiento, 
como  no  era  de  su  gusto, 
dicen  que  con  Cintia  huyendo 
salió  del  fuerte  una  noche, 
cosa  que  en  cuidado  ha  puesto 
al  Rey  y  a  toda  la  corte. 

Leo.  Dame,  Perol,  dame  presto 

mi  gabán  de  labrador, 
que  a  ser  lo  que  fui  me  vuelvo. 
Desnúdate  de  soldado. 

Per.  ¿a  qué  efecto? 

Leo.  a  que  no  quiero 

que  piense  el  Rey  cierta  cosa 
que  dirá  el  tiempo  a  su  tiempo. 

Per,  Vístete,  que  tú  te  entiendes. 

(Dale  el  gabán  y  sale  Severo.) 

SEV.  Si  no  se  ha  embarcado,  pienso 

que  le  hallaré  en  este  monte. 

Leo.  Perol,  ¿no  es  éste  Severo? 

¿Dónde  vas.  Severo  amigo? 

(Aparte.) 
Alguna  traición  sospecho. 

Severo. 

¡Oh,  gallardo  mancebo:  hoy  es  el  día 
que  se  ha  de  ver  tu  corazón  valiente! 
La  verdad  alcanzó  la  astrología: 
murió  Alejandro  miserablemente. 
Casandra,  huyendo  al  mar,  que  pretendía 
embarcarse  a  Modón  secretamente, 
de  la  gente  del  Rey  que  la  buscaba 
fué  presa  cuando  ya  en  la  orilla  estaba. 

A  la  corte  la  vuelve,  donde  quiere 
casarse  el  Rey  con  ella,  en  tales  años. 
Si  tu  Casandra  por  aquí  viniere, 
antes  la  lleven  bárbaros  extraños 
que  la  dejes  al  Rey;  porque  no  es  justo 
quitarte  el  reino,  y  con  el  reino  el  gusto. 

Leonardo. 
¿Cómo  casarse  el  Rey  con  prenda  mía? 


El  reino  dele  el  Rey,  si  darle  puede, 
puesto  que  ha  sido  bárbara  porfía 
que  un  hijo  natural  se  desherede. 
Pero  quitarme  a  Laura...  Si  él  envía 
ejército  que  al  mar  arena  excede, 
le  haré  pedazos  yo. 

Severo. 
Detente  un  poco. 

Leonardo. 
Si  son  ellos  aqvií,  verán  un  loco. 


Cas. 


Al,B. 


Cas. 


Cei.. 

Cas. 
Leo. 


CEr<. 

Al<B. 

LEO. 
Cei.. 


(Sale  Casandra  y  los  demás  que  la  traen.) 
¿Ejércitos  para  mí? 
¿Para  mí  soldados  y  armas? 
¿Qué  debo  al  Rey?  ¿Qué  me  quiere? 
Señora,  no  seáis  ingrata, 
que  el  Rey  no  quiere  forzaros. 
Como  sin  hijos  se  halla, 
y  reina  de  Alejandría 
ya  por  Alejandro  os  llama, 
quiere  que  vos  lo  seáis, . 
quedando  con  él  casada, 
y  dar  heredero  al  reino 
con  hijos,  como  pensaba 
con  nietos;  cosa  tan  justa, 
que  a  sus  consejos  agrada, 
y  con  aplauso  común 
su  reina  y  señora  os  llaman. 
Yo  lo  estimo,  caballero; 
pero  tengo  ciertas  causas 
que  agradecerle  me  impiden 
honras  y  mercedes  tantas. 
Yo  no  he  de  pasar  de  aquí; 
esta  aldea  es  ya  mi  casa, 
hasta  que  mi  padre  venga, 
a  quien  he  escrito  una  carta; 
relación  de  mis  fortunas. 
Advertid  que  ya  os  aguarda 
y  a  recibiros  salía. 

Yo  no  he  de  ir.   ¿A  que  te  cansas? 
¡Hola,  criados  del  Rey! 
Dejad  a  Laura  o  Casandra; 
que  tiene  quien  la  defienda 
en  estas  montañas  Laura. 
Este  es  aquel  labrador 
que  hirió  en  el  fuerte  a  las  guardas. 
El  mismo,  pero  ¿qué  importa? 
Casandra  a  la  corte  vaya, 
que  villanos  son  villanos. 
¡Hola,  gente  cortesana! 
¿Sois  sordos?  ¿No  me.  escucháis? 
¿Qué  quieres  que  así  nos  llamas? 


408 


LO    QUE    HA    Dl£    SER 


Leo. 


Cel. 
Leo. 
Cel. 
Leo. 
Per. 

Alb. 
Leo. 


Rey. 
Leo. 


Rey. 
Leo. 


Rey. 
Leo. 


Rey. 
Sev. 


¿He  de  decirlo  otra  vez? 
Dejad  a  Laura,  que  es  Laura 
mi  mujer. 

¡Brava  locura! 
¿Tengo  de  sacar  la  espada? 
Para  morir,  bien  podrás. 
I*ues  ya  voy.  ¡Fuera,  canalla! 
Aquí  está  el  señor  Perol; 
sabes  que  no  mondo  pajas  (i). 
Tantos  a  im  hombre  es  vergüenza. 
Dejad,  infames,  a  Laura. 

(Sale  el  Rey.) 

Extraña  furia  de  loco. 
Detente. 

Xo  me  obligaras 
menos  que  con  lo  que  sabes; 
que  por  quien  eres  no  basta. 
¿Por  qué  matas  estos  hombres? 
Porque  me  llevan  el  alma 
y  dicen  que  es  para  ti; 
cu3'a  condición  tirana 
castigue  el  cielo,  a  quien  pido 
en  mis  agravios  venganza. 
Tienes  hijo  como  yo, 
que  pueda  honrar  a  tu  patria, 
y  buscas  hijo  imposible 
a  tu  salud  y  a  tus  canas. 
¿Sabes  quién  eres? 

Y  sé 
que  le  diste  la  palabra 
a  mi  madre,  con  que  soy 
legítimo,  que  esto  basta. 
¡Severo! 

Señor,  yo  he  sido; 
que  no  es  bien  que  tu  edad  larga 


Rey. 


Sev. 

Leo. 
Cas. 


Per. 
Leo. 


ahora  comience  un  Rey  (i). 

Severo,  en  desdichas  tantas 
quiero  obedecer  al  cielo; 

porque  las  fuerzas  humanas 

en  vano  lo  que  ha  de  ser 

con  flacos  medios  (2)  contrastan. 

¡Alejandría!  Leonardo 

es  mi  hijo,  y  yo  pensaba 

que  era  el  león,  por  el  nombre, 

de  la  celeste  amenaza. 

Y  por  esto  le  crié 

labrador  de  estas  montañas, 

para  no  enojar  al  cielo, 

si  la  vida  le  quitaba. 

El  es  vuestro  Rey. 

Y  el  reino 

por  Rey  y  señor  le  aclama. 

Casandra,  yo  soy  el  Rey. 

Pésame,  porque  pensaba 

obligarte  labrador, 

con  ser  de  Atenas  Infanta. 

Inipido  este  casamiento 

si  con  Cintia  no  me  casan. 

Nise,  Albano  ha  de  ser  tuya; 

iréis  a  la  corte  entrambas, 

donde  título.<:  y  rentas 

darán  honra  a  vuestras  castas  {3). 

Que  lo  que  ha  de  ser,  aquí, 

senado  ilustre,  se  acaba; 

raro  suceso  que  escriben 

las  historias  africanas. 


(I)     Ivslc  verso  dice  en  Hartz.:  -sacude,  que  son  de 
paja». 


(i)     En  Hartz.  dice  este  verso:   ocouiience  agora  a 
ser  Rey». 

(2)  Hartz.,  «miedos»,  por  errata. 

(3)  En  Hartz.,  «casas». 

FIN    DE    LA    comedia   FAMOSA   DE 

LO     QUE     HA     DE     SER 


LOS    LOCOS    DE    VALENCIA 


COMEDIA  FAMOSA 


DE 


LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 

DIRIGIDA  Ah  MAESTRO  SIMÓN  XABELO 


Pregunta  Aristóteles  (doctísimo  maestro)  la  causa 
por  qué  los  hombres  desean  más  parecer  buenos  que 
serlo  y  no  lo  parecer,  y  responde  él  mismo  que  porque: 
«Solus  homo  honoris  est  particeps.»  I<o  que  también  dijo 
en  los  Tópicos;  de  que  nace,  que  cualquiera  lo  apetece; 
pero  la  naturaleza  huye  el  trabajo:  oViríutes  autem  non 
nisi  labore  consequimur.»  Y  a  este  propósito  trae 
Marco  Antonio  Zimara  las  palabras  del  mismo  filósofo 
en  el  primero  de  los  Elenchos,  que  la  naturaleza  de  los 
sofistas  es  de  desear  más  parecer  sabios  que  serlo  y  no 
lo  parecer.  Notablemente  cuadra  con  algunos  arro- 
gantes de  esta  edad  este  problema,  que  con  ingenios 
bárbaros,  cortos  estudios  o  ningunos,  quieren  adquirir 
la  opinión  que  no  merecen,  y  pareciéndoles  que  los 
otros  la  consiguen,  obscurecen  sus  vigilias  con  sus  des- 
precios. ¡Terrible  razón  de  estado  de  la  envidia  pensar 
que  matando  la  opinión  de  los  otros  con  improperios 
suceden  ellos  en  el  mayorazgo  de  la  fama,  que  no  se 
adquiere  con  violencia,  detracción  y  envidia,  sino  con 
méritos,  obras  y  trabajos,  a  quien  llamó  Stobeo  padres 
de  la  buena  fama!  Fué  opinión  de  San  Gregorio,  que 
no  era  perfecto  en  sus  obras  a  quien  contradecía  la 
malicia  de  su  lengua:  <iNec  in  sermone  laudahilis,  qui 
hoc  quod  loquitur,  opere  non  ostendü.»  ¿Mas  quién  per- 
suadirá la  calumnia,  hará  paces  con  la  envidia  y  hu 
millará  la  arrogancia?  Cuando  Platón  dijo  que  el  hom- 
bre recibe  gloria  de  lo  que  sabe,  sintió  la  que  natural- 
mente reconoce  en  sí  y  se  sigue  al  virtuoso  estudio,  y 
ésta  jamás  excedió  las  justas  márgenes  de  la  humildad, 
fundamento  de  la  más  alta  sabiduría.  Ya  V.  m.,  por  lo 
que  ha  vivido  en  España  y  en  su  corte,  habrá  conocido 
y  visto  lo  que  digo,  y  asimismo  en  muchos  sabios  y 
doctos  desear  más  serlo  que  parecerlo,  si  bien  no  huyen- 


do el  premio  a  sus  desvelos,  méritos  y  trabajos;  y  otros 
cuya  ignorancia  le  quiere,  a  pesar  de  la  razón  y  del  co- 
nocimiento ajeno,  por  quien  dijo  el  poeta  toledano: 

«Si  estuvieran  contentos  de  sí  mismos, 
no  murmuraran  del  ingenio  ajeno.» 

Verdaderamente  halló  Diógenes  bien  la  semejanza 
de  estos  hombres  en  las  armas  lustrosas  y  doradas,  pues: 
«Non  similia  sunt  interiora  exterioribus.»  Si  el  ánimo 
es  cobarde  y  la  arrogante  apariencia  cubre  la  interior 
ignorancia,  señor  maestro,  creamos  que  son  locos;  y  a 
este  propósito,  lea  V.  m.  esta  comedia,  que  tiene  el 
mismo  título,  y  sale  a  luz  a  la  sombra  de  su  clarísimo 
nombre,  que  en  tan  tiernos  años  soücita  la  expectación 
de  tan  insignes  frutos.  Mas  no  la  mire  con  los  ojos  del 
arte,  que  a  las  antiguas,  griegas  y  latinas,  terencianas 
o  aristofánicas,  en  cuyas  lenguas  es  tan  docto,  como 
nos  muestran  sus  escritos,  de  quien  fuera  justo  que  yo 
hiciera  aquí  grandes  elogios;  pero  basta  el  de  nuestro 
amigo: 

«Honrad,   musas  a  Simón, 
que  ha  peregrinado  a  España, 
como  a  Sicilia  Platón.» 

sino  con  la  benignidad  que  ha  mostrado  siempre,  hon- 
rando y  defendiendo  mis  escritos  de  la  calumnia  de 
algunos,  que  después  de  imitallos,  los  condenan,  y 
cuj-as  objeciones  no  sirven  más  que  de  mostrar  sus 
ánimos;  porque  «Necesse  est  (por  opinión  del  filósofo) 
alteram  partem  contradictionis  esse  veram. 

Capellán  de  V.  m.    I^ope  de  Vega  Carpió. 


4IC 


LOS   LOCOS    DE   VALENCIA 


FIGURAS  DE  LA  COMEDIA 

Floruxo.  Reinero. 

Leonato.  Fedra. 

>Lartíx.  Valerio. 

Belardo.  Pisaxo. 

Calandrio.  Tomás. 

Verin'o.  Mordacho. 


Representói^a  Vii,i,egas 


Gerardo. 
Liberto. 
Erifila. 
Laida. 


ACTO  PRIMERO 

(Salen  Valerio  r  Flori.a.xo,  caballeros.) 
Floriaxo. 
Acabo  de  llegar  en  este  punto. 

Valerio. 
Por  Dios,  que  estoy  de  veros,  Floriano, 
más  que  ^^Iestro  color,  muerto  y  difunto. 

Floriaxo. 

¡Ah,  buen  Valerio!:  dadme  aquesa  mano 
En  vos  está  mi  vida. 

Valerio. 

¿De  qué  suerte? 

Floriano. 
¡Oh,  amigo,  en  amistad;  en  sangre,  hermano! 


Yo  he  dado. 


Valerio. 
¡Hablad! 

Floriaxo. 
Yo  he  dado... 


\alerio. 
Floriaxo. 
Valerio. 


¡Decid! 

Muerte.. 


;A  quién? 


Floriaxo. 
¿Oye-nos  algu¡i-n? 

Valerio. 

Nadie- 
Floriano 


A  un  hombre 


que,  por  mi  mal... 


Valmkio. 

Iiciildo:  ¿qué  os  divierte? 


Floriano. 
Xo  os  espantéis,  Valerio,  que  me  asombre 
del  más  pequeño  murmurar  del  vi'="nto. 

Valerio. 
¿Quién  es?  Acabad  ya;  decidme  el  nombre. 

Floriaxo. 
Vendráme  tanta  gente  en  seguimiento, 
que  es  justo  de  mí  mismo  recelarme. 

Valerio. 
I\Iás  muerto  estáis  que  el  muerto. 

Floriano. 

Estadme  atento. 

para  poder  mejor  asegurarme 
de  las  contrarias  armas  y  violencia 
que  sin  número  salen  a  buscarme, 

haciendo  a  la  hambre  infame  resistencia, 
desde  que  a  pie  salí  de  Zaragoza 
hasta  que  vi  los  muros  de  Valencia, 

sin  ver  poblado  más  que  alguna  choza, 
donde  cualque  pastor  partió  conmigo 
del  negro  pan  que  en  soledades  goza, 

vengo  como  me  veis,  Valerio  aiuigo, 
que  aun  no  tuve  lugar  de  ver  mi  casa . 

Valerio. 
Sólo  quiero  saber  \aiestro  enemigo. 
¿Ouién  es  este  hombre  muerto? 

FXoriaxo. 

Si  alguien  pasa... 
Podíame  suceder. 

Valerio. 
¿Es  caballero? 

FXORIAXO. 

Xo  sé,  por  Dios. 

Valerio. 
¡Ah,  voluntad  escasa! 
O  no  os  fiáis  de  mí  como  primero 
o  hacéis  burla  de  mí. 


ACTO    PRIMERO 


411 


Fl,ORIANO. 

Ya  Ule  declaro: 
sabed  que  he  muerto  al  Príucipe  Reiuero. 

Valerio. 
iJesús,  qué  mal  suceso! 

Fl,ORIANO. 

Extraño  y  raro 
matar  uu  caballero  humilde  y  pobre 
uu  sucesor  de  un  reino. 

Vai^erio. 

El  daño  es  claro; 
porque  por  más  industria  que  nos  sobre, 
un  enemigo  poderoso  es  fuerza 
que  al  fin  del  mundo  a  su  enemigo  cobre. 

Fl^ORIANO. 

Si  me  desraaya  el  alma,  que  me  es  fuerza, 
que  es  sólo  vuestro  amor  a  quien  acudo. 
En  mi  garganta  im  vil  cordel  se  tuerza 

cuando  me  veo  de  favor  desnudo 
y  despreciar  algmios  por  el  vuestro, 
¿me  respondéis  así? 

Vai^ERio. 
Vuestro  bien  dudo; 

no  porque  rompa  el  lazo  estrecho  nuestro, 
¡que  ojalá  que  mi  sangre  os  libertara, 
.  que  agora  hierve  en  el  lugar  siniestro!; 

mas  porque  el  alma  ve  al  temor  la  cara, 
tan  amarilla  y  fea,  que  la  obliga 
a  imaginar  el  mal  que  la  declara. 

Hecho  es,  en  fin;  no  hay  más,  no  hay  más  que 
industria  vence  al  enemigo  fuerte,  [os  diga; 

porque  es  de  los  peligros  grande  amiga. 

Mas,  ¿cómo  o  sobre  qué  le  distes  muerte? 

Fl^ORIANO. 

Mátele  en  una  calle  de  ima  dama, 
donde  le  trajo  mi  contraria  suerte. 

Vai^erio. 
La  más  parte  de  sangre  que  derrama 
el  hierro  que  afiló  nuestra  malicia, 
causa,  tirano  amor,  tu  ardiente  llama. 

Fl^ORIANO. 

Con  dos  hombres  en  forma  de  justicia, 
arrodelados  bien,  quiso  matarme 
con  muestras  de  tiránica  codicia. 

Yo  entonces,  por  poder  mejor  librarme, 
en  una  calle  angosta  retíreme, 
y  allí  como  un  león  vino  a  buscarme; 


mas  como  aquel  que  ya  morir  no  teme, 
cruzando  las  espadas  en  estrecho, 
tirándole  un  revés,  arrodeléme, 

y  en  ese  mismo  ser  caminó  al  pecho 
con  tal  destreza  entre  el  broquel  y  el  brazo, 
que  allí  cayó  difunto. 

Vai,erio. 

¡Extraño  hecho! 

F1.0RIAN0. 

Presumo  que  la  espada  ha^^ta  el  recazo 
pudiera  entrar,  seguro  de  la  suya, 
que  por  el  hombro  que  pasó  un  pedazo. 

Huíme,  porque  es  bien  que  luego  huya 
el  que  ha  salido  bien  de  un  mal  suceso, 
aunque  en  contrario  de  esto  el  duelo  arguya. 

Vi  que  era  él,  en  que  lloró  mi  exceso, 
diciendo:    «¡Ay,   hombre  triste!,    ¿a    quién  has 

[muerto?» 
Mas  no  eres  tú,  sino  mi  poco  seso; 

yo  soy  el  desdichado  Rey.»  Y  es  cierto 
que  entonces  desmayé  de  tal  manera, 
que  más  que  el  Rey  estaba  helr.do  y  yerto. 

Salí  por  una  encrucijada  afuera, 
puse  en  la  vaina  la  mellada  espf-da, 
llena  de  sangre,  que  aun  aquí  m?  altera, 

V  antes  que  el  alba  amaneciese  helada 
caminadas  tenía  nueve  leguas; 
tanto  pica  el  temor  la  muerte  airada. 

Vai,erio. 

Si  fueran  por  el  golfo  de  las  Yeguas 
o  por  el  extendido  de  Narbona, 
con  el  contrario  me  obligara  a  treguas; 

mas  no  sé  dónde  esté  vuestrí»,  persona 
segura  de  enemigos,  que  podría 
jácaros  de  la  más  ardiente  zona. 

¡Mal  haya  la  destreza  y  valentía! 
¡Mal  haya  aquel  valor  y  confianza 
que  os  puso  tanta  sangre  e  hidalguía! 

No  sé  que  hiciera  más  el  gran  Carranza, 
a  quien  las  armas  en  España  deben 
cuanta  mayor  destreza  el  arte  alcanza. 

]\Iil  cosas  el  espíritu  me  mueven, 
mil  imaginaciones  me  fabrico, 
a  remediaros  mi  flaqueza  atreven. 

Que  os  quiera  yo  esconder,  aunque  soy  rico, 
ro  puedo  contra  un  rey  aseguraros; 
todo  es  remedio  vano  cuanto  aplico; 

pero  escuchad,  que  a  veces  son  más  raros 
los  primeros  conceptos  de  la  idea. 
¿Sabréis  haceros  loco  y  disfrazaros? 


412 


LOS   LOCOS    DE   VALENCIA 


FXORIAXO. 

¿Y  qué  me  importa  cuando  loco  sea? 
\' ALE  RIO. 
Oídme;  que  liabéis  de  haceros  tan  furioso 
que  todo  el  numdo  por  furioso  os  crea. 

Tiene  Valencia  im  hospital  famoso 
adonde  los  frentHicos  se  curan 
con  gran  limpieza  y  celo  cuidadoso. 

Si  aquí  \Tiestros  peligros  se  aventuran 
y  os  encerráis  en  una  cárcel  de  estas, 
creed  que  de  la  muerte  os  aseguran. 

¿Que  quién  ha  de  pensar  que  estáis  en  éstas 
no  \'iéndoos  preso,  sucio  y  maltratado 
con  tanta  paja  y  desventura  a  cuestas 

creer  que  sois  na  hombie  tan  honradc? 

Floriano. 
¡Oh,  cómo  decís  bien!  Sólo  eso  puede 
un  hombre  redimir  tan  desdichado; 

pues  dadme,  que  mía  vez  furioso  quede, 
que  yo  le  haré  de  suerte  que  os  espante, 
si  el  fingimiento  a  la  verdad  excede. 


Para 

(Entren 

Leo. 


Kkif. 


Leíj. 

Fl/>R. 

Vale. 

FIX5R. 

Vale. 


Erif. 
Leo. 
Vmw. 


Valerio. 
fingir  os  basta  ser  amante. 
Lkonato  y  Erifila;  él,  con  botas,  y  ella  con 
capotillo  y  sombrero.) 

Esta,  Erifila,  es  Valencia; 
la  puerta  es  ésta  de  Cuarte; 
aquí  dio  Venus  y  Marte 
una  divina  influencia. 

Estos  son  sus  altos  muros 
y  aqueste  el  Turia,  que  al  mar 
le  paga  en  agua  de  azahar 
tributo  en  cristales  puros. 

Aquel  es  el  sacro  Aseo 
y  éste  el  alto  Micalete. 
Ella  es  tal  cual  la  promete 
su  grande  fama  al  deseo. 

¡Qué  fértil! 

Por  grande  extremo. 
¿Es  gente  de  fuera? 

Sí; 
apartémonos  de  aquí. 
Que  no  me  conozcan  temo. 

Al  que  es  administrador 
IKj<knu)S  ir  a  Iju.scar. 

(Vdyame  Flokiano  y  Vai.i  uio.) 

I'U  es  un  bello  lugar. 
Yo  no  le  he  visto  mejor. 

Ventura  habernos  tenido 
cu  haber  llegado  a  él. 


Leo. 


Erif. 
Leo. 


Erif. 

Leo. 

Erif. 

Leo. 

Erif. 


Leo. 


Erif. 


Leo. 
Erif. 


Leo. 


Erif. 
Leo. 


¿Qué  hará  mi  padre  cruel? 
I^o  que  un  hidalgo  ofendido 

hará,  de  verse  en  la  plaza, 
por  tener  al  vulgo  miedo, 
que  señala  con  el  dedo 
y  con  la  lengua  amenaza. 

Ivlamaráte  hija  infame 
y  a  nü  criado  traidor. 
Loca,  si  sabe  de  amor, 
te  aseguro  que  me  llame . 

Confieso  que  fué  locura 
querer  a  tu  desigual; 
pero  no  me  trates  mal 
ni  agravies  a  mi  ventura. 

Que  el  amor  que  puso  en  mí, 
lo  que  ha  podido  agradarte, 
hace  que  pueda  igualarte, 
porque  ya  no  soy  quien  fui. 

Ese  agravio,  mi  Leonato, 
mío  fuera,  que  no  tuyo. 
De  tus  palabras  le  arguyo. 
¿Tan  mal  con  ellas  te  trato? 

Tan  mal,  que  muestras  en  ellas 
que  vienes  arrepentida. 
Dejas  el  alma  y  la  vida 
y  formas  agravio  de  ellas 

Si  estas  dos  cosas  te  di 
cuando  a  mis  padres  dejé, 
una  palabra  que  hablé, 
¿paia  qué  te  ofende  ansí? 

Cuanto  más  que  ser  locura 
no  ofende  lo  que  tú  vales. 
Amor  entre  desiguales 
poco  vale  y  menos  dura. 

Yo  sé  nuiy  bien  que  el  recato, 
que  muestras  en  nu  contento, 
es  puro  arrepentimiento. 
¿Yo  arrepentida,  T^eonato? 

¿Eres  menos  de  lo  que  eras 
cuando  yo  el  alma  te  di? 
¿No  eras  mi  criado? 

Sí. 
¿Pues  qué  agravios  consideras? 

¿Engañástenie  tú  acaso 
fingiendo  lo  que  no  fuiste? 
Todo  lo  vi. 

líien  lo  viste; 
mas  no  el  desprecio  que  paso. 

No  tienes  por  qué  negar 
que  no  nie  tienes  en  poco. 
¿Ivstás  loco? 

Jvstuve  loco, 
juas  no  lo  pude  excusar. 


ACTO    PRIMERO 


413 


Erif. 


Leo. 
Erif. 


Leo. 


Erif. 


Leo. 


Erif 

Leo. 

Erif. 

Leo. 

Erif. 

Leo. 


¿Qué  tiene  aquesto  que  ver 
con  decir  que  por  amarte 
estoy  loca?  ¿Es  agraviarte 
por  quererte  enloquecer? 

Yo  entiendo  tu  corazón. 
¿Quién  mejor  te  entenderá 
que  el  mismo  que  en  él  está 
por  amor  y  por  razón? 

A  la  fe,  T/eonato  amigo, 
que  esa  ocasión  es  buscarme 
alguna  para  dejarme. 
Declárate  más  conmigo ; 

no  te  canses  de  mi  ofensa; 
si  hay  más  agravios  que  aguarde 
tras  hombre  bajo  y  cobarde, 
piensa  más  qué  digas,  piensa. 

Levántame  que  te  dejo 
de  miedo  del  aire  mismo. 
¿Qué  furia  del  mismo  abismo 
te  ha  dado  tan  mal  consejo? 

¿En  qué,  cómo  o  para  qué 
esas  bajezas  me  dices? 
¿Cómo  a  mis  ojos  desdices 
las  verdades  de  mi  fe  ? 

No  pienso  que  hablas  conmigo 
o  que  por  otra  me  tienes. 
Esos  ya  no  son  desdenes, 
sino  desgracia  y  castigo. 

Habíame,  Erífila,  bien, 
que  no  estoy  fuera  de  mí. 
¿Yo  digo  tal? 

Sí. 

¿Yo? 

Sí. 
¡Levántame  eso  también! 

Bien  parece  desleal 
que  por  hombre  me  has  tenido 
vil  y  bajo,  que  no  ha  sido 
a  tus  méritos  igual. 

Pues  a  tenerme  el  amor 
con  que  al  fin  me  has  engañado, 
nunca  me  hubieras  negado 
lo  que  tú  llamas  honor. 

Pues  ni  lágrimas,  ni  ruegos, 
desiertos  ni  soledades 
para  mil  (i)  dificultades 
te  tienen  los  o  jes  ciegos. 

Porque,  a  fe,  que  si  me  amaras 
como  lo  sabes  fingir, 
que  no  supieras  decir 
en  las  cosas  que  reparas. 


(i)     Hartzenbusch  enmendó  «huir». 


Erif.  ¿No  sabes  que  eso  ha  nacido 

de  sólo  ser  yo  quien  soy 

y  que  esta  disculpa  doy 

mientras  no  eres  mi  maride? 
Lo  que  me  has  de  agradecer 

eso  que  quieres  culpar. 

¿Qué  más  te  pvxedo  yo  dar 

que  palabra  de  mujer? 

Pues  cuando  a  serlo  viniera 

después  de  darte  ese  gusto, 

siempre  te  diera  disgusto 

el  ver  que  tan  libre  fuera. 

Que  los  hombres  sois  tan  buenos, 

que,  por  lo  que  persuadís, 

en  gozándolo  venís 

a  tener  su  dueño  en  menos . 
Leo.  Cuando  el  bien  que  se  pretende 

de  tantos  méritos  pasa, 

después  de  gozado  abrasa 

si  antes  de  gozado  enciende. 
¿Y  el  no  fiarte  de  mí 

no  es  por  aquesta  ocasión 

sino  ser  todo  ficción 

cuanto  me  has  dicho  hasta  aquí? 
Mira  si  estoy  engañado 

en  el  presente  desprecio. 
Erif.  ¡Anda  ya,  que  estás  muy  necio! 

Leo.  Bien  dijeras  desdichado. 

Erif.  ¿Pues  cómo  si  te  engañara 

y  fingido  amor  tuviera 

padres  y  patria  perdiera, 

vida  y  honra  aventurara? 
¿No  ves  tu  engaño? 
Leo.  No  sé; 

mejor  he  visto  tu  engaño, 
Erif.  ¿Venir  hasta  un  reino  extraño 

contigo  es  falta  de  fe? 
Leo.  Ningvma  cosa  me  agrada; 

pienso  que  fué  tu  venida 

más  de  estar  aborrecida 

que  de  estar  enamorada . 
Cree  que  estoy  en  lo  cierto. 
Erif.  ¿Aborrecida,  Leona to? 

Ese  sí  que  es  falso  trato 

y  desamor  descubierto. 

¿Yo  aborrecida?  ¿De  qué? 

¿Mis  padres  no  me  casaban? 

¿Qué  imposibles  lo  estorbaban 

más  que  tu  amor  y  mi  fe? 
¿Tan  malas  prendas  tenía 

que  ansí  me  desconfié? 

Mira,  amores,  que  agradé 

tu  alma,  que  es  alma  mía. 


414 


LOS   LOCOS    DE   VALENCIA 


Deja  esa  tema  en  que  das 

y  ^'uélvtme  aqiiesos  ojos, 

si  es  verdad  que  los  enojos 

el  amor  aumentan  más. 
I.Kd.  Dejemos  amor,  y  dame 

esas  joyas  que  guardaste 

cuando  a  Requena  pasaste. 
Erif.  Llama... 

Leo.  ¿Qué  quieres  que  llame  ? 

Mejor  es  que  me  las  des 

antes  que  entre  en  la  posada. 
Erif.  ¿Paia  qué? 

Leo.  Para...  no,  nada; 

yo  te  lo  diré  después. 
Erif.  ¿Hase  acabado  el  dinero? 

Leo.  ¿Para  qué  puedo  pediUas? 

Erif.  Pues  vende  aquestas  manillas. 

Leo.  Todas  digo  que  las  quiero. 

Erif.  ¿Todas? 

Leo.  Todas. 

Erif.  ¡Ay,  amigo!, 

¿quiéresme  acaso  dejar? 
Leo.  Creo  que  te  ha  de  costar 

este  hablar. 
Er:f.  Mi  bien,  ¿conmigo? 

Regalo  mío,  ¿qué  es  esto? 

¿que  otro  dueño  hemos  tenido 

las  joyas  y  yo? 
Leo.  Xo  ha  sido 

sino  tu  amor  deshonesto. 
¡Dame  las  joj-as,  infíune! 
Erif.  ¿Infame  >  ¡Triste  de  mí! 

¿Ansí  te  afrentas  a  ti, 

marido? 
I-EO.  Xo  me  lo  llame. 

Deque  presto,  o  ma tárela. 

(Saca  la  daga.) 

Erif.  ¡Ay,  Dios,  sin  duda  te  vas! 

Leo.  Muéstrelas  todas, 

'P.K.W.  Xo  hay  más. 

Envaínala. 
I-<EO.  Envainaréla. 

Déme  el  .sombrero  y  capote. 

( Váyaselas  dando  poco  a  poco.) 
Erif.  ¿Sombrero  y  capote,  amigo? 

Leo.  Xo  se  alborote  la  digo. 

EkiF.  ¿Xo  quiere.s  que  me  alborote? 

(Saca  la  daga.) 
Leo.  Si  me  replica,  daréla. 

EriP.  Mi  bjtn,  ¿castigo  tan  grave 

IK»r  una  palabra? 


Leo. 

Acabe. 

Erif. 

Envaínala. 

Leo. 

Envainaréla. 

Erif. 

Yo  vi  tu  boca  de  risa 

y  vi  mi  fortvma  en  popa. 

Leo. 

Quítese  agora  la  ropa. 

Erif. 

¿La  ropa? 

Leo. 

Y  aun  la  camisa. 

Erif. 

Espérate,  qui tárela; 

pero  mira. 

Leo. 

X'o  repliques. 

(Saca  la  daga.) 

Erif. 

¡Ah,  entrañas...! 

Leo. 

X'o  te  alfeñiques. 

Erif. 

Envaínala. 

Leo. 

Envainaréla. 

¡Quédese  para  quien  es! 

Erif. 

¡Eso  no,   traidor;  espera! 

Leo. 

Mira  que... 

Erif. 

Ya  no  me  altera. 

¿Qué  se  me  da  que  me  des? 

Leo. 

¡Suelta! 

Erif. 

¡Ah,  traidor  enemigo. 

.  Aguarda 

Leo. 

Que  no  hay  que  aguarde 

i 


(Vase  lyEONATO;  quede  Erh^u-A  en  un  jubonrillo  y  un 
manteo.) 

EIriF.  Déjasme  al  fin  de  cobarde 

por  no  me  llevar  contigo. 

¡Qué  menos  infame  hazaña 
de  im  hombre  bajo  esperé! 
Fuese  el  traidor,  ya  se  fué, 
su  soledad  me  acompaña. 

¡Triste  de  mí!  ¿Qué  he  de  hacer 
sin  bien  y  con  tanto  daño, 
sola  y  en  vai  reino  extraño, 
pobre,  desnuda  y  mujer? 

¡Buena  el  ladrón  me  dejó! 
Pero  gran  consiielo  ha  sido 
robarme  sólo  el  vestido, 
que  el  alma  no  me  robó. 

Que  si  a  mis  padres  dejé 
por  un  vil  criado  suyo, 
no  fué,  amor,  efecto  tuyo, 
que  a  nadie  tn  mi  vida  amé. 

Antes  fué  aborrecimiento 
de  casaime  a  mi  disgusto; 
porque  adonde  falta  el  gusto 
no  solíia  el  enlcndiniieuto. 

Sin  consejo  le  perdí 
por  excusar  de  matarme. 


ACTO    PRIMERO 


415 


y  a  la  mar  quise  arrojarme 
de  aonde  agora  salí. 

La  nave  dejo  perdida, 
y  el  áncora  de  esperanza 
entre  la  falsa  bonanza 
de  aquel  traidor  prometida. 

Desnudo  entre  mil  enojos 
sin  alma  el  cuerpo  salió, 
con  el  agua  que  le  dio 
para  que  lloren  mis  ojos. 

¿Qué  he  de  hacer?  ¡Pobre  de  mí!; 
que  en  pensar  adonde  estoy, 
a  perder  el  seso  voy 
y  el  dolor  me  vuelve  en  mí! 

¿Dónde  iré?  ¿Qué  me  detengo? 
Xo  es  este  pequeño  indicio; 
mas  no  perderé  el  juicio, 
que  ha  días  que  no  lo  tengo. 

¿Pues  qué  dirá  quien  me  viere? 
¡Ay,  Dios,  gente  suena  ya! 

(Entre  un  portero  de  locos,  llamado  Pisano,  y  Valerio 

y  dos  criados  del  hospital  que  han  sido  locos,  Martín  y 

Tomás.) 

Pisa.  Pues  él  a  mi  cargo  está, 

yo  he  de  hacer  cuanto  pudiere. 
\\\i.E.  Agora  será  muy  presto 

para  dalle  medicinas. 
Pisa.  Xo  son  agora  tan  finas 

como  cuando  esté  dispuesto. 
Pero  mucho  habéis  errado 

en  no  lo  dejar  meter 

en  la  jaula.,  si  ha  de  ser 

cuerdo  el  loco  aprisionado. 
Vaie.  Xo  estando  agora  furioso, 

como  es  la  Ivma  en  contrario, 

no  ha  sido  muy  necesario; 

si  lo  está  será  forzoso. 
Y  cuanto  alegre  le  veis, 

si  le  da  melancolía 

se  nos  moriiá  en  un  día. 
Pisa.  De  esa  suerte,  bien  hacéis. 

¿Cómo  se  llama? 
Vai,e.  Beltrán. 

Pisa.  ¿Y  de  dónde  es? 

Vai,e.  De  Toledo. 

Erif.  Si  éstos  me  ven,  tengo  miedo 

que  por  loca  me  tendrán. 
Pisa.  ¿Y  qué  era  su  profesión? 

Vai,e,  Filosofía  estudiaba . 

Pisa.  ¿La  flecha  fué  de  esa  aljaba? 

Vale.  Y  de  un  poco  de  afición. 

Pisa.  Eso  anduvo  por  ahí; 


Vale. 


Pisa. 


Vale. 


Pisa. 


Vale. 
Pisa. 


TOM. 

Pisa. 
EriF. 

Pisa. 

TOM. 


Pisa. 

Mar. 

Pisa. 

Mar. 
Pisa. 

Pisa. 

TOM. 

Mar. 
Vale. 

TOM. 

Er]F. 


de  suerte  que  el  daño  ha  sido 
entre  Platón  y  Cupido. 
Cada  cual  pudo  por  sí; 

que  el  estudio  y  el  amor 
suelen  quitar  el  juicio. 
Ha  de  ser  aqueste  oficio 
templado  y  no  con  rigor. 

Mas,  ¡ay  del  gran  estudiante 
cuando  amor  le  toca  el  seso! 
Es  de  la  ciencia  el  exceso 
más  locura  en  el  amante; 

porque  cuanto  más  sabía 
tanto  más  sabe  penar. 
No  sé  si  es  esto  de  amar 
locura  o  filosofía. 

¿Ves  estos  dos? 

Bien  los  veo. 
Eran  grandes  estudiantes 
y  a  peligros  semejantes 
les  trujo  el  mismo  deseo. 

Están  agora  templados 
y  en  casa  sirven  muy  bien; 
s   piden  limosna  también 
y  saben  hacer  mandados. 

¡Tomás! 

¡Señor! 

Ven  acá. 
¿Iréme?  ¡Triste!,  ¿qué  haré? 
(Regálele  la  cabeza.) 

Sois  muy  buen  hijo. 

Si,  a  fe; 
mas  murió  mi  padre  ya. 

Y  pues  ya  no  tengo  padre, 
no  soy  hijo. 

Y  vos,  Martín, 
¿sois  hidalgo? 

Si  algún  ruin 
no  pone  falta  en  mi  madre. 

Este  da  en  esta  hidalguía, 
que  es  negocio  de  su  tema. 
¿Sabéis  vos  si  el  fuego  quema? 
Yo  juraré  que  no  enfría. 

Mira  si  lo  jurará 
que  quemaron  a  su  abuelo. 
¡Oh,  bellaco!  ¿De  eso  apelo? 
¡Ox,  que  apela! 

Tarde  es  3-a. 

¿Quién  es  aquella  mujer? 
Santa  Tisbe  en  el  desierto, 
que  busca  a  su  esposo  muerto. 
Ya  me  han  echado  de  ver. 

Quiero  dar  voces  diciendo 
que  me  robaron  aquí 


4l6 


LOS   LOCOS    DE   VALENCIA 


por  que  se  duelan  de  mí                         | 
los  que  Ule  fueren  oyendo; 

Pisa. 

porque  ansí  disculparé 
esta  desnudez  villana 

Erif. 

y  en  la  piedad  valenciana 
algúu  remedio  hallaré. 

Pisa. 
Erif. 

Mar. 
Erif. 

¡Hola,  mujer!  ¿Tienes  padre? 
¿Fué  bien  nacido  tu  abuelo? 
¡Justicia  de  Dios  del  cielo 

TüM. 

Erif. 

y  Santa  María  su  Madre! 

Pisa. 

Robarme  mi  ladrón  a  mí 

Mar. 

tantas  joyas  y  vestido... 

Erif. 

Pisa 
Vale. 

A  buen  tiempo  hemos  venido. 
Parece  loca. 

Erif. 

¡Ay  de  mí! 

Pisa. 

TOM. 

Erif. 

TOM. 

Erif. 

TOM. 

¿Que  acabada  de  llegar 
tal  desgracia  me  suceda? 
¡Ah,  mujer! 

¿Qué? 

Estáte  queda. 
¿Por  qué? 

Quiérote  abrazar. 

Erif. 
Pisa. 
Erif. 

Erif. 

Desvíate  allá,  grosero. 

Pisa. 

Pisa. 

Ix)ca  es  sin  falta. 

Pisa. 

Llegad. 

Mar. 

Erif. 

¿Xo  hay  en  el  mundo  piedad? 
¡Ali,  señor  caballero! 

Erif. 

M.\r. 

Mirad  que  aquí  me  han  robado 
por  un  extraño  suceso. 
Por  Dios,  que  si  ha  sido  el  seso, 

Pisa. 

Erif. 

que  harto  poco  os  han  dejado. 
Tres  mil  ducados  vahan 

\'ale 

Pisa. 

las  joyas  que  me  robaron. 
Este  es  el  tema. 

TOM, 

¿Y  llevaron 

Erif. 

TOM. 

Valk. 
Pisa. 

la  joya  que  pretendían? 

Xo,  sino  el  diablo  que  os  lleve. 
¡Hola!  ¡Hola! 

Poned  paz. 
¡Ah,  Tomás! 

Pisa. 
Vale 

ToM. 

¿Sois  montaraz? 

Mar. 
Erif. 
To.M. 
Erif. 

¿Sabe  aquesa  a  quién  se  atreve? 

Pondréme  agora  a  pensallo. 
¡Ténmela  luego! 

¿A  cjué  fin? 

TOM. 

Mar. 

Dilc  que  eres  San  Martín. 
Xo  sf)y  sino  su  caballo. 

Erif. 

Que  no  me  pesara  digo 
el  santo  que  dices  fueras; 
que  si  lo  fuera.s,  partieras 
tu  meília  capa  conmigo. 

¿Que  no  (jueréis  condoleros 
de  mi  pena  y  desnudez? 

Antes  iréis  esta  vez 

donde  ese  bien  pienso  haceros. 

¡Ea,  asidla!  ¿Qué  aguardáis? 
¡A  mí!  ¿Cómo  o  para  qué? 
¡Ea,  pues! 

Llegad,  que  a  fe 
que  vos  llevéis  si  llegáis... 

¡Date  a  prisión,  perra  mora! 
¿A  prisión?  ¿Pues  soy  yo  esclava? 
¡Asidla  bien! 

¡Date,  acaba! 
¿Así  remediáis  quien  llora? 

¿Esta  piedad  es  la  fama 
de  las  cosas  de  Valencia? 
Esa  piedad  y  conciencia 
agora  en  vos  se  derrama. 

¿Pues  tras  de  haberme  robado 
quieres  ponerme  en  prisión? 
Allá  diréis  el  sermón 
del  tema  que  habéis  tomado. 

¿Xo  fuera  mejor  prender 
el  ladrón  que  me  robó? 
¿Xo  veis  la  tema  en  que  dio 
aquesta  pobre  mujer? 

¡Ea!,  camina. 

¡Ay  de  mí! 
¡Robarme  y  aprisionarme! 

(Llévanla  los  dos  locos  en  peso.) 

Mañana  podréis  hablarme, 
que  me  importa  el  ir  aquí. 

Id,  Pisano,  enhorabuena 
y  al  buen  administrador 
le  agradeced  el  favor 
de  lo  que  a  Bertrán  ordena. 

Y  dejadle  sin  prisión 
mientras  la  furia  le  deja. 
vSí  haré;  pero  si  se  queja, 
jaula  ha  de  haber 

Y  es  razón. 
(Víívasc  Pisano.) 

ISIuy  buen  lance  echó  mi  fe 
en  el  suceso  de  hoy, 
pues  de  esta  ocasión  estoy 
casi  al  punto  de  la  muerte. 

Llevé  con  temor  no  poco 
al  hospital  a  Floriano, 
donde  dejo  un  cuerdo  sano 
y  traigo  un  enfermo  loco. 

Después  que  vi  la  mujer 
que  agora  llevan  de  oqní, 
o  todo  el  seso  perdí 
o  no  tengo  íjué  ixrder. 


ACTO    PRIMERO 


417 


¡Jesús,  qué  gran  perfección! 
Bien  dicen  que  es  accidente 
lo  que  pasa  fácilniente 
por  la  vista  al  corazón. 

¿Era  mujer  lo  que  vi 
o  era  algiín  ángel  del  cielo? 
¿Estoy  en  mí?  Que  recelo 
todo  estoy  fuera  de  mí; 

Porque  la  dejé  llevar, 
pudiéndola  resistir 
o  hasta  saber  e  inquirir 
su  patria,  estado  o  lugar. 

Ya  veo  mi  seso  poco, 
pues  que  mi  alma  no  toca 
en  que  es  loca;  mas  si  es  loca, 
¿qué  mucho  que  yo  sea  loco? 

Si  el  amante  se  transforma 
en  lo  amado,  loco  soy, 
pues  a  una  loca  le  doy 
el  alma  en  que  está  su  forma. 

¿Habrá  caso  más  extraño? 
Si  aquí  me  vengo  a  perder, 
quiérola  volver  a  ver, 
que  por  ventura  es  engaño. 

Volver  quiero  al  hospital; 
porque  en  viéndome  afligir, 
o  no  me  dejen  salir 
o  allá  me  curen  el  mal. 

(Vayase.  Entre  Fedra,  dama,  hija  del  administrador, 
y  Laida,  criada.) 


Fed. 
Lai. 


Fed. 
Lai. 

Fed. 
Lai. 
Fed. 


Lai. 


XII 


De  manera  me  porfías, 
que  al  patio,  en  fin,  he  bajado. 
Culparás  mis  fantasías, 
como  quien  a  im  loco  ha  dado 
prendas  del  cielo,  aunque  mías. 

Pues  el  administrador, 
que  es  tu  tío  y  mi  señor, 
salió  ya  del  hospital, 
no  te  parezca  tan  mai 
que  yo  te  enseñe  mi  amor. 

¿Que,  en  fin,  quieres  bien  un  loco? 
Amor,  señora,  lo  es, 
y  no  es  amor  si  lo  es  poco. 
¿Cosa  que  por  él  lo  estés? 
A  vencerle  me  provoco. 

Pues  un  hombre  de  hoy  venido 
ya  te  ha  quitado  el  sentido, 
bien  se  ve  que  te  faltó. 
El  talle  que  me  engañó 
bien  cuerdo  me  ha  parecido. 

No  ha  sido  de  verle  hablar 
la  locura  que  me  esfuerza. 


sino  de  verle  callar. 
Fed.  ¿Pues  cómo  el  silencio  fuerza 

a  querer  y  desear? 
Lai.  ¿No  nos  miieve  una  pintura 

cuando  es  de  extraña  hermosura? 

Pues  así  me  mueve  a  mí; 

a  un  mármol  el  alma  le  di. 
Fed.  Principios  son  de  locura. 

¿A  vm  loco  mudo  y  de  piedra 

diste  el  alma? 
Lai,  El  alma  di 

a  una  piedra,  hermosa  Fedra. 
Fed.  Medrarás,  ¡pobre  de  ti! 

Lai.  Quien  sirve  amor  poco  medra. 

Fed.  ¿Es  furioso? 

Lai.  Con  la  lima, 

cuando  crezca,  tendrá  alguna, 

y  entonces  yo  la  tendré; 

que  va  creciendo  mi  fe 

con  el  sol  de  mi  fortuna. 
Fed.  IvOcos,  en  fin,  sois  los  dos, 

él  con  luna  y  tú  con  sol. 

Curaos  juntos. 
Lai.  ¡Plega  a  Dios! 

Fed.  ¿Qué  nación? 

Lai.  Es  español. 

¡Amor,  remediadme  vos! 
Fed.  ¿Cómo  español? 

Lai.  Castellano. 

Fed.  También  lo  es  el  valenciano; 

a  España  tributo  doy. 
Lai.  Pues  yo  toledana  soy, 

porque  es  mi  amor  toledano. 

(Entra  Floriano,  fingiendo  el  loco,  con  su  sayo.) 

Fi,OR.  ¿Grillos  a  mí?  ¿Por  qué  o  cómo? 

¿Sois  vos  de  esta  casa  honrada 
el  discreto  mayordomo? 
Seguidme,  pues,  si  os  agrada, 
veréis  que  lágrimas  tomo. 

Que  conmigo  no  es  bastante 
el  veros  hacer  gigante, 
aunque  me  veis  pastorcillo, 
que  os  daré  con  un  ladrillo 
y  no  turrón  de  Alicante. 

Fed.  ¡Ay,  Laida,  huyamos! 

Lai.  Detente, 

que  con  quien  le  enoja  es  bravo 
y  manso  ordinariamente. 

Fi,OR.  Aquí  tenéis  un  esclavo 

cuerdo,  humilde  y  diligente. 

No  os  alteréis,  deteneos; 
que  ni  entre  los  indios  feos 

27 


41^ 


LOS   LOCOS    DE   VALENCLX 


ni  en  Etiopía  nací; 
el  amor  me  trujo  aquí 
por  .ejemplo  de  deseos. 

Soy  un  hombre  que  no  soy, 
porque  ser  no  es  menester, 
que  sin  ser  mejor  estoy, 
y  ansí  disfrazo  mi  ser 
porque  huyendo  de  ser  voy. 

Fui  estudiante  de  desdichas, 
y  aprendí  tantas,  que  dichas, 
no  hay  hombre  más  desdichado; 
aimque  aqueste  sayo  ha  dado 
nuevo  principio  a  mis  dichas. 

Quise  bien  una  mujer 
entre  discreta  y  hermosa, 
libre  y  de  buen  parecer, 
que  a  no  ser  ella  piadosa 
yo  no  perdiera  mi  ser. 

Daba  entrada  a  toda  gente; 
pero  al  mejor  pretendiente 
yo  le  hice  de  corona, 
porque  era  cierta  persona 
que  se  la  puso  en  la  frente. 

Fed.  ¡Ay  qué  lástima  tan  grande. 

Laida  amigal 

Lai.  ¡Cómo  si  es! 

Flor.  Vuestra  Majestad  me  mande 

darme  sus  divinos  pies 
por  que  entre  los  aires  ande; 

que  cierto  que  es  tm  retrato 
de  aquel  serafín  ingrato 
por  quien  soy  loco  en  Valencia. 

Fed.  ¡Qué  linda  cara  y  presencia! 

Fix)R.  Mucho  el  corazón  dilato. 

Que,  a  fe,  que  temo  por  él 
si  desembarcan  fragatas, 
verme  cautivo  en  Argel 
o  en  el  río  y  sin  zapatas 
entre  el  agua  y  el  cordel. 

Mirad  que  os  digo  verdades, 
no  me  descubráis  ningima. 

J..A].  Ya  temo  que  de  él  te  agrades. 

Fed.  ¡Quién  fuera,  Laida,  la  luna 

de  estas  locas  voluntades! 

Lai.  ¿Luego  ya  te  pagas  de  ellas? 

Fed.  Sólo  quisiera  crecellas 

en  el  punto  que  ésta  veo. 

Lai-  ¿Qué  vale  un  loco  deseo? 

Fed.  A-segura  de  perdellas. 

I^l.  Celos  nu-  dan  tus  razones. 

Fed.  Como  está.s  loca,  los  tienes. 

Fi/jR.  Para  celosas  pasiones 

ponerse  aceite  en  las  sienes 


Fed. 


Flor. 

Fed. 
Flor. 


Fed. 
Flor, 
Fed. 
Flor. 


y  darse  de  mojicones; 

o  si  no  sangre  caliente 
de  murciélago  en  la  frente; 
que  si  a  quitar  pelos  vale, 
también  lo  que  en  ella  sale 
con  el  celoso  accidente. 

Y  si  los  celos  son  cuernos, 
¿quién  hay  que  de  ellos  se  escape? 
¡Vive,  amor,  que  son  eternos 
por  más  que  Pan  se  los  tape 
con  hojas  de  álamos  tiemosl 

Ksto  del  celoso  abismo 
ya  ha  pasado  por  mí  mismo. 
Oid;  que  de  cuernos  tales 
y  de  celos  desiguales 
quiero  hacer  un  silogismo. 

Todo  hombre  que  ama  es  celoso, 
todo  celoso  los  tiene, 
porque  es  al  temor  forzoso, 
pues  de  imaginarlos  viene 
aquel  efecto  enojoso; 

que  de  obra  o  pensamiento 
es  hacer  torres  de  viento 
pensar  que  nadie  se  guarda, 
si  bien  hay  silla  y  albarda 
de  menos  o  más  tormento. 

Que  ima  cosa  es  el  temer, 
el  que  tiene  posesión, 
lo  que  puede  suceder 
y  diferente  oración  (i) 
ser,  caso  de  padecer. 

Extraños  discursos  hace . 
Sin  duda.  Laida,  que  nace 
de  su  claro  entendimiento. 
¿Queréisme  dar  un  contento 
conque  requiescat  in  pace? 

¿Cómo  ansí? 

Dadme  esa  cinta, 
que  de  Apuleyo  animal 
las  mismas  rosas  me  pinta; 
quizá  será  de  mi  mal 
la  medicina  sucinta. 

Será  el  antídoto  sólo 
de  este  mal,  y  vos  mi  Apolo, 
a  quien  deba  mi  salud. 
¿Que  tendrá  tanta  virtud? 
Será  mi  norte  y  mi  polo. 

Mejor  es  esta  encarnada. 
¿Quién  en  mi  mal  os  desvela? 
¿La  bella  malmaridada? 
Pido  azúcar  v  canela. 


(i)    i  i  artz.  enmendó  «ocasión*. 


ACTO    PRIMERO 


419 


y  dáisme  paja  y  cebada. 
Lai.  Siempre  tuve  este  recelo. 

Flor.  A  los  recelos  decildes 

que  no  levanten  el  vuelo, 

porque  son  alas  humildes 

para  volar  a  mi  cielo. 
(Dele  una  cinta.) 
Fed.  Esta  es  mejor,  porque  es  verde. 

Flor.  Sí,  porque  tal  esperanza 

en  ningún  tiempo  se  pierde; 

quiero  hacer  una  mudanza 

que  de  la  vuestra  me  acuerde. 
Fed.  ¿Como  del  pasado  amor? 

Flor.  De  danzar,  diréis  mejor, 

entendedlo  allá  no  más. 
Lai.  Di  tú  que  loca  no  estás. 

Fed.  Calla,  Laida,  que  es  error. 

Estoyme  aquí  entreteniendo 

y  porque  no  se  enfurezca 

mil  disparates  sufriendo. 
Flor.  Temo  que  bien  me  parezca, 

porque  sé  que  a  Celia  ofendo; 
Avmque  ya  Celia  cruel, 

pues  te  pudiste  trocar, 

podrá  mi  pecho  fiel. 
Fed.  Gente  suena.  ¿Hame  de  hallar 

sola  aquí,  Laida,  con  él? 
Lai.  No,  señora;  salte  presto, 

subamos  al  corredor, 

que  no  es  pensamiento  honesto. 
(Vayanse.) 

Flor  .  Con  qvté  noche  de  dolor 

tan  bello  sol  se  me  ha  puesto. 
Acordaos  allá  de  mí 

si  algún  rato  estáis  ociosa. 
(Entren  Pisaíío,  Tomás,  SLíetín  con  Erífu-a  asida.) 
Erif.  ¿Por  qué  me  tratáis  ansí? 

Pisa.  Estáte  queda,  furiosa. 

Erif.  Xo  lo  soy,  que  ya  lo  fui. 

ToM  Ya  está  en  casa  la  hechicera, 

pague  la  patente. 
M.\R.  Pague. 

Erif.  ¿Presa  a  mí  de  esta  manera? 

M.\R.  Xo  es  bien  que  la  ley  se  estrague; 

pague  luego. 
ToM.  Pague  o  muera. 

Flor.  ¿Qué  gente? 

Mar.  Gente  de  paz. 

ToM.  ¿Quién  os  mete  a  vos  en  eso? 

Erif.  Ya  soy  de  seso  incapaz; 

que  en  lugar  donde  no  hay  seso 

es  la  opinión  pertinaz. 


¡Alto!  Yo  quiero  ser  loca, 
pues  ya  no  hay  otro  remedio, 
aunque  la  causa  no  es  poca, 
y  este  furor  viva  en  medio 
del  daño  que  me  provoca. 
Pisa.  Quédese  aquí  mientras  vengo 

y  guardaos  de  hacella  mal. 

(Vayase  Pisano.) 

Fl,OR.  ¿Qué  es  io  que  a  mis  ojos  tengo? 

¿Para  un  rayo  celestial 

del  sol  la  vista  prevengo? 
¡Oh,  peregrina  belleza, 

pobreza  de  mi  ventura 

y  de  los  cielos  riqueza! 

¡Corona  de  la  hermosura! 

¡Bien  de  la  naturaleza! 
¿Estoy  conmigo  o  sin  mí? 
ToM.  ¿Pague  luego? 

Mar.  Paga  aquí. 

Erif.  ¿Qué  he  de  pagar? 

ToM.  La  patente. 

Erif.  ¿Xo  la  tengo? 

Flor.  ¡Ah,  buena  gente! 

Mar.  ¿Habláis  con  nosotros? 

Flor.  Sí. 

¿Qué  es  lo  que  pedís? 
ToM.  La  entrada. 

Flor.  Por  ella  la  pagaré. 

¿Si  esta  sortija  os  agrada? 
Mar.  Muestra  a  ver. 

ToM.  Buena  es,  a  fe. 

'SlAR.  ¿Va  empeñada  o  rematada? 

Flor.  Como  os  diere  más  contento. 

ToM.  ¡Vivas  mil  años,  amén! 

^L\R.  Avisa  a  todo  el  convento 

que  hoy  hay  fruta  de  sartén 

y  almojábanas  de  viento. 
ToM.  Por  mi  fe,  que  hay  brava  jira. 

(Vayanse  los  dos,  Martín  y  Tomás.) 

Erif.  ¡Ay,  Dios!  ¿Qué  tiene  este  loco 

que  tan  suspenso  me  mira? 
Flor.  Yo  lo  fuera,  a  mirar  poco 

lo  que  cielo  y  tierra  admiía. 
¡Ay  de  mí,  que  me  destruyo 

si  la  pienso  hablar  sin  seso! 
Erif.  ¿En  qué  pienso  que  no  huyo? 

El  miedo  3'0  le  confieso; 

mes  el  detenerme  es  suyo. 
¡Qué  buena  presencia  y  talle! 

¡Oh,  temor,  déjame  hablalle! 

¡Oh,  déjame  ir,  voluntad! 


420 


LOS    LOCOS    DE   VALENCIA 


Flor.  Divina,  hermosa  beldad, 

Hable  amor,  la  lengua  calle. 
IvRiF.  [Extraña  manera  de  hombre! 

¿Que  tanto  bien  te  dio  el  cielo 

con  tal  censo? 
Flor.  El  mundo  asombre 

ver  la  hermosura  del  suelo 

abatida  con  tal  nombre. 
¡Que  de  tan  alta  hermosura 

fuese  pensión  tu  locura! 
Erif.  ¡Que  a  tan  perfecto  edificio 

falte  el  más  divino  oficio 

que  adornó  su  compostura! 
Flor.  ¡Que  a  tan  hermoso  aposento 

no  haya  más  de  voluntad, 

y  que  falte  entendimiento! 

¡Oh,  mármol  de  gran  beldad!, 

sin  agente  entendimiento? 
¡Oh,  imagen  bella  y  notable, 

de  todo  el  mundo  universo, 

corruptible  y  generable! 

¡Oh,  cuerpo,  en  algo  diverso 

del  otro  mundo  admirable! 
En  dos  partes  de  las  tres 

conforme  a  los  otros  es; 

mas  en  la  parte  tercera, 

que  es  cifra  de  alta  esfera, 

el  cielo  os  puso  a  los  pies. 
Si  son  el  entendimiento 

el  alma  y  divinidad. 

sus  grados  y  fundamento, 

de  fuera  está  la  beldad 

y  vacío  el  aposento. 
Erif.  Este  loco  desdichado 

es  como  un  vaso  doraao 

que  está  lleno  de  veneno 

pudiéndole  tener  lleno 

licor  aromatizado. 

Pero,  con  todo,  confieso 

que  sin  seso  me  podría 

quitar  gran  parte  del  seso. 
Frx)R.  Dichosa  prisión  la  mía 

si  el  mismo  amor  está  preso. 
Ya  es  esto  darle  .sospecha. 
Erip.  Quizá  de  verme  parada 

que  me  da  gusto  sospecha. 
F1.OR.  fQué  aljaba  tan  alunada 

te  dio,  amor,  aqiusta  flecha? 
¿En  qué  loco  pensamiento 

templaste  la  pmita  de  oro? 
EriP.  Será  hablalle  atrevimiento 

Flor.  ¡Oh,  loca,  a  quien  cuerdo  adoro, 

que  sólo  es  loco  el  tormento! 


Si  a  mí  me  estuviera  bien 

que  supieras  que  soy  cuerdo 

quizá  me  quisieras  bien. 
Erif.  Como  de  mi  sueño  recuerdo 

y  \'uelvo  a  dormir  también. 
¿Soy  yo  la  que  de  Leonato 

fui  engañada  y  sin  recato 

paares  y  patria  dejé 

y  arrepentida  lloré 

la  bajeza  de  su  trato? 

¿Pues  qué  es  lo  que  pienso  aquí? 

¿Quién  me  trujo  o  cómo  vine 

a  estar  tan  fuera  de  mí? 

¡Que  un  hombre  loco  me  incline 

casi  a  llevarme  tras  sí! 

¿En  qué  pienso?  ¿Qué  imagino? 

Sin  duda  que  con  razón 

por  otro  igual  desatino 

me  han  traído  a  esta  prisión 

en  que  a  ser  loca  me  inclino. 

¿Qué  dudo?  ¿Qué  estoy  pensando? 

Loca  SO)'. 
Flor.  Ya  está  eclipsando 

las  dos  estrellas  su  furia. 

¡Ay,  no  hagas  tal  injuria  * 

al  sol  que  te  está  mirando! 
Erif.  ¿Loca  soy?  ¿Loca  en  efecto? 

Flor.  Cielo,  estad  sereno  un  poco. 

Erif.  Por  mi  fe,  que  estáis  discreto. 

Flor.  No  S03',  sino  en  verte  loco, 

y  serlo  de  hoy  más  prometo. 
Erif.  ¡Afuera,  afuera! 

Flor.  ¿Qué  aguardo 

estando  loco,  mi  bien? 

¿Para  qué  el  sentido  guardo? 
Erif.  ¡Ea!,  denme  mi  palafrén, 

que  rae  aguarda  Maiidricardo. 
Flor.  Denme  a  mí  caballo  y  lanza 

y  un  vestido  de  mudanza 

hecho  de  todas  colores, 

pues  dejo  viejos  amores 

por  una  nueva  esperanz?. 
Erif.  Tenme  tú  de  aqueste  estribo. 

Flor.  Y  cómo  si  te  tendré, 

que  eres  alma  por  quien  vivo. 
Erif.  ¡Oh,  ladrón!,  ¿muérdesme  el  pie? 

Flor.  Ladrón,  no,  que  soy  cautivo. 

Erif.  ¿Sabes  que  soy  Doralice? 

Flor.  Tu  hermosura  me  lo  dice. 

¿Seré  yo  tu  Mandricardo? 
Erif.  De  aquese  sí  me  acobardo, 

aunque  del  me  sati.sf¡ce. 
El  otro  tenía  seso. 


ACTO    PRIMERO 


421 


no  puede  ser  que  tú  seavS. 
Fi^OR.  Que  me  falta  te  confieso; 

pero  cuando  el  alma  veas 

verás  un  notable  exceso. 
Erif.  Pregvíntale  a  mi  escudero 

si  ha  venido  aquí  Rugero. 
Fl,OR.  Aquí  dice  que  llegó 

y  un  poco  de  agua  pidió 

en  casa  de  un  zapatero. 
Erif.  ¿Cómo  te  llamas? 

Fi,OR.  Beltrán. 

Erif.  ¿Pues  no  eras  tx\  don  Roldan? 

Fi,OR.  Y  como  de  ello  te  goce, 

hoy  seré  todos  los  doce 

que  a  una  mesa  comen  pan. 
Erif.  ¿Conoces  a  Calaínos? 

Fi,GR.  Y  fui  mil  veces  con  él 

a  caza  de  golondrinos. 
Erif.  ¿Y  a  Sansoneto? 

Flor.  y  a  Urgel, 

gran  comedor  de  pepinos. 
Erif.  Era  gente  muy  honrada. 

Fi,OR.  ¿Pues  digo  te  yo  que  no? 

Erif.  ¡Cómo  este  loco  me  agrada! 

O  está  en  seso  o  estoy  yo 

de  mi  seso  enajenada. 
Fi.OR.  Parece  que  ha  conocido 

que  no  me  falta  sentido; 

cúmpleme  disimular. 

Quiero  salir  a  cazar, 

¿hanme  caballo  traído? 
Los  braquetes  y  sabuesos, 

halcones  y  baharíes. 
Erif.  Perros  en  trailla  presos 

y  en  pihuelas  los  neblíes 
Fi,OR.  Pues  échenles  sendos  huesos; 

que  quiero  volar,  en  fin, 

si  hay  azor,  im  francolín. 
Erif.  ¡Malos  años  y  mal  mes! 

Denme  el  hilo  portugués, 

que  quiero  hacer  un  garbín. 

(Entre  Pisano.) 
PlSANO. 

Ya  está,  señora,  vuestra  saya  a  punto; 
entraos  acá,  que  quiero  que  se  os  pruebe; 
y  vos,  Beltrán,  no  os  lleguéis  a  ella, 
que  sois  muy  gentilhombre  y  atrevido, 
y  donde  no  gobierna  entendimiento 
tiene  mucho  lugar  el  apetito. 

ERIF11.A. 
¿Qué  os  viene  de  eso  a  vos,  barbas  de  hereje? 


FtORIANO. 

¿Qué  os  viene  de  eso  a  vos,  cresta  de  gallo? 
PlSANO. 

¿Ya  me  le  defendéis?  Huélgome  de  ello; 
que  no  os  veréis  con  él  hasta  la  fiesta 
de  los  benditos  niños  Inocentes. 

EriFii,a. 
¡Mal  año  para  vos,  que  yo  soy  libre 
y  puedo  hacer  de  mi  capote  un  trasgo. 
y  de  mi  corazón  unas  alforjas! 


¡Entra!  ¡Acabad! 


PlSANO. 

Erifii^a. 
Adiós,  hermoso  loco. 


FXORIANO. 


Divina  loca,  adiós. 

PlSANO. 

Poquito  a  poco. 
(Quede  Floriano.) 
F1.ORIANO. 

Vete  despacio,  pensamiento  mío; 
que  como  otros  se  pierden  por  el  viento, 
por  el  más  bajo  y  áspero  elemento, 
a  su  pesar  de  la  razón  te  guío. 

Tú  vas  donde  te  lleva  el  albedrío 
con  fuerza  de  un  primero  movimiento, 
y  yo  lloro,  con  cuerdo  entendimiento, 
las  ansias  de  tu  loco  desvarío. 

No  me  aventures  a  tan  loca  empresa, 
pues  no  hay  contento  que  esperar  de  un  loco 
cuando  a  saltar  entre  los  cuerdos  viene. 

Pesa  tu  daño  y  tu  provecho  pesa; 
déjame  en  paz,  que  no  es  razón  tampoco 
perder  el  seso  por  quien  no  le  tiene. 

(Entre  Valerio.) 

Vaxerio. 
No  me  agradezcas  ni  a  fineza  tengas 
que  tan  aprisa  tus  visitas  haga, 
pues  vengo  agora  con  negocio  propio, 
y  no,  amigo,  negocio  como  quiera, 
sino  en  que  estriba  de  mi  alma  y  vida 
el  gusto  y  la  salud  que  me  deseas. 

F1.0RIAN0. 

¿Qué  es  esto,  buen  Valerio?  ¿Hase  sabido 
que  estoy  por  dicha  en  esta  cárcel  loca? 
¿Hay  alguna  desdicha  en  mi  suceso? 


422 


I.OS    LOCOS    DE   VALENCIA 


VAI.ERIO. 
Yo  soy,  Floriano,  el  loco;  yo  soy  loco; 
que  tú,  con  sólo  el  hábito  que  tienes, 
haces  oficio  de  sagaz  y  cuerdo. 
Xo  se  sabe  hast?  agora  cosa  tuya, 
ni  se  sabrá  tampoco,  si  los  cielos 
no  se  conjuran  en  tu  daño  y  mío. 

Floriano. 
;Pues  qué  es  esto.  Valerio?  ¿Qué  suceso 
puede  alterar  tu  cuerda  compostura? 
¿Quién  mudó  tu  color?  ¿Quién  ha  vencido 
tu  raro  entendimiento  y  ha  trocado 
de  su  lugar  tu  corazón  y  el  mío? 

Valerio. 
¿Xo  trujeron  agora  aquí  una  loca 
más  hermosa  que  el  orden  de  los  cielos, 
que  los  planetas  y  los  elementos 
y  que  todo  lo  que  es  mortal  criatura? 

Floriaxo, 
¿Es  cosa  tuya,  dime,  aquella  loca? 

Valerio. 
Xo  es  cosa  mía,  pero  }'o  soy  suyo. 

Floriano. 
Espera,  ven  conmigo  a  aquella  sala, 
que  está  desocupaaa  y  tiene  asientos, 
y  dirásme  despacio  tu  suceso. 


¡Ay,  Dios! 


Valerio. 

Florl\xo. 
¿Suspiras? 

\'ALERIO. 

Bueno,  pierdo  el  seso. 


ACTO  SFGUXDO  DE 

LOS  LOCOS  DE    VALENCIA 

(Sale  Floriano,  solo.) 

Floriano. 
Cansada  estar  pudiera  la  fortuna 
de  lo.s  nmchos  agravios  que  me  ha  1ii<1m 
dejando  ya  sin  rcsisitencia  alguna 
las  flacas  fuerzas  de  mi  débil  jK-tho. 
Jamás,  que  nuestro  ruego  la  imix»rtuna, 


dará  sin  muchos  daños  el  provecho; 
libróme  de  la  muerte,  y  de  tal  suerte, 
que  agora  estoy  más  cerca  de  la  muerte. 

Yo  vi  los  bellos  y  aivinos  ojos 
por  donde  amor  vertió  locura  y  fuego, 
y,  como  mariposa,  mis  despojos 
a  su  amorosa  lumbre  árden.se  luego; 
y  cuando  me  bastaran  los  enojos 
de  mi  fiero  mortal  desasosiego, 
quieren  mis  haaos  que  el  mayor  amigo 
sirva  por  instrumento  a  mi  castigo. 

Valerio,  que  es  de  todo  mi  secreto 
archivo,  amparo,  defensor  y  asilo, 
por  esta  loca,  por  el  mismo  efecto 
sigue  de  amor  el  amoroso  estilo; 
y  dice  que  le  pone  en  tanto  aprieto 
que  su  curso  vital  cuelga  de  vin  hilo 
5'  que  la  ha  de  gozar  o  cuerda  o  loca, 
que  amor  ha  menester  cordura  poca. 

Para  esto  dice  que  pedilla  quiere 
a  título  de  que  es  parienta  suya, 
porque  con  el  honor  que  se  requiere 
a  su  primero  ser  la  restituya. 
¡Oh,  amor,  en  qué  peligros  vive  y  muere 
quien  una  vez  probó  la  fuerza  tuya! 
Déjame  con  mi  loca  o  loco  o  cuerdo, 
que  entonces  seré  loco  si  la  pierdo. 

(Entre  Fedr.i.) 

Fed.  Acá  me  vengo  a  buscar 

si  hay  quien  de  señas  de  mí, 
que  dicen  que  me  perdí 
en  este  mismo  lugar. 

Y  no  es  poco  que  me  acuerde 
de  quien  vivo  y  por  quien  muero, 
que  menos  memoria  espero 
adonde  el  seso  se  pieroe. 

Con  tan  extraño  tormento 
el  amor  me  ha  combatido, 
que  5'a  no  tengo  sentido 
sino  .sólo  sentimiento. 

De  mi  locura  me  espanto; 
que  de  oídas,  aunque  poco, 
creí  que  amor  era  loco, 
mas  no  que  lo  fuese  tanto. 

Por  sus  dolores  secretos 
conozco  ya  su  rigor. 
¿Qué  ha  de  dar  un  loco  amor 
sino  tan  locos  efetos? 

Un  loco,  y  por  otra  loco, 
que  es  menos  obligación, 
me  ha  hecho  camaleón 
cuando  sus  colores  toco. 


ACTO    SEGUNDO 


423 


No  sé  qué  tiene,  ¡ay  tle  "u!, 
que  hechiza  cualquier  cordura; 
mas,  ¡ay!,  ¿qué  mayor  locura 
que  no  ver  que  estaba  aqm'? 

Fl,OR.  Yó  que  de  ésta  he  de  guardarme 

y  conozco  su  intención, 
quiero,  huyendo  su  pasión, 
con  mi  pasión  remediarme. 
Pingiréme  menos  cuerdo 
de  lo  que  otras  veces  fui. 

Fed.  Por  un  loco  estoy  sin  mí, 

que  injustamente  me  pierdo. 

PXOR.  ¿Habéis  visto  por  allá 

tina  cosa  que  perdí? 

Fed.  ¿y  tú  no  me  has  visto  a  mí, 

que  ando  en  pena  por  acá? 

Fl,OR.  Hermana,  si  andáis  en  pena, 

muy  cerca  tendréis  la  gloria. 

Fed.  ¡Oh,  palabra  de  victoria, 

de  grandes  misterios  llena! 

Ft,or.  ¡Oh,  sabrosa  berenjena, 

membrillos  y  zanahoria, 
que  echó  en  arrope  de  Coria 
el  poeta  Juan  de  Mena! 

Fed.  ¡Qué  presto  le  vuelve  el  seso 

el  furioso  frenesí! 

Pi,OR.  ¿Sabéis  de  esto  que  perdí, 

y  os  daré  en  hallazgo  ixn  queso? 

Fed.  Pluguiera  a  Dios  que  supiera 

como  sé  lo  que  has  perdido 
adonde  está  tu  sentido, 
porque  yo  te  lo  trujera. 

FivOR.  ¿Hacéislo  por  las  albricies? 

¡Oh,  hidepucha  golosa! 
A  ser  vos  la  más  hermosa, 
yo  os  dijera  mis  malicias. 

Fed.  ¿Pues  esa  que  tú  querías 

tiene  más  merecimientos? 

Fix>R.  Tiene  de  nieve  y  pimientos 

los  dientes  y  las  encías. 

Queríala  y  aun  la  quiero; 
que  ansí  digo  más  verdad, 
porque  es  de  mi  calidad 
y  muere  del  mal  que  muero. 

Fed.  ¿Por  ella,  loco,  en  efecto, 

lo  que  te  falta  has  perdido? 

FXoR.  Cuando  alH  pierdo  el  sentido 

soy  en  extremo  discreto. 

Mas  no  es  lo  que  busco  eso, 
otra  cosa  me  ha  faltado; 
que,  a  fe,  que  es  bien  empleado 
perder  bien  perdido  el  seso. 


¿Véisme  con  aquestos  trapos? 

Pues  perdí... 
Fed.  ¿Qué,  por  mi  vida? 

Flor.  Una  borrica  parida 

con  una  toca  de  papos. 
Fed.  ¿Que  esto  no  desenamore, 

sino  que  obligue  a  deseo? 
FlvOR.  Hace  el  no  seros  muy  feo 

que  mi  esperanza  mejore. 
Que  si  bien  os  parecí 

sienoo  tan  cuerda  mujer 

bien  lo  puedo  parecer 

a  quien  me  parece  a  mí. 
Fed.  ¡Qué  lindo  ingenio  tendría 

por  la  beldad  natural 

si  curase  de  este  mal! 
Fi:,OR.  ¿Ya  habláis  en  filosofía? 

Y  aun  tenéis  mucha  razón ; 
que  el  ingenio  tiene  aumento 
con  el  buen  temperamento 
de  la  buena  complexión. 

Ayuda  a  su  movimiento, 
porque  del  alma  ya  es  llano 
que  ha  de  ser  el  cuerpo  humano 
de  sus  obras  instrumento. 

Fed.  ¿Qué  hiciste  de  aqu^ella  cinta 

que  de  esperanza  te  di? 

Fi,OR.  Perdíla  luego  que  vi 

la  figura  por  la  pinta. 

Que  como  no  estaba  ciego 
de  amor  ni  de  confianza, 
descarté  aquella  esperanza 
porque  me  entró  mejor  juego. 

Fed.  ¿Qué  te  entró? 

Fi,OR.  Una  reina  de  oros, 

carta  nueva  en  la  baraja, 
que  hace  a  mil  reinas  ventaja 
para  ganar  mil  tesoros. 

Aunque  un  diablo  de  un  caballo 
de  por  medio  se  metió, 
que  con  más  cartas  que  yo 
pretende  desbaratallo. 

Y  son  cosas  tan  pasadas 
amistad  y  bien  querer, 
que  adelante  podría  ser 

que  me  entrase  flux  de  espadas. 
Fed.  ¿En  fin,  que  tú  aventuraste 

mi  esperanza  ? 
Fl,OR.  Y  aun  la  mía. 

Fed.  ¿Quieres  otra? 

Fl.OR.  Bien  querría, 

si  no  os  pesa  que  la  gaste. 
Que  antes  se  alegran  mis  ojos 


424 


LOS   LOCOS    DE    VALEXCLA 


Fed. 

FXOR 

Fed. 
Flor 
Fed. 


Flor 
Fed. 


Flor. 
Fed. 

(Entre 

Erif. 


Fed. 
Frii 


Fkd. 


I'LOk. 


que  en  semejantes  contiendas 
pueda  yo  dar  tales  prendas 
a  mi  señora  en  aespojos. 
¿Dónde  está  la  cinta? 

Aquí. 
¿En  la  frente? 

¿Xo  la  ves? 
Pues  quitáosla. 

Mejor  es 
que  me  la  quites  tú  a  mí. 
(Desdide  una  cinta  de  la  cabeza.) 
Ya  desato  la  lazada. 
¡A y,  Dios,  si  le  abrazaré! 
¡Si  podtél  Mas  bien  pofiré, 
que  es  loco  y  no  importa  nada. 

¿Andáisme  en  las  faltriqueras? 
¿Algo  me  queréis  hurtar? 
Aun  no  me  atrevo  a  juntar 
los  brazos.  ¡Oh,  amor!,  ¿qué  esperas? 

Eripila    con  sayo  de  jirones  y  una  caperucilla 
de  loco.) 

Xo  me  desagrada  el  lazo; 
iguales  sois  a  lo  menos; 
por  muchos  años  y  buenos 
gocéis  los  dos  el  abrazo. 

¿Erais  vos  el  que  quería 
ser  mi  esposo  Mandricarao? 
Desde  agora  me  acobardo 
de  lo  que  pensado  había. 

Y  vos,  casada  secreta, 
doncella  de  Dinamarca, 
¿miráis  si  sois  de  la  marca 
con  esa  lanza  jineta? 

Si  sois  cuerda,  qué  queréis 
ser  entre  los  locos  loca, 
¿por  qué  tanto  cuello  y  toca 
y  tantas  galas  traéis? 

vSalí  afuera;  noramala, 
que  tiene  dueño  ese  loco. 
Jílvira,  poquito  a  poco. 
Subios  luego  a  la  sala.      % 

¡Valga  el  diablo  la  parlera, 
y  con  fjué  j)oca  ocasión 
quiere  hurtar  la  bendición 
a  la  hija  verdadera! 

(¿uiérome  quitar  de  aquí, 
no  üiga  algún  di.spaiate, 

(Vayase  Fedra.) 
No  hay  alcahuete  que  trate 
nu-jor  mi  favor  por  mí. 

¡Oh,  celo,  que  el  amor  creces! 
¡Quién  te  llama  hijo  de  amor! 


Su  padre  dirá  mejor, 

que  le  engendras  muchas  veces. 

X'egociado  has  mi  remedio. 
¿Mas  cómo  se  ha  suspendido 
la  que  del  alma  y  sentido 
ha  puesto  su  silla  en  meaio? 
¿Cómo  calláis  vos  agora? 
¿Qué  melancoh'a  es  esa? 
Erif.  De  haber  hablado  me  pesa 

con  la  reina  mi  señora. 

Lo  uno  porque  ya  vos 
pensaréis  que  soy  muy  vn^iestra, 
y  lo  otro  por  la  muestra 
que  me  habéis  dado  los  dos. 
Flor.  Elvira,  plega  a  los  santos 

que  si  yo  la  quiero  bien 
que  me  mate  una  sartén 
con  sus  duelos  y  quebrantos. 

Y  si  no  soy  Mandricardo 
y  esclavo  de  Doralice, 
por  cosa  que  jamás  hice 
me  vistan  de  paño  pardo. 

Como  ella  es  mujer  burlona 
y  criada  en  esta  casa, 
jugamos  de  pasa  pasa 
y  hícele  la  mamona. 

vSi  otra  cosa  hemos  tratado 
3-0  y  aqusta  chocarrera, 
luego  en  tu  desgracia  muera 
frito,  cocido  y  asado. 
Erif.  Perro,  ¿agora  os  hacéis  bobo? 

Asado  os  qiiiero  también, 
y  si  no  me  sabéis  bien 
os  haré  echar  en  adobo. 

Luego  que  vine  a  esta  casa 
puse  los  ojos  en  vos 
poique  no  me  diese  tos 
el  juego  de  pasa  pasa. 

Mandricarao  habéis  de  ser, 
aunque  pese  a  Rodamonte. 
Flor.  ¡Oh,  amor,  de  por  medio  ponte 

y  enseña  a  aquesta  mujer! 

Dale  agora  su  sentido 
si  a  quien  le  tiene  le  qvútas. 
Erif.  Amor,  pues  al  cielo  imitas, 

enmienda  lo  que  has  perdido. 

Si  esto  no  es  naturaleza 
dale  su  seso  a  e.ste  mostró. 
l'i.nR.  ¡Oh,  amor,  pon  alma  en  un  rostro 

que  es  monstruo  de  la  belleza! 

Haz  que  me  escuche  mi  pena 
y  que  me  entienda  mi  mal. 
1;kif.  Amor,  un  milagro  tal 


ACTO    SEGUNDO 


425 


victoria  es  tuya  y  no  ajena. 
Haz  que  este  loco  me  entienda 

porque  sepa  agradecer, 
F1.0R.  ¡Cielo,  esta  loca  mujer 

a  tu  poder  se  encomienda! 
Erif.  Yo  no  quiero  declararme 

hasta  ver  si  fiarme  puedo. 
Flor.  Declararme  tengo  miedo 

hasta  ver  si  puedo  fiarme. 
Ertf.  Así,  loca,  bien  podré 

Qecille  mis  pensamientos. 
FxoR.  Loco,  diré  mis  tormentos, 

aunque  es  bien  cuerda  mi  fe. 
Erif.  ¡Hola,  buen  hombre!,  ¿poraicha 

sabes  tú  lo  que  es  amor? 
Fi,(m.  Ahorcado  esté  el  traidor 

al  humo,  como  salchicha. 
Deseo  que  engendra  el  ver; 

pero  es  contrario  sujeto, 

porque  el  fin  de  éste  es  su  efeto 

y  de  amor  aborrecer. 
Erif.  ¡Ay,  amor,  qué  bien  empiezas! 

Fi,OR.  Deseo,  en  fin,  de  lo  hermoso. 

Dicen  que  hay  dos,  y  es  forzo.so 

que  haya  también  dos  bellezas: 
la  hermosura  corporal 

y  la  otra  intelectiva, 

de  quien  el  cielo  te  priva 

sólo  por  hacerme  mal, 

pues  te  falta  el  ornamento 

del  alma  más  necesario. 
Erif.  Calla,  loco  incierto  y  vario 

más  que  la  luna  y  el  viento. 
Flor.  ¿y  a  ti  también  no  te  toca 

la  variedad  de  la  luna? 
Erif.  En  el  cuerpo  tengo  alguna, 

que  en  el  alma  no  so}-  loca. 
Fi<OR.  Si  a  la  lima  parecieras 

en  amar  al  sol,  de  quien 

recibe  luz,  vida  y  bien, 

ejemplo  de  amores  fueras; 
aunque  si  en  el  nacimiento 

con  Mercurio  la  tuvieras, 

tan  casta  como  ella  fueras 

en  daño  de  mi  tormento. 
Mas  tú  que  de  amor  preguntas, 

¿conoces  de  su  dolor? 
Erif.  Sé  que  es  nuestro  padre  amor 

y  todas  las  cosas  jvmtas. 
Y  de  la  plática  sé 

desde  el  punto  en  que  te  vi; 

que  antes  de  esto  conocí 

por  teórica  mi  fe. 


Fl,OR. 

Erif, 

Fl,OR, 

Erif. 


Fl,OR. 

Erif. 

Fl,OR. 

Erif. 

Fl,OR. 


Erif. 


Fl,OR. 


Erif. 

Fl,OR. 

Erif. 

Fl,OR. 


Erif. 


¿Luego  alguna  fe  me  tienes? 
¿Este  es  cuerdo,  por  ventura  ? 
¿Tiene  ésta  agora  cordura  ? 
¿Agora  a  entenderme  vienes? 

Digo  que  me  agradas  tanto 
como  la  pimienta  al  vino. 
Y  tú  a  mí  como  el  tocino 
después  del  sábado  santo. 

El  responde  en  mi  lenguaje. 
¡Válame  Dios!  ¿Si  no  es  loco? 
Esta  es  cuerda,  y  no  lo  es  poco. 
Yo  vengo  de  alto  linaje. 

Yo  también  soy  caballero 
con  renta  que  allá  en  París 
vale  mil  maravedís, 
y  ando  así  porque  yo  quiero. 

A  mí  me  sacó  un  ladrón 
de  casa  de  un  padre  hidalgo 
y  se  me  fué  como  galgo 
sin  llevarme  el  corazón. 

Y  porque  me  halló  esta  gente 
dando  voces,  destocada, 
me  trajeron  agarrada 
al  audiencia  del  teniente. 

Pues  yo  dicen  que  maté 
vm  Príncipe  de  Aragón, 
y  por  tan  fuerte  ocasión 
en  esta  cárcel  entré. 

Hago  el  loco  y  guardo  el  cuello 
del  «solivíanos  a  malc», 
que  más  quiero  sufrir  palo 
que  no  perder  el  resuello. 
(Vuelvan  en  si.) 

¿Díceslo  de  veras? 

Sí, 
¿Y  til  díceslo  de  veras? 
Yo  sí. 

Pues,  por  Dios,  que  quieras, 
mi  bien,  dolerte  de  mí. 

Mira  el  amor  que  te  tengo, 
pues  que  loco  y  sin  juicio 
te  digo  el  secreto,  indicio 
de  que  por  ti  a  serlo  vengo. 

Amigo,  no  soy  Elvira, 
ni  loca,  como  has  pensado, 
que  mi  nacimiento  honrado 
a  mayor  nobleza  aspira . 

Erífila  fué  mi  nombre 
hasta  que  llegase  aquí; 
bien  puedes  fiar  de  mí 
secretos  que  a  ningiin  hombre; 

que  yo  te  adoro  y  te  amo 
y  soy  tuya  hasta  la  muerte. 


426 


LOS    LOCOS    DE   VALENCIA 


Flor.  Venturosa  fué  mi  suerte, 

suerte  del  cielo  la  Uauío. 
Dauíe,  señora,  esos  brazos. 
Erif.  Aun  pienso  que  no  soy  digna. 

(Entre  PisAxo.) 
TlSA.  ¡Oh,  mol  garrote  de  encina 

que  os  haga  el  cuerpo  pedazos! 
¡Xc  está  malo! 
Flor.  ¡Ah,  puto  viejo! 

¿La  paz  os  parece  mal? 
Pisa.  Yo  os  haré  xina  guerra  tal 

que  os  escueza  el  salmorejo. 
¡Ah,  Martín!  ¡Hola,  Tomás! 
Flor.  Desdicliados  hemos  sido. 

(Entren  Tomás  y  Mautín.) 

ToM.  cQ"*^  ^^'^y  nuevo?  (¡Qué  ha  sucedido? 

Pisa.  A  fe  que  no  se  hablen  más. 

Al  señor  echa  unos  grillos 

y  a  la  dama  unas  esposas. 
Frif.  a  serlo,  fueran  dichosas 

de  los  pies  que  han  de  sufrillos. 
¿Que  han  de  aprisionar,  mi  bien? 
Flor.  Ponédmelo  todo  a  mí, 

que  yo  tuve  culpa. 
Pisa.  ¿Ansí? 

Flor.  A  mí,  pues,  Matusalén. 

Quisiérame  hacer  furioso, 

pero  temo  1?.  prisión. 
^Iar.  ¿No  sabéis  la  condición 

de  aqueste  hospital,  mocoso? 
¿Cuándo  habéis  vos  visto  estar 

los  hombres  con  las  mujeres? 
Pisa.  Llevadlos  ya. 

FlX)R.  Mas  qué,  ¿quieres 

llevarme  a  dar  de  cenar? 
Erif.  ¿También  me  lleváis  a  mí? 

Pis.  Llevadla  ya  noramala. 

Erif.  ¡Oh,  nuildita  martingala, 

de  las  más  lindas  que  vi! 
(Llévenlos  y  quede  PlSANO.) 

Pisa.  No  me  espanto  que  e«^ta  loca 

tenga  enamore  do  un  loco, 
que  a  un  cuerdo,  que  no  lo  es  poco, 
a  dalle  el  alma  provoca. 

Por  ella  traigo  el  cerbelo 
más  mudable  que  im  molino. 
¡Oh,  amor!,  si  eres  desatino, 
¿cómo  eres  Dios  en  el  cielo? 

Cuando  cuentas  y  clarete 
me  habían  de  entretener, 
nur  viene  amor  a  ]X)ner 
garceticas  y  coix-te. 


Perdida  va  la  veleta, 
no  hay  que  fiar  en  la  edad, 
que  siempre  es  la  voluntad 
dei  apetito  alcahueta. 

Con  todo,  es  tal  mi  pasión 
que  por  ventura  la  estimo. 
(Entre  Tomás.) 
ToM.  Nuesamo,  aquí  está  su  primo, 

el  Vergueta  de  Aragón. 
Pisa.  ¿Dices  Liberto? 

ToM.  Ese  propio. 

Pisa.  Pues  entre  muy  norabuena 

en  su  casa,  aunque  es  ajena; 
que  al  cuerdo  es  lugar  impropio. 
(Entra  I^iberto.) 

IíIBERTO. 
No  os  quejaréis  de  que  a  Valencia  vengo 
sin  veniros  a  ver  en  apealad  orne. 

PlSANO. 
Dadme  esos  brazos  una  y  muchas  veces. 

Liberto. 

Dos  veces  a  lo  menos  quiero  dallos, 

una  por  deudo  y  otra  por  amigo, 

que  me  precio  de  amigo  más  que  deudo. 

PlSANO. 

Aquí  tenéis.  Liberto,  aquesta  casa, 
aunque  parece  maliciosa  oferta; 
pero  si  ella  lo  es,  en  este  pecho 
tenéis  la  volimtad  pronta  a  serviros. 
¿Qué  negocios  os  traen  a  Valencia? 

Liberto. 
¿No  habéis  sabido  aquel  suceso  triste 
del  Príncipe  Reinero,  hijo  legítimo 
del  Conde  Amolfo? 

PlSANO. 

Por  acá  se  ha  dicho, 
aunque  de  algunos  es  tenido  a  fábula... 

Liberto. 
¡Pluguiera  a  Dios,  ¡oh,  primo!,  que  lo  fuera! 
Muerto  es,  sm  duda,  y,  por  desgracia,  muerto 
a  manos  de  un  varón  de  la  montaña 
en  cuya  busca  vengo,  entre  otros  muchos 
que  a  varias  partes  varaos  repartidos. 

PlSANO. 
¿Quién  (luda  que  so  haga  diligencia? 
Plega  a  Dios  (|iu-  le  halléis,  que  a  fe  que  os  fuese 
una  prisión  de  crédito  y  provecho. 


ACTO    SEGUNDO 


427 


TjBERTO. 
Todos  llevamos  retratado  el  rostro, 
que  han  hecho  copias  de  él  en  Zaragoza, 
para  que  no  se  pierda  por  indus:;ria. 

PlSANO. 

Holgaréme  de  verle  por  extremo. 

Liberto. 
Piesto  podréis  cumplir  ese  deseo. 
Este  es  el  matador. 

(Muestre  el  retrato.) 
PiSANO . 

¡Gentil  presencia!    . 
¿Cómo  dicen  las  letras? 

IvIBERTO. 

«Floriano, 
aetatis,  suae,  veintinueve  o  treinta». 

PlSANO. 

Mirado  el  rostro  me  ha  movido  a  lástima. 

Liberto. 
¿Hanos  visto  por  dicha  aqueste  loco? 
Que  me  importa  la  vida  en  el  secreto. 

PlSANO. 

Suspenso  está  mirando  las  estrellas. 
No  tenéis  qué  temer;  venid  conmigo, 
d  áreos  un  regalo  mientras  ll-^ga 
la  hora  de  cenar. 

Liberto. 
Basta  el  de  veros. 

PlSANO. 

En  cuidado  me  ha  puesto  aqueste  loco, 

(Vayase  y  quede  Tomás.) 

Tomás. 
No  hay  secreto  en  el  mundo  que  lo  sea; 
por  esto  dicen  que  la  tierra  ha  dado 
con  voto  eterno  esta  palabra  al  cielo 
y  que  tienen  oídos  las  paredes. 
Si  agora  este  secreto  me  importara 
librara  mi  persona  de  la  muerte, 
la  del  hermano  o  el  amado  amigo. 

(Entre  Floriano  con  grillos.) 
Fl,ORIANO. 

Bueno  es  tener  amigos  lo  s  que  viven 
sujetos  de  este  mundo  a  la  miseria; 
mas  yo,  ¡triste  de  mí!,  los  he  tenido 


para  sólo  mi  mal  y  desventura. 

Aun  hablo  en  seso  sin  mirar  quién  oye. 

¿Qué  hay  por  acá,  Tomás? 

Tomás. 

¡Oh,  Beltranico! 
¿Cómo  va  de  pigüelas?  ¿Son  pesadas? 

Fl^ORIANO. 
Echáronme,  Tomás,  los  de  la  vieja, 
como  dicen  algunos  en  Castilla, 
que  fué  una  mala  hembra  que  muriéndose 
dejó  de  piedad  su  hacienda  toda 
para  comprar  prisiones  a  las  cárceles. 

Tomás. 

Iguales  las  tuviera  el  desdichado 
que  ha  muerto,  según  dicen,  a  Reinero, 
y  le  van  a  buscar  por  todo  el  mundo 
con  retratos  que  llevan  de  su  rostro. 

Fl<ORIANO. 

(¡Válgame  el  cielo!)  ¿Y  tú  de  qué  lo  sabes? 

Tomás. 
Un  hombre  de  Aragón,  que  del  portero 
es  primo,  según  dicen,  ha  venido 
en  busca  suya  y  su  retrato  trae. 
Llámase,  a  lo  que  pienso... 

Fl<ORIANO. 

¿Cómo? 

Tomás. 

Empieza 
por  flor,  y  lo  demás  se  me  ha  olvidado. 

Floriano. 
¿Dijo,  por  dicha,  Floriano? 

Tomás. 

Bl  mismo; 
así,  así,  Floriano,  que  era  un  hombre 
de  treinta  años,  vm  año  más  o  menos. 


¿Y  adonde  fué? 


Fl^ORIANO. 


Tomás. 


Sin  duda  a  ver  la  casa; 
que  nadie  viene  aquí  que  no  la  vea. 

Fl,ORIANO. 

Por  Dios,  que  pienso  ver  ese  retrato; 
quédate  aquí,  que  voy  en  busca  suya. 


428 


LOS   LOCOS    DE   VALENCLV 


Tomás. 
No  digas  que  te  he  dicho  nada. 

Floriaxo. 

¡Basta! 
A  mí  me  importa  más  qiie  a  ti  el  secreto. 

TOM.ÍS. 
Ya  sé  que  aimque  eres  loco  eres  discreto. 

(Vayase  Floriano.  Entre  Erifil.i  con  esposas.) 

Erif.  Escapádome  he,  por  Dios, 

aimque  con  esposas  vengo, 

que  aunque  de  hierro  las  tengo 

no  es  ningima  de  las  dos. 

¿Qué  hacéis  por  acá,  Tomás? 
To>L  Ya  lo  veis,  buena  mujer; 

si  el  viejo  os  echa  de  ver, 

a  fe  que  os  encierra  más. 
£rik.  Ya  no  me  tiene  sin  manos. 

;Oué  quiere?  ¿Qué  tengo?  ¿Rabio? 
ToM.  Pues  por  mi  fe  que  hace  agravio 

a  los  cielos  soberanos; 

que  de  alguno  eres  estrella, 

segi'm  tienes  resplandor. 
Erif.  Por  sólo  aquese  favor 

me  bajo  de  la  querella. 
¿Parézcote  muy  bonita? 
ToM.  ¡Yive  Dios,  que  estaba  cuerdo 

y  que  en  verte  el  seso  pierdo, 

porque  tu  rostro  le  quita! 
¿Quiéreste  casar  conmigo, 

que  soy...? 
Erif.  ¿Quién? 

ToM.  Gran  turco  soy. 

Erif.  La  fe  y  palabra  te  doy... 

ToM.  ¿De  qué? 

Erif.  De  comerme  un  higo. 

ToM.  ¿Luego  no  quieres  casarte? 

Erif.  Si  hubiera  cura  si  hiciera. 

ToM.  ¡Que  por  un  cura  cualquiera 

me  pierda  yo  de  gozarte! 
V.Hiy.  ¿Sabes  quién  está  ordenado 

de  hacer  este  casamiento? 
To.M.  ¿Quién? 

Erif.  Beltrán. 

ToM.  ¿Díselo  a  tiento? 

l'"klF.  Antes  lo  tengo  pen.sado. 

Llámamele,  por  tu  vida, 

que  prima  ha  cantado  ya 

y  a  los  dos  nos  casará. 
To.M.  Dame  la  manf>. 

Ekif.  Está  asida. 


ToM. 
Erif. 


Flor. 


Erif. 
Flor. 
Erif. 

Flor. 


Erif. 

l'l.OR. 


Erif 


Pues  voy. 

Anda,  amor  piadoso, 
(Vayase  Tom.4s.) 

pues  \'uelas  y  no  reposas, 
venga  a  ver  sus  tres  esposas 
el  que  me  das  por  esposo. 

Venga  aquel  por  quien  tan  grave 
prisión  en  que  estoy  metida 
tengo  por  dichosa  vida 
y  por  tormento  suave. 

Venga  aquel  por  quien  es  poco 
que  el  seso  y  la  vida  pierda, 
por  quien  tengo  el  alma  cuerda 
y  el  entendimiento  loco. 

Que  es  tal  aquella  heimosura 
por  quien  vivo  y  por  quien  muero, 
que  para  siempre  no  quiero 
volver  a  mayor  cordura. 
(Entre  Floriano,  tiznada  la  cara.) 

¡Bueno  vengo  de  esta  vez 
con  la  máscara  fingida; 
bien  parece  que  esta  vida 
es  un  juego  de  ajedrez! 

¡Oh,  cómo  es  mudable  y  vana, 
y  échase  en  esto  de  ver 
que  una  pieza  blanca  ayer 
puede  ser  negra  mañana! 

¿Beltrán? 

¿Elvira? 

¿A  qué  efecto 
te  has  puesto  así? 

Mi  señora, 
juego  al  ajedrez  agora 
porque  es  un  juego  discreto. 

Un  rey  con  dos  mil  peones, 
sundo  yo  un  caballo  pobre, 
me  persigue  hasta  que  cobre 
su  venganza  en  mis  traiciones. 

Hoy  me  ha  venido  a  buscar 
a  aquesta  casa  un  alfil, 
que  con  un  jaque  sutil 
un  mate  me  quiere  dar. 

Y  porque  en  mi  mal  se  alegra, 
ya  de  matarme  resuelto, 
de  pieza  blanca  me  he  vuelto, 
como  veis,  en  pieza  negra. 

¿Que  aque.se  alfil  ha  venido? 
Dicen  que  trae  mi  retrato, 
y  por  eso  me  recato 
y  vengo  desconocido. 

Ese  juego  ya  me  llama 
a  que  j)ierda  mi  .sosiego, 


ACTO    SEGUNDO 


429 


Fr,OR.  ¿Y  cómo,  si  sois  del  juego, 

y  no  menos  que  la  dama? 

Por  eso  ayudadme  bien, 
que  estoy  muy  cerca  de  preso. 
EriF.  Bien  puedes  hablarme  en  seso, 

que  no  nos  oyen  ni  hay  quién. 

¿Es  verdad  que  aquí  han  venido 
con  tu  retí  ato  a  buscarte? 
FtOR.  Del  alma  quieren  sacarte 

este  tu  loco  fingido. 

Pero  no  te  cause  pena, 
que  de  la  suerte  que  esto}^ 
libre  del  peligro  voy 
que  el  Rey  de  Aragón  me  ordena; 

que  no  seré  conocido 
tan  loco  y  desfigurado. 
Erif.  Gran  secreto  me  has  fiado; 

conozco  que  me  has  querido. 

Y  pues  de  eso  estás  seguro, 
hablemos  en  nuestras  cosas. 
FtOR.  Que  al  fin  te  ocharon  esposas. 

¡Oh,  hierro  dichoso  y  duro! 

¡Oh,  hierro  que  has  acertado 
a  ser  prisión  ventur  )sa 
en  la  parte  más  hermosa 
que  el  cielo  a  la  tierra  ha  dado! 

¿Hate  hecho  alguna  señal? 
¿Ha  sido  tan  atrevido? 
¿No  está  muy  agradecido 
de  gozar  de  gloria  tal? 

Mas  no  es  posible  que  encarne; 
que  enternecido  de  ti, 
se  habrá  recogido  en  sí 
por  no  lastimar  tu  carne. 
•         ¡Oh,  quién  ese  hierro  fuera 
por  gozar  de  tal  tesoro 
o  por  convertirse  en  oro 
que  tu  mano  enriqueciera! 

¡Que  tal  te  traten  por  mí 
aquesas  carnes  hermosas! 
Erif.  ^Manillas  son,  que  no  esposas, 

éstas  que  sufro  por  ti. 

Joyas  son  que  amor  me  dio; 
no  es  bien  que  esposas  las  llames, 
que  no  quiero  3'o  que  ames 
más  de  ima  esposa,  y  ser  3'o. 
Fi<OR.  Si  son  joyas  y  manillas 

que  da  amor  a  los  amantes, 
de  perlas  y  de  diamantes 
pienso  algún  tiempo  cubr illas. 

Bien  parece  que  los  dos 
sólo  uno  somos  ya; 
que  de  dos  hecho  nos  ha 


sólo  un  cuerpo  el  ciego  dios. 
Pues  viendo  aquestos  villanos 

que  el  preso  uno  solo  es, 

a  mí  me  hierran  los  pies 

y  a  vos,  señora,  las  manos. 
Que  con  esto  quedará 

de  pies  y  manos  seguro 

este  preso,  que  yo  os  juro 

que,  aiin  muriendo,  no  se  irá. 
Erif.  Los  que  en  los  pies  te  pusieron 

tengo  en  las  entrañas  yo, 

que  éstos  que  tu  amor  me  dio 

corona  de  gloria  fueron. 
Sólo  siento  que  mis  brazos 

no  se  pudiesen  abrir 

para  en  ellos  recibir 

tus  amorosos  abrazos. 

Mas  como  mi  alma  puede, 

imaginados  los  da. 
Fl,OR.  El  alguacil  viene  ya. 

Erif.  ¿Quieres  que  huya  o  me  quede? 

Flor.  No  importa,  quédate  aquí. 

(Entren  I^iberto  y  Pisano.) 
LiB.  No  me  puedo  detener, 

que  tengo  mucho  que  hacer. 
Pisa.  ¿No  os  queréis  servir  de  mí? 

LiB.  El  haberos  visto  sobra 

y  aquesta  famosa  casa. 
Pisa.  ¿Aquí  estáis  vos?  ¿Esto  pasa? 

Fi,OR,  Siempre  me  hacéis  mala  obra, 

y  más  agora,  que  andáis 

con  esotro  bellacón 

que  busca  mi  perdición. 
Erif.  ¿Quién  sois  vos?  ¿A  quién  buscáis? 

LiB.  Yo, hermano,  vengo  a  buscar 

un  famoso  delincuente. 
Flor.  Sospecho  que  está  presente 

y  que  no  le  habéis  de  hallar. 
Lie.  Lo  postrero  puede  ser. 

Erif.  ¿Qué  ha  hecho? 

LiB.  Mató  el  tirano 

a  un  rey. 
Erif.  ¿Y  el  nombre? 

LiB.  Es  Floriano, 

Erf.  Pues  veis  aquí  su  mujer 

Lie.  Graciosa  loca  y  hermosa. 

Pisa.  Es  perfecta  por  extremo. 

Flor.  ¡Hola,  vive  Dios!,  que  os  temo  . 

por  esa  gaita  golosa, 

que  en  mi  vida  os  ofendí 

más  de  lo  que  agora  veis: 

pero  creo  que  traéis 

ciertas  bulas  contra  mí. 


430 


LOS    LOCOS    DE   VALENCIA 


Pisa.  Este  es  mi  gran  estudiante 

que  de  amor  enloqueció. 
Flor.  Y  este  un  asiio  que  tiró 

dos  coces  a  un  elefante. 
Pis.\.  Estotra  es  una  mujer 

que  dice  q\ie  le  han  lobai-o 

y  en  aquesta  tema  ha  dado. 
Erif.  ¿Sabéislo  vos,  bachiller? 

¿Qué  tenéis  que  ver  en  eso? 

Si  me  han  robado  a  traición 

con  grillos  tengo  al  ladrón, 

preso  está. 
Flor.  Yo  soy  el  preso. 

I. IB.  Por  mi  vida,  que  es  hermosa, 

y  a  compasión  me  ha  movido. 
Erif.  cQué  es  quesicosa,  marido, 

tres  esposas  y  vma  esposa? 
Flor.  Las  trébedes. 

Erif.  ¡Bien,  por  Dios! 

Flor.  Malo  estaba  de  aceitar. 

Erif.  Anda,  bellaco  escolar; 

yo  soy  una  y  éstas  dos. 
Flor.  ¿Parécete  que  erré  poco? 

¿Cuyas  son,  que  no  me  acuerdo? 
Erif.  Las  dos  son  de  aqueste  cuerdo 

y  la  una  de  este  loco. 
Pisa.  Poco  tiempo  estará  aquí, 

que  es  muy  principal  mujer. 
LlB.  Bien  se  deja  conocer. 

Flor.  ¿Y  vos  conocéisme  a  mí? 

IviB.  Ni  os  conozco  ni  aun  quisiera. 

Flor.  Pues  a  fe  que  os  importara. 

LiB.  Tenéis  muy  negra  la  cara. 

Flor.  Más  negro,  a  ser  blanco,  fuera. 

Vos  seréis  gavilán  manco. 
LiB.  De  ser  como  soy  me  alegro. 

Vi.oK.  ¿Sabéis  por  qué  estoy  tan  negro? 

Porque  no  deis  en  el  blanco. 
Erif.  Amarga  está  la  librea. 

Fl/)K.  Soy,  por  no  buscar  cuartagos, 

loco  de  los  Reyes  Magos 

y  embajador  de  Guinea. 

Contra  un  rey  no  valen  po.stas. 
Pisa.  Una  nueva  quiero  daros, 

Elvira. 
F^KIF.  V  yo  presentaros 

éstas,  que  me  están  angostas. 
I'lSA.  A  ime.stro  administrador, 

el  pariente  que  sabéis 

os  pide. 
F^KIF.  ¿Y  esa  tenéis 

por  buena  nueva,  hablador? 
Pisa.  Saíx-  Dios  lo  que  lo  siente 


quien  gustaba  de  escucharos. 
Dice  que  quiere  curaros 
en  su  casa  honradamente. 
Erif.  ¡Mal  año  y  mal  mes,  hermano! 

Antes  que  allá  coma  y  duerma; 
más  me  quiero  estar  enferma 
que  curada  de  tal  mano. 

Tiene  aquí  tanta  virtud 
ima  cierta  voluntad, 
que  quiero  mi  enfermedad 
más  que  alguno  su  salud. 

Hora  es  que  yo  me  vaj-a, 
y  antes  que  deje  a  Valencia 
volveré  a  vuestra  presencia. 
Poco  vale  quien  desmaya. 

Diz  que  traéis  un  retrato 
de  cierto  moro  de  Aigel. 
Yo  me  holgara  harto  con  él, 
y  de  miedo  no  lo  trato. 

¿Queréislo  ver? 

Sí,  por  Dios. 
(Enseñe  el  retrato.) 

Pues  veisle  aquí  descogido. 
Pardiez,  que  está  parecido, 
aunque  no  os  parece  a  vos. 

Pues  3'0  conozco  a  su  dueño 
y  sé  muy  bien  dónde  está. 
Irme  quiero,  tarde  es  ya. 
¿Qué  me  daréis  si  os  le  enseño? 

Salir  quiero  a  acompañaros. 
Eso  no. 

Dejadme  un  poco. 

^Vayanse  PisANO  y  I^iberto.) 

Ahora  digo  que  estás  loco.  , 
No  os  enturbiéis,  ojos  claros, 

que  no  hay  temer  mal  íuceso 
en  lugar  que  vos  estáis, 
auiKjue  e]  hábito  digáis 
que  imprime  falta  de  sesrc. 

El  alma  me  has  alterado. 
Mi  bien,  en  mí  lo  he  sentido 
como  quien  el  cuerpo  ha  sido 
donde  agora  habéis  estado. 

Que  cual  forma  sustancial 
y  yo  materia  en  que  vive 
de  quien  con  acto  recibe 
perfección  lo  que  es  mortal, 

luego  sentí  movimiento 
y  me  tembló  el  corazón. 
Erif.  lia  sido  en  esta  ocasión 

extraño  tu  atrevimiento, 

pues  me  libré  de  este  mal. 


LiB. 


Flor, 


Erif. 

LlB. 

Flor. 

LlB. 

Flor. 


LlB. 

Flor. 
Pisa. 
Lie. 
Pisa. 


Erif. 
Flor. 


P'rif. 
Flor. 


ACTO    SEGUNDO 


431 


Flor.  ¿Sabes,  mi  bien,  qué  quisiera? 

Erif.  Ya  te  entiendo;  y  si  piidiera, 

no  tuviera  gloria  igual. 
Flor.  Tu  amorosa  estimativa 

entiende  mis  intenciones 

de  mis  inciertas  razones 

con  deseo  de  que  viva; 
Pero  3'0  te  abrazaré 

si  no  puedes  abrazarme. 
(Entre  Laida.) 

I.AiD.  De  aguda  puedo  loarme. 

¡A  qué  buen  tiempo  bajel 
¡Suelta  la  loca,  ladrón! 
Erif.  ¡Oh,  traidor!,  ¿forzarme  a  mí? 

I^AiD.  ¿Luego  él  te  forzaba? 

Frif.  Sí. 

Flor.  Fuerza  fué  del  corazón. 

I,AiD.  Estudiante  o  Satanás, 

que  esto  debiste  de  ser, 

¿qué  te  ha  hecho  esta  mujer 

que  siempre  con  ella  estás? 
Flor.  Hame  dado  un  mojicón 

por  medio  de  las  entrañas, 

que  ha  tenido  por  hazañas 

matar  un  muerto  a  traición. 

Y,  por  Dios,  que  he  de  vengarme 

hasta  que  el  suyo  le  vea. 
Erif.  Ya  ha  visto  lo  que  desea, 

no  tiene  ya  que  buscarme. 
Laid.  Beltrán,  no  la  mires  tanto, 

mírame  a  mí. 
Flor.  Ya  te  veo; 

pero  llévam.e  el  deseo 

a  que  te  dé  con  un  canto. 
Latd.  Asirte  tengo  la  mano, 

a  fe  que  no  has  de  ir  tras  ella. 
Erif.  ¡Oh  qué  graciosa  doncella 

para  de  invierno  y  verano! 
Mucho  se  os  abrasa  el  pecho, 

andáis  en  caniculares. 
Laid.  ¿Q^^  ^^^^  ^^  verme  no  repares? 

Erif.  Aun  de  burlas,  es  mal  hecho. 

Quedaos  con  Dios,  Mandricardo, 

que  me  saben  mal  los  celos. 
Flor.  Cubrir  piensa  tales  ciclos 

aqueste  nublado  pardo. 
¡Oh  pesar  de  Rodamonte 

que  a  Doralice  me  lleva! 
Erif.  Yo  te  cerraré  la  cueva. 

Flor.  Cierra  y  súbete  en  el  monte. 

(Vayanse  y  quede  I,aida.) 

Laid.  ¿Esto  es  posible?  ¿Hay  dolor 


Fed. 

Laid. 

Fed. 

Laid. 

Fed. 

Leid. 


Fed. 


Laid. 

Fed. 

Laid. 

Fed. 
Laid. 


que  al  que  padezco  padezca? 
¿Que  por  un  loco  padezca 
que  a  otra  leca  tiene  amor? 

Bien  sé  yo  de  qué  ha  nacido: 
que  como  jmitos  están, 
de  verse  y  hablarse  harán 
hábito  el  alma  y  vestido. 

Pues  no,  no,  que  yo  pondré, 
metiéndome  de  por  medio, 
en  su  locura  remedio 
y  el  agravio  de  mi  fe. 

Xo  siento  industria  mejor 
para  poderme  quedar 
en  este  mismo  lugar 
sino  seguir  su  furor. 

Fingirme  quiero  furiosa 
y  dar  en  im  frenesí 
que  si  me  dejan  aquí 
seré  cuerda  venturosa. 

¡Ea,  pues!,  ¿qué  me  detengo? 
(Hágase  loca.) 

¡Hola,  gente  de  palacio! 
¿Cómo  venís  tan  despacio? 
Decidle  al  Rey  que  ya  vengo. 

Aparta  aquesa  carroza; 
dadme  vos.  Duque,  la  mano; 
hágame  viento  ese  enano, 
que,  por  mi  fe,  que  me  goza. 

Bueno  va  aquesto  hasta  aquí. 
(Entre  Fedra.) 

¡Hola,  Laida!  ¿Estás  acá? 
¿Laida?  ¡La  Reina  dirás! 
¡Qué  nuevas  traigo,  ay  de  mí! 

¿Nuevas?  ¿Qué  nuevas? 

Iklor  tales. 
¿Hase  algxín  reino  perdido 
o  flota  de  las  que  han  ido 
a  las  Indias  Orientales? 

Mi  padre  me  envía  a  llamar 
para  que  parta  a  Segorbe 
sin  que  remedio  lo  estorbe 
ni  se  pueda  replicar. 

Recibió  cartas  mi  tío 
de  que  la  vida  le  importa 
hacer  mi  jomada  corta. 
Que  se  alegre  el  reino  fío. 

¿Qué  reino? 

El  que  yo  gobierno 
como  absoluta  señora. 
¿Estás  loca? 

Estoy  agora 
buscando  a  mi  madre  un  yerno. 


432 


r.OS    LOCOS    DE   VALENCIA 


Fed.  ¡Ay,  Dios,  el  seso  ha  perdido! 

Laid.  Por  eso  el  alma  ha  ganado. 

Fed.  Laida,  ¿qué  hechizo  te  han  dado? 

Laid.  Por  los  ojos  le  he  bebido. 

Fed.  Vuelve  en  ti. 

Laid.  Poneos  del  lodo. 

Fed.  Dichosa,  que  loca  estás, 

pues  aquí  te  quedarás 

a  gozar  de  mi  bien  todo. 

¡Ay  de  quien  le  ha  de  peroer! 
Laid.  ¡Hola,  dueña  o  camarera! 

Fed.  ¡Oh  quién  tan  loca  estuviera! 

¡Qué  venturosa  mujer! 
Laid.  Traedme  un  búcaro  de  agua 

y  una  naranja.  ¿Venís? 
Fed.  Ya  me  admiran... 

Laid.  Dueña,  ¿oí«;? 

Fed.  IvOs  desatinos  que  fragua. 

Por  mi  fe,  que  estoy  movida 

a  seguir  su  buen  ejemplo; 

porque  dos  cosas  contemplo 

que  entrambas  me  dan  la  vida. 
La  una,  que  si  estoy  loca, 

aquí  me  habré  de  quedar, 

donde  podré  negociar 

lo  más  que  mi  alma  toca; 
la  otra,  que  estando  ansí 

.soy  tan  igual  a  Beltrán 

que  con  él  me  casarán 

viéndome  por  él  sin  mí; 

pues  verán  que  ae  este  modo 

se  remedia  mi  locura. 

Ya  comienzo.  Adiós,  cordura; 

adiós,  seso  y  honra  y  todo. 
I.AíD.  Dueña,  ¿cómo  no  venís? 

(Hágase  loca.) 

Fed.  ¿Qué  queréis,  Reina  y  señora? 

Laid.  Aguardo  más  ha  de  una  hora 

un  poco  de  agua  y  anís, 
Fed.  Descuidóse  el  maestresala 

y  vertióse  ei  escabeche. 
Laid.  Úntenle  el  pecho  con  leche 

y  denle  con  una  bala. 

(¿Qué  es  aquesto  de  mi  ama 

que  así  me  lleva  el  humor? 
Fed.  Seguir  quiero  e.ste  furor. 

que  el  amor  furor  se  llama. 
Laid.  Si  me  entiende  el  pL-n.samiento 

y  se  ha  burlado  de  mí...) 
Fed  Gran  Reina,  un  paje  está  aquí 

tjue  os  quiere  contar  un  cuento. 
L.\1D.  Si  e.s  píijc  de  don  Beltrán, 


decid  que  le  den  licencia. 
Fed.  ¿Aun  osá's  en  mi  presencia 

nombrar  ese  ganapán? 
Laid.  ¿No  está  luego  averiguado 

que  Beltrán  es  cosa  mía? 
Fed.  ¡Qué  gentil  bellaquería 

estando  el  otro  casado! 
Laid.  ¿Casado?  ¿Con  quién? 

Fed.  Conmigo. 

Laid.  ¿Contigo? 

Fed.  Como  lo  cuento. 

Laid.  .¿Y  quién  hizo  el  casamiento? 

Fed.  El  Papa. 

Laid.  Más  papahígo. 

Fed.  ¿Pues  qué,  pensó  la  fregona, 

casarse  ella  con  Beltrán? 
Laid.  ¡Ay,  a  la  Reina  de  Oran 

una  dueña  quintañona!... 
¡Ármense  mis  carabelas 

y  vayan  por  todas  partes 

tendidos  mis  estandartes. 
Fed.  ¿Ansí?  Qaebraréos  las  muelas. 

Laid.  ¿Las  muelas  a  mí  una  dueña, 

bastarda  de  su  linaje? 

¡Hola!  Tráigame  aquí  un  paje 

un  hacha  de  partir  leña. 
Fed.  ¿Reina  vos?  ¡Mentís,  villana! 

Laid.  ¿Mentís?  ¡Toma  un  bofetón! 

Fed.  ¿Bofetón  a  mí?  ¡Ah,  traición! 

¡Esperad,  doña  avellana! 
(Asgemse  las  dos.) 

(Entren  Ger.\rdo,  administrador  del  hospital,   y   Va- 
lerio.) 

Gerardo. 
Entrad,  que  quiero  ver  este  ruido, 
y  luego  trataremos  más  despacio 
a  lo  que  habéis  venido. 

Vai,erio. 

Llegad  presto, 
que  una  loca  maltrata  vuestra  hija. 

Gerardo. 
Sobrina,  ¿qué  es  aquesto?  Suelta,  aparta. 
¿A  qué  bajaste  aquí?  ¡Porteros!  ¡Hola! 
Recoged  esta  loca.  Y  si  es  furiosa, 
¿por  qué  razón  la  sacan  de  su  cárcel? 

Laida. 
¿Ya  no  me  conocéis,  hermano  viejo? 


Gerardo. 


Laida,  ¿eres  tú? 


ACTO    SEGUNDO 


433 


Laida. 
Yo  soy. 

Fedra. 

Y  la  bellaca 
sabéis  que  está  diciendo  que  es  la  Reina 
y  que  con  don  Beltrán  está  casada, 
siendo,  como  lo  sabe  Dios  y  el  mundo, 
ese  picaño  mi  marido. 

Gerardo. 

¡Oh,  cielos! 
¿Qué  dices,  Fedra? 

Vai^erio. 
¡Vive  Dios,  Gerardo, 
que  están  entrambas  locas,  sin  juicio! 

Gerardo. 

¡Válame  Dios!  ¿Y  qué  habrá  sido  aquesto? 
¿Si  les  dieron  por  dicha  algún  hechizo? 

Fedra, 
No  es  hechizo  el  amor,  sino  hechicero; 
el  hechizo  es  la  gracia  y  hermosura; 
y  si  queréis  saber  el  que  me  han  dado, 
mirad  el  talle  de  Beltrán,  y  luego 
me  juzgaréis  por  loca  venturosa. 

Laida. 
A  mí  también  me  ha  dado  ese  hombre  hechizos; 
si  lo  queréis  saber,  miradme  el  pecho, 
que  de  abrasado  está  ceniza  hecho. 

Ger.  Por  Dios,  amigo  Valerio, 

que  tiene  aquesta  desgracia 

otra  razón  y  misterio. 
Laid.  Yo  soy  la  Reina  de  Tracia, 

aunque  tengo  aquí  mi  imperio. 
Vai,e.  De  manera  estoy  suspenso 

que  pienso  que  esto  es  hechizo. 
Ger.  ¡Ay  de  mí,  lo  mismo  pienso! 

Aunque  si  el  amor  lo  hizo, 

sabed  que  es  hechizo  intenso. 
Bn  mal  punto  me  trajiste s. 

a  esta  casa  ese  Beltrán. 
Vai^E.  Tan  presto  su  amor  hicistes. 

Ger.  ¿No  veis  del  talle  que  están? 

Fed.  Bailemos,  que  estamos  tristes. 

Ger.  Creciendo  va  su  porfía. 

(Bailen.) 

Laid.  «¡Déligo,  déligo,  déligo!» 

Ger.  ¿Qué  es  esto,  sobrina  mía? 

XII 


Fed.  Qué  «déligo  de  candéligo» 

Ger.  ¡Oh  qué  extraña  fantasía! 

Hija,  ¿quién  te  ha  puesto  ansí? 
Fed.  Beltrán,  Beltrán.  ¿No  lo  entiende? 

Ger.  Beltrán  es.  ¡Triste  de  mí! 

Vai,E.  ¿Que  un  loco  este  fuego  enciende? 

GrER.  ¡Sobrina! 

I'^ED.  «¡Quiquiriquí!» 

Vale.  Por  mejor  tengo  encerrallas 

artes  que  nadie  las  vea; 

que  el  castigo  ha  üe  curallas. 
Ger.  Yo  haré  que  bastante  sea 

a  curallas  o  acaballas. 

Y  pondré  a  Beltrán  de  suerte 

que  tenga  en  sii  desventura 

por  más  contento  la  muerte. 
Vai,E.  a  tener  Beltrán  cordura, 

fuera  justo;  pero  advierte... 
Ger.  Que  no  tengo  qué  advertir, 

él  ha  sido  la  ocasión. 

¿No  acabáis  ya  de  venir? 
Fed.  Si  le  ponéis  en  prisión, 

a  fe  que  me  he  de  morir. 

(Entren  Pisano,  Martín  y  Tomás.) 

Pisa.  ¿Qué  es,  señor,  lo  que  se  ofrece 

que  tanta  prisa  nos  das? 

Ger.  Esto,  que  el  alma  entristece. 

Pisa.  Señora  Fedra,  ¿aquí  estás? 

Fed.  Aquí  estoy.  ¿Qué  le  parece? 

ToM.  ¿Hales  dado  la  locura? 

Laid.  Pregúntaselo  a  Beltrán. 

Ger.  Yo  las  pondré  presto  en  cura. 

Mar.  ¿Laida? 

T,AiD.  ¿Qué  quiere  el  rufián? 

Pisa.  ¡Qué  incierta  es  nuestra  cordura! 

¿Cómo  fué  aquesto,  señor? 

Ger.  ¡Ay,  amigo,  que  no  sé! 

Ellas  dicen  que  es  amor. 

Pisa.  Pues  yo  se  le  quitaré. 

{  tER.  En  tu  mano  está  mi  honor. 

I 'isa.  ¡Ea!  ¡Asidla! 

roM.  ¡Está  queda! 

Fed.  ¡Llega,  perro,  y  llevarás! 

I.lAR.  No  hay  quién  llegárseles  pueda. 

Ger.  Tenia  bien  fuerte,  Tomás. 

No  hay  dolor  que  aqueste  exceda. 

Yai,U.  ¿Cuándo  me  daréis  mi  loca? 

Ger.  En  encerrando  esta  gente; 

lo  que  a  quererla  os  provoca 
trataremos  largamente. 

Fed.  ¡Suéltame! 

Mar.  ¡Calla  la  boca! 

28 


434 


LOS   LOCOS    DE    \-ALENCL\ 


Fed.  Digo  que  es  Beltrán  mi  esposo. 

Laip.  ¡Mentís,  que  yo  soy  su  esposa! 

Vale.  Digo  que  es  cuento  donoso. 

Ger.  Xo  hay  cosa  más  lastimosa 

que  es  un  amante  furioso. 


ACTO  TERCERO  DE 

LOS  LOCOS  DE    VALEN CL4 

(Entren  Gerardo,  administr.idor;  Verixo,  medico.) 

Verino. 

También  es  de  peligro  que  no  coma; 
haced,  Gerardo,  con  regalo  o  fuerza, 
que  reciba  el  sustento  necesario. 

Gerardo. 
Desde  que  dio,  Verino,  en  su  locura, 
porque  a  Beltrán  le  quitan  que  no  vea 
no  ha  querido  comer  ni  bastan  ruegos. 

Verino. 
Así  parece;  que  el  color  del  rostro, 
que  es  lo  que  acá  llamamos  atrofia, 
por  falta  de  sustento  muestra  pálido; 
descaece  el  estómago  por  hambre, 
y  enfríase  de  forma  que  se  siente 
del  cuerpo  en  todas  las  extremas  partes. 
Daréisla  a  oler  uu  poco  de  vinagre 
o  alsn'm  caliente  pan,  que  es  gran  remedio, 
o  bañaréisla  todos  los  extremos. 

Gerardo. 
También  ha  dado  en  tal  melancolía 
viéndo.se  presa,  que  su  vida  temo. 

Verixo. 
Un  poco  la  sentí  de  calentura; 
viene  también  de  humores  melancólicos. 
Aqueste  mal  se  llama  catalep.sis, 
con  el  furor  y  frenesí  partícipe; 
aunque  más  pnjpiamente  los  antiguos 
llamaron  este  mal  de  vuestra  Tedra 
Erotes.  que  es  un  género  de  tristes 
que  sólo  del  amor  están  enfermos; 
el  frenesí  conturba  los  sentiflos, 
levanta  en  ellos  furia  y  fiera  cólera, 
hác<-s<-  cuando  acasí>  el  que  la  tiene 
percil>e  dentro  en  sí  vatiíus  imágenes 

Gerarixj. 
Ksas  deben  de  sor  las  que  han  podido 
perdella  pf>r  amores  de  este  loco. 


Verino. 

Del  frenesí  escribe  Posidonio 
que  es  hinchazón  de  las  membranas,  cerca 
de  la  cabeza,  con  color  tan  vivo 
oe  fiebre  aguda  que  enajena  el  seso. 
Pudiéranse  aplicar  muchos  remedios; 
j   pero  si  vos  queréis  que  yo  no  os  canse, 
vues+ra  sobrina  morirá,  sjn  duda, 
si  le  quitáis  la  vista  de  este  loco. 

Gerardo. 

¿Pues  qué  tengo  de  hacer  para  juntallos? 

Verino. 
Subirle  donde  está  y  entretenella 
con  decir  que  muy  presto  haréis  las  bodas, 
pues  esta  fué  la  tema  de  su  furia; 
porque  sabed  que  la  mujer  al  hombre 
como  la  forma  a  la  materia  quiere, 

Gerardo. 
Mil  veces  he  pensado  por  volvella 
a  su  primer  sentido,  coutentalla 
con  fingir  que  la  caso  con  el  loco. 

Verino. 
Ese  es  discreto  y  único  remedio 
sin  revolver  Galenos  y  Avicenas; 
nunca  encerréis  al  loco  melancólico, 
sino  sacadle  a  ver  gustos  y  fiestas 
y  dadle  vino,  si  beberlo  quiere, 
que  desbarata  mucho  aquellas  sombras, 
los  humos  densos  y  vapores  crasos; 
que,  en  efecto,  es  humor  árido  y  frío. 
Hoy,  día  de  los  Santos  Inocentes, 
hace  fiesta  Valencia  en  esta  casa, 
que  s''  llama  porrate  en  nuestra  lengua. 
Sacadla  a  un  corredor,  a  luia  ventana; 
vea  la  gente,  alégrese,  entreténgase; 
y,  si  os  parece,  aquesta  misma  tarde 
se  finja  el  despo.sorio  con  el  loco; 
que,  por  dicha,  la  fuerza  de  ese  gusto 
la  volverá  como  primero  estaba. 

Gerardo. 

En  todo  he  de  seguir  vuestro  consejo; 
mas  esperad,  que  está  en  el  cuento  el  lobo. 

Verino. 
¿De  qué  numera  es  eso? 

(ilvKAKDO. 

Beltrán  viiiie. 


ACTO    TERCERO 


435 


(Entre  Floriano.) 
Fr,ORIANO, 

Por  Dios,  de  no  salir,  aunque  me  maten, 
y  que  sobre  eso  perderé  la  vida. 

Gerardo. 

Beitrán,  ¿qué  es  eso? 

FU)RIANO. 

Quieren  que  esta  tarde 
al  patio  salga  con  los  otros  locos, 
como  si  fuese  yo  loco  como  ellos. 
Yo  soy  muy  cuerdo  y  tengo  más  sentido 
que  vos,  ni  vos  ni  cuantos  hay  en  casa, 
y  no  quiero  salir  donde  me  vean. 

Gerardo. 
Tiene  mucha  razón.  ¡Hola,  dejalde! 
Hartos  habrá  que  pidan  la  limosna, 
no  le  llevéis  por  fuerza  si  él  no  quiere. 

Floriano. 
¿Quién  es  este  buen  hombre? 

Verino. 
¿Ya  te  olvidas,  Beitrán,  de  los  amigos? 

Fi^oriaxo. 
¿Quién,  quién,  por  vida  mía? 

Verino. 

Soy  el  médico. 

Fl^ORIANO. 

j  3h,  señor  licenciado,  y  cuánto  huelgo 
de  ver  su  reverendo  personaje!; 
que  soy  amigo  de  hombres  virtuosos 
y  que  sepan  el  alma  de  las  cosas; 
pero  no  que  me  entiendan  la  del  pecho. 

Verino. 

¿Tú  sabes  lo  que  es  alma? 

Fi^oriano. 

Sé  que  es  el  alma 
acto  primero  y  perfección  del  cuerpo. 

Verino. 
¿Y  sabes  qué  es  tener  pa.sión  en  ella? 

Fl<ORIANO. 

Y  cómo,  si  lo  he  visto  en  mis  trabajos, 
y  aun  tengo  un  alma  yo  dentro  en  la  mía 
por  quien  me  faltan  de  pasar  algimos. 


Verino. 
¿Alma  en  tu  alma? 

Floriano. 
Alma  dentro  el  alma. 

Verino. 
¿Sabes  tú  en  qué  lugar  el  alma  vive? 

Fi^ortano. 
Dentro,  en  el  corazón,  dicen  algmios, 
siguiendo  al  Sabio  en  los  Proverbios. 


Verino. 


Fl^ORIANO. 


¡Cómo? 


«Guarda  tu  corazón,  dice,  y  advierte 
que  del  mismo  procede  lo  que  es  vida.» 
Mas  los  médicos  grandes  y  filósofos, 
cual  vos  lo  sois,  la  han  puesto  en  el  cerebro, 
de  donde  todos  los  sentidos  salen 
y  proceden  del  alma  las  acciones. 
Esta  fuerza  se  vierte  por  el  cuerpo, 
vivificando  con  calor  los  miembros. 

Gerardo. 
¿Acierta  en  lo  que  dice? 

Verino. 

¡Y  cómo  acierta! 
Sin  duda  que  este  fué  gran  estudiante, 
que  aun  habla  cuerdamente  estando  loco. 
¡Beitrán ! 

Floriano. 
¡Señor! 

Verino. 
Pues  vos  sabéis  qué  es  alma, 
y  en  ella  habéis  dolores  padecido, 
y  por  ventura  son  por  esa  misma 
que  en  la  vuestra  decís  que  agora  vive, 
en  \niestras  manos  vive  su  remedio. 

Floriano. 
¿Pues  qué  ha  tenido? 

Verino 

Está  la  pobre  Fedra 
loca  por  vos,  frenética  y  furiosa, 
y  morirá  si  no  os  casáis  con  ella. 
Gerardo  y  yo  lo  habernos  concertado; 
por  eso  estad  a  punto,  que  esta  tarde 
pienso  que  se  ha  de  hacer  el  desposorio. 

Floriano. 
;De  veras  o  de  bvirlas? 


43^ 


LOS    LOCOS    DE   VALENCIA 


Verixo. 

¿Qué  diremos? 
Gerardo. 


Decid  que  burlas. 


Verixo. 
Burlas  será  todo, 
que  no  queremos  más  de  que  se  alegre. 

FlX)RIAXO. 
Pues  id,  que  yo  rae  siento  cuerdo  im  poco 
}•  pienso  hacer  muy  bien  el  desposado. 

G  ERADO. 

Yo  tengo  para  mí,  según  es  sabio, 
que  habernos  de  salir  con  nuestro  intento. 
Beltrán,  quedaos  aquí,  que  en  siendo  tiempo 
yo  os  enviaré  a  avisar.  Vamos,  Verino. 

Fl,ORIANO. 

Aquí  estaré  para  ser\'iros. 

Verin'O. 

\'amos 
porque  lo  necesario  prevengamos. 

(Vayanse;  quede  Floriano.) 

F1.OR.  Hoy  es  el  día  que  temo 

ser  de  alguno  conocido 
por  la  gente  que  ha  venido 
a  verme  por  grande  extremo. 

Quitáronnos  las  prisiones, 
que  es  día  de  libertad 
en  que  toda  la  ciudad 
hace  aquí  sus  estaciones. 

Pe'-o  por  es+.a  razón 
hoy  dobladas  las  tomara 
y  encerrado  asegurara 
el  miedo  del  corazón. 

Y  aunque  agravio  a  mi  fortuna, 
que  está  tanto  en  mi  favor, 
que  es  poca  fe  mi  temor 
si  temo  desdicha  alguna. 
(Entre  Erifu^a.) 

Erif.  ]vn  tu  busca  andaba  ya 

para  darte  el  parabién, 
amique  el  pésamt?  mj  den 
de  bien  que  tan  mal  me  está. 

Mil  años  a  Fedra  goces, 
loco  bienaventurado. 

Flor.  Aun  de  burlas,  me  has  picado. 

Frif.  ;])(■  burlas?  Mal  me  conoces. 

Esto  mal  se  pudo  hac;-r 
sin  dar  tu  con.sentimiento. 


Flor. 


Erif. 


Flor. 

Erif. 
Flor. 
Krif. 
Flor. 


Erif. 

Flor. 


i-'rif. 


Ya  digo  que  en  burlas  siento 
nombrarme  aquesa  mujer. 

No  te  finjas  muy  sentida 
ae  lo  que  ser  burla  sabes. 
Xunca  yo  en  cosas  tan  graA'cs 
me  burlé  en  toda  mi  vida. 

¿Casado  estás? 

¿Yo  casado? 
¿Qué  dices? 

Ansí  se  dice. 
¿Pues  cómo,  si  no  lo  hice? 
Basta  que  está  concertado. 

Ese  concierto  es  verdad; 
mas  es  para  entretenella, 
porque  ha  dado  en  decir  ella 
que  me  tiene  voluntad; 

y  diz  que  con  esta  burla 
sanará  del  frenesí. 
Que  no  [es]  burlas  para  mí, 
que  nunca  el  alma  se  burla. 

INIi  bien,  si  es  de  otra  manera 
el  concierto  que  se  ha  hecho 
en  tu  lugar,  en  mi  pecho 
entre  a  vivir  una  fiera; 

maldiga  amor  mis  venturas, 
trueqúese  en  guerra  mi  paz 
y  lleve  el  viento  en  agraz 
mis  esperanzas  seguras. 

Seas  im  sol  para  mí 
que  no  te  miren  mis  ojos 
y  una  tempestad  de  enojos 
que  me  divida  de  ti. 

¿Tal  habías  de  creer 
de  este  tu  sujeto  esclavo? 
Agora  de  creer  acabo 
que  ya  es  Fedra  tu  mujer.  , 

Que  quien  da  satisfacciones 
y  con  tantas  veras  viene 
es  gran  señal  que  no  tiene 
inocente  el  corazón. 

Si  por  burla  lo  tuvieras 
mucho  menos  lo  juraras, 
y  pues  en  ello  reparas, 
no  son  burlas,  sino  veras. 

¿Mas  yo  qné  te  pido  a  ti? 
¿Qué  me  debes  o  te  debo? 
¿Qué  te  dejo  o  qué  me  llevo? 
Si  hoy  te  dejo,  ayer  te  vi. 

¿De  qué  padres  me  sacaste? 
¿De  qué  tierra  me  trujiste? 
¿Qué  .servicios  me  hiciste? 
¿Cuándo  o  cómo  me  engañaste? 

Muéstrame  acaso  un  papel 


ACTO  TERCERO 


437 


O  alguno  tuyo  me  pide. 

¿Quién  nos  jimta  o  nos  divide?  Erif. 

¿Por  qué  te  llamo  cruel?  F1.0R. 

¿Por  qué  te  vedo  el  casarte?  Erif. 

Agora  sin  dvida  creo  Flor. 

que  no  sin  culpa  me  veo  Erif. 

en  esta  furiosa  parte.  Flor. 

Desde  aquí  digo,  Floriano, 
que  alzo  la  mano  de  ti.  Erif. 

Pues  póngala  el  cielo  en  mí  F1.0R. 

si  alzares  de  mí  tu  mano.  Erif. 

Es  verdad  que  ha  pocos  días  Flor. 

que  nuestro  amor  comenzó,  Erif. 

pero  el  alma  ya  te  vio  Flor. 

por  sombras  y  profecías. 

^Muchos  años  que  se  ven  Erif. 

se  hablan  dos  sin  voluntad 
y  en  un  día  de  amistad 
se  suelen  dos  querer  bien.  Fr.OR. 

Si  fueron  niiestras  estrellas 
las  que  nuestro  amor  conforman,  Erif. 

¿qué  mucho  que  en  lo  que  forman  Flor. 

nos  parezcamos  a  ellas? 

Si  en  dos  días  de  deseo 
mil  años  y  más  se  ven,  Vale. 

mil  años  te  quiero  bien, 
mil  años  ha  que  te  veo.  Flor. 

Lo  que  no  hace  una  vista  Erif. 

muy  tarde  el  tiempo  lo  hace.  Flor. 

]Muy  poco  me  satisface  Erif. 

qiie  te  me  hagas  sofista.  Vale. 

No  me  conquistes  con  ciencia,  EriF. 

conquístame  con  amor; 
que  un  inocente  es  mejor  Vale. 

que  toda  vana  elocuencia.  Flor. 

Si  es  ansí,  grande  es  el  mío;  Vale. 

\nielve,  amores,  ese  cielo, 
que  tengo  el  alma  de  hielo 
y  en  el  pecho  el  fuego  frío.  Erif. 

¡Cómo  te  me  has  enojado!  Flor. 

De  manera  mortificas  Vale. 

la  parte  que  vivificas,  Flor. 

que  estoy  como  muerto  helado.  Vai,E. 

Alza  esas  manos  hermosas 
a  los  brazos  de  tu  esposo, 
pues  ya  el  cielo  piadoso 
te  ha  quitado  las  esposas.  EriF. 

Vuelve,  mi  regalo  y  bien, 
a  confirmarme  en  tu  gracia. 
Mal  conoces  mi  (»'='sgracia 
como  nuevo  en  mi  desdén. 

¿Yo  manos  a  ti?  Vale. 

Sin  falta,  Erif. 


que  de  tu  crueldad  lo  arguyo. 
¡Aparta! 

¡Ali,  mi  bien! 

¿Yo  tuyo? 
Dentro  del  alma  me  falta. 

Busca  las  manos  de  Fedra. 
Las  tti^'as  solas  adoro. 
¿Ves,  por  ventura,  que  lloro? 
No  lo  veo,  que  soy  piedra. 
i^Iataréme! 

¿Qné  me  importa? 
¿Eso  dices? 

¿Eso  haces? 
Si  de  eso  te  satisfaces, 
¡cortaréme  el  cuello! 

Corta 
para  que  muera  la  lengua 
en  que  se  formó  tal  si. 
¿Yo  si,  mi  bien,  contra  ti? 
Mira  que  hablas  en  tu  mengua. 
Hazte  allá,  que  viene  gente. 
Este  es  aquel  mi  enemigo. 

(Entre  Valerio.) 

Yo  traigo  gente  conmigo 
con  que  irá  bastantemente. 

Sin  duda  viene  por  ti. 
¡Pluguiese  a  Dios! 

¿Y  te  irás? 
Bueno,  agora  lo  verás. 
En  busca  vengo  de  ti. 

¿Sois  vos  el  embajador 
de  mi  tío  el  Preste  Juan? 
¿Cómo  os  va,  amigo  Beltrán? 
¡Pardiez,  hermano,  peor! 

¿No  sabéis  cómo  saqué 
licencia  para  sacar 
a  Elvira  de  este  lugar? 
A  fe,  que  albricias  os  dé. 

Dios  sabe  si  yo  me  he  holgado. 
Quiero  en  mi  casa  curalla. 
¿En  fin,  que  pensáis  lie  valla.? 
En  esta  locura  he  dado. 

Que,  en  efecto,  es  mi  parienta 
y  no  es  bien  dejarla  ansí. 
Gente  y  silla  traigo  aquí. 
Por  mi  fe,  que  voy  contenta. 

Sacadme,  sacadme  luego, 
que  no  quiero  estar  a  ver 
una  fiesta  que  han  de  hacer, 
que  es  fiesta  con  mucho  fuego. 

¿No  iréis  vos  conmigo,  Elvira? 
Y  cómo,  si  de  ello  gusto; 


438 


LOS    LOCOS    DE    VALENCL\ 


sois  galán,  vestís  al  justo 

V  pierdo  con  vos  la  ira; 

que  a  fe  que  estaba  enojada; 

uias  pues  buen  talle  tenéis, 

vos  me  desenojaréis. 
Flor.  ¡Cuál  es  la  mujer  airada! 

Erif.  Esta  tarde  había  de  liaber 

\->OT  acá  unos  desposados, 

y  celos  averiguados 

son  malos  de  padecer. 

TTn  ojo  quieren  quebrarme, 

mas  yo  les  quebraré  dos; 

que  tengo  bríos,  por  Dios, 

para  matar  y  matarme. 
Flor.  Klvira.  si  acaso  gustas 

de  salir  de  la  prisión, 

¿por  qué  tomas  ocasión 

de  lo  que  no  te  disgustas? 
Si  esto  te  parece  bien 

no  trates  a  nadie  mal, 

que  aquí  queda  el  hospital 

por  siempre  jamás,  amén. 
F.RiF.  ¡Ea,  pues!,  ¿no  vamos? 

Vale.  \'amos, 

que  a  la  puerta  está  la  silla. 
Flor.  Quiero  callar  y  sufrilla 

para  que  no  nos  perdamos; 
que  apenas  habrá  salido 

cuando  luego  se  arrepienta. 

En  fin,  ¿te  vas? 
EríF.  y  contenta. 

Flí)R.  Yo  quedo  triste  y  corrido. 

Y  pues  más  no  puede  sf  r, 

vayanse  los  que  se  han  de  ir; 

que  si  habernos  de  morir, 

tiempo  habremos  menester. 
Vale.  ¡Adiós,  amigo  Beltrán! 

Que  rae  importa  sacar  ésta; 

después  vendré  a  vuestra  fiesta. 
EriF.  Queda  con  Dios,  ganapíUL 

Decidle  a  la  desposada 

que  no  se  me  da  un  cuatrín. 
Fr/>R.  .\  falta  de  un  serafín, 

no  es  muy  mala  una  empanada. 
Eun  F.Ila  no  es  I'edra,  pues  basta, 

que  algún  alna<lo  t'.ndréis. 
Fl/)R.  Vos  os  arrepentiréis, 

señora  doña  canasta. 
(Entrando  y  caliendo  sea  esla  vaya.) 
I'.RIF.  ¡An<la,  iK-Ilaco  goloso, 

que  te  lian  cogido  por  hambre! 
Flor.  ¡Calla  vos,  galgo  fiambre, 

'jue  íw  escapáis  de  medroso! 


Erik.  Dalde  allá  mis  besamanos 

a  vuestra  doña  coneja. 
(Vayanse;  quede  Floriano  solo.) 

Flor.  Idos  con  Dios,  mansa  oveja, 

que  vais  en  poder  de  alanos. 

Por  el  miedo  de  la  vida 
he  gustado  de  callar 
y  ver  en  qué  ha  de  parar 
esta  loca  arrepentida. 

Que  según  me  tuvo  amor, 
efectos  son  de  sus  celos 
estos  miedos  y  recelos; 
que  no  hay  amor  sin  temor. 

Xo  me  quise  descubrir, 
porque  agradar  a  Valerio 
es  la  fuerza  del  misterio 
en  que  tengo  de  vivir. 

Soledad  me  hace  mi  loca, 
pero  ella  volverá  presto; 
que  en  el  alma  se  me  ha  puesto 
que  es  amor  quien  la  provoca. 
No  quiero  hacer  sentimiento 
hasta  ver  si  se  declara, 
sino  ver  en  lo  que  para 
el  fingido  casamiento. 
(Vayase;  entre  PisAxo  con  un  azote,  y  todos  los  locos 
delante,  que  serán  Latoa,  Tomás  y  Martín,  Belardo, 
MORDACHO,  Calandrio,  porlti giie's.) 

PlSAXO. 
Pasen  delante  y  pónganse  por  orden, 
sin  hacer  ni  decir  cosa  que  enfade, 
porque  alegren  la  gente  que  los  vea 
y  den  liberalmente  la  limosna. 

Tomás. 
¿No  sabe  que  ha  de  hacer?  Estarse  quedo 
y  lle^•ar  el  azote  poco  a  poco. 

Marín. 
¿Hay  quien  nos  dé  limosna?  ¿Hay  quien  nos  haga 
alguna  caridad  a  aquestos  pobres? 

Bklardo. 
¿Hay  quien  ks  dé  limosna  aquestos  locos? 

jMORDACHü. 
Vt,  sol,  fa,  sol,  re,  mi,  sol,  fa,  re,  ut. 

Calandrio. 
V,u  tenlio  ja  de  terminado  en  tudo, 
([iw  miña  dama  fale  con  seu  pay 
e  que  se  faza  o  despo.sorio  ainda, 
jiorque  nu-  morro  e  tudo  me  disfazo. 


ACTO    TERCERO 


439 


Belardo. 

Ese  verso  es  tomado  del  Petrarca 
y  corresponde  milito  con  Ovidio. 

Laida. 

Todo  fué  conienzar  esta  locura, 

que  apenas  juraría  que  estoy  cuerda; 

tanto  puede  en  las  cosas  la  costumbre. 

IMORDACHO. 

I^a  música  es  divina  concordancia 
de  este  mundo  inferior  y  del  angélico; 
todo  cuanto  hay  en  todo,  todo  es  música; 
música  el  hombre,  el  cielo,  el  sol,  la  luna, 
las  plantas  y  los  signos,  las  estrellas; 
música  la  hermosura  de  las  cosas; 
iit  sol  fa,  sol  rf"  mi  fa,  sol  re  ut. 

Calaxdrio. 

¿Vistes  per  aventura  aquí  la  nave 

que  en  Portugal  chamaron  Cagafogo 

que  arrojaba  os  piloiros  por  o  vento? 

Pois  tal  mi  corazón  temos  suspiros 

del  fogo  con  que  amor  miña  alma  encende. 

BEI.ARDO. 

Dos  cosas,  o  dos  partes  propiamente, 
lia  de  tener  la  poesía,  y  éstas 
dicen  que  son  dulzura  con  provecho; 
por  eso  Cicerón  ros  aconseja 
que  la  oración  no  sólo  sea  dulce, 
pero  que  tenga  utilidad,  que  importa. 

Laida. 

Hermosos  son  de  mi  Beltrán  los  ojos, 
graciosa  boca  y  apacible  lengua; 
dichosa  el  alma  que  de  oiría  goza. 

Todos. 
¿Xo  hay  quien  nos  dé  limosna  a  aquestos  pobres ? 
(Entre  un  caballero,  de  camino,  y  I<eonato  por  criado.) 

Cabaxi<ero. 

De  las  cosas,  Leonato,  más  notables 

que  en  aquesta  ciudad  insigne  he  visto 

después  que  ando  por  ella  rebozado 

es  aqueste  hospital,  obra  famosa 

entre  las  más  que  aqueste  nombre  tienen; 

que  aunque  el  de  Zaragoza  lo  sea  tanto, 

que  pienso  que  con  él  competir  puede, 

éste  puede  a  su  lado  alzar  la  frente 

por  una  de  las  siete  maravillas 

que  la  piedad  en  este  miuido  ha  hecho. 


I,EONATO. 

Es  obra  digna  de  ciudad  tan  bella, 
y  sin  habella  visto  me  pesara 
ae  haber  dejado  sus  labrados  muros; 
fuera  de  que  la  dama  que  te  he  dicho 
dicen  que  en  esta  casa  estaba  loca, 
y  de  vella  en  extremo  me  holgaría. 

Cabai.i,ERO. 
Déjame  ver  despacio  aquestos  locos. 

PlSANO. 

¡Ah,  señor  gentilhombre! 

Leonato. 

¿Mandáis  algo? 

PlSANO. 

Saber  quién  es  aqueste  caballero. 

Leonato. 

Xo  lo  sabré  decir,  amique  le  sirvo, 
porque  ha  dos  días  y  no  más  que  estando 
en  el  Aseo,  ocioso  entre  otros  mozos, 
me  habló  y  llevó  conmigo  a  su  posada; 
dice  que  es  de  Aragón  y  no  otra  cosa; 
mas  bien  se  ve  que  es  noble  en  su  presencia; 
fuera  de  que  en  su  trato  lo  conozco, 
que  yo,  como  lo  veis,  soy  castellano. 

PlSANO. 

Pedir  le  quiero,  si  mandáis,  limosna. 

Leonato. 
Acertaréis,  que  es  pródigo  en  extremo. 

PlSAKO. 

Mandadnos  dar,  ¡oh  ilustre  caballero!, 
alguna  cosa  para  aquestos  pobres. 

Cabai,i.ERO. 
Estos  agora,  amigo,  ¿están  templados? 

PlSANO. 

Algunos  de  ellos  suelen  ser  furiosos, 

que  agora,  con  el  tiempo,  están  tratables. 

Caballero. 
¿Quién  es  aqueste? 

PlSANO. 

Aqueste  es  mi  gran  miisico 
cuyo  nombre  es  Mordadlo,  aunque  fingido, 
que  el  que  tuvo  en  .su  seso  fué  Lisandro. 


440 


LOS    LOCOS    DE   VALENCIA 


CabaluvRo. 
¿Y  éste  quién  es? 

PlSANO. 

Belardo  fué  su  nombre; 
escribe  versos,  es  del  mundo  fábula 
con  los  varios  sucesos  de  su  vida, 
aunque  algunos  le  miran  que  merecen 
este  mismo  lugar  con  mejor  título. 
Aquesta  es  Laida,  luia  criada  pobre 
del  administrador;  perdió  el  juicio 
por  un  Beltráii,  que  aquí  también  le  falta. 
Este  y  aquél  están  ya  reducidos, 
aunque  les  falta  alguna  vez  el  seso. 

Cab  ALIGERO. 
¿Y  este  mancebo? 

PlSAXO. 

Es  portugués  famoso, 
que,  enamorado  de  una.  gran  señora, 
perdió  en  Coimbra  el  seso,  y  por  el  mundo, 
cual  otro  Orlanao,  fué  peregrinando; 
paró  en  este  lugar  y  está  más  cuerdo. 

Cabaxi,ERO. 
iGracias  a  Dios!,  y  dénselas  mil  veces 
aquellos  que  de  aqueste  mal  se  escapan. 

Beíardo. 
Pocos,  por  esa  parte,  se  las  dieran, 
aunque  de  todo  es  bien  darle  infinitas. 

Caballero. 
¿Por  qué,  Belardo? 

Belardo. 

Porque  en  este  tiempo 
no  me  daréis  un  hombre  tan  perfecto 
que  no  haya  hecho  alguna  gran  locura, 
y  vos  poílréis  juzgar  por  vuestro  pecho 
lo  que  cfjiiozco  yo  por  vuestra  frente. 

Cab  ALIGERO. 
iJesús!  ¿Es  este  hombre  quiromántico? 

PlSANO. 
I'ué  muy  buen  estudiante,  como  dicen, 
y  no  nial  matemático  y  astrólí)go. 

Laida. 
¡Que  esté  Beltrán  agora  descuida()o 
de  que  por  él  estoy  en  este  punto!... 

CAI.A.VDkIO. 

Coimbra  me  matou  e  m.-  deu  vida. 


¡Oh  montes  de  Coimbra,  fermoseados 
de  la  inmortal  belleza  de  aquel  corpo 
en  quien  vive  un  espíritu  tan  grave! 

iSIORDACHO. 

Ningún  motete  iguala  a  la  Susana, 
digan  lo  que  dijeren  cuantos  cantan. 

Caballero. 
Extraños  son  los  temas  que  han  tomado. 

PlSANO. 

Véoos  tan  inclinado  a  gustar  de  ellos, 
que  si  queréis  gozar  aquesta  tarde 
del  acto  más  cuiioso  que  habéis  visto, 
os  llevaré  donde  podáis  gozarle. 

Caballero. 
Seránie  de  grandísimo  regalo; 
y  enseñadme  la  casa  muy  despacio, 
que  fie  limosnas  os  mando  veinte  escxidos. 

Pisano. 
Pagúeos  el  cielo  caridad  tan  grande. 
Sabed,  señor,  que  un  noble  caballero, 
que  es  administrador  en  esta  casa, 
trujo  con  su  mujer  ima  sobrina, 
extremo  de  cordura  y  de  belleza; 
y  ésta  se  enamoró  de  tal  manera 
de  un  loco  de  esta  casa,  que  hoy  ha  estado 
cerca  de  dar  el  alma  a  quien  la  hizo. 
Por  consejo  del  médico  se  hace, 
de  burlas,  de  los  dos  el  desposorio; 
porque  como  ella  ha  dado  en  esta  tema, 
con  esta  industria  piensan  aplacalla; 
será  cosa  de  ver  y  nurca  vista. 

Caballero. 
Por  Dios,  que  me  habéis  hecho  un  grande  gusto. 
Vamos,  y  recoged  a  los  amigos, 
que  yo  daré  lo  prometido. 

PlS.lNO. 

Vamos, 
que  vuestra  caridad  suple  por  todos. 
¡Ha,  señores,  entren  sin  ruido, 
porque  andará  el  azote  si  le  hacen! 

I,AIDA. 

A  ver  voy  a  Beltrán.  ¡Hola,  escuderos!; 
guiad  esa  carroza  hacia  palacio. 

Cai.andrio. 
O  doje  per  diaute,  hermosa  Lisida; 
IX)r  voso  amor  conquistarán  mis  maos 
tuda  la  India  e  costa  de  Guinea. 


ACTO  TERCERO 


441 


Veri. 


jMordacho. 
Xo  vale  todo  el  tono  una  seminima. 

ToMis. 
Todo  este  mundo  es  loco. 

Martín. 

Y  encubiertos. 
Bki^ardo. 
¡Oh,  musas,  musas!  ¿Quién  os  hizo  nueve 
si  más  de  nueve  mil  son  los  poetas? 
Mas  no  os  pese,  que  son  los  buenos  pocos 
y  los  que  escriben  mal,  necios  o  locos. 

(Éntrense  y  salgan  el  administrador  y  el  médico.) 

Ger.  De  suerte,  señor  doctor, 

ha  sido  vuestro  consejo, 
que  alegre  y  contenta  dejo 
a  nuestra  enferma  de  amor. 

Apenas  del  casamiento 
mi  voluntad  entendió, 
cuando  habló,  comió  y  bebió 
con  excesivo  contento. 

El  ver  su  tema  cumplida, 
que  fué  con  Beltrán  casalla, 
ha  sido  resucitalla 
y  darle  segunda  vida. 

Con  hierbas,  Ovidio  dice, 
que  el  amor  no  es  medicable; 
y  así  lo  más  saludable 
fué  el  remedio  que  le  hice. 

Muy  poco  entiende  Galeno 
de  curar  la  voluntad, 
porque  es  una  enfermedad 
que  se  cura  con  veneno. 

Que  aunque  le  solemos  dar 
con  otras  cosas  templado, 
aquí  se  ha  de  dar  mezclado 
en  muerte  que  ha  de  sanar. 

¿Y  de  Laida,  mi  criada, 
no  hay  esperanza  de  bien  ? 
Pondréla  en  cura  también 
después  de  Fedra  curada. 

Hacedla  luego  llamar. 

Y  póngase  esto  en  efeto; 
ya  mandé  que  de  secreto 
la  hiciesen  aquí  bajar. 

¿Es  esta  que  viene? 

■Entrad! 
(Entren  Pisano  y  Fedra.) 

Y  estad  con  mucho  cuidado, 
porque  entienda  el  desposado 
que  le  "tenéis  voluntad. 


Ger. 


Veri. 


Ger. 


Veri. 
Pisa. 


Fed.  ¿y  Beltrán  adonde  está? 

Ger.  Hija,  agora  le  traeremos. 

Fed.  ¿Luego  aquí  nos  casaremos? 

Ger.  El  cura  aguardamos  ya. 

Pisa.  Un  hidalgo  aragonés, 

que  veinte  escudos  ha  dado 

de  limosna,  me  ha  rogado, 

señor,  si  tu  gusto  es, 

le  dejes  ver  esta  fiesta. 
Veri.  Entre  quien  quisiere  a  vella, 

qvie  no  es  cosa  de  importancia. 
Fed.  Si  yo  hago  esta  ganancia, 

yo  os  daré  barato  de  ella. 
Ger.  Pues,  hija,  sosiega  un  poco 

y  de  quien  eres  te  acuerda. 
Fed.  ¿Cómo  puedo  yo  estar  cuerda 

mientras  me  falta  mi  loco? 
Ger.  ¿Pues  después  de  estar  casada 

no  piensas  volver  en  ti  ? 
Fed.  Digo  que  sí,  sí,  sí,  sí, 

que  este  mi  mal  todo  es  nada. 
Alborotóse  la  mar 

con  un  poco  de  tormenta 

y  mi  nave  anduvo  atenta 

sólo  a  poderse  salvar. 
Vio  desde  lejos  el  puerto 

y  hasta  llegar  no  paró; 

todas  las  jarcias  perdió 

y  hasta  el  casco  quedó  abierto. 
Ger.  Eso  creo  yo  que  están, 

hija,  los  que  vos  tenéis. 
Fed.  ¿Cómo  aquí  no  me  traéis 

al  buen  viejo  don  Beltrán? 

(Entre  el  Caballero,  I,eonato  y  Pisano.) 

Cab.  Con  \Tiestra  licencia,  en  fin, 

a  ver  esta  fiesta  vengo. 
Ger.  Por  grande  merced  lo  tengo. 

Fed.  ¿Quién  es  aqvieste  rocín? 

Ger.  ¡Hola,  haced  que  sillas  saquen! 

o  bancos,  porque  no  ocupen, 

y  haced  que  se  desocupen 

cuantos  hoy  la  furia  aplaquen, 
que  no  hay  boda  si  no  hay  gente. 
Fed.  jPardiez,  que  tenéis  razón! 

¡Hola!  Haced  dar  un  pregón 

desde  oriente  hasta  poniente. 
Que  si  es  de  los  Doce  Pares 

don  Beltrán,  como  decís, 

llegue  la  nueva  a  París 

con  botones  y  alamares. 

Su  hermano  es  el  rey  Pepino 

y  Calaínos  su  madre. 


44-' 


LOS    LOCOS    DE   VALENCIA 


Pisa. 
Ger. 
Cab. 
Ger. 

Cab. 
Fed. 

Veri. 
Pisa. 
Fed. 

Ger. 

Fed. 


Ger. 

Fed. 

\erl 

Cah 

Veri. 
Cab. 
Leo. 
Cah 

I.Eo. 


Fl-D 

Fkií. 

I-HO 
iHD. 

N'Eki. 
Ger. 


y  Lanzaiote  su  padre 
cuando  de  Bretaña  vino. 

(Traigan  bancos.) 

Ya  están  aquí  los  asientos. 
Siéntese  \-uestra  merctd. 
Aquí  basta. 

¡Hola,  traed 
sillas! 

Cesen  cumplimientos. 
¿V  yo  no  me  he  de  sentar? 
¡Hola,  tráiganme  un  estrado! 
Id  vos  por  el  desposado. 
Pues  yo  le  voy  a  llamar. 

¡Oh,  buena  Pascua  os  dé  Dios, 
que  os  vais  doliendo  de  mí! 
¿Daisme  la  palabra  aquí 
que  habéis  de  volver  en  vos? 

Si  yo  me  veo  casada, 
luego  cesará  el  enredo; 
mas  sabed  que  tengo  miedo 
que  toda  esta  fiesta  es  nada. 

Pero  guardaos  de  engañarme 
y  ae  aquesta  burla  hacerme, 
que,  a  fe,  que  habéis  de  perderme 
por  donde  pensáis  ganarme. 

¿Tú  no  ves  que  es  desatino 
presumir  que  yo  te  engaño? 
Vo  sé  que  os  pesa  mi  daño. 
Mas  decid:  ¿qué  es  del  padrino? 

Dad,  señor,  licencia  vos 
a  ese  hidalgo,  vuestro  paje. 
A  la  boda  hacéis  ultraje, 
que  yo  lo  seré,  por  Dios. 

No,  no;  basta  que  él  lo  sea. 
¡Hola,  I^onato! 

¡Señor! 
Va  eres  padrino. 

He  temor 
de  vestirme  la  librea. 

Porque  es  un  mal  pegajoso, 
y  entre  locos  no  hay  cordura; 
aunque  tan  bella  kx-ura 
nie  tiene  el  .seso  envi(tic.so. 

;Ouién  sois  vos,  que  síjís  padrino: 
l-'n  hidalgo  toledano. 
¿R.stáis  de  lo.s  cascos  sano? 
Blando  estrjy  crm  el  camino. 

J'en»  bi»-n  puedo  .servir. 
Tfx:ad,  que  sois  hombre  luHirado. 
Aquí  viene  el  desposado. 
Salgárnosle  a  recibir. 


(Salgan  de  dos  en  dos  los  locos:  Martín   i'  Tom.4s; 

Belardo  y  Calandrio;  Lauja  y  ]Mord.\cho;  y  detrás 

PiSANO  con  Flori.^no  de  la  mano,  vestido  de  desposado 

lo  más  gracioso  que  pueda.) 

Siéntense  los  dos  aqiü 

y  Laida  será  madrina. 
Laid.  ¿Madrina  me  hacéis  a  mí? 

Volveréme  a  la  cocina 

por  el  día  en  que  nací. 

Baste  que  sufra  los  cuernos 

sin  padecer  dos  infiernos 

en  penar  y  consentir. 
\'ERi.  ¡Detente! 

Laid.  Quiérome  ir, 

que  tengo  los  ojos  tiernos. 
Ger.  No,  no,  hija,  por  mi  vida; 

yo  buscaré  quien  lo  sea. 
Fed.  ¿Han  visto  la  relamida? 

L.\iD.  Callad  vos,  cabra  Amaltea, 

la  de  la  barba  fingida; 

que  a  fe  que  si  agora  os  dan 

al  bellaco  de  Beltrán 

que  mañana  no  sea  vuestro. 
Fed.  Hareos  echar  un  cabestro, 

INIarquesa  de  Marinan. 
Flor.  Callad  y  tened  respeto 

a  vuestro  marido,  loca. 
P'ED.  ¿Xo  he  de  hablar? 

Flor.  ¡Vos!  ¿.\  quéefeto? 

Coseos  luego  la  boca 

con  un  poco  de  hilo  prieto. 
Fed.  ¿Son  esos  \niestros  regalos? 

Bela.  No  gruñáis,  que  os  hacéis  viejo. 

Flor.  ¿Estos  os  parecen  malos? 

Fed.  ¿Queréis  callar,  Perotejo? 

Flor.  ¿Que  calle?  Dareos  mil  palos. 

Fed.  ¿Pues  cómo  a  vniestra  mujer? 

Flor.  ¿Vos  lo  habíades  de  ser? 

1'ed.  ¿Luego  no  está  averiguado? 

I'lor.  Como  no  está  deseado, 

sabed  que  hay  mucho  que  hacer. 
ÍÍER.  ¡Eíi!,  dejad  disparates. 

I'i.oR.  Antes  de  aqueso  no  trates, 

]X)rque  verdades  diremos. 
MoKD.  ¿Queréis  que  nos  soseguemos, 

que  parecemos  orates? 
Veri.  Muy  bien  ha  dicho  Mordadlo. 

Caland.      ¿Vos  c|ueréis  (]ue  folijt  nios 
pois  que  contento  nu-  acho? 
MoKi).         ¡Pardiez,  Calandrio,  bailemos 

si  quiere  aqueste  gabacho! 
GiíR.  Antes  yo  mi.snio  os  lo  mego; 

niandaü  que  nos  toquen  luego 


ACTO  TERCERO 


443 


y  ajaidarános,  Belardo. 
BkIvA.  De  pesado  ine  acobardo, 

pero  no  diréis  que  os  niego. 

(Hacen  éslos  itiui  máscara  de  locos  y  éntrense  en  acabando, 

y  salgan  Erifila  y  Valerio,  y  de  los  locos  no  quede  más 

de  1,AIDA.) 

Vai.e.  Q^^e,  en  efecto,  has  porfiado 

hasta  que  has  llegado  ac]iu'. 
Erif.  Xo  vengo  huyendo  de  ti, 

sino  a  bitscar  mi  cuidado. 
Ger.  ¿Que  es  cierto? 

Vai.e.  Esta  loca  es, 

que,  como  si  fuera  brasa, 

vuelve  huyendo  de  mi  casa, 

llegando  al  umbral  los  pies. 
Ger.  Elvira,  ¿cómo  te  vienes? 

¿Del  remedio  huyendo  sales? 
Erif.  Porque  allá  estaban  mis  males 

y  dejaba  aquí  mis  bienes. 
Pensé  poderlo  íufrir, 

y  un  gran  engaño  pensé; 

que  con  sólo  c[ue  llegué, 

llegué  a  punto  de  morir. 
Vaee.  No  me  ha  bastado  razón, 

y,  al  fin,  tras  ella  me  vengo. 
Erif.  ¿No  veis  que  razón  no  tengo, 

sino  locura  y  pasión? 
Este  es  efecto  de  celos 

que  la  paz  de  amor  destierra, 

porque  no  han  dado  a  la  tierra 

mayor  castigo  los  cielos. 

No  tengáis  de  mí  esperanza, 

que  por  Beltrán  me  perdí. 
T,EO.  ¡Jesús,  Erífila  aquí! 

¿Hay  tan  extraña  mudanza? 
Vale.  ¿Por  Beltrán?  Sin  duda  alguna 

que  este  loco  es  hechicero. 
EtOR.  No  os  enojéis,  compañero, 

pues  que  no  hay  razón  ninguna. 
Que  yo,  ¿qué  ofensa  os  he  hecho.'' 
Erif,  Y  dime:  ¿estás  ya  casado? 

FtOR.  Sí,  Elvira.  ¿No  ves  al  lado 

el  alma  de  aqueste  pecho? 
Erif.  ¿Que  te  has  casado,  traidor? 

Fl,OR.  Cáseme  como  te  fuiste 

y  porque  me  aborreciste 

teniendo  a  Valerio  amor; 

con  quien  desde  aquí  te  digo 

que  te  vuelvas,  porque  es  justo 

que  a  tus  parientes  des  gusto. 
Erif.  ¿Que  te  has  casado,  enemigo? 

Fi,OR.  Ella  piensa  que  es  de  veras. 


Erif.    .        ¿Que  ya,  traidor  fementido, 

para  siempre  te  he  perdido? 

¡Perro,  yo  te  haré  que  mueras! 
No  piense  que  ha  de  gozarte 

nadie,  pues  yo  te  perdí. 
Fr.OR.  ¡Cosa  que  esta  diga  aquí 

mi  historia,  parte  por  parte! 
Erif.  Piensas,  traidor  Floriano, 

con  ese  sayo  fingido... 
Fi,OR.  ¡Vive  Dios,  que  soy  perdido! 

¡Ta,  ta! 
Erif.  Desvía  la  mano. 

¿Haciéndote  falso  loco, 

encubrir  de  aqviesta  suerte 

del  gran  Reinero  la  muerte? 
Ger.  ¡De  Reinero!  ¡Espera  un  poco! 

Traidor,  ¿tú  eres  Floriano, 

el  que  mataste  a  Reinero? 
Flor.  Callad,  que  es  loca.  Yo  muero 

de  esta  vez.  ¡Oh,  amor  tirano! 
¡Mal  haya  el  que  su  secreto 

descubre  a  mujer  ninguna! 
Ger.  Gran  bien  me  dio  !a  fortvma; 

las  albricias  te  prometo. 
Asidle  todos  muy  bien. 
Pisa.  ¡Oh,  traidor!  Con  este  engaño 

quieres  remediar  tu  daño 

y  que  la  muerte  nos  den. 
Ger.  Yo  de  Valerio  me  quejo, 

que  ha  sido  quien  me  engañó. 
Vale.  Ser  su  amigo  me  forzó 

a  darle  ayuda  y  consejo. 
Cab.  Si  no  ha  hecho  más  delito 

que  dar  a  Reinero  muerte, 

soltadle. 
Ger.  ¿Pues  de  qué  suerte? 

Cab.  ¡Oh,  cielo  santo  y  bendito, 

cuántas  maravillas  son 

las  que  salen  de  tu  mano! 

¿Conócesme,  Floriano? 
Flor.  ¿Es  sombra  o  es  ilusión? 

Cab.  Yo  soy,  no  te  cause  espanto. 

Flor.  Príncipe,  ¿que  no  eres  muerto? 

Vale.  ¿Es  Reinero? 

Cab.  El  mismo. 

Vale.  ¿Cierto? 

Cab.  Yo  soy.  no  te  admire  tanto. 

Vale.  Pues,  señor,  ¿no  te  mató 

Floriano? 
Cab.  No,  pues  vivo. 

Flor.  De  ti  la  vida  recibo 

que  tu  muerte  me  quitó. 
Pero  dime:  ¿de  qué  suerte 


A44 


LOS   LOCOS    DE    VALEN'CLA 


fué  suceso  tan  extraño? 
Cab.  Mi  muerte  ha  sido  un  engaño. 

F1.0R.  ¿Engaño?  ¿Pues  cómo? 

Cab.  Advierte. 

Amando  a  la  hermosa  Celia, 
a  quien  iñ  también  amaste, 
de  Aragón  corona  y  gloria 
por  hermosura  y  linaje; 
después  de  las  muchas  fiestas 
que  hice  en  su  misma  calle: 
torneos  de  a  pie  famosos 
de  galas  y  de  plumajes; 
sortijas  llenas  de  cifras 
con  invenciones  iguales, 
en  que  las  letras  decían 
lo  más  que  las  almas  saben; 
muchos  toros,  en  que  hice 
suertes,  venturas  y  lances 
y  cuyo  arrugado  cuello 
hizo  mi  espada  dos  partes, 
y  de  algunas  gentilezas 
en  que  a  todos  fui  agradable, 
si  no  es  a  la  ingrata  Celia, 
que  vive  para  matarme; 
pues  cuando  puse  más  bien 
al  caballo  el  acicate, 
si  decían;  «Dios  te  guíe», 
ella:  «Un  estribo  te  arrastre». 
Sah  a  rondarla  una  noche 
harto  obscura,  porque  salen 
entonces  a  ver  su  lumbre 
los  murciélagos  amantes; 
yo  con  espada  y  rodela 
y  con  un  broquel  un  paje, 
aunque  sin  éste  venían 
otros  dos  con  dos  montantes. 
Aquel  paje  del  broquel 
traía  mi  nombre  y  traje, 
a  quien  tú  diste  mía  herida 
de  que  ya  difunto  yace. 
Yo  mandé  que  de  los  otros 
nadie  siguiese  el  alcance, 
sino  que  el  muerto  del  suelo 
levanti.sen  al  instante. 
Hice  que  ¡xjr  la  ciudad 
fama  de  mi  nuierte  echasen, 
moviendo  a  piedad  las  piedras 
de  una  desgracia  t;m  gránele, 
]x)T  ver  si  .se  condolía 
en  la  muerte  de  mis  males 
la  que  jamás  en  la  vida 
tuvo  lástima  notable. 
Lastimó  la  triste  nueva 


Flor. 


Veri. 


Leo. 


Ger. 
Leo. 


(".i:k. 


I'Lok. 


\'AI.E. 


al  viejo  Conde,  mi  padre, 
haciendo  mil  diligencias  | 
por  hallarte  y  por  hallarme; 
porque  hice  que  en  secreto 
al  paje  muerto  enterrasen 
y  partí  de  Zaragoza 
otro  día  por  la  tarde . 
Aquí  he  sabido  que  Celia 
por  mí  grandes  llantos  hace, 
y  así  pienso  volver  vivo 
donde  de  nuevo  me  mate. 
Por  que  el  Conde  más  se  alegre, 
conmigo  quiero  llevarte; 
que  es  bien  lleve  un  muerto  a  un  loco 
que  tan  bien  fingirlo  sabe. 
Por  tan  extraño  suceso 
gracias  al  cielo  se  den . 
Cosa  es  para  q\ie  estén, 
los  que  le  tienen,  sin  seso. 

Pero  decid,  Floriano: 
¿quién  es  Elvira,  esta  loca? 
Eso  a  nu  solo  me  toca, 
si  me  quiere  dar  la  mano; 
que  yo  soy  criado  suyo 
y  de  sü  padre  lo  fui. 
¿Pues  cómo  ha  venido  aquí? 
De  decir  la  verdad  huj-o. 

Yo,  señores,  la  saqué 
de  en  casa  de  mi  padre  honrado, 
tan  hidalgo  y  estimado 
cuanto  después  os  diré. 

Aquí  la  truje  a  Valencia, 
donde  el  ánimo  perdí 
porque  a  su  padre  temí; 
y  así  hice  de  ella  ausencia. 

Las  joyas  que  le  tomé 
tres  mil  ducados  valdrán, 
que  todas  jmitas  están 
y  sin  falta  las  daré. 

Halláronla  dando  veces 
y  por  loca  la  trujeron 
donde  estos  amores  fueron 
tan  grandes  como  conoces. 

Dame,  Erífila,  perdón, 
(jue  éste  es  tu  nombre  y  no  Elvira. 
El  es  suceso  que  admira 
y  me  pone  en  confusión. 
¿Casaránse,  .segi'm  eso? 
Ivso  no,  íjue  la  ha  querido 
Valerio,  por  quien  yo  he  sido 
libre  de  peor  suceso. 

El  .se  casará  con  ella. 
Es  forzar  la  voluntad 


ACTO  TERCERO 


445 


FtOR. 


Eris. 
Cab. 


Vai^e. 


Fed. 


Ger. 

Vai,e. 

Fed. 

Veri. 

Vai,e. 

Fed. 


con  el  rigor  y  amistad 

que  \niestro  gusto  atrepella. 

Pero  vuestras  voluntades 
están  conformes,  y  ansí 
no  es  bien  apartar  por  mí 
tan  estrechas  amistades. 

En  mayor  obligación, 
Valerio,  me  habéis  echado, 
pues  dos  vidas  me  habéis  dado 
en  esta  loca  prisión. 

Dame  esa  mano,  mi  bien, 
que  todo  ha  sido  fingido; 
recíbeme  por  marido 
y  por  tu  esclavo  también. 

La  mano,  y  el  alma,  y  todo, 
dueño  de  mi  libertad . 
En  tan  gran  solemnidad 
justo  es  qne  se  cumpla  todo. 

Valerio,  pues  ya  sabéis 
quién  es  Fedra  y  quién  ha  sido 
el  casamiento  fingido, 
gusto  que  vos  le  acabéis; 

quiero  que  os  caséis  con  ella. 
A  tener  Fedra  sentido, 
fueras,  Príncipe,  servido 
y  yo  dichoso  en  querella. 

En  eso  no  hay  que  culparme, 
que  aunque  por  ti  le  perdí, 
sólo  ser  loca  fingí 
para  con  Beltrán  casarme. 

Si  gustas,  yo  soy  dichosa. 
Hija,  ¿que  tienes  sentido? 
Digo  que  soy  tu  marido. 
Y  yo,  Valerio,  tu  esposa. 

¿Hay  enredo  semejante? 
Según  eso,  loca  mía, 
mía  sois. 

¿Cuya  podría 


Vale. 

I/AID. 

Ger. 
Laid. 

\'eri. 

L.\ID. 


I.EO. 
IvAID. 

Cab. 


Flor. 


Cab. 
Flor. 


sino  de  tan  loco  amante? 

Huélgome  que  vos  seáis 
tan  principal  caballero. 

Y  de  lo  mucho  que  os  quiero 
yo  sé  también  que  os  holgáis. 

¿Pues  piensan  que  yo  soy  loca, 
señores  casamenteros? 
¿Que  aun  falta  más? 

Falta  haceros 
una  oración  grave  y  poca . 

¿Pues  qué  es  esto? 

Haber  fingido 
este  loco  frenesí 
por  ver  si  pudiera  así 
gozar  del  bien  que  he  perdido. 

Sólo  les  pido,  en  estrenas, 
me  vuelvan  a  lo  que  fui. 

Y  aun,  si  me  quieres  a  mí, 
podrás  remeoiar  tus  penas; 

que  me  has  parecido  bien, 
y  así  por  mujer  te  pido. 

Y  3-0  a  ti  por  mi  marido, 
que  me  contentas  también. 

De  aquestos  tres  casamientos 
yo  quiero  ser  el  padrino, 
porque  este  suceso  es  diño 
de  iguales  merecimientos. 

E  iremos  a  Zaragoza, 
Floriano,  vos  y  3"o. 
Hoy  vive  quien  os  mató, 
y  vivo,  señor,  os  goza, 

que  es  cuento  de  que  habrá  pocos. 
Tan  buen  fin  seguro  estaba. 
Aquí,  senado,  se  acaba 
el  hospital  de  los  locos. 


«Aquí  da  fin  la  famosísima  Comedia  de 
LOS    LOCOS    DE    VALENCIA» 


LA    LLAVE    DE    LA    HONRA 


COMEDIA  FAMOSA 


DE 


LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 


PERvSOXAS  QUE  HABLAN  EN  l-LLA 


FJ  Rey  de  Ñapóles. 

LUCINDO. 

>ÍARÍN. 

El  Duque  de  Milán. 

Elena. 

CBDIO. 

Roberto. 

Belisa. 

Fabricio. 

I.I^ARDO. 

Inés. 

Florencio 

(Salen  el  Rey  de  Xápoles  y  Roberto.) 

Rey.  ¿De  qué  estás  triste? 

RoB.  Xo  creo 

que  negara  a  Vuestra  Alteza 
la  causa  de  mi  tristeza, 
conociendo  su  deseo. 
Pero  de  suerte  me  veo, 
que  con  obligarme  ansí, 
no  puedo  decirle  aquí 
más  de  lo  que  en  mí  se  ve; 
pues  yo  propio  no  la  sé 
para  contármela  a  mí. 

Rey.  Hay  tristezas  naturales 

que  proceden  del  humor; 
las  del  odio  }•  el  amor 
.son  pasiones  principales; 
destas  dos  tienes  señales.  • 
iJime  si  amas  o  aborreces; 
que  si  venganza  apeteces, 
no  tardará  la  venganza; 
y  si  es  amor,  ¿qué  esjxranza 
te  niega  lo  que  mereces? 

Mi  amor  sabes;  no  es  razón 
que  lo  que  sientes  me  encubras; 
antes  bien,  que  me  descubra.»- 
la  causa  <}c  tu  pasión; 
menos  los  cuidados  son 
ílespués  de  comunicados, 
aun  no  siendo  remediados; 
agravio  formo  de  ti, 
que  quiero  yo  para  mí 
la  mitad  de  tus  cuidados. 


Rob.  Beso  mil  veces  tus  pies, 

por  tal  merced  y  favor; 
mas  \-uelvo  a  decir,  señor, 
que  la  tristeza  que  ves 
es  lo  mismo  que  no  es, 
y  es  más  de  lo  que  parece: 
como  luna,  mengua  y  crece; 
ni  es  aborrecer  ni  amar; 
que  ya  es  placer,  ya  es  pesar, 
ya  me  alegra,  ya  entristece. 

Suelo  amanecer  contento, 
y  sin  alma  al  fin  del  día; 
si  me  resisto,  porfía 
la  causa  de  mi  tormento. 
Dejo  andar  el  pensamiento 
tan  ocioso  y  desigual, 
que  ya  vivo,  ya  mortal, 
tales  laberintos  finge, 
que  no  fué  en  Tebas  la  Bsf inge 
más  oscura  que  mi  mal. 

Solamente  he  sosjxcliado 
que  es  causa  de  mi  tristeza 
el  haberme  Vuestra  Alteza 
de  la  tierra  levantado; 
porque  verme  en  tal  estado 
me  habrá  puesto  confusión; 
(|ne  la  Immana  condición 
suele  hacer  tantas  nuulan/.as, 
que  todas  sus  esperanzas 
engaños  del  alma  .son. 

Desde  el  ])rinci])io  al  estado 
corre  el  humano  favor; 


JORNADA   PRIMERA 


447 


Rey. 


Luc. 

ROB. 


y  si  declina  al  rigor, 
decieiide  precipitado; 
al  estado  que  he  llegado 
parece  qvie  determina, 
señor,  mi  fatal  ruina; 
que  es  sentencia  soberana 
qvie  toda  violencia  humana 
al  mismo  paso  declina. 

Sube  el  cristal  de  una  fuente 
de  la  tierra  en  que  nació, 
donde  el  arte  levantó 
con  violencia  su  corriente; 
ríese  el  aire  que  siente 
que  ha  de  bajar  dividido; 
y  él  baja  cuando  ha  subido; 
que  aquella  disminución, 
no  perla«,  lágrimas  son, 
que  llora  de  haber  caído. 

Así  yo,  señor,  temiendo 
que  con  violencia  subí, 
como  tan  alto  me  vi 
pienso  que  al  suelo  desciendo. 
No  temo  yo,  porque  ofendo 
tu  heroico  valor,  señor; 
pero  suele  el  disfavor 
consistir  en  la  desdicha 
del  que  ha  subido  sin  dicha, 
que  es  la  desdicha  mayor. 

Roberto,  mientras  yo  fuere 
Rey  de  Ñapóles,  no  creas 
que  en  mi  desgracia  te  veas, 
por  más  que  el  suelo  te  altere; 
que  mientras  no  interviniere 
traición,  que  no  puede  ser, 
para  que  puedas  caer 
de  mi  gracia  a  mi  rigor, 
ni  hay  en  la  envidia  valor 
ni  en  las  estrellas  poder. 

Grandezas  de  reyes  son 
hacer  hombres  por  querellos; 
mas  sin  causa  deshacellos, 
mudables  efe  tos  son. 
En  la  real  condición, 
no  ha  de  haber  desigualdad; 
que  si  en  cualquiera  amistad 
es  la  mudanza  bajeza, 
desde  que  nace,  a  firmeza 
se  obliga  la  majestad. 
(Vase.  Sale  I<ucindo.) 

Cuidadoso  ha  estado  el  Rey 
de  tu  salud. 

No  ha  querido 
decir  la  causa. 


Luc. 

ROB. 

Luc. 

ROB. 


Luc. 


ROB. 


Luc. 

ROB. 


Luc. 


No  ha  sido 
entre  amigos  justa  ley. 

No  es  amigo  el  que  es  señor. 
Antes  el  mayor  amigo. 
Conozco  que  anda  conmigo 
liberal  de  su  favor; 

mas  siempre  debe  el  criado, 
si  es  el  criado  discreto, 
dejar  algo  por  respeto 
en  su  amistad  reservado. 

Mi  enfermedad  es  amor, 
no  es  justo  que  a  su  grandeza 
descubra  tanta  flaqueza, 
Lucindo,  en  fe  del  favor; 

que  descubrir  lo  que  es  vicio 
al  señor,  no  es  discreción; 
que  el  vicio,  dar  ocasión 
de  aborrecer  es  su  oficio. 

Y  porque  de  intento  mudes, 
los  que  quisieren  subir, 
los  vicios  han  de  encubrir 
y  dilatar  las  virtudes. 

Si  este  amor  que  tengo  yo, 
no  fuera,  Lucindo,  injusto, 
decírselo  fuera  justo 
cuando  la  ocasión  me  dio. 

Mas  queriendo  una  mujer 
casada  y  tan  principal, 
¿no  ha  de  parecerle  mal? 
En  fin,  ¿qué  piensas  hacer 

si  ha  llegado  su  desdén 
a  quitarte  la  salud  ? 
Déjala  y  será  virtud, 
y  diráslo  al  Rey,  si  es  bien 

que  las  virttides  entienda. 
De j árame  persuadir, 
si  yo  pensara  vivir 
después  de  dejarla  en  prenda. 

Antes,  hoy  tengo  pensado 
vm  remedio,  qtie  ha  de  ser 
el  último  que  ha  de  haber 
para  darle  a  mi  cuidado. 

¿Cómo,  señor? 

Ausentar 
a  Lisardo,  su  marido, 
que  si  ausencia  no  es  olvido, 
es  camino  de  olvidar; 

fuera  de  darme  ocasión 
para  mayor  libertad. 
Con  menos  dificultad 
.seguirás  tu  pretensión; 

y  podría  ser  qvie,  ausente, 
no  le  pareciese  ofensa. 


448 


LA   LLAVE   DE    LA   HONRA 


RoB.  Por  lo  menos  la  defensa, 

no  será  como  presente. 

Amor  los  pechos  enfría, 
cuando  se  alargan  los  plazos; 
que  de  la  noche  los  brazos 
dan  memoria  a  todo  el  día, 
y  más  servicios  también, 
hallando  mayor  lugar, 
bien  la  podrán  obligar 
para  que  me  trate  bien. 

Luc.  ¿De  qué  suerte  lo  has  trazado? 

RoB.  Ven  conmigo,  que  si  amor 

me  ayuda,  de  su  rigor 
presto  me  veré  vengado. 

(l'anse.  Salín  Elena,  dama,  y  Maríx,  criado.) 


Ele. 
Mar. 


Ele. 


M.VR. 


Ele. 

M.\R. 

Ele. 


Mar. 


Ele. 
Mar. 
Ele. 


¿Dónde  queda  tu  señor? 
En  parte,  señora,  queda 
tan  segura,  que  no  pueda 
recelarse  del  tu  amor. 

En  ninguna  puede  estar, 
como  en  mis  ojos  no  sea; 
así  el  alma  le  desea, 
que  me  pueda  asegurar. 

¿Qué  hacía,  por  vida  mía? 
Una  joya  te  compraba, 
que  parece  que  le  daba 
rayos  al  sol,  luz  al  día. 

¿Era  para  el  cuello? 

Sí. 
Pues  todos  son  embarazos; 
¿qué  joya  como  sus  brazos, 
ni  de  valor  para  mí? 

Está  bien  dicho,  señora; 
mas  ¿cómo  podrá  saber 
mejor,  cualquiera  mujer, 
que  su  marido  la  adora? 

No  está  el  amor  en  amores, 
que  suele  ser  natural 
en  muchos. 

Amor  igual 
no  tiene  muestras  mayores. 
¿Luegf>  en  obras  no  hay  valor, 
si  amor  es  obras? 

Marín, 
yo  sigo  diverso  fin; 
bien  sé  que  es  obras  anw<r, 

¿m;js  cómo  puede  un  c.usado 
regalar  a  su  mujer, 
y  en  otra  parte  poner 
la  verdad  de  su  cuiclado? 

Pienso  yo  que  no  hay  valor 
en  joyas  como  en  los  pechos, 


igualmente  satisfechos 
de  un  puro  y  honesto  amor. 
Mar.  Xo  sé;  contáronme  un  día 

que  una  mujer  principal 
dio  en  querer,  aunque  hizo  mal, 
un  criado  que  tenía; 

y  pedíalq  el  zapato, 
la  media,  el  chapín,  la  liga; 
y  diciéndole  una  amiga 
que  aquello  era  humilde  trato 

no  lo  habiendo  menester 
y  siendo  pobre  el  galán, 
respondió  con  ademán: 
«¿Cómo  me  puede  querer 

éste,  sin  costarle  nada 
de  lo  que  me  puede  dar, 
que  en  lo  que  suele  costar 
es  una  cosa  estimada?» 

Yo,  en  fin,  el  día  que  llevo 
a  mí,  qué  sé  yo,  una  toca, 
pienso  que  la  vuelvo  loca 
y  que  la  obligo  de  nuevo. 

Esta  es  la  muestra  mayor, 
porque  no  hay  amor  sin  dar; 
y  así  te  quiero  contar 
ocho  preceptos  de  amor: 

tratad  verdad  sin  recelos, 
dar,  regalar,  asistir, 
no  alabarse,  ni  fingir, 
ni  pedirlos  ni  dar  celos. 

(Sale  Lis.^RDO.) 

IjS.  Desvelado,  Elena  mía, 

en  servirte  y  agradarte, 
quise  una  joya  comprarte 
que  cierto  hidalgo  vendía. 

Vila,  como  muchas  veo; 
pero  luego  que  la  vi, 
la  aplicaron  para  ti 
los  ojos  de  mi  deseo. 

Xo  había  diamante  en  ella, 
que  con  su  luz  no  dijese 
que  con  ella  te  sirviese, 
y  así  te  sirvo  con  ella. 

Diamantes  son,  no  es  rigor 
que  nmestreu  sus  asperezas; 
que  es  servirte  con  firmezas 
asegurarte  el  amor. 

¿Parece  que  estás  sin  gusto? 
Mírala,  por  vida  mía. 
lÍLE.  Gusto,  I.isardo,  tenía; 

¡XTo  hasnie  dado  di.sgu.sto 

Yo  tengo  joyas,  mi  bien; 


JORNADA   PRIMERA 


449 


¿de  qué  ha  servido  gastar 

lo  que  te  puede  costar 

y  que  has  lueuester  también? 

Que  para  adorarte  yo 
no  he  menester  más  prisiones 
que  aquellas  obligaciones 
con  que  mi  verdad  nació. 

Ya  tengo  dicho  a  Marín 
que  son  mis  joyas  tus  brazos. 
XlS.  Nuevas  prendas,  nuevos  lazos, 

nuevos  amores,  en  fin, 

y  nuevas  obligaciones; 
pero  estad  cierta,  señora, 
que  no  ha  engendrado  el  aurora 
en  sus  doradas  regiones 

tantas  perlas  de  su  llanto, 
abriendo  nácares  finos; 
ni  el  sol  con  rayos  divinos, 
el  metal  que  estiman  tanto; 

tantos  rubíes  Ceilán, 
tantos  diamantes  la  China, 
como  a  tu  beldad  divina 
siempre  mis  deseos  dan. 

Es  mi  hacienda  moderada; 
un  pobre  hidalgo  nací; 
mas  para  servirte  a  ti, 
aun  lo  imposible  me  agrada; 

más  que  mis  fuerzas  podrán, 
hará  mi  amor  atrevido; 
porque  siempre  el  buen  marido 
ha  de  parecer  galán. 

»  (Salen  IvUCINdo  v  Belisa.) 


Luc. 

T.IS. 


El<E. 
Bei,. 


ElvE. 


X«uc. 

Decidle  que  estoy  aquí. 

BEi,. 

De  su  parte  de  Roberto 

te  busca  un  hombre. 

I/IS. 

Estoy  cierto 

de  que  no  me  busca  a  mí. 

Bei,. 

A  tí  dice. 

Lis. 

¿A  un  pobre  hidalgo, 

Belisa,  el  mayor  señor? 

Bei,. 

Tú  mereces  su  favor. 

lylS. 

¿Yo  puedo  servirle  en  algo? 

Di  que  entre. 

Luc. 

Aquí  estoy. 

Lis. 

Pues  bien 

¿qué  me  quiere  a  mí  Roberto? 

Luc. 

Honraros,  de  que  estoy  cierto. 

que  es  justo  que  premio  os  den 

de  los  servicios  que  han  hecho 

al  reino  vuestros  pasados. 

Lis. 

Con  el  tiempo  están  borrados, 

y  aun  de  mí  mismo  sospecho. 

BEI,. 
EI.E. 


Luc. 
Tjs. 

RoB. 


Lis. 


ROB. 


En  fin,  ¿qué  quiere  mandarme? 
El  os  llama;  no  lo  sé. 
A  ver  lo  que  manda  iré; 
no  por  codicia  de  honrarme, 

mas  sólo  para  serville. 

(Vanse.) 

¡Ay,  Belisa,  qué  temor! 
Algima  invención  de  amor 
quiere  intentar  persuadille. 

¡Quién  le  pudiera  avisar! 
Mil  veces  lo  he  pretendido, 
pero  nunca  me  he  atrevido 
y  darle  tanto  pesar. 

¡Oh,  cruel  Roberto!  ¡Ay,  Dios! 
¿Qué  será,  Belisa  mía, 
sino  alguna  alevosía 
lo  que  han  de  tratar  los  dos? 

No  temas,  que  tu  Lisardo 
saldrá  de  cualquier  traición. 
Ya  me  dice  el  corazón 
que  alguna  desdicha  aguardo. 

(Salen  IjsARDO,  l,uciNDO  y  Roberto.) 

Aquí  os  espera  Roberto. 
Dé,  señor,  Vuestra  Excelencia, 
la  mano  a  Lisardo. 

¡Ay,  cielos!, 
éste  es  el  dueño  de  Elena. 
Seáis  bien  venido,  Tásardo. 
¡Hola,  una  silla! 

Tuviera 
a  dicha  que  en  mi  humildad 
hallara  vuestra  grandeza 
como  deseo,  valor 
para  serviros;  mas  quedan 
tan  lejos  de  mi  deseo, 

(Siéntanse.) 

heroico  señor,  las  fuerzas 
de  mi  humildad,  como  están 
las  flores  de  las  estrellas; 
yo  he  venido  a  obedeceros, 
que  prestaros  obediencia 
es  le}'  de  mi  obligación. 
Lisardo,  las  prendas  xnaestras; 
vuestros  méritos  y  partes; 
los  servicios  que  en  la  guerra 
y  en  la  paz  vuestros  pasados, 
con  las  armas  y  las  letras, 
hicieron  a  esta  corona, 
han  dado  tan  bixenas  nuevas 
al  Rey,  que  en  esto  no  quiero; 
que  aunque  pudiera  me  deban 

29 


450 


I,A   LLAVE    DE    LA    HONRA 


buen  oficio,  que  a  premiaros 
está  dispiiesto  Su  Alteza. 
Lis.  Besóos  los  pies,  que  bien  sé 

que  nunca  yo  mereciera 
su  memoria,  a  no  ser  ves 
por  quien  Su  .-Uteza  se  acuerda 
de  un  caballero  tan  pobre, 
que  los  frutos  de  luia  aldea, 
su  mujer  y  su  familia 
estrechamente  sustentan. 
Que  el  premio  de  los  servicios 
sea  de  los  reyes  deuda, 
la  misma  razón  lo  dice; 
pero  como  tantos  sean 
los  que  los  sirven,  no  pueden 
bastar  oficios,  ni  rentas; 
y  entra  allí  la  buena  dicha, 
o  la  intercesión  que  llega 
a  dar  memoria  a  su  olvido. 
Así,  las  sagradas  letras 
que  el  rey  Asnero  tenía 
un  libro,  señor,  nos  cuentan, 
donde  por  todos  los  años, 
de  cualquier  suerte  que  fuera, 
los  servicios  se  escribían; 
que  con  esta  diligencia, 
todos  después  se  premiaban; 
que  muchos  sin  premio  quedan 
f>or  no  haber  quien  a  los  reyes 
se  los  acuerden  y  lean. 
¡Qué  diferente  sois  vos 
de  los  que  sólo  se  acuerdan 
de  sí  mismos,  pues  me  hacéis 
tanta  merced  como  espera 
mi  pobre  casa  olvidada, 
de  antiguos  blasones  llena! 
Que  la  fortima,  señor, 
como  la  naturaleza 
de  las  cosas  que  corrompe, 
otras  que  levanta  engendra. 
RoB.  Mucho  nu-  huelgo  de  oíros, 

porque  a  lo  que  el  Rey  intenta, 
dará  \'uestro  entendimiento 
satisfacción  verdadera. 
Ks  el  caso,  estad  atento, 
que  el  Senado  de  Venecia, 
hasta  atrever.«.e  a  las  armas, 
sobre  unas  villas  pleitea. 
Por  excu.sar  los  enojos 
que  resultan  de  la  guerra, 
al  gran  Duqu«-  de  Milán 
se  remite  la  sentencia; 
para  este  despacho,  al  Rey 


os  propuse,  porque  sea 

principio  para  premiaros, 

y  ha  de  ser  desta  manera: 

Yo  os  daré  cierta  instrucción, 

por  donde  claro  se  vea 

lo  que  le  habéis  de  informar; 

de  suerte  que  el  Duque  entienda 

que  éste  es  pleito  sin  letrados, 

que  teme  el  Rey  que  se  pierda 

por  lo  sutil  veneciano, 

o  se  ponga  en  contingencia. 

Esto  es  en  suma;  tomad 

postas. 

(Levánlanse.) 


\ 


Lis. 

Al  punto  que  tenga 

las  cartas. 

ROB. 

Tres  mil  ducados 

me  manda  daros;  quisiera 

que  fueran  trescientos  mil; 

no  porque  el  premio  comienza,. 

es  cosa  tan  vil,  Ijsardo, 

que  sólo  el  camino  os  premia. 

¿Lucindo? 

Luc. 

Señor. 

ROB. 

Despacha 

a  Lisardo. 

Luc. 

Venid. 

Lis. 

Queda 

mi  vida  en  obligación 

de  ser  para  siempre  vuestra. 

(Vase.) 

RoB.  ¡Oh,  amor!,  tú  me  pusiste 

en  esta  empresa  grave; 
desdén  dulce  y  .suave 
me  tiene  alegre  y  triste; 
mejora  mi  tristeza, 
si  lo  merece,  amor,  tanta  firmeza. 

El  nmro  y  torre  amada 
de  Troya  quito  a  Ivlena, 
porque  tenga  mi  pena 
en  su  rigor  entrada, 
porque  tales  ausencias 
suelen  facilitar  las  diligencias. 

V  cuando  no  haya  sido 
remedio  suficiente, 
por  lo  menos  ausente 
Li.'-ardo  su  marido, 
con  este  raro  enredo, 
con  menos  celos  de  las  noches  quedo; 

Que  no  es  poca  alegría 
apartar  de  sus  brazos 
aquellos  dulces  lazos. 


JORNADA   PRIMERA 


4ST 


aunque  sin  dicha  mía; 
pues  consolado  quedo 
que  nadie  goce  lo  que  yo  no  puedo. 

(Vasc.  Salen  Klena  y  Marín.) 


Ele. 
Mar. 


Ele. 
Mar. 
Ele. 

Mar. 


Ele. 
Mar. 
Ele. 
Mar. 


Ele. 


Mar. 


;Li. sardo  a  Milán  i 


;No  ves 


estas  espuelas  que  son 
el  romance  y  narración, 
si  los  versos  llaman  pies? 

¿Hay  semejante  desdicha? 
¿Qué  desdicha? 

La  que  pasa 
por  mí. 

¿Cómo,  si  esta  casa 
no  ha  tenido  mayor  dicha? 

Llámale  el  Rey  y  le  escoge 
entre  tantos,  y  ¿es  razón 
que  su  ausencia  en  ocasión 
de  su  remedio  te  enoje? 

Hónrale  el  señor  Roberto, 
alma  del  Rey,  y  le  ha  dado 
silla  y  estuvo  a  su  lado, 
de  tantas  fortunas  puerto, 

y  puerta  para  medrar, 
y  subir  donde  merece, 
¿y  tus  ojos  enternece 
lo  que  los  debe  alegrar? 

Pensé  que  albricias  me  dieras 
deste  suceso,  señora, 
y  lloras  como  si  agora 
de  ayer  desposada  fueras. 

Anímale  a  la  jomada, 
muestra  valor,  que  el  amor 
no  ha  de  quitar  el  valor 
a  que  naciste  obligada. 

¡Ay,  Marín,  que  yo  me  entiendo: 
¿Qué?,  ¿celos? 

No  sé. 

¿Pues  cuándo 
hombre  se  ha  visto  adorando 
3'  al  mismo  tiempo  ofendiendo? 

Esos  son  bestias,  no  son 
hombres. 

Sucede  en  presencia; 
¿pero  quién  tendrá  de  ausencia 
debida  satisfacción? 

Tú  sola,  fénix  del  mundo 
en  belleza,  y  él,  señora, 
en  amarte,  pues  agora 
no  le  conozco  segundo. 

Y  si  es  predicarme  a  nü, 
advierte  que  aunque  él  quisiera. 


más  contrario  en  mí  tuviera 
que  en  Milán  tuviera  en  ti, 
si  alU  te  hallaras. 

(Sa.en  Llsardo,  Belisa  e  Inés,  criada.) 

Lis.  Pon  la  ropa  blanca  a  punto. 

IN.  Ya,  señor,  toda  la  junto. 

Bel.  ¿Antes,  Lisardo,  en  los  pies 

las  espuelas,  que  los  brazos, 
en  el  cuello  de  mi  hermana? 
Lis.  Marín  el  camino  allana 

a  los  postreros  abrazos, 
que  delante  le  envié, 
para  que  pudiese  Elena 
hablarme  con  menos  pena. 
Ele.  Nunca,  Lisardo,  pensé 

de  ti  tan  grande  crueldad. 
Lis.  Ni  yo  que  no  agradecieras 

que  con  Roberto  me  vieras, 
Elena,  en  tanta  amistad. 
Ele.  ¡Pluguiera  a  Dios  que  Roberto 

jamás  lo  hubiera  pensado! 
Lis.  ¿Mi  remedio  te  ha  cansado, 

si  está  en  él  seguro  y  cierto  ? 
Ele.  ¿Seguro  y  cierto? 

Lis.  ¿Pues  uo? 

¿A  quién  puedo  yo  deber 
más  bien   que   él  me  quiere  hacer? 
Tres  mil  ducados  me  dio, 

mi  bien,  para  esta  jornada; 
pues  cuando  vuelva,  yo  espero 
de  tan  noble  caballero 
satisfacción  más  honrada. 

Al  Rey  le  ha  dicho  quién  soy, 
y  de  todos  mis  pasados 
los  servicios  olvidados; 
en  obligación  le  estoy. 

Seré  su  cautivo,  Elena, 
mientras  Dios  me  diere  vida; 
mucho  importa  mi  partida, 
y  ya  el  de  las  postas  suena. 

Aunque  el  alma  me  traspasa, 
quédate,  mi  bien,  con  Dios; 
y  tú,  Belisa,  y  las  dos, 
polos  de  esta  humilde  casa; 
por  ella  y  por  los  criados, 
mirad,  porque  el  dueño  ausente 
es  lo  mismo  que  presente 
donde  están  vuestros  cuidados 

No  llores,  que  me  darás 
mal  agüero  en  mi  partida. 
Ele.  En  fin,  me  dejas  sin  vida, 

y  con  el  alma  te  vas. 


45? 


I. A    LLAVE   DE    LA    HONRA 


Jas.  Si  las  habernos  trocado, 

no  quedas  sin  alma,  Elena; 
mas  yo  conozco  tu  pena 
per  la  pena  que  me  has  dado. 
Dame  tus  brazos  y  adió.-^. 
Ele.  Apenas  acierto  a  hablarte. 

Lis.  El  que  queda  o  el  que  parte, 

¿cuál  siente  más  de  los  dos? 
¡Eal,  Belisa,  los  brazos. 
Bi:l.  Mi  obligación  te  dirá 

mi  sentimiento. 
Lis.  Ya  está 

la  \'uelta  esperando  abrazos. 
(Vase.) 

Mar.  Señora  Inés,  ya  llegó 

esto  que  llaman  partir; 
quien  llamó  al  partir  morir, 
su  propio  nombre  le  dio. 
¡Ay!  ¡ay!  ¡ay! 

Inés.  ¡Maldito  .seas! 

Que  bien  sé  que  finges. 

Mar.  Voy 

sin  alma. 

I   ÉS.  Bien  cierta  estoy 

de  que  engañarme  deseas. 

Mar.  Toma  esta  llave,  y  advierte 

que  dejo,  sin  lo  que  callo, 
las  raciones  del  caballo 
en  aquella  arca  más  fuerte. 

AUí  quedan  galas  mías. 
y  camisas,  que  entretanto 
puedes  lavar. 

Inés.  Con  mi  llanto, 

todas  las  noches  y  días. 
Adió?,  mi  dulce  respeto. 

Mar.  Adiós,  que  querrá  tu  ama, 

con  soledad  de  lo  que  ama, 
componer  algún  soneto. 
(Vase.) 

Bkl.  No  me  atrevo  a  con.solarte, 

ni  aim  a  decir  lo  que  siento 
desta  ausencia. 

El.K.  El  pensamiento, 

la  traición,  la  indu.stria,  el  arte 

es  tan  claro  y  descubierto, 
que  quiere,  ¡olí,  falsa  amistad!, 
probar  mi  fid<-lidad, 
Lisardo  aiLsenle,  R<»b»-rto. 

Eh  len^juaj»'  de  los  hoJnbres, 
que  las  mujeres  ausentes, 
por  los  placeres  presentes 
no  se  acuenlan  de  los  nombres; 


y  es  muy  falto  este  lenguaje, 
pues  cuando  ejemplos  no   hubiera, 
no  hay  fuerzas  que  de  la  esfera 
de  mi  honestidad  me  baje. 

Allí  luciente  planeta, 
pienso  conservar  mi  honor; 
pues  cuanto  él  fuere  traidor, 
seré  yo  honrada  y  discreta. 

Cierra  puertas  y  ventanas; 
que  el  poco  recogimiento, 
es  el  mayor  argumento 
de  las  mujeres  livianas. 

Ya  Roberto  estará  cierto 
de  que  me  visita  a  mí; 
y  el  sol  no  ha  de  entrar  aquí, 
aunque  piensa  entrar  Roberto. 
Bel.  Xo  te  aconsejo  que  seas 

tan  áspera  con  un  hombre 
poderoso;  si  tu  nombre 
y  fama  guardar  deseas, 

que  fuera  de  que  la  ira 
puede  en  aquesta  ocasión 
hacerte  fuerza,  es  razón 
temer  alguna  mentira. 

Procede,  si  amor  le  enciende, 
con  blandura  a  su  porfía; 
que  obliga  la  cortesía, 
cuanto  la  aspereza  ofende. 
Ele.  Yo  guardaré  mis  sentidos, 

Belisa,  de  ver  y  hablar; 
porque  no  se  ha  de  fiar 
el  honor  de  los  oídos. 

(Salen  Roberto,  Lucindo,   Fabricio   y   Celio.) 


ROB. 

Luc. 
RoB. 
Luc. 


RoB. 


Luc. 


Ron. 


Ya  vengo  como  quien  tiene 
seguro  el  campo  a  su  calle. 
Pues  no  vengas  muchas  veces. 
¿Por  qué,  si  el  amor  me  trae? 
Porque  eres  si  no  lo  adviertes 
para  público  muy  grande, 
y  son  en  los  que  gobiernan 
mayores  las  liviandades. 
¿Qué  importa  que  yo  gobierne 
y  todo  este  reino  mande, 
si  amor  me  gobierna  a  mí? 
¿Por  qué  no  ha  de  ser  bastante 
un  ]x)deroso  discreto 
]Kira  salx-r  gobernarse? 
Las  nujjeres  del  Senado 
de  Roma,  con  .ser  tan  grave 
de  ser  señoras  del  mundo, 
se  atrevieron  a  alabarse; 
hicieron  este  argumento. 


JORNADA    PRIMERA 


453 


Luc. 


ROB. 


Fab. 


ROB. 


Cel. 


ROB. 


Luc. 

ROB. 

Fab. 

ROB. 

Fab. 

ROB. 

Fab. 


Cei.. 
RoB. 


Roma,  de  sus  cuatro  partes 
es  señora;  a  Roma  rigen 
sus  senadores  y  padres; 
nosotras  a  ellos,  luego 
es  la  consecuencia  fácil, 
que  gobernamos  el  nmndo. 
Lo  mismo  amor  dice  y  hace; 
gobierna  este  reino  Alfonso, 
Lucindo  (que  el  cielo  guarde); 
yo  a  Alfonso,  y  a  mí  el  amor; 
luego  no  podrán  culparme. 
¡Ah,  señor,  que  importa  nmclio 
en  eminentes  lugares, 
estar  limpios  los  espejos 
en  que  el  pueblo  ha  de  mirarse! 
Ya  es  tarde  para  consejos; 
decidme  cómo  no  sale 
el  sol  de  Elena  a  estas  rejas. 
Fuese  Lisardo  esta  tarde, 
y  el  sentimiento,  por  dicha, 
la  ha  obligado  a  retirarse. 
¿Sentimiento?  ¡Vive  Dios, 
que  estoy  por  desesperarme! 
Que  sin  verla  es  imposible 
que  de  su  puerta  me  aparte. 
Ven  acá,  Celio:  ¿qué  haremos 
para  que  salga? 

Esta  tarde, 
señor,  parece  imponible; 
pero  puedes  retirarte, 
y  Fabricio  y  yo  sacar 
las  espadas,  que  la  calle 
se  ha  de  alborotar  con  voces; 
y  ella,  aunque  triste,  asomarse 
porque  en  todas  las  mujeres 
hay  dos  deseos  notables: 
el  uno,  de  ver,  y  el  otro 
para  saber  novedades. 
¡Ah,  Celio,  tú  eres  discreto! 
Lucindo  que  me  acompañe, 
si  me  ha  de  quitar  mi  gusto. 
¡Qué  mal  las  verdades  saben! 
Fabricio. 

Señor. 

¿Qué   esperas? 
¿Quieres  que  la  espada  saque? 
Acaba,  necio. 

¡Oh,  traidor! 
¡Vive  el  cielo,  que  te  matí ! 

(Riñen.) 
¿A  mí  matarme? 

Lucindo, 
mete  paz. 


Luc. 

ROB. 


Luc. 
Fab. 

ROB. 

Cel. 

ROB. 

Fab. 

ROB. 

Luc. 

ROB. 


Luc. 

ROB. 


Ténganse. 
(Entran  riñcndo.) 

Nadie 
sale  a  las  rejas.  ¿Qué  es  esto? 
¿Es  posible  que  no  abre 
una  criada  siquiera 
una  ventana?  ¿En  qué  parte 
de  Libia  naciste,  Elena? 
Pareces  sol  y  eres  áspid. 
Xo  ha  quedado,  en  cuantas  casas 
niiro,  quien  pueda  excusarse 
de  salir  al  alboroto 
que  tantas  espadas  hacen, 
y  tú  sola  no  has  querido; 
pero  no  quiero  culparte, 
que  tienes  tu  sol  ausente, 
a  mí,  sí,  por  ausentarle; 
pues  no  amaneces  aurora 
hasta  que  se  acerque  a  darte 
la  luz,  que  lo  es  de  tus  ojos; 
venga,  pues,  venga  a  matarme. 

(Salen  los  criados.) 

Es  tanta  la  confusión, 
que  no  nos  han  conocido. 
¿Cómo,  señor,  ha  lucido 
la  invención? 

Xo  hay  invención 
poderosa  con  Elena. 
¿Xo  salió? 

¿Cómo  salir? 
Con  él  se  debió  de  ir; 
ni  el  viento  en  las  rejas  suena. 

Pues,  por  Dios,  que  no  ha  C[uedado 
dama  en  la  calle  sin  ver 
la  cuestión. 

O  no  es  mujer, 
o  los  ojos  le  ha  llevado  (i) 
la  violencia. 

X'o  es  razón; 
advierte  con  discreción 
que  es  justo  considerar 

que  está  su  marido  ausente. 
¡Oh!,  nunca  yo  le  ausentara, 
si  me  ha  de  esconder  la  cara 
hasta  tenerle  presente  I 
¿X'^o  ha  de  volver  presto? 

Xo, 
porque  al  Duque  le  escribí 
que  le  detuviese  allí; 
de  suerte  que  tengo  yo 


(i)     Falta  un  verso  después  de  éste,  que  diría,  poco 
más  o  menos:  «Fuerza  nos  será  emplear» 


454 


l.A    l-LAVE    DI-:    LA    HONRA 


de  vivir  sin  ver  a  Elena, 
o  si  le  mando  venir, 
brazos  y  celos  sufrir, 
que  viene  a  ser  mayor  pena. 

Luc.  Vana  será  tu  porfía. 

ROB.  Vamos,  que  por  eso  fué 

la  noche  oscura;  yo  haré 
lo  que  no  me  deja  el  día. 

(Salen  Lisardo  y  Marín,  de  camino.) 

Lis.  Dicen  que  agora  saldrá. 

M.\R.  Confuso  vengo,  }'  deseo 

saber  si  esto  es  embajada 
y  te  toca  el  darte  asiento. 

Lis.  Si  te  digo  la  verdad, 

por  Dios,  Marín,  que  no  entiendo 
la  instrucción,  que  solamente 
vengo  a  conocer  que  es  pleito; 
pero  lo  que  fuere  sea, 
sirva  yo  al  Rey  y  a  Roberto, 
y  nunca  entienda  la  causa. 

M.\R.  Hay  unos  criados  tiecios, 

que  sin  saber  el  recado 
que  apenas  lia  dicho  el  dueño, 
parten  a  la  ejecución, 
a  quien  mucho  parecemos, 
no  sabiendo  a  qué  venimos 
y  viniendo  tan  ligeros. 
Dijo  im  Rey  a  un  sscretario 
que  escribiese  a  cierto  reino 
le  hiciesen  cien  alabardas 
(los  reyes  mmca  hablan  recio), 
y  por  no  le  preguntar, 
escribió  al  reino,  que  luego 
le  enviasen  cien  albardas. 
Despacháronselas  presto; 
y  estando  el  Rey  a  un  balcón, 
con  el  secretario  mesmo, 
vio  venir  las  cien  albardas; 
y  diciéndoles  «¿qué  es  esto?», 
le  respondió  que  traían 
lo  que  él  mandó;  a  quien,  discreto, 
replicó  el  Rey:  «Repartamos 
desta  manera  las  ciento: 
las  cincuenta  para  mí, 
í|ue  firmo  lo  que  no  leo, 
y  las  otras  para  vos, 
¡)ut  s  más  ligero  que  cuerdo 
hacéis  lo  que  no  entendéis. 

Lis.  Y  yo  entiendo,  por  Xa  menos, 

({ue  quieres  que  repartamos 
cutre  los  dos  el  succsíj. 
Va  estoy  en  Milán,  y.i  aguardo 


al  Duque;  sólo  deseo 
que  sea  breve  el  despacho, 
que  Ule  matan  los  que  tengo 
de  mi  casa  y  de  mi  Elena, 
a  quien  tanto  quiero  y  debo. 
¡Qué  mujer,  Marín! 

M^VR.  La  hacienda 

viene  de  padres  o  deudos; 
pero  la  buena  mujer, 
viene  de  luano  del  cielo. 

Lis.  Larga  la  mostró  conmigo 

en  la  que  me  dio,  pues  creo 

que    aunque    hay    muchas    buenas, 

ser  entre  todas  ejemplo.  [puede 

(Salen  el  Duque  dk  Milán  y  Florencio,  secretario.) 

DUQ. 


I 


Mar. 
Lis. 

Dúo. 


Lis. 


DUQ. 


¿De  Roberto,  aquel  privado 
del  Rey  de  Ñapóles? 

Pienso 
que  es  el  que  ya.  llega  a  hablarte. 
El  Duque,  señor. 

Yo  llego. 
Déme  los  pies  VuestraAlteza. 
Con  los  brazos,  caballero, 
recibo  yo  a  las  personas 
de  vuestros  merecimientos. 
De  Roberto  es  esta  carta; 
ella  os  dirá  a  lo  que  vengo. 
Ko  es  del  Rey,  pero  es  lo  mismo, 
pues  decís  que  es  de  Roberto. 


«Aunque  yo  no  he  servido  a  Vuestra  Alteza 
más  que  con  los  deseos,  me  atrevo  a  suplicarle, 
en  confianza  de  su  valor  y  entendimiento,  en- 
tretenga al  portador  desta  el  tiemijo  que  fuera 
servido.» 

Xo  leo  más,  ni  es  razón; 

¿Hay  tan  loco  atrevimiento? 

A  mí  que  entretenga  a  un  hombre, 

aun  no  habiendo  de  por  medio 

parentesco  ni  amistad, 

trato  ni  conocimiento? 

¿Florencio? 

Señor! 

Escucha. 

¿Qué  te  escriben? 

Este  necio 

(|uiere  que  entretenga  este  liouil)re; 

la  causa  verála  un  ciego. 

¿Quién  duda  (|ue  es  por  mujer - 

Mujer  ])ropia,  es  lo  cierto; 

pues  no  se  le  ha  de  lograr 

el  pensamiento,  Florencio, 


l-i,u. 

DUQ. 

Flo. 
Dry. 


Fl.o. 
Duy 


JORNADA   SEGUNDA 


-155 


Lis. 

DUQ. 

Lis. 


DIQ. 


Lis. 


DuQ. 
Lis. 

BVQ. 

Lis. 

DuQ. 

Lis. 


DUQ. 

Lis. 
DuQ. 

Ijs. 

DUQ. 

Lis. 
Mar. 

Lis. 
Mar. 

Lis. 


que  este  inocente  no  es  justo 
que  padezca  detrimento 
en  su  honor,  por  causa  nüa. 
¿Vuestro  nombre,  caballero? 
Lisardo,  señor. 

¿Sabéis 
a  qué  vení.s  ? 

Aquel  pleito 
de  Venecia  con  Alfonso, 
mi  Rey,  para  que  deis  luego, 
como  arbitro  de  los  dos, 
a  quien  tuviere  derecho 
más  justo,  lo  que  le  toca, 
pues  a  vos  se  remitieron. 
Yo  lo  tengo  ya  mirado, 
no  hay  que  informarme  de  nuevo; 
ni  en  Milán,  señor  Lisardo, 
sin  ocasión  de  teneros; 
yo  escribiré  luego  al  punto. 
Mil  veces  los  pies  os  beso, 
por  la  brevedad,  señor; 
que  aunque  a  servir  al  Rey  vengo, 
pienso  que  mejor  le  sirvo 
mientras  que  más  presto  \'uelvo. 
Amor  debe  de  obligaros. 
Amor  a  mi  casa  tengo. 
¿Sois  casado? 

Sí,  señor. 
¿Ha  mucho? 

Aunque  ha  mucho  tiem- 


estoy  más  enamorado 
y  con  mayores  deseos 
que  cuando  galán  serví 
a  quien  apenas  merezco. 
Un  marido  enamorado, 
los  altos  merecimientos 
de  su  mujer  da  a  entender. 
Son  de  suerte  que  no  puedo 
encarecer  sus  virtudes. 
Envidia,  Lisardo,  os  tengo; 
llevadle  aqueste  diamante, 
y  decidle  que  le  ruego 
que  os  ame  como  es  razón. 
Pondré  la  boca  en  el  suelo, 
adonde  ponéis  los  pies. 
Bien  podréis  luego  volveros. 
¿Qué  te  parece,  Marín? 
No  hay  diamante  de  más  precio 
que  el  haberte  despachado. 
¡Oué  gran  señor! 

Es  discreto. 
¿En  qué  topa  ser  tan  sabios? 
En  los  ayos  y  maestros; 


[po 


si  bien  dicen  que  lo  causan 
los  .sutiles  alimentos. 
Mar.  ¿Luego  pollas  y  perdices 

hacen  los  claros  ingenios? 
¡Ay  de  los  pobres,  a  estar 
a  la  cocina  sujetos! 


JORNADA  SEGUNDA 
(Salen  Roberto,  el  Rey  y  I.,ucindo.) 

Rey.  Parece  que  cada  día 

tiene  aumento  tu  tristeza. 

RoB.  Volvióse  naturaleza, 

señor,  la  tristeza  mía. 

Rey.  Culpa  al  principio  tuviste. 

RoB.  No  la  pude  resistir, 

y  hoy  dejara  de  vivir  (i) 
si  dejase  de  estar  triste. 

Rey.  ¿No  sabe  la  medicina 

remedio  para  tu  mal? 

RoB.  Para  enfermedad  mortal 

ha  de  ser  mano  divina. 

Rey.  Mira  en  tu  imaginación 

con  qué  podrás  alegrarte. 

RoB.  Pues  que  tu  favor  no  es  parte, 

vanos  lof^  remedios  son. 

Si  fuera  ambición  mi  mal 
de  cosa  que  no  supiera 
decirte,  o  que  no  quisiera, 
por  indigno  y  desigual, 

viendo  el  agravio  que  hacía 
a  la  merced  que  me  has  hecho, 
claro  te  mostrara  el  pecho. 

Rey.  Mi  amor  no  le  merecía. 

RoB.  Si  dos  títulos  me  has  dado 

y  a  mis  deudos,  gran  señor, 
has  hecho  tanto  favor, 
¿qué  puedo  haber  deseado? 

¿En  qué  ocasión  no  prefieres 
lo  que  no  merezco  yo? 

Rey.  El  Almirante  murió 

sin  hijos;  desde  hoy  lo  eres. 

RoB.  Mil  veces  beso  tus  pies. 

Rey.  Deseo  tu  bien,  Roberto. 

RoB.  ¡Y  cómo,  señoi,  si  es  cierto! 

Rey.  Peíame  que  triste  estés. 

(Trti-í-  el  Rev.) 


(i)     F.ii  el  original  (dejaré*  por  errata. 


456 


LA   LLAVE   DF.    LA    HONRA 


Txc.  ¿Podré  darte  el  parabién? 

Porque  en  estado  te  veo, 

que  fuera  de  tu  deseo, 

no  hay  bien  que  parezca  bien; 
y  tantas  mercedes  tienes 

de  Su  Alteza  cada  día, 

que  ya  necedad  sería 

cansarte  con  parabienes. 
RoB.  No  hay  bien,  Lucindo,  no  hay  bien 

en  tanto  rigor  de  Elena, 

que  no  me  cause  más  pena. 
I^rc.  Pues  no  te  doy  parabién. 

RoB.  ¿Cuál  áspid  pudo  formar 

naturaleza  tan  fiera, 

que  rendido  no  se  hubiera 

a  tanta  fuerza  de  amar? 
¿Cuál  tigre  no  se  ablandara 

a  las  diligencias  raías? 

Pienso  que  las  nieves  frías 

de  los  Alpes  abrasara. 

¡Tal  desdén,  tal  resistencia, 

tal  fe,  tal  recogimiento, 

tal  verdad,  tal  pensamiento 

una  mujer  en  ausencia! 

¿Qué  montes  de  oro  no  han  sidc 

terceros  de  su  favor? 
Luc.  Debe  de  ser  grande  amor 

el  que  tiene  a  su  marido. 
RoB.  A  su  honor  debe  de  ser, 

que  amor,  por  grande  que  fuera, 

yo  sé  que  lugar  me  diera, 

a  no  ser  propia  mujer. 

¿Qué  noche  de  aquesta  ausencia 

a  su  puerta  no  me  halló 

la  aurora,  que  se  admiró 

de  ver  mi  loca  paciencia? 
¿Qué  deseos,  qué  suspiros, 

ansias  y  amorosas  quejas 

no  han  entrado  por  sus  rejas 

a  ser  inútiles  tiros? 

Mas  ninguno  ha  sido  parte, 

ingrata  Elena,  a  rendirte. 

(Sale  Cfxio.) 

Cki..  Tuerza,  señor,  es  decirte 

imeva  que  no  ha  de  agradarte. 

ROB.  ¿Habrá  venido  Lisardo? 

Ckl.  a  la  puerta  queda. 

RíJB.  ¡Ah,   cielos! 

jqué  buen  remedie  a  mis  celos! 
¡qué  noche  tan  triste  aguardo! 
Míus  no  puede  ser  tan  prestíj. 

Ckl.  Sí  puedo,  pues  entra  ya. 


(Salen  I.isardo  y  Marín.) 

Jas.  a  los  pies  tu  esclavo  está. 

RoB.  En  obligación  me  has  puesto. 

¿Cómo  tan  presto,  Lisardo? 
Lis.  El  despacharme,  señor, 

tuve  a  notable  favor 

de  aquel  Príncipe  gallardo. 
Llegué  también  a  ocasión 

que  estaba  j'a  sentenciado 

el  pleito,  que  a  mi  cuidado 

no  tenéis  obligación, 
lya  carta  es  ésta. 
RoB.  Mostrad. 

¡Qué  poco  al  Duque  he  debido!; 

que  entretener  un  marido 

no  era  perder  calidad. 

(Lee  aparte.) 

cXo  sé  de  qué  acciones,  ni  en  paz  ni  en  gue- 
rra, sacó  Vuestra  .Señoría  que  yo  era  a  pro- 
pósito para  entretener  este  caballero,  cuya  per- 
sona y  entendimiento  son  indignos  de  tantea 
agravio.  El  que  yo  recibo...» 

No  quiero  pasar  de  aquí; 
basta,  que  mi  j'erro  de  amor 
ha  hecho  agravio  a  su  honor. 
Necio  en  elegirle  fui 

adonde  tantos  hubiera 
que  con  otra  discreción 
aj-ndaran  mi  afición. 
¡Oh,  naturaleza  fiera 

de   quien  no  tiene  a   quien   ama 
compasión!  Quiérole  hablar 
y  mi  dedicha  esforzar, 
si  así  mi  muerte  se  llama. 
Estoy  muy  agradecido, 
Lisardo,  al  Duque;  en  efeto, 
resolución  de  discreto 
juez  animoso  ha  sido. 

No  habrá  quejas  esta  vez, 
que  juez  que  no  despacha, 
no  ha  menester  otra  tacha 
para  no  .ser  buen  juez. 

Sin  re.solución,  no  hay  ciencia; 
porfjue  un  breve  desengaño 
quita  la  mitad  de  daño 
de  la  contraria  sentencia. 

Yo,  por  las  nuevas,  os  doy 
de  albricias  seis  mil  eliK-ade)s. 
Lis.  ¡Se-ñor! 

Rejl».  Tan  bien  enipkaelos, 

que  pienso  que  corto  soy; 


JORNADA   SEGUNDA 


457 


Lis. 


ROB. 

I.iS. 
ROB. 

Lis. 


RoB. 
Lis. 

RoB. 


Lis. 

ROB. 

Lis. 


ROB. 

Lis. 


RoB. 
Lis. 

ROB. 

Lis. 


ROB. 


Lrc. 

ROB. 


Luc. 


y  esto  es  mientras  Su  Alteza 
os  hace  merced. 

¿De  quién 
pudiera  esperar  más  bien 
que  de  esta  heroica  nobleza, 
que  con  tanto  exceso  pasa 
mis  méritos? 

Justo  es 
descansad. 

Beso  tus  pies. 
¿Habéis  visto  ^'^^estra  casa? 
¿Yo  a  mi  casa?  No,  señor; 
porque  primero  que  os  viera, 
agravio  notable  hiciera 
a  hacerme  vos  tanto  honor. 
Id  con  Dios. 

Mientras  viviere, 
seié  esclavo  de  esos  pies. 
Yo  os  avisaré  después, 
cuando  lugar  se  ofreciere, 

para  que  habléis  a  Su  Alteza. 
¡Tanta  merced! 

Esperad. 
¿Qué  hombre  es  el  Duque? 

Eu   verdad, 
que  entendimiento  y  grandeza 

compiten  con  su  valor. 
¿Hízoos  muchas  honras? 

Creo 
que  obligó  vuestro  deseo 
en  hacerme  tanto  honor. 

Informóse  de  mi  estado, 
y  a  todo  respondí  yo; 
este  diamante  me  dio, 
sabiendo  que  era  casado, 

para  que  diese  a  mi  esposa 
en  su  nombre. 

¡Gran  señor! 
Debéisle  amistad  y  amor. 
Es  mi  obligación  forzosa. 
Id  en  buen  hora. 

Los  cielos 
os  guarden. 

(Vase.) 

¡Bueno  he  quedado! 
¡Oh,  qué  bien  que  ha  despachado, 
Lucindo,   el  Duque   mis  celos! 
¿Qué  te  escribe? 

Que  no  es  lioni- 
con  quien  usarse  podía  fbre 

tal  término. 

Hipocresía; 
¿quién  hay  que  de  amor  se  asombre  ? 


ROB. 


Luc. 


ROB. 

Luc. 

ROB. 


Ele. 
Bel. 
Ele. 


Bel. 


Ixs. 
Ele. 
Ins. 
Ele. 

Ins. 


Bel. 
Ele. 


Mar. 
Ele. 
Mar. 


No  le  ofenderá  el  amor; 
juzgará  a  poco  respeto 
el  remedio. 

No  es  discreto; 
que  no  se  aventura  honor 

en  ayudar  un  amante. 
Descortés  término  ha  sido; 
pensé  ganar  y  he  perdido. 
¿Para  qué  le  dio  el  diamante? 

No  sin  sospecha  sería; 
pero  di:  ¿qué  puedo  hacer, 
si  aquí  esta  noche  ha  de  ser 
de  mi  vida  el  postrer  día? 

Quien  quiere  mujer  casada, 
¿no  sabe  lo  que  sucede 
en  sus  noches?  ¿Con  que  puede 
pasar  su  pena  engañada  ? 

Pero  ya  es  cierta  mi  pena; 
no  tengo  que  adivinar: 
esta  noche  me  han  de  hallar 
muerto  en  las  puertas  de  Elena. 
(Vansc.  Salen  Elena  y  Belisa.) 

No  escribir,  ¿qu'^puede  ser? 
Yo  presumo  que  es  venir. 
Ay vid  ame  a  resistir, 
que  soy,  Belisa,  mujer. 

No  porque  teme  el  valor, 
que  a  más  peligros  se  esfuerza; 
mas  porque  temo  la  fuerza 
y  la  opinión  de  mi  honor. 

Que  al  paso  que  va  Roberto, 
temo  que  abrase  esta  casa. 
No  te  espantes  si  él  se  abrasa. 

(Sale  Inés.) 

¡Albticias! 

Mi  bien  es  cierto. 
Señora. 

No  digas  más, 
}-a  sé  qvie  Lisardo  viene. 
Lo  que  tu  amor  te  previene, 
esto  imaginando  estás; 

yo  he  visto  sólo  a  Marín. 
Cartas  debe  de  traer. 
Quimera  fué  mi  placer. 
¡Qué  presto  que  tuvo  fin! 

(Sale  Marín. 

¿Podré  merecer  la  suela 
de  un  chapín,  dulce  señora? 
Mientras  viene  el  sol,  la  aurora 
aves  y  flores  consuela. 

Aurora  entre  luz  y  día 


458 


I. A    LLAVE    DE   LA    HONRA 


Ele. 
Mar. 
Elk. 
Mar. 
Ele. 


M.\r. 


Us. 
Ele. 
Lis. 
Ele. 


I.is. 

Elk. 
Lis. 


Ele. 
Lis. 


I".IK 
j.ls 

Bel 


he  sido  de  mi  señor; 
p>ero  traigo  el  resplandor 
que  ya  tan  cerca  te  envía. 

¿Cómo  está? 

Como  ha  de  estar 
¿Las  cartas? 

¿Qué  cartas? 

Di: 
¿no  me  escribe?  ¿Pues  a  ti 
por  qué  te  puedt  enviar? 

No  rae  envía,  que  yo  he  sido 
tan  bachiller  de  venir; 
que  me  quiso  resistir, 
y  le  he  dejado  y  corrido; 

él  te  dirá  lo  demás. 

(Sule  LiSARDO.) 

Señora  mía. 

Mi  bien  (i). 

¿Buena  estás? 

V  lo  he  de  estar; 
que  porque  no  tengas  pena, 
quiero  e.star  siempre   tan   buena, 
que  niüica  tengas  pesar. 
¡Cómo  has  tardado! 

Llegar 
•  y  volver,  ¿tardar  lia  sido? 
Mil  años  me  han  parecido. 
Más  tiempo  te  pareciera, 
si  el  Duque  ya  no  tuviera 
este  pleito  remitido. 

El  cual  fué  tal  gentil  hombre, 
y  tan  galán,  que  me  dio 
este  diamante  que  yo 
te  presentase  en  su  nombre. 
Dios  le  guarde. 

Xo  le  a.sonibre, 
que  en  los  ojos  se  me  vía 
la  hermosura  que  tenía 
la  que  retratada. en  ellos 
pudo,  ausente,  nierecellos, 
pues  .su  firmeza  excedía. 

Díjome  que  te  dijese 
que  fuese  tu  amor  ansí. 
Antes  fué  para  que  en  mi 
ningiui  diamante  lo  fuese. 
Mi  Iklisa,  no  te  ]x-.se 
de  (jue  tora;iS--  licencia 
de  hacerte  nuiyor  mi  aiLsencia. 
Estos  son  mis  brazf». 

V   é^f.()S, 


(i;     I-'aJtan  dos  vvrao*  a  esta  redondilla. 


Mar. 

ÍNS. 

Mar. 

Ins. 

Mar. 

Ins. 

M.\R. 

Ins. 
:\Iar. 

Ixs. 

Mar. 

Ixs. 

:\IAR. 


IXK. 

Mar. 

IX. 

Mar. 


Lis. 


de  mis  amores  honestos 
la  justa  correspondencia. 

¿Inés? 

Clarín. 

¿Cómo  está 
toda  esta  casa? 

Muy  buena. 
¿Elena? 

Mejor  que  Elena. 
¿Belisa? 

Buena  está  ya. 
¿Cómo  al  caballo  le  va, 
ausente  de  su  lacayo? 
Boca  abajo  vive  el  bayo 
¿Y  el  papagaj'o? 

Xo  habló 
más  palabia. 

Pitrso  yo 
que  tú  has  sido  el  papagayo. 

¿Q-üén  duda  que  en  la  ventana 
('¿Ouiér   pasa,   quién  pasa?»  habría, 
y  que  algún  paje  diría: 
«¿Cómo  estás,  lorita  hermana?» 
¿I,a  mona? 

Tiene  cuartana. 
¿Hay  más  por  quién  preguntar? 
Por  ti. 

¡Gracioso  llegar! 
A  la  postre  te  he  dejado, 
porque  pueda  sin  cuidado 
en  tus  amores  hablar. 

Ya,  Elena  mía,  es  razóu 
darte  de  otras  cosas  cuenta, 
que  a  nuestro  estado  convienen 
y  que  es  justo  que  las  sepas. 
La  fortuna,  lo  prinijro, 
es  tan  mudable  y  ligera, 
que  unos  levanta,  otras  baja: 
esto  es  lo  que  llaman  rueda. 
Son  los  discurses  del  nuindo 
una  noria  de  una  huerta; 
suben  y  bajan  los  vasos: 
unos  vierte,  otros  cnllena. 
Ayer  estaba  yo  pobre; 
si  bien  contenta  pobreza 
no  es  pobreza;  peí  o,  en  fin, 
era  ]X)bre/.a  c(íntenta. 
Hoy  la  fortuna  levanta 
mi  humildad  de  tal  manera, 
(jue  lo  que  Roberto  priva 
con  el  Rey,  hermosa  IClena. 
eso  con  Roberto  yo. 
Xo  hay  pakibras  con  que  pueda 


JORNADA   SEGUNDA 


459 


Elk. 


Mar. 


referirte  el  alegría 
que  recibió  de  mi  vuelta. 
I,os  abrazos,  las  preguntas, 
muestran  bien  que  las  estrellas 
son  quien  amor  y  amistad 
de  dos  personas  conciertan. 
Seis  mil  ducados  me  ha  dado; 
y  cuando  viere  a  Su  Alteza, 
me  promete  un  grande  oficio. 
Con  esto  es  bien  que  yo  tenga 
desde  hoy  diferente  casa; 
que  la  poca  o  :nucha  hacienda, 
]a  familia  y  el  adorno, 
disminuye  o  acrecienta. 
Quiero  comprar  lo  primero, 
pues  en  ti  también  se  emplea, 
un  coche,  que  las  mujeres 
van  más  honradas  y  honestas 
dentro  de  un  coche  que  a  pie; 
que  tú  no  serás  de  aquellas 
que  dan  mano  en  la  cortina, 
qiie  para  ese  efecto  afeitan. 
Claro  está  que  no  has  de  hablar 
con  los  que  también  requiebran 
desde  sixs  coches  las  damas, 
que  es  una  cosa  muy  fea. 
Finalmente,  quiero  yo 
que  el  señor  Roberto  entienda 
que  soy  hombre  que  profeso 
agradecida  nobleza. 
;No  te  alegras  deste  coche? 
Ninguna  cosa  me  alegra 
fuera  de  ti,  ni  por  mí 
quiero  que  gastes  tu  hacienda. 
¡Jesús!,  ¿Coche?  Por  tu  vida, 
que  aun  el  nombre  me  marea. 
Qué  dirán  los  que  supieren 
que  ya  tenemos  soberbia! 
Xo  hay  cosa  que  más  despierte 
a  la  envidia  y  a  las  lenguas 
que  ver  que  sube  de  un  salto 
la  humildad  a  la  grandeza. 
Después  tendremos  lugar, 
.ci  nos  diere  alguna  renta. 
¿Coche  no  quieres,  seño''a? 
Eres  la  mujer  primera, 
desde  la  primer  mujer, 
y  aun  pienso  que  anduvo  Eva, 
pues  Adán  fué  labrador, 
dentro  de  alguna  carreta. 
Jil  primer  coche  del  mundo 
fué  el  trillo,  para  que  sepas, 
que  de  andar  encima  del 


le  añadieron  las  dos  ruedas. 
¿Qué  dama  en  Ñapóles  hay, 
por  poco  valor  que  tenga, 
que  no  ande  en  coche,  que  es  cau.sa 
de  haber  tantas  diferencias? 
Hay  cajas  enjugadores, 
que  solamente  les  quedan 
los  arcos  por  notomias; 
y  yo  tengo  aquí  una  deuda 
que  un  invierno  se  sirvió 
de  un  coche  en  la  chimenea, 
que,  rendido,  se  dio  fuego 
como  soldadesca  inglesa. 
Hay  coches  de  tal  hechura, 
que  cierta  moza  gallega 
un  día  por  los  estribos 
vació  una  espuerta  de  tierra. 
Hay  coches  que  tiran  dragos 
y  hay  coches  con  tales  bestias, 
que  parece  que  el  cochero 
va  pidiendo  para  ellas. 
Finalmente... 
lis.  No  prosigas. 

Si  no  le  quieres,  no  sea. 
\'oyrae,  Elena,  a  descansar 
y  estése  la  casa  queda; 
que  pues  tú  no  sientes  bien 
de  que  mostremos  grandeza, 
o  a  ti  te  falta  locura 
o  a  mí  me  sobra  inocencia. 
(l'ase  con  Maríx.) 

¿Qué  has  hecho? 

¿Yo?  ¿Pues  no  ves 

que  sólo  le  dije  que  era 

gastar  la  hacienda? 

Dijiste 

que  era  despertar  las  lenguas. 

¡Ay,  Elena!,  a  los  maridos 

nunca  se  ha  de  hablar  por  señas, 

que  hay  hombres  tan  cuidadosos 

que  el  pensamiento  penetran. 

Pienso  que  pena  le  has  dado. 
Ele.  No  hayas  tú  miedo  que  sea 

de  mi  virtud  y  valor. 
BeIy.  Basta  haberle  dado  pena. 

(Sale  I^uciNDO.) 
Luc.  Si  no  descansa  Lisardo... 

BEI-.  Lucindo  se  ha  entrado.  Elena. 

Luc.  Aunque  la  ocasión  no  es  buena... 

El,E.  Toda  tiemblo  y  me  acobardo. 

Luc.  Un  recado  quiero  dalle 

de  Roberto,  mi  señor. 


Bel. 

Ele. 


Bel. 


460 


LA    LLAVE    DE    LA    HONRA 


Bel.  Extraño  efecto  de  amor. 

ElIí.  Xo  será  tiempo  de  hahlalU\ 

que  ha  venido  muy  cansado. 
I-UC.  ¿Puédoos  hablar? 

Ele.  ¿Q"é  queréis? 

I.vc.  Un  diamante  que  tenéis, 

señora,  le  dio  cuidado 
al  Almirante,  por  ser 

joya,  aunque  no  de  ^alán, 

del  Gran  Duque  de  Miláii; 

y  porque  le  qniere  ver. 
En  esta  caja  os  en\-ía 

prendas  de  tanto  valor, 

que  de  cualquiera  el  menor 

diamante  al  sol  desafía. 
Ele.  ¿y  quién  es  el  Almirante? 

hvc.  ¿Xo  sabéis  que  lo  es  Roberto? 

Ele.  De  sus  cosas,  estad  cierto 

que  estoy  y  estaré  iíjnorante. 
IA'C.  Valen  veinte  mil  ducados. 

Ele.  Xo  hablo  de  sus  joyas,  que  hablo 

de  sus  títulos. 
I.fc.  Yo  sé 

que  pagáis  mal  sus  cuidados. 
Hame  dicho  que  os  dijese 

f\ue  un  título  os  bar;')  dar. 
Ele.  Xi  un  reino  pienso  estimar, 

si  de  su  mano  viniere. 
LL'C.  ¡Ah,  cómo  habéis  de  volver 

en  odio  extraño  su  amor! 
Ele.  Quien  teme  sólo  su  honor, 

no  tiene  más  que  temer. 

Huéliíome  que  hayáis  venido, 

para  que  sepáis  lo?  dos 

que  no  temo  más  de  a  Dios, 

y  despué.s  a  mi  marido. 

(Vase.  Salen  el  Rey  y  Roberto.) 

Rey. 
Entre  Unios  los  príncipes  que  tiene 
agora  Italia,  pienso  que  ninguno, 
Rolxrto,  como  el  Duque  me  conviene. 

Roberto. 
l'ucs  yo  pensaba  projxjnerte  alguno; 
sin  esto,  dicen  que  el  de  Mantua  viene 
en  esta  pretensión  tan  imixírtuno, 
fji;'    ;i  tíxlos  se  avtiitaja  en  ti  dc^.co. 

Rey. 

I^jos  de  mi  propósito  le  veo. 

Iiirlínome  a  Milán,  y  lo  1k-  tratado 
con  la  Princesa  va. 


Roberto, 

Dicen  que  es  hombre 
no  mucho  del  ingenio  acreditado, 
si  bien  tiene  opinión  de  gentil  hombre. 

Rey. 
Pues  algún  enemigo  te  ha  engañado, 
que  tiene  el  Duque  diferente  nombre 
y  le  alaba  la  fama  de  discreto. 

Roberto. 

Xuuca  he  tenido  del  tan  buen  conecto. 

Rey. 
¿En  qué  lo  has  conocido? 

Roberto. 

En   que  no   puede 
quien  fuere  descortés,  ser  entendido; 
pues  solicita  que  malquisto  quede 
con  quien  pudo  quedar  agradecido. 

Rey. 
De  la  verdad  los  términos  excede. 
¿Quién  te  ha  engañado? 

Roberto. 

¿Cómo,  si  yo  he  sido? 
Pues  habiéndole  escrito,   no  me  ha  honrado 
como  merece  lo  que  tú  me  has  dado. 

Rey. 
¿En  qué  materia? 

Roberto. 

En  amistad  le  he  escrito. 

Rey. 
Pues  no  sea  parte,  no,  por  vida  mía, 
para  quererle  mal,  porque  es  delito 
fácil  de  remediar  la  cortesía; 
c-críbele  por  mí,  que  .solicito 
darle  a  mi  hermana  y  que  proponga  el  día 
en  (jue  donde  él  quisiere  lo  tratemos. 

Roberto. 
Vo  presumo  (jue  j mitas  dos  extremo.';. 

Si  a  mí  el  de  Mantua,  bien  «jue  a  causa  tuya 
de  Saboya,  l'errara  y  de  Florencia, 
y  el  Pontífice  mismo,  con  .ser  suya 
la  divina  y  humana  preeminencia, 
me  escriben  y  honran,  ¿no  es  razón  que  arguya, 
con  mucha  víuiidad,  poca  ])ru(lencia? 

Rey. 
Culjja  su  secretario,  no  te  enojes. 


TORXADA    SEGUIn^DA 


<íl6l 


Roberto. 

Siento,  señor,  que  tal  sujeto  escoges. 

Rey. 

No  me  repliques  rnás;  que  ser  Ota  vio 
descortés  para  ti,  si  es  que  lo  ha  sido, 
lia  sido  presunción,  pero  no  agravio. 

Roberto. 
Que  rne  perdones,  gran  señor,  te  pido. 

Rey. 

No  pongas  culpa  a  un  príncipe  tan  sabio 
de  lo  que  tus  principios  le  han  tenido, 
ni  repliques  dos  veces  a  los  reyes, 
que  en  cosas  justas,  son  injustas  leyes. 

(Vase.  Sale  I<ucindo.) 

Luc.  Con  disgusto  vengo  a  hablarte. 

RoB.  No  será  mayor  que  el  mío. 

Luc.  Yo  pienso  que  es  desvarío 

cansar  a  Elena  y  cansarte. 

RoB.  ¡Oh,    nunca    yo   visto   hubiera 

a  Elena,  pues  causa  ha  dado 
a  que  el  Rey  se  haya  enojado!; 
que  ha  sido  la  vez  primera 
que  me  ha  mostrado  rigor. 

Luc.  ¿Cómo? 

RoB.  Casa  a  la  Princesa 

con  hombre  que  a  mí  me  pesa, 
porque  no  le  tengo  amor. 

Repliqué  mucho  a  su  intento; 
que  es  el  Duque  de  Milán 
con  quien  concertando  están 
este  necio  casamiento. 

Luc.  Ya  sé  que  el  haberle  escrito 

para  que  lugar  te  diese 
que  a  Lisardo  entretuviese, 
y  no  lo  hacer,  fué  el  delito. 
Pero  no  es  razón,  señor, 
para  que  deje  de  ser 
nuestra  Princesa  mujer 
de  un  hombre  de  tal  valor. 

Y  de  su  enojo  te  avisa; 
que  en  las  dichas  del  palacio, 
suele  entrar  el  bien  despacio 
y  suele  salir  de  prisa. 

ROB.  De  las  palabras  me  espanto. 

En  mis  principios  habló 
por  honrar  al  de  Milán . 

Luc.  Tierra  fueron  los  de  Adán, 

que  a  todos  nos  igualó. 


RoB.  ¿Qué  hay  de  Elena? 

Luc.  No  ha  querido 

las  joyas,  y  con  razón, 
pues  tú  le  has  dado  ocasión 
para  no  vencer  su  olvido. 

Si  tú  le  cargas  de  hacienda 
a  Lisardo,  ¿qué  ha  de  hacer 
esta  mujer? 
RoB.  Ser  mujer 

que  de  mi  amor  se  defienda. 

Todo  m.2  sucede  mal; 
ya  se  muda  la  fortuna, 
porque  no  hay  próspera  alguna 
que  conserve  estado  igual. 

Verdad  es  que  lo  enojado 
del  Rey  cesará  muy  presto; 
que  su  condición  en  esto 
larga  esperanza  me  ha  dado. 

Eso  de  necesidad 
de  Elena,  no  puede  ser. 
Luc,  Para  todo  suele  haber 

algún  remedio. 
RoB.  Es  verdad; 

paro  para  que  ya  sea 
pobre  Elena,  no  lo  sé. 
Luc.  Yo,  sí. 

RoB.  ¿Pues  cómo? 

Luc.  Yo  haré 

que  su  castidad  se  vea. 
Déjame  a  mí  negociar. 
RoB.  Parte,  que  en  tu  ingenio  fíe... 

Mas  \'uelve,  que  es  desvarío 
lo  que  quieres  intentar. 

Porque  si  es  robar  su  hacienda 
de  Lisardo,  la  invención, 
¿no  queda  mi  obligación 
empeñada  en  mayor  prenda? 

Pues  si  él  me  le  ha  de  decir 
y  yo  lo  he  de  remediar, 
más  ricos  vendrán  a  estar. 
Luc.  Pues,  di:  ¿qué  has  de  hacer? 

RoB.  Morir; 

pero  ¿sabes  qué  he  pensado? 
Que  para  empresas  de  anior 
es  el  remedio  mejor 
la  deslealtad  de  un  criado. 
Llámame  a  Marín  aquí. 
Luc.  Voy  a  obedecerte. 

RoB.  Creo 

que  ha  de  templar  mi  deseo. 
Luc.  En  el  corredor  le  vi 

aguardando  a  su  señor. 
(Vase  L,uciNDO.) 


462 


LA   LLAVE   DE    LA    HONRA 


RoB.  I*ues  venga,  Lucindo,  luego, 

que  no  puede  hallar  sosiego 
amor  sin  tratar  de  amor. 

Yo  busco  imponibles  medios; 
pero  no  hay  mal  tan  cruel 
que  no  se  descanse  del 
solicitando  remedios. 

(Sale  MarLv.) 

M.\R.  Dijéronme  que  vusía 

m.'  llama. 
RoB.  Yo  te  he  llamado, 

corrido  por  olvidado 
de  lo  que  el  Rey  te  debía. 

Fuiste  a  Milán  con  Lisardo, 
y  no  me  acordé  de  ti; 
fuera  de  eso,  ayer  te  vi 
pisar  airoso  y  gallardo, 

del  patio,  Marín  amigo, 
las  losas,  y  me  agradó 
tu  talle,  y  aun  dije  yo 
a  los  que  estaban  conmigo: 
<Xo  le  estuviera  muy  mal 
una  bandera  a  aqiiel  hombre.» 
yiAR.  Señor,  muchos  tienen  nombre 

porque  tienen  dicha  igual; 

que  a  fe  que  otro  hubiera  sido 
al  Rey  de  menos  provecho. 
RoB.  Bien  se  ve,  en  tu  noble  pecho, 

que  eres  hombre  bien  nacido. 
Mar.  Pesia  tal,  llegando  ahí; 

mi  madre  me  lo  decía; 
{jue  al  tiempo  que  me  paría, 
con  tanta  furia  salí, 

que  la  comadre,  al  ruido, 
con  las  manos  acudió 
y  dijo:  «¡Oh,  qué  bien  nació!* 
Mira  si  soy  bien  nacido. 

Que  crédito  se  ha  de  dar, 
después,  señor,  de  los  padres, 
a  las  señoras  comadres; 
pfjrque  .suelen  obi.spar. 
l<"n.  rKstáspobrt? 

^Iar.  Sí,  señor; 

porque  esto  de  andar  a  caza 
de  una  ración,  amvnaza 
gran  pobreza  y  poco  honor. 
J^"i».  ;No  trata  bien  los  criados 

Lisardo? 
^Iak.  T'n  píjbre  escudero, 

con  liunu)s  de  caballero, 
tuvo  llanta  ahora  cuidados. 
Ya  que  le  has  fa\orecido, 


crecerán  lo.«;  alimentos, 
que  aun  por  ciertos  pensamientos 
él  y  mi  ama  han  reñido. 
RoB.  Eso  deseo  saber. 

¿Cómo,  por  mi  vida? 
M.\R.  El  quiere 

coche,  y  ella  no,  que  muere 
por  no  salir,  y  es  mujer. 
RoB.  ¡Cosa  extraña! 

M.\R.  Esto  porfía, 

y  hay  mujer  qtie  si  pudiera 
por  saya  se  le  pusiera 
por  traerle  todo  el  día. 
RoB.  ¿Quiere  mucho  a  su  marido? 

Mar.  Eso  es  locura,  por  Dios. 

RoB.  ¿Y  él  a  ella? 

Mar.  Fué  en  los  dos 

amor  de  un  parto  nacido. 
RoB.  La  noche  que  vino,  en  fin, 

¿mucho  en  la  jornada  hablaron? 
M.\R.  Antes  no,  que  se  acostaron 

luego. 
RoB.  Es  ella  im  serafín: 

¿levantóvSe  de  mañana? 
Mar.  Antes  no  se  levantó, 

que  en  la  cama  se  quedó 
a  buscar  otra  mañana. 
RoB.  ¡Cielos,  qué  ha  de  ser  de  mí? 

¿Hay  mucha  familia  allá? 
Mar.  Su  hermana,  doncella  ya, 

para  responder  que  sí 

si  algo  le  pregunta  el  cura; 
una  Inés  de  un  corazón, 
herida  de  conclusión, 
que  mata  cuando  asegura; 
una  mona,  un  papagayo, 
dos  esclavos  y  un  rocín 
deudo  de  cierto  Marín, 
que  es  secretario  y  lacayo. 
RoB.  ¿Qué,  vos  queréis  bien? 

Mar.  Señor: 

en  la  mocedad  ts  gala 
que,  en  llegando  a  martingala, 
corre  diferente  humor. 
RoB.  ¿Qué  diríades  de  mí. 

si  yo  quisiese  también? 
Mar.  Que  si  lo  merecen  bien, 

claro  está  que  será  así 

que  queiáis  firme  y  constante. 
¿Es  biiena  la  prenda,  es  buena? 
(Pas/cse  con  ¿1.) 
KoB.  Tan  hermosa  como  Elena, 

por  vida  del  Alniiraiitc. 


JORNADA    SEGUNDA 


463 


Mar.  ¿Cosa  que  la  misma  fuese? 

RoB.  ¡Ay,  Marín!  ¿quién  puede  ser? 

Mar.  Vos  queréis  una  mujer 

(¡ue  es  forzoso  que  me  pese. 
RoB.  ¿Por  qué,  si  tú  me  has  de  dar 

remedio  para  que  pueda 

hablarla? 
Mar.  Nunca  .se  queda 

sin  guarda. 
RoB.  Enviaré  a  llamar 

aquesta  noche  a  Lisardo; 

y,  entre  tanto,  podré  ir, 

si  tú  me  quieres  abrir. 
Mar.  Mucho,  señor,  me  acobardo. 

RoB.  ¿Pues  quién  lo  podrá  saber? 

Mar.  No  sé,  por  Dios,  si  me  atreva. 

RoB.  Por  lo  menos,  en  la  prueba, 

¿qué  puede.s,  Marín,  perder? 
Yo  te  he  de  dar  mil  escudos, 

y  te  he  de  hacer  capitán. 
^Iar.  Los  mil  escudos  harán 

hablar  tudesco  a  los  mudos. 
Llama  a  Lisardo,  que  yo 

a  la  puerta  aguardaré. 
RoB.  Esto,  Marín,  es  en  fe 

de  nuestra  amistad. 
Mar.        .  ¿Pues  vo'> 

RoB.  A  nadie  me  he  descubierto; 

si  tú  el  secreto  no  guardas, 

a  picazos  da  alabardas 

serás  de  mi  gente  muerto. 
Mar.  ¿Yo  descubrirte,  señor? 

RoB.  Con  eso  voy  satisfecho. 

Notable  merced  me  has  hecho. 
(Vase.  Sale  T.ttcindo.) 

Luc.  ¿Pues  cómo  te  va  de  amor? 

RoB.  Tracé  que  aqueste  me  abriese. 

Luc.  ¿Y  qué  dice? 

RoB.  Que  lo  hará. 

Luc.  Y  si  el  dueño  en  casa  e.stá, 

¿será  justo  que  te  viese? 
Ron.  Quiero  enviarle  a  llamar 

sobre  cierto  pensamiento; 

y  en  estando  en  mi  aposento, 

Celio  o  Fabricio  han  de  entrar 
y  decir  que  el  Rey  me  llama; 

yo  le  diré  que  me  aguarde. 

Y  entie  tentó,  aunque  sea  tarde, 

iré  a  ver  quien  me  desama. 
(Vanse.  Salen  Lisardo  y  Elena.) 

El,E.  ¿Pues  tú  tristezas  conmigo? 

¿Tú,  mi  bien? 


Lis.  Que  no  lo  estoy; 

hago  a  la  fe  que  te  doy 
y  al  alma  mismo  testigo, 
que  después  que  soy  amigo 
de  Roberto,  ando  elevado, 
Elena,  en  mayor  cuidado; 
no  admiré  tu  confianza, 
que  esto  puede  la  mudanza 
de  la  vida  y  del  estado. 

Er.E.  vSegiin  eso,  luejor  fuera 

aquella  pobreza  igual; 
a  un  hombre  tan  principal 
ninguna  mudanza  altera. 

Ijs.  Elena,  mudar  de  esfera 

algo  de  mudanza  tiene; 
mas  si  el  bien  ni  el  mal,  si  viene, 
me  mudarán  de  adorarte. 
Escucha,  pues. 

Ei.1';.  A  escucharte 

toda  el  alma  se  previene. 

Lisardo. 

Antes  la  tierra  vestirá  de  estrellas 
los  prados,  que  de  yerbas  y  colores 
los  campos  de  la  luna  varias  flores, 
sin  que  tenga  el  verano  imperio  en  ellos. 

Antes  las  aves  con  sus  pítimas  bellas, 
entre  las  aguas  cantarán  amores; 
y  los  peces  del  mar,  habitadores 
de  la  región  del  fuego,  las  centellas. 

Antes  las  fieras  de  las  verdes  selvas, 
entre  los  hombres  hallarán  sosiego, 
que  puesto  que  a  olvidarme  te  resuelvas, 

yo  deje  de  adorarte,  loco  y  ciego, 
Elena  de  mis  ojos,  avmque  vuelvas 
mi  alma  Troya  y  mis  vestidos  fuego. 

Elena. 

Pues,  primero,  mi  bien,  los  elementos 
a  su  materia  volverán  confusa: 
la  tierra  en  agua,  el  agua  en  tierra  infusa 
y  en  calma  eterna  vivirán  los  vientos. 

Primero  bajarán  de  sus  asientos 
los  orbes  de  la  máquina  difusa; 
primero  no  dará  la  culpa  excusa 
y  la  envidia  en  seguir  entendimientos. 

Primero  al  que  cautivo  en  su  cadena 
en  la  esperanza  su  rescate  apoya, 
memoria  de  la  patria  en  tanta  pena, 

que  pierda  3-0  la  más  preciada  joya, 
y  aunque  me  llaman  en  Italia  Elena, 
me  engañe  Paris  y  me  lleve  a  Troj'a. 

(Vase  y  sale  Marín.) 


464 


I.A    LLAVE    DE    LA    HONRA 


M.VR. 


Lis. 
^rAR. 


Lis. 

Mar. 
Lis. 

M.\R. 

Lis. 

M.\R. 


Lis. 
Mar. 

Lis. 


Mar. 

Lis. 
Mar. 

Lis. 


Huélgome  que  se  haya  ido 
mi  señora,  que  aguardaba 
para  hablarte,  que  se  fuese. 
¿Pues  tú  de  Elena  te  guardas? 
Xo  teiiíío  de  qué,  señor; 
pero  crióme  en  su  casa, 
dueño  de  mi  padre,  el  suyo; 
y  respetando  su  casa, 
no  quiero  delante  de  ella 
pedirte,  licencia.  (Llorn  ) 

Extraña 
novedad  llorar  un  hombre!  (i) 
Grande  amor  o  gran  desgracia. 
¿Y  para  qué  es  la  licencia? 
Vóymc  a  España. 

¿Cómo  a  España? 
¿Que  hay  España  no  has  oído 
y  que  confina  con  Francia? 
¿Que  hay  Cataluña  no  sabes, 
Valencia,  Aragón,  Xpvarra, 
dos  Castillas,  Portugal, 
Andalucía,  Vizcaya, 
Galicia,  fin  de  la  tierra, 
y  unas  ásperas  montañas? 
Sí,  pienso;  ¿mas  a  qué  efecto 
haces  jomada  tan  larga? 
Desgracia.*!  son  de  los  hombres; 
pues  que  yo  te  dejo,  basta 
para  saber  que  lo  es  mía. 
Xo  dejaré  que  te  vayas 
sin  que  me  digas  primero 
de  tu  desgracia  la  causa; 
fuera  de  que  yo  no  quiero 
que  Elena  quede  enojada 
conmigo,  por  tu  ocasión, 
y  es,  Marín,  injusta  paga 
de  su  amor,  no  despedirte, 
y  aun  traición  a  sus  entrañas, 
que  más  que  por  ama  tuya 
es  ama  porque  te  ama. 
S.'ñor,  la  desgracia  es  tal, 
que  será  fuerza  no  hablarla. 
Maiín,  ¿no  tiene  remedio? 
No  me  importunes,  no  hagas 
cosa  que  después  te  pese. 
Mientras  que  más  1<>  dilatas, 
mayíjr  deseo  me  p<jnes; 


(i)     Kn  cl  orij(inaJ  está  csic  po.sajc  asi: 

•ppfUrte. 
I.l».  I.lorcHí),  f|uc  cxtraAa 

noveílníl  Iknar  un  h'nnhrc.» 

I^  ramicnda  e*  de  IIartiK-iibU!<h. 


Mar. 


Lis. 


Mar. 


Lis. 
Mar. 


Lis. 


Mar. 


Lis. 


en  vano  más  fuerza  aguardas; 
mira  que  no  es  de  discretos 
dejar  razón  comenzada. 
Señor,  antes  que  mi  boca 
para  tu  ofensa  se  abra, 
si  puede  llamarse  ofensa 
la  defensa  de  tu  casa, 
la  palabra  me  has  de  dar 
de  que  no  hablarás  palabra. 
Yo  la  doy,  con  juramento 
sobre  la  cruz  de  la  espada; 
y  habla  presto,  que  me  tienes 
casi  en  los  labios  el  alma. 
Pues  sabe  que  me  ha  llamado 
Roberto,  que  cuanto  trata 
contigo  es  hacerte  ofensa 
en  la  vida  v  en  la  fama. 
Presumo  que  mi  señora 
no  quiere  por  esta  causa 
coche,  en  que  rueda  el  honor 
hasta  que  en  la  infamia  para. 
Porque  a  veces  sus  cortinas 
a  nuestros  ojos  trasladan 
lo  que  piensan  que  de  noche 
encubren  las  de  la  cama. 
Di  jome  que  te  quería 
llamar  con  palabras  falsas 
para  que  te  entretuvie.sen 
mientras  él  viene  a  tu  casa; 
que  yo  le  abriese  la  puerta, 
porque  con  violencia  aguarda 
quitarte  el  honor. 

¿Qué  dices? 
Y  della  tomar  venganza. 
Prometióme,  si  decía 
el  secreto  desta  infamia, 
quitar  la  vida. 

i  A  y  de  mí!, 
que  a  mí  me  ha  quitado  el  alma. 
Mira  si  es  ju.^to  partirme 
de  Xápolcs  y  de  Italia, 
y  aun  irme  fuera  del  mundo, 
cuanto  más  volverme  a  España. 
Sin  sentido  me  has  dejado, 
puesto  que  yo  sospechaba 
de  los  disgustos  (jue  lílena 
recibió  <lc  mi  privanza, 
que  no  eran  sin  ocasión. 
¡Ay,  hermosura,  madtastra 
de  la  honra  de  los  hombres, 
veneno  en  taza  dorada, 
codicia  de  los  sentidos, 
de  las  virtudes  contraria! 


JORXADA  TERCERA 


465 


Mar. 


I.TS. 


Mar. 

Lis. 

Mar. 

Lis. 

Mar. 

Lis. 

Lis. 
Map. 

Tjs. 


Bien  dudoso,  mal  seguro, 

cifra  de  desdichas  tantas! 

Culpar  a  naturaleza 

es  error,  pues  se  retrata 

en  ti  la  beldad  divina. 

¡Oh,  breve  hermosura  humana! 

¿Pues  a  Elena,  cómo  puedo, 

si  su  lealtad  es  más  clara 

que  el  sol?  ¡Oh,  traidor  Roberto! 

Así  los  nobles  se  tratan; 

así  pensaste  engañar 

mi  honor,  con  riquezas  vanas. 

¿Qué  haré,  que  eres  poderoso? 

Señor,  por  la  misma  causa 

halla  remedio  la  industria 

donde  la  fuerza  no  basta; 

no  des  a  entender  tu  pena, 

y  pues  tienes  confianza 

de  la  virtud  de  tu  esposa, 

y  sabes  que  no  te  agravia, 

aunque  me  mate  Roberto 

quiero  a^-udarte  a  guardarla, 

si  tú  con  prudencia  adviertes 

la  defensa  y  la  venganza. 

Cuanto  a  defender  mi  honor, 

seguro  estoy  que  no  valga 

todo  el  poder  del  tirano 

que  con  interés  le  asalta. 

Soy  hombre,  es  mujer  Elena. 

Sí,  pero  mujer  tan  casta, 

que  si  aquélla  infamó  a  Grecia, 

ésta  será  honor  de  Italia. 

Confianzas  matan  hombres. 

Virtudes  vencen  desgracias. 

Celos  no  agravian  virtudes. 

Si  no  agravian,  ¿por  qué  matan? 

¿Puedo  dejar  de  tenerlos? 

Quien  ama  prendas  tan  altas, 

¿por  qué  los  ha  de  tener? 

Porque  sigilen  a  quien  ama, 

como  al  sol  la  sombra. 

Advierte 
lo  que  has  de  hacer,  si  te  llama, 
y  deja  imaginaciones. 
;Hay  cosa  más  desdichada 
que  llegar  un  honibie  a  ver 
esta  desdicha  en  su  casa? 
¡Que  hallasen,  Marín,  los  hombres 
una  invención  tan  extraña 
como  esta  que  llaman  honra, 
y  que  toda  esté  fundada 
en  cosa  que  es  imposible 
guardarla,  si  no  se  guarda! 


¡Vive  Dios,  que  fué  crueldadl 

Mar.  Antes  fué  ley  necesaria, 

porque  estimasen  los  hombres, 
que  no  saben  estimarlas, 
la  virtud  de  las  mujeres. 

Lis.  Ahora  bien,  la  noche  baja 

y  éste  ha  de  enviar  por  mí. 
Entra,  que  aunque  a  verle  vaya, 
en  dejándome  en  la  suya, 
daré  la  \T.ielta  a  mi  casa. 

Mar.  ¿Pues  téngole  yo  de  abrir? 

Lis.  Dirásle  por  la  ventana 

que  tiene  la  llave  Elena. 

Mar.  y  diré  verdad  muy  clara: 

que  la  llave  de  la  honra, 
sólo  la  mujer  la  guarda. 


JORXADA  TERCERA 

(Salen  Elexa  y  Belisa.) 

No  me  atrevo,  aunque  me  obligas. 
En  la  ocasión  que  te  hallas, 
tanto  yerras  cuanto  callas. 
¿Pues  qué  es  mejor? 

Que   lo   digas; 

porque  Lisardo,  advertido, 
remedio  puede  poner. 
Mucho  yerra  la  mujer, 
Belisa,  que  a  su  marido 

le  dice  quién  la  requiebra; 
pues  le  pone  en  confusión, 
y  con  necia  presunción 
su  resistencia  celebra; 

que  fuera  de  que  le  dio 
la  pena  de  la  defensa, 
sospechoso  de  la  ofensa, 
pensará  si  es  cierta  o  no. 
Bel.  y  si  a  saber  de  otra  parte 

que  te  ha  querido  viniese, 
¿no  es  más  cierto  que  pudiese 
de  que  le  ofendes  culparte? 

IvO  que  si  primero  hubiera 
sabido  de  ti,  es  muy  cierto 
que  hallara  culpa  en  Roberto 
y  en  ti  lealtad  verdadera. 
Ele.  No,  Belisa;  lo  mejor 

es  que  sepa  de  otra  parte 
que  ha  sido  invencible  Marte 
a  sus  asaltos,  mi  honor. 

Nunca  fué  cosa  acertada 

30 


Ele. 
Bel. 

Ele. 
Bel. 


Ele. 


466 


LA   LLAVE   DE    LA    HONRA 


el  prevenir  al  marido; 
porque  no  piense  que  ha  sido 
prevención  de  estar  culpada. 

Anoche  salió  Lisardo 
y  luego  vino  Roberto, 
de  que  estaba  ausente  cierto, 
con  Fabrioio  y  con  I^eonardo. 

Tálamo  y  respondió  Marín, 
y  díiole  que  le  abriese; 
pero  como  él  entendiese 
de  su  pensamiento  el  fin, 

resf)ondió  que  estaba  allí 
mi  hermano;  y  él  aguardó 
tanto  tiempo,  que  llegó 
Lisardo.  Al  balcón  salí, 

y  sobre  entrar  o  no  entrar, 
concertaron  de  matalle; 
porque  la  noche  y  la  calle 
daban  secreto  y  lugar. 

El,  por  morir  con  la  palma 
de  su  honor,  aunque  sospecho 
que  le  pasaran  el  pecho 
y  me  sacaran  el  alma, 

si  hay  sangre  de  amor  en   ella^ ; 
metió  mano  contra  cuatro, 
en  aqiiel  solo  teatro 
que  alumbraban  las  estrellas. 

Gran  tragedia  para  mí, 
que  era  el  principal  papel; 
pi^f  s  ya  en  el  acto  cruel, 
sombras  de  mi  muerte  vi; 

si  Marín,  que  al  fin  le  oyó, 
no  saliera  tan  valiente 
como  Roberto  insolente 
y  cobarde,  pues  le  hirió. 

Cuando  tú  te  alborotaste, 
va  Tvisardo  descansaba 
en  su  aposento,  y  estaba 
con  el  gusto  que  le  hallaste; 

para  no  darlo  a  entender, 
aunque  todo  fué  fingido, 
él  ha  callado  y  yo  sido 
más  diamante  que  mujer. 

Que  con  verle  suspirar 
tfxla  la  noche  a  mi  lado, 
no  he  dormido  y  lie  callado: 
que  es  mucho  callar  y  hablar. 

V.\  hable,  pues  es  razón 
que  si  dijere  sus  reíos, 
mi  verdad,  mi  honor,  l'»s  cielos 
volverán  píjr  mi  opinión; 

que  mientras  no  diré  nada, 
no  pienso  dar  a  <ntcndi-r 


que  di  causa  para  ser 
de  nadie  solicitada. 

(S.iltu  Lisardo  y  ^L\KÍ^'.) 

Lis.  En  esto  me  determino. 

Mar.  y  no  me  parece  mal. 

Lts.  No  puedo,  en  desdicha  igual, 

hallar  más  fácil  camino. 
Elena,  bien  me  decías 
que  a  la  envidia  despcitaba 
la  humildad,  cuando  llegaba 
a  grandeza  en  pocos  días. 

Mas  que  tanto  se  desmande 
ha  sido  injusta  aspereza, 
pues  a  tan  poca  riqueza 
sigue  desdicha  tan  grande. 

Por  poco  me  hubieran  muerto 
anoche  cuatro  embozados; 
pienso  que  son  los  criados 
del  Almirante  Roberto, 

que  viéndome  tan  aceto 
a  su  señor,  han  querido 
matarme;  pero  no  ha  sido 
su  traición  de  algún  efeto. 
Yo  salí,  gracias  a  Dios, 
con  vida. 

^L\R.  Di  que  salimos 

con  honra,  y  di  que  reñimos 
como  dos  Cides  los  dos. 

Lis.  Conozco  lo  que  te  debo; 

y  querrá  Dios  que  algún  día  .. 

Mak.  Xo,  señor,  la  deuda  es  mía, 

y  es  obligarme  de  mievo. 
IMil  vidas  no  eran  allí, 
cuando  todas  las  tuviera, 
de  valor,  si  las  perdiera 
y  aventurara  por  ti. 

Lis.  Esta  noche  no  he  domiido, 

Elena,  porque  no  son, 
liando  hay  imagcinación, 
bastantes  sueño  ni  olvido. 

Finalmente,  resolví 
después  de  tantos  cuidados, 
no  dar  envidia  a  criados 
dt  Roberto  contra  mí. 

Cuanto  me  ha  dado,  valdrá 
diez  mil  ducados,  líleiia; 
que  a  mí  me  cuestan  de  ¡)cna 
diez  mil  ocasiones  ya. 

¡Nunca  Roberto  me  lioiirara! 
¡Nunca  yo  le  conociera! 
¡Nunca  esta  merced  me  luciera! 
¡Nunca  a  Milán  nic  enviara! 


JORNADA  TERCERA 


467 


Mas  yo  lo  remediaré 
con  irme  este  mismo  día 
a  Sicilia,  Elena  mía, 
adonde  seguro  esté. 

Hoy  lina  nave  se  parte; 
concertado  el  flete  queda; 
tú,  porque  partir  me  pueda, 
a  los  esclavos  reparte 

lo  que  a  tus  cofres  y  ropa 
.  tocare,  que  nuestra  hacienda 
y  vida  al  mar  se  encomienda, 
que  llama  con  viento  en  popa. 

No  hay  que  aguardar;  esto  es 
resolución  y  forzosa, 
que  una  mano  poderosa 
tiene  el  remedio  a  los  pies. 
Ele.  Yo  no  tengo  voluntad 

desde  el  día  que  nací; 
que  pues  nací  para  ti, 
la  tuya  fué  mi  verdad. 

Las  leyes  de  una  casada 
scu  silencio  y  obediencia; 
si  hacer  de  tu  patria  ausencia, 
Eisardo  mío,  te  agrada, 

sujeta  a  tu  gusto  e?toy 
y  que  no  me  ausento  digo, 
porque  si  yo  voy  contigo, 
en  mi  propia  patria  voy. 

Los  criados  de  Roberto 
yo  sé  que  no  vencerán 
tu  honor  y  opinión,  que  están 
en  lugar  seguro  y  ci-^rto. 

En  vano  su  intento  ha  sido, 
de  que  es  buen  testigo  Dios. 
Lis.  Es  el  partirnos  los  dos, 

Elena,  el  mejor  partido. 

¡Ea!,  BelJsa,  apercibe 
también  tu  ropa. 
Bei,.  Señor, 

a  la  sombra  de  tu  honor 
el  que  yo  profeso  vive. 

¿Tú  eres  dueño  de  las  dos? 
Bien  haces;  en  irte  aciertas. 
]VIar.  Ruido  siento  en  las  puertas; 

gran  gente  sube,  por  Dios. 


(Salen  Roberto,  I^ucindo,  criados,  alabardas.) 


Luc. 


ROB. 


No  llegue  Vuestra  Excelencia, 
que  bastamos  sus  criados. 
No  me  dejan  los  cuidados 
de  tan  extraña  insolencia; 

porque  no  hay  autoridad 
donde  se  atraviesa  amor. 


Lis.  ¿Vos  en  mi  casa,  señor, 

con  tanta  seguridad? 
RoB.  Infame  y  vil  caballero, 

¿merece  el  haberte  honiado 

el  galardón  que  me  has  dado? 

I,le vadle  preso,  que  espero. 
Lis.  ¿a  mí,  señor?  ¿En  qué  fui 

ingrato  al  bien  que  me  has  hecho? 
RoB.  ¿Aim  piensa  tu  falso  pecho 

que  pueda  engañarme  aquí? 
Lis.  ¿Yo  te  he  ofendido? 

RoB.  ¿Es   se^-vicio 

matarme  a  Celio,  traidor? 
Lis.  Anoche  llegué,  señor, 

si  no  he  perdido  el  juicio, 
a  mi  casa,  a  cuya  puerta 

cuatro  embozados  hallé; 

quise  entrar,  pero  no  entié; 

por  su  traición  descubierta. 
Mi  persona  defendí. 
Roe.  Eso  no  está  averiguado. 

Luc.  ¿Ha  de  ir  también  el  criado? 

Mar.  ¿Yo?  ¿Por  qué? 

RoB.  Dejadle    aquí, 

que  en  defender  su  señor 

su  obligación  ha  cumplido. 
Lis  Elena,  sólo  te  pido 

la  defensa  de  mi  honor. 
No  repares  en  mi  vida, 

que  como  el  honor  se  guarde, 

no  es  bien  que  amor  te  acobarde, 

porque  honrada  no  es  perdida. 
Viva  mi  noble  opinión 

en  tu  constante  verdad; 

defiende  tu  honestidad; 

no  te  espante  mi  prisión, 
porque  es  más  segura  cosa 

ir,  si  hay  tirano  galán, 

a  la  cárcel  que  a  Milán 

quien  tiene  mujer  hermosa. 
(  Llévanle.) 
RoB.  Allá  lo  verás  el  día 

que  te  corten  la  cabeza. 

Esto  quiere  tu  aspereza; 

esto  tu  ingrata  porfía. 

¿Es  posible  que  hayas  dado 

en  obligarme  a  locuras? 
Ele.  Cuanto  intentas  y  procuras, 

Roberto,  es  vano  cuidado. 
Yo  te  confieso  el  amor 

de  Lisardo,  mi  marido; 

mas  nunca  tan  grande  ha  sido 

como    el    que   tergo  a  mi  houor. 


468 


l.A    r.UWF.    OE    I.A    HONRA 


ROB. 

Ele. 
RoB. 
Ele. 

lAC. 

Ele. 
RoB. 
Ele. 
Roe. 

Lis. 


por  el  cual  su  vida  quiero 
p>erder,  que  es  nuis  que  la  mía. 
Yo  venceré  tu  porfía. 
Y  yo  moriré  primero. 

Estás  agora  enojada. 
Nunca  estuve  más  en  uií. 
¿Eres  mármol? 

Soy   quien    fui, 
a  .«er  quien  soy  obligada. 

\'amos,  que  cuando  le  veas 
morir,  me  remediarás. 
Si  con  ese  engaño  vas, 
ni  lo  pienses  ni  lo  creas. 

Que  de  verme  no  te  asombres 
sin  superior  en  el  suelo. 
Por  eso  hay  Dios  en  el  cielo 
contra  el  poder  de  los  hombres. 

(l'ansf.  Sale  Lisardo.) 

Prisión  injusta,  de  quien 
salir...  (i) 

pues  con  ser  quien  es  la  vida 
aim  es  lo  menos  que  temo, 
puerto  que  habrán  ocupado 
tus  calabozos  y  hierros, 
muchas  culpas,  muchos  hombres, 
por  diferentes  sucesos. 
Yo  sé  que  no  has  visto  en  ti 
quien  tenga  lo  que  yo  tengo, 
pues  la  virtud  y  hermosura 
en  este  lugar  me  han  puesto. 
Enamoróse  un  tirano, 
resistieron  su  deseo, 
dice  que  he  muerto  a  quien  hoy 
vivo  en  su  palacio  vieron. 
Bien  conozco  en  el  peligro 
que  está  mi  honor;  pero  pienso 
que  le  sabrá  defender, 
lílena,  tu  casto  pecho. 
Muchas  esperanzas  hacen 
a  mis  desdichas  con.smlo; 
mudio  tu  virtu'l  nit  anima, 
amor  me  dice  que  puedo; 
mas,  ¡ay  (^<  1  preso 


(i)     ICste  pasaje  csi¿  asi  en  el  oricinal,  en  el  último 
1  cngVm  de  la  i>laiia: 


Lis. 


•  l'riMón  inju.sla  de  <|uitn 


!<alir» 


I'ero  en  la  plana  siguiente  no  se  |»onc  el  verwj  <|uc  de- 
bía c-mi>czar  i«n  el  vcrlx/ «salir,  «ino  el  <|tie  le  sigue. 
Harlz.  k)  enmendé  crrní  pie  lando  el  verví  en  e-^ta  forma: 

•Milir  en  hombro*  <ki>f<j,» 


Mar. 

Lis. 

Mar. 

Lis. 

Mar. 


cjue  entre  memorias  tristes  pierde  el 
Divinas  y  humanas  letras  [seso! 

miiestraii  en  claros  ejemplos 
triunfos  de  la  castidad 
contra  tiranos  soberbios. 
Muchas  mujeres  ilustres, 
en  carros  de  oro  diversos, 
verdes  laureles  coronan 
por  gloriosos  vencimientos. 
Muchos  lascivos  despojos, 
muchas  coronas  y  cetros 
pisaron  ruedas  triunfantes, 
dieron  a  la  fama  versos, 
dieron  a  \u  historia  plumas 
y  honor  a  las  patrias  dieron 
en  Grecia,  Italia  y  E.spaña, 
contra  el  olvido  y  el  tiempo. 
Yo  conozco,  Elena  mía, 
lo  que  a  tus  virtudes  debo; 
yo  sé  tu  amor  y  tú  el  mío, 
pero  no  me  deja  el  miedo. 
Ya  estoy  mirando  a  Lucrecia, 
ya  sucediendo  contemplo 
tu  nombre  al  ilustre  suyo 
y  a  tus  heroicos  trofeos; 
mas,  ¡ay  del  preso 

que  entre  memorias  tristes  pierde  el 

[seso! 
(Sale  MARÍN.) 

En  fin,  me  han  dejado  verte, 
que  no  fué  poco  favor. 
¡Marín! 

¿Cómo  estás,  señor? 
Entre  la  vida  y  la  muerte. 

¿Cómo  está  Elena? 

No  sé 
si  vivirá  mucho  Elena; 
los  efectos  de  la  pena 
de  tu  prisión  te  diré. 

Tiene  tu  casa  una  torre 
fuerte,  auncjue  antigua,  y  allí 
se  ha  encerrado,  porque  ansí 
su  casto  pecho  socorre; 

quiere  que  con  lUi  cordel 
un  limitado  sustento 
suba  a  un  o.scum  aposento, 
y  acabar  la  vida  en  él; 

di  jome  desde  las  rejas: 
«Mientras  que  liega  mi  fin, 
dile  a  Li.sardo,  Marín, 
de  la  suerte  (jue  nit'  dijo.s; 

(|ue  por  de  dc-ntro  lu-  cerrado, 
y  (\\w  la  llave  le  envío, 


lOKXADA    TERCERA 


4^9 


Lis. 


para  que  esté  el  honor  mío 
(le  su  voluntad  guardado. 

Dile  que  alcaide  ha  de  ser 
desta  torre  desde  allí; 
que  aunque  me  fío  de  mí, 
]jensará  que  soy  mujer. 

Finalmente,  esté  en  su  mano 
la  llave  de  mi  lealtad, 
para  que  mi  honestidad 
conquiste  Roberto  en  vano.» 

Caían  a  la  sazón 
que  estas  razores  decía, 
de  un  sol  que  ilustraba  el  día 
por  nubes  de  confusión, 

unas  lágrimas  tan  bellas, 
que  como  bajar  las  vi 
desde  arriba,  presumí 
que  lloraba  el  cielo  estrellas. 

Naturaleza  se  corre 
de  tener  menos  poder; 
pues  pienso  que  han  de  nacer 
perlas  al  pie  de  la  torre. 

La  llave,  al  fin,  me  arroj6 
tolna,  sefior,  y  está  cierto 
que  no  subirá  Roberto 
por  el  lugar  que  bajó. 

Toma  y  guarda  su  tesoro 
confiado,  aunque  te  ultrajan; 
que  donde  lágrimas  bajan 
no  subirán  fuerzas  de  oro. 

Con  sentimiento  tan  justo, 
que  el  alma  a  salir  provoca, 
he  escuchado  las  razones, 
Marín,  de  mi  noble  esposa. 
Y  aunque  me  consv^ela  el  ver 
que  la  inexpugnable  roca 
de  su  castidad  defienda 
el  honor  que  a  los  dos  toca, 
no  es  remedio  en  tanto  daño; 
porque  no  está  la  vitoria 
en  la  torre;  que  el  poder 
buscará  con  que  la  rompa. 
Dile  a  mi  esposa,  Marín, 
que  aceptar  no  es  justa  eos? 
esta  llave  que  me  envía, 
y  a  sus  manos  se  la  torna. 
Que  ella  misma  sea  su  alraide, 
que  ella  se  defienda  sola; 
porque  la  buena  mujer, 
es  la  llave  de  la  honra. 
Que  le  ruego  que  defienda 
y  que  gobierne  animosa 
su  casa,  como  soh'a, 


Mar. 
Lis. 


Mar. 


Lis. 


y  nuestras  cosas  disponga 
con  libertad,  al  remedio 
que  pueden  tener  ahora, 
hablando  al  Rey,  si  es  posible, 
que  nuestras  desdichas  oiga. 
Que  si  ella,  Marín,  se  encierra, 
¿quién  ha  de  haber  que  proponga 
al  Rey  este  injusto  agravio? 
Pues  si  llorando  le  informa, 
¿quién  duda  que  mi  justicia 
halle  en  su  grandeza  heroica 
piedad,  y  que  la  inocencia 
de  su  honestidad  conozca? 
Que  nunca  a  los  justos  reyes 
amor  de  privanza  estorba; 
porque  como  a  Dios  imitan, 
con  la  verdad  se  conforman . 
E'^to  le  dirás,  y  mira 
que  es  en  las  castas  matronas 
el  mayor  encerramiento 
acudir  a  lo  que  importa. 
Til  la  acompaña,  Marín, 
pues  de  mis  desdichas  todas 
eres  testigo  y  consuelo. 
¿Pues  qué  haré  yo  si  tú  lloras? 
No  te  espantes;  parte  presto, 
para  que  remedio  ponga 
Elena  a  nuestra  desdicha. 
Quiera  la  mano  piadosa 
del  cielo  poner  remedio. 
(Vase.) 

Entre  las  furiosas  olas 
del  mar  de  la  tiranía, 
con  humilde?  poderosa, 
corre  mi  barquilla  pobre 
donde  los  vientos  la  arrojan. 
Romperáse,  si  los  cielos 
no  ponen  en  paz  las  ondas. 
¿Qué  haré? 


(Sale  el  .\LCAmE.) 

Al,C. 

¿Lisardo? 

Lis. 

¿Quién  es? 

Ai.c. 

Haced  cuenta  que  la  sombra 

de  vuestra  muerte. 

Lis. 

¿Hay  sentencia? 

Ate. 

Y  sentencia  rigurosa. 

Con  seis  testigos  se  prueba 

de  Celio  la  muerte. 

Lis. 

¡Oh,  loca 

vanidad  de  un  poder  necio! 

Vive  Celio,  y  tú,  furiosa. 

pruebas  que  está  muerto  Celio, 

470 


I.A    LLAVE    DE    LA    HONRA 


para  que  después  te  corras 
de  ti  mismo  arrepentido. 

Alc.  Ver  ^^lestra  paciencia  sobra 

para  ver  \mestra  inocencia; 
pero  escuchad  una  cesa, 
que  ha  de  ser  \-uestro  remedio: 
Con  la  Princesa  Leonora 
casa  el  Duque  de  Milán, 
y  ho)'  ha  venido  a  las  bodas; 
escribidle  con  Elena, 
que  esta  ocasión  es  forzosa 
para  que  le  pida  al  Rey 
vuestra  vida. 

Lis.  Aliento  cobra 

mi  esperanza;  escribir  quiero, 
que  una  embajada  traidora 
m?  dio  a  conocer  al  Duque, 
a  donde  fui  por  la  posta 
con  cartas  del  Almirante. 

Alc.  Pues  eso  basta. 

Lis.  Xo  es  poca 

la  causa,  pues  él  la  sabe. 
i.c.  Si  el  Duque,  Lisardo,  toma 

a  su  cargo  el  remediaros, 
hoy  la  .sentencia  revoca. 

Lis.  Si  a  mis  humildes  palabras 

responden  sus  altas  obras, 
para  mí  fué  su  venida, 
alcaide,  en  hora  dichosa. 

f^ali-n   el  DroT-E  de  Mil.4x,   el  Rev   de  Xápoles   v 
Florencio.) 

l>rí¿.  Los  favores  que  me  han  hecho, 

señor,  en  esta  ocasión. 
Vuestras  Majestades,  son 
difíuos  de  su  heroico  pecho. 

La  discreción  y  hermosura 
de  la  divina  Leonor, 
fuera  de  auiUL-ntar  mi  amor, 
hacen  mayor  mi  ventura. 

Mas  como  en  humanas  glorias 
no  son  ififuales  las  suertes 
y  suelen  templar  las  suertes 
el  giLstfj  de  las  Vitorias, 

au-sí  fortuna  inconstante, 
en  la  gloria  de.stt-  día, 
quiere  templar  mi  alegría 
con  ver  triste  al  Almirante. 
Kkv.  Días  ha  que  vive  ansí, 

y  que  niL-  ha  puesto  en  cuidado; 
y  en  esta  ocasión  he  dado 
t-n  p)ensar  rfue  es  contra  nu'. 

De  donde  aquel  grande  i.mor 


que  hasta  ahora  le  he  tenido, 
ha  comenzado  en  olvido 
y  ha  de  acabar  en  rigor. 
DuQ.  Admirado  estoy  de  oír 

que  os  haya  dado  ocasión. 
Rey.  Yo  pienso  que  s\i  ambición 

le  ha  querido  persuadir 

la  sucesión  deste  reino, 
casándose  cou  Leonor, 
viendo  que  él  reina  en  mi  amor 
como  yo  en  Ñapóles  reino; 

y  que  race  su  tri.steza 
(jue  no  quiere  declarar 
del  cuidado  de  reinar 
y  el  amor  de  su  belleza. 

Porque  no  se  haber  sabido 
la  causa,  que  me  ha  negado, 
y  resistir  porfiado, 
vuestro  casamiento,  ha  sido 

para  que  este  pensamiento 
me  diese  imaginación 
de  que  tiene  pretensión 
al  reino  y  al  casamiento. 
DuQ.  De  la  tristeza,  no  sé  • 

si  amor  la  ocasión  ha  sido; 
la  de  haberme  aborrecido, 
con  libertad  os  diré, 

pues  vos  licencia  me  dais 
con  la  mudanza  que  hacéis 
del  amor  que  le  tenéis, 
a  la  sospecha  en  que  estáis: 

Roberto  envió  a  Milán 
con  una  carta,  engañado 
un  caballero  casado, 
que  es  de  su  mujer  galán. 

Escribióme  entretuviese 
aquel  hombre;  respondí 
con  despacharle  de  allí 
antes  que  en  Milán  durmiese. 

De  donde  tengo  por  cierto 
cjue  me  aborrece,  señor, 
y  que  nacen  doate  amor 
las  tristezas  de  Roberto. 
Rey.  ¿Pues  quería  hacer  violencia 

al  valor  de  esa  nnijcr? 
DuQ.  Pienso  que  debió  de  ser 

ocasión  su  resistencia; 

(Sale   rír,KNA,    cotí    maulo,    vestida    de   lulo,   y   Marín.) 

Mar.  ICl  Rey  ha  dado,  señora, 

e.sta  licencia. 
líiJí.  Pues  llega, 

si  a  nadie  el  hablarle  niega. 


TORNADA    TERCERA 


471 


Mar.  Por  las  bodas  de  Leonora 

dicen  que  no  ha  de  haber  preso 

que  no  tenga  libertad. 

lyos  pies,  gran  señor,  me  dad; 

humilde  su  estampa  beso. 
I^^'Q-  ¿Quién  sois? 

Mar.  De  aquel  caballero 

(jue  Roberto  os  envió 

soy  criado. 
DuQ.  ¿Puedo  yo 

servirle  en  algo? 
Mar.  Hoy  espero 

su  rem.edio  de  esa  mano. 
Dúo.  ¿Dónde  está? 

Mar.  Preso,  señor. 

Dúo.  ¿Preso? 

Mar.  Es  notable  rigor 

de  un  poderoso  tirano; 
aquí  viene  su  mujer. 
DuQ.  Señor,  la  dama  está  aquí 

de  Roberto,  y  aimque  ansí 

me  viene  a  hablar,  ha  de  ser 
delante  de  vos,  si  acaso 

no  os  tenéis  por  deservido. 
Rey.  Antes,  por  ver  lo  que  ha  sido, 

quiero  saber  todo  el  caso. 
DuQ.  Llegad,  señora,  y  hablad; 

Su  Majestad  da  licencia. 

(Descubra  el  manto  y  llegue.) 

Ei,E.  La  justicia  y  la  inocencia 

de  un  caballero,  escuchad: 

Rey  de  Ñapóles,  Alfonso, 
digno  por  tus  claros  hechos 
de  las  águilas  partidas, 
corona  del  sacro  Imperio. 
Y  vos,  gran  Príncipe  Ota  vio, 
que  del  feliz  casamiento 
de  Ivconora  habéis  de  dar 
reyes  a  diversos  reinos. 
Así  de  remotos  indios 
os  traigan  oro  y  trofeos 
vuestras  naves  y  soldados, 
que  oigáis  mi  desdicha  atentos. 
Yo  soy  Elena  de  Lauria, 
mujer  de  Lisardo  Aurelio, 
hijo  de  padres  tan  nobles, 
que  a  sus  hazañas  debieron 
los  príncipes  de  Aragón 
ver  dilatado  su  cetro, 
de  España  a  la  bella  Italia, 
de  Ñapóles  a  Palermo. 
Perdióse,  como  acontece. 


de  la  memoria  del  tiempo 
su  casa,  y  heredó  pobre 
el  honor  de  sus  abuelos; 
casóse  conmigo,  a  quien 
miró  con  ojos  honestos, 
estimando  la  virtud 
por  dote  del  mayor  cielo. 
Yivimos  los  dos  seis  años, 
sin  que  esta  paz  y  contento 
desluciese  enojo  alguno, 
por  condición  o  por  celos; 
pero  en  medio  desta  paz, 
un  día  ms  vio  Roberto, 
el  primero  de  mi  mal 
y  de  mi  bien  el  postrero. 
Fui,  para  desdicha  mía, 
de  sus  tristezas  si  jete, 
nacidas  de  mi  virtud 
y  de  sus  locos  deseos. 
Parecióle  que  ausentando 
a  Lisardo,  mal  consejo, 
fuera  su  violencia  más 
y  mi  resistencia  menos; 
pero  no  fueron  posibles 
sus  promesas  y  sus  ruegos 
para  que  puerta  o  ventana 
se  abriese  a  intereses  necios. 
Contar  yo  sus  diligencias, 
fuerzas,  traiciones  y  enredos, 
era  dar  nvmiero  justo 
a  los  átomos  del  viento. 
Fingía  que  el  Rey  le  daba, 
o  por  los  servicios  hechos, 
o  por  llevar  a  Milán 
cartas  de  un  pleito  supuesto, 
muchos  dineros  y  joyas, 
y  eran  jo^'as  y  dineros 
para  vencer  lo  imposible 
de  mis  castos  pensamientos. 
¿Qué  ventana  de  mi  casa, 
qué  reja  o  puerta  estuvieron 
de  sus  escalas  seguras 
y  traidores  instrumentos? 
Pero  no  hay  hierro,  señor, 
que  más  defienda  de  hacerlos 
como  estar  la  castidad, 
reja  de  diamante,  enmedio. 
Toda  Xápoles  lo  sabe; 
tú  solo  no,  que  no  fueron 
las  verdades  tan  dichosas 
adonde  el  amor  es  ciego. 
^Murmuran  el  que  le  tienes; 
pero  son  pinos  excelsos 


47^ 


LA    LLAVE    VE    LA    I  ION  KA 


los  reyes,  que  por  su  altura 
no  escuchan  los  arro^^lelos. 
l'ltinia mente,  señor, 
le  llamó  una  noche,  haciendo 
que  le  engañen  sus  criados; 
pero  a\nsándole  desto 
el  q»ie  ha  venido  conmigo, 
cuya  lealtad  y  silencio 
mereciera  honor  de  estatuas 
entre  latinos  y  griegos, 
volvió  a  su  casa  y  halló 
que  la  estaba  defendiendo 
mi  honor,  con  las  fuertes  armas 
de  mi  p)ensamiento  honeste; 
parecióle  que  ya  estaba 
su  loco  amor  descubierto, 
y  de  matar  a  T.isardo 
resolvió  su  entendimiento. 
Mas  con  favor  de  quien  digo 
V  lo  primero  del  cielo 
que  la  inocencia  defiende, 
fué  vano  su  loco  intento. 
Mas  luego,  el  siguiente  día 
vino  con  la  guarda,  haciendo 
la  más  extraña  invención 
que  cupo  tirano  pecho. 
Prendió  a  I^isardo,  mi  esposo, 
diciendo  que  a  Celio  ha  muerto, 
y  anda  en  la  ciudad,  señor, 
vivo  y  sin  vergüenza,  Celio. 
Con  esto  le  ha  sentenciado 
a  muerte,  probando  el  hecho 
con  testigos  que  no  faltan 
donde  sobran  los  dineros; 
que  esto  de  falsos  testigos, 
hasta  que  están  descubiertos, 
son  mohatras  de  la  envidia 
para  destrucción  del  dueño. 
Todo  a  efecto  de  que  pueda 
conmigo  el  amor  y  el  miedo 
de  «li  marido  acabar 
lo  que  no  el  poder  y  el  ruego. 
Hoy  se  la  han  notificado, 
y  está  el  [)obro  caballero 
previniendo  a  Dios  el  alma, 
y  para  el  cuchillo  el  cuello. 
Como  ha  venido  el  gran  Dufjuc, 
para  ser  ruñado  \'uestro 
y  de  Ix-onora  marido, 
pnrrrióle,  Key  sujírctuo, 
|K-dirle  <n  esta  firasión, 
pues  tiene  coiKH:iniiento 
e.sta  maldad,  interponga, 


si  no  para  su  remedio, 
para  averiguar  la  muerte 
de  Celio,  pues  vive  Celio, 
su  autoridad,  confiado 
de  su  valor,  prefiriendo 
el  gusto  del  Rey  en  todo; 
que  si  al  honor  de  Roberto 
importa  morir  Lisardo, 
morirá  por  no  ofenderos; 
pero  si  el  hacer  justicia 
dio  tanta  gloria  a  Seleuco, 
a  Torcuato,  a  Bruto,  a  Fulvio 
que  sus  propios  hijos  dieron 
al  cuchillo,  Rey  Alfonso, 
mejor  podéis,  a  su  ejemplo, 
dar  la  vida  de  un  criado, 
o  permitir,  a  lo  menos, 
que  la  verdad  se  descubra, 
en  honra  de  un  pecho  honesto; 
que  la  fama,  agradecida, 
hará  vuestro  nombre  eterno, 
si  en  la  justicia  los  re\'es 
son  imágenes  del  cielo. 
Rey.  Antes,  Otavio,  que  habléis, 

pues  para  tal  sinrazón 
es  ociosa  intercesión 
la  que  por  I^isardo  haréis, 

vayan  luego  por  Lisardo, 
y  venga  I^isardo  aquí. 
HlK.  Cuan  justamente  de  ti 

justicia  y  remedio  aguardo. 
Dúo.  Crea  Vuestra  Majestad 

que  cuantas  hazañas  graves 

le  han  dado  en  campos  y  naves 

opinión  y  autoridad, 

ninguna  con  más  razón 
que  hacer  agora  justicia, 
castigando  la  malicia 
contra  su  misma  afición; 

si  bien  ya  me  da  a  entender 
que  la  templa  el  desengaño 
de  un  hombre  humilde  y  extraño, 
hoy  César  y  nada  ayer. 
RiíV.  Cuando  con  el  mismo  amor 

que  le  lie  tenido  le  amara, 
en  ima  maldad  tan  clara 
mo.strara  el  mismo  rigor. 

Yo  estoy  ya  desengañado; 
y  cuando  no  lo  estuviera, 
la  misma  justicia  hiciera. 

(Sulttl   J.ISAKDr)   y  I"I.()KKNCU).) 

I'Lo.  Aquí  está  el  pre.so. 


JORNADA    TERCERA 


473 


Lis.  y  postrado, 

señor  invicto,  a  esos  pies. 
Rey.  Ivisardo,  obligado  estoy 

a  hacer  por  vos  desde  hoy 

lo  que  os  debo  y  justo  es. 
Mejor  fuera  que  Roberto 

me  acordara  obligaciones 

a  tantos  fuertes  varones 

que  en  nuestro  servicio  han  muerto, 
que  no  intentar  infamaros, 

no  siendo  Elena  quien  es, 

con  su  violencia,  y  después 

querer  la  vida  quitaros. 
Mi  capitán  de  la  guarda 

os  hago,  para  que  vais 

a  prenderle,  y  le  traigáis 

donde  mi  enojo  le  agiiarda. 
Lis.  Con  lágrimas  os  responde 

mi  humildad,  (i) 
Dúo.  La  venganza  deste  agravio 

a  tu  grandeza  responde. 

(l'ansc  el  Rey  .v  el  Duquk.) 

Lis.  ¡Elena  mía! 

Ele.  ¡Señor! 

Mar.  Xo  hay,  señor,  sino  ir  volando 

a  prender  este  hombre. 
Lis.  Cuando 

fuiste  llave  de  mi  honor, 
tuve  mi  remedio  cierto. 
Mar.  Oye,  a  la  noche  hablarán; 

vamos,  señor  Capitán, 

y  prendamos  a  Roberto. 

(Salen  Roberto,  Celio,  Fabkicio  .v  I^ucixdo.) 

RoB.  A  risa  me  has  provocado, 

y  por  otra  parte  a  pena. 
Luc.  Yo  pienso,  señor,  que  Elena 

remediará  tu  cuidado, 

porque  viendo  a  su  marido 

e]  cuchillo  a  la  garganta, 

"o  será  su  crueldad  tanta. 
RoB.  Donaire  notable  ha  sido 

sentenciarle  por  la  muerte 

de  Celio,  y  que  Celio  esté 

con  nosotros. 

(i)  Falta  en  el  original  lo  demás  del  verso.  Hartz.  lo 
completó  escribiendo:  «mudo  mi  labio».  I,as  palabras  «juc 
siguen  del  Dutiue  pudieran  indicar  que  dijo  antes  algo  al 
Rey,  como  Y>or  ejemplo: 

«.Alfonso,  sabio», 
la  venganza  deste  agravio,  etc. 


Cei..  Bien  se  ve 

que  te  burlas. 
RoB.  Celio,  advierte 

que  si  no  se  muere  Elena, 

la  he  de  dai  este  disgusto. 
Fab.  Yo  no  sé  si  es  justo  o  injtisto; 

pero  ya  Lisardo  ordena 
su  alma  y  su  testamento. 
RüB.  En  peligro  semejante, 

no  será  Elena  diamante: 

mudará  de  pensamiento. 
Luc.  Yo  no  veo  entrar  persona 

que  no  imagine  que  es  ella. 
RoB.  IJorando  estará  más  bella. 

Cei..  Mi  muerte,  señor,  perdona, 

qtie  me  pesa  de  andar  muerto. 
RoB.  En  viniéndome  a  rogar 

Elena,  se  ha  de  tratar 

del  perdón  y  del  concierto. 

(Sale  la  guarda,  Marín  y  Ijsardo.) 

:\Iar.  Aquí  está  Roberto. 

Ijs.  Entrad. 

Luc.  ¿Qué  es  esto?  Señor,  ¿qué  veo? 

Lisardo  libre. 
RoB.  ¿Qué  dices? 

Sí,  por  vida  de  Roberto. 
Lis.  Date,  Roberto,  a  prisión. 

RoB.  ¿Yo  preso?  Guardas,    ¿qué  es  ésto? 

Guar.         Señor,  esto  manda  el  Rey. 
RoB.  ¿El  Rey  a  mí? 

Lis.  Date  preso; 

quítdle,  Marín,  la  espada. 
RoB.  ¿Hay  mayor  atre\'iiniento? 

Hombre,  ¿no  sabes  quién  soy? 
Mar.  .Dame  la  espada,  acabemos. 

RoB.  Guardas,  tomalda  vosotros, 

pues  aquí  no  hay  caballero 

a  quien  yo  la  pueda  dar. 
Lis.  Roberto:  yo  soy  tan  bueno 

como  los  que  btienos  son, 

y  mejor  que  ti'i. 
RoB.  No  puedo 

creer  que  pasa  por  mí 

tal  suceso.  ¿Es  sombra,  es  sueño? 

¡Criados! 
^L\.  Ya  los  criados, 

al  uso  del  mundo,  huyeron. 
R ( )B .  ¿No  hay  hombre  a  quí ? 

M.VR.  ¿Para  qué? 

Lis.  Llevadle. 

RoB.  ¡Extraño  suceso! 


474 


l.A    LLAVli    DE    LA    HONRA 


(Salín  criados  delante;  el  REY,  el  Duque  de  Milán,  la 
Princesa  I,eonor  y  damas,  Elena  y   Helisa.) 

Di'Q.  Cuantas  honras  recibiere 

Elena,  (juiero  que  todas. 
Princesa  hermosa,  me  obliguen. 

I'rin.  Elena,  mujer  heroica, 

merece  por  su  virtud 
que  la  celebre  la  historia 
de  las  mujeres  ilustres. 

Rkv.  I.as  romanas,  españolas 

y  griegas,  laurel  le  rinden. 

Ele.  Bien  conozco  que  os  provoca 

mi  inocencia  y  ser  el  día 
d.»  \-uestras  felices  bodas. 
El  cielo,  de  quien  confío, 
ilustrísima  Leonora, 
os  dé,  por  bien  destos  reinos, 
larga  sucesión  dichosa; 
que  pues  hoy  junta  a  Milán 
de  Ñapóles  la  corona, 
parece  que  darle  quiere 
lo  que  ha  faltado  hasta  agora. 
En  mí  tendréis  una  esclava 
que  esta  merced  reconozca 
lo  qut  tuviere  de  vida. 

Prin.  Cualquiera  merced  es  poca 

para  darle  premio  justo 
a  una  acción  tan  virtuosa. 

f  Salín  las  guordas,  Roberto,  Marín  y  I.isardo.) 

I,is.  Aquí,  señor,  tienes  pre.so 

a  Roberto. 
l<\-.\ .  Aun  ver  me  enoja 

lo  que  algún  tiempo  estimaba. 
Ron.  La  inconstancia  de  las  cosas 

del  mundo  tendrá  en  mi  ejemplo 

una  fábula  notoria 

de  sus  fáciles  promesas, 

de  sus  esperanzas  locas, 

y  de  que  humildes  principios 

a  ser  lo  que  fueron  tornan. 

¿He  sido  yo,  por  ventura, 

desleal?  ¿Tanto  te  asombra 

que  un  justo  amor  me  enloquezca 

por  una  mujer  hermosa? 

¿Soy  el  primero  del  mundo 

que  los  ídolos  adora, 

donde  tantos  caiiitancs 

y  tantos  sabios  se  po.stran 

al  po<k-r  de  un  ciego  rey? 

¿He  sido  ingrato  a  tus  obras? 

¿He  manchado  tus  grandezas 

con  traiciones  alevosas? 


¿No  está  presente  la  culpa 
que  mis  delitos  abona, 
que  puesto  que  es  mi  fiscal 
quiero  que  agora  interponga 
su  piedad  como  abogado? 

Rey.  Si  ella  por  tu  causa  aboga, 

haz  cuenta  que  mi  justicia 
esta  apelación  te  otorga; 
yo  no  digo  que  no  tenga 
amor  fuerza  poderosa; 
pero  para  amar,  £e  entiende, 
no  para  intentar  deshonras, 
no  para  quitai  las  vidas; 
pero  nc  quiero  que  pongas 
culpa  a  amor  ni  a  la  fortuna, 
que  los  que  levanta  arroja 
del  lugar  donde  los  sube, 
sino  que  de  ti  disponga 
Lisardo;  él  te  dé  sentencia, 
o  piadosa  o  rigurosa; 
él  es  tu  juez,  Roberto. 

RoB.  De  juez  que  se  apasiona 

por  una  de  las  dos  partes, 
y  que  es  nulidad  notoria 
ser  también  parte  y  juez, 
¿cómo  podrá  ser  piadosa 
la  sentencia  de  esta  causa, 
y  más  si  la  vara  toma 
en  la  mano  del  agravio? 

Lis.  Roberto,  ley  es  forzosa 

que  la  pena  que  me  diste, 
y  más  si  honor  me  provoca, 
esa  misma  te  dé  a  ti. 

RoB.  Merezco  muerte  afrentosa; 

mas  juez  que  de  la  parte 
en  público  se  enamora, 
como  tú  lo  estás  de  Elena, 
si  bien  puedes,  que  es  tu  esposa, 
¿cómo  puede  ser  juez? 

Rey.  Roberto,  justicia  sobra] 

hoy  has  de  morir. 

RoB.  Apelo, 

en  ejecución  tan  corta, 
a  Elena,  mujer  al  fin, 
cuyas  virtudes  adoriui 
la  piedad. 

l'J.K.  No  te  engañaste, 

pues  ICleiia  te  perdona. 

RoB.  Ik'so  mil  veces  tus  pies, 

imeva  Marcia,  Julia  y  Porcia. 

Rey.  ¡Piadosa  hazaña! 

DuQ.  Per  ella, 


JORNADA  TERCERA 


475 


Rey. 


mientras  más  la  galardona 
el  Rey,  mi  señor,  le  doy 
cuatro  villas,  y  son  pecas, 
t-n  mi  estado. 

Y  yo  a  lásardo, 
por  sn  casa  generosa, 
los  títulos  de  Roberto. 


Lis. 


Dichosa,  Elena,  la  hora 

en  que  la  mano  te  di; 

pues  prueba  el  fin  desta  historia 

que  el  tener  buena  mujer 

es  la  llave  de  la  Jicnra. 

!•  I  N 


EL    MAESTRO    DE    DANZAR 


COMEDIA  FAMOSA 


DE 


LOPE     DE    VEGA     C  A  R  P  I  ü  (') 


PERSONAS  QUE  HABLAN  EN  ELLA 


Aldemaro,  caballero. 
Belardo,  criado. 
RlCAREDO,  caballero. 
Tebano,  caballero. 


Florela,  dama. 
Feliciana,  su  hermana. 
LiSENA,  criada. 
Alberigo,  viejo. 


Cornejo,  escudero. 
Bandat.ino,  caballero. 
Julio  y  Antonio,  r>-i'aí/os. 


JORNADA  PRLMERA 


(Saleti   Aldkmako,  caballero,  y  Belardo,  su  criado.) 


Al.l). 


Bhi.. 

Al.D. 

Bi:i.. 


Aun-. 


A  desnudarme  comienza; 
que  segx'in  me  abraso  y  ardo, 
no  pongas  duda,  Belardo, 
que  a  mil  salamandras  venza. 

Quítame  esta  ropa  luego, 
que  no  ha  menester  vestido 
quien  desde  el  alma  al  sentido, 
es  todo  rayos  (2)  de  fuego 

por  cuyos  caminos  van 
dos  mil  locos  pensamientos, 
que  abrasados  y  contentos 
materia  a  las  llamas  (3)  dan. 

Quita  presto.    ^;Qué  me  miras? 
Miro  el  humo  y  no  le  veo. 
Que  juzga.»;,  villano,  creo 
mis  verdades  por  mentiras. 

;Pms  tanto  fuego,  .señor, 
empc-zando  agora  a  arcler, 
sin  humo  .se  puedo  hacer? 
Ivs  fuego  invisible  amor, 

es  la  esfera  elementar. 


íi)     Ivl  iiicíi>KV,ado  del  nKinu->cTÍti*  anticuo  es:  »Coiii' 
flia  iKJiiiat-slrode  tlaiK^arcniupuesla  \h>t  I, ope  devela,  (i 
k'iir;i.s,  MK'uientes. — Aldeitiaro,  Kal.-iii — Inlardo  su  criado 
Kkardo,  i>riiiio  suyo—.MÍK-riKo,  hiejo— ílon-la,  dama 
fcikiana  -mi  hermana     Truano  K^lan  — bancUilino  ^alaii 
Juli<»  hu  criad') — coracjfi  c!*cu<iero  -  lim-na    tTÍada— .\ii 
droni»  criadrx. 

(.:)     l-'n  el  imprcno  •llaiiiaite. 

())     Mn  id.  •nlino'w. 


BELA. 
Al.DK. 


BEL  A. 
Al.DE. 

BEI.A. 
Al,DE. 


BlU.A, 


-Xi.i.i;. 


a  nuestra  vista  invisible, 
donde  llegar  no  es  posible, 
menos  que  sabiendo  amar. 

Y  eso  basta  a  persuadirme. 
Tú  no  ves  que  es  luz  secreta, 
que  en  algunos  es  cometa 

y  en  otros  estrella  firme. 

¿Cómo? 

Que  en  unos  se  acaba 
y  en  otros  dura  en  eterno. 
Tierno  vienes. 

Y  más  tierno 
([ue  en  Lerín  rebelde  estaba. 

El  fuego  en  que  me  consumo, 
aunque  me  mata  en  secreto, 
tiene  en  su  exterior  efeto, 
luz,  sonido,  aumento  y  humo. 

Luz  en  los  ojos,  que  forman, 
con  otra  luz,  y  reflejos 
del  alma,  que  aunque  están  lejos, 
como  espejos  del  sol  forman. 

Sonido  en  la  voz,  que  cuenta 
sus  quejas,  y  aumento  en  agua, 
que  .'■i  se  mata,  .se  aumenta. 

Y  el  humo  que  no  se  vía 
en  los  suspiros  le  vierto. 
Digna  es  d?  saber,  por  cierto, 
tan  nueva  filo.'-ofía; 

jHTo  estás  muy  adelante 
])ara  primera  lición, 
l'.s  ciencia  infusa  y  pa^iun 
a  nn'lagro  semejante. 

Hoy,  en  la  .sortija  y  fiesta, 
vi  h  Morela  con  su  hermana 


JORNADA    PRIMER.' 


477 


como  suele  la  mañana, 

de  varias  nubes  compuesta. 
Y  entre  uno  y  otro  arrebol, 

blanco,  azul  y  carmesí, 

la  estrella  de  Venus  vi; 

mas,  ¿qué  digo?,  el  mismo  .^ol. 
Bki.a.  Aunque  tu  amor  me  perdone, 

¿cómo  el  alba  ser  podría, 

que  oí  cantar  que  salía 

al  tiempo  que  el  sol  se  pone? 
Ai,DE.  ¿No  ves  que  son  los  luceros 

d'-  la  mañana  y  la  tarde? 
Bei.a.  ¿Cuál  dellos  te  abrasa  y  arde 

con  rayos  de  amor  tan  fieros? 
Alde.  ¿Xo  te  digo  que  Florela 

ms  ha  robado  el  corazón? 
Bei.a.  Aunque  es  loca  tu  pasión, 

se^  poíible  me  consuela. 

Que  la  otra  hermana  hoy  se  casa, 

por  quien  la  fiesta  se  ha  hecho. 
Ar,DE.  Kl  alma,  el  sentido,  el  pecho 

amor  por  Florela  abraca. 
Mas  dime:  ¿dónde  quedó 

Ricaredo? 
Beea.  Vesle  aquí. 

(Salí'  Ricaredo  con  una  máscara  en  la  mano,  bolas  y 
espuelas    de   brida.) 

Rica.  Buen  ahijado  llevo  en  ti. 

Aede.  y  en  ti  buen  padrino  yo. 

Rica.  Perdíte,  por  Dios,  de  vista 

entre  caballos  y  gente. 
Aede.  Yo  me  perdí  juntamente 

de  vista  por  otra  vista. 
Rica.  Pues  ¿por  qué  no  me  buscaba?, 

si  de  las  fiestas  salías? 
Alde.  Porque  cuando  te  perdías 

más  perdido  me  dejabas. 
¿Qué  hubo? 
Rica.  Fué  largo  el  cuento. 

Aede.  ¿Cómo? 

Rica.  Premios  e  invención. 

Ai,DE.  ¿De  fuera? 

Rica.  Los  más  lo  son. 

Ar,DE.  ¿Quién  eran? 

Rica.  Escucha  atento. 

Luego,  famoso  Aldemaro, 

que  diste  el  precio  a  Florela, 

hermana  de  Feliciana 

y  del  firmamento  estrella, 

aquella  Florela  en  flor, 

que  en  la  primavera  bella 

de  sus  años  hace  al  mundo 


rico  del  fruto  que  esj)era, 
un  tropel  de  aventureros 
a  entrar  por  orden  comienzan, 
hurtando  a  las  aves  plumas 
y  al  pensamiento  libreas. 
El  hijo  del  condestable 
bizarro  a  las  fiestas  entra 
en  un  overo  andaluz, 
larga  cola  y  clines  crespas. 
Sobre  un  húngaro  pajizo 
claveles  de  nácar  siembra, 
con  unas  muertes  de  plata 
que  los  claveles  enredan. 
Las  letras  que  arroja  al  vulgo 
a'í  declaran  su  pena: 
«Tal  fruto  da  la  esperanza 
que  de  tal  campo  se  espera.» 
Presentóse  a  los  jueces, 
y  dando  vuelta  a  la  tela, 
se  conciertan  los  padrinos 
y  corre  un  hilo  de  perlas. 
Bien  pasa  el  mantenedor; 
pero  con  mayor  destreza 
sale  de  Lerín  el  conde, 
lindo  bridón,  lanza  y  fuerza. 
Saca  el  brazo  al  requeriUa 
y  ans-í  la  apunta  derecha, 
que,  al  poner  la  lanza  en  ristre, 
halló  la  sortija  en  ella. 
Pasaron  las  otras  dos, 
o  tocadas,  o  tan  cerca, 
que  ya  le  daban  el  premio; 
pero  faltóle  una  espuela, 
que  a  la  fuerza  del  picar, 
cu  medio  de  la  carrera, 
cayó  a  los  pies  del  caballo 
rota  una  blanca  correa . 
Dio  el  precio  el  mantenedor 
a  una  dama  aragonesa, 
V  sosegóse  el  aplauso; 
y  entrando  gente  a  las  fiestas. 
Eran  dos  santas  viudas, 
blancas  tecas,  sajías  negras, 
con  des  rames  que  salían 
de  en  medio  de  las  cabezas. 
La  letra  que  traen  dice 
y  la  que  el  padrino  nmestra: 
«Verde  está  de  dentro  el  alma, 
aunque  la  corteza  seca.» 
FvUtró  un  galán  peregrino, 
con  su  túnica  de  jerga 
y  en  un  sombrero  francés 
imágenes  y  veneras. 


478 


EL    MAESTRO    DE    DANZAR 


Diez  lacayos  peregrines 

por  padrinos,  dan  por  letra: 

«A  ofrecer  voy  a  un  milagro 

estas  rompidas  cadenas.» 

Luego  entraron  dos  pastores, 

y  éstos  Dor  padrino  llevan 

al  ani^^  flechando  el  arco 

una  pastora  de  piedra. 

«De  allí  \-uelven  a  nosotu  l», 

dice  la  letra,  sus  flechas, 

que  por  el  pecho  traían 

con  un  artificio  puestas. 

l'n  alférez  de  Pamplona 

entró  sobre  una  alta  peña, 

vestido  de  verde  todo, 

ropilla  y  calza  tudesca. 

Asido  a  im  laurel  venía 

con  una  letra  discreta: 

«D2  aquí  tengo  de  caer 

si  esla  esperanza  se  quiebra.» 

F,ntró  luego  un  arriero, 

que  en  un  macho  de  su  recua 

traía  al  amor  por  carga, 

con  sus  alas,  arco  y  venda; 

la  letra  deste  decía: 

«Tanto  aquesta  carga  pesa, 

que  vengo  a  correr  aquí 

por  ver  si  puedo  perdella.» 

Corrieron  todos,  en  fin, 

y  por  remate  de  fiesta, 

seis  moros  entran  gallardos, 

de  morado,  a  la  jineta; 

lanzas  de  juego  de  cañas 

con  encamadas  banderas, 

como  si  fueran  de  mimbres, 

juntan, levantan  y  juegan. 

Corrieron  de  dos  en  dos, 

dieron  sus  letrss  y  emproas, 

y  mudándose  a  la  brida, 

al  mantenedor  esperan. 

Corrieron  bien,  y  entre  todos, 

en  gala,  destreza  y  fuerza 

se  señaló  Bandalino 

como  galán  de  I-'lorela. 

De  la  letra  «lieron  premio 

al  alférez  de  la  peña, 

que  ansí  dicen  que  era  el  nombre 

de  su  dama  y  de  su  empre.'-a. 

Al  hijo  del  G>ndestable 

de  galán,  con  razón,  ])rcniian 

y  de  mejor  hombre  de  amias 

el  mantenedor  le  lleva 

Con  estr)  f|ii((l,-i  (I  ji.iIciKjiK 


solo  y  las  ventanas  quedan 

sin  Florela  y  Feliciana, 

llorando  del  sol  la  ausencia. 
Al.DK.  Hubiera  holgado  de  verlo. 

Rica.  Pudieras,  aunque  vestido. 

Ai.DE.  Mal  pude,  estando  perdido, 

no  procurar  conocello. 

Salí  por  ver  si  en  ausencia 

de  ese  sol  me  resfriaba; 

pero  hallé  que  me  abrasaba 

con  más  rigor  que  cu  presencia. 
Rica.  ¿Qué  sol? 

Ai.DK.  lÍ5e  que  ti'i  nombras. 

Rica.  ¿Florela? 

Ai.DK.  P'lorela,  pues. 

Rica.  Luego  para  ti  lo  es. 

Ai^DE.  Y  entre  mil  noches  y  sombras. 

Rica.  ¿Haste  enamorado? 

Alde.  Sí. 

Rica.  ¿Agora? 

Aldk.  Kn  este  momento. 

Rica.  ¿Y  es  mucho? 

Ai,DK.  T^n  gran  pensamiento, 

que  ha  de  dar  cabo  de  mí. 
Rica.  Ahora  bien;  Belardo,  ensilla 

y  volvamos  a  Lerín; 

quizá  su  amor  tendrá  fin. 
Bi-i.A.  Y  no  será  maravilla, 

cjue  de  años  suele  olvidarse. 

¿Tengo  de  quedar  yo  aqin' 

con  los  caballos? 
Rica.  Ti'i,  sí, 

y  Andronio  puede  quedarse, 
que  bien  será  menester; 

ya  al  regalo  tengo  miedo. 
Ai.Div  Enríllale  a  Ricaredo 

aquel  cuartago  de  ayer, 
y  vayase  norabuena, 

que  yo  aquí  me  he  de  quedar. 
Rica.  F's  eso  gana  de  hablar. 

-Al, di:.  Xo,  sino  de  andar  en  pena. 

Rica.  Xo  demos  en  disparates, 

sino  vamonos  de  aquí. 
Ai. di:.  ¿lie  de  resolverme? 

Rica.  Sí. 

-Al.Di':.  Pues  no  .'■aldré,  auntiiu-  me  mates. 

Rica.  íQu^'  harás? 

-Al.DK.  Servir  a  l'lorelíi, 

fjiie  aquí  me  ha  de  hacer  amor 

más  vecino  y  morador 

(jue  íi  naciera  en  Tudela. 
Rica.  ¿Xo  ves  que  eres  pobre  hidalgo, 

señor  di-  un  pobre  solar? 


JORNADA    PRIMERA 


479 


Aldk.  Xo  me  quiero  yo  casar. 

Rica.  ¿No?:  ¿pue.s  qué? 

Aldk.  Servirla  en  algo. 

Rica.  ¿Cómo  vivirás  aquí, 

si  apenas  en  T^erín  puedes? 
Ai.DK.  Amor  suele  hacer  mercedes, 

V  es  buen  señor  para  mí. 
Rica.  Veniste  ayer  de  la  gtierra 

con  un  arcabuz  quebrado 

V  un  calzón  acuchillado 

V  no  al  uso  desta  tierra. 
Una  pluma  y  una  espada, 

cubierto  el  oro  de  orín, 

una  viento  y  otra,  en  fin, 

que  fué  de  oro  y  ya  no  es  nada. 

Y  viniendo  aquesta  fiesta 
con  caballos  emprestados, 
quieres  sustentar  cuidados 
de  una  dama  como  ésta. 

Volvámonos  a  Lerín, 
que  vienes  mal  enseñado 
de  Flandes  al  regalado 
convite,  paseo  y  festín. 
Alde.  ¿Que  nos  volvamos?  Ya  digo 

que  no  saldré  de  Tudela 
hasta  que  goce  a  Florela. 
Rica.  ¿Quién  es  su  padre? 

Ai,DE.  Alberigo, 

caballero  rico  y  noble. 
Rica.  ¿Y  cómo  la  gozarás? 

Alde.  El  ingenio  puede  más 

que  no  la  riqueza,  al  doble; 
industria  me  ha  de  ayudar. 
Rica.  ¿Qué  industria? 

Ai,DE.  Sabrásla  agora. 

Rica.  Si  hablando  el  mal  se  mejora, 

habla  y  no  ceses  de  hablar. 
Ai,DE.  Cuando  en  Xápoles  estuve 

aprendí  a  danzar. 
Rica.  Pues  bien... 

Ai,DE.  Fué  con  extremo,  y  tan  bien 

que,  aunque  español,  fama  tuve. 
Rica.  ¿Qué  tiene  aquesto  que  ver? 

Ai,DE.  Poder  en  su  casa  entrar 

para  enseñar  a  danzar. 
Rica.  Demonio  debes  de  ser. 

Ai,DE.  Xo  siendo  aquí  conocido, 

¿qué  dificultas? 
Rica.  Que  des 

más  ocasión,  que  eso  es 
a  ser  menos  bien  nacido; 

que  si  ese  oficio  ejercitas 
3'a  pierdes  de  tu  nobleza. 


Alde. 


Rica. 
Ai,  DE. 


Rica. 

Alde. 


Rica. 


Alde. 

Belar. 

Alde. 

Belar. 

Alde. 

Bela. 


Antes  a  la  gentileza 

la  mayor  nobleza  quitas. 

¿Qué  pluma,  aguja  o  pincel 
me  ves  tomar  en  la  mano? 
Que  es  oficio  es  caso  llano. 
Ni  aun  tiene  que  ver  con  él. 

¿Sabe  el  Rey,  sabe  la  dama 
pintar,  ve  stir  o  coser, 
sabe  cortar  o  tejer 
o  cuanto  oficio  se  llama? 
Xo  lo  sabe. 

Pues  advierte 
que  todos  saben  danzar; 
luego  no  se  ha  de  llamar 
quien  lo  enseña  de  esa  suerte. 

TvO  que  han  de  saber  por  fuerza 
cuantos  nacen,  no  es  oficio 
ni  mecánico  ejercicio. 
Amor  tu  disculpa  esfuerza; 

y  pues  estás  obstinado, 
no  quiero  contradecirte, 
porque  es  querer  persuadirte 
predicar  en  despoblado. 

Ven  3'  entenderás  tú  ofensa, 
qiie  tu  amigo  y  primo  soy. 
Agora  sí  que  te  doy 
mis  brazos  en  recompensa. 

¿Qué  haré  de  aquestos  caballos? 
Ven,  que  apenas  sé  de  mí. 
vSi  no  han  de  danzar  aquí, 
podrás  conmigo  enviallos. 

Pues  con  alas  más  pesadas 
ha  de  danzar  mi  esperanza. 
Pues  plegué  a  Dios  que  esta  danza 
no  venga  a  serlo  de  espadas. 


(Salen  Tebano,  Feliciana  y  Florela,  sti  hermana.) 
Feli. 


Muy  tierno  me  requebráis, 
no  sé  si  ansí  lo  sentís. 
T5:ba.  Si  eso  de  veras  decís, 

advertid  que  me  agraviáis; 

cjue  desposado  de  aj'er 
y  de  hoy  casado,  no  es  justo 
que  pongáis  dnda  en  mi  gusto 
si  en  vos  no  le  puede  haber. 

Quien  oyere  que  no  siento, 
dirá  c[ue  no  he  conocido 
el  mucho  bien  que  he  tenido 
por  falta  de  entendimiento. 

Y  desto  testigo  es  Dios, 
mi  alma,  y  línico  bien, 
que  no  os  conocéis  tan  bien 
como  vo  os  conozco  a  vos. 


48o 


EL    -MAESTRO    DE    DAXZAR 


FXn. 


Fei,i 


Vi.' 


Fívi.i. 


Teba. 
Albe. 

Teba. 
Ai.be. 

Tm'.x 


\f  F< 


Teíía, 


Porque  en  mí  podróis  mirar, 
libre  de  veres  en  mengua, 
que  soy  espejo  con  lengua 
a  quien  poiléis  preguntar. 

Preguntad  íi  estáis  hernio.=a, 
.«i  tenéis  gracia  y  donaire, 
brío,  gentileza  y  aire, 
si  estáis  de  mí  sospechosa, 

que  veréis  cómo  os  re.sponde 
el  espejo  del  sentido. 
Tierno  estáí  para  marido, 
eso  a  galán  corresponde; 

ya  me  tiene  Feliciana 
de  \'uestro  amor  envidiosa. 
Y  a  rm'  de  que  estéis  hennosa 
por  tan  grande  extremo,  hermana, 

cuyas  bodas  querrá  Dios 
que  las  veamos  muy  presto. 
Mil  deseos  me  habéis  puesto 
de  veros  querer  los  dos; 

mas  por  agora  bien  basta 
lo  que  a  mi  padre  le  cuestas. 
Qué  palabras  tan  honestas, 
pre'sume  agora  de  casta. 

(Sale   Ar.BERiGO,   viejo.) 

Bien  venido,  amigo,  seas,  (i) 
Bien  habéis  entretenido 
los  que  a  veros  han  venido. 
Que  me  han  enfadado  creas. 

Como  no  hubo  quien  danzase, 
cesaron  los  instrumentos. 
Cuando  no  partan  contentos, 
basta  que  yo  lo  quedase. 

Fxtraña  ley  de  las  bodas, 
bien  fuera  de  justa  ley, 
que  la  del  villano  y  rey 
por  fuerza  se  baila  en  todas. 

Muérase  ya  el  desposado 
por  sólo  irse  acostar, 
y  quiere  el  otro  bailar 
muy  necio  y  regocijado. 

Baila  y  danza  allá  en  tu  casa 
hasta  que  el  suelo  se  hunda. 
De  la  costumbre  redunrla, 
por  quien  todo  el  mundo  pasa; 

que  como  es  acto  festivo 
no  .se  puede  cele])rar 
sin  danzar  y  sin  l)ailar. 
Gusto  de  vítIo  t...  iiu. 


(i)     Rn  rl  manuscrito  t-^t.    vn..,  .^m  -n-iiuiicln  por 
otro  «|uc  en  fxica  de  rdidana,  dice  »cn  «pu-  liif-n  [  rnic  ¡  lo 


jjero  no  se  ha  de  estorbar 
de  mayor  gusto  el  efeto. 

Fki.i.  Como  es  Tebano  discreto, 

quiere  a  las  des  disculpar; 
que  por  tu  recogimiento 
no  lo  habemos  aprendido. 

Ar.BE.  Falta  de  maestro  ha  sido 

y  sobra  de  encogimiento. 

Hoy  he  visto  que  era  justo, 
y  harto  arrepentido  estoy, 
que  os  juro  a  fe  de  quien  soy 
que  me  diera  extraño  gusto; 
que  a  las  demás  damas  vi 
con  el  brío  y  la  destreza 
acreditar  su  belleza 
}•  hacerla  mayor  ansí. 

Teba  Verdad  es  que  es  el  danzar 

el  alma  de  la  hermosura, 
que  más  que  el  rostro  procura 
persuadir  y  enamorar. 

Que  aquel  ágil  movimiento 
muestra  con  mayor  efeto 
un  sentimiento  secreto 
que  nos  muestra  sentimiento. 

Feij.  Tiene  Tebano  razón, 

porque  hace  hermosa  la  fea, 
y  a  la  herniosa  que  lo  sea 
con  nu'cha  más  perfección. 
Buenas  estamos  las  dos, 
muy  feas,  y  sin  sabel'.o. 

Fi,o.  No  es  tarde  para  aprendello, 

mi  señor,  si  queréis  vos. 

Albe.  a  tus  bodas,  mi  Florela, 

no  les  pondrán  esta  falta; 
por  lo  meno.«,  baja  y  alta 
aprenderás. 

Fi.o.  Danzaréla, 

y  lo  demás  que  quisieres; 
porque  en  la  conversación, 
son  las  que  no  danzan  son 
retratos,  y  no  mujeres. 

V  ansí,  cuando  en  estas  fiestas 
no  salen  luego  a  danzar, 
cdlgadas  habían  de  estar, 
que  no  en  el  estrado  puestas. 

Imi.i  De  nn'  te  sé  yo  decir 

í|ne  estoy  corrida  en  extremo. 

1  in  A(]uí  los  que  danzan  temo. 

y  (jue  mi-  lian  de  hacer  salir; 

y  ansí  me  transformo  en  e.*^  to, 
que  nie  han  salido  colores. 

.\l.liE.  ¿Y  qué  importa  (|ur  lo  ignores 

si  lo  has  de  salur  tan  ])resto? 


JORNADA    PRIMERA 


481 


(Sale  Cornejo,  escudero,  a  lo  gracioso,  y  dice:) 
Cor.  Si  acaso  queréis  cenar, 

ya  está  todo  apercibido. 
Tkba.  ¿Toda  la  gente  se  ha  ido? 

Cor.  Poca  debe  de  quedar. 

Ya  el  Conde  Albanio  se  fué. 
Ai.BR.  ¿Cuándo  se  piensa  partir? 

Cor.  Mañana  entreoí  decir. 

Teb.x.  Bien  corrió. 

Fei.1.  Gallardo  a  fe. 

Ai,BE.  Perdió  precio. 

Fi,o.  Por  la  espuela; 

pero  el  de  hombre  de  armas  tuvo. 
Cor.  Basta  que  en  tu  dicha  estuvo. 

Ar,BE.  ¿Cómo? 

Cor.  Diósele  a  Florela. 

Albe.  ¿Quién  queda  en  la  sala? 

Cor.  Pocos, 

y  éstos  ya  se  hubieran  ido; 

pero  dicen  que  ha  venido 

un  emponedor  de  locos. 
Ai.BE.  ¿Cómo  emponedor? 

Cor.  Maestro 

destos  que  dan  en  danzar; 

que  hasta  allí  puede  llegar 

de  galán,  airoso  y  diestro. 
Albe.  ¿De  dónde  dicen  que  vino? 

Cor.  De  Aragón. 

AXBE.  ¿A  qué? 

Cor.  a  estas  fiestas. 

Teb.\.  a  no  estar  las  mesas  puestt .«, 

te  pidiera  un  desatino. 
Albe.  ¿Oueréisle  ver? 

Teba.  Si  te  agrada. 

Cor.  Haz  las  locuras  que  .sueles, 

que  se  enojan  los  manteles 

y  se  enfría  la  ensalada: 
cena,  y  ver  ele  yo  luego. 
Fei.1.  Por  mi  vida,  que  ha  de  entrar. 

Cor.  Querrás  agora  danzar 

con  mucho  espacio  y  sosiego. 
¡Oh,  lleve  el  diablo  el  borracho! 
(Vase  Cornejo.) 
F1.0.  Llamadle  presto. 

Teba.  Ya  se  fué. 

Fei.1.  Parece  que  le  envié 

con  mi  venganza  un  despacho. 
F1.0.  A  lo  menos  con  la  mía, 

de  que  tan  ccr'-id^  estoy. 

(Salen  Aldemaro  (i) ,  Belardo  y  Cornejo.) 


(i)     El  impreso,  quizá  por  errata,  le  llama  siempre 
«Aldemoro.» 


Al.DE. 

vSaben  ya,  amigo,  quién  soy. 

Cor. 

Y  que  la  cena  se  enfría. 

Ai,DE. 

Si  para  serviros  valgo. 

a  serviros  he  venido. 

Teba. 

Galán. 

Flo. 

Bizarro. 

FEI.1. 

Escogido. 

Ai.be. 

Y  presencia  de  hombre  hidalgo. 

F1.0. 

Extremado,  aunque  pequeño. 

Feu. 

¡Qué  diestro  debe  de  ser! 

Ai.de. 

¿He  de  hablar,  he  de  saber 

en  presencia  de  mi  dueño? 

Ai.be. 

¿De  dónde  sois? 

Ai.de. 

De  Aragón. 

Ai.be. 

¿De  qué  lugar? 

Ai,DE. 

Del  que  goza 

mayor  fama. 

Albe. 

Es  Zaragoza. 

Alde. 

De  allí  mis  abuelos  son. 

Ai.be. 

;Y  adonde  habéis  aprendido? 

Ai.de. 

En  Italia,  donde  fui 

muy  niño,  y  esto  aprendí. 

que  por  oficio  he  terido; 

bien  que  a  todos  diferente, 

y  de  muchos  desigual. 

porque  a  gente  principal 

doy  yo  lición  solamente. 

Teba. 

Muy  bien  se  echa  de  ver. 

Flo. 

Cierto  que  parece  noble. 

Alde. 

Y  vos  a  mí  hermosa  al  doble. 

y  más  ángel  que  mujer. 

Feli. 

¿Qué  danzas  sabéis? 

Ai.de. 

]Muy  muchas 

sé  una  francesa  nizarda 

y  sé  una  bella  gallarda. 

(Aparte.) 

menos  que  tú  qu.e  me  escuchas. 
Feli.  ¿Xizarda?  ¿Qué  danza  es  ésa? 

Ai.DE.  Del  instrumento  estoy  falto: 

cabriola,  abrazo  y  salto. 
Feli.  ¿Cómo  abrazo? 

Alde.  A  la  francesa; 

(Aparte.) 
(y  cual  os  le  diera  yo 
a  la  española,  mi  bien). 
Flo.  Esa  gallarda,  ¿es  también 

francesa? 
Alde.  Señora,  no; 

es  navarra,  y  de  Tudela; 
(jiie  así  la  suelo  llamar, 
y  aun  estuve  por  nombrar 
que  es  la  gallarda  Florela. 


31 


482 


EL    WAESTKO    DE    DANZAR 


Flo. 

AUDE. 


Flo. 
Alde. 


Plo. 
Alde. 
Fu>. 
Alde. 

Cor. 

Teba. 
Cor. 

Teba. 
Cor. 

Teb. 

Feli. 

Cor. 


Teba. 
Fell 
Alde. 


Fix). 
Alde. 


¿De  aquí  cs? 

Digo  que  sí, 

V  vo  soy  de  aquí  también; 
aunque  el  temor  de  un  desdén 
me  tiene  fuera  de  luí. 

Traijío  una  buena  pavana, 
que  en  mudanzas  he  tañido; 
mieva  y  diferente  ha  sido. 
¿De  dónde  es? 

Napolitana. 

Danzo  también  un  furioso, 

V  más  si  es  temor  celoso 
el  instrumento  forzoso. 
Por  mi  vida,  que  es  donoso. 

\"aL'nciana  es  esta  danza. 
Verdad,  ¿danzase  en  Valencia? 
Es  danza  de  penitencia, 
cuando  falta  la  esperanza. 

Porque  le  faltaba  a  Orlando, 
le  llamaban  el  furioso. 
¿Leístelo? 

Y  que  celoso 
la  fué  desnudo  buscando. 
¿A  quién? 

¿A  quién?    A  Marfisa, 
que  estaba  loco  por  ella. 
Era  Angélica  la  bella. 
De  jalde,  es  cosa  de  risa. 

Angélica,  no,  señor, 
que  esa  a  Leandro  (i)  esperaba. 
cuando  por  el  mar  buscaba 
templanza  a  su  fiero  ardor  (2). 
auníjue  pienso  que  ésta  fué, 
Semírr.niis  o  Lucrecia, 
la  que  se  mató  tn  Venecia. 
Bien  sabe  la  historia  a  fe. 
¿Danz.áis  tonieo? 

Y    ami    sortija; 
y  aun  en  la  de  hoy,  por  mi  mal. 
Mas  premio  tan  celestial 
bien  es  que  me  anime  y  rija, 
líse  habernos  de  aprender. 
V  eso  os  quiero  yo  enseñar; 
porque  en  sólo  el  tornear 
consiste  el  mayor  placer. 

t,'na  alemana  es  nniy  buena, 
y  un  pie  de  gibao  sin  falta; 
y  una  alta,  pfjrque  es  muy  alta. 


Flo. 
Aldk 


Cor. 

Alde. 

Teba. 

Albe. 
Teba. 

Flo. 
Alde. 


Feli. 
Aldk. 

Cor. 

Albe. 

Aldk. 

Albe. 

Fel. 

Flo. 

Fell 

Teba. 

Albe. 

Cok. 

Aliii: 


(i)  Kn  el  Impreso  «Orlanílo»  j>or  rrrata;  pncs  lo  (|ue 
K  í|uicrc  hacrr  ver  cu  »|ue  el  cVTjdero  cuiifiinde  los  do» 
fábulas  y  toda»  la»  que  tucncionn. 

(3)     Kn  el  impreto  tticrno  ainor*. 


Bkla. 

Aldií 
Bela, 


Aldi: 


¿Ouién? 

La  ocasión  de  mi  pena; 
de  quien  suena  iba  a  decir, 
que  el  tañer  llaman  sonar 
en  Italia. 

¿Y  al  cenar? 
Tener  y  saber  pedir. 

Eso  del  pie  de  gibao 
es  extremado. 

¿A  qué  fin? 
Para  cualquiera  festín, 
conversación  y  sarao. 

La  baja  le  hace  ventaja. 
I.,a  baja  os  ensañaré, 
aunque  no  sufre  mi  fe 
imaginar  cosa  baja. 

Bailes  hay  mil  entre  todos, 
la  morisca,  y  mil  tocados. 
¿Y  en  la  cerdaña? 

Extremados, 
con  lazos  de  varios  modos. 

Mirad  que  ya  vuelve  gente, 
pensando  (jue  lia.béis  cenado. 
Maestro,  seáis  bien  llegado; 
la  casa  y  trato  os  contente; 

que  como  en  ella  os  halléis, 
no  os  pesará  del  partido. 
Que  vos  quedéis  bien  servido 
por  galardón  me  daréis. 
Entremos. 

Vamos,  Florela. 
Dale  la  mano  a  Tebano. 
Esta  derecha  es  su  mano. 
¡Hola,  una  hacha! 

Anda. 

Trr.eréla. 
(Vansc  y  salen  Ai.demaro  y  Belardo.) 
Hablé,  vi,  gocé,  sentí, 
estuve,  miré,  llegué, 
viéronme,  habláronme; 
fué  verdad  que  hablé  y  que  vi. 

Belardo,  ¿qué  te  detienes 
que  albricias  no  me  has  pedido? 
¿De  c|né  Indias  has  venido 
o  (|ué  cambio  en  Madrid  tienes? 

¿Xo  basta  esta  gloria  .sola? 
De  maestro  de  danzar, 
¿qué  albricias  me  puedes  dar, 
si  no  es  una  cabriola? 

-Vnda,  cjiíe  no  es  tanto  el  bien 
í|ue  tanta  fic.'-la  merezca. 
Cuando  no  le  lo  parezca, 
no  i'S  liii-n  (|ui-  culiJa  U'  den. 


JORNADA   PRIMERA 


483 


Que  110  son  ojos  humanos 
dignos  de  ver  y  entender 
la  inmensidad  del  placer 
que  ha  puesto  amor  en  mis  manor 

¡Oh,  venturosa  pasión, 
que  al  primer  dolor  alcanza 
un  género  de  esperanza 
qvie  parece  posesión! 

Ya  estoy  en  casa,  Belardo; 
ya  sirvo,  ya  vivo  aquí. 
¿Xo  es  alto  principio? 
BEr,A.  vSí; 

pero  el  fin,  señor,  aguardo: 

que  la  bienaventviranza 
nunca  se  sabe  hasta  el  fin. 

(Salen  Bandalino  y  Julio.) 
Jur<.  Junto  ¿i\  hvierto,  en  el  patín, 

que  más  fresco  viento  alcanza. 
Ban.  ¿Que  allí  las  mesas  pusieron? 

Jui..  Allí  cenan  y  allí  están. 

Ai,DE.  ¿Q^-é  gente  es  ésta? 

Bel  A.  vS:rán 

los  que  a  las  fiestas  vinieron. 
Ai.DE.  Galán  es  el  embozado, 

bravo  brío  y  talle,  ¡oh,  cielos! 
BE1.A.  Ya  tocan  al  arma  celos. 

Alde.  Soy  de  amor  nuevo  soldado; 

y  como  nuevo  en  amor, 

y  a  quien  tanto  honor  obliga, 

cualquiera  sombra  enemiga 

me  aflige  y  causa  temor. 
Jui..  Gente,  señor,  está  aquí. 

Ban.  ¿Podremos  saber  quién  pasa? 

Alde.  Criados  somos  de  casa. 

Ban.  ¿Criado  vos? 

Ai,DE.  Señor,  sí. 

Ban.  ¿Quién? 

Alde.  Un  nuevo  recibido, 

que  hoy  ha  llegado  al  lugar: 

soy  maestro  de  danzar. 
Ban.  Vos  seáis  muy  bien  venido, 

que  habéis  sido  deseado; 

que,  en  efeto,  en  casa  estáis. 
Alde.  Para  que  de  mí  os  sirváis, 

soy  desta  casa  criado. 
Ban.  Yo  os  serviré  con  los  ojos 

por  sólo  que  en  ella  os  viera, 

cuando  otra  ocasión  no  hubiera. 

(Habla,  entre  si,  Aldemaro.) 
Alde.  Ya  son  cieitos  mis  enojos; 

o  30  soy  mal  adivino, 
o  tiene  en  casa  afición. 


Ban.  ¿De  dónde  sois? 

Alde.  De  Aragón. 

Ban.  Para  mi  bien,  Julio,  vino; 

este  será  mi  remedio. 
Alde.  Y  este  será  mi  dolor. 

Ban.  Ya  de  mi  amor  y  te  mor 

está  la  esperanza  en  medio. 
Alde.  Ya,  señor,  que  habéis  sabido 

quién  soy,  suplico  digáis 
quién  sois  vos,  por  cjue  seáis 
de  mi  persona  servido; 

y  si  sois  deudo  de  casa, 
será  justa  obligación. 
Ban.  Deudo  soy  por  afición, 

que  hasta  la  sangre  me  abrasa; 

y  pues  que  su  fuego  vivo 
con  mi  iangre  se  ha  mezclado, 
parentesco  hemos  firmado: 
sangre  doy,  fuego  recibo. 
Alde.  Siendo  de  amor,  es  sin  dvida 

que  la  más  pura  que  tiene 
vuelta  en  espíritu  viene, 
que  la  sangre  en  fuego  muda; 

pero  si  amáis,  cerca  estáis 
ele  parentesco  seguro. 
Ban.  Esto,  maestro,  procuro, 

en  mi  pensamiento  habláis; 

discreto  me  parecéis. 
Venid  acá,  llegaos  aquí, 
si  queréis  saber  de  mí 
lo  que  del  alma  sabéis. 

Bien  parecéis  cortesano, 
y  que  el  mundo  habéis  corrido; 
quiero  hablar  como  el  herido 
con  el  diestro  cirujt.no. 
Y  no  tengáis  a  locura 
que  os  descubra  mi  dolor, 
porque  la  llaga  de  amor 
hablando  en  ella  se  cura. 

No  a  vos,  que  así  me  entendéis, 
pero  a  las  piedras,  querría 
decir  esta  pena  mía. 
Alde.  Hablar  seguro  podréis, 

que  os  certifico,  señor, 
que  siento  vuestra  fatiga 
como  la  propia,  y  me  obliga 
no  menos  celoso  amor. 

Habla  muy  bien  el  soldado 
con  el  soldado  también, 
y  no  menos  habla  bien 
con  el  pasante  el  letrado. 
El  esclavo  y  el  cautivo, 
el  navegante,  el  piloto. 


484 


i:l  maestro  dií  danzar 


hablan  bien  cumpliendo  el  voto 
á^  A-'j;  -1  y  d  -I  m  ir  esquivo. 

F,l  qu  ^  lia  tenido  ;il>íún  nial, 
el  que  el  misniD  tuv.i  o  tiene, 
hablar  con  mi;  g.jsto  viene, 
y  al  fin  iij.ial  co:i  iír.nl. 

Amo:  fi  am.ii5,  lloro,  y  muero 
si  vos  lloráis  y  morís; 
siento  lo  (jue  vos  sentís, 
y  lo  que  esperáis  espero. 

Decid  el  estado  en  que  estáis, 
como  a  quien  le  pesa  del. 
Bax.  ¿Quién  dn  la  penaiido  en  él? 

Mas  bien  es  que  me  digáis 
^*uestro  nombre. 
A  1. 1)'".  Yo  ni.>  llamo 

Alberto. 
Bax.  Pues,    maestro   All)erto: 

de¿de  este  punto  Ob  advierto 
qu?  a  Florela  adoro  y  amo. 
Al!'.':  An.sí,  ;  Florela  no  es 

la  dama  que  l¡oy  se  casó? 
Bak.  Qu  ^  no,  Alberto. 

Ai.DK.  ¿Cómo  no? 

(Habla  entre  sí.) 
Yo  os  pondré  el  lazo  a  los  pies. 
Bax.  i, a  casada  es  Feliciana. 

Alde.  Ah,  sí,  Feliciana,  erréla; 

que  a  estotra  llaman  Florela, 
y  es  de  Feliciana  hermana; 
y  aim  con  ello  viene  bien: 
quercisos  casar  con  ella. 
B.VN.  Quién  pudiera  merecella 

y  ser  su  esclavo  también. 
Ar.DE.  ¿Así  que  esto  pretendéis? 

¿Cómo  (js  llamáis? 
f^-^N'  Sandalino. 

•  I  i<ií.  Srjis  muy  noble  y  sois  muy  diño 

del  ángel  que  pretendéis. 
li-^N'-  Si  no  es  saber  bien  querer 

subir  Alb.'rto  a  su  cielo, 
esa  ep  mi  fe,  temo  el  suelo 
si  me  dejase  caer. 
.Vístela  esta  tarde' 
Al.DK  Sí. 

B.v.v.  ¿Xíí  estaba  hermosa? 

Ar.üK.  De  suerte. 

que  de  los  hombres  la  nmerte 
transformada  en  ángel  vi. 

Ivra  adelfa  venenosa, 
era  acíbar  con  veneno, 
era  en  la  mar  .sol  sereno 
y  una  sirena  engañosa. 


B.\x.  Alberto,  un  precio  le  di 

por  diosa  de  la  hermosura; 
fi  soy  Paris  en  ventura, 
3'a  en  premiarla  Paris  fui. 

Déme  Amor,  pues  se  lo  ruega 
un  alma  tan  amorosa, 
por  premio  la  misma  diosa, 
que  no  quiero  reina  griega. 

Ai.DE.  ¿Quí^  es  agora  vuestro  intento? 

Ban.  Servirla. 

Alde.  ¿Xo  más? 

Bax.  ¿Xo  sobra 

poner  un  hombre  por  obra 
tan  altivo  pensamiento? 

Alde.  ¿Lii:go  antes  que  la  pidáis 

por  mujer  queréis  servilla? 

Bax.  Quiero  obligalla  y  rendilla. 

AiyDE.  Vuestro  pleito  aseguráis; 

que  sabiendo  que  es  su  gusto, 
no  es  mucho  ( i)  que  el  vuestro  cuadre 
cuando  la  pidáis  al  padre, 
y  que  corresponda  es  justo. 

Yerra  el  hombre  que  se  casa 
en  duda  de  ser  querido 
y  de  quien  no  es  conocido 
quiere  que  mande  su  casa. 

Mas  ¿qué  habéis  hecho  o  hacéis? 
¿Conóceos? 

Bax.  Mi  pena  sabe. 

Alde.  ¿De  qué? 

Bax.  De  un  mirar  suave. 

Alde.  ¿X"o  la  habláis  cuando  la  veis? 

Ban.  Los  ojos,  que  son  parleros 

de  los  secretos  del  alma, 
con  una  suspensa  calma 
le  dicen  mis  males  fieros. 

Alde.  ¿Luego  no  ha  habido  papel 

ni  hablar  de  noche? 

Bax.  Ansí,  an.sí. 

Alde.  ¿Qué  es  ansí? 

Ban.  Que  hoy  le  escribí 

y  dije  mi  pena  en  él. 

Alde.  ¿Hoy?  ¿Cómo? 

Bax.  Gané  mi  estuche, 

y  donde  van  las  tijeras 
metí  un  papel. 

.\LDic.  iQii-'  «-'"íto  quieras, 

(A  parte.) 
aiUí^r,  (|uc  peiiaiií'o  c:  ruche! 
Ban.  \'  a.rsí.  en  la  lanza,  K'  di. 

(i)      I'"ii  c-1  iii;\iniKcrilf)  íii'»  diidot. 


f 


JORNADA   PRIMERA 


485 


Al,DE. 


Ban. 


Ai.de. 


Ban. 


Ai.de. 


Bei,a. 

Al<DE. 


Ban. 

Al,DE. 


Ban. 


En  igual  extremo  t^ieiito   (Ap.) 
invención  y  atrevimiento. 
¿Y  esperáis  respuesta? 

Sí; 

que  no  m?  ha  mirado  mal 
en  la  sortija  esta  tarde. 
(Pues  aquí  el  alma  no  arde, 
perezca  lo  que  es  mortal; 

bien  parece  incorruptible 
V  hecha  a  imagen  de  los  cielos, 
pues  el  fuego  destos  celos 
no  le  acaban,  ni  es  posible.) 

También  hoy,  Alberto,  en  misa, 
entre  otras  damas  bizarras, 
tomando  el  preste  las  arras 
me  volvió  a  mirar  con  risa, 

como  quien  dice:  «¡Ojalá 
que  a  los  dos  también  sirvieran!» 
(Y  que  la  muerte  me  dieran, 
que  a  Craso  '^i)  infamando  está, 

no  por  codicia  del  oro, 
mas  por  envidia  del  bien; 
ojos,  no  lloréis  por  quien 
injustas  lágrimas  lloro. 

Florela  está  enamorada; 
Bandalino  está  encogido; 
tarde,  amor,  hemos  venido; 
tomada  está  la  posada. 

Xo  estaba  el  oro  en  la  mina 
aguardando  mi  azadón, 
la  libre  garza  mi  halcón 
ni  aun  pastor  piedra  tan  fina, 

ni  al  más  humilde  del  suelo 
cielo  tan  alto  y  divino, 
que  3'a  son  de  Bandalino 
oro,  garza,  piedra  y  2Íelo. 

Ssñor,  ya  se  alzan  las  mesas, 
mira  si  hemos  de  cenar. 
Tú  lo  piiedes  procurar, 
que  son  tus  bajas  empresas, 

y  déjame  solo  a  mí. 
Alberto,  ¿de  qué  estás  triste? 
Desto  que  aquí  m2  dijiste. 
Pensando  qué  haré  por  ti 

sería  bueno  traer 
de  ese  papel  la  respuesta. 
Como  la  respuesta  desta 
podrás  mi  gloria  entender. 

Si  el  mundo  que  el  Macedón 
ganó,  por  llamarse  Magno, 
üiviera  agora  en  la  mano. 


(i)     En  el  impreso  «acaso»  por  errata. 


te  diera  en  esta  ocasión. 

Haz  esto,  y  esto  te  doy 
en  albricias. 
Al<DE.  Ellos  salen; 

si  aquí  hechos  no  me  valen, 
cuanto  al  amor,  muerto  soy... 

(Salen   Florela,   Feliclana   y   lyiSENA.) 

Feli.  Fuese,  en  efeto,  acostar 

nuestro  galán  de  hoy  casado. 
Fr.o.  O  es  cansancio  o  es  cuidado. 

Feli.  Quiso  a  mi  padre  imitar. 

Flo.  ¿y  no  te  pidió  consejo 

o,  por  lo  menos,  licencia? 
Feij.  ¿Piensas  tú  que  hay  diferencia 

de  ua  hombre  casado  a  un  viejo? 
Fr.o.  Es  muy  nuevo  para  ser 

tan  viejo  como  le  pintas. 
Feij.  Dame,  Lisena,  esas  cintas. 

Flo.  ¿Cintas?  ¿Qué  quieres  hacer? 

Feli.  De  la  pesadumbre  y  gente, 

si  no  es  del  tocado  5'  rizo, 

me  deshago  y  martirizo 

y  quiéreme  atar  la  frente. 
LiSE.  Ves  aquí  las  cintas. 

Feij.  Muestra. 

^luy  largas  han  de  quedar; 

trae  me  con  qué  las  cortar. 
Flo.  Xo  estás  en  lazadas  diestra. 

Feli.  Es  mucho  para  lazada. 

Flo.  Así  Dios  me  guarde,  amén, 

que  no  me  acordaba  bien, 

o  estoy  dormida  o  turbada, 
que  el  estuche  traigo  aquí 

que  Bandalino  me  dio. 
Feli.  Ya  vi  qiie  él  mismo  le  ató 

y  que  habló  al  padrino  vi. 
Saca  las  tijeras. 
Flo.  ¡Ay! 

Feli.  ¿Histe  cortado  conellas? 

Flo.  Xo;  pero  en  ^u  lugar  dellas 

me  ha  cortado  lo  que  hay. 
Feli.  ¿Qué  hay? 

Flo.  Salte  allá,  lacena. 

LiSE.  ¿Ya  no  te  fías  de  mí? 

Flo.  Más  bien  puede  estar  aquí, 

que  esto  no  es  culpa  ni  pena. 
Feli.  ¿Es  papel? 

Flo.  ¿Pues  no  le  ves? 

Feli.  Buena  invención  de  escribir. 

Flo.  Sí;  pero  no  la  advertir 

mucho  atrevimiento  es. 
¿He  de  leelle  o  ra.'-galle? 


486 


KL    MARSTRO    DE    DANZAR 


FEU. 
l-UO. 

Fei.1. 

F1.0. 

Fhi.i. 

Fu>. 

l'iii.i. 


Flo. 

Fki.i. 

Flo. 

Feli. 

F1.0. 


Feli. 


Flo. 


i-i:m. 
ii.o. 

I- KM. 


1  r.i.i. 


¿Para  conmigo  invención? 
Aprendiste  la  lición. 
¿Piensas  que  debo  de  amalle? 
Piénsolo,  y  pienso  verdad. 
Mejor  Dios  me  guarde,  ai.nén. 
¿Luego  no  le  quieres  bien? 
No,  pues  tengo  libertad. 

Anda,  que  principios  son; 
así  amara  yo  a  Tebano, 
que  hoy  le  di  el  alma  y  la  mano 
y  ayer  vino  de  León. 

¿Cuánto  es  mejor  que  te  cases 
con  (juien  amas  desde  agora? 
Y  más  que  el  hombre  te  adora, 
y  no  es  razón  que  le  abrases. 

¿Qué  te  han  dado  por  hurtar 
el  oficio  a  Celestina? 
Tú.  Florelív,  lo  adivina; 
quisiera  estar  por  casar. 

Xo  hables  delante  de  ésta, 
que  es  por  extremo  chismosa. 
Ya  es  la  desdicha  forzosa 
y  la  verdad  manifiesta; 

a  Tebano,  que  no  amé, 
¿qué  amor  tendré  de  hoy  casada? 
Xo  más  de  estar  obligada 
al  >T.igo  con  firme  fe. 

Casamiento  por  concierto 
todos  dicen  que  es  mejor, 
porque  siendo  por  amor 
dicen  que  el  dolor  es  cierto. 

Es  mentira  conocida, 
de  que,  por  mi  mal,  te  aviso, 
que  lo  que  una  vez  se  quiso 
agrada  toda  la  vida; 

y  al  fin  es  cumplir  un  gusto, 
que  en  sólo  el  verle  llegar, 
hará  que  cualquier  pesar 
se  tenga  después  por  gusto. 

Confieso  que  ho}'  agradezco 
a  Bandalino  el  amor; 
mas  paréceni'j  mejor 
otro  a  quien  peor  parezco; 

y  aun  creo  que  «k-cir  puedo 
que  ni  bien  ni  mal. 

¿Por  fjué? 
No  sé  si  lo  diga,  a  fe. 
¿Qué  es  la  cau.sa? 

Tengo  miedo; 

pero  esto  no  te  lo  digo, 
¡xirque  es  amor  ni  ha  de  ser, 
que  es  .«.ólo  un  buen  parecer. 
¿Ivnigmas  habla.s  conmigo? 


l'ix).   •  Que  me  parece  mejor 

que  Bandalino  he  querido 
decir;  pero  no  he  sabido. 

Feli.  ¿Que  esto  no  es  tener  amor? 

¿Quién  es?  Acaba  de  hablar. 

Flo.  ¡Oh,  qué  risa  se  te  ofrece! 

Feli.  ¿Y  quién  mejor  te  parece? 

Flo.  El  maestro  de  danzar. 

Feli.  ¿Quién? 

Flo.  Aqueste  aragonés 

que  vino  agora. 

Feli.  ¿Estás  loca? 

Flo.  Xo  erró  el  alma,  habló  la  boca, 

castigo  es  bien  que  me  des. 

Feli.  Xo  digas  ya  desatinos, 

sino  responde  al  papel. 

Flo.  Veré  lo  que  dice  en  él. 

(A  hrc  el  papel.) 

Feli.  Veamos. 

Flo.  «Ojos  divinos...» 

Que  tengo  divinos  ojos. 

Feli.  Di  adelante. 

Flo.  «Si  esto  ha  sido 

atrevimiento,  yo  os  pido 
que  no  venguéis  los  enojos, 

sino  mirad  con  pie<lad 
el  alma  pura  y  sencilla...» 

Feli.  ¡Quien  ama  cómo  se  humilla! 

Flo.  Eso  es  si  dice  verdad. 

Feli.  Todo  esto  me  perdí 

por  no  casar  por  amores. 
I  Flo.  Excusarás  los  dolores 

de  la  que  se  casa  ansí. 

Feli.  Ya  te  tengo  respondido 

qve  no  hay  contento  perfecto 
sin  deseo  cuyo  efecto 
larga  esperanza  ha  tenido. 
De  golpe  no  tiene  gusto 
ningún  bien  ni  sentimiento, 
y  más  el  de  casamiento, 
y  éste,  que  fué  con  disgusto. 
Di  más. 

Fi/).  í'...Y  merezca  yo 

que  a(|uesta  noche  me  habléis, 
que  en  la  reja  que  sabéis 
anoche  me  amaneció, 

;mn(iue  adorando  secreta 
de  mi  sol  la  luz  y  ardor. ■> 
Cierto  que  es  buen  amador, 
]>('ro  maldito  poeta. 

l'i;i.i.  Ilíiblale,  ])or  vida  mí.i. 

I'i.'».  ¿Das  tu  licencia? 


JORNADA   PRIMERA 


487 


l-'Ki.i.  Sí,  a  fe, 

que  como  aneí  me  casé 

rer  dama  agora  quisiera; 
fuera  de  que  lo  merece 

su  talle. 
Flo.  a  pensar  me  das 

que  te  agrada. 
Vfxi.  ¿En  eso  estás? 

Mejor  que  a  ti  me  parece; 
con  él  me  pensé  casar, 

si  este  avariento  quisiera, 

y  aun  agora,  si  pudiera, 

quisiera... 
F1.0.  ¿Qué? 

Fei,i.  Sólo  hablar. 

Fi,o.  Yo  se  le  cargo,  por  cierto. 

Ten  ese  papel,  y  haz  cuenta 

que  es  tuyo. 
Feli.  Ansí  me  contenta. 

Y  aun  quiero  hacer  un  concierto. 
Fi,o.  ¿Y  es? 

Fei.1.  Ir  a  la  reja  a  hablalle 

con  tu  nombre. 
Fi<o.  Ese  es  engaño; 

mas  ¿qué  importa? 
Fei.1.  Poco  daño. 

Fi,o.  Ye,  pues,  que  andará  en  la  calle. 

Feli.  .    Tu  voz  fingiré. 

Flo.  Yo  quiero 

verte  hablar. 
Feli.  Pues  ven  conmigo. 

Fl<o.  Voy.  Mi*-a  si  ese  mi  enemigo 

duerme. 
LiSE.  Voy. 

Feij.  Arriba  espero. 

(Vanse  y  salen  B  and  aliño  y  Julio.) 
Baxdai,ino. 
Rebózate  muy  bien. 

Julio. 

Voilo  en  extremo. 
Vandaijno. 
¿Qué  hora  será? 

Jur.io. 

Ya  el  carro  y  la  bocina 
señalan  media  noche. 

B  AND  ALIÑO. 

Yo  me  quemo 
por  otro  norte  y  otra  luz  divina. 
¿Qué  te  parece,  Alberto? 


Juijo. 

Que  le  temo, 
si  no  es  lo  que  ordinario  se  adivina  (i) 

B  AND  ALIÑO. 

¿Cómo? 

Julio. 

Que  hablando  mucho  tan  bien  hable, 
aunque  es  la  tuya  condición  tratable- 

¡Pesar  de  mí!  ¿Tan  presto  a  un  extranjero 
se  dice  el  propio  mal? 

B  AND  ALIÑO. 

Ansí  descanso 
deste  martirio  doloroso  y  fiero, 
que  es  a  mi  vivo  fuego,  viento  man.so. 

Julio. 
¿Si  habrá  visto  el  papel? 

B  AND  ALIÑO. 

Respuesta  espero, 
aunque  ya,  Julio,  de  esperar  me  canso, 
porque  un  incierto  bien  mil  males  deja. 

Julio. 
Llégate  más,  que  siento  abrir  la  reja. 

(Salen  Aldemaro  y  Belardo.) 

Aldemaro. 
Desde  mañana  dormiré  en  su  casa; 
v  dijera  mejor  velaré  en  ella, 
que  mal  podrá  dormir  el  que  se  abrasa. 

Belardo. 

Florela  para  mí,  señor,  es  bella, 
justo  dolor  tu  herido  pecho  pasa, 
bendito  el  punto  que  viniste  a  vella. 
¡Oh,  cómo  amor  es  cosa  de  los  cielos 
si  no  tuviera  esta  pensión  de  celos! 

Aldemaro. 
Déjame  acercar  a  mí,  que  yo  te  juro 
que  presto  salga  del  celoso  infierno 
si  salgo  de  la  industria  que  procuro, 
que  es  temporal  y  no  tormento  eterno. 

Belardo. 
O  veo  mal,  o  hay  gente  junto  al  muro. 

Aldemaro. 
Si  fuese  acaso  aquel  Adonis  tierno... 


(i)     En  el  impreso  (rimagina*. 


488 


EL    MAESTRO    DE    DANZAR 


111  mismo. 


BEI.  VKDl). 

Alde>lvro. 
Escucha  un  poco,  ponte  en  vela. 

(Sale  FELICIANA  a  ¡a  ventana.) 

Bei.akdo. 


Habíanle. 


Ce. 


1'eliciaxa. 

Baxdaijxo. 
¿Quién  es? 

Feliciana. 

Yo  soy  Florela. 

Beiardo. 
Florela  dijo,  mira  si  responde. 

Feijciaxa. 
Bandalino,  yo  soy. 

Baxdauxo. 
Estrella  mía, 
¿cómo  la  noche  \'uestra  luz  esconde, 
pudicndo  vos  hacer  afrenta  al  día? 

Fet.iciaxa. 
¿Amáisme  mu  dio? 

B  AND  auno. 
Vos  estáis  adonde 
os  lo  dirán  mejor  que  yo  podría: 
<Ugaoslo  el  alma  a  falta  de  la  boca, 
muda  de  veros  y  de  amaros  loca. 

Fui  atrevido,  señora,  en  escribiros, 
que  no  lo  pufle  ser  para  adoraros; 
íjuc  al  poder  merecer  veros  y  oíros 
.se-  sijíue  luego  justamente  amaros 
por  lo  que  debéis  a  mis  siispiros. 
Ojos  míos  bellos,  suaves,  claros, 
que  no  me  desterréis  por  atrevido 
<lf  vuestro  cielo  hermoso  a  vuestro  olvido. 

Feliciana. 

Delx)  amarte,  y  lo  cumplo  justamente, 
y,  a  no  cstorballo  mi  em-miga  estrella 
y  agí)ra  el  alboroto  de  esta  .i;<iite, 
vieras  líxla  mi  alma  o  parte  ddia; 
|KTo  si  aca-so  hay  ocasión  decente, 
ya  que  mi  amor  por  muchos  atropella, 
príxniraré  escribirte  ]K>rquf  hablarte; 
ni  puedo  ni  tendré  segura  parte. 


Si  puedes  escribirme,  digo,  darme 
algún  papel,  seráme  gran  consuelo. 

ALDEMARO. 

Tíiitraba  agora  bien  desesperarme. 

Belardo. 

Calla,  perdido. 

Aldemaro. 
Reventar  recelo. 

Bandalino. 
Queréis,  Florela  hermosa,  levantarme 
no  menos  alto  que  del  suelo  al  cielo; 
queréis  llegarme  al  sol  de  vuestros  ojos, 
siendo  de  mariposa  mis  despojos. 

¿Conocéis  un  maestro  que  ha  venido 
para  enseñaros  a  danzar,  señora? 

F'^eliciana. 
Ya  mi  padre  le  da  casa  y  partido. 

Aldemaro. 
Partido  dice,  y  parte  el  alma  agora. 

B.\ND  ALIÑO. 

Pues  ese  ya  mi  secretario  ha  sido 
y  del  pecho  que  a  Florela  adora, 
y  se  ha  ofrecido  a  procurar  mi  gusto. 

Feliciana. 
Con  él  me  escribiréis. 

Aldemaro. 

Callar  es  justo. 
¡Triste  de  mí! 

l'KLICIANA. 
Pues  vo  me  voy  con  esto. 
-Vdiós. 

B.\NDALINO. 

Alberto  os  hablará  mañana. 

Aldemaro. 

Mañana,  dice,  moriré  más  presto. 

l'líLICIANA. 

La  letra  de  lioy  nii-  enviad. 

Bandalino. 

I  )c'  buena  gana. 

l'ELICIANA. 

Bizarro  ciitraslf  y  galán  dispuesto; 
niurlio  os  alaba  y  (juií-re  l'elieiana. 


JORNADA   SEGUNDA 


489 


Bandaijno. 
DiuUe  mil  besamanos  de  mi  parte. 

Feliciana. 
Por  engañar  me  engaño. 

LlSENA. 

Entra  accstarte. 

Sandalino. 

Jnlio,  ¿qué  e.s  esto?  ¡Julio  de  mi  vida, 
señor  nu'o,  Julio,  dame  aquesos  brazos! 

Julio. 
Ya  el  ronco  gallo  al  labrador  convida 
y  estoy  de  trasnochar  hecho  pedazos; 
pues  has  cobrado  la  salud  perdida, 
descansen  con  razón  mis  tristes  brazos 
a  quien  esta  rodela  muele  tanto, 
que  otro  Sísifo  soy,  ella  otro  canto. 

Sandalino. 
¿Pues  no  me  he  de  ligar  aquí  contigo? 

Julio. 
Kn  casa  habrá  lugar. 

Sandalino. 

¿Quién  va?  ¿Quién  pasar 

Aldemaro. 
¿Quién  lo  pregunta? 

Sandalino. 
Yo. 

Aldemaro. 

¿Quién  es? 

Sandalino. 

Yo,  digo. 
Aldemaro. 
¿De  cuándo  acá  por  esta  calle  y  casa? 

Sandalino. 

¿Impórtaos  eso  a  vos? 

Aldemaro. 

¿Pues   no,    enemigo, 
si  el  corazón  de  celos  se  me  abrasa? 

Sandalino. 
De  celos  muera  (i). 


(i)     En  el  impreso  «señor,  muráis»,  que  alarga  el  verso_ 


.Alberto? 


Aldemaro. 

Paso,   que  es  Alberto. 

Sandalino. 

Aldemaro. 
Sí,  por  Dio£. 

Sandalino. 

¿Alberto? 

Aldemaro. 


Cierto. 


¿Adonde  vais? 


Sandalino. 

Aldemaro. 
A  dormir. 


Sandalino. 

¿Qué  fué  tu  intento? 

Aldemaro. 
Probarte  solamente  con  un  fiero, 
porque  te  conocí,  y  estoy  contento, 
porque  eres  un  valiente  caballero. 

Sandalino. 
Tengo  te  que  decir  un  largo  cuento: 
de  Florela  un  papel  mañana  espero. 

Aldemaro. 
De  aquí  a  tu  casa  me  dirás  la  historia. 

Sandalino. 
Vencí  a  F'lorela. 

Aldemaro. 
Sien,  por  Dios. 

Sandalino. 

Vitoria. 


JORNADA  SEGUNDA 
(Salen  Aldemaro,  Belardo  r  Florela.) 

AldK.  No  reparo  cu  c-1  partido, 

.■-ino  en  que  os  sirvo. 

Flo.  Quisiera 

que  cuanto  pedís  os  diera. 

AldE.  Es  nuicho  precio  el  que  pido. 

Flo.  ¿Qii<"  pedís? 


I 


490 


F.L    MAESTRO    DE    DANZAR 


Al.DE. 

Fto. 
Alde. 


Fi,o. 

Alde. 

Fix). 

Al.DE. 


Aldk.  Xo  es  interés. 

Flo.  ¿Pues  qué? 

Alde.  Sola  voluutr.d. 

Fix>.  Mi  padre  os  hará  amistiid, 

y  yo  os  serviré  despué?. 
Al,DE.  Esa  esperanza  me  anima: 

que  merced  me  habéis  de  hacer; 
aunque  está  por  entender 
el  sentido  deste  enigma. 

Mas,    ¿qué  esperanza   me   queda, 
ya  que  estoy  desesperado? 
¿De  qué? 

De  no  haber  llegado 
a  tiempo  que  servir  pueda. 

¿Pues  no  me  habéis  de  enseñar? 
Aunque  anduve  muy  ligero, 
otro  ha  venido  primero 
a  ensenaros  a  danzar. 

¿Otro?  Xo  he  sabido  tal. 
Pues  anoche  le  vi  yo. 
¿Anoche? 

Anoche  danzó 
por  su  bien,  y  por  mi  mal. 

Y  mirad  si  tendré  queja 
do  aqu?lla  mudanza  Hola, 
pues  que  de  una  cabriola 
alcanzó  un  sí  de  una  reja. 

Y  es  este  sí  del  partido 
que  hoy  erpera  en  un  papel; 
que  si  vos  firmáis  en  él, 
yo  quedo  loco  y  perdido. 

;  Yo  papel? 

Vos,  y  respuesta 
del  que  en  la  sortija  os  dieron, 
l/os  ojos  que  tanto  vieron 
algún  interés  les  cuesta. 

¿Sois  noble? 

Soy  el  que  veis. 
¿Que  no  sois  más? 

Xo,   por   Dios. 
¿Pues  cómo  supisteis  vos 
todo  lo  que  dicho  habéis? 

\'ilo  ayer,  y  anoche  vi, 
señora,  lo  que  pa.só: 
que  Randalir.o  os  habló 
y  se  hu  docubierto  y  mi. 

Si  h-  (jueréis  ri->])onder, 
aquí  tenéis  ocasión. 
Fl/).  Qué  notable  conhu ion; 

,qué  puedíj  dvcir  o  ha<-er? 

I.a  Ifjcura  de  mi  hermana 
hace  este  engaño  ]K)r  mí. 
¿Respuesta  esperaba? 


Fl/) 
Al.Dh. 

I- LO. 


Alde. 
Flo. 
Aldk. 
Fix). 


Alde.  Sí. 

Flo.  Pues  hablaré  a  Feliciana, 

que  ha  de  notar  el  papel. 
Alde.  En  fin,  ¿le  amáis? 

Flo.  Xo  sé  agora. 

Alde.  ¿Pues  yo  no  he  visto,  señora, 

que  anoche  hablaseis  con  él? 
Flo.  X^o  hablemos  agora  en  esto, 

que  es  cuento  largo. 
Alde.  X'o  creas 

que  de  mí  ofendida  seas. 
Flo.  Xunca,  Alberto,  me  hables  desto, 

porque  a  mí  me  importa  poco, 

y  el  porqué  sabrás  después. 
Alde.  Soy  noble,  aunque  así  me  ves, 

y  cuerdo  en  traje  de  loco. 
Fía,  señora,  de  mí. 
Flo.  Si  es  que  me  has  de  dar  lición, 

Alberto,  comience  el  son 

y  dejemos  esto  auí'í. 
Alde.  Basta,  señora  Florela; 

5'o  moriré  y  callaré. 
Flo.  ¿Tú  morir?  ¿Por  quién?  ¿Por  qué? 

Alde.  ¡Hola!:  dame  eta  vihuela; 

que  ya  lo  reñido  basta 

para  lo  que  se  ha  de  hacer. 
Bel.  Quebróse  la  cuerda  ayer. 

Alde.         Un  loco  mil  cuerdas  gasta. 
Bel.  Pon  este  tercio  que  cuelga. 

Aldk.  Ten. 

Bel.  Pruébale. 

Alde.  Ya  lo  está. 

I  Qué  falsa  cuerda! 
Fi,o.  Será 

porque  de  .serlo  se  huelga. 
Xo  he  visto  3'o  tañedor 

con  tantos  sentidos  juntos. 
Alde.  Es  muy  diferente  en  puntos 

un  instrumento  de  amor. 

Por  falsa  que  es  la  acomodo; 

porque  a  la  necesidad 

es  la  mentira  verdad. 
Vljo.  Y  el  ^núsico  es  falso  todo. 

Aldk.  ¿Falso?    ¡Ansí   pluguiera  Dios 

(jue  la  que  danza  lo  fuera! 
I'i.o.  Buena  consonancia  hiciera, 

a  ser  iguaUs  los  <los. 
Al. Di;.  líl  amor  todo  lo  iguala. 

Hien  falsa  debéis  de  ser; 

mas  la  falsa  en  el  tañer 

no  hace  consonancia  mala. 
Haced  cuenta  t|iie  mi  Ic- 
es instrumento  divino, 


JORNADA    SEGUNDA 


491 


Fi,o. 


Al,DE. 


Fi,o. 


y  que  amor  a  tañer  vino, 
luego  que  a  su  mano  fué. 

Cinco  órdenes  veis  aquí, 
y  todas  desordenadas; 
que  nial  estarán  templadas 
siendo  vos  la  falsa  en  mí. 

Son  las  cuerdas  los  sentidos, 
que  cinco  sin  orden  son, 
y  es  el  lazo  el  corazón 
que  los  prende  y  trae  perdidos. 

La  tapa  imagino  el  pecho 
en  que  esta  ánima  se  queja;      . 
de  la  puente  hasta  la  ceja, 
camino  del  alma  estrecho; 

y  por  ellas,  como  escalas, 
van  los  suspiros,  y  vienen 
a  las  clavijas,  que  tienen 
las  cuerdas  buenas  y  malas. 

De  las  cuales,  fué  la  prima 
el  ver  que  fué  la  primera; 
que  no  amara  si  no  viera 
el  premio  que  el  alma  estima. 

El  oír  fué  la  segvmda, 
que  se  templa  con  el  ver, 
que  es  la  prima,  y  suele  ser 
en  lo  que  el  amor  se  funda. 

Y  pues  llaman  buen  olor 

a  la  opinión,  nombre  y  fama, 
ese  sentido  se  llama 
la  tercera  del  amor. 

La  cuarta,  que  es  el  tocar, 
por  ser  cuerda  más  grosera, 
se  requinta  con  tercera, 
que  es  el  temor  de  llegar. 

Y  si  es  bordón  la  quinta, 
que  del  tocar  gusto  saca; 
con  sobresalto  se  aplaca, 
que  le  sirve  de  requinta. 

Tocó  este  instrumento  amor. 
y  sonaba  de  los  cielos; 
pero  tocaron  los  celos, 
y  destemplóle  el  dolor. 

Habéis  hecho  en  im  momento 
tan  alta  filo.sofía, 
que  labrasteis  de  ataugía, 
Alberto,  vuestro  instrumento. 

¡Qué  cuerdas  tan  delicadas, 
y  qué  dedos  tan  sutiles! 
Por  más  que  las  aniquiles, 
las  tiene  el  amor  templadas. 

Danza,  que  mejor  lo  hicieras 
si  tañera  Bandalino. 
Ni  el  mismo  Apolo  divino. 


Al.DE. 

Fr,o. 
Alde. 

Flo. 

At.de. 


Fr,o. 
Alde. 


Flo. 


si  no  es  que  tú  el  mismo  fueras. 
Luego  ya  mi  amor  te  obliga. 
Pues  ¿tiénesme  algún  amor? 
Por  mí  se  dirá  mejor; 
«la  guitarra  te  lo  digf »  (i). 

Pues  qué,  ¿no  es  tu  profesión 
el  ganar  tu  vida  ansí? 
Sola  esta  vez  la  t£.ñí 
para  hacer  a  nadie  el  son. 

Que  el  verte,  dulce  enemiga, 
me  obliga  a  perderme  al  doble. 
Alberto,  ¿eres  hombre  noble? 
(¡La  guitarra  te  lo  diga». 
Soy  caballero,  señora. 
y  para  perderme  ansí, 
desde  Italia  vine  aquí, 
que  vengo  de  Italia  agora. 
A  la  fama  destas  fiestas 
de  Lerín  vine  a  correr, 
donde  me  abrasaste  ayer 
y  toda  el  alma  me  cuestas. 

Dite  en  premio  aquel  espejo, 
que  te  ha  servido  de  aviso, 
como  la  fuente  a  Narciso, 
aunque  con  mejor  consejo. 

Para  entrar  aquí  he  tenido 
la  industria  que   viste   ayer, 
que  un  soldado  había  de  hacer 
un  hecho  tan  atrevido. 

Ya  estoy,  Florela,  en  tu  mano, 
puesto  que  a  tus  pies  me  inclino, 
y  sé  que  por  Bandalino 
es  mi  pensamiento  vano, 

¿Qaé  piensas  hacer  de  mí? 
Castigar  tu  atrevimiento 
fuera  necio  pensamiento, 
pues  que  yo  la  causa  fui. 

Tú  eres  noble,  y  si  te  digo 
verdad,  me  agradas;  y  brste 
que  entrada  en  mi  pecho  hallaste 
y  que  a  pagarte  me  obligo. 

Que  si  por  soldado  has  hecho 
lo  que  nadie  pudo  hacer, 
yo  sé  que  hallaste  mujer 
de  tanto  valor  y  pecho. 

Sigue  en  tu  intento  adelante, 
V  de  mi  buena  opinión 
te  dará  satisfacción 
otro  engaño  semejante. 
No  te  aflija  Bandalino, 


( I )     Alude  aun  célebre  entremés  de  entonces,  titulado 
La  guitarra,  en  que  un  galán  se  declara  por  medio  de  ella. 


492 


EL    MAESTRO    DE    DANZAR 


(jae  hay  en  cío  cieno  cnicdo; 

que  si  decillo  ro  puedo, 

remediallo  determino. 

Mas,  ¡ay!,  mi  padre  es  aquél; 

toca  y  enséñame. 
Ai.DE.  Toco; 

mas  ¿qué  ha  de  tocar  un  loco 

delante  de  vos  y  del? 
¿Qué  quieres? 
F1.0.  Pavana  toca. 

Ai.DE.  Va  va. 

Flo.  Mira  que  es  gallarda. 

Alde.  Como  lo  ts  la  que  me  aguarda; 

el  mismo  son  me  provoca. 
Flo.  No  te  burles. 

Alde.  ¿Cómo  puedo? 

Ponte  en  el  puesto. 
Fi,o.  ¿Estoy  bien  ? 

(Salen  Albekigo,  viejo:  Tebano  y  Feliciana.) 

Teba.  Aprenderé  yo  también, 

mi  bien,  por  quitarte  el  miedo. 

Ai.be.  Va  está  danzando  Florela. 

Fkli.  Mas  ya  quiere  comenzar. 

Alde.  Con  reverencia  ha  de  entrar. 

Vijo.  ¿Ba.sta  así? 

Alde.  Más  baja. 

Flo.  Haréla. 

Alde.  Enderece  el  cuerpo  más. 

Flo.  ¿^'oy  bien? 

Alde.  V  ese  rostro  un  poco. 

Flo.  Tocad,  y  despacio. 

Alde.  Toco; 

entrar,  y  pa.'ios  atrás. 

Deje  eso  agora,  que  son 
principies  mal  enseñados, 
que  ha  de  perder  los  cuidados 
de  la  primera  lición. 

Todo  lo  que  ha  de  sab^r 
es  lo  que  k-  he  de  enseñar; 
lo  pasado  ha  de  olvidar, 
y  lo  presente  aprender. 

Más  quisiera  yo  ens.eñalla 
desde  principio,  .stñora, 
lo  que  goce,  fjue  no  agora 
de  lo  que  .«abe  olvi<lalIa. 

Ma.s  ya  ¡jalabra  me  ha  dado 
que  no  lo  danzará  más. 

Fi/).  iCiué  poco  seguro  estás, 

qu'.'  de  tu  lición  me  agrado! 
Todo  atjuello  f|ue  a¡)rtiiílí 
te  iu-  de  drcir  cómo  fué. 

Aldk.  V  yo  despacio  os  diré 


lo  que  aprei.cle.éis  de  mí. 
La  señora  Feliciana, 

¿qué  sabe? 
Feli.  Xingtma  cosa. 

Teba.  Ponte,  por  tu  vida,  hermosa, 

y  vuelve  la  nieve  en  grana. 
Feli.  ¿Pues  no  es  vergüenza  decir 

que  no  sé  nada? 
Flo.  Sí  sab3, 

que  es  una  danza  bien  grave; 

que  miente  y  quiere  fingir. 
Teba.  ¿Pues  qué  quiere  hacer? 

Alde.  Si  empieza 

a  trazar  algún  sa,rao. 
I'i.o.  Aprende  el  pie  de  gibao 

a  costa  de  su  cabeza. 
Teba.  No  pueden  tan  bellos  pies 

hacer  que  a  tu  son  me  duela. 
Feli.  Basta,  que  burla  Florela, 

como  ya  tan  diestra  es. 
Flo.  Anoche  danzaba  ella, 

y  mi  maestro  pensó 

que  era  quien  danzaba  yo. 
Teba.  ¿Pues  vino  alguno  a  tañella? 

FXo.  Vino,  y  hallóse  engañado, 

que  pensó  que  me  tañía. 
Alde.  Mi  engañada  fantasía, 

.señora,  habéis  sosegado: 

que  pensé  que  érades  cierto 

lo  que  a  tal  hora  danzaba. 
Flo.  Durmiendo  entonces  estaba, 

que  sólo  me  enseña  Alberto. 
Alde.  Con  este  favor,  señora, 

es  mi  peno  incierta  y  vana: 

si  otro  enseña  a  FVliciana, 

cjue  dance  muy  en  buen  hora; 
que  yo  a  vos  pienso  enseñaros. 
Teba.  ¿Hay  otro  maestro  aquí? 

Presume  Florela  ansí 

con  este  enredo  engañaros. 
Vo  cjuiero  (jue  me  enseñéis, 

Alberto,  y  no  otro  ninguno. 
Albe.  Ni  hay  aqui  maestro  alguno 

de  (|uien  sospechoso  estéis: 
lome  lición  Inliciana. 
I-'EM.  a  solas  la  tomaré; 

que  si  aquí  estáis,  no  daré 

un  paso  de  af|uí  a  mañana. 
'1'í;ba.  De  mí  estará  con  vergüenza; 

vamonos,  señor,  de  aquí. 
.Ai.BK.  ¿Delante  de  ti  y  ele  mí 

lo  ha])ía  de  estar?  Comienza. 
IJiLl.  No  es  pensible,  ne)  me  mandes 


JORNADA    SEGUNDA 


493 


que  así  mi  coiulicióu  tuerza. 
Al.BE.  No  hagas  cosa  por  fuerza. 

Fi.ü.  ¡Qué  meliudres! 

Feli.  ¿Yo? 

Flo.  ¡V  qué  grandes! 

I'EIvI.  Hasta  danzar  diestramente 

nadie  me  ha  de  ver. 
Tkba.  Ni    es   justo; 

dalde,  señor,  ese  gusto. 
AlbE.  Vamos,  llamad  esa  gente. 

Teba.  Hola,  ensillen  dos  caballo.'", 

y  hacia  el  campo  nos  saldremo.'-\ 
Albe.  ¿y  alguno  vi?ití.remos? 

Teba.  Xo  vamos  más  de  a  cansallos. 

(l'anse,  y  quedan  Florela,  Feliciana  y  Aldemaro). 


FEL- 


FEO. 

Feli. 
Flo. 

Feu. 

Fi^o. 
Feu. 


FXo. 
Feu. 


Fl.o. 


F'eij. 
Flo. 

Al,DE. 

Fi,o. 


Aunque  dije  que  quería 
tomar  agora  lición, 
diferente  pretensión 
de  lo  que  piensas  tenía: 

¿Qué  satisfacción  es  ésta 
que  a  Alberto  le  estabas  dando? 
Kstábame  importunando 
que  le  diese  la  respuesta. 

¿Qué  respuesta? 

D^l  papel 
que  me  escribió  Band aliño. 
Y  que  le  has  dicho  imagino 
que  vo  me  pierdo  por  él. 

;Eso  había  de  decir? 
Aunque  el  amor  me  acobarde, 
respuesta  digo  que  aguarde. 
Yo  le  tengo  de  escribir; 

toma  este  papel,  y  ¿i 
que  le  has  escrito,  y  le  lleve. 
A  mucho  tu  amor  se  atreve. 
Florela,  h.^z  esto  por  mí; 

que  pues  estás  por  casar, 
a  ti  te  estará  mejor: 
que  no  pierdes  el  honor 
que  yo  puedo  aventurar. 

Porque  al  fin  con  este  enredo 
gozar  segura  imagino 
del  amor  de  Sandalino. 
¡Buena,  por  mi  vida,  quedo! 

Pues  ¿qué  remedio  tendré 
si  él  entiende  que  yo  soy? 
Después  palabra  te  doy 
que  desengañado  esté. 

¿Alberto? 

Señora. 

Dale 
a  ese  hidalgo  este  papel. 


Ai.DE. 


Feli. 
Flo. 

Al,DE. 
Flü. 

Alde. 
Bel. 

Al,DE. 


Bel. 


Flo. 
Feli. 
Flo. 
Feli. 

Flo. 


Feli. 

Flo. 

Feli. 

Flo. 

Feli. 

Flo. 

Feli. 

Flo. 

Feli. 

Flo. 


Feli. 
Flo. 


que  cuanto  llevas  en  él 
de  ajena  memoria  sale, 

y  parte  luego  seguro 
de  que  no  has  de  perder  nada. 
Mi  esperanza  bien  fundada 
me  dará  el  bien  que  procuro; 

que  no  tengo  yo  recelo 
de  perder  el  galardón, 
3'a  que  entiendo  la  ocasión 
de  vuestro  seguro  celo. 

Voy  a  hablar  a  Bandalino, 
que  este  bien  espera  ausente 
como  el  enfermo  la  fuente 
y  la  patria  el  peregrino. 

Ved  qué  queréis  que  le  diga. 
Dile  que  responda  luego. 
¿Que  me  responda  le  ruego? 
Ello  la  razón  le  obliga. 

Yo  V03',  adiós. 

Ve  con  El. 
Belardo,  vamos  de  aquí. 
¿Dónde  vas,  fuera  de  ti? 
A  dar  vo}»-  este  papel, 

y  tengo  que  le  decir 
mil  cosas. 

Com'cnzn  a  hablar. 

(Winse  los  dos,  y  dice  Florela.) 

¿En  fin,  que  le  has  de  engañar? 
Eso  y  más  he  de  fingir. 

¿Qué  le  escribes? 

Disparates 
de  una  mujer  muy  perdida. 
Yo  no  te  diré  en  mi  vida 
que  lo  dejes  o  lo  trates. 

]\rira,  por  Dios,  por  mi  honor 
y  en  lo  demás  haz  tu  gusto. 
Ya  entiendo  yo  tu  disgusto: 
todo  procede  de  amor. 


:De  amor: 


Sí. 


¿Cómo  o  por  quién? 
A  Alberto  miras. 

¿Yo  a  Alberto? 
Tú  a  Alberto,  y  tengo  por  cierto... 
¿Qué? 

Que  a  Alberto  quieres  bien. 
¿Y  a  un  hombre  bajo?  ¿No  sabes 
que  desprecio  a  Bandalino, 
a  quien  tú,  como  a  divino, 
rindes  pensamientos  graves? 
Dinie  la  verdad. 

Verdad 


494 


EL    MAESTRO    DE    IWXZAR 


esta  es  sola,  y  lo  contrario 
mentira;  y  si  es  necesario, 
hoy  haré  una  libertad. 
Fi:i.i.  ¿Qné? 

1-1.0.  A  mi  padre  diré 

que  de  casa  lo  despida. 
1'ki.i.  Va  estoy  cierta. 

F1.0.  V  yo  corrida 

de  tu  crédito  y  me  fe. 
Feli.  Xo  te  enojes,  ven  conmigo 

al  jardín,  que  quiero  hablarte. 
Flo.  Ninguna  ocasión  es  parte 

p-TP.  f  roia'nic  crrtVr. 
(Var.se,  y  salen  Bandalino  1  Jvlio.) 
Jli..  Scsitga  un  peco. 

B.\N.  Xo  puedo 

hastr.  ver  estr.  rc.^pueíta. 
Jii..  Más  mía  e; p3rc.nza  ci.esta 

algun.s  veces  que  un  miedo. 
B.\N.  ¡Cómo  terda  Albeito,  o  tarda 

mi  Fie  reía! 
Jii..  Quizá  aguarda 

ocasión  más  conveniente. 
B.\N.  Si  de  escribir  se  arrepiente... 

Que  el  honor  mucho  acobarda. 
Ji'L.  Xo  te  estés  desvaneciendo. 

Bax.  r  Pues  cómo  podré  aguardar 

el  tiempo  que  ha  de  tardar 
el  bien  que  espero  muriendo? 
Jt'i..  Esgrimamos. 

B.\x.  Bien  me  alegras; 

deja  las  espadas  negras, 
que  ya  por  vanas  recelo 
cuando  estoy  poniendo  al  cielo 
sobre  un  olimpo  mil  Ficgras. 
J'i.  ;  Ya  tratas  de  poesías? 

íi.KS.  ;Y  no  es  tratallas  mejor 

si  los  más  hablan  de  amor 
con  altas  filosofías? 
J'i--  Si  esto  quieres,  bien  podrás, 

ya  íjue  tan  perdido  estás, 
con  un  libro  entrt-lc  ncrtc. 
Ban.  ;Es  de  amor? 

J''i..  Sí. 

^^AN.  Aun  do  esa  sucrtr 

.'.Igún  consuelo  me  das. 

; Quieres  que  yo  te  aseguro 
que  no  vence  a  mi  deseo? 
J'  I..  Traerte  he  a  Ix-ón  Hebreo. 

Ban.  Dale  a  Dios,  ques  nmy  oscuro. 

J  'I..  Mario  es  bueno. 

ÍÍAN.  lise  es  mejor; 

mas  pr.ra  tratar  de  aniftr 


bien  dice  Ovidio,  aunque  dixre: 
Lentescunt  tempore  cures. 

Jii..  ¿Ya  hablas  latín,  st  ñor? 

Ba.n".  ¡Oh,  Alberto!,  que  amor  pagado 

con  el  tiempo  no  se  mengua. 

JUL.  Deten  un  poco  la  lergua. 

Bax.  Deténme,  Julio,  el  cuidado 

que  así  mi  lengua  apresura; 
mientras  este  tiempo  dura, 
como  el  enfermo  sediento, 
es  fogoso  crecimiento 
de  la  ardiente  calentura. 

(Salen  Ai,DKM.\RO  y  Bel.'\RDO.) 

Jrr..  Ya  el  médico  a  verte  viene. 

Alde.  ¿Tiene  alguna  ocupación? 

Bax.  Viene  el  (jue  mi  corazón 

agora  en  sus  manos  tiene. 

Viene  el  que  vida  me  ha  dado; 

ni  estoy,  Alberto,  o  cupado, 

sino  esperándote  a  ti, 

que  aún  el  alma  no  eí-tá  aquí 

para  causarme  cuidado. 

¿Qué  me  traes?  ¿Qué  me  dices 

de  mi  bien?  ¿Cómo  quedó? 
Ai.DE.  De  lo  que  conmigo  habló 

hay  muy  bien  que  solenices... 
Bax.  ¿Cómo  en  hablar  te  detenes? 

Alde.  Díjome  de  ti  mil  bienes; 

tu  nobleza  y  condición; 

alabó  tu  discreción 

y  ese  buen  talle  que  tienes. 
Pero  no  te  ha  escrito. 
B.\x.  ¿Xo? 

¿Pues  cómo? 
Ai,DE.  Porque  su  hermana... 

Ban.  ¿Cuál  hermana? 

Alde.  F'eliciana 

la  entretuvo  y  ocupó. 
Ba-X.  ¿Kea  es  hermana?  Es  demonio, 

y  basta  por  testimonio 

íjue  mi  gloria  me  ha  qiiitado. 
Ai.de.  Todo  está  agora  turbado 

con  el  nuevo  matrimonio. 
Bax.  ¡Oh  fiera,  hermana  de  Aleto 

y  no  de  aquel  ángel  sacro, 

a  quien  como  a  sinmlacro 

no  se  humillar  es  defeto! 

Dame,  Julio,  espada  y  capa, 

que  (|uiero  ver  si  se  escapa. 
Al.DE.  Ahora  Uien,  siempre  cruel, 

el  encanto  de  un  papel 

los  oídos  cierra  y  tajia. 


JORNADA    SEGUNDA 


495 


Este  escribió  de  su  mano. 

Bax.  ¡Déjame  echar  a  tus  plantas 

y  dame  esas  manos  santaí! 

Jui,.  ¿Santas?  ¡Calla,  mal  cristiano! 

Ban.  Como  provisión  real, 

en  la  parte  principal 
del  cueipo,  que  son  los  ojos, 
pongo  estos  ricos  despojos 
de  aquel  ángel  celestial. 

Mientras  leo,  Julio  amigo, 
trae  a  Alberto  en  qué  se  siente. 

AldE.  Que  bien  estoy. 

Ban.  ¡Oh,  alma,  siente 

el  bien  que  tienes  contigo! 

(Lee  entre  si  Bandalino  el  papel.) 

Bel.  Mi;ritr£:s  lee,  te  queriía 

preguntar  un  disparate. 
Ai,DE.  Di  presto,  y  perdonsráte 

tu  inocencia  la  osadía. 
Bei..  ¿Cómo  este  papel  le  escribe, 

si  es  que  por  ti  muere  y  vivé, 

a  Bandalino  Florela? 
Alde.  Que  no  entiendes  la  cautela 

y  el  engaño  que  recibe. 
Bei,.  ¿Qué  engaño? 

Al^DE.  Que  este  papel 

es  de  mano  de  su  hermana. 
Bei..  ¿Pues  qué  le  va  a  Feliciana? 

Ai,DE.  ¡Bueno!;  piérdese  por  él. 

Bei,.  y  da  a  entender  que  Florela 

es  quien  por  él  se  desvela. 
Ai,DE.  Con  esta  máscara  quiere 

gozar  del  que  por  él  muere. 
Bei,.  ¡Qué  temeraria  cautela! 

¿De  manera  que  este  loco 

piensa  que  a  Florela  habló? 
Ai^DE.  Des  te  engaño  pienso  yo 

sacar  provecho,  y  no  poco. 
Ban.  Para  tan  alto  favor 

no  hay  en  mi  pecho  valor; 

basta,  que  Florela  es  mía. 
Ai,DE.  Otro  decirlo  podría. 

Ban.  ¿Cómo  otro? 

Alde.  y  mucho  mejor, 

que  la  he  visto  hablar  en  ti. 
Ban.  Pensé  que  otro  mejor  dueño. 

Ai,DE.  Esto,  Bandalino,  es  sueño; 

dice  que  me  adora  a  mí, 
y  be  entendido  su  cuidado. 
Ban.  y  esta  noche  me  ha  mandado 

que  entre  a  hablarla  en  el  jardín. 
Ai.DK.  Tendrán  tus  deseos  fin. 


Ban.  Más  crecerá  mi  cuidado, 

que  no  soy  tan  atrevido, 
ya  que  tan  dichoso  sea; 

Ai,DE.  Más  diosa  fué  Melibea 

y  Calixto  más  percido 

y  un  jardín  les  enseñó 
a  perder  el  miedo. 

Ban.  Yo 

bien  creo  que  ella  contenta, 
que  como  el  papel  no  mienta 
no  dirá  a  mis  ruegos,  no. 

Ai.DE.  Pues  ¿qué  dice? 

Ban.  Que  la  dé, 

como  en  ésta  lo  confirma, 
de  ser  su  esposo  la  firma 
esta  noche,  mano  y  fe. 

Y  pues  que  se  ha  contentado 
con  sólo  un  papel  firmado, 
ven  y  escribiréle  luego, 
que  si  hasta  la  noche  llego 
vendrá  a  ser  desesperado; 

y  llevaros  de  camino 
cien  escudillos,  Alberto, 
y  si  se  ci  mple  el  concierto 
tres  doblados  determino. 

Ai<DE.  ¡Vivas  un  siglo! 

Ban.  ¡Oh  jardín, 

de  mis  esperanzas  fin! 

Ai,DE.  Jardúi,  viña,  y  vendimiada. 

Ban.  Huye,  sol;  ven,  noche  amada, 

que  me  aguarda  un  serafín. 

(Vanse,  y  salen  Ricaredo  y  Andronio,  criado.) 

RlCAREDO. 

¿Qué  hace  e.sas  bravatas,  Pomarino? 

Andronio. 

En  sabiendo  que  truje  los  caballos 
y  que  Aldemaro  se  quedó  en  Tudela 
ha  imaginado  todo  lo  que  pasa, 
y  si  no  lo  remedias,  no  lo  dudes 
que  de  Lcrín  se  partirá  mañana. 

Ricaredo. 
Andronio,  no  me  empento,  que  le  cuesta 
mucho  trabajo,  y  que  este  joven  loco, 
y,  al  fin,  es  padre,  y  padre  que  no.  tiene 
otros  ojos  en  quien  poner  los  suyos. 
Hale  dado  mil  penas  ese  mozo; 
dejó  el  es  ti--dio  y  fuese  a  Italia  alférez, 
pasó  a  Plandes  después  con  el  gran  Duque, 
V  al  cabo  de  la  ausencia,  que  tú  sabes, 
que  apenas  le  ha  gozado  cuatro  días. 


496 


EL    MAESTRO    DE    DANZAR 


viene  a  Tudela  y  quédase  en  Tudela 
sin  dar  razón,  por  que  se  quedó  solo. 

Y  por  que  sepas  de  tlí?.  el  caso, 
digo,  en  una  palabra,  qvie  él  adora 
a  Florela,  la  hija  de  Alberigo, 

y  que  para  poder  hablalla  ha  dado 
en  danzar  y  tañer,  por  cuya  industria 
sirve  a  las  dos  hermanas  de  maestro. 
Yo  me  partí  d?spucs  que  te  partiste; 
pero  volvióm?  la  forzo.'^a  pena 
a  la  primer  jorrada  del  camino; 
y  ansí  imagino  agora  de  qué  modo 
lo  remediaste  todo 

Androxio. 

Extraño  efeto, 
que  está  de  amor  sujeto.  ¿Hay  tal  bajeza.-' 

RlCAREDO. 

Ansí  la  gran  belleza  desta  dama 

el  corazón  la  inflama,  el  alma  vene?. 

AXDROXIO. 

Y  que  no  se  avergüence  deste  traje 
y  hacer  a  su  linaje  tal  afrenta... 

RlCAREDO. 

Por  perdido  le  cuenta. 

Andronio. 

;Xo  pudieras 
con  amenazas  fieras  reprimille? 

RlCAREDO. 

¿Quién  puede  resistille?  Amor  le  engaña. 

Axr>Roxi(). 
Pues  tú  le  de.sengaña,  Ricaredo, 
si  ya  ha  pi-rdido  el  miedo  a  lo  que  es  honra, 
que  desta  gran  deshonra  que  hoy  alcanza 
lia  de  tonjar  venganza  el  padre  airado. 

RlCARKDÍJ. 

Ivstá  muy  obstinado,  es  im¡x)sible. 

ANDRí)XI<>. 
Pues  medio  convenible  nos  imjxirta, 
que  la  jomada  es  corta,  y  .ser  pfxlría 
que  si  la  sangre  fría  se  calienta 
al  viejo  aquesta  afrenta  le  niata.se, 

RlCAREDO. 

No  sé  dómie  le  hallasi-  o  c(jii  fjué  .-i(Ii.i([uc 
de  su  ca-sa  le  saque  de  Alberigo 


Androxio. 
A  llamarle  me  obligo. 

RlCAREDO. 

Este  es  que  viene. 

(Salen  Aldemaro  y  Belardo.) 
Ar.DEMARO. 

Mira  si  cuerdas  tiene  ese  instrumento. 

BEI.ARDO. 

Habla,  señor,  con  tiento. 

RlCAREDO. 

Señor  maestro, 
¿ya  del  oficio  vuestro  andáis  cargado? 

Ar.DEMARO. 

Sabes  que  tu  criado  soy,  Andronio. 
¿Ese  es  el  testimonio  de  esos  grandes 
que  trujistes  de  Flandes?  ¿Es  aquesta 
la  historia  manifiesta  de  tus  hechos 
o  quedan  ya  deshechos  con  tu  nombre? 
jOué  cosa  digna  de  nombre  de  Navarra, 
andar  con  la  guitarra  por  la  calle, 

V  a  un  hombre  de  tu  talle,  ingenio  y  prendas! 

Ar<DEMARO. 

Cuanto  aquí  me  encomiendas  haré  en  breve, 
sin  que  otro  pre(4o  lleve,  que  es  muy  justo. 

ANDRONIO. 
¿Qué  dices? 

Al,DEMARO. 

Que  o  tu  gusto  me  acomodo, 

V  que  lo  sabrá  todo  en  cuatro  días, 
con  .seis  liciones  mías  o  dos  .solas 
harás  las  cabriolas  hasta  el  techo. 

Andronio. 
¿One  ya  sordo  te  has  hecho?  ¿Xo  me  entiendes? 
Que  a  tus  padres  ofendes  y  a  tus  deudos, 
que  a  nadie  pagan  pechos  ni  tributos, 
por  nobles  estatutos  que  han  tenido 
su  .solar  conocido  en  esta  tierra. 

.A  I, DK  MARO. 
Todo  lo  entiendo.  Yerra  «juieii  lo  piensa 
(jue  danzar  es  ofensa,  y  amor,  menos; 
que  están  los  libros  Henos,  las  historias 
de  las  grandes  victorias  de  su  mano. 

Rei.ardo. 
Yo  os  enseñaré,  hermano,  dos  mudanzas 
en  dos  o  cuatro  danzas  e.'^cogidas. 


JORNADA    SEGUNDA 


H97 


Andronio. 
Bien  es  que  aquesto  impidas,  Ricaredo. 

RlCAREDO. 

¿Qué  quieres?  Tengo  miedo  que  está  loco. 
¿Podréte  hablar  un  poco  di,  Aldemaro? 
Mira  que  sé  muy  claro  que  has  fingido, 
que  pierdes  el  sentido.  Óyeme,  escucha. 

A1.DEMAR0. 
No  es  la  mudanza  mucha  cuando  es  buena, 
y  se  traba  y  ordena  con  donaire. 
Entra  este  pie  con  aire  a  dos  carreras 
tras  éstas  bien  ligeras  se  deshacen, 
y  luego  en  las  que  hacen  el  derecho 
se  note;  y  esto  hecho,  se  da  un  salto 
con  media  vuelta  en  alto,  y  campanela, 
y  luego   desharé! a  deste  modo, 

RlCAREDO. 

¿Cómo  a  tu  primo  y  todo? 

BEI.ARDO. 

Aquesta  gente 
no  entiende  fácilmente  tus  liciones; 
déjate  de  razones,  ven  a  casa. 

RlCAREDO. 

¿Cómo  que  aquesto  pasa?  ¿A  mí  me  niegas? 

Al^DEMARO. 

Haré  lo  que  me  ruegas  como  amigo; 
aquí,  casa  Alberigo,  es  mi  posada. 

RlCAREDO. 

Si  cortara  mi  espada  en  sangre  mía, 
te  diera. 

BEIvARDO. 

Vamos . 

Al^DEM.^RO. 

Guífi. 

BeIo'Vrdo. 

Adiós,  señores. 
(Vanse  Aldemaro  y  Bel.\rdo.) 
RlCAREDO. 

Corrido  quedo. 

Andronio. 

Y  yo,  porque  esto  es  burla. 

RlCAREDO. 
¡No  es  posible,  por  Dios;  gran  mal  es  éste! 
¡Ya  se  perdió  lo  más,  perdido  el  juicio! 
Andronio,  ¿qué  de  hacer? 

xu 


Andronio. 

¿Así  te  ciegas? 

RlCAREDO. 

¿Luego  no  he  de  creer  que  un  hombre  es  loco, 
que  a  su  primo  responde  desta  suerte? 

Andronio. 
¿No  ves  que  lo  ha  fingido  por  librarse? 

RlCAREDO. 

Eso  quiero  saber;  y,  ¡vive  el  cielo!, 

que  aunque  sepa  matalle  con  mis  manos 

a  Lerín  esta  noche  he  de  volverle. 

Andronio. 

¡Oh,  maldígate  Dios,  amor  tirano, 

pues  el  que  viene  a  dar  en  tu  Argel  preso 

pierde  la  libertad  y  pierde  el  seso! 

(Salen  Florei.a  y  I4SENA.) 

Flo.  Esto  tiene  concertado. 

lyiSE.  Verle  quiero  en  el  jardín, 

donde  vendrá  di.=frazado, 
FivO.  Y  gozará  della  al  fin 

para  darle  a  su  cuidado. 
LlSE.  Ese  pienso  qiie  es  su  intento. 

Flo.  ¡Qué  villano  pensamiento 

para  una  mujer  tan  noble! 
LiSE.  El  engaño  crece  al  doble 

su  lascivo  atrevimiento. 
Fi,o.  Así  que  será  gozada 

de  Sandalino  en  mi  nombre. 
LiSE.  ¿Quién  duda  que  piensa  el  hombre 

que  eres  tú  la  enamorada? 
Fi,o.  Cobraré  yo  buena  fama 

si  en  el  lugar  se  derrama 

que  me  goza  B and  aliño. 

Dime:  ¿y  la  respuesta  vino 

o  aguarda  Alberto  la  dama? 
T.ISE.  No  ha  venido,  que  le  aguarda. 

Fi,o.  Que  no  me  puedo  casar 

si  él  la  goza  me  acobarda. 
LiSE.  Tu  honra  quiere  culpar, 

con  esto  la  suya  aguarda. 
Fi,o.  Pues  no  creas  que  le  goce; 

mal  mi  hermana  me  conoce. 

¿Cuándo  se  verá  con  él? 
LiSE.  Pienso  que  dice  el  papel 

■*  entre  las  once  )'  las  doce. 

Fi,o.  Vete  adentro  y  disimula. 

y  fíame  el  galardón. 
LlSE.  Sólo  tu  honor  me  estimula. 

32 


498 


EL    MAESTRO    DE    DAXZAR 


Flo.  Eso  y  mi  buena  opinión 

rae  congoja  y  atribula. 

(Vase  LiSENA.) 

Florela. 

No  es  muerto  aquel  que  muere,  si  en  la  vida 
dejó  buena  opinión;  sólo  es  el  muerto 
el  que  viviendo  mata  el  desconcierto 
de  la  deshonra  al  apetito  asida. 

Xo  es  esclavo  el  que  corta  la  extendida 
plaza  del  mar  con  remo  j1  golfo  o  puerto, 
ni  es  triste  el  solitario  en  el  desierto 
ni  el  labrador  que  busca  la  comida; 

que  el  muerto,  esclavo,  solo  y  el  villano 
es  vivo,  es  libre,  alegre,  y  rey  si  tiene 
esto  que  llaman  honra  los  mortales; 

que  si  le  falta  muerto  o  vivo  es  llano; 
que  es  muerto,  esclavo,  triste  y  vil,  pues  viene 
a  dar  por  breve  viento  tan  largos  males. 

(Sale  Aldemaro  solo.) 

Alde.  Si  de  hablarte  sola  aquí 

he  recibido  tormento, 

a  tu  mismo  pensamiento 

se  lo  pregunta  por  mí. 
IJevé,  Florela,  el  papel, 

y  traigo  aquesta  respuesta. 
PXo.  Estoy  muy  triste  y  dispuesta 

a  tomar  venganza  en  él, 
y  así  le  hago  pedazos. 
Alde.  ¿Cómo? 

Flo.  Ya  habrás  sentido 

que  mi  hermana  ha  pretendido 

verse  esta  noche  en  sus  brazos. 
Alde.  A.=í  es  verdad. 

Fi/>.  Pues  ¿es  bien 

que  se  piense  que  soy  yo? 
Alde.  Yo  imaginaba  que  no, 

y  era  la  verdad  también; 
por  que  después  de  gozada, 

el  de.sengaño  verdiía 
'Fljn.  Xo  es  bien  que  la  honra  mía 

esté  con  nadie  engañada; 
y  si  tú,  como  ya  dueño, 

no  vuelves  por  su  opinión, 

lloraré  tu  condición 

y  tendré  tu  amor  por  sueño, 
AldK.  Señora,  yo  .soy  hidalgo, 

y  Aldemaro  de  I/crín, 

de  cuyo  sfjlar,  en  fin, 

como  I'étiix  vivo  salgo. 
ICs  mi  padre  Pomarino, 

.Aralide  del  Condestable, 


Flo. 


Alde. 

Flo. 

Alde. 

Flo. 

Alde. 


Flo. 
Alde. 

Flo. 


Teba. 

Albe. 

Flo. 
Teba. 

P'lo. 
Tkba. 


pobre  y  de  valor  notable, 
y  de  vuestra  sangre  digno. 

Defenderé  vuestro  honor 
por  lo  que  le  toca  al  mío, 
contra  el  mundo,  en  desafío. 
Ya  conozco  tu  valor; 

y  pues  a  tu  cuenta  está, 
tratemos  de  defendelle. 
Un  engaño  pienso  hacelle. 
Dile. 

Escucha. 

Dile  ya. 

Su  letra  quiero  imitar, 
y  otra  respuesta  escribir, 
en  la  que  pienso  decir 
que  tiene  temor  de  entrar. 

Porque  este  papel  decía 
que  estando  del  huerto  junto, 
en  siendo  las  doce  en  punto, 
cerca  y  pared  saltaría. 

Bien  dices,  vele  a  escribir. 
Adiós. 

(Vase  Aldemaro.) 

En  casos  de  honor, 
ser  a  la  sangre  traidor 
es  a  la  sangre  acudir. 

Yo  estorbaré  su  intención 
si  salgo  con  esta  traza. 

(Salen  Alberigo  y  Tebano.) 
Iremos  mañana  a  caza, 
si  tienes  tanta  afición. 

Está  el  campo  de  manera, 
que  obliga  a  no  salir  del. 
¿Qué  hay,  señor,  de  nuevo  en  él? 
Una  hermosa  primavera, 

aunque  para  la  presente 
no  tengo  comparación. 
Galán  sois  de  corazón, 
estando  mi  hermana  ausente; 

pero  yo  os  la  haré  llamar, 
y  diréiselo  mejor.  (Vase.) 
Xo  hay  .«^in  celos  cierto  amor; 
pues  me  dan,  debo  de  amar. 

¿Xo  es  bueno  que  aquestos  rotos 
papeles  por  estos  suelos, 
me  dan  al  alma  mil  celos 
y  al  pecho  mil  alboroto:  ? 

Xo,  porque  ts  justo  notar 
que  a  mi  esposa  le  han  escrito; 
pero  amor  tan  infinito 
celos  comienza  a  engendrar. 

Porcjue  como  el  amor  es 


JORNADA    SEGUNDA 


499 


Ai.bp:. 
I'kba. 


Al^BE. 
Teba. 


AlbE. 


(Mientras 

Teba. 
Ai.BE. 

Teba. 
Al,BE. 


Teba. 
Ai,BE. 


Teba. 


ligera  imaginación, 

forma  una  vana  ilusión 

que  es  viento  y  sombra  después. 

¿Cómo  podré  yo  cogellos 
(Aparte.) 
sin  que  mi  suegro  lo  entienda, 
por  que  después  no  se  ofenda 
la  imaginación  con  ellos? 

Ahora,  válgame  amor, 
¿sabéis,  señor,  qué  he  notado 
mientras  por  el  campo  he  andado? 
¿Qué  habéis  notado,  señor? 

Mirando  el  sereno  cielo, 
cuando  ya  el  sol  se  ponía, 
vi  que  una  estrella  salía 
de  un  rojo  y  sangriento  velo; 
'   y  presumo  que  es  cometa. 
¿Qué  señas  tiene? 

Eso  miro, 
si  en  naturaleza  admiro 
y  mi  ignorancia  secreta; 

que  dicen  son  los  efectos 
como  la  firma. 

Es  verdad, 
conforme  la  calidad 
de  seis  contrarios  aspectos. 

Tres  en  la  filosofía 
cuentan,  aunqiie  Plinio  nueve, 
y  los  de  Arabia,  a  quien  debe 
tanto  honor  la  Astrología. 
el  viejo  mira  al  cielo,  vaya  Tebano  cogiendo 
los  papeles  disimuladamente.) 

¿Y  qué  tres  números  son? 
La  cometa  y  la  barbata, 
con.  la  que  llaman  caudata. 
Bien  acude  a  mi  intención. 

La  cometa  es  la  que  tiene 
rayos  como  cabellera; 
la  barbata  considera 
que  forma  de  barba  tiene. 

¿Y  la  caudata? 

De  cola, 
si  en  el  levante  se  muestra, 
a  los  frutos  es  siniestra 
y  a  la  gente  moza  sola. 

Si  se  muestra  al  mediodía, 
hace  su  efecto  (i)  y  señales 
en  hombres  y  en  animales, 
y  en  edificios  podría. 

Las  que  en  tercera  región 
del  aire  se  ven  y  entienden. 


(i)     En  el  manuscrito  «hace  efectos  y  señalesD. 


reyes  y  grandes  ofenden, 

y  otras  que  del  éter  .son. 
Ai.be.  Si  tienen  forma  de  espada, 

guerra  amenazan. 
Teba.  ¿Y  aquesta? 

AlbE.  ¿Dónde  dices  que  está  puesta? 

Teba.  Al  oriente. 

Ai^BE.  No  veo  nada; 

falta  me  hacen  los  antojos; 

voy  por  ellos. 

(Vase.) 

Tkba.  Antes  fuera, 

para  que  el  alma  pudiera 
desengañar  con  los  ojos. 

¡Qué  bien  cogí  los  papeles! 
veamos  qué  dice  aquí  celos: 
«Quiéroos  bien...»  ¡Ay  de  mí!, 
ya  confesáis  sin  cordeles. 

Sin  duda  es  por  Feliciana; 
mas  bajamente  recela 
mi  honor,  qvie  si  es  por  Florela 
toda  mi  sospecha  es  vana. 

Este  dice  «por  el  huerto», 
y  este  que  se  junta,  *iré»; 
estotro  dice  «mi  fe», 
V  este  más  grande  «el  concierto.» 

¿Qué  hay  que  saber?  En  mi  mano 
tengo  el  desengaño  aquí; 
que  ofender  mi  esposa  así 
es  pensamiento  liviano. 

Con  ir  al  huerto  se  acaba, 
y  verlo  con  propios  ojos; 
¡oh,  papeles;  oh,  despojos, 
del  honor  que  entero  estaba! 

Pedazos  sois  de  mi  honor, 
aunque  de  papel  pedazos; 
o  si  no,  celo.sos  lazos, 
prisión  de  mi  simple  amor. 

Si  aquesto  es  verdad,  seréis 
papeles,  testigos  fieles; 
y  si  no,  falsos  papeles, 
por  falsos  al  fuego  iréis. 

Porque  si  sois  mi  deshonra, 
extraño  mal  es,  por  Dios, 
que  lleve  rasgada  en  vos 
la  escritura  de  mi  honra. 

(Vase,  y  salen  Aldemaro  y  Florela.) 

Ai,DE.  ¿Viene  bien  escrito  ansí? 

Fi,<).  De  tu  mano,  y  por  extremo; 

pero  que  se  enoje  temo. 
Al,DE.  ¿Esto  qué  te  importa  a  ti? 

Fi,o.  Poco,  que  cuando  se  entienda, 


500 


EL    NUESTRO    DE    DANZAR 


deseo  defender  mi  lionor, 

que  soy  prenda  de  tu  amor. 
Alde.  y  tú  mi  bien. 

Flo.  Yo  soy  tu  prenda. 

Ai.DE.  Xo  has  aprendido,  a  fe  mía, 

mal  a  hacer  esta  mudanza. 
Flo.  Aficionóme  la  danza 

y  aprendña  en  sólo  un  día. 
Ai.DE.  Lleno  estoy  de  mil  deseos, 

y  todos  de  tu  hermosura; 

V  no  pienses  p>or  ventura 

que  son,  p>or  lo  hermoso,  feos; 
que  castamente  me  inflaman 

a  ser  tuyo  hasta  la  muerte; 

y  deseos  desta  suerte, 

justa  esperanza  se  llaman. 
Esta  tengo  justamente 

de  merecer. 
Flo.  Di  adelante. 

Alde.         Que  me  turbe  no  te  espante, 

que  amo  bien  y  hablo  altamente; 
pero  cuando  te  pidiera, 

ya  que  estas  alturas  baje, 

a  más  humilde  lenguaje, 

tus  brazos,  ¿qué  te  ofendiera? 
Flo.  Bien  o  mal,  ya  lo  dijiste. 

Alde.  Si  te  ofendí,  ya  lo  pago 

con  el  amoroso  estrago 

que  en  mis  entrañas  hiciste, 
y  más  con  no  merecellos. 
Flo.  ¿Pues  tan  presto,  brazos  míos? 

Aldk.  Castiga  mis  desvr.ríos 

y  enoja  tus  ojos  bellos; 

mal  dije;  en  tu  ofensa  hablé: 

al  sol  el  carro  pedí, 

gigante  al  cielo  subí, 

pigmeo  al  suelo  bajé. 
Ya  de  rodillas  estoy, 

y  no  me  alzaré  del  .suelo 

sin  tu  perdón,  claro  cielo. 
Flo.  Álzate,  ya  te  le  doy; 

mas  para  alzarte  no  más. 
Alde.  Bien  te  engañé. 

Flo.  Xí)  me  apriete?, 

basta  que  a^í  me  .sujetes. 
Aí.DK.  Agora  en  mi  i)echü  estás. 

(Sale  I-ELICIANA.) 

I'kLI.  ¡Bien,  |X)r  mi  fe',  ^así  lo  abraza.'' 

l'l/>.  Visto  nos  lian. 

AlííE.  No  hayas  i)ena. 

También  esta  vuelta  es  buena 
cuando  los  brazos  enlazas, 


y  el  saltillo  en  ocasión 
da  al  abrazo  buen  donaire. 
¿Hícelo  yo  con  buen  aire? 
Muy  bien  tomas  la  lición. 

¿Qué  es  aquesto? 

¡Ah,  Feliciana! 
¡Oh,  si  antes  venido  hubieras, 
qué  danza  enseñar  (i)  me  vieras! 
¿Qué  danzabas? 

La  cerdana. 

¿Para  mujeres  es  buena? 
Para  máscara,  escogida; 
y  esta  de  agora  fingida, 
está  de  remedios  llena. 

¿Por  qué  dices  de  remedios? 
¿Respondieron  al  papel? 
Respuesta  te  traigo  del. 
¿Es  larga? 

De  pliego  y  medio. 

¿Hasle  leído? 

Yo  sí; 
mas  no  he  dicho  nada  a  Alberto, 
porque  es  un  gran  desconcierto 
todo  cuanto  escribe  aquí. 

Muestra  a  ver. 

Sin  duda  es  loco, 
o  lo  estaba  en  este  punto. 
Amor  y  locura  junto, 
¡ay  del  alma! 

Aguarda  un  poco. 

(Lee  el  paPel  Feliciana.) 
«Agradecido  estoy  a  la  merced  que  me  he- 
ces, mas  no  al  atrevimiento  con  que  me  di  s 
en  un  día  lo  que  en  mil  años  me  pareciera  mi- 
lagro; y  pues  te  quiero  para  mi  mujer,  y  i".o 
para  mi  amiga,  no  me  aguardes  en  el  huerto, 
sino  a  la  reja,  donde,  como  la  noche  pasada, 
te  hablaré  la  presente.» 


Flo. 

Alde. 

Fell 

Flo. 

Alde. 

Fei  \. 

I'LO. 

Fell 
Alde. 


l'ELL 

Alde. 

Alde. 

Feli. 

Flo. 


Fell 
Flo. 

Alde. 

Feli. 


I'EI  I. 
l"LO. 

I- ELI. 


Flo. 
Alde 


¿Esto  te  han  escrito  a  ti 
con  aqueste  desamor? 
Esto  me  ha  escrito  un  traidor, 
luego  que  el  alma  le  di. 

Ivl  es  lindo  majadero; 
en  tu  vida  le  hables  más. 
líspera,  ¿dónde  te  vas? 
Hablalle  en  la  reja  quiero, 
c|ue  ya  andará  por  la  calle. 
(\'asc  I"i:i,iciANA.) 

Branando  va. 

Va  lo  veo. 


(i)     En  el  uiuDUscrito  •ciiMiyar». 


JORNADA  SEGUNDA 


501 


V\,o.  Que  le  maltrate  deseo. 

Ai,DK.  Xo  haj-as  miedo  que  le  halle, 

que  él  en  el  huerto  ha  de  entrar. 
I'i.o.  ¿Cómo  le  echaré  de  allí? 

Ai.DE.  Habíale  tú,  y  fía  de  mí 

que  yo  le  sepa  espantar. 
F1.0.  ¿Cómo? 

Ai,DE.  Cuando  hablando  estés, 

con  Belardo  y  tu  escudero 

entrar  de  repente  quiero. 
I '1.0.  ¿vSi  acomete? 

Ai,DE.  ¿Cómo  a  tres? 

Flo.  Pues  con  esto,  a  hablarle  voy. 

Ai,DE.  Y  yo  a  armarme,  antes  que  acuda. 

¿Soy  tuyo? 
Flo.  ¿Pues  quién  lo  dvida? 

Alde.  ¿vSerás  mía? 

Fi,o.  Tuya  soy. 

(Vanse,  y  sale  Tebano,  de  noche.) 
Tebaxo. 
M'rando  quedaba  el  vi  ¿jo  la  conista, 
en  un  balcón  del  corredor,  atento, 
con  sus  antojos  de  cristales  claros, 
y  yo  con  los  obscuros  de  mis  celos 
vengo  a  mirar  el  cuerno  de  la  luna 
si  acaso  crece  o  mengua  en  mi  sospecha. 
Bien  pintaba  el  amor  un  hombre,  docto 
con  una  manchezuela  en  medio  el  pecho; 
«Faltó  la  y  para  que  fuesen  cielo:» 
y  sin  ella  el  amor  llamó  e  celos. 

(Sale  Bandalino,  de  noche.) 

Bandaíino. 
Por  la  pared  del  huerto  venturoso, 
o  al  menos,  que  tiene  mi  ventura, 
he  descendido  hasta  la  hermosa  fuente 
donde  me  aguarda  mi  Florela  hermosa. 
Flores  reverdeced;  espirad  ámbar; 
si  ha  puesto  en  vos  sus  plantas  la  flor  mía, 
más  bella  que  la  misma  primavera. 

Tebano. 
¡Ah,  cielo,  no  son  vanas  mis  sospechas; 
ya  el  pez  acude  al  cebo! 

Bandaijno. 

Verdes  árboles: 
agora,  ¡ah  dicha!,  sois  callados  huéspedes, 
de  mil  pintados  y  dormidos  pájaros; 
¿qué  nueva  me  daréis  de  mi  Florela? 

Tebano. 
Florela  dijo,  alégrense  mis  ojos; 
mas  no,  ¿si  lo  engañan  los  oídos? 


Quiero  aguardar  más,  ya  los  ojos  suenan; 
sin  duda  es  de  luujeres  este  ruido. 

(Sale  Flori:la.) 

Fl,OREIyA. 
¿Es  Bandalino? 

Bandai^ino. 
Soy  el  que  os  adora. 

Fl,OREI.A. 

¿Cómo  has  tenido  tal  atrevimiento? 

Bandai.ino. 
¿Atrevimiento?  ¿Tú  no  me  escribiste 
que  te  viniera  a  ver  en  este  puesto? 

F1.0RE1.A. 
Hante  engañado,  y  no  era  letra  mía; 
y  no  soy  yo  mujer  que  libremente 
he  de  entregar  mi  voluntad  a  un  hombre. 

BANDAI.1N0. 
¿Qué  dices?  ¿No  me  hablaste  anoche? 

Florela. 

¿Anoche  ? 
Mira  no  fuese  algún  engaño. 

Bandaijno. 

¿Cómo? 
Florela. 
Que  alguna  dueña  de  las  que  hay  en  casa, 
por  algún  interés  se  desvanezca. 

Tebano. 
¡Ah  celos,  duro  azote  de  los  cielos!: 
¿por  qué,  di,  Feliciana,  me  ofendiste? 

Bandalino. 
¿Es  esto,  mi  señora,  por  probarme? 

Florela. 
¿Probarte?  Mal  conoces  tú  mi  acero: 
eso  es  mi  pecho  y  mis  ternezas,  mármol. 
Si  no  mirara  que  el  amor  te  ciega, 
hiciera  que  te  hiciera  mil  pedazos. 

Tebano. 
¿Que  aun  hasta  mi  cuñada  es  honradísima? 

SONETO 
Bandalino. 

¡Maldiga  el  cielo  firmas  y  papeles, 
criadas,  familiares,  puertas,  mesas, 
suspiros  tristes,  amorosas  quejas, 
árboles,  plantas,  fuentes  y  laureles. 


I 


502 


EL    MAESTRO    DE    DANZAR 


Mis  esperanzas  y  servicios  fieles, 
de  cuyo  justo  galardón  te  alejas; 
sólo  bendiga  aquí  donde  me  dejas, 
ramas,  paredes,  dagas  y  cordeles! 

¡Maldiga  mi  locura  por  tu  engaño 
y  maldiga  esta  hora  y  el  momento'  ( i ) 
con  que  se  acaba  de  servirte  un  año. 

¡Maldiga  mi  maldito  atrevimiento, 
y  bendiga  tu  santo  desengaño; 
porque  agora  moriré  contento! 

(Vase  Bandalino.) 

Florela. 

Es  ido  en  efecto,  y  va  de  suerte 
que  no  se  ha  de  acordar  de  lo  pasado; 
quiérome  entrar,   pues  que  mi  Alberto  tarda. 

Te  BAÑO. 

¿Hase  visto  más  alto  desengaño? 

¿Tiene  honra  el  mundo  como  en  esta  casa? 

Aqm'  aprendan  doncellas  virtuosas 

y  las  casadas  por  dechado  tengan. 

Oente  suena:  escondedme,  amigos  árboles. 

(Salen  Aldemaro,  Bklardo  y  Cornejo,  escudero  ar. 
mado  a  lo  gracioso.) 

Cornejo. 
¿Qué  ladrones,  decid,  anoche  andaban? 

Aldemaro. 
Digo  que  el  alboroto  de  la  boda 
dio  causa  que  se  entrasen  por  el  huerto. 

Belardo, 
Con  esto,  faltan  cosas  de  importancia; 
Cornejo,  liaced  buen  ánimo,  y  a  ellos. 

Cornejo. 
I'or  Dios,  que  hago  un  miedo  penetrante, 
que  no  me  deja  hueso  sin  tembleque. 

Bklardo. 
¿No  venís  vos  armado? 

Cornejo. 

¿Pues  qué  im¡x)rta? 
Que  hay  ladrón  deslos  que  entra  en  una  casa 
con  un  m'jntante  v  cuatro  arcabuceros. 


Aldemako. 


Aquí  está  uno. 


Buen  palo,  huye. 


Belardo. 

Lquí? 

Aldemaro. 

Dale,  Belardo. 

Belardo. 

Aldemaro. 
Dale. 


(i)     I-alta  c«t«  vtno  en  el  tnanu<«crito,  4uplido  por  el 
mi>rcao. 


Tebano. 

¡Paso,  necio!: 
¡paso,  paso  ¡X)r  Dios! 

Cornejo. 
¡Santa  María! 
Vo  soy  muerto  sin  duda. 

Aldemaro. 

Di,  ¿quién  eres? 

Tebano. 
Tebano  soy,  ¡borracho! 

Aldemaro. 

Pues  perdona, 
([ue  por  ladrón  pasaste  agora  plaza. 

Tebano. 

La  plaza  fuera  mucho  norabuena; 
pero  la  paga  ha  sido  de  contado. 

Belardo. 
Cornejo,  no  .sé  más. 

Cornejo. 
¿Quién  es  este  hombre? 

Belardo. 
Tebano,  el  desposado. 

Cornejo. 

¡Oh,  señor  mío!: 
¿qué  te  parece  destos  brazos  de  Hércules? 
¿No  vengo  bueno  a  caza  de  ladrones? 

Tebano. 
ha  casa  se  alborota,  haya  silencio, 
y  cada  cual  se  vaya  por  su  parte. 
Que  estos  palos  me  cuesta  un  desengaño; 
mas  yo  me  huelgo  de  (jue  pare  en  palos. 

BlvLARDO. 

Venid,  Cornejo,  y  haremos  media  noche. 


TORNADA    TERCERA 


$03 


Cornejo. 
Para  otra  noche  traigo  una  escopeta. 

Al^DEMARO. 

¡Ah,  Florela  divina,  y  cuánto  sabes! 

Cornejo. 

¿Habrá  pernil? 

Bei^ardo. 

Y  milvasía  del  cielo. 

Cornejo. 
jOh,  quién  le  viese  a  la  tinaja  el  suelo! 


JORNADA  TERCERA 
(Salen  Feliciana  y  Bandalino.) 

Feu.  Para  esto  os  he  llamado, 

y  mirad  si  fué  razón. 
Ban.  L,a  de  mi  satisfacción, 

señora,  os  quite  el  cviidado. 
¿Yo  a  Florela  este  papel? 

¡Si  es  mi  letra,  plegué  a  Dios! 
Feli.  No  juréis,  yo  os  tengo  a  vos 

por  más  verdadero  que  él; 

pero  advertid  que  éste  ha  sido 

el  que  Alberto  nos  ha  dado. 
B.\x.  Alberto  os  habrá  engañado, 

y  Alberto  me  habrá  vendido. 
Yo  le  di  un  papel  humilde, 

cual  a  quien  iba  conviene, 

de  que  este  vuestro  no  tiene 

una  razón  ni  una  tilde. 
Yo  dije  en  él  que  adoraba 

a  Florela,  y  esto  es  fe; 

y  que  adonde  pone  el  pie 

el  alma  indigna  humillaba. 

Y  agradeciendo  el  favor 
de  verla  anoche  en  el  huerto, 
salí  a  cumplir  el  concierto 
sin  género  de  temor. 

Y  ella  es  testigo  que  entré 
donde  tan  mal  me  trató, 
que  fué  milagro  que  yo 

a  salir  vivo  acerté. 

Porque  viendo  que  me  llama, 
y  después  de  mí  se  queja, 
como  Ifis  de  una  reja 
pensé  quedar  de  una  rama. 

Y  todo  debe  de  ser, 


Feu. 


Ban. 

Feli. 


Ban. 


Feu. 


Ban. 
Feu. 


Ban. 
Feu. 


Ban. 


pues  me  habéis  asegurado 

que  este  Alberto  os  ha  burlado  (i) 

por  sólo  echarme  a  perder. 

Digo  que  sin  duda  ha  sido, 
pues  celoso  de  Florela 
habrá  hecho  esta  cautela. 
¿Cómo  celoso? 

Y  perdido, 

porque  si  no  es  por  amor 
no  pudo  hacer  este  engaño. 
¡Que  me  hiciese  tanto  daño 
la  fe  de  un  hombre  traidor! 

¡Si  él  hiciese  otra  mudanza 
de  la  que  en  mi  bien  ha  hecho, 
me  pase  a  traición  el  pecho 
una  berberisca  lanza! 

Déjame  con  él  a  mí, 
que  yo  le  daré  a  entender... 
Antes  no  le  habéis  de  hacer, 
señor  Bandalino,  ansí. 

Porque  si  matáis  a  Alberto 
o  le  decís  lo  que  pasa, 
se  deshonra  nuestra  casa 
y  se  descubre  el  concierto. 

Mejor  es  disimvilar 
y  dar  traza  en  vuestro  gusto. 
Por  quererlo  vos,  es  justo. 
Yo  le  sabré  castigar. 

Con  dar  orden  que  no  quede 
sólo  un  día  en  esta  casa; 
porque  entender  lo  que  pasa 
mi  padre  al  contrario  puede. 

Pues  como  vos  le  echéis  della 
no  quiero  yo  más  venganza. 
Yo  le  ordenaré  una  danza 
que  no  acierte  paso  della. 

Salga  el  bailador  villano 
que  tan  malas  vueltas  tiene; 
y  a  lo  que  a  vos  os  conviene, 
pondré  yo  misma  la  mano; 

que  quiero  seros  tercera 
por  el  gusto  de  mi  hermana. 
¿Qué  menos  bien.  Feliciana, 
de  vuestro  nombre  se  espera? 

Siendo  dichosa,  dais  dicha 
al  hombre  más  desdichado 
de  cuantos  Dios  ha  criado, 
pues  soy  la  misma  desdicha. 

¿Quién  pensara  que  el  papel 
aquel  villano  trocara. 


(i)     En  el  iinpres  >  dice:  «que  Alberto  os  habrá  enga 
nado* . 


s04 


EL    MAESTRO    DE    DANZAR 


que  mi  letra  falseara 
y  me  difamara  en  él? 

Mas  va  es  hecho,  mi  señora. 
¿Cómo  horé  yo  que  Florela 
de  mis  agravios  se  duela 
y  \-uelva  en  su  gracia  agora? 
Fki.i.  Con  que  sólo  le  escribáis 

una  cédula  firmada, 
queda  contenta  y  pagada 
que  esta  noche  la  veáis. 

Y  por  que  entendáis  que  es  cierto, 
yo  os  traeré  papel  aquí 
en  que  ella  confirme  el  sí 
deste  amoroso  concierto. 

Dirá  que  es  vuestra  mujer, 
quedando  a  serlo  obligada. 
B.\N.  Por  la  tiniebla  pasada 

nuevo  sol  comienzo  a  ver. 
Merezca  yo  vuestras  manos. 
Fel.  Bueno,  y  los  brazos  también, 

que  es  muy  justo  que  se  os  den, 
que,  en  fin,  ya  somos  hermanos. 
¡Con  cuánto  gusto  los  doy! 
Ban.  Ya  que  os  vais,  quedaré  aquí. 

Si  alguien  me  viere... 
Teli.  Decí 

que  sois... 
Ban.  ¿Quién  diré  que  soy? 

;Xo  veis  que  soy  conocido? 
r-Kl.  .  Decid  que  buscáis  a  Alberto, 

que  tenéis  hecho  concierto 
de  recorrer  lo  aprendido. 
Ban.  Basta,  yo  lo  fingiré. 

Fki.i.  Pues  p>or  la  cédula  voy.  (Vase  ) 

Ban.  De  extremo  en  extremo  doy; 

que  nunca  al  medio  llegué. 
Dichoso  en  extrt  mo  fui 
en  el  concierto  del  huerto; 
en  extremo  en  el  concierto, 
de  desdichado  me  vi. 

Agora  vuelvo  también 
a  ser  dichoso  en  extremo, 
ya  tantos  extremos  temo, 
¡Kjrque  está  en  el  medio  el  bien. 

Pero  como  llegue  al  medio 
desta  virtud  que  me  anima, 
en  poco  el  dolor  estima 
la  es|xíranza  d«-l  renu-dio. 

Tehano  es  é.ste,  sin  dudrí, 
que,  en  fin,  me  vino  a  encontrar. 
(Sale  TKnANO.) 
TivMA.  liarÓH  el  bayo  ejuiillar, 

y  (1  freno  de  ayer  le  nniila. 


Ban. 

Teba. 
Ban. 
Teba. 
Ban. 


Teba. 

Ban. 

Teba. 
Ban. 


Ai.dk. 

Ban. 

Alde. 

Ban. 


Alde. 


que  va  con  poco  sosiego 
y  le  lastima  la  boca. 
¡Oh  cuánto  el  amor  provoca! 
Necio  y  demudado  llego. 

¿Qué  quiere  aquí  Bandalino? 
Guárdeos  Dios. 

El  mi.smo  os  guarde. 
Por  importarme  esta  tarde, 
y  que  a  propósito  vino, 

a  bu.scar  a  Alberto  entré; 
tened  por  bien  que  le  hable. 
Servicio  en  verdad  notable; 
yo  propio  os  le  llamaré. 

¡Jesús!  Tanta  cortesía... 
Para  serviros  es  corta. 
Cuando  no  salga  no  importa, 
y  esta  obligación  es  mía; 

pero  Alberto  viene  aquí. 

(Sale  Aldemaro.) 

¡Oh,  Alberto  amigo! 

¡Oh,  señor!, 
30  SO}'  vuestro  servidor. 
A  buscarte  vengo. 

¿Ansí? 

Ayer  cuando  en  mi  posada 
me  mostraste  una  lición, 
vi  que  la  \-uelta  a  traición 
era  mudanza  engañada. 

Después,  probando  en  un  huerto 
a  hacer  la  lición,  hallé 
que  no  estaba  firme  el  pie 
de  aquella  gallarda,  Alberto. 

Y  deshecha  la  mudanza, 
ya  que  del  huerto  salí, 
esta  mañana  entendí 
que  viene  errada  la  danza. 

Que  mi  lición  contrahecha 
y  muy  diferente  dada, 
de  tu  ciencia  mal  fundada  (i) 
averigüé  la  sospecha. 

Mirarás  de  aquí  adelante 
cómo  enseñas,  porque  entienda 
que  ha}-  en  tu  lición  enmienda. 
Descuido  fué,  no  te  espante, 

y  de  mi  buena  opinión 
no  formes  esas  quimeras, 
que,  de  burlas  ni  de  veras, 
jamás  di  errada  lición; 

la  tuya  lo  pudo  ser, 
porcjue  fué  de  mano  cii  mano. 


(i)     V.n  el  manuscrito  «iicnsada». 


JORNADA  TERCERA 


505 


Ban.  Si  eso  es  £in?í,  Alberto  hermano, 

vennie,  por  tu  vida,  a  ver, 

porque  entienda  cómo  ha  sido. 
Ai.Di;.  Yo  os  dejaré  satisfecho 

de  mi  ciencia  y  de  mi  pecho. 
Teb.^.  Yo  lo  tengo  así  entendido; 

que  Alberto  es  hombre  de  bien 
y  vuestro  valor  mertce. 
Bax.  a  mí  ansí  me  lo  parece. 

(Sale  Feliciana  y  dice  aparte.) 

Feli.  ¿Que  Tebano  entró  también? 

Digo  que  soy  desdichada. 
¿Cómo  le  daré  el  papel? 
Teba.  Tenelde  por  muy  fiel, 

que  es  hijo  de  gente  honrada 
y  muy  soldado,  por  Dios. 
Alde.  'Mi  señora  viene  aquí. 

I-EEi.  A  veros  partir  salí 

y  a  veros,  señor,  a  vos, 

que  a  ^•^lestras  hermanas  debo 
una  muy  justa  visita. 
Bax.  Ya  dése  cuidado  os  quita 

el  que  de  serviros  llevo; 

toda  mi  casa  tened 
por  \Tie.stra. 
Feii.  Y  ésta,  señor, 

por  este  nuevo  favor 
recibe  de  vos  merced. 


(Deja  Feliciana  caer  un  papel  al  descuido, 
álzalo  y  dice.) 


lueso 


Ban. 

Teba. 

Bax. 

Feei. 

Bax. 

Ai  DE. 


Fei.i. 

Feei. 

Aede. 

Feu. 


CüR. 


¿Es  este  papel  acaso 

Feli 

\T.iestro? 

Cor. 

Bax. 

Aquí  se  me  cayó. 

Feii 

Deja,  manos  tengo  yo. 

Cor. 

Fei.1. 

¡Jesiís!,  tomad. 

Bax. 

¡Bravo  caso! 
Xo  era  de  poca  importancia. 

Feli 

Feij. 

¿Es  de  alguna  dama  hermosa? 

Bax. 

De  la  que  ha  de  ser  mi  esposa. 

Alde. 

Y  ha  de  ser  pueblos  en  Francia. 

Cor. 

Bax. 

Si  salís  fuera,  iré  3^0, 

mi  señora,  acompañaros. 

Fel. 

Teba. 

Yo  a  serviros  y  a  dejaros 
en  vuestra  ca.^a. 

Cor. 

Bax. 

Eso  no; 

vamonos  a  pasear 

Feli 

y  a  ver  damas,  con  licencia 

de  vuestra  esposa. 

Feli. 

En  mi  ausencia 
a  vos  no  os  la  quiero  dar. 

CCR. 

Teba. 

Ensillen  otro  caballo. 

Caballo  tengo  a  la  puerta. 
Pues  vamos. 

•  Quedad  muy  cierta 

que  sabré  bien  empleallo. 
llevándole  vos,  señor, 
yo  sé  que  irá  bien  seguro. 
Ponelle  en  el  alma  juro 
a  papel  de  tanto  honor. 

(Vavse  Tebano  y  Bandalino. 

¡Oh  injusto  amor, 
que  sin  razón  me  das  celos 
bajando  entre  mil  mudanzas 
mis  seguras  esperanzas 
de  dos  bellííimcs  cielos! 
Albeito. 

Señora  mía. 
Ye  y  llámame  al  escudero. 
¿Dónde  esperas? 

Aquí  espero. 
(Vase  Aldemaro.) 

Y  espero  que  pase  el  día. 

Pasa,  importuno,  que  tardas 
con  tu  sol  muy  claro  y  puro, 
y  cubra  el  silencio  oscuro 
la  tierra  de  nubes  pardas, 

porque  esta  noche  ha  de  ser 
el  fin  de  mis  males  cierto. 

(Sale  Cornejo,  escudero.) 

-Agora  me  dijo  Alberto 
cjue  me  habías  menester. 

;Y  dónde  cjueda? 

En  la  sala. 
Pues,  Cornejo,   ¿en  qué  entendía? 
Un  remendillo  ponía 
a  una  vieja  martingala. 

Porque  es  hombre  de  secreto, 
le  quiero  encomendar  uno; 
mas  no  ha  de  saber  ninguno 
cómo,  cuándo  ni  a  qué  efeto. 

¡Jesús!  ¿En  mí  pones  duda, 
que  soy  Cornejo  derecho? 
Yo  conozco  tu  buen  pecho. 
¿Dudas  que  a  cjuien  soy  acuda? 

Más  antiguo  es  mi  linaje 
que  Matusalén,  ¡por  Dios! 
Hoy  hemos  de  hacer  los  dos 
que  Alberto  la  furia  abaje, 

que  ha  entrado  muy  recio  encasa. 
Es  villano  de  Aragón; 
nació  ayer  en  un  rincón 
y  e,«i  más  antiguo  Ganasa. 


5o6 


ni.    MAESTRO    DE    DANZAR 


A  mí  me  enseñaba  ayer 
a  danzar  un  estrambote, 
y  llago  voto  a  I^anzarote 
que  apenas  lo  sabe  hacer. 

Fkli.  Estas  joyas  que  aquí  van 

llevarás  a  su  aposento. 

Cor.  ¿Las  joyas?  ¿Para  qué  intento? 

Fki.i  Estas  el  engaño  harán. 

Debajo  del  almohada 
de  su  cama  las  pondrás, 
y  deja  hacer  lo  demás 
Como  que  no  entiendes  nada. 

Cor.  ¡Por  la  muía  del  pesebre, 

que  os  calo  el  engaño  ya! 

Feli.  Ve  con  Dios. 

Cor.  Canto  será 

en  que  los  ojos  se  quiebre. 
(Vase.) 

Peli.  Del  engaño  que  me  hizo 

la  justi»  venganza  llega; 
que  la  mujer  no  sosiega 
cuando  no  la  satisfizo. 

E!  saldrá  de  casa,  y  creo 
que  del  lugar  será  poco. 

(SaUtt  Florela  y  Ai.dkmaro.) 

Estoy,  mi  Plorela,  loco 
de  este  insufrible  deseo. 

Digo  imposible  y  insufrible, 
que  mientras  que  se  dilata 
como  imposible  me  mata. 
En  mi  amor  todo  es  posible. 

Yo  seré  tuya  a  pesar 
de  mil  imposibles  vanos. 
Dame  tus  manos. 

Mis  manos. 
¡Oh.  Florela! 

Así  has  de  entrar. 
Y  si  la  mano  me  niegas 
por  vergüenza  o  calidad, 
no  pierdas  autoridad 
si  asir  de  su  lienzo  llegas; 

que  asidos  de  un  pañizuelo 
no  parece  mal  la  danza. 
l'i,o.  V  al  hacer  de  la  mudanza... 

Ai.i>F,.  Si  hay  vuelta,  suéltale. 

l'U>.  Harélo. 

I'km  ¡Qu<í  siempre  afjuestq  me  engañe 

y  busque  alguna  invención! 
Am>k  ¿líntendiste  la  lición? 

Fl/j.  No  te  espantes  que  la  extrañe. 

I'km.  Que  la  noche  y  twlo  el  flía 

nunca  te  cansa  el  danzar... 


Al.DK. 


Vijo. 


Alde. 
Fi/). 
Feli. 
Alde. 


Flo. 

Feli. 
Flo. 


Alde. 

Flo. 

Feli. 

Alde. 

Feli. 

Aldk. 

Feli. 

Alde. 

Feli. 

Alde. 


Feli. 

Alde. 

Feli. 

Alde. 

Feli. 

Alde. 


I'LO. 

Alde 


Flo. 
Feli. 

Alde. 


¿Cómo  me  puede  cansar 
lo  que  es  inclinación  mía? 

¿Que,  al  fin,  es  inclinación? 
Inclinación  y  albedrío, 
que  usando  del  como  mío, 
tengo  al  que  danza  afición, 

y  más  a  Alberto,  que  enseña 
unas  lecciones  suaves, 
con  que  rinde  a  las  más  graves 
y  se  enternece  una  peña. 

Una  máscara  en  tu  nombre 
hemos  de  hacer. 

Es  nmy  buena. 
Mejor  máscara  te  ordena. 
¿Quién? 

X^na  mujer  y  un  hombre. 

;A  mí? 

A  ti. 

¿Cómo? 

Burlaba. 
Mas  ¿cómo  es  esa  que  dices? 
A  fe  que  la  solemnices 
si,  como  3'o  pienso,  acaba. 

Hase  de  hacer  entre  tres, 
¿lluego  yo  he  de  entrar  allá? 
Si  quieres. 

Sí  haré. 

Ya  va. 
Di,  veamos  cómo  es. 

Aciuí  traigo  el  instrumento; 
entraos  las  dos,  y  saldréis 
cuando  os  llame  y  entraréis 
al  compás  del  son  que  invento. 

Que,  en  fin,  nos  hemos  de  entrar. 
Sí;  porque  habéis  de  entender 
que  en  esta  sola  ha  de  ser, 
y  que  vengo  a  comenzar. 

Vamos,  Feliciana. 

lint  remos. 
(Entranse  ¡as  dos.) 
Si  os  entráis  comenzaré. 
Cielos,  ¿(¡ué  mudanza  haré 
metido  entre  dos  extremos? 

El  uno  en  extremo  adoro 
y  otro  en  extremo  aborrezco, 
cuanto  a  la  virtud  parezco 
tanto  la  virtud  ignoro. 

Quiero  empezar  a  tañer, 
y  la  Mori.sca  .será. 
¡Válgame  Dios!  ¿Quién  saldrá? 
Pero  l'lorela  ha  de  ser. 
(Llama  a  1'I.üki.i.a,  )•  salf.) 

vSalga  Florela. 


JORNADA  TERCERA 


507 


Vw.  Ya  vengo. 

¿Qué  he  de  hacer? 
Ai<DK.  Darme  tus  brazos, 

que  son  los  mejores  lazos 

que  para  esta  danza  tengo, 
l'i.o.  Por  mucho  que  aquesta  sabe, 

la  engañas  a  vista  de  ojos. 
Ai,DE.  ¡Oh  qué  gloria  de  mis  ojos 

y  cuando  pena  suave! 

¿Qué  remedio  han  de  tener 

mis  atrevidas  pasiones? 
Vi, o.  Mudando  en  otras  razones 

esa  nmdanza  he  de  hacer, 
que  te  quiero  más  que  a  mí, 

y  es  poco  encarecimiento. 
(Dice  Aldemaro,  recio.) 
AldE.  Da  otro  paso,  ve  con  tiento; 

floretas,  atrás,  ansí. 
Bien  vas. 
I'U).  ¡Y  cómo  si  voy, 

pues  voy  a  un  fin  tan  dichoso! 
Ar.DE.  Alza  el  cuerpo  con  reposo. 

Por  diestra  en  todo  te  do3^ 
Contenencia;  un  voladico; 

msdia  vuelta.  ¡Oh  qi^é  bien! 
Flo.  Creo 

que  aprendo  bi.-n  tu  deseo 

y  a  tus  liciones  me  aplico,  (i) 
Bien  piensa  agora  esta  necia 

que  estoy  danzr.nclo  (2)  contigo. 
Ai.DE.  Que  me  des  tus  brazos  digo, 

prendas  que  mi  alma  precia. 

(Esto  que  se  ha  diclio  de  danza  ha  sido  fingido,  sin  dan- 
zar: y  dice  de  adentro  Feliciana. j 

Few.  ¿Saldré? 

Ai,DE.  No  tan  presto,  espera. 

(Salen  Feliciana  y  Cornejo.) 

Fei<i.  ¡Buenos,  por  mi  vida,  estáis! 

Sin  instrumento  danzáis. 

Si  os  esperara  que  hiciera... 
Ar,DE.  Ya.  te  quería  llamar; 

y  aunque  danzamos  sin  son, 

para  decir  la  lición 

el  tañer  suele  estorbar. 

Advierte  lo  que  has  de  hacer. 

(i)     En  el  impreso  se  ponen  estos  versos  así: 

«media  vuelta.  ¡Oh,  qué  bien! 
Flo.  Creo  que  deprendo  bien 

y  a  tu  deseo  me  aplico.» 

(2)     En  el  impreso  «bailaudo». 


Cor.  Señora,  ha  venido  ya. 

Fei.i.  ¿Quién? 

Cok.  Tu  esposo. 

Feli.  No  podrá 

agora  esta  danza  ser. 
¿Qué  hacía? 
Cor.  Con  mi  señor 

se  sentaba  ya  a  cenar 

y  os  enviaba  a  llamar. 
Flo.  ¿Dónde  está? 

Cor.  En  el  corredor. 

También  está  ahí  un  criado 

de  Leonora,  tu  cuñada. 
Fei.1.  ¿Qué  pide? 

Cor.  Pide  prestada 

cadena,  cinta  y  tocado, 

que  ha  de  ir  mañana  a  una  fiesta. 
Feli.  Ve  a  Lisena  que  lo  dé 

con  esta  llave. 
Cor.  Yo  iré.   (Vase) 

Fei-I.  Cuantas  joyas  hay  le  presta. 

Fi,o.  Cansado  vendrá  Tebano 

de  escuchar  a  Sandalino. 
Feli.  ¡Qué  gracioso  desatino! 

l-'LO.  No  es  otra  cosa  en  mi  mano. 

Feli.  ¿De  manera  que  te  enfada 

su  talle  V  entendimiento? 
Flo.  Sin  mucho  encarecimiento... 

Feli.  Di  lo  demás. 

Flo.  No  me  agrada. 

Feli.  Mal  gusto  tienes. 

Flo.  Perdido. 

Feli.  Pues  no  lo  digas  burlando. 

(Sale  Lisena  y  Cornejo.) 
IviSE.  ¿Qué  tengo  de  andar  buscando 


el  escritorio  rompido? 

Cor. 

Míralo,  Liseno,  bien. 

Feli. 

¿Qué  es  eso? 

LlSE. 

¡Gran  desventura! 

Rompida  la  cerradura 

y  el  escritorio  también. 

Feli. 

¿Cómo  rompido? 

I.ISE. 

Que  está 

rota. 

Feli. 

¿Cómo? 

LisE. 

Agora  entro. 

I' ELI. 

¿Las  joyas? 

T.ISE. 

No  hay  nada  dentro. 

que  tú  lo  has  sacado  ya. 

Fel  . 

¿Yo,  perra;  qué  dices? 

Í.I.SE. 

Digo 

que  está  vacío  y  quebrado. 

5o8 


lüL    MAESTRO    Dli    DANZ.VK 


Feli.  Pues,  alto;  a  mí  me  han  robado. 

Kntra  dentro,  Alberto  amigo 
Al.DK.  ¿Hay  tan  gran  bellaquería? 

Bien  digo  yo  que  en  el  huerto 

andaba  un  ladrón. 
Fkli.  Kntra,  Alberto. 

Alde.  No  llore?,  señora  mía, 

que  las  haré  parecer 

o  la  tierra  se  ha  de  hundir. 

(\'ase.) 

Fei.i.  ¡Qué  bien  lo  supe  fingir! 

Cor.  El  las  debe  de  tener. 

(]'aitse  y  satm  Baxd.\lino  y  Julio,  de  jwche.) 

B.\N.  Daní-',  Julio,  esa  rodela 

y  volveráste  a  salir. 

Jl'L.  ¿Cuándo  me  mandas  venir? 

Bax.  Cuando  quisiere  Florela; 

que  hasta  que  de  aquí  se  vaj'a 
no  pienso  salir  de  aquí. 

Jl'L.  Luego  no  ver.dré  por  ti. 

Bax.  ¿Tanto  el  temor  te  desmaya? 

Detrás  de  aquestas  paredes, 
y  adonde  puedas  oír, 
por  lo  que  pueda  venir, 
estarte  durmiendo  puedes. 

JUL.  Mejor  será  estar  en  vela, 

con  la  piedra  como  grulla, 
porque  si  acudiere  trulla 
poco  imjjorta  la  rodela; 

y,  en  efecto,  siendo  dos 
m.-jor  te  defenderás. 

Ban.  Julio,  como  amigo  liarás. 

Jti..  Tu  triado  soy. 

Kan  Adiós. 

Jri .  Recuéstate  en  esa  malva. 

Bax.  Bien  te  puedes  ya  salir. 

(VWÍC  Bandalino.) 

Jri..  V  aun  me  pienso  ir  a  dormir 

antes  que  esclarezca  el  alba. 

fíoce  a  su  dama  Florela 
mientras  gozo  de  la  cama, 
que  otra  probeta  me  llama 
recado  de  pieza  y  suela. 

(Va'.c.) 

Bamjai  IsO. 
Cuando  en  la  mar  el  bello  sol  se  e.«condc 
y  queda  el  aire  o^curtciendo  en  tornf) 
y  aquel  planeta,  que  es  del  cielo  adcjrno, 
al  rayo  de  oro  o  plata  corresponde, 


yo,  a  quien  con  tanto  engaño  amor  responde, 
a  nuevo  llanto  suspirando  tomo 
y  estas  flores  de  lágrimas  adorno; 
que  antes  del  alba,  no  imaginan  dónde, 

hallo  a  ia  noche  en  el  llorar  repoí^o, 
que  amor  me  enseña  a  desfogar  llorando 
eso  que  de  vergüenza  calló  el  día. 

de  mí  tengo  piedad  imaginando 
mi  estado  miserable  y  doloroso 
si  aquí  me  falta  la  enemiga  mía. 

(Salen  puesíns  en  armas  .\ldkm.\ro,  Tebano,  Albkm- 
Go,    Cornejo,     Bel.^rdo,    Florhl.\    y    Fei,ici.\na.) 

AldEMARO. 
Digo  que  por  el  huerto  habrán  entrado, 
si  agora  acaban  de  faltar  las  joyas. 

Teb.-vno. 
¿Será  posible  entrar  por  las  paredes? 

Al.BERKiO. 

Irse  derecho  al  e.'^critorio  es  cc^a 
que  da  sospecha  a  imaginar  que  sea 
laelrón  de  casa  y  familiar  amigo 
el  fiero  autor  de  aqueste  insulto  infame. 

C(íRNEJO. 
Será  bueno  llamar  a  la  justicia. 

Ba.xdai.ino. 
Perdido  soy,  huir  es  imposible; 
si  salto  la  pared  han  de  seguirme; 
más  vale  que  me  esconda  en  estos  árboles. 

Beiardo. 
Aquí,  señor;  aquí  siento  ruido. 

Aldemaro. 
Bien  dije  ac¡uí,  señor. 

Al.BERlC.C). 

¡Teiiedlc!  ¡Mucral 

Baxdai.ino. 

(Paso!  Ninguno  llegue,  o,  ¡vive  el  ciclo!, 
que  le  atraviese  con  aquesta  espaela, 
que  yo  no  soy  ladrón. 

Ai  BERic.o. 

¿Pues  (|uién? 

Bandalixo. 


Fu  lioinbre. 


Tebaxo. 
Diga  quién  es,  o  dame  una  escopeta. 


J 


JORNADA  TERCERA 


509 


Bandaiino. 
Xo  hay  que  encubrir  quién  soy.  Soy  Bandaiino- 

Tebano. 
Bandaiino,  ¿qi'.é  es  esto? 

Al,BERlGO. 

¿Y  es  buen  término 
entrar  eu  casa  de  los  hombres  nobles 
con  esa  libertad? 

BANPAIvINO. 

Si  la  he  tenido, 
amor,  señor,  ha  sido  y  es  la  causa. 


Tebano. 


Amor,  ¿de  quién? 


BANDAr,INO. 

Sosiégúese,  Tebano; 
que  si  yerros  de  amor  perdón  merecen, 
Florela  es  mi  mujer. 

Al^BERIGO. 

Florela,  hija, 
¿este,  por  ventura,  es  el  honor  mío 
puesto  en  las  manos  de  tu  honesto  crédito? 

Fl,OREI,A. 

¿Qué  quieres  que  responda,  Feliciana? 

Feliciana. 
Que  puedes  responder  en  este  punto, 
que  aquí  me  va  la  honra  con  la  vida: 
Dile  a  todo  que  sí.  ¡Maldito  engaño! 

Bandaijno. 
Fuera  desto,  yo  tengo  aquí  su  cédula, 
escrita  de  su  letra  y  con  su  firma. 

Alberigo. 
Mas  ¡qué  extraño  caso! 

Aldemaro. 

¡Santo  cielo!, 
¿en  qué  ha  de  parar  esto?  ¿Por  ventura 
consentirá  Florela  en  este  engaño 
por  el  peligro  de  su  hermana  loca? 
¿Quién  duda  que  confiesa,  y  que  yo,  triste, 
por  mi  culpa  me  quede  sin  Florela? 
Pero  cuando  este  mal  llegue  a  este  punto, 
acero  tiene  aquella  espada,  y  tienen 
valor  para  matarme  aquestas  manos, 
de  un  soldado  de  amor  galardón  justo. 


AíBERIGO. 
Aquí  dice  y  confiesa  que  es  su  esposa; 
y  aunque  el  honor  me  obliga  a  la  venganza 
por  ser  mi  casa  ilustre  y  conocida, 
puesta  por  vos  en  la  presente  infamia, 
volviendo  por  mi  honor,  y  conociendo 
que  de  mi  sangre  .sois  igual  y  digno, 
dadle  esa  mano  y  quedará  por  vuestra. 

Florera. 
Señor,  espera. 

Alberigo. 
¿Qué  he  de  esperar,  loca, 
infamia  y  vituperio  de  mi  casa? 
Dale  la  mano. 

I'l,OREI,A. 

La  palabra  basta, 
que  quiero  hablarte  yo  despacio  en  esto. 

Ai<bp;rigo. 
Una  por  una,  crea  Bandolino, 
que  un  punto  no  saldrá  de  aquesta  casa, 
menos  de  que  se  case  con  Florela. 

Bandaijno. 
Yo  digo  que  me  pongas  mil  prisiones, 
porque  casarme  en  todo  es  mi  deseo. 

Tebano. 
Bandaiino  es  honrado,  yo  lo  fío. 

AI.BERIGO. 

¡Qué  bueno  quedo,  ah  triste  engaño  mío! 

(Sale  I^iSENA  con  las  joyas.) 

LiSE.  ¡Albricias,  señora  mía! 

Feli.  ¡Ah,  Lisena!  ¿De  qué  son? 

L  Si.  Ya  ha  parecido  el  ladrón 

que  el  oro  hurtado  tenía. 
Albe.  ¿Adonde? 

LiSE.  Dentro  de  casa. 

;Veis  aquí  las  joyas? 
Ai.be.  Muestra. 

LiSE.  Y  para  disculpa  nuestra 

quiero  decir  lo  que  pasa. 
Ai,be.  Dilo  todo,  que  imagino 

que  es  mi  pensamiento  cierto. 
T.iSE.  Que  el  ladrón  ha  sido  Alberto. 

Al,DE.  ¡Qué  notable  desatino! 

¿Qué  dices,  loca? 
LiSE.  ¿Qué  digo? 

Que  eres  ladrón  muy  notorio. 

Tú  rompiste  el  escritorio. 


EL    MAESTRO    DE    ]\\NZAR 


¡Oh,  danzador  enemigo! 

¿Así  que  en  son  de  danzante 

sois  ladrón? 
Ai.DE.  Soy  bien  nacido, 

y  eu  mi  vida  he  cometido 

una  maldad  semejante. 
Trátame  bien,  que  podré 

dar  información  honrada. 
LiSE.  Debajo  de  la  almohada 

de  su  cama  las  hallé. 
Bki,.  ¿Pues  cómo  lo  has  de  negar? 

Quiero  partirme,  ¡ay  de  mí!, 

y  de  lo  que  pasa  aquí 

a  Ricaredo  avisar. 
Cor.  líl  mozo,  señor,  se  ha  ido. 

Albe.  Xo  le  asieras,  majadero. 

Teba.  ¿Qué  indicio  más  verdadero 

de  que  éste  el  ladrón  ha  sido? 
Flo.  No  es  posible,  mi  señor, 

que  Alberto  liicie.se  tal  cosa. 
Ai.bk.  Muéstrate  tú  muy  piadosa 

agora  con  un  traidor. 

¡Vive  Dios,  que  ha  de  morir 

en  una  horca! 
Ai.DE.  Yo  he  hallado 

nuiy  buen  puerto  a  mi  cuidado. 
Ai,BE.  ¿Que  al  otro  dejaste  ir? 

Cor.  Si  no  me  mandaste  asille. 

Ai, BE.  ¿Xo  basta  ver  lo  que  pasa? 

Fki.i.  Por  ser  criado  de  casa, 

basta,  señor,  despedille. 
Ai.BE.  De.spedille,  bien  lo  entiendes; 

al  otro  he  de  hacer  buscar. 
Cok.  ¿Quién  se  había  de  llegar 

hacer  lo  que  tú  pretendes? 
Que  traía  el  ladroncillo 

ima  dagaza  de  ganchos 

con  unos  filos  más  anchos 

que  una  espada  del  perrillo. 
Ai.iíK.  lüstas  eran  las  lisonjas. 

Cor.  ¡I,a  guarnición  no  era  nada: 

más  fuerte  y  más  enredada 

que  un  locutorio  de  monjas! 
Al.HE.  ICsta  es  la  danza,  esta  es; 

¡ah,  ladrones  inhumanos! 
Cok  Mejor  danzaban  de  manos, 

aunque  eran  diestros  de  pies. 
Aí.Hi',.  Suelta,  traidcjr,  esa  espaíki. 

Y  ]K)T  lo  fjue  a  hidalgo  debo, 

a  la  cárcel  no  te  llevo. 
Al.DH,  ¿Qué  haré,  Plorela  casada? 

Ai.BK.  Asildc,  y  en  el  njás  fuerte 

aposento  le  encerrad, 


l"i,o. 


i    Al,DE. 
.^I.BE. 


I-I.O. 


Cor. 


Al.DK. 


-\l.PK. 


Teba. 


A  I, BE 


'i'EBA. 


Fi.o. 


y  una  cadena  le  echad 
mientras  procuro  su  muerte. 

¿Que  no  se  defiende  nada 
viendo  un  peligro  tan  cierto? 
Cielos,  ¿es  ladrón  Alberto? 
¿Qué  haré,  Florela  casada? 

Llevadle  luego  de  aquí; 
que  yo  haré  en  dos  horas  solas 
que  haga  dos  cabriolas 
en  una  horca. 

¡Ay  de  nü! 

Pues  que  así  dejó  la  espada, 
¿qué  más  cierta  confesión? 
Andad,  danzante  ladrón. 

(Vasc  Cornejo.) 

¿Qué  haré,  Florela  casada? 
(Llevan  a  Alberto  preso.) 

Con  qué  fingido  semblante 
Alberto  a  buscar  venía 
lo  que  él  mismo  hurtado  había 
con  máscara  de  danzante. 

Suspenso  estoy  y  admirado 
de  que  en  tal  bajeza  se  halle 
\\n  hombre  de  tan  buen  talle, 
y  en  algún  tiempo  soldado. 

Pero  pues  ha  parecido, 
se  le  agradezca  al  ladrón, 
que  por  su  misma  ocasión 
aquella  noche  ha  escogido. 

El  cual,  con  licencia  tu^a, 
llevaré  con  mi  fianza. 
Ksta  es,  Tebano,  otra  danza, 
y  es  razón  que  se  concluya. 

Vamos. 

(Vasc  Albicrioo.) 

En  esta  ocasión, 
q\ie  no  puedo  huir,  os  fío. 
Ven,  pues. 

¡Ay,  Alberto  nn'o!; 
¿posible  es  que  eres  ladrón? 


(Salí II  Kkaki.ix),  .Xnduon'io  y  Bei.akdo.) 
R  icAKi;i)o. 
¿Que  las  joyas  Judiaron  tu  i-u  canir.? 

Hiu.akdo. 

Y  queda  por  ladrón  pre.'^o  y  rendido; 
pero  es  tanto  el  amor  y  la  locura, 
que  apenas  hace  cu(  nta  de  la  infamia. 


JORNADA   TERClíRA 


511 


RlCAREDO. 

¿Qué  hombre,  eu  este  punto,  que  hombre  fuera, 
que  no  metiera  a  la  espada  mano? 


Bei,ardo. 


Bueno! 


Así  se  acuerda  el  otro  de  la  espada 
como  se  acuerda  de  la  sangre  y  honra; 
y  quien  sin  honra  vive,  ni  la  tiene, 
en  balde  ciñe  espada. 

RlCAREDO. 

Di,  Belardo, 
¿quién  o  cómo  le  puso  aquestas  joyas? 

Bei<ardo. 

Algún  criado  que  las  tuvo  hurtadas, 
y  arrepentido  con  temor  del  hurto, 
echóle  culpa  al  forastero  pobre. 

RlCAREDO. 

Esta  es  la  hora  que  anda  el  desdichado 
maltratado,  herido,  preso  o  cerca 
de  ir  a  morir  en  una  cárcel  pública; 
agora  es  tiempo  de  buscar  remedio, 
que  no  va  menos  que  la  vida  y  honra; 
y  de  la  vida  yo  no  hiciera  caso, 
pues  que  su  mismo  dueño  la  desprecia; 
pero  la  honra,  aunque  la  estima  en  peco, 
tócame  a  mí,  que  soy  su  amigo  y  primo. 
Vamos,  Andronio,  que  hoy  he  de  librarle, 
o  allí  en  su  casa  perderé  la  vida. 

Andronio. 
Será  bueno  que  avises  a  su  padre. 

RlCAREDO. 

Que  no  es  tiempo  de  dar  estos  avisos, 
que  es  gran  peligro  el  de  la  honra. 


BEIwARDO. 


Vamos, 


que  yo  el  primero  perderé  la  vida. 

RlCAREDO. 

¡Amor,  a  cuánta  infamia  estás  sujeto! 

Andronio. 
Ksta  es  la  casa. 

RlCAREDO. 

Entremos  con  silencio. 
(Vanse,  y  salen  Albkrigo  y  Florela.) 


Al,BERlGO. 
Admirado  me  dejas. 

Fl,OREI.A. 

No  te  miento. 
AebERIGO. 
Que  todo  es  fingimiento. 

Feorela. 

Todo,  señor,  es  fingido, 

que  nunca  Bandalino  fué  querido 

Aeberigo. 
¿Y  esta  firma,  no  es  tuya? 

Feoreea. 

Es  contrahecha. 

Aeberigo. 
Siempre  he  tenido  deste  amor  sospecha; 
¿al  fin,  que  Bandalino  está  engañado? 

Feorela. 

El  piensa  que  es  amado; 
mas  su  mal  piensa. 

Aeberigo. 

¿Pues  cómo  podré  yo  cubrir  la  ofensa 
de  Tebano  y  mi  hija,  sin  casarte? 

Feoreea. 
Quiero   un   consejo,    aunque   ignorante,    darte. 

A13ERIGO. 
Mira,  Florela,  que  esta  Feliciana 
es  nii  hija  y  tu  hermana, 
aunque  este  yerro  ha  hecho, 
que  disimulo  con  paterno  pecho; 
que  cuando  tu  honor  se  ofenda  o  tuerza, 
con  Bandalino  casarás  por  fuerza. 

Floree A. 
Ella  pensó  casar  con  Bandalino. 

AlberiGO. 

Pues  fué  gran  desatino; 

que  si  me  lo  dijera, 

también  como  a  Tebano  se  la  diera. 

Fi,orei.a. 
Escucha  mi  remedio. 


5J2 


EL    MAESTRO    DE    DANZAR 


Al,BERItíO. 

Di  el  consejo, 
que  vale  de  mujer  más  que  de  un  viejo. 

Fl.ORELA. 

Tú  has  de  llamarle,  y  como  en  gran  secreto, 
decirle  que,  en  efeto, 
quieres  que  sea  su  esposa; 
pero  que  hay  de  por  medio  cierta  cosa. 


;Cuál  es? 


Alberigo. 

Florela. 
Llega  al  oído. 

Al.BERIGO. 

Di,  veamos. 

(Sale  B.^NDALINO.) 

Baxdaiixo. 

Ya  cerca,  dulce  amor,  del  puerto  andamos- 
ya  puedes  amainar  las  blancas  velas, 
que  un  tiempo  desplegúelas 
contra  tu  golfo  vario; 
ya  con  viento  en  favor,  y  ya  contrario, 
y  eché  el  fierro  y  el  áncora  en  la  playa, 
que  no  hay  mar  que  no  tenga  fin  y  ra)'a; 
Llegué,  vi  el  sol,  vencí  su  rayo  ardiente, 
tan  firme  y  asistente, 
que  veo  cara  a  cara 
mi  hidalgo  sufrimiento  y  su  luz  clara. 
Águila  soy,  pues  sin  trabajo  veo 
el  re.splandor  del  fin  de  mi  deseo. 

Alberic.o. 
Vete,  (]Uf  ya  lo  entiendo. 

I-'l.ORKI.A. 

¿Y  no  te  agrada? 
(Vase  Fi-OKELA.) 
Al.BKKIGí), 

Ks  industria  extremada. 

liAXDAUNO. 

,  Por  qué  se  fué  Tlorela? 

Al.BKRHiO. 

Del  oílio  es  siempre  hija  la  cautela; 

qué  bien  que  lo  lia  trazado,  joh  Bandalinu! 


Bandalixü. 
Dame  esos  pies,  si  soy  de  esos  pies  diño. 

Ai^berigo. 

El  honor,  que  aumenta  los  linajes, 
sin  prólogos  ni  ambeges, 
me  fuerza  que  te  diga 
una  verdad,  que  a  quien  soy  me  obliga; 
porque  después,  si  a  tu  noticia  llega, 
no  pague  un  viejo  lo  que  un  niño  ciega. 

Florela,  aunque  Dios  sabe  si  lo  siento, 
con  fácil  movimiento 
de  muchacha  liviana, 
por  ventura  envidiosa  de  su  hermana, 
casarse  de  secreto  pretendía, 
contra  la  voluntad  paterna  mía. 

Y  no  digo  con  vos,  que  eso  sufriera. 

Bandaijno. 
¿Cómo?  ¿De  qué  manera? 

Al,BERlGO. 

Con  aquese  danzante 
está  casada. 

Bandaijno. 

¿Hay  caso  semejante? 

Al,BERIGO. 

Y  para  que  entendáis  bien  lo  que  pasa, 

con  esta  industria  lo  ha  metido  en  casa. 

que  es  noble  y  caballero,  aunque  ella  dice 

que  ya  se  contradice 

de  ese  primer  'ntento 

y  quiere  hacer  con  vos  el  casamiento. 

Bandaijno. 

¿Palabras  caben  en  tu  amor  tan  malas? 
¿Cómo,  señor,  con  un  ladrón  me  igualas? 

Ai^berigo. 
Que  no  es  ladrón. 

B  and  AI  INO. 

¿Pues  cómo,   si  es  honrado, 
las  joyas  le  han  hallado? 

AI.HIvRIGO. 

Florela  se  las  puso; 
porque,  como  muchacha,  se  dispuso 
a  partirse  con  él.  Si  así  os  agrada, 
esta  noche  o«  la  doy. 


JORNADA    TERCERA 


513 


Al^BERIGO. 

¡Por  cierto,  honrada! 

La  mujer  que  ha  de  ser  nuijer  de  mi  noble, 
halo  de  ser  al  doble, 
y  a  sólo  su  marido 

ha  de  haber  con  amor  correspondido. 
Que  la  mujer  que  a  otro  amó  primero, 
jamás  le  tiene  casto  y  verdadero. 

Favores  y  regalos  que  le  ha  hecho, 
desde  aquí  lo  sospecho: 
los  papeles  y  cartas, 
que  deben  de  ser  hartos,  y  ellas  hartas; 
y,  por  dicha,  también  algvin  abrazo: 
carta  de  espera  mientras  llega  el  plazo. 

La  que  ha  de  ser  de  Sandalino  esposa 
y  suceder  dichosa 
a  mi  sangre  y  nobleza, 
ha  de  tener  igual  alma  y  belleza. 
Y  en  esto  me  resuelvo,  y  agradezco 
el  desengaño  que  pagar  ofrezco. 

Rasgaré  este  papel,  y  eternamente, 
ausente  ni  presente, 
aunque  amor  me  desvela, 
me  acordaré  de  vos  ni  de  Fl órela: 
que  a  un  simple  amor  tan  grandes  desengaños, 
agravios  son  que  durarán  mil  años. 

AlBERIGO. 

¡Qué  bien  salió  la  industria;  bien  .se  ha  hecho! 
jOli  hija!,  en  cuánto  estrecho 
has  puesto  a  un  padre  honrado; 
mas  huélgome,  que  estoy  de  ti  avisado. 
Que  con  mi  reprensión  y  tu  vergüenza, 
haremos  cuenta  que  el  amor  comienza. 

(Vase    Band.\lino,    y   salen   Ricaredo,    Andronio   r 

Bklardo,  con  suyos,  y  máscaras,  y  Tebano  tras  ello^ 

con  la  espada,  desnuda,  y  Feliciana  teniéndole.) 


Cor. 

Rica. 
Teba. 

Al,DE. 
Al,BE. 


Teba. 

FeIvI. 

Rica. 

Ai^BE. 
Teba. 


Rica. 


Ai,BE. 
XEBA. 
Al.BE. 

XII 


Aquí  moriréis  los  tres. 
Teneos,  por  Dios,  .señor. 
Danos  a  Albsrto,  traidor. 
¿Qué  es  esto? 

¿Pues  no  lo  ves? 

Por  el  ladrón  que  prendimos 
vienen  otros  semejantes. 
No  somos  sino  danzantes, 
que  por  Alberto  venimos. 

Danos  a  nuestro  maestro, 
que  está  preso  sin  razón. 
Paso,  que  ya  no  es  ladrón. 
¿Pues  quién  es? 

Su  duíño  V  nuestro. 


Al.DE. 


AXBE. 
Teba. 
Al,DE. 

Rica. 


Ai.de. 
Rica. 


Ai,DE. 
Andr  . 
BEt. 
Alde. 
Bel. 


(Sale  Cornejo.) 
Acude  presto,  señor, 
que  al  ladrón  Florela  quita 
la  cadena. 

En  eso  imita 
de  mujer  noble  el  valor. 

¿Quieres  que  yo  vaya  allá 
y  no  le  deje  salir? 

(Salen  Aldemaro  y  Florela.) 

Por  aqm'  podremos  ir, 
tomada  la  puerta  está; 

¡que  no  tuviera  una  espada! 
Ya  no  la  habrá  menester, 
que  hoy  su  fin  ha  de  tener 
la  máscara  disfrazada. 

Ya  sé  que  eres  Aldemaro, 
de  los  buenos  (i)  de  Lerín; 
y  aunque  pobre,  eres,  en  fin. 
en  antigua  sangre  claro. 

Ya  que  esta  invención  de  fama, 
que  ya  se  esparce  3'  derrama 
por  hecho  insigne  en  Tudela. 

De  aquí  se  fué  Bandalino 
sabiendo  tu  casamiento, 
que  quiero,  esfuerzo  y  consiento. 
Yo  soy  vuestro  esclavo  indigno. 

Viéndome  pobre,  intenté, 
cuando  vine  a  la  sortija, 
conquistar  a  vuestra  hija, 
con  sola  nobleza  y  fe. 

Suplicóos  me  deis  perdón. 
De  todo  estáis  perdonado. 
¡Buena  joya  habéis  hurtado! 
Soy  un  dichoso  ladrón. 

Sepamos  quién  son  los  tres. 
Tres  danzantes  desta  boda; 
que  pues  tan  bien  se  acomoda, 
luego  necesario  es. 

(Quilanse  las  máscatas.) 

Ricaredo. 

Primo  mío, 
esto  hice  por  librarte, 
que  me  tocaba  gran  parte. 
Que  tendrás  perdón  confío. 

Andronio  soy. 

Yo  Belardo. 
Qué  criados  tan  fieles. 
Tú  has  danzado  como  sueles; 
pero  yo,  ¿qué  premio  aguardo? 


(i)     ICii  c'l  manuscrito  «nr.bles». 


33 


5^4 


EL   MAESTRO    DE    DANZAR 


Al.BE.  Yo  quiero  darte  a  I.iseiia, 

V  con  quinientos  ducados; 
que  a  criados  tan  honrados 
sola  aquesta  paga  es  buena. 

Bel.  Yo  os  b..-so  los  pies,  señor; 

que  grande  favor  ha  sido 
para  no  haberle  servido. 

Feli.  Muera  amor,  viva  mi  honor; 

salga  Bandalino,  en  fin, 
de  mi  alma  y  corazón. 

Albe.  Lo  que  ha  pasado  es  razón 

que  escribáis  luego  a  I^erín. 

Andr.  I.as  nuevas  he  de  llevar. 

Aquí  acabó  íu  mudanza; 


su  amor,  su  enredo,  su  danza. 
El  maestro  de  d.itiJSjr  (i). 


(i)    El  manuscrito,  y  de  seguro  el  autógrafo  de  que  es 
copia  dice  luego: 

«Hice  esta  comedia  en  Alba, 
para  Melchor  de  Villalba; 
y  porque  es  verdad  fírmelo 
el  mes  que  es  mayor  el  hielo, 
y  el  año  que  Dios  nos  salva. 
1594 


Lope  de  Vega  Carpid 


finís» 


LA     MALCASADA 


COMEDIA  FAMOSA 

DE 

LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 

DEDICADA  AL  INSIGNE  JURISCONSULTO 
DON    FRANCISCO    DB    I.  A    CUEVA    Y    SU.  VA 


Atrevimiento  es  grande  dar  a  la  luz  en  nombre  de 
vuestra  merced  esta  comedia;  pues  siéndole  tan  noto- 
rios los  preceptos,  no  le  ha  de  parecer  disculpa  haberse 
escrito  al  uso  de  España,  donde  fueron  culpados  de  la 
mala  observancia  los  primeros  por  quien  fué  introdu- 
cida. Dijo  Baldo  que;  Scire  quid  facías,  et  nescire  quo 
otdina  facías,  non  est  perfectae  cognitionis.  En  ellos 
tuvo  principio.  No  ha  sido  posible  corregirle  en  tantos 
años,  así  en  los  que  las  oyen  como  en  las  que  las  escri- 
ben; pues  aunque  se  ha  intentado,  sale  con  infeliz  aplau- 
so las  más  veces,  dando  mayor  lugar  a  los  espectáculos 
e  invenciones  bárbaras  que  a  la  verdad  del  arte,  tan 
lamentada  de  los  críticos  ini'itilmente.  I,os  autores  tie- 
nen su  parte  de  esta  culpa;  pero  pues  multa  in  iure  cívili 
contra  strídan  raííonem  disputandi,  pro  communi  utilí^ 
tate  recepta  suni,  no  es  mucho  que,  por  la  de  tantos  en 
esta  parte,  perdonen  los  observantes  de  los  preceptos 
la  imperfección  que  digo.  Pudieran  muchos  ingenios 
censores,  como  lo  condenan,  remediarlo,  porque  frustra 
est  potenlía,  quce  ad  actum  non  perduciiur.  Pero  pues 
vuestra  merced  no  ha  sido  de  los  escrupulosos  en  esta 
materia,  excusada  fuera  esta  satisfacción,  que  sólo  la 
he  dado  a  '^n  divino  ingenio,  tan  dignamente  celebrado 
«n  toda  Europa,  porque  quien  le j  ere  su  nombre  en  esta 


décimaquinta  parte  de  mis  comedias  sepa  que  le  dedico 
más  la  voluntad  que  los  versos,  porque  ella  es  verdad 
y  ellos  son  fábula,  y  que  conozco  que  muchos  imper- 
fectos, cuales  son  los  que  la  constituyen  como  miem- 
bros de  su  cuerpo,  unum  perfectutn  constituere  non  poS' 
suni.  Reciba,  pues,  vuestra  merced,  en  su  protección» 
ya  como  caballero  tan  noble  y  descendiente  de  la  casa 
Uustfísima  de  los  Duques  de  Alburquerque,  ya  como 
tan  insigne  orador  y  jurisconsulto,  a  La  Malcasada, 
título  de  esta  comedia,  que  bien  tendrá  necesidad  de 
su  elocuencia  con  que  ha  vencido  al  griego  Demóstenes, 
al  romano  Cicerón  y  al  español  Quintiliano,  para  los 
pleitos  y  desdichas  que  se  le  ofrecen,  pues  lo  debe  a 
amor  inmenso  que  le  tengo,  al  respeto  con  que  le  trato 
ya  la  veneración  con  que  le  miro;  y  pues  ubi  mens  est 
certa  d'  terhis  non  curatur,  mi  propio  atrevimiento  me 
disculpe;  que  en  razón  de  las  admirables  partes  que 
adornan  tan  estupendo  prodigio  al  mundo,  sólo  diré 
lo  que  de  Andreas  Alciato  dijo  Gribaldo,  pues  igual- 
mente honra  vuestra  merced  las  leyes  y  las  musas: 

Consultissímus  ornat  Alciatus 
Musas,  eloquium,  sacrasque  leges. 

Capellán  de  v.  m.,  Lope  de  Vega  Carpió. 


LA      MALCASADA 


COMEDIA  FAMOSA 


DK 


LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 


Don  Ji'AN,  caballero. 
I.isARDO.  Iclrado. 
Hernanto,  lacayo. 
MiLLÁN',  caf>isorrón. 
Orpóñez,  escudero. 


FIGURAS  DE  LA  COMEDIA 

Feliciana,  viuda. 
Doña  Lucrecia,  ftn  hi]a 

I«AEEL. 

Lidia,  criadas. 

Don  Jumo,  viejo  milanes. 

Fabio. 

Representóla  Riouelme 


Trebacio,  criados  suyos 
Virgilio. 
Terencio. 
Fabricio. 

FuL^.ENCín,  vicio. 


ACTO   PRIMERO 
(Salen  Don  Juan  y  Hernando,  lacayo.) 

Juan.  Todo  lo  que  digo  es  cierto. 

Her.  Parte  de  ello  he  visto  j-o. 

Ju.vx.  Si  su  rostro  me  agradó 

su  entendimiento  me  ha  muerto. 
Her.  ;Cómo  la  pudiste  hablar 

estando  su  madre  allí? 
Juan.  Porque  en  su  traza  entendí 

que  la  pretende  casar. 
IIer.  Xo  sobra  mucho  dinero 

cuando  se  casam  doncellas, 

gustando  sus  madres  de  ellas 

que  las  requiebren  primero. 
Pero  bien  que  tú  no  eres 

de  tan  poca  discreción, 

y  más  valiendo  el  doljlón 

a  veinte  y  cuatro  mujeres. 

Que  en  aquesta  edad  que  corre 

{'.sí  se  manda  trm-ar; 

ya  no  hay,  Ix-andro,  en  la  nuir 

Kro  ni  luz  en  la  torre. 

Pa.só  el  tiemi)o  de  los  bobos; 

bien  sé  yo  que  ti'i  no  poca? 

en  lo  de  casarte  a  secas. 
Ji  AN.  ¡Ay.  Hernando!,  los  m;ls  loljos 

vienen  a  morir  en  tr.'inip.i; 

íjue  el  más  fuerte  jxiis.imjento 


se  recoge  a  easamiento 

si  la  voluntad  no  escampa. 
Her.  Tengamos  en  qué  entender. 

¿Tú  te  enterneces  así? 
Juan.  ¡A}-!  ¡No  sé,  Hernando,  qué  vi 

en  esta  hermosa  mujer! 
Hkr.  ¿Qué  viste? 

Juan.  Un  mirar  traidor, 

con  vergüenza  despejado. 
Her.  Di  que  estás  enamorado. 

Ofrezco  al  diablo  el  amor; 
que  más  te  quisiera  ver 

con  unas  buenas  tercianas. 
Juan.  ¿Pues  tú  qvé  pierdes  ni  ganas 

en  querer  yo  o  no  cjuerer? 
Hek.  ¿Cómo  no?  ¿Luego  no  hay  más 

sino  servir  un  criado 

a  un  señor  enamorado? 

¡En  qué  lindo  engaño  estás! 
Tú,  si  estoy  bien  en  la  cuenta, 

me  das  al  mes  doce  reales, 

y  si  enamorado  sales, 

no  te  serviré  por  treinta. 
¿Es  negocio  de  chacota 

andarse  tras  im  amante 

todo  v\  año  de  portante 

chazándole  la  pelota? 

¿Aguardalle  en  una  esquina, 

de  un  brofuul  (|uebrado  el  brazo 


ACTO   PRIMERO 


517 


y  aguardando  un  pantuflazo 
si  un  celoso  se  amotina? 

¿Acostarse  con  el  sol 
que  sale  por  la  mañana 
porque  él  deje  a  una  ventana 
más  babas  que  un  caracol 

diciendo  amores  baldíos 
de  un  loco  y  necio  deseo 
a  la  otra,  que  tu  manteo 
está  recogiendo  fríos, 

que  todos  paran  después 
en  agua,  granizo  y  truenos, 
y  al  cabo  de  estos  serenos 
doce  reales  por  un  mes? 

Hagamos  otro  concierto 
íi  piensas  enamorarte. 
Juan.  Hernando,  en  ninguna  parte 

que  puedes  servir  te  adviertt> 

como  a  un  hombre  enamorado, 
que  la  liberalidad 
nació  de  la  voluntad, 
y  no  puede  haber  criado 

que  pueda  medrar  sirviendo 
si  su  amo  no  lo  está. 
¿Qué  recado  le  traerá, 
o  con  verdad  o  fingiendo, 

porque  no  le  dé  un  vestido, 
unas  calzas,  una  joya? 
Her.  y  si  está  en  sus  trece  Troya 

y  no  da  puerta  ni  oído, 

¿qué  dará  por  un  desdén 
un  amo  a  un  pobre  criado? 
Juan.  Xo  ha  de  ser  tan  desgraciado 

que  nunca  le  quieran  bien, 

mayormente  si  su  amor 
pone  en  doncella. 
Her.  Eso  creo, 

que  de  casarse  el  deseo 
las  pone  en  bravo  rigor. 

Dirá  una  doncella  sí 
a  quien  en  su  vida  vio, 
que  piensa,  si  dice  no, 
que  el  mundo  se  acaba  allí 

y  que  no  hay  otro  hombre  en  él; 
porque  todas  hacen  cuenta 
que  es  mejor  la  primer  venta, 
y  las  más  cierran  con  él. 
Juan.  Quedo,  Hernando,  que  ha  salido 

del  Carmen. 
Her.  Notables  son, 

ya  te  ha  mirado  a  traición. 
Juan.  Pues  de  eso  e.stoy  tan  herido. 

Her.  ¡Qué  madre  tan  reverenda! 


Xo  trae  mejor  gualdrapa 
la  misma  mvila  del  Papa. 
La  moza  es  linda  prebenda. 

Escuderito  tenemo? 
y  moza  de  garabato, 
¡Ea!,  alborotóse  el  hato, 
toque  a  todos  y  dancemos. 
(Salen  Doña   I.ttcrecia,  doncella;  Felici.'VNA,   madre; 
Ordóñeí;,  escudero;  Tsabel,  criada,  con  mantos.) 


Luc. 

Fel. 

Luc. 


Fee. 
Luc. 

Fee. 


Luc. 

Fei.. 

Luc. 

Fel. 
Luc. 
Fel. 
Her. 


Juan. 
Her. 
Juan. 
Her. 


Jt'an. 
Her. 


¡Qué  buena  está  doña  Inés! 
Pues  yo  te  juro  que  tiene 
mis  años. 

Gallarda  viene 
de  talle  y  galas  después 
que  casó  con  el  doctor. 
Mucho  remozan  las  galas. 
Si  al  contento  las  igualas, 
esa  es  la  gala  mejor. 

Las  doncellas  no  pensáis 
que  fuera  del  casamiento 
puede  haber  otro  contento. 
Vosotras  nos  lo  enseñáis, 

pues  de  eso  habernos  nacido. 
¿Quién  es  aquel  caballero 
que  te  hablaba? 

Hoy  el  primero 
día  que  le  he  visto  ha  sido. 

X^^o  tiene  mala  persona. 
Es  bien  hablado  y  galán. 
¿Qué  te  dijo? 

¡Qué  bausán 
la  estás  mirando!  Perdona; 

que  nunca  te  vi  tan  necio. 
Deseóla  enamorar. 
¿Y  negocias  con  mirar? 
De  mirar  tierno  me  precio. 

A  cierta  mujer  oí 
que  un  galán  la  enamoraba 
cada  vez  que  la  miraba. 
¿Supiste  la  causa? 

Sí. 

Era  tuerto,  y  en  lugar 
del  ojo  que  le  faltó, 
uno  de  oro  se  encajó 
la  niña  haciendo  esmaltar. 

Y  porque  un  doblón  pesaba, 
decía  aqviella  mujer 
que  le  daba  gran  placer 
cada  vez  que  la  miraba. 

Tratáronse,  y  la  afición 
tal  puso  al  buen  caballero 
que  faltándole  el  dinero 
vendió  el  ojo  en  un  doblón. 


5i8 


LA  MALCASADA 


Ji"AN.  Gran  cueno  fué  la  mujer, 

que  hasta  el  ojo  le  sacó. 
I '  KR  Si  con  él  la  enamoró, 

con  él  la  vino  a  perder. 
Pero  ella  le  consolaba 
y  a  lo  falso  le  decía 
que  pues  que  lo  mismo  vía 
ni  perdía  ni  ganaba. 
J  UAX.  Más  despacio  me  enamoro. 

Her.  Yo  tengo  por  cosa  clara 

que  hasta  el  alma  le  sacara 
si  fuera  el  alma  de  oro. 
Fel.  ¿Eso  te  dijo? 

Lrc.  Esto  mismo. 

Fei,.  ¿y  sabes  su  calidad? 

Lrc.  En  la  corte  es  necedad, 

porque  es  toda  un  barbarismo. 
Aquí  no  hay  que  saber  casa, 
creer  pajes  ni  laca^-os. 
¿No  has  visto  unos  papagayos 
qu'*  están  diciendo:  «Quién  pasa»? 

Pues  esos  son  en  la  corte 
los  que  m?jor  hablan  de  eha, 
f>crque  eso  sólo  hay  en  ella 
de  todo  su  fausto  y  porte. 

Unos  vienen  y  otros  van, 
no  hay  de  asiento,  cosa  o  casa; 
di  tú:  «¿Quién  pasa,  quién  pasa»? 
y  ellos  te  resp>onderán. 
Fel.  ¿Xo  es  este  que  viene  aquí? 

Luc.  El  mismo. 

Fel.  Derriba  d  manto 

y  dale  por  algún  canto 
los  ojos. 
Luc.  ¿Dices  ansí? 

Mas  haz  tú  que  no  lo  ves, 
que  él  quiere  llegarme  a  hablar. 
Peí,.  El  desearte  casar 

me  jx)ne  el  seso  en  los  pies. 

Mas  no  hables,  que  ha  venido 
aquel  letrado  de  ayer. 

(Salen  I.isARDo,  Ultado,  y  MillAi»,  ctiaio.) 

Mil.i,.  I^ijí^  que  éstas  han  de  ser. 

Lis.  Pamf>«í)  p^wU-nccj  has  sido. 

Mii.i.  Con  el  pie  y  la  mano  alzada 

en  viéndolas  me  quedé. 
Juan.  Ya  cuando  hablarla  intenté 

fué  todo  mi  intento  nada; 
que  aqiusti-  (|ue  viene  aquí 

o  es  .su  Jiermano  o  su  pariente, 
Hkk.  Más  parece  pretendiente. 

Juan,         ¿Prete-ndionte? 


Her.  Señor,  sí. 

Que  ella  se  ha  tapado  más 
y  él  se  queda. 
Juan.  Yo  las  sigo. 

(Vanse.) 
Lis.  ¿No  ves  esto? 

MiLL.  Yo  te  digo 

que  no  me  engaño  jamás. 
Lis.  Pues  bien:  ¿qué  culpa  tan  grave 

es  que  la  siga  un  mancebo? 
Mii,L.  Donde  no  se  pone  cebo 

ni  asen  pez  ni  cogen  ave. 
Lis.  Si  fué  el  cebo  su  hermosura, 

¿cómo  la  puede  esconder? 
Porque  el  no  dejarse  ver 
fuera  soberbia  o  locura. 
Mri,L.  Bien  se  casa  la  mujer 

a  fama  de  su  virtud. 
Lis.  Si  paía  la  juventud, 

también  se  puede  perder 
del  casarst  la  ocasión. 
Algunas  han  acertado, 
que  ellas  propias  han  buscado 
maridos  con  afición. 
Mii^L.  Pocas,  y  no  estuve  un  dedo, 

señor,  de  decir  ninguna. 
Lis.  De  los  bienes  de  fortuna, 

Millán,  confesarte  puedo 

que  la  industria  y  el  trabajo 
los  puede  y  suele  adquirir; 
que  estos  dos  suelen  subir 
a  gran  puesto  un  hombre  bajo. 

Como  verá.-,  en  algunos 
que  en  Indias  sudan,  trajinan, 
compran,  venden,  encaminan 
a  tierra  y  mai  importunos; 

y,  en  fin,  vencen,  y  a  su  tierra 
traen  con  qué  descansar; 
pero  en  esto  del  casar 
el  que  es  má.s  prudente  yerra, 

porque  ha  de  venir  del  cielo, 
y  él  como  quiere  lo  da. 
Mlli,.  Tu  ciencia  encañada  está, 

aunque  no  lo  (.-tá  tu  celo; 

que  el  ser  In  buena  mujer 
don  de  Dios  habrás  leído, 
mas  no  por  eso  cabido 
que  a  tiento  se  ha  de  escoger. 

Porque  si  eso  fuera  ansí. 
eualc|uiera  se  disculpara 
cuando  muy  mal  se  casara 
sin  poner  la  culpa  en  sí. 

Que  si  comprando  un  melón 


ACTO    PRIMERO 


519 


se  ha  de  escoger  en  docientos, 
yo  pienso  que  casamientos 
de  más  importancia  son. 

Tiente,  huela,  tome  a  peso, 
¡pese  a  tal!,  el  que  se  casa, 
pero  que  no  lleve  a  casa 
algo  que  le  quite  el  seso. 

No  milón  como  pepino, 
ni  de  maduro  badea, 
pero  que  de  gusto  sea 
y  para  estimarle  digno. 

Llaman  partes  del  melón 
los  mequetrefes  de  España 
buen  olor,  buena  calaña, 
y  estas  dos  las  mismas  son 

que  hacen  buena  a  la  mujer. 
Buen  olor  es  buena  fama, 
buena  calaña  es  la  rama 
de  quien  ha  de  proceder. 

Que  nunca  de  madre  ruin 
vimos  hija  virtuosa, 
si  no  es  por  maravillosa 
voluntad  del  cielo,  en  fin. 
Lis.  ¡Oh  qué  moral,  majadero! 

¿Tú  me  enseñas? 
Mil,!,.  No  hay  letrado 

para  leyes  de  casado 
como  el  que  lo  fué  primero. 

(S/üe  Don  Juan  .) 

Lis.  ¿No  es  este  el  galán  que  vi 

picar  en  doña  Lucrecia? 

MlLX,.  El  mismo;  y  si  ella  no  es  necia, 

hará  que  te  pique  a  ti. 

Juan.  Si  de  im  mirar  se  conoce 

que  agrada  lo  que  se  ve, 
esperanza,  dadme  fe 
para  que  este  bien  me  goce. 

Mirado  me  han,  o  me  engaño, 
con  ojos  vertiendo  risa, 
que  es  por  donde  el  alma  avisa 
que  no  es  el  objeto  extraño. 
¡Lindos  recados,  por  Dios, 
cor  los  ojos  le  envié 
y  tal  vez  imaginé 
que  nos  los  dimos  los  dos! 

Ella  es  bella,  y  para  darme 
a  entender  que  es  bien  nacida 
se  entró  (i)  gallarda  asida 
a  su  escudero  al  dejarme; 
y  para  darme  a  entender 


(i)    Ba  Hartzeabusch  «estiró). 


que  era  rica,  se  rió, 

que  quien  perlas  me  enseñó 

oro  debe  de  tener. 

Pues  hermosa,  hidalga  y  rica 
no  será  mal  casamiento. 
Lis.  El  hombre  viene  contento; 

que  le  admiten  significa. 
Mn,!,.  Celos  en  menos  de  un  hora; 

pero  tales  suelen  ser 
que  retan  los  por  nacer, 
como  Ordóñez  en  Zamora. 
Juan.  a  mi  lacayo  dejé 

para  hacer  información 
de  quién  y  de  dónde  son. 
Lis.  ¿Podréle  hablar? 

Mil,l<.  ¿Para  qué? 

Lis.  Para  saber  lo  que  emprende. 

Mil,!,.  ¿Pues  podrás? 

Lis.  Pienso  que  sí. 

Mil,!,.  ¿Qué  invención? 

Lis.  Aguarda  aquí. — 

Si  quien  pregunta  no  ofende, 

suplico  a  vuestra  merced 
me  diga  en  qué  casa  vive 
doña  Lucrecia  de  Orive, 
que  recibiré  merced, 

porque  le  traigo  este  pliego. 
No  conozco  tal  señora. 
Pues  di  jome  este  hombre  agora, 
si  acaso  no  estaba  ciego, 

que  con  ella  os  vio  pasar. 
La  mujer  que  yo  seguí 
aquí  en  el  Carmen  la  vi, 
mas  rezar,  que  no  mirar. 

Agradóme  por  lo  honesto 
y  fui  en  corso  por  la  calle 
a  convidarla  a  este  talle; 
no  hay  más  desta  culpa  en  esto. 
Lis.  No  lo  digo  yo  por  tanto; 

que  esa  señora  es  mujer 
que  se  deja  pretender 
para  matrimonio  santo. 
Juan.  Así,  pues,  vuesa  merced 

cor  sus  letras  la  pretenda, 
pues  no  es  justo  que  se  ofenda 
que  a  otros  haga  merced ; 

que  yo  pienso  con  mi  espada 
pretenderla  aquí  también 
porque  me  parece  bien 
y  no  es  suya  ni  es  casada. 

Que  me  haya  dicho  su  nombre 
eso  agradezco. 
Lis.  En  efecto 


Juan. 
Lis. 


Juan. 


5''o 


LA   MALCASADA 


sois  tan  noble  y  tan  discreto 
como  hidalgo  y  gentilhombre. 

Pretended  enhorabuena, 
que  %niestra  resolución 
muestra  bien  que  la  intención 
está  de  engañarla  ajena- 
pero  llevad  advertido 
que  este  es  pleito,  y  soy  letrado. 
Juan.  Yo  sé,  señor  licenciado 

del  tribunal  de  Cupido, 
lo  que  se  puede  saber. 
A'uesa  merced  haga  cuenta 
que  alguna  cátedra  intenta 
y  comience  a  pretender. 
I.is.  Dios  os  guarde  muchos  años. 

Juan.  Y  a  vos  os  dé  que  veáis 

lo  que  a  mí  me  deseáis. 
Miu..  ¿Qué  ha  habido? 

I.is.  Cuentos  extraños. 

Vente,  Julián,  por  aquí; 
lo  que  pasa  te  diré. 
(Vanse  los  a'/s.) 
JlAX.  Necio  vino  y  necio  fué; 

a  mi  gusto  respondí. 

Todos  sabemos  latín; 
despacio,  señor  doctor. 

(Sale  Ilr.RNAXDO.) 
Her.  En  este  punto,  señor, 

la  información  hizo  fin. 
JiAN.  ¿Hijo  o  hija? 

Her.  Hermafrodita. 

Juan.  ¿Todo  junto? 

Her.  Así  lo  creo. 

JtAX.  ¿Pues  qué  haremos  del  deseo 

que  el  alma  me  solicita? 
Hek.  Oye  atento. 

J''AN.  Ya  te  escucho, 

y  con  no  poco  temor. 
Her.  Vo  fui  inquiriendo,  señor, 

desde  \<)  peno  a  lo  mucho. 
Ivlla,  cuanto  a  lo  primero, 

es  doncella  honesta  y  grave, 

no  de  las  de  Dios  lo  sabe. 
J  t'AN.  A-si  lo  creo  y  lo  quiero. 

Her.  Kstoeshijo 

J'AN.  ¿Y  en  c|ué  es  lujar 

Her.  I'ii  «-.r  pobre. 

J'AN.  ¿Pobre? 

Her.  Sí. 

que  esta  cuerda  le  torcí 

a  la  segunda  clavija. 
JfAN.  ¡Malo! 


Her.  Endiablado. 

Jl'AN.  No  hay  coia 

que  tanto  me  pueda  helar. 
Her.  Puede  la  esfera  enfriar 

adonde  el  fuego  reposa. 

Un  hombre  me  dijo  a  mí 
que  una  vez  se  vio  perdido 
de  amor  y  tan  sin  sentido 
que  andaba  fuera  de  sí. 

Mereció  una  noche  ver 
a  su  bellísima  dama 
para  dar  fin  a  su  llama, 
y  vio  en  su  aposento  arder 

un  reverendo  candil. 
Tal  fué  el  ansia  que  le  dio 
que  se  desenamoró 
viendo  una  alhaja  tan  vil. 

De  suerte,  que  no  pudicndo 
padres,  amigos,  parientes, 
enemigos  diferentes 
con  quien  andaba  riñen  do 
quitarle  este  negro  amor 
que  está  en  la  sangre  sutil, 
pudo  él  hallar  un  candil 
la  noche  de  su  favor. 
Ju.vx.  Ahora  bien:  ¿es  con  extremo 

su  pobreza  ? 
Her.  No,  señor, 

c]ue  hay  csciidero  de  honor 
y  otras  honrillas  que  temo. 
Jt'an.  Pues  si  es  casta  y  virtuosa 

y  hermosa,  ella  será  mía; 
pero  elccirte  querría 
una  pregunta  graciosa 

cjue  me  hizo  aquel  letrado. 
Hhr.  ¿Preguntaba  algún  problema? 

Juan.  No,  sino  cierta  entimema 

de  su  amor  desatinado. 
Her.  ¿Pues  <]uiérela  bien? 

Juan.  También. 

Ven  por  af]uí,  lo  sabrás. 
Her.  ¿Aun  eso  tenemos  más? 

J  VAN.         E'l  mal  es  sombra  del  bien. 
Her.  ¿Díjete  que  la  criada 

al  entrarse  me  miró? 
Jtan.  No,  Hernando. 

Hi:r.  Pues  pie>nse)  yo 

que  ya  queda  enamorada. 

Hilé  bigotes,  miré 
a  lo  lindo,  puse  el  brazo 
en  arco  y  dile  un  flechazo 
<jue  ])or  nuierta  la  dejé. 
J  '  AN'  (jue  ha  de  hacer  es  cosa  clara 


\ 


ACTO    PRIMKKO 


521 


mis  partes  si  la  enamoras. 
Hkr.  Yo  te  juro  que  a  estas  horas 

se  está  arañando  la  cara. 
(Vanse  y  salen  la  madre  y  T^ttcrecia.) 

Feliciana. 

Hija,  no  es  pobre  quien  herniosa  nace, 
que  no  es  pequeño  dote  la  hermosura, 
que  a  veces  más  que  el  oro  satisface, 

si  virtud  la  acompaña  está  segura; 
que  es  imposible  que  vf  ntura  falte, 
porque  en  esto  consiste  la  ventura. 

Es  la  virtud  de  la  hermosura  esmalte 
que  deja  deslucidos  los  vacíos, 
y  así  no  es  justo  que  del  oro  salte. 

Agrédanme  tus  galas  y  tus  bríos; 
pero  es  también  razón  que  los  moderes. 

Lucrecia  . 
¿Cuándo  has  notado  excedo  de  los  míos? 

Si  tú,  señora,  que  me  case  quieres, 
como  en  el  vulgo  dicen,  por  mi  pico, 
no  es  justo  que  de  verme  hablar  te  alteres. 

Feucíana. 
Aquel  letrado  tiene  el  padre  rico; 
de  Salamanca  viene  graduado. 
Xo  para  que  te  enojes  te  replico. 

Lucrecia. 
Xo  me  aficiona  tanto  el  licenciado, 
que  de  esto  de  hopalandas  soy  medrosa. 

Feuiciana. 
¿Pues  quién?  ¿El  infanzón  meaio  soldado? 

IATCRECIA. 

Más  me  lleva  los  ojos  una  airosa 
persona  con  espada  y  daga  haciendo 
los  pasos  a  una  caja  sonorosa, 

que  un  Bartulo  ni  Baldo  reverendo. 

Feliciana. 
Pues  vives  engañada,  que  eses  locos 
todos  son  plumas,  oropel  y  estruendo. 
Nunca  sus  bizarrías  me  hacen  cocos; 
más  me  agradan  gualdrapas  que  mochilas. 

IvUCRECIA. 

Por  eso,  madre,  se  parecen  pocos; 
Tú  las  plumas  y  galas  aniquilas 
y  yo  aborrezco  borlas  y  gualdrapas. 

Feliciana. 
lOh,  necia!  Con  los  dedos  despabilas. 


Pieidet:  gran  bien  si  de  su  amparo  escapas; 
mal  sabes  lo  que  honran  y  engrandecen 
las  venerables  gorras  y  las  capas. 

Lucrecia. 
Por  lo  que  te  parecen  te  parecen: 
tiñe  las  tocas  y  serás  letrado. 

Feliciana. 
Plumitas  y  garzotas  te  enloquecen. 

I  UCRECIA. 

Sepa,  señora  madre,  que  me  ha  dado 
soldado  el  gusto  el  generoso  cielo, 
que  no  es  pequeño  bien  que  esté  soldado. 

Feliciana. 
Tu  poco  bien,  tu  mucho  mal  lecelo. 

(Sale  IsAiíEi,,  criada,.) 
Isa,  Un  criado  de  don  Juan, 

aquel  gallardo  mancebo 
galán,  en  la  corte  nuevo 
y  tuv'o  nuevo  galán, 

aqueste  papel  me  ha  dado, 
y  si  mal  no  lo  miré, 
algo  trae  que  se  ve 
por  el  capote  embozado. 
Lee  y  mira  si  ha  de  entrar. 
Luc.  ¿Das  licencia? 

Fel.  Yo  deseo 

tu  remedio  donde  veo 
que  te  has  inclinado  a  amar. 

Lee;  que  yo  en  vm  papel 
conozco  el  entendimiento 
de  un  hombre. 
Luc.  vSu  pensamiento 

dice  de  esta  suerte  en  él: 

(Lea.) 

«Si  fuera  meros  que  santo  mi  pensamiento, 
no  me  atreviera  a  escribirle.» 
Fel.  ¿Santo?  ¿Si  se  mete  fraile? 

Luc.  Santo  dice,  aunque  no  es  tanto, 

pues  para  casarse  es  santo. 
Fel.  Xo  hay  son,  Lucrecia,  a  que  baile 

más  presto  cualquier  mujer. 
Luc.  Madre,  si  el  tomar  estado 

es  el  más  justo  cuidado 

que  debe  y  puede  tener, 
no  te  espantes. 
Fel.  Di  adelante, 

que  ya  es  justo  pensamiento, 

pues  entra  por  casamiento. 
Ij'C.  Pues  es  justo,  no  te  espante. 


522 


LA  MALCASADA 


(Lea.) 
♦Yo  te  vi  y  te  hablé  hermosa  y  discreta...» 

Fel.  Correspondencia,  ¡oh  qué  bienl 

Vi  hermosa  y  hablé  discieta. 

Luc.  ¿Cánsate? 

Fel.  No,  que  es  receta 

que  importa  a  las  dos  también. 

(I«DCRECiA.  Lea.) 
«El  de.<^eo  me  obligó  a  informarme  de  tu  cali- 
dad; que  ya  sabes  que  amor  es  deseo...» 


Fel. 


Luc. 


Definición:  su  puntica 
tiene  el  señor  de  sutil; 
de  estos  en  Madrid  hay  mil. 
F,s  tan  sutil  que  me  pica. 


(Ua.) 

«Supe  tus  partes,  creció  mi  pensamiento;  si 
te  agradan  las  mias...» 

Fel.  Jugó  del  vocablo  ahí. 

Luc.  Tú  juegas  más,  pues  te  burlas. 

Fel.  No  lo  tomaré  de  burlas 

si  es  de  veras  para  ti. 

Lucrecia. 

(Lm.) 
«Daré  a  tu  madre,  y  mi  señora,  un  memorial 


de  quién 

soy...» 

Fel. 
Luc. 

Madre  y  señora;  ya 
a  lo  yerno  este  galán. 
¿Las  cortesías  te  dan 
enfado? 

escribe 

Fkl. 

En  la  corte  vive. 

Lucrecla. 

(Ua.) 
«En  prendas  de  esto  recibe  ese  regalo  y  de  los 
muchos  que  espero  hacerte  si  te  merezco...» 

FBL.  ¿Regalando  y  casamiento? 

No  lo  entiendo. 
I#UC.  ¿Í3oy  yo  necia 

para  engaños? 
Fel.  jAy,  Lucrecia, 

que  es  mlscara  el  pensamiento! 

LUCRJiCIA.  * 

(LtM.) 

«Mañana  cstíirá  mi  ctxlie  a  tu  puerta  para 
que  te  vayas  al  Soto  y  en  él  tendrán  mis  criados 
con  que  meriendes...» 


Fel.  ¿Coche  tiene? 

Luc.  ¿No  lo  ves? 

Fel.  Yo  te  cuento  por  casada. 

Luc  Más  que  el  m  marial  me  agrada; 

ni  le  tomes  ni  le  des. 

( Sale  LiJJiA,  criadz.) 
Lid.  Aquí  ha  llegado  un  criado 

de  Lisardo. 
Fel.  ¿Quién? 

Lid.  ün  hombre 

que  replicando  a  este  nombre 

me  dijo  que  era  letrado 
y  me  ha  dado  este  papel. 
F^L,  Es  día  de  peticiones. 

¡Qué  mala  cara  le  pones! 

Lee  lo  que  dice  en  él. 

Lucrecia. 
(Lea.) 
«No  hubiera  declarado  mi  pensamiento  si  no 
me  hubieran  dado  ocasión  los  celos  de  un  caba- 
llero que  de  pocos  días  a  esta  parte  ronda,  pasea, 
mira  y  solicita  tus  rejas...» 


Luc 

¿Cómo  no  hablas  aqm'? 

Fel. 

Porque  no  fuera  razón 

interrumpir  las  que  son 

tan  discretas  para  mí. 

Luc 

¿Estas  discretas? 

Fel. 

¿Pues  no? 

Luc 

¡Bravamente  te  ha  cuadrado 

esto  que  llaman  letrado! 

Fel. 

Soy  medio  latina  yo. 

Luc. 

No  la  quiero  replicar, 

ni  es  mucho,  aiuique  me  perdone 

que  de  letras  se  apasiones 

la  que  pretende  obispar. 

(Lea.) 

«La  buena  relación  de  tu  virtud  y  nacimiento 
.seiá  dote  para  mí  si  tú  responaes  pura  y  amo- 
rosa...» 

Al  verdadero  amor  de  tu  Fil.-no. 


Fel. 
Luc 


Fel. 


¿Haces  burla? 

¿Pues  no  ves 
que  hurtó  el  verso  a  Garcilaso 
y  que  yo  prosigo? 

Pa.so, 
que  no  (juiere  que  le  di-s 

tanto  lugar  a  don  Juan; 
que  hay  aquí  muchos  don  Juanes 
sin  Mendozas  y  Guznianes 
todos  Mendoza  y  Guzmán. 


ACTO    PRIMERO 


523 


Luc. 
Fei,. 


I^uc. 


Fei.. 


Luc. 
Peí,. 

ISA. 

Fei,. 
Isa. 
Fei,. 

IvUC. 


Her. 


Vienen  de  lejos  ac|uí 
con  haciendas  qne  es  vergüenza. 
Ya  tu  condición  comienza. 
Las  letras,  Ivucrecia,  sí; 

éstas  ya  tieren  sabido 
con  qué  han  de  comer. 

Reniega 
si  la  fortuna  te  ciega 
y  no  es  un  sabio  admitido. 

Dices  bien ;  pero  si  están 
afuera  esos  dos  criados 
de  un  galán  entre  letrados 
y  un  hidalgo  tan  galán, 

cada  uno  de  por  sí 
entre  a  informarte. 

Eso  es  justo. 
Pues  óyelos  por  mi  gusto. 
¿Entrará  el  de  don  Juan? 

Sí. 

Voy  a  llamarle. 

No  sé 
qué  hallas  en  un  soldado. 
¡Ay,  madre!,  el  sol  que  me  ha  dado 
desde  que  le  hablé  y  miré. 

(Sale  Hernando.) 

Con  vuestra  licencia  di 
un  regalo  que  traía 
a  la  señora  criada 
de  las  dos,  señoras  mías. 
Dijo  don  Juan,  mi  señor, 
que  os  dijese  que  una  rica 
voluntad  al  don  más  pobre 
enriquece  y  autoriza. 
Vienen  zapatilla*  de  ámbar, 
aunque  esto  de  zapatillas 
no  se  sabiendo  los  pies 
es  presente  en  profecía, 
que  puede  vuestra  merced 
calzar  de  catorce  arriba, 
y  aunque  las  hizo  de  trece 
venirle  cortas  y  chicas. 
Yo  le  dije:  «Las  mujeres, 
y  más  preciadas  de  lindas, 
todas  calzan  cinco  puntos; 
yerras  si  catorce  envías.» 
Replicóme:  «Por  ser  de  ámbar 
lo  hice,  porque  no  diga 
que  por  gastar  poco  en  ellas 
las  mandaba  hacer  tan  chicas.» 
Demás  que  cierta  persona 
de  los  zapatos  decía 
que  era  bien  hacerlos  grandef 


Peí,. 

Her. 
Fei,. 


Her. 


Peí,. 
Her. 
Fei.. 
Her. 
Peí,. 
Her. 

Peí,. 
Her. 
Peí,. 
Her. 


a  las  damas  más  pulidas, 

que  los  chicos  hacen  callos, 

y  las  mujeres  sentían 

que  las  hiciesen  callar, 

aun  por  los  pies,  sólo  un  día. 

Demás  de  que  los  diez  dedos 

casa  sin  ventana  haljitan 

y  es  bien  que  de  sala  grande 

zapato  grande  les  sirva.» 

Medias  traje  nacaradas 

con  unas  pajizas  ligas, 

que  porque  ahorcan  las  piernas 

les  dio  color  amarilla; 

y  con  diez  y  seis  diamantes 

de  oro  un  niño  Bautista 

que  si  fuera  San  Cristóbal 

cuatro  ciudades  valía. 

Mas  parecióle  mejor, 

tal  de  discreto  se  pica, 

que  no  enviase  gigantes 

quien  presenta  niñerías. 

Lo  mejor  de  este  presente 

sois  vos. 

Merced  infinita. 
Y  el  más  lindo  socarrón 
que  he  visto  en  toda  mi  vida. 
¿Quién  es  este  caballero? 
Rivadeneira  apellidan 
su  casa,  y  la  de  sus  padres 
está  en  medio  de  Galicia. 
Vino  a  pretender,  y  hará 
un  año  por  San  Matías 
que  somos  en  esta  corte 
máscaras  de  su  sortija. 
Yo  soy  el  paje  de  lanza, 
su  hacienda  quien  le  apadrina 
y  el  aventurero... 

Basta. 
Su  estómago  a  decir  iba. 
¿Tiene  coche? 

Coche  tiene. 
¿Con  qué  caballos? 

Dos  pías 
hechas  de  nuestros  remiendos. 
¿Qué  decís? 

Que  son  potricas. 
¿Potricas? 

De  mal  domadas, 
no  las  poren  muchos  días, 
porque  han  muerto  .seis  cocheros, 
vengando  a  gente  infinita, 
y  muer+o  treinta  señoras, 
sin  las  dueñas  y  las  niñas; 


524 


1  A    MAf.CASADA 


r.vc. 

Fkl. 


Hi:r. 


Fei,. 

lAC. 


MlLL. 
lAC. 

Fel 

I.UC. 

Fel. 
Mii.1.. 


I-EL. 

Mili. 


Fei.. 

I.UC 

Fei.. 


dos  cléi  igos.  siete  frailes 
y  un  enano  que  venía 
a  pretender  ser  hurón 
cansado  de  ser  aidilla. 
El  hombre  es  not:\ble  humor. 
Muriéndome  estoy  de  rita. 
¡Qué  bien  parece  ?  un  discreto 
que  de  \ui  bellaco  se  sirva! 
Decid  que  le  doy  licencia 
para  que  venga  a  visita 
mañana,  a  las  diez. 

Yo  voy 
a  concertar  estas  vistas; 
pero  si  queréis  el  coche 
haré  que  pongan  las  pías. 
¡Jesiis,  ni  por  pensamiento! 
Calle,  madre,  que  es  mentira. 

(Sale  Mill.4n.) 

Cansado  estoy  de  esperar. 
Por  su  vida,  madre  mía, 
que  mire  qué  tumba  es  esta. 
¿Tumba  dices? 

O  estantigua. 
; Quién  es  vuestro  amo? 

No  sé 
de  qué  manera  os  lo  diga; 
porque  cual  to  a  su  persona 
es  de  la  sangre  más  limpia 
que  tiene  toda  esta  tierra, 
pjorque  su  padre  averigua 
.ser  descendiente  de  Adán. 
Es  muy  notable  hidalguía. 
;Xo  ves  ya  la  necedad? 
Cuanto  a  su  ingenio,  le  lindan 
Báitulo  y  Baldo  las  plumas 
con  que  su  nombre  eternizan. 
Nunca  fué  tan  orador 
Demóstencs,  ni  en  poesía 
supo  tanto  el  griego  Homero; 
todos  le  tienen  envidia. 
Es  su  bien  nacido  padre 
en  la  riqueza  otro  Midas; 
jxjr  sus  virtudes  le  'idoran; 
que  no  ha  jugado  en  .su  vida 
ni  pue.sto  mano  a  la  espada. 
(•Qué  te  parece? 

No  digas, 
madre,  que  es  hombre  de  l)ien. 
;I'ues  no  es  de  alabanza  digna 
la  condición  de  un  hidalgo 
que  en  su  vida  vio  la  esgrima 
ni  gastó  baraja  al  juego? 


Et:c.  No  por  cierto;  antes  seiía 

mejor  poner  a  tal  hombre 
una  rueca  o  almohadilla. 
¡Quite  allá  sus  calidades! 

Vvx.  Sospecho  que  desatinas, 

pues  el  amor  de  don  Juan 
a  disparates  te  obliga. 
Pregunta  si  tiene  coche. 

Mil. I,.  No;  pero  el  haca  más  prima 

que  parió  yegua  en  el  mundo 
desde  la  primera  silla. 
Esta  lleva  el  licenciado 
con  gualdrapa  algunos  días, 
otros  trae  agrua  o  leña 
con  su  albarda  y  con  su  cinclia. 
En  el  estudie  se  entró; 
y  tiene  tanta  malicia, 
que  se  comió  dos  Digestos 
como  si  fueran  dos  cribas. 
Desde  entonces  es  tan  sabia, 
que  en  distinciones  camina, 
en  párrafos  tira  coces 
y  en  griego  y  latín  relincha. 

(Sale  OunóÑicz,  escudero.) 
Ord.  Aquel  señor  milanés 

que  va  al  Carmen  muchas  fiestas 
y  con  palabras  compuestas 
te  habló  dos  veces  o  tres, 

para  visitarte  pide 
licencia. 
Fei..  Señor  galán, 

esas  partes  se  verán, 
que  agora  el  tiempo  lo  impide 

y  esta  visita  forzosa. 
Decid  al  señor  lásardo 
que  aquí  mañana  le  aguardo. 
Mil, I,.  Pienso  que  seréis  dichosa 

si  tal  yerno... 
l'ivi..  Bien  está; 

andad,  yo  lo  entiendo  así. 
Mii,i..  El  vendrá  mañana  aquí 

y  lo  demás  os  dirá. 

fVase  y  sale  Julio,  viejo  milattí's,  y  dos  criados:  Fabio 
y  Trichaciü.) 

Jri..  Besóos  las  manos  mil  veces. 

Fei..  Seáis,  .señor,  bien  venido. 

Apostaré  que  ha  sabido, 

nmchacha,  lo  que  mereces 
y  viene  a  .ser  buen  tercero 

de  alguna  ventura  tuya. 
)i  I..  l'abio,  la  belii /a  suya 

veiKX'  el  valor  del  dinero. 


ACTO    PRIMERO 


525 


Fei.. 
Ord. 
Fkl. 

Luc. 
Jur,. 


Fei.. 


Jrr<. 


Fei.. 

JUL. 


Fei.. 


Jui.. 

Fab. 

Tre. 

Jui.. 

Fei.. 
Jui.. 


Fei.. 
Jui,. 


Sillas,  ¡hola! 

Aquí  las  tienes. 
Sentaos,  hacednie  favor. 
¡Ay  si  le  casase  amor! 
¡Qué  de  quimeras  previenes! 

Sentar  eme  si  mandáis; 
y  la  señora  Lucrecia 
se  siente  aquí. 

Tanto  os  precia 
esta  casa  donde  estáis, 

que  podéis  mandar  en  ella 
como  en  la  vuestra,  señor. 
Siéntate,  niña. 

El  amor 
que  a  vos  os  tengo  y  a  ella 

me  obliga  a  ser  en  persona 
de  mis  negocios  tercero. 
¿En  qué  os  sirvo? 

Si  primero 
amor  mis  años  abona, 

que  no  son  los  que  parecen , 
sabréis  mi  intención. 

Yo  creo 
vuestro  amor  y  buen  deseo, 
y  creed  que  avuique  os  ofrecen 

así  a  la  vista  las  canas 
en  edad  madura,  estáis 
tan  fresco  que  bien  mostráis 
que  no  es  por  muchas  mañanas 

de  San  Juan;  mas  por  cuidados 
treinta  y  seis  años  tendréis. 
Xo;  tengo  cuarenta  y  seis. 
Libros,  caminos,  cuñados, 

pleitos,  negocios  lo  han  hecho. 
De  sesenta  se  ha  quitado 
catorce. 

De  lo  pasado  (i) 
bien  dice,  no  es  de  provecho. 

Hallóme,  gracias  a  Dios, 
bueno  y  hábil. 

Bien  se  os  ve. 
Que  .sois  pobre  y  noble  sé, 
concertémonos  los  dos. 

Daré  cuatro  mil  ducados 
a  la  hermana  de  Lucrecia 
para  casarse. 

No  es  necia 
ni  fea. 

Y  bien  empleados 

diez  mil  a  ella,  en  que  quiero 
dotarla  si  me  la  dais. 


i    I-Ei,. 


Luc. 


Fei.. 
Luc. 
Fei,. 


JUI.. 

Fei,. 

JUI.. 


Fei.. 
Jui.. 
Luc. 


T'EI.. 


(i)     Ifarti:.  enmendó  <'¡Qiic!  I,o  posado» 


Mucho,  señor,  nos  honráis, 
y  estarlo  de  vos  espero 

como  si  viviera  agora 
mi  marido,  que  Dios  ha^-a. 
Respóndele  que  se  vaya 
al  río  Jordán,  señora, 

y  que  cuando  de  allá  vuelva 
que  se  venga  por  aquí. 
¿Estás  en  ti? 

Y  aun  en  ti. 
No  sé  cómo  rae  resuelva 

menos  que  hacer  vuestro  gtistc, 
pues  me  enriquecéis  y  honráis. 
Con  que  vos  os  resolváis 
haréis  por  mí  lo  que  es  justo. 

Digo  que  so}'  muy  contenta. 
Pues  hagamos  la  escritura; 
que  el  dote  de  su  hermosura 
me  ha  dado  un  millón  de  renta. 

Dalde  vos  este  diamante 
que  mil  escudos  costó, 
que  a  vos  os  quiero  dar  yo 
éste,  que  es  su  semejante. 

Habladla  y  daré  la  vaielta 
con  el  notario. 

Id  con  Dios. 
El  os  guarde. 

Y  de  los  dos 
a  mí,  porque  estoy  resuelta 

de  antes  dejarme  matar. 
Necia,  loca,  presumida, 
de  lui  mozalbillo  vencida 
que  hoy  te  ha  comenzado  a  hablar. 

Si  im  viejo  para  morii 
te  dota  en  diez  mil  ducados 
sin  los  que  tienes  sobrados, 
que  tú  puedes  adquirir, 

V  da  cuatro  para  dote 
de  tu  hermana,  ¿cuál  ventura 
puedes  tener  más  segura? 
¿Es  más  hacienda  el  bigote 

y  el  copete  de  un  mozuelo 
billetero,  espadachín, 
con  u.n  lacayo  INIerlín 
y  con  un  paje  torzuelo, 

y  a  tres  días  de  la  boda 
comer  pasteles  sin  mesa, 
vender  las  joyas  apriesa 
y  jugar  la  hacienda  toda? 

¿Por  dicha  es  mejor  llorar 
celitos  y  andar  desnuda? 
Ese  propósito  nmda. 
Muclif  s  gra-^ias  has  de  dar 


526 


LA  MALCASADA 


al  cielo  por  tanta  dicha; 
que  no  hay,  Lucrecia,  mujer 
que  en  faltándole  el  comer 
no  llame  el  gusto  desdicha. 

Un  coche,  cuatro  doncellas, 
dos  dueñas,  tres  escuderos, 
galas,  joj'as  y  dineros 
hacen  las  mujeres  bellas. 
Esto  las  trae  contentas 
y  gordas,  que  no  el  mocillo 
con  cadenita  y  cintiUc, 
dar  coces,  decir  afrentas, 
almidonarle  cambray, 
esperarle  hasta  las  tres 
y  no  comer  en  un  mes. 
JLüC.  ¿Todas  esas  cosas  hay? 

Fel.  y  como,  demás,  que  un  viejo 

tiene  verdadero  amor, 
es  padre,  esposo  y  señor, 
en  lionra,  amor  y  consejo. 
A  las  noches  hizo  Dios 
para  dormir,  duerme  tú. 
Lvc.  jXo  me  digas  más,  Jesú! 

Dios  que  nos  libre  a  las  dos 
de  dar  en  un  mozo  de  esos. 
Fel.  Este  Diamante  me  dio 

que  mil  escudos  costó. 
Luc.  Muestra,  daréle  mis  besos. 

Fel.  Este  me  dio  para  mi. 

Lrc.  ¡Qué  fondo,  qué  claridad! 

Señor  don  Juan,  perdonad, 
su  luz  me  lleva  tras  sí. 
Fel.  Ven  y  pondráste  el  vestido 

de  nácar,  que  te  está  biea. 
Lrc.  (jQuc  ho}-  has  casado  también 

mi  hermana?  Gran  dicha  ha  sido. 
Fel.  Rica  fuiste  de  ventura; 

el  cielo  te  dio  favor, 
porque  no  hay  dote  mayor 
qve  virtud  con  liermosuia. 

(Vanse  y  salen  Don  Juan  y  Hernando.) 

Juan.  En  fin,  dice  que  la  vea. 

Her.  Si  no  me  engaño,  te  aguarda. 

Juan,  Aquí  traigo  el  memorial 

de  mi  calidad. 

Hkh.  Repara 

«II  que  .se  lia  de  probar  lodo. 

Juan.  De  v«  rte  necio  me  ran.sas. 

¿Cuándo  has  visto  casamiento 
donde  mentiras  no  haya? 
V.\  hombre  dice  que  viene 
de  los  godos  de  Alemuniu 


y  que  sus  parientes  son 
los  Doce  Pares  de  Francia. 
Píntase  rico,  galán, 
discreto  y  lleno  de  gracias, 
encubre  vicios  y  años 
y  aim  otras  secretas  faltas; 
la  mujer  dice  que  tiene 
diez  mil  ducados  por  fama 
aprécianse  ciertas  viñas, 
unas  hi^ertas  y  dos  casas 
y  no  llegan  a  dos  mil; 
si  es  baja,  la  dan  tan  alta 
que  apeada  del  chapín 
de  giganta  se  hace  enana, 
y  otras  cosas. 
Her.  No  prosigas, 

que  oí  referir  que  estaban 
para  acostarse  dos  novios 
y  que  él  le  dijo:  «Mi  alma, 
ya  somos  uno  los  dos; 
cinco  o  seis  dientes  me  faltan, 
postizos  son  los  que  veis, 
yo  me  los  pondré  mañana.» 

Y  que  ella  le  respondió: 
«Mis  ojos,  no  importa  nada, 
que  5'o  soy  calva  también.» 

Y  quedando  destocada, 
se  quitó  una  cabellera 
con  que  le  mostró  la  calva. 

Juan.  Llama,  Hernando. 

Her.  Con  buen  pie. 

(Salen  Lisardo  y  Millán.) 
Isa.  ¿Quién  llama? 

MiLL.  A  la  puerta  llama 

el  don  Juan  del  otro  día. 
Lis.  Pues  don  Juan  llama  en  su  casa, 

llama  tú  presto. 
MiLL.  Ya  voy. 

¡Ah  de  casa! 
Juan.  Cuando  llama 

un  caballero  a  luia  puerta, 

¿en  qué  ley,  señor,  se  halla 

que  se  llame  de  esa  suerte? 
Lis.  Si  soy  dueño  de  esta  casa, 

¿es  mucho  que  llame  an.sí? 
Juan.  ¿Dueño? 

Lis.  Sí,  pues  vengo  a  honrarla 

con  título  de  marido. 
Juan.  Si  se  casa  I'Vliciana 

con  vos.  dadme,  como  ^uf  ^^ro, 
las  manos  para  besarlas, 
porcjiu-  yo  vengo  a  casarme 

con  tu  hija. 


ACTO    SEGUNDO 


527 


Lis.  ¡Linda  gracia! 

¿Tan  viejo  os  he  parecido? 
Pues  en  verdad  que  me  casa 
con  Lucrecia. 

Juan.  ¿A  vos? 

Lis.  a  mí. 

Juan.  ¿Habrá  otra  Imcrecia? 

Her.  y  tantas, 

que  se  precian  de  ese  nombre 
cuantas  se  alaban  de  castas. 

Juan.  Vuestra  merced  esté  cierto 

de  que  el  deseo  le  engaña, 
porque  a  mí  me  manda  entrar. 

Lis.  a  mí  lo  mismo  me  manda. 

Juan.  Dos  yernos  con  una  hija 

es  cosa  nueva  en  España. 

Her.  Como  esas  cosas  se  usan. 

Lis.  De  día  no  ciño  espada; 

hacedme  vma  cortesía: 
que  vuestro  criado  vaya, 
o  el  mío,  a  saber  adentro 
a  quién  de  los  dos  aguardan. 

Juan.  Que  la  trajera  ceñida 

vuestra  merced  yo  me  holgara; 
mas  vaya  quien  sepa  a  quién 
llama  y  estima  esa  dama; 
que  yo  remito  a  su  lengua 
lo  que  no  puedo  a  las  armas. 

Her.  Isabel  sale,  señor. 

(Stile  Isabel.) 

Isa.  Aquí  dos  señores  pasan 

que  serán  buenos  testigos 
pal  a  tan  dichosa  causa. 
Suplica  a  vuestras  mercedes 
mi  señora  Feliciana 
entien  para  ser  testigos 
que  a  doña  Lucrecia  casa 
con  don  Julio,  milanés. 


Lis. 

¿Que  se  casa?  Cosa  extraña. 

Juan. 

¿Cómo?  ¿Que  casa  a  Lucrecia? 

Isa. 

Esto  que  les  digo  pasa. 

Entren  si  lo  quieren  ver. 

que  ya  la  escritura  acaban. 

Her. 

¡Buenos  están  los  dos  yernos! 

Lis. 

Yo  sin  seso. 

Juan. 

Yo  sin  alma. 

(  Fisgue.) 

Her. 

«Vuestra  merced  esté  cierto 

de  que  el  deseo  le  engaña.» 

porque  a  mí  me  manda  entrar. 

(  Fisgue  a  su  amo.) 

Mil.l<. 

Her. 

Lis. 
Mus,. 


Lis. 
Her. 


Juan. 

Lis. 

Mii,i,. 
Her. 


Mnx. 


«A  mí  lo  mismo  me  manda.» 
«Dos  yernos  con  ima  hija 
es  cosa  nueva  en  España.» 
Nuestros  criados  nos  fisgan. 
«De  día  no  ciño  espada; 
hacedme  una  cortesía: 
que  vuestro  criado  vaya 
a  saber  lo  que  hay  adentro.» 
No  acierto  a  decir  palabra. 
«Que  la  trajera  ceñida 
vuestra  merced  yo  me  holgara; 
mas  vaya  quien  sepa  a  qviién 
llama  y  estima  esta  dama, 
que  yo  remito  a  su  lengua 
lo  que  no  puedo  a  las  armas  » 
Yo  voy  a  saber  lo  que  es, 
que  por  ventura  me  engañan. 
A  lo  mismo  quiero  entrar, 
que  aun  no  pierdo  la  esperanza. 
¿Qué  dice  ^^lestra  merced? 
Que  les  pongan  dos  albardas, 
pues  con  toda  su  lindeza, 
espadas,  letras  y  galas 
hoy  la  cátedra  les  lleva 
un  viejo  con  oro  y  plata. 
Es  más  fuerte  y  sabio  el  oro 
que  las  letras  y  las  armas; 
pero  temo  que  ha  de  ser 
Lii crecía  la  malcasada. 


ACTO  SEGUNDO  DE 
LA     MALCASADA 
(Salen  I,isardo,  letrado,  y  Millán.) 
MilXÁN. 
¡Qué  gran  contento  ha  dado  tu  venida 
a  toda  aquesta  casa;  mayormente 
a  tus  padres,  artores  de  tu  vida! 

LlSARDO. 

Millán,  no  menos  gozo  el  alma  siente. 
Tres  años  hace  agora  mi  partida, 
tres  años  ha  que  de  la  corte  au.sente 
estuve  en  la  de  Roma,  como  sabes, 
en  comisiones  de  negocios  graves. 

Dios  sabe  los  deseos  que  he  tenido 
de  volver  a  la  patria  y  los  que  tengo 
de  que  me  cuentes  si  Lucrecia  ha  sido 
lo  que  en  sa  nombre  a  mi  temor  prevengo. 


528 


Í.A   MALCASADA 


Ya  rae  escribiste  allá  que  su  marido, 
cosa  de  que  en  extremo  alegare  vtiigo, 
la  regalaba  cou  notable  gusto. 

MlLLÁK. 

También,  señor,  te  dije  su  disgusto. 

Fueron  tales  las  ansias  de  sus  celo?, 
viéndola  tan  gallarda  y  despejada, 
su  cuidado  en  guanlalla  y  sus  desvelos, 
que  la  llamó  Madrid  «la  malcasada»; 
porque  ni  el  sol,  que  es  lince  de  los  cielos, 
de  cuya  luz  la  tierra  penetrada 
'"O  le  puede  esconder  lo  más  remoto, 
por  sus  rejas  no  entró  sin  alboroto. 

I.as  ventanas  guardaban  encerados 
y  algunas  vidrieras  cristalinas, 
las  puertas  dos  mil  llaves  y  candados 
hasta  las  más  ocultas  oficinas; 
estaban  recogidos  los  criados 
al  correr  de  la  noche  las  cortinas 
al  claro  sol;  que  aunque  después  salía 
no  le  dejaba  entrar  donde  dormía. 

Lucrecia,  como  cuerda,  imaginatíi 
que  aquel  tirano  de  su  gran  belleza 
p>or  pmitos  a  la  muerte  caminaba, 
cual  suele  proceder  naturaleza; 
regalaba  sus  canas  y  callaba, 
esp)erando  que  presto  la  cabeza 
de  la  co^ninda  fuerte  sacaría 
del  jTigo  del  Argel  en  que  vivía. 

Xo  se  engañó,  pues  puede  haber  dos  meses 
que  don  Julio  murió. 

IjS.\RDO. 

¿Murió  el  marido? 

MlI.I.ÁN. 

¿Xo  lo  has  sabido? 

LlSARDO. 

¿Yo? 

Mii.i..\x. 

Que  no  tuvieses 
nueva  de  que  murió,  milagro  ha  sido. 

Ll.SAkixj. 
¡Que  albricias,  oh  .Millán,  no  m  •  pidieses!... 

MillAn. 
Si  fué  dcícuido,  agora  te  las  pido. 

I/ISARIKJ. 

¿Que  don  Julio  murió? 


MlIXÁN. 

¡Qué  admiraciones! 
¿Que  muera  un  viejo  en  contingencia  pones? 

Yo  te  prometo  que  después  que  fuiste 
a  Italia,  han  nmerto  aquí  tantos  tan  mozos, 
que  si  te  los  dijese  no  ks  viste 
vestir  el  labio  los  primeros  bozos. 

laSARDO. 

Xo  me  digas  agora  cosa  triste, 

que  me  matan  contentos  y  alborozos 

de  ver  viuda  la  sin  par  Lucrecia. 

¿Qué  trata?  ¿Qué  imagina?  ¿En  qué  se  precia? 

MiixÁx. 

¡Oh,  pese  a  tal!  Dejóla  el  viejo  rico 
hija  heredera  y  treinta  mil  ducados. 


;  Ti  cinta  mil? 


I.ISARDO. 

]Mir.L.VN. 
Esto  pasa. 

LlSARDO. 

Yo  me  aplico 
otra  vez  a  decille  mis  cuidados. 
¿Vívese  allí? 

MlTXÁN. 

Despacio  te  suplico, 
que  están  ya  los  negocios  muy  trocados; 
no  pienses  que  es  el  tiempo  que  solía 
cuando  en  pobreza,  aunque  en  virtud,  vivía. 

Sale  en  un  coche  negro  que  paiece 
el  túmulo  de  un  rey;  la  madre  al  lado, 
que  como  una  matrona  resplandece 
el  reverendo  bulto  amortajado. 
La  toca  en  tiernos  años  reverdece 
más  la  hermosura  y  da  mayor  cuidado 
para  mirarla  atentos,  porque  cieo 
que  se  lleva  tras  sí  cualquier  desto. 

Debajo  de  un  mojil  de  capichola 
al  bajar  el  estribo  se  descubre 
un  manteo  turquí;  mal  dije,  sola 
la  guarnición  del  oro  que  le  cubre; 
no  con  más  gallardete  y  banderola 
la  galera  al  salir  la  jarcia  encubre 
que  el  chapín  con  virillas  y  lazadas, 
unas  de  plata  y  otras  encarnadas. 

Si  vieses  por  deliajo  de  la  toca 
.«•acar  una  bien  hedía  y  blanca  mano 
con  una  valoncilla  que  provoca 
al  más  prudente  y  recatado  anciano, 
(jue  la  blancura  de  la  nieve  es  poca, 


ACTO    SEGUNDO 


529 


dirías,  cuando  deja  el  aire  cano 

y  que  el  marfil  no  es  tan  lustroso  y  terso. 

LlSARDO. 

Parece  que  la  estás  pintando  en  verso. 

:Mii.r.AN. 

Ailá  en  su  casa  está  en  una  tarima 
cubierta  de  bayeta,  siempre  honrosa, 
como  juego  de  trucos  por  encima, 
que  parece  de  noche  blanca  rosa. 
Como  el  dinero  en  esta  edad  se  estima, 
dejando  aparte  el  ser,  como  es,  hermosa, 
más  novios  la  pretenden  que  hay  poetas, 
con  «er  legiones  los  de  aquestas  setas. 

Entre  los  cuales  el  don  Juan  pasado, 
si  ya  te  acuerdas  de  él,  está  presente, 
no  digo  de  Lucrecia  en  el  cuidado, 
mas  en  la  puerta  y  calle  pretendiente, 
a  la  rueda  del  coche  siempre  atado; 
amor  le  manda  que  su  triunfo  aumente, 
porque  los  treinta  mil  con  su  hermosura 
no  son  comparación. 

Lis  ARDO. 


Brava  ventura! 


Militan. 
¿Intentarásla  tú? 

LlSARDO.      . 

Cuando  Lucrecia 
tuviese  más  gigantes  y  serpientes 
que  tiene  el  libro  de  Amadis  de  Grecia. 

MlI,I,ÁN. 

Yo  te  aconsejo  que  servirla  intentes. 

LlSARDO. 

Yo  sé  muy  bien  lo  que  las  letras  precia; 
viudas  nunca  tratan  de  valientes, 
aborrecen  plumitas  y  bigotes 
de  estos  almidonados  marquesotes. 
Lucrecia  desta  vez  ha  de  ser  mía, 
puesto  que  ha  sido  de  segmida  suerte; 
mi  diligencia  el  mimdo  desafía. 

:Mii.i.án. 
A  la  ventura  tengo  por  más  fuerte. 


LlSARDO. 


Ventura  tendré  yo 

MlI,I.ÁN. 

Ama  y  confia; 
que  en  esta  posesión  espero  verte. 

XII 


LlSARDO. 

¡Oué  lindos  ojos  tiere,  y  qué  rasgados! 

3^IlI,I.ÁN. 

Más  lindos  son  los  treinta  mil  ducados. 

(Vanse  y  silen  Feliciana  y  Lucrecia,  de  viuda  ga- 
llarda, e  Isabel.) 

Fei,.  Si  te  quieres  desnudar, 

dejaremos  las  visitas; 

mas  si  las  tocas  te  quitas 

podrásme  después  culpar 

que  te  podría  causar 

algún  extraño  accidente, 

y  es  roienos  inconveniente 

que  así  con  ellas  estés 

que  no  que  tengas  después 

lo  que  después  te  atormente. 
Siéntate  un  poco,  si  quieres, 

bebe  con  alg^uia  caja. 

¡Hola!,  aquel  almíbar  baja, 

de  que  tan  amiga  eres, 

o,  como  un  momento  esperes, 

una  perdiz  te  asarán. 
Luc.  No,  madre,  que  no  me  dan 

pena  aquestas  niñerías. 
FeL.  Hago  el  oficio  estos  días 

de  tu  marido  y  galán. 

Calor  traes;  muestra  a  ver; 

creo  que  te  han  aojado. 
Luc.  Tantos  ojos  me  han  mirado, 

madre,  que  pudiera  ser. 
Fei<.  Perfumarte  es  menester. 

¿Llevaste  reliquias? 
Luc.  Sí, 

y  un  poco  de  pan  aquí. 

¿Pero  cómo  el  pan  podrá 

guardarme  dé  los  que  ya 

ponen  los  ojos  en  mí? 
Fel.  Bien  dices,  de  carne  son 

todos  los  que  te  pretenden, 

que  de  esta  hacienda  no  entienden 

la  precisa  condición; 

dales  el  oro  ocasión, 

porque  la  tienes  secreta. 
Luc.  Dejóme  Julio  sujeta, 

aunque  hacienda  me  dejó. 
Fel.  Yo  se  lo  estimo. 

Luc.  Yo,  no, 

por  más  bien  que  me  prometa. 
Esos  treinta  mil  ducados 

eran  buenos  sin  pensión, 

que  es  terrible  condición 

gozarlos  tan  mal  gozados. 

34 


530 


I, A  ^L\LCASADA 


Fei..  ,;Eso  te  causa  cuidados? 

I.ic.  Casarme  con  su  sobrino 

siento  mucho. 

Fei..  Es  desatino, 

pues  dicen  que  es  tan  galán 
los  que  le  han  visto  en  Milán, 
y  él  viene  ya  de  camino. 

Li"C.  ¡Ay,  madre,  si  me  dejara 

sin  condición  esta  hacienda 
para  que  yo  fuera  prenda 
de  un  hombre  que  me  agradara!... 

Fei..  Hombre  es  Fabricio;  repara 

en  qué  te  pueda  agradar. 

Lrc.  Madre,  en  esto  del  casar 

es  linda  cosa  escoger. 

Fei..  También  se  suele  perder 

donde  se  piensa  ganar. 

lAC.  Perdiérame  por  mi  gusto; 

que  temo  que  este  sobrino 
que  viene  ya  de  camino 
ha  de  ser  a  mi  disgusto. 

Fei,.  Cuando  no  venga  tan  justo, 

Lucrecia,  a  tu  pensamiento, 
la  gracia  del  casamiento 
te  hará  amarle  en  cuatro  días. 

Luc.  Dios  lo  quiera. 

F^L.  Bien  confías; 

vcynie  un  poco  a  mi  aposento. 
(  V'ase  ) 

IA'C.  No  te  vayas,  Isabel; 

quédate  conmigo  mi  poco. 

Isa.  Anda  en  la  calle  aquel  loco 

y  su  escudero  con  él. 

Iac.  Confieso  que  le  agradezco 

años  tan  bien  porfiados 
y  que  treinta  mil  ducados 
con  la  voluntad  le  ofrezco; 
pero  no  puedo  ser  suya. 

Isa.  ¿Por  qué  no  le  desengañas? 

Lie.  No  digas  cosas  extrañas 

de  mi  condición  y  tuya. 

Totlas  pretendemos  ser 
donde  queremos  queridas; 
no  sé  yo  cómo  te  olvidas, 
Isabel,  que  eres  mujer. 

Si  a  don  Juan  desengañara, 
despechado  por  ventura 
amara  pwenda  segura 
y  con  otra  se  ca.sara. 

Isa.  No  hará  lo  mismo  en  viniendo 

este  que  ha  de  ser  tu  esixjso. 

I.rt.  Kn  siendo  el  daño  íorzo.so, 

decir  la  verdad  entiendo. 


Isa.  ¿Luego  piénsaste  rendir 

a  los  deseos  de  im  hombre? 

Lrc.  No,  porque  mi  honrado  nombre 

no  lo  querrá  consentir. 

Pero  escucharle  y  tener 
lástima  a  su  mucho  amor, 
¿qué  puede  ofender  mi  honor? 

Isa.  Mucho  le  puede  ofender; 

que  si  escuchas  y  respondes, 
poco  a  poco  rendirás 
lo  que  aefender  podrás 
si  te  esquivas  y  te  escondes. 

Luc.  Altamente  ha  porfiado. 

Isa.  Mucho  vence  la  porfía. 

(Sale  OrdóñE/í,  escudero.) 

Ord.  Albricias,  señora  mía. 

Luc.  Seáis,  Ordóñez,  bien  llegado. 

¿Hay  cartas  en  el  correo? 
Ord.  Este  pliego. 

Luc.  Dios  os  guarde. 

Ord.  Si  acudo  un  poco  más  tarde. 

ni  cartas  ni  lista  veo, 
que  las  hubiera  llevado 

quien  las  suele  repartir. 
Isa.  ¿Qué  estás  dudando  de  abrir? 

Luc.  Dame  mi  madre  cuidado. 

Is.\.  ¿Por  eso  se  ha  de  enojar? 

Abre  y  sabremos  si  viene. 
Luc.  Quien  otros  cuidados  tiene, 

¿qué  albricias  os  puede  dar? 
¡Ay,  Isabel!,  ¿qué  hay  aquí? 

(Abra  lab  cartas.) 

Isa.  ¿No  lo  ves?  Retrato  es. 

Ord.  Para  que  mejor  me  des 

las  albricias  que  pedí. 
Isa.  Por  mi  vida  que  es  hermoso. 

Luc.  Si  él  es  como  aqví  se  pinta. 

Ord.  ¿Había  de  ser  distinta, 

siendo  su  talle  famoso, 
de  la  verdad  la  pintura? 
IvUC.  Lindo  rostro. 

Isa.  Por  extremo. 

Luc.  Que  ha  sido  artificio  temo 

con  que  agradarme  procura 
y  tenerme  enamorado 

mientras  viene. 
Isa.  y  no  es  razón; 

cierto  que  es  gran  perfección 

si  como  pintado  agrada. 
Correspondencia  merece; 

mas  siempre  son  los  pintores 


ACTO    SEGUNDO 


531 


lisonjeros,  y  en  amores 

por  momentos  acontece. 
Ord.  Muy  necio  fuera  el  pintor 

si  procurara  pintar 

feo  a  quien  le  ha  de  pagar; 

pues  el  ejemplo  mayor 
puedes  tomar  del  barbero, 

que  con  ser  precio  tasado, 

deja  un  hombre  remozado, 

tan  falso  y  tan  lisojero, 
que  le  entresaca  las  canas; 

y  de  aquí  vino  llamar 

hacer  la  barba  afeitar, 

y  siempre  por  las  mañanas. 
Isa.  Callad,  que  quiere  leer. 

Luc.  Buenos  ojos,  barba  y  boca; 

veámosle  hablar  si  toca 

en  esto  de  bachiller. 

(!ra.) 
«Al  punto  que  ho  richebiito  la  letera  de  vc- 
señoría,  mía  cara  señora  e  consorte... i> 

¡Ay,  Isabel!,  ¿qué  es  aquesto? 
Isa.  Que  escribe  en  su  lengua. 

Luc.  ¿Y  yo 

lo  he  de  entender? 
Isa.  ¿Por  qué  no? 

Ord.  ¿Agora  te  afliges  de  esto? 

Muestra,  que  en  mi  mocedad 
por  las  Italias  anduve. 
Luc.  ¿Allá  estuvistes? 

Ord.  Estuve 

allá  la  flor  de  mi  edad. 
Luc.  Leed  lo  que  dice  aquí. 

(Lea.) 
Ord.  «Al  pimto  que  ho  richebuto...» 

La  historia  de  Porcia  y  Bruto 
dice  aquí. 
Luc.  ¿La  historia? 

Ord.  Sí. 

«La  letera  de  vusía...» 
Dice  que  viene  en  litera. 
Luc.  Para  quien  ama  y  espera 

buena  gala  y  bizarría. 

¿Esas  postas  ha  tomado? 
Leed. 

(Lea.) 

Ord.  «Mía  cara  consorte...» 

Que  su  cara  envía  con  porte 
que  dos  reales  me  ha  costado. 

Luc.  Callad,  que  sois  ignorante, 

no  leéis  más;  id  a  mi  primo 
que  la  traduzca. 


Ord. 

El  más  primo 

en  lenguaje  semejante. 

dirá  lo  mismo  que  yo; 

cuando  vuelva  lo  verás. 

¿Y  el  retrato  no  me  das? 

Luc. 

¿Para  qué?  El  retrato,  no. 

Ord. 

Pensé  que  también  querías 

traducirle  en  castellano. 

(Vanse.) 

LUC. 

Lindo  rostro. 

Isa. 

Ángel  humano. 

Espero  que  en  breves  días 
no  hay  memoria  de  don  Juan. 

I^uc.  ¡Ay,  Isabel!,  no  lo  creas 

ni  que  contenta  me  veas 
si  todo  el  mundo  me  dan. 

El  gallardo  milanés 
me  agrada,  y  es  buer  agüero 
ve  que  ha  llegaao  primero 
la  dispensación  un  mes. 

Pero  esto  de  haber  querido 
a  don  Juan  más  de  tres  años 
pasando  con  sus  engaños 
la  fealdad  de  mi  marido, 
¿cómo  lo  puedo  olvidar? 

Isa.  Con  la  hermosura  que  tiene 

este  gallardo,  que  viene 
a  merecer  su  lugar 

y  a  deshacer  el  agravio. 

Luc.  Esta  noche  a  este  jardín 

vendrá  don  Juan. 

Isa.  ¿A  qué  fin? 

Mal  acuerdo  y  poco  sabio. 

Luc.  De  hablarme,  Isabel,  no  más, 

y  eso  muy  honestamente. 

Isa.  ¡Ay  si  tu  madre  lo  siente! 

Luc.  Tú  la  centinela  harás, 

que  eUa  se  acuesta  temprano. 

Isa.  a  peligro  está  tu  honor. 

Luc.  Si  la  razón  al  amor 

lleva  lai  rienda  en  la  mano, 
no  hayas  miedo  de  caer. 

Isa.  Si  es  el  amor  desbocado, 

¿qué  freno,  rienda  o  cuidado 
sabrá  la  razón  poner? 

Mira  esta  rara  hermosura 
que  a  gusto  y  amor  provoca. 

Luc.  Contra  verdad  que  se  toca 

¿qué  ha  de  poner  la  pintura? 

(Vanae  y  salen  Don  Juan  y  Hernando.) 

Juan. 

Por  el  jardín  me  dijo  que  la  viese. 


532 


I.A    MAf.CASADA 


Hernando. 
Hay  puerta  falsa  allí;  p)ero  mal  dije, 
porque  no  hay  cosa  nUí  que  no  sea  falsa. 
Falsa  es  la  luadre,  vieja  Berecinta; 
falsa  la  hija  y  falsas  las  criadas; 
el  escudero  falso  y  el  cochero, 
que  los  cocheros  nunca  son  muy  finos, 
y  así  serán  las  rejas  y  las  puertas. 

JlAX. 

¿Falsa  es  Lucrecia,  bestio,  si  Lucrecia, 
más  casta  paia  mí  que  la  de  Roma, 
tres  años,  como  ves,  se  ha  resistido 
sufriendo  la  fealdad  de  su  marido? 
Si  yo  con  un  mancebo  compitiera 
galán,  proporcionado,  limpio,  suelto, 
de  claro  entendimiento  y  lindo  gusto, 
¿qué  mucho  que  Lucrecia  fuera  casta? 
Pero  que  siendo  aquí  tan  desdichada 
que  la  llamó  Madrid  «la  malcasada», 
tres  años  haya  hecho  resisteiicia, 
¿no  es  el  llamarla  falsa  impertinencia? 

Hernando. 
Confieso  mi  ignorancia;  pero  dime 
por  dónde  hemos  de  entrar  sin  falsa  puerta. 

Juan. 
Hernando,  por  encima  de  las  tapias, 
con  escala  de  cuerda  o  de  madera. 

Hernando. 
Cosa,  señor,  que  ruedes  del  andamio; 
p^ro  maestro  eres,  tú  te  entiendes, 
como  al  otro  dijeion  los  peones 
cuando  cayó  desde  el  tejado  al  suelo. 

Juan. 
¿Xo  me  dijiste  que  a  Isabel  tenías 
amor  notable  puede  halx'r  seis  días? 

Hernando. 
Y  lo  vuelvo  a  decir;  mas  no  tan  grande 
que  no  me  quiera  má.s  cuarenta  veces. 
¿Piensas  tú  que  es  alguna  niñería 
caer  de  cinco  tapias  a  la  tierra? 
Pues  es  verdad  íjue  abajo  hay  diez  colchones, 
sino  piedras,  cascotes  y  terrones. 

Jl'AN. 

I'or  partes  no  son  tres;  y  fuera  de  eso, 
no  subiremos  con  peligro,  o  puedes 
quedarte  tú,  pues  que  tan  p<x:o  fías 
de  tu  calKza. 


Hernando. 
Si  esto  fuera  al  alba 
pudiera  yo  fiar  de  mi  cabeza 
un  soneto,  unas  décimas  o  esdrújulos, 
que  los  poetas  dicen  que  el  aurora 
es  agradable  a  l?s  señoras  mueas; 
pero  negocio  de  a  las  once  o  doce, 
cuando  cantan  las  zorras  y  los  micos 
y  están  adormecidas  las  cabezas, 
¿qué  cristiano  podrá  subir  seis  tapias? 
Maldiga  Dios  quien  inventó  escaleras, 
pues  han  muerto  más  hombres  y  más  hembras 
que  todas  juntas  las  enfermedades. 

Juan. 
¿T.,as  escaleras,  necio? 

Hernando. 

¡Cuántos  hombres 
cayeron  resbalando  y  en  la  guerra, 
cuántos  subiendo  un  nmro  o  una  torre 
bajaron  de  una  piedra  o  mosquetazo! 
¿Y  es  barro  la  escalera  de  la  horca? 

Juan. 
Muy  trágico  sospecho  que  era  el  vino 
a  que  hoy  te  han  convidado. 

Hernando. 

No  lo  niego, 
que  ha  habido  ciertos  fines  de  pendencia. 

Jl^AN. 

¿Qué  llamas  fines  de  pendencia? 

Hernando. 

TJamo 
fines  lo  que  se  bebe,  que  está  en  plática 
f [ue  sea  vin  o  lo  que  sangre  pudo 
y  se  saque  del  cuero  y  no  del  pecho, 
porque  es  de  menos  costa  y  más  provecho. 

Juan. 
De  armarme  es  hora;  dame  ima  rodela 
mientras  me  visto  lui  jaco. 

Hernando. 

¿Tin  vuia  ca.sa 
viud.i  de  hombres  tantas  armas  (luieres? 
I.kva  un  bru(]iKl,  que  basta. 


Juan. 


(le  color  y  sombrero. 


Venga  cajia 


ACTO    SEGUNDO 


533 


Hernando. 

Entr;',  o  nmdarte. 

Juan. 
¡Pluguiera  a  Dios! 

Hernando. 

¡Oh  qué  respuesta  equívoca! 
]\Iuy  lírico  es  el  vino  qiie  has  bebido, 
aunque  bien  pudo  ser  que  fuese  aloja. 

Juan. 
¡Ay,  Lucrecia  cruel,  si  te  movieses 
a  mi  dolor! 

Hernando.  * 

Si  escapa  de  esta  noche 
la  rica  posesión  de  esta  viuda, 
como  cujial  de  Roma  a  nuestra  puerta 
pienso  poner  un  rótulo  que  diga: 
«Señores,  aquí  vive  un  mentecato; 
despacha  necedad  y  hace  barato». 

(Vanse  y  salen  Lucrecia  e  Isabel. j 

Luc.  ¡Qué  pesadamente  pasan 

las  horas  cuando  se  espera! 
Isa.  Por  puntos  se  desespera 

amor,  puntas  le  traspasan. 
I,UC.  ¿Luego  los  puntos  son  puntas? 

Isa.  ¿No  lo  ves  por  tu  pesar? 

Luc.  Nunca  más  que  en  esperar 

vienen  las  congojas  juntas. 
Isa.  No  me  puedo  persuadir 

a  que  resuelta  no  vengas. 
Luc.  Quiero  que  por  cierto  tengas 

que  antes  me  deje  morir. 
Isa.  ¡Cuántas  habrán  blasonado, 

que  puestas  en  la  ocasión 

han  rendido  la  razón 

al  apetito  engañado! 
Tú,  como  viuda  al  fin 

y  de  casar  concertada, 

piensas  que  no  pierdes  nada 

en  que  lo  sepa  un  jardín. 
Luc.  Por  eso  me  desnudé 

de  las  tocas  y  el  monjil, 

que  ese  pensamiento  es  vil 

y  luego  le  descarté. 
En  hábito  de  doncella 

me  he  vestido  ropa  y  saya. 
Isa.  Quien  tanto  amor  tiene  a  raya 

su  carne  y  sangre  atrepella. 
Pero  el  traje  de  viuda 

¿no  eramás  hone.'-tidad? 


IA'C.  No,  porque  la  voluntad 

sin  él  más  se  pone  en  duda. 
Isa.  Que  duda  si  ese  manteo 

y  ese  olor... 
Luc  No  digas  más. 

que  a  don  Juan  üespertarás 
si  duerme  con  su  deseo. 

¡Ay  de  quien  tan  presto  espera 
tener  un  dueño  tirano 
y  dar  a  un  hombre  la  mano 
que  ni  le  vio  ni  quisiera! 

¡Oh  Julio,  que  aun  muerto  aquí 
dejas  sangre  en  tu  sobrino 
•        para  que  acabe  el  camino 
que  empezó  mi  vida  en  ti! 

Vives,  no  es  posible  menos; 
no  eres  muerto  de  esa  suerte, 
pues  que  dejaste  en  tu  muerte 
los  mismos  vacíos  llenos. 

Presto  ocupará  mi  cama 
un  otro  til. 
Isa.  ¿Lloras? 

Luc.  Llore, 

que  compre  un  hombre  con  oro 
lo  que  libertad  se  llama. 

¿Para  qué  quiero  el  dinero 
V  el  uno  y  otro  vestido 
si  he  de  tener  un  marido 
hasta  del  alma  extranjero? 
Pobre  nací,  pobre  fuera: 
de j  árame  la  fortuna, 
pues  no  pienso  cjue  hay  ninguna 
próspera  del  gusto  afuera. 
Isa.  Ruido  siento. 

Luc.  Isabel, 

mira  si  es  el  ángel  mío. 
Isa.  Que  te  enjugarás  confío 

esas  lágrimas  con  él. 

(  Vase.j 

Lucrecia. 

Flores  de  este  jardín,  dadmi  blandura, 
pues  no  hay  cosa  más  blanda  que  las  flores, 
v  pues  que  tengo  amor  diréle  amores 
a  quien  vencer  mi  condición  procura. 

Aguas  que  mansas  vais  por  su  frescura, 
amansad  en  mi  pecho  los  rigores; 
aquí  hacéis  nidos,  dulces  ruiseñores, 
i    que  nido  hará  sin  gusto  la  hermosura. 

Determinarme  a  casos  tan  extraños 
por  fuerza  habrá  de  ser,  pues  no  hay  un  medio 
que  divida  dos  juntas  voluntades. 

Mas  no  querrá  el  honor,  que  ha  .seis  mil  años 


•34 


LA   MALCASADA 


que  riño  con  amor  y  no  hay  remedio 
que  se  puedan  hacer  las  amistades. 

(SaUn  I^    3EL.  Don  Juan  y  Hernando  con  broqueles 
V  háhko,  de  noche.) 


Jl.\N. 

I.rc. 

Juan. 

Luc. 

Juan. 


Luc. 


Juan. 


Luc. 


Juan. 


Luc. 

Juan. 

Luc. 


¿Dónde  está  la  luz  por  quien 

tienen  mis  ojos? 

Quedo, 
cjue  está  durmiendo  mi  madre 
y  no  está  mi  amor  durmiendo. 
■  Pueden,  por  dicha,  en  tus  brazos 
de  este  mar  de  mis  deseos 
tomar  puerto  mis  suspiros? 
Está  defendido  el  puerto         • 
de- los  tiros  del  honor, 
fuerte,  mi  donjuán,  que  han  hecho 
leyes  del  mundo;  mal  dije; 
que  también  lo  son  del  cielo. 
¿No  soy  tu  marido  yo? 
A  lo  menos  vengo  a  serlo, 
pues  pobre,  ameres,  te  quise 
cuando  rica  te  merezco. 
Si  te  hubiera  despreciado, 
vida  mía,  en  aquel  tiempo 
agora  bien  mereciera 
que  no  advirtieras  mis  ruegos 
porque  se  echara  de  ver 
que  era  mi  amor  el  dinero 
y  no  tu  rara  hermosura 
y  no  tus  merecimientos. 
Siéntate  al  pie  de  esta  fuente, 
(jue  vienes  muy  lisonjero 
y  te  templarán  sus  aguas. 
Xo  hay  agua  para  mi  fuego, 
porque  de  los  ojos  míos 
muchas  veces  se  la  ofrezco, 
V  con  ser  quintas  esencias 
no  tienen  fuerza  ni  efecto. 
Siéntome  porque  lo  mandas, 
siéntome  porque  deseo 
estar  de  asiento  contigo 
v  decirte  lo  que  siento. 
Lágrimas  dices.  ¿Tú  lloras? 
Saber,  mis  ojos,  deseo 
si  es  verdad  que  lloran  hombres. 
Bien  puedes,  mi  bien,  creerlo. 
La  razón  es  que  el  amor 
es  niño  y  como  asi.stiendo 
está  en  .sus  ojos,  si  él  llora 
e.s  fuerza  que  lloren  ellos. 
¿Tú  has  llorado? 

Muchas  veces. 
¿V  confiésa-slo? 


Juan.  Confiésolo, 

que  es  honra. 

Luc.  ¿Por  quién? 

Juan.  Por  ti. 

I,uc.  ¿Por  mí?  ¿Pues  por  qué? 

Juan.  Por  celos. 

Bien  pudiera  en  alta  mar 
dar  con  mis  naves  el  viento 
en  un  escollo  y  cubrillas, 
si  las  tuviera,  en  su  centro; 
bien  pudiera  la  fortuna, 
siendo  rey,  quitarme  el  cetro 
y  bajar  a  un  azadón 
desde  el  laurel  de  un  imperio; 
bien  pudiera  haber  perdido 
padre*^,  hermanos  y  deudo?; 
no  digo  amigos,  que  amigos 
más  son  que  el  oro  y  los  reinos, 
que  de  ellos  abajo  digo, 
que  no  llorara,  ni  aun  tiernos 
mostrara  al  mmido  los  ojos, 
y  he  llorado  por  tus  celos, 
por  tus  celos  he  llorado. 

Luc.  ¿Tanto,  mi  vid?,  te  debo? 

Juan.  Tanto,  que  si  aqueste  amor 

fuera,  mis  ojos,  en  tiempo 
de  aquellos  dioses  de  Ovidio, 
fueras  piedra  en  el  infierno 
y  a  mí,  en  tus  rejas  colgado 
me  llamaran  Ifis  nuevo. 

llER.  Vuesa  meiced  es  mónita 

de  su  señora,  que  pienso 
que  por  imitarla  en  todo 
hace  cocos  a  mis  miedos. 
Pues  humane,  si  es  posible, 
ese  desdén  zahareño, 
que  un  órgano,  aunque  es  más  alto, 
íse  deja  poner  los  dedos. 

Isa.  Hernando,  quiérole  bien; 

pero  sepa  que  me  temo 
de  ser  órgano  en  sus  manos. 

Kkr.  Pues  que  temes  sonar  recio, 

1)a jarete  yo  de  punto, 
y  cierto  que  me  agradezco 
haberte  órgano  llamado, 
([ue  todas  sonáis  por  viento. 

Isa.  Pues  para  que  no  lo  sean 

tus  palabras  y  embelecos, 
no  me  toques. 

IIiCK.  Blandamatíte 

bien  puedo,  que  soy  maestro; 
no  te  esquives  a  lo  bobo. 
,  qiK-  .soy  galán  como  honesto; 


ACTO    SEGUNDO 


535 


ande  a  lo  sordo  la  tecla 

y  esténse  los  fuelles  quedos; 

ya  tu  ama  está  viuda, 

cierto  será  el  casamiento 

con  don  Juan,  pues  yo  contigo 

¿quién  lo  impide,  ojos  morenos, 

que  le  sacaré  mil  almas 

en  calándome  el  sombrero? 

Isa.  No  derrames  valentía 

ni  des  bigotes  al  cierzo, 
que  soy  amiga  de  humildes. 

Her.  Pues  yo  sólo  soy  soberbio 

con  bravos,  porque  contigo 
seré  como  un  queso  fresco. 
Cuando  mucho,  cuatro  coces, 
dos  bofetones  de  celos, 
que  llegan  a  cardenales 
sin  boticas  ni  barberos; 
que  las  hembras  que  he  tenido 
no  han  gastado  más  dinero 
que  en  rábanos  y  albayalde. 

Isa.  Con  tachas  se  vende  el  necio. 

Luc.  jMucho  me  aprietas,  don  Juan. 

Juan.  ¡Ay,  mi  bien!  Piedad,  que  tengo 

abrasada  toda  el  alma; 
tres  años  ha  que  me  muero. 
¿Qué  ciudad,  qué  fuerte  muro 
sufre  tres  años  de  cerco? 
Dame  esas  manos. 

Luc.  Detente. 

Juan.  ¿Pues  ves  esta  daga? 

Luc.  Veo. 

Juan.  Acabar  quiero  la  vida 

para  ver  si  puedo,  muerto, 
ablandarte,  piedra  dura. 

Luc.  Detente,  loco;  está  quedo. 

Juan.  ¿Que  me  detenga? 

Luc.  No  más, 

que  me  falta  sufrimiento. 
Armada  de  honor  entré 
en  la  estacada  con  peto 
a  prueba  de  tus  regalos 
y  a  tiro  de  tus  requiebros; 
celada  de  presunción 
me  defendió  los  cabellos, 
guardabrazos  de  temor 
y  espaldar  de  sufrimiento; 
gola  de  opinión  llevaba, 
mas  derribóme  en  el  suelo 
la  espada  de  tus  engaños, 
.tu  llanto  me  dio  veneno. 
Tuya  soy,  mas  no  mujer, 
que  mujer,  don  Juan,  no  puedo; 


Juan. 


Luc. 


Ord. 


Juan. 
Luc. 
Juan. 
Luc. 


Juan. 
Luc. 


Juan. 


Luc. 


Juan. 


r.rc. 


mi  honra  es  tuya,  aquí  estoy, 
guárdame  sólo  el  secreto. 
¿De  qué  lloras,  vida  mía? 
Alma  hermosa  de  este  pecho, 
no  quiero  forzar  tu  gusto, 
que  sólo  tu  gusto  quiero; 
déjame  matar. 

¡Ay  Dios! 
Ruido  en  la  puerta  siento, 
un  hombre  viene  a  nosotros. 

(Sale  Ordóñez.) 

¿Quién  va? 

Ordóñez,  tu  escudero. 
Señora,  ¿qué  haces  aquí, 
que  llama  un  hombre  diciendo 
que  ya  llega  tu  marido? 
Marido,  amores,  ¿qué  es  esto? 
Marido  tengo,  don  Juan. 
¿Pues  cómo,  mi  bien?  ¿No  es  muerto? 
Ya  no  es  tiempo  de  encubrirte 
tu  desdicha  y  mi  tormento. 
Julio  me  dejó  esta  hacienda 
con  condición... 

¡Santos  cielos! 
Que  con  un  sobrino  suyo 
me  casase,  y  está  hecho 
todo  lo  que  es  necesario, 
que  el  codicioso  mancebo 
Uega  a  Madrid  de  Milán 
en  este  punto. 

¡A  buen  tiempo! 
¿Hay  mayor  desdicha  mía? 
Mi  bien,  llorando  te  ruego 
pierdas  la  hacienda  y  no  a  mí. 
Sola  te  estimo  y  te  quiero, 
yo  tengo  para  los  dos. 
En  un  monte,  en  un  desierto 
viviré  rico  si  a  ti, 
si  a  ti,  mi  bien,  te  poseo. 
Vente  conmigo,  no  aguardes 
a  que  Uegue. 

¿Cómo  puedo? 
Que  tengo  madre,  don  Juan, 
que  como  a  madre  respeto, 
y  le  quitaré  la  vida 
si  de  sus  ojos  me  ausento, 
y  le  han  de  quitar  la  hacienda 
a  bien  librar  en  el  pleito. 
¡Ay,  señora!  Yo  por  ti 
dejara  padres  y  deudos, 
vida,  hacienda,  honor  y  amigas. 
Salte,  don  Juan;  vete  presto; 


53^ 


I,A   MALCASADA 


Fkl, 


vete,  que  crece  el  mido. 
y  que  aqiü  te  hallen  temo 
los  criados  de  mi  casa. 

('5rt/í-  FnuciAX.v,  su  madre.) 
¿Contigo  un  hombre?  ¿Qué  es  esto? 


Juan. 
¿Qué  ha  de  ser,  Feliciana?  Yo  bien  puedo 
estar  con  mi  mujer. 

Feliciana. 

¡Ali,  hija  ingrata 
al  mundo  .«in  honor  y  a  Dios  sin  miedo! 
¿De  esta  manera  mi  opinión  se  trata? 

JVAX. 

Mi  mujer  es  Lucrecia. 

FELICLí^'A. 

Quedo,  quedo, 
don  Juan;  que  si  te  trajo  el  oro  y  plata, 
todo  se  pierde  si  a  Fabricio  deja, 
que  ya  llama  a  esas  puertas  y  a  esa  reja. 

Juan. 
Que  no  quiero  yo  plata  ni  oro  infame, 
hermosura  y  virtud  es  lo  que  pido; 
con  mi  mujer  estoy,  nadie  se  llame 
de  la  que  yo  lo  soy  dueño  y  marido. 
¡Viven  los  altos  cielos!,  que  derrame 
la  sangre  de  Fabricio,  mal  venido. 
Aquí  me  entré  a  casar,  yo  soy  su  esposo. 

Lucrecia. 
Ten  la  espada,  mi  bien,  que  estás  furioso. 

Feliciana. 

¡Ah  jK-rra,  que  tú  has  hecho  aqueste  engafK 

Lucrecia. 
¿Yo,  mi  .señora? 

il-.I.lLlANA. 

TÚ,  que  por  tu  gusto 
me  lias  quitado  la  vida. 

HERNAN'D  ). 

Caso  extraño, 

LfCRKCIA. 

Madre,  ¿cuándo  jamás  te  di  disgasto? 
Anujr  fué  causa  de  este  grave  daño, 
pero  no  para  caso  tan  injusto; 
YO  no  he  dicho  a  don  Juan  que  seré  su  va. 


Juan. 
¿Pues  qué  me  importa  a  mí  la  hacienda  tuya? 

Lucrecia. 
¿No  dices  que  me  quieres? 

Juan. 

Que  te  adoro. 

Lucrecia. 
¿Harás  cualquiera  cosa  que  te  pida? 

Juan. 
Tu  sola  voluntad  es  mi  tesoro. 

I.,UCRECIA. 

Haz  una  cosa  por  mi  honra  y  xiáo.. 

Juan. 
Di  presto. 

Lucrecia. 
Aquí  al  oído. 

Feliciana. 

¡Oh  plata  y  oro, 
codiciada  estimada  y  preferida! 
Por  ti  conquista  España  al  indio,  al  moro, 
de  vida  de  sus  hijos  homicida. 
Temblando  estoy,  ya  llaman  más  apriesa; 
de  treinta  mil  ducados  es  la  empresa. 
Aquél,  como  soldado  sube  al  muro, 
y  éste  como  cercado  le  defiende. 

Juan. 
De  hacer  tu  gusto,  ¡oh  bárbara!,  te  juro, 
que  un  hombre  noble  y  con  amor  no  ofende. 

Lucrecia. 
Detrás  de  esta  pared  estás  seguro. 

Juan. 
Ven,  Hernando,  conmigo. 

Hernando. 

¿Qué  pretende 
esta  mujer? 

Jttan. 

Matarme,  pues  le  agrada 
no  cansarse  de  ser  la  malcx^ada. 
(\'unsc  los  dos.) 

I'i;i..  ¿Irán  a  abrir? 

I, re.  Vayan  luego, 

])()rque  en  entrando  se  irán. 
I');l.  cQiié  le  dijiste  a  don  Juan? 


ACTO    SEGUXDO 


537 


Iac.  Templé,  señora,  su  fuego 

con  promesas  temerarias, 

y  todas  contra  mi  honor, 

que  para  tanto  furor 

todas  fueron  necesarias. 
l'Ki,.  No  importa;  salga  de  aquí, 

que  nunca  te  ha  de  ver  más, 

y  tú  me  la  pagarás. 

(Sale  Fabkicio,   italtano,  cor,  una.  muleta  y  un  parche 

en  un  ojo,   un  sombrero  grandf  v  cuello;  dos  criados, 

Tf.rencio  y  Virgilio,  y  venga  Órdóñfz.) 


Fab. 

¿Dormida  ya? 

Ord. 

Señor,  sí; 

mas  luego  se  levantó. 

Luc. 

¿Quién  es  éste? 

Ord. 

El  desposado. 

Luc. 

¿Este? 

Ord. 

El  mismo  que  ha  llegado; 

de  lo  demás,  ¿qué  sé  yo? 

Fab. 

Sia  niolto  ben  trobata 

vosiñoría. 

I.uc. 

¡Ay  de  mí! 

F'ab. 

¿Siete  voi  la  esposa? 

Fel. 

Sí. 

Luc. 

¡Maldiga  Dios  quien  retrata! 

Fab. 

Donátemi,  mía  señora, 

un  abrazo  molto  estreto, 

que  vi  juro  e  vi  prometo 

que  piu  di  voi  mi  inamora 

la  fama  e  la  legiadría 

que  el  tesoro  e  tuto  el  oro. 

Fei,. 

Yo  tengo  en  vos  mi  tesoro. 

Fab. 

Voi  sete  la  dona  mía 

e  la  mía  cara  consorte. 

Fei.. 

Cansado  vendréis,  seño»-. 

Fab. 

Non  si  lasa  mai  amor. 

Fei<. 

Y  porque  toda  la  corte 

os  querrá  mañana  ver, 

descansad,  que  viene  el  día. 

Fab. 

¿Sete  voi  socera  mía? 

Fel. 

Yo  soy  de  \niestra  mujer 

madre. 

Fab. 

¡Oh  la  mía  señora, 

la  mía  socera! 

Fei,. 

Venid 

,  y  en  este  cuarto  dormid. 

que  ya  madruga  el  aurora. 

Fab. 

Andianio  dove  volite; 

adió,  siñora  bela. 

(Vanse.) 

Luc. 

Id  con  Dios.  ¿Con  qué  cautela; 

no  querré  tan  mal  envite? 

¡Ah,  caballeros!  ¿Quién  son? 
ViR.  Criados  de  vuestro  esposo. 

Luc.  Yo  le  he  visto  más  hermoso 

y  de  mayor  perfección. 
Ter.  ¿Vos?  ¿Dónde? 

Luc.  En  cierto  retrato. 

Ter.  Antes  que  enfermó  sería. 

Luc.  ¡Qué  linda  desdicha  mía! 

¡Oh  tiempo,  a  ti  mismo  ingrato!; 
Das  gusto,  quitas  hacienda, 

das  hacienda,  quitas  gusto; 

hacer  un  retrato  al  justo, 

era  más  justo  a  su  prenda, 
porque  en  el  que  me  envió 

no  vi  parche  ni  muleta. 
ViR.  Xo  está  la  pierna  perfecta 

y  ha  un  mes  que  el  ojo  perdió. 
Luc.  Id  en  buen  hora,  señores, 

poi  que  descanséis  con  él. 
(Vayanse.) 

¿Qué  te  parece,  Isabel? 
Isa.  Que  eres  dichosa  en  amores. 

Luc.  En  casamientos  dirás. 

Isa.  Peor  es  éste  que  el  muerto. 

T/UC.  Pues  eso  tenlo  por  cierto, 

que  no  puede  serlo  más. 
¿Salió  don  Juan? 
Isa.  Ya  salió. 

Luc.  lúnda  venganza  le  he  dado. 

¿Si  habrá  visto  al  desposado? 
Isa.  Al  tiempo  de  entrar  le  vio. 

Luc.  Mataréme,  no  lo  dudes, 

que  no  he  de  ser  su  mujer. 
Isa.  ¿Ya  cómo  puedes  hacer 

que  su  propósito  mudes 
o  quedar  desheredada? 
Luc.  Sin  duda  que  yo  nací 

para  que  digan  de  mí 

dos  veces  la  malcasada. 

(Vase  y  salen  I,iSARni:>,  letrado,  y  Millán  v  Fulgencio. 
tío  de  lyiSAUDo,  viejo.) 

Lisardo. 
Viendo  a  mi  padre  estar  tan  impedido 
de  su  gota,  F\ilgencio.  os  he  rogado 
me  hagáis  merced  en  lo  que  agora  os  pido. 

Fui,GENCio. 
Sobrino,  de  ella  estoy  bien  informado; 
su  padre  conocí,  muy  bien  nacido, 
hidalgo  vizcaíno  y  muy  honrado; 
pero  esto  de  tener  tan  grande  liacieiida 
no  sé  cómo  os  lo  crea  ni  lo  entienda. 


538 


LA   MALCASADA 


Orive,  que  Dios  haya,  no  tenía 
dos  mil  ducados,  sin  aquella  casa 
que  con  lo  más  en  censos  la  vivía. 

LlSARDO. 

Pues  ya,  señor,  de  otra  manera  p>asa. 
Lucrecia  se  casó,  por  su  hidalguía 
V  su  belleza,  que  otras  muchas  casa, 
con  Julio,  im  railanés;  murió  y  dejóla 
de  lo  que  veis  por  heredera  sola. 

Yo  sé  que  soy  acepto  a  Feliciana 
y  que  me  mira  bien  I,ucrecia,  y  creo 
que  no  os  dirán  de  no. 

FUI.GENCIO. 

Tan  de  mañana, 
hijo,  me  ha  despertado  tu  deseo 
que  pienso  que  lo  oirán  de  mala  gana; 
mas  oye  aquí,  que  abrir  la  puerta  veo; 
entra,  Millán,  y  mira  lo  que  pasa. 

MlLLÁN. 
Alborotada  está  toda  la  casa. 

LlSARDO. 

Mal  te  persuadirás  que  amor  ha  sido 
mirando  bien  los  treinta  mil  ducados; 
antes  la  amé  de  haberlos  adquirido. 

Flt,gencio. 
Sobredorados  llevas  tus  cuidados. 
(Vuel'.e  Millón. 
M11.LÁN. 
¿Qué  pensaréis  que  es  todo  este  ruido 
y  trápala  de  pajes  y  criados? 

LlSARDO. 

¿Está  mala  Lucrecia? 

M1LI.ÁN. 

Antes  muy  buena, 
pues  desposarse  aquesta  noche  ordena. 

LlSARDO. 

¿Qué  dice.e,  bestia? 

MlI,I.ÁN. 

.^sí  lo  dicen  ellos. 

FULGEN'CK). 

Hijo,  ¿de  qué  te  espantas,  que-  es  hermosa, 
con  treinta  mil  ducados? 

LlSARDO. 

¡Oh  cabellos, 
de  esta  ocasión,  tardé;  qué  triste  co.sa! 


Fui,GENCIO. 

Si  los  pudiste  asir,  no  ha  estado  en  ellos 
la  culpa  sino,  en  ti. 

LlSARDO. 

líUcrecia  hermosa 
habla  escogido  aquel  don  Juan,  que  ha  sido, 
quiero  callar,  viviendo,  su  marido. 

(Sale  Don  Juan  medio  desnudo  y  Hernando  teniéndole.) 

Her.  ¿Esto  hace  un  caballero? 

Juan.         Hombre,  no  me  digas  nada, 

que  en  ocasiones  como  esta 

perder  el  seso  es  ganancia. 

¿Qué  ha  de  hacer  con  seso  un  hombre 

teniendO;  por  no  guardarlas, 

en  un  incendio  de  fuego 

las  tres  potencias  del  alma? 

¿No  es  este  don  Juan? 

El  mismo. 

Darle  quiero,  pues  se  casa, 

el  parabién.  Guárdeos  Dios. 

Así  es  verdad.  Dios  me  guarda. 

Gocéis  mil  años,  señor, 

vuestra  Lucrecia  gallarda, 

pues  ganasteis  este  pleito 

contra  un  letrado  de  fama. 

¿De  mí  se  burlan?  ¿Qué  es  esto? 

¿No  soy  don  Juan?  ¿No  es  mi  espada 

esta  que  traigo  ceñida? 

Pues  yo  tomaré  venganza. 

¡Huid,  huid,  que  está  loco! 

¡Hijo,  hijo! 

Furia  extraña. 

¡Tente,  señor! 

Están  muertos. 

Todos  los  hicisteis  rajas. 

¿Maté  al  letrado''' 

El  primero. 

¿Y  al  viejo? 

Una  cuchillada 

le  diste,  que  la  cabeza 

así  de  los  hombres  falta, 

que  dando  con  ella  al  mozo 

como  si  fuera  una  bala 

le  llevó  toda  la  suya. 
Juan.  ¡Victoria  toquen  las  cajas! 

¿Podré  envainar? 
Her.  Ivs  sin  (luda. 

Juan.  Pero  espera. 

Her.  ¿Qué  te  falta? 

J  UAN.  Quiero  darte  un  gol])e  a  li 

jxjr  que  tu  cabeza  vaya 


Lis. 

MiLL. 

Lis. 

Juan. 
Lis. 


Juan. 


Her. 

Fui.. 

Lis. 

Her. 

Juan. 

Her. 

Juan. 

Her. 

Juan. 

Her. 


ACTO  TERCERO 


539 


adonde  está  el  desposado, 
que  si  le  encuentra  en  la  sala 
quizá  le  dará  en  la  suya, 
y  quedando,  si  le  mata, 
viuda  doña  Lucrecia 
me  la  dará  Feliciana. 

Her.  Sí;  pero  advierte  que  allí 

viene  volando  la  dama. 

Juan.  ¿Adonde? 

Her.  ¡Valedme,  pies! 

Juan.  Burlóme,  ¡Oh  villano,  aguarda! 

Aguarda  y  prueba  la  furia 
de  un  hombre  que  anoche  estaba 
en  un  jardín  con  Lucrecia 
ai  pie  de  una  fuente  clara 
y  habiéndose  ya  rendido 
a  la  fuerza  de  mis  ansias, 
a  mis  suspiros  y  quejas 
y  a  mis  lágrimas  amargas 
llamó  un  hombre  de  improviso, 
y  diciendo  que  se  Uama 
su  esposo  y  que  por  la  posta 
viene  de  Milán  a  España, 
me  notifican  la  muerte 
y  me  quitan  la  esperanza, 
dándome,  por  más  deshonra, 
por  sepultura  una  gavia. 
¿Quién  hay,  paredes,  que  tenga 
en  mujeres  confianza? 
Casada  estaba  en  secreto 
y  nunca  me  dijo  nada. 
¡Ay  mis  cobardes  deseos, 
que  por  andaros  en  galas 
perdisteis  la  posesión 
del  bien  que  Lucrecia  os  daba! 
Gente  me  mira;  no  es  justo 
dar  más  lugar  a  mis  ansias. 
Si  tu  esposo  es  el  que  vi, 
no  quiero  mayor  venganza, 
pues  casándote  dos  veces 
y  haciéndome  burla  entrambas 
te  llamarán  en  Madrid 
dos  veces  la  malcasada. 


ACTO    TERCERO    DE    «LA    MALCASADA» 
(I^DCRPCiA.  Feliciana  e  Isabel.) 


!  Luc. 

Peí,. 
Luc. 


Luc. 


Fel. 


¿Por  qué  me  riñes  a  mí, 
pues  tú  me  lo  aconsejaste? 
Porque  llorando  causaste 
este  mal  concejo  en  mí. 


Luc. 
Fei,. 
Luc. 
Fei,. 

Luc, 
Lsa. 

Luc. 
Isa. 


Ltc. 
Isa. 

Luc. 


Otros  defectos  hubiera 
para  el  divorcio  que  tratas, 
¡A  buen  tiempo  te  retratas! 
¿Era  mejor  que  dijera 

que  era  cojo,  tuerto  o  manco? 
¿Dirímese  el  matrimonio 
con  eso? 

¿Y  si  es  testimonio 
estotro  y  te  sale  en  blanco? 

Yo  sé  que  digo  verdad 
y  que  descansarme  puedo. 
Presumí  que  fuese  enredo 
de  tu  loca  voluntad. 

Mas  ya  que  el  pleito  se  ha  puesto 
y  en  el  tribunal  se  sigue, 
razón  será  que  se  obligue, 
hija,  a  Lisardo  con  esto. 

El  es  famoso  letrado 
y  te  sabrá  defender. 
¿Tú  no  ves  que  ha  de  volver 
al  pensamiento  pasado? 

¿Qué  importa  si  por  codicia 
de  casarse  el  pleito  vence? 
Otro  harás  que  se  comience; 
yo  tengo  en  este  justicia. 

Voy  a  escribirle  un  papel, 
yo  sé  que  import?  a  tu  honor. 

(Vase.) 

¡Ay  de  mi  pasado  amor 

¿Qué  hay  de  don  Juan,  Isabel? 

Desde  aquella  noche  triste 
que  de  aquí  se  despidió 
y  en  esas  rejas  me  habló 
no  le  vi  más. 

Necia  fuiste 

en  no  me  llamar. 

¿No  ves 
que  estaba  loco  e  hiciera 
alguna  cosa  que  fuera 
para  tu  daño  después? 

Mas  mira  cuan  grande  amor 
te  tiene,  pues  ha  dejado 
en  la  corte  a  su  criado, 
que  sirve  de  embajador. 

Este  pasa  cada  día 
por  tu  caUe. 

¿Y  a  qué  pasa? 
A  saber  lo  que  hay  en  casa 
hecho  cuidadoso  espía. 

Luego  habrá  escrito  a  don  Juan 
el  divorcio  y  los  defetos 
de  Fabricio. 


540 


LJi   MALCASADA 


Isa.  y  los  secretos 

que  más.  señora,  lo  están. 
Porque  con  lindo  artificio 

de  Ordóñez,  el  escudero, 

se  ha  hecho  pariente. 
Luc.  Hoy  quiero 

desengañar  a  Fabricio. 
Isa.  iQy^é  más  desengaño  quieres 

que  el  defeto  que  le  pones? 

Mas  ¿es  cierto,  o  lo  compones? 

Porque  suelen  las  mujeres 
con  grande  aborrecimiento 

intentar  extrañas  cosas. 
Ia"C.  Estas  no  son  fabulosas. 

Bien  sabe  Dios  que  no  miento. 
Isa.  Heniando  pa.sa,  o  me  engaño. 

¿quieres  que  le  llame? 
lA-c.  Sí, 

pues  no  está  mi  madre  aquí. 
Isa.  Voy. 

Luc.  ¿Qué  mayor  desengaño 

de  los  bienes  que  fortuna 

suele  dar  con  mano  escasa 

que  en  lo  que  en  mi  historia  pasa, 

a  quien  no  iguala  ninguna? 
¡Oh  hacienda  con  vil  pensión 

de  un  hombre  con  mil  defetos! 

Xo  son  pobres  los  discretos, 

que  si  lo  son,  ricos  son. 

Nunca  aceptara  la  herencia, 

pues  con  qué  vivir  tenía. 

(^nlcti  is.\rF.L  V  Hernando.) 

¡Oh  hermosa  señora  mía! 
¡<^)h  Hernando! 

Dame  licencia 

para  besarte  los  pies. 
¿Oué  sabes  de  tu  señor? 
; Lloras?,  ¡qui-  efecto  de  amor! 
I 'ero  bien  haces  que  ves 

de  aquel  sol  la  sombra  en  mí, 
que  de  tus  ojos  faltó. 
¿Escribístele  que  yo 
tanta  venganza  le  di? 

Ya  le  he  escrito  que  Fabricio 
es  bastante  a  flespicalle; 
que  los  celos  de  un  buen  trille 
quitan  a  un  hombre  el  juicio, 

y  el  malo  pone  ccmlura 
en  el  galán  más  pirado. 
I-tx:.  V  del  pleito  comenzado 

, sabes  algo  jK)r  ventura? 
IIkk.  Iv.scribíle  a  mi  señor 


Her. 
lAC. 

IlKK. 

Ll-c. 
Hkr 


lAC. 

Hi-k. 


el  defecto  natural 

de  tu  esposo,  que  a  su  mal 

era  el  remedio  mejor. 

Pues  pensar  que  libre  estás 
de  esta  fiera  rigurosa 
es  pa^-a  don  Juan  la  cosa 
de  que  se  ha  de  alegrar  naás. 
Luc.  Libre  estoy;  que  no  es  fingido. 

T<ibre  estoy;  Fabricio  es  hombre 
solamente  por  el  nombre 
y  por  el  nombre  marido. 

Escribe,  Hernando,  a  don  Juan 
que  mi  pleito  va  adelante, 
y  que  en  tiempo  semejante 
no  es  oficio  de  galán 

desamparar  una  dama 
que  en  él  su  esperanza  tiene. 
Yo  se  lo  he  escrito,  y  él  viene; 
mira  si  te  quiere  y  ama. 

¿Que  viene? 

Verdad  te  digo. 
Toma  esta  bolsa  en  que  están 
treinta  escudos. 

A  Milán 
y  a  toda  Icalia  bendigo, 

pues  vino  el  Julio  de  allá 
que  este  agosto  te  dejó. 
Julio,  Hernando,  me  mató, 
supuesto  que  es  muerto  ya, 

en  dejarme  este  sobrino. 
Sobrino  dice  sobrar; 
y  sobrino  de  faltar 
¿para  qué  de  Italia  vino? 

Hernando:  si  mi  ventura 
fuese  tal  que  mereciese 
que  a  don  Juan  en  Madrid  viese 
en  aquesta  coyuntura, 

cierta  estoy  que  me  daría 
de  tantos  males  consuelo. 
IIivK.  Ruégalo,  señora,  al  cielo. 


Her. 

Luc. 
Her. 
Luc. 

Her. 


Luc. 


Her. 


Luc. 


(Dcntr'i,  Feliciana.) 

Fei,. 

Lucrecia. 

Luc. 

vSeñora  mía. 

Huye,  escóndete,  que  viene 

mi  madre. 

IlKR. 

El  cielo  te-  guarde. 

Luc. 

Vuélveme  a  ver  esta  tarde. 

(l'asf  Hernando.  Sale  I.i.sakdo,  1'ei.iciana  y  Mii.l^.v.) 

Lis.  Padre  y  abogado  tiene; 

pero  estoy  muy  enojado 
que  no  me  avisasen  luego. 


ACTO    TERCERO 


541 


Fel.  Que  seáis,  Lisardo,  os  ruego 

de  esta  muchacha  abogado; 
que  es  lástima  ver  su  edad 

en  dos  monstruos  empleada. 
Lis.  Dios  os  guarde,  malcasada, 

y  os  \aielva  la  libertad. 
Luc.  De  vuestro  ingenio  confío 

de  mi  justicia  el  remedio. 
Lis.  Basta  que  esté  de  por  medio 

la  fuerza  del  amor  mío. 
Fel.  Yo  os  prometo,  si  ponéis 

a  Lucrecia  en  libertad, 

dáro.sla  luego. 
Luc.  Callad, 

señora,  y  no  os  arrojéis. 
Fei<.  Yo  digo  lo  que  ha  de  ser; 

siempre  he  estimado  a  Lisardo. 
Lis.  Leyes,  ¿de  qué  me  acobardo 

si  es  Lucrecia  mi  mujer? 

¿Qué  dudo,  si  me  han  buscado 

de  gozar  el  bien  que  espero? 

Yo  soy  nombrado  primero, 

y  así  soy  el  más  amado. 

Le  ge  Quoties,  de  usiifructu. 
Ya  ¿de  qué  tengo  temor? 

Mis  dichas  llegan  a  tiempo; 

que  quien  es  primero  en  tiempo 

es  su  derecho  mejor. 

Lege  Si  fundum,  capite  Qiii  potior,  &  c. 
¿Qué  tengo  pues  que  pensar, 

pues  es  necia  la  cuestión 

donde  no  queda  razón 

de  argüir  ni  de  dudar? 

Lege  Domitius,  de  testamentis. 
Ahora  bien,  suegra  y  señora, 

dejadme  aquí  con  Lucrecia 

a  solas. 

Quien  tanto  os  precia 

pretende,  Lisardo,  agora 
fiaros  todo  su  honor. 

¿Queréis  saber  la  verdad? 

Para  que  la  calidad 

de  una  materia  mejor, 
señora,  se  comprehenda, 

primero  se  ha  de  informar; 

porque  no  es  justo  llegar 

sin  que  el  principio  .se  entienda. 

Lege  prima,  in  fine.  De  origine  jitris. 
(Xase  Feliciana.) 
Luc.  ¿Qué  hace  este  majadero 

de  engañar  con  su  latín 

a  mi  madre,  sólo  a  fin 

de  pescalle  este  dinero? 


Fel. 


Lis. 


¿Qué  es,  señor,  lo  que  queréis? 
Lis.  Solo  con  vos  he  quedado 

para  quedar  informado 
del  pleito  que  pretendéis. 

Decidme,  pues,  cómo  ha  sido, 
pues  seguramente  habláis 
del  defeto  que  tratáis 
poner  a  vuestro  marido. 

Porque  será  de  importancia, 
proseguille,  si  se  emprende. 
Nunca  al  principio  se  atiende, 
sino  a  la  perseverancia. 
Lege,    Nam    etei    parentibus, 
grapho  primo. 

Decid:  ¿qué  pasáis  con  él? 
Si  yo  como  vos  supiera 
latín,  pienso  que  os  dijera 
más  fácil  lo  que  hay  en  él. 

Basta  saber  de  por  junto 
que  aqueste  defeto  tiene. 
Declaralle  más  conviene, 
y  todo  punto  por  pun^o; 

que  mal  puedo  yo  informar 
si  no  me  consta  lo  que  es. 
Si  no  os  va  más  interés 
que  el  que  tenéis  en  hablar 

de  esta  materia  conmigo, 
no  me  hagáis  salir  colores. 
No  se  excusan. 

¡Qué  rigores! 
Vos  sois  el  mayor  testigo. 

Decid  algunas  señales 
antes  del  pleito  empeñado; 
porque  de  un  principio  errado 
suceden  después  mil  males. 
Parágyaphi   Co.isiderabimvis,    et 
glosa  in  verbo  Illicito,  etcétera. 
IvUC.  Señor  Lisardo,  no  sé 

más  de  romance  en  Madrid; 
allá  esas  leyes  decid 
donde  quien  las  sabe  esté. 

Fabricio  casó  conmigo, 
como  Julio  lo  mandó; 
si  he  sido  obediente  yo 
esta  verdad  es  testigo. 

Mi  ánimo  fué  tener 
por  mi  dueño  a  su  sobrino; 
vino  para  mí...  y  no  vino; 
mirad  cómo  puede  ser 

Mientras  estuve  sin  él 
dormia  con  mi  señora, 
y  lo  mismo  pienso  agora, 
después  que  duermo  con  él. 


T.UC. 


JJS. 


Luc. 


Lis. 

Luc. 

Lis. 


para- 


ib  i 


542 


LA   MALCASADA 


Yo  paso  un  triste  desvelo 
con  un  vivo  amortajado; 
tengo  una  fantasma  al  lado 
que  toda  parece  hielo. 

Es  fuego  que  está  en  su  esfera, 
que  no  se  ve,  amique  se  estime, 
y  es  un  sello  que  no  imprime 
aunque  esté  blanda  la  cera. 

Es  un  desmayo  de  amor 
y  im  enfermo  caballero 
que  ha  reñido,  aventurero, 
y  que  no  es  mantenedor. 

Es  un  efecto  pintado 
que  da  a  la  vista  alboroto, 
es  un  instrumento  roto 
v  im  reloj  desconcertado. 

Y  cuando  más  afición 
sus  pensamientos  enciende, 
paga  en  moneda  de  duende, 
porque  se  \nielve  carbón. 

Esto  basta,  y,  por  lo  menos, 
lo  demás  podéis  sacar, 
que  no  es  justo  hacerme  hablar 
en  imposibles  ajenos. 
(Vasc  T.rcRECiA.) 

LlSARDO. 

¡Oh  ingenio  y  hermosura  para  sabios! 
¿Qué  seda  blanca  de  la  rica  China 
no  se  tiñera  en  púrpura  divina 
de  sus  mejillas  y  rosados  labios? 

¿Qué  Alejandros,  qué  Césares,  qué  Octavio.^ 
no  venciera  beldad  tan  peregrina, 
pues  si  la  resistencia  se  imagina 
el  amor  natural  recibe  agravios? 

Pagaste  la  pensión  de  tantos  bienes 
con  la  desdicha,  que  te  dio  forzosa 
quien  por  hermosa  coronó  tus  sienes. 

Que  no  nacieras  para  ser  dichosa, 
con  tan  grande  hermosura  como  tienes, 
ni  desdichada  para  ser  hermosa. 

(l'ase  y  saU  Don  Jpan  con  botas  y  espuelas.) 

Juan. 

Aquí  me  vuelven  las  desdichas  mías 
engañado  de  nuevas  esperanzas, 
porque  suele  de  humildes  confianzas 
nacer  un  bien  para  inmortales  días. 

Pasé  abrasado  mil  montañas  frías 
estando  igual  el  sol  en  sus  balanzas; 
hice  en  las  tierras,  no  en  la  fe,  mudanza.s, 
que  con  mi  firme  amor  serán  tardías. 

Viva  la  fe,  las  esperanzas  vuelen; 


no  den  veneno  al  alma  desengaños, 
pues  mucho  más  que  los  engaños  duelen. 

Que  entretenido  amor  en  sus  engaños 
mejor  pasa  las  horas,  porque  suelen 
vencer  las  esperanzas  a  los  años. 

(Salt-  Hernando.) 

Hernando. 

Díjome  Alberto  que  llegado  habías, 
y  como  loco  por  las  calles  vengo. 
Seas,  señor,  mil  veces  bien  venido. 

Juan. 
¡Oh  Hernando  nu'o!,  que  si  tvi  tenías 
deseo  de  tu  dueño,  no  me  vences 
el  que  tengo  de  ver  tan  buen  criado. 

Hernando. 
¿Cómo  vienes,  señor? 

Juan. 

Como  quien  viene 
con  sola  la  esperanza  de  tus  cartas. 
Ya  estaba  en  nuestia  villa  como  suele 
el  cautivo  de  -Argel  en  las  prisiones, 
olvidado  de  deudos  y  parientes. 
Resucitóme,  Hernando,  aquel  capítulo 
del  pleito  de  Lucrecia,  porque  creo 
que  el  pensar  en  Fabricio  me  matara: 
tales  eran  los  celos  y  la  envidia, 
tales  eran  las  ansias  y  dolores 
de  ver  mi  soledad  y  sus  amores. 
No  suele  ruiseñor  que  ve  su  nido 
ocupado  de  pájaro  extranjero 
llorando  despedir  por  la  gargantr 
el  aliento  vital  con  más  tristeza 
que  5^0  viendo  a  Fabricio  entre  los  brazos 
de  la  belL;  T^ucrecia  hacer  el  ¡lido 
que  yo  lloré  viendo  mi  honor  pi.'rdido. 

Hiírnando. 

Alégrate,  señor,  que  la  fortuna 

suele  probar  mil  veces  sus  amigos, 

y  para  levíintar  a  un  alto  estado 

derriba  un  hombre  hasta  el  lugar  más  ínfimo, 

porque  despi'és  que  suba  y  le  engrandezca 

su  poder  y  favores  le  agradezca. 

El  pleito  está  de  suerte  que  sospecho 

(jue  ha  de  salir  Lucrecia  victoriosa. 

Fabricio  et:  liombre  tnftrnio  e  imp(  dido 

y  casi  con  vergüenza  se  defiende; 

mal  juego  tiene,  pues  partido  pide; 

querrá  alginios  ducados  y  volverse. 


ACTO  TERCERO 


Í42> 


Juan. 
¡Ay!,  denle  todo  cuanto  le  ha  dejado 
a  Lucrecia  su  tío;  solamente 
deje  libre  aquel  ángel  inocente. 

Hernando. 
¿Cómo  te  diré  yo  de  qué  manera 
ayer  la  vi  y  hablé,  qué  lindas  tocas; 
parece  que  entre  nieve  se  asomaba 
un  ramillete  de  purpúreas  rosas? 
¡Qué  me  dijo  de  ti! 

Juan. 

¡Cielos,  que  puedo 
sufíir  el  bien!  ¡Ay  Dios!;  más  peligroso 
es  un  suceso  bueno  que  un  adverso! 

Hernando. 
Así  lo  dijo  de  un  poeta  el  verso. 

Juan. 
Yo  tengo  de  ir  a  verla. 

Hernando. 

¿Cuándo? 

Juan. 

Ivuego. 

Hernando. 
¿Estás  loco? 

Juan. 

No  puedo  más,  Hernando. 

Hernando. 
¿Cómo  podrás  entrar  durante  el  pleito? 
Que  siendo  sospechosa  tu  persona, 
podrías  hacer  daño  al  honor  suyo 
y  levantarla  acaso  un  testimonio. 
Déjala  dirimir  el  matrimonio. 

Juan. 
Vamos  los  dos  en  forma  de  notarios; 
tú  serás  el  mayor,  yo  el  escribiente, 
di  que  vamos  de  parte  de  Fabricjo 
a  tomar  los  testigos  de  esta  causa. 

Hernando. 
¿Pues  no  es  mejor  que  tú  el  notario  seas' 

Juan. 
No,  Hernando,  que  estaré  turbado  todo; 
tú,  que  estás  sin  pasión,  podrás  hablarla. 

Hernando. 
¿Y  si  acaso  la  madre  nos  conoce? 


Juan. 

No  hará,  mudando  el  traje;  y  fuera  de  esto, 
la  cara  encubriré  .sobre  la  mesa 
bajándola  al  papel. 

Hernando. 

Bien  me  parece; 
que  soy  un  poco  amigo  de  invenciones 
v  deseo  tu  gusto  y  tu  remedio. 

Juan. 
Pues  ven  tras  mí.  que  estando  amor  en  medio, 
no  hay  que  temer  peligros,  que  es  más  fuerte 
mil  veces  el  amor  que  no  la  muerte. 

Hernando. 
Cuando  el  negocio  llegue  a  cintarazos, 
no  creas  tú  que  puede  ser  valiente 
un  hombre  tan  mujer  como  su  abuela. 

Juan. 
Yo  venceré  por  fuerza  o  por  cautela. 
(]'anse   y   salen   Faericio,   Fel  ciana   y   I.ucrecia.) 

Fab.  Voi  daréte  conta  a  Dio. 

Fel.  Hablad  como  habéis  de  hablar. 

Fab.  lo  sapero  trovar 

il  modo  del  fato  mío. 
Luc.  ¿Pues  qué  podéis  vos  hacer? 

Fab.  ¿Tú  ancora,  consorte  mía? 

¿qué  he  questa  furf  antería' 
Luc.  Que  ya  no  soy  tu  mujer, 

Fab.  Per  Dio,  vero  que  ti  done 

ventichinque  bastonate. 
Fei,.  ¡Hola!,  no  me  la  maltrate; 

hable  bien,  aunque  perdone, 
que  si  me  quito  un  chapín... 
Fab.  Maledita  mía  fortuna. 

Fel.  No  se  queje  de  ninguna, 

quéjese  de  ser  tan  ruin. 
Fab.  ¿Qué  cosa  ruin,  furfanta? 

Fel.  ¿a  mí  furfanta? 

Fab.  Cusí 

mi  vollo  tratare  a  ti, 

rufiana,  que  te  fai  santa. 
Luc.  ¿A  mi  madre? 

Fab.  E  ben,  ¿que  vuoi? 

Cancaro  in  la  macarela. 
Luc.  ¡Hola,  Beatriz,  Isabela! 

F.\B.  E  ¿que  faremo  dipoi? 

Luc.  ¡Ordóñez,  Sancho,  Leonicio! 

Fab.  lo  mi  vollo  retirarme, 

que  si  aspecto  un  poco,  parmi, 

che  more  il  pover  Fabricio. 


544 


I.A   MAFXASADA 


lOime  la  mía  fatica! 
Mi  vollo  andar  iii  Milano. 
Fki..  l^eja,  Lucrecia,  el  villano. 

Fab.  X0131  piu  vollo  aspetar  mica. 

Caneare  in  España,  in  tuti 
questi  ladri  >rarioli. 
De  traditori  españoli, 
porte  el  diavolo  li  escuti.  ( i) 

(l'así  Fabricio.) 

Fei..  El  se  va  desesperado. 

Luc.  Mas  que  nunca  vuelva  acá. 

C-alen.  Ac  notarios.  Hkrnando  ."  Don  Juan,  con  laionas 
y  sotatiillas,  papel,  cajas  y  plumas.) 


Fel. 
Her. 
Lüc. 
Her. 


Fel. 
Her. 


Juan. 
Her. 

Juan. 
Her. 

I.uc. 
Her. 
Juan. 
Luc. 


Juan. 


Her. 
I.rc. 
Hkr. 


Fel. 


¡Plega  a  Dios! 

; Quién  e.stá  acá? 
Dos  hombres,  madre,  han  entrado. 

Venimos  a  examinar, 
por  la  parte  de  Fabricio, 
testigos. 

Hagan  su  oficio. 
Hacedlos  luego  llamar. 

Poned,  Garimberto,  ahí 
el  proceso. 

Ya  está  puesto. 
Prevenid  la  pluma  presto. 
¿Está  a  punto? 

Señor,  sí. 
¿Qué  sabe  vuestra  merced 
de  esto  que  aquí  se  pregunta? 
¡Ay  cielos,  estoy  difunta! 
¡Hola!,  el  principio  poned. 
¿Qué  edad? 

Ya  puedo  pedir 
mi  hacienda,  aunque  libre  fuera. 
Que  era  don  Juan  presumiera 
a  no  le  ver  escribir 

en  el  pleito  de  esta  causa. 
Tomadle  la  confesión, 
por  que  diga  la  ocasión 
que  mis  desventuras  causa. 

¿Ese  hombre  es  liQinbre  o  no? 
No  es  hombre. 

Ponedlo  ahí. 
que  pues  que  lo  dice  asi 
mejor  lo  sabe  que  yo. 
Otro  testigo. 

¿Hay  tal  prisa? 


f  I)  Hartz.  corrif!Í6  los  iKivijrs  italianris.  Tnrccc  mejor 
dcjarlof  como  están  en  el  r>rÍKÍna]  para  «lut-  so  vea  cómo 
M  escribía  entone*»  c«te  idioma  en  I<>|>:iña. 


(^ale  Isabel.) 
Luc.  ¿Oyes,  Isabel? 

I.SA.  Ya  vo}'. 

Her.  Aquí  me  pierdo,  que  estoy 

descalzándome  de  risa. 
¿Qué  edad  tenéis? 
Isa.  ¿No  lo  ve? 

Her.  ¿Sois  doncella? 

Isa.  a  mi  señora 

sirvo  de  doncella  agora. 
Her.  Buena  conciencia. 

Isa.  Esto  .sé. 

Juan.  ¿Leeré  el  interrogatorio? 

Her.  Dejad,  qxie  no  es  menester, 

porque  ya  a  aquesta  mujer 

es  todo  el  caso  notorio. 
¿Cómo  os  llamáis? 
Isa.  Isabel. 

¡Ay  cielos!  ¿No  es  éste  Hernando? 
Her.  Jurad  aquí. 

Isa.  Estoy  pensando 

que  es  él;  sin  duda  que  es  él. 
Her.  ¿Qué  sabéis  de  su  marido 

de  la  señora  Lucrecia? 
Isa.  Yo,  señor... 

Her.  Acabad,  necia, 

decid  lo  que  habéis  oído, 

que  bien  se  me  alcanza  a  mí 

que  de  vista  no  será. 
Isa.  Enfermo,  señor,  está; 

esto  a  mi  señora  oí. 
Her.  y  de  su  disposición, 

juzgáis  que  es  rocín  de  casta. 
Isa.  Yo  presumo  lo  que  basta, 

como  los  que  no  lo  son. 
Her.  Otro  venga. 

Luc.  Ordóñez.  ¡hola! 

(Sale  Ordóñe/..) 

Ord.  Aquí  estoy, 

Her.  Jurad. 

Ord.  Ya  quiero. 

Her.  (¡Qué  oficio? 

Ord.  Soy  escudero. 

Her.  y  rocín  con  sotacola. 

¿Sois  hidalgo? 

Ord.  Como  el  Rey. 

Her.  ¿Que  años?  Decid  verdad, 

por(|ue  si  negáis  la  edad 
vais  contra  dereclio  y  ley. 
Ley  de  Matasxdcnis,  capitulo  de  bar- 
batis,   párrafo  de  escuderos,  eí  preten- 
soribi4i. 


ACTO  TERCERO 


545 


Ord. 
Her. 


Ord. 
Her. 

Ord. 


Her. 


Fei,. 
Her. 


Juan. 
Her. 

XII 


Señor,  yo  pienso  que  haré 
mis  ochenta  esta  vendimia. 
No  es  hombre  que  vende  alquimia 
verdad  dice,  bien  se  ve. 

¿Qué  tanto  habrá  que  dijistes 
«tata»  y  «mama»? 

No  me  acuerdo. 
El  hidalgo  es  hombre  cuerdo. 
Y  del  pleito,  ¿qué  supistes? 

Señor,  hasta  sus  criados 
murmuran  de  sus  flaquezas; 
de  sus  heladas  tibiezas 
todos  estaiuos  cansados. 

Y  con  ser  señal  que  avisa 
lo  que  queréis  preguntar, 
no  hemos  visto  levantar 

a  mi  señora  con  risa. 

Siempre  sale  desgraciada, 
siempre  el  cabello  tranzado; 
ya  da  voces  al  criado, 
ya  riñe  con  la  criada. 

Y  cuando  por  la  mañana 
sale  una  mujer  compuesta, 
y  a  todos  riñe  y  molesta 

y  come  de  mala  gana; 

anda  el  rostro  deslucido 
y  el  sobrecejo  en  los  pies, 
creedme  que  todo  es 
disgustos  de  su  marido. 

Escribidlo  todo  así, 
y  que  aqueste  honrado  viejo 
pudiera  ser  del  Consejo 
del  Gran  Turco  y  del  Sofí. 

Id,  señora  Feliciana, 
y  el  testamento  traed 
de  Julio. 

Yo  voy. 

(Vanse  Feliciana  y  el  Escudero.) 
Creed 
que  vuestra  justicia  es  llana; 

y  que  aunque  yo  vengo  aquí 
por  la  parte  de  Fabricio 
haré  muy  legal  mi  oficio, 
porque  se  ha  de  hacer  así. 

Lege  si  aliquis  fecerit  utiam  inven- 
íionen.  Cap.  de  escribanos  fingidos, 
párrafo  de  viudas. 

(Levántase  Don  Juan.) 
Necio  y  prolijo  has  estado, 

mi  remedio  has  puesto  en  duda. 

¿Por  qué  no  la  echabas  antes? 

Por  hallar  más  justa  excusa. 


J  UAN.  Señora  del  alma  mía. 

J-UC.  i Ay  cielos! 

Juan.  ¿De  qué  te  turbas? 

Dame  esos  brazos. 

Luc.  Don  Juan, 

¿eres  tú? 

I  UAN.  Mis  desventuras 

me  han  puesto  en  Lan  triste  estado 

que  con  razón  lo  pregimtas. 

Yo  soy  el  que  ya  dos  veces 

vio  tu  voluntad  perjura, 

quien  dos  veces  te  perdió, 

y  ningima  por  su  culpa; 

yo  soy  el  que  ya  por  ti 

hice  tan  tiernas  locuras 

que  no  me  ha  igualado  Orlando 

ni  en  el  amor  ni  en  la  furia. 

Yo  soy  quien  la  vez  primera 

salió  con  tantas  angustias 

que  guardó  su  vida  amor 

para  sufrir  la  segunda. 

Yo  soy  quien  si  en  la  tercera 

viene  a  perder  tu  hermosura, 

piensa  morir  en  tus  rejas 

aJntes  que  sufrir  tu  injuria. 

Luc.  Y  yo  quién  soy,  señor  mío, 

puesto  que  mi  amor  acusas, 
creo  que  podré  decir, 
aunque  dos  veces  me  culpas. 
De  las  desdichadas  yo  soy  la  una, 
sigúeme  la  rueda  de  la  fortuna. 
Mi  primero  casamiento, 
mi  madre,  a  quien  tanto  ofusca 
la  codicia  del  dinero, 
hizo  con  violencia  injusta. 
Cuando  de  Julio  quedé, 
como  lo  sabes,  viuda, 
ya  la  cláusula  supiste 
en  que  esta  herencia  se  funda. 

Y  cuando  fuera  culpada, 
¿parécete  que  se  pvtrga 
cualquier  delito  en  tormento 
de  quien  mi  muerte  redunda? 
Mira  en  qué  punto  me  veo, 

y  m  s  si  los  pleitos  duran, 
o  me  mandan  encerrar 
o  contra  mis  años  juzgan. 

Y  por  ser  la  información 
de  una  causa  tan  oculta, 

por  razón  de  aquesta  herencia 
quieren  que  sus  faltas  supla. 
Que  bien  puede  ser  que  ese  hombre 
testigos  falsos  induzca 

35 


546 


LA  MALCASADA 


y  me  mande  sin  razón 

que  viva  en  su  sepultura. 

Mira  si  podré  decir, 

don  Juan,  con  causa  más  justa, 

viendo  cumplidas  mis  penas 

y  mis  esperanzas  muica. 

De  las  desdichadas  yo  S03'  la  una, 

sigúeme  la  rueda  de  la  fortima. 

Juan.  Corre  las  cortinas  bellas 

al  divino  sol  que  anublas, 
o  a  los  rayos  de  mi  amor 
esas  estrellas  enjuíja; 
que  no  hayas  miedo  que  el  cielo 
a  tanto  mal  nos  reduzga. 
I,a  fortima  es  variable 
y  por  momentos  se  muda; 
que  como  del  bien  el  mal 
ya  del  mal  el  bien  resulta, 
podrá  ser  que  el  puro  cielo 
otra  calidad  infunda 
en  nuestros  sucesos  ya. 

Lvc.  ¡Ay,  mi  don  Juan,  seré  tuya! 

Juan.  Tente,  no  me  digas  nada; 

que  si  agora  serlo  juras, 
hasta  la  dipensación 
nuestro  matrimonio  anulas. 
Corra  la  fortuna  agora, 
que  es,  como  ves,  absolutf , 
pues  negociarás  mejor 
si  el  cuerpo  a  sus  golpes  hurtas. 
Sólo  te  pido  que  agora 
premies  penas  tan  profundas 
con  esos  brazos. 

Lrc.  Tu  esclava 

sólo  agradarte  procura. 

(En  abratándose,  sale  la  madre,  y  Don  Juan   laya  a 
lomar  la  pluma  y  escribir.) 


Fel. 
Juan. 

Fel. 


JL'AN. 


Pel. 

Luc. 
Fel. 


¿Qué  es  esto,  señor  notario? 
A  la  primera  pregunta 
dijo... 

Ya  yo  sé  qué  dijo. 
Tarde,  don  Juan,  disimulas. 
Ya  conozco  tus  engaños; 
ya  no  hay  para  f|ué  te  encubra. 
(Tú  en  esta  casa? 

Señora, 
voluntad  sencilla  y  pura 
me  ha  tr.'iído  donde  ves. 
Siempn-  mis  deshonras  buscas. 
;Y  tú  qué  dices,  villana? 
No  sé,  madre;  e.stoy  difunta. 
(Y  el  bellacón  del  lacayo? 


Her.  a  la  novena  pregimta 

dijo  aqueste  declarante... 

Fel.  ¿Pues  agora  me  deslumhras? 

¿Que  más  declarado  engaño? 
Esta  maldad  no  se  usa 
en  casas  tan  principales. 
Salgan  luego. 

Lrc.  No  descubras 

lo  que  pasa  con  tus  voces. 

Fel.  Salgan  luego. 

Juan.  ¡Oh  lince  astuta! 

Her.  ¿Quién  me  ha  de  pagar  a  mí 

los  derechos? 

Fel.  ¿No  hay  quien  cubra 

este  jiimento  de  leña? 

Her.  Pág^ienme  mis  escrituras. 

Fel.  Don  Juan,  vete  de  mi  casa; 

que  si  sentencia  pronuncian 
en  nuestro  favor,  Lucrecia 
ha  de  ser  de  quien  estudia 
para  su  remedio  y  mío. 

JFAN.  Digo  que  es  razón,  y  mucha; 

mas  suplicóte,  señora, 
que  una  palabra  me  sufras. 

Fel.  Si  he  de  decirte  verdad, 

Lucrecia  es  libre  y  es  suya, 

porque  Fabricio,  enojado 

de  su  afrenta,  de  la  duda 

sacó  al  juez  confesando 

sus  defectos,  y  renuncia 

la  herencia  con  que  le  demos 

tres  mil  ducados  de  a>nida 

de  costa,  con  que  se  vuelva 

a  Italia.  H03'  quiero  que  cumpla 

mi  palabra  con  Lisardo 

Lucrecia. 

Juan.  Es  cosa  nmy  justa; 

pero  escúchame. 

Fel.  ¿Qué  quieres? 

Juan.  Tú  lo  sabrás  si  me  escuchas. 

Yo  he  visto,  Feliciana,  que  has  tomado 
resolución  de  dar  tu  hija  hermosa, 
por  razón  o  afición,  a  este  letrado; 
por  mil  años,  y  buenos,  sea  su  esposa. 
Contradecirlo  yo  fuera  excusado, 
que  eres  madre,  en  cfeto,  y  poderosa 
para  nnidar  su  voluntad;  mas  mira 
lo  que  puede  m¡  amor,  c]uc>  el  mundo  adnura. 

No  ])ierda  yo  de  ser  de  acjuesta  casa 
por  la  grande  afición  que  os  lie  tenido; 
tú  con  don  Juan,  pues  es  razón,  te  casa; 
yo  quiercj  ser,  señora,  tu  marido. 


fVCTO    TERCERO 


547 


l'an  grande  amor  mi  pensamiento  abrasa, 
que  esta  merced  por  singular  te  pido; 
y  pues  que  por  marido  no  me  precia, 
merezca  yo  ser  padre  de  Lucrecia. 
Y  créeme  que  si  esto  consideras, 
verás  que  te  estoy  bien. 

TyUCRECIA. 

¡Qué  desatino! 

Fei,iciana. 
Aiui  esas  cosas  son  más  llevaderas, 
y  parece  que  van  por  buen  camino. 

Lucrecia. 
Madre,  ¿qué. dices? 

FELICIANA. 

¿Pues  de  qué  te  alteras? 
¿Moza  no  soy?  Casarme  determino. 
Si  a  don  Juan  te  quitaba,  fué  de  celos 
de  las  gracias  que  en  él  ponen  los  cielos. 

Quedaos  aquí  a  cenar,  que  yo  he  llamado 
a  Lisardo,  y  podréis,  después  de  cena, 
cual  padre  de  Lucrecia,  y  tan  honrado, 
hablar  en  su  remedio. 

Juan. 
Enhorabuena. 
Feuciana. 
Yo  \nielvo  el  testamento,  y  con  cuidado 
de  ver  lo  que  el  juez  de  nuevo  ordena. 

Lucrecia. 
Madre,  ¿qué  dices? 

FEI.ICIAKA. 
Que  casarme  quiero; 
más  moza  soy  que  tú. 

(Vase  Feliciana.) 

Lucrecia. 

¿Qué  es  esto,  fiero? 

¿Qué  es  esto,  engañador?  ¿Qué  es  esto,  loco? 
¿Con  mi  madre  te  casas  y  me  dejas? 
¿Así  mi  fe  y  amor  tienes  en  poco? 
¿Que  me  case  con  otro  le  aconsejas? 
A  dar  voces  al  cielo  me  provoco, 
todos  han  de  saber  mis  justas  quejas; 
agora  sí  que  soy  la  malcasada 
y  en  la  tercera  vez  más  desdichada. 

¡A  quién  hubiera  yo  Lan  bien  ciuerido 
que  de  aquesta  manera  me  pagara! 
¿Tú  de  mi  madre,  bárbaro,  marido? 
¿Estabas  loco? 


Juan, 
Quedo,  prenda  cara; 
para  que  no  me  echase  lo  he  fingido 
y  para  que  en  su  casa  me  dejara, 
donde  podré  mejor  seguir  mi  intento, 
que  contigo  ha  de  ser  mi  casamiento. 

Lucrecia. 
Conmigo  no  lo  creas,  que  en  tu  vida 
me  verás  por  el  susto  que  me  has  dado. 


JUAN. 


¡Ea!,  leona,  quedo. 


Lucrecia. 
Estoy  perdida, 
casarme  tengo  con  aquel  letrado. 

Juan. 
Ya  estás  muy  necia:  burla  fué  fingida. 

Lucrecia. 
Burla  que  pone  el  alma  en  tal  cuidado. 

Juan. 
¿En  qué  cuidado? 

Lucrecia. 

En  que  mi  madre  agora 
confiesa  que  le  agradas  y  te  adora. 

Con  esto  ha  de  impedir  mi  casamiento; 
mas  yo  me  casaré  con  el  letrado. 

Juan. 
Oye,  y  tratemos  de  engañar  su  intento. 

Lucrecia. 
Déjame,  que  me  has  muerto. 

Juan. 

¡Qué  cuidado. 
(Vase  I.uCRECiA.i 

Hernando. 
Fuese  enojada,  ya  estarás  contento. 

Juan. 
L^n  pecho  de  mujer  determinado, 
Hernando,  no  habrá  cosa  que  no  intente. 

Hernando. 
¡Famosa  bestia,  las  espuelas  siente! 

Date  a  aplacarla,  pues  licencia  tienes 
para  andar  ya  por  la  casa  a  tu  albedrío. 

Juan. 
Bien  dices,  voy. 


548 


LA   MALCASADA 


Hernando. 
Perdido  está  de  sienes 
este  desatinado  dueño  nuo. 
¡Oh  amor,  ¿qué  fiera  habrá  que  no  la  enfrenes; 
o  qué  pei~iasco  habrá  tan  duro  y  frío 
que  se  resista  al  fuego  de  tu  flecha 
de  mil  diamantes  y  venenos  hecha? 

(Salen  MillAn  y  Lis  ardo.) 


Mili.. 

Notable  ventura  ha  sido. 

Lis. 

El  hombre  vio  ir  la  razón, 

y  entre  tanta  confusión 

rindió  su  pleito  a  partido. 

Yo  traigo  el  apartamiento, 

dándole  tres  mil  ducados 

de  a\'uda  de  costa. 

MlLL. 

¿Y  dados...? 

Lis. 

Se  vuelve  a  Italia  al  momento. 

MaL. 

En  efecto,  ¿era  verdad 

que  ese  defecto  tenía? 

Lis. 

El  lo  confiesa. 

MlLL. 

¿Y  sería...? 

Lis. 

I  Qué  terrible  enfermedad 

X>ara  paz  de  dos  casados! 

¿Quién  está  aquí? 

Her. 

De  don  Juan 

un  criado. 

Lis. 

¿Y  aquí  están 

hoy  de  don  Juan  los  criados? 

¿Xo  saben  que  soy  el  duei'io 

de  esta  casa? 

Her. 

No,  señor; 

porque  es  don  Juan  el  mayor. 

Lis. 

Eso  de  don  Juan  es  sueño. 

Her. 

¿Luego  vos  queréis  mujer 

que  con  otro  está  casada? 

Lis. 

¿Casada?  Todo  eso  es  nada, 

ni  ha  de  ser,  ni  puede  .ser. 

Her. 

Probar  quiero  mi  invención 

en  engañar  a  un  letrado. 

¿Que  don  Juan  no  está  casado? 

Decís  bien,  tenéis  razón; 

pero  haber  sido  dicho.síj 

en  lo  que  quiero  callar, 

¿cómo  le  puede  quitar 

el  ser  por  fuerza  su  esposo? 

Mirad  qne  no  os  está  bien. 

Mnj,. 

Af'entosíj  de.sengaño. 

Lis. 

¿No  puede  mentir? 

Her 

No  engaño. 

que  soy  muy  hombre  <le  bien. 

¿No  me  veis  ya  reformado 

de  lechuguilla  y  vestido^ 

Lis. 
Her. 


Lis. 
Her. 

Lis. 
Her. 


MiLL 

Lis. 

MlLL. 


Lis. 


Y  su  madre,  ¿halo  sabido? 
Notables  voces  han  dado; 

mas  él  la  quiere  aplacar, 
y  como  es  moza  y  hermosa 
halló  la  más  fácil  cosa. 
¿Cómo? 

Quiérela  casar, 

y  en  dote  le  ha  prometido... 
¿Cuánto? 

Quince  mil  ducados, 
porque  de  los  heredados 
ésta  la  mitad  ha  sido. 

L^n  amigo  buscar  quiere 
y  que  vivan  como  hermanos. 
.Señor. 

¿Qué  quieres? 

Con  vanos 
pensamientos  nadie  adquiere 

el  fin  de  su  pretensión; 
la  tuya  no  puedi'  .ser; 
quiérete  dar  parecer, 
presuponiendo  el  perdón. 

Que  en  su  causa  no  hay  letrado 
de  ciencia  ni  de  experiencia, 
ni  médico  en  su  dolencia, 
aunque  en  la  ajena  acertado. 

Y  tal  vez  alguna  vieja 
o  algún  criado  ignorante 
viene  a  estar  más  adelante 
y  lo  más  cierto  aconseja. 

Ya  no  te  está  bien  casarte 
con  Lucrecia,  que  don  Juan 
ha  mucho  que  es  su  galán, 
y  puede  en  algo  tocarte 

nota  de  infame,  o  primero 
o  después,  si  has  de  guardar 
con  celos  lo  que  en  mirar 
tiene  peligro  tan  fiero. 

Estos  quince  mil  ducados 
y  una  mujer,  qUe  es  el  dueño 
de  esta  casa,  no  es  pequeño 
partido;  los  naipes  dados. 

Abre  los  ojos  y  mira 
fjue  muda  consejo  el  sabio; 
no  hay  honra  para  un  agravio 
ni  gusto  donde  hay  mentira. 

Una  mujer  que  ha  querido 
otro  hombre,  ¿qué  jniede  hacer 
que  no  vt-nga  a  padecer 
la  famn  de  su  marido? 

Tente,  que  hablar  no  pudiera 
Bartulo  con  más  acuerdo; 
yo  .soy  el  necio,  tú  el  cuerdo. 


ACTO    TERCERO 


54^^ 


(>aU  Don  Juan,  ya  galán,  cotí  cuello  y  espada.) 

Juan.  Piies  quede  de  esa  manera, 

que  yo  lo  tengo  por  bien. 

Ijs.  Señor  don  Juan. 

Juan.  ¡Oh,  señor! 

Lis.  De  liablaros  tengo  temor 

por  el  pasado  desdén ; 

pero  dame  atrevimiento 
el  saber  vuestra  hidalgiiía. 
Ya  sabéis  que  pretendía 
de  Lucrecia  el  casamiento. 

Juan.  Ya  lo  sé. 

I.is.  Pues  lie  sabido 

que  con  ella  estáis  tratado 
de  casar,  que  este  criado 
la  verdad  me  ha  referido. 
Yo  no  qiiiero  averiguar 
lo  que  ha  sido  o  lo  que  fué; 
pero  de  su  madre  sé 
que  la  queréis  aplacar 

casándola,  como  dice 
\T.xestro  criado,  con  hombre 
de  buenas  partes  3^  nombre 
y  que  esta  casa  autorice. 

Dáisle  quince  mil  ducados, 
que  es  la  mitad  de  la  herencia. 
Calidad,  nobleza  y  ciencia, 
con  mil  oficios  honrados, 

concurren,  don  Juan,  en  mí; 
si  sois  servido,  aquí  estoja 
la  mano  y  brazos  os  doy. 

Juan.  ¿Tú  lo  has  dicho? 

Her.  Señor,  sí. 

Juan.  ¡Oh  qué  notable  invención! 

Por  cierto,  señor  Lisardo, 
que  sois  tan  noble  y  gallardo 
y  vuestras  partes  lo  son, 
de  suerte  que  en  esta  corte 
no  pudiera  hallar  ninguno 
de  caudal  más  oportuno 
a  lo  que  a  esta  casa  importe. 

Ellas  salen;  a  esta  parte 
os  retirad  y  hablarélas. 
El  amor  todo  es  cautelas. 

(T,üCRKCiA,  Ffliciana  e  IsABEr.  y  Ordóñe^.I 

Aquí  están. 


Luc. 

Juan. 

Peí,. 


Juan. 


Yo  vengo  a  hablarte. 
Aquí  estoy  a  tu  servicio. 

(Aparte.) 

Tratando  yo,  Feliciana, 
con  Lisardo,  que  allí  ves. 


Peí,. 
Juan. 
Peí.. 
Juan. 

Peí.. 


Lis. 


Peí.. 
Luc. 
Peí.. 
Luc. 


Peí.. 


Luc. 


que  contigo  me  casaba, 

quiso  saber  si  te  habían 

de  dar  dote;  y  cuando  tratan 

si  han  de  ser  doce  o  quince, 

iin  cierto  amigo  le  habla 

al  oído  de  esta  suerte, 

que  él  me  contó  las  palabras: 

«En  todo  Madrid  se  dice 

que  Lucrecia  ha  sido  dama 

de  don  Juan,  y  para  un  hombre 

que  pretende  honrosas  varas, 

no  sé  yo  cómo  ha  de  ser 

a  propósito  a  su  fama. 

Su  madre  es  moza  y  hermosa, 

haced  que  la  herencia  partan, 

y  casados  con  las  dos 

nadie  a  los  dos  pondrá  falta.» 

Esto  Lisardo  me  ha  diclio, 

y  dice  que  si  le  abrasan 

no  ha  de  casar  con  Lucrecia 

aunque  le  diesen  la  casta, 

y  que  te  suplica  3^  pide, 

por  lo  que  te  quiere  3-  ama, 

seas  su  mujer,  señora, 

3-  esta  noche  en  esta  casa 

se  celebren  las  dos  bodas, 

porque  como  dos  hermanas 

estaréis  con  dos  hermanos, 

haciendo  los  cuatro  un  alma. 

¿Eso  pasa? 

Lo  que  digo. 
¿Así  a  Lucrecia  difaman? 
Esto  se  dice  en  Madrid, 
siendo  mentira  tan  clara. 
¡Ah,  Lisardo!  ¿Es  esto  así, 
3'  que  Lucrecia  os  enfada, 
y  me  queréis  por  mujer? 
Profeso  letras  honradas, 
3'  no  hay  interés  del  mundo 
que  recupere  la  infamia. 
Yo  esto3'  contento  con  vos, 
como  la  hacienda  se  parta. 
Lucrecia. 

Señora  mía. 
¿Has  oído  lo  que  pasa? 
Oigo  decir  tantas  cosas 
que  me  suspenden  3'  espantan... 
¿Es  Lisardo  o  es  don  Juan 
el  que  conmigo  se  casa? 
¿Lisardo?  ¡Pobre  de  ti! 
Corre  en  todo  Madrid  fama 
que  eres  dama  de  don  Juan. 
¡Ay,  mi  señora!  Restaura, 


550 


l.\   MALCASADA 


FEL. 


Her. 


Fei,. 
Her. 


pues  te  importa  mi  opinión. 
Dale  la  mano,  y  remata 
tus  deseos  en  sus  dichas; 
que  quien  a  I.,isardo  gana 
no  tiene  qué  desear. 
Oigan  sola  luia  palabra: 
que  faltan  dos  casamientos, 
que  Hernando  y  Isabel  tratan 
por  palabras  de  presente. 
¿V  los  otros  dos? 

Aguarda, 


que  son  de  Millán  y  Ordóñez. 

Miij..  ¡Mal  año! 

Ord.  ¡Guarda  la  cara! 

FkIv.  Dale  la  mano,  Isabel. 

Jttan.  Aquí  la  comedia  acaba, 

que  hasta  casarse  conmigo 
se  llamó  La  malcasada. 

FIN    DE    r,A    FAMOSA    COMEDIA    DE 

LA         MALCASADA 


MAS   PUEDEN   CELOS  QUE  AMOR 

COMEDIA   FAMOSA 

DE 

LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 


PERSONAS  QUE  HABI.AN  EN  ELLA 


Marcelo. 

OCTA\TA. 

Ñuño. 

El  Conde  de  Ribadeo. 


El  Duque  de  Alansox.  Fabricio. 

Leonor.  Finea. 

El  Príncipe    de  Fran-  Mendoz.a. 
crA. 


(Salen  Octavia,  dama,  y  INLí^rcelo,  criado.) 

Marcelo. 

Hermosa  Octavia,  si  posible  fuera 
que  igualara  mi  amor  tu  entendimiento, 
con  lealtad  de  vasallo  respondiera 
a  tu  desesperado  pensamiento 
y  con  ejemplos  vivos  presumiera, 
si  no  la  causa,  reducir  tu  intento 
al  más  seguro  medio  que  han  tenido 
contra  fuerzas  de  amor  armas  de  olvido. 

¡Tú  a  Francia;  tú  corriendo  disfrazada 
de  Navarra  a  París;  tú  sin  sosiego, 
de  tu  honor  5'  tus  deudos  olvidada, 
te  precipitas  a  un  error  tan  ciego! 
¿Qué  simple  mariposa  enamorada, 
no  huye  veloz  la  actividad  del  fuego, 
costándole  las  alas  la  porfía 
después  que  conoció  que  no  era  ti  día? 

OcT.  Marcelo:  si  tú  propones 

de  amor  la  invencible  fuerza 

para  persuadir  mis  celos, 

más  me  animas  que  me  templas. 

Y  para  que  no  presumas 

que  te  llamé  de  la  aldea 

sin  notable  confianza 

de  tu  hidalga  gentileza, 

aunque  sólo  te  he  contado 

que  amor  a  Francia  me  lleva 

con  el  disfraz  atrevido 

que  mi  pensamiento  intenta, 


agora  de  todo  punto 

quiero,  Marcelo,  que  sepas 

ques  amor  y  quién  me  obliga 

a  que  tal  hazaña  emprenda; 

pero  advirtiendo  primero 

que  de  locuras  como  éstas, 

y  en  mujeres  de  valor, 

están  las  historias  llenas. 

El  Conde  de  Ribadeo 

vino,  Marcelo,  a  esta  tierra 

a  ver  vma  hermana  suya 

(bien  conoces  la  Condesa 

de  Lerín)  que  está  casada, 

si  de  sus  bodas  te  acuerdas, 

con  don  Carlos  de  Beamonte; 

convidada  estuve  a  ellas. 

Las  galas,  la  bizarría 

y  algún  despejo,  o  ya  sea 

mi  entendimiento,  que  algunos, 

aunque  engañados,  celebran, 

dieron  ocasión  al  conde, 

que  quien  dice  que  es  estrella 

mucho  quita  a  lo  bizarro 

y  mucho  a  lo  hermoso  niega, 

para  que  pusiese  en  mí 

los  ojos  con  tanta  fuerza 

que  le  costó  la  porfía 

lo  que  el  desprecio  me  cuesta. 

Un  año  estuvo  en  Navarra, 

donde  no  sé  cómo  pueda 

pintarte  su  loco  amor 

y  mi  rebelde  aspereza. 


=;2 


^[AS  PUEDEX  CELOS  QUE  AMOR 


Intentaba  siempre  el  conde, 

con  ser\'icios  y  con  fiestas, 

vencer  mi  necia  porfía, 

si  no  liabicndo  amor  es  necia. 

¿Qué  mañana  puso  el  alba 

sobre  los  montes  apenas 

los  pies  de  rosa  en  la  nieve 

primero  que  en  verdes  yerbas 

que  no  le  hallase  mirando 

p>or  los  hierros  de  mis  rejas 

si  era  el  sol  el  que  salía 

por  el  Oriente  o  por  ellas  ? 

Nunca  en  brazos  de  la  noche 

con  amores  de  su  ausencia 

cayó  desmayado  el  día 

que  no  le  hallase  a  mis  puertas; 

no  negaba  sus  visitas 

la  cortés  correspondencia 

debida  a  la  obligación; 

mas  quiero  también  que  adviertas 

que,  mesurado  en  la  silla, 

yo  en  la  almohada  compuesta, 

él  era  Adonis  pintado 

y  yo  era  Venus  de  piedra. 

A  sus  cartas  amorosas 

nunca  yo  negué  respuesta; 

mas  tan  frías,  que  iban  todas 

con  su  firma  y  con  su  fecha, 

porque  papeles  sin  alma 

son  rótulos  de  comedia 

que  sólo  dicen  el  nombre 

para  que  vayan  a  ella. 

Venció  el  oro  muchas  veces, 

que  es  el  rey  de  los  planetas 

como  retrato  del  sol 

y  de  sus  rayos  materia, 

las  criadas  de  mi  casa; 

porque  doncellas  y  dueñas 

nunca  son  para  las  damas 

los  dragones  de  Medea. 

Dieron  la  puerta  a  un  jardín, 

donde  una  fuente  ri.sueña 

me  llevaba  algunas  noches 

a  ver  sus  fingidas  perlas. 

No  me  enojé,  que  antes  qui.se 

que,  cortésmente.  creyera  (i) 

que  no  teme  quien  no  ama, 

aunque  los  sucesos  tema. 

Kn  unos  asientas  verdes 

amor  y  tle.sdén  se  asientan, 

él  se  turba  y  yo  me  burlo. 


i)      Ri  el  impreso  «creciera»  por  crr.ila. 


murmura  el  agua  y  se  queja. 

Perdió  el  conde  la  ocasión; 

que  aunque  no  siifriera  fuerza, 

cuando  no  se  coge  el  fruto 

hay  flores  que  le  prometan. 

Necio  es  el  hombre  que  a  solas 

así  los  efectos  trueca, 

que  aguarda,  siendo  él  galán, 

a  que  la  dama  lo  sea. 

Ya  se  asomaba  el  aurora 

por  el  balcón  de  azucenas 

con  lucientes  intervalos 

de  su  dorada  cabeza, 

para  darle  más  lugar, 

como  piadosa  tercera. 

IVIas  cuando  le  vio  tan  mudo, 

(que  quien  ama  no  respeta) 

arrojó  de  un  golpe  el  día; 

él  se  halló  del  jardín  fuera 

y  yo  fuera  del  peligro, 

vengándome  de  mis  dueñas. 

Si  hasta  allí  me  parecía 

el  conde  como  una  dellas, 

mucho  más  de  allí  adelante; 

que  tan  pocas  diligencias 

a  nuestra  imaginación 

arguyen  muchas  flaquezas; 

que  para  guerras  de  amor 

acobardan  tales  señas, 

porque  los  buenos  soldados 

no  ha}'  cosa  que  no  acometan. 

En  medio  d estos  desdenes 

y  destas  frías  finezas, 

tuvo  cartas  de  Castilla, 

y  fué  forzosa  su  ausencia. 

Mandóle  el  Rey  don  Alonso 

que  partiese  a  Francia  apriesa; 

particular  embajada, 

digna  de  su  sangre  y  prendas, 

que  pide  el  francés  delfín 

la  castellana  princesa, 

y  para  la  conclusión 

es  la  embajada  postrera. 

¿Quieres,  Marcelo,  creer 

una  cosa,  la  más  nueva 

que  has  oído,  o  yo  me  engaño? 

Que  en  nuestra  naturaleza 

puso  una  veleta  el  cielo, 

(le  tan  nuidable  asistencia 

que  no  hay  viento  que  la  embista 

que  pueda  tener  firmeza. 

Apenas  se  partió  el  Conde, 

dejándome  de  sus  penas 


JORNADA    PRIMERA 


553 


en  sus  lágrimas  testigos 

y  lástima  de  sus  quejas, 

cuando  comencé  a  pensar, 

y  pensando  en  mí  y  en  ellas, 

echaron  menos  mis  burlas 

tantas  amorosas  veras. 

De  imaginar  mis  desdenes 

y  aquellas  finezas  tiernas 

vine  9  enfadarme  de  mí, 

y  vengúeme  en  mi  tristeza . 

Pero  pasando  los  días, 

que  no  hay  cosa  que  no  envuelvan 

en  su  olvido,  me  espanté 

de  imaginación  tan  necia. 

En  esta  sazón,  de  Francia 

vino  a  Navarra  don  Vela; 

pregúntele  por  el  conde, 

y  dióme  del  estas  nuevas: 

«Tiene  el  Duque  de  Alansón, 

Octavia,  una  hermana  bella; 

Leonor,  en  nombre;  en  la  gracia, 

Venus;  sol  en  la  belleza. 

El  Conde  de  Ribadeo, 

perdido  de  amor  por  ella, 

tan  castellano  la  adora, 

tan  portugués  la  festeja, 

que  en  todo  París  se  dice 

que  se  casará  con  ella; 

que  de  públicos  favores 

esto  es  justo  que  se  entienda.» 

¿Quién  dirá  que  puede  ser 

del  alma  tan  grande  ofensa 

que  lo  que  no  pudo  amor 

celos,  ya  tan  justos,  puedan? 

A  tanto  llegó  mi  envidia, 

si  es  bien  que  la  envidia  sea 

definición  de  los  celos, 

que  solamente  me  queda 

para  no  perder  la  vida 

una  esperanza  tan  negra 

como  es  ir  a  ver  al  conde 

y  estorbar  con  diligencias 

que  no  se  case,  si  amor 

de  lo  que  olvida  se  acuerda. 

Xo  quiero  consejo  ya, 

que,  perdida,  estoy  resuelta, 

enamorada,  celosa, 

ausente  de  temor  llena; 

arrepentida  por  loca, 

desesperada  por  cuerda, 

sin  remedio  por  mi  culpa, 

sin  gusto  por  mi  soberbia, 

V,  finalmente,  tan  triste. 


OCT. 

NuÑ. 


OcT. 


XuÑ. 


que  entre  celos  y  sospechas 
retrato  ima  mujer  viva 
y  soy  una  mujer  nmcrta. 

(Sale  Ñuño,  criado,  de  camino.) 

XuÑ.  Para  la  priesa  que  has  dado, 

señora,  en  esta  partida, 
o  ya  estás  arrepentida 
o  es  descuido  tu  cuidado. 

fOuedámonos  en  Xavarra 
o  habemos  de  ir  a  París? 
Pensamiento,  ¿qué  decís? 
Ponte  a  caballo  bizarra 

con  el  traje  de  varón 
en  que  disfrazarte  quieres. 
Si  sabes  de  las  mujeres 
la  inconstante  condición, 

¿qué  [Xuño  amigo]  te  admiras 
de  qvie  tan  suspensa  esté? 
Pues  si  relámpago  fué 
de  aquellas  celosas  iras, 

serena,  señora,  el  cielo 
y  cese  la  tempestad, 
si  con  debida  lealtad 
te  desengaña  Marcelo, 

y  dame  el  vestido  a  mí, 
que  bien  lo  habré  menester, 
y  haré  las  postas  volver. 
OcT.  Hablaré  conmigo  en  mí. 

(Aparte.) 

En  tal  determinación 
y,  como  loca,  imposible, 
dime,  amor:  ¿será  posible 
tan  injusta  ejecución? — 

Pregúnteselo  a  los  celos. — 
Celos:  ¿iremos  o  no, 
porque  quedándome  yo, 
me  mataréis  a  desvelos? 

Parte  con  ánimo.  Octavia; 
porque  si  somos  locura, 
quien  darnos  seso  procura, 
lo  mismo  que  qi;iere  agravia. 

Parte  con  igual  valor, 
pues  el  agravio  te  esfuerza; 
que  aunque  amor  tiene  gran  fuerza, 
más  pueden  celos  que  cmor. 
XuÑ.  ¿Qué  salió  de  la  con.sulta? 

OcT.  Que  parta  a  Francia  decreto 

de  mis  celos. 
XuÑ.  En  efeto, 

son  celos  locura  oculta, 

y  en  ti  declarada  pica. 


554 


MAS   PUEDEN  CELOS  QUE  AMOR 


Adonde  te  pierdas,  parte, 
que  no  quiero  replicarte, 
pues  Marcelo  no  replica. 

Mar.  Yo,  Niuio,  ¿qué  puedo  hacer? 

XuÑ.  Bien  dices,  sólo  partir. 

Mar.  Una  ley  tiene  el  servir. 

XuÑ.  ¿Y  es? 

M.\R.  Callar  y  obedecer. 

(Vansr.) 

(Sali  el  Conde  de  Rebadeo,  1,eonor,  dama,  y  criados.) 

Leo.  Suplico  a  \'useñoría 

se  quede,  que  no  es  razón. 

Cox.  Quejaráse  la  ocasión 

y  negará  que  fué  im'a. 

Leo.  Aunque  es  cortés,  es  porfía. 

Cox.  ¿Cuándo  el  amor  no  lo  fué? 

Y  más  que  es  justo  que  esté 
quejoso  de  ser  cobarde, 
que  a  quien  se  arrepiente  tarde 
no  le  aproveclia  la  fe. 

La  carroza  no  ha  llegado, 
y  es  justo  que  me  escuchéis. 

Leo.  Vos,  conde,  lo  merecéis. 

Cox.  Mucho  me  habéis  obligado, 

y  así,  quiere  mi  cuidado 
de  agradecido  advertiros 
que  el  deseo  de  serviros 
tantas  almas  os  en\-ía 
como  instantes  tiene  el  día 
en  brazos  de  mis  suspiros. 

Détele  que  vine  de  España 
y  en  aquella  fiesta  os  vi, 
mi  patria  fué  para  mí 
bárbara,  inculta  y  extraña; 
mi  verdad  os  desengaña 
y  el  alma,  que  vive  en  vos, 
que  los  dos,  si  quiere  Dios, 
juntos  iremos  a  ella, 
cuando  el  duque,  I^eonor  bella, 
nos  dé  la  mano  a  los  dos. 

Estos  cuidados  le  dan 
tanta  guerra  a  mi  sentido, 
que  os  hablé  como  marido 
cuando  esperaba  galán; 
ya  mis  deseos  están 
con  mi  amor  tan  concertados, 
que  previene  sus  cuidados, 
a  vniestro  valor  atentos, 
galanes  los  iK*nsaniientos 
y  los  requiebrí)s  casados. 

Mirad,  madama  Leonor, 
cómo  poT  mí  mismo  quiero, 


Leo. 


Cox. 


Leo. 


sin  ajiida  de  tercero, 

manifestaros  mi  amor. 

Este  es  el  papel  mejor, 

este  el  más  galán  paseo 

de  un  alto  y  dichoso  empleo; 

que  no  es  menester  papel 

donde  la  lengua,  sin  él, 

puede  escribir  su  deseo. 

Y  si  el  duque,  vuestro  hermano, 

de  españoles  grande  amigo, 

hoy  lo  quiere  ser  conmigo, 

hoy  me  habéis  de  dar  la  mano; 

y  si  es  pensamiento  vano, 

despedid  mi  confianza, 

que  quien  pretende  y  no  alcanza 

de  su  amor  satisfacción, 

si  pierde  la  posesión 

no  ha  de  tener  esperanza. 
A  tantas  obligaciones 

como  debo  agradecer 

mejor  podrán  responder 

las  obras  que  las  razones. 

Estas  son  satisfacciones 

de  tan  honrados  intentos 

y  crean  los  pensamientas 

más  tiernos  y  enamorados, 

que  de  plazos  y  cuidados 
abrevian  los  casamientos. 
No  llamaré  tierra  extraña 

a  España  yo  para  mí, 
porque  si  en  Francia  nací 
quiero  morir  en  España. 
Xo  será  de  amor  hazaña, 
cuando  con  méritos  tales 
el  amor  nos  hace  iguales, 
porque  con  igual  valor, 
ya  es  razón  y  no  es  amor, 
que  iguala  amor  desiguales. 

Es  el  Duque  de  Alansón 
tan  español  por  la  vida, 
que  será  del  bien  oída 
Aiiestra  justa  pretensión. 
Y  aunque  se  funda  en  razón 
este  amor,  ([ue  había  de  .ser 
sin  razón  jjara  tener 
fuerza  de  amor,  le  agradezco, 
la  razón  con  que  os  ofrezco 
ser.  Conde,  vuestra  mujer. 
Ya  la  carroza  está  aquí, 
no  paséis  más  adelante. 
Ouedo,  señora,  arrogante 
y  quedo  fuera  de  mí. 
Para  serviros  nací. 


JORNADA    PRIMERA 


555 


Con.  Templad  el  favor,  por  Dios, 

no  os  olvidéis  que  sois  vos; 
que  puede  ser  que  por  él 
me  envidie,  amor  y  j'^o  a  él 
V  nos  matemos  los  dos. 


(Vase  T.EOXOR  con  su 

Con. 
Men. 


gente  y  queda  el  Conde  y  Men- 
doza.) 


Ya,  Mendoza,  yo  y  mi  amor 
rematado  habemos  cuentas. 
Agora  sí  me  contentas, 
que  has  hablado  con  valor. 
En  Navarra  tu  frialdad, 
que  siempre  al  amor  agravia, 
fué  causa  de  que  en  Octavia 
no  imprimieses  voluntad. 

Xotable  milagro  ha  sido 
haberla,  conde,  olvidado. 

Con.  No  hace  mucho  un  despreciado, 

que  el  desprecio  causa  olvido. 

Bn  las  partes  de  Leonor, 
cuando  Octavia  me  quisiera, 
aun  pienso  que  hallar  pudiera 
remedio  contra  su  amor. 

^Ien.  Ya  estás  contento  y  vengado, 

pues  enamorado  estás. 

Con.  y  aun  no  sé  cuál  estoy  más, 

vengado  o  enamorado. 

Men.  El  príncipe  sale,  y  creo 

que  te  ha  visto  y  viene  hablarte. 

Cox.  Pues  retírate  a  una  parte 

si  me  busca  su  deseo; 

que  le  di  un  retrato  ayer 
de  la  castellana  infanta. 

Men.  Que  enamore  amor  espanta 

por  oír  como  por  ver. 

(Sale  el  Tríncipe  Carlos.) 

Príncipe. 

Señor  embajador 

Conde. 
Invicto  Carlos. 

Príncipe, 
Vuestra  amistad  deseo. 

Conde. 
Y  yo  los  míos,  gran  señor,  mostrailos 
en  tan  dichoso  empleo, 
porque  con  vos  no  tiene  parte  algmia 
el  tiempo,  y  la  lisonja,  y  la  fortuna. 
Sois  de  los  sabios  verdadero  amigo, 
premiáis  el  bien  y  dais  al  mal  castigo. 


T¿néis  cerca  de  vos  ilustre  gente 
que  os  dice  bien  de  todo; 
no  aquellos  que,  nacidos  bajamente, 
con  envidioso  modo 

quieren  que  nadie  tenga  entendimiento; 
siendo  claro  argimiento 
que  son  del  \'uestro  agravios 
y  que  ellos  solos  quieren  ser  los  sabio?. 
Tenéis  palabras  a  su  tiempo  graves, 
y  con  respuestas  blandas  y  suaves 
sale  de  vuestro  oído 
el  que  en  la  guerra  o  paz  os  ha  servido 
contento  y  satisfecho; 

porque  cuando  merced  no  le  hayáis  hecho, 
le  basta  al  que  pelea  y  al  que  escribe 
el  ver  que  de  su  rey  en  gracia  vive. 
vSiempre  estáis  rendido 
en  estudios  que  alientan  y  no  impiden 
del  gobierno  el  cuidado 
que  del  cetro  real  las  leyes  piden; 
porque  también  un  príncipe  parece, 
cuando  ocasión  se  ofrece, 
con  la  pluma  en  los  libros  ocupado 
como  pone  el  bastón  en  campo  armado. 
Honráis  los  templos,  que  es  la  acción  primera 
de  vuestro  cristianísimo  apellido, 
de  los  contrarios  de  la  fe  temido. 
Porque  si  no  es  de  Dios,  ¿de  quién  espera 
buen  suceso  el  imperio  soberano 
si  el  corazón  del  rey  está  en  su  mano? 

Príncipe. 
¿Qué  os  parece  París? 

Conde. 

ISIáquina  hermosa 
que  a  la  ciudad  de  Niño  populosa 
puede  hacer  competencia, 
y  más  con  \-uestra  espléndida  asistercia. 

Príncipe. 
¿Qué  os  parecen  sus  nobles  caballeros? 

Conde. 

Que  aun  viven  en  París  los  doce  Pares, 
que  fueron  en  el  mundo  los  primeros 
testigos,  tanta  tierra  y  tantos  mares 
como  por  ellos  conquistar  fué  visto, 
hasta  el  sacro  pirámide  de  Cristo, 
valor  de  aquel  Gofredo 
que  puso  al  Asia  miedo 
y  donde  su  creciente  tuvo  el  moro 
la  flor  de  lis  azul  en  campo  de  oro. 


556 


MAS   PUEDEN  CELOS  OUE  AMOR 


Prínxipe. 
¿Qué  os  parecen  sus  damas? 

Conde. 

Cárcel  de  amor  }•  de  su  esfera  llamas. 
Pero  ninguna  iguala  a  mi  señora 
la  infanta,  como  en  nombre  Blanca  aurora, 
por  quien,  embajador,  vengo  a  casaros. 

Príncipe. 

Y  yo  para  advertiros  e  informaros 

que  vais  en  los  conciertos  más  despacio; 

que  5*0  sé  que  saliendo  de  palacio 

habéis  visto  una  dama, 

pues  siempre  la  verdad  venció  la  fama, 

más  perfecta  y  hermosa, 

que  con  el  alba  sale  entre  su  risa 

de  la  verde  prisión  la  fresca  rosa 

y  del  botón  la  roja  manutisa, 

cuyo  vestido,  que  al  rubí  colora, 

guarnece  de  sus  perlas  el  aurora. 

Conde. 

Alaba  \'uestra  alteza 
con  atención  y  gusto  la  belleza 
de  madama  Leonor;  pero  no  iguala 
ni  la  hermosura  ni  la  gracia  y  gala 
de  Blanca,  mi  señora. 

Príncipe. 

Quedad,  Conde,  advertido  desde  agora 
que  me  conviene,  a  su  servicio  atento, 
que  dilatéis  de  Blanca  el  casamiento; 
que  aunque  no  he  de  casar  con  mi  vasalla, 
quiere  mi  grande  amor  solicitalla 
en  tanto  que  dilatan  los  conciertos, 
hasta  que  se  concluyan  siempre  inciertos 
las  cartas  que  vendrán  a  vuestra  mano; 
fKjrque  tengo  por  llano 
que  siendo  vos  mi  amigo 
y  del  secreto  deste  amor  testigo, 
ayudaréis  mi  intento, 
que  esto  no  ha  de  estorbar  el  casamiento, 
que  aim  es  muy  niña  Blanca  para  esposa; 
y  en  tanto  puedo  de  l/conor  hermosa 
con.segu¡r  de  mi  amor  algún  cfeto. 
Ivsto  basta,  español,  pues  .sois  discreto, 

(Vase.) 

¡Buen  lance  habernos  echado, 


CON. 
Mkn. 


Mendoza  amigo,  por  Dio.' I 
Pues  ;qué  es  lo  que  aquí  los  dos 
a  solas  habéis  tratado? 


Con.  El  príncipe  está  empeñado 

por  Leonor. 
Mkn.  Pues  ¿a  qué  efecto 

te  lo  ha  dicho? 
Con.  Con  secreto 

me  ha  mandado  y  advertido 

que  dilate  el  casamiento 
y  las  cartas  de  Castilla; 
y  aunque  no  me  maravilla 
su  amoroso  pensamiento 

siendo  tan  bella  Leonor, 
S03'  dos  veces  desdichado: 
por  amante  mal  fundado 
y  por  necio  embajador; 

que  habiendo  de  competir 
con  el  poder  singular, 
ni  a  Blanca  puedo  casar 
ni  a  Leonor  puedo  servir. 

Apenas  los  dos  aquí, 
de  casarnos  concertamos, 
y  la  palabra  juramos, 
que  ella  me  dio  y  yo  le  di. 

Cuando  como  suele  haber 
algún  grave  impedimento, 
deshacen  mi  casamiento 
fortuna,  amor  y  poder. 

Suele  en  la  yerba  de  un  prado 
ir  un  sonoro  arroAiielo, 
y  hallar  por  el  verde  suelo 
el  libre  paso  atajado 

del  labrador  que  le  cerca, 
y  resbalando  el  cristal, 
asomarse,  bien  o  mal, 
por  encima  de  la  cerca. 

Ansí  yo,  cuando  corriendo 
iba  con  mi  loco  amor, 
hallo  que  un  rey  a  Leonor 
me  va  el  paso  deteniendo; 

mas  yo  que  del  .susto  intento, 
me  veo  volver  atrás, 
cuanto  me  detiene  más, 
más  crece  mi  pensamiento; 

y  como  arroyo  sonoro, 
que  excede  con  el  cristal, 
el  atajo,  bien  o  mal, 
plísase  a  I/Conor,  que  adoro. 
Mkn.  Mal  .se  podrá  reristir 

tan  fui-rte  competidor, 
y  hubier.i  .'-ido  mejor 
que  le  supieras  decir 

el  casamiento  tratado; 
que  a  un  príncipe  generoso, 
del  pensamiento  amoroso 


JORNADA    PRIMERA 


557 


quedará  desengañado; 
y  como  suele  romper 

con  el  azadón  al  muro 

el  labrador,  y  del  puro 

arroyo  el  agua  correr, 
así  pudiera  tu  amor 

hallar  paso  a  tus  intentos, 

atajando  pensamientos 

del  Príncipe  con  Leonor. 
Con.  No  sé  si  fuera  acertado; 

quiero  esperar  su  consejo, 

pues  en  su  firmeza  dejo 

de  mi  remedio  el  cuidado. 
B'en  fuera  haberla  pedido 

a  su  hermano  por  mujer, 

con  que  quedara  el  poder 

desengañado  y  vencido. 
Q  liero  advertirle. 
Men.  Recelo 

que  emprendes  un  imposible. 
Con.  Al  amor  todo  es  posible, 

y  todo  posible  al  cielo. 

(Vanse.) 
(Salen  el  Duque  de  Alanson  y  1,eonor,  su  hennana.) 

DuQ.  Parece  que  hablas  con  gusto 

del  embajador  de  España. 
T/EO.  Tanta  virtud  le  acompaña, 

que  hablar  bien  del  Conde  es  justo; 
y  es  lisonja  para  ti 

de  españoles  hablar  bien. 
DuQ.  Si  para  ti  lo  es  también, 

hurtarasme  el  gusto  a  mí. 
Conocí  aquella  nación 

en  España  por  dos  años 

que  allí  estuve;  y  son  engaños 

de  siniestra  información 
decir  de  españoles  mal; 

yo,  como  los  he  tratado, 

vine  de  España  obligado 

a  correspondencia  igual, 
y  a  quererlos  siempre  bien. 
Leo.  Pienso  que  mi  inclinación 

te  ha  dado,  Amaldo,  ocasión 

para  probarme  también. 
DuQ.  Malicia  es  ésa,  Leonor, 

por  el  Conde  castellano. 
Leo.  Por  galán  y  cortesano 

general  merece  amor. 
DuQ.  Nunca  faltan  ocasiones 

sobre  algunos  intereses 

a  españoles  y  franceses, 

dos  belico.sas  naciones. 


Que  aunque  la  sangre  real 
los  junte  por  casamientos, 
siempre  están  como  elementos 
en  contienda  natural. 

¿De  qué  nace? 

De  querer 
el  imperio  del  valor; 
alta  presunción  de  honor, 
imposible  de  vencer, 

porque  el  cielo  no  se  parte 
ni  puede  haber  más  de  un  sol. 


Leo. 
DuQ. 


Fin. 


(Sale  Finea,  criada.) 
L'n  caballero  español. 


de  camino,  quiere  hablarte. 

DUQ. 

;Hablo  castellano? 

Fin. 

Sí, 

que  es  la  lengua  conocida. 

DUQ. 

¿Es  viejo  o  mozo? 

Fin. 

En  mi  vida 

mozo  más  gallardo  vi. 

DUQ. 

Pues  retírate,  Leonor. 

Leo. 

Necios  celos. 

Dúo. 

No  te  vayas 

si  tienes  por  necedad 

que  se  recate  tma  dama 

de  un  hombre  que  no  conoce. 

¿Dónde  queda? 

Fin. 

Afuera  aguarda 

DUQ. 

Dile  que  entre. 

(Sale  Octavia  vestida  de  hombre,  de  camino,  con  botas 
y  espuelas;  NuÑo  con  fieltro  y   botazas,  y  ISIarcelo.) 


OCT. 


Mar. 


Ñuño. 


¡Plegué  a  Dios 
que  destas  fingidas  cartas 
surta  el  efecto  que  espero! 
A  quien  te  conoce  y  trata, 
le  parecerás  lo  que  eres, 
aunque  el  traje  te  disfraza, 
a  quien  no  tan  hombre  ofreces 
bizarra  presencia,  Octavia, 
como  se  ha  visto  en  las  villas 
y  tierras  por  donde  pasas. 
La  inclinación  de  las  hembras 
de  las  ventas  y  posadas 
ha  sido  cosa  de  locos; 
cierta  pelirrubia  dama 
me  daba  a  mí  de  ribete 
cuatro  doblones  de  España; 
y  aquella  noche  sin  duda 
que  tu  lugar  ocupara, 
si  se  pudiera  encubrir 
la  presunción  de  la  barba 


=;>8 


MAS   PUEDEN   CELOS  OUE  AMOR 


l-'ix.  Bien  podéis  llegar,  señores, 

que  aquí  está  el  duque  y  su  hermana. 

OcT.  Excelentísimo  duque 

y  vos,  hermosa  madama: 
dad  los  pies  a  un  caballero 
que  la  sombra  desta  ca?a 
viene  a  tener  por  sagrado 
de  cierta  honrosa  deígracia; 
que  un  príncipe  de  la  sangre, 
desde  que  nace,  obligada 
la  tiene  a  favorecer 
a  los  que  della  se  amparan. 
Yo  soy,  Duque  de  Alanson...; 
j>ero  mejor  estas  cartas 
os  dirán  quién  soy  por  mí. 

DiQ.  ¿De  quiéu? 

OcT.  Del  Rey  de  Navarra. 

Dio.  En  viendo  vuestra  persona, 

no  es  la  carta  necesaria; 
decid  quién  sois,  y  también 
de  %-uestro  intento  la  causa. 

Octavia. 

Ilustn'simo  duque,  y  vos,  divina 
I.,eonor,  por  quien  naturaleza  goza 
el  nombre  de  pintura  peregrina: 
yo  soy  el  conde  Enrique  de  Mendoza. 
Ap>enas  cinco  histros  la  cortina 
del  sol  corrió  su  espléndida  carroza 
desde  el  primero  de  mis  años  día, 
cuando  ya  la  fortuna  me  seguía. 

La  envidia  siempre  grave,  en  hombres  graves, 
púsome  a  mí  por  blanco  de  sus  flechas, 
como  suele  el  concurso  de  las  aves, 
pájaro  que  de  noche  canta  endechas. 
Ni  están  seguras  por  el  mar  las  naves, 
ni  torres  altas  de  diamantes  hechas, 
a  los  rayos  que  Júpiter  destina; 
ni  de  la  envidia,  la  virtud  divina. 

Era  del  vulgo  popular  bien  visto 
y  de  las  damas  con  aplauso  incierto 
unas  dejo  de  amar,  otras  conquisto. 
y  sin  ajeno  agravio  me  divierto. 
I*n  sieuflo  píjr  siLS  méritos  bienquisto 
un  caballero,  esté  .seguro  y  cierto 
'|uc  lia  de  perd<-r  la  patria  o  verse  tarde 
liltre  de  la  opinión  de  ser  cobarde. 

Si  a  la  plaza,  tal  vez,  galán  salía, 
tal  ílicha  con  los  toros  me  aguardalja, 
qu'-  ílonde  i\  liierro  del  rejón  ponía 
la  rerviz  arrug.'ula  reclinaba. 
Si  sacaba  la  es])a<la  y  la  e^grinn'a, 
d<  tal  manera  el  cuello  le  cortaba, 


(jue  pasando  los  filos  con  destreza, 
llevaba  entre  las  manos  la  cabeza. 

Si  a  la  celada  en  justa  eché  los  lazos 
de  muchas  lanzas,  vi  no  de  una  sola 
descalabrar  el  aire  los  pedazos, 
rompidas  en  el  oro  de  la  gola: 
que  desarmar  el  peto  y  guardabrazos 
t  ra  como  volar  una  amapola 
el  cierzo  en  trigo,  o  el  arroyo  airado 
lamer  la  yerba  hasta  la  arena  al  prado. 

Tal  vez  que  por  los  montes  de  Navarra, 
oyendo  de  los  perros  el  estruendo, 
por  el  romero  y  cárdena  pizarra 
iba  el  cerdoso  jabalí  huyendo  (i), 
o  a  pie,  con  el  venablo  la  bizarra 
persona  a  la  palestra  disponiendo, 
le  esperaba  con  ánimo  valiente, 
o  con  el  pardo  plomo  en  polvo  ardiente. 

Amaba  en  este  tiempo  una  señora, 
«^angre  de  los  Be  amontes;  de  he  i  mesura 
tan  sin  igual,  que  el  sol  en  ella  (2)  adora, 
por  Laura  en  nombre,  y  como  Dafnes,   dura. 
Deita  don  Juan  Abarca  se  enamora, 
clara  sangre  de  rey,  sin  parte  obtcura. 
De  día  y  a  mis  ojos  la  pretende, 
y  de  noche  las  rejas  me  defiende. 

Amante  finalmente  e  importuno, 
hablalla  solicita  y  pasealla; 
hablaron  las  espadas,  y  ninguno 
habló  con  Laura,   aunque  intentaba  hablalla. 
Así  dos  toros,  cuando  vence  el  uno, 
huA-endo  el  otro  la  campal  batalla, 
deja  en  la  selva,  con  nmgidos  roncos, 
los  espunioscs  celos  en  los  troncos. 

Salí  galán  a  la  carrera  un  día 
en  un  rucio  de  color  (3),  pintada 
de  tal  suerte  la  piel,  que  parecía 
sayal  de  capa  de  pastor  nevada; 
tan  natural  del  aire  en  que  corría, 
sin  que  debiese  al  acicate  nada, 
que  como  andaba  siempre  por  el  viento, 
con  razón  le  llamaron  Pensamiento. 

Don  Juan,  al  nii.'-ino  paso  y  bizarría, 
la  bella  Laura  en  un  balcón  miraba, 
que  el  clavel  de  la  boca  guarnecía 
con  otro  natural  (jue  la  envidiaba, 
lín  fin,  como  a  don  Juan  aborrecía. 


(i)    Hartzcul)usth  enmendó  «corriendo». 

(2)  Kn  el  impreso  dice  «que  el  sol  Xauiel»  que  no  sa- 
bemos que  quiere  decir.  T,n  enmienda  es  de  Hart- 
zcnbusch. 

(y)  ITartzenbnsrli  cninciidñ  esta  iialahra  «colorD  con 
la  de  (■Córdoba». 


JORNADA    PRIME R.\ 


559 


arrojomclo  al  titinpo  que  pasaba; 
qxiedaiulo  el  alma  a  su  favor  tan  loca, 
que  peusé  que  erau  partes  de  su  boca. 

¿Mas  para  qué  dilato  vanamente 
el  fin  de  amor  y  celos  tan  injustos, 
pues  sobre  este  clavel  necio  y  valiente 
vengó  en  palabras  tales  sus  disgustos? 
Discreto  el  Rey  y  la  ocasión  presente, 
componiendo  las  armas,  no  los  gustos, 
nos  hizo  amigos;  pero  mal  contento, 
don  Juan  puso  en  matarme  el  pensamiento. 

Esto  intentó  de  noche;  pero  en  vano, 
que  en  la  calle  de  Laura  quedó  muerto; 
disculpándome  ti  Rey,  porque  fué  llano 
que  yo  guardé  la  fe  de  su  concierto. 
Y  así,  airado  con  él,  conmigo  humano, 
por  sosegar  el  reino,  que  es  lo  cierto, 
con  estas  cartas,  duque,  a  vos  me  envía: 
esta  es  la  historia  v  la  desdicha  mía. 


Dúo. 


OCT. 

Dúo. 


OcT. 
DUQ. 


Leo. 


OcT. 


Yo  quedo  bien  informado, 
conde,  de  ^'^lest^o  valor, 
y  de  nuevo  os  doy  mis  brazos. 
Mi  amparo  y  sagrado  sois. 
Xo  fué  mucho  quela  patria 
os  tratase  con  rigor, 
que  no  ser  acepto  en  ella 
fueron  palabras  de  Dios. 
Xo  leo  del  Rey  la  carta, 
Enrique,  hasta  daros    hoy, 
como  aposento  en  mi  casa, 
lugar  en  el  corazón. 
-Mil  veces  la  mano  os  beso. 
El  cargo  a  mi  hermana  doy 
para  que  muestre  que  es  nn'a, 
en  serviros  como  yo. 
A  sagrado  habéis  venido; 
que  el  duque  en  toda  ocasión, 
como  en  el  cuerpo  francés 
es  en  el  alma  español. 
Xo  hacemos  mucho  en  serviros 
sin  carta  del  Rey,  por  vos, 
que  vuestros  merecimientos 
son  dignos  de  más  favor. 
Es  imposible,  madama, 
que  de  tanta  obligación 
aun  puedan  salir  las  obras 
por  quien  vuestro  esclavo  .soy; 
cuanto  más  daros  respuesta, 
que  palabras  no  es  razón 
que  salgan  a  la  fianza. 
Y  así  tengo  por  mejor 
que  os  dé  el  alma  con  silencio 


debida  saíií facción: 

vos  seáis  en  mis  desdichas, 

como  fortuna  mayor, 

el  norte  que  al  puerto  guíe 

mi  extraña  navegación. 

(Sale  Fabricio.) 
Eabricio. 
Aquí  el  embajador  de  España  aguarda 
licencia  para  verte. 

Octavia. 

Si  algiin  hombre 
de  España  me  acobarda, 
es  este  caballero,  cuyo  nombre, 
cuanto  más  su  persona,  me  da  miedo. 

DuouE. 
¿Por  qué,  siendo  español? 

Octavia. 

Porque  no  puedo 
tener  de  quien  guardarme  justamente; 
con  más  razón  que  es  de  don  Jvian  pariente. 

Duque. 
Pésame,  porque  el  Conde  es  nuestro  amigo; 
mas  bien  podéis  aquí  vivir  secreto, 
que  sólo  vos  de  vos  seréis  testigo. 

Octavia. 
¿Este  favor  me  habéis  de  hacer? 

Duou*E. 

Prometo 
de  no  decir  al  Conde  cosa  algima 
de  vuestra  adversa  o  próspera  fortuna. 
Yo  voy  a  hablalle. 

Octavia. 

Y  yo,  de  agradecido, 
la  mano  generosa.  Duque,  os  pido. 
(Vase  el  Duque.) 

Leo.  También  a  mí  me  ha  pesado 

que  vuestro  amigo  no  sea 

el  embajador  de  España; 

porque  de  su  gentileza 

estamos  el  Duque  y  yo 

pagados  de  tal  manera, 

que  el  parentesco  maj'or 

entre  los  dos  se  concierta. 

Y  si  queréis  que  le  hablemos, 

para  que  él  os  favorezca, 

yo  sé  que  lo  hará  por  mí. 
OcT.  Xo  me  conviene  que  sepa 

que  estoy  en  Francia,  madama. 


56o 


MAS  PUEDEX  CELOS  QUE  AMOR 


Y  admiróme  de  que  tenga 
tanto  atrevimiento  el  Conde, 
que  siendo  quien  sois  pretenda 
casarse  con  vos,  estando 
casado  en  Xavaira. 

Leo.  líoy  llega 

esta  nueva  a  mis  oídos; 

V  no  sé  yo  cómo  pueda 
ser  verdad. 

OcT.  ¡Pluguiera  a  Dios, 

madama,  que  no  lo  fuera! 
Doña  Octavia  de  Navarra, 
de  sus  Condestables  deuda, 
es  su  mujer,  y  mi  hermana, 
si  bien  sólo  estaban  hechas 
las  diligencias  que  pide 
para  su  efecto  la  Iglesia; 
pero  no  podrá  casarse, 
porque     ha   de  cumplir  por  fuerza 
si  no  palabras  infames, 
firmas  y  escrituras  hechas; 
sobre  que  se  dice  alkí 
que  empeñado  el  honor  queda 
de  nuestra  casa  y  de  muchas 
que  nuestro  apellido  heredan. 
Esto  os  digo  en  confianza, 
para  que  estando  secreta 
la  causa,  mudéis  de  intento. 

Leo.  Segura  en  mi  pecho  queda, 

y  tan  grande  obligación 
es  justo  que  os  agradezca; 
porque  confieso  qvie  amor 
sobre  tan  seguras  prendas, 
como  el  casarme  con  él, 
halló  del  alma  la  puerta, 
tan  rendida,  que  se  pudo 
entrar  a  vivir  en  ella; 
mas  yo  le  echaré  tan  presto, 
que  salga  con  m;is  violencia 
cjue  paj arillo  que,  rota 
la  jaula,  en  el  aire  vuela; 
o  rayo  en  la  tempestad, 
o  pcjr  el  viento  cometa, 
que  parece  que  vehiZ 
adonde  acaba  comienza. 
Vetiid.  no  .sea  que  el  duque, 
mi  hermano,  si  acaso  piensa 
que  ya  no  estamos  aquí, 
con  él  a  esta  sala  venga; 
y  fiad  de  que  este  aviso 
mi  vohintad  agradezca, 
en  lo  que  veréis  de.spués, 
sea  venganza  o  gusto  .sea. 


ÜCT. 


Leo. 


Fin. 

XUÑO. 


Fin. 


XuÑo. 


Fin. 


-XuÑO. 


Yo  cumpU  la  obligación 
de  caballero. 

Finea, 
aposenta  esos  criados. 

(EtUranse  I^eonor  y  Octavia.) 

Hidalgos,  conmigo  vengan. 
¡Qué  lindo  aposeiitador;! 
Menos  hermosa  aposenta 
la  aurora  al  sol. 

¡Oh,  español; 
no  me  ha  visto  y  me  requiebra! 
Somos  por  allá  muy  tiernos, 
aunque  a  la  usanza  francesa 
no  haya  por  allá  madamas, 
que  con  las  máscaras  negras 
imprimen  rosas  en  barbas, 
cuya  paz  el  alma  eleva 
en  los  éxtasis  de  almíbar 
que  la  volmitad  despiertan. 
Verdad  es  que  hay  unos  mantos 
que  dejando  descubierta 
sola  lUia  ceja  y  un  ojo, 
no  hay  tal  armada  escopeta 
que  tantas  almas  derribe; 
y  más  juntando  con  ella 
el  aparato  de  olor, 
la  gracia  de  la  cliinela, 
el  zapato  o  el  chapín, 
que  cualquiera  cosa  destas 
hace  una  casa  de  locos, 
que  se  suelen  ir  tras  ella 
por  dondequiera  que  pasa. 
Despacio  me  darás  cuenta 
de  esas  cosas,  español; 
ven  agora  adonde  sepas 
el  aposento  en  que  vivas 
como  la  cama  en  que  duermas; 
que  yo  te  marco  por  hombre, 
que  con  tan  poca  vergüenza 
querrás  pasarte  a  la  im'a. 
Déme  en  que  estén  las  maletas, 
y  si  mereciere  amor, 
ten  por  excelente  mezcla 
la  de  francés  y  española, 
o  de  español  y  francesa: 
que  en  dos  juntas  voluntades, 
amique  en  nacipnes  diversas, 
es  la  victoria  la  boca 
y  confiinden.se  las  lenguas. 


JORNADA  SEGUNDA 


561 


Con. 

Men. 
Con. 
Men. 


Con. 
Men. 


Con. 
Men. 
Con. 


JORNADA  SEGUNDA 

(Sale  el  Conde  y  Mendoza.) 

¿Al  cabo  de  tantos  días, 
eso  responde  Leonor? 
Siempre  mueren  de  rigor 
enamoradas  porfías. 

¿Cómo  puedo  yo  dejar 
de  servirla,  si  la  adoro? 
Con  algún  cortés  decoro 
puedes  tibiamente  hctblar; 

que  la  más  firme  mujer, 
si  tanta  fineza  mira, 
o  se  descuida  o  retira, 
que  es  arte  y  ciencia  el  querer. 

No  se  olvidaron  los  sabios 
de  hacer  escuelas  de  amor. 
Sí,  mas  fuera  mucho  error 
dar  por  finezas  agravios. 

Díle  el  papel  a  Finea, 
porque  no  me  dejó  entrar; 
de  que  pude  sospechar 
que  despedirte  desea; 

porque  otras  veces  entré 
con  la  francesa  llaneza, 
sin  recatar  su  belleza 
los  intentos  (1)  de  la  fe, 

donde  en  cabello  a  quien  debe 
sus  rizos  al  sol,  la  vía 
sirviendo  de  celosía 
a  mil  pedazos  de  nieve; 

y  alargándole  con  risa, 
de  un  clavel  puro  y  sutil, 
a  dos  lunas  de  marfil 
daba  lugar  la  camisa. 

Mas  agora  en  el  estrado, 
señor,  tocada  y  vestida, 
le  manda  que  me  despida 
y  vuelva  el  papel  cerrado. 

¿No  te  dijo  la  ocasión 
de  tanto  rigor  Finea? 
¿Qué  ocasión  quieres  que  sea, 
sino  propia  condición? 

No,  Mendoza;  ya  lo  entiendo; 
cuando  el  Príncipe  me  habló 
presumir  pudiera  yo 
del  daño  que  estoy  sintiendo. 

Ella  por  él  me  ha  dejado, 
ofendiendo  su  valor, 
sin  que  la  obligue  mi  amor 
y  el  casamiento  tratado. 


XuÑ. 


(i)     El  autógrafo  «méritos». 
XII 


Si  por  su  calle  paseo 
como  otras  veces  solía, 
que  daba  la  celosía 
franco  paso  a  mi  deseo, 

agora,  para  señal 
de  aborrecerme,  de  suerte 
la  cierra,  que  al  golpe  fuerte 
tiembla  de  miedo  el  cristal. 

Mal  puesta  en  mi  nacimiento, 
tengo  de  Venus  la  parte; 
mejor  me  fuera  con  Marte, 
aunque  es  planeta  sangriento. 

Mira  tú  lo  que  en  España 
por  Octavia  padecí 
y  cómo  también  aquí 
en  Francia  me  desengaña 

la  ingratitud  de  Leonor. 

(Sale  (i)  Ñuño.) 

Hablando  los  dos  están, 
con  que  lugar  me  darán 
para  pensarlo  mejor. 

Quiere  Octavia  que,  saliendo 
por  París,  que  encuentre  al  conde 
para  ver  lo  que  responde 
a  lo  que  vamos  fingiendo. 

No  sé  el  fin  que  han  de  tener 
tan  desesperados  celos, 
porque  ya  me  dan  recelos 
que  en  nuestro  daño  han  de  ser, 

por  venganza  o  por  amor, 
que  ya  por  amor  será, 
pensando  que  es  hombre,  está 
enamorada  Leonor. 

No  ha  salido  el  sol  flamante 
cuando  viene  a  visitar 
a  Octavia,  sin  dar  lugar 
a  que  se  vista  y  levante. 

Cuidado  y  desvelo  al  fin 
de  ver  en  su  cara  hermosa 
cómo  se  enciende  la  rosa, 
cómo  se  nieva  el  jazmín. 

Y  ella,  en  tanto  que  se  viste, 
discreta,  como  traidora, 
con  lo  posible  enamora 
y  lo  imposible  resiste. 

Mas  ¿qué  no  podrá  encender 
fingiendo  amor  y  afición 
con  acciones  de  varón 
hermosura  de  mujer? 

Ya  me  han  visto;  haré  que  paso. 


(i)     En  el  autógrafo  «£n¿rfi». 


36 


MÁS  PUEDEN  CELOS  QVE  AMOR 


Con.  ¿Xo  es  aquel  liombre  español ? 

Mex.  Más  claro  que  el  mismo  sol, 

se  ve  en  el  aire  del  paso. 
Con.  ¡Ah,  hidalgo! 

Xrií.  ¿Quién  en  mi  lengua 

nic  ha  llamado  y  conocido? 
Con.  Españoles  como  vos. 

NI.TÑ.  Conde  y  .señor... 

Con.  Xuño  amigo, 

;eres  tú,  que  no  lo  creo? 
XiÑ.  Perdona  el  no  haberte  visto, 

aunque  supe  que  aquí  estabas; 
que  como  recién  venido 
tuve  mil  cosas  que  hacer; 
y  es  notable  laberinto 
esta  ciudad  entre  cuantas 
cubre  el  céfiro  zafiro. 
¿Es  Mendoza? 
Men.  ¿X'^o  me  ves? 

XuÑ.  Con  alma  y  brazos  te  brindo. 

Men.  líl  alma  y  brazos  te  bebo, 

Xuño,  con  el  amor  mismo 
a  la  salud. 
Xt'S.  Ten  la  copa; 

y  di  de  Octavia;  ¿qué  ha  sido? 
¡Gran  rigor  no  preguntar 
por  ella! 
Con.  Su  ingrato  estilo 

no  merece  más  memoria. 
Xi'Ñ.  X'unca  fué  ingrata  contigo; 

que  mujeres  de  valor 
usan  del  grave  artificio 
hasta  que  ks  da  licencia 
aquel  sagrado  aforismo 
de  *¿Quercis  a  don  Fulano 
por  vuestro  esposo  y  marido?» 
¿Qué  había  de  hacer  Octavia 
después  de  ponerte  a  tiro 
la  cf  za,  si  en  un  jardín 
estás  más  helado  y  tibio 
que  el  mármol  de  aquella  fuente, 
de  tu  ncce<lad  testigo? 
Saliéronse  a  darte  vaya 
pí>r  los  candidos  resquicios 
del  alba  del  sol  los  rayos 
y  las  aves  de  sus  nidos; 
y  til,  como  labrador 
para  la  IkkIb  vestido, 
aguardando  que  te  diese 
la  de.  ])o.<'ada  un  ik-Uízco. 
Te  quLJu.H  de  •  u  crueldad 
«•r>stándo!e  ni  1  !-ii.s])iros 
tu  au.sencia. 


Con. 


XuÑ. 


Con. 
XuÑ. 


Ya  es  tarde,  N'uño, 
que  el  ausencia  causa  olvido. 
Tiene  el  Duque  de  Alansón 
una  hermana,  un  basilisco 
de  las  almas  por  los  ojos; 
tiene  una  joya,  un  Cupido 
de  diamantes,  una  Venus, 
en  cuyo  raro  edificio 
gastó  la  naturaleza 
cuanto  pudo  y  cuanto  qui,so, 
porque  quiso  lo  que  pudo 
como  instrumento  divino, 
hasta  quedar  su  riqueza 
empeñada  por  mil  siglos. 
Esta,  con  manos  de  nieve, 
de  mi  alma  el  fuego  vivo 
con  que  me  abrasaba  Octavia 
olvidó  (i),  templó,  deshizo 
de  las  cenizas  el  Fénix, 
otro  Fénix  puro  y  limpio 
produce  el  sol  con  esmaltes 
nuevos  en  plumajes  rizos; 
y  así,  del  amor  pasado 
sobre  los  aromas  indios 
el  .sol  de  L-eonor  produce 
este  pájaro  fenicio. 
Esta  quiero,  ésta  contemplo, 
ésta  adoro  y  ésta  sirvo; 
(2)  desta  soy  embajador, 
si  hay  embajador  cautivo. 
Con  ella  traté  casarme, 
y  estando  el  sí  concedido, 
no  sé  qué  fuerza  de  estrellas 
nuevo  amor,  nuevos  designios 
la  obligan  a  despreciarme; 
y  esto  con  tanto  desvío, 
que  hoy  me  ha  vuelto  este  papel, 
que  entre  mil  que  ha  recibido 
vuelve  cerrado  a  decir 
que  se  quedó  como  niño 
que  por  no  salir  a  luz 
se  fué  para  siempre  al  limbo. 
Pero  ¿cómo  me  olvidaba 
de  saber  a  qué  has  venido? 
A  vender  unos  diamantes, 
de  la  estrecheza  testigos 
a  que  han  llegado  estos  tiempos. 
Así  por  Francia  se  ha  dicho. 
Ricos  de  cabello  estamos, 
pobres  (!»•  dinero  y  trigo. 


(i)     Hartz,  enmendó  «aliviói. 

(2)    En  «1  autógrafo  faltan  cbic  verso  y  el  anterior. 


JORNADA    SEGUNDA 


563 


Con.  ¿Taii  estrechos  tiempos  corren? 

NrÑ.  Tanto,  que  se  ha  enflaquecido 

el  lagarto  de  Santiago: 
vuelta  la  espada  en  cuchillo, 
de  cada  lado  le  falta 
un  dedo.  Pues  si  te  digo 
a  la  invención  que  han  llegado 
los  hurtos  de  los  oficios, 
será  provocarte  a  risa. 

Con.  Ahora  bien;  vente  conmigo 

para  que  sepas  mi  casa, 
y,  aunque  no  tienes  delitos, 
te  sirva  de  embajador. 

NuÑ.  Justamente  me  retiro 

por  hombre  que  fía  en  suegros 
y  cuñados  (i)  enemigos. 
¡Oh  sólo  dichoso  Adán, 
casado  en  el  Paraíso, 
sin  cuñado,  con  mujer 
y  sin  abuelos  con  hijos! 
jOh,  valiente  mujer  Eva, 
que  ni  celos  ni  vestidos 
pidió  jamás! 

Con.  Calla,  Ñuño; 

mira  que  dellas  nacimos. 

(Vanse.) 
(Salen  el  Duque  y  L,eonor.) 

Leo.  ¿Tan  mudado  de  semblante 

vuestra  excelencia  conmigo? 
De  tan  injusto  castigo 
está  la  culpa  ignorante. 

Hay  diferencia  entre  amores 
y  celos;  que  sus  desvelos 
declara  amor,  y  los  celos 
tienen  algo  de  traidores. 

Querer  encubrir  enojos 
no  es  noble  naturaleza 
cuando  escribe  la  tristeza 
el  sentimiento  en  los  ojos. 

¿Para  qué  me  tiene  en  calma 
si  me  dan  los  ojos  señas, 
como  ventanas  pequeñas 
por  donde  se  asoma  el  alma? 

Duque. 

Puesto,  Leonor,  que  yo  propuesto  había 
de  no  te  declarar  mi  sentimiento, 
habiéndole  entendido,  no  sería 
justo  el  silencio  si  el  remedio  intento. 
Con  peso  igual  la  noche  ayer  tenía. 


[1)     El  el  impreco  «cuidados». 


el  imperio  del  mundo  al  sueño  atento, 

ni  daba  resplandor  estrella  alguna 

ni  envuelta  en  sombra  la  menguante  (i)  lima, 

cuando  viniendo  a  nuestra  casa  veo 
dos  hombres  rebozados  en  la  esquina 
y  otro  en  las  rejas  bajas,  que  el  deseo 
entre  los  hierros  a  la  cuadra  inclina. 
Yo,  conociendo  que  amoroso  empleo 
a  ofensa  de  mi  honor  le  desatina, 
parto  hacia  él,  y  apenas  él  me  advierte, 
cuando,  engañado,  me  habla  desta  suerte: 

«Rodulfo  (este  Rodulfo  es  una  ayuda 
de  cámara  del  rey)  dice  Finea, 
(¡ay  de  mi  honor!)  que  está  Leonor  desnuda 
y  que  ya  no  es  posible  que  la  vea.» 
No  de  otra  suerte  la  color  me  muda; 
que  quien  alguna  flor  cortar  desea, 
y  al  extender  la  mano  se  la  muerde 
oculto  el  áspid  en  el  tronco  verde. 

No  era  menos  que  el  Príncipe  de  Francia 
quien  por  Rodulfo  a  mí,  Leonor,  me  tuvo. 
Mas  cuando  ya  de  mí  menos  distancia 
y  más  recelo  del  engaño  estuvo, 
corrido  de  su  bárbara  ignorancia, 
ni  un  instante  en  la  calle  se  detuvo; 
fuese  con  los  demás,  y  yo,  turbado, 
pasé  la  voz  al  corazón  helado. 

Mal  he  dormido  por  pensar  que  honesto 
remedio  hallase  yo  contra  un  amante 
tan  poderoso  y  a  mi  ofensa  puesto, 
colérico  en  sus  gustos  y  arrogante. 
No  quiero  que  me  des  disculpa  desto, 
sino  atajar  el  daño  que  adelante 
puedo  temer  mirando  en  el  sujeto 
de  un  rey  .su  libertad  y  mi  respeto. 

Alborotar mi  casa  no  es  cordura, 
sacarte  de  París  es  desacierto, 
que  intentará  vengarse  por  ventura 
y  en  mi  ausencia  intentar  un  desconcierto. 
Paréceme  la  cosa  más  segura 
casartei^'  abreviar  cualquier  concierto, 
y  más,  Leonor,  si  con  tu  gusto  hallase 
un  liombre  que  de  Francia  te  llevase. 


Leo. 


Aunque  no  me  das  licencia 
de  que  pueda  disculparme 
de  tu  ofensa  y  de  la  mía, 
puedo,  Amaldo.  asegurarte 
con  que  soy  hermana  tuya, 
que  es  información  bastante. 
A  Carlos  no  faltaría 


(i)     En  el  impreso  «nengiiada». 


5<54 


MAS  PUEDEN   CKI.OS  QUE  AMOR 


p>ersoua  que  le  engañase 
de  las  que  en  tu  casa  tienes. 

DuQ.  Por  tu  vida,  que  no  hables, 

Leonor,  en  satisfacciones, 
sino  sólo  en  que  ve  cases. 

Leo.  Yo  presumo  que  esta  prisa 

debe  de  ser  por  casarte, 
y  echas  a  CaHos  la  culpa. 

DuQ.  Yo  te  suplico  que  trates 

de  remediar  esta  fuerza 
y  dejar  de  disculparte. 
Yo  he  pensado  que  te  mira, 
si  no  es  que  también  me  engañe, 
el  embajador  de  España. 

Leo.  Con  él  presuim'  casarme; 

Pero  supe  que  en  Navarra 
tiene  obligaciones  tales 
a  cierta  dama  Beamonte 
que  es  fuerza  que  allá  se  case 
este  Conde  don  Enrique. 
Este  Mendoza... 

DUQ.  No  pases 

adelante,  porque  yo 
le  tengo  afición  notable, 
y  con  razón,  porque  en  Francia, 
Italia,  Alemania  y  Flandes 
nunca  he  visto  caballero 
de  tan  excelentes  partes. 
Dime  verdad:  ¿hate  dado 
alguna  ocasión  de  amarle? 

Leo.  Sí  ha  dado,  pues  ya  llegamos, 

Arnaldo,  a  tratar  verdades. 

DuQ.  ;  Y  qué  te  parece  a  ti 

de  su  entendimiento  y  talle? 
Callas  y  bajas  los  ojos, 
basta:  con  ellos  hablaste. 
El  Rey  le  abona  en  sus  cartas, 
y  bastaba  tener  sangre 
de  Navarra  y  de  Beamonte. 
Tú  puedes,  Leonor,  hablalle; 
que  si  responde  a  tu  gusto,  m 
sin  que  im  hora  se  dilate 
será  tu  esposo,  y  después 
Carlos  te  sirva  y  se  canse; 
I>orque  en  siendo  de  otro  dueño, 
los  hermanos  y  los  padres 
salen  de  la  obligación. 

(Salen  Octavia  y  NoÑo.) 

OCT.  Aunque  de  mí  le  trataste, 

¿no  mostró  más  sentimiento^' 

Nu5í.  ;Quieres  tú  que  yo  te  engañiv- 

Perdido  está  por  Leonor; 


OCT. 


NuÑ. 


OcT. 


XUÑ. 


DUQ. 


Leo. 

OcT. 
Leo. 


OcT. 


quería  que  me  quedase 

con  él;  pero  yo  le  dije 

que  hasta  vender  los  diamantes 

no  podía,  mas  que  presto 

volvería  a  visitarle. 

Por  esta  luz  (i).  Ñuño  amigo, 

que  si  .supiese  tragarme 

las  brasas  de  Porcia,  tengo 

de  hacer  pedazos  la  imagen 

deste  mal  nacido  amor 

que,  contra  las  naturales 

leyes,  nació  de  los  celos. 

;Cómo  pudieras  vengarte, 

mejor;  pues  Leonor  te  adora 

5'  le  aborrece? 

Es  bastante 
venganza;  pero  quisiera, 
y  no  es  posible,  obligarle 
al  amor  que  me  tenía. 
;Para  qué,  si  en  viendo  amarte 
le  habías  de  aborrecer? 
Que  no  pienso  que  es  mudable 
como  tvi  la  mar  y  el  viento. 
Yo  me  voy  por  que  lo  trates 
con  él,  que  allí  viene  el  Conde  (2). 
(Vase.) 

El  cielo,  Arnaldo,  te  guarde. 
Enrique. 

Señora  mía. 
Es  de  manera  el  contento 
de  mi  loco  pensamiento, 
que  sin  prólogos  querría 
decirte  de  mi  alegría 
la  causa. 

A  ese  mismo  fin 
sobre  el  cuadro  de  jazmín 
del  rostro  pintáis  claveles 
con  los  alegres  pinceles 
que  baña  el  rojo  (3)  carmín. 

Así  se  van  mis  sentidos 
siguiendo  vuestra  hermosura 
como  al  alba  (4)  hermosa  y  pura 
dejan  las  aves  sus  nidos 
y  en  los  árboles  vestidos 
de  diferentes  colores 
cantan  celos  a  favores. 
Así  yo.  I/eonor,  querría 
a  la  luz  de  vuestro  día 
cantar  hi.storias  de  amores. 


(i)  lín  fl  impreso  «cniz». 

(2)  En  il  impreso  «línriciuc». 

(3)  En  el  iiiii)reso  «rostro». 

(4)  Rn  "1  texto  iinprcsíj  «el  aliña»  por  errata. 


JORNADA    SEGUNDA 


)65 


Leo. 


OCT. 

Leo. 


OcT. 

NuÑ. 
OCT. 


Pasa  mi  loco  deseo 
con  vos  la  noche,  y  sin  nu' 
cnanto  alegre  porque  os  vi, 
tan  triste  porque  no  os  veo; 
siempre  el  pensamiento  empleo 
mirando,  dulce  Leonor, 
con  ser  mi  amor  el  mayor, 
cómo  pueda  amaros  más; 
pero  luego  vuelve  atrás, 
porque  no  halla  más  amor. 

Busco  todos  los  amores, 
y,  en  viéndolos,  desconfío; 
que,  igvialados  con  el  mío, 
todos  los  hallo  menores. 
Quisiera  amores  mayores 
para  amar  vuestro  valor 
con  ser  el  mío  el  mayor. 
:Mirad  qué  extraño  pesar, 
que  amor  me  venga  a  faltar 
de  puro  sobrarme  amor. 

Ya  son,  Enrique,  excusados 
requiebros  encarecidos, 
verdaderos  y  sentidos 
son  los  mejores  cuidados. 
Los  dos  estamos  casados, 
el  duque  lo  quiere  así, 
a  quien  la  palabra  di, 
y  que  esta  noche  ha  de  ser, 
que  no  os  supiera  (i)  querer 
si  no  aprendiera  (2)  de  mí. 

Mirad  qué  dicha  la  mía, 
que  hoy  se  viene  a  concertar 
y  mañana  me  ha  de  hallar 
en  vuestros  brazos  el  día. 
Tan  hermoso  el  cielo  os  cría 
para  quien  esposo  os  llama, 
que  si,  por  dicha,  en  la  cama 
alguien  nos  entrase  a  ver, 
aun  no  podrá  conocer 
cuál  de  los  dos  es  la  dama. 

¿De  qué  os  suspendéis? 

Oí 
en  esa  cuadra  rumor. 
Si  viene  el  embajador, 
voy  hacer  que  no  entre  aquí. 

(Vase.) 

¡Ay,  Ñuño,  yo  me  perdí! 
Apenas  hablarte  acierto. 
Yo  estoy  sin  alma. 


(i)     En  el  impreso  «tanto  os  quiere». 
(2)    En  el  impreso  «por  lo  que  aprenda». 


NuÑ. 
OcT. 

NuÑ. 


OcT. 
NuÑ. 

OcT. 


NuÑ. 
OCT. 


Leo. 


OCT. 

NuÑ. 
OcT. 


Y  yo  muerto. 
¡Gran  peligro,  cosa  extraña! 
Nunca  viniera  de  España 
para  tanto  desconcierto. 

¡Oh,  celos,  que  habéis  querido 
traerme  a  desdicha  iguall 
Es  defecto  natural 
que  no  puede  ser  suplido. 
El  filósofo  ha  mentido; 
que  a  ser  verdad  su  opinión, 
tan  junta  imaginación 
hacer  efecto  pudiera 
y  de  mujer  te  volviera 
fuerte  y  robusto  varón. 

Suele  un  diestro  agricultor 
engerir  en  un  serbal 
un  manzano  o  un  peral 
y  dar  aquel  año  flor. 
¡Oh  si  hubiera  algún  doctor 
para  enjertos  deste  nombre! 
Pero  tal  intento  asombre, 
que  si  esto  (i)  pudiera  ser; 
lleve  el  diablo  a  la  mujer 
que  no  se  volviera  en  hombre. 

Si  volverlas  hombres  quieres, 
cesara  el  mundo. 

No  hará, 
pues  algunos  hombres  ya 
se  van  volviendo  mujeres. 
Pero  no  te  desesperes, 
que  habrá  remedio. 

Ausentarme; 
porque  esperar  a  casarme 
será  verme  en  grande  aprieto. 
El  duque. 

Por  su  respeto 
quiero  callar  y  matarme. 
(Entra  I,eonor.) 

Retírate,  por  tu  vida, 
Enrique  amigo,  a  tu  cuadra, 
que  quiere  el  embajador 
que  le  oiga  aquí  dos  palabras, 
Y  si  por  ser  tu  nnijer 
a  celos  te  he  dado  causa, 
tuya  es  la  casa  y  las  puertas, 
mira,  escucha,  aguarda  y  guarda. 
No  te  puedo  responder; 
pero  haré  lo  que  me  mandas. 
¿Has  de  ver  al  Conde? 

¡Ay,  cielos!, 
¿que  haré,  que  me  cuesta  el  alma? 


(i)     En  el  impreso  «cierto». 


566 


MAS   I'L'liUliN   CELOS  QUE  AMOR 


Con. 
Leo. 
Con. 


Leo. 


Con. 


Leo. 


Co;, 
Leo. 


(Sale  el  Conde.) 
¿Puedo  hablarte  a  solas? 

Pueck- 
Aqiií  trataste,  madama, 
conmigo  tu  casamiento, 
en  cuya  fe  mi  esperanza 
este  papel  te  escribía, 
que,  menos  cortés  que  ingrata, 
con  la  misma  nema  y  sello 
me  le  \-uelves  a  la  cara. 
¿Tan  presto  Carlos  te  obliga 
a  tan  extraña  mudanza? 
¿No  es  mejor  para  marido 
un  embajador  de  España 
que  para  galán  un  rey? 
Mira,  conde,  cómo  hablas. 
Xi  sé  que  Carlos  me  quiera 
ni  una  palabra  le  hablara 
si,  habiendo  heredado  el  reino, 
me  hiciera  Reina  de  Francia. 
Por  lo  que  el  papel  te  vuelve 
es  porque  ya  estoy  casada, 
y  cesan  galanterías 
luego  que  cesa  el  ser  dama. 
No  le  rasgué  por  ser  tuyo 
y  escrito  en  mi  confianza; 
porque  quien  rasga  un  papel 
también  el  respeto  rasga; 
que  papeles  y  retratos 
tanto  a  los  dueños  trasladan, 
que  el  retrato  tiene  el  cuerpo 
y  la  letra  tiene  el  alma. 
Xo  le  abrí  por  no  leerle, 
sabiendo  que  me  obligaba 
a  responderte,  y  no  puede 
quien  tiene  dueño  que  agravia. 
Con  esto  verás  que  estoy 
de  tu  queja  disculpada, 
y  que  esta  satisfacción, 
pues  eres  discreto,  basta. 
¿Casada,  Leonor,  tan  presto? 
¿No  pudieras,  obligada 
de  mi  amor,  decir  al  duque 
que  con  el  C^nde  lo  estabas, 
(|ue  yo  .sé  de  su  amistad 
que  f>or  n.ad¡e  me  trocara 
como  el  príncipe  no  fuera? 
N'o  es  esa,  contlc,  la  cau.sa, 
pues  me  obligas  a  decirla, 
sino  el  saber  que  en  Navarra 
•  i  enes  mujer. 

¿Yo  mujirr? 
.\  lo  menos  empeñada 


Con. 


Leo. 
Con. 

Leo. 


Con. 


Leo. 
Con. 
Leo. 


Con. 
Leo. 

Con. 


Leo. 


la  voluntad  para  serlo; 

y  esto  lo  sé  de  una  carta 

que  a  mi  hermano  le  han  escrito. 

Toda  la  disculpa  es  falsa; 

pero  si  )'a  no  hay  remedio 

v,  como  dices,  te  casas, 

dime  siqvüera  con  quién, 

para  saber  si  me  iguala. 

¿Qué  título  en  Francia  tiene? 

No  es  francés. 

¿Pues  cómo  trata 
sacarte  de  Francia  el  Duque? 
Porque  tiene  amor  a  España 
del  tiempo  que  estuvo  en  ella, 
y  allí  quedó  concertada 
con  el  que  ha  de  ser  mi  espo.so 
la  junta  de  nuestra  casa. 
Español  te  ha  merecido, 
y  no  soy  yo,  cosa  extraña. 
Hazme  un  favor. 

;Oué  favor? 
Decirme  cómo  se  llama. 
Aunque  pensaba  encubrirlo, 
pues  se  ha  de  saber  mañana, 
quiero  que  lo  sepas  hoy. 
¿Quién  mereció  dicha  tanta? 
Jís  mi  esposo,  el  Conde  Enrique 
de  Mendoza. 

No  repara 
Castilla  en  los  apellidos, 
sólo  el  título  .se  llaman. 
Xo  llaman  Girón  a  Osuna, 
aunque  es  nombre  de  .su  casa; 
Mendoza  al  del  Infantado, 
ni  Toledo  al  Duque  de  Alba; 
no  Guzmán  (i)  al  de  Sidonia, 
ni  sólo  Manrique  y  Lara 
al  de  N  ajera  y  Maqueda, 
Córdova  al  Conde  de  Cabra, 
al  gran  Almirante  Enríquez, 
ni  Ziiñiga  al  de  Miranda, 
ni  Velasco  al  Condestable, 
Portugal  al  de  Berganza 
ni  Cueva  a  los  de  Alburquerque    [2) 
porque  los  títulos  bastan. 
No  sé  qué  título  tenga; 
sé  que  de  la  roja  espada 
de  Santiago  es  el  Conde, 
(|ue  con  e.sta  roja  marca 
prutlja  su  noble/.a  el  pecho, 


(i)     En  i'i  iniprcso  «juzgan*. 

(2)     Faltan  en  el  iniprcso  este  vcreo  y  el  anterior. 


JORNADA   SEGUNDA 


567 


Con. 
Leo. 


Con. 


Leo. 

Con. 
Leo. 


Con. 


(jue  con  ella  le  retratan. 
¿Luego  su  retrato  has  visto? 
Y  le  tengo;  mas  hay  causas 
por  donde  verle  no  puedes, 
pero  en  estando  casada, 
retrato  y  original 
verás.  Conde,  en  esta  sala. 
Conde  Enrique  de  Mendoza... 
No  sé,  por  Dios,  que  le  haya 
en  Castilla. 

Ansí  es  verdad, 
pues  agora  vive  en  Francia. 
¿En  Francia?  Todo  es  fingido. 
¿Cómo  fingido?  vSi  pasa 
desta  noche  mi  desdicha, 
podrá  más  que  mi  esperanza. 
¡Que  tan  aprisa  me  pierdes; 
que  tan  aprisa  me  matas; 
que  tan  presto  tienes  dueño, 
que  aun  no  sé  con  quién  te  casas! 

¡Ingrata!  ¡Plegué  a  los  cielos, 
ya  que  estoy  desengañado, 
que  los  celos  que  me  has  dado 
pagues  en  los  mismos  celos! 
Tantas  penas  y  desvelos 
te  resulten  engañada, 
tantas  de  verte  burlada, 
tantas  de  verte  ofendida; 
que  llores  arrepentida, 
■primero  que  estés  casada. 

¡Y  plega  al  cielo,  cruel, 
que  aquella  noche  tu  dueño 
sea  tesoro  de  sueño, 
por  que  despiertes  sin  él! 
Cuanto  pensaste  que  en  él 
para  tu  contento  había 
cuanto  verdad  parecía, 
y  en  su  persona  te  ofrezca, 
se  te  huya  y  desvanezca 
al  primer  albor  del  día. 

Con  el  mismo  desconsuelo 
que  el  labrador  la  heredad, 
con  siibita  tempestad 
mira  trasladar  al  suelo 
y  entre  las  balas  de  hielo 
racimos,  pámpanos  y  hojas 
fruto  de  sus  brazos  cojas 
y  hielos  de  sus  amores, 
pues  que  de  ramas  y  flores 
mis  CvSperanzas  despojas. 

Y  como  mira  el  piloto 
de  la  fortima  pasada 
en  la  nave  quebrantada 


NuÑ. 


Leo. 

NuÑ. 


LEO. 

NuÑ. 

LEO. 


todo  el  artificio  rot<j 

y  que  ni  el  riesgo  ni  el  voto 

le  salieron  de  provecho 

con  ser  de  lágrimas  hecho 

en  medio  de  la  bonanza 

la  nave  de  su  esperanza 

se  rompa  en  su  mismo  pecho. 
Y  como  aquel  que  tenía 

gran  lugar  cuando  cayó 

más  aprisa  le  dejó 

el  que  más  bien  recibía; 

o  como  el  que  pretendía 

con  méritos  en  alguna 

confianza  y  de  ningima 

el  premio  debido  alcanza 

así  quede  tu  esperanza 
a  manos  de  tu  fortuna  (i). 
Ese  tu  conde,  o  quien  es. 
sea  en  tus  brazos  un  sol, 
que  te  amanezca  español 
y  te  anochezca  francés. 
Finalmente,  cuando  estés 
de  que  es  tu  esposo  más  cierta 
y  de  que  es  engaño  incierta 
y  le  tengas  a  tu  lado, 
de  puro  frío  y  helado 
en  mujer  se  te  convierta. 

(Vase.) 

(Sale  Ñuño.) 

Aguardaba  a  que  se  fuese 
este  necio  Durandarte, 
para  que  lugar  de  hablarte, 
madama  Leonor  me  diese. 

¿Tienes  algo  que  decirme? 
Darte  el  parabién,  señora, 
del  casamiento  que  agora 
queda  concertado  y  firme. 

Goces  mil  años,  amén, 
sin  género  de  mudanza, 
la  gloria  de  tu  esperanza 
y  la  posesión  también. 

Ya  presumo  que  codicias 
las  albricias. 

¿Qué  maj^ores 
que  de  tus  hermosas  flores 
ser  un  ramillete  albricias? 

Este  diamante  es  mejor; 
que  ese  requiebro  es  de  amante, 
y  más  te  importa  el  diamante 
que  hacer  lisonja  a  tu  amor. 


(i)     Estas  lies  dcciniaS  faltan  en  el  impreso. 


568 


MAS  PUEDEN   CELOS  QUE  AMOR 


KUÑ. 


Leo. 


XUÑ. 


¡Oh,  bien  haya  la  colmena 
donde  la  abeja  nació, 
que  del  romero  cogió 
la  flor  azul  de  olor  llena; 
de  que  se  liizo  la  miel, 
de  quien  la  cera  salió, 
con  que  el  hilo  se  enceró, 
para  que  después  con  él 

cosiese,  aunque  parte  poca, 
la  suela  que  no  se  ve 
del  zapato  de  tu  pie, 
adonde  pongo  la  boca! 

Muy  español  has  andado, 
y  porque  me  has  parecido 
discreto,  di:  ¿que  has  sentido 
del  casamiento  tratado? 

Si  te  digo  la  verdad, 
no  hablando  como  el  servir, 
donde  se  suele  decir 
con  mucha  dificultad, 

que  por  el  Conde  imagino 
lo  que  tu  honor  participa, 
que  él  no  es  ^lendoza  de  tripa, 
sino  terciopelo  fino; 

pero  como  es  tan  mancebo, 
y  pareces  belicosa, 
ha  de  ser,  Leonor  hermosa, 
en  tales  batallas  nuevo. 
Allá  en  España  tenía 
algunas  aficionadas, 
de  su  hermosura  obligadas, 
discreción  y  bizarría; 

pero  descontentas  todas, 
no  sé  yo  si  algún  defeto 
hay  en  Enrique  secreto 
para  negocios  de  bodas. 

Nunca  de  tanta  lindeza 
tuve  yo  satisfacción, 
y  los  divorcios  que  son 
píjr  querella  de  flaqueza 
adquieren  la  vanidad 
antes  que  el  pleito  se  vea. 
Si  tu  amor  verdad  desea, 
yo  te  he  dicho  la  verdad. 

Bigote  negro  asegura 
la  debida  perfección; 
para  las  mujeres  son 
la  lindeza  y  la  hermasura. 
Para  toílos  los  sentidos, 
lo  perfecto  es  lf>  mejor, 
que  a  veces  resulta  error 
de  no  examinar  nnridos. 


Leo.  ¿Pues   qué  examen  he  de  hacer 

al  Conde? 

NuÑ.  Si  he  de  explicallo, 

tú  al  Conde  peor  es  hurgallo, 
porque  no  te  ha  de  entender  (i). 

Leo.  Yo  voy  a  hablar  a  mi  hermano. 

(Vase.) 

XuÑ.  ¡Oh,  qué  bien  se  negoció! 

¿Qué  fuerte  león  sintió 
lanza  de  moro  africano, 

como  esta  nueva  Leonor? 
¡Oh,  ingenio,  cuánto  aprovechas! 

(Salen  el  Príncipe  y  el  Duque.) 

PrÍN.  En  este  punto  me  habló; 

no  sé  el  intento  que  tenga 

el  embajador  de  España, 

y  por  remediar  su  queja 

a  vuestra  casa  he  venido. 
DuQ.  No  sé  yo  de  qué  se  pueda 

quejar  el  Embajador. 
NuÑ.  Paréceme  cosa  nueva 

venir  el  Príncipe  aquí; 

voy  a  hacer  que  se  prevenga 

para  cualquiera  suceso 

Octavia,  que  ya  desea 

salir  de  París  con  bien, 

y  volverse  a  España  intenta. 
(Vase.) 

Príncipe. 
Díjome  el  español  que  concertado 
estaba  de  casar  con  vuestra  hermana, 
y  entre  los  dos  tratado 
por  cosa  cierta  y  llana; 
y  que  vos,  estorbando  el  casamiento, 
habéis  hecho  un  notable  fingimiento. 
Por  ventura,  Leonor  amenazada; 
pues  dice  que  por  vos  está  casada 
con  cierto  conde  Ivnrique  de  Mendoza, 
que  allá  en  España  goza 
este  título  grave, 

siendo  todo  ficción,  porque  no  sabe 
que  haya  tal  hombre  en  ella; 
y  c|ue  lui  hombre  como  él  no  se  atropella 
con  tanta  libertad.  A  lo  que  viene, 
sabéis  la  obligación  en  que  me  tiene; 
si  el  Mendoza  es  fingido, 
íjue  la  verdad  me  confeséis  os  pido. 


(i)     Este  y  los  tres  versos  anteriores  faltan  en  el  au- 
tógrafo. 


JORNADA  SEGUNDA 


569 


Duque. 
Espéreme  mi  instante  vuestra  Alteza, 
que  no  vive  muy  lejos  desta  casa; 
verá  si  finjo  yo  su  gentileza, 
qi;e  de  secreto  pasa 
agora  en  su  carroza 
el  conde  don  Enrique  de  Mendoza. 

(Vase.) 

Príncipe. 
Aunque  del  español  las  partes  hago, 
más  por  las  mías  la  verdad  intento, 
para  ver  si  deshago 
la  invención  deste  necio  casamiento; 
que  desde  que  entendió  mi  pensamiento 
aquella  noche  el  Duque,  y  a  su  puerta 
le  dije  inadvertido  y  deslumhrado 
mi  voluntad,  mi  amor  y  mi  cuidado: 
tanto  un  loco  deseo  desconcierta. 
El  duque,  temeroso 
de  mi  amor,  en  un  pecho  poderoso, 
finge  que  la  ha  casado;  y  si  es  mentira, 
provocando  la  ira 
del  amor  y  el  deseo, 
proseguiré  mi  empleo, 
tan  libre  y  descubierto, 
que  venga  a  ser  concierto  el  desconcierto. 

(Salen  el  Duque,  Octavia  y  Ñuño.) 

Octavia. 
Vuestra,  Alteza  me  dé  los  pies. 

Duque. 

Agora 
vuestra  Alteza  verá  si  ha  sido  engaño. 

Príncipe. 
Leonor  con  justa  causa  se  enamora, 
y  de  celos  me  abrasa  el  desengaño. 
Mucho  me  alegra.  Conde,  el  conoceros. 

Octavia. 

No  fui,  señor,  a  veros 

cuando  llegué  a  París,  porque  he  venido 

de  mi  patria,  Navarra,  a  Francia,  huyendo, 

y  me  importa  esconderme  solamente 

del  conde  Embajador,  porque  es  pariente 

de  un  caballero  que  allá  dejo  muerto, 

y  si  lo  sabe,  mi  peligro  es  cierto. 

Mátele  cuerpo  a  cuerpo  en  desafío, 

obligado,  señor,  del  amor  mío, 

por  esta  roja  cruz  que  traigo  al  pecho; 

y  el  duque  está  de  todo  satisfecho 

por  cartas  de  mi  Rey. 


Príncipe. 

Vuelvo  a  deciros 
que  me  alegro  de  veros,  y  lo  creo. 

Octavia. 
Y  yo,  señor,  de  amaros  y  serviros. 

Príncipe. 
Por  que  sepáis  que  vuestro  bien  deseo, 
quiero  haceros  amigo  con  el  conde. 

Octavia. 
Aunque  a  valor  de  príncipe  responde, 
no  me  conviene  agora; 
yo  avisaré  después  a  Vuestra  Alteza. 
Por  que  el  Embajador  quiere  a  Leonora, 
perdido  a  lo  español,  por  la  belleza, 
y  querría  primero  estar  casado. 
Con  esto,  pues,  los  pies  os  he  besado; 
me  vuelvo  con  secreto. 

Príncipe. 
¡Qué  cortés,  qué  galán  y  qué  discreto! 

Octavia. 
Di,  Ñuño,  que  me  lleguen  la  carroza. 

Duque. 

¿Cree  ya  Vuestra  Alteza 

que  hay  Conde  don  Enrique  de  Mendoza? 

Ñuño. 
Con  brava  discreción  y  gentileza 
al  Príncipe  has  hablado. 

Octavia. 
Todo  es  posible,  y  no  quedar  casado. 
(Vanse.) 

Príncipe. 

Dhque,  todo  lo  creo; 

y  solamente  dudo  mi  deseo 

entre  estos  españoles,  porque  es  justo, 

y  porque  tendréis  gusto 

de  ver  con  libertad  vuestro  cuñado. 

Haré  las  amistades. 

Duque. 
Al  imperio  sagrado, 
y  si  hubiera  mayores  majestades, 
llegues,  señor;  y  desde  el  indio  al  moro, 
el  lirio  azul  en  anáglifos  de  oro. 

(Entran  el  Condk  y  ]VIendoza.) 
Conde. 
¡Cuan  desdichada  vida 
que  pasa  un  despreciado 


570 


MAS   PUEDEN   CELOS  QUE  AMOÜ 


que  mientras  más  lo  está  menos  se  olvida; 

pues  no  hay  tan  triste  y  miserable  estado, 

que  no  envidie  un  celoso  y  olvidado 

cuando  a  sus  mismos  d.sergaños  miente, 

¡ay  de  quien  esto  siente 

y  cuando  a  todo  en  dt.s:a  iso  mira 

muere  de  celos  y  de  amor  suspira! 

Ausente  Filomena 

de  su  nido  amoroso 

mira  la  selva  de  otras  aves  llena 

y  suspira  en  acento  lastimoso 

al  tiempo  que  el  plaiiela  hunincso 

los  altos  montes  de  sus  rayos  viste, 

¡Ay  del  pájaro  triste 

que  tras  oscura  noche  gime  y  llora 

cuando  los  otros  cantan  a  la  aurora!  (i), 

¿Qué  haré,  Mendoza  amigo, 

en  tanta  desventura, 

pues  sólo  de  mi  mal  eres  testigo? 

Mendoza. 
Divertirte,  señor,  desta  locura; 
probar  en  otra  a  remediar  tu  daño. 

Conde. 
¡Ay  de  rai  loco  engaño! 
Pues  a  mayor  castigo  se  condena 
el  preso  que  se  va  con  la  cadena. 

(Entre  el  Príncipk  y  rl  Duque.) 
DuQ.  Aquí  está  el  Conde. 

Prín,  •  Por  dicha 

aguardaba  el  desengaño. 

Español  sarmiento  ¿adonde? 
Con.  Vengo  a  besaros  la  mano, 

con  dos  cartas  de  Castilla; 

de  la  una,  ha  de  pesaros, 

porque  e.stá  la  Infanta  enferma. 
Prín.  ¿Qué  tiene? 

Con*.  Ciertos  desmayos, 

no  sé  si  de  vuestro  amor. 
Prín.  La  nueva  quiero  pagaros 

con  otra  tan  mala. 
Con.  ¿Cómo? 

Porque  es  imposible,  caso 

que  lo  pueda  ser  de  vos. 
PrLn.  Hoy  al  conde,  su  cuñado, 

que  vos  tuvisteis  por  burla, 

me  ha  ino.strado  el  Duque  Amaldo. 
Con.  ¿Vos  le  visteis? 

I*KÍN.  Vo  le  he  visto, 

y  es  de  los  hombres  gallardos 

que  hizo  naturaleza 

entre  sius  raros  milagros. 

(I)     Ivsios  i8  verso»  faltan  en  el  Impreso. 


El  cabello  a  la  española; 

lindo  rostro,  pies  y  manos; 

airoso  de  cuerpo  y  brío; 

gentilhombre,  y  muy  bizarro; 

dos  colores  en  el  rostro: 

de  un  rubí  tan  vivo  y  claro, 

que  parece  que  hizo  dellas 

el  hábito  de  Santiago. 

Aun  no  del  primero  bozo 

tiene  ofendidos  los  labios, 

con  que  en  alguna  manera 

le  ofende  lo  afeminado. 

Vo  os  juro  que  si  con  él 

algún  amoroso  caso 

me  hiciera  competidor, 

que  yo  le  dejara  el  campo. 
Con.  Basta,  señor,  yo  lo  creo. 

Prín.  Yo  no  he  menester  jurarlo; 

pero,  por  vida  del  Rey, 

que  es  caballero  bizarro. 
Dúo.  ¿No  le  dice  vuestra  Alteza 

lo  que  tratado  dejamos? 
Prín.  ¡Ah!,  sí,  no  se  me  acordaba. 

Dejamos,  conde,  tratado 

haceros  con  él  amigo; 

porque  por  ciertos  agravios. 

dice  que  mató  en  España 

un  caballero  navarro, 

cercano  pariente  vuestro. 
Con.  Si  es  don  Carlos,  mi  cm~iado, 

conde  de  Lerln,  por  Dios, 

que  puede  andar  con  recato, 

que  le  quitaré  mil  vidas. 
DuQ.  No  haréis,  porque  5^0  le  guardo, 

y  me  le  ha  enviado  el  Rey; 

y  debajo  de  mi  amparo 

ninguno  puede  ofendelle. 
Con.  Francés... 

DuQ.  Español... 

Prín.  ¿Estando 

en  mi  presencia?  ¿Qué  es  esto? 

Haré  que  os  prendan  a  entrambos. 
Con.  Yo  soy  del  Rey  de  Castilla 

Embajador;  lo  que  trato 

merece  por  sí  respeto. 

Pero  desto  no  me  valgo: 

Conde  soy  de  Ribadeo, 

soy  Sarmiento  y  Villandrando 
DUQ.  Yo  soy  Duque  de  Alan.'-ón, 

arrogante  ca.stellano, 

y  Príncipe  de  la  Sangre. 
Con.  Si  la  tienes,  3*0  la  saco. 

(Va^e.) 


i 


rORNADA   TERCERA 


571 


Duy.  Iré  tras  él. 

PrÍN.  Deteneos. 

DUQ.  ¿Hanle  de  valer  hablando 

las  leyes  de  Embajador? 
PrÍn.  Venid  conmigo. 

DUQ.  Tu  mano 

beso  y  respeto. 
Prín.  Presente 

yo,  no  puede  haber  agravio. 

JORNADA  TERCERA 
(Salen  el  Duque  de  Alanson  y  Mendoza.) 
Men.  Esto  me  manda  que  os  diga. 

DUQ.  Decid,  señor  español, 

que  estaré  rogando  al  sol 
que  su  carrera  prosiga 

tan  velozmente,  que  creo 
que  si  me  puede  escuchar, 
presto  se  echará  en  la  mar 
para  cumplir  mi  deseo; 

y  a  la  noche  en  que  me  avisa, 
que  no  aguarde  a  las  estrellas, 
porque  saliendo  sin  ellas 
pueda  venir  más  aprisa, 

aunque  salga  destocada. 
Como  quien  sois  respondéis; 
el  puesto  ya  le  sabéis, 
las  armas:  capa  y  espada. 
Irá  el  pecho  como  debe, 
con  armas  de  su  valor, 
que  es  la  defensa  mejor. 
¿Qué  hora? 

En  dando  las  nueve. 
El  reloj  aguardaré; 
él  y  yo  tan  puntuales, 
que  él  me  dé  a  mí  señales, 
y  yo  el  tiempo  en  que  las  dé. 
Men.  Solo  iréis. 

DuQ.  Harélo  ansí; 

tanto  por  que  no  se  queje, 
que  yo  a  mí  mismo  me  deje 
por  que  no  me  ayude  a  mí. 

Lo  que  vos  de  mí  os  advierto 
que  ha  de  ir  allá  el  todo  no; 
que  si  fviera  todo  yo, 
antes  de  ir  le  hubiera  muerto. 
Men.  Aquí  los  conciertos  cesen; 

pero  si  os  quedáis  acá, 
basta  que  yo  vaya  allá 
para  decir  que  le  entierren. 
DuQ.  No  os  burléis,  porque  os  advierto 

que  si  desta  suerte  habláis. 


r\lEN. 


DUQ. 


Men. 

DUQ. 


puede  ser  que  muerto  vais 
a  decir  que  el  conde  es  muerto. 
Men.  ¡Qué  francesa  bizarría! 

(Vase.) 

DuQ.  ¡Y  qué  española  respuesta! 

¡Esto  es  honor,  esto  cuesta! 
Ya  se  va  muriendo  el  día 

y  expira  en  su  falda  el  sol, 
que  enluta  el  alto  zafir, 
para  enseñar  a  morir 
al  arrogante  español. 

Pésame,  por  la  amistad 
que  siempre  les  he  tenido, 
de  que  esta  causa  haj'^a  sido 
de  mudar  de  voluntad. 

Voy  a  mejorar  de  espada. 

(Sale  IvEONOR.) 
Leo.  ¿Dónde,  hermano? 

Con.  Voy,  Leonor, 

a  Palacio. 
Leo.  y  yo,  señor, 

hablarte  desengañada 
de  lo  que  te  dije  hoy 
acerca  del  conde  Enrique. 
Dúo.  Pues  si  no  hay  que  te  replique; 

a  mudar  de  traje  voy 
para  rondar  a  madama. 
(Vase.) 

Leo.  Mudado  va  de  color; 

no  parece  aquel  furor 
dulce  afecto  de  quien  ama. 

(Salen  Octavia  y  NuÑo.) 

OCT.  Notable  enojo  me  diste. 

NuÑ.  No  pudieras  excusarte 

de  casarte  o  de  ausentarte, 

y  todo  lo  remedié 
con  decir  que  me  burlaba; 
porque  ya  Leonor  mudaba 
de  intento,  dándome  fe. 

OCT.  Sí,  porque  no  hubiera  dama 

que  amara  con  tal  defecto. 

Leo.  Estos  hablan  en  secreto. 

NuÑ.  Quedo,  que  está  allí  madama. 

OcT.  Tanta  soledad,  Leonor. 

I.,EO.  Fuese  mi  hermano  de  aquí; 

triste  estoy  de  que  le  vi, 
Conde,  mudado  el  color. 

ÜCT.  Andan  estos  desafíos 

tan  piiblicos  en  París, 
que  no  sin  causa  sentís 
vuestro  cuidado  y  los  míos. 


MÁS  PUEDEN  CELOS  QUE  AMOR 


¡Mal  haya  el  Embajador, 
que  estorba  mi  casamiento 
con  ese  su  necio  intento 
y  su  mal  finidado  amor! 

Por  él  anoche  perdí 
vuestros  brazos,  y  de  suerte 
estoy  por  él,  que  la  muerte 
fuera  mejor  para  mí. 

Desde  Navarra  me  ha  sido 
tan  contrario  y  tan  cruel, 
que  estoy  en  Francia  por  él 
desengañado  y  perdido. 

Y  en  el  cuidado  que  estoy 
tantos  imposibles  veo, 
que  huyo  lo  que  deseo 
y  ya  no  soy  lo  que  soy; 

v  vengo  a  estar  de  manera, 
por  huir  y  por  temer,, 
que  es  fuerza  dejar  de  ser 
para  ser  lo  que  antes  era. 
Lbo.  Del  Príncipe  y  de  mi  hermano 

estáis  amparado  aquí. 
;Oué  tenéis? 
OcT.  Que  ayer  perdí 

por  él  vuestra  hermosa  mano; 

y  perdida  la  ocasión, 
podrá  ser  que  no  os  caséis 
conmigo. 
Leo.  En  vano  teméis 

si  conocéis  mi  afición; 

dilatarse  el  casamiento 
puede  ser,  dejarse  no. 

(Sale  Fhíea.) 

Fin.  Siempre  me  dices  que  yo 

malas  nuevas  darte  intento. 

Esta  puede  ser  engaño, 
jxfro  decilla  no  excuso: 
el  duque,  triste  y  confuso, 
señal  es  de  oculto  daño. 

El  español  alazán 
ha  hecho  ensillar  tan  presto, 
que  él  propio  el  freno  le  ha  puesto 
y  le  ha  sacado  al  zaguán; 

y  a  un  lacayo  le  ha  mandado 
que  le  lleve  con  .secreto 
tras  él. 
Leo.  liQué  más  claro  efeto 

de  que  le  han  desafiarlo? 

;No  excusáis,  noble  Menfloza, 
de  seguirle  y  ver  lo  que  es? 
ÜCT.  Alas  quisiera  en  los  pie.*^; 

tanto  el  ca.so  me  alboroza. 


y  me  importa  de  los  dos 
la  vida  que  estoy  temiendo. 
Leo.  Es  justo;  pero  advirtiendo 

que  no  habéis  de  reñir  vos. 

(Vansc  I,EONOR  v  Fine.\.) 

OcT.  Si  se  ofrece,  perdonad; 

ven,  Xuño. 
XuÑ.  ¿Pues  has  de  huir 

si  se  ofreciere  reñir? 
OcT.  i  Qué  graciosa  necedad! 

Mataré  con  arrogancia 

a  toda  París  yo  sola; 

que  de  mujer  española 

aun  no  ha  de  alabarle  Francia. 

(Vase.) 
(Salen  el  Conde  y  ISIendoza.) 

Mendoza. 
Con  gran  valor  me  respondió  arrogante. 

Conde. 
El  Duque  de  Alansón  es  caballero 
que  no  habrá  desafío  que  le  espante, 
si  fuera  de  Roldan  o  de  Rugero. 

IVlENDOZA. 
Muerto  dice  que  estás. 

Conde. 

Creerlo  quiero; 
pero  no  por  su  espada,  por  su  hermana, 
que  en  la  campaña  de  jazmín  y  grana 
me  ha  muerto  con  las  armas  celestiales 
de  unos  serenos  ojos, 
espadas  de  rigor  de  mis  enojos, 
conjunción  (i)  de  perlas  y  corales. 

Mendoza. 
Muy  tierno  estás  para  enemigo  fuerte. 

Conde. 
Siempre  he  visto  pintado 
el  carro  del  amor  sobre  la  muerte, 
preso  a  Virgilio,  a  Hércules  atado 
a  los  dorados  rayos  de  las  ruedas. 

(Entra  el  Duque.) 

Duque. 
Ten  el  caballo  entre  esas  alamedas, 
que  me  ha  de  llevar  vivo  el  Conde  nuierto 
o  me  ha  de  llevar  muerto  el  Conde  vivo, 
(\\u-  a  tales  dos  extn  nios  me  apercibo. 


(i)     Hnrtz.  oiiinciidii  «con  kii.u nieión». 


TORNADA    TERCERA 


573 
_j 


(Entran  Octavia  y  Ñuño.) 
Octavia. 
No  vi  en  mi  vida  tan  obscura  noche. 

Ñuño. 
Viuda  está  de  sol  y  enluta  el  coche. 

Octavia. 
No  sé  cómo  han  de  verse  las  espadas. 

Ñuño. 
Dos  hachas  le  podrán  pedir  prestadas 
a  tanta  luz  de  estrellas  y  planetas 
o  al  aire  que  se  vista  de  cometas. 

Octavia. 
Para  gentiles  fiestas  y  saraos. 

Ñuño. 
Al  principio  del  mundo  viene  el  caos. 

Conde. 
Retírate,  Mendoza,  que  ha  venido 
el  Duque. 

Duque. 
En  el  oído 
me  ha  tocado  una  voz;  este  es  el  Conde. 
¿Quién  va? 

Conde. 
¿Quién  lo  pregunta? 

Duque. 

Quien  responde 
con  la  espada  en  la  mano. 

Conde. 

Solo  vengo 
y  sola  la  que  veis  desnuda  tengo. 

(Príncipe  y  criados  lleguen  por  la  parte  del  Duque» 
y  Octavia  y  Ñuño  por  la  del  Conde.) 


Prín. 
Cri.  i.' 
Con. 
Prín. 
DuQ. 


Con. 

OCT. 


Estos  son;  llegad  apriesa. 
Deténganse,  caballeros. 
¿Gente?  Duque,  esto  es  traición. 
Hl  príncipe  soy;  teneos. 
Bien  se  ve  que  no  le  truje; 
vos,  sí,  pues  al  lado  vuestro 
tenéis  dos  hombres. 

No  sé 
quién  son  los  dos. 

Yo  confieso 
que  con  tanta  obscuridad 
y  la  priesa  del  deseo 
erré  vuestro  lado.  Duque; 
que  aim^que  venís  en  secreto, 
desde  vuestra  casa  aquí 


vengo  el  caballo  siguiendo; 
porque  soy  el  Conde  Enrique, 
Y,  ¡vive  el  cielo!,  que  miento, 

(Aparte.) 

que  me  puso  amor  al  lado 
del  Conde  de  Ribadeo. 
Prín.  l^os  dos  estáis  disculpados; 

el  Conde,  porque  fué  j-erro 
de  Enrique  estar  a  su  lado, 
pues  que  vino  solo  al  puesto, 
y  el  Duque,  porque  soy  yo 
el  que  a  despartiros  vengo 
avisado  de  ima  dama; 
que,  en  fin,  de  entrambos  me  quejo, 
pues  lo  que  pasó  en  palacio 
no  puede  obligar  a  duelo, 
que  ha  de  preceder  agravio 
para  tener  fundamento; 
y  cuando  le  hubiera  habido, 
queda  llano  y  satisfecho 
sacando  aquí  las  espadas 
como  buenos  caballeros. 
Y  así,  pues  arbitro  soy, 
príncipe  y  juez  supremo, 
daos  las  manos  y  los  brazos. 
DuQ.  Yo,  señor,  os  obedezco 

como  vasallo  leal. 
Con.  Yo  me  humillo  y  sujeto 

a  vuestra  obediencia  y  gusto. 
DuQ.  Pues  esta  es  mi  mano  y  estos 

mis  brazos. 
Con.  Yo  con  la  mía 

y  con  ellos  os  prometo 
segura  paz  y  amistad; 
y  porque  siempre  me  precio 
de  agradecido,  mirando 
(si  bien  la  causa  no  entiendo) 
a  mi  lado  al  Conde  Enrique, 
por  lo  que  le  debo  en  esto 
seré  su  amigo  también, 
perdonando  al  muerto  deudo 
como  no  sea  don  Carlos 
mi  cuñado. 
OcT.  Yo  me  ofrezco 

haceros  pleito  homenaje, 
que  no  es  don  Carlos  el  muerto. 
Con.  Pues  con  eso  os  doy  la  mano 

y  huelgo  de  conoceros. 
Y  pues  la  noche  os  encubre 
y  sumamente  deseo 
veros  el  rostro,  mañana 
me  dad  licencia  de  veros. 


574 


MAS  PUEDEN   CELOS  QUE   AMOU 


OCT.  Esta  es  mi  mano,  y  creed 

que  soy  muy  amigo  vuestro. 
Cox.  Quiero  apretaros  la  mano, 

por  que  entendáis  que  no  quedo 
con  enojo. 
OcT.  No  apretéis. 

Cox.  ¿Español  y  sois  tan  tierno? 

Xo  es  de  soldado  esta  mano. 
OcT.  Xo  están  en  los  fuertes  huesos 

las  almas. 
Cox.  Pues  ¿dónde  están? 

OcT.  En  el  ánimo  del  pecho, 

en  la  honra  y  el  valor, 
que  es  su  verdadero  centro. 
No  era  robusto  David, 
y,  blanco  y  rubio,  sabemos 
que  mató  un  monte  con  alma. 
Pero  soltadme,  que  pienso 
que  me  pretendéis  quitar 
la  mano  porque  la  tengo 
de  dar  mañana  a  Leonor. 
Cox.  Bien  pudiera  ser  lo  cierto; 

porque  como  es  de  papel, 
escribo  en  ella  mis  celos. 
OcT.  Mejor  en  la  vuestra  yo, 

si  han  de  ser  pluma  los  dedos. 
Cox.  Dadme  los  brazos  también. 

P*RÍx.  Mucho,  españoles,  me  huelgo 

de  \'uestra  amistad, 
Cox.  Por  ella 

mil  veces  los  pies  os  beso. 
PrÍx.  Los  dos  cuñados  venid 

conmigo. 
DiQ.  ¡Viven  los  cielos!, 

que  el  español  me  ha  vendido; 
dejó  por  la  patria  el  deudo. 
OcT.  ¡Ay,  Xuño!  ¿qué  te  parece? 

NuÑ.  Que  voy,  señora,  temiendo 

que  te  ha  conocido  el  conde. 
Ocr.  Antes  lo  contrario  creo 

por  lo  que  tiene  olvidados 
los  pasados  jjení^amientos. 
(Vanse  todos  y  quedan  el  Conde  \  Mendoza.) 
Cox.  ;Quier<'S.  Meufloza,  .saber 

lo  que  puede  la  memoria 
de  alguna  pasada  historia, 
que  nunca  dejó  de  ser? 
Que  rae  pareció  mujer 
este  coníle  en  sus  accioiu.'s. 
Mnx.  ¿Aliora  en  eso  te  pones? 

Tfxlos  los  enamorados 
traen,  del  alma  engañados, 
semejantes  ilusiones. 


Con. 
Men. 

Cox. 
Mex. 


Cox. 
Men. 
Cox. 


Mex. 


Cox. 


Mkx. 


Cox. 


Si  anoche  por  ti  no  ñiera, 
con  él  estaba  casada 
Leonor. 

Mano  regalada. 
¿Pues  ha  de  ser  de  madera 
la  de  un  señor? 

Oye,  espera. 
Un  señor  no  ha  de  cavar; 
blanda  y  no  dura  ha  de  ser, 
porque  lo  que  ha  de  tener 
se  le  pueda  resbalar. 

De  duras  manos  me  guarde 
Dios. 

Pues  ¿blandas  las  procuras? 
¿Por  qué? 

Porque  en  siendo  duras 
no  es  la  blandura  cobarde. 

Así  me  lo  dio  a  sentir; 
que  un  robusto  puede  huir 
y  un  flaco  puede  esperar; 
pero  dióme  qué  pensar 
y  yo  le  di  qué  decir  (i). 

Y  aunque  mis  dudas  deshacen 
que  en  hombres  hay  gentilezas, 
distintas  naturalezas, 
distintos  efectos  hacen; 
con  tal  diferencia  nacen, 
que  es  diferente  el  calor; 
y  si  Leonor  por  amor 
al  conde  los  brazos  fía, 
traer  su  aliento  podía 
al  que  respira  Leonor. 
Hacerla  saludadora 
ha  sido  locura  nueva 
de  amor. 

Bien  claro  se  prueba 
si  me  aborrece  y  le  adora. 
En  los  reinos  de  la  aurora 
hay  gente  de  su  color 
que  se  sustentan  de  olor, 
como  yo  me  sustentara 
si  trae  el  conde  la  cara 
con  jazmines  de  Leonor. 

Mientras  tu  amor  desatina, 
aunque  estar  loco  te  salva, 
la  blanca  estrella  del  alba, 
sumiller  de  su  cortina, 
parece  una  clavellina 
de  diamante. 

V  .^u  apelli(lt), 
(|Ue  de  \'enus  sic  in])rc  lia  sido. 


(i;     Falta  un  verso  a  esta  décima. 


JORNADA    TERCERA 


575 


con  Marte  trueca  el  rigor, 
pues  es  la  madre  de  amor 
y  no  me  ha  favorecido. 
(Vanse,  y  salen  el  Duque  y  I,eonor.) 

Leo.  Ya  vuestra  excelencia  sabe 

que  .soy  la  misma  obediencia. 

DuQ.  Ya  entras  por  excelencia 

a  lo  mesurado  y  grave. 

Leo.  De  lo  grave  no  te  espantes. 

DuQ.  No,  Leonor;  ya  entiendo  el  caso. 

¿Qué  quieres,  si  yo  te  caso 
con  quien  te  casabas  antes? 

¿No  te  parece,  Leonor, 
que  es  mejor  para  marido 
un  título  conocido 
y  de  im  Rey  embajador? 

Leo.  ¿y  no  adviertes  que  casada 

de  ayer  con  Enrique  estoy 
y  quieres  hacerme  hoy 
el  ángel  de  la  embajada? 
¿Eres  tercero  de  amor, 
(perdona  que  así  te  aplique) 
pues  me  traes  del  conde  Enrique 
al  señor  embajador? 

Dime  de  una  vez  adonde; 
pues  al  Conde  me  quitaste 
cuando  a  Enrique  me  pasaste, 
y  agora  me  ^•uelvo  al  Conde; 

que  bien  pudieras  tener 
lo  que  tu  amor  merecía; 
que  no  es  cuerdo  el  que  se  fía 
de  la  más  cuerda  mujer. 

Dúo.  Si  te  digo  la  ocasión, 

no  quedarás  satisfecha. 

Leo.  Adonde  hay  ¿de  que  aprovecha 

principios  de  posesión? 

DuQ.  ¿Qné  es  principios? 

Leo.  Si  marido 

a  Enrique  llamé  por  ti, 
la  libertad  que  le  di, 
no  mía,  tu  culpa  ha  sido. 

DuQ.  Eso  me  declara  más. 

Leo.        .   Tomarme  una  mano  es  poco. 

DuQ.  A  qué  risa  me  provoco; 

pienso  que  burlando  estás. 

Leo.  No  todo  se  ha  de  decir. 

DuQ.  Pues  ¿por  dónde  al  honor  toca? 

Leo.  ¿No  hay  en  las  mujeres  boca? 

DuQ.  Otra  vez  me  haces  reír. 

No  se  pone  el  honor  luto 
por  niñerías  de  amores; 
que  poco  importan  las  flores 
cuando  se  esté  quedo  el  fruto. 


Ningún  principio  en  la  mesa 
pasa  plaza  de  vianda; 
haz  lo  que  mi  amor  te  manda, 
aunque  pienso  que  te  pesa. 

Leo.  ¿No  me  dirás  la  ocasión 

porque  con  tal  novedad 
descansa  mi  volmitad 
.  de  tu  primera  afición? 

DuQ,  Anoche  en  el  desafío 

del  embajador  y  yo, 
el  de  Mendoza  salió, 
tu  esposo  y  cuñado  mío; 

y  apenas  saqué  la  espada 
cuando  a  su  lado  le  vi 
con  la  suya  contra  mí; 
traición  tan  mal  disculpada, 
que  le  dio  a  la  obscuridad 
de  aquella  noche  la  culpa. 

Leo.  ¿y  no  puede  ser  disculpa? 

DuQ.  ¿Cómo  puede  ser  verdad, 

si  Enrique  vino  tras  mí? 
Mira  tú  si  es  justo  o  no 
que  a  quien  la  espada  sacó 
en  el  campo  contra  mí, 

por  más  que  por  yerro  sea, 
le  dé  a  mi  hermana . 

Leo.  Yo  sé 

que  en  tu  favor  le  envié 
y  que  servirte  desea. 

DuQ.  Eso  no  ha  de  ser,  Leonor; 

a  llamar  al  Conde  envié. 

Leo.  Harás  otro  desafío, 

pues  le  quitas  el  honor 

a  Enrique  en  el  testimonio 
de  que  te  quiso  matar 
y  en  la  burla  de  tratar 
tan  presto  otro  matrimonio. 

DuQ.  Sea  lo  que  fuere,  yo 

estoy  ya  determinado; 
que  no  ha  de  ser  mi  cuñado 
im  hombre  que  me  vendió. 
Apercíbete,  que  el  Conde 
ya  te  vendrá  a  dar  la  mano. 

(Vase.) 

Leo.  Más  a  tirano  que  a  hennano 

esa  crueldad  corresponde. 

(Salen  Octavia  y  Xuxo.) 

NuÑ.  Esto  imaginaba  cuando 

del  Conde  al  lado  te  vi . 

OcT.  Todo  lo  que  pasa  oí, 

todo  lo  estuve  escucliando. 


576 


MAS  PUEDEN  CELOS  QUE  AMOR 


Cegóme  el  amor  del  Conde, 
sola  su  vida  miré. 
NüS.  Habla  a  Leonor. 

OCT.  Tanta  fe 

a  tal  lealtad  corresponde. 

Madama,  lo  que  ha  pasado 
justamente  os  entristece 
y  a  mí  del  Duque  me  ofrece 
ocasión  de  más  cuidado. 
La  palabra  me  ha  quebrado, 
haciendo  injusta  bajeza; 
agradezco  la  fineza 
con  que  le  habéis  respondido, 
que  igual  y  conforme  ha  sido 
a  Niiestra  heroica  nobleza. 

l'"*onna  una  queja  de  mí 
en  que  yo  no  estoy  culpado, 
pues  de  la  noche  engañado, 
a  ninguno  conocí; 
y  pues  con  eso  le  di 
entera  satisfacción, 
no  tiene  el  duque  razón; 
que  haber  declarada  luz, 
por  la  espada  desta  cruz, 
que  no  le  hiciera  traición. 

Por  español,  no  era  empresa, 
que,  por  serlo,  me  obligó; 
ni  ya  soy  español  yo, 
que  tengo  el  alma  francesa; 
y  aunque  serlo  no  me  pesa, 
lo  de  francés  me  desalma; 
esta  es  mi  esfera  y  mi  palma 
desde  que  vine  a  París; 
decidlo  vos,  que  vivís 
I>or  alma  dentro  del  alma . 

Lo  cierto  es  que  ha  querido 
con  este  falso  color 
daros  al  embajador, 
sabiendo  que  os  ha  querido, 
o  a  Carlos  habrá  temido, 
que  disculpa  voluntades 
li.sonjear  majestades; 
porque  gusto  de  los  reyes, 
como  deshace  las  leyes 
puede  romper  amistades. 

Pero  mire  bien  su  intento, 
lo  que  intenta;  que,  por  vida 
del  Rey  de  Castilla,  impida 
1-ranria  o  no  mi  casamiento, 
que  con  justo  casajniento, 
y  no  me  burlo,  por  Dios, 
que  he  de  matar  a  los  dos; 
al  conde,  por  que  no  os  goce, 


Leo. 


OCT. 


NUÑ. 


Leo. 


XuÑ. 


OCT. 


y  al  duque,  porque  conoce 
que  soy  más  digno  de  vos. 

Del  estoy  más  agraviado, 
él  es  el  que  me  agravió, 
porque  soy  tan  bueno  yo 
como  él,  y  mejor  soldado. 
Por  la  edad  me  ha  despreciado; 
mas  si  el  labio  no  me  baña 
el  bozo,  mucho  se  engaña; 
que  siempre  es  hombre  maj-or 
quien  nació  con  el  valor 
de  los  Mendoza,  de  España. 

¡Esto  tengo  de  sufrir, 
vive  Dios! 

Tened  la  espada, 
no  os  apretéis  el  sombrero 
ni  descompongáis  la  capa; 
mirad  que  me  disteis  miedo. 
Es  una  celosa  rabia, 
quintaesencia  de  locura. 
Perdonad,  Leonor  del  alma, 
que  quieren  sacaros  della; 
y  por  estas  luces  claras, 
que  hiciera  estrellas  el  cielo, 
a  tener  de  estrellas  falta; 
que  ni  el  Príncipe,  ni  el  Duque, 
ni  Francia,  ni  el  mundo  bastan. 
Tiene  el  Conde  y  mi  señor 
mucha  razón;  sus  hazañas 
son  en  Castilla  prodigios 
y  portentos  en  Navarra; 
pero  yo  hallara  un  remedio 
para  excusar  sangre  y  armas, 
puesto  que  es  algo  difícil. 
¿Qué  dificultad  no  allana 
tan  grande  amor  como  el  mío? 
Dile,  Ñuño,  que  si  alcanza 
a  ser  posible,  aquí  esto}^; 
que  mujer,  y  enamorada, 
en  llegando  a  estar  resuelta, 
todas  las  fieras  del  Asia, 
todas  las  sierpes  de  Libia 
más  la  imitan  que  la  iguala:i. 
Cuando  venga  el  Conde  aquí 
llega  el  oído,  y  tú  aguarda 
mientras  le  hablo  en  secreto. 
¡A  qué  tiempo  (t)  necia  Octavia, 
celos  y  amor  te  han  traído! 
Si  el  conde  don  Juan  se  casy, 
bueno  quedará  tu  honor, 
¡qué  ilustre  será  tu  fama! 


(i)     Hartz.  cumcndó  «extremo». 


JORNADA   TERCERA 


577 


XuÑ.  Ya  ei,tá  dicho. 

OcT.  Pues  ¿tan  presto? 

I<EO.  Ruido  siento  en  la  sala. 

XuÑ.  El  Conde  ha  entrado  y  te  ha  visto. 

OcT.  Volveréle  las  espaldas. 

(Vansc,  y  cuitan  el  Conde  y  Mendoza.) 

Mp:n.  ¿Viste  al  Conde? 

Con.  Ya  le  vi, 

y  luego  que  vio  que  entraba 
huyó  por  no  verní?;  y  tengo 
desde  la  noche  pasada 
un  pensamiento  tan  necio 
y  una  locura  tan  clara, 
que  si  te  la  digo  creo 
que  la  das  por  confirmada 
y  que  te  burlas  de  mí. 

IVlEN.  ¿Qué  temes  con  tantas  salvas? 

Con.  ¿Habránse  en  el  mundo  visto 

mujeres  que,  disfrazadas, 
hayan  hecho  extrañas  cosas  ? 
¿Quién  duda  que  han  sido  tantas 
que  han  ocupado  los  libros 
y  de  la  fama  las  alas? 
Este  Conde  don  Enrique 
me  parece  que  es  Octavia, 
en  el  habla  aquella  noche 
y  en  la  cara  esta  mañana. 

]Men.  Aguardarás  que  te  diga 

que  es  locura,  y  no  me  espanta, 
sino  que  dudarlo  puedas; 
mas  si  de  locura  pasa, 
partamos  los  dos  la  culpa, 
que  puede  ser  que,  cansada 
naturaleza,  haya  hecho 
moldes  para  hacer  las  caras. 
Habla  a  I^eonor,  que  te  mira 
triste,  enojada  y  turbada. 

Conde. 

En  fin,  I^eonor;  aunque  lo  habéis  negado, 
habéis  venido  a  ser  señora  mía, 
como  estaba  primero  concertado, 
y  mi  lealtad  y  fe  lo  merecía; 
ya  sois  mi  esposa;  el  Duque  mi  cuñado, 
el  príncipe  padrino;  y  este  día 
os  llamará  París  la  Embajadora, 
como  suele  del  sol  candida  aurora. 

Pero  en  tan  alto  bien  me  descompone 
que  miraros  alegre  no  merezca; 
que  si  la  luz  de  vuestro  sol  se  pone, 
¿qué  importa  que  en  mis  ojos  amanezca; 


lyliONOR. 

Señor,  vuestra  excelencia  me  perdone 
(le  que  con  tantas  penas  me  entristezca; 
que  bien  conozco  yo  lo  qi'e  merece. 

Conde. 
Pues  ¿qué  es  lo  que  os  aflige  y  entristece? 

T,EONOR. 

Casóme  el  Duque  con  el  conde  Enrique, 
y  agora  vuelve  atrás,  arrepentido. 

Conde. 
Si  vos  me  dais  licencia  a  que  replique, 
muchas  veces  veréis  que  ha  sucedido, 
cuando  ejemplos  de  príncipes  aplique; 
mil  casamientos  os  diré  que  han  sido 
desconcertados,  con  estar  firmados, 
por  no  estar  en  el  cielo  confirmados. 

Leonor. 

Esto  es  cuando  sin  daño  de  la  honra 
puede  volver  atrás  un  casamiento; 
mas  si  queda  la  dama  con  deshonra, 
solicitarla  es  bajo  pensamiento. 
¡Qué  bien  el  Duque  mis  intentos  honra, 
siendo  culpado  en  darme  atrevimiento, 
con  meter  en  mi  casa,  y  con  el  nombre 
de  mi  marido,  un  hombre  gentilhombre! 

Yo  pude  errar  en  esta  confianza, 
y  desta  falta  ya  dos  faltas  tengo; 
mirad  cómo  se  puede  hacer  mudanza, 
de  posesión  que  a  confesaros  vengo; 
estos  no  son  favores  de  esperanza, 
con  que  hasta  el  fin  la  engaño  y  entretengo; 
no  he  perdido  mi  honor,  pues  le  he  perdido 
con  quien  me  dio  mi  hermano  por  marido. 

(Vase.) 


Con. 


Men. 


Con. 
Men. 


¿Qué  te  parece,  Mendoza? 
Xo  parece  mucho  a  Octavia 
este  conde  Enrique. 

Estoy 
cual  suele  quedar  sin  alma 
hombre  que  de  noche  vio 
súbitamente  fantasmas; 
las  que  nosotros  traemos 
de  las  cosas  de  Navarra 
nos  aparecen  visiones 
y  los  sentidos  engañan. 
¡Con  qué  libertad  lo  dijo! 
Peor  fuera  que  callara 
y  que  llevaras  mujer 
con  una  sobra  y  dos  faltas. 


37 


5/8 


M  \S   l'LKDEN    CKI.OS  QUli  AMOii 


Con. 


Men. 


Con. 

Mkn. 
Con. 
Mkn. 


Fso,  por  Dios,  la  agradezco; 
(jue  segjún  l«is  cosas  andan, 
cumpliera  con  siete  meses 
los  dos  que  por  mi  faltaran. 
¡Oh  cuánto  hay  desto  en  el  mundo! 
Pero  ya  que  fué  liviana 
su  señoría,  le  debo 
desengañar  mi  ignorancia. 
Mucha  culpa  tuvo  el  Duque 
metiéndole  mi  hombre  en  casa 
a  título  de  marido; 
pudo  hacer  cualquier  desgracia 
de  la  próxima  ocasión. 
Está  muy  poco  distancia 
cualquier  peligro  de  amor, 
que  andan  juntos  cuerpo  y  alma; 
poca  paciencia  de  novia, 
amique  discreta  y  gallarda, 
pues  quiso  llevar  al  cura 
las  noches  anticipadas 
poT  excusar  el  melindre 
del  sí,  donde  muchas  callan. 
¡Bien  haya  tal  diligencia! 
Según  el  arte  y  la  cara 
deste  conde,  ¡vive  Dios!, 
que  en  la  cama  lo  dudara 
cuál  de  las  dos  fué  la  novia . 
Si  madama  está  preñada, 
Mendoza,  peor  es  hurgallo. 
Ivl  Duque  ha  entrado  en  la  sala. 
Con  él  el  Príncipe  viene. 
Conque  despacio  te  casan. 


(Salen  el  I*ríncipk,  el  Duque  y  criados.) 

Príncipe. 
Hal)éisme  hecho  singular  servicio 
lu>nrando  al  Conde,  embajador  de  Ivspaña. 

Duque. 
Mi  obligación,  señor,  me  desengaña 
que  este  de  mi  lealtad  es  propio  oficio; 
honrad  la  casa  donde  os  han  servido 
cuantos  leales  dueños  ha  tenido, 
en  guerra  y  paz,  con  annas  y  consejo, 
ha.sta  las  canas  de  mi  padre  viejo, 
í|ue.  de  laurel  ceñidas, 
honraron  .son  .su  muerte  nuestras  vidas. 

CoNIíK. 
Puede  halx-r  confusión,  Mendoza  amigo, 
como  esta  de  hoy;  el  cielo  me  es  testigf) 
que  diera  prjr  no  haber  en  Francia  entrado 
cuanto  vale  mi  estado. 
Si  he  da<lo  la  palabra  de  casarme, 


¿ctSmo  podré  con  ellos  disculparme? 
Pues  casarme  no  es  justo 
sustituyendo,  infame,  ajeno  gusto. 

Duque. 
Aquí  está  el  Conde. 

Príncipe. 

Amor  le  habrá  traído, 
anticipando  el  gusto  prevenido. 
Señor  embajador,  ¿habéis  trr.ído 
a  madama  Leonor  del  casamiento 
la  nueva,  tan  galán  como  marido? 
¿Qué  albricias  os  ha  dado? 

Conde. 
¿Qué  puedo  responder,  que  estoy  turbado? 
No  siendo  el  desposado  deste  cuento, 
que  al  conde  don  Enrique 
(juiere  que  aquesta  hazaña  se  le  aplique. 

Príncipe. 
Calláis  por  no  decirnos  los  favores. 

Conde. 
Mandad  venir,  señor,  la  desposada, 
que  antes  ha  dado  el  fruto  que  las  flores; 
que,  tierra  fértil,  presto  fué  labrada. 

Duque. 
Leonor,  mi  hermana,  viene. 

Príncipe. 
¡Qué  majestad  en  la  presencia  tiene! 

(Entra  I.eon'OR  y  quien  Ja  acompaña.) 

Leonor. 

¿Vuestra  alteza,  seño",  en  esta  casa? 
¿Que  el  sol  su  esfera  en  esta  sala  tengo? 

Príncipe. 
¿Qué  mucho  que  el  sol  venga 
5 i  el  aurora  .se  casa? 

Duque. 

Si  entre  ellos  está  el  día, 
seré  yo  noche  y  la  ventura  mía. 

Conde. 
¿Qué  estarán  consultando? 

Mendoza. 

Preguntarte 
si  a  madama  Leonor  quieres  por  dueño. 

Conde. 
Ivsto,  Mendoza,  es  sueño, 
f|ue  e.star  callando  es  arte; 


JORNADA    TKKCERA 


579 


porque  estoy  satisfecho 
«le  que  no  ha  de  quererme. 

Mendcza. 

Ni  lo  esperes. 

Conde. 
Que  presto  les  dirá  todo  su  pecho. 

Príncipe. 

Don  Juan. 

Conde. 
Señor. 

Príncipe. 

Parece  que  os  ha  dado 
pena  el  mudar  estado. 
Dad  la  mano  a  Leonor;  y  vos,  madama, 
dadle  la  \niestra,  pues  el  Conde  o:^  ama. 

IvEO.  A  vuestra  Alteza  suplico, 

invictísimo  señor, 
así  las  francesas  armas 
de  \n.iestro  blanco  pendón 
siembren  las  flores  azules 
adonde  no  llega  el  sol, 
y  de  la  Infanta  de  España 
os  dé  Dios  tal  sucesión, 
que  sean  laureles  del  mundo 
la  flor  de  lis  y  el  león; 
que  esto  sea,  si  es  posible, 
sin  ofensa  de  mi  honor 
y  del  conde  don  Enrique, 
aquel  gallardo  español 
con  quien  se  trataba  ayer 
lo  que  por  enojos  hoy. 

Príx.  Llamad  a  Enrique;  y  vos.  Conde, 

no  tengáis  a  sinrazón 
que  esto  se  acabe  de  suerte 
que  quedéis  en  paz  los  dos. 

Con.  Yo,  señor,  eso  deseo, 

aunque  primero  me  dio 
a  mí  la  mano;  esto  es 
volver  con  propio  valor 
por  la  honra  de  madama, 
hasta  llegar  la  ocasión. 

(Entran  Octavia  y  Ñuño.) 

OcT.  Ya,  cristianísimo  Carlos, 

descubierto  y  libre  estoy 
a  vuestros  pies. 

Prín.  Conde  Enrique: 

aunque  de  aquella  cuestión 
resultaron  amistades, 
no  fueron  con  el  rigor 
que  era  justo,  ni  la  causa 


OcT. 


Con. 


Ocr. 

Con. 

OcT. 

Con. 

OcT. 

Con. 

Prín. 

OcT. 


XUÑ. 

Mar. 
Con. 
OcT. 
Leo. 
Prín. 


Duo. 


Con. 

OcT. 
Con. 


Leo. 


NuÑ. 


distintamente  se  vió; 

que  aunque  el  conde  don  Jurn  tuvo 

primero  que  vos  acción 

a  la  mano  desta  dama, 

propone  la  vuestra  vos; 

que  con  grande  cortesía 

se  rinde  el  Embajador, 

para  que  sea  de  quien 

su  gusto  hiciere  elección. 

Puesto  que  el  conde  don  Juan 

sus  favores  mereció 

antes  que  Leonor  me  viese, 

que  después  me  tuvo  amor, 

no  es  justo  que  la  pretenda. 

¿Por  qué,  si  primero  soy? 

¿Hay  ley  en  todo  el  Derecho 

que  quite  la  antelación? 

¿Podéis  vos,  siendo  casado, 

casaros  con  otra? 

No; 
¿pues  yo  dónde? 

En  España. 
¿Con  quién? 

Conmigo. 

¿Con  vos? 
El  ha  perdido  el  juicio. 
De  que  la  mano  me  dio 
hay  dos  testigos  aquí, 
que  Ñuño  y  Marcelo  son. 
Yo  lo  vi  con  estos  ojos. 
Y  yo  lo  mismo. 

¿Quién  sois? 
Doña  Octavia  de  Navarra. 
¿Doña  qué? 

¿Tal  invención 
una  dama  pudo  hacer 
de  vuestro  heroico  valor? 
Parece  que  es  imposible, 
pues  con  tanta  perfección 
imitó  lo  que  no  era. 
¿Quien  tanto  me  aborreció 
se  puso  en  este  peligro? 
Más  pueden  cejos  que  cmor. 
Madama,  saber  quisiera 
cómo  entre  las  dos  p?só 
aquello  que  me  dijiste. 
Seguro  está  \T.iestro  honor; 
que  dos  árboles  sin  fruto, 
¿qué  importa  que  lleven  flor? 
El  diablo  son  las  mujeres 
si  se  empreñan  sin  varón; 
y  es  fina  filosofía, 
no  sé  quién  se  la  enseñó, 


5Sd 


MÁS  PUEDliN   Cl£LOS  OÜE  AMOR 


que  todo  cuanto  hay  criado 

engendra  el  hombre  y  el  sol. 
Leo.  Dame  los  brazos,  Octavia; 

que  aunque  esto  ha  sido   traición, 

el  amor  que  os  he  tenido 

será  siempre  el  mismo  amor. 
OcT.  Yo  os  he  papado  el  que  os  debo. 

Nr^.  Sí,  pero  no  lo  pagó 

en  la  moneda  corriente. 
CiíN.  La  mano,  señora,  os  doy; 

y  al  Príncipe  le  suplico 

nos  apadrine. 
Príx.  Los  dos 

sois  Duques  de  Monpensier. 
Ni".Ñ".  ¿Ya  im',  el  correo  mayor 

destas  bodas,  qué  me  dan? 
OcT.  Mientras  a  vestirme  voy. 


con  reverencia  de  hombre, 
Senado,  os  pido  perdón. 
Querida,  no  quise  bien; 
(juise  bien  quien  me  olvidó; 
busquéle,  como  habéis  visto; 
porque  en  nuestra  condición, 
el  diablo  son  las  mujeres  (i). 
Y  que  tenga  fin  dichoso 
la  dama  Comendador. 
Si  no  ha  mentido  el  poeta, 
Más  ptied  n  celos  que  ctnor. 

FIN 


(i)  Este  verso  parece  que  debe  decirlo  otro  i)erso- 
naje.  Hartz.  lo  suprimió,  porque  sobra  para  el  romance 
a  no  ser  cjue  falten  otro  u  otros  versos. 


I. A  GRAN  COMEDIA  DEL 

MAYOR        IMPOSIBLE 


DE 


LOPE     DE     VEGA     CARPIÓ 


IIABI.AX    EN    Er,I.AS    LAS   PERS3N.4S   SIGUIEN'TES: 


La  Reina  Antonia. 
Diana,  dama. 
Celia,  criad). 
Ai.BANO,  caballero. 


Feniso 
Roberto. 

LlSARDO. 

Ramón,  lacayo. 


Fulgencio,  vieío. 

MÚSICOS. 

El  Rey  re  Aragón. 


JORXADA  PRIMERA 

f>alen  Altano,  de  camino,  y  Feniso  ) 

Fen.  Pasa,  orillas  de  la  mar 

en  estos  jardines  bellos, 
que  el  arte  se  acaba  en  ellos, 
y  que  los  puede  envidiar 

el  hermoso  campo  Hibleo 
y  al  muro  de  Babilonia, 
la  divina  reina  Antonia, 
de  amor  único  trofeo, 

los  días  que  una  cuartana, 
melancólica,  enojosa, 
su  belleza  milagrosa 
libra  de  opresión  tirana. 

Alb.  ¿Que  aun  dura  la  enfermedad, 

Feniso,  con  que  la  vi, 
cuando  a  Alejandría  partí? 

Fen.  y  con  más  seguridad, 

pues  ni  por  medios  declina, 
ni  se  templa  por  cautelas. 

Alb.  En  Bolonia,  en  las  escuelas 

donde  se  lee  medicina, 

sujetas  le  están  pintadas 
todas  las  enfermedades 
de  las  presentes  edades 
y  las  edades  pasadas. 

Y  entre  todas,  solamente 
libres  la  gota  y  cuartana, 
adonde  (i)  la  ciencia  humana, 

(i)     Hartzciibusch  cr.mendó  ('ciacdan  de». 


por  más  remedios  que  intente; 

que  el  mejor  es  alegrarse, 
procurando  entretenerse; 
porque  intentar  defenderse 
es  ocasión  de  aumentarse. 
Fen.  Eso  Su  Alteza  procura 

los  días  que  libres  son, 
en  cu3'a  honesta  ocasión 
el  más  grave  se  aventura 

a  descomponerse  más 
donde  la  música  prueba, 
con  los  ecos  de  esta  cueva 
que  lleva  al  mar  el  compás. 

Aquí  verás  la  poesía, 
que  imichos  necios  pretenden, 
y  muchos  sabios  no  entienden 
en  .su  mayor  monarquía; 

los  bailes  y  las  comedias, 
con  notable  peifección; 
y,  porque  al  fin  tristes  son, 
desterradas  las  tragedias. 

Una  academia  dirás 
que  es  este  campí)   un  Liceo. 
Al,b.  Que  viene  vSu  Alteza  creo. 

Fen.  No  supo  Minerva  más. 

(Salen  tu  Reina  .Antonia,  en  una  silla  de  manos,  y 

Mü.sico.s   canian-lo   y   gente  que  acompaña;   Roberto 

caballero,  y  L,isardo.) 

Cantan:  «No  son  de  cristal  las  fuentes 

i'i  se  ríen,  que  es  mentira; 
ni  las  flores,  esmeraldas. 


;82 


KI.    MAVOK     IMl'OSIBl.lí 


ni  testigos  de  su  risa:  [cinta 

p>ero  es  verdad  que  se  hallan  vii  Ja- 
soles  en  los  ojos  y  perlas  en  la  risa.» 
Reí.  ;Iíres  tú  el  dueño.  Lisardo. 

de  este  romance? 
I.is  Yo  soy, 

(jue  sol  a  unos  ojos  doy, 

adonde  me  abraso  y  ardo. 
Por  eso,  si  hay  objeción, 

propóngala  N'uestra  Alteza. 
Reí.  De  encarecer  su  belleza 

hallaste  nueva  invención . 
RoB.  Pretende  contradecir 

«.'1  nuevo  estilo  de  agora. 
Reí  Proseguid. 

I,is.  Querrás,  señora, 

mis  ignorancias  reír. 
Cantón  «\o  son,  como  dicen,  nmchoi 

las  rosas  alejandrinas; 

al  tiempo  que  se  abren,  nácar; 

coral  cuando  se  marchitan; 

pero  es  verdad...»,  et:. 
Rki.  Está  con  lindo  artificio 

encarecida  esa  dama. 
Ron  Tiene  Lisardo  gran  fama. 

I-is.  Más  es  de  mi  anior  indicio, 

que  inclinación  natural 

que  me  daba  la  poesía. 
Reí  ;Qué  hay,  Feniso? 

Ten.  Que    este    día 

irá  fugitivo  el  mal 

con  tal  entretenimiento. 
Reí  ; Quién  está  contigo? 

Fen  Albanc). 

Reí  Bien  seas  venido. 

Ro!;  Y  no  en  vano 

con  tan  raro  entendimiento. 
Al.u  Danij,  señora,  los  pies. 

Reí.  ;  Vienes  bueno? 

Al.B.  A  tu  servicio: 

contento  de  este  ejercicio, 

mas  no  de  que  enferma  estés. 
Reí  No  m-  dejan  estos  fríos. 

Al.U.  Querrán  vt-ngarse  del  fuego 

ílonde  amor  se  abrasa,  y  Iviego 

sus  ojos  convierte  en  ríos. 
Rl  I  Di,  RolKTto,  alguna  cosa. 

R«»ii  Diga  l-'eniso  primero. 

I'EN  iK-cir  un  soneto  quiero. 

Reí  ,Qué  sujeto? 

Laura  lK-nn')sa 
;Iv»  la  española  que  ayt-r 

iba  en  el  coche  a  la  mar? 


Fen.  Licencia  me  dio  de  amar, 

pero  no  de  aborrecer  ( i) . 

Laura  gentil,  que  coronar  pudieras 
al  mismo  sol,  en  cuyos  rayos  bellos 
más  luz  dieran  tus  ojos,  que,  sin  ellos, 
tienen  los  ojos  de  las  ocho  esferas. 

Si  el  fuego  vivo  en  que  abrasar  pudieras, 
mi  nido  ingenio  ardiera  en  mis  cabellos, 
ceñidos  de  tu  lauro,  porque  en  ellos 
premio  inmortal  a  mis  conceptos  fueras. 

Aunque  como  el  gigante  sobre  el  risco, 
pagara  atado  la  atrevida  hazaña, 
tú  fueras  de  mis  ojos  basilisco. 

Y  en  fe  de  esta  verdad,  al  mundo  extraña, 
callara  Italia  su  inmortal  Francisco 
y  de  otra  Laura  se  alabara  España. 


Reí. 
Fen. 


Reí. 

Al,B. 

Reí. 

A  1,1!. 


Reí. 

Al.H. 


Aprovechaste  muy  bien 
al  Petrarca  y  Laura  bella. 
Esta  es  sol,  si  atjuélla  estrella; 
lauro  de  Laura,  desdén; 

y  si  como  es  más  hermosa, 
fuera  yo  mejor  poeta 
que  el  Petrarca,  más  perfecta 
fuera  Laura  y  más  dichosa. 

¿Sabes  algo  qué  decir, 
Albano? 

Un  enigma  tengo, 
que  de  adonde  agora  vengo 
no  me  han  dejado  escribir. 

Bien  dices,  porque  las  musas 
calzan  coturnos,  no  espuelas. 
Que  ha  de  ser  mala  recelas, 
})ues  tú,  señora,  me  excusas. 

Es  pintura  de  este  enima 
un  corazón  con  su  flecha 
en  unos  grillos. 

Bien  hecha. 
La  glosa,  señora,  estima 

adonde  viene  encerrada, 
que  es  algo  dificulto.«a 
para  que  estimes  la  glosa, 
si  el  enitna  no  te  agrada  (2). 


(i)  .\hí  en  il  original.  Ilarl^.i-iiljusi'h  fiuiicmir)  piik'- 
leccr».  También  pudiera  ser  «encarecer»  u  otro  vcrl)0  que 
indicjtie  declarar  el  nombre  o  cosa  semejante. 

(i)     Hartz.  intercaló  aquí    la    redondilla,   tantísima.-^ 
veces  ({losada  en  los  tiempos  de  I.oi)c  y  ante:;,  cjue  dice: 
Jísclavo  .soj',  pero  cuyo, 
eso  no  lo  dirí-  yo; 
pues  cuyo  soy  inc  mando 
qur  no  diKa  <|uc  soy  suyo. 


JORNADA    PRIMERA 


SSí 


Reí. 

Lis. 

Ale. 

Roe. 

Alb. 

Roe. 

Alb. 

Tjs. 

Reí. 

Ale. 

Reí. 


Al,E. 

Reí. 


Roe. 


Quien  en  mi  pecho  sospecha 
que  tengo  tantas  marañas, 
llegue  y  mire  mis  entrañas, 
tan  abiertas  de  esta  flecha. 

Preso  estoy,  que  no  me  huyo; 
firmeza  tengo  y  lealtad; 
señores  adivinad: 
«asclavo  soy,   ¿pero  cuyo?» 

Todo  de  mí  se  confía: 
armas,  piedras,  plata  y  oro; 
alcaide  soy  del  tesoro 
y  del  honor  algún  día. 

Diré  mi  nombre,  si  oso; 
m^as,  ¿qué  temor  me  acobarda  ? 
Yo  me  llamo,  al  fin...  Mas  ¡guarda! 
«Eso  no  lo  diré  yo.» 

Si  tengo  el  costado  abierto, 
por  donde  de  mis  abiertas 
entrañas  se  ven  las  puertas, 
¿para  qué  estoy  encubierto? 

Nadie  en  el  blanco  me  dio; 
nadie  me  acierta,  en  efeto, 
pues  yo  guardaré  el  secreto 
«que  cuyo  soy  m;  mandó». 

Nadie  los  grillos  me  quite, 
que  le  podrán  castigar; 
guardas,  no  le  deis  lugar, 
pues  hurtar  no  se  permite. 

Mucho  en  hablar  m^  destruyo, 
porque  no  habrá  quien  ni^  mire, 
como  esta  flecha  me  tire, 
«que  no  diga  que  soy  suyo». 
Notable,  ¿quién  te  parece, 
Lisardo? 

Pienso  que  amor. 
No  es  amor. 

Mucho  mejor 
par^,  los  celos  se  ofrece. 
No  son  celos. 

No,  ¿pues  quién? 
¿Danse  todos  por  rendidos? 
Y  de  tu  enigma  vencidos. 
Tente,  diré  yo  también. 

Temo  a  Vuestra  Majestad; 
diga  a  ver. 

El  corazón, 
con  flechas  puesto  en  prisión, 
es  el  candado. 

Es  verdad. 
Los  griUos  son  las  armellas, 
y  la  flecha  significa 
la  llave. 

Harto  bien  se  aplica 


el  candado  preso  en  ellas. 

Reí.  Lo  demás  queda  entendido, 

pues  guarda  cualquier  tesoro 
y  de  honor  el  decoro. 

Ale.  Vuestra  Majestad  ha  sido 

otro  Edipo  de  esta  esfinge. 

Reí.  Di,  Lisardo. 

Lis.  Un  desengaño 

me  dio  una  glosa  y  un  daño, 
que  ser  mi  provecho  finge. 
La  letra  vino  de  España, 
porque  hasta  los  versos  son 
tus  vasallos  de  Aragón. 

Roe.  No  es  daño  el  que  desengaña. 

Lrs.  Dulces  engaños  de  amor, 

sabed  que  es  vano  cuidado 
volverme  al  pasado  error, 
porque  amor  desengañado 
es  el  engaño  mayo'-. 

Tratadme  ya  como  a  extraño, 
que  pasada  la  ocasión, 
darme  esperanza  es  engaño, 
si  ha  tomado  posesión 
«en  mi  alma  el  desengañe». 

Pues  de  los  escarmentados 
se  hacen  los  prevenidos, 
no  más  gustos  engañados; 
que  yo  no  os  quiero  venidos 
si  os  he  de  llorar  pasados. 

Ya  me  buscáis  sin  provecho, 
porque  no  habéis  de  volver 
eternamente  a  mi  pecho; 
que  el  pesar  de  aquel  placer 
«tan  grande  escarmiento  ha  liechc». 

Antes  de  desengañarme, 
pudo  amor  entretenerme; 
pero  en  llegando  a  avisarme, 
es  imposible  ofenderme, 
pues  me  ha  enseñado  a  guardarme. 

Hoy  se  ha  de  ver  en  mi  pecho, 
si  desengaños  obligan, 
a  quien  engaños  ha  hecho 
tanto  mal,  porque  no  digan 
«que  huyo  de  mi  provecho». 

Bien  quisiera  yo  pasar, 
con  mi  engaño,  descuidado; 
pero  es  llegar  a  engañar 
su  engaño  el  más  bajo  estado 
a  que  pudo  amor  llegar  (i). 

(i)  Después  de  esta  redouililla  .se  repite  la  anterior 
a  ella,  quizá  por  errata,  pero  Hartz.  cree  que  falta  algo 
y  que  lo  glosado  sería  una  redondilla  y  no  los  tres  ver- 
sos a  que  hemos  puesto  comillas. 


5-^4 


EL    MAYOR    lAírOSIBLE 


I.IS. 


Ri:i. 

ROB. 


Reí.  Tú  lo  glosaste  muy  bien; 

pero  esos  versos  no  son 
tan  vasallos  de  Aragón 
como  muestra  tu  desdén, 

p>orque  a  bien  y  mal  tratar 
son  los  de  Aragón. 

Señora, 
quien  desengaños  adora, 
más  sabe  amar  que  engañar. 

Di,  Roberto. 

Yo  diré 
tres  décimas  a  una  dama, 
que  vos  conocéis  por  fama 
y  que  siempre  ingrata  fué: 

Queredme  bien,  si  queréis 
que  no  os  canse  con  quereros; 
que  no  pienso  aborreceros, 
mientras  vos  me  aborrecéis. 
Si  de  que  os  quiera  tenéis 
tanto  disgusto,  señora, 
probad  a  quererme  un  hora 
V  veréis  como  os  olvido, 
si  puede  olvidar  querido 
quien  aborrecido  adora. 

Ver  que  mi  amor  os  ofende, 
tanto  esfuerza  mi  porfía, 
que  lo  que  a  vos  os  enfría 
es  lo  mismo  que  me  enciende. 
Si  \'uestro  desdén  pretende, 
que  deje  mi  pretensión, 
inútiles  medios  son, 
señora,  los  desengaños; 
que  quien  estima  sus  daños 
no  ha  de  estimar  la  razón. 

Dejaros  yo  de  querer 
mientras  tan  hermosa  estáis, 
señora,  no  lo  creáis, 
o  daos  prisa  a  no  querer. 
Mas  ni  vos  queréis  perder 
esa  hermosura  apacible, 
ni  este  mi  amor  invencible 
dejar  pasión  tan  dicho.'-a, 
como  vos  de  ser  hermoha. 
que  es  el  mayor  imposible, 
Hki.  Bu»  ñas,  por  mi  vida,  ;o:i; 

nia-s,  ,;cómo  dices,  Roberto, 
que  dejar  de  ser  hermosa 
es  imjxjsible,  pues  vemos 
que  la  edaíi  tan  presto  acaba 
la  hermosura  con  »•]  tiempo, 
ya  consumiendo  la  luz 
de  los  ojos,  ya  cubriendo 
l.i  púrpura  de  los  labios. 


RoB. 


Rki. 

ROB. 

Rki. 


Roe. 

Reí. 

Lis. 
Ron. 


Lis. 
Reí. 


I- EX. 


Al.B. 


R<  ph. 


ya  dando  plata  al  cabello? 
Que  ella  quiera,  digo  yo, 
señora,  dejar  de  sello, 
y  aún  dejar  de  habello  sido, 
no  era  yerro. 

Niego. 

Pruebo. 
¿Cómo,  si  te  has  engañado?; 
pues  donde  dicen  tus  versos 
«dejaréis  de  ser  hermoíE», 
decir  debiera  Roberto 
«dejaréis  de  habello  sidc», 
y  hablar  del  pasado  tiempo. 
Si  agora  es  hermosa,  ¿cómo 
hablar  del  pasado  puedo? 
¿Xo  ves  que  fuera  agraviarla, 
y  que  es  más  fácil  un  yerro 
en  los  versos  que  en  su  cara? 
Dejando  el  yerro  en  los  versos, 
no  es  el  mayor  imposible; 
(jue  dejan  de  ser  tan  bellos 
los  ojos  de  esa  señora, 
si  no  es  encarecimiento. 
¿Pues  hay  mayor  imposible 
que  dejar  de  .ser  aquello 
que  fué? 

Y  muchos,  pienso  yo. 
Lisardo,  escucha;  que  quiero 
que  cuantos  estéis  aquí 
digáis  sobre  ese  conceto, 
cuál  os  parece  el  mayor 
imposible. 

Yo  comienzo. 
El  servir  con  mala  estrella, 
aunque  a  generoso  dueño, 
pensando  medrar  un  hombre, 
por  más  imposible  tengo. 
Yo  tengo  por  el  mayor 
que,  con  bajo  nacimiento, 
puesto  un  hombre  en  gran  lugar, 
deje  de  estar  muy  soberbio 
y  de  aborrecer  a  cuantos 
en  sus  principios  le  vieron; 
y  de  cjuerer,  si  pudiera, 
verlos  ausentes  o  nuieitos. 
\'o  tengo  por  imposible 
el  mayor  de  cuantos  veo, 
que  lo  que  no  puede  amor 
no  puede  hacer  el  dinero; 
porque  es  el  más  ingenio.so 
y  arlificif).so  instrumento 
que  lian  inventado  los  liomljres, 
pues  ha  derribado  al  siu-lo 


JORNADA    PRIMERA 


585 


Iji 


Reí. 
Ar.B. 


Reí. 

RoB. 
Lis. 


Reí. 
Lis. 


ROB. 


Lis. 

ROB. 


Lis. 

ROB. 


ciudadevS,  honras  y  vidas, 
y  levantado  a  gobiernos 
del  mundo  los  más  humildes. 
Yo,  hacer  de  un  necio  un  discreto 
juzgo  el  mayor  imposible, 
porque  es  como  el  negro  el  necio, 
que  aunque  le  lleven  al  baño, 
es  fuerza  volverse  negro. 
¿Diré  yo? 

Si  Vuestra  Alteza 
dice,  todos  quedaremos 
vencidos. 

Yo,  para  mí, 
por  más  imposible  tengo 
el  guardar  a  una  mujer. 
A  no  ser  atrevimiento, 
dijera  que  es  harto  fácl  (i), 
Que  me  des  licencia  ruego 
de  responder  en  favor 
tuyo,  aunque  es  mayor  tu  ingenio. 
Responde. 

¿Por  qué  razón 
llallas  tan  fácil,  Robeito, 
el  guardar  a  una  uuijer? 
Porque  es  tan  dócil  sujeto, 
por  una  parte,  y  por  otra 
tan  débil,  que  cuando  vemos 
alguna  con  libertad, 
más  es  culpa  de  su  dueño 
que  suya. 

¿Del  hombre  puede  ser 
culpa? 

Hay  tantos  tan  ciegos 
del  interés,  que  el  honor 
vienen  a  tener  en  menos; 
ni  reparan  que  en  la  calle 
los  señalan  con  el  dedo, 
ni  que  los  afrente  el  mundo. 
¿De  manera  que  en  los  buenos 
esa  desdicha  no  cupo? 
Será  influencia  del  cielo. 
Yo  no  tengo  mujer  propia; 
una  hermana  sola  tengo; 
nació  con  obligaciones. 
Nunca,  Lisardo,  agradezco 
que  a  quien  le  toca  las  guarde; 
y  ansí,  cuando  algunas  veo 
decir  «soy  mujer  honrada», 
pidiendo  agradecimiento, 


Reí. 


Lis. 


ROB. 


Lis. 


ROB. 


rae  causa  notable  risa, 
pues  de  su  honor  y  provecho 
y  tan  justa  obligación 
a  padres,  marido  y  deudos 
quiere  que  acá  la  tengamos, 
como  si  fuera  decreto  (i) 
del  nacer  mujer,  ser  ruin. 
Y  al  propósito  volviendo, 
digo  que  cuando  mi  hermana, 
por  humilde  nacimiento, 
desobligada  naciera, 
del  hombre  de  más  ingenio, 
de  más  valor,  la  guardara, 
aunque  conquistas  y  ruegos 
batiera  su  fortaleza 
con  los  tiros  del  dinero; 
y  las  espías  que  ponen 
en  los  terceros  discretos, 
papeles,  galas,  suspiros, 
ocasiones  y  paseos. 
Roberto:  si  una  mujer 
quiere,  yo  tengo  por  cierto, 
que  es  imposible  guardarla. 
Bien  claro  dijo  el  ejemplo 
la  antigüedad,  pues  los  ojos 
de  Argos,  al  fin  se  durmieron 
con  la  vara  de  Mercurio. 
vSon  ésas  fábulas,  cuentos 
de  viejas,  para  la  lumbre, 
las  noches  de  los  inviernos. 
Vive  Dios,  que  si  tuviera 
más  Argos  que  ojos  el  cielo, 
Júpiter  y  más  Mercurios 
que  pluma  el  pavón  soberbio, 
que  no  me  engañara  a  mí 
una  mujer,  si  su  ingenio 
el  de  Semíramiá  fuera. 
Pues,  vive  Dios,  que  sospecho 
que  si  fueras  lince  en  vista, 
o  león  de  Albania  fiero, 
de  quien  dicen  que  en  su  cueva 
duerme  los  ojos  abiertos, 
y  en  tus  rejas  y  ventanas, 
con  mil  lágrimas  de  fuego, 
no  dieses  lugar  al  sol 
para  entrar  en  tu  aposento, 
que  te  había  de  engañar 
la  mujer  que  sabe  menos. 
¿A  mí,  Lisardo? 


(i)  En  el  original  dice,  sin  duda  por  errata,  «que  es 
el  amor»,  lo  cual  no  hace  sentido.  Ea  enmienda  es  de 
Hartz.  y  acertada  por  lo  que  dice  luet^o  Lisardo. 


(i)  Hartz.  enmendó  sin  causa,  a  mi  juicio,  «dere- 
cho». Mas  bien  sería  desgracia  que  no  derecho.  «Decre- 
to», orden,  mandato,  deber,  es  la  v'oz  propia. 


586 


EL    MAYOR    IMPOSIBLE 


Lis. 

ROB. 

I.is. 


RoB. 

his, 
Rki. 
I.is. 
Reí. 


Lis. 


Rki. 


Lis. 
Reí 


R(lB. 

Reí. 
Mus. 
Ri-.i. 


A  ti,  pues. 
Calla,  que  ofendes  en  eso 
totlo  el  valor  de  los  hombres. 
Vo  sé  que  no  los  ofendo, 
porque  todos  ellos  ?aben 
»jue  de  la  mano  del  cielo 
viene  la  buena  mujer; 
y  ansí  mismo  todos  ellos 
saben  que  la  que  es  divina 
no  es  ruin. 

Yo  me  resuelvo 
en  que  se  puede  guardar. 
Vo  lo  contrario  sustento. 
Lisardo. 

Señora. 

Escucha.  (Aparte  ) 
Cansada  estoy  de  este  necio; 
tú  has  de  conquistar  su  hermana, 
si  me  cuesta  los  dos  reinos 
de  Xáp>oles  y  Aragón. 
Sin  saber  el  pensamiento 
de  Vuestra  Alteza,  tenía 
ese  decreto  resuelto. 
Pues  comienza,  y  veme  dando 
parte  de  cualquier  suceso; 
que  en  aquesta  enfermedad 
mejor  entretenimiento 
es  imposible  aplicarme. 
Déjame  el  cargo. 

Esto  quiero 
que  hagas  por  darme  gusto. 
¡Hola!,  esa  silla,  que  siento 
enfado  de  tanto  mar. 
Su  calma  o  su  movimiento 
da  más  tristeza  a  los  tristes. 
Cantad. 

¿Qué  canción? 

De  celos. 


(l'anse  todos  con  la  Rkina  y  quede  I.isardo  solo.) 

Iasarlh). 

Conquiste  el  ancho  mundo  el  Macedonio; 
alabe  Cipión  su  resi.stencia; 
Mario,  en  fortuna  vil  halk-  paciencia, 
de  su  valor  insigne  testimonio. 

Preste  el  confuío  Niño  (i)  Babilonio 
a  femeniles  armas  obediencia, 
y  viva  largos  años  sin  pendencia, 
en  pacífica  paz  el  matrimonio; 

(O  Ahí  m  el  urÍKinal.  H.iru.  ciiinciul"  -Tciim.  ijuizíi 
•ín  nounidod,  puc»  habln  liicv'»  'Icl  •tiuitriiiionir).  do 
Niño  y  Bcmiraniia. 


y  no,  supuesto  que  el  varón  adquiere 
imperio  en  la  mujer,  honor,  te  asombre 
de  que  a  sus  manos  tu  defensa  muere. 

Rinde  a  su  industria  tus  valientes  nombres, 
jjorque  es  guardar  una  mujer,  si  quiere, 
el  mayor  imposible  de  los  hombres. 

(Sale  KA..IÓN,  lacayo,  con  un  papel.) 

I\.\M.  Hasta  que  a  solas  te  vi 

no  quise  llegar  a  hablarte. 
Lis.  ¿Qué  hay,  Ramón? 

R.\M.  Que  vengo  a 

un  papel.  [dartí 

Lis.  ¿De  Estela? 

R.\M.  .  Sí; 

mas  dame  albricias  primero 

de  él,  y  de  quererte  hablar. 
Ijs.  Ni  albricias  te  quiero  dar, 

ni  tomar  el  papel  quiero. 
R.^M.  ¿Cómo  ansí? 

Lis.  Porque    he    mudado 

de  amor  y  de  pensaniiento. 
R.AM.  ¿Qué  veleta  al  fácil  viento 

causa  más  risa  al  tejado, 

de  verla  en  tantas  mudanzas 

como  me  causas  a  mí? 

¿Ayer  no  la  amabas? 
Lis.  vSí, 

3'  con  justas  esperanzas. 
Ram.  ¿Pues  qué  vendaval  te  dio? 

¿Son  celos  o  son  enojos? 
Lis.  Son  irnos  nuevos  antojos 

a  que  desde  hoy  me  obligó 
la  que  me  puede  mandar 

que  mude  de  pensamiento, 

si  puede  ser  fundamento 

de  amor  el  mandarme  amar. 
Ka.m.  Todos  los  amantes  son 

cifras  de  engaños, 
lis.  No  ha  sido 

accidente  mi  sentido, 

sino  en  mi  dueño  elección. 
Ka.m.  Cierto  poeta  decía 

que  eran  todos  los  amantes 

unos  vestidos  danzantes 

a  quien  son  el  tiempo  hacía; 
(jue  como  no  es  la  razón 

la  que  ha  de  guiar  la  danzo, 

no  hay  más  duda  en  la  mudanza 

íjue  en  hacer  el  tieuijio  el  son. 
,Qiié  haré  de  afjueste  paptl? 
Lis  Ia)  (|ue  a  ti  te  diere  gusto. 

U  A  .\i .  ¿  Hillete  te  da  disgusto? 


JORNADA    PRIMERA 


.87 


Lis. 
Ra.m. 


T.IS. 


Ram. 


Lis. 
Ram. 


Ya  sé  lo  que  viene  en  éL 

Los   que  juegan,   si  lo   apruebas, 
que  consejos  me  acobardan, 
las  barajas  viejas  guardan 
para  remendar  las  nuevas. 

Tengámosle  por  un  día, 
que  de  esa  nueva  cruel 
te  dé  acaso  algún  papel 
enfado  o  melancolía. 

Es  pensamiento  que  sube, 
y  de  las  tejas  abajo... 
Tanto  el  sujeto  aventajo, 
como  hay  del  sol  a  la  nube. 

¿No  conoces  tú  la  hermana 
de  Roberto? 

Sí,  señor; 
en  quien  estaba  mejor 
que  en  la  Reina,  la  cuartana; 

porque  tiene  del  león 
la  soberbia  y  fortaleza, 
si  bien  con  rara  belleza, 
peregrina  discreción. 

Temo  a  su  hermano. 

Bien  puedes, 
que  es  temerario  su  hermano; 
pero  no  hay  muro  tebano, 
puertas  (i),  torres,  ni  paredes 

para  amor,  que  es  para  entrar 
sol,  y  para  el  alma  fuego, 
y  como  ha  tanto  que  es  ciego, 
sabe  como  ha  de  cegar. 

]Mas  si  tú  la  quieres  bien, 
por  mujer  te  la  dará, 
pues  a  ti  tan  bien  te  está 
y  a  Roberto  está  tan  bien. 

No  me  quiero  yo  casar 
sin  que  conquiste  su  amor. 
Pues  dicenme  que  es  mejor 
después  de  casado  amar; 

que  muchos  que  se  han  casado 
forzados  de  un  amor  loco, 
suelen  después  hallar  poco 
de  lo  mucho  que  han  pensado. 

Quien  se  quisiere  casar, 
ha  de  mirar  en  la  dama 
buena  cara,  honesta  fama, 
y  adiós,  que  me  echo  a  nadar. 

Casarse  es  azar  o  encuentro, 
como  quien  bebe  con  jarro, 
donde  bebe  el  más  bizarro 


(i)     I'ln  el  original,  por  errata,  dice:  «puestas*.  Hartz. 
enmendó  «fuertes». 


Lis. 
Ram. 


aquello  que  viene  dentro. 

Cuentan  qixe  dos  se  casaron, 
y  la  noche  de  la  boda, 
en  quietud  la  casa  toda, 
ya  entiendes,  se  desnudaron. 

El  dijo:  «Ya  no  hay  que  hacer 
secretos  impertinentes: 
postizos  traigo  los  dientes; 
¡paciencia!,  sois  mi  mujer.» 

Ella,  quitando  el  tocado, 
el  cabello  se  quitó, 
y  en  calavera  quedó, 
como  un  guijarro  pelado. 

Diciendo:  «Perdón  os  pido; 
postizo  traigo  el  cabello, 
no  hay  que  reparar  en  ello; 
¡paciencia!,  sois  mi  marido.» 
Lis.  Dejando  tus  disparates, 

y  los  de  tu  vano  humor, 
quiero,  Ramón,  que  mi  amor 
por  algtuios  medios  trates. 

Nunca  la  he  dicho  a  Diana 
que  la  quiero;  sólo  han  sido 
mis  ojos  los  que  han  tenido, 
entre  su  luz  soberana, 

algún  corto  acogimiento; 
de  suerte  que  aquesta  historia 
reserva  para  tu  gloria, 
su  primero  fundamento. 

Mira,  ¿pues  cómo  ha  de  ser, 
siendo  tan  lince  su  hermano? 
Ram.  Todo  pensamiento  es  vano 

contra  ingenio  de  mujer. 

Dame  tú  que  se  te  incline, 
que  aunque  más  hermanos  tenga 
que  hay  en  la  Capacha,  y  venga 
por  donde  amor  la  encamine, 

no  han  de  impedir  que  te  quiera, 
con  todos  los  requisitos 
de  amor,  si  ejemplos  escritos, 
tu  presunción  considera. 

Naturaleza  a  la  rosa 
cinco  hermanos  puso  en  tomo, 
que  a  sus  hojas  y  a  su  adorno 
sirven  de  basa  lustrosa. 
'     Y  con  estar  cinco  hermanos 
de  la  rosa  alrededor, 
llega  la  abeja  menor 
y  come  sus  rubios  granos. 

Vuela  tú,  que  no  podrá 
todo  el  mundo  defendella. 
Ijs.  Esta  noche  he  de  ir  a  vella: 

tú,  Ramón,  alerta  está; 


588 


EL   MAYOR    IMPOSIBLE 


que  mi  Mercurio  has  de  ser. 
Ram.  Camina,  y  nada  te  asombre; 

que  no  hay  valor  en  el  hombre 
contra  industrias  de  mujer. 

fialen  Roterto  y  Ftt.gencio.  viejo.) 

ROBEKTO. 

Esto  ha  pasado,  y  yo,  Fulgencio,  digo, 
para  que  más  se  guarde  el  confiado, 
que  el  que  tiene  mujer,  tiene  enemigo. 

FlLGENCIO. 

No  quisiera  que  hubieras  porfiado; 
que  fuera  de  ser  necia  la  porfía, 
no  te  tocaba,  por  no  ser  casado. 

Roberto. 

;Pues  en  qué  te  parece  culpa  nüa 
<lecir  que  ima  mujer  puede  guardarse? 
;Es  ésta  de  Faetonte  la  osadía.^ 

¿Qué  carroza  del  sol  ha  de  llevarse, 
por  los  mismos  dorados  paralelos, 
a  peligro  forzoso  de  abrasarse? 

;Pedí  flores  a  Citia,   a  Etiopia  hielos, 
o  dije  que  imposible  no  sería 
guardar  una  mujer  honrados  celos? 

Flxgencio. 

I.a  antigüedad  tres  cosas  proponía 
por  imposibles,  siendo  la  primera 
el  rayo  con  que  Júpiter  solía 

estremecer  los  rayos  de  la  esfera. 
I, a  clava  del  Tebano  la  segunda, 
y  los  versos  de  Homero  la  tercera. 

No  tengo  yo  por  cosa  tan  profunda 
guardar  una  mujer;  pero,  en  efeto, 
¿qué  daño  de  lo  diclio  te  redunda? 

Roberto. 

Lisardo,  muy  preciado  de  discreto, 
que  si  puede  ser  necio  y  secretario, 
por  no  callar,  no  lo  tendrá  secreto, 

en  mi  propí>sición  me  fué  contrario 
«le  tal  manera,  que  quedé  corrido, 
y  me  fué  sustentarlo  necesario. 

Mas  ílí.  Fulgencio,   j)orqui(n   no  íia  corrido 
tan  larga  edad,  ¿es  imijosible  «osa 
que  un  amante,  que  un  padre,  cjue  un  marido 

pueda  guardar  una  mujer  hermosa) 

Fl'UiENCKJ. 

Tara  guarrlar  .su  virginal  decoro, 
«upue«>to  que  cR  \mUnia  fabulr,.sa, 


en  una  torre,  como  al  fin  tesoro, 
Acrisio  puso  aquella  hermosa  dama, 
que  Júpiter  venció  con  lluvia  de  oro, 

para  dar  a  entender  que  honor  y  fama 
corrompe  el  oro  y  entra  donde  quiere, 
que  por  eso  del  sol  hijo  se  llama. 

Guardándose  del  oro,  que  prefiere 
todo  imposible,  no  hay  contrario  humano 
que  al  marido,  al  galán,  al  padre  altere. 

Roberto. 
¿El  oro  es  poderoso? 

Fulgencio. 

Es  un  tirano. 

Roberto. 
¿Mas  cómo  veré  yo  venir  el  oro? 

Fltlgencio. 

Si  él  quiere  entrar,  será  defensa  en  vano. 

Mas  agora  no  toca  a  tu  decoro 
este  imposible;  que  en  tu  casta  herniai;a 
reverencio  el  valor,  la  sangre  adoro. 

Es  de  la  honestidad  napolitana 
el  ejemplo  mayor. 

Roberto. 

Sí;  mas  no  quiero 
que  entretenga  a  la  Reina  su  cuartana, 

con  hacer  que  algún  vano  caballero, 
para  desengañarme,  la  enamore, 
porque  mil  vidas  perderé  primero; 

mi  casa,  aunque  está  bien,  de  hoy  más  mejore 
tu  cuidado,  Fulgencio;  que  contigo 
no  ttnio  que  su  lustre  se  desdore. 

Aquí  no  ha  de  entrar  hombre,  ni  aun  conmigo, 
a  hablar  ima  palabra,  ni  criado 
pasar  de  aqueste  umbral,  sin  gran  castigo. 

¿Has me  entendido  ya? 

1-Mlc.kncio. 

De  tu  cuidado  (i) 


quedo  adverlielo. 


Roberto. 


Se-a,  sin  (jue  entienda 
mi  hermana  que  estas  cosas  me  le  han  tado. 

l'rLGENCIO. 
¿Casalla,  no  es  mejor? 


(I)     I"n  el  oii(;innl  «(.liiKln.  lorrirata. 


JORNADA    PRIMICIA 


5^9 


Roberto. 

Que  lo  pretenda 
aguardo  solamente  quien  la  iguale. 
Eutretanto,  no  quiero  que  me  ofenda 
el  mismo  sol  que  por  los  cielos  sale. 
(Va<;e.) 

Fui^GEN'CIO. 

Empresa  grande  fué  romper  coa  Argos 
las  \-írgenes  espumas  del  mar  fiero, 
aquel  piloto  de  Jason,  primero, 
quien  bramó  (i)  por  tan  pesados  cargos; 

y  no  menor  de  trances  tan  amargos 
salir  el  griego,  que  celebra  Homero, 
o  encadenar  el  infernal  Cerbero, 
Hércules,  fin  de  sus  discursos  largos. 

Pero  guardar  del  oro  y  del  rendido 
pecho  de  un  hombre,  amando  loco  y  ciego, 
y  a  todos  los  peligros  atrevido, 

una  mujer,  entre  ocasión  y  ruego, 
mayor  empresa  fué  que  haber  vencido 
del  mar  el  agua  y  del  infierno  el  fuego. 


Día. 

Fui<. 
Día. 


Fui,. 


(Sale  Diana.) 

¿Fuese    mi    hermano,    Fulgencio? 
Fuese. 

¿Qué  tiene  estos  días. 
Que  añade  a  sospechas  rm'as 
más  dudas  con  su  silencio? 
Si  yo  no  le  diferencio 
en  sangre  y  amor,  no  es  justo 
que  me  encubra  su  disgusto, 
pues  donde  hay  amor  igual, 
ni  se  ha  de  encubrir  el  mal 
ni  a  solas  pasar  el  gusto. 

Déme  parte  del  dolor, 
como  estamos  obligados, 
que  dividir  los  cuidados 
es  obligación  de  amor. 
Si  nace  de  su  rigor, 
comuníquelo  conmigo, 
que  mejor  que  de  un  amigo 
puede  fiarse  de  mí. 
Nunca  yo,  señora,  fui 
de  tus  tristezas  testigo. 

Si  son  de  amor,  a  mi  edad, 
parecerále  indecente 
decir  lo  que  amando  siente 
la  rendida  mocedad; 
pues  si  son  de  enemistad. 


Día. 


Fui. 


Día. 


Fui.. 


Día. 


Ful. 


Día. 


(i)     F,n  el  original  «porque embrama»  por  errata.  I,a 
enmienda,  como  la  anterior,  es  de  Ilartzcnbusch. 


¿qué    puede    ayudarle   un    viejo? 
Mucho  más,  con  el  consejo, 
que  el  más  valiente  escuadrón; 
que  para  los  mozos  son 
las  canas  divino  espejo. 

Disgustos  deben  de  ser 
del  servir  y  desprivar, 
si  a  Lisardo  ve  medrar, 
por  la  pluma,  desde  ayer. 
La  reina  ha  dado  en  querer 
aqueste  medio  español: 
es  el  servir  un  crisol 
que  descubre  los  defetos, 
y  se  prueban  los  discretos, 
como  el  águila  en  el  sol. 

Las  casas  de  los  señores 
son  vm  cuerpo  bien  compuesto; 
mas  no  les  faltan,  por  esto, 
algunos  varios  humores. 
Los  instrumentos  mejores, 
con  algmia  falsa  cuerda, 
hacen  que  el  acento  pierda 
aquella  dulce  armonía. 
Mal,  con  la  sospecha  mía, 
tu  pensamiento  concuerda, 

que  si  está  triste  Roberto 
de  no  ser  más  estimado 
y  es  Lisardo  el  envidiado, 
que  tiene  valor  es  cierto. 
Fuera  injusto  desconcierto 
decirte  mal  de  Lisardo; 
él  es  discreto  y  gallardo, 
pero  no  a  tu  hermano  igual. 
Por  parte  más  principal, 
de  alabarle  me  acobardo; 

mas  no,  Fulgencio,  no  son 
tus  palabras  verdaderas; 
bien  se  ve  que  con  quimeras 
me  engaña  tu  sinrazón; 
no  merece  mi  afición, 
ni  el  haberme  tu  criado, 
encubrirm.e  su  cuidado: 
poco  te  fías  de  mí. 
Bien  puedo  fiar  de  ti, 
como  él  de  mí  se  ha  fiado, 

y  aim  es  el  medio  mejor, 
para  sosegar  sus  celos, 
decirte  que  sus  desvelos 
nacen  de  su  mismo  honor. 
¿Pues  quién  me  ha  tenido  amor, 
que  ese  cuidado  le  dé? 
Si  es  Lisardo,  yo  no  sé 
qué  talle  tiene  Lisardo, 


590 


KL    MAYOR    l.MPOSIBI.K 


rri.. 


IMA. 


I"'  I 


(1;       ..M 

1m  (kdnu. 


^ino  es  que  por  ser  gallardo, 
oeloso  mi  herniaiio  esté. 

;  I^es  qué  culpa  tendré  yo 
de  que  sea  tan  discreto? 
Bien  te  dijera  el  secreto 
en  que  aquesto  se  fundó; 
mas,  ¿qué  mujer  le  guardó?' 
;A  cuál  hombre  ves  fingir!" 
I.o  que  no  le  ha  de  decir, 
a  decirle  comenzó  { i ) . 

A,  tu  raro  entendimiento, 
Diana,  mi  amor  agravia 
íi  este  secreto  te  encubre, 
no  a  ser  mujer,  que  la  causa 
de  no  guardarle  es  del  hombre 
que  hace  de  ella  confianza, 
queriendo  que  mujer  calle 
lo  que  él,  siendo  hombre,  no  guarda 
Xo  es  esto  deciite  yo 
secretos,  aunque  sobraba 
tu  virtud,  para  fiarte 
cosas  más  graves  y  raras. 
Sino  darte  cierto  aviío, 
para  que  pongas  en  guarda 
tu  honor,  porque  andan  ladrones 
alrededor  de  tu  fama. 
Estos  entretenimientos, 
con  que  pasa  sus  cuartanas 
la  reina  Antonia,  han  traído, 
entre  tantas  cosas  varias, 
una  cuestión,  en  que  afirma 
I.isardo,  y  la  reina  alaba. 
que  el  imposible  mayor 
para  las  cosas  humanas 
es  guardar  una  mujer, 
si  ella  misma  no  .se  guarda. 
Con  esto,  me  mandó  a  nn' 
que  desde  la  noche  al  alba, 
y  desde  el  alba  a  la  noche, 
vele  su  honor  y  su  casa. 
I  Je  esto  nacen  sus  tristezas; 
tú,  bellísima  Diana, 
fxnlrás  guanlarte  mejor, 
prevenida  y  avisada. 
Huye  (k-  J, ¡sardo  siempre; 
no  piensen,  su  talle  y  galas, 
vencer  su  honor  de  Rolxrto, 
de  quien  eres  noble  hermana. 
I'or  mejor  medio  lie  tenido, 
;iuiu|t"-  el  »•»  rr'  to  iik   (  iu  arj-'a, 

\ii-'t  t-i.i  'M.tiy,    \    i.iiiiin  í.irii     líos   Jwira 


avisarte  claramente 
de  lo  que  en  palacio  pasa. 
Disimula,  y  sepa  Antonia, 
con  experiencia  tan  clara, 
que  el  imposible  mayor 
es  vencer  tu  honor  y  fama. 
{Va^e.) 

Di  A.  Entre  ignorancias  del  nmndo, 

ninguna  he  visto  mayor; 
después  del  primero  error, 
hizo  este  necio  el  segundo. 

¿Con  qué  ingenio,   con  qué  llave 
guardar  quiere  ima  mujer? 
Roberto  quiere  saber 
ciencia  que  ninguno  sabe. 

Que  es  el  mayor  imposible 
verá  muy  presto  por  sí, 
porque  ya  me  toca  a  mí 
que  no  parezca  posible. 

Este  otro  necio  también 
me  alaba  el  valor  de  un  hombre 
de  tanta  opinión  y  nombre, 
y  que  todos  quieren  bien, 

y  avísame  que  me  guarde 
de  lo  mismo  que  me  alaba, 
cuando  yo  de  amor  estaba 
más  segura  y  más  cobarde. 

De  los  viejos,  los  consejos 
son  de  grande  estimación; 
mas  si  mozos  necios  son, 
¿han  de  ser  discretos  viejos? 

Xo,  que  no  muda  la  edad 
el  ingenio.  Al  fin,  mi  hermano 
a  mi  costa  quiere  en  vano 
seguir  su  temeridad. 

De  suerte  que  por  guardarme, 
para  salir  con  su  intento, 
querrá  de  mi  casamiento 
la  ventura  dilatarme. 

Yo  he  mirado  atentaniíutf 
a  Lisardo,  y  me  pesaba 
de  ver  que  no  me  pagaba 
este  amoroso  accidente. 

Pero  ya  (]ue  mi  fortima 
me  ha  traído  la  ocasión, 
aunf|ue  fué  por  ilusión, 
no  pienso  perder  ninguna. 

(Siilt-  Cr.i.iA,  crUida.) 
Ci:i..  Cierto  mercader  flamenco, 

con  muchas  curiosidades 
<le  vidrio  y  de  oro  también, 
jjasaba  por  nu  stra  calle, 


JORNADA   PRIMERA 


591 


Día. 
Cei.. 
Día. 
Cei.. 


y  por  la  reja  me  dijo 
que  hiciese  que  le  comprases 
algunas  cosas,  señora, 
de  las  que  en  la  caja  trae, 
y  que  me  daría  a  mí, 
por  el  dicho  corretaje, 
dos  papeles  de  alfileres 
y  un  poco  de  lo  que  sabes, 
que  nos  aliña  los  rostros; 
¿qué  dices?  ¿pcdré  llamarle? 
;Mi  hermano  está  en  casa? 

No. 
¡Llámale! 

Merced  me  haces. 


Ram. 


Entrad,  monsiur,  o  quien  sois. 

Día. 

(Ramón  de  buhonero.) 

Ram. 

Ram. 

El  cielo,  señora,  os  guarde 

los  años  de  esa  hermosura 

Día. 

por  infinitas  edades. 

La  fama  de  que  tenéis 

Ram. 

buen  gusto,  pudo  obligarme 

a  enseñaros  varias  cosas, 

recién  venidas  de  Flandes. 

Abro  con  \-uestra  licencia, 

y  escoged  lo  que  os  agrade. 

aunque  no  tengáis  dineros, 

que  no  aprieto  que  me  paguen 

Cel. 

las  damas  que  no  los  tienen, 

Ram. 

porque  bien  puedo  fiarles 

un  año  y  dos,  aunque  veis 

que  traigo  este  humilde  traje. 

Día. 

Día. 

;De  dónde  sois? 

Ram. 

Ram. 

Del  país 
de  Henao. 

Día. 

Famosos  lugares 
dicen  que  tiene. 

Ram. 

Es  demás 

Día. 

la  fortaleza  notable; 

Ram. 

pero  Valencina  tiene 

para  ciudad  bellas  partes, 

y  el  celebrado  reloj, 

Día. 

que  muestra  el  curso  admirable 

de  la  luna  y  los  planetas. 

Día. 

Algunas  cosas  mostradme. 

Ram. 

Si  queréis  joyas  de  precio. 

Ram. 

tiene  cuarenta  diamantes 

Día. 

este  Cupido. 

Ram. 

Día. 

A  Cupido 
mas  tierno  suelen  pintarle. 

Ram. 

Antes  de  diamantes  es 

por  los  que  dan  los  amantes. 

Día. 

Día. 

Ellas  son  piedras  famosas; 

mas  de  calidades  tales, 
que  vendidas  en  la  joya 
del  platero  que  las  hace, 
tienen  el  valor  que  él  quiere; 
y  si  después  de  comprarse 
se  quieren  vender  al  mismo, 
la  mitad  apenas  valen. 
A  las  mujeres  parecen: 
que  si  llegáis  a  rogalles, 
se  venden  por  grande  precio, 
y  si  ellas  ruegan,  de  balde; 
pero  yo  no  he  de  querer 
precio  tan  exorbitante 
por  los  diamantes  que  veis. 
Mas,  ¿qué,  queréis  engañarnie 
con  algunas  piedras  falsas? 
No  puede  ser  que  os  engañe, 
pues  no  he  de  llevar  dineros. 
¿Qué,  sin  ellos  quieres  darme 
las  joyas? 

Sí,  porque  sé 
que  puede  de  vos  fiarse 
hasta  el  alma  de  un  secreto, 
que  es  más  que  diez  mil  diamantes. 
Este  es  un  bello  delfín, 
con  diez  zafiros,  que  hacen 
las  escamas. 

¡Linda  joj-a! 
Este  es  un  famoso  Marte, 
armado  como  le  pintan 
los  poetas  celestiales. 
¿Celestiales? 

Sí,  que  son 
de  los  cielos  los  que  saben, 
a  diferencia  de  aquellos 
que  el  monte  Parnaso  pacen. 
Tomad,  no  os  acobardéis. 
Animo  tenéis. 

Tan  grande, 
que  un  diamante  os  puedo  dar, 
tan  grande  como  un  amante. 
Aguardad,  no  le  encubráis. 
¿Ouéesesto?  ¿Es,  por  dicha,  imagen? 

(Hace  Ramón  como  que  esconde  un  retrato.) 

Xo,  señora. 

¿Pues  quién  es? 
Cierto  retrato  de  un  naipe, 
que  tengo  de  guarnecer, 
porque  quieren  presentarle 
a  cierta  dama. 

Mostrad. 
¡Buena  cara! 


59^ 


EL    .MAYOR    IMPOSIBLE 


Ram.  El  mejor  talle 

tieue  aqueste  caballero, 
fuera  de  otras  muchas  partes, 
eiitendimitiito,  valor, 
¡íracia,  bizarría,  donaire, 
Xeiitileza,  condición, 
nobleza  e  ilustre  sangre, 
que  en  Ñapóles  se  conoce. 
Di\.  Bien  es  que  a  un  rostro  tan  grave 

las  virtudes  que  decís 
honestammte  acompañen. 
Ram.  Eslo  tanto,  que  en  su  vida 

mró  a  mujer,  aunque  hablase 
con  ella;  que  para  una 
quiere  el  aiuor  que  se  guarde. 
En  ésta  días  y  noches 
piensa,  y  no  quiere  que  hablen 
de  cuantas  Xápoles  tiene 
sus  amigos  y  sus  pajes. 
Con  ser  querido  en  extremo 
de  muchas,  que  aún  ayer  tarde  . 
una  lloraba  conmigo 
que  aun  apenas  la  mirase, 
después  de  un  año  de  amor. 
Día.  ¿Sabes  quién  es? 

Ram.  Si  guardarnu- 

queréis  .secreto,  os  diré 
lo  que  perdido  le  trae. 
IJIA.  Callar  prometo. 

Rail  Xo  es  poco 

Día.  Xi  mucho,  aunque  tú  te  espantes 

que  haya  mujeres  tan  cuerdas 
que  cosas  que  importen  callen. 
Ra.m.  , Conocéis  cierta  Diana 

Ix-llísima,  y  perdonadnie 
que  la  alabo  en  vuestros  ojos, 
sin  que  su  belleza  agravie, 
de  cierto  Roberto  hermana, 
parienta  del  Condestíibk- 
«le  Aragón,  que  es  gentilhombre 
de  la  Reina"' 
Día.  Ya  sé  las  partes 

de  esa  dama  cjue  decís, 
porque  en  Xáj>oles  a  nadie 
hace  la  m.-rced  (jue  a  mí: 
siempre  an»lamos  juntíis. 
Ram.  iJadm-, 

el  retrato,  y  estas  joyíis 
«•n  ca.sa  pueden  (juedarse, 
que  de.spacio  las  veréi.s. 
Día  Ix-  la.s  joyas  no  .se  trate, 

que  nu  he  de  tomar  ninguna, 
sólo  el  retrato  dejailuí  •, 


Ram. 


Día. 

I   RA^L 


Día. 
Ram. 

Día. 

Ram. 

Día. 

Ram. 


Cel. 
Día. 


Cel. 


Día. 


Ckl. 
Día 
Ckl 
Día 


que  bien  le  podéis  fiar: 
porque  yo  quiero  enseñarle 
a  la  dama  a  quien  decís. 
Que  no  habrá  quien  mejor  trate 
de  obligarla  a  que  le  quiera. 
Bien  sé  que  puedo  fialle, 
pero  no  puedo  atreverme 
a  que  un  momento  me  falte, 
porque  pedírmele  puede, 
sin  alguna  prenda  grande. 
Esta  cadena. 

Xo  es  cosa 
que  precio  apreciado  vale, 
que  en  fin  es  un  naipe  f  olo, 
aunque  tal  vez  vale  un  naipe 
si  llega  con  buena  suerte, 
que  el  dueño  un  tesoro  gane. 
;Y  si  yo  otro  naipe  os  doy? 
Como  ese  rostro  retrate, 
será  prenda  igual  del  mío. 
Pues  tomad  éste  y  giiardadle. 
¿Cuándo  me  mandáis  volver? 
Volved,  en  diverso  traje, 
mañana. 

Quedaos  con  Dios; 
que  bien  puedo  asegurarme, 
pues  por  el  rostro  de  un  hombre 
llevo  el  retrato  de  un  ángel. 

(Va-.e.) 

¿Qué  has  hecho? 

Dar  principio 
a  un  pensamiento  notable: 
este  flamenco  es  fingido. 
Bien  puede  ser  que  te  engañes; 
pero  estas  preciosas  joyas, 
no  es  posible,  que  no  salen 
de  algiuia  aljaba  de  amor; 
¿por  qué  de  tomar  dejaste 
dos  o  tres  de  las  mejores? 
Que  yo,  como  nmchas  hacen, 
le  pesqué  famosamente 
dos  bellas  randas  de  Irlandés 
y  un  abanillo  de  platíi. 
La  joya  más  importante 
para  mí  es  aqueste  rostro; 
no  diamantes,  no  balajes, 
no  rul)íes,  ni  amatistas, 
(|Ue  adornan  oro  y  esnialtes. 
¿Conoces  al  dueño? 

Sí. 
¿Quién  es? 

Li.sardo. 


JORNADA   SEGUNDA 


593 


Cei. 

No  te  espantes 

tan  cansada  enfermedad. 

que  nv^  admire. 

Rindamos  aqueste  necio, 

Día. 

Ven  couaiigo, 

que  ha  puesto  en  tanto  desprecio 

donde  despacio  te  hable. 

nuestro  ingenio  y  libertad. 

que  el  imposible  mayor 

Conozca  que  la  mujer 

de  cuantos  el  mundo  sabe. 

es  un  vaso  de  cristal. 

es  guardar  una  mujer 

para  el  bien  y  para  el  mal. 

si  ella  no  quiere  guardarse 

IvIS. 

vSí,  porque  puede  tener 
licor  precioso  y  veneno. 

Ram. 

Mire  qué  mal  la  guardó; 

no,  Lisardo,  porque  yo 
darte  el  retrato  condeno; 

mas  por  que  sepa  Roberto 
que  es  guardar,  si  tiene  amor 

JORNADA  SEGUNDA 

una  mujer,  el  mayor 
imposible. 

(Salen  la  Reina  y  I^isardo.) 

Lis. 

Este  concierto 

Reí. 

Ya  de  tu  parte  no  ofenden. 

que  habemos  hecho  adivina, 

Lisardo,  tu  voluntad, 

y  aunque  ha  comenzado  bien  (i). 

si  el  principio  es  la  amistad 

a  pagar  mi  amor  se  inclina. 

de  los  hechos  que  se  emprenden. 

Temo  que  adelante  sea 

Lo  más  tienes  hecho,  en  fin. 

más  cuidadoso  que  agora. 

bien  te  puedes  prometer 

que  en  el  aviso,  señora, 

del  principio,  que  ha  de  ser 

mal  el  engaño  se  emplea. 

alegre  y  dichoso  fin. 

Si  bien  de  aqueste  criado 

Mué.strame  el  retrato. 

gran  confianza  he  tenido. 

Lis. 

Aquí 

pues  sobre  ser  atrevido. 

viene,  señora,  el  retrato. 

tiene  un  ingenio  extremado. 

Reí. 

No  ha  sido  el  pincel  ingrato. 

Con  este  norte  navego. 

Lis. 

Ni  yo  al  dueño. 

Reí. 

¿Tanto  sabe? 

Reí. 

¿Cómo  ansí? 

Lis. 

Es  de  manera 

Lis. 

De  burlas  pensé  querer. 

que  en  Troya  otra  vez  pudiera 

de  veras  la  quiero  ya. 

meter  el  caballo  griego. 

Reí. 

¿Burlaste? 

Reí. 

¿Podréle  ver? 

Lis. 

Presente  está 

Lis. 

No  es  persona 

quien  lo  debe  de  saber. 

digna  de  tus  ojos. 

Pregunta  aqueste  retrato 

Reí. 

Quiero 

si  merece  esta  belleza 

verle  y  hablarle. 

amor. 

Lis. 

¡Rugero! 

Reí. 

La  mayor  tibieza 

enciende,  Lisardo,  el  trato. 

(Sale  un  Paje.) 

Lis. 

No  hay  cosa  más  de  temer. 

PAJ. 

¡Señor! 

Reí. 

Si  sólo  de  ser  tratada 

Lis. 

Advierte,  3'  perdona. 

una  hermosura  pintada, 

que  es  hombre  vil. 

tal  efecto  puede  hacer, 

Reí. 

Ya   lo   entienc 

tema,  Lisardo,  la  viva 

Lis. 

Llama  a  Ramón. 

el  que  comienza  burlando; 

PAJ. 

Voy  por  él. 

que  el  aroor  más  dulce  y  blando 

Reí. 

Tratemos  los  dos  con  él 

tiene  el  alma  vengativa. 

el  engaño  que  pretendo; 

Pero  a  ti  te  está  muy  bien, 

que  no  puede  resultar 

pues  agradecen  tu  amor. 

daño  de  mi  información. 

y  a  mí,  Lisardo,  mejor 
para  entretener  también 

(I) 

Falta  un  verso  a  esta  redondilla. 

XII 


38 


?94 


i:i.    MAYOR    IMPOSlül.i; 


Us. 


Rki. 


Ram. 
Paj. 

Reí. 
Ram. 

Reí. 

Ram. 

Reí. 


Ram. 


Rki. 

Ram. 

Rki. 
Ram 


Y  mientras  viene  Ramón, 
Ivisardo,  te  quiero  dar 

esta  carta  de  mi  esposo, 
si  es  que  mi  esposo  ha  de  ser 
Alfonso. 

Xo  hay  que  temer 
en  concierto  tan  dichoso, 

más  de  aquella  dilación 
que  causa  tu  enfermedad. 
Mas  mira  la  brevedad 
con  que  ha  venido  Ramón. 

Pues  allá  podrás  despacio 
leer  la  carta  mejor. 

(Ramón  y  el  Paje.) 

;A  mí  la  reina? 

Tu  humor 
corre  hasta  el  mar  de  palacio. 

Mas  ya  con  Su  Alteza  estás. 
Aguarda.  Rugero,  afuera. 
¿Sois  vos  Ramón? 

¿Quién  pudiera 
ser  sino  yo? 

Llegaos  más. 

Mucho  me  huelgo  de  veros. 
¿Qué  jardín  o  qué  edificio 
soy  yo? 

El  mayor  artificio, 
desde  los  siglos  primeros 

de  la  gran  naturaleza, 
fué  el  ingenio,  y  el  más  digno 
de  estimación. 

Soy  indigno 
del  favor  de  Vuestra  Alteza; 

mas  tal  vez  Isopo  fué 
al  filósofo,  su  dueño, 
de  provecho,  y  un  pequeño 
ramo  levantar  se  ve 

.sobre  un  muro,  si  él  le  ayuda. 
Grande  artificio  tuviste; 
notable  principio  diste 
a  empre.'-a  de  tanta  duda; 

Lisardo  me  lo  ha  contado, 
el  retrato  tengo  aquí. 
Principio  a  esta  empresa  di 
con  pecho  determinado; 

lo  demás  haga,  señora, 
la  fortuna. 

Tú  has  (le  s(  r 
la  fortuna. 

Si  he  df  iiii((  r 
algo  en  tu  servicio  agora, 

adviértenu-,  que  atjuí  estoy. 


Reí. 

Rendir  aquesta  mujer. 

hasta  que  lo  venga  a  ser 

de  Lisardo. 

Ram. 

Yo  te  doy 

palabra,  que  si  estuviera 

en  su  casa... 

Rki. 

¿Y  no  podrías 

entrar,  por  algunos  días. 

en  ella? 

R.\M. 

Yo  bien  pudiera. 

con  una  cierta  invención. 

donde  no  sólo  la  hablara. 

mas  para  Lisardo  hallara 

puerta,  lugar  y  ocasión; 

mas  es  muy  dificultoso. 

Reí. 

Dila,  a  ver. 

Ram. 

Este  Roberto 

está  tan  desvanecido 

de  que  tiene  parentesco 

con  el  famoso  Almirante 

de  Aragón,  y  el  casamiento 

que  tratas  con  don  Alonso, 

ya  de  Castilla  heredero, 

ha  hecho  comunicarse. 

con  más  amor,  estos  reinos; 

si  me  dieses  seis  caballos 

de  España,  a  fingir  me  atrevo 

con  otros  tantos  criados, 

que  los  llevasen  del  diestro. 

qixe  de  España  los  envía 

el  Almirante  a  Roberto. 

Haré  que  digan  las  cartas 

que  porque  noticia  tengo 

del  modo  de  su  crianza. 

me  manda  quedar  con  ellos. 

Si  quedo  en  casa,  señora. 

como  lo  tengo  por  cierto. 

yo  daré  puerta  a  Lisardo. 

Reí. 

¡Qué  notable  fingimiento! 

Haz  prevenir  seis  caballos. 

Ram. 

^Manda  que  vengan  cubiertos 

de  ricas  mantas. 

Lis. 

La  firma 

del  Almirante,  que  tengo 

en  cartas  suyas,  será 

fácil,  a  lo  que  yo  creo. 

de  contrahacer. 

Ram. 

¿Esto  dudas? 

Con  lo  poco  (jue  yo  entiendo. 

te  la  pintaré  de  molde. 

Rki. 

Si  sales  con  este  enredo, 

.seis  mil  ducados  te  nuuulo. 

Ram. 

Seis  mil  años  el  gobierno 

JORNADA    SEGUNDA 


595 


Reí. 


Ram. 


de  Nápoleg  y  Aragón 
tengas,  y  de  Alfonso  d  Bxicno 
tantos  hijos,  de  los  hijos 
tantos  nietos,  de  los  nietos 
tantos  biznietos,  que  lleguen 
tus  choznos  al  Sacro  Imperio 
de  Roma  y  Constantinopla. 
De  médico  darte  quiero 
salario,  que  mis  cuartanas 
no  tienen  remedio  en  ellos, 
y  de  ti  esperan  salud, 
pues  contigo  me  entretengo. 
Si  yo  soy  médico  tuyo, 
dos  higas  para  Galeno, 
seis  para  Avicena  y  diez 
para  Hipócrates. 

(I'asr  Ix  Reixa.) 


de   que  estoy  perdiendo   el  seso. 
Cel.  Que  ha  destruido,  confieso, 

tus  intentos. 
Día.  ¡Ay  de  mí! 

Pero  no  piense  mi  hermano 
tan  fácilmente  vencer 
im  ingenio  de  mujer, 
porque  es  pensamiento  vano. 

Oue  antes  el  número  incierto 
dirá  de  su  arena  el  mar, 
y  al  cielo  podrá  contar 
todas  sus  luces  Roberto, 

a  los  árboles  las  ramas 


Cel. 
Día. 
Cel. 

Día. 


Lis. 

Yo  pienso. 

Cel. 

Ramón,  que  también  mi  amor 

Día. 

tendrá  remedio  en  tu  ingenio. 

Ram. 

Dame  el  pulso. 

I.IS. 

Estoy  perdido. 

Cel. 

Ram. 

Sangrarte  mañana  quiero 
de  aquestas  desconfianzas; 

que  en  purgándote  de  celos. 

Día. 

quedarás  como  un  halcón. 

Lis. 

Muero  de  amor. 

Ram. 

Y  yo  nmero 

de  amor  de  seis  mil  ducados. 

ROB 

Lis. 

¡Ay,  que  burlando  y  riendo, 
suele  amor  salir  llorando! 

Pul. 

Ram. 

Yo  quemaré  mis  enredos, 
si  se  escapare  mujer 
de  los  tiros  del  dinero. 

(Vanse.) 
(Salen  Celia  y  Diana.) 

ROB 

Ful. 

Cel. 

¿Qué,  te  halló  el  retrato? 

RoB 

Día. 

Sí, 

Fl-L. 


ROB. 

Ful. 

ROB. 


y  a,  las  ramas  verdes  hojas, 
a  quien  ama,  las  congo j;as, 
y  al  fuego  sus  vivas  llamas, 

que  impida  el  aventurarme 
a  ser  nmjer  de  Lisardó; 
porque  si  yo  no  me  guardo, 
¿quién  puede,  Celia,  guardarme? 

¿Pues  qué  remedio  ha  de  haber 
si  su  retrato  te  halló? 
¿Y  para  qué  quiero  yo 
el  ingenio  de  mujer? 

Si  le  halló  en  la  almohada 
de  tu  cama,  ¿le  podrás 
negar,  señora,  que  estás 
de  Lisardo  enamorada? 

Sí,  que  al  instante  escribí 
a  un  criado  de  Lisardo, 
el  remedio  que  ya  aguardo. 
¿Remedio? 

Digo  que  sí, 

y  que  ha  de  quedar  mi  hermano 
desengañado  y  contento. 
Sin  duda,  tu  entendimiento 
excede  al  límite  humano. 

El  viene. 

Y  con  él,  Fulgencio. 

I  }'anse.) 

Sahn  Roberto  y  Fulgencio.) 
Mi  daño  se  declaró. 
Nunca  el  honor  se  perdió 
a  la  sombra  del  silencio. 

En  la  cama  de  mi  hermana 
un  retrato  de  Lisardo; 
¿cómo  en  matar  me  acobardo, 
mujer  tan  loca  y  liviana? 

¿Qué  más  pudieras  decir 
si  al  mismo  Lisardo  hallaras? 
Pues,  Fulgencio,  ¿en  qué  reparas, 
siendo  tan  justo  inferir 

el  deshonor  que  recibo?; 
pues  si  en  su  cama  he  hallado 
hoy  a  Ivisardo  pintado, 
mañana  le  hallaré  vivo. 

Xo  fué  la  dificultad, 
donde  el  honor  se  asegura, 
guardarle  de  una  pintura. 
¿Pues  de  quién? 

De  la  verdad. 

Todo  es  justo  que  me  asombre, 
y  advierte  en  su  falso  trato 
que  por  donde  entró  un  retrato, 
podrá  entrar  después  un  hombre. 


596 


EL    MAYOR    IMPOSIBLE 


Ful.. 


ROB. 


Ful 


Roa. 


Ful. 

ROB. 

Ful. 

ROB 


Ful. 


ROB. 


Día. 

ROB. 

Día. 

Roe. 
Dla. 

Roe. 
Día. 


¡Qué  bien  mi  casa  guardaste! 
¡Qué  bien  la  fié  de  ti! 
Échame  la  culpa  a  mí 
de  lo  que  no  me  mandaste. 

Tu  casa  es  cosa  nmy  llana 
cjue  cuidadoso  guardé; 
pero  no  te  aseguré 
la  voluntad  de  tu  hermana. 

¿Cómo  puedo  yo  guardar 
una  tan  libre  potencia, 
ni  a  un  alma  hacer  resistencia 
para  que  no  pueda  amar? 

¿Qué  hombre  has  hallado  aquí? 
Si  mi  casa  se  guardara, 
ni  aun  este  retrato  entrara, 
y  más  adonde  hoy  le  vi. 

¿Por  dónde  entró? 

¿Vo  qué  sé? 
En  las  ciudades  cercadas 
de  almenas,  lanzas  y  espadas, 
entrar  un  pliego  se  ve, 

tirado  con  una  flecha; 
con  flecha  le  tirarían 
ese  retrato. 

Sí  harían, 
pues  fué  a  la  cama  derecha . 

Pues,  vive  Dios,  que  a  tener 
sangre... 

Di  alguna  quimera. 
Que  el  retrato  la  vertiera. 
¿Es  tu  hermana  tu  mujer? 

\'ilí«imos  hombres  .son 
hermanos,  padres,  parientes 
que  sufren. 

No  los  afrentes 
con  tu  mala  condición. 

Que  sufren  tales  agravios; 
porque  en  llegando  a  maridos, 
me  taparé  los  oídos 
y  me  taparé  los  labios. 

(SaU  DiA.NA  u  escuchar.) 

¿Has   diclio    ya   cuanto   sabes? 
¿Tú  estás  aquí? 

Y  esto}' 
aquí. 

jDc.sdicliado  soy! 
No  suelen   los   hombres  graves 

Jiablar  fie  su  honor  ansí. 
¿  Pues  cónjo? 

Con  más  cordura, 
\}(jTí\\ic  c»  vidriíí,  y  se  avcntut-a... 
va  entiendes. 


RoB.  Si  es  vidrio  en  ti, 

yo  le  doy  por  ya  quebrado. 

Dl\.  Yo  no,  que  Celia  me  dio 

este  retrato  que  halló, 
v  que  en  mi  cama  has  hallado; 

que  si  sospeclicso  fuera, 
claro  está  que  lo  guardara 
después  que  me  levantara. 

RoB.  ¿  Pues  cómo  o  de  qué  manera 

Celia  se  le  pudo  hallar? 

Cel.  \'in¡endo  de  misa  ayer, 

mirando  al  suelo,  por  ser 
más  recatada  en  mirar. 

Vví,.  Espera,  que  por  la  calle 

suena  un  pregón. 

Día.  El  retrato 

pregonan. 

Ckl.  y  no  es  ingrato 

su  dueño,  que  quien  le  halle 
promete  cuarenta  escudos. 

Ful.  Roberto,  cosas  de  honor, 

por  señas  es  lo  mejor 
tratallas,  como  los  mudos. 

Dame  el  retrato,  que  quiero 
certificarme  de  todo. 

(Vase  y  lleva  el  retrato. J 

RoB.  Ve,  Fulgencio,  3'  haz  de  modo 

que  te  asegures  primero. 

Ckl.  Manda  qvie  me  den  a  mí 

los  cuarenta  escudos. 

Ron.  I-uera 

bajeza. 

Cel.  Yo  la  tuviera 

por  grandeza  para  mí. 

RoB.  En  hallazgo  de  mi  honor 

quiero  darte  esta  cadena. 

Cei,.  Ya  me  has  quitado  la  pena, 

con  darme  halla/go  mejor. 

R()15.  Hoy  a  mi  hermana  traeré 

una  joya  de  diamantes, 
v,  de  celos  semejantes, 
el  perdón  le  pediré; 

que  si  supieses,  Diana, 
lo  (jue  me  importa  guardarte, 
disculparías  en  parte 
mis  celos. 

Día.  Yo  soy  tu  hi-rmaiia; 

¿para  (|ué  guardas  me  pones? 
Porque  si  has  de  ser  casado, 
quedarás  mal  enseñado 
en  mayores  ocasiones. 
Nunca  enseñes  a  querer, 


JORNADA  SEGUNDA 


597 


ROB. 


con  despertar  los  dormidos; 
que  es  en  celos  mal  pedidos 
la  mejor  mujer,  mujer. 

Que  si  el  paso  les  allana 
el  aviso  y  la  tercera, 
la  más  diamante  es  de  cera, 
y  la  más  cuerda,  de  lana. 

Los  femeniles  antojos 
nos  destruyen  advertidos, 
que  vemos  por  los  oídos 
más  veces  que  por  los  ojos. 

Que  algún  necio  que  profana 
la  virtud  de  nuestro  pecho, 
a  puros  celos  ha  hecho 
la  más  honesta,  liviana. 

Que  pueden  celos  hacer, 
no  siendo  ocasión  forzosa, 
loca  la  más  virtuosa, 
y  la  de  más  ser,  sin  ser. 

Diana,  perdón  te  pido, 
y  de  tu  honor  satisfecho, 
del  agravio  que  te  he  hecho 
mil  veces  perdón  te  pido. 

Tomaré  enmienda  bastante 
en  la  vergüenza  que  tengo . 

(Sale  Fulgencio.) 


Fui,. 

Satisfecho,  señor,  vengo, 

cuanto  me  ha  sido  importante. 

Las  señas  todas  me  dio. 

de  la  pintura,  un  hidalgo, 

sin  que  discrepase  en  algo, 

y  el  hallazgo  me  ofreció. 

Mas  dije  que  en  esta  casa 

no  se  toma  por  hallar 

retratos. 

ROB. 

Puédole  dar, 

Fulgencio,  de  lo  que  pasa. 

Ful. 

Y  tú  a  mí  mucho  mejor. 

RoB. 

¿Cómo? 

Ful. 

A  la  puerta  te  aguarda 

del  gallardo  aragonés. 

un  presente  y  una  carta. 

ROB. 

¿Del  Almirante? 

Ful. 

Del  mismo. 

ROB. 

¿Presente? 

Ful. 

El  mejor  de  España 

ROB. 

¿De  qué  suerte? 

Ful. 

vSeis  caballos, 

que  cualquiera  de  ellos  basta 

a  dar  a  Córdoba  honor; 

I 

bien  puedes  mandar  mañana 

que  te  empiedren  el  zaguán. 

ROB. 


que  al  son  que  los  frenos  tascan, 
llevan  el  compás  los  pies: 
con  tanto  concierto  danzan. 
Las  armas  del  Almirante, 
las  aragonesas  barras 
traen  bordadas  de  tela 
sobre  cubiertas  de  grana. 
Trae  un  baj-o,  cabos  negros, 
la  crin  en  cintas  de  nácar, 
que  aunque  es  encarecimiento, 
puede  invidiable  una  dama. 
Corto  de  cuello,  un  rosillo 
fuego  por  los  ojos  lanza; 
y  un  castaño,  con  bufidos 
parece  que  al  toro  llama. 
Dos  rucios  son  tan  iguales, 
que  no  harán  en  una  entrada, 
en  España,  diferencia, 
digo  en  sus  juegos  de  cañas. 
Bizarro  muerde  un  overo 
el  bocado,  con  tal  gala, 
que  me  obligó  a  descubrille, 
por  las  cubiertas,  las  ancas. 
Todos,  en  fin,  son  de  suerte 
que  en  el  carro  de  la  Fama 
perdieron  de  ir  solamente, 
por  ser  de  colores  varias. 
Da  licencia  al  que  los  trae, 
para  que  te  dé  las  cartas. 
Entre  mil  veces,  Fulgencio. 

(Entra  Ramón,  ga  án.) 


Ram. 

Dame  esos  pies. 

ROB. 

Mucho  errara 

♦ 

a  quien  los  brazos  merece, 

que  son  las  puertas  del  alma. 

¿Venís  bueno? 

Ram. 

Y  muy  honrado 

de  serviros. 

ROB. 

¿Cómo  os  llaman? 

Ram. 

Don  Pedro. 

ROB. 

Señor  don  Pedro, 

esta  es  vuestra  propia  casa. 

Ram. 

Esta  es  del  Almiranle, 

mi  señor. 

ROB. 

Quiero  be 'arla. 

Ram. 

Leed,  mientras  voy  a  dar 

un  recado  a  vuestra  hermana. 

Dadme,  señora,  los  pies. 

Día. 

Seáis  bien  venido. 

Ram. 

Madama, 

yo  no  sé  las  cortesías. 

xii  de  esta  tierra  la  usanza. 

i98 


KL    MAVOk    IMPOSini.i: 


Día. 

Ci:u. 
Día 

Ci:i. 

Ron 


El  Almirante  me  dio 
fU  esta  pequeña  caja 
cierta  joya. 

Celia,  escvieha 
líscucha.  Celia 

;Q}1í:  mam'as- 
¿Xo  es  éste  el  trances  que  trujo 
ti  retrato,  Ctlia? 

Calla, 
que  te  engañan  los  deseos. 
CMd  esta  carta,  Diana, 


(I.ee  ¡a  carta.) 
«Mi.utras  nos  vcm^s  en  Xápole.s,  primo  y 
señor  mío,  que  ya  se  queda  aprestando  el 
Príncipe,  mi  señor,  envío  a  ^-uestra  st noria  esos 
caballos,  suplicándole  no  tenga  a  servicio  ti 
enviárselos,  sino  el  llevárselos  don  Pedro,  mi 
caballerizo,  para  que  se  los  gobierne,  a  quien 
suplico  honre  en  su  casa,  que  es  hidalgo  que  lo 
merece.  Dios  guarde  a  ^-uestra  señoría.-  -El  A  l- 
miranti'  ae  Nápoks  y  Aragón.» 

Mucha  razón  ha  tenido 

mi  primo,  de  encarecer 

al  (ju.-  los  viene  a  traer. 
Día.  La  mayor  merced  ha  sido. 

Ram.  Soy  muy  vuestro  servidor. 

RoH.  Con  tu  licencia,  los  quiero 

ver. 
Día.  Yo.  aunque  mujer,  espero 

el  verlos  despué.s  mejor. 
RoB  ¿Cómo? 

Día.  Porque  irás  en  ellos. 

Ron  Favor,  coma  tuyo. 

Ra.m.  Voy 

d.ilante. 
R'íH  A  fe  de  quien  .soy 

que  he  de  estar  loco  con  ello.s. 

(  l'ame  Ramón  >•  Küuiírto.; 

Día  Mientras  los  caballos  mira 

Roberto,  al  fin,  caballero, 
mirar  mis  diamantes  quiero. 
¡Ay!,  ¿qué  es  esto? 

Cki..  ¿Qué  te   admira? 

Día  S<j1o  anuí  viene  un  pajKl. 

Cki..  ¿Papel  sólo? 

Día  .\brirle  quiero; 

que  si  no  me  engaño,  espero 
mayores  joyas  en  él. 

(Lee  el  l'apcl.) 
«Diana  hermosa:   Las  esperanzas  de   tu   ce- 
loso  hermano,    mis   dirigidas   a   susteiitar   su 


opinión  que  procurar  tu  remedio,  me  obli- 
s;an  a  solicitar  con  industria  lo  que  fuere  im- 
posible de  otra  suerte;  a  tu  retrato  di  lugar 
lu  el  alma  y  para  hablarte  hice  que  ese  astu- 
to criado  mío  fingiese  venir  de  España  con  ese 
presente;  dale  la  orden  que  te  parezca  más  a 
propósito,  que  yo  para  ser  tuyo,  pondré  m.i  vida 
a  tantos  peligros  como  la  fortuna  (juisierc, 
l'.a^ta  que  seas  mía. — Lisardo.» 

¡A}-,  Celia,  bien  sospeché 
cuando  el  hombre  conocí! 
C];i..  Mucho  aventura  por  ti. 

Día.  Amor  el  primero  fué 

(lue  dio  principio  al  engaño. 
Tur])ada  estoy. 
Cki..  Con  razón. 

Di.\.  No  nace  mi  confusión, 

Celia,  de  temer  mi  daño. 
Cki,.  ¿Pues  de  qué? 

Día.  De  no  saber 

si  es  cierta  la  voluntad 
de  Lisardo. 
Ckl.  El  ser  verdad 

lo  da  el  peligro  a  entender. 
Día.  vSi  nace  de  una  porfía 

este  amor,  no  será  amor. 
Cki..  Mucho  ofende  tu  valor 

tal  desconfianza. 
Día.  Es  mía. 

Cki,.  ¿Tú  quiéresle  bien? 

Día.  Le  adoro. 

Ciíi..  ¿Pues  cuál  tan  necia  mujer 

no  sabe  hacerse  querer 
sin  perder  de  su  decoro? 

¿No  has  visto  un  esgrimidor, 
que  una  herida  imaginada 
tienta  la  contraria  espada 
para  acertarla  mejor? 

¿Y  no  has  visto  al  cjue  torea 
no  acometer  sin  mirar 
jior  dónde  podrá  .sacar 
el  caballo,  que  de.sea 

que  salga  libre  del  toro? 
Pues  tal,  señora,  ha  de  ser, 
con  el  hombre,  la  mujer, 
para  guardar  su  decoro. 

Tiéntale  la  voluntad 
antes  de  entregarle  el  alma, 
(jue  más  llana  que  la  palma 
conocerás  la  verdad. 
Día  ¿Luego  los  hombres  uo  saben 

fingir"^ 


JORNADA    SEGUNDA 


59¿> 


Cei,.  lya  mujer  discreta 

no  da  lugar  a  esta  treta, 
para  que  después  se  alaben. 
¿Quién  no  sabe  enamorar? 
Tuviera  yo  tu  hermosura, 
que  yo  hiciera  a  la  más  dura 
piedra  en  cera  transformar. 

Que  muchos  hombres  llegaron 
con  ánimo  de  fingir, 
que  no  aciertan  a  salir 
de  donde  burlando  entraron. 


Día. 


Ram. 


(Sale  Ramón.) 

Día. 

Ram. 

¿Puédote  seguro  hablar? 

Día. 

.    La  carta,  Ramón,  leí, 
Lisardo  me  pide  aquí, 
por  esta  invención,  lugar 

para  verme  con  secreto; 
pero  yo  confusa  estoy. 

Ram. 

Ham. 

Si  yo  el  remedio  te  doy, 
¿tendrá  su  esperanza  efeto? 

Día. 

¿Qué  remsdio  puedes  darme? 

Ram. 

¿Ya  no  estoy  en  casa? 

Día. 

Si. 

Ram. 

Yo  hallaré  puerta. 

Día. 

Es  ansí, 
mas  será  para  matarme; 

que  está  mi  hermano  advertido. 

y  apenas  entra  criado 

Día. 

sin  ser  mil  veces  mirado 

Ram. 

y  otras  mil  reconocido. 

Día. 

Ram. 

Pues  ésa  ha  de  ser  la  gala, 
y  esta  noche  te  ha  de  ver. 

R.\M. 

Día. 

¿Cómo,  si  al  anochecer. 

desde  la  cuadra  a  la  sala, 

Día. 

está  hecho  centinela 

Ram. 

hasta  que  me  acuesto  yo? 

Día. 

Ram. 

¿Es  tu  hermano  lince? 

Día. 

No; 

pero  está  avisado,  y  vela. 

Ram. 

Ram. 

¿No  hay  jardín  en  esta  casa? 

Día. 

Y  con  una  hermosa  fuente. 

Día. 

Ram. 

Pues  haz  que  en  ese  jardín, 
contigo  esta  noche  cene, 
que  yo,  después  de  cenar, 
haré  que  conmigo  juegue 
o  se  entretenga  algún  rato; 
mientras,  levantarte  puedes 
a  hablar  con  Lisardo. 

Ram. 

Día. 

¿Estás 
loco? 

Ram. 

Lo  que  digo  entiende, 

que  yo  te  pondré  a  Lisardo 

I        (i)     Hart 

entre  yedras  o  laureles. 
La  fuente  tiene  unos  arcos 
de  arrayán  en  las  paredes; 
pero  es  imposible  entrar 
Lisardo;  que  él  mismo  (i)  tiene 
las  llaves,  o  aquel  Fulgencio, 
que  es  su  alcaide  o  su  teniente. 
Vestido  de  ganapán, 
haré  que  Lisardo  entre 
con  licencia  de  Fulgencio, 
si  la  noche  lo  concede, 
con  un  arca  de  mi  ropa. 
Sí,  ¿pero  no  ves  que  tiene 
de  salir  luego? 

Es  verdad, 
pero  el  mismo  engaño  es  ése: 
porque  dentro  de  un  vestido 
han  de  venir  dos,  de  suerte 
que  un  cuerpo  sólo  parezca, 
que  el  arca  forzosamente 
los  cubrirá  d?sde  alto; 
y  luego  que  me  la  dejen 
en  mi  aposento,  saldrá 
el  hombre  que  con  él  fuere, 
y  quidaráse  Lisardo, 
para  que  después  le  lleve 
al  jardín,  donde  te  hable, 
antes  que  Roberto  llegue. 
¿Dos  hombres  en  imo? 

Sí. 
¿Y  si  sacan  luz  cuando  entren? 
Haré  5^0  que  con  el  paje 
quien  trae  el  arca  tropiece, 
por  que  le  mate  la  luz. 
¡Qué  temor! 

No  ama  quien  tem?. 
Aliora  bien,  esto  es  amor. 
El  de  noche  se  entretiene 
con  dos  criados  que  cantan. 
Pues  haz  que  al  jardín  los  lleve, 
que  será  linda  ocasión. 
Habla  a  mi  Lisardo. 

Tenme 
por  hombre,  que  has  de  ser  suya 
y  él  tu  esclavo  eternamente, 
o  no  ha  de  haber  en  el  mundo 
noche  encubridora  siempre. 
Transformaciones  de  Ovidio, 
jardines,  yedras  y  fuentes, 
arcas,  ganapanes,  llaves, 
celos,  necios  y  alcahuetes. 


Hartz.  enmendó  «uii  hermano». 


6oo 


EL    MAYOR    IAIPOSIBLH: 


Día.  IJévale  esta  banda. 

R-\M.  Muestra. 

Día.  Di  que  del  color  se  acuerde. 

Ram.  Plega  a  Dios  que  a  posesión 

tales  esperanzas  lleguen. 

(Vanse.) 

( Salen JL.I&KV.OO  y  Alb.vno.) 

TjSARDO. 

Agravio  hiciera  a  la  amistad,  Albano, 
que  los  dos  profesamos  tan  estrecha, 
*si  no  os  dijera  la  verdad. 

Albaxo. 

En  vano, 
\-uestro  silencio  me  causó  sospecha. 
Bien  sé  que  amor,  dulcísimo  tirano, 
pasó  ^•uestra  alma  con  dorada  flecha; 
que  siempre  esta  pasión  es  conocida 
en  la  nueva  mudanza  de  la  vida. 

De  los  amigos,  y  aim  de  si  pretende, 
quien  ama,  retirarse,  y,  apartado, 
de  quien  más  se  fiaba,  se  defiende; 
consejo  sólo  trata  su  cuidado; 
la  compañía  y  la  amistad  le  ofende, 
hasta  el  punto  que  sabe  que  es  amado; 
que  entonces  el  placer  miímo  le  obliga 
a  que  le  aumente,  comunique  y  diga. 

Lisardo. 

Albano:  yo  no  amé  por  accidente; 
a  Diana  amé  por  elección,  Albano; 
la  Reina,  melancólica  y  doliente, 
autora  fué  de  lo  que  pierdo  o  gano. 
Por  dalla  gusto  amé;  mas  nadie  intente 
amar,  que  tiene  la  oca.sión  en  mano, 
la  puerta  abierta,  amor  para  la  entrada, 
y  los  sucesos,  al  salir,  cerrada. 

Tal  vez,  al  parecer,  la  blanca  aurora 
sale  serena,  y  llueve  al  mediodía; 
tal  vez  que  panla  y  rk-.scontenta  llora, 
ton  más  rayos  el  .sol  de.spués  envía. 
Y  así  tal  vez  de  burlas  se  enamora 
quien  de  su  eugaño  y  libertad  confía, 
y  así  mi  engaño,  Albano,  no  parece 
sale  con  sol.  con  agua  me  antK-hece. 

Al.IlANO. 

!)<•  Iri  (orresyKiUílencia  el  amor  n;u< 
I.lSAkrxj. 
Ansí  lo  dijo,  a  Venus,  cierta  dioia. 


AlBANO. 

Luego  si  os  ama  a  quien  amáis,  no  os  hace 
agravio  amor. 

Lisardo. 

La  condición  celosa 
de  Roberto  me  mata. 

Albano. 

Annque  más  trace 
guardar  su  hermana,  es  imposible  cosa, 
que  del  principio  que  me  habéis  contado 
5'a  he  visto  su  locura  en  su  cuidado. 

Mirad  si,  con  la  vida  y  con  la  hacienda, 
os  puedo  yo  servir. 

Lisardo. 

Besóos  las  manos. 
La  Reina,  que  me  manda  que  esto  emprenda, 
hará  los  pasos  al  camino  llanos; 
por  le  demás,  cuando  el  peligro  entienda 
amenazar  mis  pensamientos  vanos, 
mi  vida  fiaré  de  vuestra  espada. 

Albano. 
Xo  os  doy  la  mía,  que  os  la  tengo  dada. 

(Sale  Ramón.) 

Ramón. 

¿Habíate  de  hallar? 

Lisardo. 

¿Dónde  vas,  necio? 

Ramón. 


¿Podrcte  hablar? 


Lisardo. 
El  alma  mi^ma  fío 


de  Albano. 


Ramón. 
Y  con  razón. 


J,ISARDO. 


un  leal  amigo. 


No  tiene  precio 


Ramón. 


Y  un  señor  tan  mío. 
Los  caballos  llevé,  que  harán  de.'^precio 
a  los  del  sol  por  el  invierno  frío, 
que  es  cuando  sacan  para  el  ticmjw  iguales 
paramentos  de  granas  orientales. 

I/a  carta  recibió,  diónie  apo.sento; 
di  la  tuya  a  Diana  y  quiere  hablarte. 


JORNADA   SEGUNDA 


60 1 


¿Hablarme? 


LlSARDO. 

Ramón. 

Aquesta  noche. 

LlSARDO. 

Tal  contento 
a  peso  de  oro  intentaré  pagarte; 
mas  paréceme  loco  atrevimiento 
a  tan  grande  peligro  aventurarme. 

Ramón. 
Más  te  parecerá  después  de  visto. 

LlSARDO. 

¿Qué  manzanas  hespéridas  conquisto? 

¿Qué  reservado  vollocino  de  oro? 
¿Qué  nuevo  mar  que  nunca  sufrió  nave? 
¿Qué  dragón  fiero,  qué  encantado  toro? 

Ramón, 

Artes  de  Medea  vencellos  sabe. 
Mientras  guarda  el  avaro  su  tesoro, 
forja  el  ladrón  la  cautelosa  llave, 
Los  dos  habéis  de  entrar. 

LlSARDO. 

¿Los  dos? 

Ramón. 

De  todo 
sabréis  despacio,  en  nuestra  casa,   el  modo: 

Lisardo  ha  de  quedar,  y  saldrá  Albano; 
pero  no  os  detengáis,  que  ya  la  frente 
inclina  el  sol  al  húmedo  Océano, 
y  oro  y  púrpura  baña  el  occidente. 

LlSARDO. 

Albano  amigo:  no  hay  peligro  humano 
que,  si  me  ayudas  tú,  mi  amor  no  intente. 


Fen. 
Día. 

Fen. 
Día. 

Fen. 

Día. 
Fen. 


Mil  vidas  perderé. 


Albano. 

Ramón. 
Seguidme. 

LlSARDO. 

¿Dónde? 
Ramón. 

La  noche  calla,  y  el  callar  responde. 

(Vanse.  Salen  Roberto,  Diana,  Feniso  r  Músicos.) 

ROB.  Pues  mi  hermana  me  convida. 


ROB. 


bien  os  puedo  convidar; 
y  porque  os  pueda  obligar, 
([uiero  que  lo  mismo  os  pida. 
Si  de  honrarme  sois  servida, 
la  cena,  señora,  aceto. 
Convidado  tan  discreto 
reciba  la  voluntad, 
que  siempre  la  brevedad 
fué  causa  de  algún  defeto. 

Hallaréis  tantos  en  mí, 
que  solos  se  echan  de  ver 
que  no  tengáis  que  temer. 
Xo  me  respondáis  ansí, 
sino  entretened  aquí 
la  conversación  un  rato, 
mientras  de  servircs  trato. 
Hacerme  merced,  diréis 
a  que  nunca  me  hallaréis 
desobligado  ni  ingrato. 

Yo  voy,  con  ^n^estra  licencia. 
(Vase.) 

Volved,  hermosa  Diana, 
que  luna  tan  soberana 
suplirá  del  sol  la  ausencia, 
y  mirad  que  esa  presencia 
daba  tal  vida  a  las  flores, 
que  esforzaban  sus  colores; 
y  esta  fuente  natural, 
sobre  jaspes  de  cristal, 
cantaba  versos  de  amores. 

Xo  será,  amigo  Roberto, 
lisonja  aquesta  alabanza, 
si  a  los  méritos  alcanza 
de  su  valor  claro  y  cierto; 
y  del  que  tiene  hoy,  advierto 
que  os  ha  de  hacer  muy  dichoso. 
Antes  estoy  temeroso 
de  mi  fortuna  en  tenella, 
que  cuanto  es  dichosa  y  bella, 
estoy  yo  necio  y  dichoso(i). 

Y  pues  que  llega  ocasión, 
y  sois  mi  mayor  amigo, 
sabed  que  son  mi  castigo 
su  hermosura  y  discreción. 
Aquella  proposición 
que  hice  en  la  junta  pasada, 
me  tiene  el  alma  turbada; 
pues  dije  que  puede  ser 
el  guardar  una  mujer, 
aunque  esté  determinada. 


(i)     Así  en  el  ori^íinal.  Hartz.   enmendó  ..inquieto  y 
celoso». 


602 


EL    MAYOR    IMPOSIBLE 


V  no  sé  si  es  mi  temor, 
que  en  cuidado  semejante 
no  hay  sombra  que  no  me  espante, 
que  es  muy  medroso  el  honor. 
Pienso  que  la  tiene  amor 
Lisardo;  pero  no  puedo 
hacer  más  que  tener  miedo 
y  guardarla  neciamente, 
pues  hasta  la  \'ulgar  gente 
sabe  que  obligado  quedo. 

Fen.  Tenéis  razón  de  tener 

pena  de  lo  prometido, 
que  ya  la  fama  ha  corrido, 
y  os  han  de  intentar  vencer. 
El  guardar  una  mujer 
tiene  mil  peligros  claros; 
pero  quiero  aconsejaros 
que  lá  caséis,  con  que  cesa 
toda  la  propuesta  empresa, 
y  nadie  podrá  culparos. 

ROB.  ¿Con  quién  os  parece  a  vos, 

de  los  que  en  la  corte  están? 

1-Y.N.  Si  no  muy  rico  y  galán, 

yo  soy  muy  noble,  por  Dios, 
y  siendo  amigos  los  dos 
me  daréis  \-uestro  cuidado. 

Roe.  Yo  lo  doy  por  concertado, 

y  vos  os  la  guardaréis. 

I-'íix.  La  mano. 

RoB.  Aquí  la  tenéis, 

que  es  más  que  quedar  firmado. 

(Sale  FcLCENCio.) 

Fri..  Don  Pedro  llama  a  la  i:ueila 

con  un  hombre,  que  cargado 

viene  de  un  cofre. 
RoB.  ;Xo  ha  estado 

la  puerta  hasta  agora  abierta? 
Ful.  No,  señor,  ni  se  abrirá 

sin  tu  licencia. 
RoB.  Abrir  puede.s, 

con  que  asegurado  quedes, 

y  salga  el  hombre. 
VvL.  Sí  hará, 

que  hasta  que  vuelva  a  salir 

me  pienso  a  la  puerta  e.star, 
RoB.  I^es  acabad  de  cerrar, 

que  no  ha  de  volverse  a  abrir. 
Ful.  Vo  voy. 

RoB.  Cuidado,  l-ulgtini«j. 

Ful.  Ya  está  todo  preveni<lfA 

RoB.  Aun  «8  temprano. 

Día.  He  íjui-rido 


Fex. 


Mus. 

Fen. 

.Mus. 


Día. 
Cel. 
Día. 

Fen. 


Mus. 


que,  en  este  mudo  silencio 
las  voces  de  dos  criados 
ayuden  a  los  cristales 
de  esta  fuente. 

Y  serán  tales, 
que  puedan  ser  envidiados 
de  las  aves,  que  estarán 
entre  esas  ramas  oyendo 
lo  que  mañana  diciendo 
por  esas  selvas  irán. 
¿Hay  algo  nuevo? 

Una  historia 
famosa. 

¿Es  de  buena  mano? 
Cierto  poeta  temprano, 
que  escribe  por  vanagloria, 

nos  la  dio  por  fruta  nueva. 
¡Celia! 

¡Señora! 

Xi  un  pimto 
te  muevas  de  aquí. 

Pregunto: 
¿hay  amante  que  se  eleva 
en  alta  contemplación? 
¿Hay  ojos  negros  o  verdes? 
Tiempo  en  preguntarlo  pierdes; 


cena  y  oirás  la  canción. 

ROB. 

¡Diana! 

Día. 

¡Señor! 

ROB. 

Escucha. 

Día. 

¿Qué  quieres? 

ROB. 

Que  estés  con  gusto 

que  darle  a  Feniso  es  justo. 

Día. 

¿Por  qué  razón? 

ROB. 

Porque  es   nmcha 

habiendo  de  ser... 

Día. 

¿Qué  más? 

ROB. 

¿Diré  tu  marido? 

Día. 

No. 

RoB. 

Pues  palabra  he  dado  yo 

de  que  su  mujer  serás. 

Día. 

¿Tan  apriesa? 

RoB. 

Esto  ha  de  ser. 

Día. 

Entra,  Roberto,  a  cenar, 

que  te  debes  de  cansar 

de  guardar  una  mujer. 

(I'ansc  los  dos.) 

Cel.  Lisardo  tarda;  no  creo 

que  ha  de  ser  posible  entrar, 
que  suele  amor  mal  lograr 
(U-  un  alma  el  justo  deseo. 
Mas  Fulgencio  viene  aquí. 


JORNADA  SEGUNDA 


60^ 


(Salen  Fulgej:cio  y  Albano  en  hdbi'.o  de  ¿unalnin.) 

Vvi..  ¿Dejastes  el  arca  ya? 

Ai.H.  Ya  adonde  ha  de  estar  está, 

que  no  fué  poco. 

Fui..  ¿Es  ansí? 

Alb.  ¿Cómo  andáis  con  tal  cuidado? 

Fui,.  Tiene  Roberto  enemigos. 

Ai.B.  Hombre  de  tantos  amigos, 

¿se  encierra  tan  recatado? 

A  la  fe,  debe  de  ser 
la  hermosura  de  su  hermana, 
y  teme,  como  es  Diana, 
que  salga  al  anochecer. 

Pues  advertirle  por  mí 
de  que  os  dijo  un  ganapán 
de  los  que  en  la  plaza  están 
y  que  un  arca  trujo  aquí, 

que  no  se  canse  en  tener 
un  cuidado  tan  terrible, 
porque  el  mayor  imposible 
es  guardar  una  mujer. 

Ful.  Salid  noramala  allá. 

¡Ved  cuál  anda  nuestro  honor! 

(Vanse  los  dos  y  salen  T.,tsardo  r  R.\món.) 

Lis.  ¿Fuese? 

Ram.  Ya  se  fué,  señor. 

Lis.  ¿Está  aquí  Celia? 

Ram.  Aquí  está. 

CEL.  Cansada  estoy  de  esperarte. 

Lis.  De  milagro  entrado  habernos 

Albano  y  yo. 
Cel.  Ya  le  lleva, 

con  gran  cuidado  Fulgencio. 
Lis.  ¿Cenan  ya? 

Cel,.  Cenando  están, 

y  para  entretenimiento 

o  para  mayor  ruido, 

Diana  venir  ha  hecho 

dos  músicos. 
Lis.  ¿Dónde  dice 

que  he  de  estar? 
Cel.  En  este  hueco 

de  los  arcos  de  esta  fuente. 
Lis.  Celia,  desnudarme  quiero; 

que  no  me  ha  de  ver  Diana 

en  el  hábito  que  vengo. 

Toma,  Ramón,  este  sayo. 
Cel.  ¿Qné  traes  debajo? 

Lis.  Un  peto 

de  armas,  y  en  un  tahalí 

dos  pistolas. 
Cei,.  Como  cuerdo. 


Lis. 


Ram. 

Cel. 
Ram. 
Cel. 
Ram. 


Cel. 

Ram. 

Cel. 


Ram. 


Dame,  Ramón,  esa  espada; 
que,  pues  prevenido  vengo, 
y  enamorado,  en  tus  manos 
dejó  fortuna  el  suceso. 
Aquí  me  escondo. 

Y  yo  me  entretengo 
contigo. 

Temo  quererte. 

Y  yo  que  me  quieras  temo. 
¿Por  qué? 

Porque  soy  amando, 
favorecido,  tan  tierno, 
que  no  hay  nieve  al  sol  que  fornie 
tantos  puros  arroyuelos. 
Persona  soy  que  una  noche 
dije  a  un  gato  mil  requiebros, 
porque  en  un  balcón  movía 
la  cola  sobre  unos  tiestos. 
Para  mí  cualquier  mujer, 
como  me  diga  «yo  os  quiero», 
acabóse,  muerto  soy. 
Pues  no  es  bueno  amar  tan  pre^to. 
Yo  no  puedo  más. 

Pues  yo, 
los  hombres   quiero,   y  los  puercos 
gruñidores  y  bellacos. 
Pues  a  una  artesa  por  ellos. 


(Salen 

Roberto,  Diana.  Fexiso  y  Músico-.) 

ROB. 

Sacadnos  sillas  aquí. 

Fen. 

Corre  aquí  más  fresco  el  viento, 

porque  estas  fuentes  le  dan 

las  perlas  que  va  esparciendo. 

Día. 

Cantad  algo. 

Mus. 

Una  letrilla, 

aunque  no  es  nueva,  diremos. 

ROB. 

¿Quién  e.stá  aquí? 

Ram. 

Yo,  señor. 

Roe. 

¿Don  Pedro? 

Ram. 

El  mismo. 

ROB. 

¡Oh,  don  Pe- 

^Trujisteis  vuestros  vestidos?     [dro 

Ram. 

En  mi  aposento  los  tengo; 

que  me  ha  costado,  señor, 

trabajo  y  mucho  el  traerlos. 

ROB. 

¿Habéis  cenado? 

Ram. 

A  eso  voy. 

ROB. 

¿Los  caballos  están  buenos? 

Ram. 

Todos  están  boca  abajo. 

ROB. 

Creólo. 

Ram. 

Es  caso  muy  cierto. 

Rob. 

Tiene  humor. 

Ram. 

Y   hartos   humores 

6o4 


F.l.    MAYOR    IMP0S1BL1-: 


ROB. 
MUS. 


RoB. 
Día. 

R«)B. 

Día. 


RoB. 


Día. 


R(ÍB. 


Día. 


RoH. 

lliS. 
ROB. 
I-KN. 

Día. 

I- EN. 
Día. 

I-K.N 

Día. 


HlíN. 


Ro». 
Vks. 


Va  de  letra. 

Estad  atento: 

♦Madre,  la  mi  madre, 
guardas  me  ponéis; 
que  si  yo  no  me  ^ardo, 
mal  me  guardaréis.» 

Xecia  letra. 

Antes  di.screta. 
¿Por  qué? 

Porque  la  mujer 
no  puede  gtiarda  tener 
más  conforme  y  más  discreta. 
¿Pues  no  la  puede  guardar 
un  hombre? 

Roberto,  sí; 
Tuas  si  ella  se  guarda  así, 
; quién  la  puede  conquistar? 

Yo  sé  que  a  cierta  mujer 
pretenden,  y  que  aunque  quiera, 
no  podrá  hacer  de  manera 
cjue  llegue  a  más  de  querer. 

Pues  yo  sé  de  otra  guardada 
que  está  gozando  su  amante, 
y  está  el  celoso  delante. 
Toda  esta  cifra  me  agrada, 

Feniso,  porque  es  por  ti. 
¿Por  mí? 

Sí. 

Dichoso  yo... 
Fuentes,  decidles  que  no, 
y  a  vuestra  sombra  cjue  .'•í. 

Oue  merezco  tanto  bien. 
Tanto,  que  no  hay  bien  mayor. 
Fuentes,  cantadme  el  favor 
en  NTiestras  aguas  también. 

Fuentes  que  bañáis  la  cara 
cf)n  \'uestro  blando  rocío 
de  aquel  amado  bien  mío, 
mi  fe  corre  a  vos  más  clara: 

estas  nuevas  le  llevad. 
.\rboles  de  este  jardín: 
decid  que  aquí  puso  fin 
la  mayor  felicidad, 

porque  aquí,  como  Medcjrcj, 
jKxlré  escribir  mi  ventura, 
en  esta  corteza  dura 
si  es  digna  de  tal  te.sf)ro. 

Con  esto  y  \Tiestra  licencia, 
me  voy,  que  parece  tarde. 
Yo  os  acompaño  a  la  puerta, 
que  es  fuerza  tomar  las  llaves. 
PrjT  eso  os  daré  logar; 


Día. 


Cet.. 
Día. 


Lis. 


el  cielo,  señora,  os  guarde. 

(l'íDiSi-  y  quedan  Cf.li.\  y  Di.'VNA.) 

Y  a  vos  os  haga  dichoso. 
¡Hola!,  dejadme  wn  instante; 
cierra  la  puerta  al  jardín, 
Celia,  que  quiero  bañarme. 
Ya,  señora,  está  cerrada. 
Mármoles,  pórfido.s,  jaspes 
que  al  cristal  de  aquesta  fuente 
le  servís  de  eterno  engaste, 
dadme  el  bien  que  me  tenéis. 

(Sale  l,IS.4RDO.) 

Xo  pidas,  señora,  que  hablen 
las  piedras,  sino  las  almas 
que  escuchan  palabras  tales. 
Quien  te  ha  dicho  que  es  porfía 
el  venir  a  enamorarte, 
miente,  que  no  et>  sino  amor, 
que  de  tu  hermo.sura  nace. 
Xo  eres  tú  para  elecciones, 
ni  para  burlas  de  amantes  (i), 
sino  la  cosa  más  bella, 
más  regalada  y  suave 
que  obró  (2)  la  naturaleza 
ccn  milagro  semejante, 
dando  a  un  cuerpo  cristalino 
por  alma  dichosa  un  ángel. 
Verdad  es,  Diana  hermo.sa, 
como  la  Reina  lo  sabe, 
que  tu  hermano  dio  en  decir 
que  tiene  por  cosa  fácil 
el  guardar  una  nmjer; 
mas  que  no  pudo  obligarme 
aquesto  sólo  a  fiuererte, 
porque  muchos  años  antes 
eras  tú  dueño  del  alma 
que  agora  he  venido  a  darte. 
T,a  Reina  quiere,  Diana, 
que  te  sirva,  y  esto  baste, 
para  .saber  que  no  ]nu(lo, 
cuando  quisiera  burlarme; 
de  veras  te  adoro  y  quiero; 
no  dudes  de  que  te  cases 
conmigo  y  de  que  la  Reina 
ha  de  abonar  mis  verdades, 
haciéndonos  mil  mercedes. 
¿Qué  respondes? 


(i)     l'.ii  el  c)rÍRÍ«ial,  por  errata  <•!  >ianiaiues». 
(2)     liJi  el    orÍKÍi)al    '•(lii'i.i.  I, a  ciiiiiiiiKla  es  de    Ilart- 
zcnbiiseh. 


TORNADA    TPRCF-RA 


605 


Día. 


Lis. 
Día. 

Lis. 
Día. 


Lis. 
Día. 


Lis. 
Día. 

Lis. 


Día. 


Lis. 
Día. 


Lis. 


Que  me  pagues 
tan  grande  amor,  señor  mío; 
pues  siendo  el  alma  tan  grande, 
como  sujeto  infinito, 
apenas  en  ella  cabe. 
Que  de  burlas  o  de  veras 
hables  en  mi  amor  [no  hables]  (i) 
en  que  yo  t2nga  otro  dueño, 
aunque  mil  vidas  me  falten. 
A  grande  peligro  estás, 
puesto  que  lie  visto  que  traes 
armas,  en  defensa  tuya. 
Por  ser  tú  Venus,  soy  Marte; 
¿qué  hará  tu  hermano? 

No  sé; 
pienso  que  querrá  encerrarme, 
luego  que  cierre  las  puertas 
y  que  aguarda  que  me  lave. 
¿Pues  dónde  podré  yo  estar, 
para  que  esta  noche  pase 
larga  y  pesada  sin  ti  ? 
Si  tú  quisieses  jurarme 
que  estarás  donde  yo  puedo 
ponerte  y  donde  descanses, 
sin  dar,  por  dicha,  ocasión 
a  que  mi  hermano  nos  mate, 
bien  sé  yo  dónde  estarás. 
¿Dónde? 

Un  oratorio  cae 
junto  a  mi  cama,  y  en  él 
serás  esta  noche  imagen. 
A  lo  menos,  bien  podré 
decir  que  de  amor  soy  mártir. 
Pero  no  te  has  de  mover, 
que  sus  celos  desiguales 
han  hecho  que  junto  a  mí 
tenga  su  cama. 

Si  hablarte 
puedo,  cuando  esté  durmiendo; 
pues,  como  en  efecto,  baje 
la  voz,  no  hay  de  qué  temer 
que  podamos  despertalle; 
mi  bien,  el  partido  acepto. 
Podrás  y  podré  fiarme, 
pues  te  ha  de  obligar  el  miedo 
a  que  hables  quedo,  o  que  calles. 
¿Tú,  en  efecto,  ya  eres  mía? 
No  será  la  muerte  parte 
para  apartarme  de  ti. 
¿Tví,  mi  bien,  podrás  dejarme? 
Primero  el  mayor  amigo 


Día. 
Cei.. 
Día. 


Lis. 
Día. 

Lis. 

Día. 


Ram. 

Cel. 

Ram. 
Cei.. 
Ram. 
Cel. 


Ram. 
Cei.. 

Ram. 


con  una  traición  me  mate, 
o  del  enojado  cielo 
rayos  el  pecho  me  pasen, 
cuando  de  sus  altos  polos, 
en  confusas  tempestades, 
del  lazo  eterno  parece 
que  procuran  desatarse. 
¡Celia! 

¡Señora! 

Detrás 
de  esos  verdes  arrayanes 
te  desnuda,  que  Lisardo 
quiero  que  seguro  pase, 
porque  es  el  mejor  remedio, 
con  tus  vestidos  delante 
de  Roberto. 

¿Hablas  de  veras? 
Como  esos  enredos  hace 
una  mujer  a  un  celoso. 
Al  fin,  no  podrá  guardarse 
si  eUa  guardarse  no  quiere. 
Si  eUa  no  quiere  guardarse, 
no  hay  imposible  mayor; 
y  al  que  de  guardalla  trate, 
sobre  la  puerta  le  escribe, 
necedad  de  necedades. 


(i)     Estas  dos  palabras  suplidas  por  Hartzenbusch. 


JORNADA  TERCERA 

(Salen  Celia  y  Ramón.) 

Siete  días  ha  que  está 
Lisardo  escondido  aquí. 
Mil  pudiera  estar  ansí; 
mas  no,  si  le  han  visto  ya. 

¿Quién  le  ha  visto? 

Una  criada. 
¡Gran  peligro! 

Ya  es  forzoso 
salir,  haciendo  animoso 
llave  de  la  misma  espada. 

Fulgencio,  con  dos  criados, 
guarda  la  puerta  de  día. 
Dile  que  mejor  sería 
echar  aparte  cuidados, 

pues  de  noche  no  hay  remedio 
ni  invención  para  salir. 
Yo  le  voy,  Celia,  a  decir 
que  el  más  poderoso  medio 


6o6 


EIv    MAYOR    IMl'OSIBLE 


es  salir  con  un  rebozo 
y  una  pistola  en  la  mano. 
v.'Ki..  Dile  que  es  necio  su  hermano, 

celoso  y  valiente  mozo. 

(Salín  Fulgencio  y  ¡ios  Cri.\dos.) 

Vvi..  ;Pues.  Celia,  tan  de  mañana? 

Aunque  fueras  centinela. 
Ckt..  I<a  noche  he  pasado  en  vela, 

que  no  está  buena  Diana. 
;Mandáis  otra  cosa? 
Fl'i .  No. 

Cel.  Pues  adió.';. 

Fri..  No  sé  qué  os  diga. 

Cri.\.  i.°     Temor  a  callar  me  obliga, 

mas  .^ombras  he  visto  yo. 
Ckia.  j.-'         Sombras,   y  aun  cuerpos  dirás. 
I-'t"!..  ;Cuerpos?  ^;Cómo,  si  yo  he  sido 

el  que  no  se  ha  dividido 

de  aquesta  puerta  jamás? 
Un  átomo,  vive  el  cielo, 

es  imposible  que  entrase. 
Cri.v.  i.^     ¿Pues   hay  sol   que   puertas  pase 

como  amor? 
l"'"r  Tengo  recelo 

(jue  este  don  Pedro  es  fingido: 

mucho  priva  con  Diana. 
Cl'lA.  2.'-'     ¿Cuál  imposible  no  allana 

este  amor,  siempre  atrevido? 
Cria,  i  . '         Es  treta  bien  empleada 

en  un  celoso  cuidado. 
-'^^  '■•  ¿Qué  ^s  esto? 

Cria.  i.  Un  hombre  embozado. 

con  una  pistola  armada. 

(I.ISAROO  saU  rebozado.) 

i.i"  Dejen  Jibre  la  puerta, 

pues  busco  la  puerta  sola. 
A  llave  de  una  pistola, 
cualcjuiera  hallarás  abierta, 
rónganse  a  un  lado  los  tres. 

(Va^f.) 

>íi\ió  Ubre. 

¿Hay  tal  maldad? 
¿A  un  noblí-  tal  lilx-rtad ' 
Industria  fué,  no  interés. 

jVive  Dios,  que  en  e.stc  ])unto 
qui.sicra  que  disparara 
la  jíistola  y  me  matara! 

(Sale  KoBKRTO.) 
¿Qué  es  esto? 


rri, 

I.i-^. 


li  I.. 
Cria.  i. 

CRLA.  2.' 

I'tí.. 


Koi). 


Fii..  Yo  estoy  difunto. 

Ron.  ¿Qué  es  esto?   ¿Cómo  no  habláis? 

¿De  qué  tembláis?  ¿Qué  tenéis? 

¿Cómo  no  me  respondéis, 

y  turbados  me  miráis? 
¿En  mi  casa  puede  haber 

sucesos  de  tales  modos 

que  os  enmudezcan  a  todos? 

Acabad  de  enmudecer, 

y  habladme,  que  estoy  en  medio 

de  dudas  y  confusiones; 

mirad  que  las  dilaciones 

quitan  la  fuerza  al  remedio. 
Hablad. 
Fur<.  Es  tan  desigual, 

que  la  dilación  no  es  grave; 

que  el  mal  que  presto  se  sabe, 

más  presto  llega  a  ser  mal. 
Pero  él  es  tan  grande  en  mí, 

que  hará  que  los  labios  abra; 

mas  dicho  en  una  plabra: 

iin  hombre  salió  de  aquí. 
RoK.  ¿Un  hombre?  ¿Cómo? 

Fui,.  Embozado. 

ROB.  ¿Pues  dónde  estaba? 

Ful.  No  sé; 

de  adentro  salió,  y  se  fué 

de  dos  pistolas  armado. 
«Déjenme  sola  la  puerta, 

pues  busco  la  puerta  sola» 

dijo,  alzando  una  pistola, 

con  que  pudo  abrir  la  puerta; 
que  no  hay  tan  fueits  petardo 

como  de  la  vida  el  miedo. 
Ron.  Muerto  de  escucharte  quedo. 

¿Hombre  aquí? 
Ft'L.  Fuerte  y  gallardo; 

bien  armado  y  bien  vestido. 
Ron.  ¿Pues  por  dónde  o  cuándo  entró? 

Fui,.  Sólo  he  visto  que  salió. 

K< )]{.  iU^i^-  gentil  defensa  has  sido 

desta  puerta  y  de  mi  honor! 
l"i  r,.  Un  dragón  y  un  bravo  toro 

tuvo  el  vellocino  de  oro, 

y  le  robaron,  señor. 
Acridio  tuvo  encerrada 

su  hija,  y  el  oro  entró 

donde  a  Perseo  engendró. 

Ni  habrá  mujer  tan  guardada 
de  paredes  de  diamante, 

que  si  tiene  voluntad 

no  llegue  con  libiitad 

a  los  brazos  de  su  amante. 


JORNADA  TERCERA 


607 


Roberto. 

Perdí  toda  la  empresa; 
perdí  la  estimación,  perdí  la  vida; 
mi  porfía  confieso 

que  fué  de  ingenio  de  mujer  vencida. 
Cesad,  locos  desvelos, 
que  harán  su  giisto,  a  sombra  de  los  celos, 

¡Desengaño  terrible 
de  los   que  tanto,   por  guardallas,    mueren! 
El  mayor  imposible 

confieso  que  es  guardallas,  si  ellas  quieren: 
que  como  ellas  lo  sientan, 
las  privaciones  su  apetito  aumentan. 

Podrá  guardar  el  oro 
el  avaro,  entre  láminas  de  hierro, 
y  el  noble  su  decoro, 
si  Penélope  sufre  su  destierro; 
pero  si  no  es  tan  buena, 
crea  que  es  apretar  puño  de  arena. 

Honra,  quién  te  introdujo, 
del  mundo,  en  la  república  primera, 
¿por  qué  a  mujer  redujo 
tu  santa  libertad?  Que  bien  pudiera 
fiarla  más  del  hombre, 
con  que  pudiera  eternizar  su  nombre. 

¡Que  guarde  yo  su  celo 
tan  loco,  y  mía  casa  con  mil  llaves, 
y  que  tenga  recelo 

del  sol,  del  viento  y  de  las  mismas  aves, 
y  que  en  esta  porfía 
un  hombre  salga  en  la  mitad  del  día! 

Miente,  ¡viven  los  cielo?, 
quien  dice  que  mujer  puede  guardarse! 
Los  ojos  y  los  celos, 

mienten  (i)  que  entrambos  pueden  desvelarse; 
miente  la  honra,  y  miente 
quien  las  aprieta  y  guarda  neciamente. 

(Saíe  Diana.) 

Diana. 

¿Qué  es  aquesto,  hermano  mío? 
¿qué  voces  son  aquestas? 

RoBKRTo. 

¿Xo  lo  sabes?, 
iGracioso  desvarío! 

Han  entrado  a  mi  honor  con  falsas  llaves, 
que  en  ti,  Diana,  hallaron, 
la  cera  en  que  las  guardas  estamparon. 

Si  no  fueras  de  cera, 
segura  estaba  del  honor  la  llave. 


(i)     En  el  original,  por  errata:  «mientras». 


por  que  no  se  pudiera 
en  mármol  imprimir. 

Diana. 

¿Cosa  tan  grave 
tratas,  Roberto,  a  voces? 

Roberto. 

¡Qué  mal  la  infamia  en  el  honor  conoces! 
¿Qué  hombre  es  este  embozado 
que  acaba  de  salir  de  tu  aposento, 
de  una  pistola  armado? 

Diana. 

¿nSstás  loco,  por  dicha? 

Roberto. 

El  sentimiento 
podrá  volverme  loco. 

Dtaxa. 

Pues  no  lo  estés,   para  tenerme   en  poco; 

que  estoy  ya  muy  cansada 
de  sufrir  tus  locuras  y  recelos; 
y  una  mujer  honrada, 
si  aprietan  su  virtud  injustos  celos, 
es  mina  que  revienta 
por  el  honor,  con  pólvora  de  afrenta. 

Quejaréme,  Roberto, 
a  la  Reina,  y  al  cielo,  de  tu  agravio. 

Roberto. 

El  caso  descubierto 

nvmca  le  llega  a  averiguar  el  sabio. 

YO  he  sido  en  todo  necio, 

y  así  merezco,  infame,  tu  desprecio. 

Estoy  porque  esta  daga 
lave  mi  df renta. 

Fulgencio. 

Tente,  señor,  tente; 
que  no  es  justo  que  haga 
tu  honor  oficio  de  marido. 

Diana. 

Intente 
mi  muerte,  que  bien  hace; 
que  Xápoles  sabrá  de  lo  que  nace. 
Querrá  usurpar  mi  dote, 
querrá  gozar  mi  hacienda,   ya  lo  entiendo. 

FUI.GENCIO. 

Vete,  no  se  alborote 
la  casa  y  la  ciudad. 


6o8 


F.I.    MAYOR    IMPOSIBLE 


Roberto. 

Ya  más  me  ofendo 
de  que  diga  y  entienda 
que  quiero  aprovecharme  de  su  haciemla. 

¡Qué  propio  en  las  mujeres 
halladas  en  delito,  un  testimonio! 
Pues  di.  ;neganne  quieres. 
o  sea  libertad  o  matrimonio. 
que  el  hombre  que  ha  salido 
temas,  donde  sabes,  escondido? 

DiAXA. 

Mira,  loco  Roberto. 
que  tienes  enemigos,  }'  que  alguno 
entraría  encubierto, 

y  no  hallando  después  tiempo  oportuno, 
salir  pretendería, 

como  quien  ya  no  respetaba  el  día. 
Que  si  mi  amante  fuera, 
aguardara  a  la  noche. 

Fulgencio. 

Y  está  llano, 
que  de  su  sombra  hiciera 
más  segura  la  capa  de  su  engaño. 

Roberto. 

¡Ay,  hombres  engañados!, 

pues  sin  honra  quedamos  y  culpados! 

En  fin,  que  por  matarme, 
entró  aquel  hombre,  bien  a.si  lo  creo; 
mal  puedo  yo  engañarme, 
Fulgencio,  cuando  dije,  pues  lo  veo, 
que  jxjr  donde  cabía 
pintado  un  hombre,  un  vivo  entrar  podía. 

¿Ya  olvidas  el  retrato 
que  hallé  sobre  su  cama?   ¿Ves  cumplido 
mi  temor '■' 

Diana. 

Yo  no  trato 
de  dar  disculpa  a  un   lioniljrL-   f|Ue   ha   tenido 
como  p<^>r  burla  y  juego 
hacer  apuestas  de  guardar  el  fuego. 

Pues  mona.stcrios  tiene 
Xájxíles,  uno  elige,  en  él  me  guarda. 

ROBIÍRT'» 

Eso  sólo  detiene 

mi  brazo,  y  de  matarte  nu-  acobanla. 

Dadme  capa  y  salgamos. 

Diana. 
Hasta  la  noche  no  es  razón  que  vamos. 


Roberto. 
Pues  voy  a  concertalle. 

Dl.\NA. 

Parte  en  buen  hora. 


Roberto. 
Ya  la  noche  aguardo. 

Celia. 


¿Qué  intentas? 

Diana. 

Avisalle 
de  todas  estas  cosas,  a  Lisardo. 

Celia. 

Dársela  a  Dios  procura, 

que  sólo  Dios  la  guardará  segura. 


Reí. 


Alb. 


Reí. 
Alb. 


Reí. 
Alb. 

Rki. 


Alb. 
Rki. 


Alb. 


(Salen  la  Reina  )■  Albano.) 

Por  esta  carta  he  sabido 
que  el  Príncipe  se  embarcó. 
De  Marsella  supe  yo 
que  estuvo  el  Rey  detenido 

con  las  fiestas  que  el  francés 
le  ha  hecho,  como  era  justo. 
¿Qué  hay  de  las  nuestras? 

Que  es  gusto 
general,  pues  tuj'o  es. 

Los  arcos  se  han  acabado, 
en  que  el  de  Trajano  ha  sido, 
con  mucho  exceso,  vencido, 
como  se  ve  retratado; 

lo  que  toca  a  las  libreas, 
todas  están  acabadas. 
Sí,  pero  no  mis  cansadas 
cuartanas. 

Cuando  tú  veas 

al  Rey,  mi  .señor,  aquí, 
no  ha  de  haber  más  accidente. 
Ya  siento  notablemente 
recibirle,  Albano,  ansí, 

y  tengo  ya  presupuesto 
de  dar  veinte  mil  ducados 
a  quien  de  aquestf)S  cuidados 
sa(]ue  mi  salud  más  presto. 

¿Quieres  (]ue  se  dé  un  pregón? 
Harásme  un  grande  placer, 
que  el  dinero  suele  hacer 
milagros,  si  éstos  lo  son. 

\<)  v<jy  a  hacer  pregonar 
que  a  (|uien  te  diere  salud 
.se  los  darás. 


JORNADA  TERCERA 


609 


Reí. 

Kn  virtud 

Reí. 

del  oro  pienso  sanar. 

ROB 

Reí. 

(Salen  Feniso  y  Roberto.) 

Fen. 

Aquí  está  Su  Alteza. 

ROB. 

Fl  cielo 
te  guarde. 

ROB. 

Reí. 

¡Oh,  Roberto,  amigo!. 
Deseaba  hablar  contigo. 
¿Cómo  te  va  de  desvelo? 
Triste  estás,  ¿qué  es  lo  que  tienes? 

ROB. 

¿Yo,  señora? 

Reí. 

Reí. 

Y  el  negar 

Rob. 

quiere  también  confesar 

Fen. 

cuan  melancólico  vienes. 

Los  gustos  y  los  enojos 

Reí. 

que  los  corazones  toman, 

como  a  ventana  se  asoman, 

Fen. 
Rob 

Fen. 

Roberto  amigo,  a  los  ojos. 

¿Xo  te  va  bien  de  salud? 

ROB. 

Bien  de  la  salud  me  va. 

Reí. 

Suele  faltar,  cuando  está 
el  alma  con  inqmetud . 

ROB. 

Parece  que  te  sonríes 
y  que  te  burlas  de  mí. 

Lis. 

Reí. 

No  quiero  yo  que  de  ti 
y  de  mi  amor  desconfíes 
con  tan  injusta  sospecha. 

Rri. 

ROB. 

No  debe  de  ser  muy  vana, 
si  a  las  cosas  de  Diana 
encaminas  esa  flecha. 

Licencia  a  pedirte  vengo 

Lis. 

para  casalla. 

Reí. 

¿Con  quién? 

ROB. 

Con  Feniso. 

Reí. 

Fstá  muy  bien. 

Fen. 

Si  de  tu  mano  la  tengo, 
no  quiero  mayor  ventura. 

Reí. 

Reí. 

Feniso,  dilo  de  veras, 

que  en  el  mundo  no  pudieras 

hallar  otra  más  segura. 

Yo,  como  quiera  Diana, 
licencia  os  doy. 

Lis. 

ROB. 

Sí  querrá. 

Reí. 

¿Está  prevenida? 

ROB. 

Está 
un  poco  esquiva  mi  hermana. 

Reí. 

Pues  que  la  quieres  casar, 
no  quieres  guardar  (i)  mujer. 

ROB. 

No  es  muy  difícil  de  hacer; 
mas  no  la  quiero  guardar. 

(I) 

En  el  origiaal,  por  errata  «no  ciñieras  casar  taujer». 

Mira  aparte. 

¿Qué  me  mandas? 
Por  vida  mía,  ¿no  sientes 
algunos  inconvenientes 
de  esos  pasos  en  que  andas? 
No  es  tan  fácil  de  guardar 
como  pensé;  y  así  quiero 
darla  a  aqueste  majadero; 
sustituya  en  mi  lugar, 

y  entretanto  esté  mi  hermana 
en  un  monasterio. 

Bien. 
Beso  tus  pies. 

Yo  también. 

(Vanse.) 

No  hay  dificultad  humana 
como  la  que  éste  intentó. 
¿Qué  os  dijo  la  Reina  allí? 
Que  érades  discreto. 

A  mí 
siempre  Su  Alteza  me  honró, 

(Sale  I,isARDO.) 
Que  se  fuesen  esperaba. 
Dame  los  pies. 

¡Oh,  Lisardo!, 
¿qué  te  has  hecho  tantos  días? 
Me  has  tenido  con  cuidado, 
fuera  de  hacerme  gran  falta 
en  mil  forzosos  despachos 
de  la  importancia  que  sabes. 
Señora,  pues  he  faltado, 
esté  cierta  vuestra  Alteza 
que  no  fué  más  en  mi  mano. 
Entré  en  casa  de  Roberto, 
como  sabes. 

¿Que  has  entrado 
donde  tantos  ojos  velan? 
Supo  más  Mercurio  que  Argos. 
Metidos  en  un  vestido, 
Albano  y  yo,  al  fin  entramos; 
era  un  saco,  y  parecimos 
honra  y  p-ovecho  en  ur  saco. 
El  arca  nos  encubrió; 
mató  Ramón,  en  llegando, 
la  luz  que  sacaba  un  paje; 
al  fin  el  arca  dejamos. 
Desnudámonos,  y  yo 
me  quedé,  saliendo  Albano. 
Cenaron  en  un  jardín; 
fué  Feniso  convidado. 
Salí  de  una  clara  fuente. 
que  fué  alcahuete  de  mármol 


IIX 


39 


,6io 


EL   MAYOR    IMPOSIBLE 


a  las  palabras  de  cera 

con  que  los  dos  la  atlandamos; 

metióme  en  mi  oratorio. 

Rel  El  que  andaba  en  tales  pasos 

justo  fué  rezar  por  sí. 

Lis.  Xo  me  acuerdo  si  rezamos; 

a  la  cama  de  Diana 
daba  la  puerta;  su  hermano 
tema  al  lado  la  suya; 
mas  no  hay  que  fiar  de  lados. 
Hincábame  de  rodillas. 
V  toda  la  noche  hablando 
estábamos,  con  requiebros 
dulces,  con  secretos  brazos. 
Xo  porque  cosa  que  sea 
contra  su  honor  reservado, 
en  nuestras  bodas  sospeches, 
que  es  nuestro  amor  limpio  y  casto. 
Salía  el  alba  envidiosa 
y  ponía  en  paz  sus  rayos 
en  nuestras  dulces  porfías, 
con  maldiciones  de  entrambos. 
Yo  al  oratorio.  eUa  al  sueño, 
íbamos  con  tristes  pasos; 
dábanme  allí  de  comer 
mil  nunca  vistos  regalos. 
Al  cabo  de  siete  días, 
vióme  una  esclava,  y  dudando 
de  su  lengua,  al  fin  mujer, 
temiendo  a  su  loco  hermano, 
me  determiné  a  salir, 
y  a  un  viejo  y  a  dos  criados 
puse  una  pistola  al  pecho, 
y  con  un  rebozo  salgo. 
Lo  que  ha  sucedido  ignoro; 
pero  menor  daño  aguardo 
que  si  me  quedara  allí. 
Discretamente  has  andado, 
por  que  con  eso.  ese  necio 
conozca  que  es  fuerte  caso 
(-1  guardar  una  mujer. 
;i¿\xé  te  ha  diciio?  ¿Bstaba  airado? 
Disimulaba  su  pena; 
mas  ten  cuidado,  Lisardo, 
que  me  lia  jxrdido  licencia, 
y,  en  efcctíj,  .se  la  he  dado, 
para  casar  a  Diana, 
como  ella  quiera. 

I.IS.  Tu  claro 

ingenio  en  esa  respuesta 
conozco. 

Rri.  iíl  suceso  extraño 

de  liallar  en  .su  ca.sa  un  hombre 


Rri, 


Lis. 
Reí. 


Lis. 


Reí. 


Lis. 


Ram. 
Reí. 
Ram. 


Reí. 
Lis. 
Reí. 

Lis. 
Ram. 


Lis. 
Ram. 


Lis. 
Ram. 


Lis. 


debe  de  haberle  incitado 
para  dársela  a  Feniso, 
puesto  que  quiere,  entretanto, 
meterla  en  un  monasterio. 
¿En  efecto,  ha  confesado 
que  el  guardar  una  mujer 
es  imposible? 

El  engaño 
que  le  habéis  hecho  lo  dice, 
pues  habéis  juntos  estado 
siete  días  a  sus  ojos. 
Feniso  vive  engañado 
en  pretender  imposibles, 
como  el  de  sii  loco  hermano. 

(Sale  Ramón,  muy  alborotado.) 

Déme  albricias  vuestra  Alteza. 
¿De  qué,  Ramón? 

Ha  llegado 
el  Rey,  mi  señor,  tu  esposo, 
que  de  una  posta,  en  palacio, 
él  y  el  Almirante  agora 
se  apean  solos,  dejando 
diez  leguas  de  aquí  la  gente. 
Sin  prevención  me  han  hallado. 
Muerta  soy;  ¿hay  tal  traición? 
Cubrióla  un  mortal  desmayo. 
Siéntese  aquí  vuestra  Alteza, 
A  mi  cama  voy,  Lisardo; 
que  estoy  indispuesta  di 
cuando  entre  el  Rey. 
(Vase.) 

jCaso  extraño! 
X'o  tuvo  razón  el  Rey. 
Voy  a  recibirle. 

Paso, 
que  no  ha  venido,  ni  agora 
se  sabe  en  Ñapóles  cuándo. 
¿X'o  ha  venido? 

Xo  ha  venido; 
que  el  ver  que  van  pregonando 
que  a  quien  le  diere  salud 
darán  veinte  mil  ducados, 
me  obligó  a  dalle  este  susto, 
porque  con  él  es  muy  llano 
qiK-  se  quitan  las  cuartanas. 
¿E.stás  sin  seso? 

¿Xo  es  claro 
que  con  un  susto  se  quitan, 
y  í|ue  habiéndosele  dado, 
ganaré  a(|ueste  dinero? 
¿Piensas  fiut-  l)uf{)niziUi(lo 
se  alcanza  tanta  grandeza? 


JORNADA   TERCERA 


6ll 


Ram.  Mal  conoces  cortesanos. 

Si  no  hay  bufón,  hay  pecunia. 

I.is.  ¿Qué  liay  tlt"  Roberto? 

Ram.  Que  ha  estado 

para  perder  el  juicio. 

Lis.  En  efecto,  ¿supo  el  caso? 

RAí\i.  Fulgencio  se  lo  contó. 

Ijs.  ¿Cómo  a  su  hermana  ha  tratado? 

Ram.  Sacó  la  daga,  y  ha  habido 

pasito  de  alzar  la  mano, 
con  algo  de  «tate,  tate, 
que  ya  Dios  te  ha  perdonado», 
y  acabóse  en  un  concierto. 

Lis.  ¿Cómo? 

Ram.  Que  quede  entretanto 

Diana  en  un  monasterio; 
la  cual  me  dijo,  llorando, 
que  a  sacalla  te  anticipes. 

Lis.  Voy. 

Ram.  Escucha,  temerario. 

Lis.  Voy,  aunque  mate  a  Fulgencio. 

Ram.  Xo  harás,  que  tengo  trazado 

remedio  para  sacalla. 

Lis.  Pues  yo  me  pongo  en  tus  manos. 

Ram.  y  yo  en  las  de  la  fortuna, 

si  con  este  susto  sano 
las  cuartanas  de  la  Reina, 
que  son  veinte  mil  ducados; 
seré  luego  don  Ramón, 
don  caballero,  don  Gazmio, 
que  con  dineros  yo  he  visto 
ser  don  Ángel  a  don  Macho. 

(Vase.  Salen  Fulgencio  y  dos  criados.) 


si  hay  sol  que  a  entrarla  se  atreva. 


Ful. 
Cria.  i.° 
Cria.  2.° 

Ful. 
Cria.  i.° 
Ful. 


Cria.  2.° 
Ful. 

Cria.  i.° 
Ful. 


Perdiendo  estoja  el  juicio. 
Todos  sin  juicio  estamos. 
De  ninguna  suerte  hallamos 
señal,  Fulgencio,  ni  indicio. 

¿Pues  por  dónde  pudo  entrar? 
Que  era  invisible  sospecho. 
Si  estas  paredes  le  han  hecho, 
como  a  espíritu,  lugar, 

bien  pudo  entrar;  mas  si  no, 
perderé  el  seso,  Florelo. 
Roberto  está  sin  consuelo. 
Me  admiro  que  no  mató 

hoy  alguno  de  nosotros. 
¿Dónde  hallaremos  disculpa? 
A  mí  me  ha  de  dar  la  culpa, 
con  razón,  que  no  a  vosotros. 

Pero  mientras  que  la  lleva 
al  monasterio,  he  de  ser 
pilar  de  esta  puerta,  y  ver 


Cria.  i.° 

Todos  te  acompañaremos. 

Ful. 

Diana  es  ésta;  ¡ojo,  ¡alerta! 

(Salen  Celia  y  Dlajía.) 

Cel. 

Los  tres  están  a  la  puerta. 

Día. 

Poco  remedio  tenemos. 

¿Qué  hay,  Fulgencio? 

Ful. 

Defender 

la  entrada  a  tu  deshonor. 

(Sale  Ramón.) 

Ram. 

¿Está  en  casa  mi  señor? 

Ful. 

¿Es  don  Pedro? 

Ram. 

¿Quién   lia  de  ser?  (t 

Ful. 

No  está  en  casa. 

Ram. 

Lo  que  quiero. 

a  mi  señora  diré. 

Oye  aparte. 

Día. 

Ya  no  sé. 

Ramón,  si  vivo  0  si  muero. 

Ram. 

Lisardo  queda  en  la  calle; 

que  le  han  dado  libertad 

la  noche  y  la  oscuridad. 

Día. 

Dile  que  se  vaya  y  calle; 

que  no  es  posible  salir. 

Ram. 

¿Cómo  no?  Vete  a  poner 

tu  manto,  que  has  de  poder, 

0  aquí  tengo  de  morir. 

Día. 

Por  armas,  será  imposible; 

di  que  locuras  no  intente. 

Ram. 

Si  yo  entretengo  esta  gente, 

¿no  saldrás? 

Día. 

¿Cómo  es  posible, 

sin  que  ellos  me  puedan  ver? 

Ram. 

Cúbrete,  haz  como  digo. 

Día. 

Voy,  que  por  él  y  contigo 

hoy  me  tengo  de  perder. 

(Vansc  Diana  y  Celia.) 

Ful. 

,;Qué  recado  de  Roberto 

es  aqueste  que  le  has  dado? 

Ram. 

Que  el  monasterio  ha  buscado. 

y  hecho  también  el  concierto. 

Pero  dejando  esto  ansí, 

¿habéis  visto  una  sortija? 

Que  no  hay  cosa  que  me  aflija 

tanto  agora. 

Ful. 

¿Es  de  uña? 

Ram. 

Sí; 

(i)     Verso    largo.    Ilartz.    lo    enmendó   suprimiendo 
el  «Es». 


6l2 


El.   MAYOR    IMPOSIDLE 


es  de  uña  de  la  gran  bestia; 
porque  el  mal  de  corazón, 
en  la  mejor  ocasión, 
me  da  terrible  molestia. 

Fui..  Que,   en   fin,    ¿es  esto   verdad. 

y  que  hay  gran  bestia? 

Ram.  ¿Pues  no? 

Como  esas  he  visto  yo. 

Ful.  ¿Pnes  cómo  son? 

R.VM.  Escuchad: 

Compónese  aquesta  una 
de  un  casado  socarrón, 
que  es  en  casa  tomajón, 
cuando  es  su  mujer  garduña. 
Hácese  también  de  necios, 
que  sin  mirar  sus  agravios, 
de  los  más  doctos  y  sabios 
hacen  notables  desprecios. 
Hácese  de  mal  nacidos, 
que  se  suben  a  grandezas, 
donde  sus  mismas  bajezas 
descalabran  sus  oídos. 

Hácese  de  pretendientes, 
que  son  de  la  corte  extraños, 
y  están  gastando  .sus  años 
en  cosas  impertinentes. 

Hácese  de  mil  pobretes, 
que  de  contar  se  sustentan 
las  vanaglorias  que  cuentan 
a  los  señores  discretos. 

Hácese  del  que  muy  grave 
su  lengua  ignora  y  la  niega, 
hablando  la  lengua  griega 
donde  ninguno  la  sabe. 
Hácese  de  los  poetas, 
que  a  hurtos  y  rempujones, 
dan  a  luz  cuatro  traiciones 
adúlteras  e  imperfetas. 

Háce.se  de  algunas  viejas, 
que  con  mil  años,  pretenden 
muchachos,  a  quien  les  venden 
mayorazgos  p>or  lantejas; 

mas,  ¡ay!,  que  mi-  ha  dado  el  mal 
tenedrae,  asidme,  qut-  nmero. 

I'tJI..  jQué  espectáculo  tan  fiero! 

Cria,  i."    Cayó  a  ti»rra. 

Cria,  z."  Está  mortal. 

Cria.  I.'        ¿íjabes  las  palabras? 

Vvh.  Sí. 

Cria,  i.*        Llega  y  dilas  al  oído 

Dá jante  a  itcirle  la\  f^alahrat  ) 


Ram. 


lAgoraj 


(Salen  Celia  y  Diana  con  maantos.) 

Cei..  Que  agora  salgas 

te  avisa. 
Día.  Amor,  que  me  valgas, 

te  tengo  bien  merecido. 

(Satén  por  detrás  de  ellos.) 

Cria.  -2°         Vuélveselas  a  decir; 

¿no  ves  que  brama  y  patea? 
Ram.  ¡Ay! 

Chía.  i.°  Habló. 

Fui,.  No  hay  mal  que  sea 

tan  semejante  al  morir; 
¡Qué  santas  palabras  son 

éstas,  y  de  gran  virtud! 
Ram.  Si  queréis  darme  salud, 

alegradme  el  corazón. 
Fui,.  ¿Queréis  algunas  tabletas? 

Ram.  No,  sino  cuarenta  tragos 

de  vino. 
Fui<.  Cuatro  cuartagos, 

o  postas  con  estafetas, 
no  beben  más  a  un  pilón. 

Pues  es  de  noche,  cerremos 

la  puerta,  y  con  vino  haremos 

que  se  alegre  el  corazón. 

(]'ansc  iodos  y  dice  solo  I,isardo.) 

I<ISARDO. 

Xoche  siempre  serena,  cuyo  velo 
y  silencio  tomó  el  amor  por  capa; 
nema  del  cielo,  de  sus  ojos  tapa, 
madre  del  sueño,  el  hurto  y  el  recelo. 

Si  alguna  vez  amaste,  pues  del  suelo 
al  cielo  nadie  del  amor  se  escapa, 
con  esa  oscuridad  los  ojos  tapa 
a  las  estrellas,  que  lo  son  del  cielo. 

Aunque  celos  te  den  sus  resplandores, 
deja,  luna,  .salir  mi  luz  querida; 
que  bien  sabe  de  amor  quien  tuvo  amores. 

La  noche  se  verá  del  sol  vestida; 
tendrá  la  .sombra  luz,  perlas  las  flores, 
mi  pena  gloria  y  mi  esperanza  vida. 


(Salen  Diana  y  Crlia.) 

Día. 

¿Si  e.-i  aquil  qu.-  se  pa.sca? 

Cki,. 

Mucho  lo  parece  el  talle. 

Lis. 

Gi-nte  parece  en  la  calle; 

quiera  ainor  que  mi  luz  sea. 

Dai. 

¡Ah,  gentilhombre! 

Lis. 

¿Quién 

(]ue  a  mi  perdida  esperanza, 

mi  loca  desconfianza 

dándole  veneno  está. 

JORNADA   TF.RCKRA 


613 


Día. 
Lis. 


Día. 

Lis. 
Cei,. 

Lis. 

Cei.. 

Día. 

Lis. 

Fen. 


Aunque  esa  voz  y  ese  talle 
aseguran  mi  deseo, 
que  el  sol  de  mis  ojos  veo 
en  el  cielo  de  esta  calle. 

¿Sois  vos,  mi  bien? 

¿Quién  pudiera 
sino  yo  ser  tan  dichosa? 
Agora  sí,  luz  hermosa, 
que  estoy  en  mi  propia  esfera. 

Pero  volved  a  correr 
la  cortina  de  ese  manto, 
que  resplandeciendo  tanto 
causaréis  que  os  pixeden  ver. 

¿Cómo  habéis,  mi  bien,  hallado 
camino  al  poder  salir? 
Andando  os  quiero  decir 
mi  fortuna  y  mi  cuidado, 

y  la  invención  de  Ramón. 
¿Templó  su  ingenio  mi  dicha? 
No  ha  sido  escrita,  ni  dicha, 
tan  ingeniosa  invención. 

¡Ah,  Celia!,  todo  se  acierta 
cuando  lo  quieren  los  hados. 
Tres  linces  dejó  burlados 
casi  al  umbral  de  la  puerta. 

Ni  en  los  hados  hay  poder, 
ni  en  el  ingenio  mejor, 
sino  en  tenerte  yo  amor, 
y  en  querer  ima  mujer. 

A  tantos  favores,  calle 
mi  amor. 

(Salen  Feniso  y  Roberto.) 

Que  lleves,   te  aviso, 


Fen. 
Lis. 

ROB. 


Lis. 


Fen. 

ROB. 

Lis. 


ROB. 

Lis. 


silencio. 

ROB. 

ROB. 

Gente,  Feniso, 
sale  de  mi  misma  calle. 

Fen. 

Un  hombre  con  dos  mujeres 
me  parece. 

RoB. 

¿Quién  va? 

Lis. 

Un    hombre 
con  su  mujer. 

Fen. 

ROB. 

Diga  el  nombre. 

ROB. 

Día. 

¡Ay,  Dios! 

Fen. 

Cel. 

Desdichada  eres. 

Lis. 

Lis. 

¿vSois  justicia? 

ROB. 

ROB. 

Ni  ami  piedad. 

Lis. 

Lis. 

¿Sois  Roberto? 

ROB. 

¿Sois  Lisardo? 

Lis. 

FJ  mismo. 

(V 

Día. 

Mi  muerte  aguardo. 

ROB. 

Pues,  Lisardo,  perdonad, 

(1)     Falta 

que  el  no  haberos  conocido 

dondilla. 

me  dio  aqueste  atrevimiento. 
Con  el  mismo  pensamiento 
fui  yo,  Lisardo,  atrevido. 

Disculpado  estáis,  Feniso  (i). 
Ya  que  teñen- os  aviso, 
y  nuestra  amistad  sabéis, 

dad  licencia  que  los  dos 
os  vamos  acompañando, 
porque  no  vuelva  a  topar 
otro  atrevido  con  vos. 

Estas  damas  son  casadas, 
y  voy  con  algún  temor; 
que  im  celoso,  aunque  es  error, 
las  quiere  tener  guardadas. 

Y  por  si  acaso  me  sigue, 
gran  merced  recibiré 
que  me  acompañéis,  que  sé 
que  me  busca  y  me  persigue, 

y  aun  que  viene  acompañado. 
Los  dos  iremos  con  vos, 
y  venga  para  los  dos 
todo  un  escuadrón  armado. 

Señoras,  no  os  receléis, 
de  lásardo  soy  amigo. 
Venid,  Roberto,  conmigo; 
dejadlas,  no  las  habléis, 

que  temo  que  este  celoso 
me  busque  en  esta  ocasión; 
y  en  casa  sabréis  quién  son, 
pues  vengo  a  ser  tan  dichoso 

que  vos  nos  acompañéis. 
Serviros,  Lisardo,  es  justo. 
No  puedo  decir  el  gusto 
que  en  esta  ocasión  me  hacéis. 

¡Qué  diferentes  que  son 
las  cosas,  Feniso  amigo, 
de  lo  que  piensa  consigo 
la  propia  imaginación! 

Veis  aquí  cómo  Lisardo 
quiere  en  otra  parte  bien. 
Pues  así  se  hará  más  bien 
el  casamiento  que  aguardo. 

Vamos. 

Adelante  pasa. 
¡Brava  amistad! 

Justa  prueba. 
¡Vive  Dios,  que  me  la  lleva 
el  hermanito  a  mi  casa! 

(Vanse.  Salen  la  Reina  y  Alb.^no.) 


un    verso,    antes    de    éste,   para    la    re- 


6u 


I£I,    MAVOR    IMPOSIBLE 


Reina. 

Siii  duda  me  cvró  con  aquel  susto, 
pues  era  hoy  de  mi  accidente  el  día, 
7  como  toilos  veis,  no  me  ha  venido. 

Al.BAXO. 

El  médico,  sin  duda,  el  susto  ha  sido; 
ganó  Ramón  los  veinte  mil  ducados. 

Reina. 

No  puedo  encarecer  lo  que  le  debo, 

pues  por  él,  con  salud  espero  al  Príncipe. 

jHola!  Buscadle  luego. 

A1.BAN0. 

Vaya  presto 
por  Ramón  un  soldado  de  la  guarda. 

Reina. 

Advierte,  Albaro,  que  pagarle  quiero 
burla  con  burla,  aimque  después  es  justo 
pagalle  el  bien,  pero  primero  el  susto. 

SOIvDADO. 

Aquí  está  Ramón,  en  la  antecámara. 

Ramón. 
¿Qué  me  manda,  señora,  vuestra  Alteza? 

Reina. 
Dame  los  brazos,  álzate  del  suelo. 

Ramón. 
Será,  señora,  levantanne  al  cielo. 

Reina. 

No  he  sentido,  Ramón,  más  accidente. 

Ramón. 

¡Gracias  a  Dios,  que  tu  Avicena  he  sido, 
y  como  se  ha  visto,  yo  he  sabido 
más  que  todos  tas  médicosi 

Reina. 

Yo  creo 
que  el  médico  mejor  es  el  deseo; 
y  pues  del  tuyo  quedo  satisfecha... 
¡Hola!  Dadle  la  cédula,  que  es  justo 
cobre  Ramón  los  veinte  mil  ducados. 

Ramón. 
Veinte  mil  años  viva  vuestra  Alteza, 


sirviendo  de  laureola  a  su  cabeza 
las  águilas  doradas  de  su  imperio. 

Reina. 

Toda  está  de  mi  letra,  ¿qué  la  miras? 
Bien  la  puedes  leer. 

Ramón. 

Con  tu  licencia, 
leeré  tanta  merced  en  tu  presencia. 

(Lee  la  cédula.) 

«Por  las  obligaciones  en  que  Ramón  me  ha 
puesto,  quitándome  las  cuartanas,  aunque  con 
im  susto  tan  grande  que  me  pudiera  costar  la 
vida,  mando  que  se  le  den  y  paguen  veinte  mil 
ducados,  librados  en  los  bancos  de  Flandes, 
de  lo  que  hubiere  procedido  de  las  naves  que 
allí  se  pierden. — La  Reina.» 

¿A  los  bancos  de  Flandes  me  remites? 

Reina. 
;Xo  te  parece  buena  la  libranza? 

Ramón. 
¿Pues  quién  ha  de  pagar  allí?  ¿I/Os  peces? 

Reina. 

¿Pues  quebraron  jamás  aquellos  bancos? 

Ramón. 

¡A  lindo  tesorero  me  despachas! 
Pero,  pues  prometer  son  viejas  tachas, 
^'a  que  rompes,  señora,  tu  palabra, 
manda  darme  salario,  por  lo  menos 
de  médico  de  cámara,  en  tu  casa, 
que  un  oficio  real  es  de  tal  crédito 
que  gañere  en  un  año  dos  millones, 
curando  mal  de  madre  y  sabañones. 

(Sale  l^isARDo.) 

T,ISARDO. 

Agora  sí  que  me  darás  albricias. 
Parece  que  Ramón  fué  su  pronóstico; 
porque  de  una  galera  (¡ue  venía 
cortando  el  mar,  como  nevado  cisne, 
vestida  de  mil  flánuilas  bordadas 
con  las  armas  de  .\;i])oles  y  suyas, 
con  el  gran  Almirante  salió  el  Príncipe, 
y  en  dos  caballos  a  palacio  vienen: 
tantíj  de.seo  de  tus  brazos  tienen. 


^ 


JORNADA    TERCERA 


615 


Reina. 

Ya  no  tengo  accidente  que  me  quites. 

Ramón. 

Mas  que  Dios  te  le  dé,  pues  me  remites 
a  los  bancos  de  Flandes  mi  libranza, 
donde  fuera  por  dicha  tesorero 
algi'm  lobo  marino  o  ballenato. 

Reina. 

Ya,  Tjsardo,  no  puedo  recibille. 
¿Q.ie  así  viniese  el  Rey,  con  escribille 
que  me  hiciese  merced  de  entrar  despacio? 

Lis  ardo. 
Yo  pienso  que  Su  Alteza  está  en  Palacio. 

(Salen  el  Príncipe  de  Aragón,  el  Almirante  y  iodo 
el  acompañamiento.) 


Prí. 
Reí. 
Prín. 


Reí. 
Prín. 

Al,M. 

Reí. 

AlvM. 

Reí. 
Prí. 

Reí. 
Prí. 


Déme  los  pies  \'uestra  Alteza. 
¿Señor? 

Con  razón  estoy 
humillado  a  esa  (i)  grandeza, 
porque  seáis  desde  hoy 
corona  de  mi  cabeza. 

Si  el  agravio  lugar  diera 
de  aquestos  brazos  hiciera 
a  vuestros  hombros  corona. 
El  amor  mi  prisa  abona; 
que  despacio  amor  no  fuera. 

Bien  dice  el  Rey,  mi  señor, 
y  pues  vuestra  Alteza  sabe 
que  despacio  no  hay  amor, 
aquí  el  enojo  se  acabe, 
y  hacedle  aqueste  favor. 

A  vos.  Almirante,  sí; 
mis  brazos  están  aquí. 
Bso  no,  ni  vos  queréis; 
que  mientras  no  se  los  deis, 
no  se  han  de  emplear  en  mí. 

Ahora  bien,  Rey  y  señor, 
yo  me  rindo. 

Y  yo,  de  suerte, 
a  vuestro  heroico  valor, 
que  apenas  poirá  la  muerte 
desatar  mi  justo  amor. 

Siéntese  aquí  vuestra  Alteza, 
sabré  como  viene. 

Ha  sido 
un  invierno  de  aspereza 
el  camino  que  he  traído 
hasta  ver  a  \Tiestra  Alteza. 


(i)     En  el  original  «vuestra»,  que  alarga  el  \-er60. 


Reí. 


Ram. 


Al,B. 

Ram. 


Lis. 

ROB. 


Lis. 
Reí. 
Lis. 

Prí. 


ROB. 

Ijs. 

Prí. 
Reí. 

Prí. 


No  sé  qué  os  diga  del  mar; 
que  no  pudieron  llegar 
las  galeras,  sé  deciros, 
a  no  ajaidar  mis  suspiros 
las  velas  al  navegar. 

Y  todo  aquesto  crecía 
escribirme  que  tenía 
poca  salud  \'nestra  Alteza. 
Desconfianza  y  tristeza 
de  su  falta,  me  afligía. 

Pero  quiere  amor  que  os  deba 
mi  salud,  pues  con  el  susto 
de  venir  vos,  fué  la  nueva 
mi  médico,  y  el  más  justo. 
Muy  bien  la  paga  lo  prueba; 

pues  los  veinte  mil  ducados 
presto  serán  aceptados. 
¿Dónde? 

En  los  bancos  de  Flandes, 
que,  aunque  tienen  los  pies  grandes, 
ha  días  que  están  quebrados. 

Este  es  mucho  atrevimiento  (i) 
para  estar  aquí  su  Alteza. 
Pues  si  no  estuviera  aquí, 
villano,  vil,  ¿no  os  hubiera 
sacado  el  alma? 

¡M?ntís! 
¿Qué  es  eso? 

T/Ocas  soberbias 
de  Roberto. 

¿Pues  aquí 
descomponéis  la  obediencia 
y  el  respeto  que  debéis 
a  mi  señora  la  Reina, 
ya  que  no  me  le  tengáis? 
A  los  pies  de  vuestra  Alteza 
pido  justicia. 

Y  yo  pido 
que  juez  de  los  dos  seas 
en  el  caso  de  que  agora 
Roberto  de  mí  se  queja. 
Digo  que  yo  lo  seré, 
como  vos  me  deis  licencia. 
Si  habéis  vos  de  ser  juez 
para  que  esta  audiencia  tenga 
todas  las  partes  que  es  justo 
y  el  pleito  mejor  se  encienda, 
5'0  quiero  ser  relator. 
Pues  comience  \niestra  Alteza. 


(i)  Falta  la  acotación  que  expUque  la  violenta  en- 
trada de  Roberto  y  quizá  algo  que  hubiese  dicho  a  I^i- 
sardo  y  justifique  la  respuesta  de  éste. 


6i6 


EL   MAYOR    IMPOSIBLE 


Re¡.  Ix)s  días  que  ti  accidente 

de  que  he  estado  tan  enferma, 
señor,  me  dejaban  libres, 
di  en  hacer  una  academia, 
escogiendo  en  mis  criados 
los  de  más  nobleza  y  ciencia. 
Referíanse  epigramas, 
que  hay  excelentes  poetas; 
cantábanse  mil  canciones, 
y  en  diferentes  materias 
argüían  los  más  doctos. 
Ofrecióse  un  día  entre  ellas 
tratar  de  los  imposibles; 
dijeron  cosas  diversas, 
y  resolvióse  Lisardo 
que  el  mayor  de  todos  era 
el  guardar  una  mujer; 
no,  señor,  mala  ni  buena, 
sino  nmjer  con  amor, 
y  que  guardar  no  se  quiera. 
Roberto  lo  contradijo, 
diciendo  que  humanas  fuerzas 
ni  todo  el  poder  del  oro 
de  ningún  efecto  fueran 
para  mujer  que  él  guardara, 
no  sé  si  en  aquesto  acierta. 
Tiene  Roberto  una  hermana, 
hermosa  como  discreta, 
y  por  todo  extremo  hermosa. 
Quiso,  para  hacer  la  prueba, 
enamoralla  Tásardo... 
Lo  que  ha  resultado  queda 
agora  en  sus  confesiones. 

RoB.  Señora,  no  fué  ofendellas 

decir  que  pueden  guardarse. 

Y  sí  fué  mi  empresa  necia, 

tpor  qué  Lisardo  tenía 

de  hacer  con  tanta  insolencia 

la  prueba  en  mi  propia  hermana? 

Lis.  I'orqve  enamorarme  de  ella 

me  podía  estar  mu 3'  bien, 
comxriendo  tu  nobleza, 
cuando  tú  más  la  guardabas. 
Ramón  entró  a  hablar  con  ella; 
que  ese  es  criado  mío, 
y  no  el  don  l'edro  que  piensas, 
y  en  háljíto  de  francés 
le  dio  mi  retrato  en  muestra 
de  mi  amor,  y  tnijo  el  suyo; 
ík-spués,  fingiéndo.se  que  era 
criaílí)  <lt  1  Almirante, 
de  cuyo  deuflo  te  precias, 
te  llevó  los  seis  caballos, 


RoB. 


Alm. 


AlB. 


Fen. 


Alb. 
Reí. 


RoB. 


con  su  firma  contrahecha. 
Con  esto  queaó  en  tu  casa, 
y  supo  meterme  en  ella 
cuando  a  Fulgencio  tenías 
por  alcaide  de  la  puerta. 
Todo  lo  demás  es  cosa 
que  mi  señora,  la  Reina, 
sabe,  y  que  no  es  para  aquí. 
Lisardo,  de  tus  quimeras, 
fundadas  en  que  yo  dije 
sola  una  palabra  necia, 
ninguna  cosa  he  sentido, 
sino  que  tanto  supieras, 
que  sacaras  a  Diana 
de  mi  casa  con  afrenta, 
y  teniéndola  casada 
con  Feniso,  nos  hicieras 
hasta  tu  casa,  una  noche, 
acompañarte  con  ella. 

Y  aunque  es  verdad  que  conozco 
que  como  una  mujer  quiera 
hará  que  el  propio  celoso, 
como  el  ejemplo  lo  enseña, 

la  acompañe  a  su  galán; 
mi  sangre  y  clara  nobleza 
me  pide  justa  venganza: 
y  ansí  suplico  a  su  Alteza 
me  otorgue  campo  contigo 
y  que  el  Almirante  sea, 
como  deudo,  mi  padrino. 

Y  es  justo  que  se  conceda 
a  caballero  tan  noble; 

y  que  si  hay  quien  lo  defienda, 
seamos  dos  para  dos. 
Cuando  esto  lícito  sea, 
bien  puede  vueseñoría, 
constándolc  mi  nobleza, 
medir  mi  espada  en  el  campo. 
Por  mucho,  Albano,  que  seas 
no  igualas  al  Ahnirante. 
A  mí  me  toca  esta  afrenta: 
salga  Tvisardo  a  Roberto, 
y  yo  a  ti. 

Pues  ansí  queda. 
No  queda  muy  bien  ansí, 
ni  con  tan  sangrientas  veras 
se  han  de  acabar  los  principios 
de  una  burla  tan  discreta. 
No  tratéis,  .señora,  paces, 
que  haréis  que  el  reino  se  pierda; 
pues  me  ha  robado  a  mi  hermana 
I/isardo,  ^n  común  afrenta 
del  Almirante  y  mis  deudos. 


JORNADA   TERCERA 


617 


Lis. 

ROB. 

Lis. 


ROB. 

Reí. 
Ram. 


Prí. 

Ram. 

Prí. 


No   es   hurto   el   que   se   confiesa 
y  deposita  al  juez. 
¿Cómo,  si  a  tu  casa  misma 
me  la  hiciste  acompañar? 
En  apartándote  de  ella 
la  truje  a  palacio,  y  tiene 
el  hurto  de  que  te  quejas, 
su  Alteza,  con  nmcho  honor; 
a  quien  pido  que  la  vuelva, 
pero  casada  conmigo, 
por  que  tu  amistad  merezca; 
que  por  la  cruz  de  mi  espada, 
que  palabra  descompuesta, 
cuanto  más  obra,  no  ha  sido 
de  su  honor  y  el  tuyo  ofensa. 
Con  eso  estoy  satisfecho; 
manda  que  vayan  por  ella . 
Vayan  luego  por  Diana. 
(Va  Albano.) 

Entretanto,  es  bien  que  advierta?, 

¡oh,  generoso  español!, 

[que  se  ha  curado  la  Reina]  (i) 

con  el  susto  que  he  contado, 

y  para  que  3^0  le  tenga, 

me  da  en  los  bancos  de  Flandes 

esta  libranza. 

¿Es  su  letra? 
Sí,  señor. 

Pues  yo  la  acepto; 


(i)     Falta  este  verso  en  el  original.  Suplido,  con  acier- 
to, por  Hartzenbusch. 


que  quiero  pagar  sus  deudas. 

Ram.  ¡Vivas  mil  años! 

Al,B.  Aquí 

viene  Diana. 

Lis.  y  tan  bella 

como  el  sol. 

Día.  Dame  tus  pies, 

para  que  de  hoy  más  tengas, 
Rey,  mi  señor,  por  tu  esclava. 

Prí.  Parece  que  en  tu  belleza 

traes  el  ramo  de  paz 
que  tantos  pleitos  concierta. 
Ya  es  tu  marido  Ijsardo, 
y  yo,  con  la  Reina  bella, 
tus  padrinos. 

Día.  Tantas  honras, 

¿quién  sino  vos  las  hiciera? 

Prí.  Abrácense  luego  todos, 

y  en  dulce  correspondencia 
se  aumente  amor. 

Ram.  Yo,  señores, 

tengo  de  abrazar  a  Celia, 
que  estoy  con  ella  casado; 
por  que  en  el  mundo  se  entienda 
que  si  no  qr,ieren  guardarse 
dueñas,  doncellas  y  viejas 
es  imposible  guardarlas. 

Ijs.  Y  aquí  acaba  la  comedia 

del  Imposible  mayor: 
nadie  a  probarle  se  atreva. 

FIN  DE  ESTA  COMEDIA 


LA    MAYOR  VIRTUD   DE  UN   REY 


COMEDIA  FAMOSA 


DE 


LOPE      DE      VEGA      CARPIÓ 


HABI,AX     EN    ELI.A     LAS     PERSONAS    SIGUIENTES 


Don  Juan. 

El    Príncipe    de  Portu- 
gal. 
El  Rey,  su  padre. 
Mexdo.  gracioso. 
Sol. 


Teodora,  condesa. 

I.,EONOR. 
RiSELO. 

Don    Sancho  de  Mendo- 
za. 
NuÑo,  caballero. 


Tristán,  caballero. 

I.AiN,  criado. 

Juana. 

Condestable, 

Fernando. 

Barqueros. 


JORNADA  PRIMERA 

(Salen  de  noche,  bizarros,  XuÑo,  Tristán,  Don  Juan 
de  Castro  y  el  Príncipe  de  Portugal.) 

Príx.  Buen  gusto  y  entendimiento; 

que  no  se  suelen  juntar. 
Tri.  De  la  gracia  del  hablar 

suelen  ser  el  fundamento. 
XüS.  Hablar  mal  y  entender  bien 

implican  contradicción. 
Príx.  Tan  distintas  cosas  son, 

que  pocas  veces  se  ven. 

Que  el  gusto  no  es  entender, 

sino  gracia  en  el  decir, 

desenfado  en  di.scurrir 

y  agudeza  en  responder; 
que  en  conversaciones  toles, 

el  donaire  y  el  primor 

no  suele  ser  el  menor 

de  los  dones  naturales; 
y  así  es  cosa  más  segura 

la  discreción  y  el  buen  aire, 

porque  a  veces  el  donaire 

puede  más  que  la  hermosura. 
Sólo  el  llamarse  Briatida, 

desta  dama  me  cansó. 
■N'.'S.  Por  elidía  el  nombre  tomó 

del  biu-n  brío  ron  que  anda. 
'  "f.  Gran  dicha  es  tener  buen  nonjbre. 

Prín.  jY  cómo,  Tristán,  si  es  buena! 


NuÑ. 


Tri. 


Prín. 


NuÑ. 

Prín. 
Juan. 
Tri. 

Prín. 


Porque,  hay  nombre   que   sin  pena 
no  es  posible  que  se  nombre. 

De  cu5'o  efecto  se  saca 
que  tiene  el  nombre  valor. 
Un  francés  embajador, 
que  vino  por  doña  Urraca, 

la  princesa  castellana, 
por  el  nombre  la  dejó 
y  a  doña  Blanca  llevó, 
que  era  su  segunda  hermana. 

Nombres  hay  ocasionados 
para  decir  mal,  o  bien, 
y  más  o  menos  también 
suelen  ser  autorizados 

los  títulos  de  señores. 
¿Cómo  no  habéis  reparado 
en  que  no  sólo  ha  callado 
a  las  gracias  y  primores, 

don  Juan,  de  aquella  mujer, 
pero  ni  aún  se  llega  aquí? 
El  venir  señor,  así, 
cuidado  debe  de  ser. 

¿Ah,  don  Juan,  don  Juan? 

ScM"ior. 
Parece  que  ha  despertado 
de  algún  sueño. 

He  sospechado 
que  son  tristezas  de  amor. 

Toda  la  noche  callando, 
don  Juan,  ¿qué  es  esto,  qué  tienes? 


JORNADA   PRIMERA 


619 


Juan. 


Prín. 


Juan. 


Prín. 


NuÑ. 


¿De  qué  tan  suspenso  vienes? 
¿Qué  vienes  imaginando? 

Bien  puedes  hablar  conmigo. 
Mal  pagas,  don  Juan,  mi  amor; 
porque  más  que  tu  señor, 
soy  tu  verdadero  amigo. 

Si  esto  conoces  de  mí, 
habla  en  virtud  de  quien  soy; 
que  la  palabra  te  doy 
de  hacer  lo  mismo  por  ti 

en  remediar  tu  tristeza, 
que  si  nacieras  mi  hermano. 
Beso  mil  veces  la  mano, 
gran  señor,  a  vuestra  Alteza; 

que  aunque  es  verdad  que  estoy 
no  es  cosa  para  que  os  dé  [triste, 
cuidado  el  mío. 

¿Por  qué? 
Pues  el  amistad  consiste 

en  partir  el  bien  o  el  mal; 
y  si  la  verdad  te  digo, 
más  me  precio  de  tu  amigo 
que  de  ser  de  Portugal 

el  Príncipe. 

Antes  fué 
cumplimiento  cortesano 
besaros,  señor,  la  mano; 
pero  agora  os  beso  el  pie. 

Las  mercedes  que  conmigo 
generosamente  usáis, 
no  igualan  a  que  digáis 
que  os  preciáis  de  ser  mi  amigo; 

que  no  hay  diferencia  alguna 
de  humildad  a  majestad, 
cuando  puede  la  amistad 
hacer  de  dos  almas  vma. 

Días  ha  que  este  cuidado 
a  silencio  me  obligó; 
el  respeto  se  engañó, 
que  amor  no  ha  sido  culpado. 

Perdonadme,  y  retirad 
a  Ñuño  y  Tristán  de  aquí; 
mas  quejáranse  de  mí, 
para  mañana  dejad, 

cuando  os  vista,   el  escucharme. 
No  dormiré,  vive  Dios, 
sin  saberlo.  ¡Hola!,  los  dos 
allá  podréis  esperarme, 

que  voy  a  ver  una  dama 
con  don  Juan. 

Vamos,  Tristán; 
que  el  silencio  de  don  Juan 
serán  celos  de  quien  ama. 


Tri. 
NuÑ. 

Tri. 


Juan. 

Prín. 

Juan. 


¿Pues  sabes  quién  es? 

No  y  sí, 
y  no  quiero  aventurarme. 
Vamos. 

(Vanse.) 

Ya  puede  escucharme, 
señor,  vuestra  Alteza. 

Di. 
Serenísimo  don  Juan, 
sucesor  de  la  corona 
de  Portugal,  que  tan  digno 
de  la  imperial  tiene  y  goza 
el  heroico  don  Manuel, 
vuestro  padre,  a  cuyas  hojas 
de  verde  laurel  incline 
su  blanca  frente  la  aurora, 
pues  por  su  rey  y  señor 
el  indio  oriental  le  nombra. 
Vino  (estando  vos  en  Ceuta) 
un  don  Sancho  de  Mendoza, 
caballero  castellano, 
desde  Toledo  a  Lisboa, 
hombre  estimado  en  Castilla 
por  sus  hazañas  heroicas; 
de  edad  larga,  nobles  canas 
y  venerable  persona. 
Este,  quejoso  del  premio 
del  Rey,  o  por  otras  cosas 
de  que  no  tengo  noticia; 
pero  por  ejemplos  consta 
que  los  grandes  capitanes 
tienen  fortuna  dudosa, 
y  pocas  veces  los  reyes 
sus  servicios  galardonan. 
Alejandro,  a  Efestión 
un  león  por  premio  arroja; 
y  el  triunfador  Belisario, 
murió  pidiendo  limosna. 
Recibióle  vuestro  padre 
por  la  fama  de  sus  obras, 
con  gusto,  pero  no  quiso 
(entretanto  que  se  informa) 
servirse  del  en  su  casa, 
y  el  castellano  se  aloja 
como  sintiendo  el  desprecio 
en  una  quinta,  que  agora 
fuera  de  Lisboa  vive. 
Esta  es  la  parte  que  toca 
a  don  Sancho;  presumios, 
que  es  prólogo  de  mi  historia; 
y  agora  escuchad  la  mía. 
Tiene  dos  hijas  hermosas 


620 


I. A    MAYOR    VIRTUD    DE    UN    REY 


don  S;uicIio;  con  que  la  he  dicho 

en  una  palabra  toda. 

Llaman  I^eonor  a  la  una 

y  doña  Sol  a  la  otra, 

con  quien  me  parece  a  mí 

que  fuera  el  del  cielo  sombra. 

Este  Sol  estaba  un  día 

(cuando  el  otro  se  trasmonta 

bañándose  los  cabellos 

del  mar  en  las  crespas  ondas) 

fuera  de  la  quinta,  adonde 

algunos  álamos  bordan 

un  dosel  verde  a  una  fuente, 

que  de  aquel  campo  señora 

también  le  pone  a  los  pies 

no  menos  florida  alfombra, 

en  cuyas  franjas  de  lirios 

el  agua  ensartaba  aljófar. 

Mirábase  en  el  cristal, 

y  trocándose  las  fonnas, 

el  agua  le  daba  perlas 

porque  ella  le  diese  rosas. 

Llevado  de  mi  fortuna, 

llegué  a  ocasión  tan  dichosa 

siguiendo  un  azor,  y  hallé 

la  garza  de  mayor  pompa 

que  han  respetado  los  aires, 

ni  cuantas  aves  le  azotas, 

aunque  ente  aquella  que  mira 

del  Sol  la  dorada  antorcha. 

Miréla  al  descuido,  y  ella 

alzó  el  rostro  cuidadosa, 

y  díjele  en  portugués: 

«¿Qué  facéis,  menina,  sola?» 

Respondióme  por  donaire: 

«Si  eu  vos  teño  de  dar  conta, 

soedades  de  miña  térra 

me  facen  morrer  a  solas.» 

Dcsta  ocasión  y  principio 

(que  amor  presto  se  ocasiona, 

que  siempre  son  accidentes 

de  su  materia  la  forma) 

quedé  perdido,  y  sentí 

cómo  ck-lJa  me  di-spoja, 

que  en  hombros  de  mi  deseo 

mudó  casa  mi  memoria; 

allá  fué  el  entendimiento; 

ík-  liíxTtad  se  desjxjju 

la  voluntad,  los  sentidos, 

que  tarde  amando  .se  cobran. 

♦(¿uejíis  (le  dije  en  su  lengua) 

de  vuestra  liernjosura  forman, 

puc»  hablando  en  ¡xjrtugués. 


en  castellano  enamoran.» 
Até  mi  caballo  a  un  olmo, 
y  viendo  que  de  una  joya 
tenía  un  biicaro  atado, 
cinta  color  de  congojas, 
agua  le  pedí,  y  risueña 
le  desató,  y  presurosa 
como  el  unicornio  suele, 
por  que  no  hubiese  ponzoña, 
metió  el  marfil  de  la  mano 
con  el  búcaro  en  la  hundosa 
fuente,  que  en  círculos  crespos 
apartaba  bulliciosa, 
como  afrentada,  el  cristal. 
Yo  dije:  «En  agua  tan  poca 
como  ese  búcaro  cabe, 
que  apenas  es  cuarto  de  onza, 
mal  se  aplacará  mi  fuego; 
sed  como  hermosa,  piadosa; 
dadme  a  beber  en  cristal, 
aunque  con  indigna  boca, 
a  vuestra  mano  me  atreva.» 
Ella  entonces  agua  toma 
de  la  fuente  con  la  mano, 
y  los  jazmines  sonroja 
del  rostro.  Yo,  entonces,  necio, 
voy  al  agua  con  sed  loca; 
y  como  las  hay  del  fuego, 
fui  del  agua  mariposa. 
Y  al  llegar  junto  a  la  mano, 
mar  donde  el  alma  se  engolfa, 
a  buscar  perlas,  de  quien 
era  su  mano  la  concha, 
con  aire  mezclado  en  risa 
el  agua  al  rostro  me  arroja. 
«Bebed  (diciendo)  y  guardad 
para  otra  vez  la  que  sobra». 
Comparación  ordinaria 
es  la  fragua  donde  forjan 
el  hierro;  mas  para  mí 
es  notablemente  propia. 
Ardió  el  fuego  con  el  agua, 
y  ella,  menos  vergonzosa, 
nif,'  arroja  un  lienzo,  diciendo 
después  que  todo  me  moja: 
«Si  estáis  lavado,  enjugaos». 
Respondí:  «Lienzo  no  importa, 
vSi  puedo  enjugarme  al  .sol». 
Y  al  aguardar  cjue  responda, 
llegó  con  voz  alterada 
una  despejada  moza 
diciendo  que  la  llamaba 
su  padre.  Mi  Sol  se  enoja 


JORNADA   PRIMERA 


621 


y  se  despide,  cortés. 

Yo,  asiendo  a  la  labradora 

(que  ya  don  Sancho  no  trata 

de  familia  más  honrosa), 

la  pregunto,  y  me  responde, 

tan  bachillera,  tan  pronta, 

que  de  cuanto  saber  quise 

libcralmente  me  informa. 

Cansaros  con  referir 

diligencias  amorosas 

como  las  permite  un  campo, 

era  numerar  las  ondas 

al  mar  o  a  los  olmos  ramas 

que  su  ameno  sitio  entoldan. 

No  le  fuera  a  mi  esperanza 

empresa  dificultosa, 

pues  casándome  con  Sol 

ganara  nobleza  y  honra, 

que  es  Mendoza  por  su  padre 

y  por  su  madre  Cardona; 

pero  quiere  mi  desdicha 

que  antes  que  entrase  en  Lisboa 

don  Sancho,  el  Rey,  por  honrarme 

(que  bien  sé  que  le  provoca 

el  amor  que  me  tenéis), 

a  la  condesa  Teodora 

de  Portugal  me  promete; 

yo  la  acepto  por  esposa 

y  doy  la  palabra  al  Rey. 

Vos,  por  hacerme  más  honra, 

por  mí  le  besáis  la  mano; 

ella,  en  tratando  las  bodas, 

m.e  favorece  y  empeña 

en  regalos  y  lisonjas. 

Este  azar,  la  pretensión 

de  mi  bella  Sol  estorba, 

pues  no  puede  ser  posible 

que  al  Rey  la  palabra  rompa. 

Kn  este  estado  me  tiene 

fortuna  tan  rigurosa; 

que  ha  de  matarme  este  Sol, 

si  no  es  que  loco  me  torna; 

que  amado,  que  aborrecido, 

si  se  ablanda,  si  se  enoja, 

si  me  huye,  si  me  espera, 

si  me  olvida,  si  me  nombra, 

sufriendo,  amando,  esperando, 

ira,  amor,  muerte,  victoria, 

a  sus  rayos,  a  su  nieve, 

blanda  cera,  firme  roca; 

tengo  de  ser  deste  Sol, 

en  bien,  en  mal,  pena  o  gloria. 

su  eclíptica  por  el  cielo 


y  por  la  tierra  su  sombra. 
Prín.  Pésame,  por  Dios,  don  Juan, 

de  verte  en  tal  confusión. 
Juan.  Estas  mis  tristezas  son 

y  éstas  mi  muerte  serán . 
Prín.  Un  remedio  sólo  siento, 

si  alguno  lo  puede  ser. 
Juan.  ¿Qué  remedio  puede  haber? 

Prín.  Dilatar  el  casamiento 

y  entretener  los  cuidados 

del  sol  que  te  abrasa  el  pecho, 

que  pocas  veces  se  han  hecho 

casamientos  dilatados. 
Juan.  De  haberle  dado  me  pesa 

la  palabra  al  Rey. 
Prín.  No  importa; 

tú  en  tanto,  don  Juan,  reporta 

el  servir  a  la  condesa 
mostrándola  poco  amor; 

que  podré  poco  o  será 

Sol  tu  mujer. 
Juan.  No  querrá 

dar  licencia  el  Rey,  señor. 
Prín.  Ya  el  alba  empieza  a  reír 

de  ver  a  los  dos  hablar; 

pero  venme  a  desnudar, 

que  mejor  fuera  vestir, 

que  tiempo  queda  después. 
Juan.  ¡Oh,  bello  sol  castellano, 

tente,  no  abrases  en  vano 

un  corazón  portugués. 

(Salen  Don  Sancho  y  Mendo,  labrador.) 

Sancho. 

En  ti  pensé  yo,  Mendo,  que  tenía 
un  Hércules  famoso  que  guardara 
mi  casa  con  lealtad  y  valentía. 

Mendo. 
Cuando  yo  huera  miércoles,  no  hallara 
cosa,  a  la  he  que  de  importancia  fuera, 
que  es  la  señora  Sol  más  que  el  sol  erara; 
Leonor  es  una  verde  primavera 
de  virtudes  y  gracias. 

Sancho. 
Yo  lo  creo, 
sus  gracias  oigo  y  sus  virtudes  veo; 

que  son  mis  hijas,  Mendo;  pero  estamos 
en  tierra  ajena. 

Mendo. 
No  hay  que  te  desveles. 


62- 


l.A    MAYOR    NIRIUD    DE    UN    Ki:V 


S.^NCIIO. 

Destos  olmos  que  ves,  destos  laureles, 
hombres  pienso  que  son  los  verdes  ramos. 

Mendc^. 
Pues  si  Sol  y  Leonor  son  dos  angeles, 
perdona,  que  son  necios  tus  enojos. 

Sancho. 
Yo  he  visto  un  cazador  con  estos  ojos 
pasear  este  campo  muchas  veces. 

Mexdo. 
Estaba  por  decir  que  son  vejeces. 

¿Es  tuya  aquesta  tierra? 
¿Has  vedado  este  coto? 
Los  conejos  y  urracas  deste  soto, 
los  cuervos  y  torcaces, 
¿son  tuyos,  por  ventura? 

Sancho. 
Prevenir  es  cordura 
lo  que  puede  temerse. 

Mendo. 

Muy  bien  haces, 
que  siempre  dio  cuidado  la  hermosura. 

Sancho. 
Tú,  que  por  tu  llaneza 
y  poco  entendimiento 
das  ocasión  a  no  guardarse,  mira 
si  es  causa  desta  caza  la  belleza 
de  Sol  y  de  I^eonor,  y  siempre  atento, 
las  guarda  y  del  peligro  las  retira. 

Mendo. 

¿A  mí  rae  mandas  que  doncellas  guarde, 

pobre,  villano,  rudo, 

quien  en  el  mmido  pudo, 

por  más  que  fuese  honrado,  sabio  y  fuerte? 

I.^  mujer  más  cobarde, 

en  llegando  a  querer,  y  más  doncella, 

su  honor  y  el  de  sus  padres  atropella, 

ni  repara  en  la  fama  ni  en  la  muerte. 

Mándame  tú  guardar  seri)ionlcs  fieras, 

cocoílrilos,  dragones, 

osos,  tigres,  lagartos  y  leones, 

grifos,  e.scoloprendos  y  panteras, 

culebras,  lagartijas 

y  no  guardar  doncellas. 

Venlad  es  que  tus  hijíi.s 

son  cuerrlas  como  Ix-lias; 

IH:ro  liay  hombns  demonios  tan  .sotiles 

dando  y  enamorando. 


y  más  si  topan  las  defensas  viles, 
que  son,  señor,  criadas  codiciosas, 
que  no  hay  honra  segura. 

Sancho, 

Estoy  pensando 
que  sabes  algo  t\i. 

Mendo. 
Si  lo  supiera, 
como  esto  digo  aquí  te  lo  dijera; 
que  el  no  querer  guardar  a  gente  moza 
cuando  la  nueva  sangre  les  retoza 
es  miedo  de  que  algún  amante  loco 
me  pegue  un  sopetón . 

Sancho. 

Traer  contigo 
un  arcabuz,  como  que  estás  cazando. 

Mendoza. 
Harélo  ansí;  mas  todo  importa  poco. 
Mas  ellas  vienen. 

Sancho. 
Silencio,  Mendo  amigo, 
no  sepan  lo  que  estábamos  hablando; 
haz  lo  que  digo  por  que  te  defiendas. 

Mendo. 
Gentil  habar  o  viña  me  encomiendas. 
(Salen  Sol  y  I,eonor.) 

Sol. 
¿Cuándo  querrá  cansarse  la  fortuna, 
padre  y  señor,  de  tantas  sinrazones? 

Leonor. 
El  no  vivir  con  esperanza  alguna 
en  todas  las  humanas  pretensiones, 
hace  menor  el  daño. 

Sancho. 
A  Portugal  me  trujo  un  necio  engaño 
de  hallar  amparo  y  a  mi  mal  consuelo. 

IjiONOR. 

No  sabe  la  desdicha  mudar  cielo. 

Sancho. 
El  Rey  teme  ofender  al  castellano 
en  darme  .su  favor,  si  está  ofenditlo. 

vSoi.. 
vSin  (■]  divino  no  hay  favor  humano. 

vSancho. 
Servirse  no  ha  querido 


JORNADA  PRIMERA 


623 


en  paz  de  mi  consejo  y  experiencia, 

ni  en  guerra  de  mi  espada; 

antes  de  su  presencia 

parece  que  me  aparta,  cuando  honrada 

debía  ser  la  mía. 

jMal  haya  el  hombre  que  del  hombre  fía! 

Dejé  la  corte  y  vine  cue^-damente 
a  este  campo  a  vivir;  que  mal  pudiera 
en  Lisboa  con  honra  sustentarme. 
Sírveme,  como  veis,  rústica  gente, 
y  aun  no  sé  si  podré  desta  manera, 
hijas,  en  tierra  ajena  conservarme; 
cuanto  puede  el  honor  aconsejarme 
es  que  mudemos  todos  de  vestido, 
por  ver  si  desconoce  la  fortvma 
a  los  que  tanto  tiempo  ha  perseguido. 

Leonor. 

Ya  la  presumo  menos  importima, 
si  por  otros  nos  tiene. 

Sancho. 

¡Ay,  hijas!,  cuando  viene 

tan  airada,  sospecho 

que  no  ha  de  haber  engaño  de  provecho; 

mejor  hubiera  sido 

salir  de  España;  pero  ya  que  el  cielo 

para  mayor  rigor  nos  ha  traído 

a  tanto  desconsuelo, 

mostremos  obediencia, 

que  rompe  los  trabajos  la  paciencia. 

Como  el  cautivo  de  la  patria  ausente, 

que  en  triste  soledad  desdichas  llora 

habemos  de  vivir  mientras  que  el  cielo 

nos  quita  la  esperanza  y  el  consuelo 

de  volver  a  la  patria  deseada. 

Un  báculo  será  de  hoy  más  mi  espada 

y  un  gabán  mi  vestido, 

la  caza  mi  ejercicio;  y  así,  os  pido 

(pues  el  ejemplo  os  muestro) 

que  imitéis  la  desdicha  con  el  \aiestro. 

(Vase.) 

Soi<.  No  ha  sido  sin  ocasión, 

Leonor,  este  advertimiento. 

Leo.  Los  celos  del  pensamiento 

previenen  la  ejecución; 

que  como  aquel  caballero 
ha  dado  en  venir  aquí, 
o  te  culpa  a  ti  o  a  mí. 

Soi..  Algún  desacierto  espero 

deste  venir  tan  aprisa 
desde  que  me  vio  en  el  prado. 


Leo. 
Soi,, 


Leo. 


Sor,. 
Leo. 

Soi,. 


Leo. 


Soi,. 


Juana. 

Soi<. 
Juana. 


Ya  con  eso  tu  cuidado 
de  que  le  tienes  me  avisa. 

Bien  conozco  que  don  Juan 
merece  amor  por  quien  es, 
y  mirándole  después 
tan  gentil  hombre  y  galán; 

tan  cortés,  tan  entendido 
como  en  la  fuente  le  vi; 
pero,  ¿qué  ha  de  ser  de  mí 
si  está  mi  padre  advertido? 

Pues  aguardar  a  que  él  pueda 
casamos,  ¿cómo  ha  de  ser? 
Desdichada  es  la  mujer 
que  tan  bien  nacida  queda 

en  manos  de  la  fortima. 
Muchas  suele  amor  casar. 
Y  aun  es  milagro  acertar 
de  muchas  veces  alguna. 

Y  esto  de  dejar  las  galas, 
¿cómo  se  ha  de  obedecer? 
Que  en  la  mujer  suelen  ser 
lo  que  en  las  aves  las  alas. 

La  hermosura  más  lucida 
sin  las  galas  se  acobarda; 
que  no  puede  andar  gallarda 
una  mujer  mal  vestida. 

Mas  pienso  que  está  engañado, 
porque  el  disfraz  de  la  aldea 
dará  ocasión  a  que  sea 
más  advertido  y  mirado. 

Tienes,  Sol,  mucha  razón; 
mas  despierta  y  enamora, 
porque  dama  y  labradora 
es  extremada  invención. 

Su  propio  nombre  le  llamas, 
que  apenas  nos  ha  de  ver 
cviando  nos  \'Tielva  a  poner, 
como  primero,  de  damas. 

¿Xo  has  visto  que  aunque  es  jus- 
y  de  las  prensas  se  vale  [ticia 

si  ima  premática  sale 
sale  también  la  malicia? 

Pues  lo  mismo  en  las  mujeres; 
porque  es  darles  ocasión 
a  que  con  nueva  invención 
tengan  menos  pareceres. 

(Sale  Juana,  labradora.) 

Yo  lo  diré  desa  suerte, 
puesto  que  pena  les  dé. 
¿Qué  es  esto,  Juana? 

Ala  fe 
que  no  sé  «.ómo  lo  acierte. 


634 


LA    MAYOR    VIRTUD    DE   UN   REY 


Vienen  a  ve  al  señor 
el  príncijje  don  Manuel 
y  otto  hidalgo  con  él 
que  anda  aquí  con  un  rzor 

haciendo  enredos  por  veros 
volar  ?1  viento  suave; 
que  como  el  amor  es  ave 
tiene  pájaros  terceros. 

En  un  caballo  venía 
el  I*ríncipe,  tan  hermoso, 
que  de  alentado  y  brioso 
su  propia  espuma  bebía, 

y  el  cazador,  si  te  acuerdas, 
en  un  nevado  jazmín, 
barriendo  el  suelo  la  crin 
con  una  escoba  de  cerdas. 

Pero  ?penas  preguntando, 
se  apean  en  el  zaguán 
y  entrando  a  las  cuadras  van 
\'uestros  retratos  mirando, 

cuando  con  desasosiego 
me  llamó  y  dijo  señor: 
«Diles  a  Sol  y  a  Leonor, 
Juana,  que  se  escondan  luego, 

y  di  que  en  el  campo  están 
si  te  preguntaren  algo.» 
Soi,.  El  príncipe  y  el  hidalgo. 

Juana,  a  pesar  nos  verán 

de  los  celos  ael  señor. 
Ven,  Leonor. 
Leo.  ¿Cómo  ha  de  ser 

si  nos  mandan  esconder? 
Soi,.  Pregúntaselo  al  amor, 

que  él  te  dirá  si  es  posible; 
porque  en  nuestra  condición, 
en  habiendo  priv?ción 
no  hay  desatino  imposible. 

(Vanse.) 

]VASK  ¡Oh!,  cómo  rae  da  contento 

de  mis  amas  el  cuidado, 
que  cierto  paje  me  ha  dado 
un  pellizco  al  pensamiento. 

Después  que  el  dicho  don  Juan 
anda  en  estas  arboledas, 
ni  las  armas  están  quedas 
ni  los  arroyos  lo  van. 

Este  guardarnos,  señor, 
desta  gente  jjalacicga 
tal  vez  obliga,  y  aun  ciega, 
para  algún  notable  error. 

Como  fruta  .suelen  .ser 
las  mujeres  encerradas. 


que  de  puro  estar  giiardadas 
nos  venimos  a  perder. 

Bueno  es  guardarnos  mirando 
por  el  honor;  mas  yo  sé 
que  no  es  malo  que  nos  dé 
el  aire  de  cuando  en  cuando. 
(Sale  Mendo.) 

Men.  Huélgome  de  hallarte  aquí. 

Juana.       Y  yo  me  huelgo  de  verte. 

]\IEN.  ¿Cuánto  va,  Juana,  que  traes 

solevantado  el  caletre? 

Juana.       Malicias  nunca  te  faltan. 

Men.  Esta  cortesana  gente 

es  propia  para  el  humor 
de  señor,  porque  él  pretende 
que  a  Sol  no  la  mire  el  sol, 
y  que  Leonor  estuviese 
guardada  con  diez  leones, 
y  ellos  a  la  he  no  vienen 
por  él. 

Juana.  ¿Pues  por  quién? 

Men.  Por  ellas. 

Y  si  prosigue  el  Príncepe 
esto  de  venir  a  caza, 
yo  te  digo  que  ellos  \'uelen 
(que  son  halcones  reales) 
las  dos  mozas  fácilmente, 
y  que  no  te  falte  a  ti 
cernícalo  que  te  pesque 
entre  tanto  escude  re  te. 

Juana.        ¿A  mí? 

Men.  ¿Luego  tú  no  eres 

hija  de  Adán  y  de  Esgueva, 
como  las  otras,  ni  tienes 
ya  tu  poquito  de  amor? 


Juana. 

¿Yo? 

Men. 

Juana,  no  me  lo  niegues; 

que  se  te  ve  en  los  quillotros 

de  los  ojos  craramente. 

Juana. 

¿De  qué  lo  sabes? 

Men. 

Permite, 

que  a  verlos,  Juana,  me  acerque: 

(Llégase.) 

cada  imo  tiene  un  hombre. 

Jt'ana. 

¿No  ves  que  son  transparentes 

y  a  ti  mi.smo  te  retratan? 

Men. 

¿A  mí? 

Jl'ANA. 

¿Pues  a  quién? 

Men. 

No  pienses 

engañarme,  que  yo  sé 

que  a  algún  cortesano  quieres; 

que  til  teniendo  amor  las  amas. 

JORNADA    PRIMERA 


625 


Juana, 


Men. 


Juana. 
Men. 


Juana. 
Men. 

Juana. 
Men. 

Juana. 
Men. 

Juana. 


]\IEN. 


xn 


no  hay  cosa  que  más  se  pegue: 
es  fuerza  que  las  criadas 
hacer  lo  que  ven  intenten. 
Kn  un  convento,  en  mi  tierra, 
cantaban,  como  otras  veces, 
los  maitines  en  el  coro, 
y  estaban  (que  ansí  los  leen) 
unos  tras  otros,  diez  frailes. 
Durmióse  el  primero,  y  éste 
dio  con  el  cuerpo  al  segundo; 
y  como  estaban  enfrente, 
de  fraile  en  fraile  cayeron 
todos  diez,  como  acontece 
cuando  juegan  a  los  bolos. 
Ya  sospecho  que  me  entiendes: 
quiere  Sol,  y  da  en  Leonor; 
cae  Leonor  de  repente; 
de  una  en  otra,  dan  en  ti: 
¿no  quieres  que  te  derruequen? 
Grandes  tus  malicias  son; 
mas  dime,  pues  de  allá  vienes, 
¿cómo  ha  tomado  nuestro  amo 
la  venida  desta  gente? 
¿Qué  me  preguntas,  si  sabes 
lo  que  siente  y  lo  que  teme? 
Tener  hijas,  o  sean  feas 
o  hermosas,  es  triste  suerte. 
Feas,  no  las  quiere  nadie; 
hermosas,  todos  las  quieren. 
Guardarlas  es  imposible; 
que  son  hombres  y  mujeres 
ellas  queso,  ellos  ratones; 
unas  callan  y  otros  muerden. 
También  los  suelen  coger. 
Yo  veo  que  muchas  veces 
queda  el  queso  ratonado, 
y  ellos  huyen  y  se  meten 
en  sus  agujeros  libres. 
¿Qué  hace  señor? 

Entretiene 
al  Príncipe. 

¿Y  don  Juan? 
Anda  mirando  si  puede 
hallar  a  Sol. 

Tendrá  frío. 
Temo  al  viejo,  que  es  valiente, 
honrado  y  sabio. 

Esos  son 
los  que  engañan  las  mujeres 
con  mayor  facilidad. 
Ya  sé  yo  que  cuando  quieren 
no  hay  valentía  que  valga 
ni  discreción  que  aproveche. 


Juan. 


(Salen  Don  Juan  y  Sol.) 

Ventura  hallaros  ha  sido; 
que  aunque  vuestra  luz  buscaba, 
como  en  una  selva  andaba 
en  vuestra  casa  perdido. 
No  de  otra  suerte  escondido 
tiene  por  mayor  decoro 
naturaleza  el  tesoro 
puesto  en  tan  desierta  parte, 
porque  no  la  venza  el  arte 
por  la  codicia  del  oro. 

Así  suele  el  peregrino, 
en  noche  obscura,  esperar 
la  luz  que  le  ha  de  engañar, 
mejor  que  el  norte,  el  camino. 
Y  así  sale  el  Sol  divino 
esparciendo  sus  cabellos, 
aunque  a  mí,  sin  me  recellos, 
por  más  claros  arreboles 
me  amanecieron  tres  soles: 
vos  y  vuestros  ojos  bellos. 

Como  despierta  el  pastor 
cuando  le  llama  el  aurora 
con  la  dulce  voz  sonora 
del  músico  ruiseñor, 
que  al  canto  y  al  resplandor 
mira,  aimque  alegre,  turbado, 
cielo  azul  y  verde  prado 
en  esta  ocasión  he  sido, 
pues  me  habéis  favorecido, 
cuanto  me  habéis  deslumhrado. 

Mi  padre  tales  desvelos, 
señor  don  Juan,  ocasiona 
sólo  el  ver  una  persona, 
aunque  inútiles  recelos, 
que  escondidas  por  sus  celos, 
yo  y  I/eonor,  mi  hermana,  estamos; 
pero  lo  que  no  pensamos, 
los  celos  nos  solicitan, 
porque  aquello  que  nos  quitan 
es  lo  que  más  deseamos. 

Siempre  resulta  engañado 
el  cuidado  de  guardar, 
porque  nos  fuerza  a  pensar 
en  la  causa  del  cuidado; 
y  como  a  lo  imaginado 
poco  los  deseos  tardan, 
más  me  animan  que  acobardan, 
porque  como  en  vos  pensé, 
viéndoos  pasar,  os  llamé 
para  ver  de  quién  me  guardan. 

¿Xo  me  visteis  en  la  fuente 
a  vuestra  hermosura  atento? 


Sor.. 


Juan. 


40 


64Ó 


I. A    MAYOR   VIRTUD   Dl>   UX    RIÍY 


SiiL.  Es  ahora  pensamit.nto, 

y  entonces  era  accidente. 
jr.\N.  ¿ y ué  os  parezco,  finalmente, 

ya  que  para  verme  os  den 

luz  \'uestros  soles  también? 
Sol.  Un  hombre,  que  me  han  mandado 

que  no  os  vea;  que  ha  bastado 

para  parecerme  bien. 
Jr.\N.  Besóos  mil  veces  las  manos. 

Sol.  No  lo  digo  porque  os  quiero; 

que  hay  mucho  que  ver  primero. 
Ji".\N.  Nació  mi  esperanza  en  vano. 

Sol  de  invierno  y  de  verano 

os  considera  mi  ciego 

amor,  cuando  a  veros  llego, 

y  todo  para  matarme: 

de  verano,  en  abrasarme; 

de  invierno,  en  ponerse  luego. 
Mkn.  Qué  atenta  estás,  sin  cansarte, 

Juana,  de  ver  y  escuchar. 
J  TANA.        Querría  aprender  a  hablar. 
Mex.  Eso  debe  de  faltarte. 

Juana.       ¿Piensas  que  es  esto  escucharte 

y  el  ver  que  cuando  me  miras 

como  borrico  sospiras? 
Mex.  Juana,  en  estas  soledades 

habla  amor  con  las  verdades 

como  allá  con  las  mentiras. 
J  r.\NA.  Eres  tú  muy  entendido 

para  verdades  de  amor. 
Mex.  Vn  escodero  es  mejor 

totlo  de  lana  embotido. 
J''ANA.       Mira  qué  hermoso  y  polido 

está  don  Juan, 
^f'x  lis  don  Juan 

para  Sol  propio  y  galán; 

pero  es  razón  que  te  allanes, 

que  todos  somos  don  Juanes 

]xjr  línea  recta  de  Adán. 
It.an.\  ';Qué  os  hace  dificultad 

que  para  quererme  importe? 
^'L.  Ivl  no  saber  si  en  la  corte 

tenéis  otra  voluntad. 
J'MNA.        De  la  fuente  os  acordad; 

donde  con  agua  de  olvido 

ansí  bañáis  mi  sc-ntido, 

que  se  m.-  hubiera  olvidado 

si  lia  sido  lo  que  ha  pasado 

o  pasado  lo  (jue  ha  sido. 
Ningún  hombre  tan  exento 

vivió  como  yo  viví, 

que  aun  para  quererme  a  mí 

lio  be  tenido  ¡x-n.samiento. 


Sol. 
Juan. 

Sol. 
Juan. 

Sol. 

Juan. 

Sol. 

JlAN. 


vSoL. 


Ij-o 


Ahora  mi  entendimiento 
no  sabe  por  dónde  huya 
que  a  su  ser  le  restituya, 
pues  piensa  sin  libertad; 
que  si  tiene  voluntad, 
no  debe  de  ser  la  tuya. 

De  verme  están  mis  sentidos 
y  no  sin  causa  admirados, 
porque  se  ven  ocupados 
donde  se  han  de  ver  perdidos. 
El  alma,  que  reducidos 
los  tenía  hasta  que  os  vi, 
a  ser  lo  que  de  antes  fui, 
tales  tenéis  a  los  dos, 
que  después  que  vive  en  vos 
no  sabe  si  vive  en  mí. 

Como  es  el  alma  invisible, 
liase  de  creer  por  fe 
el  dar  lo  que  no  se  ve. 
Aunque  es  el  verla  imposible, 
en  los  ojos  es  visible, 
cuando  en  su  amorosa  calma 
toda  el  alma  se  desalma. 
Qué  calma  tan  mentirosa; 
porque  miran  una  cosa, 
y  tienen  otra  en  el  alma. 

Lo  discreto  os  ha  engañado; 
porque  quien  os  mira  a  vos, 

quisiera  entonces  que  Dios 

mil  almas  le  hubiera  dado. 

A  cuantas  habéis  amado 

habéis  dicho  esa  terneza. 

Hasta  ver  A'uestra  belleza, 

ni  amé,  ni  amaré  después. 

Andad,  que  sois  portugués 

y  amáis  por  naturaleza. 

Huélgome  qiie  así  me  honréis; 

que  quien  portugués  no  fuera, 

ni  os  amara  ni  entendiera 

lo  nnicho  que  merecéis. 

"Mñs  por  ((ue  no  os  alabéis, 

(¡ue  castellana  .seáis 

me  ¡x'.'^a. 

¿En  qué  lo  fundáis? 

Ivn  que  no  sabéis  querer, 

ni  pagar,  ni  agradecer, 

porque  más  fingís  (|ik'  amáis. 

(Sale  I,i:oNOHA.) 

Sol,  señor,  viene  a  buscarte; 
no  sé  qué  remedio  tenga, 
íjue  íjuiere  el  rríncii)e  verte. 


JORNADA    PRIMERA 


627 


(Salen  el  Príncite  y  Don  Sancho.) 
San.  Aquí  están  Sol  y  lyconor, 

inis  hija.s. 
Prín.  Tendréis  con  ellas 

consuelo  en  vuestras  desdichas, 
y  descanso  en  vuestras  penas. 
Sax.  y  vos,  señor,  dos  esclavas. 

Sol.  Denos  los  pies  vuestra  Alteza. 

Prín.  Quien  tiene  tanto  de  cielo, 

¿por  qué  se  humilla  a  la  tierra? 
¡Qué  gallardas  dos  hermanas! 
Mucho  que  vivan  me  pesa, 
don  Sancho,  esta  soledad; 
mejor  su  ilustre  belleza 
era  para  honrar  la  corte. 

So  I,.  Al  destierro  de  la  nuestra, 

señor,  pensó  nuestro  padre 
que  el  vuestro  remedio  fuera; 
pero  como  la  fortuna 
nos  viene  .siguiendo  adversa, 
en  Portugal  es  la  misma . 

Prín.  Temerá  el  Rey  que  se  ofenda 

el  de  Castilla;  mas  yo 
haré  de  suerte  que  tenga 
don  Sancho  lo  que  merece. 
¿Sois  vos  Sol?  Pero  qué  necia 
pregunta;  que  solamente 
un  ciego  pudiera  hacella. 
Que  dudar  si  el  sol  es  Sol, 
o  fuera  ignorancia  extrema, 
o  querer,  como  las  aves, 
aguardar  a  que  amanezca. 

Sol.  Yo  soy  Sol. 

Prín.  Nadie  en  el  mundo 

mejor  decirlo  pudiera. 

Leo.  y  3^0,  gran  señor,  Leonor. 

Prín.  Bien  podéis,  siendo  tan  bellas, 

ser  la  una  de  la  otra, 
sin  verse  la  diferencia, 
espejos  cuando  os  toquéis. 

Sol.  Honráis  dos  esclavas  vuestras. 

Men.  Juana,  llega  tú  también; 

conozca  su  reverencia 
a  Juana,  y  también  a  Mendo. 

Juana.        Señor,  este  es  una  bestia, 
que  ño  sabe  que  os  llamáis 
Majestad. 

Men.  Ya  se  me  acuerda. 

Déme  los  pies  vuestra  eme. 

Juana.       Necio,  ¿no  ves  que  esa  letra 
quiere  decir  Majestad, 
que  es  cifra  con  que  se  abrevia, 
si  lo  has  visto  en  algún  libro? 


^Ii:n.  Señor,  esta  es  bacliillera, 

que  yo  soy  mi  mentecato. 
Verá  el  diabro,  ¡quién  sopiera    • 
que  la  eme  es  Majestad, 
por  abreviar  su  grandeza! 

Prín.  Don  Juan. 

Juan.  Señor. 

Prín.  Bellas  damas. 

Juan.  Señor,  vuestra  Alteza  advierta 

que  es  tarde  para  volverse. 

Prín.  Don  Sancho. 

San.  Señor. 

Prín.  Quisiera 

valer  mucho  con  mi  padre, 
que  aunque  os  parezca  extrañeza 
por  ser  hijo,  lo  que  digo, 
sabed  que  no  hay  hoy  quien  pueda 
más  con  el  Rey  que  don  Juan; 
conocelde,  que  si  llega 
a  hablar  por  ves,  no  habrá 
cosa  que  imposible  sea 
para  el  amor  que  le  tiene. 

San.  vSeñor,  cuando  se  me  ofrezca 

alguna  cosa,  vos  sois 
a  quien  es  justo  que  deba 
pedir  favor;  y  con  esto, 
dad  a  mis  hijas  licencia. 

Prín.  Dios  os  las  guarde;  y  creed 

que  habiendo  quien  las  merezca 
de  que  ya  llevo  cuidado, 
no  será  poca  nobleza 
cas  alias  en  Portugal. 

(Vanse  las  dos.) 

San.  No  está  de  suerte  mi  hacienda 

que  pueda  tratarlo  agora. 

Prín.  No  hay  en  el  mundo  riqueza 

como  hermosura  y  virtud. 

(Vanse.) 
Men.  Juana. 

Juana.  ¿Qué  quieres? 

Men.  Que  adviertas 

el  recato  de  señor 

y  el  poco  de  las  doncellas. 

Trocaban  ojos  don  Juan 

y  Sol  ¡qué  cosa  tan  ciega 

es  este  diablo  de  amor! 
Juana.        Buena  noche  nos  espera 

si  señor  nos  ha  entendido. 
Men.  Toda  la  culpa  está  en  ellas. 

Juana.       Son  castañas  en  el  fuego; 

que  si  las  pones  enteras, 

luego  saltan  a  los  ojos. 


I  A  MAVOK  VIRTUD  ÜK  UX  RF.V 


MEX. 


Juana. 


Men'. 


Juana 

Men. 

Juana. 

Men. 

Juana 

Men. 


Pues  para  que  se  estén  quedas, 
ya  tú  sabes  el  remedio. 
Hizo  la  naturaleza, 
para  conservar  el  mundo, 
este  amor. 

Y  fué  discreta 
la  naturaleza.  Juana, 
en  hacer  esa  conserva 
de  las  hembras  y  los  maclios. 
Fué  justa  correspondencia. 
Pues  quiéreme  a  mí. 

Sí   haré. 
Dame  un  favor. 

Toma.  (Dale.) 
Espera; 
pero  no  me  lleva  nada, 
antes  pienso  que  me  deja. 


JORNADA  SEGUXDA 

(Salen  el  Rey  de  Portugal  )■  la  Condesa  Teodora. 

Rey.  Cuando  a  don  Juan  te  propuse, 

condesa,  para  tu  esposo, 
y  de  tu  bien  cuidadoso 
preciso  término  puse 

para  que  tuviera  efecto, 
te  vi  con  tanta  alegría, 
cuanto  un  hombre  merecía 
tan  galán,  noble  y  discreto, 

y  a  quien  yo  por  su  valor,, 
después  del  Príncipe  estimo. 
Teo.  No  sin  causa  me  lastimo 

de  mi  fortuna,  señor. 

Luego  que  fuisteis  servido 
de  tratar  el  casamiento, 
tuve  aquel  justo  contento 
que  aquí  me  habéis  referido 

por  las  partes  de  don  Juan, 
su  entendimiento  y  valor; 
y  él  rae  mostró  tanto  amor, 
que  procediendo  galán 

con' papeles,  con  paseos 
todas  las  noches  y  el  día, 
mostraba  lo  que  sentía 
la.s  ansias  de  sus  deseos. 

Pero  todo  este  furor 
tan  de  improviso  ha  parado, 
que  aun  lo  cortés  no  ha  quedado, 
ya  que  ha  faltado  el  amor, 

como  nube  que  transforma 


Rev 


Tro. 


Rey. 


en  noche  el  sereno  día, 
y  el  sol  que  resplandecía 
convierte  en  escura  forma. 

Si  me  escribe,  son  razones 
tan  llenas  de  cumplimientos, 
que  deben  sus  pensamientos 
convenir  entre  renglones. 

Si  me  mira,  es  a  traición; 
lo  desatento  es  mentira, 
que  desprecia  lo  que  mira 
quien  mira  sin  atención. 

Si  le  hablo  en  que  se  intente 
la  boda  que  se  dilata, 
con  mil  rodeos  me  trata 
de  materia  diferente. 

No  de  otra  suerte  el  que  debe, 
cuando  al  que  debe  encontró, 
o  finge  que  no  le  vio 
o  aprisa  los  pasos  mueve. 

Como  sucede  a  don  Juan 
en  iguales  ocasiones, 
bien  diferentes  acciones 
de  marido  y  de  galán. 

Así  vivo  disgustada, 
y  en  su  desprecio  he  creído: 
o  que  él  está  arrepentido, 
o  que  5'o  soy  desdichada . 

Conmigo  está  disculpado, 
pues  que  pudiendo  eximirse, 
no  deja  el  arrepentirse 
para  después  de  casado. 

No  pudiendo  yo  haber  hecho 
a  don  Juan  mayor  favor, 
que  emplearle  en  tu  valor, 
no  he  quedado  satisfecho 

del  desprecio,  porque  yo 
vengo  a  ser  más  despreciado 
por  la  parte  que  le  he  dado 
lo  mismo  que  despreció. 

Di  verdad:   ¿quién  te  ha  servido 
o  te  sirve?  Que  recelo 
que  son  celos  tanto  hielo 
y  en  tanto  amor  tanto  olvido. 

Puedo  a  vuestra  mejestad 
jurar  por  su  misma  vida 
que  ni  fui  ni  soy  servida 
ni  he  tenido  voluntad, 

fuera  de  don  Juan,  a  hombre 
nacido. 

Muévesme  a  ira. 
El  viene;  allí  te  retira. 

(RfUrast.) 


JORNADA    SEGUNDA 


629 


(Salen  Don  Juan  v  Lain,  criado.) 

Juan.  Aborrezco  hasta  su  nombre. 

hAÍ.  No  lo  merece,  señor, 

ni  su  amor  ni  su  hermosura. 

Juan.  Si  me  estorba  mi  ventura, 

¿qué  hermosura  ni  qué  amor? 

Rey.  Don  Juan. 

LaÍ.  H1  Rey. 

Rey.  Aquí  estaba 

tratando  con  la  condesa 
de  lo  que  a  los  dos  nos  pesa; 
ver  que  por  vos  no  se  acaba 

de  concluir,  con  efeto, 
el  casamiento  tratado; 
que  habiéndolo  yo  mandado, 
no  ha  sido  intento  discreto. 

No  os  pregunto  en  su  presencia 
la  causa,  porque  no  hay  ley 
que  a  la  voluntad  de  un  rey 
excuse  la  inobediencia. 

¿Por  qué  procedéis  tan  mal, 
siendo  el  que  más  interesa, 
pues  no  hay  como  la  condesa 
casamiento  en  Portugal? 

La  palabra  os  obligó; 
casaros  tenéis  mañana, 
porque  sois  vos  el  que  gana 
y  soy  quien  lo  mando  yo. 

(Vase.) 

Juan.  ¿Hay  tal  desdicha?  ¿Hay  rigor 

tan  grande?   ¡Oh,   Sol!,    ¿qué  he  de 

[hacer? 
¿De  qué  sirvió  merecer 
mi  esperanza  tu  favor 
si  apenas  el  resplandor 
de  tu  hermosura  amanece 
cuando  a  mi  vida  anochece? 

(Sale  la  Condesa.) 

Teo.  ¡Qué  suspenso  se  quedó! 

¿Qué  quiero,  qué  intento  yo 
de  un  hombre  que  me  aborrece? 

¿Ks  posible  que  he  llegado, 
cielo,  a  merecer  tan  poco? 
Pero  mi  amor  es  tan  loco, 
que  pienso  que  me  ha  engañado; 
pero  cuando  despreciado 
de  quien  no  me  ha  merecido 
quede  mi  amor,  más  corrido 
y  con  más  pena  y  pesar 
vendrá  después  a  quedar 
de  darse  por  entendido. 


Juan. 


No  puede  haber  más  extraño 
linaje  de  loco  amor; 
que  presumir  que  es  mejor 
que  el  desengaño  el  engaño; 
si  el  desengaño  es  mi  daño, 
mejor  es  entretenerse 
con  el  engaño  hasta  verse 
donde  el  bien  pueda  gozarse; 
que  sólo  el  desengañarse 
es  bueno  para  perderse. 

Si  acaso,  señor  don  Juan, 
puede  a  disgusto  obligaros 
el  ver  que  para  casaros 
tan  breve  término  os  dan, 
a  tiempo  estáis,  que  podrán 
deshacerse  sin  rigor 
los  conciertos;  que  el  valor 
cuando  se  pierden  las  dichas 
no  sufre  que  las  desdichas 
se  atrevan  al  propio  honor. 

Si  es  dejarme  de  escribir 
y  muchas  veces  de  ver 
anticipar  lo  mujer 
a  lo  que  está  por  venir, 
bien  os  podéis  descubrir, 
aunque  ya  estáis  entendido. 
No  os  quiero,  aunque  os  he  querido; 
que  quien  se  casa  forzado, 
antes  de  haberse  casado 
previene  lo  arrepentido. 

lyos  reyes,  que  a  Dios  imitan 
en  que  de  nada  hacen  algo, 
aunque  sois  noble  fidalgo, 
lo  que  merezco  me  quitan. 
Por  quereros  solicitan 
que  a  ser  mi  dueño  lleguéis; 
pero  vos  que  conocéis 
la  diferencia  en  los  dos 
desde  la  excelencia  al  vos, 
no  amáis  lo  que  no  podéis. 

(Vase.) 

¡Qué  confusión  tan  cruel! 
¡Qué  laberinto!  ¡Qué  aprieto! 
¡Oh!,  qué  bien  dijo  un  discreto: 
«Pequeño  mal  es  aquel 
que  el  seso  puede  con  él»; 
pues  si  agora  no  le  pierdo, 
ni  del  ni  de  mí  me  acuerdo; 
mas  cuanto  padezco  es  poco, 
que  nunca  de  un  amor  loco 
resulta  efecto  más  cuerdo. 

La  condesa,  con  razón, 


6^0 


I  A    MAYOR    V1UTÜD''1>E-IXN   REY 


infama  mi  proceder; 

no  sé  cómo  pueda  ser 

el  darla  satisfacción. 

Hoy  vendrá  a  ser  privación 

lo  que  en  el  Rey  fué  privanza; 

ya  murió  la  confianza, 

¡oh,  Sol!,  de  que  fueras  mía; 

que  es  inútil  la  porfía 

donde  falta  la  esperanza. 

Casarme  es  fuerza  y  querer 
a  la  condesa,  que  aquí 
me  trató  tan  mal  por  ti; 
tanto  debo  al  Rej'  temer, 
porque  no  le  obedecer 
será  ocasión  de  mi  muerte; 
pues  si  tengo  de  perderte, 
haz  cuenta,  Sol,  que  te  vas 
al  ocaso,  en  que  jamás 
vuelvan  mis  ojos  a  verte. 

(Vase.) 
(Salen   Don   Sancho,  con  gab.in  y   báculo,  y  Ju.\na.) 


-  lá  nueva  melancolía 
que  estos  días  la  atormenta. 

(Vasc.) 

Ju.\N.\.       Hacerla  quiere  ruido 

como  a  gusano  de  seda, 
que  las  penas  y  las  nubes 
con  tempestades  atruenan. 

Mhx.  jAy,  Juana!,  que  estos  recelos 

de  señor  no  me  contentan; 
mucho  se  atreve  don  Juan. 

J  LANA.        No  te  espantes  que  se  atreva 
dándole  Sol  la  ocasión; 

MiCN.  Para  ser  Sol  tan  discreta 

mucho  se  fía  de  un  hombre 
tan  i\Iendoza,  que  si  fuera 
don  Juan  el  príncipe  ^reo. 

JrANA.        Ni  lo  digas  ni  lo  creas. 

(Salen  Sol  y  L,eonor,  de  labradoras^  bizarras.) 


San. 


Juana. 


San. 


Juana. 


San 


Men. 
San. 

Mhn. 


San. 


De  las  tristezas  de  Sol 
estoy  con  notable  pena. 
No  te  espantes  que  ande  triste 
viviendo  una  pobre  aldea 
la  que  enseñada  a  las  cortes 
era  sol  de  la  belleza. 
No,  Juana;  algún  pensamiento 
la  causa  tanta  tristeza. 
Extraña  es  tu  condición; 
los  árboles  y  las  peñas 
deben  de  servirla  aquí. 
No  presumo  yo  que  sea 
de  su  virtud  y  valor 
menos  que  tristeza  honesta. 
¿Mendo? 

(Sale.) 

Señor. 

¿Está  a  pujito 
el  rocín  de  campo? 

Queda 
boca  abajo,  como  siempre, 
y  esperándote  a  la  puerta 
dos  criados  y  seis  galgos. 
Haced  en  tanto  que  vuelva 
algúti  rígocijo  a  SíjI; 
cantad  a  la  portuguesa 
de  lo  que  hal>éis  apreiulido, 
di-  .suerte  que  se  entn-t<-nga: 
haced  con  los  instrumentos 
ruido,  por  que  suspenda 


Sor,.     , 
Juana. 


Sor.. 
Juana. 


Sor,. 


lyEO. 


Sor.. 


Ijío. 


vSoL. 


Ij'O 


Sor, 


Lrio. 


¿Fuese  ya  señor? 

'  Ya  es  ido; 

y  sintiendo  tu  tristeza, 

nos  manda  que  te  alegremos. 

¿Cómo? 

Haciéndote  una  fiesta 
que  te  divierta.  Ea,  Mendo, 
llama  a  esa  gente. 

Si  viera 
como  los  ojos  del  alma, 
que  un  loco  amor  atormenta, 
no  tratara  de  alegrarme. 
Agora,  Leonor,  me  cuenta 
lo  que  Ñuño  te  decía. 
Lisonjas  de  quien  desea 
engañar  a  una  mujer. 
Tendrá  por  fácil  la  empresa, 
porque  tienen  én  lo  fácil 
mala  fama  las  doncellas, 
pues  en  oyendo  marido 
padre  y  honor  atrepellan . 
Del  príncipe  está  celo.so, 
pero  no  con  mucha  pena. 
Desiguales  señorías 
no  compiten  con  altezas. 
Decirme  el  príncipe  amores 
¿no  es  amor? 

Cuando  lo  fuera, 
nunca  las  desigualdades 
ajustan  correspondencias. 
Todo  debe  de  sc-r  gala; 
(juc  es  propia  naturaleza 
de  los  hombres. 


JORNADA    SEGUNDA 


63  í 


Sor,.  Cuanto  miran 

tanto  quieren  y  desean. 

Luego  que  quise  a  don  Juan 

hice,  Leonor,  diligencia 

para  saber  si  en  Lisboa 

le  quedaba  alguna  prenda 

de  los  amores  pasados; 

yo  tengo  celos,  él  niega; 

yo  me  enojo,  él  jura  y  miente; 
•    yo  me  entristezco,  él  se  alegra. 
.    No  sé  qué  me  han  dicho,  ¡ay,  cielos! 
Leo.  Que  sirvió  cierta  condesa 

en  palacio  te  habrán  dicho; 

pero  ni  della  se  acuerda 

ni  fué  más. 
vSoí,.  No  digas  más, 

si  se  casaba  con  ella. 
Leo.  Ya  los  labradores  vienen , 

que  los  instrumentos  suenan. 
Sor,.  Después  tengo  qué  decirte; 

mi  pena  y  tristeza  aumentan. 

(Salen  foliones;  cania  Meíído,  responde  Juana,  y  luego 
los  músicos.) 

Men'.  «Barquariña  fermosa,  pasaime 

da  banda  d'alem  do  río  Tejo. 
¡Nome  de  Jesu! 

Juana.       Si  tracéis  diñeiro,  eu  vos  pasarei. 


Mendo. 
Dexaime  cliegar  a  vosa  falúa. 

Juana. 
Quein  entra  e  non  paga,  en  pasando  zumba. 

Mendo. 
Non  seáis  tan  crúa,  que  eu  vos  pagarei. 

Juana. 
En  la  praya  vos  ficaréis.» 

(Repiten.) 


Prín. 


NuÑ. 


Prín. 
NuÑ. 
Prín. 


Men. 

¿E  si  non  le  teño? 

NuÑ. 

Juana. 
Mex. 

Non  vos  pasarei. 
¡Nome  de  Jesu! 
¿Naon? 

Juana. 

Naou. 

Mex. 

Y  entaon  ¿qué  farei? 

Prín. 

Juana. 

En  la  praya  vos  ficaréis. 
(Repiten  todos  y  bailan  los  dob.J 

Juan 

Pásaime, 

INIENDO. 
tniñ'alma,  que  por  vos'  morro. 

Prín. 

Juana. 

Sor,. 

Non  se  move  0  barco  sen  prata  ou  oro. 

r^lEXDO. 

OUay,  meos  olios,  que  naon  le  teño. 

Prín. 
Sor,. 

Juana. 

Ollay,  que  non  queiro. 

Prín. 

Mendo. 

Y  entaon. 

¿qué  f aréis? 

Juana. 

Hn  la  praya  vos  ficaréis. 

■ 

(Salen  el  Príncipe  Don  Juan  r  Ñuño.) 

Esconde  en  esa  alameda, 
Ñuño,  los  caballos. 

Creo 
que  temes  que  mi  deseo 
competir  al  tuyo  pueda. 

¿Pues  tú  miras  a  Leonor? 
Ojos  tengo  y  alma  tengo. 
Por  vida  del  Rey,  que  vengo 
sin  cuidado  y  sin  amor. 

Más  altas  empresas  sigo, 
que  otros  cuidados  me  dan; 
que  no  vengo  a  ser  galán, 
sino  sólo  a  ser  amigo. 

Todo  esto  puede  el  amor 
que  tengo  a  don  Juan. 

Diré 
al  mío  que  en  esa  fe 
sin  celos  sirva  a  Leonor. 

(Vase.) 

Entraremos  pregmitando 
por  don  Sancho. 

Bien  será, 
aunque  ya  mi  amor  está 
ni  temiendo  ni  esperando. 

No  cese  por  mí,  señoras, 
la  fiesta. 

Agora,  señor, 
lo  ha  sido  con  tal  favor. 
¡Qué  gallardas  labradoras! 

Sol :  iades  de  la  corte 
obligan  a  entretener 
tristezas,  si  puede  ser 
que  divertirlas  importe. 

Quien  tan  bien  acompañada 
está  de  sí  misma,  creo 
que  sólo  tendrá  deseo 
de  estar  consigo  ocupada. 

Hermosa  Leonor,  ¿qué  es  esto?, 
¿qué  traje  es  éste? 


6r- 


I.A    MAYOR   VIRTUD   DE   UN    REY 


Leo. 


Prín. 


Sol. 


J  t-'AN 


Engañar 
la  fortuna,  que  en  lugar 
tan  humilde  nos  ha  puesto. 

Aunque  es  el  traje  de  aldea, 
no  con  el  camjx)  se  iguala; 
que  no  habrá  en  la  corte  gala 
que  como  la  suya  sea. 

Parece,  aunque  más  se  priven 
de  cortesanos  primores, 
que  se  han  vestido  de  flores 
de  los  campos  donde  viven. 

¿Cómo  no  hablas,  don  Juan? 
Pero  es  propio  de  discretos 
prevenir  a  los  conceptos 
mientras  que  callando  están; 
que  como  es  receta  amor, 
cuando  escribe  en  su  cuidado 
hace  la  lengua  traslado 
y  los  ojos  borrador. 

No  nace  la  suspensión, 
señor,  deste  caballero 
de  ver  del  traje  primero 
la  mudanza  y  la  razón; 

nace  aquel  divertimiento, 
que  por  fineza  se  loa, 
de  haber  dejado  en  Lisboa 
lo  más  del  entendimiento; 

que  en  toda  amorosa  historia 
que  se  trata  con  verdad 
no  habla  la  voluntad 
ausente  de  la  memoria. 

Dígale  allá  \'nestra  Alteza 
a  la  Condesa  Teodora 
esta,  pues  la  ha  visto  agora, 
enamorada  fineza, 

y  sabrá  su  señoría 
cuan  de  veras  la  cumplió 
si  la  palabra  le  dio 
de  que  aquí  no  la  diría. 

No  he  dejado  sin  razón 
de  hablar,  ni  j>orque  he  dejado 
en  la  ciudad  el  cuidado 
de  vuestra  imaginación; 
fuera  de  que  ser  pcxlía 
el  veros  causa  primera, 
y  hablando  el  príncijje,  fuera 
notable  descortesía; 

que  cuando  en  silbos  suaves 
dulce  en  esta  .selva  amena 
suele  cantar  l'ilomena, 
escuchan  las  demás  aves. 

Novedad,  señora,  ha  sido 
el  hablarme  en  la  condesa. 


y  de  que  creáis  me  pesa 
que  la  quiero  ni  he  querido; 

si  bien  el  Rey,  mi  señor, 
por  ponerme  en  alto  estado, 
muchas  veces  lo  ha  tratado, 
pero  ninguna  mi  amor; 

Y  cuando  por  vos  dejara 
tal  estado  y  tal  mujer, 
fineza  pudiera  ser 
que  a  estimarla  os  obligara, 
Soi,.  Cuando  yo  licencia  os  di, 

fiada  en  palabras  \aiestras 
y  en  las  amorosas  muestras, 
para  entrar  de  noche  aquí 

por  esa  puerta  secreta, 
tan  necia  como  mujer, 
porque  en  llegando  a  querer 
se  pierde  la  más  discreta, 

ignoraba  la  traición 
con  que  pensasteis  vencenne, 
de  que  es  tan  justo  ofenderme 
como  es  dejaros  razón. 

Sin  vos  viviré  y  sin  mí 
entre  aquestas  asperezas, 
porque  mis  propias  tristezas 
tomen  venganza  de  mí. 
Juan.  Señora,  a  tan  grande  engaño 

mal  podrá  satisfacer 
quien  ya  comienza  a  temer 
más  la  desdicha  que  el  daño. 
No  ponga  vuestra  aspereza 
mala  voz  a  fe  tan  pura, 
que  sola  \aiestra  hermosura 
puede  igualar  mi  firmeza. 

Todos  cuantos  han  amado 
hasta  que  yo  vuestro  fui, 
hoy  aprendieran  de  mí 
como  no  hubieran  pasado. 

Aquí  vive  mi  verdad, 
vos  sois  el  bien  que  desea, 
vos  hacéis  la  corte  aldea 
y  corte  la  soledad. 

Más  firme  que  antigua  palma, 
tanto  estimo  mi  tormento, 
que  envidia  mi  pensamiento 
la  inmortalidad  del  alma. 

NO  hay  oro  que  en  el  crisol 
más  que  mi  fe  limpio  quede, 
que  no  sois  vos  sol  que  puede 
ni  aun  tener  celos  del  sol. 

Si,  ingrata  a  vuestra  belleza, 
los  tenéis  desa  Teodoro, 
¿qué  culpa  tienen,  señora. 


JORNADA   SEGUNDA 


633 


mi  desdicha  y  mi  firmeza? 

Mirad  qué  seguridad 
queréis  tener  de  mi  amor, 
aunque  ningima  mayor 
que  mi  propia  voluntad. 
Soi,.  ¡Oh  cuánto  mal  puede  hacer, 

por  más  que  el  temor  asombre, 
el  saber  hablar  un  hombre 
y  escuchar  una  mujer! 

De  palabras  de  fingidos 
hombres  pienso,  pues  lo  eres, 
que  se  hizo  en  las  mujeres 
la  cera  de  los  oídos; 

y  como  con  el  calor 
de  amor  se  derrite  luego, 
entran  a  hurtar  el  sosiego 
y  por  ventura  el  honor. 

¡Oh  si  para  hacer  constante 
la  mujer  el  cielo  hiciera 
que  esa  defensa  de  cera 
fuera  puerta  de  diamante! 

Bn  fin,  ¿tengo  de  creer 
por  verdades  tus  mentiras? 
Juan.  Si  lo  que  me  dices  miras, 

¿qué  dudas  puedes  tener? 


vSoí,. 

¿Hngáñasme? 

Juan. 

¡Qué  rigor! 

Sol. 

¿Cierto? 

Juan. 

No  me  des  enojos. 

Men 

Sol. 

Jura,  don  Juan. 

Juan. 

Por  tus  ojos. 

Sol. 

¡Buen  juramento! 

Juan. 

Bl  mayor. 

Sol. 

¿Por  qué? 

Juan. 

Son  la  luz  que  veo. 

vSOL. 

¿Quién  lo  dice? 

Juan. 

Tu  beldad. 

Sol. 

¡Qué  mentira! 

Juan. 

¡Qué  verdad! 

Sol. 

Loca  estoy,  pues  que  te  creo. 

(Sale  Juana.) 

San. 

Juana. 

No  faltará  pesadumbre. 

Señor  llegó  y  se  volvió. 

Men 

Prín. 

¿Por  qué  no  entró? 

Juana. 

Qué  sé  yo; 

San. 

por  su  celosa  costumbre. 

Men 

Allá  va  con  una  cara 

Leo. 

de  hombre  que  ha  perdido  al  juego. 

San. 

Leo. 

Que  no  le  culpéis  os  ruego. 

vSOL. 

Bs  viejo,  en  nada  repara . 

Leo. 

Prín. 

¿Supo  que  yo  estaba  aquí? 

Juana. 

Sí,  señor. 

Prín. 

Celoso  efeto. 

Leo. 

No  os  ha  perdido  el  respeto, 

que  es  su  condición  ansí. 

Prín. 

Pues  mirad  qué  i"      mandáis. 

Vamonos,  don  Ju 

Juan. 

Los  c    lo 

os  guarden. 

• 

(Vanse.) 

Sol. 

De  tener  celos, 

y  más  si  vos  me  los  dais. 

Leo. 

Bl  príncipe  se  ha  enojado. 

Sol. 

Y  justa  razón  ha  sido. 

Leo. 

Descortés  término. 

Sol. 

Bxtraño. 

Juana. 

Saliendo  el  príncipe  dijo: 

Men. 
San. 
Men. 

San. 


«Todo  es  honra  este  Mendoza, 
todo  es  presunción  y  bríos.» 

(Saleti  Mendo  y  Don  Sancho.) 

Yo,  señor,  ¿qué  culpa  tengo? 
¡Buen  criado!  « 

Yo  te  sirvo 
con  lealtad. 

¡^Mientes,  villano! 
Porque  si  me  hubieras  dicho 
que  esta  gente  entraba  aquí, 
remedio  hubiera  tenido. 
¿Gente  es  un  príncipe  que  hoy 
del  rey  don  Manuel  es  hijo 
y  mañana  será  rey? 
Si  por  manto  de  soplillo 
me  dieran  un  pontocón, 
¿qué  hicieras  después  conmigo 
más  que  llamar  a  los  cregos, 
y  con  la  cruz  y  dos  cirios 
en  un  latín  por  la  posta 
soterrarme  a  medio  oficio, 
dándome  dos  hisopadas 
sin  kirios  ni  parcemicos, 
como  a  los  ricos  entierran? 
¿Ya  no  estabas  advertido 
de  traer  un  arcabuz? 
No  entiendo  lo  del  gatillo, 
que  lo  demás... 

¿Qué? 

Tampoco. 
¿Qué  es  esto,  señor? 

¡Qué  lindo 
donaire!  Bntraos  allá  dentro. 
¿Pues  de  qué  estás  ofendido? 
¿Qué  culpa  tiene  mi  hermana 
si  el  príncipe...? 


634 


l.A    MAYOR    VIRTUD   DE    UX    KKV 


San-. 


Leo. 


S.\x. 


Buen  principio 
de  disculpa;  y  el  don  Juan 
entre  renglones. 

Su  oficio 
de  camarero  mayor 
o  mayor  caballerizo 
le  traen,  no  Sol  ni  j'o. 

fVans'e.) 


Y  o  vosotros,  enemigos 
de  mi  honra  y  de  mi  vida, 
¿qué  os  han  dado  o  prometido? 

Jr.\NA.       Yo,  señor,  ¿qué  culpa  tengo 
si  folijé?  Mendo  dijo 
que  tú  lo  habías  mandado. 

ilKN.  Dar  en  Mendo. 

San.  ¡Mal  nacido, 

hoy  morirás  a  mis  manos! 

Men.  Trátame  bien  te  soprico, 

que  con  un  zá  que  toviera 
tan  soldemente  añadido 
,al  Mendo  fuera  Merdoza. 

S.vx.  ¡Ingratos,  desconocidos, 

vive  Dios! 

Juana.!  Huyamos,  Mendo. 

Men'.  Huye,  no  .saque  el  cochillo. 

San.  ¿Esto  es  hijas?  Más  valiera 

qu**  nimca  hubiean  nacido. 
M?s  yo  sé  lo  que  he  de  hacer 
donde  es  tancierto  el  peligro, 
que  contra  el  poder  no  hay  fueríj 
ni  contra  el  agravio  olvido. 

(Salen  la  Co.ndi:s.\  Teodora  v  Ñuño.) 

Teodora. 
¡Extrañas  cosas  rae  refieres! 
Ñuño. 

Mira, 
b'-Ua  TeoíJora,  que  aunque  soy  celoso, 
donde  suele  ser  propia  la  m.ntira 
(que  lo  mismo  es  celo.so  que  envidioso), 
todas  son  verdaderas. 

Teodora. 
¡Oh,  si  antes  rae  dijeras 
de  don  Juan  el  engaño!; 
pero  ana  está  por  .suceder  el  daño, 
pues  esta  ncjclic  el  Rey  casarme  intenta; 
(jue  fuera  para  mí  notable  afrenta. 

XUÑO. 
Hay  una  quinta,  que  la  mar  combate 


con  uno  y  otro  embate, 

cuyo  pie  bañan  infinitas  sumas 

de  nácares  y  espumas, 

fingiéndole  im  jardín  de  mil  colotes 

las  algas,  hierba,  y  los  corales,  flores; 

aunque  a  veces,  en  círculos  deshechos, 

salpica  las  pizarras  de  los  techos, 

tiene  a  la  parte  de  la  tierra  enfrente, 

como  en  conservación,  puestos  en  torno, 

seis  olmos  por  adorno, 

dosfles  de  una  villa  y  de  una  fuente. 

Aquí  vive,  Teodora,  aquel  valiente 

don  Sancho  de  Mendoza, 

que  por  sus  hechos  este  nombre  goza, 

con  dos  hijas,  milagros  de  hermosura, 

con  más  merecimientos  que  ventura: 

Sol,  y  l/conor  hermosa. 

La  vSol  es  de  don  Juan  prenda  amorosa. 

Por  ella  te  desprecia . 

Teodor,\. 
X'o  hará,  Xuño,  no  hará;  no  soy  tan  necia. 

Ñuño. 
i    La  Leonor  fuera  mía, 
porque  la  vi  también  el  mismo  día; 
mas  como  es  arrogante, 
aunque  el  Príncipe  finge  ser  su  amante, 
porque  en  Castilla  tratan  de  casalle, 
me  mata  con  miralle  y  con  hablalle: 
venganza  de  don  Juan  es  cuanto  digo; 
porque  para  encubrir  sus  pretensiones, 
al  viejo  ilustre  le  llevó  consigo. 
Tú,  si  de  mis  razones 
has  hecho  ya  conceto, 
agradece  con  ánimo  discreto 
el  noble  aviso  de  tu  fal.so  engaño. 

Teodora. 
Amique  es  de  amor  castigo  el  desengaño, 
le  estimo  y  agradezco. 

Ñuño. 
Si  algún  premio  merezco, 
sólo  el  silencio  os  pido. 

(Vase.) 
Teodora. 
Mi  amor  te  deberá  su  justo  olvido; 
salid  del  alma  huyendo, 
mal  empleado  pensamiento  nu'o; 
que  ami  de  pensar  me  ofendo 
el  ciego  error  de  tanto  desvarío. 
No  más,  salid;  no  más,  nmdad  de  inlinto, 
o  negaré  que  sois  mi  pensamiento. 


JOrRNA.DA    SEGUNDA 


63: 


Xo  más  vana  porfía, 

que  tanta  ingratitud  os  ha  deshecho; 

loca  esperanza  mía, 

salid  también  de  mi  abrasado  pecho, 

porque  si  vuelvo  a  amar  escarmentada , 

mármol  seré,  que  no  mujer  burlada. 

(Sale  Dox  JuAX.) 

JUAX.  Del  Príncipe,  mi  señor, 

l2  traigo  a  vuestra  excelencia 

un  recado,  si  licencia 

me  permite  su  rigor; 

que  ya  me  turba  el  temor 

de  tan  injusta  aspereza. 

Teo.  ¿Qué  es  lo   que   manda  su  alteza? 

Juan.  Siendo  contrarías  las  dos, 

¿cómo  se  juntan  en  vos 
la.  crueldad  y  la  belleza? 

Leo.  ¿Yo  cruel?    De  vos   me  espanto; 

que  ni  galán,  ni  marido, 
lo  que  sois  me  habéis  querido 
declarar  en  tiempo  tanto. 
Si  yo  o3  he  querido  cuanto 
conocéis,  ¿por  qué  llamáis 
cruel  a  quien  despreciáis? 
Reloj  de  sol  parecéis, 
que  no  más  de  sombra  hacéis, 
mas  nunca  las  horas  dais. 
Comparación  extremada 
de  quien  apenas  me  nombra: 
de  xu\  sol  castellano  sombra, 
V  como  sombra  estimada. 
Pero  ya  desengañada 
de  vuestros  vanos  antojos, 
tanto  siento  mis  enojos, 
que  si  reloj  de  agua  hubiera 
como  de  sol,  yo  le  hiciera 
de  lágrimas  de  mis  ojos. 
Justamente  desconfío 
cuando  veo  que  os  ha  dado 
tanto  sol,  que  de  abrasado, 
estáis  para  mi  tan  frío; 
pero  en  sus  mudanzas  fío, 
que  podía  escurecerse, 
y  vengándome,  esconderse 
cuando  le  pensáis  gozar; 
que  sol  que  está  junto  al  mar, 
no  está  lejos  de  ponerse. 

Pero,   ¿qué  es  lo  que  os  mandó 
decir  el  Príncipe? 
JiAN.  Quiero 

satisfaceros  primero. 
TeO.  Pues  eso  no  quiero  yo; 


que  quien  me  desengañó 
sabe  que  sois  desleal, 
y  que  ese  sol  celestial, 
nueva  de  amor  maravilla, 
aunque  ha  nacido  en  Ca.stilla, 
os  abrasa  en  Portugal. 

Ju.  Siendo  así  que  no  gustáis 

de  oírme,  bella  Teodora, 
dice  el  Príncipe,  señora 
si  es  que  crédito  me  dais, 
que  al  Rey  seis  días  pidáis 
que  espere  para  casarme; 
porque  quiere  acompañarme, 
que  bien  los  han  menester, 
las  galas  que  quiere  hacer 
pa~a  serviros  y  honrarme. 

Su  alteza  pide  esto,  y  yo 
que  las  colores  me  deis. 

Teo.  Al  Príncipe  le  diréis 

que  hicisteis  lo  que  os  mandó, 
y  que  mi  honor  respondió 
que  os  daba  infinitos  años, 
con  tan  justos  desengaños, 
para  que  tengáis  lugar, 
no  de  galas  que  sacar, 
sino  de  pensar  engaños. 

Las  colores  de  mi  gusto 
•  no  pienso  que  las  querréis; 
las  de  mi  rostro  podréis 
trasladar  de  mi  disgusto; 
que  la  vergüenza  y  él  susto 
ya  de  colores  se  esmalta; 
será  la  gala  más  alta 
que  halléis  en  esta  ocasión, 
por  que  vistáis  la  traición 
de  la  vergüenza  que  os  falta. 

(Vase.) 

Juan. 

Todo  soy  confusiones, 
tolo  desdichas,  todo  pensamientos. 
¡Oh,  amor,  en  qué  me  pones! 
;Oué  nave  combatida  de  los  vientos 
se  ha  visto  en  más  confusa  desventura, 
adivinando  el  norte  en  noche  oscura? 

¿Qué  preso  fugitivo 
más  temeroso  a  las  espadas,  frente 
al  juez  ejecutivo, 

volviendo  a  instantes  la  turbada  frente, 
que  yo  este  casamiento  que  me  asombra, 
pues  busco  el  sol  y  me  persigue  sombra? 

En  tan  dudosas  calmas. 
el  ver  el  puerto  solicito  en  vano. 


636 


I.A    MAYOR    VIRTUD    DE   UX    KKV 


jOh,  Sol!,  troquemos  almas: 
yo  seré  con  la  tuya  castellano, 
tú  con  la  mía  hermosa  portuguesa, 
por  que  no  nos  conozca  la  condesa. 

(Sale  Mendo,  de  camino.) 

Mex.  ¿Si  le  hallaré  por  aquí? 

Que  vengo  totio  temblando, 
porque  estoy  más  ducho  a  ver 
los  campos  que  los  palacios. 
Allá  la  inocencia  vive 
sin  melindre  y  sin  recato; 
por  acá  las  lenguas  dulces 
y  los  corazones  falsos. 
¿Qué  tienen  que  ver  las  flores 
de  que  se  visten  los  prados 
con  estos  dorados  techos 
sobre  columnas  de  mármol? 
¿Y  ver  nacer  una  fuente 
los  cristales  retozando 
con  las  arenillas  de  oro 
entre  los  pies  de  un  peñasco? 
¿Y  ver  al  alba  risueña 
cantar  a  los  dulces  pájaros, 
con  el  roído  y  los  preitos 
de  aquestos  soberbios  patios? 
^lejor  canta  un  jilguerillo 
sobre  la  copa  de  un  árbol, 
que  el  mejor  procurador 
y  más  Uocido  escribano. 
¿Preitos?  ¡Oh,  huego  de  Dios! 
Bien  hayan  los  verdes  llanos, 
pap)el  en  que  el  cielo  escribe 
trigos,  frutos  y  ganados. 
Pero,  ¿no  es  aquel  don  Juan, 
que  está  suspenso  mirando 
la  pelusa  de  los  aires, 
que  ensucia  del  sol  los  rayos? 
¡Ah,  caballero!,  ¿a  quién  digo? 
¡Ah,  señor! 
Juan.  ¡Ay,  cielo  santo! 

Mkn.  (Xo  me  conoce?  Yo  soy 

Mendo,  el  mozo  de  don  Sancho; 
el  que  le  abría  estas  noches 
la  puerta,  cuando  mi  amo 
estaba  acostado. 
JfAN.  ¡Oh,  Mendo!, 

no  te  admires  que  cuidados 
y  desdichas  me  suspendan. 
Conjuráronse  en  mi  daño 
los  cielos,  amor  y  un  rey: 
¡mira  que  fuertes  contrario.s! 
¿Cómo  está  el  ángel  de  Sol? 


Mbn.  El  ángel,  señor,  volando, 

y  el  Sol  llorando  por  vos: 
que  debéis  de  ser  nublado. 
Todos  tenemos  salud, 
gracias  al  Rey  de  lo  alto: 
Leonor,  señor,  Juana  y  yo; 
y  con  los  demás  criados, 
el  cuartago  de  señor 
y  el  rocín  en  que  va  al  campo, 
flacos,  como  vos  también, 
porqiie  están  enamorados. 
Este  papel  os  envía, 
no  entendáis  que  es  el  cuartago, 
porque  aun  no  sabe  escribir, 
sino  Sol,  que  os  quiere  tanto, 
con  más  lágrimas  que  letras; 
y  díjonie  que  un  abrazo 
me  daríades  de  porte 
(([ue  harto  mejor  fuera  un  sayo); 
mas  dicen  que  los  señores 
ya  pagan,  sólo  abrazando, 
que  han  dado  en  ser  amorosos, 
discretos  y  cortesanos. 
Juan.  Nunca  yo  fuera  señor, 

Mendo,  de  un  ajeno  estado; 
pero  en  esa  bolsa  llevas 
pienso  que  son  cien  cruzados. 
Porque  si  para  abrazarse 
se  cruzan,  Mendo,  los  brazos, 
cruzados  llevéis  los  míos. 
^lEN.  Dios  os  guarde  tantos  años 

como  un  avariento  rico 
a  un  hijo  galán  y  franco; 
nunca  a  vuesa  casa  llegue 
pleito,  ni  bueno  ni  malo, 
ni  en  vuestra  vida  os  obligue 
aquello  de  «Sepan  cuántos». 
Jamás  con  palabras  dulces 
os  engañe  amigo  falso, 
ni  a  quien  hiciéredcs  bien 
os  salga  traidor  ingrato. 
Lee  Juan.   eSeñor  mío...»  (¿Seíior  \'uestro? 
Sol  mía,  decid  esclavo.) 
«Ya  mi  vida,  ya  mis  dichas 
con  perderos  se  acabaron.» 
(¡Válgame  el  cielo!   ¿Tan  presto 
ha  sabido  que  me  caso?) 
«Mi  padre,  viendo  que  el  Rey 
tan  áspero  se  ha  mostrado, 
hoy  nos  manda  prevenirnos, 
(¡mirad  si  me  quejo  en   vano!) 
para  volver  a  Castilla. 
Hoy  está  determinado 


JORNADA    SEGUNDA 


637 


de  besar  la  mano  al  Rey, 
y  que  vamos  caminando 
a  Sevilla,  donde  tiene 
deudos  que  le  den  amparo. 
Por  lo  que  debéis,  os  pido, 
a  estos  ojos,  que  bañando 
de  lágrimas  el  papel 
escriben  más  que  la  mano, 
que  me  veáis,  pues  podéis 
llegar  al  coche  entretanto 
que  está  mi  padre  en  Lisboa; 
que  no  es  mucho,  pues  me  parto 
a  morir  por  vuestra  causa, 
que  viva  este  breve  espacio. 
Vuestra  Sol,  esposo  mío.» 
¡Cielos!,  ¿qué  espero  aguardando? 
¿Quién  amó  con  tanta  dicha 
para  ser  tan  desdichado? 
Amor,  tus  alas  me  presta. 
(Vase.) 

Men.  ¿Qué  es  esto  que  le  ha  tomado? 

¡Ah,  señor!  Ssñor,  ¿no  escucha? 
Yerra,  con  notable  daño 
la  ciudad  en  no  hacer 
hospital  de  enamorados; 
pero  si  no  los  hubieía, 
¿cómo  medrara  el  criado, 
la  alcahueta  y  el  cochero, 
huésped  de  cama,  de  campo? 
Caso  extraño  es  ver  que  un  hombre 
encubra  a  su  secretario 
su  dama,  y  luego  la  fíe 
de  un  cochero  y  de  un  lacayo. 
¡Bien  haya  amor,  por  quien  tengo 
estos  benditos  cruzados, 
que  me  han  de  hacer  caballero 
naciendo  un  pobre  villano!; 
que  con  oro  y  con  favor, 
cualquiera  de  sayo  pardo, 
habiendo  sido  borrico, 
bosteza  para  caballo. 

(Salen  Fernanl  o  y  Riselo,  criados:  Sol  y  I^eonor, 

con  cap  Hilos  y  sombreros  de  camino,  y  Juana.) 


Ris. 


Soi,. 


Leo. 


Soi,. 


Men. 


Juana. 


Soi,. 

No  pasemos  adelante 

Soi,. 

hasta  que  mi  padre  venga. 

Juana 

Fer. 

Podrá  ser  que  le  detenga 

el  Rey. 

Sor,. 

Leo. 

¡Qué  firme  y  constante 
ha  estado  en  que  ha  de  salir 
de  Portugal! 

Men. 

Soi,, 

Di  al  cochero, 
Fernando,  que  aquí  le  espero; 

que  no  es  razón  proseguir 

el  caminoi  comenzado 
sin  él. 

A  esperar  convida 
la  verde  alfombra  tejida 
de  las  flores  deste  prado;    . 

que  de  nuevo  se  han  vestido 
cuantas  tienen  sus  riberas, 
aunque  con  dos  primaveras, 
¿qué  mucho  que  esté  florido? 

Con  más  amenos  despojos 
esmaltara  sus  colores, 
si  dieran  alma  a  sus  flores 
las  lágrimas  de  mis  ojos. 

¡Ay,  Leonor!,  ¿qué  confianza 
podré  tener  de  don  Juan, 
cuando  ya  expirando  están 
las  fuerzas  de  mi  esperanza? 

Escribíle  que  viniese 
a  verme  en  esta  partida, 
para  que  mi  corta  vida 
este  consuelo  tuviese; 

y  con  ser  causa  del  daño 
que  .por  su  ocasión  padezco, 
aun  respuesta  no  merezco. 
¡A  tanto  amor,  tanto  engaño! 

Justo  castigo,  Leonor, 
de  mi  loco  pensamiento. 
Por  no  tener  sufrimiento, 
llamaron  fuego  al  amor; 

que  no  pudiendo  su  llama 
hasta  su  esfera  pasar, 
arde  amor  hasta  llegar 
a  la  vista  de  quien  ama. 

Pues  si  el  fuego  y  el  amor 
producen  un  mismo  efecto, 
¿qué  te  admira  mi  inquietud? 

(Sale  Mendo.) 

Parado  el  coche  y  paciendo 
los  caballos  desuncidos. 
Ellas  son. 

Pienso  que  es  Mendo, 
señora,  el  que  viene  allí. 
¿Y  viene  solo? 

No  veo 
otra  persona. 

¡Ay  de  nü! 
Discretamente  habéis  hecho 
en  deteneros  aquí, 
y  aun  fuera  mejor  volveros, 
que  andaba  señor  despacio 
para  habrar  al  Rey. 


6jS 


l.A    X/AVCtR   Vm^^D.DE.  UX    RL:Y 


S()L. 


Mi:x. 


Men. 


r.\NA. 


ER. 


.    .  ■  No  puedo, 

MendOj  cijejar  de:  seguir 
las  iras  de  sus  preceptos. 
Muere  por  verme  apartada 
de  Lisboa. 

El  caballero 
a  quien  llevaba  el  papel, 
como  suele  entre  humo  y  fuego 
la  bala  del  arcabuz, 
salió,  señora,  en  leyendo 
el  papel,  que  fué  la  cuerda. 
¿Sin  decirte  nada? 

Pienso 
que  la  respuesta  es  venir. 
Teulo,  señora,  por  cierto, 
que  allí  vienen  muchos  hombres. 
De  una  carroza  salieron, 
y  vienen  tras  de  nosotros. 


t  Salí  Don  Juan  y  tres  criados  con  arcabuces  y  máscaras.) 


Ris. 


JlANA. 

Mkn 

Jf.VNA. 

Sol. 
Ji;.A.N. 


I.AÍ. 


Jl'ANA. 

Mk.v 

(•   AN 


IKN. 
Jl  ANA. 

Mkn 


Dejad  las  mujeres  luego, 
villanos. 

Huye,  Femando. 

(Vausc  los  dos.) 

¡Ay,  Mendo! 

¡Ay,  Juana! 

¿Qué  hare- 
Señores,  si  el  oro  acaso...  [mos? 

Vos  sois  el  oro  que  vengo 
a  buscar.  ¡Hola!,  a  esos  olmos 
atad  fuertemente,  y  presto 
(por  que  seguimos  no  puedan 
y  esté  el  robo  más  secreto), 
a  esos  dos  villanos. 

Muestra 
las  manos. 

(Áianlos.) 

¡Paciencia,  Mendo! 
¡Paciencia! 

ICstas  dos  señoras, 
volando  vayan,  Marcelo, 
en  este  ccx-lu-  a  Lisboa. 
¡Esto  me  faltaba,  cielosl 

(Ll/ianlas  y  quedan  atados.) 

I  Buenos  habernos  quedado! 
í¿ue  no.s  ataron  sospecho 
jiara  blanco  tU-  su.s  balas. 
De  azote.s  no  escaparemos, 
como  las  hija.s  del  Cid, 
aunrjiíe  yo  uij  \n  parezco. 


¡    TuAN.\.       Mis  artias  me  ddn  dolor. 

I 

I   ]\Iex.  Muriéndouie  estoy  de  miedo. 

¿Ha)'  eij  esta, tierra  lobos? 

I  i.^NA.        Suelen  bajar  dt'sos  cerros, 

y  comerse  los  pastores. 

.  Men.  a  tenei;  entendimiento, 

\  mejor  asieran  de  ti. 

JUAN.v.        Yo,  Mendo,  reliquias  tengo. 

Mkx.  y  yo,  Juana,  cien  cruzados; 

pues  con  ellos  muy  bien  puedo 

estar  seguro. 

(Sale  Don  Sancho,  de  camino.) 

S.\x.  ¡Gran  yerro 

hice  en  mandarlas  partir! 
Dióme  el  honor  el  consejo, 
;  y  es  colérico  el  honor. 

Mex.  Allí  un  caminante  veo. 

(Dale  voces.) 

¡Scñoi ! 

Juana.  ¡Señor! 

Mex.  Señor  caballero, 

dadnos  favor. 

Sax.  Voces  oigo. 

Sean  quien  fueren  los  dueños, 
yo  tengo  de  ver  lo  que  es. 
Algunos  ladrones  fiieron 
los  que  a  dos  olmos  ataron; 
mas,  ¿qué  digo?  ¿Xo  son  estos 
mis  criados? 

J  i:  A  NA .  ¿  Es  se  ñor  ? 

Mex.  ¿No  lo  ves? 

S.\x.  Gran  mal  .sospecho. 

¿Cómo  o  quién  os  puso  aquí? 

JU-'NA.       Señor,  porque  aquí  vinieron, 
con  máscaras  y  pistolas, 
ciertos  hombres  encubiertos, 
que  en  un  coche  se  llevaron 
a  Sol  y  a  Leonor. 

San.  iüiit.^  puedo, 

cielos,  oír  tanto  agravio, 
sin  que  me  mate  primero 
mi  desdicha!  Culpa  tuve 
en  dejarlas.  ¿Van  nuiy  lejos? 

Men.  No,  señor. 

San.  ¿Híiy  tal  traición? 

¡tanto  agravio  a  mí!  ¡a  un  Mendoza! 
(Vase.) 

!jUANA.       Mendo,  vámosle  siguiendo, 
'  no  vuelvan  los  salteadores. 

Mkn.  Mejor  lo  ha  entendido  el  viejo; 

no  hay.us  miedo  que  las  maten. 


TORNADA    TERCERA 


639 


Ji'ANA.      .  ¿Siei3-d,oii  Juai^? 

^ÍKN.  ,,.LS...'i  ,        ■  Tenlo  por  cierto. 

Juana.        ¡Gran  maldad! 

Mex.  Después  que  fuiste 

la  alcahueta,  ¿diccvS  eso? 
Juana.        ¿Y  tú  qué  has  sido? 
Men.  Lo  mismo. 

Juana.        Yo,  Mendo,  perdida  quedo; 

(jue  tú  llevas  cien  cruzados. 
Men.  IÍu  las  espaldas  los  temo. 


.  JORCADA  TiSRCKRA 

(Salen  el  Rev  y  el  Condestable  de  Portugal.) 

Rev.  En  fin;  ¿quedan,  Condestable, 

firmados  ya  los  conciertos? 
CoxD.  vSerán  para  siempre  ciertos 

durante  la  pa?  estable 
de  Castilla  y  Portugal 

y  en  los  conciertos  dichosos 

de  los  nuevamente  espesos 

la  descendencia  real. 
Rey.  Vivirá  con  firme  ley 

la  paz  y  amistad  que  espero. 
CoND.  De  don  Felipe  primero. 

Archiduque  de  Austria  y  Rey 
de  Castilla,  y  doña  Juana, 

de  Femando  e  Isabel 

hija,  ¡oh,  claro  Emanuel!, 

y  ella  reina  ca.stellana 
y  él  de  Aragón  y  Sicilia, 

desde  hoy  podéis  esperar 

lo  qué  el  cielo  ha  de  aumentar 

\aiestra  gloriosa  familia. 
Rey.  ¿Es  muy  hermosa  la  Infanta 

doña  Catalina? 
CoND.  Creo 

que  aumenta  el  dichoso  empleo 

gracia  y  hermosura  tanta. 
Rey.  Dad  al  príncipe  esa  nueva; 

id  a  hablar  con  él. 
CoND.  El  cielo 

os  guarde. 

.  (Vase.j 

Rey.  Ya  no  hay  recelo 

de  que  la  envidia  se  atreva 

a  contrastar  amistades, 
que  inviolables  ha  de  hacer 
dar  al  príncipe  mujer 
de  tan  altas  calidades; 


el  dar  al  Oriente  leyes 
no  puede  ser  gloria  igual 
como  honras  a  Portugal 
de  los  Católicos  Reyes. 

(Sale  Mendo.) 

Men.  Pensando  que  soy  bufón, 

aquestos  de  los  cochillos 

colorados  y  amarillos, 

como  en  Castilla  lo  son, 

me  han  dejado  entrar;  no  hay  hom- 

que  me  pregunte  quién  soy,  [bre 

si  bien  donde  entrando  voy 

no  hay  somltra  que  no  me  asombre. 
¿Cosa  que  me  quede  acá? 

Pero  no  me  quedaré, 

que  de  mi  desdicha  sé 

que  ninguno  me  querrá. 
Un  caballero  está  aquí; 

por  don  Juan  pescudar  quiero. — 

0)'e,  señor  caballero. 

No  hace  caso  de  mí, 

que  grave  está  del  favor 

de  su  Rey,  y  es  justa  ley, 

pues  habrá  al  Rey,  porque  el  Rey 

fegura  a  mueso  Señor. 
¿Oye,  señor? 
Rey.  ¡Qué  notable 

persona!  Xo  hay  más  que  ver; 

esto  debe  de  traer 

de  Castilla  el  Condestable. 
¿Cuándo  veniste? 
Men.  Señor, 

en  este  punto. 
Rey.  ¿Qué  gracias 

tienes? 
]\lEN.  A  decir  desgracias,, 

hubiera  dicho  mejor. 
Rey.  ¿Tantos  tienes? 

Men.  He  llegado 

a  ser  dichoso  en  tenc- 

tantas,  que  no  puede  ser 

que  sea  más  desdichado. 
Rey.  ¿Cantas,  tañes?      _, ...    _ 

Men.  Allá  fuera, 

con  Juana,  suelo  cantar. 
Rey.  ¿Es  tu  mujer? 

:\IEN.  No  hay  tratar 

que  por  marido  me  quiera ; 
que  tiene  tal  sopitez 

y  señoril  fantasía, 

que  me  tiró  esotro  día 
una  mano  de  almirez. 


640 


r.A    MAYOR    VIRTUD    DE   UX    REY 


Rey.  ¿Quién  es  Juana? 

Mex.  Ura  criada 

de  Sol. 

Rey.  ¿Quién  es  ese  Sol? 

Men.  Es  hija  del  español 

mejor  que  ha  ceñido  espiada; 

que  es  don  Sancho  de  Mendoza; 
}•  a  fe,  que  aunque  es  buena  el  ama, 
que  no,  para  no  ser  damj, 
monda  nísperos  la  moza. 

Rey.  ¿Es  tu  señor  muy  valiente? 

Men.  Es  hombre  que  de  un  revés 

mató  a  dos,  y  fueran  tres 
si  esotro  estuviera  enfrente. 

Rey.  Esto  tiene  algún  secreto. 

¿A  qué  viniste  a  palacio? 

Mex.  Es  cuento  para  de  espacio, 

que  estamos  con  grande  aprieto, 

y  sólo  vengo  a  traer 
cierto  papel  a  don  Juan 
de  Castro,  el  bravo,  el  galán; 
mas  nadie  lo  ha  de  saber 

Rey.  ¿a  ver?,  muestra. 

Mex.  Es  muy  secreto. 

Rey.  Pues  ¿qué  impoila  verle  j'o? 

Mex.  Xo,  no;  que  me  le  metió 

él  propio  en  el  balsopeto 
para  que  nadie  le  viese 
cuando  por  él  pescudase 
y  a  ninguno  le  mostrase 
hasta  que  a  don  Juan  le  diese. 

Rey.  ¡Muestra,  villano! 

Mex.  lístese  quedo.  El  cochillo 

empuña. 

Rey.  Suelta,  hombreciUo. 

Mex.  ¿Qué  quiere?  Xo  soy  mayor. 

El  pajxíl  rasga.  El  dimuño 
hoy  me  ha  traído  a  palacio; 
que  en  él,  quien  no  tiene  estrella, 
no  medra  más  que  cuidados. 

(A  brele.) 

Rey.  Xo  es  de  mujer  el  papel; 

la  firma  dice  «Don  Sancho». 

«Xo  suelen  los  caballeros 
que  se  precian  de  fidolgos 
hacer  a  los  que  los  son 
en  el  honor  tanto  agrav¡í>. 
Si  el  .señor  príncijK-  ha  sido 
cómplice  y  está  culpado, 
nr)  puedo  yo  con  su  alteza 
tratar  de  mi  desagravio; 


con  vos,  sí,  que  sois  mi  igual, 
que  os  honro  para  mataros; 
y  así,  os  reto  y  desafío 
por  traidor  y  amigo  falso. 
Junto  a  Belén  estaré 
esperándoos  en  un  barco 
mañana,  de  sol  a  sol, 
para  que  juntos  nos  vamos 
de  la  otra  parte  del  mar, 
adonde,  solo,  en  el  campo, 
sustentaré  lo  que  digo. 
El  castellano  don  Sancho.* 

(Salen  Ñuño  y  Tristán.) 

Rey.  ¡Hola! 

X'uÑ.  Señor. 

Rey.  Con  secreto 

encerrad  a  este  villano 
hasta  que  os  mande  otra  cosa. 

(Vase  el  Rey.) 

Tri.  ¿Qué  has  hecho,  rústico? 

Men.  El  diabro 

me  engañó.  ¿Xo  me  conoce? 

Mendo  soy. 
X'uÑ.  Este  es  criado 

de  don  Sancho  de  Mendoza, 

el  hidalgo  castellano 

padre  de  Sol  y  Leonor. 
Tri.  No  es  sin  causa  el  encerrarlo. 

¡Ea,  camina! 
Men.  ¿Soy  toro, 

que  me  encierran? 
XuÑ.  He  pensado 

que  ha  sabido  el  Rey  que  sirve 

el  príncipe,  o  yo  me  engaño, 

a  Leonor,  y  como  trata 

casarle,  estará  enojado. 
Men.  ¿Oyen,  señores? 

Tri.  ¿Qué  quieres? 

Men.  Si  el  encierro  va  de  espacio, 

no  se  olviden  de  enviarme 

cuando  coman  algún  prato; 

será  la  primera  vez 

que  me  den  algo  en  píilacio. 

(Vanse,  y  sale  Don  Sancho  con  capa  de  color,  y  Juana.) 

San.  Vuélvete  a  Li.sboa,  Juana, 

si  le  entregaste  la  ropa 

al  arráez. 
Juana.  En  la  popa 

la  puse, 
San.  ;\uii  es  (le  inañ.'ina. 


JORNADA  TERCERA 


641 


Juana. 

San. 

Juana. 


San. 


Juana. 


San. 


Juana. 


Bar. 


San, 


XIX 


que  el  sol  en  cercos  de  grana 

rayos  a  la  tierra  envía 

desde  la  cima  del  día. 

Triste  estás,  señor.  ¿Qué  tienes? 

Muchos  males,  pocos  bienes. 

Tu  pena  aumenta  la  mía. 

¿A  dónde  tan  solo  vas? 
Sabes  de  Sol  y  Leonor, 
porque  sin  gente,  señor, 
en  grande  peligro  estás; 
que  aunque  es  verdad  que  podrás 
fiar  del  nombre  famoso 
de  Mendoza  el  Belicoso 
que  tienes  en  toda  España, 
el  que  vive  en  tierra  extraña 
siempre  ha  de  estar  receloso. 

No  es  buen  modo  de  cobrar 
las  hijas  que  te  han  robado 
con  sola  tu  espada  al  lado 
en  un  barco  por  la  mar. 
Cerca  me  voy  a  informar, 
donde  hallar  nuevas  espero. 
Ksa  ropa,  ese  dinero 
que  me  has  mandado  traer, 
¿de  qué  efecto  puede  ser 
contra  tan  gran  caballero? 

Es  don  Juan  de  Castro  a  quien 
más  quieren  en  Portugal 
los  Reyes,  por  principal 
y  por  su  valor  también. 
Míralo  primero  bien 
como  discreto  ofendido; 
que  de  un  rey  favorecido 
y  de  un  príncipe  estimado, 
a  donde  vas  confiado 
volverás  arrepentido. 

Juana,  no  voy  a  cobrar 
mis  hijas,  sino  mi  honor; 
y  porque  sé  que  el  amor 
es  quien  te  ha  enseñado  a  hablar, 
te  perdono  aconsejar 
con  tu  ignorancia  mis  canas, 

¡Plega  a  Dios  que  salgan  vanas 
mis  sospechas!  El  te  guarde, 
(Vase.) 
(Sale  un  barquero.) 
Mirad,  hidalgo,  que  es  tarde, 
y  con  estas  tramontanas 

podremos  salir  agora, 
haciéndonos  a  la  vela. 
Al  caso  que  me  desvela 
pensé  salir  al  aurora; 
tarda,  porque  lejos  mora 


Bar. 


San. 


Rey. 

San. 


REY, 


un  caballero,  un  amigo, 

y  por  eso  no  prosigo 

la  jornada  a  donde  voy; 

que  con  harta  pena  estoy, 

si  se  ha  de  embarcar  conmigo. 

Paseaos  por  esa  playa, 
que  a  su  tiempo  os  llamaré, 
porque  no  me  embarcaré 
si  no  es  que  conmigo  vaya, 
y  serviréis  de  atalaya 
por  si  algún  criado  envía. 
Por  mí,  más  que  pase  el  día; 
llamadme  en  siendo  ocasión. 

(Vase.) 
¡Qué  propia  de  la  traición 
fué  siempre  la  cobardía! 

Aimque  no  puedo  creer 
que  un  hombre  tan  principal 
pueda  con  término  igual 
ni  salir  ni  responder, 
que  es  indigno  proceder 
de  lusitano  Vdlor. 
Tres  hombres,  ¡bravo  rigor!, 
se  apean  de  un  coche  allí; 
si  ellos  vienen  contra  mí, 
mucho  debo  a  su  temor. 

Esforzad,  pues  razón  llevo, 
corazón,  las  bien  nacidas 
canas,  que  en  sangre  teñidas 
parecerán  de  mancebo; 
cumpliréis  con  lo  que  debo 
al  valor  que  el  nombre  goza; 
ya  la  sangre  se  remoza 
de  ver  que  el  honor  cobráis. 
¿Qué  son  tres  si  os  acordáis, 
corazón,  que  sois  M<=ndoza? 
(Salen  el  Rey,  Ñuño  y  TristAn,) 

Aguardaos  los  dos  allí. 
Ya  se  dividen  los  tres  ^ 

y  viene  el  uno;  el  Rey  es. 
¿Si  viene  a  buscarme  a  mí? 
Gran  señor,  ¿pues  vos  aquí? 
Aquel  airado  papel 
que  a  don  Juan,  o  a  mí  por  él, 
escribiste,  castellano 
valiente,  vino  a  mi  mano, 
aunque  no  la  causa  del. 

Como  al  príncipe  culpaste 
de  ser  en  tu  deshonor 
cómplice,  a  cuyo  valor 
digno  respeto  guardaste, 
a  lo  que  ves  me  obligaste; 
porque  hasta  haberlo  entendido, 

41 


^42 


LA    MAYOR    VIRTUD    DE   UN    REV 


ni  él  ni  don  Juan  lo  han  sabido, 
que  al  mensajero  mandé 
que  le  encerrasen. 
San.  Xo  sé, 

¡oh,  príncipe  esclarecido!, 
qué  pueda  decir  de  vos 
en  acción  tan  valerosa 
sino  que  .sois  generosa 
imagen  del  mismo  Dios. 
De  no  lo  saber  los  dos 
me  j)esa,  sin  ofenderos; 
pero  confieso  que  el  veros 
en  tal  confusión  me  pone, 
que  me  turba  y  descompone 
para  poder  responderos. 
Si  venís  a  castigarme 
por  lo  que  a  don  Juan  queréis, 
Rey  sois  y  vístome  habéis, 
ya  es  forzoso  perdonarme, 
pues  ¿cómo  sin  escucharme, 
aunque  juez  para  mí? 
Rey.  Sancho,  haber  venido  aquí 

no  es  amor  de  quien  te  agravia; 
prevención,  sí,  justa  y  sabia, 
para  informarme  de  ti. 
Favorecer  al  extraño 
fué  ley  que  Dios  escribió; 
si  lo  eres  y  Rey  soy  yo, 
tu  recelo  ha  sido  engaño 
y  basta  por  desengaño, 
que  es  igual  la  majestad. 
Habla  con  seguridad 
de  que  yo  te  escucho  aquí; 
que  no  hay  don  Juan  para  mí, 
sino  justicia  y  piedad. 
San.  Bn  tan  justa  confianza, 

invictísimo  .señor, 
pro.seguirá  mi  desdicha 
^  más  la  razón  que  la  voz; 

que  cuando  los  agraviados 
se  quejan  con  tal  dolor, 
las  lágrimas  son  la  lengua 
que  piden  más  atención. 
Del  Marqués  de  Santillana 
.segundo  liennano  nació 
don  Luis,  mi  padre,  en  Castilla, 
Mendoza  por  .sucesión; 
por  segundo,  no  fué  rico, 
supuesto  que  conquistó 
vf>lunt<ídes  con  virtudes, 
que  es  la  riqueza  mayor. 
J^úsome  a  servir  a  Ivnrique; 
su  palacio  me  crió. 


las  guerras  me  dieron  bríos, 

la  sangre  me  dio  valor. 

Ya  comenzaba  mi  nombre 

cuando  vino  de  Aragón 

el  Infante  don  Fernando, 

que  son  Isabel  casó. 

lyos  servicios  que  le  hice, 

aunque  fueron  contra  vos, 

siendo  mi  Rey,  fueron  justos; 

no  lo  ha  sido  el  galardón . 

Vino  el  Archiduque  de  Austria 

de  Flandes  a  España,  y  yo 

inclíneme  a  su  servicio, 

dejando  el  traspuesto  sol 

cuando  Filipo  Primero 

en  Castilla  amaneció. 

En  su  antecámara  un  día, 

estando  en  conversación 

castellanos  y  flamencos, 

la  plática  se  movió 

del  gobierno  de  Fernando; 

hablaron  mal  sin  razón. 

Con  tres  dellos  salí  al  campo 

en  la  edad  que  veis  que  estoy; 

que  el  ánimo  no  envejece. 

Y  por  deciros,  señor, 

en  una  palabra  el  caso, 

maté  al  uno,  herí  a  los  dos. 

Para  dejar  a  Castilla 

hice  de  vos  elección; 

que  como  trotáis  casar 

al  príncipe,  del  favor 

que  pensé  que  en  vos  hallara 

mayor  mal  me  -esultó. 

Truje  conmigo  doa  hijas, 

Sol  y  Leonor;  éstas  vio 

don  Juan  un  día  en  el  campo, 

de  cuya  loca  afición 

nació  enfado  para  mí, 

que  ya  os  he  dicho  quién  soy. 

Trujo  al  príncipe  consigo. 

Si  quiere  bien  a  Leonor, 

no  lo  sé;  .sé  que  don  Juan 

al  mi.smo  sol  se  atrevió. 

Quise  remediar  el  daño, 

y  puse  en  ejecución 

irme  a  vSe villa;  y  viniendo 

a  despedirme  de  vos, 

cuando  al  camino  volví 

hallé,  señor  (¡qué  traición!), 

a  mis  dos  hijas  robadas, 

que  ya  es  amor  .salteador, 

dos  criados  en  dos  robles. 


JORNADA    TERCERA 


643 


Rey. 


San. 
Rey. 


San. 
Rey. 


cuya  triste  información 
me  dijo  mi  desventura, 
me  contó  mi  deshonor. 
Parcciéndome  el  quejarme 
bajeza  de  mi  opinión 
y  también  porque  a  don  Juan 
tenéis  tan  notable  amor, 
teniéndole  por  hidalgo 
de  tanta  reputación, 
que  por  el  reto  saldría, 
que  a  darme  disculpa  no, 
aquel  papel  escribí 
para  dar  satisfacción 
a  mi  honor  con  la  venganza 
de  un  delito  tan  atroz. 
Agora,  invicto  Manuel, 
cuyo  cetro  besan  hoy 
los  indios  más  orientales, 
juzgaréis  como  quien  sois; 
que  Rey  que  sabe  el  agravio 
no  cumple  su  obligación 
si  deja  que  pobre  apele 
para  el  tribunal  de  Dios. 

Basta,  don  Sancho;  no  más. 
Al  mismo  doy  por  testigo, 
y  por  mi  hijo  lo  digo 
si  del  agraviado  estás, 
de  que  tan  presto  verás 
un  Tito  Manlio,  tm  Trajano, 
un  Arístides  greciano 
que  de  la  frente  el  laurel, 
más  que  piadoso,  cruel, 
les  quite  con  propia  mano. 

Pésame  de  que  viniendo 
confiado  a  Portugal 
en  mi  clemencia  real, 
que  es  de  lo  que  más  me  ofendo, 
te  ofenda  don  Juan,  sabiendo 
que  son  indignos  resabios 
de  hombres  tan  nobles  y  sabios 
el  valerse  del  favor 
del  poderoso  señor 
para  cometer  agravios. 

Disculpas  amor  codicia. 
Conmigo  no  hay  más  amor 
que  coronar  el  valor 
la  espada  de  la  justicia; 
no  reinará  la  malicia 
donde  yo  reinare. 

Vos 
sois  Rey. 

Fía  que  los  dos 


San. 


Sor,. 


Juan. 


Soi.. 


Juan. 


escarmienten  en  quien  yerra. 
Si  vos  sois  Dios  en  la  tierra, 
¿quién  no  ha  de  fiar  de  Dios? 
(Vanse  y  %alen  Don  Juan  y  Sol.) 

¿De  qué  sirve  persuadirme 
después  de  tan  grande  error? 
¿Qué  culpa  tiene  un  amor 
tan  verdadero  y  tan  firme? 

Si  vuestro  padre  os  llevara 
a  donde  jamás  os  viera, 
¿Qué  vida  mi  muerte  fuera? 
¿qué  muerte  mi  vida  hallara? 

Vuestra  súbita  partida 
no  me  permitió  pensar 
cómo  pudiera  librar 
de  tal  peligro  mi  vida. 

El  remedio  fué  violento, 
el  consejo  fué  de  amor, 
pues  conociendo  el  error 
dispuse  el  atrevimiento. 

Pero  no  tan  grande  ha  sido; 
pues  a  vuestro  padre  igu?l, 
no  hay  hidalgo  en  Portugal 
más  noble  y  más  bien  nacido. 

Pues  casándome,  Sol  mía, 
con  vos,  queda  remediado 
cuanto  puede  haber  errado 
portuguesa  fantasía. 

Si  fué  siempre  vuestro  intento 
casaros,  ¿por  qué  razón 
hubo  tanta  dilación 
en  tratar  el  casamiento? 

Mi  padre  estaba  presente, 
yo  enamorada,  ¿a  qué  efeto 
dilata  im  hombre  discreto 
ejecutar  lo  que  siente? 

Pues  de  haberlo  dilatado 
necio  el  quererse  volver 
temeroso  del  poder 
y  del  honor  incitado. 

Diréis  que  yo  os  escribí. 
Es  verdad;  mas  fué  por  veros. 
Llegando  a  satisfaceros, 
Sol  de  mi  amor  y  de  mi, 

pues  ya  es  tiempo  de  verdades, 
dilatar  el  casamiento 
procedió  del  fundamento 
de  algunas  dificultades. 

Antes  de  veros,  señora, 
que  fué  de  mi  dicha  azar, 
el  Rey  me  mandó  casar 
con  la  Condesa  Teodora; 

servíla,  v,  como  marido. 


644 


l.A    MAYOR    VIRTUD    DE   UN    REY 


fué  lícito  SU  favor; 
pero  vino  \Tiestro  amor 
y  el  suyo  puse  en  olvido; 

que  hay  ampies  tan  violentos 
que  acabados  de  llegar 
a  coces  quieren  echar 
del  alma  los  pensamientos. 

Pues  por  no  quebrar,  señora, 
la  palabra  que  al  Rey  di 
el  casarme  suspenuí, 
que  será  por  fuerza  agora; 

pero  es  menester  pensar 
cómo  sea  sin  disgusto 
del  Rey. 
Sol.  Xo  podéis  ni  es  justo 

mi  casamiento  intentar; 

que  si  la  palabra  dada 
cumplirla  es  precisa  ley 
a  cualquiera,  dada  al  Rey 
¿cómo  puede  ser  quebrada? 

Ya,  don  Juan,  el  alma  os  veo; 
vos  pensaréis  engañarme 
con  palabras,  y  dejarme 
ejecutado  el  deseo. 

Dan  los  hombres  por  tener 
por  ley  necia  y  singular 
que  no  se  debe  guardar 
palabra  dada  a  mujer. 

Con  esto  y  con  los  amores 
que  les  enseña  el  deseo 
tienen  el  ser  por  trofeo 
de  una  mujer  vencedores. 

Pues  mal  habéis  conocido 
el  castellano  valor; 
señor  portugués,  mi  honor 
no  será  de  amor  vencido 

si  mil  0ño3  me  tenéis 
encerrada  adonde  estoy. 
Juan.  ¿Y  si  mil  firmas  os  doy? 

Sor..  ¡Pleitos,  Jesús!  No  las  drds, 

que  el  viento  lleva  el  pjpel, 
y  de  un  juramento  loco 
pesa  la  firma  tan  poco 
que  se  la  lleva  tras  él. 

La  palabra  es  invisible 
como  el  alma,  y  el  honor 
es  cuerpo,  usura  de  am  jr, 
posible  por  imposible. 

¡üli  qué  honrada  y  justa  empresa 
perderme  y  veros  después 
por  tan  dudoso  interés 
caiado  con  la  Ojnde.sa! 

Vu2seuoría,  señor, 


se  case  muy  en  buen  hora, 

que  es  muy  linda  la  Teodora 

y  le  tiene  grande  amor. 

Dícenme  que  es  tan  discreta. 

que  la  temo  desdichada; 

mas  no  hay  desdicha  empleada 

en  vos  a  que  esté  sujeta. 

lil  Rey  me  sabrá  volver 

a  mi  padre. 

Juan. 

¡Qué  razón 

tan  cruel! 

Saiv. 

¿Más  que  traición 

contra  tan  noble  mujer? 

Juan. 

Bien  os  dije,  Sol,  un  día 

que  todas  las  castellanas 

eran  falsas  y  tiranas. 

Soi.. 

¿Esto  llamáis  tiranía? 

Juan. 

Y  crueldades  manifiestas 

con  quien  por  alma  os  adora. 

Sor,. 

¿A  quién? 

Juan. 

A  vos. 

vSoL. 

A  Teodora . 

Los  hombres  sois  como  fiestas: 

ir  y  venir  por  ventana. 

prevenir,  entapizar 

y  acabadas  de  pasar 

pagarlas  de  mala  gana. 

Juan. 

¿Pues  qué  remedio  me  dais 

ya,  mi  bien,  que  os  truje  aquí? 

Sol. 

Uno  se  me  ofrece  a  mí. 

Juan. 

Si  es  iros,  no  le  digáis. 

Sol. 

No,  sino  que  me  llevéis 

a  Teodora,  y,  atrevido. 

digáis  que  sois  mi  marido 

y  por  mujer  me  tenéis. 

Juan. 

Eso  no  cabe  en  razón, 

cara  a  cara,  a  tal  señora. 

vSOL. 

Yo  soy  mejor  que  Teodora. 

Juan. 

¡Castellana  presunción! 

Sol. 

¡Portuguesa  bizarría! 

¡Un  1  dama  castellan;^ 

tratarla  como  villana! 

Juan. 

Propongo  desde  este  día 

no  cansaros. 

Sol. 

Bien  será. 

J  l'AN. 

Ni  aun  quereros. 

Sol. 

Con  dejarme 

excusaréis  el  cansarme. 

Juan. 

¡Ollay,  ollar! 

Sol. 

¡Tiray  la! 

(Vase.) 

Juan. 

No  importa  que  os  vais,  que  aqu| 

JORNADA  TERCERA 


645 


Rev. 

COXD. 


Rey. 


COXD. 


Rey. 

COND. 


liabcns  de  estar  muy  de  espacio, 
por  eso  os  truje  a  palacio; 
vivamos  juutos  así; 

vos  olvidando,  yo  amando; 
vos  huyendo,  yo  siguiendo; 
vos  matando,  3-0  sufriendo; 
vos  rindiendo,  yo  penando; 

que  un  continuo  persuadir 
suele  imposibles  vencer; 
seré  diamante  en  querer 
si  vos  piedra  en  resistir. 

Que  pues  ninguno  ha  sabido 
que  el  que  os  ha  robado  soy, 
de  todos  seguro  estoy, 
aunque  no  de  \niestro  olvido. 

Y  si  con  tantos  tormentos 
no  os  venciere  mi  porfía, 
será  por  desdicha  mía, 
que  no  por  merecimientos. 
(Vase.) 
(Salen  el  Rey  y  el  Condestable.) 

Esto  al  Príncipe  airéis. 
Señor,  miraldo  primero, 
consultando  -sin  pasión 
vuestro  claro  entendimiento; 
no  deis  lugar  a  la  ira. 
¡Qué  mal  nombre  le  habéis  puesto 
Condestable,  a  la  justicia!; 
que  ese  le  llaman  los  reos. 
No  es  ira  la  del  juez 
que  disponen  los  derechos, 
las  penas  de  los  delitos, 
con  justo  y  divino  acuerdo; 
por  eso  los  tribunales 
tienen,  y  está  enfrente  dellos, 
la  imagen  de  aquel  Juez 
de  los  vivos  y  los  muertos, 
por  cjue  ninguno  se  olvide 
y  sepa,  estándole  viendo, 
que  ha  de  juzgar  lo  que  juzga. 
Sí,  pero  el  Príncipe  preso 
sin  mayor  información, 
afligirás  todo  el  reino; 
demás  de  ser  este  robo 
sospechas  de  amor  ajeno. 
¿Qué  dirá  el  rey  castellano, 
que  ya  le  llamo  tu  yerno? 
Trabajos  tiene  el  reinar. 
Su  rey  los  griegos  hicieron, 
en  Atenas,  a  Filarco, 
por  votos  de  los  más  viejos; 
y  como  a  los  que  e  hacían 
reverencia,  hiciese  luego 


Rey. 


COND. 


Rey. 

COND. 

Men. 

Juana. 
Men. 

Juana. 


COND. 

Rey. 
Men. 


Rey. 
Juana. 


Men. 


la  misma,  los  magistrados 
!c  avisaron  y  riñeron. 
Respondió  que  la  costumbre 
fué  causa  de  aquel  defecto 
que  antes  de  ser  rey  tenía; 
y  ellos  entonces  dijeron 
que  tuviese  gran  cuidado. 
Y  respondió:  «Si  yo,  griegos, 
tengo  de  tener  cuidado, 
buscad  rey,  no  quiero  serlo.»' 
Qué  necia  filosofía; 
pero  dime:  ¿cómo  puedo 
no  hacer,  aunque  sea  mi  hijo, 
justicia  igualmente,  siendo 
la  mayor  virtud  de  un  rey? 
Cuando  fuere,  lo  concedo; 
mas  no  sin  información. 
Aquí  los  testigos  tengo 
de  todo  el  caso. 

Pues  entren. 
Entrad,  castellanos. 
(Salen  Mendo  y  Juana.) 
Creo 
que  nos  han  de  ajosticiar. 
Yo  ninguna  culpa  tengo. 
¿Pues  no  fuiste  la  alcahueta? 
Soy  muy  moza  para  eso, 
y  ese  es  oficio  de  viejas: 
que  ya  pecar  no  pudiendo, 
hacen  pecar  a  las  mozas. 
Estos  lo  saben  y  vieron. 
¿Quién  eres  tú? 

¿Ya  se  olvida 
su  Remanencia  tan  presto 
del  que  le  trujo  la  c  arta? 
¿Y  til,  mujer? 

Señor  bueno: 
criada  de  doña  Sol, 
y  del  reino  de  Toledo; 
mi  madre  se  llama  Alfonsa, 
y  mi  padre  Juan  Bermejo, 
rancios  de  puro  cristiaros. 
Yo,  señor,  me  llamo  Mendo; 
de  tierra  de  Masalanca, 
natural  de  Rapariego; 
mi  madre,  que  Dios  perdone, 
se  llamaba  Aldonza  Puerros. 
Pero  Berruecos  mi  padre, 
aunque  algunos  me  dijeron 
que  en  ausencia  suya  fué 
el  sacristán  de  mi  pueblo; 
aunque  en  esto  de  ]os  padres, 
hay  descuidos  más  o  menos. 


646 


1  A    MAVOR    VIRTUD    DE    UN    UIÍV 


Todos  de  Adán  somos  hijos; 

sólo  es  cierto  el  Padrenuestro. 
Rey.  ¿Qué  sabes  tú,  labradora, 

deste  caso? 
Ju.\NA.  Que  es  muy  cierto 

sjr  el  robador  don  Juan, 

porque  la  amaba  en  extremo, 

y  le  conocí  en  la  voz; 

V  porque  este  alcaducero 

de  noche  la  puerta  abría. 
Men'.  Miente,  señor,  por  San  Crespo; 

que  él  y  un  paje  que  ésta  hablaba 

entraban  por  el  humero. 
Rey.  ¿El  Príncipe  habló  a  Leonor? 

Juana        Eso  fué  de  cumplimiento; 

.sólo  don  Juan  tiene  culpa. 
Rey.  Extraos  los  dos  allá  dentro. 

Mex.  ¿En  fin,  que  me  has  acusado? 

Jl'ana.         ¿Pues  qué  queriba  el  borrego, 

que  me  echase  a  mí  la  culpa? 
(Vanse  los  dos.) 

Men.  Allá  lo  averiguaremos. 

Rey.  ¿Cómo  había  de  casarse, 

andando  en  estos  requiebro.^, 
con  la  condesa,  don  Juan? 
¡Qué  ingfT^titud,  qué  desprecio! 

(Salen  Don  Juan  y  Ñuño.) 
Juan.       ;Lds  criados  de  don  Sancho 

con  el  Rjy? 
XuÑ'.  Hoy  los  truje  ron, 

y  temo,  amigo  don  Juan, 

que  se  ha  sabido  el  secreto. 
Ji'AS.  ¡Oh,  envidia!,  bien  te  llamaron 

hija  de  la  Corte. 
XuÑ.  Pienso 

que  como  don  Sancho  tuvo 

de  ti  y  del  Príncipe  celos, 

él  .se  habrá  quejado  al  Rey. 
Ji;.\N.         Aquí  está;  ¿pero  qué  temo 

si  me  favorece  tanto 

que  quiere  al  Príncipe  menos? 

A  daros,  señor  invicto, 

parabién  djl  casamiento 

del  Príncipj  mi  .señor, 

con  justo  contento  vengo. 

D.-me  vuestra  Majestad 

la  mano. 
Rky.  Vil  caballero; 

con  la  espada  fuer;;  justo, 

para  pasaros  el  pecho. 

Quitádsela,  Condestable. 
Juan  ¿Por  qué,  señor? 


Rey.  Porque  debo 

más  al  valor  que  al  amor, 

y  a  la  justicia  que  al  vuestro. 

¿Esto  era  el  no  casaros 

con  Teodora? 
Juan.  Si  por  eso 

vuestra  Majestad  me  prende, 

su  queja  tendrá  remedio 

con  casarme. 
Rey.  Tarde  llegan 

esos  necios  cumplimientos, 

habiendq  el  honor  quitado 

con  un  robo  tan  violento 

a  don  Sancho  de  Mendoza. 

fidalgo  de  tanto  esfuerzo, 

que  os  ha  esperado  en  el  campo; 

tal  agravio  le  habéis  hecho, 

manchando  su  claro  honor 

y  su  Sol  escureciendo. 
Juan.  Señor,  casarme  con  Sol, 

fácilmente  satisfecho 

dejará  .su  honor. 
Rey.  ¿De  suerte, 

que  os  queréis  casar,  muy  necio, 

con  Teodora  y  doña  Sol, 

juntas  en  un  mismo  tiempo? 

Remediarlo  es  imposible; 

que  si  agora  daros  quiero 

a  Sol,  ofendo  a  Teodora ; 

si  a  Teodora,  a  Sol  ofendo. 

De  .suerte  que,  por  cumplir 

con  la  justicia  que  debo, 

ha  de  ser  fuerza  olvidar 

el  grande  amor  que  os  confieso. 

Quedad  preso  en  esta  sala, 

que  della  saldréis  nmy  presto 

sin  cabeza,  porque  en  ella 

tomen  los  demás  ejemplo. 
(Vanse  los  dos.) 
Juan.  ¿Hay  más  notable  rigor? 

Amigo  Ñuño,  ¿qué  haremos? 
XuÑ.  De  verte  estoy  afligido, 

y  de  oír  al  Rey,  suspen.so. 
Juan.  Kn  las  iras  de  los  reyes, 

no  hay  más  de  paciencia  y  ruegos. 

Ivn  grande  peligro  estoy. 
XuÑ.  X'o  es  menos  el  que  yo  tengo; 

voy  a  bu.scar  a  don  Sancho. 
(Vase.) 
Juan.  Dile  al  Príncipe,  que  preso 

y  en  desgracia  de  su  padre 

miserablemente  quedo. 

Hoy,  cielos,  mi  v¿da  acaba. 


i 


JORNADA  TERCERA 


647 


Teo. 


para  que  mi  ejemplo  asombre. 
Cuando  Dios  maldijo  al  hombre, 
que  del  hombre  se  fiaba, 
parece  que  me  miraba; 
pues  fiado  en  el  favor 
del  Rey,  hice  tanto  error, 
creyendo,  no  sin  malicia, 
que  el  brazo  de  su  justicia 
pudiera  torcer  mi  amor. 

Demás  de  que  justo  fuera, 
si  en  la  palabra  repara, 
que  a  Teodora  me  quitara 
y  que  a  Sol  me  concediera, 
para  que  no  se  volviera 
a  Castilla;  pero  en  vano 
fui  del  mismo  sol  tirano, 
y  un  Prometeo  español, 
que  robó  la  llama  al  sol 
con  atrevimiento  humano. 
No  debe  al  Rey  admirar 
un  error  enamorado, 
porque  cuantos  han  amado 
nos  han  enseñado  a  errar; 
pero  cuando  quiera  usar 
desta  rigurosa  acción, 
que  me  mate  mi  afición, 
que  es  fin  más  dulce  y  dichoso, 
que  ser  de  sol  tan  hermoso 
tan  atrevido  Faetón . 
(Sale  Teodora.) 
Notable  rigor  ha  sido, 
don  Juan,  el  del  Rey  airado, 
pues  no  se  aplaca  rogado, 
ni  se  vence  persuadido, 
el  castellano  ofendido, 
con  sus  hijas,  le  divierte 
de  una  ejecución  tan  fuerte. 
Ni  al  Príncipe  deja  hablar, 
porque  dice  que  ha  de  dar 
ejemplo  al  mundo  tu  muerte. 

Tu  Sol  llora;  y  cuando  yo 
su  gracia  y  belleza  vi, 
te  disculpé,  cuanto  a  mí; 
mas  cuanto  a  mis  celos,  no. 
Que  rogase  me  pidió 
al  Rey  por  ti;  y  ya  quería, 
pero  en  aquesta  porfía, 
cuanto  más  hermosa  estaba, 
tanto  menos  obligaba 
la  envidia  que  la  tenía. 

Los  celos  que  tuve  della 
me  han  hecho  tan  rigurosa, 
porque  a  ser  menos  hermosa 


Teo. 
Juan. 


hiciera  mucho  por  ella. 
Tanto  mi  amor  atro pella, 
que  me  obliga  a  resistir 
el  perdonar  y  sufrir; 
que  en  llegando  a  imaginar 
que  en  tus  brazos  ha  de  estar, 
quiero  dejarte  morir. 
Juan.  Ya,  Teodora  estás  vengada; 

mas  considera  Teodora 
que  dejas  de  ser  señora 
si  la  venganza  te  agrada; 
y  pues  Sol  no  está  culpada 
procederás  bajamente 
en  que  su  muerte  se  intente. 

¿Yo  intento  su  muerte? 

Sí; 
porque  matándome  a  mí, 
matas  a  Sol,  inocente. 
Si  alabas  su  perfección, 

¿por  qué  no  me  has  disculpado? 

Y  si  dices  que  ha  llorado, 

¿qué  mayor  obligación? 
Teo.  En  los  celos  no  hay  razón, 

ni  en  iras  de  amor,  templanza; 

ya,  perdida  la  esperanza, 

tendré  la  de  tu  castigo. 

Nací  mujer,  y  conmigo 

los  celos  y  la  venganza. 

No  importa;  mi  amor  profundo 

muerta  quererla  promete. 

Como  no  la  goces,  vete 

a  quererla  al  otro  mundo. 

En  que  me  aborreces  fimdo 

el  rigor  que  usas  conmigo. 

Eres  en  este  castigo 

navio  a  quien  doy  barreno, 

porque  de  tesoro  lleno 

no  te  goce  el  enemigo. 
Rey,  Condestable,  Príncipe,  Don  Sancho* 
Leonor,  Sol  y  iodos.) 
Así  \aiestra  ^Maj  estad 

vea  en  Portugal  la  Infanta 

doña  Catalina,  hija 

del  Rey,  Archiduque  de  Austria, 

con  los  nietos  que  desea; 

que,  pues  la  parte  agraviada 

pone  en  sus  manos  su  honor, 

perdone  a  don  Juan. 
Rey.  No  basta, 

Príncipe,  hay  mucho  que  ver. 
San.  Señor:  quedando  obligada 

vuestra  persona  real 

a  concederme  que  salga 


Juan. 
Teo. 
Juan. 
Teo. 

(Salen 
Prín. 


648 


I.A    MAYOR    VIRTUD   DE   UN    REY 


en  CiUiipo  don  J  uan  conmigo, 
será  justo  hacerle  gracia 
de  la  vida,  p)or  que  yo 
se  la  quite  en  la  campaña; 
con  más  honra  morirá 
a  los  filos  de  mi  espada, 
que  en  im  público  teatro. 

P*RfN.  Qué  castellana  arrogancia. 

Rey.  Mendoza:  esos  desafíos 

que  antiguamente  se  usaban, 

sagrada  Roma  prohibe 

y  no  los  consiente  España. 

Quitan  la  jurisdicción 

a  los  reyes  los  que  tratan 

de  vengarse  por  sí  mismos; 

que  al  cetro  y  suprema  vara 

de  la  justicia  del  rey, 

que  es  virtud  y  no  es  venganza, 

toca  el  hacer  la  justicia. 

San.  Pues,  señor,  si  no  se  casa 

con  Sol,  yo  sé  que  don  Juan 
es  persona  tan  f  idalga, 
que  donde  yo  le  llamare, 
sea  en  Italia  o  en  Francia, 
o  entre  los  bárbaros  sea 
de  Europa,  África  o  Asia, 
irá  a  volver  por  su  honor. 

Juan.         Don  Sancho:  es  cosa  tan  clara, 
que  el  Príncipe,  mi  señor 
se  obligará  a  la  fianza; 
pero  si  verdad  os  digo, 
respetando  \-uestras  canas, 
más  os  quisiera  por  padre, 
que  por  contrario  en  batalla: 
conozco  vuestro  vale-; 
porque  las  edades  largas 
son  buenas  para  las  letras, 
peo  no  para  las  armas. 

San.  Advertid  señor  don  Juan, 

que  si  mi  edad  os  engaña, 
ni  en  los  agravios  hay  días 
ni  cu  los  corazones  canas. 

Juan.  Haced  que  el  Rey  me  dé  a  Sol; 

que  el  alma  que  adora  y  ama 
su  sombra,  la  pide  y  quiere. 

Kkv.  Decid,  ¿cómo  puedo  darla, 

si  la  condesa  Teodora, 
a  quien  le  dio  la  palabra, 
a  estíT  viene  fie  jjor  medio 
para  pedirla? 

Sor..  Si  tanta 

cortesía,  ¡oh,  gran  señora!, 
vuestra  UfibU-za  acompaña, 


doleos  de  mí,  que  a  esos  pies 

llega  Leonor. 
Men,  Llega,  Juana, 

y  pidámoselo  todos. 
Leo.  Señora,  de  don  Juan  basta 

\fl  confusión  por  castigo. 
Juana.        Señora,  más  honra  gana 

qxiien  perdonando  se  venga. 
Men.  Señora,  si  el  Rej^  le  mata 

a  don  Juan,  mira  que  siempre 

le  traerá  a  cuestas  fantasma, 

por  donde  quiera  que  fuere. 

Perdónele,  si  es  cristiana. 
Teo.  Por  las  lágrimas  de  Sol, 

que  me  ha  enternecido  el  alma, 

a  ti^  Majestad  le  pido 

que  los  case;  y  mi  venganza 

será  ser  yo  su  madrina. 
Men.  ¡Oh,  viva  su  señoranza 

más  años  que  im  campanario! 
Rey.  Queriendo  Teodora,  basta; 

dense  las  manos. 
NuÑ.  Señora: 

Leonor  está  desposada 

con  Ñuño,  aunque  de  secreto. 

Sea  general  la  gracia, 

y  sed  madrina  también. 
Men.  y  IMendo,  señor,  con  Juana. 

Juana.       ¿Yo?  ¿cuándo? 
Men.  No  hriy   que  negar, 

que  me  dijo  una  mañam, 

cuando  iba  en  la  borrica: 

«Mendo,  pon  me  bien  las  sayas». 
Prín.  Sólo  resta  para  mí, 

que  la  Infanta  castellana 

venga  a  I,isboa. 
Rey.  Ya  es  ido 

el  Condestable  a  la  raya 

de  Castilla. 
Juan.  Aquí,  senado, 

con  mis  fortunas  acaba 

L'i  m  yor  virtud  de  u>i  rev. 

Kl  poeta  no  se  calida 

de  serviros,  aunque  ya 

le  jubilaban  las  canas: 

tan  agradecido  está 

a  las  mercedes  pasadf.s. 

Dadle  a])lau.'-o,  y  a  nosotros 

el  perdón  <U-  nuestras  faltas. 


I'  I  X 


COMEDIA  DE 

LOS   MELINDRES    DE    BELISA 


DE 


LOPE      DE      VEGA      CARPIÓ 


HABLAN  EN  ELLA  LAS  PERSONAS  SIGUIENTES 


Tiberio. 

Un  Escribano. 

Carrillo. 

T^ISARDA. 

Belisa. 

Don  Juan. 

Eliso. 

Celia. 

Flora. 

Fabio  . 

Prudencio. 

Cuatro  ITACAYOS 

Un  Alguacil. 

Felisardo. 

ACTO   PRIMERO 
(Salen  Tiberio  y  T.isarda.) 

TiB.  En  fin,  ¿se  ha  quitado  el  luto? 

Lis.  Ha  más  de  un  año  la  muerte 

de  su  padre. 

TiB.  De  esa  suerte 

podremos  decir  que  es  fruto 
de  la  tristeza  el  contento. 

Lis.  No  lo  será  para  mí, 

que  tal  marido  perdí. 

TiB.  ¡Oh  qué  inútil  sentimiento! 

Lis.  ¿Inútil?  ¿Pues  no  es  razón     • 

que  llore  su  compañía 
una  mujer  que  tenía 
tanto  amor  y  obligación  ? 

¿No  sabes  tú  que  aun  las  aves 
dan  ejemplo,  pues  que  muda 
una  tórtola  viuda 
su  canto  en  quejas  .'suaves, 

y  no  se  vuelve  a  casar, 
si  una  vez  su  esposo  pierde, 
ni  se  sienta  en  ramo  verde? 

TiB.  ¿Pues  dónde  se  va  a  sentar? 

Lis.  En  un  espino,  en  un  ramo 

seco. 

TiB.  Desa  imitación 

como  tortolillas  son 
las  que  deste  nombre  llamo; 
que  ansí  Dios  me  dé  salud 
que  pienso  que  se  han  sentado 
sobre  espino  por  estrado, 
tal  es  su  grande  inquietud, 
No  paran  en  todo  el  día. 


Lis. 


TiB. 


Lis. 

TlB. 

Lis. 

TiB. 

Lis. 


TiB. 


Lis. 


TiB. 

Lis. 


Eso  no  me  toca  a  mí; 
y  es  que  jamás  pretendí, 
Tiberio,  otra  compañía. 

Pues  en  verdad  que  pudieras, 
que  bien  moza  has  enviudado 
y  con  hacienda  qvie  ha  dado 
codicia,  si  til  quisieras, 

a  más  de  seis  pretendientes. 
¿Con  dos  hijos? 

Y  con  doce. 
Mal  tu  pecho  me  conoce. 
Tú  negarás  lo  que  sientes. 

¿Qué  es  negar?  Cien  mil  ducados 
mi  marido  me  dejó, 
mas  con  dos  hijos,  que  yo 
pienso  ver  presto  casados 

y  recogerme  al  aldea 
con  una  esclava  no  más 
y  un  escudero. 

Pues  das 
en  lo  que  es  razón  que  sea. 

¿Cómo  vas  tan  descuidada 
en  que  se  case  Belisa, 
pues  que  ya  su  edad  te  avisa 
y  el  ser  de  mil  conquistada? 

Que  don  Juan  al  fin  es  hombre. 
¿Cómo  puedo  yo  casar 
a  Belisa  y  dónde  hallar 
un  hombre  tan  gentilhombre 

y  con  partes  tan  notables 
como  imaginadas  tiene? 
En  ese  humor  se  entretiene. 
Hay  mujeres  incasables, 

que  dan  en  ser  tan  curiosas 


D50 


I.OS    MELINDRES    DE    BELÍSA 


que  se  les  pasan  las  vidas 

en  andar  desvanecidas  I 

y  a  todo  el  mundo  enfadosas.  I 

Y  tardando  en  escoger  I   Flo. 

lo  mejor  suelen  pasar  i    BEL. 

y  andan  después  a  rogar. 

TiB.  ¿Luego  piensas  que  ha  de  ser 

Belisa  dcsa  manera?  F1.0. 

Lis.  ¿Pues  ha  hecho  el  cielo  cosa 

más  cansada  y  melindrosa?  1    BEL. 

¿Ni  hombre  que  apetezca  y  quiera? 

A  codicia  del  dinero, 
del  entendimiento  y  talle, 
es  una  lonja  esta  calle 
del  ginovés  caballero, 

del  indiano  portugués,  Flo. 

del  papelista,  el  letrado,  BEL. 

el  viejo  rico,  el  soldado,  Flo. 

el  lindo,  aunque  no  lo  es  BEL. 

ninguno  dellos  con  ella; 
a  todos  faltas  les  pone. 
TiB.  Pues  Belisa  me  perdone,  I    Flo. 

que  aunque  es  tan  discreta  y  bella, 

no  se  ha  de  desvanecer 
en  arrogancias  injustas.  BEL. 

Lis.  Tiberio,  si  hablarla  gustas 

y  quieres  darla  a  entender  Flo. 

esta  locura  en  que  ha  dado, 
hoy  está  hermosa  y  gallarda, 
que  ciertas  vistas  aguarda;  BEL. 

habíala. 
TiB,  Estoy  enojado, 

y  a  fe  que  se  ha  de  casar  Flo. 

de  mi  mano,  aimque  no  quiera.  BEL. 

Lis.  Hoy  cuatro  novios  espera; 

no  sé  si  le  han  de  agradar. 


TiB. 

¿De  cuatro  en  cuatro  la  piden? 

Lis. 

Pica  el  dinero,  Tiberio. 

Flo. 

TiB. 

Métase  en  un  monasterio. 
(Salen  Belisa  y  Flora,  ctiada.) 

BEL 

Flo. 

Las  celosías  impiden 

que  no  veas  bien  la  calle, 
pues  dices  que  el  del  overo 
no  era  galán  caballero, 
b¡7^rro  y  de  lindo  talle. 

Flo. 

Bkl. 

I-lora,  aquellas  celosías 
los  ojos  me  han  afrentado. 

Bel 

Fi/>. 

¿Cómo? 

Flo 

Bel. 

Ivn  las  niñas  me  han  dado 

de  palos. 

Bel 

Vjjo. 

¡Qué  niñerías! 

Bkl. 

Como  los  ojcís  llegué 

V\.(> 

a  sus  palos,  ellos  fueron 
tales,  que  al  fin  me  los  dieron; 
pero  luego  me  vengué. 
¿De  qué  suerte? 

Del  estuche 
saqué  un  cuchillo  y  los  di 
de  puñaladas  allí. 
¿Quién  hay  que  tal  gracia  escuche? 

¿Mataste  la  celosía? 
Hice,  a  lo  menos,  lugar 
por  donde  pude  mirar 
quién  por  la  calle  venía. 

Mas  presto  vino  el  castigo, 
pues  en  vez  del  caballero 
pasó. . . 

¿Quién? 

Un  aceitero. 
¿Y  mirástele? 

Eso  digo: 
que  le  miré  y  me  manchó 
el  vestido. 

¿Pues  podía, 
tú  detrás  de  celosía 
y  él  en  la  calle? 

¿Pues  no? 
Mírame  bien. 

¿De  mirar 
el  que  va  aceite  vendiendo 
te  has  manchado? 

Así  lo  entiendo; 
vestido  me  puedes  dar 

y  éste  harás  luego  vender. 
Mira  que  muy  limpio  está. 
Necia,  ¿no  te  he  dicho  ya 
que  daño  me  suele  hacer 
quererme  contradecir? 
¡Jesús,  qué  fiero  accidente! 
¿Cómo? 

Este  pulso,  esta  frente... 
Mira,  estoy  para  morir. 

¡Qué  terrible  calentura! 
No  pienso  contradecirte 
en  mi  vida,  que  servirte 
mi  amor  y  lealtad  procura. 

De  rodillas  te  suplico 
me  perdones. 

Ya  cesó 
la  calentura. 

¿Quedó 
calor  .'ilguno? 

Tantico; 
pero  ya  se  va  aplacando. 
Tu  madre  y  tu  tío. 


ACTO    PRIMERO 


651 


Bki,.  ¡Ay,  Dios! 

¿A  dos  me  nombras? 
Fei,.  Los  dos 

te  están  sirviendo  y  amando. 
BEiy.  Tráeme  luego  la  labor, 

no  me  vean  tan  ociosa. 
Fl,o.  ¿Quieres  las  randas? 

Bei,.  Ks  cosa 

cansada,  aunque  es  de  primor; 
y  entre  tantos  majaderos 

hay  uno  que  me  ha  quebrado 

las  manos.  ¡Ay,  que  me  han  dado, 

Flora,  dolores  tan  fieros 
que  no  los  puedo  sufrir! 
Fr,o.  Mira  que  aun  no  te  he  traído 

la  almohadilla. 
Bei,.  ¿No  has  oído 

que  no  has  de  contradecir? 

Tráeme  una  banda  al  momento 

en  que  descanse  la  mano, 
lyis.  Persuadilla  será  en  vano. 

TiB.  ¿Tan  grande  imposible  intento? 

¡Sobrina! 
BEI<.  ¡Señor! 

TiB.  A  fe 

que  sales  del  luto  hermosa. 
Bei,.  a  lo  menos  deseosa 

de  servirte. 
TiB.  Bien  se  ve 

que  andas  de  boda. 
Ivis.  ¡Hola,  Flora!, 

sillas  y  dos  almohadas. 
Fi,o.  La  banda  es  ésta. 

Bei,.  Pesadas 

hacen  las  tocas  agora. 

Toma  allá,  que  puede  darme 

más  cansancio  que  provecho. 
Fl,0.  Sillas  hay  aquí. 

Bei,.  Sospecho 

que  vienes  a  predicarme. 
TiB.  Pues  ya,  si  oírme  procuras, 

toma  almohada. 
Fi,o.  Yo  voy 

por  ella.. 
TiB.  Tu  padre  soy. 

Bei,.  No  la  traigas  de  verduras; 

que  ayer,  de  sentarme  en  ella, 

mal  de  estómago  me  dio. 
TiB.  ¿Lo  verde  te  resfrió? 

Bei,.  Mátanme  las  hierbas  dalla. 

Fi,o.  Aquí  tienes  almohada. 

TiB.  Siéntate,  Tisarda,  aquí; 

tú,  sobrina,  junto  a  mí. 


BEI..  ¡Oh  cuánto  el  sentarme  enfada 

entre  borlas  de  colores! 

TiB.  La  causa  esperando  estoy. 

BEI,.  Porque  presumo  que  estoy 

sentada  en  cuatro  doctores. 

TiB.  ¿Cómo  va  de  casamientos? 

Bei,.  Mal,  tío;  nadie  me  agrada. 

TiB.  ¿Qué  es  lo  que  dellos  te  ofende? 

Bei,.  Tener  mil  faltas. 

TiB.  ¿Qué  faltas? 

BEI,.  Un  letrado  rae  traían 

calvo. 

TiB.  ¿Qné  importa  la  calva? 

Bei,.  Cuando  yo  fuera  mujer 

espiritual  y  santa, 
y  para  vencer  la  carne, 
gran  enemigo  del  alma, 
quisiera  una  calavera 
tener  de  noche  en  la  cama, 
lindamente  me  venía 
un  hombre  al  lado  con  calva. 

Lis.  Era  muy  rico. 

Bei,.  Ya  quise 

asir  la  ocasión;  estaba 
sin  copete  por  la  frente 
y  volvióme  las  espaldas. 

Lis.  ¿Por  qué  dejas  al  maestre 

de  campo? 

Bel.  ¿No  es  casi  nada 

faltar  un  ojo? 

Lis.  ¿Qué  importa, 

pues  se  le  pone  de  plata? 

Bei,.  Yo  te  diré  la  ocasión. 

I,is.  Dila. 

Bei,.  Si  este  hombre  jurara 

«como  a  mis  ojos  te  quiero», 
y  le  costaba  el  de  plata 
dos  reales,  en  otros  tantos 
mi  amor  y  mi  vida  estaba. 
Fuera  deso,  no  podía 
llamarle  mis  ojos. 

Lis.  Calla. 

Bei,.  Pues  llamarle  yo  mi  ojo 

era  ser  negra. 

TiB.  ¡Oh  qué  gracia! 

Lis.  ¿Qué  dirás  del  portugués? 

Bei,.  Que  en  el  pecho  y  las  espaldas  . 

se  ha  de  poner  el  cilicio. 

lyis.  No  te  entiendo. 

BEI,.  Aquellas  barbas 

negras,  cerdosas  y  espesas 
era  ponerme  en  la  cara, 
y  aun  en  la  boca,  un  cilicio 


652 


LOS    MELINDRES    DE    liELISA 


Lis. 

Bel. 

Lis. 

Bei,. 


y  en  la  lengua  una  mordaza. 

¿Y  aquel  caballero  rico 

de  aquel  lugar  de  la  Mancha? 

Tenía  grandes  los  pie.s. 

¿Esa  es  falta  de  importancia? 

No,  madre,  que  sobra  era, 

y  temí,  si  se  enojaba, 

que  era  sepultarme  en  losa 

cubrirme  de  una  patada. 

Vile  algo  negras  las  uñas, 

y  no  pre'tendo  en  mi  casa 

cenn'calo  de  uñas  negras. 

¿Y  no  las  tenía  blancas 

el  caballero  francés? 

Xo  quiero  yo  ser  madama 

ni  llamar  mosiur  :ui  e.sposo. 

Pues  dime:  ¿en  qué  hallaste  falta 

en  don  I.uis,  mozo  y  galán, 

ciiyos  pechos  esmaltaba 

un  lagarto  de  Santiago? 

Calla,  madre,  que  me  espantas. 

¿Xo  dicen  que  las  mujeres 

a  sus  maridos  abrazan? 

Con  im  lagarto  en  el  pecho, 

en  mi  vida  le  abrazara. 

Sobrina,  llámase  así 

aquella  cruz  colorada, 

que  es  espada  y  no  lagarto. 

Bastaba  la  semejanza 

para  matarme  de  miedo. 

¡Jesús! 

Mas,  ¿qué  te  desmayas? 
Pues,  sobrina,  si  ninguno 
te  agrada,  y  la  edad  se  pasa 
como  la  flor,  tiempo  viene, 
a  quien  le  tiene  y  le  aguarda, 
en  que  después  se  arrepiente. 
¿Llaman? 

Sí. 

Mira  (juién  llama. 


I.L^. 
BkL. 

Lis. 

Bi:l. 

rm. 
Bel. 

TiB. 


Lis. 

I-LO. 

Lls. 


.\L<; 

TlM. 

.\i.«; 


Tin. 


(Salen  un  Alglacii.  y  un  escribano  ) 

Siempre  entramos  sin  licencia. 
Siempre  la  tienen  las  varas. 
Ixís  términos  han  pasado; 
mira  .si  quieres,  Lisarda, 
que  saque  jjrendas  a  Ivliso. 
¿Con  JíJií-o  en  pleito  andas? 
Xo  liay  renuclio  de  cobrar 
los  dos  mil  ducados. 

Basta, 
que  olvida  su  obligación 
y  como  a  mujer  le  trata. 


Lis.  Un  año  habrá  que  murió 

mi  marido  y  que  no  acaba 
de  pagarme;  y  si  he  callado 
es  por  la  amistad  pasada 
y  la  que  tiene  de  nuevo 
con  don  Juan,  mi  hijo. 


TiB. 

Vayan 

y  sáqucnlc  prendas. 

ALG. 

Vamos, 

que  no  está  lejos  su  casa. 

(Vayanse.) 

TiB. 

Yo  también  me  quiero  ir. 

Lis. 

Belisa  está  desmaj-ada. 

TiB. 

¿Qué  tiene? 

Bel. 

Imaginé, 

como  le  vi  con  la  vara. 

que  me  sacara  los  ojos. 

TiB. 

Ojos  no,  mas  prendas  sacan. 

Flo. 

Cuatro  novios  por  lo  menos 

aguardan. 

Lis. 

¿Dónde? 

Flo. 

En  la  sala. 

Lis. 

¿Quién  son? 

Flo. 

Fabricio. 

Bel. 

Ya  he  visto 

a  Fabricio. 

TiB. 

¿En  qué  te  cansa 

Fabricio? 

Bel. 

En  barba  y  cabeza 

tiene  ciertas  moscas  blancas. 

y  cuando  ya  hay  tantas  moscas. 

es  que  el  verano  se  acaba. 

Flor. 

El  otro  es  médico. 

BEL. 

Lindo; 

con  médico  siempre  en  casa 

pensaré  que  estoy  enferma; 

frío  me  da  de  cuartanas. 

tiemblo;  ti,  ti,  ti,  ¡Jesús! 

¡Hola!,  llevadme  a  la  cama. 

Tin. 

Si  no  fuera  mi  sobrina, 

la  diera  dos  bofetadas. 

Lis. 

No  lo  oiga,  triste  de  nn'. 

Vamos  a  mi.' a,  mvchacha. 

y  despídan.'^^e  c.'-os  novios. 

'I"in. 

¿Dónde  irás  tan  de  mañana? 

I.is. 

A  San  Jerónimo  iré. 

Bel. 

¡Ay,  no,  madre! 

Lis. 

¿Por  (jiié  causa? 

Bel. 

Tiene  a  los  pies  nn  león 

que  siempre  que  entro  nu-  espanta; 

y  una  ve/.,  madre,  no  dudes 

(|iu-  lia  (le  sallarnu'  a  la  cara. 

ACTO    PRIMERO 


653 


Ivi-S.  Pues  no  nos  pongan  el  coche, 

que  a  San  Miguel  a  pie  basta. 

BeIy.  ¿y  no  es  nada  el  de  los  pies 

junto  al  peso  de  las  almas? 

TiB.  No  vendré  a  verte  en  mi  vida. 

Fi,o.  lyos  novios,  señora,  aguardan. 

BEI<.  ¡Jesús,  y  qué  alteración! 

¡Hola!,  dame  un  vidrio  de  agua. 

(Salen  Eliso  y  Fabio,  criados.) 
Fabio. 
Intenta,  por  tu  vida,  el  casamiento, 
que  es  rica,  bien  nacida  y  muy  hermosa. 

Kiviso. 
Belisa  tiene  extraño  pensamiento 
en  no  agradarse  de  ninguna  cosa; 
cada  día  en  la  corte  hay  nuevo  cuento 
desta  dama  cansada  y  enfadosa, 
porque  son  sus  melindres  postres  y  antes 
alivio  de  cansados  caminantes. 

Verdad  es  que  mil  cosas  le  levantan 
costumbre  de  los  cuentos,  que,  en  efeto, 
van  creciendo  contados;  que  adelantan 
todos  cuantos  los  cuentan  un  conecto. 
Todos  los  hombres  dice  que  la  espantan; 
ni  ella  le  quiere  necio  ni  discreto; 
si  es  alto,  porque  sobra  de  lo  ju.sto; 
si  es  bajo,  porque  falta. 

Fabio. 

¡T/indo  gusto! 

ElylSO. 

Un  hombre  desechó  porque  tenía 
un  lunar  en  la  cara,  y  por  bermejo 
a  un  caballero. 

Fabio. 
Más  razón  tenía. 


¿Por  qué? 


Euso. 

Fabio. 
Por  lo  que  dicen  del  pellejo. 


Fwso. 
Mirando  un  novio  muy  galán  im  día, 
dijo,  viéndole  limpio  como  espejo: 
<tMás  que  dormir  con  este  mentecato 
quiero  comer,  que  es  bueno  para  plato.» 

Fabio. 
En  Alcorcón  pudiera  hacer  Belisa 
un  desposado,  que  es  famoso  el  barro. 


Ewso. 
Así  le  tuvo  Eva.  Burla  y  risa 
.  hace  del  más  galán,  del  más  bizarro. 

(Sale,  con  la  espada  desnuda,  Fklisardo.) 

FEtlSARDO. 
¿Está  aquí  Eliso? 

Ewso. 
¡Oh,  Felisardol 


Aprisa, 


Feusardo. 

que  a  un  caballero... 

Ewso. 
¿Qué  dices? 

Fewsardo. 

Navarro 
pienso  que  he  muerto  acompañando  a  Celia, 
■que  venía  del  Prado  con  Aurelia. 

Salieron  de  mañana  a  pasearse; 
salí;  siguiólas  este  caballero: 
volvieron,  y  él  detrás  y  sin  quitar.se 
de  paso  a  fuente  a  lo  de  bravo  y  fiero. 
Llegaron  las  criadas  a  enfadarse; 
que  no  lo  estaba  yo  poco  primero; 
habléle,  respondió,  vino  derecho; 
miréle,  alzó,  me  time;  j^a  está  hecho. 

Huyeron  las  mujeres,  di  la  mano 
a  Celia,  y  queda... 

Ewso. 
¿Dónde? 

FEIvISARDO. 

A  ^nlestra  puerta. 
Euso. 


Metedla  presto. 


Feusardo. 
¡Celia,  Celia! 

Cei^ia. 


Hermano. 


FEIvISARDO. 

Aquí  estarás  segura  y  encubierta. 

CEI.IA. 
¿Pues  dónde  vas? 

FEUSARDO. 

Al  Carmen. 


654 


LOS    MELINDRES    DE    lí ELISA 


Cella. 

lis  en  vano 
quedar  aquí  sin  ti  menos  que  muerta. 
Si  no  hay  peligro  aquí,  ¿por  qué  te  alejas? 
Y  si  aquí  aim  le  hay,  ¿por  qué  me  dejas?  (i). 

Eliso. 
Bien  dices;  cierra,  Fabio,  nuestra  puerta, 
cjue  a  más  peligro  vais  por  tantas  calles. 

Fabio. 
Yo  voy. 

EXlSO. 
Aqiü  estará  Celia  encubierta, 
y  tú,  mientras  remedio  busques  o  halles. 

Celia. 
Bien  dice,  mientras  algo  se  concierta, 
que  dos  mancebos  de  gallardos  talles 
que  me  vieron  venir  no  dirán  nada. 

Eliso. 
No  temas,  que  no  harán,  si  es  gente  honrada. 
( Vuelve  Fabio.) 
Fabio. 
¡Gran  desdicha! 

Eliso. 
¿Qué  dices? 

Fabio. 

Que  aun  apcna.s 
cerraba  las  dos  puertas  de  la  calle, 
cuando  veo  que  llega  la  justicia. 
Llamaron,  y  yo  haciendo  que  no  oía, 
cerré  para  decíroslo. 

Felisardo. 

¿Qué  haremos? 

Eliso. 
Esta  casa  no  tiene  parte  oculta, 
ni  menos  de  salir  ventana  o  puerta. 

Fabio. 
Señor,  bien  estarán  en  mi  aposento. 

Eliso. 
En  ca.s()  rk-  bu-scar  hombre  jxjr  muerte, 
no  dejarán  rincón  que  no  le  miren, 
y  mucho  más  no  habiendo  abierto  luego. 


¡Ay,  triste  yo! 


(i)     Ivn  los  textos:  «Y    sí  a'iuí  no   le  hay..   Hartzcn- 
busch  emnendó:  «V  bí  aun  n<|ui  lo  hay.i 


Celia. 

Eliso. 
No  os  aflijáis,  señora; 


Felisardo. 
Intentemos  siquiera  alguna  industria. 

Eliso. 

Yo  tenía  en  mi  casa  dos  esclavos: 

Pedro,  que  a  los  caballos  asistía, 

porque  era  ya  cristiano  bautizado, 

y  Zara,  una  esclavilla  granadina; 

los  dos  podéis  fingiros,  porque  entrambos 

están  en  la  heredad.  Tú,  Felisardo, 

ve  a  la  caballeriza,  y  en  la  cuerda 

que  atraviesa  de  la  mía  a  la  otra  parte 

hallarás  el  vestido  que  las  fiestas 

el  esclavo  se  pone;  y  tú,  señora, 

en  la  cocina  el  que  se  pone  Zara. 

Tú  toma  el  almohaza,  tú  los  platos, 

y  no  seréis  de  nadie  conocidos. 


Yo  vov. 


Felisardo. 

Celia. 
Y  yo  a  lo  mismo. 

Fabio. 

Ya  nos  quiebran 
la  puerta. 

Eliso. 
Antes  me  espanto  de  la  flema 
con  que  llaman  buscando  un  delincuente. 
Baja  y  di  que  yo  estaba  en  mi  escritorio 
en  papeles  y  cuentas  ocupado 
y  que  nadie  hasta  agora  los  ha  oído; 
y  detente  en  hablar  lo  que  pudieres 
por  (j[ue  tengan  lugar  para  vestirse. 

Fabio. 
Yo  voy,  y  quiera  el  cielo  que  suceda 
tan  felizmente  que  burlados  queden. 

Eliso. 
Por  .su  desdicha,  conocerlos  pueden. 
C  Va';e  Fabio.) 
Tirano  amor,  cuya  opinión  temática 
nos  nmestra  bien  la  librería  hi.stórica; 
FyScura  ciencia  en  lengua  nutafóriea 
de  la  esfige  de  Tebas  enigmática. 

Dichoso  el  f|ue  se  queda  en  tu  grani;'itica 
y  no  llega  a  tu  lógica  y  retórica; 


ACTO    PRIMERO 


655 


pues  el  que  sabe  más  de  tu  teórica 

menos  lo  muestra  en  tu  experiencia  prática. 

Pues  igualas  amor  en  tu  matrícula 
los  sabios  y  los  bárbaros  salvájicos, 
el  mar  y  el  fuego,  ti  hielo  y  la  canícula, 

yo  seré  tJlises  a  tus  cantos  mágicos, 
pues  sólo  vemos  en  tu  acción  ridicula 
principios  dulces  para  fines  trágicos. 

{Salen  Alguacil,  Escribano  y  Fabio.) 


Al,G. 


Eu. 


AI.G. 


EW. 


Al,G. 


Eu. 


Al,G. 


Eli. 

Esc. 
Eu. 


Esc. 


Pudiera  vuesa  merced 
tener  estilo  debido 
a  quien  es. 

No  lo  he  sabido, 
y  que  le  tengo  creed. 

Cuentas  de  hacienda  intrincada 
divierten,  y  yo  no  soy 
portero  en  mi  casa. 

Estoy, 
por  ser  de  una  casa  honrada, 

dos  horas  a  vuestra  puerta 
y  sale  vuestro  criado 
muy  dormido  y  enfadado. 
La  bestia  agora  despierta, 

que  no  sale  más  temprano 
de  la  cama,  y,  por  mi  vida, 
que  este  descuido  no  impida 
el  estilo  cortesano 

digno  de  quien  sois.  Decid, 
¿qué  es  lo  que  mandáis? 

Muy  bien; 
eso  diréis  que  también 
es  estilo  de  Madrid. 

¿No  os  acordáis  que  se  os  hizo 
por  Lisarda  ejecución? 
¡Ah!,  sí;  tenéis  gran  razón. 
En  fin,  ¿no  le  satisfizo 

ningún  concierto? 

Pasó 
la  oposición,  como  veis; 
ningún  término  tenéis, 
porque  todo  se  cumplió. 

Prendas  os  vengo  a  sacar. 
No  tengo  qué  responder; 
Ivisarda  lo  puede  hacer. 
Licencia  nos  podéis  dar. 

Entrad;  que  Fabio  os  dará 
mi  plata  y  tapicería, 
y  si  falta,  que  podría, 
satisfacción  se  os  hará 

con  otras  prendas. 

Muy  bien; 
vamos. 

(Vanse  con  Fabio.) 


Ei,i.  Yo  estaba  engañado, 

basta  que  siendo  el  buscado 
y  el  perseguido  también, 

pensé  que  era  Fehsardo; 
mas  bien  es  que  estén  ansí 
por  si  los  conoce  aquí, 
que  mi  deuda  presto  aguardo 

remediarla  con  dinero 
que  espero  en  fin  deste  mes; 
tomé  el  consejo  después, 
que  fuera  mejor  primero. 

Porque  si  hubiera  pedido 
a  BeUsa  por  mujer, 
pienso  que  pudiera  ser 
de  sus  mehndres  marido. 

Que  toda  mi  cobardía 
nació  de  su  condición. 
Entrar  quiero,  que  es  razón 
a  ver  esta  hacienda  mía. 

Que  tiempo  habrá  de  pedir 
a  Belisa  y  de  trocar 
la  deuda  en  deudo  y  pagar 
con  el  mismo  recibir. 

Que  es  la  hacienda  poderosa; 
pero  bien  es  menester 
para  sufrir  y  tener 
una  mujer  melindrosa. 

(Vanse  y  salen  I.isarda,  Belis.\  y  Flora.) 

Lis.  Este  hombre  es  un  pincel, 

¿por  qué  no  te  ha  de  agradar? 
Bei..  Cuando  te  quieras  casar 

elige  alguno  como  él, 

que  a  mí  no  me  satisfizo. 
Lis.  ¿Por  qué? 

Bei*.  Porque  alh  contó 

una  pendencia  y  mo.stró... 
Lis.  ¿Qué  mostró? 

Bei,.  I^n  puño  postizo. 

Lis.  ¿Eso  importa? 

Bei*.  Hombre  que  a  mí, 

señora,  me  ha  de  querer, 

¿postizo  le  ha  de  traer? 

Y  cuando  le  traiga  ansí, 
¿ha  de  ser  tan  descuidado 

que  por  hacerse  valiente 

se  le  caiga,  cuando  cuente 

las  cuchilladas  que  ha  dado 
con  el  puño  de  la  espada 

el  puño  de  la  camisa? 
Lis.  Esos  melindres,  Belisa, 

me  tienen  ya  muy  cansada. 
No  sé  a  quién  te  has  parecido, 


6;6 


LOS    MELINDRES    DE    BELISA 


que  )'o  no  fiii  melindrosa. 
Bbi«.  ¿B1  ser  yo  limpia  y  curiosa 

p>or  melindres  has  tenido? 
I«IS.  Pues  dinie  que  no  lo  fué 

no  querer  al  caballero 

toledano. 
Bbi..  Darte  espero 

la  razón. 
Lis.  ¿Ya  no  la  sé? 

Bel.  Tenía  grandes  los  ojos 

y  algo  el  mirar  espantado; 

si  así  mira  enamorado, 

¿qué  hará  después  con  enojos? 
Muy  bien  despedido  va, 

que  vi  la  figura  en  él 

del  Rey  don  Pedro  el  Cruel, 

que  en  Santo  Domingo  está. 
Lis.  ¿y  el  que  antayer  te  ofrecí? 

Bel.  ¡Ay,  Jesús! 

Lis.  Xo  te  alborotes. 

Bel.  ]\ruy  caídos  los  bigotes 

sobre  la  boca  le  vi. 
Imaginé  que  sería 

o  perro  de  agua  o  salvaje, 

o  que  estaba  algún  potaje 

sorbiendo  por  celosía. 

Bien  tiene,  si  come  leche, 

con  que  poderla  colar. 


Lis. 

¿Pues  quién  te  ha  de  contentar? 

Flo. 

Un  marido  en  escabeche. 

(Salen  el  Alguacil  y  el  E.scrjbano.) 

Esc. 

¿H izóse  toílo  muy  bien? 

Alg. 

Bien  .se  ha  hecho. 

Lis. 

¿De  qué  modo? 

Alg. 

Depositado  está  todo, 

y  pídeme  que  te  den 

dos  prendas  vivas  a  ti 

que  por  fuerza  le  saqué. 

Lis. 

¿Prendas  vivas? 

Alg. 

Por  mi  fe. 

que  en  toda  mi  vida  vi 

dos  tan  gallardos  esclavos. 

Lis. 

llame  hecho  gran  ¡jlacer. 

Alg. 

Ivl  uno  e.s  una  miijc-. 

Lis. 

¿Mujer 

herrada? 

Alg. 

Xo  tiene  clavos; 

pero  puédelos  poner 

en  cualquiera  lllx-rtíid. 

¡Hola,  Pedro  y  Zara,  entrad! 

Lis. 

Bi/^rros,  no  liay  niá.s  que  ver. 

(Salen  Felisaroo,  de  tsclavo,  y  Celia.) 
Alg.  Yo  los  saqué  porque  creo 

que  un  gran  servicio  te  hago. 
Lis.  Daréle  carta  de  pago, 

tal  gracia  en  los  moros  veo, 
de  los  dos  rail,  y  aun  a  ti 
albricias  porque  los  dé. 
Alg.  Eso  es  mucho;  mas  yo  sé 

que  lo  hará  por  ti  y  por  mí, 

y  que  en  caso  de  vendellos 
gustará  de  hacerte  gusto. 
Jas.  Cualquiera  precio  es  muy  justo, 

aunque  muy  grande,  por  ellos. 
Alg.  Yo  tengo  qué  hacer;  el  cielo 

te  guarde. 
Lis.  Veme  después, 

que  tuya  esta  casa  es. 
Alg.  Que  no  tendremos,  recelo, 

necesidad  de  vender 
prendas. 
Lis.  Así  lo  imagino. 

Alg.  Adiós. 

FEL.  ¡Qué  extraño  camino 

de  desdicha,  aunque  ha  de  ser 

para  más  remedio  mío; 
que  en  aqueste  traje  y  casa, 
mientras  esta  furia  pasa, 
estar  guardado  confío! 

Pero  ¿cuándo  historia  alguna 
de  cuantas  ha  visto  el  mundo 
dio  capítulo  segundo 
al  libro  de  la  fortuna? 

¿Hay  suceso  más  gallardo 
que  un  hombre  que  hoy  en  Madrid 
era  niás  noble  que  el  Cid 
y  más  libre  que  Bernardo, 
se  vea  esclavo  y  sacado 
por  prenda  de  ejecución, 
no  con  mayor  dilación 
que  lo  que  habernos  tardado 

en  vestimos  Celia  y  yo, 
sin  Morato,  sin  Jafer, 
y  sin  poder  responder 
a  estos  hombres  sí  ni  no? 

Yo  estoy  como  loco  aquí, 
no  sé  en  qué  podré  parar. 
Cel.  Si  nie  pudiera  quejar, 

cielo  contrario,  de  ti. 

por  el  traje  en  que  me  veo, 
pues  él  me  diera  licencia, 
perdiera  aquella  paciencia 
que  ya  te  pido  y  deseo. 
No  puedo  de  mí  quejarme. 


ACTO  PRIMERO 


657 


pues  lo  que  me  ha  sucedido 

FLO. 

¡Ea,  Zara,  ven  conmigo! 

engaño  y  110  culpa  ha  sido. 

Tú,  Pedro,  visitarás 

Mas,  ¿qué  podrá  resultarnie? 

la  caballeriza. 

¿Qué  daño  puede  venirme? 

Fei.. 

¿Hay  más 

Todo  es  servir  ocho  días. 

esclavos? 

BEI,. 

Bien  dices,  y  tú  podrías 

F1.0. 

No. 

hablarle. 

I'EI.. 

No  lo  digo 

IvIS. 

Si  él  está  firme. 

por  no  servir. 

yo  le  haré,  con  el  dinero, 

Flo. 

Un  lacayo 

que  los  deje,  aunque  no  quiera. — 

del  hijo  de  mi  señora 

¡Esclavo! 

cura  de  su  coche  agora 

Fei,. 

¡Señora! 

los  caballos  y  a  él  un  bayo. 

Lis. 

Espera. 

Peí,. 

¿Hijo  tiene? 

Fei,. 

¿Qué  he  de  esperar  si  esto  espero? 

Fi,o. 

Y  muy  galán. 

IvIS. 

¿Tu  nombre? 

Fei,. 

¿Anda  fuera? 

Fei.. 

Pedro  me  Hamo. 

F1.0. 

Está  en  la  cama; 

Lis. 

¿Cristiano? 

ronda  de  noche  una  dama 

FeIv. 

Sí,  por  la  gracia 

y  no  madruga  don  Juan: 

de  Dios,  aunque  por  desgracia 

Las  doce  le  dan  en  ella 

mía  te  tengo  por  amo. 

los  más  días;  tú  tendrás 

Lis. 

¿Pésate  de  estar  aquí? 

dueño  si  en  su  casa  estás. 

PEIv. 

No  (porque  más  me  pesara 

hermano  desta  doncella, 

si  allá  en  la  cárcel  pagara 

que  es  ángel  en  condición, 

lo  que  no  te  debo  a  ti) . 

y  3-0  te  regalaré. 

Lis. 

¿De  dónde  eres? 

que  tu  talle  obliga,  a  fe, 

Ped. 

De  Granada, 

y  buena  conversación. 

aunque  en  Madrid  he  nacido 

De  todo  tengo  las  llaves. 

de  esclava,  que  hubiera  sido 

¿Bebes  vino?  ¿Comes,  di. 

reina,  a  no  ser  desdichada. 

tocino? 

El  hijo  de  Carlos  Quinto, 

Fel. 

Pienso  que  sí, 

don  Juan  de  Austria,  cavitivó 

porque  nací  donde  sabes, 

a  mi  madre,  y  nací  yo 

si  no  es  que  se  me  ha  olvidado 

del  Alpu jarra  distinto, 

desde  anoche  que  cené. 

donde  ella  fué  natural. 

Pi<o. 

¡Oh  qué  regalos  te  haré! 

y  un  caballero  español 

Cei<. 

Si  has  de  ser  tan  regalado. 

limpio  y  galán  como  el  sol. 

alaba,  Pedro,  a  los  cielos. 

Lis. 

jOué  lástima!  ¿Hay  cosa  igual? 

Peí,. 

Oye,  Celia. 

¿Y  tú,  esclava? 

Cei,. 

No  hay  oír. 

Zar. 

Yo  me  llamo 

Pei<. 

Todo  lo  podré  sufrir. 

Zara,  y  bautizarme  quiero: 

pero  no  sufrir  tus  celos. 

soy  de  Oran,  y  estarlo  espero, 

si  vuelvo  a  ver  a  mi  amo, 

(Salen 

Don  JrAN  con  una  ropa,  desabrochado,  ponién- 

antes, señora,  de  un  mes. 

dose  los   botones,  y  Carrillo,  lacayo.) 

Bei.. 

Y  aquí  también,  si  tú  quieres. 

Juan. 

¿Ensillaste? 

Por  cierto,  hermosas  mujeres 

Carr. 

Ya  lo  está; 

tiene  Oran. 

pero  es  hora  de  comer. 

Lis. 

Esta  lo  es. 

Juan. 

¿Habrá  misa? 

Flora,  muestra  la  cocina 

Carr. 

Misa  habrá. 

a  Zara  y  lo  que  ha  de  hacer. 

Juan. 

¡Qué  cansado  vine  ayer! 

Tú  puedes  venir  a  ver 

Carr. 

Con  razón  te  cansas  ya. 

cierto  novio. 

Juan. 

En  pidiéndome  dinero. 

Bel. 

¡Qué  mohína! 

luego  me  desmayo  y  muero. 

(Vanse  Ijsarda  y  Belis.a.) 

Carr. 

Muchos  escriben  reniedios 

XII 


42 


658 


I.OS   MELINDRES    DE    CELISA 


de  amor,  poniendo  por  medios 
la  ausencia,  por  más  ligero. 

A  quien  se  sigue  el  olvido, 
otros  los  libros,  la  caza, 
el  pleito,  el  entretenido 
juego,  y  todos  dando  traza 
de  divertir  el  sentido. 

Cuál  con  las  hechicerías 
quiere  librarse  de  amor; 
cuál  con  mayores  porfías 
en  otro  gusto,  señor, 
pasa  sus  niclancoh'as. 

Plinio  dijo  que  se  echase 
un  amador,  ¡qué  molestia!, 
adonde  se  revolcase 
una  muía,  y  que  una  bestia 
así  a  otra  bestia  imitase. 

Mas  esto  fué  por  mostrar 
que  era  una  bestia  quien  ania, 
no  porque  puede  quitar 
de  aquella  bestia  la  cama 
esta  enfermedad  de  amar. 

Mas  yo  digo  que  el  pedir 
es  el  remedio  de  amor. 
Juan.  ¿Dónde  has  oído  decir 

eso  de  Plinio? 
Car».  Señor, 

hanse  dado  a  traducir 

tantos  hombres  que  carecen 
de  ingenio,  que  ya  sabemos 
los  tontos  lo  que  encarecen 
los  sabios,  y  merecemos 
los  nombres  que  ellos  merecen. 

Yo  le  tengo  traducido, 
y  aun  a  Horacio  y  a  Lucano. 
¿Esos  hombres  has  leído? 
Pues  si  están  en  castellano, 
¿qué  dificultad  ha  sido? 
Ya  mi  alazán  latiniza. 
Allá  están. 

Huélgome  al  fin, 
que  estos  (jue  el  mundo  eterniza 
buscan  a  Horacio  en  latín 
y  está  ( n  la  caballeriza. 

\Quc  un  lacayo  te  ha  leído, 
divino  Horacit»! 
Cai<h.  ^'o  he  sido; 

mas  en  verdad  que  me  espanto 
(]Ue  tú  te  estimes  en  tanto 
por  el  latín  aprendido. 

Poríjue  ele  cuantos  es  vista 
con  la  capa  y  con  la  espada 
tu  persona  latinista, 


Juan. 
Cark. 


Juan. 


Juan. 


Carr. 


Juan. 
Carr. 
Juan. 


Cark. 
Juan. 
Carr. 


siempre  en  libros  ocupada, 
dicen  que  eres  romancista. 

Luego  el  ingenio  y  la  ciencia 
son  los  bonetes  y  grados 
por  Sigüenza  o  por  Valencia. 
En  los  vulgos  engañados 
consiste  la  diferencia. 

¿Espada?;  luego  idiotismo; 
¿Bonete?;  luego  letrado. 
¡Qué  gracioso  silogismo! 
Ya  está  en  el  vulgo  asentado. 
¡Oh  qué  cansado  hispanismo! 

Lipsio,  con  capa  y  espada, 
fama  inmortal  tiene  y  goza; 
persona  fué  celebrada 
don  Iñigo  de  Mendoza, 
que  ha  dejado  a  España  honrada. 

Mil  ejemplos  te  trujera 
con  que  el  vulgo  me  entendiera, 
si  aquí  con  el  vulgo  hablara. 
Haste  de  lavar  la  cara. 
Llama  a  Flora. 

Un  poco  espera. 
(Vase  el  lacayo.) 


Juan. 

Ciencia  es  saber,  que  con  ingenio  y  arte 
alcanza  un  hombre,  no  manteo  y  bonete; 
que  si  toda  en  los  hábitos  se  mete, 
tendrán  las  muías  en  la  ciencia  parte. 

César  siguió  con  alta  espada  a  Marte, 
sus  Comentarios  no  ha  cubierto  el  Lete; 
que  quien  tiene  dos  veces  treinta  y  siete, 
¿quién  le  quita  que  de  uno  se  descarte? 

Yo  he  visto  a  Cicerón  con  un  sombrero 
y  a  Jenofonte  armado;  ¡letras  santas, 
bitn  os  puede  tener  un  caballero! 

¡Oh  tú,  que  por  los  ojos  te  adelantas!, 
si  Apolo  tiene  pluma  y  Marte  acero, 
junta  a  los  dos  en  experiencias  tantas. 

{Salen,  con  un  flato  y  un  jarro,    Cf.i.i.'v,  y  Flora  con 
una  toalla.) 

Cía..  A(iuí  tienes  agua  y  plato. 

Fu>.  Toalla  tienes  aquí. 

Juan.         Flora. 

Flo.  ¿De  qué  es  el  recato? 

Juan.         Nunca  esta  criada  vi. 

¿Vos  servís?  ¡Oh  tiempo  ingrato! 
]•!.( ).  Mejor,  señor,  lo  dirás 

cuando  se])as  que  es  esclava. 
Juan.  ¿Ivsclava,  Flora?  ¿lí.'o  más? 

Vl.o.  Fji  casa  de  F'liso  estaba. 

¿Nunca  la  viste? 


ACTO    PRIMERO 


659 


Juan.  Jamás. 

I"'i,o.  En  prendas  que  le  han  sacado 

de  una  deuda  la  han  traído. 
J  TAN.        i^ólo  el  habernos  pagado 

con  ella  disculpa  ha  sido 

del  haberle  ejecutado. 
Bella  esclava. 
Cki..  Desdichada 

diréis  mejor  hasta  agora 

que  os  sirvo. 
Juan.  ¡Qné  bien  pagada 

deuda!  Echad  agua,  señora. 
Fi,o.  ¿Tanto  la  esclava  te  agrada? 

Juan.  ¿Has  visto  alguna  en  tu  vida 

más  hermosa?  Echad  más  agua; 

echad  más,  si  sois  servida, 

porque  se  temple  la  fragua 

de  vuestro  fuego  encendida. 
¿Hay  tales  ojos? 
Cel.  Pudieran 

dar  agua  si  aquí  faltara. 
Jt'AN.  ¿Qué  manos  la  merecieran? 

Mas  si  el  alma  se  lavara 

más  a  propósito  fueran. 
Dame  esa  toalla,  Flora, 

aunque  no  podrá  limpiar 

lo  que  deja  impreso  agora 

esclava  que  puede  honrar 

la  más  principal  señora. 
Id  por  el  cuello. 
Cel.  Yo  iré; 

ve,  Flora,  a  dársele. 
Fi,o.  V05'. 

Juan.  No  vuelvas  acá. 

Flo.  No  haré. 

Juan.  Con  gusto  de  verla  estoy; 

algo  a  solas  le  diré. 

Nunca  esta  esclava  le  vi 

a  Eliso;  sin  duda  creo 

que  él  la  guardaba  de  mí, 

porque  el  ajeno  deseo 

debió  de  juzgar  por  sí. 

¡Oh  cuánto  lo  habrá  sentido! 

Si  acaso  la  tiene  amor, 

desdicha  notable  ha  sido. 

(Sale  Ceiia  con  un  cuello  en  un  tabaque  o  salva.) 

Cei..  Aquí  está  el  cuello,  señor. 

Juan.  Y  aquí,  señora,  el  rendido. 

Ese  es  cuello,  ponello 
podéis  por  argolla  en  mí, 
aunque  bastaba  un  cabello; 
y  este  el  cuello  que  os  rendí. 


Civi..  ¿Burláisos?  Poneos  el  cuello. 

(P6n",asele.) 

Juan.  No  fuera  hierro  el  asiento; 

pero  ya  por  vos  le  siento, 

Hierros  en  las  trenzas  hay. 
Cel.  Yo  pensé  que  era  cambray. 

Juan.  ¡Qné  engañado  pensamiento! 

CeIv.  y  si  vuestros  hierros  son 

trenzas,  con  facilidad 

podréis  romper  la  prisión . 
Juan.  Prisión  de  la  voluntad 

está  en  la  imaginación. 

No  acierto  a  atarme  la  trenza; 

ponédmela  vos;  llegad; 

llegad,  no  tengáis  vergüenza; 

atadme  la  libertad 

que  a  ser  tan  vuestra  comienza. 
Llegad,  ataréis  el  cuello. 
Cei..  Porque  el  serviros  obliga, 

lo  haré,  pues  os  sirvo  en  ello; 

pero  ¿quién  habrá  que  os  diga, 

aunque  yo  acierte  a  ponello, 
si  está  el  cuello  bien  o  mal? 

Voy  por  espejo. 
Juan.  Eso  no, 

porque  no  habrá  espejo  igual 

como  ese  rostro,  en  que  yo 

miro  tan  limpio  cristal. 

Retrátenme  vuestras  bellas 

niñas,  que  bien  puedo  en  ellas 

decir  que  en  el  sol  me  vi. 

Atad. 
Cel.  ¿No  está  bien  ansí? 

Juan.  A  \Tiestras  claras  estrellas 

se  lo  quiero  preguntar. 

(Sale  Felisardo.) 

Fel.  ¡Bueno  es  aquesto,  por  Dios! 

Si  aquí  pudiera  cortar, 
tanto  montara  en  los  dos 
cortar  como  desatar. 

Juan.  ¿Quién  está  ahí? 

Fei,.  Yo,  .señor. 

Juan.  ¿Pues  quién  eres? 

F'el.  Un  esclavo 

que  hoy  te  sirve  por  favor 
de  la  fortuna,  que  alabo 
por  conocer  tu  valor. 

Fui  de  Eliso,  y  ya  soy  tuyo; 
mas  no  soy  tuyo  ni  suj-o, 
ni  sé  a  quién  he  de  servir; 
tanto,  que  puedo  decir: 
«?sclavo  soy,  pero  ¿ciiyo?» 


6ÓO 


IOS    MELINDRES    DE    BELISA 


fUAX. 


Fel. 

Qel. 
Fel. 


JUAX. 


Fei,. 

[UAN. 

Fel. 


Cel. 
Fel. 
Cel. 

J  VAS. 


Fel. 

Juan. 

Fkl 


Por  prenda  vine  a  tu  hacienda 
de  una  ejecución;  mas  ya 
a  tanto  pasa  otra  prenda 
que  conmigo  en  prenda  está, 
que  puede  ser  que  te  prenda. 

Mi  amo  esta  esclava  amó; 
^'i  que  a  tu  pedio  llegó, 
y  no  es  bien  que  a  ti  se  junte; 
pero  aimque  me  lo  pregunte 
«eso  no  lo  diré  yo.» 

Buen  talle  de  esclavo  tienes, 
y  leal  me  has  parecido, 
pues  que  tan  celoso  vienes. 
Zara,  buen  principio  ha  sido, 
bien  tu  desdicha  entretienes. 

¿Tú  me  riñes? 

¿Por  qué  no? 
Señor,  me  mandó  que  yo 
te  riñese,  y  puedo  hacello, 
pues  hago  en  reñirle  aquello 
«:jue  cuyo  soy  me  mandó.» 

No  la  riñas,  por  mi  vida, 
esclavo,  que  no  es  culpada; 
y  en  tanto  que  aquí  resida, 
aunque  es  de  Eliso  comprada, 
haz  cuenta  que  fué  vendida; 

Yo  soy  su  dueño. 

¿Y  yo  cuyo? 
Mío  también. 

Ya  soy  tuyo; 
mas  debo  temer,  señor, 
de  mi  primer  poseedor 
«'jue  no  diga  que  soy  suyo  » 

Zara  estuviera  más  bien 
en  la  cocina  que  aquí. 
Y  tú  curando  también 
tus  caballos. 

(A    Celia.)       Por  ti  a  mí 
en  sus  pe.selires  me  ven. 

Y  a  mí  por  ti  entre  los  platos, 
sin  que  me  regale  Flora, 
¡villano,  ejemplo  de  ingratos! 
No  haya  más,  por  Dios,  agora, 
que  los  ríos  .sois  dos  retratos 

de  hidalga  y  noble  lealtad . 
Servid  alegres;  creed 
que  os  tengo  gran  voluntad 
y  que  os  he  de  hacer  merced. 
Si  Zara  trata  verdad, 

yo  la  tendré  en  lo  í|ue  es  justo. 
A  misa  vov,  que  es  nmv  tarde. 

(Vaic  JJus  J(;a.n.) 
Presto  mudaste  de  gusto. 


CliL. 

Fel. 


Cel. 
Fel. 
Cel. 


Fkl. 
Ckl. 


Fiít,. 


¿Sientes,  ansí  Dios  te  guarde, 
de  veras  este  disgusto? 

¿Soy  piedra  yo?  ¿Soy  diamante 
o  soy  amante?  ¿Soy  fiera 
o  soy  hombre?  ¿Soy  hidalgo 
o  soy  la  misma  bajeza? 
jTú  dos  mil  leguas  de  un  hombre, 
cuanto  más,  ¡quién  lo  creyera! 
la  distancia  que  se  pudo 
dividir  con  una  trenza? 
¿Tú  dando  lazos  y  ñudos 
al  cuello  de  otra  cabeza 
que  la  mía,  para  hacerlos 
en  mi  garganta  de  cuerda? 
¡Ay,  Celia  bella, 

ni  fe  en  la  mar  ni  en  la  mujer  firmeza! 
Tú  recién  venida  aquí 
para  ser  última  prueba 
de  amor,  en  tan  gran  desdicha, 
que  merece  fama  eterna, 
en  los  brazos... 

¿En  qué  brazos? 
Déjame,  no  me  detengas. 
¿Pues  es  bien  tratar  en  burlas 
en  tiempo  de  tantas  veras? 
Vuelve  y  mira  dónde  estamos, 
pues  en  nuestra  misma  tierra 
til  eres  esclavo  y  yo  esclava; 
que  si  de  mi  honor  recelas, 
ofensa  tuya  es  locura 
y  para  mi  honor  la  ofensa. 
Por  ti,  Felisardo  mío, 
soy  esclava,  tus  quimeras 
me  trajeron  a  servir; 
si  sirvo,  ¿de  qué  te  quejas? 
Salí  con  otra  criada 
a  dar  agua  a  quien  quisiera 
dar  veneno;  es  hombre  y  mozo, 
díjome  palabras  tiernas, 
que  es  la  ocasión  ligera,  [tella. 

pólvora  el  hombre  y  la  mujer  cen- 
Mandó  que  trújese  el  cuello; 
truje  el  cuello,  até  las  trenzas; 
hízonie  espejo,  fui  espejo. 
¿V  eso  no  quieres  que  .sienta? 
No,  porque  luego  que  entraste, 
como  era  vidrio  y  .se  (juiebra, 
cesó  el  espejo. 

Mejor 
dieras,  Celia,  por  respuesta 
que  la  mujer  es  esixjo 
y  que  del  dueño  en  ausencia 
hace  la  mi.snia  lisonja 


ACTO  SEGUNDO 


66  r 


Cici. 


Fki. 


Cki.. 


Fei.. 


Cel. 


Fki.. 
Cel. 
Fei-. 

Cei.. 
Fei,. 


a  cualquier  rostro  que  llega. 

Deja  esos  celos  injustos; 

deja,  por  mis  ojos,  deja 

en  tanto  mal  niñerías. 

Siento,  Celia,  que  lo  sean, 

que  si  tií  en  las  niñas  tuyas 

retratas  prendas  ajenas, 

niñerías  son  que  pueden 

hacer  gigantes  ofensas. 

Mas  porque  en  tales  desdichas 

no  es  bien  que  hablemos  en  queja.'í, 

dime,  mi  bien:  ¿qué  he  de  hacer 

en  las  muchas  que  nos  quedan? 

¿Quieres,  dime,  que  esta  noche 

nos  vamos  donde  no  sea 

la  fortuna  poderosa 

a  hacemos  burlas  como  estas? 

¿Quieres  que  de  aquí  te  saque? 

Sabe  Dios  si  lo  quisiera; 

pero  ponemos  a  Eliso 

en  notable  contingencia. 

Que  como  estamos  en  nombre 

de  esclavos,  que  diga  es  fuerza 

lásarda  que  él  nos  esconde 

o  nos  buscarán  por  ella. 

^lejor  es  que  mientras  pasa 

la  furia  aquí  te  entretengas, 

que  para  estar  escondido 

ninguna  casa  como  esta. 

Fuera  desto,  de  mis  padres 

seré  buscada,  y  apenas 

saldré  en  mi  traje  a  la  calle 

cuando  conocida  sea. 

Y  para  im',  ¿qué  más  gloria 

que  estar  adonde  merezca 

el  nombre  de  esclava  tuya? 

Bien,  señora,  me  aconsejas. 

Allí  he  visto  los  criados 

que  están  poniendo  la  mesa; 

vete,  Celia,  a  la  cocina, 

que  podrá  ser  que  nos  vean. 

Yo  pondré  en  una  toalla, 

si  acaso  hurtarle  me  dejan, 

algún  regalo  que  comas; 

pero  no,  que  se  me  acuerda 

que  Flora  lo  hará  mejor. 

Nunca  te  he  visto  tan  necia. 

Quien  ama  teme. 

Quien  ama 
cree. 

¿Qué  quieres  que  crea? 
Que  te  adoro,  mi  Celia; 
que  las  desdichas  crecen  las  firm¿z?s. 


ACTO   SEGUNDO 
(Salen  Bi".i.is.\  _v  Flora.) 

Fu).  ¿En  qué  tiene  de  parar 

tanta  tristeza  y  disgusto? 
Bei,.  Ya,  Flora,  todo  mi  gusto 

se  ha  convertido  en  llorar. 

Ya  mis  melindres  cesaron, 
ya  mi  arrogancia  pasó, 
el  cielo  me  castigó 
y  los  hombres  se  vengaion. 

Tenme  lástima,  que  estoy 
para  matarme. 
Flo.  Xo  diga 

tal  tu  entendimiento. 
Bei,.  Amiga, 

por  pasos  tan  tristes  voy 
que  es  imposible  vivir; 
porque  en  tanta  desventura 
es  el  callar  mi  locura 
determinarme  a  morir. 

¿Qué  tardo?  ¿En  qué  me  detengo 
que  no  doy  fin  a  mi  vida? 
Fi.o.  ¿Tú  de  ti  misma  homicida  ? 

Bei<.  a  darme  la  muerte  vengo, 

Flora,  con  tanta  ocasión, 
que  cuando  en  lo  que  la  fmido 
venga  a  conocer  el  mundo 
dirán  que  tengo  razón. 

Yo  he  de  matarme;  tú,  Flora, 
después  de  muerta  podrás 
mirar  mi  pecho  y  verás 
la  causa  c|ue  callo  agora. 

Porque  escrita  en  un  papel, 
como  el  que  muere  por  bando, 
la  llevaré  al  pecho  cuando 
me  mate  hierro  o  cordel. 

Pensando  estoy,  triste  vida, 
\Tiestro  fin:  si  con  la  espada 
quedaré  muy  desangrada, 
mal  puesta  y  descolorida; 

si  en  cordel  quedaré  fea, 
la  lengua  gruesa  y  torcida 
la  boca,  que  sin  herida 
no  hay  muerte  que  tierna  sea. 

Con  veneno  me  pondré 
negra  y  hinchada;  sangrada 
es  muerte  a  Séneca  hurtada; 
dulcemente  moriré: 

que  será  cosa  famosa 
morir  en  filosofía, 
y  de  muerte  de  sangría 
quedaré  limpia  y  hermosa. 


662 


.os    MELINDRES    DK    BELISA 


Fto. 
Bel. 
Flo. 
Bel. 


Flo. 


Bel. 
Fijo. 

Bel. 


Flo. 
Bel 


¡Ea!,  llámame  un  barbero; 
diré  que  quiero  saujiranne, 
y  después  jx)dré  qiiitarme 
la  venda  hasta  el  fin  postrero. 

Ve,  Flora;  veme  por  él. 
(Qué  dices?  ¿Estás  en  ti? 
Matarme  tiene. 

¡Ay  de  mil 
Si  tardas,  con  un  cordel 

o  alguna  encendida  brasa, 
como  Porcia... 

Si  lealtad, 
si  amor,  si  tratar  verdad, 
si  haber  nacido  en  tu  casa 

pueden  merecer  saber 
la  causa  de  tus  enojos, 
ellos  y  mis  tristes  ojos 
te  obliguen. 

Xo  puede  ser. 

Pues  si  no,  juntemos  vidas 
y  acabemos  una  muerte. 
Si  te  obligas  que  uní  suerte 
nos  iguale  en  dos  heridas, 

aquí  te  diré  mi  mal. 
Yo  te  lo  prometo. 

Escucha, 
verás  que  la  causa  es  mucha 
y  a  mi  desventura  igual. 

En  Madrid  nacida, 
Flora,  como  sabes, 
por  regalo  y  gusto 
de  mis  ricos  padres 
me  crié  en  sus  brazos 
con  amores  tales 
que  aun  hablaba  en  niña 
pudiendo  casarme. 
Llovían  las  ludias, 
Indias  Orientales, 
adonde  tenía 
mi  padre  dos  males 
en  su  casa  y  cofre 
perlas  y  diamantes, 
plata  para  gasto-i 
y  oro  para  engastes. 
Con  esto  y  (|uerernie 
gastaban  gran  parte 
en  mis  nuevas  galas, 
en  mis  ricos  trajes. 
Que  don  Juan,  en  fin. 
como  era  estudiante, 
no  gastaba  en  libros, 
lacayos  y  pajes 
lo  que  yo  en  espejos. 


pastillas  y  guantes. 
Con  estas  locuras 
fui  tan  arrogante 
que  nunca  pudieron 
casarme  mis  padres. 
Treinta  mil  ducados 
que  en  parte  nu  caben 
desta  gruesa  hacienda, 
más  que  no  mis  partes, 
obligan  los  hombres, 
que  por  muchas  nacen, 
a  venir  a  verme, 
verme  y  conquistarme. 
Yo,  con  la  locura 
de  hacienda  tan  grande, 
y  quizá  engañada 
de  mi  ingenio  y  talle, 
he  dado  en  melindres, 
en  melindres  tales 
que  fui  de  la  corte 
fábula  notable. 
Di  en  decir  un  tiempo 
que  tenía  de  carne 
las  manos  y  rostro, 
lo  demás  de  imagen, 
que,  cual  ves,  las  visten 
sólo  por  el  talle, 
sin  piernas  y  cuerpos, 
con  bultos  iguales. 
Di  en  no  ir  a  misa 
donde  hubiese  ti  ángel 
que  venciendo  pintan 
sierpes  infernales. 
Viendo  a  San  Cristóbal 
forma  de  gigante 
me  dieron  mil  veces 
de.'^niayos  mortales. 
J  aiuás  en  la  pila, 
aunque  con  los  guantes, 
tomé  agua  bendita 
temiendo  aneganui-. 
Nunca  salí  fuera 
que  el  aire  sonase; 
y  si  me  cogía 
el  aire  en  la  calle 
daba  dos  mil  grites: 
«¡Que  me  lleva  el  aire!» 
Nunca  he  visto  toros, 
de  miedo  que  .'¿alten, 
aunque  yo  tuviese 
mil  rejas  delante. 
I, a  puente  de  piedra, 
con  ser  Manzanares 


ACTO    SEGUNDO 


663 


río  tan  pequeño, 
no  hay  orden  que  pase. 
Para  entrar  en  coche 
mil  reliquias  hacen 
escolta  a  mi  cuerpo, 
cruces  y  señales. 
No  comí  en  mi  vida 
ciruelas  de  fraile, 
porque  dicen  muchos 
que  en  el  cuerpo  nacen . 
Caracoles  menos, 
porque  nunca  barren 
en  su  aposenlico 
sus  necesidades. 
Jamás  consentí 
que  me  tome  el  sastre 
medida  a  vestido 
porque  no  me  abrace. 
Nunca  el  zapatero 
lo  que  calzo  sabe; 
zapatos  de  un  puxito 
y  de  dos  me  hace, 
y  hasta  dieci-éis, 
por  que  no  se  alaben 
que  saben  mis  puntos 
curiosos  galanes. 
No  quise  en  mi  vida 
jugar  a  los  naipes 
porque  la  espadilla 
me  hiela  la  sangre. 
ISIas,  ¿por  qué  te  digo 
las  cosas  que  sabes 
y  que  no  es  posible 
que  mi  lengua  baste? 
Yo,  en  efecto,  Flora, 
con  melindres  tales, 
desechando  a  tantos 
caballeros  graves, 
ricos,  gentilhombres, 
nobles,  principales, 
con  hábitos  muchos, 
muchos  con  bastantes 
cargos  en  la  guerra 
y  oficios  reales, 
poniendo  mil  faltas 
a  cuantos  me  salen. 
No  sé  si  lo  diga 
antes  que  me  mate, 
por  que  no  me  afrenten 
desatinos  tales. 
Pero  ya  que  es  fuerza, 
¿de  qué  estoy  cobarde? 
Un  esclavo  adoro. 


Fto. 


Bel. 


Flo. 
Bel. 

Flo. 
Bkl. 


prenda  que  a  mi  madre 
trujo  un  alguacil; 
Dios  se  lo  demande. 
No  es  de  burlas,  Flora; 
yo  quise  guardarme, 
diligencias  hice; 
pero  poco  valen 
es  estas  prisiones; 
el  amor,  alcalde, 
castiga  con  muerte 
resistencias  tales. 
Ni  duermo,  ni  como, 
ni  sé  qué  se  traen 
estos  pensamientos 
y  dificultades. 
Yo,  que  burla  hice 
de  hombres  semejantes, 
quiero  un  esclaviUo; 
mas  no  diga  nadie 

«desta  agua  no  bebo;» 

que  los  tiempos  hacen 

humillar  soberbias, 

subir  humildades; 

truecan  los  melindres 

en  sucesos  graves, 

enriquecen  chicos, 

empobrecen  grandes. 

¡Malhaj-a  quien  hizo 

leyes  desiguales, 

que  lo  peque  el  gusto 

y  el  honor  lo  pague . 

¿Qué  podré  yo  responderte? 

Corrido  mi  gusto  vi 

de  lo  que  pasa  por  ti, 

que  callo  por  no  ofenderte; 
pero  no  puedo  negarte 

que  ha  sido  extraña  locura. 

¿Deja  de  ser  la  hermosura 

hermosura  en  cualquier  parte? 
¿Dejará  de  ser  diamante 

el  que  lo  nació  en  la  mina 

porque  esté  en  la  mano  indina 

o  por  que  lo  cubra  el  guante? 
Mas  a  la  cuenta,  si  a  ti 

lo  que  a  mí  te  sucedió, 

no  quiero  culparte  yo 

para  disculparme  a  mí. 

I^  que  haré  será  matarme. 

Mejor  es  buscar  remedio. 

¿Pues  hay  sin  la  muerte  medio 

con  que  poder  remediarme? 
Echarle  de  casa  luego. 

Hale  cobrado  afición 


6Ó4 


I.OS   MELINDRES    DE    BELISA 


Fi,o. 


Bel. 

Bel. 

Vho. 
Bel. 
Flo. 
Bel. 


l-i.o. 
Bel. 


Lis. 

Ell 

Lis. 
Kli. 


Lls. 
I-Li. 


i-LI. 

Lis. 
y.íi. 


mi  madre,  }'  la  privación 
podrá  acrecentar  mi  fuego. 

Pues  hazle  herrar  o  azotar, 
aféale  de  manera 
que  le  aborrezca.^. 

¿Qué  fiera 
puede  aborrecer  y  amar? 

Piensa  en  que  esa  esclava  adora, 
si  desamartelan  celos. 
No  han  hecho  salsa  los  cielos 
de  amor  como  celos,  Flora. 

Pues  algo  has  de  hacer. 

Morir. 
Mira  el  alma. 

Esa  razón 
sola  vence  la  pasión 
con  que  desprecio  vivir. 

Quiero  tomar  tu  consejo 
y  hacer  este  esclavo  herrar 
como  quien  quiere  quebrar 
por  no  mirarse  al  espejo. 

Tu  madre. 

Apártate  allí. 

(Salen  Eliso  y  Lisarda.) 

Xo  tienes  qué  replicarme; 
los  esclavos  has  de  darme, 
aunque  vienes  contra  mí. 

¿Tras  haberme  ejecutado 
me  quitas  con  tal  disgusto 
en  lo  que  tengo  mi  gusto? 
Eres  caballero  honrado 

y  te  obliga  el  ser  mujer. 
Yo  tengo  qué  te  pedir, 
y  así  te  quiero  servir 
con  hacerte  este  placer; 

pero  advierte  que  son  tres 
Jos  esclavos  que  te  doy. 
¿Cómo? 

Porque  yo  lo  soy, 
y  el  cómo  sabrás  después. 

Si  e^  acaso  pensamiento 
de  casarte  con  BeHsa, 
ya  su  condición  te  avisa. 
Sé  que  un  iinjx>sible  intento; 

pero  tú  lo  tratarás 
con  ella  a  solas. 

Sí  haré. 
Por  allí  estaba  y  .se  fué. 
Habíala  en  esto  no  más, 

pues  salx-s  mi  naeiniienlo, 
porque  en  aquesta  ocasión 
saques  en  la  ejecución 


las  prendas  del  casamiento. 

Lis. 

Ya  Pedro  y  Zara  son  míos; 

a  hablar  a  Belisa  voy. 

(Vase  TjSARDA.) 

Eli. 

Dispuesto  a  sufrir  estoy 

sus  notables  desvarios. 

(Sale  Felisardo  de  esclavo.) 

Fel. 

Eliso  del  alma  mía. 

Eli. 

Mi  querido  Felisardo. 

¿Cómo  va? 

Fel. 

Tu  vista  aguardo 

como  las  aves  al  día 

en  esta  obscura  prisión. 

Eli. 

¿Prisión  con  Celia? 

Fel. 

Es  verdad; 

mas  no  tengo  libertad 

de  decille  una  razón. 

¿Qué  haj^  por  allá  de  la  herida? 

¿No  podré  salir  de  aquí? 

¿Murmurase  que  yo  fui? 

Eli. 

Aún  tiene  el  hidalgo  vida. 

pero  está  muy  peligroso. 

Ko  salgas  de  donde  estás. 

porque  a  peligro  pondrás 

la  tuya. 

Fel. 

Caso  espantoso. 

Eli. 

Este  es  el  mejor  sagrado. 

Fel. 

¿Buscan  a  Ceha? 

Eli. 

También. 

¿Cómo  le  va  a  Celia? 

Fel. 

Bien, 

aunque  con  algiin  cuidado 

de  una  criada  que  aquí 

vSe  pierde  por  regalarme. 

Eli. 

Celos. 

Fel. 

Hoy  quiso  matarme. 

Si  me  ven  contigo  ansí 

daremos  qué  sospechar. 

I'Ll. 

¿Sales  de  casa? 

I-^L. 

Mxiy  poco. 

Eli. 

Adiós. 

(Vasc  Huso  y  sale  Lisakda.) 

Lis. 

Si  yo  te  i)rovoco, 

Belisa,  a  tanto  pesar, 

no  hayas  miedo  que  en  mi  vida 

te  trate  de  casamiento. 

Pedro. 

I-KI.. 

Señora. 

Lis. 

Mi  intento. 

que  voluntad  conocida 

lio  te  parezca  deseo. 

de  esclavo  haberte  comprado. 

ACTO    SEGUNDO 


665 


FEIv. 
Lis. 


Fei.. 


Hoy  te  ha  dado 


¿Comprado  me  has? 

Eh'so  y  hoy  te  poseo. 
¿No  te  lo  dijo? 

Temió 
mi  sentimiento,  que  es  justo. 


Lis. 

¿No  estás  conmigo  con  gusto? 

Fei,. 

Muy  grande  lo  tengo  yo 

de  servirte;  mas  Eliso 

es,  en  fin,  dueño  primero. 

Lis. 

Mal  pagas  lo  que  te  quiero. 

Fei,. 

De  que  agradezco  te  aviso 

la  merced  y  el  gran  favor 

que  me  has  hecho. 

Lis. 

Más  me  debes 

que  piensas. 

Fei,. 

Palabras  breves 

son  las  señales  de  amor. 

Lis. 

Yo  te  quiero  como  a  mí. 

Fel. 

Mil  veces  beso  tus  pies. 

(Sale  Celia.) 

Lis. 

¿Es  esta  Zara? 

Fei.. 

Ella  es. 

Lis. 

Zara,  ¿qué  quieres  aqvü? 

Cei.. 

A  Pedro  vengo  a  llamar; 

don  Juan,  mi  señor,  le  llama. 

Lis. 

Id  presto. 

Cei.. 

¿También  mi  ama 

te  comienza  a  regalar? 

Fee. 

¿Otros  celos? 

Cee. 

¿Pues  qué  quieres. 

si  tú  me  das  la  ocasión? 

Lis. 

Bueno,  ¿aquí  conversación? 

Fee. 

¡Oh,  Celia,  qué  extraña  eres! 

Cei<. 

A  Pedro  le  pregunté 

si  hoy  enseñarme  quería 

la  oración  del  otro  día. 

Lis. 

¿No  la  sabes? 

Cee. 

No  la  sé. 

Lis. 

Flora  te  puede  enseñar; 

vete,  perra,  a  la  cocina. 

Cee. 

Esta  también  se  le  inclina; 

mas  yo  me  sabré  pagar. 

(Vase  Celia  ) 

Lis.  ¿Qué  pensamientos  son  estos 

que  de  un  esclavo  me  han  dado? 
Ni  es  decente  mi  cuidado 
ni  ellos  parecen  honestos. 
Agrádame  con  extremo 
su  talle,  su  lengua  y  cara. 
¡Qué  liviandad!  Amor,  para, 
tente,  que  perderme  temo. 


(Sale  Bklisa.) 

Bee.  Sabiendo  que  Pedro  es  tuyo 

y  que  le  compraste  a  Eliso, 

vengo  a  darte  cierto  aviso. 
Lis.  Será  algún  melindre  tuyo. 

Bee.  Dicen  me  que  es  fugitivo; 

hoy  has  de  mandar  herralle. 
Lis.  ¿Herrar,  Belisa,  aquel  talle? 

Bee.  ¿Qué  importa?  ¿No  es  de  un  cautivo? 

Lis.  Tengo  lástima  a  la  cara; 

no  merece  hierro  en  ella. 
Bee.  ¿Parécete  a  ti  muy  bella? 

Lis.  (Mucho  el  alma  se  declara.) 

¿Qué  me  puede  parecer 

de  un  esclavo? 
Bee.  Pues  consiente 

herrarle. 
Lis.  Es  inconveniente 

para  volverle  a  vender; 
como  quien  hace  tapices, 

con  sus  armas. 
Bee.  Perderás 

el  esclavo. 
Lis.  ¿Importa  más 

que  herrarle,  como  tú  dices? 
Haz  melindre,  por  tu  vida, 

de  herrar  vma  buena  cara. 
BeE-  Si  en  no  darme  gusto  para 

en  cosa  que  yo  te  pida. 
El  aborrecerme  a  rm' 

por  querer  a  tu  don  Juan, 

presto  tus  ojos  dirán 

si  como  don  Juan  nací. 
Ábreme,  Flora,  esa  cama; 

ve  presto,  llama  al  barbero, 

sángreme  luego;  hoy  me  muero. 

¡Hola!,  al  físico  me  llama. 
Presto  verá  si  hoy  acabo 

vida  que  tengo  por  ti, 

si  es  mejor  perderme  a  mí 

que  herrar  la  cara  a  un  esclavo. 

(Vase  Belisa.) 

Lis.  ¿Hay  tan  extraña  mudanza? 

Quien  de  ver  dar  una  voz 
llamaba  delito  atroz, 
tanto  atrevimiento  alcanza 

que  quiere  herrar  el  más  bello 
esclavo  que  el  mundo  vio; 
o  la  condición  trocó 
o  es  interesada  en  ello. 

¿Hay  tal  locura  y  crueldad? 


666 


LOS    MELINDRES    DE    BELISA 


Tin. 


Lis. 


TlB. 
I.IS. 


TlB. 


Ijs. 

TiB. 

Lis. 


TiB. 


1-EL. 
TiB. 

TlH. 


I'HI, 


Til, 
I'EL 


(SaU  Tiberio.) 
Aunque  el  ver  desmayos  tales 
no  son  indicios  mortales, 
mueven,  Lisarda,  a  piedad. 

No  he  visto  jamás  tan  muerta 
a  Belisa.  ¿Qué  ha  tenido? 
Una  necedad  ha  sido 
que  de  su  honor  desconcierta. 

Ha  dado  en  que  se  ha  de  herrar 
Pedro. 

Pues  es  vuestro  esclavo. 
¿Aún  de  comprarle  no  acabo 
y  ya  tengo  de  mostrar 

tan  grande  cueldad  con  él? 
Ya  sabéis  su  condición; 
pero  porque  no  es  razón 
hacer  acto  tan  cruel, 

fingir  podéis  que  le  herráis; 
que  con  un  clavo  fingido 
habéis  con  los  dos  cumplido 
pues  a  ninguno  agraváis; 

que  también  es  co.«^a  fuerte 
darla  tanta  pesadumbre 
si  es  de  vuestros  ojos  lumbre. 
¿Pues  puédense  hacer  de  suerte 

que  parezcan  verdaderos? 
Con  mucha  facilidad. 
¡Que  a  cualquiera  liviandad 
me  ha  de  hacer  Belisa  fieros! 

Ahora  bien,  quede  a  tu  cuenta 
fingir  los  hierros. 

Sí  haré, 
porque  esta  loca  no  dé 
en  hacemos  una  afrenta. 

El  viene.  ¡Oh,  Pedro! 

(SaU  l'ELLSARDO.J 

¡Olí,   señor! 
¿Cómo  va  en  la  nueva  caf-a? 
Bien,  gracias  a  Dios,  se  pasa; 
todos  me  tienen  amor. 

De  Lisarda  yo  lo  juro; 
pero  de  Belisa,  no, 
pues  te  manda  herrar,  y  yo, 
jKjr  su  gusto,  1(»  procuro, 

aunque  me  pesa  en  extremo. 
¿Cómo  herrarme?  ¡Vive  Dios!, 
que  si  lo  int^-ntáis  los  dos, 
siendo  yo  leal,  que  temo 

que  os  quite  a  entrambos  la  vida! 
Lo  mismo  manda  a  la  e:  clava. 
Aí|uí  la  invención  se  acal, a;  — 
Y  .>  soy,  yo  soy  homicida 

del  navarro  caballero. 


Venid,  que  escondido  estoy. 
TiB.  ¿Qué  dices? 

Peí,.  Que  el  hombre  soy 

que  con  el  desnudo  acero 

di  la  muerte  a  aquel  hidalgo. 
TiB.  Loco  le  vuelve  el  pesar 

de  herrarle.  No  te  han  de  herrar. 
Fei<.  Esperad,  que  luego  salgo 

donde  aventure  la  vida. 
TiB.  ISIira  que  por  darla  gusto 

e  impedir  tanto  disgusto 
será  la  letra  fingida, 

que  a  los  dos  quiero  pintar 
los  clavos  con  una  tinta 
que  luego  se  quite. 
Fel.  Pinta 

lo  que  se  pueda  borrar 
y  llámame  esclavo  tuyo. 
TiB.  Aguárdame,  Pedro,  aquí. 

(Vayase  Tiberio,  v  sale  Cklia.) 


Cel. 

¿Fuese  ya  Tiberio? 

Fel. 

Sí. 

Cel. 

¿Qué  hay  de  Lisarda? 

Fei,. 

Que  huyo, 

por  tu  gusto,  de  Lisarda. 

Cel. 

¿Y  de  Belisa? 

Fel. 

Una  cosa 

bien  nueva  y  dificultosa. 

Cel. 

Dímela  de  presto. 

P^L. 

Aguarda. 

La  desdicha  que  nos  sigue 

nos  confirma  por  esclavos. 

Cel. 

¿Cómo? 

Fel. 

Que  hoy  nos  ponen   clavos. 

Cel. 

¿Pues  qué  puede  haber  que  obligue 

a  tal  desatino. 

Fel. 

Haber 

dado  en  aquesto  Belisa. 

Ckl. 

De  quien  eres  los  avisa. 

Fel. 

Ya  no  será  menester; 

porque  con  clavos  fingidos 

nos  han  de  herrar  a  los  dos, 

y  viénenos  bien,  por  Dios, 

para  no  .ser  conocidos; 

que  Eliso  me  dijo  aquí 

que  nos  andan  a  buscar. 

Cel. 

Si  acertamos  en  errar. 

de  veras  me  hierre  a  mí 

quien  i)or  ti  pusiere  clavos 

ti,  un  rostro  r|Ue  ya  los  tiene 

en  el  alma  de  quien  viene 

la  estampa. 

ACTO  SECUNDO 


667 


(Salen  Don  Juan  y  Carrillo.) 

Juan.  Que  estos  clavos 

no  se  lian  de  apartar  jamás. 
Carr.  Son  letra  y  tilde,  son  nombre 

y  fir-ma. 
Juan.  El  es  gentilhombre. 

Carr.  Y  aun  es  discreto. 

Juan.  ¿Eso  más? 

Carr.  Holgaríaste  de  liablalle. 

Juan.  Sí;  mas  no  me  puedo  holgar 

de  verle  con  Zara  hablar 

si  es  discreto  y  de  buen  talle. 
FEly.  Pues  aquí  nadie  nos  ve, 

bien  me  puedes  abrazar. 

(A  hrá:.anse.) 

CEr<.  Siempre  te  has  de  anticipar 

a  mis  deseos. 
Juan.  ¿Qué  fué? 

Carr.  Que  se  abrazaron  los  dos, 

me  parece,  en  castellano. 
Juan.  ¿Por  qué  la  abrazas,  villano? 

Cel.  ¿Viónos  don  Juan? 

Fei,.  Sí,  por  Dios. 

Ju.\N.  ¿Tú  en  casa  tan  principal, 

perro,  haces  esto? 
Fei..  vSeñor, 

si  piensas  que  es  esto  amor, 

el  tuyo  lo  piensa  mal; 
que  porque  me  dijo  aquí 

que  bautizarse  quería, 

lo  que  a  cristiano  debía 

hice  en  abrazarla  ansí. 
Si  bajar  pudiera  el  cielo 

sospecho  que  la  abrazara; 

pues  lo  que  el  cielo  intentara 

disculpa  tiene  en  el  suelo. 
Juan.  Vete  a  la  caballeriza, 

perro. 
Fel.  Perdona,  señor; 

¿ser  ^í^o  cristiano  es  error? 
Carr.  Ea  palabra  atemoriza. 

¡Hola,  Pedro! 
Ped.        ,  ¿Qué  me  quieres? 

Carr.  Ser  cristiano  es  gran  bondad; 

pero  es  mucha  cristiandad 

abrazar  a  las  nmjeres. 

Vete,  y  advierte  que  aquí 

las  esclavas  no  se  abrazan. 
Ped.  y  si  amo  y  lacayo  trazan 

gozarlas,  ¿úsase? 
Carr.  Sí. 


1<EI. 

¿Sí?  Pues  espérate  un  poco. 

Carr. 

Algo  ha  de  hacer  este  perro. 
(Va^i",  Fet.isaedo.) 

Juan. 

Advierte,  Zara,  que  es  yerro 
volverme  a  desprecios  loco. 

Cei,. 

¿Puedo,  si  no  soy  cristiana, 
quererte? 

Juan. 

Dame  tu  fe 
en  teniéndola. 

Cei.. 

vSí  haré; 
pero  no  de  ser  liviana. 

Juan. 

¿Pues  qué  es  lo  que  harás  por 

mí^ 

Cei<. 

vSer  tu  mujer. 

Juan. 

Es  deshonra 
de  un  caballero. 

Cel. 

¿Y  es  honra 
raía  que  me  rinda  a  ti? 

Juan. 

Eres  esclava. 

Cei,. 

Tú  fueras 
lo  mismo  a  estar  en  Argel. 

Juan. 

En  el  tuyo  esto}'. 

Cel. 

Si  en  él, 
como  dices,  estuvieras, 
no  tuvieras  libertad 
para  quitarme  el  honor. 

Juan. 

A  mí  oblígame  el  amor. 

Cet.. 

Y  a  mí  mi  sangre  y  lealtad; 
que  soy  allá  más  honrada 
que  tvi  aquí. 

Juan. 

Detente,  espera. 

Cei.. 

Es  el  vencerme  quimera, 
menos  que  estando  casada. 

(Vayase  Celia.) 

Carr. 

Cerróse. 

Juan. 

Pensando  estoy 

que  si  esta  es  noble  en  su  tierra, 
en  lo  que  dice  no  yerra: 
allá  fué  lo  que  aquí  soy. 


(Sale  í.isarda.) 

Carr. 

Tu  madre. 

Lis. 

Aun  de  burlas    [es] 

cosa  que  me  da  pesar 

hacer  a  los  dos  herrar. 

¿Es  don  Juan? 

Juan. 

Dame  esos  pies. 

Lis. 

¿Hoy  qué  has  hecho? 

Juan. 

Salí  un  poco 

al  Prado. 

Lis. 

¿Tú  estás  aquí?  (a  Curr  ) 

Carr. 

Mucho  te  espantas  de  mí. 

Lis. 

¿No  quieres  que  espante  un  loco? 

668 


l.OS    MELINDRES    DE    BEEISA 


Juan.  Deja  a  Carrillo,  señora, 

que  tengo  que  hablarte. 

I.IS.  Di. 

Carr.  Nunca  tan  Carrillo  fui 

en  tu.<;  manos  como  agora. 

Juan. 


Este  esclavo  que  tienes  en  tu  casa 
es  más  galán  que  esclavo;  falta  es  esta 
más  que  el  vino,  que  amor  su  furia  vence, 
y  más  que  el  ser  ladrón,  que  el  amor  roba 
las  almas,  que  es  robar  su  hacienda  al  cielo; 
más  es  que  huir,  porque  éste  huir  pudiera 
y  perderse  el  valor,  y  amor  espera, 
esjjera  hasta  que  pierda  honor  y  vida 
después  de  estar  la  libertad  perdida. 
V  así  juzgo  que  es  justo  que  le  vendas, 
que  para  esclavo,  en  fin,  le  sobran  prendas. 

LlSARDA. 

Que  le  venda,  don  Juan? 

Juan. 

Que  luego  al  punto 
le  vendas;  }•  pues  yo  te  lo  aconsejo, 
no  me  preguntes  más;  \-uélvele  a  Eliso 
y  di  que  st'-lo  quieres  esta  esclava, 
si  no  quieres  venderle  en  otra  parte. 

LlSARDA. 

Ahora  bien;  si  conviene  que  le  venda 
o  que  le  vuelva  a  Eliso,  vayan  juntos 
el  esclavo  y  la  esclava,  que  no  quiero 
tener  esclava  tan  hermosa  y  bella, 
(jue  amor  es  más  que  el  vino,  pues  le  vence, 
y  más  que  el  hurto,  pues  las  almas  roba, 
y  más  que  huir,  pues  el  amor  espera 
a  que  se  ]/ierda  vida,  hacienda  y  honra. 

Juan. 
I, a  esclava  no  te  enoja  ni  deshonra. 

LlSARDA. 

l'ucs  iii  que  me  deshonra  a  mi  un  esclavo? 
Juan. 
En  abrazar  la  esclava,  por  lo  menos. 

LlSARDA. 


LlSARDA. 

¡Qué  buen  testigo! 
Carrilix). 

Yo  vi  cruzrr  los  brazos  y  tocarse 
paloteado  en  las  espaldas  tanto 
(|ue  sólo  les  faltó  como  flamencos 
el  decirse  al  tocar:  «frokque,  froleque»  (i). 
Lo  que  es  la  paz  de  Francia  fué  notable, 
como  suelen  tal  vez  mansas  palomas 
envainarse  los  picos  uno  en  otro 
y  decirse  requiebros  en  el  cuello. 

LlSARDA. 

Celos  deben  de  ser,  don  Juan.  ¿Xo  tienes 
mujeres  por  allá,  bellas  y  libres? 
Deja  es' a  mora,  que,  en  efecto,  es  mora; 
no  trates  de  vencerla,  que  es  delito 
que. nos  puede  costar  hacienda  y  honra; 
que  el  enojo  de  Pedro,  con  reñille, 
con  no  dejar  que  suba  ni  que  pase 
de  aquestos  corredores  se  castiga. 


Vístelo  íiJ? 


J  UAN. 


Vo  vi  que  .se  abra/aban 
Carrillo  lo  vio. 


(  Vase.) 
JUAN. 


;  Fuese? 


Carrii<i,o. 
Con  los  dos  pies  y  los  chapines. 

Juan. 
¿Este  gusto  me  da  mi  madre? 

Carrujo. 

Calla, 
que  taml)ién  eres  tú  terrible  cu  esto. 
¿Por  qué  quieres  que  venda  a  Pedro,  un  hombre 
tan  cuerdo,  tan  discreto  y  gentilhombre? 

(Salga,  herrada  en  el  rostro,  Cri.iA.) 

Clír,.  Apelo  dví^'ia  crueldad 

al  supremo  Autor  del  cielo, 
pues  no  ha  de  haber  en  el  .suelo 
ni  remedio  ni  jiicdad. 

Juan.  ¿Qué  es  esto?  ¿Hay  mayor  maldad? 

|Vive  Dios!,  que  sospechaba 
mi  madre  que  a  Zara  amaba 
y  qui-  en  el  rostro  la  herró 
por  que  aborreciese  yo 
lo  que  della  me  agradalia. 
¿Es  esto  verdad? 

Cei,.  Sí  t  s. 


(i)     iVrolyk.  vrolyk,  aleare  o  alo^rciiuntc:  fórimila  de 
saludo.»  (Nota  de  Hartz.) 


ACTO    SEGUNDO 


669 


Juan.         Míralo  bieu. 

Carr.  ¿Q^^é  lo  dudas? 

¿(Jué  te  turbas  y  demudas? 
Suj'O  es  el  daño  que  ves; 
que  tú  porque  más  estés 
sosegado  de  tu  amor 
antes  recibes  favor 
en  afearte  la  cara, 
que  por  ventura  llegara 
a  más  peligro  tu  honor. 

Juan.  Déjame  mirar,  Carrillo, 

aquellos  dos,  cuyas  rosas 
mancharon  las  rigurosas 
manos;  bien  puedo  decillo, 
que  corte  un  fiero  cuchillo 
o  que  en  Argel  ate  un  moro. 
Cielo  rosado  que  adoro, 
¿qué  cometas  negras  son 
las  que  con  tal  sinrazón 
eclipsan  tus  rayos  de  oro? 

Ksas  rosas  encarnadas 
han  dado  tan  negro  fruto 
que  es  mirar  el  sol  con  luto, 
verlas  de  negro  eclipsadas; 
pero  pues  están  bañadas 
de  tinieblas,  cese  el  día 
que  de  su  oriente  salía, 
venga  la  noche  y  la  muerte 
y  acábense  de  una  suerte 
su  luz  y  la  vida  mía. 

Quien  en  tan  blanco  papel 
tales  letras  escribió, 
¿no  imaginaba  que  yo 
tengo  de  poner  en  él 
el  alma  para  que  del 
salga  aquel  hierro  estampado? 
Llega,  no  te  dé  cuidado, 
estampa  ese  hierro  en  mí. 

Qhl,.  ¿Cómo  te  llegas  ansí? 

Juan.         Amor  licencia  me  ha  dado. 

Cei<.  Pues  a  mí  no  la  crueldad 

de  tu  madre. 

Juan-  Ks  gran  razón; 

puesto  me  has  en  condición 
de  hacer  una  liviandad. 
Rosas  puras,  esperad, 
que  voy  a  hacer  que  esta  afrenta 
de  vuestra  hermosura  sienta 
quien  os  deslustra  y  m?rchita, 
y  será  sentencia  escrita 
de  quien  vuestra  muerte  intenta. 
Ven  Carrillo. 

Carr.  ¿Dónde  vas? 


Juan.  Casarme  tengo  con  ella, 

que  si  antes  era  tan  bella 
ahora  herrada  lo  es  más. 

Carr.  No  es  crivStiana,  no  podrás. 

Juan.  Podré  dar  pena  a  Lisarda. 

Carr.  La  afrenta,  ¿no  te  acobarda? 

Juan.  No  hay  cobarde  en  siendo  loco. 

Carr.  Oye,  advierte,  aguarda  un  poco. 

Juan.  Amor  con  ira  no  aguarda. 

(Celia  sola.) 
Cri<.  Creído  lleva  don  Juan 

que  estos  hierros  son  de  veras, 

y  son  fingidas  quimeras 

de  celos  que  en  ellas  dan. 

Felisardo  es  tan  galán 

que  en  cualquier  traje  enamora; 

Belisa,  Lisarda  y  Flora 

le  quieren  de  una  manera... 

¿Quién  de  un  melindre  creyera 

tan  grande  mudanza  agora? 

(Sale  Felisardo  herrado  en  el  rostro.) 

¿Estás  aquí? 

¿No  me  ves? 
¿Cómo  te  subiste  acá? 
Amor  licencia  me  da, 
sus  alas  puso  a  mis  pies. 

¡Qué  bien  los  hierros  te  están! 
Son  en  tu  nombre,  bien  mío, 
aunque  ha  hecho  un  desvarío 
por  verme  herrada  don  Juan. 

¿Cómo? 

Pienso  que  es  de  suerte 
su  sentimiento,  que  ya 
a  sí  mismo  se  dará, 
sino  a  su  madre,  la  nmerte. 

En  buen  enredo,  ¡ay  de  mí!, 
nos  ha  puesto  amor  cruel; 
pero  ya  saldremos  del; 
que  no  haber  peligro  aquí 

me  obliga  a  sufrir  que  sea 
tu  bello  rostro  afrentado. 
Cei,.  ¿Por  qué,  mi  bien,  si  hoy  me  ha  dado 

amor  su  firma  y  librea? 

Ho3^  soy  tuya,  que  lo  ven 
todos  mis  cinco  sentidos; 
alégranse  los  oídos, 
la  boca  y  manos  también. 

Porque  olvidos  y  destierros 
puedan  negar  tus  despojos, 
desde  su  alcázar  los  ojos 
están  mirando  los  hierros. 

¿Qué  sientes  tú  de  los  tuyos? 


Fku. 

CEU. 
Feu. 


CEU. 


P'EI,. 
CEU. 


fei,. 


6;  o 


LOS   MELINDRES    DE    BE  LISA 


Fel.  Que  me  corro  que  uo  sean 

como  los  tuyos  desean 

siendo  estampa  de  los  suyos. 
También  mis  ojos  los  ven 

y  mi  boca  los  alaba, 

y  aun  una  pendencia  brava 

liay  entre  los  dos  también . 
Que  de  los  clavos,  por  ser 

tuyos,  están  tan  preciados 

los  ojos,  que  ya  de  honrados 

suyos  los  quieren  hacer. 
La  boca  dice  que  están 

más  cerca  y  que  suyos  son; 

pero  en  tan  dulce  quistión 

los  mismos  hierros  podrán 
poner  paz  si  los  juntamos; 

dame  los  brazos  e  iréme. 
Cel.  Amor  llega,  el  alma  teme. 

(Salín  Belisa  y  Flora.) 
Bel.  ¡a  muy  buen  tiempo  llegamos! 

¿Xo  te  han  dicho,  perro,  a  ti 

que  no  subas  sólo  un  paso 

de  la  escalera? 
Fei..  No  paso 

sin  causa;  a  pedir  .subí  . 
cosas  que  son  menester, 

que  aquí  me  las  han  de  dar. 
Bel.  ;Y  es  menester  abrazar.' 

P'EL.  Somos  marido  y  mujer. 

Bel.  ¿Desde  cuándo? 

Fta..  Desde  el  punto 

que  a  los  dos  nos  han  herrado; 

hierros  habemos  juntado 

porque  se  ande  todo  junto. 
IlilL.  ¿Pues  puede  un  hombre  cristiano 

casarse  con  una  mora? 
1-"i:l.  Ya  es  cristiana,  pues  agora 

está  el  serlo  en  \'ucstra  mano. 
Su  bautizo  y  casamiento 

potléis  hacer  en  un  din. 
BjvL.  ¿Quieres  tú? 

Cel.  Yo  bien  querría; 

que  mi  noble  nacimiento 

se  emplea  en  Pedro  muy  bien, 

que  es  por  parte  de  su  padre 

caballero,  y  ¡xjr  su  uiadre, 

avnujue  mora,  lo  es  tanibién. 
HEr..  Ivntrate,  infann-,  allá  dentro; 

tú,  perro,  bájate  allá. 
Cj<L.  ;I'ues  e.str)  tnojo  te  da' 

Bei.  I!ntra,  bárbara. 

Cel.  ^'■'l  «nirf. 

(y ase  Cema 


Bel. 
fel. 
Bel. 


Fel. 
Bel. 
Fel. 


Bel. 
Fel. 
Bel. 
Fel. 
Bel. 
Fel. 

F^,o. 
Bel. 

Flo. 
Bel. 


Flo. 
Bel. 

Flo. 
Bel. 

I 'LO. 

hel. 


Y  tú,  ¿qué  aguardas  aqm'? 
Ver  si  tiemplas  el  rigcr. 
Templarle  pudiera  amor, 
si  caber  pudiera  en  ti. 

Ven  acá,  Pedro. 

Señora. 
¿Sentiste  mucho  el  herrarte? 
Por  ser  el  rostro  la  parte 
que  más  el  respeto  honora, 

que  más  la  vista  venera. 
Dios  sabe  si  lo  he  sentido, 
y  más  sabiendo  que  ha  sido 
por  quien  honrarme  pudiera. 

¿Piensas  que  soy  5^0? 

¿Pues  quién? 
Don  Juan. 

De  celos  será. 
¿Kl  dolor  pasóse  ya? 
¡Pluguiera  a  Dios  que  también 

el  de  la  afrenta  pasara! 
Tente;  que  te  vas  perdiendo. 
Vame,  Flora,  suspendiendo 
el  alma  su  hermosa  cara. 

¿Agora  hermosa? 

Los  clavos 
son  lunares  que  hermosean 
lo  que  otros  rostros  afean 
de  menos  bellos  esclavos. 

¡Que  castigasen  los  cielos 
mis  melindres  desta  sixerte! 
¡Que  un  esclavo  me  dé  muerte 
y  una  esclava  me  dé  celos! 

¡Ay,  Flora,  qué  mal  consejo 
me  diste,  que  estando  herrado 
al  bien  la  puerta  he  cerrado! 
Por  eso  te  lo  aconsejo; 

que  pudiera  ser  que  hicieras 
alguna  afrenta  a  tu  honor. 
Pues  algo  intenta  mi  amor 
que  tiemple  eátas  an.sias  fieras. 

¿Cómo  tocaré  tma  mano 
deste  esclavo? 

¡Linda  cosa! 
¿Rras  tú  la  melindrosa? 
Ks  todo  nu'lindre  en  vano 

cuando  llega  amor  por  fuerza. 
Haz,  IHora,  alguna  invineión, 
no  se  pierda  la  ocasión. 
¡Brava  locura  te  esfuerza! 

F*inge  un  desmayo  y  haré 
que  en  1)razos  te  lleve  allá. 
Notable  invención  .será. 
I  Jesús!  ¡Ay,  Jesús! 


ACTO    SEGUNDO 


671 


F1.0.  ¿Qué  fué? 

Bel.  Picóme  nn  mosquito  un  dedo, 

y  como  si  fuera  un  rayo 

toda  me  muero  y  desmayo. 
Vie.1..  ¿Be  un  mosquito? 

Fl,o.  ¡lyindo  enredo! 

¿Qué  quieres?  ¿Ya  no  sabías 

sus  melindres?  Ya  está  muerta. 
FeI-.  ¿Muerta? 

Pl,o.  Ten  por  cosa  cierta 

que  no  vuelva  en  cuatro  días. 
Tómala  en  brazos,  que  yo 

no  la  podré  levantar. 
Fei..  ¿Yo  la  tengo  de  llevar 

en  brazos? 
Fi,0.  ¿Pues  por  qué  no? 

Fei,.  Alto;  yo  haré  lo  que  mandas. 

FXo.  Y  yo  iré  a  ver  si  alguien  viene. 

(Vase  Flora.) 

Fei..  Notable  desmayo  tiene. 

Ahora  bien,  quiero  ser  andas 
y  llevar  aquesta  muerta. 

(En  teniéndol'i  en  brazos,  sale  Celia.) 
Cel.  ¿Adonde  vas  desta  suerte? 

Fei,.  Esta  imagen  de  la  muerte, 

de  aliento  y  vida  desierta, 
llevo  a  echar  sobre  su  cama, 

que  Plora  me  lo  mandó, 

porque  aquí  se  desmayó 

y  es,  en  efeto,  mi  ama. 
Cei,.  a  lo  menos  porque  ya 

debes  de  quererla  bien. 
Fei<.  Mejor  los  cielos  me  den 

'vida.  ¿No  ves  cómo  está? 
Cei..  ¡Ah,  Pelisardo  cruel!, 

Tvi  muy  celoso  de  mí, 

y  yo,  ingratísimo,  a  ti 

por  todo  extremo  fiel. 
Mas  yo  sí  los  he  tenido 

justamente,  porque  soy 

tan  ofendida. 
Fel.  Yo  voy, 

Celia,  en  el  traje  fingido 
cumpliendo  mi  obligación; 

no  te  ofendo  en  otra  cosa. 

Ksta  necia  melindrosa 

dijo  en  aquesta  ocasión 

que  de  picarla  un  mosquito 

estaba  para  expirar; 

mandáronmela  llevar. 
Cei,.  Ni  aun  tocarla  te  permito. 

P^i,.  Pues  si  está  como  la  ves. 


Cei.. 


Peí.. 
Cei. 
Pel. 
Cei,. 

Peí.. 


Cei.. 

Peí,. 
Cei,. 


Fei,. 
Cei,. 
Peí,. 
P1.0. 


Bei,. 


Pl,C). 

Bei,. 
P1.0. 


¿tengo  de  dejarla  aquí? 
Para  darme  gusto,  sí; 
pero  no  si  el  tuyo  es. 

¿Yo  había  de  verte  en  los  brazos 
otra  mujer? 

Está  muerta. 
¿Muerta? 

¿Pues  no  es  cosa  cierta? 
Llévala  y  hazla  pedazos 
dése  corredor. 

Bien  fuera; 
porque  tanto  me  aborrece 
cuanto  adora  y  encarece 
su  madre,  que  si  hoy  quisiera 

pienso  que  de  su  haciende  toda  (i) 
pudiera  ser  tesorero, 
y  hacerle  un  engaño  espero. 
Mal  nuestro  bien  se  acomoda. 
¡Ay,  Pelisardo!  Ya  herrados, 
¿qué  podemos  acertar?, 
¿Qué  fin  el  tiempo  ha  de  dar 
a  casos  tan  desdichados? 

¿Agora  contemplas  eso? 
¿No  ves  que  me  estoy  cansando? 
Suéltala  y  vente  callando 
a  tratar  nuestro  suceso 

a  mi  aposento,  que  ya 
no  preguntarán  por  ti. 
Alto;  yo  la  dejo  aquí. 
Vamos. 

Sin  sentido  está. 
Aunque  con  pena  y  con  celos, 
al  fin  he  dado  lugar 
a  que  puedan  acabar 
tantos  melindres  los  cielos. 

Quien  cuantos  hombres  miraba 
meUndrosa  despreció, 
con  un  esclavo  vengó 
a  quien  ofendido  estaba; 
y  sin  mirar  su  bajeza 
la  quiere  tomar  la  mano. 

(Leí  úntase  Belisa.) 

¿Qué  estás  murmurando  en  vano 
si  sabes  la  fortaleza 

de  aquel  poderoso  amor? 
¡Jesús,  señora!  ¿Aquí  estás? 
Dame  la  mano  y  sabrás 
la  causa. 

¡Extraño  rigor! 


(i)     Verso  largo,  Hartz.  lo  corrígió  «prenso  de  su  ha- 
cienda toda*. 


6/2 


LOS    MELINDRES    DE   BELISA 


BEI.. 


Flo. 
Bel. 


I-LO. 

Bel. 
Flo. 
Bel. 


Fm). 
Bei, 
Flo 


Qué,  ¿aun  no  te  llevó  de  aquí 
dejándote  yo  en  sus  brazos? 
¡Ay,  Flora,  que  aquellos  lazos 
no  se  hicieron  para  mí! 

Luego  que  adentro  te  fuiste 
y  yo  llegaba  a  su  p>echo, 
iba  como  quien  le  adora 
dando  rienda  al  pensamiento, 
ya  tocáudole  la  mano, 
ya  llegando  el  rostro  al  cuello, 
como  que  el  mismo  desmayo 
era  destas  cosas  dueño. 
Entró  Zara,  y  de  miralle 
celosa  remora  siendo, 
detuvo  la  nave  mía 
<]ue  llevaba  en  popa  el  viento. 
Yo  tem'a  entre  sus  brazos 
el  cuerpo,  pero  en  el  suelo 
los  pies,  y  aunque  me  pesaba 
de  ver  de  los  dos  los  celos, 
agradecía  mi  agravio 
y  por  estar  en  su  peclio 
rogaba  a  Dios  que  durasen 
los  enojos  que  me  dieron. 
¿Quién  vio  de  amor,  quién  oyó 
tal  laberinto  y  enredo, 
cómo  yo  que  con  fingido 
desmayo  estuviese  oyendo 
los  mismos  celos  que  daba 
a  quien  la  tuvo  por  cierto 
y  descubrió  a  voces  claras 
los  más  extraños  secretos 
que  hay  en  fábula  ni  historia? 
¡Ay,  señora!  ¿Qué  dijeron? 
Ella  le  llamaba  a  él 
Felisardo,  que  no  Pedro, 
y  él  a  ella  Celia. 

¿Cómo? 
Celia,  que  no  Zara. 

¡Ay,  cielosl 
En  fin,  en  sus  relaciones, 
en  sus  quejas,  en  sus  miedos, 
no  entendí,  si  no  me  engaño, 
que  no  .son  esclavos  éstos. 
Ese  es  engaño  notorio. 
¿Engaño,  I'^lora? 

A  no  serlo, 
¿cómo  dejaran  herrarse, 
cómo  sufrieran  los  hierros? 
Aunque  el  otro  día  vi 
al  entrar  en  su  apo.sento 
de  Pedro  un  jubón  de  tela; 
pero  engañóme  dicitiido 


que  un  esclavo  que  le  hurtó 
allí  le  trajo  a  esconderlo. 

Bel.  ¿Jubón  de  tela? 

Flo.  y  muy  fina. 

Bel.  ¿Si  es  aqueste  caballero 

y  por  alguna  desdicha 
vino  a  tan  triste  suceso? 

Flo.  Si  por  los  hierros  no  fuera, 

no  lo  dudara. 

Bel.  ¿Qué  haremos? 

Flo.  Disimular. 

Bel.  Sí;  mas  mira 

que  se  han  de  huir  y  que  quedo 
perdida,  y  más  desde  agora, 
que  es  Felisardo  y  no  Pedro. 

I'^Lo.  Para  estorbar  que  se  vaya 

mal  puedo  darte  consejo. 

Bel.  Ya  yo  lo  sé. 

Flo.  ¿Qiál? 

Bel.  Escucha: 

llámame  a  Carrillo  presto. 

(Sale  Carrillo.) 

Flo.  El  llega  por  excusarme. 

Bel.  Amor  le  trujo  a  mi  ruego, 

Carr.  ¿a  qué  ha  de  llegar  la  furia 

de  amor?  ¡Qué  buenos  están 

de  su  obediencia  don  Juan 

y  Lisarda  de  su  injuria! 
La  madre  Uora  y  promete 

casarse  por  castigalle, 

y  él  con  la  esclava,  por  dalle 

más  pena. 
Flo.  ¿Qué  hay,  alcahuete? 

Carr.  ¡Oh  secretaria  cruel 

de  la  ninfa  melindrosa; 

la  que  se  alcorza  y  endiosa, 

la  que  viendo  en  un  papel 
un  San  Jorge  dibujado 

de  la  sierpe  se  espantó! 
Flo.  Mira  fjuc  está  aqiu'. 

Bel.  Si  yo, 

Carrillo,  hubiera  mostrado 
melindre  viéndote  a  ti, 

¿qué  sierpe  más  espantosa? 
Carr.  Perdona,  que  esto  no  es  co.sa 

que  arguye  malicia  en  nu', 
y  i^ruébame  en  tu  servicio 

si  quieres  ver  lo  que  soy. 
Bel.  Hazme  un  placer. 

Cark  Aquí  estoy. 

Bel.  Yo  he  visto.  Carrillo,  indicio 

(Iv  (¡nv  J\dru  (jiiiiTe  huirse; 


ACtO    PRIMliRC 


673 


Carr. 


Bel. 


Carr. 


Bei,. 


Fi.o. 
Bei.. 


.sin  esto,  su  atrevimiento 
llega  a  entrar  al  aposento 
de  Zara,  y  no  es  de  sufrirse. 

Parte  a  un  herrero  y  harás 
nna  argolla  y  un  virote. 
Pues  eso  no  te  alborote, 
señora,  que  ayer  no  más 

este  regidor  vecino 
a  un  esclavo  le  quitó; 
iré  a  pedírsele  yo. 
É  -líasele  de  camino, 

con  favor  de  los  criados 
de  casa. 

Traeré  de  enfrente 
un  lacayo  muy  valiente 
de  bigotes  engomados, 

hombre  de  más  libertad 
que  un  cochero. 

(Va  se.) 

Parte  presto, 
que  yo  viviré  con  esto 
en  mayor  seguridad, 

mientras  vengo  a  conocer 
si  es  Pedro  o  si  es  Felisardo. 
Kl  fin  del  suceso  aguardo. 
Por  fuerza  lo  ha  de  tener. 


(Salen  Lisasda,  Dox  Juax  y  Tiberio.) 
I^ISAKDA. 

¿Libertades  a  mí?  Pues  por  el  siglo 
de  \n.iestro  padre,  que  veáis  muy  presto 
la  venganza  que  tomo  de  vosotros. 

Tiberio. 

Hermana,  reportao.e;  don  Juan  es  mozo 
y,  en  fin,  es  \'T:estro  hijo. 

IrlSARDA. 

Xo  es  mi  hijo. 
Bei,isa. 

¿Qué  es  aquesto,  don  Juan? 

Juan. 

Vuestras  quimeras, 
que  mi  madre  te  pone  a  ti  la  culpa. 
¿Quién  herrara  una  esclava  tan  hermosa? 
En  crueldades  pararon  tus  melindres. 

Beusa. 
¿Pues  qué  te  importa  a  ti? 

JUAX. 

Mucho  me  importa, 
que  es  mi  mujer. 

XII 


LlSARDA. 

¡Oh  infame!  ¿De  tu  boca 
salen  tales  afrentas  de  tu  sangre? 

Tiberio. 

Dícelo  con  enojo,  que  no  es  hombre 

don  Juan  que  ha  de  afrentar  nuestro  linaje. 

Juan. 
De  veras  hablo,  tío. 

Tiberio. 
Calla,  loco. 

LlSARDA. 

Pues  alto;  si  don  Juan  se  determina 
a  quererse  casar  con  una  esclava, 
yo  me  quiero  casar  con  un  esclavo. 
La  mitad  de  la  hacienda  es  mía. 

Tiberio. 

¡Bueno! 
¿También  eres  tú  loca?  ¿Qué  te  espanta 
que  don  Juan  te  parezca? 

LlSARDA. 

No  hay  cordura 
con  hijos  atrevidos,  deslenguados 
e  inobedientes;  hoy  haremos  cuenta; 
no  piense  que  le  toca  su  legítima 
tan  entera  el  villano,  que  en  un  año 
me  ha  gastado  en  sus  deudas,  en  sus  galas 
y  en  sus  placeres  deshonestos  cinco, 
¿cinco?,  y  aun  más  de  siete  mil  ducados. 

Juan. 

Si  pensabas  casarte  y  pretendías 
desamparamos,  sin  enredos  puedes 
casarte  con  quien  ya  tendrás  trazado, 
que  yo  y  mi  hermana  viviremos  juntos 
con  más  honra  que  estamos  en  tu  casa. 

Tiberio. 
Salte  allá  fuera  ya,  que  es  desvergüenza. 
¿Así  tratas  las  tocas  de  tu  madre? 

Juan. 

Respeto  en  vos  las  canas  de  mi  padre. 

(Sale  Felisardo.) 

Fel.  ¿Esto  se  puede  sufrir? 

¿Esto  es  bien  hecho? 


TiB. 

Pel. 


¿Qué  es  esto? 
¿No  basta  el  haberme  puesto 


estos  hierros  sin  huir. 


43 


674 


I.OS    MELINDRES    DE    BELISA 


sino  que  mandáis  echarme 
argolla  y  virote  a  mí? 
Yo  no  lo  mandé. 

Yo  si. 
;Pues  en  qué  puedes  culparme? 

Madre,  el  esclavo  se  va; 
yo  lo  sé  de  Zara. 

¡Ali,  perro! 
¡Hiérrenle!  ¿No  viene  el  hierro? 

/S.iií-»»  Carrillo  y  cuatro  Itacayos.) 
A  punto  el  virote  está 
y  la  valerosa  gente. 
Echádsele  al  fugitivo. 
¡Hola.  Sancho!  Por  Dios  vivo, 
que  dicen  que  es  muy  valiente. 

Herradle  y  vamos  de  aqin'. 
¡Qué  notable  confusión! 
Xo  me  parece  razón 
herrarle. 

Pues  a  mí  sí. 
(l'íin'ie  y  queden  con  Felisardo  lo:,  I.acayo.s.': 

Llegad,  perros. 

¿I<uego  piensas 
defenderte? 

Sólo  siente 
mi  valor  que  sois  ruin  gente, 
no  las  afrentas  y  ofensas. 
(And.m  al  mojicón  y  dsenle,  y,  en  fin,  en  el  suelo  le  ponen 
el  virote.) 

Sois  muchos,  al  fin  caí. 
Ríndete,  perro  ^lahoma. 
Cielos,  ¿qnicii  me  adora  toma 
tanta  venganza  de  mí? 

¡Ea,  perrazo,  está  quedo! 
Remacha  bien. 

Bien  está, 
(jue  no  se  le  quitará 
a  dos  tirones. 

Hoy  puedo 

decir  que  llegó  mi  mal 
al  extremo  que  podía. 
Ya  saVjc  que  hoy  es  el  día 
de  ser  franco  y  liberal 

Cuélen.se  en  esa  taberna; 
llevaré  veinte  aceitunas, 
que  no  ha  de  ser  en  ayuna.s. 
Yo  serviré  de  lanterna. 

(Vame  y  <,neda  solo  I'li.isaudo  con  il  virote  />ueslo.J 
I'KMSAKIX). 
Cnr  I  amor,  ¿tan  fieras  sinrazones 
tras  tanta  cf)iifu.síón,  tras  jx-na  tanta? 


Lis. 
Bei, 
Fei. 
Bnr. 

Lis. 


Carp  . 

Lis. 
Lac. 

Lis. 
Fni. 
TiP. 

Bf.i. 


T-Iví.. 
Carr. 

Tei. 


l-EL. 

Lac.  2. 
Peí,. 

Lac.  3.' 
L.\c.  4' 
Carr. 


I- El 


Lac. 


Carr. 


Lac.  2. 


¿De  qué  sirve  la  argolla  a  la  garganta 
a  quien  jamás  huyó  de  tus  prisiones? 

¿Hierro  por  premio  das  a  mis  pasiones? 
Dueño  cruel,  tu  sinrazón  espanta, 
el  castigo  a  la  pena  se  adelanta 
y  ciiando  sirvo  bien  hierros  me  pones. 

¡Gentil  laurel,  amor;  buenos  despojosl 
Y  en  un  sujeto  a  tus  mudanzas  firme 
hierro,  virote,  lágrimas  y  enojos. 

Mas  pienso  que  has  querido  persuadirme 
que  trayendo  los  hierros  a  los  ojos 
no  pueda  de  la  causa  arrepentirme. 


ACTO   TERCERO 

(Salen  Kli.^o  v  I.isarda.) 

Lis.  Reporta,  Eliso,  el  enojo. 

Ei.i.  ¿En  qué  guerra  le  ganaste? 

I/isarda,  que  le  trataste 

como  a  bárbaro  despojo? 

¿Virote  a  un  esclavo  honrado 

y  que  apenas  tuyo  es? 

¿Qué  le  pondrás  de  aquí  un  mes? 
Lis.  Mi  hija  es  loca,  y  ha  dado 

en  aqueste  desatino 

temiendo  que  se  ha  de  ir; 

mas  til  la  puedes  reñir. 
Ei.i.  ¡Por  Dios,  Lisarda,  que  vino 

a  lindo  dueño  el  esclavo 

del  regalo  que  tenía! 

Pues  tú  sabrás  algún  día 

quién  es. 
Ijs.  Su  virtud  alabo 

y  doy  la  culpa  a  Belisa. 
Ei,i.  ¿Es  melindre  herrar  un  hombre 

que  si  supieras  su  nombre, 

aunque  su  talle  te  avisa, 
te  movieras  a  piedad? 

Pero  ve,  por  que  la  riñas. 
IvIS.  Pondréle  entre  las  dos  niñas 

de  los  ojos. 
Eij.  Regalad 

a  quien  tan  bien  lo  merece; 

<\uv  algún  día... 
Lis.  ¿Pues  quién  es? 

El,l.  Yo  .sé  que  .sabrás  después 

lo  que  (jiiicii  ama  j)a(lece. 


ACrO    TERCERO 


675 


Lis. 
E1.1. 


Lis. 


Carr. 

El<T. 

Carr. 


nu. 


Carr. 
Eu. 


Carr. 


Eu. 
Carr. 


Eu. 


En  gran  confn.sión  me  pones. 
Xo  hay  que  pregimtanue  más; 
presto,  Tá.^arda,  sabrás 
notables  transformaciones . 

¡Olí,  amor,  si  fuesen  verdad 
las  sospechas  que  he  tenido! 
Hoy  a  este  esclavo  fingido 
declaro  mi  voluntad. 

(l'ase  I,is.\RDA  y  sale  Carrillo,  lacayo.) 

Xo  sé  quién  puede  sufrir 
una  mujer  tan  cansada. 
¿Qué  hay.  Carrillo? 

Poco  o  nada. 
X^ada  se  puede  decir 

aquello  que  sólo  es  ^'íento; 
los  melindres  vientos  son. 
X"o  lo  son  a  mi  pasión, 
aunque  el  viento  es  elemento 

que  en  fuego  suele  mudarse, 
y  dése  viento  es  mi  fuego, 
Pé.same  que  estés  tan  ciego. 
Puesto  que  bastara  a  helarse 

en  sus  melindres  amor, 
por  ser  de  su  fuego  hielo, 
yo  me  abraso  y  me  desvelo. 
Si  yo  no  fuera,  señor, 

por  l'iberio  tan  aprisa, 
lindas  cosas  te  contara. 
¿Son  de  Belisa  ? 

Repara 
en  que  la  niña  BeUsa, 

la  que  un  confite  de  mana 
parte  en  dos  para  comelle 
y  a  quien  un  día  vi  hacelle, 
de  sólo  ver  una  rana, 

dos  sangrías  en  un  hora, 
ha  dado  en  unos  desmayos 
que  como  al  sol  por  sus  rayos 
muestran  c^ue  este  esclavo  adora. 

En  estando  desmayada 
le  han  de  llamar,  o  morirse, 
y  esto  viene  a  resumirse 
en  que  la  niña  alcorzada 

toma  la  mano  al  esclavo; 
que  dice  que  el  corazón 
siente  sosiego  en  razón 
de  las  uñas. 

Mucho  alabo 

la  virtud  de  Pedro  en  ser 
de  Belisa  medicina, 
si  no  es  que  a  querer  se  inclina 
lo  que  no  pviede  querer. 


Carr.  ¿Por  qué  no?  ¿No  es  hombre? 

E1.1.  Sí, 

que,  en  fin,  aunque  esclavo,  es  liom. 

[bre- 
Carr.  Pues  si  no  lo  estorba  el  nombre, 

está  seguro  de  mí, 

que  he  visto  en  él  que  la  adora, 
aunque  finge  estar  cansado 
de  verse  siempre  ocupado 
en  curar  esta  señora. 

Mas  es  hombre  y  es  querido, 
ella  hermosa  y  él  mancebo; 
no  picar  en  tanto  cebo 
tan  de  bestia  hubiera  sido' 

que  la  uña  que  tocara 
le  fuera  de  más  provecho. 
Mas,  ¿no  miras  lo  que  ha  hecho 
esta  a  quien  la  fénix  rara 

urraca  le  parecía 
y  el  más  galán,  sayagués? 
Ei/i.  Castigo  del  cielo  es. 

Carr.  ¡Qué  bien  un  hombre  decía 

que  no  hay  elección  más  fea 
que  en  la  mujer  melindrosa! 
Pero,  ¿mandas  otra  cosa? 
Bu.  Adiós. 

Carr.  Adiós. 

Ei,i.  ¡Qiie  se  crea 

de  un  hombre  honrado  y  amigo 
esta  traición!  ¿Esto  aguardo 
en  galardón,  Felisardo? 
¿Tal  traición  usas  conmigo? 
¿Es  posible  que  olvidado 
de  Celia  mi  dama  quieres? 


(Sale  Don  Juan.) 

Juan. 

¿Que  aquí  quedaba? 

Eij. 

¿Tú  eres 

noble?  ¿Tú,  amigo?  ¿Tú,  honrado? 

Juan. 

Eliso  mío. 

E1.1. 

Don  Juan. 

Juan. 

¿Qué  esclava  es  esta  que  aquí 

trujiste? 

E1.1. 

¡Bueno! 

Juan. 

¡Ay  de  mí! 

Eu. 

(Todos  parece  que  están 

contra  mi  honor  de  concierto.) 

Dirás  que  te  agrada. 

Juan. 

Y  tanto. 

que  de  que  viva  me  espanto 

un  hombre  después  de  muerto. 

¿Quiére.smela  dar  a  mí? 

¿Ouiéresmela  a  mí  vender? 

676 


LOS    MELINDRES    DE   BELISA 


Er.l.  (Mi  venganza  viene  a  ser 

cierta  y  breve  por  aquí.) 
¿Qiiiéresla  bien? 
J  TAN.  En  mi  vida 

me  he  visto  en  tan  triste  estado; 

tanto,  que  tengo  pensado, 

si  de  quien  soy  se  me  olvida 
\'iéndola  a  mis  ruegos  fuerte, 

hacerla  propia  mujer 

y  en  acabando  de  ser 

mi  mujer  darme  la  muerte. 
o  irme  donde  jamás 

visto  de  algiin  liombre  sea. 
Hrj.  Va  que  en  servilla  te  emplea 

amor,  por  quien  loco  estás, 
sólo  te  puedo  advertir 

que  es  mujer  tan  principal 

que  no  naciste  su  igual. 
Juan.  ¿No  es  turca? 

Er.i.  Lo  que  es  decir 

quién  es,  has  de  perdonarme; 

basta  decirte  que  aciertas 

si  el  casamiento  conciertas. 
Ju.^N.         ¿Con  ella  puedo  casarme? 
Ivr.i.  Por  no  te  decir  quién  es 

me  voy. 
JLAN.  Espera. 

Er.i.  No  puedo, 

que  tengo  a  la  lengua  miedo 

y  yo  te  hablaré  después. 
(Vase  Eliso.) 

J  i.KU.  No  en  vano  yo  te  adoraba, 

¡oh  prenda  del  alma  mía!, 
pues  el  alma  me  advertía 
de  aquello  que  yo  ignoraba. 

¿Hay  tal  bien?  ¿Hay  tal  ventura? 

(Sale  LisARDA.) 
I.IS.  ¿De  qué  es  la  ventura  y  bien? 

J  UAN.  De  que  los  cielos  me  den 

una  esperanza  segifta, 

de  que  fui  Pigmalión; 
pues  .se  me  ha  vuelto  mujer 
la  que  fué  de  piedra  ayer 
para  mi  lionor  y  opinión. 

Madre,  yo  estoy  ya  casado, 
no  me  preguntéis  con  quiéti, 
que  yo  sé  que  os  está  bien, 
si  Eliso  no  me  ha  engañado. 

Apercibid,  madre  mía, 
joyas  y  ca.sa  a  una  nuera, 
que  si  el  .sol  liijos  tuviera, 
preciarse  della  podría. 


Lis. 


(Sale 

Bei,. 


Lis. 
Cei,. 


Bei,. 
Lis. 

Bel, 


Cel. 
Bel. 
Fi,ü 
Cel. 

Bel. 

Lis. 

Bel 

Lis. 

BivL, 


Ya  descansaréis,  señora, 
del  cuidado  de  mi  estado; 
ya  el  cielo  mujer  me  ha  dado; 
no  me  preguntéis  agora 

quién,  para  qué  ni  por  qué, 
que  el  quién  es  el  bien  que  vi; 
el  para  qué,  para  mí, 
y  el  por  qué,  porque  la  amé. 

Y  ha  de  ser  desta  manera, 
el  cómo  y  cuando  se  acabe: 
el  cómo,  como  amor  sabe, 
y  el  cuándo,  cuando  Dios  quiera. 
(Vase.) 

¿Qué  enigmas,  qué  desatinos 
son  estos?  ¿Qué  loco  error 
de  los  consejos  de  amor? 
Pero  todos  son  caminos 

para  conocer  que  son 
estos  esclavos  fingidos; 
pensamientos  atrevidos, 
tomemos  resolución . 

Este  esclavo  es  caballero, 
¿qué  aguardo,  pues  que  le  adoro? 

Belisa,  furiosa,  y  Celia  y  Flora  teniéndola.) 

Llamadme  ese  perro  moro 
de  quien  mi  remedio  espero. 

Presto,  presto,  que  me  aprieta 
fuertemente  el  corazón. 
¿Qué  es  e.sto? 

Aquella  pasión 
que  la  oprime  y  la  sujeta 

a  los  desmayos  que  ves. 
Llamad  a  Pedro,  enemigas. 
Hija,  ¿de  qué  te  fatigas? 
¿Qué  es  esto? 

No  veis  lo  que  es 

esta  fuerza  del  sentir 
y  este  forzoso  callar. 
A  Pedro  voy  a  llamar. 
No  tú;  Flora  puede  ir. 

Pues  yo  voy. 

(¡Que  Felisardo 
guste  de  que  viva  aquí!) 
Madre,  duélase  de  mí. 
¿Qué  tienes? 

I<a  muerte  aguardo. 

¿Qué  sientes? 

TTn  no  sé  qué 
(jue  me  da  en  el  corazón 
con  mía  cierta  pasión 
que  se  siente  y  no  se  ve. 

Tengo  en  él  un  arador 


ACTO  TERCERO 


07 


Lis. 


Bei, 


Lis. 
Bei. 

CEt, 


Fei< 
Fi,o 

Fei< 


Lis. 
Cei,. 
Lis. 

Fei. 


Lis. 
Fki, 


Lis, 


que  me  escarba  y  hace  mal 

como  un  granito  de  sal, 

y  aun  sospecho  que  es  menor. 

Tengo  el  corazón  tan  niño 
que  llora  de  cualquier  cosa; 
madre  mía,  madre  hermosa, 
oiga,  mire  que  la  riño 

de  que  no  me  ha  regalado. 
Triste,  ¿qué  te  puedo  hacer 
si  el  corazón  ha  de  ser 
con  epítimas  curado? 

Gasta  mi  hacienda  en  jacintos, 
en  perlas,  oro  y  corales. 
¿No  ve  que  son  estos  males 
de  lo  que  piensa  distintos? 

Hágame,  madre,  una  cuna 
donde  mezca  el  corazón, 
por  que  duerma  en  la  pasión 
que  me  aflige  y  importuna. 

Cómpremele  un  vaquerito 
y  unos  zapatos  dorados, 
dele  confites  pintados. 
¿Estás  loca? 

Hable  quedito; 

que  pensará  que  es  el  coco. 
Será  el  corazón  primero 
con  zapatos  y  vaquero, 
(¿Hay  tal  melindre?) 

(Salen  Flora  y  Felisardo.) 

Estoy  loco. 

Ten  paciencia,  que  has  de  ser 
médico  desta  doncella. 
¿Téngome  de  andar  tras  ella 
teniendo  tanto  qué  hacer? 

Por  mi  fe,  que  estamos  buenos. 
¿Quién  limpiará  los  caballos? 
Solos  podemos  de  jallos. 
Yo  me  esconderé,  a  lo  menos. 

Siéntate  en  aquesta  silla, 
y  tú,  Pedro,  llega  a  hablalla. 
¿Cómo  podré  yo  curalla? 
Tu  engaño  me  maravilla. 

¿Qué  tengo  yo  que  la  curan 
con  mis  uñas?  ¿Soy  la  gran  bestia; 
¿Esto  te  causa  molestia? 
¡Gentil  médico  os  procuran! 

A  quien  cura  los  caballos 
remiten  vuestra  salud. 
Tienes  tú  grande  virtud. 
¡Ea!,  bien  podéis  dejallos. 

Acude,  Flora,  a  tu  hacienda, 
que  a  hablar  con  Tiberio  voy. 
(Vansí  T4SARDA  y  Flora  y  escóndase  Celia.) 


Cp;!,.  Cielos,  escondida  estoy; 

haced  que  este  enredo  entienda. 
Fei,.  ¡Ea!,  pues  ya  estoy  aquí, 

¿qué  he  de  hacer? 
Bei,.  Dame  esa  mano. 

Fei,.  Bien  te  entiendo,  amor  tirano. 

Pero,  ¿qué  quieres  de  mí? 
Adoro  a  Celia,  aborrezco 

este  melindre  y  enfado. 

Ya  la  mano  os  he  tomado. 
Bei..  Válgame  amor,  que  enmudezco. 

Fei,.  Corrido  estoy  que  toméis 

mano  tan  áspera  y  callos 

que  de  almohazar  seis  caballos 

la  tienen  como  la  veis. 
Bei<.  Con  ella  descanso,  Pedro. 

Fei,.  Pues  si  os  hago  bien,  señora, 

¿cómo  este  virote  agora 

por  el  bien  que  os  hago  medro? 
¿Por  qué  me  tratáis  ansí 

si  vuestro  médico  soy? 
Bei,.  Porque  si  te  vas  me  voy 

hasta  la  muerte  sin  ti. 
Fei,.  ¿a  cuál  esclavo,  sin  culpa, 

clavos  y  virote  han  puesto? 
Bei,.  ¡Jesús!,  apriétame  presto 

y  no  me  pidas  disculpa. 

Aquí,  aquí,  ¡qué  gran  dolor! 
Fei,.  ¿Qué  tiene  vuesa  merced? 

Bei,.  Deseos  de  hacer  merced 

a  quien  ni  aim  pide  favor. 
Fei,.  ¿Cómo  es  eso? 

Bei,.  No  sé,  a  fe. 

Pónenseme  unas  cositas 

en  los  ojos  tamañitas, 

que  apenas  el  sol  las  ve; 

y  éstas  se  me  entran  por  ellos 

y  con  dulce  alteración 

pellizcan  el  corazón. 
Fei,.  ¡Qué  lástima! 

Bei..  Tenia  dellos. 

Fei,.  Mayor  la  tengo  de  mí, 

por  vos,  con  este  virote. 
Bei,.  Pues  eso  no  te  alborote, 

que  yo  le  traigo  por  ti. 

¿Qué  dije?  ¡Jesús!,   ¿qué  es  esto? 

Loca  estaba,  necia  estoy. 

¡Qué  desgracia!  ¡Mi^ierta  soy! 

Aprieta  esa  mano  presto. 
Fei..  Desmayóse.  ¿Hay  cosa  igual? 

Vergüenza  debió  de  ser; 

fácil  está  de  entender 

la  calidad  de  su  mal. 


678 


IOS  mi:li.\dres  he  t.iíltsa 


Cel. 

Feí.. 
Cei.. 

Fel. 
Cel. 


Fei,. 


Ckt,. 


Fkl. 
Cía, 


l-EI, 


liRL. 


Ckl, 


Pero,  triste,  ¿yo  qué  haré? 
¿Qué  remedio  le  he  de  dar? 

(Sale  Cki.IA.) 

Bien  lii  puede  remediar 
\'uesa  merced. 

Yo,  ¿por  qué? 

Porque  quien  le  dio  la  mauu, 
¿qué  puede  negarle  ya? 
¡Qué  necio  tu  amor  está! 
Necio  sí,  mas  no  liviano. 

¡Ah,  Felisardo!,  ¿qué  es  esto?, 
pues  no  creas  que  he  de  estar 
donde  me  puedas  picar 
tan  libre  y  tan  descompuesto. 

Don  Juan  me  quiere,  yo  haré 
que  hoy  en  sus  manes  me  veas. 
Sin  culpa  matar  deseas 
quien  por  la  tuya  se  ve 

en  tantas  persecuciones. 
Esta  loca  melindrosa 
anda,  mi  bien,  codiciosa 
de  que  entienda  sus  razones. 

Y  es  que  sin  duda  ha  sabido 
o  sospecha  lo  que  soy; 
forzado  con  ella  estoy, 
médico  violento  he  sido. 

Aquí  me  tomó  la  mino 
y  este  diamante  que  ves 
me  puso  en  ella;  no  estés 
conmigo  enojada  en  vano, 

sino  (i)  como,  en  fin,  despojo.«, 
que  de  su  vana  locura 
rinde  el  alma  a  tu  hermosurí', 
hoy  le  présenlo  a  tus  ojos. 

Toma  el  diamante,  mi  bien, 
y  vete,  no  vuelva  en  sí. 
;Que  yo  me  vaya  de  aquí? 
, Bueno!;  Aunque  el  mimdo  me  den. 

Toma  tu  «llamante  allá. 
¿Pues  quieres  que  yo  me  vaya? 
Sí,  que  si  amor  la  desmaya, 
en  ti  la  piedra  hallará, 

y  en  mí  el  mayor  desengaño, 
i'ufs  voynu-,  (jue  es  ley  en  mí 
tu  vohiniad. 

(Vasc  Felisardo.' 

¿Esto  oí? 
¿Qué  aguarda  mi  loro  engaño? 

j  Fuera  digo!  |Muerta  soy! 
;Qué  tienes,  señora  mía? 


(i)  Hartz.  enmendó  «que  yo.» 


Bel.  ¡Oh  nube  de  mi  alegría 

y  del  sol  que  viendo  estoy! 

¡Madre,  madre,  Flora,  gentu 
desta  casa!  ¡Hola,  criados! 

(Salen  I,is.\uda,  Flora  y  Carrillo., 

Lis.  ¿Qné  es  esto,  aistes  cuidados? 

¿Es  melindre  o  accidente? 
Bel.  No  es  melindre. 

Lis.  ¿Pues  qué  ha  sido? 

Bel.  Agora  veréis  quién  son 

esclavos  y  si  es  razón 

darle  el  castigo  que  os  pido. 
Bien  conocéis  el  diamante 

que  compré  en  los  cien  escudos. 
Cakk.  Di  más,  que  nos  tienes  mudos 

en  suspensión  semejante. 
Bel.  Estando  aquí  desmayada. 

Zara  a  mi  mano  llegó 

y  el  diamante  me  tomó. 
Cauk.  ¡Oh,  perra  disimulada! 

A  ver  la  mano. 
Lis.  ¿Tú,  Zara, 

agora  das  en  ladrona? 
Cel.  Señora... 

Carr.  Calla,  perrona. 

Flo.  Ladrona.  ¿Quién  tal  pensara? 

Lis.  ¿Qué  disculpa  puedes  dar? 

Bel.  Si  a  Carrillo  no  la  entregas, 

si  por  su  perdón  me  ruega?, 

si  no  la  mandas  pringar, 

cuéntame  por  muerta  luego. 
Ijs.  Carrillo. 

Cark.  Señora. 

Lis.  A  ti 

la  entrego. 

(Vansc  I.isarda  y  Flora.) 


Carr. 

Déjame  a  mí. 

Cel. 

Señora... 

Bel. 

Ponía  en  un  fuego. 

Carr. 

Ya  vuesa  merced  está. 

como  ha  visto,  en  mi  poder. 

Cel. 

Puc-s  bien,  ¿(|ué  quieres  hacei  ? 

Cark. 

Ivso  agora  lo  verá. 

Desnúdese. 

Cel. 

¿Estás  en  ti? 

Carr. 

Galga,  agradezca  que  plugo 

a  su  dielia  que  un  verdugo 

tuvie.se-  tan  noble  en  mí. 

Y  concluya,  que  ha  de  haber 

azoto  y  tocino  ardiendo. 

Cel 

,;Tú  eres  hombre? 

ACTO  TERCÜUÓ 


679 


Carr.  Así  lo  entiendo. 

Cki,.  ¿y  sabes  que  soy  nmjer? 

Carr.  Eso  agora  lo  veremos; 

desmirle. 
Ckl.  Tiempo  es  de  hablar. 

i  Pe li sardo! 
Carr.  Eso  es  cansar 

los  aires  haciendo  extremos. 
Cei<.  ¡Fclisardo,  esposo  mío! 

C.\RR.  Su  esposo  está  con  Mahoma. 

Acabe. 

(Sale  Don  Juan.) 

Juan.  Aunque  vaya  a  Roma, 

veréis  si  en  mi  error  porfío; 
y  yo  sé  muy  bien  quién  es. 

CEr,.  Don  Juan,  señor. 

Juan.  ¿Qué  es  aquesto? 

Carr.  Cuando  lo  sepas  verás 

que  causa  y  licencia  tengo. 
El  diamante  que  tu  hermana 
compró  ayer  de  aquel  platero 
le  hurtó  la  perra  que  miras. 
Ja  de  los  ojos  honestos; 
hanme  mandado  azotalla, 
y  yo,  como  ves... 

(Saque  ia  espada.) 

Juan.  ¡Oh,  perro!, 

¿A  im  ángel? 

Carr.  Tente,  señor; 

si  es  ángel,  no  tengas  duelo, 
porqite  si  espíritus  son 
y  están,  como  ves,  sin  cuerpo, 
mal  puedo  yo  hacerle  agravio. 

Juan.  ¡Villano,  matarte  tengo! 

Carr.  ¡Tiberio,  Lisarda,  Flora, 

Behsa! 

Cee.  Dejadle  os  ruego, 

que  era,  en  efecto,  mandado. 

Juan.  Por  vos,  señora,  le  dejo. 

¿Hay  tal  maldad?  ¿Hay  tal  furia? 
¿Hay  tal  envidia?  Ojos  bellos, 
tomad  venganza  en  los  míos, 
ponedme  esta  espada  al  pecho. 
Veisla  aquí;  matad  me,  dadme 
mil  muertes,  yo  las  merezco. 

Cet..  vSeñor,  dejadme  pasar, 

que  tengo  a  I^isarda  miedo. 
Dejadme,  por  Dios,  señor; 
porque  si  os  hallan  en  esto 
y  a  mí  con  vos  sin  testigos 
habrá  testimonios  nuevos. 


Dejadme  ir  a  la  cocina, 

dejadnie. 
Juan.  Espera. 

Cei,.  No  puedo. 

(Vase  Celia.) 

Jttan.  ¿Hay  tal  crueldad?  Mas,  ¿qué  mucho 

que  huyáis  de  verme,  pues  llego 
a  tiempo  que  un  vil  lacayo, 
obedeciendo  al  imperio 
de  una  mujer,  que  es  mi  medre, 
intente  tal  sacrilegio 
a  la  imagen  que  criaron 
con  tal  perfección  los  cielos? 
Pues  mi  mujer  ha  de  .ser; 
yo  os  desengaño;  y  tan  presto, 
que  os  espantéis  y  tengáis 
per  imposible  el  remedio. 

(Salen  Tiberio  y  I,isarda.) 
Tin.  Don  Juan,  ¿qué  es  esto  que  dices? 

Juan.  Oíd  lo  que  le  estoy  diciendo, 

pues  sois  los  dos  a  quien  hoy 

prestar  reverencia  debo. 

Aquí  dejastes  un  hombre 

que  a  no  se  escapar  tan  presto 

él  llevara  el  justo  pago 

de  su  loco  atrevimiento, 

para  que  azotase  a  Zara. 

Pero  advertid  que  no  quiero 

que  ponga  nadie  las  manos 

en  mi  mujer. 
Tjs.  ¿Q^ié  es  aquesto? 

Juan.  Que  es  mi  mujer. 

TiB.  Cuánto  mejor 

fuera,  don  Juan,  llamar  luego 

quien  al  nuncio  te  llevara. 
Juan.  No  estoy  loco,  no.  Tiberio. 

TiB.  Pues,  ¿puede  tales  razones 

decirlas  un  hombre  cuerdo? 

Rapaz,  loquillo,  ignorante, 

estaba  por  darte... 
Juan.  Quedo. 

TiB.  Para  sacarte  vergüenza, 

pues  no  la  tienes  en  ellos, 

con  la  mano  en  los  carrillos. 
Juan.  Habíame  con  más  respeto, 

que  si  no  fueras  mi  tío... 
(Vase  Don  Jitan.) 

TiB.  ;Tú  a  mí? 

Ij.s.  Déjale  te  ruego, 

que  si  él  se  quiere  casar 
con  una  esclava,  yo  quiero 
casarme  con  un  esclavo. 


68o 


Los    MELINDRES    DE    BELISA 


TlB. 

Lis. 


TiB. 


Lis. 
Tin. 


Ijs. 


Tih. 


Lis. 

TiB. 

Lis. 


¿Qué  dices? 

Vengarme  tengo; 
nii  hacienda  le  quiero  dar; 
lio}-  me  casaré  con  Pedro, 
que  ya  no  puedo  sufrir 
de  don  Juan  atrevimientos 
y  melindres  de  Belisa. 
Tan  necia  estás  como  ellos; 
pero  quiérete  decir 
para  los  dos  un  remedio 
con  que  templarás  su  furia 
y  puedes  ponerlos  miedo. 
¿Cómo? 

En  la  corte,  Lisarda, 
vive  un  cierto  caballero, 
cuyo  nombre  es  Felisardo, 
parecido  en  tanto  extremo 
a  este  Pedro  esclavo  tuyo 
que  si  los  juntasen  creo 
que  los  que  más  los  conocen 
no  puediesen  conocellos 
a  tener  vestido  igual; 
y  pues  los  clavos  de  Pedro 
son  fingidos  y  el  virote 
puede  quitarlo  y  ponerlo, 
hazle  vestir  ricamente 
en  tu  casa,  de  secreto, 
y  de  que  te  viene  a  ver 
conmigo,  que  trato  desto, 
y  fingiendo  la  escritura 
del  tratado  casamiento 
pondrás  temor  a  tus  hijos 
y  rienda  al  uno  en  deseos 
y  al  otro  en  tantos  melindrea, 
iiien  me  parece  el  con=cjo; 
])cro  jxxlrán  conocer 
a  Pedro. 

Pues  eso  quiero, 
porque  pensarán  también 
que  con  engaño  secreto 
das  a  un  esclavo  tu  hacienda. 
Sí;  pero  importa  primero 
instruir  a  IVdro  en  todo. 
Voyl»-  a  haljlar. 

Parte,  Tib;jrio. 
Cielos,  sin  saber  por  dónde 
a  hallar  mi  renudio  vengo; 
sospecho  que  af|ueste  e.sclavo 
es  el  mismo  caballero. 
Jallos  Ule  casan  de  burlas 
con  aqueste  fingimiento 
y  yo  d'.-  veras  me  '-aso, 
¡x-rque  si  al  alma  yo  creo, 


¿quién  duda  que  es  Felisardo 
este  que  parece  Pedro? 

(l'ansf  y  salen  Belisa  y  Flora.) 

Bki^.  Saca  imas  velas  aquí. 

Pi,o.  Ya  las  prevengo,  señora. 

Bei,.  Arrastra  un  bufete,  Flora. 

Fi,o.  ¿Quieres  escribir? 

Bei,.  No  y  sí; 

porque  si  mis  pensamientos 
quiero  al  papel  remitir, 
¿qué  pluma  basta  a  escribir 
tan  extraños  sentimientos? 
Ft,o.  ¿Cómo  fué  aquello  de  Zara 

que  tanta  pena  te  dio? 
Bei..  Fingí  desmayarme  yo 

porque  el  alma  se  animara; 
y  cuando  me  dio  la  mano 
plísele  el  diamante  en  ella, 
l-'i.o.  ¿A  Pedro? 

Pki..  Sí,  qiie  por  ella 

pudo  entenderme  el  villano. 

Mas  no  me  quiso  entender, 
pues  que  saliendo  celosa 
esa  esclava  rigurosa, 
ese  demonio  o  mujer, 

que  escondida  nos  miraba 
aquel  diamante  le  dio, 
imaginando  que  yo, 
Flora,  desmayada  estaba. 

Yo,  con  los  justos  enojos 
que  de  su  amor  recibí, 
que  ella  me  le  hurtó  fingí 
por  descgraviar  mis  ojos; 

pero  no  lo  quedé  bien 
del  castigo  prevenido. 
Flo.  Don  Juan  la  culpa  ha  tenido 

para  que  no  se  le  den. 

Pero  mira  que  has  errado 
en  pen.sar  que  Pedro  entiende 
tu  amor,  pues  que  se  defiende; 
que  lo  que  le  has  declarado 

no  ha  sido  más  que  por  señas 
y  en  amores  desiguales 
si  no  eliges  medios  tales 
y  le  previenes  y  enseñas, 

no  vendrá  en  conocimiento 
de  tu  amor. 
Bei..  Si  yo  supiese, 

Flora,  que  este  Pedro  fuese 
quien  tengo  en  el  pensamiento, 

pien.so  que  me  atrevería 
a  decirle  en  el  rigor 


ACTO  TERCE&O 


68l 


que  estoy  de  celoso  amor. 
Fi.O.  vSieiiiprc  de  la  luz  del  día 

huye  la  vergüenza  noble; 
noche  es  ya,  la  obscuridad 
para  toda  libertad 
suele  dar  licencia  al  doble. 

Habíale  sin  luz,  y  di: 
«Pedro,  5'o  soy;  yo  te  quiero». 
Bfj,.  I.os  melindres  considero 

con  que  he  vivido  hasta  aquí; 

pero  si  por  castigarme 
amor  esto  permitió, 
será  resistirme  j-o 
dar  armas  para  matarme. 

Mas,  ¿sabes  lo  que  has  de  l.'acer 
cuando  Pedro  venga  aquí, 
para  que  yo  pueda  ansí 
esta  vergüenza  romper? 

Fingir   que  al  despabilar 
las  velas  mataste  alguna. 
Fi,o.  Sí;  ¿mas  la  otra? 

Bei,.  Ninguna 

luz  con  luz  ha  de  quedar, 

que  la  del  entendimiento 
tengo  de  cegar  también 
para  que  pueda  más  bien 
decille  mi  pensamiento. 

Pero  retírate  aquí, 
que  estos  los  esclavos  son. 

(Salen  Celia  y  Felisardo.) 

Fei,.  Esta  determinación, 

Celia,  me  provoca  ansí. 

CHI,.  Detente  y  nüralo  bien. 

Fei,.  Yo  me  quiero  declarar; 

que  no  es  razón  esperar 
a  que  alguna  vez  te  den 

el  castigo  que  hoy  querían 
y  qiie  un  laca3'o  villano 
ponga  en  los  ojos  la  mano 
que  en  luz  al  sol  desafían. 

Cei,.  Míralo  mejor  primero. 

Fei*.  ¿Qi^ié  tengo  ya  que  esperar, 

si  me  acaban  de  contar 
que  el  navarro  caballero 

hoy  salió  a  misa  de  herido, 
como  suelen  las  de  parto? 
Y  fuera  desto,  estoy  harto 
de  las  penas  que  he  sufrido. 
Como  mal,  dixermo  peor, 
traigo  este  virote  aquí, 
que  a  no  ser  esto  por  \  i 
era  insufrible  rigor. 


Ayer,  ¡mira  qué  vergüenza!, 

me  hicieron  ir  hasta  el  río. 
Cei,.  Mira,  Felisardo  nn'o, 

que  la  fortuna  comienza 
por  un  adverso  suceso 

y  después  se  siguen  mil. 

Confieso  que  el  traje  es  vil 

y  tus  trabajos  confieso; 
pero  considera  en  mí 

no  menos  pena  y  dolor. 
Fei,.  ¿Pues  será  sufrir  mejor? 

Cei..  Díceme  el  alma  que  sí. 

Salte  de  la  sala  luego, 

que  está  allí  Belisa. 
Bei,.  Fspera, 

Pedro. 
Fei<.  Tengo  qué  hacer  fuera. 

Cei,.  Espera, 

Fei,.  Temblando  llego. 

BeIy.  No  te  vayas,  que  después 

que  no  esté  mi  madre  aquí 

tengo  que  hablarte. 
CEL.  ¡Ay  de  nü! 

Fei,.  ¿Qué  tienes? 

Cei,.  ¿Ya  no  lo  ves? 

Fei,.  Dirás  que  celos. 

Cei,.  ¿Soy  yo 

de  piedra? 
Fei,.  Piensa,  mi  bien, 

que  aunque  mil  mundos  me  den 

diré  a  todo  el  mimdo  no. 

(Saien  I,isarda  y  Tiberio.) 

I.is.  Esto  dicen. 

TiB.  Es  don  Juan 

mozo,  no  me  maravillo. 
Lrs.  Pues  más  me  ha  dicho  Carrillo. 

TiB.  ¿Cómo? 

I,is.  De  concierto  están 

él  y  sus  locos  amigos 

de  robar  la  esclava. 
Fi.o.  Agora 

es  imposible,  señora, 

hablarle,  que  hay  mil  testigos. 
Bei,.  Calla,  que  bien  sabe  amor 

dar  a  los  extremos  medio. 
Fl,o.  Pues  ejecuta  el  remedio 

porque  le  tenga  el  dolor. 
Bei,.  Flora. 

Fl,o.  Señora. 

Bei,.  Esas  velas 

avisa. 
Fei,.  Al  despabilar. 


682 


Los    Mt-l.lNDRtS    DE   BÉLISA 


llama  esta  loca  avisar. 
Fi.o.  Kl  amor  todo  es  cautelas. 

Reí,.  ¿Matástela? 

Fi,o.  Por  cortnlla 

l)aja,  la  vela  mate. 
Rnr,.  tQiit^.  f'sto  no  sabes? 

Pi.o.  Xo  sé 

avisalla  y  sé  matalla; 

porque  qiüen  mata  no  avisa: 

con  estotra  encenderé. 
ÜF.l..  Aguarda  y  te  enseñaré 

cómo  se  avisa. 
Flo.  ¡Oh,  qué  risa! 

La  vela  has  muerto  también. 
Lis.  ¿Qué  es  esto? 

Tin.  A  escaras  estamos. 

Lis.  ¿Cómo? 

Fi,o.  Las  velas  matamos 

por  avisarlas  más  bien. 
Lis.  Fsta  es  famosa  ocasión 

para  allegarme  a  mi  esclavo. 
Bel.  Hoy  de  declararme  acabo; 

lioy  le  digo  mi  afición. 
Fei..  Mientras  que  velas  encienden, 

a  Celia  quiero  acercarme. 
Ciíi..  Pues  na«lie  puede  estorbarme 

de  los  que  mi  mal  pretenden, 
qui?ro  acercarm?  a  mi  bien. 

(Vayan,  peco  n  poco,   Belisa,  n  su  madre;  Celia, 
Floua,  V  Fellsardo,  a  Tiberio.) 

Lis.  ¡Ah,  mi  bien!,  ¿queréis  círme? 

Bel.  ¿Pues  qué  quiere  amor  tan  firnu  . 

sino  que  le  oigáis  tombién? 

(Felisardo  a  Tiberio.) 

Fel.  ¡Ah,  mis  ojos!,  no  te  enfades 

desta  loca  pretensión, 
fin.  ¿Dícesme  a  mí  esa  razón? 

I"EL.  Luego,  ¿no  te  persuades? 

ii»  Yo  bien  creo  que  don  Juan 

hará  cualquier  desatino. 
Fkl.  Los  <k-  Belisa  imagino 

que  mayor  pena  me  dan. 

(Celia  a  Flora.) 

Ckl.  lín  fin,  mi  vida,  ¿(jue  das 

en  ría r me  celos? 

Fi/).  ¿(Juién  es? 

Cel.  ¿Ouién  e.s?    ¿Luego  no  lo   ves? 

I"' LO.  Ivn  gracioso  engaño  estás. 

Cki,.  Xo  la  hables,  por  mi  vida. 

Fl/).  ¿A  qtiién  no  tengo  de  hal)lar? 


I  (T.isarda  a  Belisa.) 

Bel.  X'o  me  osaba  declarar; 

mas  ya  no  hay  cosa  que  impida 
decirte  mi  t^ensamiciito. 
Lis.  Sabe  Dios  lo  que  he  pí  sado, 

por  haber  di.«imulado 
I  la  fu?rza  d*^  mi  tornr  rtn. 

(Felisarpo  a  Tiberio.) 

¡    Fel.  ¿Ouiéresme  dar  una  mano? 

<    TiB.  ¿La  mano  yo?  ¿Para  qué? 

I'EL.  Xo  te  enojes,  pues  no  fué 

el  enojarte  en  mi  mano. 
Tin.  ¡Hola,  velas!,   ¿qué  es  aquesto? 

I  Tu  voz,  Lisarda,  y  razones 

I  desconozco. 

Bel.  En  que  ocasiones, 

mi  bien,   mi  vergüenza   has  puesto. 
Dame  una  mano. 
Lis.  y  las  dos. 

Fel.  Qué,  ¿la  mano  no  me  das? 

Tin.  Vela.",  ¡liolr! 


(Sal¿  Carrillo  con  tui  hacha  alumbrando  a  Don  Juan  ) 

Carr. 
Juan. 


¿Adonde  vas? 
\'oy  como  un  loco,  por  Dios. 
¿Qué  hacéis  todos  dcste  modo? 
TiB.  Lumbre  estamos  esperando. 

Bel.  Con  mi  madre  estaba  hablando; 

l)asta,  que  lo  he  dicho  todo. 
Lis.  A  mi  hija  he  declarado 

que  quiero  a  mi  esclavo  bien, 
y  ella  me  ha  dicho  también 
que  tiene  el  mismo  cuidado. 
Fel.  Basta,  que  a  Tiberio  hablaba 

y  requiebros  le  decía. 
TiB.  Lo  que  entonces  no  entendía, 

pues  ser  l^isarda  pensaba, 

era  que  Pedro,  el  esclavo, 
me  estaba  diciendo  amores. 
Cel.  ¡Oh,  noche,  madre  de  errores!. 

Agora  de  ver  acabo 

que  dije  amores  a  l'lora. 
Lis.  ¿A  qué  vienes,  como  griego, 

a  poner  a  Troya  fuego? 
JiTAX.  Dame  mi  mujer,  señora; 

que  la  tengo  de  llevar 
esta  noche  donde  veas 
(jue  si  casarte  deseas, 
también  me  quiero  casar; 

que  está  más  puesto  en  razón. 
Lis.  Ve,  Flora,  y  encierra  a  Zara. 

Juan.  ¿líncerrar? 


ACTO  TERCERO 


683 


TiB. 

Juan. 
Lis. 

Fei.. 


Juan. 

I'ET,. 


0\'e  y  repara. 
¿Quién  repara  con  pasión? 

Tú  también,  Pedro,  con  Flora, 
guarda  a  Zara. 

One  me  place, 
porque  esto  qne  don  Juan  hace 
es  cosa  injusta,  señora. 

¿Vos  también,  perro? 

"S'o  soy 
perro  de  sola  esta  huerta, 
y  mientras  guardo  la  puerta 
y  por  su  defensa  estoy, 

aunque  por  las  tapias  sea, 
ni  entraréis  ni  cogeréis 
la  fruta  que  pretendéis 
y  ese  loco  amor  desea. 

Que  tengo  sembrada  en  ella 
una  tan  verde  esperanza, 
que  veréis  en  mi  venganza 
lo  que  pienso  hacer  por  ella. 

Si  el  perro  cuando  le  agravian 
no  hay  dueño  de  que  se  acuerde, 
vos  veréis  qué  perro  os  muerde: 
porque  amor  con  celos  rabia. 

(P'lora  }'  Felisarpo  lleveti  a  Celia.) 

Juan. 

Dejadme  que  esta  loca  desvergüenza 
castigue  en  este  bárbaro  villano. 

Tiberio. 

Don   Juan,   detente   y  mira,    que   no  es   justo 
que  a  la  sangre,  a  las  canas  y  al  consejo 
pierdas  el  respeto. 

Juan. 

Yo  no  he  sido  viejo; 
tú  has  sido  mozo  y  sabes  que  amor  puede, 
en  tierna  edad,  hacer  estas  locuras; 
3^  yo  no  sé  de  tus  obligaciones 
el  estrecho  camino  en  que  me  pones. 

LlSARDA. 

No  le  respondas,  déjale,  por  loco. 

Juan. 
Dame,    madre,  mi  esposa. 

Bei<isa. 

Aunque  he  callado, 
no  me  ha  faltado,  hermano,  el  sentimiento, 
debido  a  semejante  atrevimiento. 
¿Qué  esposa  te  han  de  dar? 


Juan. 

Zara  es  mi  esposa. 

Bkijsa. 

¿Zara?  ¿Una  esclava? 

Juan. 

Pues  que  yo  la  pido, 
yo  sé  quién  es. 

Bei.iSA. 

Pues  si  otra  cosa  sabes 
de  lo  que  desta  turca  saben  todos, 
procede  más  discreto,  y  como  noble 
harás  tu  diligencias  allá  fuera. 

Juan. 

Si  os  traigo  aquí  quien  lo  que  digo  os  diga, 
¿qué  me  diréis? 

Tiberio. 

Si  alguno,  como  tenga 
crédito,  no^  dijese  el  desengaño 
y  pareciere  justo  que  te  cases 
con  mujer  que  en  la  cara  tiene  un  hierro, 
yo  mismo  quiero  dártela  esta  noche. 

Juan. 

Parte,  Carrillo,  y  llama  a  Eliso;  aguarda, 
vamos  los  dos,  que  hasta  su  padre  mismo 
he  de  traer  aquí. . 

Carrillo. 

Señor,  ¿qué  intentas? 
Mira,  por  Dios,  que  tu  linaje  afrentas. 

Juan. 
Infame,  ¿acaso  quieres  qiie  te  mate? 

Carrillo. 
¿Con  esta  luz  no  a'cs  tu  disparate? 
Juan. 


Amor  ts  luz. 


Carrillo. 


Confieso;  pero  mira 
que  esta  hacha  alumbra  con  aquesta  cc  1  a 
y  se  alimenta  della  y  luego  mira 
que  volviendo  su  llama  hacia  la  tierra, 
la  misma  cera,  por  quien  ésta  vive, 
es  de  quien  muerte  y  confusión  recibe. 

Juan. 

Filósofo  lacayo:  ¡vive  el  cielo, 

que  te  corte  las  piernas!  Ve  delante. 


6S4 


t-OS    MELINDRES    DE    RELISA 


Carrii.u>. 

¿Qué   luz   podrá  alumbrar  a  un  ciego  amante? 

(Vanse  Carrillo  3-  Joan.) 

Tiberio. 

Buena  ocasión,  Li.sarda,  me  parece, 
para  hacer  tu  fingido  casamiento. 

Lis  ARDA. 

Parte,  y  harás  que  Pedro  se  transforme 
en  Felisardo  y  que  a  las  vistas  venga; 
que  yo  haré  que  mis  hijos  se  sosieguen. 

Tiberio. 

Yo  voy,  que  conocerle  es  imposible, 
sin  clavos,  sin  virote  y  en  el  hábito 
bizarro  que  le  tengo  prevenido. 

(]'ase  Tiberio.) 

IjSARDA. 

Con  este  engaño  engañaré  a  Tiberio, 
que  él  piensa  que  a  mis  lujos  doy  castigo, 
y  es  que  quiero  casarme  con  un  hombre 
que  sólo  tiene  ya  de  esclavo  el  nombre. 
¿Sabes  dónde  fué  Tiberio? 
Bei,.  ¿Fué  por  la  justicia  acaso? 

Ijs.  Pues,  ¿no  sabes  que  me  caso? 

¿Uo  has  entendido  el  misterio? 
Bei,.  ¿Tú  te  casas? 

T.is.  Ksta  noche 

vendrá  a  vistas,  ya  le  espero. 
Bei,.  ¿y  quién  es? 

Lis.  Un  caballero. 

Ya  va  Tiberio  en  el  coche, 
para  venirse  con  él. 
Bei,.  ¿Es  martelo  que  nos  das? 

I.IS.  ¿Martelo?  Ya  lo  verás, 

si  no  le  tengo  por  él. 

Dáisme  terribles  enfados 

con  vuestros  locos  antojos; 

qucréisme  sacar  los  ojos 

después  que  os  tengo  criados. 
Tenéisme  muy  acabada: 

tú  con  hacer  melindritos, 

comiendo  yeso  y  barritos, 

siempre  opilada  y  sangrada. 
Y  aquel  necio  inobediente, 

con  pedir  galas,  cadenas, 

y  verter  a  manos  llenas 

el  oro  que  no  se  cuente. 
Juego,  caballos,  rameras 

y  agora  querer  casarse; 


pues  todo  vino  a  acabarse; 

las  burlas  se  han  vuelto  veras. 
Ya  no  soy  madre  mimosa, 

ya  no  lloro  ni  me  acabo, 

ainique  fuese  de  un  esclavo, 

será  más  honesta  cosa. 

Quiero,  pues  que  moza  soy, 

tener  quien  mire  por  im'; 

hacienda  tengo. 
Bei-.  Es  ansí, 

pero  oídme. 
Lis.  Oyendo  estoy. 

Bel.  IMadre,  la  mi  madre, 

quejáisos  de  nu'; 

que  soy  melindrosa: 

la  verdad  decís. 

Melindres  tenía, 

con  ellos  nací; 

pero  son  en  mozas, 

flores  en  abril. 

Mas  vos,  mi  señora, 

¿qué  podéis  decir 

en  las  hidalguías 

del  nieto  del  Cid? 

Y  que  al  seis  y  el  siete 

(sean  siete  mil,) 

os  ha  entrado  el  as, 

aunque  lo  encubrís. 

Trocáis  las  edades, 

y  sois  lo  que  fui, 

por  trocar  en  galas 

la  toca  y  monjil. 

vSi  al  ébano  negro 

que  en  la  frente  os  vi, 

ponen  ya  los  tiempos 

lazos  de  marfil, 

liviandad  parece 

que  os  caséis  ansí, 

y  antes  de  casarme, 

pensamiento  vil. 

Decís  que  es  venganza 

¡ay,  madre!,  advertid 

que  pues  bostezáis, 

señal  que  os  dormís. 

Las  flaquezas  vuestras 

me  cargáis  a  mí; 

tenéis  carne  y  hambre, 

buscáis  perejil. 

La  hierba  del  prado 

os  hizo  gruñir; 

relinchasteis,  madre: 

oyólo  el  rocín. 

Ko  pcnigáis  achaques 


ACTO  TERCERO 


Ó85 


al  viernes  aquí; 

beberéis  el  agua, 

pues  coméis  ansí. 

Queréis  compañía, 

medrosa  vivís; 

porque  no  hay  niakla 

que  esté  sin  cojín. 

Aquellos  barritos 

que  decís  de  mí, 

os  han  opilado, 

queréisos  morir. 

Garabato  sois 

que  al  gato  decís 

con  la  boca,  «zape»; 

con  los  ojos,  «miz». 

Parecéis  hormiga; 

la  vejez,  en  fin, 

en  alada  os  vuelve; 

daréis  que  reír. 

Parabién  os  doy, 

si  ha  de  ser  ansí; 

mas  miradlo  bien 

y  esto  sólo  oíd: 

Si  es  viejo  y  sois  vieja, 

juntaréis  allí 

dos  sierras  heladas: 

¡qué  triste  vivir! 

Si  es  mozo  y  sois  vieja, 

madre,  presumid, 

que  seréis  maroma, 

como  el  volatín, 

que  a  pies,  por  momentos, 

os  ha  de  medir, 

para  dar  mil  \aieltas 

al  aire  sutil. 

Con  la  hacienda  \niestra 

comerá  perdiz, 

vestirá  de  tela 

algi'm  serafín. 

Haránle  su  Adonis 

diosas  de  Madrid, 

que  vuelven  peón 

el  mejor  arfil. 

Esto  os  digo  al  alma; 

pero  vos  a  mí, 

que  a  quien  quiere  hacer  (1), 

¿qué  sirve  decir? 

(Salen  Tiberio  y  Feli.sardo,  muy  galán,  quitado  virote 
y  clavos.) 


TiB. 


Seguro  podéis  entrar. 


(i)     Falta  algo  en  este  lugar  para  el  buen  sentido. 


que  a  mí  me  han  dado  licencia . 
Fei,.  Ai\n  no  me  atrevo  a  llegar. 

TiB.  Pero  entrad  con  advertencia 

de  que  os  habéis  de  llamar 
Felisa  rdo. 
Fei,.  (! Extraña  cosa! 

Mi  propio  nombre  me  dice 

que  me  llame.) 
I,IS.  Aquí  es  forzosa 

la  paciencia. 
BeIí.  E.sto  desdice 

a  tu  opinión  generosa. 
Viéndolo  estoy  y  no  creo 

que  te  casas. 
TiB.  Va  ha  venido 

tu  esposo. 
BeIí.  ¡Cielos!,  ¿qué  veo? 

¿Ño  es  éste  Pedro? 
Ffj,.  Aunque   he  sido 

guiado  de  mi  deseo, 

quiero  decir  que  mi  amor 

trujo  ese  raro  valor. 
TjS.  ^lil  veces  seáis  bien  venido, 

que  yo  la  dichosa  he  sido 

en  mereceros,  señor. 
TiB.  Siéntense  los  desposados. 

Bet,.  Tiberio. 

TiB.  ¿Q^ié  es  lo  que  quieres? 

Bei..  ¿Es  verdad  que  están  casados? 

TiB.  Casados  no,  no  te  alteres; 

mas  pienso  que  concertados. 
Bei..  Pues,  ¿éste  no  es  Pedro? 

TiB.  ¿Quién? 

Bei,.  Pedro,  el  esclavo  de  casa. 

TiB.  ¿Estás  loca? 

Bei,.  y  tú  también; 

¿cómo  con  Pedro  se  casa 

mi  madre? 
TiB.  Míralo  bien, 

que  aqueste  es  un  caballero 

que  se  llama  Felisardo. 
Bet,.  Mirarle  despacio  quiero; 

él  es,  sin  duda;   ¿qué  aguardo? 
TiB.  Mírale  mejor  primero; 

que  Pedro  es  esclavo  herrado 

en  el  rostro. 
Bei,.  Dices  bien; 

mucho  me  has  desengañado; 

aunque  puede  ser  también 

que  se  los  haya  quitado. 
TiB.  ¿Cómo,  si  en  la  carne  están? 

Mira  que  es  eso  locura, 
y  que  por  tal  te  tendrán. 


686 


I.OS    MELINDRES    DE   BELISA 


(Salen  Flora  y  Carrillo.) 

Fr,o.  Así  Dios  me  dé  ventura 

como  es  el  novio  galán. 
Cark.  Xo  lie  visto  en  toda  mi  vida 

cara  a  la  de  nuestro  esclavo 

tan  propia  y  tan  parecida. 
RkT-.  Flora. 

Vi,o.  Sonora. 

Hi;i..  Hoy  acabo 

esta  paciencia  ofendida. 
¿Kste  no  es  Pedro? 
I*l,(>.  Señora, 

mucho  le  parece. 
Bicr,.  Flora, 

ve  a  llamar  a  Pedro  luego. 
FU).  Verá  que  éste  es  Pedro  un  ciego; 

pienso  que  tu  madre  adora 
la  gallardía  y  valor 

deste  esclavo,  y  que  te  engaña. 
Hhi..  ¡Pero!:  si  te  tiene  amor 

mi  madre  y   tan  loca  hazaña 

cabe  en  su  perdido  honor, 

no  pienses  qne  has  de  afrentar 

mi  sangre:  que  a  mí  me  toca 

matarte.  Dadme  lugar. 

¿Qué  es  esto? 

Una  hija  loca 

que  hoy  no  se  pudo  encerrar. 
¡Hola!,  llevadla  de  aquí. 

Yo  no  soy  loca,  tú  sí, 

que  con  un  perro  te  casas. 

¡Qué  lá.stima! 

Mucha  pasas 

liaciendo  burla  de  mí. 


Fei,. 

Lis. 


Enr,. 
Fel. 

liF.I.. 
(Sale 

Cnr.. 
Tin. 
Fi;i.. 


Lis. 

Tin. 
Ci:i.. 
Lis. 


Pw:i,. 


Cklia,  muy  bravamente  vestida,  coi   itu  escudero 
V  manió.) 

Pienso  que  a  buen  tiempo  vengo 
Esta  dama  es  la  madrina. 
Guardado  este  asiento  os  tengo, 
aimquc  por  prenda  divina; 
mas  el  del  alma  os  prevengo. 

Aquí,  siñora,  os  sentad. 
¿Ksta  no  es  Zara,  la  esclava? 
Pues,  ¡perra!... 

lisa  lí>ca  atad. 
¿Quién  es,  señora,  txin  brava  i- 
Xo  la  escuchéis,  perdonad; 

que  de  puro  melindrosa 
le  dan  estí>s  accidentes. 
¿ICsta  no  es  Zara?  ¿Hay  tal  cosa? 
Pues,  Zara,  ¿iK)r  (|ué  consientes, 
siendo  tú  de  Pedro  es¡x).sa, 


Cici,. 
Bki.. 

FEr.. 

(Salen  Don 

Jr.vx. 

Fei,. 

Eij. 
Fel. 
Alg. 
Fel. 
Alo. 
Eli. 
Fel. 

Eli. 

Fel. 
Eli. 


Fel. 
Eli. 


I-EL. 


lilíL. 


que  con  mi  madre  se  case? 
¿Qué,  de  melindres.  Perdió 
el  se. so? 

¿Que  aquesto  pase? 
X^o  sería  mujer  yo 
si  dellos  no  me  vengase. 

¡Perros!;  ¿qué  es  esto? 

Criados, 
tened  esa  loca  allá. 
¿Mi  madre  y  Pedro  casados? 

Juan  )■  Prudencio,  padre  de  Celia,  Eliso 
y  la  justicia.) 

La  casa  de  boda  está; 
entrad,  veréis  (i)  embozados. 

Tápate,  Celia.  ¡Ay  de  mí!, 
tu  padre  viene  por  ti. 
¿Adonde  está  Felisardo? 
Eliso  es  éste,  ¿qué  aguardo? 
¿Quién  es  Felisardo  aquí? 

Yo  soy.  ¿Qué  es  lo  que  queréis? 
¿Es  éste? 

El  mismo. 

¿Tú,  Eli.so, 
traes  la  justicia? 

Y  es  justo 
castigo  de  un  falso  amigo. 
¿Yo  falso? 

Pues,  ¿no  se  ve, 
si  habiendo  j-o  pretendido 
a  Belisa  por  mujer 
te  casas,  como  se  ha  dicho, 
y  como  se  ve  en  el  traje? 
¿Yo? 

Pues,  ¿quién  sino  tú  mismo? 
Y  para  más  desengaño 
de  tu  traición,  ¿no  es  indicio 
haberte  dejado  en  forma 
de  esclavo  herrado  y  vendido 
para  que  no  te  prendiesen 
por  el  pasado  delito, 
y  hallarte  en  traje  de  novio 
tan  galán,  visto.so  y  rico? 
Si  hallaras  que  eso  es  verdad, 
por  el  tiro  (2)  te  permito 
que  la  espada  que  me  mate 
saques  de  mis  propios  tiros. 
¿Por  qué  niegas,  Feli.sardo, 
lo  qu<'  lia  de  .ser  como  ha  sido? 
Conmigo  estás  ya  casado, 
hoy  te  has  casado  conmigo. 


(i)     l'ii  los  textos  <'scróisi»  f|nc  110  hace  sentido  claro. 
(2)     Así  en  los  textos.  Quizá  deba  Iceise  ♦hecho». 


ACTO    TERCERO 


687 


Fei.. 
Bei,. 

EI.I. 
Lis. 


Cei,. 


fel. 

Prü. 

Juan. 

Pru. 

Juan. 


¿Yo  contigo? 

¿I/Ucgo  no? 
Flora  y  Carrillo  lo  han  visto. 
Pues,  ¿cómo,  villano,  niegas 
lo  que  han  visto  dos  testigos? 
Esos  no  dicen  verdad, 
que  Belisa  lo  ha  fingido 
de  envidia  de  que  es  mi  esposo; 
y  así,  te  la  doy,  Eliso, 
para  que  tu  esposa  sea, 
porque  Felisardo  es  mío. 

(Celia  se  descubre.) 

Quedo,  señoras,  que  yo         , 
le  tengo  por  mi  marido; 
yo  soy  la  propia  mujer, 
y  él  lo  diga. 

.\sí  lo  digo. 
¿Rs  Celia? 

La  misma  es. 
Pues,  don  Juan,  perdón  os  pido 
de  la  palabra  que  os  di. 
Todo  el  sentimiento  mío 
se  tiempla  viendo  burladas 
mi  madre  y  hermana;  y  digo, 
pues  Kliso  es  caballero, 


que  a  Belisa  le  suplico 
le  dé  la  mano. 
Bel.  Eso  es  justo. 

Perdón  del  desdén  le  pido, 
y  a  Celia  del  tratamiento; 
que  a  Felisardo,  pues  vino 
hoy  al  fin  de  su  deseo 
y  no  sentirá  el  castigo; 
y  si  prisión  ha  de  haber 
quiero  servirle  y  serviros 
con  mi  hacienda. 
Ai:,G.  Ya,  señores, 

aquel  caballero  herido 
está  bueno;  sólo  resta 
hacer  a  los  dos  amigos. 
Fei,.  Vaya  Tiberio  y  negocie 

que  venga  a  sernos  padrino. 
TiB.  El  vendrá,  y  yo  lo  seré 

de  Flora  y  del  buen  Carrillo. 
!    Lis.  y  yo,  pues  no  me  he  casado, 

I  dando  a  servirles  principio 

doy  fin. 
I   Bel.  Si  es  a  mis  melindres, 

I  senado,  perdón  os  pido. 

FIN 


ERRATAS,    ADICIONES    Y    ENMIENDAS 


P.í?.    Col.    Linea. 


Dice. 


Léase. 


13 
17 


28 
31 
33 
34 
34 
36 
45 
45 
46 


50     I 
55     I 


56     I 


62 
63 
Ó4 
64 
69 
62 
89 
98 

99 
107 
120 
128 
130 
131 
135 
136 


138      I 


36 

3 
40 
49 

3 
29 
41 

8 
29 
32 
34 


47 


San. 

que  en  el 

I  merece 

limpiadora 

descansar 

para  tu 

tirano  amor 

blanco  donde 

gasla 

arcos  y  frentes 

hombre  gran 

el  que 

por  ella 


Lis. 

que  el 

mece 

limpiadera 

descasar 

l^ara  tal 

tirano  a  amor 

blanco  a  donde 

galas 

arcos  y  fuentes 

hombre  muy 

el  de 

por  ellas 


peuúlt. 

42 


27 


44 
12 

48 
5 


17 
45 
38 
últ. 
19 
28 
50 


(Faltan  cuatro  versos  a  esta  décima.) 

hállalo  hallallo; 

(Los  tres  versos  que  faltan  dicen  en  el 
manuscrito: 

dando  a  los  olmos  y  mirtos 
mi  sangre  triste  escarmiento 
y  al  mundo  eterno  aviso.) 
(Ivl  manuscrito  dice:  «celerifatc») 

(Los  cuatro  versos  que  faltan  a  esta 
décima  dicen  en  el  manuscrito: 
Lucilo.  Hoiu-a  a  tu  padre. 
Feder.  Aunque  amor 

en  mi  espíritu  sobre, 
hijo,  el  mirarme  tan  pobre 
me  aflige  y  me  da  temor.) 
(Los  cuatro  versos  que  faltan  a  es^a 
décima  dicen  en  el  manuscrito: 

(lue  en  su  nombre  el  rey  de  Francia 
me  hizo  merced,  y  fuera, 
cuando  ella  no  me  admitiera, 
desprecio  y  loca  ignorancia.) 
¡Válete... aguarde!     ¡Válate...  guarde! 
éste  ése 

agitandoz  agitanaos 

«ad...  cum»  ad...  cum 


soy 

Luc. 

mojer 

de  desta 

envida 

recelos? 

Clitemestra 

primero  el  bozo, 

aqueste 

cara  cara 

cié  jo 


sois 

Ful. 

mejor 

desta 

envía 

celos? 

Clitenuiestra 

primero  bozo, 

este 

cara  a  cara 

cielo 


(Falta  un  verso  después  de  éste,  (¡ue 
Hartzenbusch  suplió  con  este  otro: 
Va  no  esperes  de  mí  sino  desdenes.) 
suelta  rienda  suelta  la  rienda 


Pág.   Col.      Línei. 


138  I 

144  2 

144  2 

146  2 

148  2 

149  2 
149  2 
151  I 
156  I 

X57  I 


158  I 

162  2 

163  I 
163  2 
171  2 
1S7  I 
190  I 

195  2 

198  2 

igS  2 

201  2 

206  I 


21» 
221 
233 
246 
249 
249 


250  I 

258  I 

261  2 

264  I 

265  2 
270  I 

276  I 

278  I 

303  I 

346  2 


363       I 


43 
35 
49 
25 
37 

38  • 
40 


■       41 

43 

39 

penúlt 

7 

44 

4 

¿ 

39 

12 

29 
31 


18 
últ. 
26 
23 
34 
44 


32 

25 

17 
39 
25 


15 

39 

13 

penúlt, 


en  este 
tal  alto 


en  esto 
tan  alto 


veisme  vesme 

como  fué  como  os  fué 

(Después  de  éste  falta  el  verso: 
Sólo  he  de  decir  que  fué,) 
quiere  otra  quieres  a  otra 

o  que  lo  que 

yo  soy 

Cristina  cristiana 

(La  impresión  suelta,  completa  este 
verso  así: 

Imagino  pensaréis.) 
de  mí  y  qué         de  mi  padre  y  qué 


de  con 

de  tu  cara 

cansáis 

que  corre 

mas  cual 


de  que  con 
de  su  cara 

casáis 

corre. 
mas  de  cual 


(Este  verso  debe  escribirse  así: 
Pues,  puedo  yo  ganar?  Tiemblo  de  oíUo.) 
que  los  tenga  que  la  tenga 

Cos.  (Sobra.) 

con  ejecútese         con  que  ejecútese 

conde,  herrar  conde,  errar 

(Estos  versos  deberán  escribirse  asi: 

tú  lo  puedes  preguntar, 

que  parecen  dos  mujeres. 

Chac.     ¡Bravas  villanas!  No  esperes.) 


Mongibele. 

que  le 

puede  ser 

de  los  polos 

el  Príncipe 

parece  dentro 


Mongibelo. 
que  la 

pues  de  ser 
de  los  dos  polos 

al  Príncipe 
parece  de  dentro 


34 


(Así  en  el  original;  pero  quizá  deba 
leerse: 

el  alma  da  movimiento.) 
(Esta  anotación  debe  trasladarse  a 
después  de  los  doce  versos  que  siguen.) 
estem  solos  dos         estemos  los  dos 
perla  perlas 

donire  donaire 

casemos  cansemos 

(Después  de  éste  falta  el  verso: 
los  pedazos  divididos.) 
Reno  Remo 

Fitón  l'itón 

a  mis  mií' 

(Después  de  este  verso  añádase  este 
otro: 

y  así  ruego  a  Dios  tanil)ién.) 
avisas  avisos 


Ó90 


ERRATAS.    ADICIOKES    Y    ENMIENDAS 


l':i¿    Coi.    Linea. 


374      ■: 
387     - 


392 
394 
395 
402 
416 
417 
424 
436 
447 
452 
496 


A'j6  2 

497  2 

■i'j7  2 

497  2 

498  I 
498  I 

500  I 

501  I 
501  I 
501  2 

501  2 

502  I 
502  2 
502  2 
¿09  2 
513  2 


tu  mano  tu  iiccho 

(Este  verso  es  largo.  Pudiera  por.er 
se  asi: 

o  sus  ojos  pone  cu  Laura.) 


28 


41 

7 

28 

37 

penúlt. 

I 
14 


l^ena  se 

desconocer 

venturas. 

cuando 

nii  fe 

alma  le  di 

aqusta 

satisfacciones 

ha  querido 

falto 


\icna  no  se 

de  conocer 

ventura. 

cuanto 

mi  suerte. 

alma  di 

aciucsta 

satisfacción 

he  (juerido 

falso 


19 
18 

28 

40 
18 

últ. 

4 
21 
últ. 

1 
35 
33 
26 
últ. 
24 
19 


(Después  de  este  ver.so  falta  el  nom- 
bre de  Androxio,   cjue  dice  los  <iue 
sigilen.) 

digna  de  digna  del 

Verle  quiero  Verle  cjuiere 

(Falta  después  de  éste  el  verso 
y  quedaré  deshonrada) 


aguarda 

viento  tan  largos 

Acalide 

Yo  soy 

tiuedaba 

¿si  lo  engañan 

ya  los  ojos 

te  hiciera 

que  hago 

no  sé  más 


íuarda 

viento  largos 

Alcaide 

Soy 

queda 

¿si  os  engañan 

ya  lejos 

te  hicieran 

ciuc  tengo 

no  hava  más 


Cornejo,  y  haremos    Cornejo,  haremos, 
en  todo  es  mi  es  todo  mi 

(Después  de  este  verso,  póngase  este 
otro 

Conozco  tu  parentela.) 
Va  que  esta  Y  aquesta 


Pág.    Ciit.     Linea. 


516 

577 


577 
577 
578 
578 
582 
583 
588 
603 

612 
615 
619 
620 
620 
622 
626 
637 
640 
641 

641 
645 
657 
662 
663 
671 
677 
686 
686 


35 


38 
46 

45 
30 

28 
50 
41 

5 


Liase. 


Va  no  hay,  I.ean-  Ya  no  hay   T.ean- 

[dro,  en  [dro  cu 

(I-'ste  verso  y  los  dos  que  sigilen  \!i\- 

rece  ijue  debe  decirlos  ^Mendoza  como 

fisgando  de  su  amo.) 

Mend.  CoxnK. 

Con.  (Sobra.) 

son  su  con  su 

tengo  tenga 

me  daba  '  me  da 

redondilla  quintilla 

tado  dado 
(Este  y  el  verso  que  sigue,  iucompk- 
tos  en  el  original.^ 


penúlt. 

8 
28 
29 
17 
39  y  43 
29 
27 

8 

22 
29 
12 

7 

8 

penúlt. 

44 

20 

2  y  3 


sus  oídos 

quizá  algo 

un  león 

azotas 

ente 

Mendoza. 

Juana. 

cama,  de  campo 

balsopeto 

Sabes  de  Sol  y  I.eo-  ¿Sabe 

[ñor 

de  lusitano 


los  oídos 

ijuizás  algo 

a  un  león 

azota 

entre 

Mi:ndo, 

Juan. 

cama  de  campo 

falsopeto 

de  Sol  V 
[Leonor: 
del  lus'tano 


que  ese 

y  a  él  un 

Matarme  tiene 

es  estas 

«prenso 

con  mis  uñas 

¡Pero! 


cjue  eso 
y  él  a  un 
:Matarme  tengo 
en  estas 
«l^ienso 
mis  uñas 
¡Perro¡ 


¿Qué  de  melindres.  ¡Qué  de  melindres! 
[Perdió  [Perdió 

el  seso?  el  seso. 


V'  \- 


'I  -■ 


M^i^ 


^c-- 


'■V     ,  •.  •  .    ■  . .  J- 


[